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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Autor: raas

La sociedad gestionada mediante computadoras*

Publicada el 17/10/2011 - 12/05/2021 por raas

Ya se aprecia claramente que las máquinas que imitan al hombre están usurpando todas las facetas de la vida cotidiana y que tales máquinas están forzando a la gente a comportarse como ellas. Los nuevos artificios electrónicos tienen, por cierto, el poder de forzar a la gente a «comunicarse» con ellos y entre sí en los términos de la máquina. Todo aquello que estructuralmente no se adapte a la lógica de las máquinas es efectivamente «depurado» de una cultura dominada por el uso de éstas.

Por Ivan Illich

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Qué fantástica esta fiesta

Publicada el 13/10/2011 - 13/10/2011 por raas

Es hoy: desde hace siglos que el día es hoy pero ha cambiado, como todo, de nombre y de sentidos. Ya casi nadie habla de Día de la Raza: queda raro. En España dicen Fiesta Nacional –por antonomasia– y no tratan de explicar por qué no eligieron, como la mayoría de los países, un día de liberación sino uno de conquista. Otros se han puesto, últimamente, del lado del oxímoron: recuerdan el 12 de octubre por lo contrario de lo que pasó, y dicen que es el Día del Respeto a la Diversidad Cultural –Argentina–, del Descubrimiento de Dos Mundos –Chile–, de la Resistencia Indígena –Venezuela– y así de seguido.

En cualquier caso, hoy todos feriamos y festejamos sin saber del todo qué: la llegada, parece, de aquellos –casi– hispanos que durante siglos fueron presentados como una bendición hasta que las nuevas historias oficiales los convirtieron en el principio de un desastre.

El cambio de discurso fue gradual, pero terminó de consagrarse hace veinte años, cuando un dizque rey de España –que ya era este señor– fue a Oaxaca a saludar indígenas. Alguna vez vamos a hablar del rey de España, esa expresión extrema de la incapacidad para abstraer que ciertas culturas enarbolan. Por ahora hablamos de otros arcaísmos.

Como, por ejemplo, la relación de los biempensantes latinoamericanos con sus indios. Los llaman, en esta etapa de la culpa, pueblos originarios, que es lo mismo que decir aborígenes pero con un curso menos de latín. Los llaman pueblos originarios, como si hubieran crecido en las ramas de un ombú –o como si la historia no existiera.

Todos llegamos, alguna vez, a América. Los que ahora son originarios llegaron hace quién sabe quince, diez mil años. Y desde entonces fueron cambiando de lugares y poderes: un pueblo ocupaba un espacio, después otro lo sacaba de allí o lo sometía y después otro –como sucede en todas partes, penosamente, siempre. Pero la historia oficial biempensante arma una especie de cuadro ahistórico, idílico, estático en que, alrededor del año 1500, había pueblos originarios casi felices y muy legítimos y consustanciados con sus territorios, y llegaron unos señores malos y pálidos que los corrieron a gorrazos.

Los corrieron, en efecto, y eran malos, pero no más que los que los corrían cada tanto. Cortés y Pizarro pudieron invadir porque se aliaron a las víctimas de los aztecas y los incas, que preferían cualquier cosa antes que ser comidos –por los unos– o esclavizados –por los otros. Eran, sí, de color más clarito y venían de más lejos; seguramente algún esclarecido podrá explicar cuántos grados de diferencia de tono epidérmico, cuántos kilómetros de distancia separan a un invasor legitimado de uno ilegítimo. Con lo cual no pretendo justificar la invasión española, avalancha de dioses y saqueos; sólo decir que sus víctimas habían hecho lo mismo con otras víctimas unas décadas, un par de siglos antes.

En Argentina, donde todo es más reciente, está muy claro: los mapuches que ahora penan en el sur andino entraron desde Chile a fines del siglo XVIII, y echaron a sus ocupantes anteriores, los tehuelches; entre 1830 y 1875, el coronel neokirchnerista Juan Manuel de Rosas y el general viejoliberal Julio Argentino Roca se lo hicieron a ellos. Pero nada de eso importa mucho en la imagen congelada. La causa de los pueblos originarios se ha convertido en uno de esos lugares comunes que, de tan comunes, eluden cualquier tipo de debate.

El indigenismo, decía uno, es una enfermedad infantil del nacionalismo –y el otro le contestaba que el indigenismo es la versión social del pensamiento ecololó. En una sociedad que está hecha de mezclas, que debe seguir mezclándose para reinventarse, progres claman por la tradición, la pureza, la «autenticidad» de los originarios. Es esa idea conservadora de detener la evolución en un punto pasado: esa idea que cierta izquierda comparte tan bien con la derecha, aunque la apliquen a objetos diferentes.

Los progres defienden encarnizados los derechos de los aborígenes a seguir viviendo igual que sus tatarabuelos. ¿Por qué se empeñan en suponer que hay sociedades “tradicionales” que deberían conservar para siempre su forma de vida, y que lo “progresista” consiste en ayudarlos a que sigan viviendo como sus ancestros? ¿Porque ellos mismos siguen usando miriñaques y polainas, casándose con vírgenes o vírgenes, viajando a caballo con su sable en la mano, escribiendo palabras como éstas con la pluma de un ganso, reverenciando al rey, iluminándose con el quinqué que porta, temeroso, aquel negrito esclavo?

Y, sobre todo, les da mucha culpa lo que hicieron sus ancestros. Aborígenes suelen ser explotados; tanto como muchos descendientes de gallegos, rusos, sicilianos. Pero, culpa mediante, los biempensantes suponen a los originarios más derechos que a cualquier otro desposeído. Si yo fuera pobre y argentino intentaría ser originario. Los pueblos originarios son una especie protegida: tienen apoyos internacionales, oenegés, programas especiales, buena prensa automática, mientras millones de pobres no tienen casi nada. No digo que los “originarios” no tengan tanto derecho como cualquiera a una vida digna; sí digo que tienen tanto derecho como cualquiera a una vida digna y que, en el triste sistema clientelar en el que viven millones de argentinos, ser aborigen ofrece privilegios particulares producidos por esa mezcla de culpa y corrección política que se conmueve fácil con las historias atroces de la Conquista mientras olvida la marginación cotidiana, constante, de esos muchos millones de cualquieras sin pureza de sangre, misturados, tan poco originales.

Martín Caparrós
12-10-2011

fuente http://blogs.elpais.com/pamplinas

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Clavos Miguelito. Acerca de las formas de la guerra en las redes informáticas

Publicada el 25/09/2011 - 25/09/2011 por raas

Todos los estados mayores de ejército saben que no se puede ganar una guerra a fuerza de alfilerazos. El sabotaje, el atentado, la contrainformación, el uso de agentes dobles, los asesinatos selectivos de líderes políticos, incluso las acciones de guerrilla, son instrumentos de los cuáles se han valido siempre los países en guerra. Pueden llegar a desgastar al contrincante pero no decidir el curso de una conflagración. Se dice que las guerras del futuro serán “inteligentes”, breves y de “precisión”, definitivamente tecnológicas.

A veces, incluso, se las pronostica sin víctimas. Es algo que se viene prometiendo desde las épocas de los “ataques relámpago” del ejército alemán al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Hasta el momento, esa profecía se ha demostrado fraudulenta. Lo cierto es que la “política de los alfilerazos” cunde en Internet y que muchísimos filibusteros cabalgan las redes como cowboys justicieros. Sus hechos zumbones y sus picaduras fastidian a las autoridades y los potentados, pues también en la red hay oligopolios, pero no dejan de ser actividades de retaguardia, a las que, dentro de ciertos límites, se tolera a desgano, como se hace con los parásitos empecinados que viven a costa de otras especies. Sucedía, en otros tiempos, que por cada nave que los piratas capturaban o hundían, flotas enteras atravesaban indemnes el océano con sus riquezas a cuestas. En este juego hay jugadores mejor posicionados y con recursos más abundantes que les garantizan subsistencia y supremacía.

En Internet, el activismo de individuos autónomos o de comunidades que coordinan ataques sobre un enemigo en común, al estilo de la marca “Anonymus”, muy dinámica últimamente, es constante y múltiple. Según el eufemismo vigente, dejan tras de sí “daños colaterales”. Pero ya se trate de llaneros solitarios o de fraternidades conjuradas, se les da caza, a veces de a uno por uno y otras mediante la persecución jurídica o mediática de un “caso testigo”, seleccionado del enjambre anónimo como enemigo público plausible que puede hacer cuadrar al resto en un identikit genérico. En ocasiones la cacería toma como objetivo alguna pieza mayor, como parece haber sido el caso de Julian Assange, el fundador de Wikileaks.

Los departamentos de inteligencia estatal están habituados a desviar el golpe del antagonista a favor, o bien, incluso, a reconducir distintos regueros de pólvora ya existentes hacia una explosión controlada que, a su vez, suprime la amenaza. Solían recibir el nombre de “Operaciones de Bandera Falsa”. En esos casos, las represalias suelen ser desproporcionadas. Ciento veinte años atrás, las autoridades españolas decidieron dar una lección a los laboriosos anarquistas que soliviantaban el alma de los campesinos andaluces. Se escenificó un proceso espectacular en la ciudad de Cádiz.

Cientos de personas fueron acusadas de pertenecer a una secta secreta llamada “La Mano Negra”, una presunta organización terrorista. Falsos testigos incriminaron a los inculpados y al final siete campesinos fueron exhibidos en la plaza pública y de inmediato se les desnucó por aplicación del garrote vil, un método medieval de dar muerte. Dos cosas eran ciertas: había anarquistas en la región y no existió ninguna sociedad secreta. En todo caso, la protesta regional quedó momentáneamente desorganizada.

Las tecnologías de la comunicación siempre han intimado con la guerra. En 1866, durante la contienda bélica entre Austria y Prusia, el telégrafo otorgó la victoria a los alemanes por mejor y más rápida coordinación de los movimientos de tropas. Hacia 1944 el recientísimo radar concedió a los norteamericanos dominio casi total del teatro de operaciones bélicas del Pacífico. Internet mismo fue, en su origen, un dispositivo de defensa acuñado por el Pentágono. En la red informática, los piratas libertarios comparten pista con expertos en espionaje industrial, detentadores de implícitas patentes de corso concedidas por los gobiernos de Rusia o de China, y con los departamentos especializados en guerra informática de los servicios secretos o de los ejércitos de las grandes potencias.

No por nada algunos países, notablemente China, mantienen activa una división de palomas mensajeras, que no pueden ser interferidas por radares u otros modos de seguimiento. La fácil reversibilidad de la libertad ambulatoria de la información en control subrepticio no suele ser percibida como drama político porque el fetichismo de la tecnología es más poderoso que cualquier evidencia en contrario. Wael Ghonim, el ejecutivo de Goggle que estuvo en el centro de los acontecimientos que culminaron con la caída del presidente egipcio Hosni Mubarak, dijo hace unos meses: “La revolución comenzó en Facebook”. Muchos creen que Internet –su matriz técnica– es un sujeto revolucionario en sí mismo, pero acaso sea un presupuesto entusiasta por demás.

La modernización tecnológica no acarrea consigo únicamente el signo del progreso moral y político, también el de la reacción al mismo, como sucedió en Europa en la etapa de entreguerras, o en la Unión Soviética luego de la revolución de 1917, o como sucede en China actualmente. A esos despliegues históricos no se los puede detener sembrando clavos Miguelito en la red. Eso requiere de un mito de la libertad más potente aún que el manual de instrucciones del funcionamiento

Christian Ferrer

fuente: revista Artefacto www.revista-artefacto.com.ar

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El consumismo surge para contrapesar una vida llena de frustraciones

Publicada el 24/09/2011 - 24/09/2011 por raas

Un mundo laboral plagado de incertidumbres e inseguridades, un trabajador sometido a las coacciones disciplinarias y a la voluntad omnímoda de jefes y patrones. La labor como una especie de prisión a tiempo parcial, un mundo donde pocos se sienten retribuidos según su esfuerzo y tratados según su mérito. La mayoría vive el yugo de la coacción ascética, la privación de todo placer.

Es evidente que ese mundo sería asfixiante y atosigante si no existieran compensaciones fuera del mundo del trabajo. La situación general puede describirse así: una existencia laboral incierta, competitiva, en ocasiones organizada como un panóptico, más el encierro en ciudades poluidas y extenuantes, en las cuales el transporte a los lugares de trabajo absorbe una cantidad significativa de tiempo muerto. Lo más probable es que esa situación generaría un descontento sombrío.

Esa vida de pura frustración se cerniría como un fantasma amenazante sobre el orden. Por eso, frente al universo incierto y ascético de la vida laboral, se inventa como contrapeso una salida, la construcción hedonista del mundo, materializada en las posibilidades fluidas del consumo a crédito.

Extracto del libro El consumo me consume, Tomás Moulian, Ed. Libros del Ciudadano, Chile, 1998.

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Los indignados vs. la dignidad de los dignatarios… indignos

Publicada el 19/09/2011 - 22/09/2011 por raas

En España, en Chile, se está luchando por la laicidad en las escuelas o por su gratuidad; los indignados hispanos la emprenden contra el boato. Existe cierto periodismo progresista que se ha apresurado a hacer confluir tales demandas, como si en todos los casos se tratara de la lucha por libertades públicas, por el respeto y los derechos de los inmigrantes, aunque no he visto el último punto señalado en el caso de los “indignados” europeos…

Pero esas demandas y las luchas por su cumplimiento son las que planteara la burguesía hace dos o tres siglos… o las que más tarde, han sido las reivindicaciones del socialismo que procuraron apenas verlas como preámbulos de objetivos políticos mayores, como la libertad y la justicia para todos, sin distinción…

Claro está que la burguesía “cambió de bando” cuando devino dominante, y traicionó buena parte de sus postulados pasando a ocupar lugares tan privilegiados bajo el sol; y análogamente podríamos decir que no ha sido menor la decepción ante el socialismo quebrando tantos de sus postulados.

Por lo mismo, los objetivos de lucha que en tantas sociedades se abrazaron contra la rigidez feudal y el absolutismo monárquico, siguen en pie y el reclamo de igualdad que planteara el socialismo, también, precisamente porque el socialismo real, los socialismos realmente existentes, a su vez se alejaron tanto de semejante aspiración.

Por eso, probablemente hoy en día muchos plantean que la lucha entre Ollanta Humala y el APRA occidentalizado y neoliberalizado es la principal en Perú. O que se trata de elegir entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri en Argentina para estar con el pueblo o al margen de él; que en Uruguay la disyuntiva es entre el Frente Amplio exencuentroprogresista y exneomayoritario y la vieja estructura de abogados estancieros (o en todo caso, de burócratas batllistas, mencionando la soga en la casa del ahorcado).

Por eso, Stéphane Hessel insiste en defender los postulados de la ONU de mediados del siglo XX con los cuales cree defenderse del embate eurábico, ahora que tantos en Europa ven árabes hasta en la sopa, aunque nada dicen (tal vez ni se den cuenta… o lo den por naturalizado) de que el mundo tiene europeos hasta en la sopa.

Los jóvenes “indignados” primermundianos salen a la calle no sólo reaccionando contra el medioevo redivivo sino para defender su privilegiado y −planetariamente considerado−, parasitario estilo de vida, y ese enfrentamiento se ha convertido en “el conflicto mediático de nuestro tiempo” (y ya sabemos que la tele dictamina lo que es y lo que no es: “lo que no se ve en la tele no existe”).

Hessel con todas sus virtudes; nonagenario combativo y lúcido en primerísimo lugar, bregador impertérrito por los derechos humanos, judío radicalmente antiisraelí, revela el estado real en que nos encontramos ya entrada la segunda década del siglo XXI. Hessel fue artífice fundamental de la reconstrucción democrática de Francia contra el régimen pro-nazi de Vichy, fue también coautor de la Declaración de los Derechos Humanos que la flamante ONU redactó en 1948 procurando actualizar los de 1789.

Conviene recordar que entonces, en la segunda posguerra, los nazis resultaron los malos de la película. Eran malos nomás. Pero no eran los únicos malos; sólo que “la película” la llevó a cabo Hollywood y por eso resultaron así (ocasionalmente compartieron maldades con los japs).

Pero, ¿qué había sido el colonialismo, el racismo y el genocidio sistemático que arrasó prácticamente a todos los continentes salvo el europeo? (1)

Nuestra lucha hoy, entonces, no puede ser para que Occidente mejor sus técnicas de administración planetaria o su sistema de distribución económica.
En primer lugar, porque a fuer de repetido, habría que aclarar que es indigno.

Pero en segundísimo lugar, porque es estúpido, sin sentido… Porque es la “civilización occidental”, porque es el eje de poder que pasa por el Atlántico Norte, al que hay que agregarle el minúsculo pero decisivo enclave “civilizatorio en la barbarie” Estado de Israel, el que está deshaciendo el planeta, su biosfera, es decir, nuestra biosfera y toda la biodiversidad marina y terrestre, y lo hace cada vez más manu militari.

Así vemos la sojización paraguaya “mediada” por el ejército, así vemos las matanzas generalizadas de congoleños para arrebatarles “minerales estratégicos”, así vemos las fracturas sistemáticas de estados apetecibles, ya lograda en Sudán, en trámite en Libia…

Y a esa neobarbarie militarista hay que agregarle su fiebre tecnófila y su desprecio sistemático por la contaminación cada vez más generalizada. Llevados por ese vértigo de los “adelantos tecnológicos” que nos van enredando en una crisis ambiental cada vez menos manejable.

Una crisis también  lexicográfica, semántica: a los agrotóxicos nos los presentan como “fitosanitarios”, a las fuerzas militares que invaden y arrasan aquí y allá las denominan “de Defensa” e incluso en muchos casos “de liberación”; aluden a los zanjones y montañas de basura con la terminología de “cinturón sanitario” o “repositorio ecológico”.

Así tenemos a Occidente, “armado” de dóciles herramientas como la ONU, la OTAN, el AFRICOM. cada vez más indiferenciadas entre sí, y demás piezas por el estilo, lanzado a un nueva ofensiva de conquista. Una recolonización  del mundo que empezó, seguramente, cuando el colapso soviético. Pero que podemos ir distinguiendo cada vez más claramente.

Por eso vemos, como bien dice Javier Rodríguez Pardo, que “vienen por todo”.(2) Lo vemos con los mal llamados biocombustibles que en rigor son necrocombustibles, que restringen la cantidad de alimentos en el mundo, lo vemos con el agua, los peces, los “metales estratégicos”.

Lo vemos con el arrasamiento de Irak, una forma ecocida y genocida de adueñarse de petróleo ajeno y de constituir geopoder, cuyos extremos de destrucción registra pocos precedentes. Como se dice de Atila, las fuerzas militares del eje anglonorteamericano han destrozado todas las infraestructuras retrotrayendo a esa sociedad a “La Edad de Piedra”, como gustan algunos decir, han contaminado con uranio empobrecido todo el territorio, augurando un reguero de enfermedades atroces y sin medida, y han obligado a los campesinos más antiguos de la humanidad, del mundo, a abandonar sus milenarias semillas para comprar, bajo pena de arresto, todas las semillas a Monsanto. Lo de la “operación de limpieza” en Falluja debería ser de manual para ver cómo actúan los monstruos si los asesinos hubiesen perdido la guerra. Pero apenas podemos intuirla por indicios. Porque la están “ganando”…

Las cúpulas de poder de EE.UU., Francia, el Reino Unido, Israel ya no necesitan cumplir con instancias de mediación, compulsas diplomáticas, atender el parecer de los más próximos, o “de la comunidad”. La Organización para la Unidad Africana, OUA reclamó el papel de intermediario en el conflicto dentro de su región aparecido o creado en Libia, pero “las potencias atlánticas” ignoraron ese intento de mediación, muy sensato de una organización que agrupa decenas de estados africanos (todos menos Marruecos por su política colonialista propia, contra su vecino saharaui), que totalizan tal vez más seres humanos que todos los franceses, británicos, israelíes y estadounidenses juntos… pero claro, se trata de nigerianos, sudafricanos, egipcios, kenyattas, malíes…. todos ciudadanos que deben valer tres quintos, como valían los afros en la constitución de EE.UU. de 1776, o tal vez apenas un quinto, considerando los “valores” que se cotizan en el siglo XXI.

La ONU no es sino la cómoda coartada de ese Occidente que, desembarazado de “la opción socialista” procura readueñarse de todo. Un impulso que se ha convertido en un frenesí, a medida que se ha ido tomando conciencia de los límites planetarios, del carácter finito de los recursos.

La ONU lleva un strip-tease de medio siglo y no nos ha mostrado sus partes pudendas sino su impudicia. Apenas funcional a la neoanglificación del mundo, más poderosa hoy que bajo el British Empire. (3)

Por eso, que un personaje tan peculiar y en tantos sentidos admirable como Hessel salga a apoyar la intervención, el castigo, la matanza occidental en Libia nos sitúa en los verdaderos términos del problema que padecemos.
En primerísimo lugar, ¡qué mal estamos! El neoconservadurismo, mal llamado neoliberalismo,(4) nos ha obligado a bregar por causas ya emprendidas hace un par de siglos y sin embargo, tan borradas o retorcidas como para tener que dedicar nuestros afanes otra vez a ellas: contra el boato, por trabajo mínimamente digno, por educación gratuita, por la laicidad…

Esto significa que los personeros de los privilegios planetarios, esa porción, decisiva de los habitantes humanos (una minoría considerable del Primer Mundo y una ínfima minoría del Tercero), han logrado plantear el tironeo en una palestra que los favorece; tenemos que volver a arrancar jirones de dignidad y vida que merezca el nombre de tal porque lo que ya habían logrado “los del montón” –mediante el sindicalismo, el estado de bienestar, las luchas anticoloniales, contra el racismo y el machismo, cierto desarrollo democrático en muchas sociedades– ha sido borrado total o parcialmente, negado, neutralizado, con represión mílito-policial, con desmantelamiento de leyes sociales, o, mejor dicho, mediante la aprobación de reglas neoconservadoras, con “renacimientos” y fundamentalismos religiosos y con un afinamiento de los viejos métodos de persuasión mediática que ha dado sus frutos. Por ejemplo, haciendo pervivir en los expaíses coloniales una mentalidad ya no propiamente colonizada, pero todavía dependiente; lo que algunos analistas del fenómeno califican no ya de mentalidad colonizada, sino de mentalidad colonializada. La que sufrimos nosotros, aquí.

Lo vemos en Perú donde el flamante presidente se apresuró a reafirmar la integración del país al comercio mundial, entregando, como habitualmente, materias primas; lo vemos en Argentina donde se anudan ininterrumpidamente los grandes negocios mineros o sojeros con y dentro del comercio mundial; lo vemos en Uruguay, donde las políticas de los que fueran progresistas o guerrilleros setentistas se traduce ahora en un avance extraordinario del latifundio (monocultivos “industriales”) y en la venta sin condiciones de tierra a extranjeros, todas ellas formas de adecuar “el paisito” a las “necesidades” de los grandes consorcios transnacionales; lo vimos hace poco en Brasil con una entrega de la Amazonia al capital transnacional mucho más fulminante y radical que la llevada tímidamente adelante por un capitalista socialdemócrata como Fernando H. Cardoso. Incorporación al gran mercado mundial del capitalismo casino, llevada adelante por el gobierno “auténticamente popular” de Lula y continuado por la Rousseff.

La situación a la que nos ha llevado la extrema derecha planetaria es a que muchos inconformes breguen por un capitalismo humanizado. Es lo que vemos en la generalidad de los gobiernos sudamericanos progresistas, pero también en la Europa bajo crisis y hasta en Israel con las carpas.

Por cierto, la virulencia creciente, la brutalización represiva que vemos en África, en Palestina, en tantos países árabes, podría ser signo de debilidad y no de fortaleza, de nerviosismo porque todo el sistema, financierizado, está trastabillando; basta ver la inseguridad, la incerteza, la volatilidad del eje (¿y talón de Aquiles?) del sistema burgués: el dinero. Con  anclajes cada vez más distantes de la economía real, una economía que a su vez se apoya cada vez más en el desprecio por la salud planetaria, un “estilo” que bien puede golpearnos en cualquier momento con “efecto ketchup”, está, empero, rigiendo nuestras vidas, dominando la cultura dominante, valga la cacofonía.

En ese sentido puede considerarse secundario de si el mundo recibe los golpes de un amo fuerte o un amo débil, y hasta pierde relevancia la puja en la cual los “impresentables” del Tea Party y sus correspondientes vernáculos en nuestras tierras, reclaman la represión y la progresía (al menos con viento de cola) la evita, postulando un capitalismo sano o bueno.

Lo cierto es que la lucha por un capitalismo con rostro humano es también un cuento viejo y ya gastado. Los que hemos ido acumulando memoria histórica, conciencia política y conocimiento a secas, sabemos que esa lucha no tiene sentido. Y que dejarnos atrapar en ella es aceptar el papel del toro en el ruedo, bajo la mirada de quien domina el juego… y la carnicería. Y que la carnicería –no sólo la militar– está a la vuelta de la esquina.

El cáncer ha pasado a ser segunda causa de muerte entre niños y jóvenes mexicanos (de 1 a 19 años).

La cantidad de malformaciones congénitas crece incontenible en las zonas fumigadas de la agricultura quimiquizada. En Santiago del Estero, Argentina, un informe oficial del gobierno provincial da cuenta de que entre 2000 y 2010 se ha cuadruplicado esa cantidad de malformaciones. ¡En sólo 10 años!

Hasta la OMS, eterno ladero de los consorcios farmacéuticos menos confiables, acaba de aceptar, julio 2011, a regañadientes, luego de elusivos comunicados previos, que la frecuencia de glioma (un tipo de cáncer cerebral) ha aumentado un 40% en el mundo tras la difusión de los celulares (grosso modo, han pasado de dos mil a tres mil anuales).(5)

Hessel es un triste símbolo de la miopía de la mejor Europa. No lo conozco personalmente. Y por eso no sabe cuanto lo lamento.

Luis E. Sabini Fernández *

* Periodista, editor de www.revistafuturos.com.ar, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

notas:
1) También en Europa hubo racismo y limpieza étnica anteriores al nazismo, pero comparado con lo sufrido en todos los demás continentes fue, hasta entonces, muy menor. Fue el nazismo el que desplegó en Europa el mismo estilo racista y despótico que caracterizó a la generalidad de las incursiones europeas en otros continentes. Los nazis por otra parte, declararon más de una vez que afinaron y extremaron los métodos que habían tomado de sus “maestros”, anglonorteamericanos.
2) Vienen por el oro, vienen por todo, Ediciones CICCUS, Buenos Aires, 2009. El autor hispano-argentino denuncia en su trabajo la “invasión” de ciertas mineras con extractores químicos y su avenencia con el gobierno kirchnerista argentino actual.
3) Si semejante ofensiva cultural e idiomática no ha avanzado más pese a ideólogos imperiales como Samuel Huntington es porque la resistencia y la resiliencia de los humanos y la de las naciones oprimidas y aplastadas ha sido enorme. Nada de que asombrarse: hasta el menos dotado sabe que él es su lengua, que si le arrebatan su lenguaje, su idioma, le arrebatan su ser, que su lengua es su vida. Algunas invasiones han logrado quebrar la lengua del invadido, como le ha pasado a tantas etnias amerindias. Pero si han sobrevivido, se han aferrado a su lengua, a su lenguaje. Y por otra parte, ni aun diezmados y enmudecidos, han perdido su identidad: el Machu Pichu fue descubierto, por casualidad, por un alemán, arqueólogo, en 1911. Durante cuatro siglos, ningún inca, ningún quechua, refirió su existencia a la sociedad peruana, que se había montado sobre el Tahuantinsuyo.
4) El único liberalismo que podría merecer el nombre de neo fue el keynesianismo que cambió el sentido que el liberalismo clásico siempre le había otorgado al estado. Friedrich Hayek, Milton Friedman, los economistas enrolados en los gobiernos “neoliberales” de Reagan, Thatcher, Pinochet, no han hecho sino retomar las tesis iniciales del liberalismo, de “estado mínimo”, mereciendo en todo caso el calificativo de paleoliberales.
5) Se trata apenas de un reconocimiento preliminar; basado en el primer tramo de diez años que ha podido ser estudiado. La OMS anuncia además que la frecuencia de glioma se quintuplica en jovencitos, en tanto las compañías celulares, las agencias de publicidad y los órganos periodísticos cómplices siguen apabullándonos con propaganda para que nuestros hijos usen y usen celulares… por seguridad.

fuente www.revistafuturos.com.ar

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Declaración de Ravachol, durante su proceso, en Junio de 1892 *

Publicada el 16/09/2011 - 16/09/2011 por raas

Su discurso de defensa fue interrumpido por los jueces momentos después de haberse iniciado, aquí está íntegro:

«Si tomo la palabra, no es para defenderme de los actos de los que se me acusa, ya que sólo la sociedad, que por su organización pone a los hombres en lucha continua los unos contra los otros, es la responsable.

En efecto, no vemos hoy en todas las clases y en todas las profesiones personas que desean, yo no diré la muerte, porqué eso suena mal, pero si la desgracia de sus semejantes, si ésta les puede procurar algún beneficio. Ejemplo: ¿un patrón no desea ver desaparecer un competidor? ¿Todos los comerciantes en general no querrían, y de manera recíproca, ser los únicos en disfrutar de los beneficios que puede conllevar este tipo de ocupación? ¿El obrero sin trabajo no desea, para obtener trabajo, que por un motivo cualquiera el que esté ocupado sea despedido del taller?

Pues bien, en una sociedad donde se producen semejantes hechos, no debemos sorprendernos del tipo de actos que se me reprochan, que no son más que la consecuencia lógica de la lucha por la existencia que tienen los hombres que, para vivir, están obligados a usar todo tipo de medios. Y ya que cada uno es para él mismo, el que está en la necesidad no se ve reducido a pensar: “Pues bien, puesto que esto es así, yo no tengo por que dudar, cuando tengo hambre, en emplear todos los medios a mi alcance, aun y con el riesgo de provocar víctimas! Los patronos cuando despiden a los obreros, se preocupan si se van a morir de hambre? Todos los que tienen beneficios se ocupan de si hay gente que les falta lo necesario?” Hay ciertamente algunos que prestan ayuda, pero son incapaces de aliviar a todos aquellos que están necesitados y que morirán prematuramente a consecuencia de privaciones de todo tipo, o voluntariamente por los suicidios de todo tipo para poner fin a una existencia miserable y no tener que soportar los rigores del hambre, las vergüenzas y las humillaciones sin número y sin esperanza de verlas acabar.

En esta situación se encontró la familia Hayem y la mujer Souhain que dio muerte a sus hijos para no verles sufrir más tiempo, y todas las mujeres que por temor de no poder alimentar a un hijo, no dudan en comprometer su salud y su vida destruyendo en su seno el fruto de sus amores. Y todas esas cosas pasan en medio de la abundancia de todo tipo de productos. Comprenderíamos que todo esto tuviese lugar en un país donde los productos son escasos, donde hay hambruna.

Pero en Francia, donde reina la abundancia, donde las carnicerías rebosan de carne, las panaderías de pan, donde la ropa, el calzado están amontonados en las tiendas, donde hay viviendas vacías! ¿Cómo admitir que todo está bien en la sociedad, cuando se ve tan claramente lo contrario? Habrá gente que se compadecerá de todas estas víctimas, pero que os dirán que no pueden hacer nada. Que cada uno se espabile como pueda! ¿Qué puede hacer quien le falta lo necesario mientras trabaja, cuando está desocupado? No hay más que dejarse morir de hambre. Entonces se lanzarán algunas palabras de piedad sobre su cadáver. Esto es lo que yo he querido dejar a otros. Yo he preferido hacerme contrabandista, falsificador, ladrón y asesino.

Hubiese podido mendigar: pero es degradante y cobarde, y hasta castigado por vuestras leyes que hacen un delito de la miseria. Si todos los necesitados, en lugar de esperar, tomasen donde hay, y no importa con que medio, los satisfechos entenderían quizás más deprisa que hay peligro en querer consagrar el estado social actual, donde la inquietud es permanente y la vida está amenazada a cada instante. Acabaríamos, sin duda, por comprender más rápidamente que los anarquistas tienen razón cuando dicen que para conseguir tranquilidad moral y física, es necesario destruir las causas que generan los crímenes y los criminales: no es suprimiendo a aquel que, en lugar de morir de una muerte lenta a consecuencia de privaciones que ha tenido y tendrá que soportar, sin esperanzas de verlas acabar, prefiere, si tiene un poco de energía, tomar violentamente aquello que le puede asegurar el bien estar, aun con el riesgo de su muerte, que no es más que un final para sus sufrimientos. He aquí porqué he cometido los actos que me reprochan y que no son más que la consecuencia lógica del estado bárbaro de una sociedad que no hace más que aumentar el número de sus víctimas por el rigor de sus leyes que se alzan contra los efectos sin jamás tocar las causas; dicen que se tiene que ser cruel para matar a un semejante, pero los que hablan así no ven que decidimos hacerlo tan solo para evitarnos la muerte a nosotros mismos.

Igualmente, ustedes, señores jueces, que sin duda me vais a condenar a la pena de muerte, porque creeréis que es una necesidad y que mi desaparición será una satisfacción para vosotros que tenéis horror de ver fluir la sangre humana, pero que, cuando creéis que será útil derramarla para asegurar la seguridad de vuestra existencia, no dudareis más que yo en hacerlo, con la diferencia que vosotros lo haréis sin correr ningún riesgo, mientras que, yo actué poniendo en riesgo y peligro mi libertad y mi vida. Bien, señores, hay más criminales para juzgar, pero las causas del crimen no se destruyen. Creando los artículos del código, los legisladores han olvidado que ellos no atacan las causas sino simplemente los efectos, y, entonces, no destruyen de ninguna manera el crimen; en verdad las causas siguen existiendo y, por tanto, los efectos todavía se desencadenarán. Siempre habrá criminales, aunque destruyáis uno, mañana nacerán diez.

¿Qué hacer entonces? Destruir la miseria, este germen de crimen, asegurando a cada cual la satisfacción de todas sus necesidades! Y cuan difícil es de realizar! Sería suficiente establecer la sociedad sobre nuevas bases donde todo estaría en común, y donde cada uno produciendo según sus aptitudes y sus fuerzas, podría consumir según sus necesidades. De esta manera no veremos más gente como en el ermitaño de Notre-Dame-de-Grâce, mendigando un metal del que se vuelven esclavos y víctimas! No veremos a más mujeres ceder sus cuerpos, como una vulgar mercancía, a cambio de ese mismo metal que nos impide bastante a menudo reconocer si el afecto es realmente sincero. No veremos a más hombres como Pranzini, Prado, Berland, Anastay y otros que, por obtener ese mismo metal llegan a dar muerte! Esto demuestra claramente que la causa de todos los crímenes es siempre la misma y que hay que ser realmente insensato para no verla. Sí, lo repito: es la sociedad quien hace los criminales, y vosotros, jueces, en lugar de golpearlos, deberíais usar vuestra inteligencia y vuestras fuerzas para transformar la sociedad.

De golpe suprimiríais todos los crímenes; y vuestra obra, atacando las causas, sería más grande y más fecunda que vuestra justicia que se limita a castigar sus efectos. Yo no soy más que un obrero sin instrucción, pero porque he vivido la existencia de los miserables, siento más que un rico burgués la inequidad de vuestras leyes represivas. ¿De dónde tomáis el derecho a matar o encerrar a un hombre que, puesto sobre la tierra con la necesidad de vivir, se ha visto en la necesidad de tomar aquello que le faltaba para alimentarse? Yo he trabajado para vivir y hacer vivir a los míos; hasta tal punto que ni yo ni los míos hemos sufrido demasiado. Me he mantenido lo que vosotros llamáis honesto. Después el trabajo faltó, y con el paro vino el hambre. Es entonces cuando esta gran ley de la naturaleza, esta voz imperiosa que no admite réplica: el instinto de conservación me empujó a cometer ciertos crímenes y delitos que ustedes me reprochan y de los que reconozco ser el autor.

Júzguenme, señores jueces, pero si me han comprendido, juzgándome juzgan todas las desdichas que la miseria, aliada a la ferocidad natural, ha hecho criminales, cuando la riqueza con la misma facilidad hubiese hecho honestos hombres! Una sociedad inteligente no hubiese hecho hombres pobres, y por tanto criminales, ni hombres ricos, y por tanto honestos, sino simplemente hombres»…

Ravachol **

* Su proceso se inicia el 26 de abril; fue condenado a cadena perpetua por el atentado, y a muerte en un segundo proceso, acusado de tres homicidios pasados. Muere en la guillotina el 11 de julio de 1892 en Montbrison.
** Arrestado en el Restaurante Lhérot el 30 de marzo de 1892. Al siguiente día del comienzo del juicio, una bomba estalló en el Restaurante Lhérot en represalia.

fuentes
www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/1189
www.es.wikipedia.org/wiki/Ravachol

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¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio

Publicada el 11/09/2011 - 12/05/2021 por raas

«¿Qué tratamos de realizar? Cambiar la organización social sobre la que reposa la prodigiosa estructura de la civilización, construida en el curso de siglos de conflictos en el seno de sistemas avejentados o moribundos, conflictos cuya salida fue la victoria de la civilización moderna sobre las condiciones naturales de vida.» William Morris, ¿Dónde estamos?

Por Miquel Amorós Seguir leyendo «¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio» →

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Guerra contra el mar

Publicada el 24/08/2011 - 23/09/2020 por raas

La especie humana, prevalida de su fuerza, obnubilada por su tecnología, enloquecida por la lógica del capital, le ha declarado una guerra de exterminio al mar y a sus pobladores.

Por Joel Sangronis Padron*
23-8-2011

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La ideología social del automóvil

Publicada el 19/08/2011 - 02/04/2021 por raas

El mayor defecto de los automóviles es que son como castillos o fincas a orillas del mar: bienes de lujo inventados para el placer exclusivo de una minoría muy rica, y que nunca estuvieron, en su concepción y naturaleza, destinados al pueblo.

Por André Gorz Seguir leyendo «La ideología social del automóvil» →

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El auto nos declaró la guerra

Publicada el 19/08/2011 por raas

«Padre, ya están aquí…
Monstruos de carne
con gusanos de hierro.
Padre, no tengáis miedo,
decid que no, que yo os espero.
Padre, que están matando la tierra.
Padre, dejad de llorar
que nos han declarado la guerra.» Joan Manuel Serrat

Nadie puede desconocer o negar la revolución que produjo el advenimiento del automotor, desde sus orígenes hasta la actualidad, tan es así, que las ciudades pensadas para las personas, o el paisaje mismo, con el correr de los años debieron planificarse, modificarse o adaptarse a los caprichos de su majestad el auto.

Quién no se ha sentido atraído en algún momento por este juguete del ingenio humano, que como ninguno nos ofrece libertad y velocidad de desplazamiento, exaltando nuestra individualidad más acendrada, volviéndonos avaros y egoístas.

Ha calado tan hondo o se ha adherido tan íntimamente a nosotros, que hoy por hoy renegar del mismo es prácticamente imposible.

Intentar algún mecanismo de reducción, sería considerado casi un delirio por los defensores a raja tablas del progreso, del crecimiento o de las comodidades y status que el mismo brinda.

Recordemos que la matriz petróleo dependiente en el mundo, sus políticas de dominación y los profundos descalabros ambientales, se justifican casi mayoritariamente por su ligazón a esta tecnología.

Esta invención, que en su momento estuvo al servicio de las personas, se ha convertido hoy, en un tirano cruel, que reclama cada día in crescendo su cuota parte de sacrificios humanos, que a nadie parece preocuparle, mucho menos a los gobiernos y sus funcionarios.

Como en el relato de Frankenstein o las películas de ciencia ficción, la criatura se ha  independizado de su creador y lo ha convertido en su esclavo y su víctima.

La reiterativa visión de vehículos destrozados, con hierros retorcidos, cuerpos inertes, llantos y pérdidas desgarradoras, han galvanizado al extremo nuestra sensibilidad y el sentido de alerta.

Convivimos con la muerte evitable, sin inmutarnos.

Tan es así, que nos parece normal y cotidiano, que se exija como obligatorio llevar como accesorio del auto, el botiquín de primeros auxilios y la sábana para tapar piadosamente los cadáveres en caso de eventos dañosos, que seguramente se producirán.

Ello no difiere en mucho con las bolsas negras y medicamentos en las guerras.

Lo expresado es demostrativo de que el accidente, cuyo significado es: suceso imprevisto, elemento que no forma parte de la naturaleza o la esencia de una cosa, haya devenido en una posibilidad natural, no remota y casi siempre producible. Hay certidumbre de la desgracia.

Lo dicho ha llevado que, a instancias de la Organización Mundial de la Salud, el Secretario General de la ONU, en el mes de marzo declarara al 2011, como el comienzo del “Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011- 2020”, a los fines de minimizar sus tétricos saldos.

Sepamos que por año en el mundo, muere la aterradora cantidad de 1.300.000 personas y más de 50 millones de ellas, reciben distintos tipos de heridas, a lo que se debe sumar otra serie de daños colaterales atribuidos directamente a los automotores, como ser afecciones respiratorias y cardiológicas, producto de la contaminación en los centros urbanos, que en algunos casos multiplica hasta por cinco veces los efectos perjudiciales referidos. Es la principal causa de muerte entre los niños y jóvenes de 5 a 29 años.

La sumatoria de todos los conflictos bélicos producidos en el Planeta, no llega ni por lejos a las cifras de bajas mencionadas, ante la indiferencia y complicidad generalizada.

Lo peor, es que todos los pronósticos, de no hacerse algo al respecto, dicen que para el año 2030 estos números podrían duplicarse.

Pese a este genocidio, el mundo se mueve en sintonía con el auto y por ello, no es descabellado afirmar que el mismo se ha convertido casi en una suerte de epidemia maltusiana.

Por su parte los gobiernos en sus distintas competencias, nacionales, estaduales o locales, poco hacen para combatir este flagelo, aunque digan lo contrario.

Es más, no sólo que se rinden incondicionalmente ante las automotrices, sino que celebran como un síntoma de desarrollo el incremento de ventas, atribuyendo todos los males provocados, a la irresponsabilidad conductiva o el consumo de alcohol por parte de algunos conductores. Todo vale, para ocultar que lo que mata es el auto y no la forma de manejo.

No es sencillo combatir este poderoso enemigo, arraigado como pocos en la conciencia social como factor de status y libertad, pero de allí a fomentarlo y congratularlo, hay un largo trecho.

Todos saben que el tren, de cargas o pasajeros, se lleva las palmas por sus ventajas comparativas en términos económicos, de seguridad y ambientales.

Pero vaya paradoja, hasta algunas de las grandes multinacionales de la ecología, que se rasgan las vestiduras ante todo tipo de proceso productivo, se maquillan y hacen lobby a favor de este medio, prohijando el uso de automotores híbridos y eléctricos y reclamando enérgicamente a los Estados la adopción de los mismos, seguramente con el aplauso de las automotrices.

En una actitud hipócrita, no se preguntan de dónde saldrá la energía eléctrica para abastecer esta nueva demanda, o sobre los impactos que generará el aumento de la actividad minera (de la que reniegan) para proveer materiales cada vez más escasos y estratégicos para esta variante tecnológica del transporte individual.

No es suficiente denostar la mega minería, los biocombustibles o la quema de hidrocarburos para salvar el Planeta, sino entendemos que todas esas actividades en la mayoría de los casos son meras subsidiarias de las multinacionales automotrices.

El auto, con motores de combustión interna o eléctrica, siempre producirá las mismas consecuencias dañosas, ya que el origen de los males está en su propia esencia.

Por fortuna, algunos países inteligentes se han dado cuenta de ello y día a día mejoran sus servicios públicos de transporte. En los otros se actúa a contramano del sentido común y de la vida.

Es hora de pensar seriamente en el transporte masivo de calidad y con seguridad, desalentando el uso del individual.

Pero para ello se necesita: decisión, voluntad política y compromiso con la vida, atributos que no siempre abundan en las instituciones públicas, mientras los intereses de las automotrices siguen invadiendo todos los ámbitos de la vida social.

Hoy sería impensable tratar de prohibir el automotor, no obstante debería intentarse establecer un sistema de premios y castigos para los usuarios, vía normas impositivas que desalienten determinados usos, tamaños, cilindradas, cantidades de unidades por núcleo familiar, prácticas, etc.

A la par, se debería trabajar con sensatez y celeridad para ofrecer a los usuarios un sistema de transporte eficiente, económico, racional y sustentable, que privilegie la seguridad, el ambiente, la vida y la calidad de ella, para toda la comunidad y no solo las ganancias e intereses de unos pocos.

Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario

fuente http://argentina.indymedia.org/news/2011/08/790372.php

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Consumo, deseo, placer

Publicada el 16/08/2011 - 24/09/2011 por raas

En las sociedades modernas podemos encontrar tres figuras ético-culturales arquetípicas: la del asceta, la del hedonista y la del estoico. Reflexionar sobre ellas nos puede permitir analizar el problema del consumo.

Para el asceta el «sentido de la vida» o la dirección de su proyecto existencial es realizar objetivos trascendentales, a través de una negación de sí mismo, la cual envuelve la negación de los otros, en la medida que la finalidad superior lo exija. El asceta busca la salvación, la cual puede tomar una forma intramundana, concretada en la lucha política por la emancipación, o puede tomar la forma de una salvación extra-mundana, en la otra vida. El asceta puede encarnarse en un militante revolucionario, como el Che, en un filántropo extremo, como el Doctor Schweitzer, o en un apóstol religioso como Sor Teresa.

La modalidad del asceta nos ha fascinado durante mucho tiempo. El héroe, que es la figura superior, forma parte de cierto imaginario religioso y político también, muy seductor, porque realiza el absoluto. Albert Camus en La Peste hizo un retrato inolvidable de uno de esos héroes radicales, que incluso carecen del auxilio de la esperanza en la vida eterna, que actúan por motivos puramente humanos, entregándose sin tener la promesa del cielo.

Se trata de personas dispuestas a dar su vida, pero que exigen el máximo rigor moral, la máxima coherencia entre discurso y acción. Se la imponen a sí mismos y la exigen de los otros. Algunos llegan a tener la fibra de los inquisidores o de los fanáticos, que consideran mundanos todos los placeres, porque están entregados en cuerpo y alma a una Causa devoradora. Para el asceta, los placeres y goces están subordinados a las finalidades trascendentes que dan sentido a la existencia.

En el extremo contrario se ubica el hedonista. Este sólo responde al llamado de los placeres. Para esta figura arquetípica el deseo no constituye en sí mismo un goce, puesto que sólo encuentra sentido en la consumación, por tanto se tranquiliza exclusivamente en la realización vertiginosa, en la voracidad. Todo límite le parece una negación, cualquier control, interno o externo, una represión. El deseo lo inquieta. Necesita acabarlo, como si fuera una sensación de hambre que roe las entrañas. Debe consumar lo más rápidamente posible el deseo, llegar al goce y reempezar, porque el placer es sólo la sombra del deseo.

En efecto, siempre será inconmensurable la distancia entre deseo y placer. Este último es la realización contingente de algo que se experimenta como absoluto. El hedonista abomina del deseo, puesto que está totalmente volcado al goce, a la búsqueda de la suspensión del deseo, a la saciedad.
Es pues un ser sin interior, totalmente poseído por los objetos (bienes o personas) en quienes encuentra la satisfacción.

Entre medio de esas dos figuras opuestas se ubica la que nos interesa reivindicar. Es la figura del estoico. Para éste el deseo está en el centro del existir. El arte de vivir consiste en la economía y administración de ese deseo en función de la realización del yo a través del vínculo social, o sea en el nosotros.

El asceta practica la anulación del yo en función del nosotros y el hedonista practica el narcisismo, esto es la anulación del nosotros. El estoico representa la figura mora! donde el deseo se hace compatible con la solidaridad, donde deja de ser voraz y consumatorio, de modo de hacer factible el vínculo social. La figura moral del estoico representa en nuestra cultura a aquellos que intentan preservar su estructura íntima del asedio vertiginoso de esta sociedad consumatoria, en la que el mercado trata de devoramos y el alud de información impedirnos pensar.

Como estas sociedades capitalistas necesitan de consumidores ávidos, ellas buscan instalar el consumo como una necesidad interior. Cuando el consumo es el eje o el motivo central de un proyecto existencial, puede decirse que éste se instala como «sentido de vida». Eso constituye una hipertrofia del consumo, significa su transformación en un motivo esencial, cuya privación haría desmoronarse el proyecto vital.

Tomás Moulian

Capítulo del libro El consumo me consume, Tomás Moulian, Ed. Libros del Ciudadano, Chile, 1998.

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Por qué Linux es más seguro que Windows

Publicada el 14/08/2011 - 14/08/2011 por raas

(En Junio de 2010) Google anunció que sus empleados dejarían de utilizar Windows, alegando que Windows tenía algunos huecos de seguridad importantes. Como ya vimos, si bien esto es cierto, puede tratarse de una estrategia comercial.

Sin embargo, esta decisión me dejó pensando: ¿qué hace más seguro a Linux? Cualquier usuario de Linux se da cuenta que es mucho más seguro… se siente más seguro que Windows. Pero, ¿cómo explicar esa «sensación»?

Este post es el fruto de varias horas de reflexión y búsqueda en internet. Si todavía usás Windows y querés saber por qué Linux es más seguro o si sos un usuario de Linux que disfruta de sus mieles y querés saber qué hace de Linux un mejor sistema en materia de seguridad, te recomiendo que leas este post detenidamente. Es largo pero vale la pena.

Introducción: ¿qué es la seguridad?

Mucha gente cree que es correcto decir que un producto es seguro, así por ejemplo, Windows es más seguro que Linux, Firefox más seguro que IE, etc. Esto es parcialmente cierto. En realidad, la seguridad no es un producto, algo que viene ya armadito y para llevar. Se trata, más bien, de un proceso en la que el usuario juega un rol central. En otras palabras, la seguridad es un estado que debe ser mantenido activamente a través de una interacción adecuada y responsable entre el usuario y el software y/o sistema operativo instalado.

Ningún software o sistema operativo es capaz de aportar ningún tipo de seguridad si el administrador pone claves tontas como «123», o si no toma los recaudos del caso. Dicho esto, sí es cierto que hay programas y SO más seguros que otros en tanto tienen menos «agujeros» o vulnerabilidades, se actualizan más rápido y, en términos generales, le hacen la vida más difícil a los atacantes.

Es en este sentido que podemos decir, por ejemplo, que Linux es más seguro que Windows. Ahora bien, ¿qué es lo que hace que Linux sea más difícil de vulnerar? Bueno, una respuesta que he leído y escuchado hasta el artazgo tiene que ver con el «security through obscurity» o «seguridad por oscuridad». Básicamente, lo que argumentan muchos supuestos «expertos en seguridad» cuando se les pregunta por qué Linux es más seguro es que como la mayor parte del mercado de SO está en manos de Microsoft Windows, y los hackers malos quieren hacer el mayor daño posible, entonces apuntan a Windows. La mayor parte de los hackers quieren robar la mayor cantidad de información posible o realizar alguna acción que los destaque por sobre los demás y les dé «prestigio» dentro de su círculo. En la medida en que Windows es el SO más usado, realizan todos los esfuerzos para crear hacks y virus que afecten ese SO, dejando de lado los demás.

Me parece muy importante destacar que hoy prácticamente nadie cuestiona que efectivamente Linux sea más seguro que Windows. En lo que se equivocan los supuestos «expertos» es en la fundamentación, he aquí la razón por la que me senté a escribir este artículo.

Los «expertos», como decía, sólo se basan en un mero dato estadístico para explicar por qué Linux es más seguro: existen menos virus y malwares para Linux en comparación con la enorme cantidad que hay para Windows. Ergo, Linux es más seguro… por ahora. Claro, al basar toda su argumentación en este mero dato, en la medida en que más usuarios se pasen a Linux, los hackers malos van a concentrarse cada vez más en crear utilidades y herramientas malignas para explotar todas y cada una de las vulnerabilidades de Linux. Se trata simplemente de un sistema de incentivos, que haría más atractivo para los hackers desarrollar virus y malware para Linux en la medida en que se vaya haciendo cada vez más popular. La supuesta seguridad de Linux, si acordamos con el análisis de los «expertos», sería una gran mentira. Linux no sería seguro sino utilizado por poca gente. Nada más… Yo creo, en cambio, que la mayor seguridad que aporta Linux se basa en algunos aspectos fundamentales de su diseño y estructura.

Otro dato estadístico alcanza para empezar a darnos cuenta de que los «expertos» no saben nada. El servidor web Apache (un servidor web es un programa que se encuentra alojado en una computadora remota que aloja y envía las páginas a tu explorador web cuando vos, visitante, pedís acceso a esas páginas), que es software libre y corre generalmente bajo Linux, tiene la cuota de mercado más grande (mucho mayor que la del servidor IIS de Microsoft) y a pesar de ello sufre muchos menos ataques y tiene menos vulnerabilidades que la contraparte de Microsoft. En otras palabras, en el mundo de los servidores donde la historia es al revés (Linux + Apache poseen la mayor cuota del mercado), Linux ha demostrado ser más seguro que Windows. Las empresas de software más grandes del mundo, los proyectos científicos más ambiciosos, incluso los gobiernos más importantes, todos eligen Linux para almacenar y proteger la información de sus servidores y cada vez más son aquellos que lo están empezando a elegir como sistema de escritorio. ¿Vos que vas a elegir?

Las 10 características que hacen a Linux muy seguro

En contraste con el endeble papelucho de cartón en el que, con suerte, te puede llegar el CD de Linux (estoy pensando en un Ubuntu, por ejemplo), el CD de Windows típicamente viene en una cajita de plástico que está cerrada herméticamente y que tiene una etiqueta bien visible que te pide con ansias que prestes conformidad con los términos de la licencia que acompaña al CD y que probablemente encuentres en la prolija caja de cartón en la que todo venía empaquetado. Este sello de seguridad está diseñado para prevenir que los gusanos vulneren la cajita de plástico de tu CD e infecten tu copia de Windows antes de que sea efectivamente instalada, lo cual constituye un recaudo importante y un activo de seguridad invaluable.

Claramente Windows le saca ventaja a Linux en lo que respecta a la seguridad física de sus copias (jaja), pero ¿qué sucede una vez que ya lo instalamos? ¿Cuáles son las 10 características que hacen a Linux más seguro que Windows?

1. Es un sistema multiusuario avanzado.

En la medida en que Linux se basa en Unix, originalmente pensado para su utilización en redes, se explican algunas de sus importantes ventajas en relación a la seguridad respecto de Windows. El usuario con más privilegios en Linux es el administrador; puede hacer cualquier cosa en el SO. Todos los otros usuarios no obtienen tantos permisos como el root o administrador. Por esta razón, en caso de ser infectado por un virus mientras un usuario común está sesionado, sólo se infectarán aquellas porciones del SO a las que ese usuario tenga acceso. En consecuencia, el daño máximo que ese virus podría causar es alterar o robar archivos y configuraciones del usuario sin afectar seriamente el funcionamiento del SO como un todo. El administrador, además, estaría habilitado para eliminar el virus fácilmente.

Una vez que concluye la instalación de cualquier distro Linux, se nos solicita que creemos un root y un usuario común. Esta falta total de seguridad que involucra la creación de más de un usuario por computadora es la causante de su poca popularidad. ¡Ja! No, hablando en serio, esta es una de las razones por las que Linux es más seguro.

En comparación, por ejemplo en Windows XP, las aplicaciones de usuario, como Internet Explorer, tienen acceso a todo el sistema operativo. Es decir, supongamos que IE se vuelve loco y quiere borrar archivos críticos del sistema… bueno, podría hacerlo sin problemas y sin que el usuario se entere de nada. En Linux, en cambio, el usuario tendría que configurar explícitamente la aplicación para que corriese como root para introducir el mismo nivel de vulnerabilidad. Lo mismo sucede con los propios usuarios. Supongamos que una persona se sienta en mi compu con WinXP. Va a C:\Windows y borra todo. No pasa naranja. Lo puede hacer sin problemas. Claro, los problemas vendrán la próxima vez que intente iniciar el sistema. En Windows el usuario y cualquier programa que él instale tienen acceso para hacer prácticamente cualquier cosa en el SO. En Linux esto no sucede. Linux utiliza una administración de privilegios inteligente por el cual siempre que el usuario quiera hacer algo que sobrepase sus privilegios se pedirá la contraseña del root.

Sí, es molesto… pero es lo que lo hace seguro. Hay que escribir la bendita contraseña cada vez que se quiera hacer algo que potencialmente pueda afectar la seguridad del sistema. Esto es más seguro porque los usuarios «comunes» no tienen acceso para instalar programas, ejecutar llamadas del sistema, editar archivos del sistema, cambiar configuraciones críticas del sistema, etc.

Desde el principio, Linux fue diseñado como un sistema multiusuario. Incluso ahora, las debilidades más importantes de Windows están vinculadas a sus orígenes como sistema independiente para 1 sólo usuario. Lo malo del modo de hacer las cosas en Windows es que no hay capas de seguridad. Es decir, una aplicación de alto nivel, como un explorador de internet o un procesador de textos, están unidos y pueden acceder a las capas más bajas del sistema operativo, con lo cual la más pequeña vulnerabilidad puede dejar expuesto a todo el sistema operativo.

Desde Windows Vista, se introdujo en Windows el Control de Cuentas de Usuario (UAC por sus siglas en inglés) que hace que cada vez que quiera ejecutarse un programa o realizarse alguna tarea potencialmente peligrosa se requiera la contraseña del administrador. Sin embargo, sin contar el hecho de que al menos aquí en Argentina casi todos siguen usando WinXP por su comodidad y facilidad, la mayor parte de los usuarios de Win7 o Win Vista se loguean siempre como administradores o le otorgan derechos de administrador a sus usuarios. Al hacerlo, cada vez que quieran realizar alguna de estas tareas «peligrosas» el sistema simplemente mostrará un cuadro de diálogo que el usuario debe aceptar o rechazar. Cualquier persona que se siente en tu escritorio y/o se apodere de tu máquina automáticamente tiene privilegios de administrador para hacer lo que se le cante. Para una comparación completa entre UAC y su, sudo, gksudo, etc. les recomiendo leer este artículo de Wikipedia.

2. Mejor configuración por defecto.

Por su parte, la configuración por defecto en todas las distros Linux es mucho más segura que la configuración por defecto de Windows. Este punto está íntimamente vinculado con el anterior: en todas las distros Linux el usuario tiene privilegios limitados, mientras que en Windows casi siempre el usuario tiene privilegios de administrador. Cambiar estas configuraciones es muy fácil en Linux y un poco complicado en Windows.

Claro que cualquiera de éstos puede ser configurado de tal modo de convertirlo en un sistema inseguro (al correr todo como root en Linux, por ejemplo) y Windows Vista o Windows 7 (que, por cierto, copiaron algunas de estas características de Linux y Unix) podrían configurarse de mejor modo para hacerlos más seguros y ejecutarse bajo una cuenta más restringida que la del administrador. Sin embargo, en la realidad esto no sucede. La mayor parte de los usuarios de Windows tiene privilegios de administrador… es lo más cómodo.

3. Linux es mucho más «asegurable»

En la medida en que la seguridad, como vimos al comienzo, no es un estado sino un proceso, aún más importante que venir «desde fábrica» con una mejor configuración por defecto es poder brindarle al usuario la libertad suficiente como para adaptar los niveles de seguridad a sus necesidades. A esto es a lo que yo llamo «asegurabilidad». En este sentido, Linux no sólo es reconocido por su enorme flexibilidad sino por permitir ajustes de seguridad que serían imposibles de conseguir en Windows. Esta es la razón, precisamente, por la que las grandes empresas eligen Linux para administrar sus servidores web.

Podrá sonar muy «zen», pero esta situación me recuerda a una anécdota que alguien me contó alguna vez. No sé si todavía sigue sucediendo pero me dijeron que en China la gente le pagaba al médico cuando estaba bien y dejaba de hacerlo cuando estaba mal. Es decir, al revés de lo que hacemos nosotros en la «sociedad occidental». Aquí sucede algo parecido. En Windows existe un enorme mercado en torno a la seguridad pero que se basa esencialmente en controlar o disminuir los efectos y no las causas que hacen de Windows un sistema inseguro. En Linux, en cambio, un usuario intermedio o avanzado puede configurar el sistema de tal modo que sea prácticamente impenetrable sin que ello implique la instalación de un antivirus, antispyware, etc. En otras palabras, en Linux el foco está puesto en las causas, o sea en las configuraciones que hacen a un sistema más seguro; mientras que en Windows el acento (y el negocio) está puesto en las consecuencias de una posible infección.

4. No hay archivos ejecutables ni registro

En Windows, los programas maliciosos generalmente son archivos ejecutables que, luego de engañar al usuario o saltear su control, se ejecutan e infectan la máquina. Una vez que esto sucedió es muy difícil removerlos ya que, en caso de que podamos encontrarlo y eliminarlo, éste se puede replicar e incluso puede guardar configuraciones en el registro de Windows que le permitan «revivir». En Linux, en cambio, no existen, estrictamente hablando, archivos ejecutables. En realidad, la ejecutabilidad es una propiedad de cualquier archivo (sin importar su extensión), que el administrador o el usuario que lo creó puede otorgarle. Por defecto, ningún archivo es ejecutable a menos que alguno de estos usuarios así lo establezcan. Además, Linux utiliza archivos de configuración en vez de un registro centralizado. Es conocida aquella frase que dice que en Linux todo es un archivo. Esta descentralización, que permite evitar la creación de una enrome base de datos hipercompleja y enredada, facilita enormemente la eliminación y detección de los programas maliciosos así como dificulta su reproducción teniendo en cuenta que un usuario normal no puede editar archivos del sistema.

5. Mejores herramientas para combatir los ataques zero-day

No siempre alcanza con tener todo el software actualizado. Los ataques zero-day (un ataque que explota vulnerabilidades que los propios desarrolladores del software todavía desconocen) son cada vez más comunes. Un estudio ha demostrado que lleva solamente seis días a los crackers desarrollar software malicioso que explote estas vulnerabilidades, mientras que le lleva meses a los desarrolladores detectar estos agujeros y lanzar los parches necesarios. Por esta razón, una política de seguridad sensible tiene siempre en cuenta la posibilidad de ataques zero-day. Windows XP no cuenta con tal provisión. Vista, en modo protegido, aunque es útil, provee solamente protección limitada a los ataques a IE. En contraste, la protección provista por AppArmor o SELinux es ampliamente superior, proveyendo una protección muy «fina» contra cualquier tipo de intento de ejecución de código en forma remota. Por esta razón, es cada vez más común que las distros Linux vengan con AppArmor (SuSE, Ubuntu, etc.) o SELinux (Fedora, Debian, etc.) por defecto. En otros casos, se pueden bajar fácilmente desde los repositorios.

6. Linux es un sistema modular.

El diseño modular de Linux permite eliminar un componente cualquiera del sistema en caso de ser necesario. En Linux, se podría decir que todo es un programa. Hay un programita que gestiona las ventanas, otro que gestiona los logins, otro que se encarga del sonido, otro del video, otro de mostrar un panel de escritorio, otro que funciona como dock, etc. Finalmente, como las piezas de un lego, todas ellas forman el sistema de escritorio que conocemos y utilizamos diariamente. Windows, en cambio, es un enorme bloque de cemento. Es un bodoque que es muy difícil de desarmar. Así, por ejemplo, en caso de que tengas la sospecha de que Windows Explorer tiene alguna falla de seguridad, no vas a poder eliminarlo y reemplazarlo por otro.

7. Linux es software libre.

Sí, definitivamente esta es una de las razones más importantes por las que Linux es un SO mucho más seguro que Windows porque en primer lugar los usuarios pueden saber exactamente qué hacen los programas que componen el SO y, en caso de detectar una vulnerabilidad o irregularidad, pueden corregirla al instante sin tener que esperar un parche, actualización o «service pack». Cualquiera puede editar el código fuente de Linux y/o los programas que lo componen, eliminar la brecha de seguridad y compartirla con el resto de los usuarios. Además de ser un sistema más solidario, que incentiva la participación y la curiosidad de los usuarios, es mucho más práctico a la hora de resolver agujeros de seguridad. Más ojos permiten la detección y solución más rápida de los problemas. En otras palabras, hay menos agujeros de seguridad y los parches se lanzan más rápidamente que en Windows.

Además, los usuarios de Linux estamos mucho menos expuestos a los programas spyware y/o cualquier otro programa que obtenga información del usuario en forma oculta o engañosa. En Windows, no tenemos que esperar a infectarnos con algún programa malicioso para sufrir este tipo de robo de información; existen pruebas de que el propio Microsoft e incluso otros programas muy reconocidos realizado por otras empresas, han adquirido información sin el consentimiento de los usuarios. Concretamente, Microsoft es acusado de utilizar software con nombres confusos, como el Windows Genuine Advantage, para inspeccionar los contenidos de los discos rígidos de los usuarios. El acuerdo de licencia incluido en Windows requiere que los usuarios acepten esta condición antes de usar Windows y afirma el derecho de Microsoft para hacer este tipo de inspecciones sin notificar a los usuarios. En definitiva, en la medida en que la mayor parte del software para Windows es privativo y cerrado, todos los usuarios de Windows y los desarrolladores de programas para ese SO dependen de Microsoft para solucionar las brechas de seguridad más graves. Lamentablemente, Microsoft tiene sus propios intereses en materia de seguridad, que no necesariamente son los mismos que los de los usuarios.

Existe el mito de que, al estar disponible públicamente su código fuente, Linux y todos los programas de software libre que corren bajo Linux son más vulnerables porque los hackers pueden ver cómo funcionan, encontrar los huecos de seguridad más fácilmente y sacar provecho de ellos. Esta creencia está muy vinculada al otro mito que nos encargamos de deshacer al comienzo del artículo: la oscuridad trae seguridad. Esto es falso. Cualquier experto en seguridad realmente serio sabe que la «oscuridad», en este caso dada por tratarse de software de código cerrado, dificulta la detección de las brechas de seguridad por parte de los propios desarrolladores, así como dificultan el informe y detección de estas brechas por parte de los usuarios.

8. Repositorios = chau cracks, seriales, etc.

El hecho de que Linux y la mayor parte de las aplicaciones que se escriben para correr en él sean software libre ya, de por sí, es una enorme ventaja. No obstante, si esto no estuviera combinado con el hecho de que todo ese software se encuentra disponible para su descarga e instalación desde una fuente centralizada y segura, probablemente su ventaja comparativa respecto de Windows no sería tan considerable.

Todos los usuarios de Linux sabemos que al instalar Linux automáticamente nos olvidamos de buscar seriales y cracks que, por otra parte, nos obligan a navegar por sitios inseguros o deliberadamente diseñados para hacer caer a los usuarios y jugar con sus necesidades. Tampoco precisamos de la instalación de ningún crack, los cuales muchas veces tienen algún virus o malware por ahí escondido. En cambio, sí tenemos, dependiendo de la distro que usemos, una serie de repositorios desde los cuales bajamos e instalamos el programa que necesitemos con un simple clic. Sí, ¡así de fácil y seguro!

Ya desde los primeros pasos de la instalación de Windows, éste demuestra su amplia superioridad en términos de seguridad. A medida que el proceso de instalación comienza, se insiste que el usuario ingrese un número de serie antes de continuar. Sin esta información vital, el usuario no puede continuar con la instalación. La mayor parte de los usuarios de Windows por suerte todavía no saben que una búsqueda rápida en Google puede brindarle acceso a miles de seriales, así que esta pieza de información es la defensa más poderosa contra los indeseados back-doors. Sí… es un chiste. 🙂 ¿Qué seguridad brinda un sistema que puede ser crackeado y vulnerado de modo que se pueda evitar el ingreso del serial, único medio a través del cual Microsoft se asegura que los usuarios paguen por sus copias? Es un SO tan malo que ni siquiera pueden (¿ni quieren?) hacerlo invulnerable de modo tal que todos paguen por sus copias.

9. 1, 2, 3… Actualizando

Si sos como la mayoría de las personas que conozco, usás WinXP. El primer XP venía con el IE 6 (de agosto de 2001), el XP con el service pack 1 venía con el IE 6 SP1 (de septiembre de 2002) y el XP SP2 venía con el IE 6 SP2 (de agosto de 2004). En otras palabras, en el mejor de los casos, estás utilizando un explorador que fue desarrollado hace casi 6 años. No hace falta explicar la enormidad que esto significa en términos del desarrollo de software. En esos años no sólo se detectaron y explotaron miles de vulnerabilidades al WinXP sino también al explorador que utiliza por defecto.

En Linux la cuestión es bien diferente. Es mucho más seguro que Windows porque está siendo permanentemente actualizado. Gracias a que Linux es un sistema modular, desarrollado como software libre y que cuenta con un sistema de repositorios de gestión de actualizaciones e instalación de nuevos programas, estar al día es una pavada. Desde el explorador de internet hasta el más recóndito programita que gestiona los privilegios de usuarios o la gestión de las ventanas, etc., pasando por el kernel y los drivers necesarios para el funcionamiento del sistema, todo se actualiza mucho más rápido y fácil que en Windows.

Precisamente, en Windows, las actualizaciones se realizan una vez por mes. Claro, eso si no las desactivaste, ya sea porque te resultaban molestas, porque consumían parte de tu ancho de banda o simplemente por temor a que Microsoft detectara de algún modo tu copia ilegal. Pero eso no es lo peor. La actualización de cada una de las aplicaciones es independiente, esto significa que Windows no se encarga de actualizarlas, cada una de ellas tiene que encargarse de ello. Como bien sabemos, muchas no tienen la opción de buscar las actualizaciones. Es el usuario el que se tiene que preocupar por enterarse del lanzamiento de una nueva versión, la descarga y la posterior actualización (siempre con el temor de no saber si tiene que borrar la versión anterior o no).

10. Diversidad, bendita tu eres entre todas.

Los usuarios de Windows están acostumbrados a que Microsoft les diga qué programa utilizar para cada cosa. De este modo, la utilización del sistema se supone que es más sencilla, se crean estándares comunes, se facilita la compatibilidad, etc. En fin, todo esto ha demostrado ser falso. Por el contrario, ha contribuido meramente a la uniformidad y el direccionamiento desde arriba, como si se tratara de una dictadura. Esa homogeneidad ha facilitado enormemente la tarea de los atacantes para detectar vulnerabilidades y escribir programas maliciosos que las exploten.

En comparación, en Linux existen una cantidad infinita de distribuciones con diferentes configuraciones, rutas de sistema, sistemas de gestión paquetes (unos usan .deb, otros .rpm, etc.), programas de gestión de todas las actividades del sistema, etc. Esta heterogeneidad dificulta enormemente el desarrollo de virus que tengan un amplio impacto, como sí es posible en Windows.

Los detractores de Linux dicen que más distribuciones equivalen a una mayor propensión de error y, por consiguiente, mayores vulnerabilidades de seguridad. Esto, en principio, podría ser cierto. Sin embargo, como acabamos de ver, esto se ve más que compensado por el hecho de que esas vulnerabilidades son más difíciles de explotar y terminan afectando a menos gente. En definitiva, los incentivos de los hackers para escribir software malicioso que afecte a estos sistemas disminuyen notablemente.

Yapa. Los programas para Linux son menos vulnerables que sus contrapartes para Windows.

Esto es algo que, de algún modo, ya lo mencioné al desarrollar algunos de los otros puntos pero me pareció importante destacarlo como un punto aparte. El software para Linux es más seguro y menos vulnerable que su contraparte para Windows por varios de los aspectos que también caracterizan a Linux: es software libre, se actualiza mucho más rápido, se obtiene a través de los repositorios, existe una enorme diversidad de programas, etc. Es decir, tanto en su diseño y desarrollo como en su distribución y ejecución, los programas para Linux brindan mayores ventajas de seguridad.

Pablo Castagnino

fuente http://usemoslinux.blogspot.com/2010/06/por-que-linux-es-mas-seguro-que-windows.html

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Los oídos de Dios

Publicada el 07/08/2011 por raas

El general llegó a la provincia en su avión particular, se atusó el bigotito y sin perder un instante subió a los siete coches que lo llevaron directamente, junto con sus edecanes, a la vieja casona donde funcionaba la emisora local, en cuyos fondos un enorme gallo rojo y sus diez gallinas temían, aterrados, que los ilustres visitantes significasen cena de agasajo o sea degollación para ellos.

Las aves estaban allí porque las autoridades de la emisora, a petición del sereno, le habían permitido criarlas para compensar con su venta o consumo un sueldo tan estrecho, y el general, a la sazón presidente de la república, estaba allí porque iba a asistir a una transmisión en cadena, para toda América Latina, donde hablaría de su plan de gobierno para desarrollar a las provincias pobres.

Un par de horas antes de la llegada del presidente los servicios de seguridad husmearon por todos los rincones de la casa y le ordenaron al sereno que colocase en el patio una valla para evitar que las gallinas se metiesen en la sala de transmisión, como aquella vez, cuando en plena novela radial de la siesta se oyeron cacareos o aquella otra cuando el canto de un gallo trasnochado salió al éter introduciendo elementos corraleros en plena transmisión de un mensaje del obispo a todos los fieles de la diócesis.

Las diez de la mañana y ya treinta y nueve grados, rieguen los patios otra vez, mojen las paredes, escondan las gallinas por favor y traigan más ventiladores, decía el director de la emisora oyendo los pitidos nerviosos de los agentes de tráfico cortando la circulación y abriendo paso en todas las calles a los siete coches que traían al presidente y a su comitiva, los ayudantes de campo y los asesores en cuestiones de límites, el capellán con su hisopo lleno de agua listo para bendecir las nuevas instalaciones (regalo del presidente) que permitirían a partir de ahora que nuestra radio se oyese desde cualquier rincón del vasto mundo, según el adjetivo elegido por el jefe de locutores encargado de la transmisión especial vía satélite.

El cual lucía, anudada bajo la nuez, una corbata pajarita que se movía acusando cada una de sus palabras como en un lenguaje de sordomudos, mientras sudaba por un lado, a causa del calor, y tiritaba de frío por el otro, a causa del miedo a su primera entrevista con un presidente que tenía siete bigotes, o que venía en siete coches, ya no sabía ni lo que pensaba mientras oía, más aterrado que las gallinas en el corral del fondo, el chirrido de los frenos de los coches oficiales que llegaban, y los micrófonos conectados en cadena con todas las radios del mundo, tenga en cuenta, había dicho el director, que a partir de ahora hasta Su Santidad el Papa puede estar escuchando sus palabras, que no me salga ninguna gansada ni palabra gangosa ni saliva atravesada en la garganta madre mía.

El patio y la galería se llenaron de majestuosidades cuando entró el presidente con sus setenta guardaespaldas y el pecho empedrado de medallas. Los ventiladores del techo y las paredes de la sala de transmisión echaban chispas refrescando a la gente mientras el capellán rociaba con agua bendita las instalaciones y el gallo de los fondos de la casa saltaba sin dificultad sobre la valla sin que nadie lo viera y se mezclaba con guardaespaldas y edecanes.

Un gallo enorme, rojo, de estampa casi bíblica. Con esos ojos de guerrero asirio, esa cresta de gorro frigio, ese pico iridiscente. Con unas plumas del pecho donde las medallas del presidente hubiesen lucido de verdad, y esas patas escamosas y esos espolones por donde se asomaban remotos antepasados ínclitos. Con un cuello en cuya fragilidad todo el gallo se debilitaba y suavizaba para diluirse en plumas diminutas y nerviosas donde latía oculto el resplandor de los cuchillos. Avanzando sin saberlo, entre botas refulgentes, hacia un objetivo que ignoraba pero que lo atraía poderosamente.

—Señor —dijo el locutor ajustando el micrófono a la altura de los siete bigotes del presidente y pensando en los millones de oyentes que estarían escuchando sus palabras desde México hasta Tierra del Fuego, y en el Papa, medio sordo, pegando la oreja al aparato para no perder ni una sola palabra, y en los satélites espías norteamericanos que grababan sin perder ni una sílaba, era increíble la cantidad de sucesos casi simultáneos que pasaban por la mente del jefe de locutores con rapidez electrónica cuando sus labios todavía no habían abandonado la eñe de “señor” y se disponían a lanzarse desde allí hacia el final de la palabra mientras la corbata pajarita temblaba fielmente debajo de la nuez—, señor presidente por favor, el pueblo, qué digo, el mundo entero está esperando sus palabras esclarecedoras sobre las cuestiones más candentes, el hambre en el norte y en el sur, las cuestiones de límites por el este y el oeste, qué nos puede decir usted de estos momentos tan cruciales que vivimos.

El gallo, que se había detenido junto a las botas del presidente de la nación, saltó verticalmente y sin dejar de agitar las alas que le permitían mantenerse en el aire como un helicóptero se colocó entre la boca del general y el micrófono. La mirada que cruzaron el animal y el hombre fue un relámpago en el tiempo. Acabada la cual, el gallo, dirigiendo su pico hacia el micrófono, arrojó al éter la única palabra que su garganta y la forma de su pico le habían concedido desde hacía milenios, un kikiriki que venía desde el fondo de los tiempos pasando pro Biblias y Coranes, un kikiriki que millones de hogares escucharon como la esperada palabra del presidente.

Los edecanes sacaron sus sables y los guardaespaldas sus revólveres, pero el gallo ya había saltado la tapia que daba a la casa del vecino y nunca pudieron dar con él. El general se volvió airado hacia sus coches mientras el locutor, aterrado, hablaba de desperfectos técnicos y el canto del gallo abandonaba el ámbito provincial y con la velocidad de la luz ganaba los espacios.

Cuando el presidente abandonó el aeropuerto en su avión particular, el canto del gallo ya había abandonado la Tierra y tras rozar la Luna se dirigía hacia otros rumbos. Y el general no había llegado todavía a Buenos Aires cuando el kikiriki sabiamente modulado iba pasando junto a Júpiter coloso y poco después rozaba la octava luna de Saturno. Y esa noche no había acabado de dormirse el general cuando el canto del gallo estaba ya muy lejos de este rincón de la galaxia signado por el crimen y la muerte, en busca, en su condición de plegaria, de quien está dispuesto a escucharlo en otros mundos, pidiendo a quien sea salir de este degolladero.

Daniel Moyano *

extraído de El estuche de cocodrilo (1989).

*  Daniel Moyano (Buenos Aires, 1928, España, 1992), cuentista y novelista argentino.

fuente www.abanico.org.ar/2004/10/oidos.htm

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El genio de la multitud

Publicada el 06/08/2011 por raas

Hay suficiente perfidia, odio, violencia y arbitrariedad en el ser humano
promedio como para suplir a cualquier ejército cualquier día.

Y los mejores en el asesinato son aquellos que predican en su contra
y los mejores odiando son aquellos que predican el amor
y los mejores en la guerra son finalmente aquellos que predican la paz.

Aquellos que predican a dios, necesitan a dios
aquellos que predican la paz no tienen paz
aquellos que predican la paz no tienen amor.

Cuidado con los predicadores
cuidado con los sabiondos
cuidado con aquellos que siempre están leyendo libros
cuidado tanto con aquellos que detestan la pobreza
como con aquellos que se enorgullecen de ella
cuidado con aquellos que fácilmente hacen elogios
porque necesitan elogios a cambio
cuidado con aquellos que fácilmente censuran
están asustados de lo que no conocen
cuidado con los que buscan constantemente las multitudes porque
no son nada estando solos
cuidado con el hombre promedio con la mujer promedio
cuidado con su amor, su amor es promedio
busca lo promedio.

Pero hay un genio en su odio
hay suficiente genio en su odio como para matarte
como para matar a quien sea
no queriendo la soledad
no entendiendo la soledad
intentarán destruir cualquier cosa
que difiera de ellos
no siendo capaces de crear arte
no entenderán el arte
tomarán su fracaso como creadores
sólo como un fracaso del mundo
no siendo capaces de amar completamente
creerán que tu amor es incompleto
y entonces te odiarán
y su odio será perfecto.

Como un diamente reluciente
como un cuchillo
como una montaña
como un tigre
como una cicuta.

Su arte más refinado.

Charles Bukowski

fuente http://elgrancharlesbukowski.blogspot.com

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Congo: 5 millones de muertos

Publicada el 04/08/2011 por raas

¿Cuántos millones de congoleses deben morir para ilustrar un juego de ordenador? Nadie lo sabe, pero ya han sido masacrados cinco millones en la mayor explotación minera de la historia de este planeta. Las empresas mineras más conocidas y los mayores magnates del mundo son cómplices directos de este genocidio que dura ya diez años en África Central, donde el caos es deliberadamente impuesto como una cortina de humo para encubrir la salida de contrabando fuera del país de miles de millones de dólares en minerales.

Los funcionarios del gobierno local, pequeños pero avariciosos jugadores en este sistemático saqueo de su propio país, no tienen ni idea sobre qué compañías tienen en la actualidad contratos para hacer negocios en el Congo. Cuando miles de millones pueden ser extraídos batiendo la tierra por medio de mano de obra esclava, las leyes dejan de existir.

Cinco millones de congoleses han muerto alrededor de los últimos diez años con el fin de hacer a los multimillonarios más ricos aún. Sí existiera algo parecido a una justicia internacional, este holocausto en la República Democrática del Congo habría producido el ahorcamiento público de cientos de los hombre más ricos del mundo, y hubiera sido merecidamente. Si las leyes de Nuremberg que enviaron a la horca a diez nazis, por crímenes contra la humanidad y la paz, hubieran sido aplicadas en el Congo, podríamos encontrar fácilmente los nombres de los acusados en las columnas de la prensa financiera internacional, los hombres más ricos del planeta. Estos hombres han conspirado para asesinar a millones de personas, de tal modo que hubiera guerra constante en África Central, pero ninguna ley para evitar el robo de las grandes industrias parece concebible.

El llamado gobierno del Congo está sólo ahora encontrando tiempo para empezar un estudio sobre qué compañías están extrayendo qué minerales y dónde a lo largo del país. Desde que las múltiples invasiones del Congo empezaron hace una década, grandes corporaciones como De Beers, BHP Billiton, Anglogold, y el gigante estadounidense Freeport-McMoran han causado cinco millones de muertos, de forma que pudieran usar el caos para encubrir el saqueo de miles de millones de dólares en metales preciosos. Estas compañías mineras tienen todas ellas sus propios ejércitos privados para defender los bienes que roban, o para unirse con los ejércitos de los países aliados de EEUU como Ruanda y Uganda, con el fin de crear zonas sin ley y de “roba todo lo que puedas llevarte”. Es acertado decir que el holocausto en el Congo en un crimen colectivo de las compañías mineras europeas y americanas y de los gobiernos que las sirven. Hacer justicia en el Congo requeriría el encar-celamiento o ejecución de muchas decenas de miles de personas, la mayoría hombre blancos.

Los africanos implicados, incluyendo los funcionarios congoleses, son peces pequeños, pero ellos prosperan recogiendo las migajas de la mesa puesta con el canibalismo sobre el pueblo del Congo. De acuerdo con la comisión creada para el estudio de la minería en el Congo, varias facciones del gobierno evitan que algunas compañías paguen ninguna clase de impuestos sobre beneficios que alcanzan el seiscientos por ciento. No está claro ni siquiera quién tiene un contrato para hacer negocios en el Congo. Ninguna de las quimeras del oro de la historia moderna guarda alguna similitud con la violencia del capitalismo industrial batiendo la tierra en busca de coltan, diamantes o casiterita. El número de muertos en el Congo supera ya el de los asesinados en los campos de trabajos forzados de los nazis ­ pero ningún hombre blanco rico y bien trajeado ha sido castigado por ello.

El Congo es una prueba de que las naciones que dicen ser los países civilizados del mundo son, en realidad, lo contrario, ellos son los guardianes y cajeros del infierno. Mientras que estos hombres vivan, que nadie se atreva a hablar de moralidad como algo que no sea una hipotética ilusión. Desde luego, no existe en ningún lugar en el Congo.

Glen Ford (Black Agenda Report)

artículo publicado en Revista futuros nº12 / noviembre 2008
www.revistafuturos.com.ar

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La milenaria guerra de Cómo y Por-qué

Publicada el 01/08/2011 - 01/08/2011 por raas

El bárbaro y sanguinario Cómo reina hace por lo menos 2500 años. O más. No podemos precisarlo. Es cierto que Por-qué ha bajado a la tierra algunas veces, pero ha debido retirarse luego de sacrificar a quienes lo encarnaron por un tiempo.

A través de la historia, Por-qué, el dios Primero -el que conocen los niños y al que luego aprenden a olvidar- ha sido el subversivo por excelencia. Hace mucho tiempo, las escuelas y las universidades emprendieron una carrera enloquecida en beneficio de Cómo, mientras Por-qué fue relegado sistemáticamente a los márgenes ilegales de la filosofía y la inmoralidad.

En la política y en el pensamiento colectivo -ese que se jacta de su pragmatismo y de no perder su tiempo filosofando inútilmente-, desde la práctica más humilde hasta aquella otra que dicta los destinos del mundo, se ha decretado que el problema de la humanidad consiste en resolver el Cómo.

Tomemos, por ejemplo, el mayor tabú y el mayor paradigma de nuestros tiempos: el terrorismo. Todos -absolutamente todos- los esfuerzos intelectuales del mundo “decente” están concentrados en resolver cómo combatirlo. Los discursos son unánimes. Aún aquellos que están en lucha dialéctica están de acuerdo en resolver el Cómo. Todos estamos en contra de eso que casi todos entendemos por “terrorismo”. Pero ¿cuántos están preocupados en responder ¿por qué existe eso que llamamos terrorismo? Cada vez que baja Por-qué a la tierra es una amenaza a la seguridad. Si el debate mundial se centrara no en el Cómo sino en el Por-qué, seguramente habría que comenzar por definir con más claridad los límites del significado del término “terrorista”. Lo cual es, claro, peligroso. Muchos arrogantes insospechados caerían dentro de la misma bolsa. Muchos amigos y “adversarios” serían igualmente identificados con el mismo término.

Por lo tanto, cuando esto ocurre, se debe recurrir nuevamente a Cómo, con desesperación, para que desplace la incómoda voz de Por-qué. El cómo es una especialidad de Cómo: a Por-qué se lo neutraliza y se destruye identificándolo con el tabú, con el antiparadigma, con el peligro… Sacrificado Por-qué, una vez más, Cómo otorga sus medallas de moralismo patriota a sus ciegos servidores. Y el orgullo del guerrero eyacula, una vez más. Porque el Cómo -en términos psicoanalíticos- es eso: matar, eyacular y morir.

Sin embargo, y pese a todas estas tragedias humanas, gran parte de la resolución del Cómo radica en la correcta respuesta del Por-qué. Pero si alguien se atreviese a lanzar al viento semejante pregunta, sería etiquetado como una amenaza. Incluso, correría el serio riesgo de ser etiquetado de -ya que estamos- “terrorista”.

Pero ¿por qué el Por-qué es siempre subversivo?

Si estoy ante las respuestas de un adversario dialéctico siempre podré defenderme más fácilmente: me defenderé con mis propias respuestas. Una parte importante de una defensa consiste en identificar con claridad al adversario -no digamos “enemigo”, no echemos leña a esa hoguera de radicalizaciones genocidas-. En ese caso, sabré qué debo enfrentar y, probablemente, ya conozca mis propias respuestas de antemano.

Pero ¿qué ocurriría si mi adversario en lugar de lanzarme sus respuestas comenzara a interrogarme sobre los Por-qué de mis seguridades? Seguramente, y sobre todo si mis convicciones están fundamentadas en el barro, como es casi la norma, cada una de mis lanzas dialécticas se quebrarían en el aire, mi edificio ideológico comenzaría a crujir. ¿Por qué? Porque el mundo moderno ha entrenado hombres y mujeres obsesionados con el Cómo: cómo tener éxito, cómo hacer lo que la sociedad espera de nosotros, cómo derrotar a nuestros adversarios, cómo inventar enemigos, cómo y cómo. El Cómo es siempre combativo, guerrero, no tiene paz; al Por-qué no le interesa el triunfo ni la derrota, sino la verdad. Pero ¿a quién le importa la verdad? Al Cómo sólo le importa la verdad si le es útil; si le resulta una amenaza, simplemente se inventa otra verdad a su medida. Él siempre sabe cómo. Pero si reapareciera Por-qué en nuestras sociedades, seguramente la mayoría de las sólidas estructuras que brillan con orgullo en nuestro mundo comenzarían a crujir. Entonces atraparemos a Por-qué, como antes atrapamos a Sócrates y a Cristo, y lo sentenciaremos a muerte. ¿Por qué? Por hacer demasiadas preguntas, por preguntarse y por preguntarnos Por-qué en lugar de preocuparse del dios Cómo.

Un hombre inteligente sabe Cómo, pero sólo el sabio sabe Por-qué. Saber Cómo es saber imponer una respuesta, pero saber Por-qué es saber formularse a tiempo la pregunta. No necesitas gritar ni levantar la voz; sólo pregunta con calma y en voz baja -¿por qué?.

Jorge Majfud
1-6-2004

fuente www.voltairenet.org/La-milenaria-guerra-de-Como-y-Por

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Rawan

Publicada el 31/07/2011 - 31/07/2011 por raas

Rawan
era una refugiada
porque ya no le quedaban paredes
ni techo
ni casa

Rawan
era unos ojos negros
porque la vida
se los había teñido
de muerte

Rawan
era palestina
porque las fronteras parcelan el hambre
alentando
el exterminio

Rawan
era dos balazos
porque sus pies en la mira
caminaron la calle
del verdugo

Rawan
era una golosina en el puño
porque la ilusión
puede más
que la sangre

Rawan Abu Zeid
tenía tres años

Jamás supo lo que era un misíl
ni abrió fuego contra nadie

Hamas o Likud
Palestina o Israel
Árabes o Judíos
Y entre los dos la bestia
siempre insatisfecha
del Imperio

Hoy vuelve a hablar la voz del abuelo y dice:
«ALA AKBAR»
y si existe..
no está ni con los unos
ni con los otros

porque
es otro charco rojo
en el suelo

de nadie
…

rOjAmheL

fuente http://www.poesiasalvaje.org/fuego

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La utilidad de la estupidez

Publicada el 31/07/2011 - 31/07/2011 por raas

Todo sistema necesita de aquellos elementos que la cultura popular suele denominar como estúpidos útiles.

Esto no se refiere, desde luego, a alguna patología cerebral sino a una postura frente a las leyes que rigen el funcionamiento de aquéllos. El estúpido entendido en el sentido en que no cuestiona nada de lo que recibe como herencia y la acepta, la difunde y defiende como verdad revelada.

Esta estupidez es el salvoconducto de supervivencia de cualquier poder que se pretenda hegemónico. La Academia, como toda estructura que debe perpetuarse para cumplir no solo con la producción sino con la transmisión de saberes, necesita, en principio, que ningún elemento la cuestione en sus formas, que la aceptación de sus cánones sea absoluta y que el espacio de creación individual se vea replegado a los límites de sus propios alambrados.

Para ello, y tal vez como en ningún otro caso, es en el lenguaje donde se ejerce esta forma de sumisión útil. El lenguaje académico, como todo lenguaje de gueto, funciona como contraseña y señal de pertenencia. Esa es su fuerza y su poder de seducción. Ofrece una forma sólida, un perfil definido, un nombre propio, frente a la pesadillesca indiferenciación de la realidad.

Configura el destino del alumno desde que éste pone un pie en sus claustros y le garantiza, siempre a través de esta obediencia debida, un futuro asegurado y sin fisuras. Instaura a fuerza de términos, reglas y requisitos gramaticales un territorio de lo pensable. El educando, en cualquier nivel en el que se halle, debe amoldar sus ideas a esta complejidad escritural fabricada a priori.

El poder de la Academia no radica, sin embargo, en esta sumisión obligatoria sino en la posibilidad anticipatoria de garantizar la exclusión de cualquier elemento rupturista, de cualquier quiebre o desmadre que la ponga en riesgo. Lo que al fin y al cabo garantiza la Academia a la época es que de sus claustros difícilmente saldrá algo diferente que cuestione el status quo del sistema que la configuró a ella misma (la Academia no es un ente inmutable a través de los siglos).

La estupidez útil resguarda el orden donde ella está inserta y aunque le niegue la posteridad a sus elegidos y difusores, les ofrece un sistema de vida, un orden de valores y un lenguaje propio, una tranquilizadora comunidad de pares donde se sueñan revoluciones rigurosamente vigiladas.

revista Contratiempo

fuente www.revistacontratiempo.com.ar

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La ciudad como problema estético

Publicada el 31/07/2011 por raas

Espacio y ambiente

El proyecto urbano es siempre una tarea utópica porque la ciudad no solamente es un entramado cuyos elementos interactúan en todos los órdenes, muchas veces impredecibles, sino porque el espacio urbano no es dimensionable del mismo modo que lo sería el espacio arquitectónico (esto es así tanto en la ciudad moderna, que lo piensa como totalidad, como en la posmoderna que lo fragmenta). Las distancias, las zonificaciones, los recorridos e itinerarios están más supeditados a la atmósfera, a los ritmos, a la historia, a los movimientos sociales, a los usos, incluso a las pasiones y deseos, que a los cálculos, medidas, vías de transporte, asoleamiento o higiene. Algo parecido, y totalmente relacionado, a lo que ocurre con el tiempo y sus mediciones: las horas de placer y de felicidad comparadas con las del tedio o el sufrimiento no tienen nada que ver entre ellas ni con el tiempo cronológico. La modernidad intentó dimensionar ambos, tiempo y espacio, con categorías cartesianas y ubicar al hombre, o al prototipo del hombre corbusierano –a la manera clásica y renacentista- como medida estética de todas las cosas.

Esa diferencia entre espacio urbano y ambiente urbano es la que resaltan Argan y Harvey, citando a Lynch, cuando afirman que el primero puede ser proyectable mientras el otro sólo condicionado pero no estructurado o proyectado, no admite definiciones racionales y se lleva a cabo en la relación e interacción entre realidad psicológica y realidad física. Lynch le da especial importancia al aspecto visual de la ciudad porque, precisamente, en aquella interacción entre observador y medio ambiente, la percepción cumple un rol fundamental para cualquier diseño o intervención urbana. Estas ideas tienen como antecedentes los trabajos de Simmel sobre la vida mental en las grandes ciudades –donde analiza, por ejemplo, la misantropía o la indolencia como formas defensivas contra la proliferación de los estímulos. O dicho de otra manera: cómo el cuerpo reacciona, modifica y produce ciudad a la vez que es modificado y producido también por la ciudad.

Este pasaje de la conmensurabilidad moderna a la intensidad posmoderna es también el sustento del pensamiento filosófico posmoderno. Para Deleuze, la filosofía es creadora de conceptos, con libertad absoluta, donde la intensidad es el elemento que vendría a desequilibrar la razón clásica. Deleuze, con su volver construcción todo, se acerca a Leibniz y al Barroco para conceptualizar el movimiento (de allí toma las figuras del pliegue y de las mónadas) y para ir contra totalidades y sobre todo, de continuidades. El pliegue del barroco, pero también las mesetas, los rizomas y todo lo que represente esa imposibilidad de las líneas rectas entre las cosas. Una filosofía de la diferencia y de la singularidad, sin preexistencias ni ordenes universales, que en ese eterno construccionismo encuentra su correspondencia en las formas urbanas posmodernas, que aspiran a la fragmentación, a constituir muchas veces conceptos cerrados sin posibilidad de continuidad alguna y donde el acto de creación, y destrucción, parecería el fundamento móvil y siempre cambiante de esa ciudad actual que configuran.

Fragmentos

La diversidad estética propia de la metrópolis actual se refleja en la multiplicidad y la simultaneidad de miradas generadas por las tecnologías de comunicación. Cada espacio está pensado como una particularidad que debe ser resuelta de acuerdo a sus propias leyes y con independencia del resto. En la ciudad actual no hay compromiso alguno con ninguna totalidad ni sistema, como era el ideal de la ciudad moderna. Los espacios urbanos, como los conceptos de Deleuze aspiran a atravesarse, desprenderse de la definición única. El espacio multifuncional tiende a concentrar en un mismo sitio diversas actividades, las que a su vez estarán mezcladas en un espacio común, como el shopping y el multicine, que reúnen las funciones del ocio, el consumo, la cultura y los servicios, O como los nuevos centros de arte y diseño, donde se pueden dar en simultáneo el proceso de creación, difusión, enseñanza, venta y, a la vez, esparcimiento. Así también, la tipología de la torre cerrada, ubicada en plena ciudad, funciona como un núcleo que excede la cuestión habitacional y reúne en un perímetro bien delimitado, y sobre todo bien resguardado, el esparcimiento y los servicios. Extensos parques, piletas climatizadas y al aire libre, áreas de parrilla, canchas de tenis y de futbol, gimnasios, spa, sauna, microcine y ofertas varias, rodeados de mucho verde que actúa de paisaje pero también de obstáculo visual, intentan limitar el contacto con el exterior y fortalecer el sentido de pertenencia de los usuarios, como si se tratara de una microatmósfera con identidad propia, con la vecindad garantizada por lo menos en cuanto al nivel socio económico y sin las sorpresas de la calle.

La pérdida de la función social de la calle, iniciada ya en los proyectos modernos con la importancia otorgada a las autopistas y el automóvil; el tráfico vehicular incrementado por el exceso de población, permanente y transitoria, más el tema de la inseguridad, derivado muchas veces del progresivo aumento de las diferencias y, sobre todo, de la visualización de ellas, generan estos espacios autosuficientes que se reflejan, a otra escala, en los barrios que funcionan como centros y tienden a poseer infraestructuras reservadas antiguamente sólo a la zona central de la ciudad (restaurantes, bares, cines, librerías, bancos, servicios, etc.). Esta disolución de la ciudad en átomos, más o menos cerrados, provoca otras formas de ocupación del suelo metropolitano. La cualificación espacial estará dada por el nivel de esta infraestructura, provocando un aumento de densidad en determinados barrios, con el correspondiente colapso de aquélla, y el abandono ambiental de otros. Y, a la vez, el desplazamiento en múltiples direcciones de la población, rompiendo la dirección única del barrio al centro, así como favoreciendo la segmentación y la autoexclusión.

El problema del fragmento posmoderno es su desconexión, su poca relación con el entorno, con lo existente, con su geografía, con su historia, y entre sí. La diversidad relacionada, en cambio, genera espacios muy ricos y confiere una identidad fuerte a la ciudad. Es lo que encuentra Simmel en Roma, y en general en las ciudades antiguas, cuando afirma que, a pesar de la extrema tensión de sus elementos, la unidad romana no se rompe y esa tensión entre diversidad y unidad, que confiere a la obra de arte evocaciones y sensaciones sería la medida de su valor estético. Afirma también que la unidad respalda a cada uno de esos elementos diversos y concuerda con Kant en que la relación no es propia de los objetos en sí sino del espíritu que lo contempla. Razón por la cual, experimentar Roma, o cualquier ciudad eterna (sea Florencia, Venecia o París) es un acto de libertad que dejará su impresión (lo imborrable que quedan en la memoria estas ciudades) sólo si el espíritu también se puso en juego para realizar aquella relación. No cualquier conjunto de fragmentos (lenguajes, tipologías, periodos históricos, etc.) puede provocar este movimiento. Ésta quizás sea una de las grandes diferencias entre la ciudad antigua, pensada siempre con criterios estéticos, y la moderna y posmoderna. Una queda grabada en el alma; las otras por lo general invitan al olvido después del deslumbramiento inicial.

Forma y control posmoderno

Por otro lado, y como caras de la misma moneda, percibir las acciones de las formas metropolitanas sobre conductas y cuerpos, y comprender sus potencialidades, es indudablemente un trabajo que requiere de un estado de alerta y una voluntad determinada. Allí es donde, efectivamente, se ve a la estética como un problema. Porque va a depender de la historia y formación personal, pero también de la colectiva, que el hombre sea configurador de sus espacios ambientales o configurado por el mecanismo de la metrópolis y de los intereses que la dominan y la proyectan.

Son variadas las formas en las que la arquitectura y el urbanismo se convierten en dispositivos de control y de ordenación, algunas ya citadas: el trazado rectilíneo y la apertura de grandes arterias con remates verticales como jerarquizadores de la trayectoria y de la mirada, que no sólo permiten los rápidos desplazamientos sino la visualización a grandes distancias; los lenguajes “prestados” de la tradición clásica por parte de los poderes como una forma de economía comunicacional; las superficies vidriadas así como el concepto de panóptico, aplicado generalmente a instituciones educativas y cárceles pero extendido a otros temas, como lugares de trabajo, ocio y esparcimiento (varios recorridos que rematan en un único espacio desde donde se ve y no se es mirado o un gran espacio susceptible de ser controlado desde casi cualquier lado); la zona que “necesita” seguridad así como la que necesita vigilancia; el lugar que expulsa y por forma lleva implícito un derecho de admisión, etc.

El poder de las formas urbanas sobre el hombre moderno radica en que ellas actúan sobre criterios de valor difundidos por otros medios (comunicacionales) al punto de formar un gusto colectivo que no es específico sino general, masificado. Una forma de leer que tiende a homogeneizarse sobre la multiplicidad de lo ofrecido, como una percepción colectiva no puesta en duda. El caso más común, y repetido el ejemplo, es el poderío económico-financiero expresado en las alturas del rascacielos. El otro, el poder comunicacional del shopping como un templo del consumo (y aquí el concepto de templo está utilizado en toda su dimensión dogmática), que regulará su población de acuerdo tanto a dónde esté implantado como a las firmas que ocupen sus locales. Así, por ejemplo, la clase media baja se autoexcluirá de Galerías Pacífico o Palermo y concurrirá al Abasto o al Spinetto (incluso, una misma marca distribuye, según el barrio y sus posibilidades adquisitivas, determinados tipos de productos en sus diferentes locales. Y para globalizar la idea, distribuye de acuerdo a cada país, y el perfil de su población, esos productos diferenciados); la clase humilde directamente concurrirá a ferias barriales, como La Salada. Las respectivas zonas, en tanto, se garantizarán de mantener un perfil humano que a la vez funcionará como publicidad y como educación: lo que se intenta es justamente borrar las diferencias hacia adentro y acentuarlas hacia afuera.

Del mismo modo, un cine, una librería o un centro cultural acercarán y alejarán, por contenido, a determinadas poblaciones y buscarán insertarse también en zonas ya publicitadas como “cultas” o simplemente “consumidoras”. Es el caso de Palermo Viejo. Se afianza alguna característica, que extraiga al lugar justamente de esa indiferenciación metropolitana (el culto al diseño, al bueno gusto, etc.), y se busca y se refuerza la idea con formas pertinentes, a la vez que se despoja a las otras de las mismas para no confundir públicos y, sobre todo, para no perder beneficios. Lo que se intenta es generar una serie de guetos de iguales que en alguna medida también es la búsqueda de identidad de una determinada zona, una distinción con respecto de otras cosas, su reconocimiento como entidad separable. El problema surge cuando esa identidad se convierte en exclusiva y, sobre todo, excluyente y no se articula con el resto de la ciudad.

La idea fundacional de la modernidad metropolitana, concentrar en una superficie limitada a un gran número de gente para facilitar el control y obtener beneficios, llega a la posmodernidad en su versión potenciada: a menor superficie diferenciada de concentración, mayor especialización, mayores réditos y mayor control. Esto también posibilita que ya no interesen tanto los límites de la ciudad, puesto que ella es ahora entendida y pensada en fragmentos. La forma final de estos fragmentos ya no es un problema a priori sino todo lo contrario: son los objetos arquitectónicos, y los hechos urbanos en general y sus modos de relación, los que le irán dando esa identidad de acuerdo al devenir de los mismos. Una zona de la capital puede tener mucho más que ver con poblaciones alejadas y periféricas que con otras dentro del mismo perímetro (del mismo modo que Touraine dice que un chino puede estar más cerca de uno que el vecino del edificio). Seguramente los habitantes del barrio Lavapiés, poblado mayoritariamente por inmigrantes, tienen mucho más relación con sus países de origen o, en todo caso, con otros sectores periféricos de Madrid, que con la opulenta ciudad que se desarrolla a apenas unas cuadras alrededor.

Por otro lado, la calle, en su rol comunitario y sociabilizador, atenta contra esta pedagogía arquitectónica y, por lo general, privada, por lo que la noticia policial es otro de los grandes medios de los que se dispone para alentar tanto la reclusión como la misantropía. La calle tuvo en los albores de la modernidad un rol protagónico como espacio de encuentro y de intercambio, aglutinante de lenguas, ideas, costumbres y oficios. Incluso, en los conjuntos habitacionales del Movimiento Moderno se intentó, a veces con buenos resultados reproducir esta función social en sus calles internas. Los senderos que vinculan los bloques cumplen, a través del proyecto y del tratamiento del nivel cero, un rol integrador de la población, y no sólo funcional, como ocurre por ejemplo en el Barrio Los Andes, de Beretervide.

Esta forma de proyectar y construir en fragmentos, que están insertos en un contexto al que pertenecen pero al que a la vez niegan, se observa también en otros órdenes de la vida. El ejercicio de la política, por ejemplo, se extendió de los comités de barrio a los medios de difusión y ahora a las redes virtuales, consiguiendo que un discurso, una propuesta, una medida o una plataforma, así como sus debates, no solamente pertenezcan al plano municipal o nacional sino al mundial. Esta habitación en varios planos obliga a proyectarla pensando en capas superpuestas donde van a confluir la historia y las costumbres propias pero también las de afuera. El espacio virtual, inconmensurable y sobre todo impredecible, va a crear esas zonas que Deleuze, otra vez aplicado a los conceptos, llamaba umbrales o indiscernibles, donde lo arrojado a él será interpretado y resignificado de múltiples formas, lo que posicionará también al enunciador en una especie de lugar móvil.

Estética y conocimiento

El hombre metropolitano difícilmente experimente, hoy en día o por lo menos con la misma intensidad, el shock propio de los primeros tiempos de la modernidad industrial frente a la diferencia o la provocación. Acepta las alturas más deshumanas, las multitudes asfixiantes en las horas pico, las intervenciones urbanas más descabelladas, la precariedad de los servicios colapsados, la estreches de sus espacios vitales, como así también los agujeros de pobreza que se abren en plena ciudad, la villa a lado de barrios opulentos, la familia que revuelve en la basura para subsistir o el mendigo durmiendo en el umbral. La ciudad ubica en el mismo plano, el plano de la indiferenciación, una serie de artefactos, espacios, saberes, texturas, voces, silencios y formas, épocas y estilos, y exige cierta tarea intelectual en sus habitantes. En su texto La condición de la Posmodernidad, Harvey cita la novela Soft city, de Jonathan Raban, donde el autor habla de la artisticidad de la vida moderna y afirma que al hombre metropolitano le basta configurar esos elementos para encontrar un sentido personal y que la ciudad le sea significativa. Aclara que esa extrema plasticidad, tanto de la ciudad como de la personalidad, también es la causa de su vulnerabilidad a la locura y la pesadilla.

Sin embargo, en este plano indiferenciado donde se ubican los elementos urbanos, tienen una vital importancia las condiciones que los produjo y el contexto que los recibe. Vital importancia porque de ellos dependerán la apropiación y la experiencia estética, o no, del que la habita. No se trata solamente de que la ciudad fuera un centro de cultura y producción, generadora de conocimientos, de servicios ilimitados, de acceso a las mejores condiciones de habitabilidad, dotada de la mejor infraestructura y donde el ser humano tiene la posibilidad tanto material como espiritual de desarrollar toda su potencialidad. Se trata de que la ciudad contemporánea constituye ella misma una información y un conocimiento que deben ser adquiridos, transmitidos, utilizados y descartados a velocidades variadas y que será directamente proporcional a su grado de modernización y metropolización. No es un conocimiento específico, no es sólo eso, sino más bien potencial en el que la percepción del mismo, como ya lo vimos con Lynch, estará dada a través de su componente estético. Es decir, por esa capacidad ilimitada de generar formas susceptibles de ser percibidas, configuradas, interpretadas y, además, consideradas bellas –belleza dada, por otra parte, no por una propiedad intrínseca sino por su capacidad de comunicar precisamente actualidad.

Con relación a la artisticidad de los hechos urbanos, Rossi plantea que la ciudad comparte con el arte, además de ser una manufactura del hombre, la capacidad de ser material pero, además, ser algo diferente a la materia, son condicionados pero también condicionantes. La imagen y la forma actúan como una contraseña en este collage, contraseña de saber leer, saber ver, saber estar. La capacidad estética de artefactos y espacios urbanos da cuenta de su grado de progreso tecnológico y de su relación con las otras grandes ciudades mundiales que actúan, de alguna forma, como contexto y entorno a veces más decisivos que los geográficos. Las actuales formas urbanas publicitan su propia modernidad, seducen, educan la mirada y la sensibilidad y orientan conductas tanto por el proyecto arquitectónico en sí como por su carga representacional. Es una arquitectura y un urbanismo propagandísticos en los que el mensaje más importante que tienen por comunicar es que se pertenece, tanto a nivel local como global, que se entiende la época, que se la representa de acuerdo a su carácter esencial, que es moviente, veloz y voraz. O, dicho de otra forma, la ciudad da cuenta de sus procesos de desarrollo y condiciones de producción a través de su componente estético allí donde éste se vuelve más singular (o más radical).

Zenda Liendivit

El presente texto es un fragmento del libro «La ciudad como problema estético. De la Modernidad a la Posmodernidad», Capítulo III Collage, Zenda Liendivit, Contratiempo Ediciones, 2009

fuente www.revistacontratiempo.com.ar

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La lotería de Babilonia

Publicada el 31/07/2011 - 31/07/2011 por raas

Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles. Miren: a mi mano derecha le falta el índice.

Miren: por este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuaje bermejo; es el segundo símbolo, Beth. Esta letra, en las noches de luna llena, me confiere poder sobre los hombres cuya marca es Ghimel, pero me subordina a los de Aleph, que en las noches sin luna deben obediencia a los de Ghimel. En el crepúsculo del alba, en un sótano, he yugulado ante una piedra negra toros sagrados. Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían, robaba el pan y no me decapitaban. He conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre. En una cámara de bronce, ante el pañuelo silencioso del estrangulador, la esperanza me ha sido fiel; en el río de los deleites, el pánico. Heráclides Póntico refiere con admiración que Pitágoras recordaba haber sido Pirro y antes Euforbo y antes algún otro mortal; para recordar vicisitudes análogas yo no preciso recurrir a la muerte ni aún a la impostura.

Debo esa variedad casi atroz a una institución que otras repúblicas ignoran o que obra en ellas de modo imperfecto y secreto: la lotería. No he indagado su historia; sé que los magos no logran ponerse de acuerdo; sé de sus poderosos propósitos lo que puede saber de la luna el hombre no versado en astrología. Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad: hasta el día de hoy, he pensado tan poco en ella como en la conducta de los dioses indescifrables o de mi corazón. Ahora, lejos de Babilonia y de sus queridas costumbres, pienso con algún asombro en la lotería y en las conjeturas blasfemas que en el crepúsculo murmuran los hombres velados.

Mi padre refería que antiguamente ¿cuestión de siglos, de años? la lotería en Babilonia era un juego de carácter plebeyo. Refería (ignoro si con verdad) que los barberos despachaban por monedas de cobre rectángulos de hueso o de pergamino adornados de símbolos. En pleno día se verificaba un sorteo: los agraciados recibían, sin otra corroboración del azar, monedas acuñadas de plata. El procedimiento era elemental, como ven ustedes.

Naturalmente, esas «loterías» fracasaron. Su virtud moral era nula. No se dirigían a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza. Ante la indiferencia pública, los mercaderes que fundaron esas loterías venales, comenzaron a perder el dinero. Alguien ensayó una reforma: la interpolación de unas pocas suertes adversas en el censo de números favorables. Mediante esa reforma, los compradores de rectángulos numerados corrían el doble albur de ganar una suma y de pagar una multa a veces cuantiosa. Ese leve peligro (por cada treinta números favorables había un número aciago) despertó, como es natural, el interés del público. Los babilonios se entregaron al juego. El que no adquiría suertes era considerado un pusilánime, un apocado. Con el tiempo, ese desdén justificado se duplicó. Era despreciado el que no jugaba, pero también eran despreciados los perdedores que abonaban la multa. La Compañía (así empezó a llamársela entonces) tuvo que velar por los ganadores, que no podían cobrar los premios si faltaba en las cajas el importe casi total de las multas. Entabló una demanda a los perdedores: el juez los condenó a pagar la multa original y las costas o a unos días de cárcel. Todos optaron por la cárcel, para defraudar a la Compañía. De esa bravata de unos pocos nace el todo poder de la Compañía: su valor eclesiástico, metafísico.

Poco después, los informes de los sorteos omitieron las enumeraciones de multas y se limitaron a publicar los días de prisión que designaba cada número adverso. Ese laconismo, casi inadvertido en su tiempo, fue de importancia capital. Fue la primera aparición en la lotería de «elementos no pecuniarios». El éxito fue grande. Instada por los jugadores, la Compañía se vio precisada a aumentar los números adversos.

Nadie ignora que el pueblo de Babilonia es muy devoto de la lógica, y aun de la simetría. Era incoherente que los números faustos se computaran en redondas monedas y los infaustos en días y noches de cárcel. Algunos moralistas razonaron que la posesión de monedas no siempre determina la felicidad y que otras formas de la dicha son quizá más directas.

Otra inquietud cundía en los barrios bajos. Los miembros del colegio sacerdotal multiplicaban las puestas y gozaban de todas las vicisitudes del terror y de la esperanza; los pobres (con envidia razonable o inevitable) se sabían excluidos de ese vaivén, notoriamente delicioso. El justo anhelo de que todos, pobres y ricos, participasen por igual en la lotería, inspiró una indignada agitación, cuya memoria no han desdibujado los años. Algunos obstinados no comprendieron (o simularon no comprender) que se trataba de un orden nuevo, de una etapa histórica necesaria… Un esclavo robó un billete carmesí, que en el sorteo lo hizo acreedor a que le quemaran la lengua. El código fijaba esa misma pena para el que robaba un billete. Algunos babilonios argumentaban que merecía el hierro candente, en su calidad de ladrón; otros, magnánimos, que el verdugo debía aplicárselo porque así lo había determinado el azar… Hubo disturbios, hubo efusiones lamentables de sangre; pero la gente babilónica impuso finalmente su voluntad, contra la oposición de los ricos.

El pueblo consiguió con plenitud sus fines generosos. En primer término, logró que la Compañía aceptara la suma del poder público. (Esa unificación era necesaria, dada la vastedad y complejidad de las nuevas operaciones.) En segundo término, logró que la lotería fuera secreta, gratuita y general. Quedó abolida la venta mercenaria de suertes. Ya iniciado en los misterios de Bel, todo hombre libre automáticamente participaba en los sorteos sagrados, que se efectuaban en los laberintos del dios cada sesenta noches y que determinaban su destino hasta el otro ejercicio. Las consecuencias eran incalculables. Una jugada feliz podía motivar su elevación al concilio de magos o la prisión de un enemigo (notorio o íntimo) o el encontrar, en la pacífica tiniebla del cuarto, la mujer que empieza a inquietarnos o que no esperábamos reveer; una jugada adversa: la mutilación, la variada infamia, la muerte. A veces un solo hecho -el tabernario asesinato de C, la apoteosis misteriosa de B- era la solución genial de treinta o cuarenta sorteos. Combinar las jugadas era difícil; pero hay que recordar que los individuos de la Compañía eran (y son) todopoderosos y astutos.

En muchos casos, el conocimiento de que ciertas felicidades eran simple fábrica del azar  hubiera aminorado su virtud; para eludir ese inconveniente, los agentes de la Compañía usaban de las sugestiones y de la magia. Sus pasos, sus manejos, eran secretos. Para indagar las íntimas esperanzas y los íntimos terrores de cada cual, disponían de astrólogos y de espías. Había ciertos leones de piedra, había una letrina sagrada llamada Qaphqa, había unas grietas en un polvoriento acueducto que, según opinión general, daban a la Compañía; las personas malignas o benévolas depositaban delaciones en esos sitios. Un archivo alfabético recogía esas noticias de variable veracidad.

Increíblemente, no faltaron murmuraciones. La Compañía, con su discreción habitual, no replicó directamente. Prefirió borrajear en los escombros de una fábrica de caretas un argumento breve, que ahora figura en las escrituras sagradas. Esa pieza doctrinal observaba que la lotería es una interpolación del azar en el orden del mundo y que aceptar errores no es contradecir el azar: es corroborarlo. Observaba asimismo que esos leones y ese recipiente sagrado, aunque no desautorizados por la Compañía (que no renunciaba al derecho de consultarlos), funcionaban sin garantía oficial.

Esa declaración apaciguó las inquietudes públicas. También produjo otros efectos, acaso no previstos por el autor. Modificó hondamente el espíritu y las operaciones de la Compañía. Poco tiempo me queda; nos avisan que la nave está por zarpar; pero trataré de explicarlo. Por inverosímil que sea, nadie había ensayado hasta entonces una teoría general de los juegos. El babilonio es poco especulativo. Acata los dictámenes del azar, les entrega su vida, su esperanza, su terror pánico, pero no se le ocurre investigar sus leyes laberínticas, ni las esferas giratorias que lo revelan. Sin embargo, la declaración oficiosa que he mencionado inspiró muchas discusiones de carácter jurídico-matemático. De alguna de ellas nació la conjetura siguiente: Si la lotería es una intensificación del azar, una periódica infusión del caos en el cosmos ¿no convendría que el azar interviniera en todas las etapas del sorteo y no en una sola? ¿No es irrisorio que el azar dicte la muerte de alguien y que las circunstancias de esa muerte -la reserva, la publicidad, el plazo de una hora o de un siglo- no estén sujetas al azar? Esos escrúpulos tan justos provocaron al fin una considerable reforma, cuyas complejidades (agravadas por un ejercicio de siglos) no entienden sino algunos especialistas; pero que intentaré resumir, siquiera de modo simbólico.

Imaginemos un primer sorteo, que dicta la muerte de un hombre. Para su cumplimiento se procede a un otro sorteo, que propone (digamos) nueve ejecutores posibles. De esos ejecutores, cuatro pueden iniciar un tercer sorteo que dirá el nombre del verdugo, dos pueden reemplazar la orden adversa por una orden feliz (el encuentro de un tesoro, digamos), otro exacerbará la muerte (es decir la hará infame o la enriquecerá de torturas), otros pueden negarse a cumplirla… Tal es el esquema simbólico. En la realidad el número de sorteos es infinito. Ninguna decisión es final, todas se ramifican en otras. Los ignorantes suponen que infinitos sorteos requieren un tiempo infinito; en realidad basta que el tiempo sea infinitamente subdivisible, como lo enseña la famosa parábola del Certamen con la Tortuga. Esa infinitud condice de admirable manera con los sinuosos números del Azar y con el Arquetipo Celestial de la Lotería, que adoran los platónicos…

Algún eco deforme de nuestros ritos parece haber retumbado en el Tíber: Ello Lampridio, en la Vida de Antonino Heliogábalo, refiere que este emperador escribía en conchas las suertes que destinaba a los convidados, de manera que uno recibía diez libras de oro y otro diez moscas, diez lirones, diez osos. Es lícito recordar que Heliogábalo se educó en el Asia Menor, entre los sacerdotes del dios epónimo. También hay sorteos impersonales, de propósito indefinido: uno decreta que se arroje a las aguas del Eufrates un zafiro de Taprobana; otro, que desde el techo de una torre se suelte un pájaro; otro, que cada siglo se retire (o se añada) un gramo de arena de los innumerables que hay en la playa. Las consecuencias son, a veces, terribles. Bajo el influjo bienhechor de la Compañía, nuestras costumbres están saturadas de azar. El comprador de una docena de ánforas de vino damasceno no se maravillará si una de ellas encierra un talismán o una víbora; el escribano que redacta un contrato no deja casi nunca de introducir algún dato erróneo; yo mismo, en esta apresurada declaración he falseado algún esplendor, alguna atrocidad. Quizá, también, alguna misteriosa monotonía… Nuestros historiadores, que son los más perspicaces del orbe, han inventado un método para corregir el azar; es fama que las operaciones de ese método son (en general) fidedignas; aunque, naturalmente, no se divulgan sin alguna dosis de engaño. Por lo demás, nada tan contaminado de ficción como la historia de la Compañía…

Un documento paleográfico, exhumado en un templo, puede ser obra del sorteo de ayer o de un sorteo secular. No se publica un libro sin alguna divergencia entre cada uno de los ejemplares. Los escribas prestan juramento secreto de omitir, de interpolar, de variar. También se ejerce la mentira indirecta.

La Compañía, con modestia divina, elude toda publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos; las órdenes que imparte continuamente (quizá incesantemente) no difieren de las que prodigan los impostores. Además ¿quién podrá jactarse de ser un mero impostor? El ebrio que improvisa un mandato absurdo, el soñador que se despierta de golpe y ahoga con las manos a la mujer que duerme a su lado ¿no ejecutan, acaso, una secreta decisión de la Compañía? Ese funcionamiento silencioso, comparable al de Dios, provoca toda suerte de conjeturas. Alguna abominablemente insinúa que hace ya siglos que no existe la Compañía y que el sacro desorden de nuestras vidas es puramente hereditario, tradicional; otra la juzga eterna y enseña que perdurará hasta la última noche, cuando el último dios anonade el mundo. Otra declara que la Compañía es omnipotente, pero que sólo influye en cosas minúsculas: en el grito de un pájaro, en los matices de la herrumbre y del polvo, en los entresueños del alba. Otra, por boca de heresiarcas enmascarados, que no ha existido nunca y no existirá. Otra, no menos vil, razona que es indiferente afirmar o negar la realidad de la tenebrosa corporación, porque Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares. Fin

Jorge Luis Borges
1974

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La institución de la violencia

Publicada el 28/07/2011 - 28/07/2011 por raas

En 1925, algunos artistas y escritores franceses que firmaban en nombre de la «revolución surrealista», dirigieron a los directores de hospitales psiquiátricos un manifiesto que terminaba con estas palabras: «Mañana, a la hora de la visita, cuando ustedes intenten sin la ayuda de léxico alguno comunicarse con estos hombres, podrán ustedes recordar y reconocer que sólo tienen sobre ellos una superioridad: la fuerza».

Cuarenta años más tarde –sometidos como estamos, en la mayoría de los países europeos, a una antigua ley, aún dubitativa, entre la asistencia y la seguridad, la piedad y el miedo-, la situación no es diferente: limitaciones, burocracia y autoritarismo regulan la vida de los internados para los cuales ya había reclamado Pinel en su momento el derecho a la libertad… El psiquiatra parece que aún no ha descubierto que el primer paso hacia la curación del enfermo es el retorno a la libertad, de la cual él mismo le ha privado hasta hoy. En la compleja organización del espacio cerrado, donde el enfermo mental se ha visto reducido durante siglos, las necesidades del régimen, del sistema, sólo han exigido del médico un papel de vigilante, de tutor interior, de moderador de los excesos a los cuales podía abocar la enfermedad: el sistema tenía más validez que el objeto de sus cuidados.

Pero hoy el psiquiatra se da cuenta de que los primeros pasos hacia la «apertura» del manicomio producen en el enfermo un cambio gradual de su manera de situarse en relación con la enfermedad y el mundo; de su forma de ver las cosas, restringida y disminuida no sólo por la condición mórbida, sino por un prolongado internamiento. Desde que franquea el muro del internado, el enfermo penetra en una dimensión de la vida emocional…, se le introduce, en resumen, en un espacio concebido desde sus mismos orígenes para hacerle inofensivo y cuidarle, pero que se revela, en la práctica y de forma paradójica, como un lugar construido para aniquilar la individualidad: el lugar de su objetivación total…

Sin embargo, en el curso de estas primeras etapas hacia la transformación del manicomio en un hospital de curación, el enfermo no se presenta ya como un hombre resignado y sometido a nuestra voluntad, intimidado por la fuerza y por la autoridad de sus vigilantes… Se presenta como un enfermo, transformado en objeto por la enfermedad, pero que ya no acepta ser objetivado por la mirada del médico que le mantiene a distancia. La agresividad –que, como expresión de la enfermedad, pero sobre todo de la institucionalización, rompía de vez en cuando el estado de apatía y de desinterés-, cede el paso, en numerosos pacientes, a una nueva agresividad, surgida, más allá de sus particulares delirios, del sentimiento oscuro de una «injusticia»: la de no ser considerados como hombres desde el momento en que están en «el manicomio».

Es entonces cuando el hospitalizado, con una agresividad que trasciende la misma enfermedad, descubre su derecho a vivir una vida humana…

Para que el asilo de alienados, después de la destrucción progresiva de sus estructuras alienantes, no se convierta en un irrisorio asilo de domésticos agradecidos, el único punto en el cual al parecer puede apoyarse, es precisamente la agresividad individual. Esta agresividad –que nosotros, los psiquiatras, buscamos para fundar en ella una relación auténtica con el paciente- permitirá instaurar una tensión recíproca, que actualmente puede servir para romper los lazos de autoridad y de paternalismo que han representado, hasta ahora, una causa de institucionalización… (agosto de 1964)

(…) Por lo que a nosotros concierne, nos encontramos ante una situación extremadamente institucionalizada en todos los sectores: enfermos, enfermedades, médicos… Hemos intentado provocar una situación de ruptura, de forma que haga salir los tres polos de la vida hospitalaria de sus roles cristalizados, sometiéndolos a un juego de tensiones y de contratensiones en el cual todos se encontrarán implicados y serán responsables. Esto significa correr un «riesgo», única forma de poner en un plano de igualdad a enfermos y médicos, enfermos y staff, unidos en la misma causa, tendiendo hacia un fin común.

Esta tensión debía servir de base a la nueva estructura: si ésta era relajada, todo caería de nuevo en la situación institucionalizada anterior… La nueva situación interna debía, pues, desarrollarse a partir de la base, y no de la cúspide, en el sentido de que, lejos de presentarse como un esquema al cual la vida comunitaria debía corresponder, esta misma vida estaba llamada a engendrar un orden respondiendo a sus exigencias y a sus necesidades; en vez de fundarse sobre una regla impuesta desde arriba, la organización se convertía, por sí misma, en un acto terapéutico…

No obstante, si la enfermedad está igualmente unida, como sucede en la mayoría de los casos, a factores sociales a nivel de resistencia al impacto de una sociedad que desconoce al hombre y sus exigencias, la solución de un problema tan grave sólo puede hallarse en una posición socioeconómica que permita, además, la reintegración progresiva de aquellos que han sucumbido bajo el esfuerzo, que no han podido jugar el juego. Cualquier intento de abordar el problema sólo servirá para demostrar que esta empresa es posible, pero queda inevitablemente aislada –y, por lo tanto, ausente de la menor significación social-, mientras no vaya unida a un movimiento estructural de base que tenga en cuenta las realidades que encuentra el enfermo mental a su salida del hospital: el trabajo que no encuentra, el medio que le rechaza, las circunstancias que, en vez de ayudarle a reintegrarse, le empujan poco a poco hacia los muros del hospital psiquiátrico. Considerar una reforma de la ley psiquiátrica actual significa no sólo enfrentarse con otros sistemas y otras reglas sobre las cuales fundar la nueva organización, sino, sobre todo, atacar los problemas de orden social que van unidos a ella… (marzo de 1965)

Cualquier sociedad cuyas estructuras se basan únicamente en diferencias de cultura y de clase, así como también en sistemas competitivos, crea en sí misma áreas de compensación para sus propias contradicciones, en las cuales puede concretar la necesidad de negar o de fijar objetivamente una parte de su subjetividad…

El racismo, bajo todas sus formas, es únicamente la expresión de esta necesidad de áreas compensadoras. Y opera de este modo ante la existencia de los asilos de alienados –símbolo de lo que se podrían denominar «reservas psiquiátricas», comparables al «apartheid» del negro o al ghetto-, con la expresa voluntad de excluir todo aquello de lo cual duda porque es desconocido e inaccesible. Una voluntad justificada, y científicamente confirmada, por una psiquiatría que ha considerado el objeto de su estudio como incomprensible, y por lo tanto, fácilmente relegable en la cohorte de los excluidos…

El enfermo mental es un excluido que, en una sociedad como la actual, nunca podrá oponerse a lo que le excluye, puesto que cada uno de sus actos se encuentra constantemente circunscrito y definido por la enfermedad. La psiquiatría es, pues, la única manera –en su doble papel médico y social-, de informar al enfermo de la naturaleza de su enfermedad, y de lo que le ha hecho la sociedad al excluirle: sólo tomando conciencia de haber sido excluido y rechazado podrá, el enfermo mental, rehabilitarse del estado de institucionalización en que se le ha sumido…

Porque es aquí, detrás de los muros del asilo de alienados, que la psiquiatría clásica ha demostrado su fracaso: en efecto, en presencia del problema del enfermo mental, ha tendido hacia una solución negativa, separándole de su contexto social y por lo tanto de su humanidad… Colocado a viva fuerza en un lugar donde las modificaciones, las humillaciones y la arbitrariedad son la regla, el hombre –sea cual fuere su estado mental-, se objetiviza poco a poco, identificándose con las leyes del internamiento. Su caparazón de apatía, de indiferencia y de insensibilidad, sólo sería en suma un acto desesperado de defensa contra un mundo que le excluye y después le aniquila: el último recurso personal de que dispone el enfermo para oponerse a la experiencia insoportable de vivir conscientemente una existencia de excluido. (diciembre de 1966)

Si, originalmente, el enfermo sufre la pérdida de su identidad, la institución y los parámetros psiquiátricos le han confeccionado otra, a partir del tipo de relación objetivante que han establecido con él y los estereotipos culturales de los cuales le han rodeado. Así, pues, se puede decir que el enfermo mental, colocado en una institución cuya finalidad terapéutica resulta ambigua por su obstinación en no querer ver más que un cuerpo enfermo, se ve abocado a hacer de esta institución su propio cuerpo, asimilando la imagen de sí mismo, que ésta le impone…

El enfermo, que ya sufre una pérdida de libertad que puede considerarse como característica de la enfermedad, se ve obligado a adherirse a este nuevo cuerpo, negando cualquier idea, cualquier acto, cualquier aspiración autónoma que pudieran permitirle sentirse siempre vivo, siempre él mismo. Se convierte en un cuerpo vivido en la institución y por ella, hasta el punto de ser asimilado por la misma, como parte de sus propias estructuras físicas.

«Antes de partir, las cerraduras y los enfermos fueron controlados», puede leerse en las notas redactadas por un turno de enfermeros del equipo siguiente, para garantizar el perfecto funcionamiento del servicio. Llaves, cerraduras, barrotes, enfermos, todo forma parte, sin distinción del material del hospital, del cual son responsables los médicos y los enfermeros… El enfermo es ya únicamente un cuerpo institucionalizado, que se vive como un objeto y que, a veces, intenta –cuando aún no está completamente domado-, reconquistar mediante acting-out, aparentemente incomprensibles, los caracteres de un cuerpo personal, de un cuerpo vivido, rehusando identificarse con la institución.

Franco Basaglia

extracto del libro La institución negada, Informe de un hospital psiquiátrico. Franco Basaglia (Barral Editores, 1972)

fuente www.revistacontratiempo.com.ar

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Océanos al borde de la catástrofe

Publicada el 21/07/2011 - 21/07/2011 por raas

Los océanos del mundo se enfrentan a una pérdida de especies sin precedentes comparable con las grandes extinciones masivas de la prehistoria, sugiere hoy un importante informe.

Los mares están degenerando mucho más rápido de lo que nadie ha predicho, dice el informe, debido al impacto cumulativo de una serie de factores estresantes individuales, que van desde el calentamiento climático a la acidificación del agua de mar, a la contaminación química generalizada y a la brutal sobrepesca.

La conjunción de estos factores amenaza ahora el entorno marino con una catástrofe “sin precedentes en la historia humana”, según el informe de un panel de destacados oceanógrafos reunidos en Oxford a principios de este año por el Programa Internacional sobre el Estado del Océano (IPSO, por sus siglas en inglés) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).

La sombría sugerencia hecha por el panel es que la extinción potencial de especies, de grandes peces a un extremo de la escala a pequeños corales al otro, es directamente comparable con las cinco grandes extinciones masivas en el historial geológico, durante cada una de las cuales murió gran parte de la vida en el mundo. Van desde el “evento” Ordoviciense-Silúrico de hace 450 millones de años a la extinción del Cretácico-Terciario de hace 65 millones de años, que se cree que eliminó a los dinosaurios. Se piensa que el peor de todos, el evento al final del período Pérmico, hace 251 millones de años, eliminó un 70% de las especies en tierra y un 96% de todas las especies en el mar.

El panel de 27 científicos, que consideró la última investigación de todas las áreas de la oceanografía, concluyó que una “combinación de factores estresantes está creando las condiciones asociadas con cada importante extinción anterior de especies en la historia de la Tierra”. También concluyeron que:

-La rapidez y tasa de degeneración de los océanos es mucho más rápida de lo que se había predicho.
-Muchos de los impactos negativos identificados son mayores que las peores predicciones.
-Los primeros pasos hacia una extinción globalmente significativa pueden haber comenzado ya.

“Los resultados son inquietantes”, dijo el doctor Alex Rogers, profesor de biología de la conservación en la Universidad Oxford y director científico del IPSO. “Al considerar el efecto cumulativo de lo que la humanidad hace a los océanos, las implicaciones se hicieron mucho peores de lo que habíamos pensado individualmente”.

“Se trata de una situación muy seria que exige acción inequívoca a todos los niveles. Estamos ante consecuencias para la humanidad que impactarán durante nuestra vida, y peor todavía, en la vida de nuestros hijos y generaciones después”. Al estudiar la investigación reciente, el panel de expertos “encontró evidencia firme” de que los efectos del cambio climático, combinados con otros impactos inducidos por los seres humanos como ser la sobrepesca y los residuos de nutrientes de la agricultura, ya han causado una disminución dramática de la salud de los océanos.

No solo hay graves disminuciones en numerosas especies de peces, hasta llegar a la extinción comercial en algunos casos, y una tasa “sin paralelo” de extinción regional de algunos tipos de hábitat, como mangles y praderas de hierbas marinas, sino algunos ecosistemas marinos completos, como arrecifes de coral, podrían haber desaparecido dentro de una generación.

El informe dice: “El aumento de hipoxia [bajos niveles de oxígeno] y anoxia [ausencia de oxígeno, conocidas como zonas de océanos muertos], combinadas con calentamiento del océano y acidificación, son los tres factores que han estado presentes en cada evento de extinción masiva en la historia de la Tierra.»

“Existe fuerte evidencia científica de que estos tres factores vuelven a combinarse en el océano, exacerbados por múltiples estresantes severos. El panel científico concluyó que un nuevo evento de extinción es inevitable si continúa la actual trayectoria de daño.”

El panel destacó una serie de indicadores que muestran la gravedad de la situación. Dijo, por ejemplo, que un solo caso de emblanquencimiento masivo de coral en 1998 mató un 16% de todos los arrecifes de coral del mundo, y señaló que la sobrepesca ha reducido algunas poblaciones de peces comerciales y poblaciones de especies de bycatch [pesca incidental] en más de un 90%.

Reveló que la nueva investigación científica sugiere que los contaminantes, incluidos químicos ignífugos y almizcles sintéticos encontrados en detergentes, se encuentran en los mares polares, y que estos productos químicos pueden ser absorbidos por minúsculas partículas de plástico en el océano que por su parte son ingeridas por criaturas marinas como los peces que se alimentan en el fondo.

Las partículas plásticas también ayudan al transporte de algas de un sitio a otro, aumentando las floraciones nocivas de algas, que también son causadas por el influjo de contaminación rica en nutrientes de tierras labradas.

Los expertos estuvieron de acuerdo en que cuando se suman éstas y otras amenazas, el océano y los ecosistemas en su interior son incapaces de recuperarse, al sufrir constantemente múltiples ataques.

El informe presenta una serie de recomendaciones y llamados a los Estados, cuerpos regionales y a las Naciones Unidas para estatuir medidas que conserven mejor los ecosistemas de los océanos, y en particular demanda la adopción urgente de una mejor administración del mar abierto, en gran parte desprotegido.

“Los principales expertos en océanos del mundo están sorprendidos por la tasa y magnitud de los cambios que estamos viendo”, dijo Dan Laffoley, el asesor sénior de la IUCN sobre oceanografía y conservación. “Los desafíos para el futuro del océano son vastos, pero, a diferencia de generaciones anteriores, sabemos lo que hay que hacer. El momento para proteger el corazón azul de nuestro planeta es ahora, hoy y urgente.”

Las conclusiones del informe se presentarán esta semana en las Naciones Unidas, cuando los delegados comiencen las discusiones sobre la reforma de la administración de los océanos.

Las cinco grandes extinciones

-La extinción del Cretácico-Terciario hace 65,5 millones de años.

El plancton, que forma el primer eslabón de la cadena alimentaria del océano, fue fuertemente afectado en un evento que también incluyó la desaparición de los últimos dinosaurios no avianos. Los gigantescos mosasaurios y plesiosaurios también abandonaron los mares. Se piensa que fue causado por un asteroide o erupciones volcánicas.

-La extinción Triásica-Jurásica, hace 205 millones de años

Este período, que tuvo un profundo efecto en el mar y la tierra, incluyó la desaparición de un 20% de todas las familias marinas. En total, la mitad de las especies conocidas que vivían en la Tierra en esa época se extinguieron. El cambio gradual del clima, las fluctuaciones de los niveles del mar y las erupciones volcánicas forman parte de los motivos citados para la desaparición de las especies.

-La extinción Pérmico-Triásica, hace 251 millones de años

Un período conocido como la “gran extinción” fue el más severo de los eventos de extinción de la Tierra, cuando se perdió un 96% de las especies marinas, así como casi tres cuartos de las especies terrestres. El planeta tardó mucho en recuperarse de lo que también se ha llamado “la madre de todas las extinciones masivas”.

-La extinción del final del Devónico, hace 360-375 millones de años

Tres cuartos de todas las especies de la Tierra murieron en un período que puede haber comprendido varios millones de años. Los mares poco profundos fueron los más afectados y los arrecifes no se recuperaron durante otros 100 millones de años. Los cambios en el nivel del mar y el cambio climático estaban entre las presuntas causas.

-Las extinciones masivas del Ordovícico-Silúrico, hace entre 440 y 450 millones de años

La tercera mayor extinción en la historia de la Tierra tuvo dos picos. Durante la del Ordovícico, la mayor parte de la vida estaba en el mar, por lo tanto fueron criaturas marinas como trilobitas, braquiópodos y graptolites las que se redujeron drásticamente. En total, aproximadamente un 85% de las especies marinas fue eliminado.

Olas de destrucción

El Primer Análisis del informe del panel evalúa el “trío letal” de factores: calentamiento global, acidificación de los océanos y anoxia (ausencia de oxígeno). La mayoría de las cinco extinciones globales masivas de la prehistoria, si no todas, llevan la huella de esas “perturbaciones de carbono”, dice el informe, y el “trío letal” está presente actualmente en el océano.

El Segundo Análisis considera los arrecifes de corales, y el hecho de que esas “selvas forestales del mar” (así llamadas por su riqueza en especies) enfrentan ahora múltiples amenazas. El panel concluyó que esas amenazas, al actuar en conjunto (contaminación, acidificación, calentamiento, sobrepesca), tendrán mayor impacto que si estuvieran ocurriendo de una en una, y por lo tanto habrá que corregir las previsiones de cómo reaccionarán los arrecifes de coral al calentamiento global.

El Tercer Análisis examina la contaminación, que es un problema antiguo, pero que puede estar presentando nuevas amenazas, ya que una amplia gama de productos químicos nuevos se encuentra ahora en ecosistemas marinos, desde farmacéuticos a ignífugos, y algunos son conocidos por ser disruptores endocrinos o porque pueden dañar sistemas inmunes. La basura marina, especialmente los plásticos, es una inmensa causa de preocupación.

El Cuarto Análisis considera la sobrepesca: se concentra en el bahaba chino, un pez gigante que fue descrito por primera vez por científicos a principios de los años treinta, y que ahora está en peligro crítico: ha pasado de su descubrimiento a su casi desaparición en menos de 70 años. Un estudio reciente mostró que un 63% de las existencias evaluadas de peces en todo el mundo son sobre-explotadas o se han reducido drásticamente.

Michael McCarthy

Traducido del inglés por Germán Leyens

fuente: www.biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Noticias/Oceanos_al_borde_de_la_catastrofe

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(revista) Etcétera. Correspondencia de la guerra social nº48

Publicada el 21/07/2011 - 21/07/2011 por raas

Etcétera, andadura peculiar iniciada a finales de los 70 y principios de los 80, a la vez como edición de libros, grupo de afinidad, lugar de encuentro y de debate, y revista: correspondencia de la guerra social. En la página web podréis encontrar los últimos números de la revista así como su sumario general, un catálogo de los libros y correspondencia que nos va llegando.

Descargar en PDF aquí o acá

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La antipsiquiatria y las ‘nuevas tecnicas’

Publicada el 21/07/2011 - 21/07/2011 por raas

De vez en cuando se confirma un cierto equívoco sobre la antipsiquiatría al entenderla como una nueva técnica «especializada» de la ciencia psiquiátrica. La antipsiquiatría (me gustaría aclarar mi criterio sobre esta cuestión ya que el movimiento que yo represento en Italia se puede definir como anti-institutional o antipsiquiátrico) no es una técnica, ni una nueva metodología a incluir dentro del campo psiquiátrico, sino un movimiento de negación y de transformación que tiende a poner en discusión los esquemas y parámetros que se consideran como valores absolutos.

Es pues, un movimiento crítico que va más lejos del simple problema especializado enfrentándose a una ciencia que ha pasado a ser metafísica, dogmática, y que no responde a nivel práctico al enfermo y a su enfermedad, sino que se limita a la separación del sano y del enfermo y, por consiguiente, a la codificación de la enfermedad siguiendo unos esquemas establecidos como inmutables.

En este movimiento podemos encontrar el proceso a través del cual las técnicas del pasado y las actuales, psiquiátricas y psicoterapéuticas, han vivido su momento antipsiquiátrico -la nueva hipótesis crítica frente a la regla codificada- antes de perder su carácter dinámico y antes de transformarse, a través de la racionalización de sus métodos, en una nueva forma de control. Lo que, sin embargo, parece caracterizar al movimiento antipsiquiátrico y, más aún, al movimiento anti-institucional y que ha provocado las reacciones del círculo psiquiátrico es, quizá, la negativa a convertirse en un modelo técnico definido (es decir, la negativa a racionalizar su propio método para poder continuar en la tentativa de respuesta a la realidad) y la toma de conciencia de la función de todas las ciencias humanas (incluida la psiquiatría) como instrumentos de conservación de los valores dominantes.

En definitiva, la agresividad manifestada respecto del movimiento antipsiquiátrico y anti-institucional se explica en tanto que, con dicho movimiento, el problema de la asistencia psiquiátrica sale del coto cerrado de los especialistas y pasa a ser un debate público cuya significación y naturaleza deben comprender los propios usuarios del servicio (el debate no puede ya resolverse sólo a un nivel científico, sino que deberá ser verificado con el objeto de la psiquiatría -el internado de nuestros manicomios- como resultado del derecho que le da su quiebra).

Respecto a la acusación de la excesiva politización de un campo que debería guardar la neutralidad típica de una intervención científica, se puede decir que lo que caracteriza al movimiento anti-institucional es precisamente la toma de conciencia de la función del control (al servicio del poder) implícita en el papel de los psiquiatras como protectores del orden público.

La diferencia cualitativa entre la «Flichiatrie» (psiquiatría represiva) y la «politichatrie» (la politización de la psiquiatría, en el lenguaje de mis colegas franceses) es, precisamente, el hecho de que esta última ha tornado conciencia de ser una «flichiatrie» e intenta oponerse a este papel y denunciar prácticamente su función.

La acusación de excesiva politización vale, pues, si uno se contenta con creer en la neutralidad de la ciencia, aunque esto es difícilmente sostenible si se tiene en cuenta lo que ocurre en aquellas clases sociales a las que pertenecen los que reciben todas las sanciones de nuestras instituciones represivo-punitivo-terapéuticas. La definición de la enfermedad asume, de hecho, significaciones y evoluciones diversas según la condición social de los pacientes y es un poco problemático -o un mucho descarado- continuar sosteniendo ese principio de neutralidad.

Así, la experiencia anti-institucional o antipsiquiátrica no puede ser entendida como una técnica sino como un movimiento global que incluye el mundo existencial, social y político tanto del enfermo como del que trabaja en el campo social. Sólo bajo esta dimensión global se pueden comprender el tratamiento, la terapia, la curación, como lo que son, esto es una ocasión y un instrumento de discriminación para eliminar el mayor número de elementos posibles de perturbación social. Orden público y enfermedad mental están siempre estrechamente asociados ya que la enfermedad no es nunca tratada como problema técnico específico sino como manifestación anormal del comportamiento que sobrepasa el límite que la sociedad ha establecido.

En este sentido el psiquiatra debe, en primer lugar, comprender que no puede limitarse a establecer los cánones del grupo social al que representa determinando cuál es el enfermo que debe aceptar y establecer y cuál es el que ha de eliminar sino que, más bien, lo que determina en realidad es su propia adhesión a los valores dominantes y su capacidad de adaptación a los mismos. Los manicomios, la «naturaleza» de los internados y la práctica del psiquiatra en los mismos son una demostración permanente de lo dicho.

Hablar de tratamiento durante el largo período de los estados psicóticos significa, por consiguiente, según el planteamiento antipsiquiátrico, hablar de tratamiento durante el largo período de las instituciones-manicomio en las que es la vida institucional misma la que cronifica y psicotiza cada tipo de problemas, imponiéndoles el aspecto de enfermedad-manicomio. Pero una vez lograda la transformación de las instituciones psiquiátricas, mediante las nuevas técnicas de manipulación y de control, la comunidad externa comprende que puede utilizarlas en las instalaciones denominadas libres -familia, escuela, fábrica, ejército…- como amplificación y dilatación del poder. En el futuro, según esta lógica, no habrá ya más tratamientos durante los largos períodos de los estados psicóticos sino que estaremos todos englobados en un largo tratamiento en el mundo de la psicoterapia, de la ergoterapia, de las técnicas de rehabilitación de acuerdo con un centro de poder cada vez más restringido que delegará en los técnicos la función de crear continuamente nuevas ideologías para utilizarlas como instrumentos de discriminación y de división.

Franco Basaglia *

Extracto del libro de Franco Basaglia. La Antipsiquiatría y las «Nuevas Técnicas». Zona Erógena. No. 3. 1991.

* Principal figura del movimiento italiano Psiquiatría Democrática, cuyo hito principal fue la aprobación en 1978 de la ley 180 que dispone el cierre de los hospitales Psiquiátricos italianos.

fuente: www.educ.ar

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Facundo Cabral: un autista que hizo historia con su guitarra

Publicada el 10/07/2011 - 10/07/2011 por raas

Facundo Cabral, juglar de la canción popular argentina, tuvo una vida marcada por el abandono, la pobreza y el dolor, a los que se sobrepuso con una “fuerza espiritual” que fue además motor de su arte y de su mensaje a favor de la paz y la vida.

“Soy un vagabundo first class”, se definió Cabral hace unos pocos meses, en una de sus últimas entrevistas, en la que señaló que de él “no se podía esperar nada” y finalmente tuvo una “vida extraordinaria”.

Esa vida, que se apagó hoy de una forma trágica y violenta en Guatemala, comenzó el 22 de mayo de 1937 en la ciudad bonaerense de La Plata, en el seno de una familia marcada por el abandono de su padre, Rodolfo, cuando Cabral aún estaba en el vientre de su madre.

“Soy un tipo de suerte”, dijo el artista, al relatar que él y dos hermanos son sobrevivientes de un total de siete hijos que tuvo su madre, Sara, quien sola, acosada por la pobreza, resolvió mudarse a Tierra del Fuego, en el extremo sur de Argentina.

Fue autista, según dijo

Autista, según reveló alguna vez el propio artista, Cabral dijo su primera palabra a los 6 años, al pronunciar el nombre de su madre.

Volvió a hablar a los 9, cuando detuvo el auto oficial que trasladaba al entonces presidente Juan Domingo Perón, le preguntó si había trabajo y la esposa del mandatario, Evita, se alegró de que “por fin” alguien pidiera empleo y no limosna y ordenó a los suyos que le dieran un trabajo a Sara.

Así, la familia se traslada a la ciudad bonaerense de Tandil, donde Cabral, mientras trabaja como peón rural, toma contacto con la música folclórica, pero también con el alcohol y la delincuencia.

Estuvo en un reformatorio

Por robar, es enviado a un reformatorio, donde, gracias a un jesuita, mitiga su comportamiento violento entre los libros de una biblioteca.

Finalmente se escapa y se produce el mítico encuentro con Simón, un vagabundo que le hizo descubrir a Dios al recitarle el Sermón de la Montaña y, además, dar el empujón inicial a su carrera musical pues aquella experiencia epifánica le movió a componer su primera canción “Vuele bajo”, una canción de cuna.

Con su guitarra al hombro, pocos años después, se mudó a la turística ciudad bonaerense de Mar del Plata, donde el dueño de un hotel le dio la oportunidad de cantar en público por primera vez.

Su fama se consagra en 1970

Se consagró en 1970 con “No soy de aquí, ni soy de allá”, canción mundialmente famosa.

Predicador del “cristianismo ecuménico”, a Cabral se lo escuchó incansablemente hablar de Jesucristo, de Gandhi y de la Madre Teresa de Calcuta.

Cabral relató que una vez le preguntaron a la beata si tenía amigos artistas, en referencia al cantautor argentino, ella respondió: “El no es artista. Es un testigo. Es un testimonio de lo que puede hacer Dios con tu vida si te dejas llevar por Él”.

Además de su mensaje espiritual, sus canciones se caracterizaron por un tono de crítica social y protesta, rasgo este último por el que se vio obligado a exiliarse en 1976, con el advenimiento de la dictadura militar que gobernó Argentina hasta 1983.

Fue un exiliado

Exiliado en México, siguió con su carrera musical. A los 40 años, conoció en Nueva York al “amor de su vida”, una joven veinte años menor que él con la que tuvo una hija. Ambas murieron en un accidente de avión.

Abatido por la tragedia, fue precisamente la Madre Teresa quien le sacudió preguntándole “Facundo, ¿dónde vas a poner el amor que te va a sobrar?”, y así se lo llevó a bañar leprosos a Calcuta.

En 1984, regresó a Argentina para ser profeta en su tierra, vendiendo discos y llenando teatros y estadios.

Hombre de mil anécdotas, de vida intensa, vivía desde hace algunos años en un hotel de Buenos Aires, ya casi ciego, pero sin dejar de crear y comunicar su arte.

Grabó decenas de discos y escribió varios libros, una decena de ellos editados, entre ellos “Borges y yo”, donde repasa sus diálogos con el célebre escritor argentino.

Declarado por la Unesco “Mensajero mundial de la paz” y nominado al Nobel de la Paz en 2008, Cabral murió paradójicamente víctima de una atroz violencia, a la que no le tenía miedo.

“Si estás poblado de amor no podés tener miedo porque el amor es valentía. Yo me crié en la violencia, con siete hermanos, nueve años en el desierto y cuatro de ellos murieron de hambre y de frío. Me crié con la violencia, luego la dictadura, el abandono de mi padre”, dijo Cabral el año pasado, en un entrevista en México, cuando le preguntaron si no tenía miedo de actuar allí.

(Con información de EFE)

fuente www.cubadebate.cu

Descargar uno de sus monólogos aquí

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