«Uno hace en su alma trabajos de jardinería como los que practica el jardín y lo que se remarca tanto en una como en el otro se hallará en ellos voluntariamente o por defecto.
Si uno no les brinda cuidados y no los trabaja, las malas hierbas crecen y luego invaden la parcela, de tierra o de alma. Dejarse estar, en este caso como en cualquier otro, es lo peor, pues lo que siempre triunfa en lo más bajo, lo más vil que hay en nuestro interior.
La fuerza del cerebro reptiliano aplasta todo y contraría el trabajo del neocórtex. Cuando este no se activa, queda libre el camino para dejar hablar en voz alta a la bestia que hay en el hombre». Michel Onfray