El cerebro humano es un órgano sorprendente como productor de consensos. La aparición inteligente de mitos unificadores que finalmente degeneran en vulgares supersticiones, resulta algo asombroso ante los ojos de cualquier mirada atenta y perspicaz. Resulta llamativo que se tome por cierto todo aquello que precisamente constituye el sistema más fuerte de creencias y mitologías actual, lo que gira en torno a la tecnología y a la Ciencia, entendida ésta cómo mito y no como disciplina del conocimiento.
Por Atanasio Noriega
Consenso social e «Inteligencia Artificial»
La propia tecnología constituye hoy uno de los mitos más potentes entre las masas, debido a que se asocia además con otro mito solemne: el de la modernidad; como si no hubiese sido algo presente desde la era de las cavernas, junto al hombre que fabricaba los utensilios (homo habilis). Es un hecho incuestionable que la tecnología y el uso técnico de herramientas, es históricamente anterior a lo que hoy conocemos como Ciencia, que no es más que una determinada metodología, fundada casi totalmente por el pensamiento de Aristóteles, dirigida al mejor entendimiento del entorno.
Entre las cuestiones supersticiosas que forman el gran bosque de la mitología moderna, se encuentra como un prominente pináculo el concepto de la «inteligencia artificial». Expresión propagandística que forma parte de una de las disciplinas a las cuales he dedicado además muchos de los años de mi vida, estudiándola y comprendiéndola a fondo, hasta sus más distantes límites.
Esta idea de emergencia de unas facultades exclusivamente propias de la vida, pero atribuidas a la materia inerte, no es en absoluto novedosa, puesto que la etología y la antropología ya la habían encontrado en los tiempos más remotos, anteriores a cualquiera de las formas civilizadas actuales en la humanidad. No es una práctica extraña al ser humano el animismo o la transferencia mágica de atributos que nos son propios, hacia objetos fabricados como los totems. Hoy sucede lo mismo cuando existe una amplia mayoría que, sujeta a la mitología dominante, considera que emerge inteligencia de las calculadoras más potentes, capaces de efectuar millones de operaciones por segundo. Como si la inteligencia estuviese en el propio cálculo.
Esta vulgar creencia es desconocedora además de que la razón (cálculo) es intrínsecamente inoperante. Es decir, que la Razón, en la forma más idealista y kantiana, no es ni puede ser operatoria. Por esa causa se frustra tan pronto como es expuesta a la posibilidad de actuar en el terreno donde lo hace la inteligencia verdadera, la que se presenta como facultad exclusivamente humana o de los seres vivos y animados.
La inteligencia humana no opera en el mundo platónico de las idealidades, en ese en que creen los seguidores del mito de la caverna, sino en el de la realidad física y fenomenológica determinada por la Naturaleza. Por eso jamás se encontrará en ninguna de nuestras herramientas fabricadas, por más sofisticadas que éstas sean. En la computadora más potente que haya hoy en el planeta, existe exactamente la misma inteligencia que en una llave inglesa o que en una batidora de cocina, es decir, cero.
En el ámbito del Poder y la política, las supersticiones populares y vulgares son hábilmente manejadas y explotadas por aquellos que saben sacar un partido convirtiéndolas en fuentes fundantes de legitimidades, en la forma en la que siempre lo fueron en el antiguo régimen. Las tonterías que se llegan a publicar en los panfletos de propaganda de este régimen totalitario de los partidos estatales son hilarantes. Y en la búsqueda del Estado administrativo total, la mera idea de una inteligencia superior que procede de los cielos, se muestra tentadora en las fantasías de los burócratas. Absolutamente todo lo que se publica en la prensa bajo el epígrafe de la «inteligencia artificial» forma parte de las estupideces más vulgares, más intelectualmente indigentes y más mendaces que cabe concebir. Todo ello en aras de la justificación de la hegemonía política de los partidos administrativos del Estado providencial y benefactor.
Algunas personas están ahora descubriendo que votar como si hubiese democracia representativa en España, llevar un trapo en la cara como si hubiese una epidemia causada por patógenos voladores* y creer en la espontaneidad y vitalismo de las máquinas como si fuesen capaces de pensar, son cosas que forman parte de una única religión, de un sistema de creencias y supersticiones que es determinado por la presencia de un Estado de partidos totalitario y corruptor de las mentalidades.
* el editor de Ecotropía está convencido (avalado por estudios científicos de todo tipo – oficiales y disidentes) que la Covid.19 se transmitía y transmite a través del partículas aéreas. Muy diferentes son las medidas drásticas que se tomaron para afrontar la sindemia de la Covid-19.
fuente: http://barcelona.indymedia.org/newswire/display/535013