Carlos Castaneda no conoce a Marcos ni sabe del EZLN; no lee periódicos; niega ser un gurú o un mesiánico; considera, con Juan Matus, que la compasión y las preocupaciones sociales son una mentira que se regenera; es crítico de gurús y mercachifles de Dios; asegura que su madre fue «comunista y panfletista».
Por Arturo García Hernández
La Jornada
29 de enero de 1996
Estos y otros asuntos abordó en una conversación con los medios de comunicación, durante una pausa en el seminario Los nuevos senderos de la tensegridad, efectuado de viernes a domingo en la ciudad de México, y con el cual empieza una etapa de difusión masiva de sus conocimientos como brujo o chamán.
Durante más de una hora, la noche del sábado, el autor de Las enseñanzas de Don Juan y Relatos de Poder respondió a las más variadas preguntas.
Con serena elocuencia, a menudo bromista, siempre respetuoso de sus interlocutores, sin reparos, Castaneda fue de un tema a otro, según se iban disparando las preguntas de los ocho periodistas reunidos en torno a él. Eso sí: nada de cámaras ni de grabadoras.
A continuación se ofrece una versión de la plática, editada y reconstruída a partir de apuntes. Conviene recordar que para Carlos Castaneda las palabras son insuficientes y limitadas para describir o explicar sus experiencias como brujo; asimismo, les asigna valores y significados que escapan a la lógica lineal en que normalmente nos movemos.
-¿Los brujos cómo consideran a la espiritualidad y el sentido de la divinidad?
-No sé cómo entienden ustedes la espiritualidad. ¿Lo opuesto a lo carnal?
-No necesariamente, sino como parte de un todo, distinto.
-Bueno, en ese sentido, Juan Matus es puro espíritu. El brujo crece en el espíritu del hombre, no en la espiritualidad. Don Juan decía: «yo amo a mi espíritu, es un espíritu bello el del hombre. Si crees que algo me debes y no puedes pagarme a mí, págale al espíritu del hombre». En cuanto a la divinidad: «los chamanes no tienen el sentido de la plegaria y no se arrodillan ante la divinidad. No hay necesidad de ruego. Piden al Intento, la fuerza capaz de construir y modificar todo, fuerza perenne. Pero no ruegan».
-Cuando usted habla de los brujos del antiguo México, ¿a quienes se refiere? Porque aquí hubo distintas culturas: los mayas, los aztecas…
-No. Para Don Juan los tiempos antiguos de México fueron hace entre siete mil y 10 mil años.
-¿Cómo es el proceso de su rompimiento con Don Juan?
-Yo no rompí. El es quien me lo dice. Llega un momento en que se da cuenta de que soy tan diferente a él que no puede continuar conmigo. Y empieza a atraparme, me tapa todas las salidas y sólo me deja una.
-Usted conoce a los indios de México. Viven en malas condiciones y hay seis mil de ellos en las cárceles; ¿qué tanto le interesan los indios de México?
-Me interesan absolutamente. Yo le hice una vez esa pregunta a Don Juan. Hace tiempo escribí un libro que no se pudo publicar, La fama de Nacho Coronado. Nacho era un indio yaqui que tenía tuberculosis y pensaba que con un crédito bancario podría comprar vitaminol y se curaría. Yo le pregunté a Don Juan: «¿No le preocupa eso? Las premisas de Nacho son las mías». Dijo: «Sí me preocupa muchísimo, pero al mismo tiempo me preocupas tú. ¿Crees que estás mejor?». Claro que a mí también me interesan ustedes. Estamos involucrados en un estado de sed que nos consume sin darnos tregua, sin darnos nada.
-¿Qué opinas de Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y del levantamiento indígena en Chiapas?
-¿Quién? ¿Marcos? No lo conozco. No tengo idea. ¡Puuucha!, estoy perdido!… Perdónenme, no conozco ni pizca.
-Cuál es su sentimiento respecto de la humanidad?
-Es un sentimiento de tristeza. Yo trabajo por la humanidad […] El hombre es un ser extraordinario, lo que implica una responsabilidad tremenda. Pero está en el yo, yo, yo, yo, yo, yo. ¿Por qué el miedo a liberarse?
La liberación como la entiende Castaneda, comprende el rompimiento de los «prejuicios preceptivos», la anulación de la «egomanía», el alcance de la ensoñación que permitiría a cada quien descubrir su «cuerpo energético». Y después de todo, eventualmente, estar en condiciones de iniciar un camino «arduo pero exquisito» hacia otros mundos.
-En la lógica de nuestro mundo cotidiano, esta intención liberadora puede interpretarse como mesiánica y ya sabemos lo que ha pasado con las experiencias mesiánicas…
-No, no, no, no. Eso es demasiado bochornoso. Nosotros no valemos tanto. Mesiánico es el new age y todos los gurús de la nueva onda, los mercachifles de Dios. Nosotros no pretendemos nada. No ofrecemos esperanzas de algo que no podemos dar.
-¿Cómo concilia esa preocupación por la humanidad con el desinterés por asuntos como Bosnia, o Chiapas, en los que hay mucho sufrimiento del hombre?
-¡Pero corazonzotes, por favor, el sufrimiento está en todas partes, no sólo ahí! Toda la humanidad genera sufrimiento. Mi madre era una comunista, una panfletista, una proletaria. Yo heredé eso. Pero Don Juan me dijo: «estás mintiendo. Dices que te preocupa eso y mira cómo te tratas tú mismo. Deja de aniquilar tu cuerpo. ¿De veras sientes compasión por tus semejantes?». Sí, le respondí. «¿Hasta el grado de dejar de fumar?». ¡Noooo! Mi compasión era una superchería. El muy bandido me dijo: «mucho cuidado con los entretenimientos sociales. Esos son placebos, son el gran chupón. Es una mentira que se regenera.»
-¿Porqué usted como hombre de su tiempo no lee los periódicos?
-Por la simple razón de que estoy curtidísiisisísimo contra cosas topicales.
-Usted ha escrito que el camino del guerrero es un camino solitario, ¿no hay una contradicción al hacer cursos masivos como el de la tensegridad?
-No. Yo aquí no estoy hablando de cosas duras. A lo mejor la tensegridad les da la energía para hablar de cosas de veras pesadas. Pero por algo se empieza.
-Las enseñanzas de Don Juan generó un culto por ciertas plantas alucinógenas, pero ahora usted descalifica aquel libro, dice que es mejor olvidarlo ¿Por qué?
-La idea de ingerir una de esas plantas sin disciplina no va a llevar a nada. Si acaso a un desplazamiento del punto de encaje, pero fugazmente. Ahora, cuando Don Juan me las dio, ese era el tenor del momento. Yo me crié convencido del valor de la severidad de mi abuelo. Tenía el punto de encaje casi soldado. Don Juan Matus me dijo: «tu abuelo es un vejete». Yo tenía soldad el punto de encaje y él sabía que sólo con alucinógenos lo podía remover. Pero nunca hizo lo mismo con otros, no les dio ni café. Los alucinógenos valían para mí, pero yo lo tomé como un índice total.
-¿Qué espera de la apertura que ahora están iniciando?
-No sé qué es lo que va a pasar. Don Juan nunca me dijo qué es lo que va a pasarme junto a la masa […] Antes estábamos atentos a proseguir de acuerdo a los mandatos de Don Juan. Nos prohibió estar en las candilejas. Ahora quiero enseñar así, porque es una deuda tremenda que ya no puedo pagarle a él.
-¿No tiene miedo de convertirse en gurú?
-No, porque no tengo ego: no hay cómo..
texto en PDF