“Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos hace falta es el coraje para darnos cuenta de lo que sabemos y sacar conclusiones”: Sven Lindqvist, Exterminad a todos los salvajes.
Por Ediciones El Salmón
1 de septiembre de 2021
Prólogo a la segunda edición de ‘Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo’
Este libro comenzó a gestarse un año atrás. Poco después de que apareciera el artículo «Covid-19, autoritarismo e izquierda confinada» (El Salto, 27 de octubre de 2020), sus autores nos contactaron para tantear la posibilidad de ampliarlo y elaborar un libro. La lectura de su artículo supuso al fin un respiro (o, como habría dicho Orwell, subir a por aire).
Demostraba que era posible construir un relato alternativo a la narrativa oficial sobre la pandemia: reuniendo y examinando los datos oficiales suministrados por los gobiernos, estudiando los aportes de científicos y médicos de prestigio ajenos a la «ortodoxia covid», y con una perspectiva política fundada en los mejores valores de la izquierda, lo que les permitía identificar y denunciar el autoritarismo sobre el que se ha erigido y se sigue sustentando el conjunto de restricciones. Los autores del artículo eran José R. Loayssa, médico de urgencias navarro, y Ariel Petruccelli, historiador y ensayista argentino; poco después se les sumó Paz Francés, jurista y doctora en Derecho Penal, también navarra, y en mayo se publicaba Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo
Más de cuatrocientas páginas donde se buscaba abarcar todos los aspectos posibles de la pandemia decretada en marzo de 2020: una perspectiva histórica sobre las pandemias del pasado; un análisis minucioso de todo lo referente al virus y la enfermedad que provoca; un examen detallado de las medidas adoptadas por los gobiernos, de su pretendida eficacia y de su virulencia (con un capítulo específico para el confinamiento); varios capítulos dedicados a analizar a las «víctimas entre las víctimas», poniendo el foco en la desigualdad, la educación, la perspectiva de género, los derechos humanos o las libertades políticas; y, por fin, las páginas donde tratan de explicar los porqués de la desmesura en la respuesta a la pandemia, de la caza de brujas contra todo disenso de la «ortodoxia covid», y las posibles alternativas a una gestión fundada en el disciplinamiento de la sociedad y la difusión del miedo.
En sus escasos tres meses de vida, el libro ha sido objeto de tres tipos de acogida: silencio e indiferencia; censura; agradecimiento, consuelo y solidaridad.
El silencio y la indiferencia de quienes han preferido mirar hacia otro lado, sin querer mojarse ni pronunciarse en uno u otro sentido sobre la pandemia, no sólo en lo tocante a este libro en concreto, sino en general respecto a otras perspectivas críticas con la gestión de los gobiernos. Escritores, intelectuales y activistas siempre comprometidos con causas tradicionalmente consideradas como de «izquierda» y que ahora callan frente a los atropellos, abusos y ataques a las libertades civiles y los derechos políticos. (1)
Proyectos editoriales encantados de publicar a autores «radicales» del pasado y del presente, pero que ahora no encuentran pertinente dar cabida en su catálogo a las pocas voces disidentes de la ortodoxia covid —o que, de hacerlo, lo hacen sin demasiado entusiasmo, sin mucho afán por difundirlo y publicitarlo—, temerosos de perder apoyos, prestigio, capital social.
Periódicos y revistas que en otras ocasiones se han acercado a esta casa editorial para elogiar nuestras publicaciones sobre Pier Paolo Pasolini, Rachel Carson, George Orwell, Simon Leys, Neil Postman, Nicholas Carr o E. M. Forster, y que ahora se sumen en el mutismo.
La censura ha sido otra de las respuestas: dos artículos borrados horas después de su publicación y dos presentaciones del libro canceladas.
Mientras el libro estaba en imprenta, los autores acordaron con El Salto Diario la publicación de un artículo a modo de resumen de las tesis del libro: «Covid-19, año uno: balance de una pesadilla autoritaria y de una gestión fracasada». Horas después de aparecer en la sección de opinión del medio, el artículo fue liquidado; en un mensaje a los autores, se les explicó la censura arguyendo que: 1) el contenido del artículo no era compatible con la postura de El Salto; 2) se mezclaba análisis científico y opiniones políticas, siendo un formato incompatible con el del medio; 3) se podía herir la sensibilidad de miles de personas que han perdido a seres queridos; 4) el artículo contendría «afirmaciones falsas».
En su réplica, los autores proponían que el medio añadiera una nota afirmando no compartir lo expuesto en el artículo; aducían que entre los autores también había habido pérdidas personales fruto de la pandemia; e instaban a El Salto a explicar cuáles serían esas «afirmaciones falsas» y por qué. Nunca hubo respuesta a este último punto, y el medio no reconsideró su decisión. Desde la editorial publicamos un comunicado (2) que jamás fue respondido, como tampoco dieron una explicación pública de lo sucedido
Tres meses después, este mismo medio incurría en un acto de censura idéntico, eliminando un artículo, firmado por José R. Loayssa y Ariel Petruccelli, horas después de haber sido publicado en la sección vasca, Hordago. El artículo versaba sobre las vacunas, y su título era «Covid-19: una vacunación controvertida». Fue publicado el 17 de agosto a las 11:00 de la mañana, siendo eliminado horas después. A los autores sólo se les explicó que el texto habría sido suprimido de la web no tanto por su contenido, sino debido al comunicado publicado en mayo referido a la primera censura; comunicado, como acabamos de señalar, que El Salto jamás ha respondido, matizado, refutado, ni privada ni públicamente.
Ante nuestro estupor debido tanto a la censura como a la razón esgrimida para borrar este segundo artículo, el 18 de agosto dirigimos una carta a todo el equipo de El Salto, en la que les instábamos a: 1) ofrecer una explicación pública, a sus socios y lectores, de los hechos acaecidos tanto ahora como en mayo; 2) brindar en el medio un espacio donde las individualidades de El Salto disconformes con el doble acto de censura pudieran manifestar su punto de vista. En su respuesta, la «redacción» de El Salto aducía que la decisión respecto a los contenidos del medio y las propuestas de artículos que se aprueban corresponde únicamente a El Salto; y que «no es de recibo que unas personas que emitieron un comunicado llamando al boicot al medio vuelvan a publicar en él».
Nuestro asombro fue si cabe todavía mayor. Quienes respondían en nombre de El Salto asumían: a) que quien critique algo hecho por El Salto no puede ni debe querer publicar nunca más en ese medio; b) que un acto de censura tan evidente como retirar un artículo ya diseñado y publicado no debe ser denunciado; c) que los autores del artículo y/o Ed. El Salmón habría llamado a boicotear a El Salto, cosa manifiestamente falsa
Cabe añadir que las dos censuras no han contado con unanimidad en el seno de El Salto: ambas se resolvieron con sendas votaciones, siendo la segunda de ellas muy ajustada, en favor de la no publicación. Nos consta asimismo el malestar de Hordago, al haber visto secuestrada su autonomía para publicar artículos en su sección. Y también es fácil percibir que muchos lectores y suscriptores acogieron con mucho interés los artículos publicados durante la pandemia por Loayssa y Petruccelli, en especial el texto aparecido en octubre de 2020 al que hacíamos referencia al comienzo del prólogo; no cabe duda de que muchas de las lectoras habituales de El Salto habrían agradecido leer un artículo distinto sobre la controversia en torno a las vacunas y los llamados «pases sanitarios».
La primera presentación frustrada del libro tuvo lugar en Barcelona. La Fira Literal de «libros e ideas radicales» suspendió —con menos de veinticuatro horas de antelación— la presentación del libro acordada dos meses antes. Ofrecimos nuestra versión de los hechos en un comunicado público (3); de lo acaecido cabe destacar que:
1) Literal suspendió el acto sin que nadie de la organización hubiera leído el libro: «alguien» les había facilitado unos fragmentos que contendrían «discursos ambiguos» sobre la pandemia.
2) Literal impidió la celebración de un coloquio informal en el recinto ferial entre uno de los autores del libro y dos decenas de personas; el autor y los editores decidimos que el encuentro tuviera finalmente lugar extramuros, con el fin de no avivar la tensión.
3) Salvo un escueto tuit escrito en la noche previa al acto cancelado, Literal nunca ha explicado públicamente todo lo acontecido durante ese fin de semana.
4) Sin embargo, uno de los organizadores, Simón Vázquez, se despachó contra la editorial y los autores en varios tuit plagados de mentiras y calumnias.
5) Tras publicarse nuestro comunicado, Simón Vázquez eliminó dichos tuit (ignoramos si por voluntad propia), pero Literal continúa, a día de hoy, sin dar explicaciones públicas sobre la censura de la presentación del libro.
La siguiente cancelación tuvo lugar en junio. La librería Antígona, sita en Zaragoza, había acordado con la universidad la presentación del libro en el paraninfo universitario. Una semana antes, la universidad reculó aludiendo al contenido del libro. Al no disponer Antígona de aforo suficiente para celebrar el acto, éste fue acogido generosamente por la librería La Pantera Rossa, quien difundió una nota admirable al respecto. (4)
El tercer tipo de respuesta a la edición del libro ha consistido en una mezcla de consuelo, agradecimiento y solidaridad. Son decenas las personas que, a través de cartas o en persona, han dado las gracias a la editorial y a los autores porque desde la izquierda se haya tenido el coraje de plantear un análisis sobre la pandemia distinto al de los gobiernos, las grandes empresas y medios de comunicación. En estos mensajes ha estado también omnipresente la solidaridad y apoyo ante las censuras padecidas.
Hace unos meses circuló masivamente un vídeo en inglés que mostraba una sucesión de frases encabezadas por «It’s just…», es sólo:
Es sólo una mascarilla. Es sólo un metro y medio. Es sólo durante tres semanas.
Es sólo para no saturar los hospitales. Es sólo hasta que los casos bajen.
Es sólo para aplanar la curva. Es sólo para los trabajadores no esenciales.
Es sólo un bar. Es sólo un restaurante. Es sólo por unas semanas más.
Es sólo un gimnasio. Es sólo el deporte. Es sólo cantar y celebrar. Es sólo viajar.
Es sólo un confinamiento de tres meses. Es sólo hasta que tengamos una vacuna.
Es sólo una App. Es sólo para rastrear contagios.
Es sólo para que la gente sepa que es seguro estar a tu lado.
Es sólo para saber con quién has estado en contacto. Es sólo por tu bien.
Es sólo para proteger a los demás. Es sólo verificación de hechos, no censura.
Es sólo para proteger a los demás de la incitación al odio. Es sólo obligatorio.
Es sólo la ley ahora vigente. Es sólo ciencia.
Es sólo unos científicos en concreto, no todos. Es sólo a causa de la segunda ola
Es sólo para salvar a nuestros abuelos. Es sólo otro confinamiento.
Es sólo durante cuatro semanas más. Es sólo la navidad.
Es sólo la escuela, pueden estudiar desde casa.
Es sólo un año, pronto estaremos mejor. Es sólo un test. Es sólo una vacuna.
Es sólo hasta vacunar al 70% de la población.
Es sólo para recabar información médica.
Es sólo un documento para guardar tu historial médico.
Es sólo para que puedas viajar. Es sólo para tu pasaporte.
Es sólo para la vacuna contra el coronavirus.
Es sólo para que puedas entrar en bares y tiendas.
Es sólo para que puedas ir a conciertos.
Es sólo para que los niños puedan volver a la escuela.
Es sólo un puñado de efectos secundarios.
La última frase contenía un juego de palabras de imposible traducción en castellano: «It’s not just. It’s unjust. Start resisting now» (No es sólo. Es injusto. No esperes más para rebelarte)
El vídeo había tocado una fibra sensible: la percepción de que la pandemia no tiene fin, de que las restricciones —mascarillas, aforos, toques de queda, confinamientos, etc.—, pueden ir y venir según criterios harto arbitrarios, de que la vida que conocíamos antes de marzo de 2020 nunca va a volver, de que debemos habituarnos, lo queramos o no, a la «nueva normalidad», de que habrá que vacunarse eternamente, una dosis tras otra, para no ser marginados y expulsados de la sociedad.
El llamado «pasaporte o pase sanitario» fue establecido a nivel global en junio con el fin de poder cruzar las fronteras, y el siguiente paso ha sido instaurar en varios países —Francia, Italia, Grecia, Estonia…— su obligatoriedad con el fin de acceder a la vida social y cultural: consumir en bares y pubs (terrazas incluidas), asistir a festejos al aire libre, entrar en gimnasios, museos, centros comerciales, viajas en trenes y autobuses, etc. Habida cuenta de que los test PCR o de antígenos cuestan dinero, y que son muchas las personas que no han pasado la enfermedad de la covid-19, o bien no pueden demostrar haberla pasado, la medida supone de facto establecer la vacunación obligatoria; y, de hecho, en Francia o en Italia ya es así para varios colectivos de trabajadores.
Pero además en el horizonte se dibuja la obligatoriedad de dosis continuas de «refuerzo» de la vacuna; en Israel, uno de los primeros países en vacunar ampliamente a su población y en establecer el pase sanitario, a partir del 1 de octubre «se considerará como no vacunado en lo tocante a las restricciones a quienes hayan recibido su segunda dosis de la vacuna hace seis meses o más». (5)
Con todo, un aspecto notable de este año y medio de pandemia es el silencio generalizado en torno a aquellos países donde se ha optado por una gestión política y sanitaria diferente. Destaca el caso de Suecia, cuya estrategia, ajena a confinamientos, uso obligatorio de mascarillas, así como al resto de medidas coercitivas decretadas en la mayoría del globo, ha obtenido resultados iguales o mejores que los países con restricciones más duras. Tras ser vilipendiado de forma casi unánime por los medios, pareciera que Suecia ha desaparecido de la faz de la tierra: son ya varios meses sin información alguna que dé cuenta sobre cómo ha evolucionado allí la pandemia.
Algo similar sucede con aquellos países o regiones donde han eliminado todas o casi todas las restricciones: la mayor parte de Estados Unidos, Inglaterra o Dinamarca, entre otros, han optado por regresar a la vida previa a marzo de 2020. Sin embargo, los medios se han atrincherado tras un miserable muro de silencio, pasando prácticamente por alto estos hechos. (6)
El rol desempeñado durante la pandemia por la televisión, los periódicos y los mass media en general merecerá algún día un examen exhaustivo por su responsabilidad en la extensión de la irracionalidad y el pánico: tanto para informar y hacerse eco de las decisiones de los gobiernos, como a la hora de dar voz a un perfil de científicos y expertos, pero no a otros, así como para elaborar una miríada de noticias donde han podido hacer gala del sensacionalismo más abyecto. (7)
Desde el mundo periodístico, así como desde la política y la intelectualidad, se ha difamado toda opinión mínimamente crítica con la gestión de la pandemia, atribuyendo a quien osara alzar la voz toda una pléyade de adjetivos descalificativos: conspiranoico, terraplanista, ultraderechista, antivacunas, covidiota y, por supuesto, negacionista.
Se trata, como bien señalaba Giorgio Agamben, de vocablos infames. En parte por asimilar la crítica a la gestión pandémica con la negación del exterminio ejecutado por los nazis; en parte por ignorar que a lo largo de la historia, «individuos de grupos o partidos han actuado con determinación para conseguir sus objetivos, enfrentándose a circunstancias más o menos predecibles y adaptando su estrategia a ellas”. (8)
Y constituye, ante todo, una manera de secuestrar la posibilidad de que se dé un debate político, médico, científico, jurídico y social, en libertad y con pluralidad, sobre las medidas adoptadas para combatir la pandemia, así como sobre sus efectos en la vida privada, política y social.
En este sentido, la dimisión de la izquierda constituye uno de los hechos más lamentables y preocupantes de la pandemia. Dimisión y renuncia a dialogar continuamente con los acontecimientos, a favorecer y construir un discurso crítico propio desde el que comprender las consecuencias políticas de esta «arquitectura de la opresión» (en palabras de Edward Snowden) que gobiernos y grandes corporaciones vienen erigiendo en el último año y medio.
Atrapada en una trampa dialéctica —Ayuso, Bolsonaro y Trump son malos, neoliberales, y sólo piensan en la economía; nosotros, los progresistas, anteponemos la salud—, la izquierda está inmolándose en medio de la deflagración epidemiológica, como lo definiera con tanto tino Juan Irigoyen. (9)
Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos hace falta es el coraje para darnos cuenta de lo que sabemos y sacar conclusiones.
Ese coraje intelectual ha sido el gran ausente desde marzo de 2020, salvo unas pocas excepciones: el libro de Paz Francés, José R. Loayssa y Ariel Petruccelli constituye una de ellas, y en esta casa editorial estamos muy contentos por haber acogido su trabajo, y porque su labor se haya visto reconocida, agotándose muy pronto la primera edición, y propiciando esta segunda
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notas:
1) Existen, desde luego, honrosas excepciones. Podemos citar unas cuantas: los médicos Juan Gérvas y Juan Simó, el biólogo Jon Ander Extebarria, los responsables del blog Contra el encierro, los sociólogos Juan Irigoyen y Juanma Agulles, el filósofo italiano Giorgio Agamben, los escritos de Ander Berrojalbiz y Javier Rodríguez Hidalgo. En la prensa, Gara ha hecho gala de una valiente pluralidad ideológica, publicando artículos de opinión críticos muy alejados de su línea editorial.
2) «¿Libertad de prensa? Censura en El Salto Diario», 9 de mayo de 2021 https://www.edicioneselsalmon.com/2021/05/09/libertad-de-prensa-censura-en-el-salto-diario
3) https://www.edicioneselsalmon.com/2021/05/27/comunicado-ante-la-censura-en-lafira-literal-2021
4) «En la uniformización del pensamiento o en la militarización de las crisis es imposible progresar como humanidad. La discusión pública sobre la covid-19, en particular, sobre cómo afrontar sus dramáticas consecuencias, ha venido siendo silenciada en medio del pánico social; de este modo se impide encontrar en la pluralidad y riqueza de miradas y alternativas existentes la inteligencia colectiva necesaria para conseguir las mejores soluciones al conflicto que sufrimos. Deseamos en La Pantera Rossa que sirva la presentación de este libro para poner en valor la libertad de opinión, el debate social y la diversidad de respuestas honestas que hay por el bien común, más allá del acuerdo o desacuerdo que podamos tener con cada una de ellas»
5) «Israel Expands Covid Booster Campaign to Vaccinated 12-year-olds and Up», Haaretz, 29 de agosto de 2021.
6) Como excepción, véase el ridículo artículo sobre el «enigma» del «experimento» en Inglaterra, donde para los «expertos» y la «comunidad científica» (así, sin excepción) era un misterio que los casos hubieran descendido abruptamente «pese a» el fin de las restricciones: «El enigma del experimento británico: caen los contagios de covid tras eliminar todas las restricciones», El País, 30 de julio de 2021.
7) Un solo ejemplo. Durante el verano, la prensa se hacía eco de los «fallecidos por covid» en Canarias durante una semana, destacando en los titulares la muerte de un niño pequeño. Al leer con atención la noticia, se comprobaba que el niño había muerto… ahogado en la playa. Un test positivo hecho con posterioridad servía para inflar, sin el menor asomo de vergüenza o ética periodística, las estadísticas de mortalidad («Muere por Covid un niño de 5 años en Canarias», EFE, 23 de julio de 2021). En este año y medio de pandemia, no han sido pocas las ocasiones en que los telediarios se han afanado en informar de la muerte de niños por covid, aunque con posterioridad se demostrara que no había sido ésa la causa del deceso, y nunca se corrigiera la información.
8) Continúa Agamben: «Evidentemente, como en todo acontecimiento humano, el azar juega un papel, pero explicar la historia de la humanidad mediante el azar no tiene sentido y ningún historiador serio lo ha hecho. No hace falta hablar de “conspiración” para ello, pero no cabe duda de que quienes definen como conspiranoicos a los historiadores que han intentado reconstruir con detalle estas tramas y su desarrollo estarían demostrando ignorancia, cuando no idiotez. […] Como siempre en la historia, también en este caso [en la pandemia de la covid-19] hay individuos y organizaciones que persiguen sus objetivos lícitos o ilícitos e intentan conseguirlos por todos los medios posibles, y es importante que quienes quieran entender lo que está pasando los conozcan y los tengan en cuenta. Hablar, por tanto, de una conspiración no añade nada a la realidad de los hechos. Pero llamar conspiranoicos a quienes buscan conocer los acontecimientos históricos como lo que son, es simplemente infame». «Due vocaboli infami», en Una Voce, columna personal del autor en la web de la editorial Quodlibet, 10 de julio de 2020.
9) «Ayuso y la deflagración epidemiológica de la izquierda», Política & Letras, 8 de junio de 2021.
Puede comprar el libro aquí https://www.edicioneselsalmon.com/product/covid-19-la-respuesta-autoritaria-y-la-estrategia-del-miedo
fuente: http://infoposta.com.ar/notas/12007/lo-que-nos-hace-falta-es-el-coraje/
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