“La especie de opresión que amenaza a los pueblos democráticos no se parecerá en nada que la haya precedido (…). Quiero imaginar con qué nuevos rasgos podría producirse el despotismo en el mundo: veo una multitud incontable de hombres similares e iguales girando constantemente sobre sí mismos para procurarse pequeños y vulgares placeres, con los que llenan su alma. Cada uno de ellos, aislado, es como extraño al destino de todos los otros: sus hijos y sus amigos particulares conforman para él toda la especia humana; en cuanto al resto de sus conciudadanos, se encuentran a su lado, pero no los ve; los toca y no los siente; sólo existe en sí mismo y para sí mismo y, si bien aún le queda una familia, al menos podemos decir que ya no tiene patria. Por encima de estos se eleva un poder inmenso y tutelar, que se encarga sólo de garantizar su placer y de velar sobre su suerte. Es absoluto, detallado, regular, provisor y suave. Se parecería al poder paterno si, como él, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, sólo quiere fijarlos irrevocablemente en la infancia; quiere que los ciudadanos gocen, mientras que sólo piensen en gozar.” Alexis de Tocqueville*
* Nacido en Francia en 1805, fallecido en 1859
fuente: Hervé Kempf, Cómo los ricos destruyen el planeta, ed. Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2007