El enamoramiento es una droga. Enamorarnos significa idealizar, soñar, confundirnos. Revela nuestras carencias, nuestras ansias de ser salvados, de ser queridos y admirados, hasta el punto de sacrificar cualquier realidad a este sueño dorado. Realmente cuanto más vacíos y desesperados nos sentimos, más intensos suelen ser nuestros enamoramientos.
Por Olga Pujadas*
¡Y aunque el peligro es evidente, deseamos enamorarnos y que se enamoren de nosotros! Y así nos va. El enamoramiento es también el modo de fuga más barato, popular y placentero que podemos hallar, el más socialmente aceptado. De hecho, y al revés de lo que sucede con las demás drogas, si no eres adicto al enamoramiento eres considerado un bicho raro. Enamorarse es casi obligatorio.
El enamoramiento está por todas partes, lo encontramos hasta en la más insignificante historia televisiva, literaria o del cine. ¿Existe alguna película que no incluya la típica y pueril «historia de amor», cuyo final, por cierto, nadie nos cuenta? (Las películas acaban con el beso final, pero omiten lo que con frecuencia viene después: los celos, la posesividad, las peleas, las infidelidades, las separaciones…).
Lógicamente los naufragios románticos suelen ser proporcionales a la borrachera emocional/sexual con que se inició la «relación», si es que podemos llamar así al espejismo mutuo de dos desconocidos ¡Incluso hay personas que desean vivir permanentemente ebrias! «¡Qué bonito es vivir enamorados!», «¡Oh là-là, l’amour fou!», dicen. Y luego, como lo que muy rápido comienza muy rápido se acaba, se desesperan, y con idéntica inconsciencia se quejan del abandono y suplican, sin haber aprendido nada de la experiencia, el retorno del «amado/a»…
Lo cierto es que nadie suficientemente sano y adulto se enamora tan fácilmente. ¿Por qué?
• Porque no necesita aferrarse a nadie, ni proyectar sobre nadie las cualidades reprimidas para después admirarla/lo, etc., ya que la persona se conoce a sí misma, no está reprimida y no teme las realidades de la vida.
• Porque no necesita idealizar el sexo, pues sabe que es algo natural que no necesita ser maquillado ni exaltado.
• Porque no necesita, en general, idealizar las relaciones.
Todas estas locuras provocan a menudo el desastre. ¿Te arriesgarías a cruzar en velero el Atlántico con el primer desconocido que topases por la calle? Lo que asegurará mucho mejor cualquier relación es, en cambio, superar cuanto antes la fase romántica y acceder al mayor nivel posible de amistad, afinidad, complementariedad, empatía, cariño, complicidad, apoyo mutuo…. Esto es propiamente el amor: una realidad, no un sueño.
Sabemos que una sociedad neurótica sólo puede producir mitos neuróticos. El mito romántico es uno de ellos. Dicha fantasía nos confunde y dificulta a menudo el aprendizaje de unas relaciones de pareja mucho más realistas, maduras e integradas.
* Licenciada en Psicología
fuente: https://testigocomplice.blogspot.com/2014/12/amor-o-droga.html