Se trata de la más completa investigación sobre el tema realizada hasta la fecha. Su autor, el prestigioso Nicholas Wade, reunió los elementos que indican que el SARS-CoV-2 pudo haber sido creado en el Instituto de Virología de la ciudad china donde comenzó el brote en 2019
Por Infobae
11 de Mayo de 2021
Quince meses después del comienzo de la pandemia, sigue habiendo más preguntas que respuestas sobre el origen del coronavirus que mató a más de tres millones de personas en todo el mundo. ¿Se trata de un coronavirus zoonótico que saltó naturalmente de un animal al hombre a través de un huésped intermedio? ¿O se escapó de un laboratorio, más precisamente del Instituto de Virología de Wuhan, la ciudad china donde se detectaron los primeros casos en diciembre de 2019?
Nicholas Wade, uno de los más respetados periodistas científicos del mundo, intentó dar una respuesta a estas preguntas en la que es quizá la más completa investigación sobre el tema realizada hasta la fecha. Recorrer las más de 30 páginas del trabajo no deja dudas: la teoría de la fuga de laboratorio del SARS-CoV-2 no solo es muy plausible, sino, de hecho, es la más probable.
“Me parece que los defensores de la fuga de laboratorio pueden explicar todos los datos disponibles sobre el SARS 2 mucho más fácilmente que aquellos que favorecen la emergencia natural”, escribe Wade en su artículo, publicado en el Bulletin of Atomic Scientists, una prestigiosa revista que trata temas relacionados con la seguridad mundial y las políticas públicas.
Además de explicar por qué lo más probable es que el SARS-CoV-2 sea un virus creado en laboratorio, la investigación de Wade también da cuenta de la increíble serie de falta de controles, conflictos de interés y complicidad tanto del régimen chino como del mundo científico, que siguen haciendo imposible determinar cómo surgió y comenzó a propagarse el virus entre humanos, algo vital para prevenir futuros brotes.
“Serie de inverosimilitudes”
El principal argumento a favor de la teoría de un virus creado en laboratorio es, según Wade, claro: el patógeno fue desde el primer momento particularmente adecuado para infectar a los humanos, mientras que, por el contrario, hay poca o nula evidencia que muestre una evolución natural de un virus de los murciélagos a un virus que ataca a las personas.
En su muy fundamentado artículo, Wade comparó el nuevo patógeno con el virus SARS1, que que surgió en 2003 en los países del sudeste asiático, y con el MERS, que causa el síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio. En el caso de estos dos virus, su origen animal fue identificado con relativa facilidad por los científicos, algo que no ocurrió en el caso del nuevo coronavirus.
La teoría de la emergencia natural lucha contra una serie erizada de inverosimilitudes
“Nadie ha encontrado la población de murciélagos que fue la fuente del SARS2, si es que alguna vez infectó a los murciélagos. No se ha presentado ningún huésped intermedio, a pesar de una búsqueda intensiva por parte de las autoridades chinas, que incluyó la prueba de 80.000 animales”, escribió el experimentado periodista, que trabajó para The New York Times y revistas como Science y Nature.
“No hay evidencia de que el virus realice múltiples saltos independientes desde su huésped intermedio a las personas, como lo hicieron los virus SARS1 y MERS. No hay evidencia de los registros de vigilancia hospitalaria de que la epidemia estuviera cobrando fuerza en la población a medida que evolucionaba el virus. No hay explicación de por qué debería estallar una epidemia natural en Wuhan y en ningún otro lugar”.
Tampoco, continúa Wade, hay una buena explicación de cómo el virus adquirió su sitio de escisión de furina, una pequeña región de la proteína de espícula compuesta de entidades conocidas como codones de arginina, que son comunes en humanos pero no en coronavirus como el SARS2.
Por estas razones, según Wade, “la teoría de la emergencia natural lucha contra una serie erizada de inverosimilitudes”.
Por el contrario, dice Wade, “está documentado que los investigadores del Instituto de Virología de Wuhan estaban realizando experimentos (llamados “de ganancia de función”, ndr) diseñados para hacer que los coronavirus infecten células humanas y ratones humanizados”. Y agrega: “Este es exactamente el tipo de experimento del que podría haber surgido un virus similar al SARS2. Los investigadores no estaban vacunados contra los virus en estudio y estaban trabajando en las condiciones mínimas de seguridad de un laboratorio. De modo que la fuga de un virus no sería nada sorprendente. En toda China, la pandemia estalló en la puerta del instituto de Wuhan. El virus ya estaba bien adaptado a los humanos, como se esperaba de un virus cultivado en ratones humanizados. Poseía una mejora inusual, un sitio de escisión de furina, que no está poseído por ningún otro beta-coronavirus relacionado con el SARS conocido, y este sitio incluía un codón doble de arginina también desconocido entre los beta-coronavirus. ¿Qué más evidencia podría desear, además de los registros de laboratorio actualmente inalcanzables que documentan la creación del SARS2?”.
Científicos influyentes, conflictos de interés y silencio
Wade afirma que hubo dos grupos que tuvieron una “enorme influencia” en la formación de esta postura y llevó a descartar casi de inmediato la teoría de la fuga del laboratorio.
El primer grupo estuvo liderado por Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, una organización no gubernamental estadounidense que investiga las enfermedades infecciosas emergentes y recibe financiación de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU (NIH) y del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID) dirigido por el epidemiólogo de la Casa Blanca Anthony Fauci.
Daszak estuvo detrás de una carta publicada en la prestigiosa revista The Lancet en la que un grupo de 27 expertos condenaban “enérgicamente las teorías de conspiración que sugieren que COVID-19 no tiene un origen natural”, y defendían a los científicos chinos. Wade observa que esa carta fue publicada el 19 de febrero de 2020, “cuando era demasiado pronto para que alguien pudiera estar seguro de lo que había sucedido”.
El segundo es un grupo de virólogos dirigido por Kristian Andersen, del Centro de Investigación Scripps, un centro de investigación orientado a la investigación en ciencias biomédicas básicas.
Este grupo, integrado por cinco científicos, también aseguró en un artículo de opinión publicado en The Journal of Nature Medicine el 17 de marzo de 2020, que su análisis mostraba “claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio o un virus manipulado a propósito”.
Esas cartas, que según Wade fueron declaraciones políticas y no científicas, fueron “asombrosamente efectivas” para desestimar la teoría de las fugas de laboratorio.
Tras analizar los errores y las omisiones de esas declaraciones, Wade explica que nadie en la comunidad científica las verificó debido a la que llama “omertà” —la ley del silencio —que existe entre los virólogos, vinculada al temor de perder financiación para sus investigaciones.
“Las carreras pueden ser destruidas por salirse de la línea. Cualquier virólogo que desafíe la opinión declarada de la comunidad corre el riesgo de que su próxima solicitud de subvención sea rechazada por el panel de compañeros virólogos que asesora al gobierno sobre la agencia de distribución de subvenciones”, escribe Wade.
Otra razón, más inquietante, tiene que ver con los conflictos de interés de varios de los virólogos que impulsan la teoría del origen natural.
El caso más notorio es el del propio Daszak, quien a fines de 2019 contaba en una entrevista —aún visible en YouTube— lo fácil que era modificar genéticamente los coronavirus en un laboratorio y financió las investigaciones que se llevaban adelante en el Instituto de Virología de Wuhan con fondos destinados a tal fin por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Fauci.
“Si el virus SARS2 se hubiera escapado de la investigación que él financió, Daszak sería potencialmente culpable”, escribe el periodista. “Este agudo conflicto de intereses no fue declarado a los lectores de The Lancet. Por el contrario, la carta concluía: ‘No declaramos ningún conflicto de interés’”.
No es todo: Daszak también fue uno de los especialistas enviados por la OMS a China para investigar los orígenes del coronavirus, siendo uno de los expertos que recorrieron el Instituto de Virología de Wuhan. Llamativamente, el informe resultante analizó y descartó en apenas 440 palabras a la posibilidad de una fuga de laboratorio. Ese, además, fue el único sector para el que los expertos no pidieron ulteriores estudios.
Por otra parte, Wade agrega que todos los virólogos tienen un interés significativo en la cuestión del origen del coronavirus y que tiene que ver con la confianza del público en sus investigaciones. La tormenta de indignación pública afectaría a los virólogos en todas partes, no solo en China
“Durante 20 años habían estado jugando un juego peligroso. En sus laboratorios, creaban de forma rutinaria virus más peligrosos que los que existen en la naturaleza. Argumentaron que podían hacerlo de manera segura, y que adelantándose a la naturaleza podrían predecir y prevenir los ‘derrames’ naturales, el cruce de virus de un huésped animal a las personas. Si el SARS2 hubiera escapado de un experimento de laboratorio de este tipo, se podría esperar un retroceso, y la tormenta de indignación pública afectaría a los virólogos en todas partes, no solo en China”, escribe el prestigioso especialista en temas científicos.
Wade también criticó al papel de los grandes medios estadounidenses, considerando que su postura sobre el tema se vio sesgada por su oposición a Trump. “Debido a que el presidente Trump dijo que el virus se había escapado de un laboratorio de Wuhan, los editores le dieron poca credibilidad a la idea. Se unieron a los virólogos para considerar la fuga del laboratorio como una teoría de la conspiración descartable”
El papel de la “Mujer murciélago” de Wuhan
Wade también examina detenidamente el papel de Shi Zhengli, la directora del Instituto de Virología de Wuhan, conocida como “Mujer murciélago” por sus investigaciones sobre los coronavirus de los murciélagos y cuyo trabajo recibió el apoyo de la organización de Daszak.
Shi, recuerda Wade, había recolectado muchos coronavirus del tipo al que pertenece el SARS2 de cuevas de murciélagos en Yunnan, en el sur de China. Su investigación se centró en las proteínas de espícula (spike) que cubren la superficie del coronavirus y le permiten ingresar a las células objetivo.
La científica china probó sus virus no en personas reales, sino en cultivos de células humanas y en ratones humanizados, es decir que fueron modificados genéticamente para transportar en las células de sus vías respiratorias la proteína humana que es el objetivo de los virus de tipo SARS.
“Shi Zengli se propuso crear nuevos coronavirus con la mayor infectividad posible para las células humanas. Y esta información ayudaría a predecir la probabilidad de ‘desbordamiento’, el salto de un coronavirus de murciélagos a personas“, escribe Wade. “Todavía no se puede afirmar que generó o no el SARS-2 en su laboratorio porque sus registros han sido sellados, pero parece que ciertamente estaba en el camino correcto para hacerlo”, añadió el experto.
La investigación cita a Richard H. Ebright, biólogo molecular de la Universidad de Rutgers y experto líder en bioseguridad, según el cual “está claro que el Instituto de Virología de Wuhan estaba construyendo sistemáticamente nuevos coronavirus quiméricos y estaba evaluando su capacidad para infectar células humanas y ratones que expresan ACE2 humano”.
Wade explica que los experimentos que se estaban llevando a cabo en Wuhan son de público conocimiento porque fueron financiados por fondos del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, dirigido por Fauci, y de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos a través de la EcoHealth Alliance de Daszak. Esos fondos fueron aprobados a a pesar de una moratoria en vigor entre 2014 a 2017.
Wade agrega que los peligrosos experimentos realizados en Wuhan se estaban además realizando en condiciones posiblemente inseguras. La propia Shi dijo que todo su trabajo sobre el coronavirus se realizó con niveles de seguridad bajos, incluido uno conocido como BSL2, equivalente al nivel de bioseguridad de un consultorio de dentista estadounidense estándar y que requiere como únicas medidas de seguridad usar una bata de laboratorio, guantes y poner una advertencia de peligro biológico.
Por estos motivos, escribe Wade, el escenario de escape del laboratorio no es la conjetura de algunos teóricos de la conspiración. “No se basa en que alguien señale al Instituto de Virología de Wuhan. Es una propuesta detallada, basada en el proyecto específico que está financiando allí el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas” que se sabía que estaba llevando a cabo Shi, y en el hecho de que estaba trabajando en condiciones de seguridad “mínimas, probablemente inadecuadas”.
Comparación de dos escenarios
Aún así, por muy plausible que parezca, Wade advierte que hasta que no se publiquen los registros del laboratorio de Wuhan no hay pruebas de que el virus haya escapado de allí. En ausencia de evidencia directa, para el experto el mejor enfoque es preguntarse cuál escenario proporciona la mejor explicación, teniendo en cuenta el lugar de origen, la evolución natural y las características del virus.
Sobre el origen, Wade escribe que los murciélagos que albergan a los virus más cercanos al SARS-CoV-2 viven en cuevas en Yunnan, en el sur de China.
“Si la pandemia hubiera comenzado infectando a las personas que viven alrededor de las cuevas, eso favorecería fuertemente la emergencia natural. Pero la pandemia estalló en Wuhan, a casi 1.500 kilómetros de distancia”, en una época del año en que los murciélagos entran en hibernación. En el escenario de emergencia natural, es difícil ver cómo el virus estalló naturalmente en algún lugar fuera de Wuhan y luego apareció en la ciudad sin dejar ningún rastro de su origen en otro lugar, según Wade.
Todo lo contrario en el caso de la fuga del laboratorio: los investigadores del Instituto de Virología de Wuhan estaban creando virus peligrosos en condiciones de seguridad inadecuadas. “Si se hubiera generado allí un virus con la infecciosidad inesperada del SARS2, su escape no sería ninguna sorpresa”.
Con respecto a la evolución natural, Wade explica que los virus que saltan a nuevos huéspedes generalmente necesitan muchas mutaciones para perfeccionar su adaptación a la nueva especie objetivo. Sin embargo, el SARS2 se adaptó enseguida casi perfectamente a las células humanas y apenas ha cambiado desde entonces. Esto es difícil de explicar en el escenario de emergencia natural. Pero desde el escenario del escape del laboratorio es más obvio: el virus se estaba cultivando en ratones humanizados, por lo que se adaptó bien a las personas desde el principio.
“Los defensores de la fuga de laboratorio bromean diciendo que, por supuesto, el virus SARS2 infectó una especie huésped intermedia antes de propagarse a las personas, y que lo han identificado: un ratón humanizado del Instituto de Virología de Wuhan”, escribe Wade.
Respecto a las características del virus, Wade dice que hay que enfocarse en una pequeña región de la proteína de espícula del SARS-CoV-2 llamada sitio de división de furina, compuesto por 12 unidades de su genoma de 30.000 unidades.
El especialista explica que un virus generalmente adquiere insertos como este al intercambiar accidentalmente unidades genómicas con otro virus cuando ambos invaden la misma célula. Pero ningún otro virus conocido en el grupo de SARS2 tiene este inserto de 12 unidades.
Los defensores de la teoría de la emergencia natural argumentan que el virus podría haber adquirido el inserto de células humanas después de haber saltado a las personas. Sin embargo, nadie ha encontrado todavía la población humana en la que el virus podría haber evolucionado de esta manera. El inserto también contiene entidades conocidas como codones de arginina, que son comunes en humanos pero no en coronavirus como el SARS2.
Bajo el escenario de escape de laboratorio, el inserto es fácil de explicar. Wade citó a Steven Quay, un empresario de biotecnología que afirmó que “desde 1992, la comunidad de virología ha sabido que la única forma segura de hacer que un virus sea más letal es darle un sitio de división de furina”. Además, se han publicado al menos 11 experimentos de este tipo, incluido uno de la doctora Shi.
Wade también cita al eminente virólogo David Baltimore, ex presidente de CalTech y descubridor de una enzima utilizada en todas las pruebas COVID basadas en PCR, diciendo: “Cuando vi por primera vez el sitio de escisión de la furina en la secuencia viral, con sus codones de arginina, le dije a mi esposa que era la prueba irrefutable del origen del virus. Estas características suponen un poderoso desafío a la idea de un origen natural para SARS2 “.
¿Quién tuvo la responsabilidad última?
Finalmente Wade se pregunta quiénes son los principales responsables en caso de que se confirme que el virus realmente se haya originado en un laboratorio.
El especialista apunta en primer lugar a los virólogos chinos. Aunque Wade reconoce que algunos, como Shi, se capacitaron en Estados Unidos y Europa y seguían las mismas reglas internacionales, “si el virus se escapó de su laboratorio, se merecen la censura mundial por un accidente previsible que ya ha causado la muerte de tres millones de personas”.
En segundo lugar, los responsables son las autoridades chinas -con Xi Jinping a la cabeza-, que han hecho todo lo posible por ocultar la naturaleza de la tragedia y su responsabilidad en ella. “Suprimieron todos los registros del Instituto de Virología de Wuhan y cerraron sus bases de datos de virus. Publicaron un goteo de información, gran parte de la cual puede haber sido completamente falsa o diseñada para desviar y engañar. Hicieron todo lo posible para manipular la investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los orígenes del virus y llevaron a los miembros de la comisión a una infructuosa carrera. Hasta ahora han demostrado mucho más interés en desviar la culpa que en tomar las medidas necesarias para prevenir una segunda pandemia”, es la demoledora opinión de Wade.
En tercer lugar, Wade apunta a los virólogos de todo el mundo que conocían mejor que nadie los peligros de potenciar los virus naturales, y aún así no pudieron resistir la tentación. Su seguridad de que los beneficios eran reales y los riesgos que se podían contener no eran correctos. “Hasta ahora, los beneficios de la investigación para prevenir futuras epidemias han sido nulos y los riesgos son enormes”, escribe Wade.
Nicholas Wade así concluye su investigación: “Las personas de todo el mundo que han estado prácticamente confinadas en sus hogares durante el último año podrían querer una respuesta mejor que la que les están dando los medios. Quizás, con el tiempo, aparezca una. Después de todo, cuantos más meses pasen sin que se consiga una evidencia favorable, menos plausible resultará la teoría de la emergencia natural. Puede que la comunidad internacional de virólogos llegue a ser considerada un referente falso, movido por sus propios intereses. La idea, llena de sentido común, de que la aparición de una pandemia en Wuhan quizá haya tenido que ver con el hecho de que en Wuhan se preparaban virus de nuevo cuño y máximo riesgo en condiciones inseguras podría finalmente desplazar la insistencia ideológica de que nada de lo que diga Trump puede ser cierto. Y luego que comience el ajuste de cuentas”.
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