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Autor: raas

La revolución obrera (2º parte)

Publicada el 24/01/2011 - 28/01/2011 por raas

La voluntad de los obreros, si se expresa por fuera o contra las instituciones soviéticas es delictiva pues desconoce la voluntad de toda la clase obrera, encarnada en el poder soviético. Si todos los obreros que perciben salarios de hambre consideran al poder soviético, poder de ahítos, serán considerados como elementos problemáticos, revoltosos. Así, por ejemplo, si los desocupados no quieren soportar más los tormentos del hambre ni esperar sin murmurar la muerte por hambre, serán considerados elementos criminales; por ese motivo se les arrebata de antemano el derecho a una organización específica.

Frente, por un lado, a los ricos que continúan llevando como antes su vida de parásitos satisfechos, y por otro, a los desocupados condenados a los tormentos del hambre, el poder soviético afirma sus derechos supremos: aspira a asegurar la sumisión incondicional a las leyes existentes, a perseguir toda violación del “orden y de la seguridad públicas”. Todas las desavenencias, rebeliones e insurrecciones han sido declaradas contrarrevolucionarias y se han convertido en objeto de una represión implacable por parte del ejército soviético.

Los derechos supremos del poder comunista soviético no se distinguirán en absoluto, muy pronto, de los derechos supremos de todo poder estatal en el régimen de explotación existente por doquier. La diferencia no atañe más que a la denominación: en los países “libres”, el poder del estado se denomina a sí mismo dominación de la “voluntad del pueblo”, en tanto que en Rusia, el poder del estado expresaría la “voluntad de los obreros”. Mientras el régimen burgués no sea destruido, la “voluntad comunista de los obreros” suena tan hueca como la estafa de la “voluntad democrática del pueblo”. Mientras los explotadores continúen existiendo, su voluntad, la de todos los poseedores de los bienes –y no la de los obreros– se encarnará, tarde o temprano, bajo la forma de un aparato de estado bolchevique. Los comunistas comienzan ya este proceso, declarando abiertamente que una dictadura de hierro es necesaria, no para la “transformación ulterior del capitalismo” sino para disciplinar a los obreros, para completar su formación, comenzada pero inacabada por los capitalistas, verosímilmente a causa del carácter  “prematuro” de la explosión de la revolución socialista.

Habiendo vencido a la contrarrevolución con la ayuda de los obreros, la dictadura bolchevique se vuelca ahora contra las mismas masas obreras.
Los derechos supremos, inherentes a todo poder estatal, deben poseer la fuerza absoluta de la ley que se apoya en la fuerza armada. La democracia que nace de la dictadura bolchevique no va a la zaga de otros estados. Totalmente igual a estos últimos, va a disponer no sólo de la libertad sino también de la vida de todos estos sujetos, y reprimirá tanto las revueltas aisladas como los levantamientos masivos.

El ejército “socialista” creado por los bolcheviques está obligado a defender el poder soviético, independientemente de todas las volteretas y virajes que quiera operar el “perspicaz” centro bolchevique. Que se interrumpa la expropiación a los ricos, tal como acaba de resolverse, o que un reacercamiento con la burguesía esté teniendo lugar, o que la dictadura bolchevique marche a la vanguardia hacia el socialismo o más bien retroceda camino del capitalismo, de todos modos considera que está en su derecho para imponer la movilización militar sobre la clase obrera.
La obligación de servidumbre que se le ha impuesto a la clase obrera en todos los estados basados en el pillaje, la obligación de defender en caso de guerra a sus opresores junto con sus riquezas, no ha desaparecido en absoluto en la república soviética.

Se estima aquí la obligación de servidumbre necesaria para inculcar a los obreros la pretendida confianza especial que se les concede reconociéndoles –y sólo a ellos–  el derecho y el honor de derramar su sangre a favor del estado provisto de un nombre mentiroso y vacío: la “patria socialista”. Como recompensa de tamaño “honor”, los soldados socialistas deberán desplegar –eso es lo que esperan los bolcheviques– importantes esfuerzos y un fuego marcial contra los invasores de las tierras rusas, iguales al menos a aquellos de los ejércitos de la Convención, del Directorio, de Napoleón.

Las tropas “socialistas” están obligadas a defender el poder soviético en el frente interno, no sólo contra los guardias blancos contrarrevolucionarios, los partidarios de Kaledin, de Kornilov, de la Rada ucraniana, sino que desde los primeros días del golpe de estado de Octubre, ellas están aprendiendo asimismo a defender “a sangre y fuego” la propiedad, fusilando en el sitio mismo del hecho a rateros y ladrones.  Los grandes capitanes de guerra comunistas se dedican ahora a introducir la disciplina y el orden, reprimiendo ferozmente a los camaradas de ayer, a los anarquistas y a los marineros, a los cuales no se les otorga el tiempo necesario para comprender que con “el nuevo curso”, el estado comunista no tiene necesidad en el seno del Ejército Rojo de elementos “fuera de control”, críticos, y que hoy se fusila lo que ayer se promovía. Los “guerreros socialistas” después de haber pasado por semejante escuela, sometidos a las órdenes cambiantes de sus jefes, no rechazarán, según todo parece, instaurar “la disciplina revolucionaria del trabajo” en las fábricas, reprimir las rebeliones de los muertos de hambre y aplastar inmisericordemente las desavenencias suscitadas por los obreros y los desocupados.

En tanto la masa obrera no se subleve otra vez por sus precisas exigencias de clase, hasta tanto que de ese modo ponga fin a todos los “nuevos cursos” y subterfugios de los dictadores bolcheviques, la burguesía democrática del estado se desarrollará sin tropiezos resucitando rápidamente todos los instrumentos de opresión y de coacción contra los hambrientos, los explotados, los estafados.
De ese modo, la dictadura marxista, luego de haber destruido en Rusia todos los fundamentos del antiguo estado impotente, ha creado un nuevo poder de estado popular, mucho más firme.

Todas las experiencias revolucionarias de los marxistas rusos han demostrado que el “socialismo científico” inspirador de todo el movimiento socialista mundial, no sabe ni quiere derrocar el régimen burgués. Por lo demás, a la profunda revolución social que se hizo inevitable en Rusia, y que, como epílogo de la guerra mundial, puede igualmente implantarse en todos los demás países, el socialismo marxista le marca un camino de democracia burguesa experimentado para la salvaguarda del sistema de explotación, y le provee un medio inestimable para prevenirse contra las revoluciones obreras.

La contrarrevolución intelectual, el control obrero y la expropiación de la burguesía

La conquista del aparato de estado aparece como un momento realmente tan decisivo para la socialdemocracia que considera que en el curso de una revolución obrera, este solo acto alcanza para el derrocamiento del régimen burgués. A partir de que el golpe de estado bolchevique es reconocido por los obreros y el poder soviético se instaura en todas partes se considera que Rusia y todas sus riquezas se convierten en propiedad de los obreros. Del hecho de que la Asamblea Constituyente, así como otras instancias e instituciones elegidas por el conjunto de la población, hayan sido disueltas, los capitalistas hayan sido privados de sus derechos más elementales y de participación alguna en la actividad legislativa del estado, concluyen los bolcheviques que la burguesía ha sido desarmada totalmente, privada de toda su fuerza y de toda posibilidad de expresar una oposición a la “dictadura de la clase obrera”.

Sin embargo, al mismísimo día siguiente al golpe de estado de Octubre la burguesía ha recordado de modo muy convincente que no se le había quitado más que una parte de su poder, que ningún golpe de estado estaba en condiciones de quitarle todo el poder, que ningún poder del estado pretendidamente obrero, puede suprimirla mediante medidas políticas, que ninguna represión o terror la puede quebrar, privarla de sus medios y fuerzas para defenderse con éxito.

El golpe recibido por los bolcheviques desde los primeros días de su dictadura, fue totalmente inesperado. Más doloroso todavía por no haber sido asestado por los mismos capitalistas, sino por la clase de la sociedad burguesa que estaba hasta entonces más vinculada a todos los socialistas –incluidos los propios bolcheviques–, al campo de los “trabajadores”, y a la que siempre habían defendido contra las acusaciones “calumniosas” y “mal intencionadas” de estar del lado de la burguesía. Fue la intelectualidad la que se interpuso para defender el régimen burgués, contra las amenazas de Lenin de derribar ese régimen. Se manifiesta como un verdadero ejército de trabajadores “militantes” con la ayuda de sus “sindicatos”, y emplea el “arma” de lucha obrera: la huelga. Se expande por todas partes, con clamores y quejas, protestando contra la banda de bolcheviques que los oprimía y los aterrorizaba, a ellos, los “honestos trabajadores intelectuales”.

La resistencia de la intelectualidad fue tan intensa que estuvo por provocar una escisión en el seno del partido bolchevique, casi hizoº naufragar su dictadura; la intelectualidad bolchevique, herida en su propio corazón, se negó a aplicar las medidas más severas en contra de la “masa trabajadora” de los empleados saboteadores a los que tenía en tan alta estima.

Los obreros, por el contrario, no se sorprendieron en absoluto por la huelga de los intelectuales, puesto que siempre han ubicado a la intelectualidad materialmente satisfecha en el mismo nivel que a la burguesía. Ven y sienten claramente que los ingresos privilegiados de los amos afectados por la intelectualidad provienen de la misma explotación del trabajo manual y que todos los ingresos de los privilegiados descansan sobre las raciones de hambre otorgadas a los obreros.

Los obreros saben que los ingresos privilegiados de los intelectuales constituyen una parte de la plusvalía extraída por el capitalista y consagrada a los gestores; directores, ingenieros, etcétera, del mismo modo que otra parte de su trabajo es confiscado por el estado bajo la forma de impuesto para garantizar un buen nivel de vida a los empleados privilegiados. No hay nada de qué sorprenderse, de que toda esta confraternidad burguesa se haya rebelado junto con los capitalistas y los propietarios de inmuebles contra la revolución obrera, cuyo primer objetivo es el de suprimir los ingresos de los amos. En lo que concierne al sector “bajo” de la intelectualidad, sin privilegios, ha seguido a sus superiores por la fuerza de un orgullo estúpido y de prejuicios burgueses, así como un propietario harapiento sigue servilmente al ricachón.

El sabotaje de la intelectualidad ha tenido un efecto estupefaciente sobre la intelectualidad bolchevique. Los intelectuales bolcheviques, como los de todas las otras organizaciones socialistas, habían enseñado durante toda su vida que el socialismo era la emancipación de todo el “proletariado”, no solamente de los obreros, sino también la de la intelectualidad. ¿De qué modo podía entonces llevarse a cabo el socialismo si hacía falta  ir contra la voluntad unánime de la intelectualidad y declararle la guerra, como se la declaraba a los capitalistas y a los grandes propietarios terratenientes?

El golpe de estado de Octubre, provocado por el llamado de los bolcheviques a la realización inmediata del socialismo, tuvo un alcance jamás conocido por un levantamiento popular poderoso y se presentó así como un peligro mortal para la burguesía. Es cierto que el poder se volvió a encontrar en manos de marxistas, bien conocidos por su habilidad en lo que tiene que ver con frenar rebeliones obreras y hacerlas inofensivas en salvaguarda del régimen burgués.

Los marxistas bolcheviques aparecieron como completamente metamorfoseados. No pensaban más que en expandir el incendio de las insurrecciones, sin reparar en absoluto en las dificultades que iban a tener para extinguirlas inmediatamente después.  Sus camaradas más próximos, los mencheviques, aseguraban incluso que los leninistas se habían convertido en verdaderos anarquistas.

En efecto, los líderes bolcheviques habían desempeñado tan bien sus papeles en los primeros actos, durante el período de “agitación”, que habían provocado efectivamente  un gran miedo entre los burgueses. A pesar de todo, uno se tentaba a preguntarse: ¿los dictadores, van a dejarse llevar por los elementos revolucionarios desencadenados y utilizar su poder para concretar una verdadera supresión del régimen burgués?
Si algunos bolcheviques se dejaron arrebatar sinceramente por el entusiasmo jamás visto de la masa obrera, y se alejaron a veces de las concepciones marxistas, si alguna vez se plantearon realmente la cuestión de saber cómo “acabar con la burguesía”, el sabotaje de la intelectualidad cortó de cuajo tales escarceos y resucitó en su memoria las viejas fórmulas acerca de la “imposibilidad de la realización inmediata del socialismo”, y de inmediato se restableció su pensamiento bajo la fórmula marxista habitual de la “edificación progresiva del socialismo”.

Requeteespantada durante los primeros tiempos de la Revolución de Octubre, la burguesía se dio cuenta rápidamente que no tenía motivo alguno para desesperar. Algo que los sucesos inmediatamente posteriores le han confirmado. Privada del poder estatal, estupefacta por el levantamiento generalizado de la gente, aguardará su fin con angustia, y de repente recibe la buena nueva que su fin no será en ningún caso instantáneo, sino por el contrario, muy prolongado, progresivo, en virtud de todas las leyes socialistas, que su fin sobrevendrá casi imperceptiblemente bajo la forma de una edificación socialista progresiva.

Para remate, esta edificación no comenzará de inmediato, una etapa preparatoria bajo la forma de “control obrero” será indispensable, conforme a la infalible práctica marxista.
El socialismo científico contemporáneo no tiene otro programa para derribar a la burguesía que la nacionalización progresiva de los medios de producción. Les resulta necesario comenzar por las “concentraciones”,  que responden mejor a las necesidades y que son las más maduras para la socialización; en ellas se aprenderá  a verificar y a demostrar la justeza del método socialista de edificación, para pasar ulteriormente a otras nacionalizaciones. Este programa elaborado por el socialismo reformista que proclama la supresión de la producción capitalista sin violencia, sin insurrección, a través de la integración del capitalismo al socialismo, este programa científico se revela infantilmente impotente en el momento de la revolución.

Sus adeptos se aproximan con todas las precauciones científicas deseadas al gigantesco organismo de la producción burguesa, y luego de largas tribulaciones, le cortan una articulación. De inmediato, esperan que la herida cicatrice para encarar progresivamente la amputación de otros miembros. Olvidan que la sociedad basada en el pillaje, incluso en el mismo momento en que el mejor guardián de su poder, el poder del estado, está completamente inerme, no es el mejor cimiento para edificar el socialismo, ni un buen laboratorio para experiencias científicas. Es el campo de la lucha de clases, de la guerra social, seculares, y es bastante ingenuo no quitarle al vencido –ante todo– la fuente de su poder.
El programa científico de edificación socialista progresiva es el programa del extravío y el embrutecimiento de las masas obreras; no es sino un trapo rojo socialista que se agita para empujar a las masas obreras a los brazos de las dictaduras burguesas y pequeñoburguesas; es el somnífero de las masas, el extinguidor de la revolución obrera. He aquí el papel del socialismo en el mundo entero; he aquí el papel desempeñado por el comunismo bolchevique en el golpe de estado de Octubre.

Al tercer mes de la dictadura bolchevique, los saboteadores intelectuales comenzaron su huelga. Pero los bolcheviques fueron los que más se desgañitaron invocando victoria en este asunto, cuando, en rigor, la intelectualidad dejó de rebelarse por la simple razón de que el bolcheviquismo no se reveló tan temible como cuando las jornadas de octubre. Todos se dieron cuenta de que las declaraciones acerca de la igualdad de ingresos entre intelectuales y obreros, y todos los decretos y amenazas del mismo tenor, no eran más que demagogia para atraer a las masas obreras. Todos se dieron cuenta que las nacionalizaciones bolcheviques no expresaban ninguna aspiración seria a suprimir el régimen burgués, que no eran más que “experiencias socialistas”, que la sociedad culta, mediante una adhesión razonada al poder bolchevique, podía frenar e incluso detener por completo. He aquí porqué la burguesía consideró superfluo seguir apoyando la huelga de los trabajadores intelectuales, he aquí porqué los saboteadores manifestaron tanto empeño para reconciliarse con el poder soviético.

[…] Todo el trasfondo del problema reside en que la lucha contra la intelectualidad contradice todo programa socialista. Los socialistas están obligados a defenderla y no a luchar contra ella. Por más hostil que pueda resultar respecto a los obreros, los socialistas, de los cuales forman parte los bolcheviques, la considerarán siempre por lo menos como “parte integrante del proletariado”, en todo caso, momentáneamente corrompida y extraviada por los prejuicios burgueses.

Aunque la intelectualidad siempre se haya presentado en los momentos difíciles, como durante las jornadas de Octubre, como un enemigo de la revolución obrera no menos feroz y pertinaz que los propios capitalistas, no ha hecho, de acuerdo con las convicciones de los capitalistas, más que traicionar sus “intereses proletarios”, extraviarse provisoriamente, y no se podría por lo tanto declararla “enemigo de clase” de los obreros. El bolchevique no puede más que intentar hacer entrar en razón a la intelectualidad, y no se atreverá jamás declararle una lucha impiadosa. En tanto que socialista “verdadero” y “sincero”, en tanto que defensor y portavoz de los intereses de la intelectualidad, no se convertirá jamás en su enemigo. Se permitirá achicar el margen de maniobra de los capitalistas, pero siempre tenderá a componendas con la  intelectualidad. Como ésta protesta únanimemente contra “la experiencia socialista”, el bolchevique se ve obligado a tomar en cuenta esta voluntad intelectual y terminar o al menos frenar, la lucha contra el régimen capitalista.

El pensamiento marxista de los bolcheviques, que busca las vías para nacionalizaciones ulteriores, bajo la presión, irresistible para dicho pensamiento, del sabotaje de los intelectuales, está condenado fatalmente a debatirse impotente en el seno de las utopías socialistas caducas.
¿Llevar adelante una propaganda encarnizada y atraer para su causa a todos los ingenieros y técnicos necesarios? ¿O formar cuadros y especialistas indispensables para la producción, en medio de todo tipo de cursos para obreros? La burguesía rusa o extranjera podría aplastar la revolución, mucho antes de que se recojan los frutos de este tipo de emprendimientos.

¿Tal vez convendría entonces esperar a que los comités obreros, que ejercen el control obrero, puedan al mismo tiempo asimilar la ciencia y el conocimiento de los ingenieros, los químicos y de otros especialistas? Esta fábula ha gozado de cierto predicamento en su momento, pero se trató de promesas tan huecas  que se desmoronan cuando se trata de poner en marcha una producción altamente tecnificada.
El comunismo bolchevique está obligado a volver a la fábula socialista más trivial, que afirma que las masas obreras, sufriendo durante toda su vida la servidumbre del trabajo manual, habrán de llegar sin duda alguna en un porvenir lejano a alcanzar el nivel de conocimiento de la intelectualidad, a disponer de los medios de desarrollo intenso mediante organizaciones culturales de instrucción y de las universidades populares.
El bolcheviquismo ha arrojado así una amenaza mortal a la burguesía, pero no ha podido, ni querido, ir más allá. La voluntad de la intelectualidad lo ha hecho recular.

La intelectualidad rusa, bien conocida por su rebeldía, casi totalmente volcada a las convicciones socialistas, conducida por revolucionarios desde hace ya mucho tiempo, con la aureola de sus sufrimientos, ha sabido manifestar su gratitud a la burguesía, salvarla de la ruina y de la revolución obrera. Pese a todo, ella no quiere ser glorificada. Quiere, por el contrario, que los obreros olviden lo más rápido posible sus servicios a la burguesía, puesto que quiere permanecer como hasta ahora, como la amiga fiel de la clase obrera, para llevarla, en el curso de los siglos, de “progreso burgués” hacia un “socialismo razonable”.

Paralelamente, los bolcheviques no se han afanado mucho por recordar la explotación burguesa en el momento de la revolución de Octubre. Porque para ellos, es evidente que la intelectualidad debe permanecer como parte integrante del ejército proletario.
[…] ¿Podrían contar los obreros con la desaparición inmediata de la burguesía? No, no sería sino cuestión de control obrero, que no haría más que refrenar un tanto la autocracia del capital. Tampoco sería cuestión de concebir la realización inmediata y total del socialismo. No se trataría más que de salvaguardar tal posibilidad a través del “capitalismo de estado” de Lenin, edificando  una “patria socialista”. ¿Se propondrían los socialistas-revolucionarios y los mencheviques derribar semejante “patria socialista”? Muy por el contrario; el edificio “obrero-campesino” se parece demasiado al edificio “campesino-burgués” de los Tchernov (6) y al edificio  obrero-burgués de los Liber y Dan,(7)  esos socialistas inveterados.
Cuando la comprensión de las insurrecciones y victorias obreras se reduce a esta falsa moneda que es el socialismo, los obreros se reencuentran siempre estafados, en medio de la satisfacción generalizada de todos los partidos intelectuales. Los obreros que han confiado en los intelectuales consideran siempre al socialismo como oro puro, en tanto que en el mejor de los casos, no se trata más que de cobre de muy baja calidad.

La expropiación de la burguesía

Desde los primeros pasos de la revolución obrera los parásitos deben desaparecer de la sociedad, todos sus miembros deben trabajar. La revolución obrera no alcanza estos resultados sobre la base de medidas groseras y primitivas como las que aplica el gobierno bolchevique, tampoco mediante el “servicio de trabajo obligatorio para todos” cuya ejecución siempre tendrá que ser controlada por alguna policía; la guardia roja en el caso presente.
La revolución obrera obligará a los ricos a trabajar, después de arrebatarles las riquezas que les permitían holgazanear.
El poder soviético, percibiendo que los obreros esperan de “su dictadura obrera” medidas para obligar a los ricos a trabajar, no encuentra otro recurso que el servicio compulsivo del trabajo obligatorio; lo que muestra que sabe imitar a los estados en guerra, cuando introducen a su vez el trabajo obligatorio para la defensa nacional de la sociedad burguesa amenazada.

Esto demuestra con creces que el poder soviético no tenía la intención de confiscarles, en un futuro próximo, los bienes a los ricos, a la burguesía en general.
La revolución de Octubre ha demostrado a las claras que el enemigo de la revolución obrera y el defensor del régimen de pillaje no es únicamente el capitalista, poseedor de fábricas, sino también el intelectual, que detenta los conocimientos que vende por un ingreso privilegiado. La intelectualidad, bien satisfecha, defendiendo su posición dominante, decidió no tolerar más la dominación de los obreros; se negó a asumir la dirección técnica, sin la cual los obreros no pueden organizar la producción.
La duración y el éxito de las huelgas promovidas por los intelectuales, plasmaron gracias a la indecisión y al rechazo del poder soviético a confiscar todas las riquezas acumuladas.

Los bolcheviques han prestado muy poca atención  al hecho de que las huelgas de los intelectuales han sido sostenidas financieramente por los capitalistas. Los saboteadores decidieron suspender sus tareas  tras cobrar sus salarios. Si no se les hubiese pagado, en muy poco tiempo habrían sido llevados al hambre. Sin embargo, la revolución obrera, que no tendía a limitar más que los salarios faraónicos de los funcionarios más encumbrados, no los amenazó en absoluto. Así, a la primera sensación de necesidad, toda la masa de pequeños empleados se habría puesto a trabajar, y por lo tanto todos los establecimientos y empresas habrían retomado sus actividades habituales.

[….] Supongamos que el poder soviético declare, bajo la presión de los obreros, una expropiación general simultánea. En ese momento, los mismos obreros, sin el concurso ni de comisarios especiales ni de instructores incautan las fábricas, las usinas, los talleres con sus reservas, sus cajas y todo lo que ello implica; luego sin la menor demora, los comités obreros organizan la producción de cada empresa. El poder soviético sólo expropió directamente a las empresas más complejas, como por ejemplo, los bancos, las sociedades por acciones, las empresas cooperativas, todos los establecimientos donde hay pocos obreros y muchos empleados hostiles a la expropiación. Si en Rusia actualmente, se decretara, por ejemplo, que todos los ingresos superiores a diez mil rublos anuales son susceptibles de ser confiscados, todos los establecimientos y empresas pertenecientes a particulares pasarían a manos de los trabajadores. Los altos ingresos de los intelectuales también podrían tener ese mismo techo.

[…] Una expropiación general y simultánea, que paralizaría de raíz a la oposición burguesa y prevendría el sabotaje y la huelga de la intelectualidad, sería garantía contra todo fiasco al que nos conduce inevitablemente el programa bolchevique –y socialista en general– de nacionalizaciones sucesivas y progresivas. La expropiación simultánea provoca trastornos mínimos y, en condiciones favorables, puede evitar totalmente la crisis y la ruina de la industria, que vienen adosadas al programa bolchevique de nacionalizaciones escalonadas a lo largo de meses y años.
Las nacionalizaciones parciales ya llevadas a cabo por el poder bolchevique sirven, sin duda, de señal de alarma para la burguesía, que busca transformar en dinero la mayor parte de sus bienes y reduce la producción para disimular lo más posible sus capitales. Muchísimos industriales, se hacen de capitales líquidos, abandonan sus fábricas, las dejan al garete. El poder bolchevique se ha visto así obligado, para no dejar a los obreros en la calle, a financiar con fondos públicos, a las empresas abandonadas.

[…] La economía bolchevique no tiene más que dos soluciones para elegir: o recurrir a una expropiación generalizada, definitiva, o cesar toda nacionalización suplementaria y, después de una etapa intermedia de “capitalismo de estado”, restaurar la economía capitalista precedente.
¿Por qué los bolcheviques no se han decidido a realizar una expropiación generalizada y simultánea sobre toda la burguesía? ¡A ello, empero, fueron empujados, cuando ellos mismos decían que hacía falta “acabar con la burguesía”! Se trataba de una acción bien fácil de llevar a cabo, sobre todo en consonancia con el sentir unánime de las masas obreras, más que su emprendimiento fantasioso de creación de una dominación ilusoria de los obreros.
Los bolcheviques no han llevado a cabo esta expropiación de los burgueses, simplemente porque no desean la revolución obrera; lo que quieren es sencillamente una revolución democrática y pequeñoburguesa. No luchan por la emancipación de la clase obrera, no hacen más que defender los intereses de las capas inferiores  de la sociedad burguesa actual y de la intelectualidad. No quieren una expropiación general, no porque quisieran proteger o salvar a los capitalistas sino porque  temen por el porvenir de la intelectualidad, puesto que la expropiación general reduciría simultáneamente los ingresos altos de estos últimos y señalaría el comienzo de la lucha de los obreros contra los “manos blancas”, por la igualación de la remuneración del trabajo físico y el intelectual.

El partido bolchevique es un partido de intelectuales, como todos los otros partidos socialistas, ni más ni menos; mencheviques, socialistas-revolucionarios u otros.
Todo socialismo no aspira más que a promover los intereses de la intelectualidad y no los de los obreros. Enseña que los capitalistas constituyen  la única clase dominante de la sociedad, explotando no solamente a los obreros sino también a los intelectuales, y que por lo tanto unos y otros no son sino trabajadores asalariados.

Ninguna tendencia del socialismo, ni siquiera las más extremas como el anarquismo y el sindicalismo revolucionario, atacan la vida privilegiada de los trabajadores intelectuales, aunque las capas superiores, los grandes sabios, los altos dignatarios gubernamentales, los especialistas técnicos de la producción y tantos otros, embolsen ingresos que no van por cierto a la zaga de las ganancias de la gran burguesía. Muy por el contrario, con la eliminación de los capitalistas, el socialismo les otorga el derecho a conservar intactos sus ingresos privilegiados. Algunos representantes del socialismo lo declaran abiertamente. No es difícil adivinar que semejante “patria socialista” no se distingue en absoluto del régimen burgués; toda la ganancia nacional se reparte entre los intelectuales, en tanto que los obreros, al quedar sometidos a la esclavitud del trabajo manual, se convierten en los esclavos del mundo educado.

Los obreros tienen problemas directamente opuestos: disminuir lo más posible los ingresos de los intelectuales, transferir a su favor todos los dividendos del que se adueñan los capitalistas y con el cual privilegian a su personal gerencial y de dirección. Más que la nacionalización progresiva de las fábricas –que le viene tan bien a los socialistas, defensores de los intelectuales– ellos necesitan una expropiación general e inmediata.

¿Cómo se efectúa la transferencia del control de una empresa, por ejemplo, de una fábrica metalúrgica, entre el poder soviético y los obreros? Todo el asunto se reduce simplemente a apartar a los capitalistas. El salario de los obreros no está en juego; éstos están obligados a trabajar en las mismas condiciones que antes, por un salario determinado por el sindicato bolchevique de la rama de la industria […]. Este salario es bajísimo y no acompaña para nada el alza del costo de vida. Los bolcheviques cuentan con esto para garantizar así la misma tasa de ganancia a los capitalistas privados y al estado cuando los reemplace.

Si los bolcheviques deciden nacionalizar una rama industrial entera, por ejemplo la siderúrgica, todos sus obreros quedarán en la misma situación como si fuera una sola la fábrica confiscada. El sindicato bolchevique y el comisariado de trabajo procurarán no tolerar ningún aumento de salarios. La ganancia, de la que se adueñaba el patrón, deberá pertenecerle, según sus cálculos al estado y no a los obreros. Es decir, que servirá para el mantenimiento de funcionarios privilegiados del estado y de todos los dirigentes y “educadores” de la clase obrera.

Los empleados de nivel superior, especialistas de la producción socializada, procurarán del mismo modo negociar para su propio beneficio salarios tan elevados como los que tenían antes, algo que los bolcheviques están completamente de acuerdo en otorgarles.

Tal procedimiento para suprimir a los explotadores debe provocar necesariamente la indignación de los obreros. ¡Los explotadores son expulsados de toda una rama de industria y de ello no surge ningún beneficio para las masas obreras, ni siquiera un aumento en su ración de hambre!
[…] La única vía de lucha verdadera y constante en el mundo entero es y sigue siendo la lucha por un aumento en la remuneración del trabajo manual, lo que han querido siempre y en todas partes las masas obreras, a pesar de sus profetas, tutores y legisladores socialistas.

En el régimen burgués el poder de los capitalistas y la inviolabilidad de la ganancia patronal hace que el aumento de salario implique generalmente, salvo excepciones, un encarecimiento de las mercancías producidas por esos mismos obreros. Es la razón por la cual el aumento de salarios se reduce a menudo a la nada cuando va acompañado del encarecimiento de los objetos de consumo.

La situación se presenta completamente diferente cuando este aumento de salario está ligado a la expropiación de la burguesía. En ese momento, toda la ganancia y todos los ingresos privilegiados deben ser expropiados a favor de los obreros; que pasen a formar parte, integralmente, de sus ingresos. Consecuentemente, el salario puede y debe ser muy aumentado sin que dé lugar a encarecimiento de mercancías y de objetos de consumo.

La revolución obrera que se avecina será una lucha por una mayor remuneración del trabajo manual. Cuando éste se equipare con la del trabajo intelectual, tras una presión generalizada, la servidumbre secular del pueblo obrero habrá sido vencida. Efectivamente, al fin de esta revolución obrera, las familias obreras e intelectuales poseerán medios casi idénticos para criar y educar a sus hijos; ya no se encontrará en la próxima generación, millones de seres humanos condenados, aun antes de haber nacido, a la explotación y a la servidumbre, esos hombres que actualmente están desprovistos de todo saber y aptos únicamente para el trabajo manual,  que nacen pues esclavos de la sociedad burguesa educada.
La revolución obrera consiste –en todo su curso– en la expropiación de las clases poseedoras a favor de las explotadas, con miras a aumentar los salarios obreros.

La burguesía, inicialmente propietaria de los bienes creados a lo largo de los siglos, de los medios de producción, y la intelectualidad propietaria de conocimientos, deben todos ellos ser privados de sus ganancias e ingresos privilegiados para que todos los bienes y la civilización se conviertan en patrimonio de todos y sean distribuidos en su totalidad, en partes iguales.

Javn Vaclav Majaiski

* Escrito en junio-julio 1918.
** El autor escribió esta reflexión con el “poder soviético” recién constituido [n. del trad.]

notas:
1) Primer jefe de gobierno de la República de Weimar (Alemania, 1919) [n. del trad.].
2) Pese a la disparidad de títulos, suponemos que Majaiski aquí se refiere al mismo trabajo de Lenin señalado ut supra como La catástrofe que amenaza, que en los listados de las obras de Lenin suele ser traducido: La catástrofe que amenaza y los medios para conjurarla (n. del tr.).
3) ¿Reforzado o simplemente forzado? En 1918 Trotski defendía la práctica del trabajo forzado. No conocemos si tal defensa fue anterior o posterior a la escritura de este texto [n. del trad.].
4) Periódico [Vía Nueva]  editado por Máximo Gorki en Petrogrado en 1917 y 1918 [n. de Sk.].
5) Nos parece una alusión genérica a millonarios rusos de la época, volcados al progresismo rampante [n. del trad.]
6) Jefe socialista-revolucionario. Presidente de la efímera Asamblea Constituyente [n. de Sk.].
7) Líderes mencheviques [n. de Sk.].

Introducción y traducción: Luis E. Sabini Fernández, autor a su vez del prólogo del libro ‘La ciencia socialista, religión de intelectuales’ http://bardoediciones.net/majaiski_web.pdf

fuente: http://revistafuturos.com.ar

La revolución obrera, 1º parte

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Posdata sobre las sociedades de control

Publicada el 23/01/2011 - 10/09/2019 por raas

La tesis central de este artículo es que “los centros de encierro” disciplinarios descritas por Foucault: “cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia, atraviesan una crisis generalizada”. Vivimos la decadencia de la “sociedad disciplinaria”, que fue “la sucesora de las sociedades de soberanía”, cuyos fines y funciones eran completamente distintos. Estas surgieron en los siglos XVII y XVIII hasta mediados del XX, y fueron el tema central de las investigaciones de Foucault. La sociedad actual es denominada como “sociedad de control” y éste se ejerce fluidamente en espacios abiertos, en forma desterritorializada, mediante los psico-fármacos, el consumo televisivo, el marketing, el endeudamiento privado, el consumo, entre otras modalidades. Lo esencial en ellas son las cifras fluctuantes e intercambiables como las que muestran el valor de una moneda en las otras, el movimiento incesante del surf que sustituye los deportes lentos y estratégicos como el box. Las fábricas son reemplazadas por las empresas, que son formaciones dúctiles y cambiantes, las máquinas simples por sistemas computarizados de producción y control. La in-dividualidad es sustituida por “divuales” externos, informatizados e informatizables, que se desplazan en un espacio virtual.(*)

Por Gilles Deleuze

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Cinco aristas sobre el Estado insalubre

Publicada el 23/01/2011 - 23/01/2011 por raas

‭“Para la burguesía, el único deber del Estado consiste en proteger la libertad y la propiedad personales del individuo. La burguesía considera el Estado como la imagen del policía, cuyo único deber es teóricamente impedir el robo” Ferdinand Lassalle

Mezcla de estilos arquitectónicos se muestran castigados por la humedad en la fachada del hospital Pirovano. Apenas 1895 cuando sus estructuras más primitivas fueron habilitadas, apenas 1926 cuando algún dirigente político se topó con la necesidad de construir su única reforma. Bajo una naturalizada resignación respira la interminable fila de pacientes a la espera de un turno.

El individuo que solicita tratamiento en una entidad pública comienza a entender que la figura de derecho dentro de la democracia contemporánea, mutó de ciudadano a consumidor. Aquel que por el mero hecho de ser ciudadano tenía derecho a recibir atención médica digna, sospecha que podría elevar el nivel de esa dignidad si transformara su situación de ciudadano a consumidor.

Xavier Zubiri propone las nociones de libertad para y libertad de para entender este fenómeno. El individuo que es situado por fuera del sistema económico muestra, ante la mirada del Estado, la posibilidad de ejercer su libertad de adquirir cualquier producto que el mercado le ofrezca, pero no goza de la libertad para hacerlo efectivamente.

El mercado no es ingenuo, conoce las necesidades del individuo de tener acceso a cuidados médicos y a una educación que le otorgue un mínimo porcentaje de participación en la distribución de la riqueza y las posibilidades de consumo. Este cambio está radicado en la ideología, se ha suplido la construcción de ciudadano por la de consumidor. En su abstracción, los atributos del comprador son análogos a los del ciudadano. La decisión política pasa estrictamente por el poder de compra.

El slogan es si no le gusta no lo compre, si ninguno le convence no vote. Las decisiones ideológicas se han reducido al punto de que las protestas contra un producto se hacen dentro de la lógica del mercado con la abstención de su compra y las decisiones políticas se toman en base a los archivos de los programas destinados a mostrar las incongruencias de los discursos políticos.

No es que se ejercite una libertad para cuidar su salud de forma digna y gratuita sino que tiene libertad de costearla en la clínica privada de su agrado. Lo cual, en el contexto imperante, deja en una situación de extrema vulnerabilidad al sector de la población de menores recursos, justamente aquel al cual se destinó en un primer término la asistencia del hospital público.

Usuarios contra prestadores

La discusión comienza con un murmullo leve y monótono. Previsible, pero veloz se desata el inevitable estallido. Todos comienzan a tomar posiciones, guerra de trincheras. Ellos, los que esperan, han perdido antes de empezar. De un lado de las rejas el muchacho de verde intenta explicar que él no es quien decide cuantos turnos se entregan, la señora regordeta le retruca que ella está esperando de pie desde hace varias horas y no piensa retirarse hasta ser atendida.

Es un error común de los medios aplicar un análisis teatralizado a las situaciones de conflicto, que luego es tomado como marco para el análisis de cualquier fenómeno social. La teatralización de una situación supone una acción metonímica. Se reduce un sujeto de múltiples facetas a una sola, se toma la parte por el todo. Entonces un enfermero que se encuentra en huelga, no es padre, no es hijo, no es potencial enfermo, no es ciudadano, es reducido a su papel de aquel que interrumpe el orden, a su papel de huelguista. La única variable que nunca es suprimida es la de consumidor. Las dos caretas que representan esta obra se reducen a paciente contra enfermero, o en su versión más general usuario contra huelguista (1). La posibilidad de pensar por fuera de ésta lógica es obturada; al menos dos variables son interesantes.

Una primera variable se funda en la imposibilidad de ver cómo esta situación que personifica otro ciudadano es la misma que viven diversos sectores de la población a diario. Lo efímero de los roles puestos en juego no es una característica que se tenga en cuenta. La huelga podría pensarse en una lógica de colaboración y no de conflicto, donde el usuario comprende la situación generalizada y olvida sus intereses particulares en pos de lograr una reivindicación grupal. No sería errado homologar el concepto de usuario a particular y el de huelguista a general. El usuario no lucha por los intereses grupales, los que han quedados varados en el subte, o en un hospital sin atención, el usuario vela por sus propios intereses, el huelguista es parte de un grupo. El usuario no es capaz de transportar sus problemas a un segundo plano para subsumirse ante la lógica grupal, el huelguista debe hacerlo. En la concepción del usuario no existe la posibilidad de forjar una empatía que permita pensar ese mismo escenario en una situación inversa, donde sea él quien reclame.

La estrategia de la protesta es siempre la misma e incluye básicamente a tres figuras: el usuario, el operario y el empleador. El conflicto primario se da en el seno de la relación entre la figura del operario y la figura del empleador, a causa de una reivindicación insatisfecha. Como el operador no tiene medios para presionar al empleador, recurre a la figura del usuario la cual es más vasta y posee mayor poder de presión. Realiza una interrupción del servicio y traslada la presión que ejercía contra el empleador a la figura del usuario, el cual a su vez la redirecciona a la figura del empleador, pero magnificada en relación a las proporciones del usuario. En una etapa primigenia de las protestas esta doble articulación era efectiva. Hoy en día, el usuario no presiona a la figura del empleador, sino al mismo operario, esta afirmación se cristaliza en dichos como “…Yo también soy un laburante y pierdo el presentismo…” que los noticieros muestran en un ferviente intento por situarse en una posición ideológicamente afín a su para-destinatario: la clase media. Cuando el empleador es una empresa capitalista el conflicto se resuelve con la interrupción del flujo de la ganancia pero no del servicio, así es como se liberan los molinetes en el subte pero las boleterías se encuentran cerradas. Cuando el empleador es el Estado esa lógica no es aplicable, por esta razón los médicos del hospital público se ven forzados a recurrir a la masa de pacientes como medio de presión para lograr sus reivindicaciones.

Una segunda variable radica en la imposibilidad de grandes sectores de la sociedad para hilar la cadena de causalidades que llevan al enfermero a una huelga. Nadie intenta una articulación entre el reclamo del sector médico, la falta de presupuesto, la retirada del Estado en lo que a salud y educación respecta.

Instaladas a través del tiempo, se debaten creencias radicalmente opuestas en el sujeto anónimo y colectivo de la sociedad, pero nadie logra su síntesis. Por un lado, se sabe que los hospitales generalmente no poseen todos los insumos que necesitan, que los empleados cobran sueldos magros, que las estructuras edilicias no son las óptimas y que muchos de los residentes trabajan horas que luego no cobrarán, entre otros factores que llevan a pensar en los sacrificios de aquellos que ejercen la medicina en instituciones públicas.

Estas razones no son nuevas, son las mismas que en el estallido neoliberal apoyaron los temores de la clase media y los empujaron a consumir las nuevas propuestas de medicina prepaga. Aunque estas significaciones sociales son imaginarias y por lo tanto, no poseen un lugar físico donde pueden ser corroboradas fehacientemente, existen algunos síntomas que las exponen. El mercado de la medicina prepaga aumentó considerablemente en los noventa cuando la desarticulación del Estado y por ende las obligaciones que había tomado en la década del ’50 fueron abandonadas. El aumento de afiliados y la desregulación de las obras sociales para aquellos que están en blanco en sus respectivos trabajos son claros indicadores de un crecimiento en el número de usuarios de estos servicios.

Existen dos dimensiones en pugna cuando se tematiza una huelga en los medios, la positiva que abarca las contrariedades sufridas por el huelguista y la negativa que encapsula las ideas relacionadas a la falta de voluntad por parte de los trabajadores. Es interesante preguntarse por qué cuando los medios de comunicación detonan en el imaginario social una cobertura sobre los hospitales públicos son las creencias de la dimensión negativa las que emergen a la superficie.

Emergencias 24, la burguesía observa

Las ruedas de la camilla alcanzan el piso, un camillero ensangrentado se baja de la ambulancia. La camilla se desliza por la rampa hasta entrar en el hospital. El camillero le grita a los médicos de guardia. La adrenalina parece acumularse en las venas de su garganta. Nadie se perturba por el hecho de que una rama atraviesa el cuello del cuerpo moribundo que yace en la camilla. El cuerpo viaja, sigue su camino, parece una inmensa línea de montaje.

Otro claro reflejo del quiebre que se da dentro de la sociedad, en términos no sólo económicos sino culturales, está planteado en la obsesión de la televisión por mostrarle a la clase media refugiada en su casa, los tenebrosos lugares que su condiciones de existencia no los lleva a visitar. Programas como Tumberos y Emergencias 24hs muestran un mundo de infinitos ribetes que la clase media desconoce. Al evadir un análisis sobre el vouyerismo latente en la posibilidad de observar algo que está vedado, queda la clara ignorancia de gran parte de la clase media de las dinámicas internas de lugares que no desean, ni se ven obligados a transitar.

La lógica del manejo de un pabellón de internos en un penal o las impactantes imágenes de los heridos que debaten su vida en una sala de emergencias se tornan escenas consoladoras, muestran un mundo del que están exentos hasta que una eventualidad les imponga lo contrario. Estas imágenes funcionan como sistema de refuerzo de la creencia de que ellos podrían estar mucho peor, marcan una diferencia, imponen un necesario alivio que se justifica en su arduo trabajo diario.

Los discursos que se ponen en juego alrededor del hospital público generan un tipo de lecturas y cierran otras, guían las posibles interpretaciones que se pueden hacer en torno al objeto nombrado. Se eliminan ciertas dimensiones y se resaltan otras. Los programas de corte non-fiction que muestran un sesgo de la realidad naturalizan la situación económica, la presentan como dada, como el fruto del normal desarrollo de una situación que es inevitable y no como el resultado de un proceso, de una estrategia.

Habitus de clase

Dos muchachos visten remeras de fútbol de equipos extranjeros símil originales, un poco más lejos dos chicas con zapatillas chillonas y un celular que tiembla al ritmo de la canción popular del momento se debaten a quien el toca acallar el niño que llora. Nadie nota la similitud en las zapatillas, ni el hecho de que la mayoría luzca gorras en un día nublado.

El sujeto es producto de la sociedad en la cual se gestó, a tal punto que el individuo es un fragmento de las instituciones que lo han formado. Por instituciones no debe entenderse solo la escuela, o la familia, también conceptos como dios o el mismo lenguaje (2). La sociedad es una forma de interpretar el mundo. Los modos de ser de la sociedad se los suele llamar condiciones de existencia. Si se piensa a la sociedad occidental capitalista se pueden demarcar distintas clases sociales como resultado del lugar que ocupan dentro de las relaciones de las condiciones de producción. Si se tiene en cuenta el concepto de Habitus (3)  se pueden explicar ciertas prácticas que no pueden ser entendidas desde el mero determinismo económico, pero que sin embargo, en última instancia se ven afectadas por él. El habitus es entendido como un conjunto de disposiciones adquiridas por mímesis en los años de formación de sujeto y es de carácter social, lo cual demarca una clase o un grupo social. El habitus determina las prácticas y coloca como sujeto de la acción al cuerpo, por ende, abarca todo tipo de prácticas como el lenguaje. Esto explica porque determinadas clases comparten un argot o una peculiar forma de expresarse repleta de neologismos.

A través de la regulación que ejerce el mercado en todas las zonas que el Estado decide no intervenir, el servicio que brinda el hospital público decantó hacia los estratos de menor poder adquisitivo. Al entrar en una sala de espera es llamativo observar ciertos denominadores comunes que se repiten. Ciertas características rememoran una idea más cercana a la uniformización de la vestimenta que a la prolija libertad de elección que ofrece el mercado. A través de las prácticas como el lenguaje y la vestimenta se puede divisar el predominio de una clase social de bajos recursos económicos en las salas de espera del hospital público, relegados a una atención pauperizada.

Cambio de paradigma cultural

La señora regordeta mira a su alrededor en busca de cómplices. El caudal de su voz aumenta paulatinamente hasta que resulta imposible no escucharla desde cualquier rincón de la sala. “Esto no pasaba con Perón, esto no pasaba con Perón” repetía la vieja en voz alta.

Es imposible implementar una política de Estado que presente un cambio radical, sin el consenso parcial de una gran parte de la ciudadanía, sin importar el sistema de gobierno vigente. Hasta la última dictadura militar era conciente de esta problemática. Propagandas (4) que bregaban por la desregulación del mercado para mejorar la libre competencia, sin tener en cuenta que las producciones subvencionadas de países extranjeros destruirían la incipiente industria nacional. Todo cambio político-económico necesita un cierto nivel de consenso, no sólo de los sectores del bloque en el poder, sino de la población. La coerción la dispone el Estado en una amplia variedad de gamas, desde el legítimo monopolio de la violencia (5) hasta las medidas de corte económico.

Se operó un paulatino cambio de paradigma, de un Estado omnipresente durante la década del ’50 a un desmantelamiento estatal acelerado en la década del ’70 y su posterior evolución al Estado neoliberal en la década del ‘90. Bajo la excusa de que un elevado gasto estatal producía inflación, los primeros sectores en ver sus presupuestos recortados fueron la salud y la educación.

A medida que la pauperización de los hospitales aumentaba, la necesidad de pagar un servicio privado se hacía evidente. La clase media siguió el ejemplo disciplinador del Estado y redujo sus gasto en otras áreas como podría ser el acceso a la cultura o determinadas prácticas de esparcimiento en el tiempo libre para solventar el nuevo costo de la salud y la educación.

La función que debe cumplir el hospital público, brindar asistencia a toda la población, devino en brindar asistencialismo a los sectores de menores recursos económicos, que no pueden costear los beneficios de la salud privada. El hospital, la igual que casi todas las instituciones públicas, no deben ser pensadas como el reducto donde acuden los desposeídos. No debemos interpretar esta situación como el único resultado posible, como un desarrollo natural, sino como el producto de un determinado sistema de acumulación que debe y puede ser cambiado. Es necesario romper la lógica que asocia el Estado a lo demoníaco y el sector privado a la eficiencia. El factor económico es la determinación en última instancia, pero no la única, por eso es necesario un cambio socio-cultural en la forma de concebir al Estado y sus ramificaciones, de un nicho pasible de ser vaciado a una construcción de la sociedad y para la sociedad.

Victor Malumián

notas:
1) Barthes, Roland El usuario y la huelga, en “Mitologías”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005
2) Castoriadis, Cornelius “los dominios del hombre”
3) Bourdieu, Pierre “Estructuras, hábitus, prácticas” en El sentido práctico, Editorial Taurus humanidades
4) Es conocida la propaganda de las sillas donde un sujeto no tenía posibilidad de elección hasta que se abría la importación y podía elegir alegremente entre la silla que mejor satisficiera su necesidad.
5) Weber, Max “La política como vocación” en El polítco y el científico

extraído de la revista Nº 12 de Esperando a Godot www.revistagodot.com.ar

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Los avatares de la cultura como mercancía

Publicada el 11/01/2011 - 07/02/2012 por raas

La palabra «cultura» deriva del latín colere, que significa cultivar, cuidar, preservar. El primero en referirse a ella en el sentido de cultivar el espíritu, mejorar las facultades intelectuales y morales, fue Cicerón. Se ha sugerido que quizás los romanos inventaran el concepto para traducir la palabra griega paideia. Según Hannah Arendt los romanos concibieron la cultura en relación con la naturaleza y la asociaron al homenaje y respeto a las obras pasadas. «Culto» comparte raíz con cultura. Todavía hoy, cuando hablamos de cultura nos vienen a la mente esas ideas de naturaleza trabajada y monumento del pasado, aun cuando la realidad haga mucho que no tiene nada que ver.

La cultura como esfera separada de la sociedad donde se ejercita la creación libremente, como actividad justificable en sí y por sí misma, es una imagen idealizada. Su autonomía tiene un momento falso. La cultura pasó por las cortes de los reyes, se alojó en los monasterios e iglesias, fue protegida por los mecenas de los palacios y los salones. Cuando éstos la abandonaron la compró el burgués. El goce de la cultura ha sido el privilegio de la clase ociosa, liberada de la obligación de trabajar. Hasta el siglo XVIII la cultura fue patrimonio de la aristocracia; después, ha formado parte del acervo de la burguesía.

Los escritores y artistas han tratado de preservar su libertad manteniendo independiente el proceso de creación, viviendo ellos mismos al margen de las convenciones sociales, pero a fin de cuentas es el burgués quien paga por el resultado final, es decir, por la obra. El burgués le pone precio, tanto si le complace como si le provoca y da pasmo. Tanto si sirve para algo como si es perfectamente inútil. Para el burgués la cultura es objeto de prestigio; quien la posee asciende en la escala social. La demanda de la clase dominante determina pues la formación de un mercado de la cultura. Para el burgués la cultura es un valor como los otros, un valor de cambio, una mercancía. Incluso las obras que rechazan la condición de mercancías, cuestionan la cultura mercantilizada e imponen sus reglas son también mercancías. Su valor consiste precisamente en ser rupturistas, ya que impulsan la renovación, esencial para el mercado. La cultura en conflicto con la burguesía es la cultura burguesa del futuro.

Por haberse atrincherado aparte en tanto que producción especial del espíritu humano, por no haberse involucrado en la transformación de la sociedad, es por lo que la cultura bajo el dominio burgués ha fracasado. Las vanguardias de comienzos del siglo XX -futuristas, dadaístas, constructivistas, expresionistas, surrealistas- trataron de corregir ese error ideando y difundiendo nuevos valores subversivos, nuevos comportamientos disolventes, pero la burguesía los supo trivializar y expropiar.

El secreto consistió en impedir la formación de un punto de vista general. Los mejores descubrimientos eran esterilizados al separarse de la investigación global y de la crítica total. Los mecanismos comerciales y la especialización conseguían levantar una barrera entre el creador y el movimiento obrero revolucionario, el que le podría servir de base para acentuar todos los aspectos subversivos contenidos en su obra. Así renunció a cambiar el mundo y aceptó su trabajo como disciplina fragmentada, productora de obras degradadas e inofensivas.

Resulta significativo que cuando el pueblo llano se proletariza, desaparezca la cultura popular. El sistema capitalista somete al pueblo a la esclavitud asalariada y la burguesía culta descubre y se apropia de su folklore. La primera cultura específicamente burguesa es la cultura romántica. Como corresponde a un periodo revolucionario, es al mismo tiempo apologética y crítica; ensalza los valores burgueses y los cuestiona. Ese aspecto crítico influirá en la clase obrera. Cuando el proletariado concibe el proyecto de apropiarse de la riqueza social para ponerla al servicio de todos se percata de su aislamiento cultural y reivindica la cultura -principalmente en su vertiente romántica- como instrumento imprescindible de emancipación.

Las bibliotecas, los ateneos, las escuelas racionalistas, las publicaciones formativas revelan la voluntad de los obreros por tener una cultura propia, arrebatada a la burguesía y puesta fuera del mercado en provecho de todos. Dependía de la vanguardia cultural, movimiento que hace tabla rasa con el pasado, que ese detournement obrero de la cultura burguesa no introdujese sus taras ideológicas en el medio proletario y desembocara en valores realmente nuevos y revolucionarios.

Entonces hubiera podido hablarse de una auténtica cultura proletaria. No fue así. Las propias victorias obreras, especialmente las que acarreaban una disminución del tiempo de trabajo, fueron usadas en contra de los trabajadores. El ocio se volvía de alguna manera proletario y la vida cotidiana de millones de trabajadores se abría al capitalismo. La dominación dispuso de dos poderosas armas creadas por la racionalización del proceso productivo: el sistema educativo estatal y los medios de comunicación de masas, el cine, la radio y la televisión. Por un lado teníamos una cultura burocrática, destinada a trasmitir las ideas de la clase dominante, por el otro, una expansión sin precedentes del mercado cultural, determinando la aparición de una industria de la cultura.

El creador y el intelectual podían escoger entre la poltrona del funcionario o el camerino del animador. «Para conferir a los trabajadores el estatuto de productores y consumidores «libres» del tiempo-mercancía, la condición previa fue la expropiación violenta de su tiempo» (Debord). El espectáculo empezó a hacerse realidad con esa desposesión llevada a cabo por la industria cultural. Por una astucia técnica de la dominación la abolición del privilegio burgués no introdujo a las masas trabajadoras en la cultura, las introdujo en el espectáculo. El ocio no las liberó sino que culminó su esclavitud.

El tiempo «libre» es tal sólo de nombre. Nadie puede emplear su tiempo libremente si no posee los instrumentos adecuados para construir su vida cotidiana. El tiempo llamado libre existe en condiciones sociales de falta de libertad. Las relaciones de producción determinan absolutamente la existencia de los individuos y el grado de libertad que han de poseer. Esta libertad se ejerce dentro del mercado. En su tiempo de ocio el individuo desea lo que la oferta le impone. A más libertad, mayor imposición, o sea, más esclavitud.

El tiempo libre es ocupación constante; es pues una prolongación del tiempo de trabajo y adopta las características del trabajo: la rutina, la fatiga, el hastío, el embrutecimiento. Al individuo la diversión le viene impuesta no ya para reparar las fuerzas gastadas en el trabajo sino emplearlas de nuevo en el consumo. «La diversión es la prolongación del trabajo en el capitalismo tardío» (Adorno).

La cultura entra en el campo del ocio y se convierte en cultura de masas. Si la sociedad burguesa clasista utilizaba los productos culturales como mercancías, la sociedad de masas los consume. Ya no sirven para perfeccionarse o para mejorar la posición social; su función es la de divertir y pasar el rato. La nueva cultura es entretenimiento y el entretenimiento es ahora la cultura. Se trata de distraer, de matar el tiempo, no de educar y menos liberar el espíritu. Divertirse es evadirse, no pensar, por consiguiente, estar de acuerdo.

Así se hace soportable la miseria de la vida cotidiana. La cultura industrial y burocrática no enfrenta al individuo con la sociedad que reprime sus deseos, sino que doma el instinto, embota la iniciativa y acrecienta la pobreza intelectual. Busca estandarizar cambiando al individuo por un estereotipo, el que se corresponde con el súbdito de la dominación, a saber, el espectador. La cultura industrial convierte a todo el mundo en «público».

El público por definición es pasivo, procede por identificación psicológica con el héroe televisivo, con la vedette, con el líder. Son los modelos de la falsa realización propios de una vida alienada. La imagen domina sobre cualquier otra forma de expresión. El espectador, no interviene, hace de bulto; tampoco protesta, más bien es el decorado de la protesta. Es más, si las conductas rebeldes se vuelven moda cultural es porque la protesta se ha vuelto mercancía. Sirva de ejemplo reciente la «movida» madrileña o su homóloga, la contracultura barcelonesa de los setenta.

La verdadera función del espectáculo contestatario es integrar la revuelta, revelando el grado de docilidad o el nivel de idiotez de los participantes. El espectáculo extiende al máximo los momentos vulgares de la vida disfrazándolos de heroicos y únicos. En plena derrota de las ideas de igualitarias y libertarias, el espectáculo es el único que construye situaciones, aquellas en que los individuos ignoran todo lo que no divierte. Así se incuba el espectador, ser disperso a quien el régimen cotidiano de imágenes «ha privado de mundo, cortado de toda relación y vuelto incapaz de fijar la atención» (Anders).

Además de frívolos los productos de la cultura industrial son efímeros, pues la oferta ha de renovarse constantemente ya que el dominio sobre la vida cotidiana sigue las pautas de la moda, y en la moda la inconstancia es la regla. La moda siempre vive en presente. Incluso el pasado parece actual: el márketing consigue presentar a El Quijote como un libro acabado de escribir y a Goya como un pintor de la jet. El diluvio informativo que soporta el espectador está descontextualizado, privado de perspectiva histórica, dirigido a mentes preparadas para recibirlo, maleables, sin memoria y, por lo tanto, indiferentes a la historia.

Los espectadores no viven más que en el instante. Sumergidos en un perpetuo presente son seres infantiles, incapaces de distinguir entre distracción banal y actividad pública. No quieren madurar, quieren pararse eternamente en la edad del pavo. Creen que la farsa lúdica es la conducta pública más apropiada, la única que surge espontáneamente de su existencia pueril. Esa valoración espectacular de la parodia juguetona hace del mundo de los niños un absoluto, donde han de ser confinados los adultos. La infantilización separa definitivamente al público espectador de los verdaderos actores, los dirigentes. El hecho es más que perverso; difícilmente la protesta puede sobrevivir a las maniobras de los recuperadores infiltrados, pero nunca sobrevivirá a una versión cómic. La ideología ludista es la buena conciencia de las mentes infantilizadas bajo el espectáculo.

El espectáculo integrado reina donde la cultura estatal y la cultura industrial se han fusionado. Las mismas normas rigen las dos. La creciente importancia del ocio en la producción moderna ha sido una de las causas que han impulsado el proceso de terciarización económica característico de la globalización. La cultura, en tanto que objeto de consumo en tiempo ocioso, se ha desarrollado como fuerza productiva. Crea empleos, estimula el consumo, atrae visitantes. El turismo cultural es mayoritario ya que la oferta cultural es prioritaria en las ciudades. La industria cultural se ha diversificado y ahora el mercado de la cultura es global. Se exporta y se importa cultura, como se importan y se exportan pollos. Los adelantos técnicos en el transporte favorecen esa mundialización; la basura, como los medios de comunicación nos muestran, es igual para todos. En las cuatro esquinas del mundo se oye «Macarena».

Los nuevos sistemas técnicos -internet, video, DVD, fibra óptica, televisión por cable, telefonía móvil -han acelerado el proceso globalizador de la cultura burocratico-industrial; también le han proporcionado un nuevo territorio: el espacio virtual. En esa nueva dimensión el espectáculo efectúa un salto cualitativo. Todas las características de la susodicha cultura, a saber, banalización, unidimensionalidad, frivolidad, superficialidad, ludismo, eclecticismo, fragmentación, etc., se hallan realizadas a niveles insuperables.

La cultura del monitor culmina a la carta la colonización de la vida cotidiana proyectando en la nada virtual la realización de los deseos. La «interactividad» que permiten las nuevas tecnologías rompe en el éter electromagnético alguna de las reglas del espectáculo, como la pasividad o la unilateralidad, y gracias a eso el espectador puede comunicarse con otros y participar activamente, pero sólo en tanto que fantasma.

El alter ego virtual puede ser dentro de la matriz tecnológica todo lo que quiera, especialmente todo lo que el ser real no será jamás en el espacio real, de forma que a través de ese desdoblamiento del ser, el individuo contribuye a su propia imbecilidad y por lo tanto, a su aniquilamiento. La alienación moderna se descubre a través de los nuevos mecanismos de evasión como una modalidad de esquizofrenia.

En la actual fase histórica y en la medida en que un proyecto contra el sistema dominante es concebible, recobrar la cultura como cultura animi ciceroniana no significa dedicarse a una paciente erudición, o a una habilidosa cultura artesanal, o a una restitución militante de la memoria. Es ante todo práctica del sabotaje cultural inseparable de una crítica total de la dominación.

La cultura murió hace tiempo y la sustituyó un sucedáneo burocrático e industrial. Por eso todo aquél que hable de cultura -o de arte, o de recuperación de la memoria histórica- sin referirse a la transformación revolucionaria de la vida social tiene en la boca un cadáver. Toda actividad en ese campo ha de inscribirse en un plan unitario de subversión total; por consiguiente toda creación será fundamentalmente destructiva. No ha de rehuir el conflicto, ha de plantearlo y permanecer en él.

Miguel Amorós

fuente: www.caosmosis.acracia.net

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La formación de las necesidades *

Publicada el 11/01/2011 - 11/01/2011 por raas

Las ofertas de mercancías, los mandamientos de nuestro tiempo. Las mercancías tienen sed, y nosotros con ellas.

Lo que se nos presenta son, pues, objetos preformados, cuya pretensión es ser, en su conjunto, «el mundo», y cuya finalidad consiste en formarnos a su imagen y semejanza. Lo cual no es decir, sin embargo, que dicha formación sea un proceso violento ni, en todo caso, que la violencia, allí donde está operando, sea perceptible como tal o tan siquiera reconocible como presión. Las más de las veces, la presión formadora es tan poco perceptible para nosotros como para los peces de las profundidades marítimas la presión de las masas oceánicas que pesan sobre ellos. Cuanto más inadvertida pase la presión formadora, tanto más seguro será su éxito; por lo cual será lo más conveniente que el molde formador sea percibida como molde deseado. Para alcanzar este fin es preciso, por tanto, formar previamente los deseos mismos.

Entre las tareas actuales de la estandarización, y aun de la producción misma, figura, por consiguiente, no sólo la estandarización de los productos, sino también la de los deseos (que anhelan los productos estandarizados). En buena medida, desde luego, eso sucede automáticamente a través de los productos mismos que se entregan y se consumen cada día, ya que las necesidades obedecen, como en seguida veremos, a lo que a diario se ofrece y se consume; pero no del todo: siempre queda una cierta distancia entre el producto ofrecido y la necesidad. La congruencia total y sin resto entre la oferta y la demanda no se alcanza jamás; de modo que, para cerrar esa brecha, hace falta movilizar una fuerza auxiliar, y esa fuerza auxiliar es la moral. Cierto es que también la moral, si ha de ser apta para servir de fuerza auxiliar, debe ser previamente formada, de tal manera que pase por «inmoral» -es decir: por inconformista- aquel que no desea lo que haya de recibir, y de modo que la opinión pública (o, en su caso, su portavoz, que es la conciencia individual «propia» de cada cual) fuerce al individuo a desear lo que haya de recibir. Y eso es lo que sucede hoy en día. La máxima que se nos impone a todos a cada instante, y que apela -tácitamente, pero sin admitir objeciones- a la «parte mejor de nosotros mismos», reza (o rezaría, si se formulara): «¡Aprende a necesitar lo que te ofrezcan!».

Porque las ofertas de mercancías son los mandamientos de hoy.(1)

Dejando de lado algunos residuos de costumbres de épocas pasadas, lo que debemos hacer y dejar de hacer queda definido hoy en día por lo que debemos comprar. Es casi imposible excluirse de aquel mínimo de compras que están mandadas y ofrecidas como musts, o sea como compras obligatorias; quien lo intente se expone al riesgo de pasar por «introvertido», de perder su prestigio, comprometer su futuro profesional, parecer indigente o incluso de hacerse moral y políticamente sospechoso. Pues el no comprar se considera, en el fondo, una especie de sabotaje de ventas, una amenaza a las legítimas exigencias de la mercancía, y, por tanto, no solamente un no hacer, sino un delito positivo, emparentado al robo, cuando no más escandaloso todavía: pues si el ladrón, con su acto de apropiación, si bien indeseable en su modalidad específica, atestigua, con todo, su leal reconocimiento de las cualidades seductoras de la mercancía y de su mandamiento, y, con ello, se acredita como conformista de buena ley, a más de que, una vez atrapado, se le pueden exigir responsabilidades inequívocas, el no comprador, en cambio, se atreve a hacer oídos sordos a la llamada de la mercancía, a ofender con su renuncia al universo de la mercancía, y luego, para colmo, invocar hipócritamente la coartada de la negatividad, alegando que no ha hecho absolutamente nada, con lo cual logra efectivamente sustraerse al brazo de la justicia. «Mejor diez ladrones que un asceta» (dicho moluso) (2).

El mero hecho de no tener coche, que me exponía a ser sorprendido en flagrante delito de no haber comprado o, si se quiere, de no necesitar, me acarreó en California, en el año 1941, el apuro que a continuación se relata.

Diario.

Cuando iba caminando ayer por un highway de las afueras de Los Ángeles, bastante lejos de la ciudad, me vino siguiendo un policía motorizado y paró.
-Say, what’s the matter with your car? (Oiga, ¿qué pasa con su coche?) -me interpeló.
– ¿Mi coche? -pregunté, incrédulo.
-Sold her? (¿Lo ha vendido?).
Meneé la cabeza.
-¿Está en reparación?
Seguí meneando la cabeza. El cop se puso a pensar; pero parecía imposible dar con un tercer motivo para carecer de automóvil.
-Entonces, ¿por qué no lo utiliza?
-No utilizo ¿qué? ¡Pero si yo no tengo coche!
Esa sencilla declaración superaba asimismo su entendimiento.
-Es que nunca he tenido ninguno -expliqué, con ánimo de ayudar.
No podía haber metido la pata de peor manera. ¡Era acusarme a mí mismo! El policía se quedó boquiabierto.
– ¿Nunca ha tenido…?
– ¡Eso es! -dije, alabando sus buenas entendederas-. That’s the boy.
Lo saludé alegremente, ingenuo de mí, y traté de proseguir mi paseo. Pero de eso ya ni hablar; todo lo contrario.
-Don’t force me, sonny -dijo, desenvainando el bloc de apuntes-. ¡No me venga usted con cuentos!
El regocijo de poder aliviar la abrumadora monotonía de su oficio con la captura de un vagabundo, un vagrant, lo ponía de un humor casi candoroso.
-¿Y cómo es que no haya tenido nunca un coche?
A esas alturas, incluso yo creí haberme dado cuenta de lo que no debía contestar, y en lugar de decir: «Porque nunca he tenido dinero para comprarme un coche», respondí, encogiéndome de hombros, lo más indiferente que podía:
-Pues porque nunca me hizo falta.
La respuesta parecía regocijarlo.
-Is that so? -exclamó, casi entusiasmado.
Barrunté que había cometido otro error aún peor que el primero.
-¿Y por qué a sonnyboy no le hace falta tener coche?
Sonnyboy se encogió de hombros, amedrentado.
-Pues porque me hacen más falta otras cosas.
– ¿Por ejemplo?
-Los libros, por ejemplo.
– ¡Vaya! -dijo el policía, con voz de mal agüero, y repitió-: ¡Los libros!
Por lo visto, ya se sentía seguro de su diagnóstico; pues añadió:
-Don’t act the moron! (¡No se haga el tonto!).
Lo cual quería decir que había caído en la cuenta de que sonnyboy era, en realidad, un intelectualillo que se hacía el imbécil para disimular que se negaba a reconocer las ofertas como mandamientos.
-We know your kind (Ya conocemos a los de tu ralea) -dijo, asestándome un puñetazo amistoso en el pecho, y añadió, señalando con un ademán el desierto horizonte-: ¿Y adónde exactamente va usted?
Era la pregunta que más temía, pues si bien la carretera iba a San L., que estaba a cuarenta millas, hasta llegar allí no llevaba a ninguna parte. De haber intentado darle una definición de lo que es la falta de destino del paseante, me habría entregado en bandeja, delatándome definitivamente como vago y maleante. Sabe Dios dónde estaría yo ahora, de no haber llegado en ese mismo instante L., cual verdadero deus in machina, o sea en su imponente automóvil de seis asientos: paró en seco, me saludó efusivamente y me invitó a subir, lo cual al policía no sólo lo dejó pasmado, sino que debió de causarle serio daño a su philosophy.
-Don’t do it again! (¡No lo vuelva a hacer!) -me gritó al adelantarse a nuestro coche.
¿Qué era lo que no debía volver a hacer? Por lo visto, no debía volver a dejar de comprar lo que las ofertas mandan que todo el mundo compre.

Una vez uno haya reconocido en las ofertas los mandamientos de hoy, ya no le sorprende que incluso quienes, de hecho, no pueden permitirse la adquisición adquieran, sin embargo, las mercancías ofrecidas. Lo hacen porque aún menos pueden permitirse desobedecer los mandamientos, es decir, no adquirir las mercancías. ¿Desde cuándo la llamada del deber perdona a los indigentes? ¿Desde cuándo el deber se arredra ante los have-nots? Así como con el deber, según Kant, hay que cumplir también cuando va en contra de las inclinaciones de uno, y sobre todo entonces, así es que hoy se ha de cumplir también, y sobre todo, cuando el deber entra en contradicción con el propio «haber». También los mandamientos de las ofertas son categóricos, y cuando ellas proclaman su must, alegar la precaria situación del deber y haber de uno es puro sentimentalismo.

Esa analogía es ciertamente una exageración filosófica; pero exagera apuntando en la dirección de la verdad. Pues lo que es verdad sin metáfora es que hoy en día no hay apenas nada que juegue en la vida anímica de nuestros contemporáneos un papel tan fundamental como la diferencia entre lo que no se pueden permitir y aquello que no se pueden permitir no tenerlo; y no es menos verdad que esa diferencia se realiza como una «lucha». Si hay un «conflicto de deberes» característico del hombre de hoy, es esta lucha feroz y agotadora que se desencadena en el pecho de los clientes y en el seno de las familias. Pues sí: feroz y agotadora, digo; pues por más que el objeto de esa lucha nos parezca risible y estólido y la lucha misma una variante burlesca de otros conflictos más nobles, nada se dice con ello contra la virulencia del combate, suficiente como para que pudiera servir de trama a una tragedia burguesa de nuestro tiempo.

Como es sabido, la lucha termina, por lo general, con el triunfo del «mandamiento de la oferta», es decir, con la adquisición de la mercancía. Pero la victoria se compra caro; pues entonces empieza para el cliente la obligación avasalladora de pagar a plazos el objeto adquirido.(3)

De todos modos, lo mismo da objeto pagado que por pagar: una vez el cliente lo tenga, quiere también disfrutar su tenencia; y como sólo puede disfrutarla usando el objeto, acaba usándolo porque lo tiene: con lo cual se convierte en su criatura. Pero no sólo por eso: puesto que tiene la mercancía, le es moralmente imposible tenerla sin sacarle el máximo provecho que le pueda ofrecer. Eso sería, en principio, lo mismo que comprar pan y no comerlo.
Encender el televisor sólo de vez en cuando, usar la radio sólo ocasionalmente, eso significaría renunciar voluntariamente y sin beneficiar a nadie a algo que ya se ha pagado o por lo menos empezado a pagar: sería despilfarrarlo; y eso, desde luego, no puede ser. Así es que, si uno aguanta sin cesar lo que le entreguen los aparatos y sin cesar se deja formar por ellos, por lo menos será también por razones morales.

Pero con eso no basta; porque lo que uno tiene una vez, no solamente lo utiliza, sino que también lo necesita. Una vez el uso se haya encarrilado por cierta vía, luego hay que continuar circulando por el mismo carril. Al final, uno no acaba teniendo lo que necesita, sino necesitando lo que tiene. El estado de las posesiones que uno tenga se coagula y se establece psicológicamente como estado normal. Lo que es decir que, cuando llega a faltar algún producto de marca que se haya poseído una vez, no hay simplemente un hueco, sino que hay hambre.

Ahora bien, el caso es que siempre falta algo, ya que todas las mercancías son, para suerte de la producción y gracias a los cálculos que la rigen, unos bienes que se consumen y desgastan por el uso, aun cuando no sean bienes de consumo en el sentido estricto de pan y mantequilla; es decir, unos bienes de cuya falta se encarga el usuario mismo. Así pues, cuando tiene un objeto y lo ha consumido, lo vuelve a necesitar: la necesidad sigue al consumo pisándole los talones. En cierto sentido, la «adicción» es el modelo de las necesidades actuales; con lo cual queda dicho que las necesidades deben su existencia y su modo de ser al hecho de que existan determinadas mercancías.

Pues bien: entre esas mercancías, las más refinadas son las que, por su cualidad, producen necesidades acumulativas. Que Dios o la naturaleza hayan implantado en el hombre un basic need, una necesidad elemental de consumir Coca-Cola, es cosa que nadie sostendría, ni siquiera en el país que la produce; pero el caso es que allá, al otro lado del charco, la sed se ha adaptado a la Coca-Cola, y eso -y aquí llegamos al meollo del asunto- a pesar de que la función última y secreta de dicha bebida no es apagar la sed, sino producirla: esto es, producir, en concreto, una sed específica de Coca-Cola. Aquí resulta, pues, que la demanda es un producto de la oferta y la necesidad un producto del producto, mientras la necesidad producida por el producto sigue funcionando como garantía de la ulterior producción acumulativa del producto.

Este último ejemplo demuestra que, al hablar de las ofertas como «mandamientos de nuestro tiempo», no hay que hacerse una idea demasiado exigua de su carácter de imperativos. Lo propiamente imperativo no se halla tan sólo en las frases declaradamente imperativas, en las estrepitosas órdenes de la publicidad -«¡Compra tu ropa interior Mozart! ¡Cómprala ahora mismo! ¡Es un must!»-, a las que uno, en fin de cuentas, y con un poco de dominio de sí, puede todavía ofrecerles resistencia a pesar de todo, por más que lo traten ya anticipadamente de propietario; sino que lo imperativo está en la posesión de los productos mismos, cuyas órdenes, aunque silenciosas, efectivamente no admiten objeciones. Cada mercancía adquirida requiere, para seguir siendo utilizable o, por lo menos, para no quedar en seguida inservible (y también por razones de prestigio, esto es, para rodearse de objetos de su mismo rango), la compra de otras mercancías; cada mercancía tiene sed de otra o, mejor, de otras. Y cada una nos provoca también a nosotros la sed de otras: lo difícil no es comprar mercancías sino tenerlas; pues el propietario de la mercancía se ve obligado a hacer suya la sed que ésta padece (de jabón en copos o de gasolina), y por mucho que le cueste llenar las bocas acumuladoras de los objetos que se han convertido en su propiedad, no tiene más remedio que hacerse cargo de sus necesidades, y lo hace aún antes de saberlo. Quien necesita A tiene que necesitar también B, y quien necesita B no puede menos de necesitar C; de modo que no sólo necesita una y otra vez A (como en el caso de la Coca-Cola), sino generaciones enteras de mercancías: B, que le había pedido A, luego C, ya que B lo exige, luego D, reclamado por C, y así ad infinitum.

El comprador se vende con cada compra; pues con cada compra establece un como lazo matrimonial con una familia de mercancías que se acumulan y procrean como conejos, exigiéndole que se haga cargo de su sustento. Lo cual, desde luego, supone, por un lado, una cierta comodidad, por cuanto uno no necesita ya apenas ponerse a pensar acerca de su modo de vivir ni tomar decisiones a su cuenta, dado que los sedientos miembros de la familia de mercancías lo informan a gritos de lo que hay que hacer cada día, y el tiempo pasa –Time goes on-; pero, por otro lado, también supone que esos mil miembros de la familia que a uno lo traen de cabeza lo tratan como si fuera un criado, un menor de edad, una presa acorralada, haciéndolo vivir sometido a sus dictados; que la elección de las necesidades futuras siempre ya está hecha; en suma, que uno no tiene jamás tiempo ni libertad de hacer valer sus propias necesidades, ni aun de sentirlas siquiera.

Algún ingenuo nos aconsejaría no caer en los lazos de semejantes «mercancías sedientas»; lo cual es obviamente ridículo, ya que no hay mercancía que no tenga sed. Y no las hay porque lo que tiene sed no es la pieza particular de mercancía, sino el universo de las mercancías como un todo; porque eso que llamamos la «sed de las cosas» no es sino la interdependencia de la producción, esto es, el hecho de que todos los productos remiten unos a otros y dependen unos de otros. Mantenerse al margen de este universo de las mercancías y de la producción es evidentemente imposible; tan imposible como sería el intento de mantenerse al margen del mundo: es decir, ser, pero sin estar en el mundo. Y si algún loco emprendiera el experimento de independizarse aunque sea sólo de algunos de los pertrechos y las fuerzas que constituyen nuestro mundo -por ejemplo, la electricidad-, no tardaría en perecer. Nadie puede permitirse abrir brechas en el sistema del que, como hijo de nuestro tiempo, participa, lo quiera o no, pues con ello quedaría privado del sistema entero.

El hecho de que cada mercancía que, según está mandado, se nos ofrece y se compra, encierra a su vez otras necesidades que se convierten en nuestras necesidades, representa la culminación del fenómeno de los moldes, ya que nuestras necesidades ya no son más que las improntas o reproducciones de las necesidades de las mercancías mismas. Lo que vamos a necesitar mañana no está escrito ni en los astros ni en nuestro pecho; ni tan siquiera en nuestro propio estómago, sino en la nevera que habíamos comprado anteayer, en la radio que compramos ayer y en el televisor que hemos comprado hoy, y a los que mañana escucharemos con el corazón palpitante, aguardando que nos dicten nuestras necesidades.

Günther Anders **
Munich, 1956

notas:
1) A menudo se justifica el deber de estandarización del hombre a partir de otras formas de moral ya existentes, tachando, por ejemplo, de «anticristiano» o de «antidemocrático» a quien se resista a la estandarización. El «razonamiento» es el siguiente: el que no participa delata su falta de humildad y, por tanto, de virtud cristiana, o bien la pretensión de recibir un trato de favor, es decir, un privilegio. Link, en su famoso libro Return to Religion, considera, por ejemplo, «introvertido» -lo que viene a decir: un enfermo social- a quien se haga él mismo escrúpulos de conciencia en lugar de limitarse a consumir remordimientos prefabricados. Sobre este libro -que no pertenece al género del panfleto religioso, sino que fue un éxito de ventas que en 1936 vio dieciocho ediciones en nueve meses, en una de las más grandes casas editoriales, y en el cual se presenta a Jesucristo como modelo de «extroversión»-, v. mi reseña en Zeitschrift für Sozialforschung 1938, ns. 1 y 2.
2) Moluso: de Molusia, país imaginario en que se desarrolla la novela de Anders La catacumba molusa, parábola de los regímenes fascistas y sus aparatos de propaganda y adoctrinamiento (N. del T.).
3) Con este modo de pago, se completa la renuncia a la libertad que se inició con la obediencia al mandamiento de la oferta: a partir de este momento, el comprador que aún debe la suma restante se siente culpable ininterrumpidamente, no sólo ante el vendedor, sino también ante la mercancía entregada, cuya posesión siente como algo todavía inmerecido. Como ya la está utilizando, entabla con ella una relación carente de libertad; y dado que, gracias a la mercancía que ya tiene en casa, vive por encima de sus posibilidades, se ve obligado a dedicar su vida de ahora en adelante a mantenerse, a fuerza de trabajo adicional, a la altura del excesivo nivel de vida ya alcanzado; con lo cual pierde definitivamente la posibilidad de encontrarse a sí mismo.

* Capítulo extraído del primer volumen de la obra La obsolescencia del hombre, de 1956.
** Günther Anders (seudónimo de Günther Stern,1902-1992). Nacido en Wroclaw (Silesia), estudia filosofía con Husserl y Heidegger en Friburgo (1921-1924); ejerce de periodista, escribe relatos, poemas y ensayos filosóficos. Ante la llegada al poder de los nazis, Anders, judío y antifascista, emigra en 1933 a París y en 1936 a los Estados Unidos, donde sobrevive trabajando en fábricas (experiencia que luego juzgará decisiva para la evolución de su crítica de la sociedad moderna), antes de ser nombrado en 1947 profesor de Estética en Nueva York. En 1950 se establece en Viena, donde prosigue su labor literaria y filosófica. Desde los años cincuenta, milita en los movimientos antinucleares y pacifistas; en 1967 forma parte del Tribunal Russell contra la guerra de Vietnam. En 1986, sus Tesis sobre la violencia, resuelto alegato a favor de la resistencia violenta contra la violencia de los Estados y los ejércitos, causan escándalo en el movimiento pacifista alemán y austriaco. La «filosofía de la resistencia» que propugnan los escritos de Anders puede resumirse en una tesis fundamental: la amenaza de destrucción nuclear que se cierne sobre la humanidad entera es la consecuencia extrema de un desarrollo de las técnicas industriales cuyo poderío supera las capacidades -de decisión responsable, y aun de imaginación- de los mismos seres humanos que las producen; la indiferencia con que aceptan la posibilidad permanente del apocalipsis nuclear es la expresión más mortífera de su abdicación ante la perfección superior de sus propios artefactos técnicos.

Traducción: Luis Andrés Bredlow
fuente: www.sindominio.net/etcetera

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Pueblos originarios y acción directa ambientalista

Publicada el 25/12/2010 - 25/01/2011 por raas

Acciones violentas de grupos y comunidades originarias contra las corporaciones depredadoras.

Muchas veces se idealiza a los pueblos originarios como modelos de democracia o colectivismo pleno. No vamos a entrar aquí en ese asunto. Lo que sí podemos aceptar es que son pueblos primigenios y, a la vez, vulnerables tanto cultural como físicamente. Son pueblos que no cuentan apenas con defensas a la hora de enfrentarse a mutinacionales y a todo el aparato capitalista (militares, policías, jueces, etc).

El desarrollismo destructor no tiene en cuenta sus derechos pues muchas veces chocan con él: acceso a tierras, a recursos, etc. Su condición es la de ciudadanos de segunda, ciudadanos sin censar, sin acceso a la administración y a los media…
Pueblos que sólo saben defenderse con flechas y arcos o que son embaucados por las multinacionales sin escrúpulos: todavía se lleva eso de dar camisetas o banderas de la madre patria a un indito para que se quede contento, o el echar botas y hachas desde un helicóptero previo a una visita del cuerpo técnico o el alcohol con el que se han destruido tantos pueblos originarios.

Todos estos son métodos vigentes en Ecuador, Colombia, Brasil, etc. A ello se añade la actividad de la evangelización practicada por desde católicos a protestantes y muchas otras sectas a menudo ligadas a las multinacionales mismas. O el hacer firmar contratos sin saber lo que ponen, como aquel Mapuche ciego al que Endesa obligó a firmar la concesión de sus tierras sin poder leer ni escribir y al que la firma española no tuvo escrúpulos para tirarle la casa y dejarle sin techo.

O sus tierras se invaden sin más, por la maquinaria pesada bien pertrecha de dispositivos policiales o militares. Incluso en esos territorios ya establecidos por los propios gobiernos para el uso exclusivo de pueblos originarios -como las reservas naturales- se demuestra que los acuerdos no significan nada cuando se trata de intereses capitalistas. Una vez asimilados tampoco son conocedores de las reglas a seguir para hacer oír su voz o son reprimidos (como tod@s l@s demás) por reivindicar cosas de la forma más simple. Así que cuando esta gente se hace con formas de protesta más contundentes y radicales a las tradicionales marchas o cortes de carretera, sólo podemos tener palabras de elogio. A lo dicho debemos añadir que, aunque sin caer en idealizaciones, los pueblos originarios han desarrollado un mayor respeto por los recursos y hábitat y en muchos casos son el único garante para la conservación de habitats tan fundamentales como las selvas amazónicas de Perú, Colombia, Ecuador, Brasil, Bolivia, Papúa, Congo, etc.

Ante esto hay quienes se entregan de manos a las multinacionales y los gobiernos sin saber lo que les espera al perder su forma de vida y su espacio y habitat. Hay también quienes lo predicen y declaran guerra abierta a cualquiera que ose entrar en su territorio. Este es el caso de l@s Tageri y l@s Taromenane (subgrupos de la etnia Huaoranui de Ecuador). L@s Tageri nos son conocidos por haber dado muerte a monseñor Lavaca, el cura vasco que creyó que el podría encauzar a estos incivilizados y se presentó en su territorio con sor Inés.

Estos pueblos han visto sus gentes asesinadas por cientos y también muertas por la introducción de enfermedades contagiosas a las que ellos no están inmunizados, como un simple catarro. Se han mostrado contrarios a la entrada en sus territorios de las petroleras como Repsol YPF y Petrobras que operan en su territorio, pero estas persisten. Muchos otros pueblos han exigido la salida de las petroleras de sus territorios y amenazado con pasar a acciones más radicales. Como l@s Kichwas, que el 31 de mayo de 2006 celebraron una asamblea histórica a la que asistieron 9 comunidades indígenas para ratificar su total oposición al ingreso en sus territorios de la empresa petrolera PERENCO. L@s Huaorani también han exigido la salida de Repsol y Petrobrás. En mayo de 2006 el gobierno de Ecuador rompió el contrato con la compañía usamericana Oxy y requisó las instalaciones de esta por delitos contra el medio ambiente y 42 violaciones de la ley. L@s shuar y achuar llevaban años exigiendo la salida de esta petrolera.

Pero además de la guerra declarada, otros grupos deciden mantenerse fuera del sistema tomando otras medidas de presión con las que atraer publicidad y medidas contra las multinacionales. Un ejemplo es la famosa amenaza de suicidio colectivo de l@s U’wa (Colombia) acosados por la petrolera Occidental Petroleum (Oxy) (a quien sutituyó Repsol YPF) es una de estas. Para l@s U’wa el petróleo representa la sangre de la madre tierra y su extracción significaría su muerte y también la de su gente.
Pero la acción y el valor indígenas van mucho más allá de la simple (y necesaria) protesta (a mi me causó emoción ver a Huaorani con sus atuendos típicos, sus tocados de plumas, sus torsos desnudos e incluso sus lanzas y cerbatanas asistir a manifestaciones en la ciudad contra las petroleras).

Muchos han usado la acción directa y otros métodos disuasorios del mismo modo que aquí se cortaron los cables de transporte de hormigón para el pantano de Itoiz.

A finales de agosto de 2006, l@s guaraní de Bolivia ocuparon la planta de Repsol YPF de Parapetí. Aunque ésta es una de las empresas a la que le afectó la seudo-nacionalización de los hidrocarburos promovida por el gobierno de Evo Morales, la situación para muchos (sobre todo para los indígenas) no ha cambiado. Un@s 300 Guaraní de 7 comunidades ocuparon la planta pacíficamente e instalaron un campamento. Est@s amenazaron con cerrar las válvulas de un gasoducto que transporta gas a Brasil si la empresa no aceptaba sus demandas. Previamente habían sido instruidos para que no corrieran peligro con su acción al manipular las válvulas.

En junio también otros 350 indígenas de Xingú (Mato Grosso, Brasil) pertenecientes a las etnias kamaiurá y xavante ocuparon una central hidroeléctrica en obras y amenazaron con volarla con dinamita. L@s activistas retuvieron a 300 obreros y destruyeron a mazazos parte de las instalaciones de la hidroeléctrica en construcción. El embalse Paranatinga II se sitúa en un lugar sagrado por los pueblos originarios y alberga numerosos sitios arqueológicos. Este contendrá las aguas del Cululene, el principal afluente del Xingú que riega la reserva de su nombre donde habitan 5.000 personas pertenecientes a pueblos originarios.

L@s pemones también han utilizado el sabotaje contra el desarrollismo destructor. En Octubre de 2000, activistas de este pueblo derrumbaron 7 torres de tendido eléctrico al sur de Mapaurí. La lucha contra el Tendido Eléctrico de Venezuela a Brasil fue ignorada por Chávez, quien criminalizó a las comunidades pemonas en resistencia. Este tendido atraviesa territorio Pemon ya afectado por la construcción de una carretera (Troncal 10) que atraviesa La Gran Sabana, el Parque Nacional Canaima y una zona también considerada por l@s Pemones como sagrada. Ahora Chávez pretende la construcción de un super-gaseoducto desde Venezuela a Brasil de más de 8.000 kilómetros atravesando de nuevo territorio pemon (mismo recorrido que el proyecto de tendido eléctrico).

Los mapuche (Chile-Argentina) también han utilizado el sabotaje y la acción directa sobre todo contra las empresas madereras.
En muchos casos este se ha centrado en dependencias o en maquinaria, como la acción del 5 de enero 2003. En ese caso, por ejemplo, una plantación de pino fue quemada junto a la maquinaria. El pino se planta reemplazando al pehuen (araucaria) árbol sagrado y base alimentaria mapuche. Por estas acciones much@s mapuches han sufrido presidio. A estos se les deben sumar otros a los que se acusa de participar en estos hechos, pero que no los ha cometido, en un contexto de represión indiscriminada. A tod@s ell@s se les está aplicando la ley antiterrorista, así como un nuevo Sistema Procesal Penal introducido como proyecto piloto en la 9ª Región (Chile).

De la misma forma que el ELN revienta oleoductos en Colombia, estos también son blanco del MEND en el delta de Níger (Nigeria), pero no por los mismos motivos. Nigeria ha sido un país donde las demandas de ecologistas y minorías étnicas han sufrido la mayor de las represiones, incluyendo ejecuciones como las de Ken Saro Wiwa y otros ocho activistas ogoni en 1996 (otros 20 esperaban el mismo sino, pero sus ejecuciones fueron suspendidas debido a la presión internacional). Ante esta situación y las incesantes violaciones de derechos humanos y ambientales de las multinacionales es lógico que la respuesta se intensificara.

El MEND (Movement for the Emancipation of the Nigerian Delta) está conformado por grupos étnicos minoritarios de la zona, como los Ijaw. MEND se ha puesto como objetivo «destruir totalmente la capacidad del gobierno de Nigeria de exportar petróleo». Para ello MEND realiza sabotajes, aunque se han armado también robando armamento al ejército petrolero nigeriano (como el 19 enero y 23 de marzo de 2006, cuando robaron metralletas y lanzagranadas), estableciendo que no buscan la pérdida de vidas humanas. Para ello también han expresado a sus comunidades el abandono de zonas cercanas a instalaciones petroleras para evitar daños. Después de una acción en diciembre de 2005 MEND volvió con una mayor el 12 de enero de 2006 cuando voló 3 oleoductos y atacó un barco petrolero con lanzagranadas. Ese día MEND también capturó 4 mercenarios que soltó 18 días más tarde. MEND exigió a la Shell el pago de 1,5 billones de dólares a una comunidad por daños causados por escapes de petróleo. Cuatro días más tarde el MEND destruyó una estación petrolera y dos botes militares. Los activistas fueron interceptados por lanchas militares. En el consecuente tiroteo las dos lanchas militares fueron hundidas causando la muerte de varios militares (cifras desconocidas).

El 23 de marzo activistas se encontraron en una situación parecida, capturando la lancha y armamento. Como resultado 3 militares murieron y los demás escaparon. En febrero de 2006 MEND intensificó su actividad como respuesta a la represión a los Ijaw por el ejército nigeriano. Esta consistió en 4 ataques en 5 días contra oleoductos y plataformas de extracción. MEND también secuestró a 9 trabajadores de la Shell. Al final, el activismo del MEND dio sus frutos y paró la producción petrolera en la zona. Como resultado de estas acciones Shell desalojó a 330 de sus empleados por su seguridad. La última acción que conocemos data del 29 abril de 2006 cuando MEND explotó un coche bomba con el efecto de volar cisternas petroleras. MEND también ha amenazado con volar por los aires la mayor planta de gas de Nigeria. Shell es la mayor compañía que opera en el país de mayor producción petrolera de Africa, toda ella concentrada en el delta del Níger. Las petroleras se han hecho con las tierras y las han contaminado, al igual que el agua y el aire. Pese a los altos beneficios de las multinacionales, la población local permanece en la pobreza más absoluta. El gobierno militar nigeriano (antes dictadura militar) siempre apoyó a la Shell y a otras petroleras y reprimió y ajustició a aquellos que mostraron oposición. Los pueblos originarios como los Ogoni o los Ijaw han vivido en sus carnes esa represión.

Otro caso de exitosa lucha contra las multinacionales destructoras fue el de la población de la pequeña isla de Bouganville, donde la empresa RTZ se adueñó de la isla para convertirla en una gran mina abierta de cobre: 500 m de profundidad y 7 kilómetros de largo. La mina dejó a l@s nativ@s sin tierra, sin casas y sin su habitat y, por si fuera poco, lo contaminó todo. En 1988 l@s nativ@s comenzaron a tomar cartas en el asunto y, tras robar dinamita a la empresa, empezaron a volar postes de alta tensión, maquinaria y edificios de la empresa. El Ejercito Revolucionario de Bougainville (lo más lejano a un ejercito…) consiguió sacar a la compañía de la isla. Desde entonces, han logrado producir vehículos y armas para su autodefensa utilizando los deshechos dejados por la compañía. Para carburante también utilizan su propio biodiesel hecho de aceite de coco.

Otra zona de gran actividad multinacional es Papúa Occidental, zona donde existen grupos étnicos y tribales que no se conocen entre ellos debido a la topografía y al escaso desarrollo (industrial- tecnológico). Estos grupos tribales también se han enfrentado con lanzas a las multinacionales. Si la mina de Bouganville era grande, la de oro y cobre de Papúa Occidental lo es todavía más (Freeport-McMoRan Copper & Gold Inc-USA). En 1981, por ejemplo, activistas volaron tuberías de esta compañía. Los grupos tribales están organizados en cierta forma bajo el Movimiento para una Papúa Libre (Organisasi Papua Merderka – OPM), una red de guerrer@s tribales. Indonesia ha practicado una represión brutal con ejecuciones sumarísimas: se calculan 300.000 muertos desde 1962.

fuente: revista Ekintza Zuzena Número 34. www.nodo50.org/ekintza

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Videla, dictadura y la izquierda ausente

Publicada el 25/12/2010 - 25/12/2010 por raas

Análisis del pasado reciente argentino, procurando evitar el maniqueísmo fácil, ni en la versión adocenada de la teoría de los dos demonios ni en los ultrismos que descargan todo en «el otro».

El 21 de diciembre ppdo., como se sabe, fue el desenlace de los juicios incoados contra jefes de la represión depuestos, como Jorge R. Videla y otros mandos de la pesadilla 1976-1983.
Las cartas, pasadas tres décadas largas de los atroces acontecimientos examinados, ya están bastante echadas.

Tenemos a las organizaciones de derechos humanos que han avanzado en muchos aspectos y han logrado finalmente volver a llevar a juicio por delitos imprescriptibles a una serie de militares y profesionales de la represión; tenemos las reacciones y “defensas” de militares, enjuiciados y acólitos como Cecilia Pando que procuraría “dar vuelta la torta” y enjuiciar o sencillamente degollar a los impugnadores del “Proceso de Reorganización Nacional”; tenemos a quienes procuran seguir aprovechándose de situaciones generadas en aquel período de discrecionalidad del poder y de terror, como vemos con el estiradísimo trámite por la identidad de algunos adoptados/apropiados.

También sabemos de las voces que juegan en cada coro, aunque a veces hayan surgido fuerzas que procuran obturar tales expresiones. Recuerdo los esfuerzos de una serie de abogados y redes antidictatoriales procurando impedir, a fines de los ’80, una declaración firmada por miles de “ciudadanos” que querían apoyar a Videla y a la dictadura procurando publicar una solicitada de opinión en La Razón. Era una magnífica oportunidad para “verles las caras a tantos partidarios de la dictadura” pero los demócratas absolutistas lograron convencer al juez M. Izurzún de que la lucha por la democracia incluía el ahogo de la libertad de opinión y se impidió semejante publicación, y nos quedamos, de paso, sin saber qué enemigos teníamos y dónde, si en nuestros lugares de trabajo o de estudio…

Por eso, no sorprendió demasiado escuchar, una vez más, la preocupación que en el programa radial “Periodismo sin vueltas” (Radio América, 22 diciembre 2010) sus encargados, Ernesto Lucero y Jorge Fernández Costa o alguno de ellos, transmitía. Apesadumbrados, contrariados por la difusión del alegato de Jorge R. Videla en el juicio que se le hace. Su última instancia de defensa.
Había disgusto. Como que temían que el alegato de Videla y la fuerza y entereza con que lo planteó, pudiera resultar atractivo, deslumbrar o desconcertar a más de uno. No terminaba de entender si los desconcertados no serían alguno de ellos, periodistas ka del más puro modelo.
Me decidí por auscultar pareceres más cerca de la calle. Quien vende los diarios que a veces compro me pareció un buen referente. Efectivamente, llegar a comprar un matutino y que me expectara: ¿miró el juicio anoche? fue todo uno. Auspicioso.

Me comenta que Videla estaba entero y que hizo un discurso muy convincente. Y de allí, fue desplazándose, e insensiblemente llegó a la “teoría de los dos demonios”: “Que fue un tiempo de una tuya y una mía”, me lo tradujo un poco más deportivamente…
Videla alegó que antes del golpe militar «»el estado había perdido el monopolio de la fuerza» y se vivía un «far west vernáculo».» (Marta Platía, Los Andes, 22/12/2010).
También recordó: «»El estado de caos del país desde octubre de 1975″; la firma del decreto de «aniquilación del terrorismo» suscripto por la ex presidente Estela Martínez de Perón e Italo Lúder.» (ibídem).

Y para remate, aludió directamente a la constelación K, resucitando el imaginario de la “seguridad nacional” de los ’70, madeinUSA.: «»Los enemigos de ayer están en el poder y desde él intentan establecer un régimen marxista, a la manera de Gramsci, que puede estar satisfecho de sus alumnos.» (anónimo, La Nación, 21/12/2010).
En otro pasaje, Videla describe la situación de entonces: «»Agotada la instancia de represión sin haberse restablecido el orden, ante las dimensiones de la agresión terrorista, y ante la inoperancia de la Justicia, parecía llegado el momento de apelar a las Fuerzas Armadas para combatir al terrorismo».»
Y ya casi filosóficamente: «»la Argentina afrontó una guerra interna revolucionaria de profunda raíz ideológica».»

Y bien: ¿cuál es el problema? No lo que dice, por ejemplo, la última cita es inobjetable y se podría decir que sus pasajes “descriptivos” no son fáciles de rebatir. En todo caso, los problemas, graves, del “discurso” de Videla pasan por lo que omite, lo que escamotea o por el enfoque maniqueo, ideológico madeinUSA, que confunde al gobierno K con el marxismo.
No hablar ni una palabra de los botines. Algo sistemático que empezó rateando dinero y terminó cambiando la identidad de bebes. Un cáncer social todavía vigente. Una profunda corrupción de la máquina militar.

Un desprecio absoluto por la vida y la dignidad humana.
Ni mencionó, ¡cómo va a mencionarlo!, que su primer acto de gobierno fue establecer la pena de muerte, por decreto. Preguntémonos si por la alta estima que hayan tenido Videla y sus secuaces por la vida humana y si por su altísimo sentido del honor y la compasión, jamás la efectivizaron. O si no prefirieron “la noche y la niebla”, los cuerpos esfumados, para escamotear, con enorme cobardía moral, las atrocidades que cometían a diario.

Con lo cual, sus reiteradas alegaciones a la “crueldad necesaria” sólo muestra su abyección.
Tampoco habló de la satelización total de la Argentina a estrategias imperiales ajenas, lo cual hacía retozar de contento a un perro guardián como el sádico A. Harguindeguy.
Pero no, no es ése el problema que preocupara a “Periodismo sin vueltas”. Es lo que dijo Videla. No lo que escamoteó. ¿Y por qué lo que dijo es tan explosivo y temible?
Porque la izquierda en este país, lo que suele considerarse la izquierda constituida y reconocida como tal, ha escamoteado precisamente el estado real de la sociedad argentina sobre el que embate una y otra vez el asesino frío Videla con aquella renovada Triple A que denunciara Rodolfo Walsh; las tres armas.

Porque lo que se llama la izquierda en este país procura hacerle creer a la sociedad que efectivamente la dictadura se descargó sobre una sociedad de carmelitas descalzas y con ello “prueba” que efectivamente son unos monstruos.
El ejército, la Triple A, las policías y otros cuerpos represivos oficiales, múltiples, del estado argentino, cometieron monstruosidades sin cuento ni medida –incomparables con los pinitos de la “violencia revolucionaria”; por eso la teoría de los dos demonios es insensata–, pero todo no arrancó con sus acciones contra carmelitas descalzas.

Cuando los “grupos de tareas” caían, como también cayeron, sobre carmelitas descalzas era porque venían con su brutalidad casi intacta, con su soberbia armada, con su pretensiones de salvadores absolutos, pisando fuerte y no admitiendo ni una brizna de diferencia: recordemos el “aforismo” de Saint-Jean, el 7 de octubre de 1976, gobernando la provincia de Buenos Aires: ‘A los que vamos a matar’. “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, luego a los indiferentes y por último a los tímidos».»

Para decirlo con las palabras del economista y periodista Carlos Quijano (1900-1984), para una realidad análoga; la presencia tupamara en Uruguay y el auge guerrillero: ‘Le están abriendo la jaula al monstruo’. Con ello, Quijano explicitaba que la violencia guerrillera, minúscula pero irritante, habilitaba la salida a la calle, la invasión de la sociedad por parte de sus presuntos protectores, los militares, a los que calificaba sin ambages de “el monstruo”. Porque Quijano sabía bien cómo se estaban formando los militares, y al servicio de qué estrategia de poder estaban, con Escuela de las Américas en Panamá y con “asesores” franceses, torturadores colonialistas, p. ej., en el caso de Argentina.
En rigor, los pujos de violencia revolucionaria le vinieron como anillo al dedo a los golpistas y “salvadores de la patria”.

Con los riesgos del análisis contrafáctico, se podría plantear la hipótesis de que si no hubiera mediado Cuba y el encandilamiento consiguiente en tantas realidades sudamericanas, los servicios de inteligencia de la constelación de poder que quería apretar (todavía más) las clavijas podrían haber “acentuado las contradicciones”. Como estimo que ha acontecido con los peculiares atentados del 11 de setiembre de 2001 en Washingon y Nueva York, al servicio de un recrudecimiento de la condición imperial y/o imperialista de EE.UU.

Pero, claro, si desde tanta izquierda se escamotean aquellas secuencias que muchos consideraban prerrevolucionarias, la pieza oratoria de Videla puede resultar inflamable. Porque se adueña de aquellos “hechos” y los pone a su servicio.
Particularmente efectivo ante gente poco politizada y por lo tanto con un potencial sesgo derechoso. Y no solamente para tales. Los jóvenes tampoco conocieron la pesadilla del terror de estado y por eso no alcanzan a tener una idea cabal del período setentista, cargado de esperanzas, de proyectos, de idealismo, de entregas, de sacrificios, a menudo heroicos, pero también de necedad y soberbia de “las organizaciones armadas”. Gente que no querrá, los primeros, y que no podrán, los segundos, conocer los “hechos difíciles” que de modo distinto nos sumían a todos en la inseguridad. Recordemos un único ejemplo: la voladura del comedor de la Policía Federal, que arrojó 21 muertes. Esos vientos tienen que ver con las tempestades del abuso, la corrupción, el poder omnímodo, la abyección de vivir bajo el “Proceso de Reorganización Nacional”.

Para lo que realmente sirvió la dictadura asesina de 1976 fue para distorsionar un poco más el ya distorsionado carácter guerrero del ejército convertido en cazador de mujeres a menudo desarmadas, jovencitos, sindicalistas, bebes y que frente a una guerra que ellos mismos provocaron, en las irredentas Malvinas, no pudieran comportarse como ejército, con un zanjón de clase monstruoso entre conscriptos tratados como el pueblo todo, y una oficialidad hipercorrupta que, como en el caso del tirador de élite A. Astiz, se rindió sin disparar un solo tiro.

Ésa sí que fue una ayuda, involuntaria, claro, a la sociedad argentina. Porque desobturó la vuelta a la democracia, que se precipitó incontenible poco después del desastre malvíneo y permitió vérselas con cuerpos militares desvencijados que facilitaron la irrupción civil y el Nunca Más.
Pero ésa ya es otra historia.

Luis E. Sabini Fernández
luigi14@gmail.com

Publicado en • Análisis

La verdad es una tierra sin caminos

Publicada el 19/12/2010 - 22/12/2021 por raas

El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas. Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.

Por Jiddu Krishnamurti

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Publicado en • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Neoesclavitud, • Poética, • PsicopatologíasEtiquetado como aniquilamiento de la verdad, aplastamiento del ser interior, caminante no hay camino, camino sin corazón, destrucción del ser, dictaduras, dogmatismo aplastante, el camino de la verdad, Jiddu KrishnamurtiDejar un comentario

De aperturas y nuevas politizaciones

Publicada el 15/12/2010 - 15/12/2010 por raas

El desborde

Un momento de apertura política está marcado tanto por la dificultad de nombrarlo de modo fácil y preciso como por la pluralidad de significados que despierta. De allí su fuerza para trastocar la escena. Aquello que se abre también se escapa de foco: hace visible simultáneamente varios planos, en un tiempo desigual y combinado. A ese momento de apertura se lo vive con cierta perplejidad: la falta de definiciones no es, sino, efecto de lo que se resiste a ser encuadrado. Tal vez una imagen posible, a la altura de esa indefinición, sea la del desborde. Toda una secuencia de hechos históricos pueden caracterizarse por ese fugarse de lo previsto. Es esa dinámica lo que vuelve a estos hechos momentos irreversibles y únicos, capaces de reinventar el almanaque. Doble fuerza del desborde, entonces: la de salirse del cauce (como lo hace el agua) y superar las previsiones, pero también la de hacer visible una vivencia de exaltación colectiva, una demostración intensa de sentimientos.

La plaza de Mayo que se pobló tras la muerte de Kirchner (y los días siguientes) tuvo esa impronta de desborde. Tal vez su sentido más evidente haya sido defensivo: dejar claro y constatar entre los muchos que allí nos encontramos que no se admitirá un retroceso. Esto es: ni la imposición de escenarios represivos (esbozados ante todo en el criminal asesinato de Mariano Ferreyra) ni la marcha atrás de medidas de gran relevancia popular, ya asumidas colectivamente como derechos adquiridos. La convocatoria resultó sorpresiva y diversa. Imposible sería adjudicar esas presencias a la capacidad organizativa de los grupos más consolidados. Necesario resulta comprender hasta qué punto ese torrente desdibuja y rebasa todo tipo de polarización prefabricada o maniquea de los sentires. Al contrario, la fuerza de esa plaza fue la de exhibir una voluntad de profundización democrática: una nueva explicitación de esa potencia activa e intangible, sin traducción lineal, pero poderosa y decisiva que se hace presente en la calle para otorgar o retirar legitimidad a quienes ocupan el sistema político. Hay quienes llaman a esto esontaneidad. Se trata, creemos, de un efectivo sentido de la urgencia y un decidido ejercicio de la fuerza social.

La excepción

Las resonancias y las diferencias con aquella plaza de fines de 2001 son múltiples aunque no obvias. Si por entonces también se desarmó la salida represiva ya en marcha (imposición del “Estado de sitio” y asesinatos a decenas de manifestantes y militantes en esas jornadas), era evidente que la masiva convocatoria que puso fin a la legitimidad neoliberal adoptó, en plena crisis, la forma de una destitución salvaje. Sin embargo, aquel movimiento inauguró algo que el kirchnerismo supo advertir desde el comienzo: la excepción como condición de época, como terreno concreto de la política. Como debilitamiento de la lógica republicana-representativa y como imposibilidad de dar por sentada la obediencia a la regla. Como desafío que dio lugar a un tratamiento no convencional de la excepción: convivir con ella sin maximizarla pero, al mismo tiempo, sin acabar de conjurarla. La excepción se perpetúa en tanto que la soberanía del Estado, aún cuando se habla sin cesar de su vuelta, no es capaz de monopolizar la organización del entramado social, territorial, cotidiano, de millones de personas. Ni de dotarla de sentido.

La excepción, entonces, como condición de época obliga a una invención de dispositivos de gobierno de nuevo tipo, lo cual supone incorporar los enunciados y los métodos producidos desde abajo en la gestión misma de lo social, habilitando simultáneamente toda una serie de reconocimientos y de perversiones.

Así, es probable que en la relación entre momento de apertura y excepción se juegue algo fundamental del orden de la intensidad democrática. Y de la explicitada necesidad de su profundización.

Complejidades

Es imposible dejar de lado el mapa latinoamericano. En aquellos países donde hubo movilizaciones que trastornaron los pilares del sistema de representación (Venezuela, Ecuador y Bolivia), un mismo tipo de maquinaria política fue implementada por los gobiernos que le siguieron: una combinatoria de redes extensas y difusas que canalizan y traducen la energía popular con mandos explícitos y personalizados que concentran la capacidad de decisión e iniciativa. El acierto de estos gobiernos se vincula estrechamente con el hecho de haber reconocido la incompetencia de ciertas estructuras partidarias e institucionales (aún cuando en los hechos cueste replantear el problema de la organización política en términos alternativos a la de los partidos políticos con imbricaciones en el aparato del estado). Sin embargo, esta incapacidad para construir mecanismos que confíen plenamente en la democratización de las decisiones y de los recursos, los ubica en una posición de perpetua debilidad.

Entre el ejercicio cotidiano de la gestión gubernamental y los impulsos autónomos de organización popular no logran gestarse instituciones políticas de nuevo tipo. Los intentos se han multiplicado: asambleas constituyentes, políticas sociales cuasi universales, partido único de la revolución, transversalidades electorales, concertaciones partidarias; expresiones, todas, de esta tentativa a escala continental de creación de nuevas dinámicas institucionales.

Pero los resultados son escasos y demasiado ambivalentes. No es casualidad, en este marco, que ese espacio propiamente público donde se dirimen las hegemonías y se prueban los discursos haya sido ocupado por los medios de comunicación que disputan palmo a palmo las alternativas de estos procesos.

Las politizaciones más allá de la (vuelta de la) política

Del “¡Qué se vayan todos!” de las plazas de fines de 2001 al ejercicio de un reconocimiento popular hacia el actual gobierno (y a la figura de la presidenta en particular) de las plazas de fines de 2010 no hay una inversión literal. Ni, como se insistió, un camino sin más de la crisis del sistema político a su resurrección. Ni la evidencia gratificante del pasaje del infierno a la salvación. Más bien, ambos momentos pueden leerse como situaciones de alerta social en extremo sensible a los “signos de cierre” (signos de cierre provenientes de todas las fracciones ordenancistas con fuerza dentro y fuera del partido de gobierno, que se querrán llevar adelante en nombre del bien de todos, con el lenguaje del partido, del sindicato, del estado, de los pobres, de los trabajadores, de la militancia popular, etc).

De allí la complejidad de la situación presente; una situación en la que conviven, como trama de la apertura, las politizaciones desde abajo (y sus rasgos autónomos) con el llamado “retorno de la política”, entendido como “retorno del estado”. Este “retorno”, podría decirse, tiene el mérito indiscutido de actualizar la cuestión de la política. Sin embargo, corre serios riesgos de hacerlo en términos de una discursividad que no supera el reestableciento del orden institucional y sus actores predilectos: partidos, sindicatos, intelectuales. En este sentido, la politización (en una perspectiva infrapolítica) traza una genealogía propia y trabaja a (cierta y fundamental) distancia de la discursividad institucional, aunque coexistiendo con ella en la tentativa de reorganizar nuevas posibilidades y confrontaciones.

Aperturas

Nuevas politizaciones, aventuramos, nombra los modos impropios, bárbaros, innovadores, de vivir lo público. Da cuenta, en otras palabras, de un campo de experimentación de lo común que insiste en sus rasgos de autonomía, que se fortalece en su sensibilidad desobediente y que inventa desde abajo otras formas de la organización cotidiana. La activación de esta pluralidad de formas y lenguajes vuelve insuficiente toda tentativa de simplificar esta riqueza al mero encuadramiento. Confiamos en estas nuevas politizaciones como forma de sostener la apertura en términos de una profundización democrática.

Estos modos de politización parten menos de una coherencia discursiva y/o ideológica y más de una serie de luchas (de visibilidad oscilante) que toman como punto de partida las condiciones y los modos de vida. Lucha contra la ampliación de la frontera sojera y los desplazamientos de los campesinos, luchas contra la precarización y tercerización del trabajo, lucha contra el uso intensivo y sin control de los llamados recursos naturales, luchas contra el gatillo fácil, el racismo y la guetificación urbana (y contra sus políticas de “seguridad”), etc.

Es evidente que estas dinámicas de politización han variado mucho desde el 2001 a la fecha. Si durante la fase “destituyente” los movimientos sociales atacaban al estado neoliberal constituyendo prácticas capaces de confrontar con el estado en áreas como el control de la moneda (trueque), de la contraviolencia (piquete) y del mando político sobre diversos territorios (asambleas), una parte de esos mismos movimientos enfrentan el dilema sobre los modos de participar (cuándo y cómo) de la nueva gubernamentalidad, expresando así uno de los rasgos característicos de esta nueva fase del estado.

Y, sin embargo, las formas difusas y permanentes de una cierta movilidad social atraviesan todas estas modalidades. El desborde, como dinámica de apertura, renueva la autonomía como premisa y horizonte en el que promover una interlocución sensible, permeable a diversos problemas que no se agotan en una discursividad “neo-desarrollista” (una discursividad, ésta, tan eficaz como pobre en sus fundamentos: el consumo como sentido primordial de las vidas, la cultura del trabajo como fundamento de la dignidad, los recursos naturales como recursos económicos, el Estado como racionalidad superior, etc.).

Desafíos

Coexisten en el país al menos dos dinámicas que organizan territorialidades diferentes. Por un lado, el plano de reconocimiento de derechos de inclusión (que mixturan políticas asistenciales con nuevas formas de ciudadanía) y de consolidación de conquistas simbólicas sobre la memoria y la justicia vinculadas a los crímenes de la dictadura. En este plano se incluye el axioma que inhibe la represión estatal del conflicto social, una de las conquistas más profundas en lo que hace a las nuevas formas de gobernar en presencia de movimientos y de luchas sociales. Las inconsistencias en la aplicación de este axioma (asesinatos y aprietes en manos de bandas sindicales que atacan a trabajadores tercerizados, guardias armadas por terratenientes, policías provinciales y locales de gatillo fácil, así como la creciente presencia de la gendarmería en villas y barrios) obligan a profundizar y extender su potencia y alcance.

Por el otro, se afirma una tendencia de alcance regional: la reconversión de buena parte de la economía a un neo-extractivismo (minería, extensión de la frontera de la soja, disputas por el agua, los hidrocarburos y la biodiversidad) que incorpora de manera directa a diversos territorios al mercado mundial y de cuyas actividades surgen los ingresos que sostienen fiscalmente a muchas de las economías provinciales y políticas sociales, así como la imagen de una nueva modalidad de intervención estatal. Los asesinatos de los pobladores de la comunidad toba en Formosa que se oponían al desalojo de sus tierras son parte de un modelo de despojo (de la tierra) y desposesión (de recursos) que está en el centro de esta tensión.

La imbricación de estas dos territorialidades es evidente. Ambas convergen para configurar los rasgos de un patrón de concentración y acumulación de la riqueza que se articula, en la primera de las dinámicas, con rasgos democráticos y de ampliación de derechos.

A la polarización política de los últimos años se le sobreimpone, ahora, un nuevo sistema de simplificación dual: cada una de estas territorialidades es utilizada para negar la realidad que aporta la otra. O bien se atiende a denuncias en torno a la nueva economía neo-extractivista, o bien se da crédito a las dinámicas ligadas a los derechos humanos, la comunicación, etc. Como si el desafío no consistiese, justamente, en articular (y no en enfrentar) lo que cada territorio enuncia como potencial democrático y vital. La riqueza de los procesos actuales se da, al contrario, en la combinación de los diferentes ritmos y tonos de las politizaciones, abandonando las disyunciones campo-ciudad, interior-capital, etc., y asumiendo las premisas transversales a las luchas por la reapropiación de recursos naturales, así como de los diferentes procesos de valorización de los servicios, de la producción, de las redes sociales como fuentes de la riqueza común. Estas combinaciones son las que permiten valorar la calidad inmediatamente política de las luchas que evidencian la trama colonial y racista en la redistribución excluyente de poder territorial, jurídico y simbólicos en villas y haciendas, en talleres y barrios que se extiende a los lugares de trabajo bajo el modo de contratación en blanco y en negro, estables y precarizados, etc.

La politicidad emergente resulta casi imperceptible en su materialidad si no se asume la complejidad de esta trama, si no se crean los espacios concretos de articulación de esta variedad de experiencias. Y su radicalidad es inseparable de la exigencia de elaborar para cada una de estas situaciones un sentido preciso de lo que significa la dinámica de desborde y apertura que se juega en cada momento.

Colectivo Situaciones
Buenos Aires, 6 de diciembre de 2010

fuente www.tintalimon.com.ar/blog/De-aperturas-y-nuevas-politizaciones-por-Colectivo-Situaciones

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Discurso contra la escolarización obligatoria y estandarizante

Publicada el 15/12/2010 - 15/12/2010 por raas

John Taylor Gatto * es un profesor retirado estadounidense que en 1990 recibió el premio al maestro del año de Nueva York.

El siguiente texto pertenece al discurso de aceptación del referido galardón el 30 de Enero de 1990:

Acepto este premio en nombre de todos los buenos profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer de sus relaciones con los niños algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando, siempre esforzándose por definir y redefinir lo que la palabra “educación” debería significar.
Un Profesor del Año no es el mejor profesor, éstos suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es un modelo, símbolo de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio de los niños. Este es su premio tanto como mío.
Vivimos en una época de profunda crisis escolar. Nuestros niños se clasifican a la cola de las diecinueve naciones más industrializadas en lectura, escritura y aritmética. Muy a la cola.

La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo el negocio colapsaría – y las escuelas son un importante centro de compra -.
Nuestra tasa de suicidios de adolescentes es la mayor del mundo y los que se suicidan son niños ricos en su mayor parte, no los pobres. En Manhattan el cincuenta por ciento de los nuevos matrimonios duran menos de cinco años. Algo debe ir mal con seguridad.
La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad.
Niños y ancianos son encerrados y aislados de fuera de lo que sucede en el mundo hasta un grado sin precedentes – nadie habla con ellos ya – y sin niños y ancianos mezclándose en la vida diaria una comunidad no tiene futuro ni pasado, solo un presente continuo.

De hecho, el nombre “comunidad” apenas se aplica ya a la forma en que interactuamos con los demás.
Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales.
Utilizar las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro pidiendo y durmiendo en las calles.

He observado un fenómeno fascinante en mis veinticinco años de ejercicio de la profesión: que las escuelas y la escolarización son crecientemente irrelevantes para las grandes empresas del planeta. Nadie cree ya que los científicos son enseñados en clases de ciencias o que los políticos en clases de civismo o que los poetas lo son en clases de inglés.
La verdad es que las escuelas no enseñan nada salvo como obedecer órdenes. Esto es un gran misterio para mi porque miles de personas, gentes responsables trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y gestores pero la lógica abstracta de la institución sobrepasa sus contribuciones individuales.
Aunque los profesores se preocupan y trabajan duro, la institución es psicopática – no tiene conciencia -. Suena la sirena y el joven que se encontraba escribiendo un poema debe cerrar sus cuaderno y moverse a otra aula donde deberá memorizar que el hombre y el mono derivan de un ancestro común.

Nuestro sistema de enseñanza obligatoria es un invento del Estado de Massachussets hacia 1850. Fue resistido – a veces hasta con las armas por un considerable 80% de la población de Massachussets- con un último reducto en Barnstable On Cape Cod que no entregaron a los niños hasta la década de los 1880 cuando la localidad fue asediada por el ejército y los niños marcharon a la escuela escoltados.
Aquí tenemos un curioso dato para meditar. La oficina del Senador Ted Kennedy ha sacado un estudio no hace mucho indicando que antes de la educación obligatoria la tasa de alfabetización en el estado era del 98% y que después jamás volvió a alcanzar el 91%, donde se mantiene en 1991. Espero que les sirva.

Aquí hay otra curiosidad sobre la que pensar. El movimiento de “escuela en casa” ha ido creciendo paulatinamente hasta un tamaño de un millón y medio de jóvenes que son educados por completo por sus padres y sus comunidades.
El último mes la prensa educativa reportó la increíble noticia de que los niños escolarizados en casa parecen estar entre cinco y diez años por delante de sus compañeros escolarizados formalmente en su capacidades cognitivas.
No creo que nos libremos de las escuelas en un futuro cercano, no ciertamente en lo que me queda de vida, pero si hemos de cambiar lo que se está convirtiendo en un desastre de ignorancia, hemos de entender que la institución educativa “escolariza” muy bien, pero no “educa” – algo por completo inherente al diseño organizacional.
No es la culpa de los malos profesores o del poco dinero gastado, es que es imposible que la educación y la escolarización puedan llegar a ser alguna vez la misma cosa.

Las escuelas fueron diseñadas por Horace Mann y Barnard Sears Harper de la Universidad de Chicago y por Thorndyke de la Escuela Normal de Columbia y otros hombres para ser instrumentos de la dirección científica de las masas. Las escuelas están diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado.
En gran medida, las escuelas han cumplido su objetivo. Pero nuestra sociedad se está desintegrando, y en esta sociedad, sólo las personas exitosas son auto-suficientes, seguras en sí mismas e individualistas – porque la comunidad de vida que protege al dependiente y al débil está muerta -.

Lo que produce la escuela es, como dije, irrelevante. Las personas bien-escolarizadas son irrelevantes.
Pueden vender películas y hojas de afeitar, recoger papel reciclado o hablar al teléfono en líneas de teleoperación, o sentarse estúpidamente delante de un terminal de ordenador pero como seres humanos son inservibles. Completamente inservibles para los demás y para si mismos.
La miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de que – tal y como Paul Goodman lo estableció hace treinta años- forzamos a los niños a crecer en el absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.

Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía.
Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.
“¿Cómo aprenderán a leer?” dirán algunos y mi respuesta es “Recuerda la lección de Massachussets” . Cuando los niños reciben experiencias completas en vez de las graduadas en aularios, entonces aprenden a leer, a escribir y cálculo con total facilidad si esas cosas tienen sentido en el ambiente vital que les rodea.

Pero recordad que en los Estados Unidos casi nadie que lea, escriba o sepa cálculo tiene mucho respeto. Somos una tierra de charlatanes, pagamos mejor a los charlatanes y les admiramos, así que nuestros hijos hablan constantemente, siguiendo el modelo de la televisión y de sus profesores.

Es muy difícil enseñar incluso lo más “básico” porque ya no son “básicos” en la sociedad que hemos creado.
Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y sin frenos.
En los siglos pasados los niños y adolescentes estaban ocupados en trabajo real, caridad real, aventuras reales, y en la búsqueda real de maestros que pudieran enseñarnos lo que realmente queríamos aprender.

Mucho tiempo se pasaba en desempeños comunitarios, practicando el afecto mutuo, el entendimiento y estudiando cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo hacer una casa, y docenas de otras tareas necesarias para convertirse en un hombre o mujer íntegro.

Pero aquí está el cálculo del horario que dispone cualquier niño de los que enseño:
• De las 168 horas que tiene la semana, tienen que dormir 56.
• Lo que les deja 112 hora a la semana en las que formarse.
• Ven unas 55 horas de televisión a la semana de acuerdo a informes recientes.
• Lo que les deja 57 horas a la semana en las que crecerse.
• Tiene que ir a la escuela unas 30 horas a la semana, usando unas 6 horas en prepararse, ir y volver a casa, y gastan una media de 7 horas a la semana en deberes- en total hacen 45 horas.
• Durante este tiempo, están en constante vigilancia, no tienen tiempo ni espacio privado, y son reñidos si tratan de acoplarse individualmente al uso de espacio y tiempo.
• Eso deja 12 horas a la semana para crearse una conciencia de si individualizada.
• Por supuesto que mis alumnos comen también, y eso añade algo de tiempo – no mucho, porque hemos perdido la tradición de la comida familiar, por lo que si quitamos 3 horas a la semana para cenas.
• Llegamos a la cantidad neta de tiempo privado para cada niño de 9 horas a la semana.

No es suficiente, ¿verdad?. Cuanto más rica es la familia del niño, menos televisión que ve pero más tiempo que tiene dirigido por una oferta más amplia de entretenimientos comerciales y su inevitable inclusión en una serie de áreas de formación complementaria raramente a su libre elección.

Y todas estas cosas son curiosamente una forma más solapada de crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar su tiempo libre, incapaces de iniciar senderos que le den un significado sustancioso y feliz a su existencia.
Es una enfermedad nacional, esta dependencia y falta de objetivo, y creo que la escolarización, la televisión y las lecciones – toda la idea Chautauqua- tiene mucho que ver con ello.

Pensad en lo que nos está matando como nación
• drogas narcotizantes
• competición desenfrenada
• sexo recreacional
• la pornografía de la violencia
• juego, alcohol
• y la peor pornografía de todas – vidas dedicadas a comprar cosas, la acumulación como filosofía.

Todas ellas son adicciones de personalidades dependientes, y eso es la marca que deja inevitablemente la escolarización.
Quiero contaros el efecto que produce en los chicos el quitarles todo su tiempo – tiempo que necesitan para desarrollarse – y forzándoles a gastarlo en abstracciones. Tenéis que escuchar esto, porque ninguna reforma que no ataque estas patologías específicas no serán más que un mero lavado de cara.

1. Los niños a los que enseño son indiferentes al mundo adulto. Esto desafía la experiencia de miles de años. Un observación intensiva de lo que “los mayores” hacían siempre fue una de las más excitantes ocupaciones de los jóvenes, pero nadie quiere crecer ahora, ¿y quien les puede culpar de ello? Nosotros somos los juguetes.

2. Los niños a los que enseño ya apenas sienten curiosidad y la poca que muestran es transitoria, no pueden concentrarse durante mucho tiempo, incluso en lo que quieren hacer. ¿Podéis ver la conexión entre las sirenas sonando una y otra vez para cambiar de clase y este fenómeno de atención evanescente?

3. Los niños a los que enseño tienen un pobre sentido del futuro, de como el mañana está indefectiblemente unido al presente. Como dije antes, viven en un presente continuo, el preciso momento en el que se encuentran es el límite de su conciencia.

4. Los niños a los que enseño son ahistóricos, no tienen conciencia de cómo el pasado ha dado forma a su propio presente, limitando sus elecciones, moldeando sus valores y sus vidas.

5. Los niños a los que enseño son crueles entre si, muestran falta de compasión ante los infortunios, ríen las debilidades, y muestran desprecio por aquellos que muestran necesidad de ayuda demasiado abiértamente.

6. Los niños a los que enseño se encuentran intranquilos ante la intimidad y la franqueza. No soportan una verdadera intimidad debido a una costumbre de por vida de guardar los secretos dentro de si mismos por lo que van formando su personalidad a base de trozos y partes de comportamiento prestados de la televisión o adquiridos para manipular a sus profesores. Puesto que no son ellos quienes dicen ser, el disfraz se les cae en la intimidad por lo que las relaciones íntimas deben ser evitadas.

7. Los niños a los que enseño son materialistas, siguiendo la estela de sus maestros que materialistamente “gradúan” todo -y sus tutores televisivos que ofrecen todo lo imaginable “gratis”.

8. Los niños a los que enseño son dependientes, pasivos, y tímidos ante la presencia de nuevos desafíos. Esto es a menudo ocultado mediante actos de bravuconería, mediante enfados y agresividades que en el fondo solo expresan un vacío sin fortaleza interior.
Podría hablar de otras cuantas condiciones que una reforma de la escolarización tendría que afrontar si nuestro declive nacional pretendiera detenerse, pero por el momento ya habéis comprendido mi postura, tanto si estáis de acuerdo con ella como si no.
Puede que sean las escuelas las que causen estas patologías, o la televisión, o ambas. Es una simple cuestión de aritmética, entre escuela y televisión todo el tiempo que los chicos tienen libre es absorbido por ambas. Eso es lo que destruyó la familia americana, que ya no es más un factor en la educación de sus propios hijos. Televisión y escuela, ahí debe buscarse a los responsables.

¿Qué hacer? Necesitamos un feroz debate nacional que no decaiga, día tras día, año tras año. Necesitamos gritar y discutir sobre este modelo de escuela hasta que se arregle o se retire de la circulación para su reparación, una cosa u otra.
Si podemos arreglarlo, de acuerdo; si no podemos, entonces el éxito del movimiento de “escuela en casa” muestra una vía alternativa con futuro prometedor. Poner el dinero que ahora gastamos en escolarización, hacia la educación en la familia podría matar dos pájaros de un tiro, reparar las familias al tiempo que reparamos a los hijos.

Una reforma genuina es posible pero no debería costarnos nada. Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan y por qué.
Durante 140 años esta nación ha tratado de imponer objetivos de arriba a abajo desde los altivos puestos de mando centrales conformados por “expertos”, una élite central de ingenieros sociales. No ha funcionado. No va a funcionar.
Y es una gran traición a la promesa democrática que hizo en su dia de esta nación un noble experimento.
El intento soviético de crear una república platónica en el Este de Europa ha sucumbido ante nuestra vista, nuestro propio intento de imponer el mismo tipo de ortodoxia centralizada utilizando las escuelas como un instrumento también se está resquebrajando, solo que mas lenta y dolorosamente.

No funciona porque sus premisas fundamentales son mecanicistas, anti-humanas, y hostiles a la vida familiar. Las vidas pueden ser controladas por la maquinaria educativa pero siempre se revolverán con las armas de la patología social: drogas, violencia, auto-destrucción, indiferencia y todos los síntomas que veo en los niños que educo.
Ya es hora de que miremos hacia atrás para recobrar una filosofía educacional que funcione. Una que me gusta especialmente fue la favorita de las clases dirigentes europeas durante miles de años.

Utilizo tanto de ella como me lo permite mi condición de profesor, es decir, tanto como puedo dentro de la institución de la escolarización obligatoria. Creo que funciona tanto para los niños pobres como para los ricos.
En el núcleo de este sistema de educación para las élites está la creencia de que el auto-aprendizaje es la única base del verdadero aprendizaje. En cualquier sitio en este sistema, a cualquier edad, encontrarás acuerdos para colocar al niño solo en un punto no definido y con un problema que resolver.

Algunas veces el problema lleva implícito grandes riesgos, como el problema de cabalgar un caballo o hacerlo saltar, pero eso, claro, es un problema satisfactoriamente resuelto por miles de niños de la élite antes de cumplir diez años.
¿Podemos imaginar a alguien que haya superado tal desafío que alguna vez le faltara confianza en su habilidad para hacer algo?. A veces el problema es un problema de superar la soledad, como hizo Thoreau en Wald en Pond o Einstein en Suiza.
Uno de mis antiguos alumnos, Roland Legiardi-Lura, aunque huérfano de sus dos padres y sin herencia, cogió una bicicleta y atravesó solo los Estados Unidos cuando apenas había superado la niñez.

No nos puede extrañar entonces que ya siendo un adulto, decidiera hacer una película sobre Nicaragua, aunque no tuviera dinero ni experiencia previa en la realización de películas, y que ganara un premio internacional, aunque su trabajo regular fuera el de carpintero.
Ahora estamos hablando todo el rato de que nuestros jóvenes necesitan desarrollar auto-conocimiento. Ya basta de tanta charlatanería.
Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio pero que tenga lugar fuera de la institución educativa.
Necesitamos crear un curriculum donde cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su individualidad y su auto-confianza.
Hace poco cogi setenta dólares y envié a una niña de doce años de mi clase con su madre – que no hablaba inglés – en un autobús hacia la costa de New Jersey para encontrarnos con el jefe de policía del distrito de Sea Bright para comer y disculparnos por contaminar la playa con un casco de Gatorade.

A cambio de esta disculpa pública habíamos quedado en que el jefe de policía le enseñaría el trabajo de un policía de barrio durante un dia cualquiera.
Unos días después, dos más de mis alumnos de doce años viajaron solos a la Calle West First desde Harlem donde empezaron el aprendizaje con un editor de periódicos, la siguiente semana tres de mis alumnos se encontraban en mitad de los muelles de carga de Jersey a las seis de la mañana, estudiando la mente del presidente de una compañía de transporte por carretera que despachaba trailers hacia Dallas, Chicago y Los Ángeles.

¿Pertenecen estos chicos “especiales” a algún programa” especial”?. Bueno, en cierto modo si, pero nadie sabe sobre este programa salvo los chicos y yo.
Solo son buenos chavales de Harlem, brillantes y alertas, pero tan mal escolarizados cuando me los encontré que la mayoría de ellos no sabían sumar o restar cantidades. Ni uno de ellos sabía la población de Nueva York o cuan lejos está Nueva York de California.
¿Eso me preocupaba? Por supuesto, pero tenía confianza en que según iban ganando confianza en si mismos también se convertirían en sus propios maestros, y solo la auto-enseñanza tiene un valor a largo plazo.
Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa es la clave para el auto-aprendizaje, y debemos re-introducirles en el mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser gastado en algo más que abstracciones.
Es una emergencia, requiere una drástica acción de corrección -nuestros niños están cayendo como moscas dentro de la institución escolar, ya sea buena o mala, no importa. Es irrelevante.

¿Qué más necesita un sistema escolar re-estructurado?
Necesita que deje de ser un parásito del trabajo de la comunidad en la que se inserta. De todas las páginas escritas en la contabilidad de la historia, solo existe una entrada donde se recluya a nuestros jóvenes y no les pidamos nada de ellos al servicio del bien común.
Llego incluso a creer que necesitamos hacer de los servicios a la comunidad una parte importante de la enseñanza escolar.
Además de la experiencia enriquecedora que supone trabajar de forma no egoísta, es la forma más rápida de dotar a los jóvenes de responsabilidades reales en la vida corriente.
Durante cinco años manejé un programa escolar “autónomo” donde cada niño, pobre y rico, listo y no tan listo, tenía que dar 320 horas de trabajos o servicios a la comunidad.
Decenas de estos niños volvieron años después, ya crecidos, y me contaron que la experiencia de ayudar a alguien les había cambiado sus vidas.

Les había enseñado a ver desde otra perspectiva, a repensar metas y valores. Ocurrió cuando tenían trece años, durante el programa de practicas de Laboratorio, y solo fue posible porque el distrito escolar rico de al lado estaba en reestructuración.
Cuando volvió la “estabilidad”, el laboratorio común cerró. Fue una experiencia muy satisfactoria con un grupo de jóvenes bastante heterogéneos, a un coste demasiado bajo, como para permitir que continuara…
Estudio independiente, servicios a la comunidad, aventuras y experiencia, largos periodos de privacidad y soledad, un millar de diferentes formas de aprendizaje, una por día o más tiempo – estas son medidas potentes, baratas, y efectivas de empezar una reforma real de la escolarización.

Pero ninguna reforma a gran escala va a funcionar de forma que permita recuperar a nuestros jóvenes ya dañados ni a nuestra sociedad enferma hasta que impongamos abiertamente la idea de que la escuela debe incluir a la familia como motor principal de la educación.
Si utilizamos la escolarización para separar a los hijos de los padres – y no nos engañemos, esa fue la principal función de las escuelas desde que John Cotton lo anunciará como el propósito de las escuelas de Bay Colony en 1650 y Horace Mann lo enunciara como el propósito de las escuelas de Massachussets en 1850 – vamos a continuar con el espectáculo de horror que tenemos ahora.
El “Curriculum de la Familia ” está en el corazón de cualquier buena vida. Nos hemos alejado de ese curriculum; es hora de volver a ello.
La forma de devolver la salud a la educación es que nuestras escuelas se liberen del dominio absoluto de las instituciones sobre la vida familiar, es promocionar durante el tiempo de escolarización confluencias de padres e hijos que fortalezcan los lazos familiares. Ese fue mi fin último cuando envié a la chica y su madre al distrito de la costa de Jersey para encontrarse con el jefe de policía.
Tengo muchas ideas para formular un curriculum familiar y estoy seguro que muchos de ustedes también las tienen.
Nuestro mayor problema en conseguir que una vez popularizada esta forma de pensar pueda el sistema educativo ser reformado ya que tenemos unos intereses creados que se apropian de antemano de estas ideas para continuar con la escuela como está, a pesar de la utilización de una retórica aparentemente contraria.

Tenemos que exigir que nuevas voces y nuevas ideas sean escuchadas, mis ideas y las vuestras. Ya hemos tenido un amplio repertorio de voces muy autorizadas y con eco en medios escritos y televisión; una década de debate para todos es lo que se necesita ahora, no más opiniones de “expertos”.
Los expertos en educación nunca han tenido razón, sus “soluciones” son costosas, auto-complacientes, y siempre requieren mayor centralización. Ya hemos visto los resultados.
Es hora de volver a la democracia, al individualismo a la individualidad y a la familia.
Ya dije lo que quería decir. Gracias.

* Gatto es autor de diversos libros como “A Different Kind of Teacher“, “Dumbing us Down”, “Weapons of Mass Instruction”, “Against School”, “The Exhausted School” y “Underground History of American Education” y defensor a ultranza de la educación en el hogar, que postula que los niños deben ser educados por sus familias y por sus comunidades y no por la escuela, el consumismo o la televisión que procuran “seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado”.
El profesor ha sabido ver en la configuración del sistema de educación norteamericano y en general en el sistema de sociedades modernas el verdadero mal que atenaza el verdadero desarrollo educativo pleno de nuestros jóvenes narcotizando sus personalidades.

fuente: http://es.novopress.info

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Quieren consumirnos

Publicada el 07/12/2010 - 06/02/2011 por raas

Miles de empresas han trabajado duro
Para hacerte sentir inseguro.
El mensaje es claro: seas como seas, estás mal.

Nos han hecho sentir vergüenza de quien somos,
han metido en nuestra cabeza
que el único con derecho a sonreír
es aquel de la sonrisa perfecta.

Quieren consumirnos
Quieren consumirnos
Quieren consumirnos
Han hecho inalcanzable la felicidad.

Y estuve pensando que no hay manera
de escapar a su mensaje.
Están en todos lados recordándonos
lo que nunca vamos a poder ser.
Han hecho sentir tan vacío al que no tiene,
tan apartado al que no es.
Han sabido donde atacarnos para ponernos de rodillas,
para hacernos obedecer.
Y hoy quiero renunciar
a esa eterna búsqueda de una vida irreal.
Me doy por vencido, ya no cuenten conmigo.
Estoy cansado de solo sentirme mal.

Quieren consumirnos…

Acepto mi imperfección que me hace humano,
Quiero superar mis defectos, no esos que han inventado.
No quiero ser un reflejo de sus pantallas. 

No necesito que nadie decida por mí!

Tema musical de Arruinado Pero Feliz, del álbum Batallas Cotidianas (1996)

www.arruinadoperofeliz.com.ar
www.myspace.com/arruinadoperofeliz

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Virus y locura (científica)

Publicada el 03/12/2010 - 19/12/2010 por raas

Un nuevo “avance científico” ha sido anunciado por los medios de comunicación; un nuevo uso para los fármacos antivirales: El tratamiento “contra la esquizofrenia”.

Según la revista Schizophrenia Research (1): “la exposición al virus común que causa el herpes labial puede ser parcialmente responsable de la disminución de las regiones del cerebro y la pérdida de capacidad de concentración, memoria, coordinación de movimientos y destreza ampliamente observado en los pacientes con esquizofrenia». La oportuna aparición de un virus en un órgano, al parecer, deteriorado, abre un nuevo camino para la industria farmacéutica: Estos hallazgos podrían derivar en nuevas formas de tratamiento o de prevención del deterioro cognitivo «que normalmente acompaña a la enfermedad, incluida la terapia con fármacos antivirales», explican los autores.

Como continuación de la desastrosa e indiscriminada lucha contra las bacterias, que ha conducido a una imparable expansión de la resistencia bacteriana a los antibióticos, se ha desatado la lucha contra los virus. Parece que el fármaco estrella de los laboratorios farmacéuticos para el Siglo XXI serán los antivirales. Y tienen un enorme campo de aplicación. Como todos sabemos, cualquier enfermedad de confuso diagnóstico ha sido producida por “un virus”. Por tanto, “hay que combatirlos”. Por ejemplo, el famoso antirretroviral Tamiflu es un inhibidor de la enzima neuramidasa, uno de los dos “antígenos de superficie” (el otro es la hemaglutinina) que porta el virus de la gripe en su cápsida. En niños tratados con con Tamiflu se han producido problemas neurológicos, a veces muy graves (en Japón se han producido suicidios relacionados con este problema) (2). La neuramidasa es una enzima implicada en el desarrollo y mantenimiento de la vaina de mielina de las neuronas en mamíferos (3) por lo que el efecto inhibidor es inmediato en niños (en adultos, habrá que esperar…).

En el genoma humano se han identificado entre 90.0000 y 300.0000 secuencias derivadas de virus, fundamentalmente de retrovirus (4), pero también existen virus ADN. Concretamente, el genoma del Herpesvirus 6A está integrado en los telómeros de los cromosomas humanos (5). La variabilidad de las cifras es debida a que depende de que se tengan en consideración virus completos o secuencias parciales derivadas de virus. Estas secuencias son “componentes permanentes del transcriptoma humano”(6), es decir, son partes constituyentes de nuestro genoma y se expresan en todos los tejidos (6). Incluso las secuencias virales que codifican para la cápsida se han mostrado activas en procesos biológicos fundamentales (3, 7, 8). Especialmente abundante y relevante es la actividad de las secuencias de origen retroviral en el proceso de desarrollo embrionario (9), es decir en la formación de nuestros tejidos y órganos. La inferencia coherente de estos fenómenos sería la siguiente: Si los tumores sólidos son un desencadenamiento de un proceso embrionario (10, 11) producido por algún tipo de “agresión ambiental”, la asociación de virus con el cáncer no sería de causa, sino de consecuencia. Lo tumores emiten partículas virales (12). Y la asociación de virus con tejidos dañados o enfermos tendría la misma causa. Se han “diagnosticado” asociaciones verdaderamente absurdas de virus con enfermedades de un evidente origen ambiental, degenerativo o autoinmune, como el síndrome de fatiga crónica, artritis, Alzheimer, tumor de próstata… Incluso, se ha descrito, sin comprenderla, la activación de un virus endógeno como consecuencia de un tratamiento con un fármaco, el Natalizumab contra la esclerosis múltiple, que “despertaba un virus dormido en los riñones” cuya “malignización” desencadenaba una Leucoencefalopatía Multifocal Progresiva.

La guerra contra los virus desatada, fundamentalmente, por las empresas que financian de un modo creciente la investigación biológica “aplicada” (es decir, con fines comerciales) se ha convertido en un sinsentido totalmente a espaldas de los conocimientos derivados de la investigación “básica”, es decir, la verdadera investigación científica. La elaboración de vacunas (otro gran negocio para estas empresas) cultivando virus en embriones de pollo (13) o, las más “modernas”, que utilizan líneas celulares para el cultivo (13), son verdaderas fábricas de virus híbridos (por no hablar de las vacunas “transgénicas”) cuyos potenciales peligros pueden ser de una extremada gravedad (14, 15, 16). Y la tendencia demencial del uso de “antivirales” para todo tipo de enfermedades a las que se diagnostica de una forma espuria un origen viral es un nuevo ataque a componentes fundamentales del organismo, de la vida. Cada día son más abundantes los datos científicos que nos muestran que vivimos literalmente inmersos en una inconcebible cantidad de bacterias y virus (17, 18) que cumplen funciones esenciales en todos los ecosistemas (19, 20) y que han cumplido papeles fundamentales en los procesos de la evolución de la vida (21, 22), y que su aspecto “patógeno” es el resultado de alguna desestabilización de sus funciones naturales Es una guerra suicida contra la Naturaleza. Una guerra contra nosotros mismos.

La verdadera “patología mental” es la del pensamiento que domina en la concepción de la Naturaleza. Una concepción que han incrustado en el cerebro de los científicos y que ve a la Naturaleza como un campo de batalla en el que todos sus componentes son “competidores”. Pero no nos preocupemos, las grandes multinacionales farmacéuticas nos van a defender de “nuestros peores competidores”. Tras la derrota en la lucha contra las bacterias ha comenzado la lucha contra los virus. La madre de todas las batallas. ¿Tal vez la lucha final?

Máximo Sandín

Referencias:
1) David J. Schretlen, Tracy D. Vannorsdall, Jessica M. Winicki, Yaser Mushtaq, Takatoshi Hikida, Akira Sawa, Robert H. Yolken, Faith B. Dickerson and Nicola G. Cascella. (2010) Neuroanatomic and cognitive abnormalities related to herpes simplex virus type 1 in schizophrenia. Schizophrenia Research Volume 118, Issues 1-3, May 2010, Pages 224-231.
2) Agencia EFE (30/7/2009). Alta tasa de efectos secundarios en niños que recibieron Tamiflu contra la gripe A.
3) Megumi Saito, Carmen Sato-Bigbee and Robert K. Yu. (2008). Neuraminidase Activities in Oligodendroglial Cells of the Rat Brain. Journal of Neurochemistry
Volume 58 Issue 1, Pages 78 – 82.
4) Lower, R., J. Lower, and R. Kurth. (1996). The viruses in all of us: characteristics and biological significance of human endogenous retrovirus sequences. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 93:5177-5184.
5) Arbucklea, J. H. Et al., (2010). The latent human herpesvirus-6A genome specifically integrates in telomeres of human chromosomes invivo and in vitro. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. http://www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.0913586107.
6) Seifarth, W. et al., (2005). Comprehensive Analysis of Human Endogenous Retrovirus Transcriptional Activity in Human Tissues with a Retrovirus-Specific Microarray. J Virol. 2005; 79(1): 341–352.
7)  Bouton, O., et al. (2004). The endogenous retroviral locus ERVWE1 is a bona fide gene involved in hominoid placental physiology. PNAS | vol. 101 | no. 6 | 1731-1736.
8) Gabus C. et al., (2001). The prion protein has DNA strand transfer properties similar to retroviral nucleocapsid protein. J Mol Biol. 6;307(4):1011-1021.
9) Andersson, A.- C., et al. (2002). Developmental Expression of HERV-R (ERV3) and HERV-K in Human Tissue. Virology Volume 297, Issue 2, Pages 220-225
10) Kho, A. T. et al., (2004). Conserved mechanisms across development and tumorigenesis revealed by a mouse development perspective of human cancers. Genes Dev.; 18(6): 629–640.
11) Schuller U., Kho A. Zhao Q., Qiufu Ma., Rowitch DH. (2006) Cerebellar ‘transcriptome’ reveals cell-type and stage-specific expression during postnatal development and tumorigenesis. Molecular and Cellular Neuroscience. Volume 33, Issue 3, 6, Pages 247-259
12) Seifarth, W. et al., (1995). Retrovirus-like particles released from the human breast cancer cell line T47-D display type B- and C-related endogenous retroviral sequences. J. Virol., Vol 69, No. 10, 6408-6416.
13) INTERNATIONAL FEDERATION OF PHARMACEUTICAL AND MANUFATURERS & ASSOCIATIONS http://www.ifpma.org/influenza/index.aspx?47
14.- Khan A. S. et al., (2009). Proposed algorithm to investigate latent and occult viruses in vaccine cell substrates by chemical induction. Biologicals. 2009 Mar 17. [Epub ahead of print].
15) ISIS Report 07/10/09 Flu Vaccines and the Risk of Cancer http://www.i-sis.org.uk/fluVaccinesCancerRisks.php
16) Hussain, A. I. (2003). Identification and Characterization of Avian Retroviruses in Chicken Embryo-Derived Yellow Fever Vaccines: Investigation of Transmission to Vaccine Recipients. J Virol. 2003, 77(2): 1105–1111.
17) Grice, E. A. et al., (2009). Topographical and Temporal Diversity of the Human Skin Microbiome. Science 29, Vol. 324. no. 5931, pp. 1190 – 1192
18) Williamson, K.E., et al., (2003). Sampling Natural Viral Communities from Soil for Culture-Independent Analyses. Applied and Environmental Microbiology, Vol. 69, No. 11, p. 6628-6633
19.- Gewin, V. 2006. Genomics: Discovery in the dirt. Nature .Published online: 25 January 2006; | doi:10.1038/439384a
20) Suttle, C. A. (2005). Viruses in the sea. Nature 437, 356-361.
21) Gupta, R. S. 2000. The natural evolutionary relationships among prokaryotes. Crit. Rev. Microbiol. 26: 111-131.
22) Villarreal, L. P. (2004). Viruses and the Evolution of Life. ASM Press, Washington.

fuente http://www.uam.es/personal_pdi/ciencias/msandin/viruslocura.htm

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Estimo (ya no puedes volver)

Publicada el 28/11/2010 - 31/01/2018 por raas

No hay nada que encontrar
descubriendo que ya es así
visiones que hoy consumís
pecados que te consumen.

No hay nada que descubrís
y moldeas tu entorno así
sabes que siempre sano hay un lugar
consumes y destruyes!

Y viendo aquel mundo lleno de ilusión
estimo que ya no puedas volver
al ver el paisaje cubierto de color
arrastrando a tu cuerpo a la putrefacción!
estimando que ya no puedas volver
verás todo muerto y casi sin querer
atrofiado por mas que quieras entender
aquello fue tan bello y ves que ahora no lo es
mientras tu cuerpo arde y tus ojos lloran
estimo que ya no puedas volver
a levantar tus brazos y poder respirar
el profundo silencio de esta muerte
estimando que ya no puedas volver
contempla el vacío sin ofender
que alguna vez fue, y ahora no lo es
el silencio es pesadilla de un mundo que no ves.

Asómbrate a sentir
que el aire ya no
es tan libre y tan bello como aquella vez
te asfixias y caes en la ruina y que
demasiado ese gusto sin frío y sin sed
estimando que ya no puedas volver
verás todo muerto y casi sin querer
atrofiado por más que quieras entender
aquello fue tan bello y vez que ahora no lo es
la realidad ya no es tuya y ahora juega con vos
devuelve lo que viste y es tan desolador
tramando por milagros o mas desgracias
inanición y riqueza doblegan por mas!
estimando que ya no puedas volver
contempla el vacío de este lugar
que alguna vez fue y ahora no lo es
el silencio es pesadilla de un mundo que no ves.

No hay vida en que reparar, estimo
que ya no puedas ver, estimo
te han consumido tu entorno
y tu consciencia quemaron, estimo
la ignorancia sembraron estimo
que las almas opacaron
víctimas de sus progresos
donde está tu mundo tan mezquino?.

Estimo que ahora puedas ver estimo
el verde campo teñido de gris
los animales corriendo libre
bajo las garras de tu negociar
estimo que esta carrera, estimo
fue hecha para que gane la muerte
bajo millones de vidas, estimo.

Tema musical de No Demuestra Interés, del álbum Días de Furia (1996)

https://ecotropia.noblogs.org/files/2010/11/Estimo-No-Demuestra-Interes.mp3

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Centro o periferia: mercado mundial vs. soberanía nacional

Publicada el 24/11/2010 - 31/01/2018 por raas

A propósito del “ser nacional” de la soja en Argentina

¿Dialéctica o trialéctica?

Si la brusca e inesperada desaparición de “la era soviética”  nos hizo pensar en algún momento inicial que se simplificaba el panorama ideológico del mundo contemporáneo, el escaso tiempo transcurrido nos ha revelado que de ninguna manera ha sobrevenido una dicotomía política.
Es que, en rigor, el siglo XX vio más a menudo tres actores o más en pugna, por lo menos mucho más frecuentemente que lo que los dictados de una dialéctica presuntamente científica (más bien cientificista) nos autorizaba vislumbrar.

No había cesado la lucha entre el carcomido mundo aristocrático y el impetuoso mundo burgués y ya teníamos la lucha entre burgueses y proletarios, que de inmediato trasmutara y se reasumiera en el socialismo, que en realidad eran los socialismos. Internacionalista primero, revolucionario o evolucionista, después. Más tarde el gran tronco de la ideología socialista tendría otras ramificaciones, nacionalistas. El socialismo nacional se fue llamando, y haciéndose, cada vez más, nazismo o fascismo. Particularmente en el centro planetario, es decir en los países no coloniales.

El socialismo internacionalista generó a su vez diversas alas o corrientes, en parte dependiendo de su localización planetaria. Una principal, soviética, estalinista con centro y eje en la URSS, otra sociademócrata, burguesa y conciliadora; Suecia fue su modelo más acabado (1932-1976). En España, en la década del ’30 tendremos también un polo anarquista (que provenía de mucho antes), enfrentado a estalinistas y socialemócratas (amén de dividido ese polo, en sí mismo). (1)

Habiendo despreciado las libertades burguesas, el principal experimento social considerado socialista −la URSS− terminó por carecer de tales libertades, sin obtener, empero, la postulada igualación.

Con el colapso soviético y al menos transitoriamente, con el desbarajuste planetario de la opción socialista (2) pareció simplificarse el cuadro de opciones políticas y/o ideológicas.

Por un lado, surgieron intelectuales orgánicos del poder mayor que auguraron la muerte de la política propiamente dicha puesto que no veían opciones a lo único existente; se podría gestionar de un modo u otro pero siempre dentro del horizonte de la sociedad dominante, la del régimen burgués, industrial o moderno. Globalizado y eurocentrado, o como se lo prefiera denominar. Una suerte de heguelianismo redivivo. Que incluye en sus movimientos la occidentalización cultural de todo el planeta, es decir del “resto del planeta” que no es europeo-occidental.  Para quienes no aceptábamos este alineamiento (que hizo famoso, a F. Fukuyama, con aquello de que se había terminado la historia, que según “los clásicos” tendría que ser la prehistoria), quedaba por un lado ese mundo actuante, el del imperialismo ahora cada vez más bajo el nombre de globalización y por el otro, la resistencia a la expansión de ese proyecto-realidad; a menudo, globalifóbicos. Que como su nombre lo indica expresaban resistencia, negación a lo existente y a su expansión, pero no afirmaban una opción.

Desde los ’90, entonces, nos encontramos con alternativas que todavía cuesta dilucidar si son reales o espejismos. Una de las primeras expresiones alternativas  “pos-soviéticas”, enfrentada a la vigencia absolutizada del mundo-tal-cual-es, fue el Foro Social Mundial. Por un momento, a principios del s. XXI, su reunión en San Pablo se opuso a la del Foro Económico de Davos, en Suiza, que durante décadas se había dedicado a concentrar la élite planetaria y a “marcar la agenda” de los poderosos,  los privilegiados del planeta.(3) Rio Grande do Sul,  multilingüe, Davos monolingüe, por ejemplo. Pero analistas como Michel Chossudovsky nos dirán que no es sino un debordiano (4) espectáculo. Fundamentada observación que no podemos desechar; demasiadas fuentes de financiación en común es lo que dicho autor ha rastreado.

Lo cierto es que entrados en el siglo XXI, se han vuelto a visualizar tres opciones (por lo menos), claramente diferenciadas, al menos en lo que tiene que ver con nuestra región, sudamericana. Sigamos aquí a Emir Sader, integrante del PT, un politólogo brasileño que tiene mucho predicamento en los círculos progresistas y enfrentado a “la derecha”.
Sader enumera:
1) el neoconservadurismo, que sigue manteniendo su denominación, viciosa y falsa de “neoliberalismo”,(5) que para el caso de América Lapobre estaría sentando sus reales en Colombia, México, Perú, Honduras…
2) un populismo burgués que no rompe con la globocolonización −como con acierto ha bautizado Frei Betto lo que economistas llaman ahora “globalización”−. Se diferencia del neo-conservadurismo, por sus “políticas sociales”, es decir de distribución de ingresos hacia las capas sociales menos favorecidas (y que son en general las que el neoconservadurismo rampante ignora). En América del Sur Sader ubica en este sitio a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Ecuador y Uruguay, que aun sin ser toda la América del Sur y menos todavía el Caribe, apenas presente por Cuba, es de todas maneras el grueso poblacional, económico y político de la región. (6) Y finalmente,
3) lo que Sader denomina “ultraizquierda”. Con lo cual tácitamente atribuye la condición de izquierda al ítem anterior. Algo que mirando la estructura económica vigente y la relación con el centro planetario no deja de ser novedoso, aunque guiándose exclusivamente por los pergaminos sería cierto en casos como Uruguay o Brasil, y más complicado en Argentina, por ejemplo. Pero, ¿es que existe, puede existir, una izquierda capitalista?
Sader centra, de todos modos, las opciones políticas realmente existentes entre: 1) y 2). Lo cual es obvio hasta por las denominaciones que utiliza. La ultraizquierda le parece desechable por su divorcio radical con el espíritu, con el “estado de ánimo de las masas”.

A mi modo de ver, le falta a Sader, en ese cuadro de situación, la dimensión ecológica, que es siempre planetaria. Preguntado expresamente por esa ausencia, por si no era acaso una falencia, la negó de raíz, como falencia, porque: ‘la dimensión ecológica era muy, muy importante pero no transversal, no medular.’ Sader destaca, en cambio, que en el cuadro político actual y en la disputa entre neoconservadurismo y progresismo falta una dimensión que sí considera básica: la laboral, la de clase. Sader afirma que la política actual se mueve como si todos, o casi todos, no trabajásemos, como si nuestra condición trabajadora fuese soslayable.

Si bien nuestra condición de transformadores no está casi presente, y debería estarlo, nuestra condición de residentes, “usuarios” o vecinos terráqueos no la pensaba tan medular. Sader apunta con ello a que la iniciativa ideológica para la configuración de los imaginarios sociales la sigue teniendo el neoconservadurismo, el capitalismo puro y duro, puesto que la sociedad está vista como el mercado y quienes la integran como “consumidores”. Sader entonces se conforma con legitimar reclamos a favor de “el proletariado” que provienen del s. XVIII o XIX.

Nos permitimos considerar que la disyuntiva planteada por Sader es francamente insuficiente. Temporalmente atrasada: critica el escamoteo del trabajador a manos imaginarias y virtuales del consumidor. Tiene razón. Pero así y todo, falta la dimensión ecológica, que consideramos inescindible de la perspectiva política: una política sin ecología o con una ecología instrumental nos lleva al derrumbamiento planetario.
Con un aditamento igualmente necesario: que la forma de apreciar o integrar esa mirada a la situación política pasa por las relaciones imperiales, o de centro a periferia, por las condiciones de desarrollo del sistema generalizado, “global”, que nos rige.

Antes de abordar tales relaciones, veamos, siquiera someramente, rasgos dominantes de ese centro planetario, constituido fundamentalmente por países enriquecidos, es decir los ajenos al destino colonial (aunque tales sociedades no incluyan por cierto a todos sus habitantes).(7) En una palabra, nos referimos al circuito globocolonizador, fundamentalmente matrizado, configurado desde mediados del s. XX, por la élite de poder de EE.UU. y cada vez más −desde el 11 de setiembre de 2001− por el binomio geopolítico EE.UU.-Israel, cada vez más inseparables, amén de las capas “integradas” de los ya mencionados países enriquecidos, más los circuitos −mucho más restringidos−, de las élites globalizadas de los países empobrecidos.

Tal vez el rasgo más característico, estructuralmente necesario para la rentabilidad y verificable en este último medio milenio sea el de la tendencia sostenida al aumento de escala para la producción junto con la expansión. Se trata de una expansión no lineal sino progresiva, que va expandiendo no sólo la producción, los mercados y sus modalidades, sino también el ritmo con que se produce la misma expansión.
Enumeremos algunos de tales rasgos:
– unidades productivas, de aprovisionamiento y procesamiento, cada vez más grandes y consiguiente consumo creciente de materias primas y recursos,
– inversión de las relaciones entre economía y finanzas y entre ciencia y tecnología,
– contrarreforma agraria en marcha, despoblamiento de campos, unidades de producción agraria o agropecuaria cada vez más extensas e industrializantes (aun cuando no debería confundirse la elaboración de ladrillos o botones con la crianza de cerdos o plantas),
– megalopolización urbana y contaminación cada vez más fuera de control,
– deterioro de la calidad de los productos cada vez más masivos, compensados por su mayor accesibilidad y recambio más o menos permanentemente acelerado; obsolescencia programada.

Unidades productivas

Detengámonos un momento en el primer ítem, focalizando un par de ejemplos; pesquería y cría de los animales de mayor consumo.

Pesca. La humanidad se ha nutrido desde tiempo inmemorial de peces y seres vivos acuáticos. Se estima que el 60% de las proteínas animales consumidas por la humanidad ha provenido, históricamente, de la pesca. El otro tercio de proteínas animales ha sido provisto por los animales de tierra o aire. Aves, cérvidos, liebres, cabras, vacas, cuises, y el larguísimo etcétera que va variando de región en región. La pesca se ha estado industrializando desde hace siglos. Y “perfeccionando” sus técnicas al punto que al día de hoy, con sus redes de arrastre, sus bombas de profundidad y tantos otros recursos, los pescadores están en condiciones técnicas de vaciar el mar. Cada mar que “visitan”. Sería un éxito deslumbrante si no fuera por el pequeño detalle de que la pesquería está logrando así serruchar la rama donde está asentada.

Sus técnicas de arrastre son tan “perfectas” como para no dejar intocado los fondos marinos. Que son, precisamente, la base nutricia de muchísimos circuitos vitales. Las redes son tan rendidoras que no perdonan ni siquiera a los más pequeños peces, puesto que los barcos engullen los peces grandes para comida humana y los pequeños como masa nutricia para animales criados o cultivados por el hombre, peces en estanque incluidos.
Tanta calidad técnica y ceguera natural o crisis del sentido común, ha hecho que la pesca haya desaparecido por ejemplo de todo el entorno europeo. El Mar Mediterráneo, otrora asiento de apetitosos atunes y tantas otras especies que han alimentado milenariamente a las poblaciones costeras, es ahora poco más que el sumidero de los desechos de los países que lo circundan. El Báltico, por ejemplo, está tan contaminado que sus especies marinas han disminuido dramáticamente su fecundidad. La reproducción es bajísima y menguante. Por estar interconectado no desaparece, como el mal llamado Mar de Aral (el sexto lago más grande del planeta, hoy reducido a una charca salobre gracias al milagro soviético); permanece, pero cada vez más sin vida.

Desde hace unos años, las dotaciones pesqueras europeas se dedican a saquear las costas africanas, como la somalí, donde la impunidad es grande por la falta de un estado local en condiciones de defenderse, pero también la de otros estados que tienen como dieta básica el pescado, como por ejemplo Namibia, que ve raleada su pesca por las incursiones de ultramar.

Pero como la “perfección” técnica, el alcance depredatorio en suma, no se ha abandonado, sino que, por el contrario, sigue en pie, en auge, sacrificando a los pescadores locales robándoles las pescas, por ejemplo, mar adentro (con lo cual no llegan los peces a las costas), el destino de la pesca planetaria es su desaparición. Y con ella, la ingestión principal de proteínas de la humanidad. Ya imaginamos el festejo de algunos laboratorios produciendo pastillas de ω 3 u ω 6 “para todos”…

Y nos hemos limitado a hablar de los desarrollos técnicos propiamente pesqueros. Sin mencionar, por ejemplo, que la plastificación de los mares, gracias a la invasión de otra industria −la petroquímica− ha significado el crecimiento en progresión geométrica de microorganismos adheridos a los restos plásticos que se van depositando de a poco en los fondos marinos reteniendo el oxígeno de las aguas superficiales y a la vez bloqueando los circuitos bióticos de esos fondos marinos que vimos ya tan maltratados…

Avícola y suina. Veamos ahora un par de casos relativos al primer rasgo enumerado, el del agrandamiento sostenido de las unidades de producción, en el caso de cerdos y aves. Como se describe en muchísimos documentos, el tratamiento dispensado a animales destinados al consumo humano es de una indiferencia y crueldad sin límites. Pero tanta “eficiencia” tiene su rebote; estamos dañando nuestra salud.

“[…] que se apliquen verdaderos procedimientos industriales para la «fabricación» de animales. Gallinas, vacas, borregos, conejos y todos aquellos animales que los estándares occidentalizadores determinen como comestibles, son tratados como grabadoras o DVD’s, hechos en serie. Las granjas se han convertido en verdaderas factorías en las cuales a los animales se les maneja igual que a metros de tela destinados a confeccionar vestidos. Mediante artificiales procesos hormonales y genéticos, se les obliga a sobre-reproducirse, se les alimenta con sus propios excrementos y cadáveres «enriquecidos», se les apretuja en reducidísimas áreas, se les transporta hacinados, ahogándose con su propio calor y sudor, y se les sacrifica bárbaramente […].” (8) En esas condiciones “de vida” la expansión de enfermedades, de pandemias, es también veloz y fulminante. Desde hace unos años, nos enmudecen y atemorizan con la “gripe aviar”, la “influenza porcina” y otras plagas “bíblicas”.

La referencia al “aprovechamiento de todo” es una curiosa perversión de una conducta tan cara a la producción orgánica, de no producir desechos. En el caso de los establecimientos hiperindustrializados, el afán de no desperdiciar nada en un proceso productivo que no se basa en la salud de los integrantes ni en pasos depurativos de compostado, ni en biodegradación  aeróbica o anaeróbica ni en cadenas alimentarias biológicamente reconocidas, sino en el afán de no perder “ni un gramo de ingredientes” ha llevado, por ejemplo, a alimentar animales herbívoros con restos cárnicos. Tal fue el origen ya archisabido del llamado “mal de las vacas locas”. Como exponente, dada su gravedad y ramificaciones mediatas, alcanza y sobra, pero bueno es saber que se trata apenas de un ejemplo entre tantos.

En agosto de 2010, se retiraron en EE.UU. 500 millones de huevos infectados o potencialmente infectados con salmonelosis. Todos provenían de apenas dos establecimientos pertenecientes, en rigor, a un único propietario. (9) DeCoster. Por supuesto, los huevos lucían en las góndolas como provenientes de distintos “competidores” en el mercado, porque llegaban o iban a llegar al consumidor, como habitualmente, con muy diferentes marcas y envases.

Pero la fábrica en cuestión, trabaja en régimen como de zona franca, es decir sin leyes ambientales ni laborales, a discrecionalidad contra los asalariados y fundamentalmente contra las asalariadas. “En 2002, la compañía de DeCoster pagó un millón y medio de dólares para llegar a un acuerdo en referencia a una demanda legal presentada por la Comisión Federal de Igualdad de Oportunidades Laborales en representación de mujeres mexicanas que informaron haber sido sometidas a acoso sexual, incluso violación, abusos y represalias por parte de sus supervisores.” DeCoster es un ejemplo práctico de las observaciones filosóficas de K. Marx. Todo se cosifica: los animales, los asalariados, los clientes.

Esta epidemia se frenó. ¿Cuántas nos llegan y luego, en cada hospital, cada médico irá diagnosticando una patología, por supuesto de-origen-desconocido? Pensemos en que las unidades de producción de animales de granja eran antes por decenas y ahora lo son por miles o millones. Un cambio cualitativo en su tratamiento se ha introducido con la gran industria, un cambio de escala donde pierde el hombre su cualidad humana y el animal la suya animal.

EE.UU. ha mantenido un consumo de cerdo bastante estable en las últimas décadas, en todo caso aumentado junto con el propio aumento demográfico de población. De unos 50 millones de cerdos carneados anualmente a mediados del s. XX ha pasado a unos 65 millones hacia el cambio de siglo.

Pero reparemos en la transformación que tiene que haberse operado en el cómo. De tener alrededor de dos millones de establecimientos que carneaban unas pocas decenas de cerdos por año cada uno, a tener apenas miles de establecimientos que carnean varios miles de cabezas anuales cada uno. Esto significa un enorme y brutal cambio en el cuidado y la atención de los animales. Industrialización, estandarización y cambios sustanciales en la dieta. Lo patógeno  también cambió de naturaleza y ritmo: han aparecido plagas, que se han “universalizado”: las “enfermedades en serie” se reproducen incontenibles.(10)

En el caso de las gallinas y pollos, se crían “paralíticos” para que no gasten energía en movimiento, con lo cual además hay que sellarles el pico, haciéndolo romo para evitar que se picoteen entre sí en la desesperación de sus cubículos, y en el caso de las ponedoras, para que no picoteen los huevos que acaban de poner. Los establecimientos avícolas “modernos” lidian con millones de ejemplares.

El estiércol resultante de tales “establecimientos fabriles” ya no es fácilmente incorporable a la tierra donde serviría de abono extraordinario y natural de próximos cultivos. Ahora, las deyecciones de millones de aves ya no cumplen papel alguno en los ciclos de rotación y fertilización de la tierra. ¡Para eso están los laboratorios! En su lugar, van creando lagos de mierda en las proximidades de los establecimientos, y los habitantes de las localidades vecinas atestiguan que los campos apestan las 24 horas. En el norte de Alemania, la cría industrial avícola ha generado tal problema “olfativo” que los traficantes de tales carnes han encarado su “solución”.

No piense el lector que hay en esto atisbo de autocrítica, reconocimiento de las virtudes alimentarias de lo local, por ejemplo. No, sencillamente una solución pragmática, volcada a la modernidad. Así como cuando tales concentraciones de animales generaban una locura generalizada en ellos y aumentaba muchísimo la agresividad, no se le ocurrió a ningún criador volver a dimensiones menos monumentales, criando animales que gozaran relativamente de su vida, sino sencillamente serrucharon los picos de las gallinas, ante el problema olfativo, los emprendedores del ramo organizaron tales establecimientos con sus millones de animales en pre-matadero en Brasil, en la costa noratlántica –para abreviar fletes– y que los pollos lleguen a Alemania ya listos para el consumo, eviscerados, sin plumas y sin tener que soportar la población –alemana, claro–, el olor “colateral” de la mierda. Carecemos de datos sobre si los establecimientos en Brasil tienen vecinos.

Este sistema agroalimentario no es eterno. Tiene, por el contrario, escasísimas décadas. Sobreviene con la hipertecnificación de los procesos industriales y el “aprovechamiento industrial” de todos “los elementos constituyentes”. Así remataba la oenegé GRAIN un informe donde desnudaba el verdadero origen de la gripe aviar; el sistema industrial de cría de animales:
“Una interrogante candente es por qué los gobiernos y las agencias internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) no hacen nada para investigar cómo las granjas industriales y sus productos, tales como estiércol y raciones, extienden el virus. Por el contrario, están usando la crisis como una oportunidad para profundizar la industrialización del sector. Se multiplican las iniciativas para prohibir la producción de pollos al aire libre y eliminar a los pequeños productores, y reponer las granjas con pollos genéticamente modificados. La red de complicidad con una industria involucrada en una sarta de mentiras y encubrimientos parece completa.

«Los campesinos están perdiendo sus medios de vida, sus razas de pollos nativos y están siendo expulsados del mercado, y algunos expertos dicen que estamos al borde de una pandemia humana que podría matar millones de personas […]. «¿Cuándo se darán cuenta los gobiernos que para proteger a los pollos y a las personas de la gripe aviar, necesitamos protegerles de la industria avícola mundial?»(11)

Aunque el nudo problemático que plantea el texto de GRAIN es preciso, su pregunta es ociosa si pensamos en la FAO. Desde hace ya mucho tiempo esta comisión de la ONU, como el PNUD, el PNUMA, la OMS, el PMA, se dedican a legitimar el sistema con su modelo productivo de grandes consorcios transnacionales, aceptando el paradigma del capitalismo monopólico, como si fuera lo único que puede hacer funcionar al mundo, como si se tratara de una ley celeste de rotación y traslación de planetas y no de capitales; como si eso no revelara, sencillamente, que las comisiones técnicas de la ONU pertenecen a los privilegiados del mundo.

Inversion de relaciones. Financierizacion de la economía

Hagamos una única referencia a otro de los rasgos señalados; el de la mencionada financierización.
Es absolutamente necesaria una crítica a fondo de los conceptos fundantes de los que todavía hoy llamamos “economía”; una trama de conceptos de rendimiento, productividad, beneficios, amparada en la externalización de costos, valida de proyectos de impacto ambiental totalmente adocenados, legitimados por agencias gubernamentales estadounidenses, y por lo tanto con una geopolítica nacional, pero que fungen como si fueran internacionales, como es el caso del FMI, el BM y la USAID (esta última no se declara “internacional”, aunque su denominación “Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional” merecería rebautizarse como “Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU.).

Estos “asesoramientos” avalan de manera falaz el adueñamiento de bienes comunes a la humanidad, “abaratados”, como bien señala Javier Rodríguez Pardo, (12) mediante la denominación de “naturales” y mercantilizables mediante el artilugio de considerarlos recursos apropiables. Pero encima de una construcción ideológica y selectiva de la ciencia económica está el hecho radical, avasallante, al parecer irreversible, de que la economía se va satelizando cada vez más ante los movimientos financieros, verdadero nervio motor de la producción y el intercambio actuales.

Lo financiero era en siglos pasados, el apoyo, el complemento de las transacciones económicas. Pero hoy “reina” como elemento protagónico. Da vergüenza ajena escuchar a políticos exaltar el PNB como referencia de progreso o calidad de vida. Y si el político es “de izquierda”, da pena, además.

Señorio de la tecnologizacion; servidumbre de la ciencia

Así como la economía y las finanzas han invertido sus roles, así ha pasado con la ciencia y la técnica: ahora la ciencia está al servicio de la técnica, es decir de las corporaciones que promueven (sistemática y permanentemente) nuevas técnicas, nuevas configuraciones tecnológicas como una forma de dominio cultural, ideológico, político y finalmente material. La que se suponía protagonista, dueña de la situación; la ciencia, es en realidad su servidora, es decir se desarrolla al “amparo” de grandes corporaciones. También fructifica en el ámbito universitario, pero ése es el sector menos dinámico. También, finalmente, en las cabezas de científicos independientes, pero éstos son los menos.

La disciplina que tenía el rol accesorio, se ha convertido en el eje de las actividades tecnocientíficas, en el motor del “sistema económico”. La tecnología está cada vez más configurada en enormes consorcios civiles (casi siempre comerciales) o militares.

Volvamos, a la cuestión de las dimensiones de las unidades productivas. Un corolario de la tendencia al aumento de escala productiva es la consiguiente tendencia al catastrofismo cada vez más propicio, inherente a la intensidad y concentración del capital. De lo cual la rotura en la perforación de BP en el Golfo de México es buen ejemplo. Junto con ello, ciertamente se acrecientan los medios tecnológicos para enfrentarlos. El rescate de los 33 mineros en Copiapó, Chile, sirve claramente de ilustración de ambos aspectos. Es cierto que gracias a nuevos vehículos y dispositivos de penetración del suelo y la roca, los mineros pueden sufrir un accidente y quedar aislados a más de 700 metros de profundidad. Pero también es cierto que no bien detectados vivos, en muy poco tiempo, en 24 horas se pudo trazar y enviar una sonda, y en unos dos meses se los pudo rescatar mediante la ya famosa  cápsula que transitó por el túnel vertical taladrado con enorme precisión. La sonda permitió la sobrevida, haciéndola incluso llevadera, en esos dos meses. Y lo demás, ya lo vimos todos.

Los desarrollos tecnocientíficos permiten “proezas” cada vez mayores, tanto en los avances como en su remediación cuando se hace necesaria. El ser humano es cada vez más capaz de:
– pulverizar montañas para llevar adelante la llamada megaminería,
– perforar napas geológicas,
– explotar petróleo submarino,
– establecer plantíos transgénicos en una escala sin precedentes,
– hacer fumigación aérea de enormes extensiones,
– efectuar desmontes masivos de millones de ha (algo que habría llevado antes décadas y que ahora se hace en una estación),
– expansión planetaria del automovilismo con la consiguiente contaminación atmosférica. Planes y diseños para vehículos no contaminantes, no movidos sobre la base de combustibles fósiles, por diversas razones −comerciales o ecológicas− no han prosperado,
– elaborar energía nuclear, con su problemática irradiación, tanto en la extracción como en su deposición “final”.

Señalemos siquiera someramente el ejemplo del automovilismo. Se han desarrollado vehículos cada vez más rápidos; andar a más de 200 km. por hora, con los consiguientes riesgos, pero también con el recurso del air-bag y la ventaja de “acercar” las distancias, aunque sólo en las cuidadísimas rutas del Primer Mundo. Las automotrices también han ampliado su escala y el toyotismo se convirtió en el nuevo escaño tecnológico “superando” el fordismo de la primera oleada automatizadora.

El toyotismo se precia del just-in-time, es decir del ahorro que significa la eliminación de los depósitos y sus consiguientes existencias de mercadería a la espera, pero sobre todo de la eliminación de mano de obra mediante nuevos peldaños de automatización.

Ya metidos como usuarios en la gran escala ahora imperante en la industria automotriz (como en prácticamente ocurre en más y más ramas de actividad), los resultados no han sido tan exultantes. Toyota, precisamente, afronta resultados llamativos: en lo que va de 2010 lleva llamado a revisión a unos diez millones de vehículos producidos y salidos al mercado entre 2007 y 2010. No se trata de cifras despreciables; aproximadamente un tercio de toda su producción. Un millón y medio de tales controles proviene de que el sistema de limpieza de parabrisas puede ocasionar incendio. Medio millón han sido llamados a control por imperfecciones en el sistema de frenos, nada menos. Y así por el estilo.

Los coches que “salen solos” de las fábricas no parecen tan tecnológicamente perfectos como nos quieren hacer creer. Pero el problema no se arregla a pura previsión aunque tardía. En el ínterin, con tales imperfecciones, en EE.UU., donde opera la mayor fábrica de automotores del mundo −Toyota, precisamente−, se cuentan por decenas las demandas por muertes en accidentes vinculables con errores o fallas en la construcción, o tal vez tengamos que decir cada vez más, en la configuración del vehículo. Y miles de demandas por diversos accidentes vinculados con lo mismo. Una danza de miles de millones, pero sobre todo una danza de vidas humanas destruidas o afectadas. (13)

Contrarreforma agraria en marcha en Argentina

Es en el concierto mundial descrito en que las economías nacionales están metidas. La Argentina figura entre los “aventajados” integrantes de la globalización si lo medimos por el ingreso de dólares al circuito económico que llamamos argentino. Al privado y al público. Pero su costo parece ser altísimo. Como bien lo explicita la Asociación Ecologista Piuké: “Nos animamos a sumar tres grandes venenos más al señalado por nuestra presidenta [CFK se refería al veneno comunicacional proveniente de ciertos medios]: cianuro, glifosato y uranio. Los tres constituyen hoy los botones de muestra (y sólo los botones) de un sistema de desarrollo que nos destruye, saquea y enferma […].”

Si bien las estadísticas nacionales son todo menos confiables, el vuelo económico de los que se reputan winners del momento, como pueden ser sojeros −y toda una gama de ramas de actividad florecientes: turismo, computación, bienes inmuebles, la tierra asiento de los agronegocios, la industria automotriz, laboratorios proveedores de las nuevas modalidades productivas, las ciudades pequeñas y medianas del “país de la soja”− nos muestran un país con enorme cantidad de circulante. Desde la presidencia se nos habla de una cantidad de reservas pocas veces vista. (14) No obstante lo anterior, es inocultable la mala vida en sectores amplísimos de población, el proceso de exclusión parece imparable, se ve el deterioro del ambiente. Todo esto, invaluable en dólares.

El agronegocio, cada vez a mayor escala, sigue expulsando y acorralando a campesinos pequeños, con o sin tierras, excluyendo “brazos” de su sofisticada producción (aunque incorporando otros, menos, tecnologizados). Los cordones de miseria no sólo no desaparecen sino que parecen extenderse y todo esto en dimensiones cada vez menos “nacionales” porque el emporio sojero con asiento en Argentina se ha ido expandiendo, sobre todo hacia Uruguay, pero también hacia Bolivia o Paraguay y por lo tanto, los expulsados provienen también cada vez más de allende la frontera: buscan mitigar la exclusión mediante tareas marginales en las ciudades y entre ellas, en la megalópolis regional, Buenos Aires.

Megalopolización

Señalemos un único elemento vinculado con la problemática de la megalopolización. En Argentina, tanto los economistas  de la Coalición Cívica como los del gobierno consideran buen augurio la producción incontenible de ceros km. En una sociedad colonializada ese sólo dato satisface a los que gobiernan (o aspiran a hacerlo), con total prescindencia de una observación más estructural, de un pensamiento más matizado, que tenga en cuenta, por ejemplo, que la elasticidad del parque automotor no se corresponde con la de su base de desplazamiento material, las calles, bastante más inelásticas.

Ese divorcio nos puede llevar no a una mejor calidad de vida, como postulan los enamorados del automovilismo o de las estadísticas del PNB sino a una peor calidad de vida urbana, cotidiana, a bordo en las rutas y avenidas atascadas. Lo señalamos a título de ejemplo de cómo no calibrar “los avances”. Los modernizadores están de acuerdo. Con ropaje neocon o con ropaje progresista, con filosofía liberal y capitalista o convicciones progresistas, socialistas y marxianas, la globalización sigue su marcha. Triunfal y catastrófica. A la vez. Y vale la pena considerar una conexión típicamente ecológica: la megalopolización proviene del despoblamiento rural que provoca el monocultivo y su rentabilidad.

Perspectivas

Varios de los desarrollos que acabamos de enumerar afectan de manera creciente y progresiva la biodiversidad, planetariamente. Es decir, que estamos jugando con fuego. Cada vez más “capacidad” para modificar el hábitat resulta en cambio incapaz de, a su vez, no destruirlo. ¿Podemos los humanos, vivir, sobrevivir sin hábitat natural? Parece una pregunta tonta, y sin embargo, hay quienes están proyectando cómo hacerlo. Somos fáusticos, concedido. ¿Somos más diestros o más energúmenos que Fausto? Ése es el reto para la humanidad. Reto que se ha ido formando desde hace ya tiempo, y que las sociedades concretas se han negado a asumir.

Porque avanza nuestro conocimiento para mejor entender la naturaleza y a nosotros mismos. Avanza la medicina, la biología. Avanza la vida activa de los humanos, alcanzando cada vez más gente más tiempo de vida. Y de una vida que merezca su nombre. Avanza la ingeniería, la cibernética, todas las disciplinas del conocimiento humano, avanza nuestra comprensión del universo, de lo giga y lo nano, y de nuestro papel en todos esos universos. Pero a la vez avanza nuestra torpeza, nuestra huella cada vez más hiriente en el planeta.
Nuestro inolvidable maestro Mario Sambarino nos recordaba un pensamiento de Blas Pascal en los albores de la modernidad, enfrentando a las nuevas deidades, que consideramos sumamente actual: “El hombre está hecho mitad dios y mitad bestia, y cada vez que quiere convertirse totalmente en dios, se convierte totalmente en bestia.”

La biodversidad irreversiblemente dañada por el hombre, el disparo al ambiente de una serie de patógenos, disruptores endócrinos, cancerígenos, mutágenos que están poniendo en peligro la salud, la sexualidad ya no de los humanos sino de los seres vivos, la contaminación electromagnética  cada vez más fuera de control, y tantas otras formas de contaminación cada vez más ingobernables y también ellas irreversibles, la capacidad de los laboratorios con sus cómplices y asistentes para medicalizar cada vez más la vida, la “capacidad” creciente de los humanos para producir desechos y basura y no poder dar cuenta de ellos, son todos rasgos que entendemos peligrosísimos y ominosos.

Sin pretender agotar ese panorama apenas insinuado por la A. E. Piuké con los tres tóxicos mencionados, entendemos que Argentina no ha hecho hasta ahora sino aceptar gozosamente su papel de colonizado, mejor dicho colonializado. Porque ya no somos colonia con bandera metropolitana; la nueva modalidad imperial se cuida muy de que cada territorio bajo la colonialidad conserve un símil de nacionalidad y estatalidad “igual” a la de las naciones reconocidas. Por eso han florecido tantos estados “independientes” en el mundo actual (la ONU tiene ya más de 200). Y celosamente, cada uno con su bandera, faltaba más.

Ardua dialéctica, ahora sí, tenemos entre centro y periferia, y la tenemos que afrontar. No es en blanco y negro, no es fácil. El centro tiene sus excluidos; la periferia sus privilegiados. Y no sólo eso; los mismos privilegiados del Primer Mundo también tienen mucho para lidiar, para retener sus privilegios. Y los excluidos de la periferia también tienen una serie de peldaños, para mejorar a veces un átimo, o para empeorar hasta llegar al despeñadero de los basurales metropolitanos.

Porque la globalización que hemos llamado globocolonización le ha dado 4×4 a los sojeros, pero a enormes sectores de población le ha dado los basurales a cielo abierto o “bajo control”, a donde ha ido a parar la riqueza deslumbrante de la modernidad, del mundo rico, rápidamente degradada en forma de envases, carcazas y bolsas plásticas gastadas y desechadas (desechadas pero no deshechas, porque no son biodegradables).

Sustraerse a la globocolonización es arduo y problemático. Porque se trata de romper con el consumismo que se ha ido convirtiendo, por martilleo mediático pero también por autoseducción, en una segunda naturaleza. Consumir “refrescos”, o agua en botellitas plásticas, que “es lo más”, tapas de mujeres desnudas, viajes, modelos 0 km de autos o celulares, comidas rápidas −grasas y dulces, tan tentadoras−, consumir medicamentos para todo tipo de enfermedad real o imaginaria pero de fácil aplicación. Todas expresiones de cómo hemos sido formados en la cultura dominante.

El esfuerzo para sustraerse a semejante imaginario, el necesario para afirmar una soberanía regional, cultural, alimentaria, mediante una política de respeto a la naturaleza, implica una política anticonsumista que no puede ser sino anticapitalista. Y tal tendría un altísimo precio: ser hostigados por los grandes poderes mundiales y menguar la circulación de dólares. Y con ello, perdernos no sólo los gadgets de los grandes emporios mundiales; nos granjearíamos la furia (¿desbocada?) de quienes “la están haciendo con pala”.
Cambiar culturalmente; eso no es fácil.

Pero no veo otras opciones: seguir en la noria “global”, el culto al dólar y a las modalidades depredadoras del gran capital nacional y transnacional o resistir y ya no aceptar que la comodidad es el valor supremo, para encarar un proyecto de país, de sociedad, que realmente nos respete a todos.

Si el lavado cerebral de la tinelización sigue ocupando el tiempo de los argentinos, si se completa con la tele adocenada de Legrand o Jiménez; si los laboratorios siguen vendiendo lo que quieren o necesitan para su rentabilidad en nombre de la ciencia, la higiene, la seguridad o “el buen olor hogareño”, si seguimos creyendo que se puede “ir en auto al centro”, que nos podemos desentender de la indigencia de los que consideramos ajenos así como de nuestros propios desechos cotidianos, que la salud se defiende con medicamentos y no con nuestra forma de vivir, estamos lejos de un proyecto de país que consideramos deseable.

No aparecerán tales proyectos desde las opciones expuestas por Sader, sino precisamente desde el lugar que él subalternizara: la salud planetaria. No vendrán con los políticos neocon, obviamente, pero tampoco con los progresistas. Si aparecen en nuestro horizonte será por esfuerzos desde abajo, desde adentro de nosotros mismos, desde la intemperie.

Luis E. Sabini Fernández *

notas:
* Periodista, editor de futuros del planeta, la sociedad y cada uno, docente del área de ecología de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofìa y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
1) En España, en 1936 todas las tendencias socialistas internacionalistas, junto a burgueses republicanos y algunas otras variantes como los católicos vascos, procuraron enfrentar a “la otra España”, la de la Falange, inquisitorial, colonialista, que contó precisamente con la preciosa ayuda de los socialismos nacionalistas, de dictadores asumidos como tales, de Hitler y Mussolini. Pero ni siquiera la sublevación fascista logró  consolidar dos bandos: las luchas entre comunistas y anarquistas, por ejemplo, fueron tan cruentas como las habidas entre republicanos y franquistas. La guerra civil española expresó desgarradora y trágicamente la puja entre por los menos tres actores…
2) Que queden algunas formaciones sociales que lo postulen y hasta lo practiquen, como Corea del Norte, Cuba e incluso otras lo anhelen y lo visualicen como meta, como es el caso de la Venezuela bolivariana o chavista, con su “socialismo del s. XXI”, no alcanzaría para tipificar al socialismo actuante como la opción al capitalismo vigente, al régimen dominante. Al menos no en los términos de “certeza histórica” o fe política con que se lo blandía décadas atrás.
3) No es por cierto la única caja de resonancia de tales privilegiados; también tenemos al grupo Bilderberg, a los think-tanks de la Casa Blanca y probablemente a alguna otra entidad de la que no conocemos ni su nombre.
4) Guy Débord, autor de La sociedad del Espectáculo, una suerte de manifiesto de la Internacional Situacionista, que expresó en los ’60 el estado del mundo contemporáneo.
5) Como aclaraba nuestro querido colega fallecido, Rodolfo Bledel: el único neoliberalismo digno de ese nombre es el patrocinado por John M. Keynes que revisó las tesis básicas del liberalismo y reconsideró el papel del estado que sobrepasó entonces su rol de “juez y gendarme”. El reflotamiento de los Chicago Boys y otros liberales, algunos contumaces como Friedrich von Hayek, no hace sino retornar al liberalismo primigenio, con lo cual más que hablar de neoliberalismo, habría que hablar de un retorno a “las fuentes”: paleoliberalismo.
6) No sabemos siquiera si esa enumeración, hecha en una presentación en la Facultad de Filosofía y Letras, 7/9/2010, excluye o apenas no enumeró expresamente otros gobiernos enfrentados al neoconservadurismo, como el paraguayo o el nicaragüense actuales.
7) Cuando nos referimos a países, sociedades o estados “ajenos al destino colonial”, acotamos en el tiempo histórico estos rasgos a los países de la modernidad, a los últimos 500 años, obviamente. E incluimos aquellos estados que habiendo tenido un origen colonial se han incorporado al área de los países enriquecidos (o centrales), como es el caso de los formados desde los asentamientos (settlements) anglosajones.
8) Adán Salgado Andrade, “Fábricas de animales: enfermedades en serie”, www.argenpress.info, agosto 2010.
9) Amy Goodman, “Huevos podridos y nuestra democracia rota”.
10) Alfredo Embid, “Lo que no te cuentan sobre la gripe porcina”, www.amcmh.org/PagAMC/downloads/gripecerdo2.htm
11) www.grain.org/nfg/?id=382, marzo 2006.
12) “¿Por qué bienes comunes?”, futuros, nº 13, Río de la Plata, verano 2009-2010.
13) www.taringa.net/posts/autos-motos/7491082/top-7-de-las-marcas-mas-buenas-del-mundo.html; Luis Faraoni, “Un récord de autos con fallas…”, Tiempo Argentino, Bs. As., 24/10/2010.
14) Claro que habría ponderar tales entusiasmos relativizando la unidad de medida, pues aunque “siempre”, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, hablamos de dólares, los dólares del 2010 valen menos de la doceava parte de lo que valían los dólares de 1950. La inflación también “come” al dólar.

fuente http://revistafuturos.com.ar

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Tesis de filosofía de la historia

Publicada el 20/11/2010 - 31/01/2018 por raas

1 Es notorio que ha existido, según se dice, un autómata construido de tal manera que resultaba capaz de replicar a cada jugada de un ajedrecista con otra jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco trajeado a la turca, en la boca una pipa de narguile, se sentaba a tablero apoyado sobre una mesa espaciosa. Un sistema de espejos despertaba la ilusión de que esta mesa era transparente por todos sus lados. En realidad se sentaba dentro un enano jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba mediante hilos la mano del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato en la filosofía. Siempre tendrá que ganar el muñeco que llamamos «materialismo histórico». Podrá habérselas sin más ni más con cualquiera, si toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno.

2 «Entre las peculiaridades más dignas de mención del temple humano», dice Lotz, «cuenta, a más de tanto egoísmo particular, la general falta de envidia del presente respecto a su futuro». Esta reflexión nos lleva a pensar que la imagen de felicidad que albergamos se halla enteramente teñida por el tiempo en el que de una vez por todas nos ha relegado el decurso de nuestra existencia. La felicidad que podría despertar nuestra envidia existe sólo en el aire que hemos respirado, entre los hombres con los que hubiésemos podido hablar, entre las mujeres que hubiesen podido entregársenos. Con otras palabras, en la representación de felicidad vibra inalienablemente la de redención. Y lo mismo ocurre con la representación de pasado, del cual hace la historia asunto suyo. El pasado lleva consigo un índice temporal mediante el cual queda remitido a la redención. Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos. No se debe despachar esta exigencia a la ligera. Algo sabe de ello el materialismo histórico.

3 El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia. Por cierto, que sólo a la humanidad redimida le cabe por completo en suerte su pasado. Lo cual quiere decir: sólo para la humanidad redimida se ha hecho su pasado citable en cada uno de sus momentos. Cada uno de los instantes vividos se convierte en una citation à l’ordre du jour, pero precisamente del día final.

4 “Buscad primero comida y vestimenta, que el reino de Dios se os dará luego por sí mismo”. Hegel, 1807.
La lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador educado en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que no existen las finas y espirituales. A pesar de ello estas últimas están presentes en la lucha de clases de otra manera a como nos representaríamos un botín que le cabe en suerte al vencedor. Están vivas en ella como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como denuedo, y actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos. Acaban por poner en cuestión toda nueva victoria que logren los que dominan. Igual que flores que toman al sol su corola, así se empeña lo que ha sido, por virtud de un secreto heliotropismo (1), en volverse hacia el sol que se levanta en el cielo de la historia. El materialista histórico tiene que entender de esta modificación, la más imperceptible de todas.

5 La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante de su cognoscibilidad. «La verdad no se nos escapará»; esta frase, que procede de Gonfried KeIler, designa el lugar preciso en que el materialismo histórico atraviesa la imagen del pasado que amenaza desaparecer con cada presente que no se reconozca mentado en ella. (La buena nueva, que el historiador, anhelante, aporta al pasado viene de una boca que quizás en el mismo instante de abrirse hable al vacío.)

6 Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.

7 “Pensad qué oscuro y qué helador es este valle que resuena a pena”. Bertolt Brecht: La ópera de cuatro cuartos.
Fustel de Coulanges recomienda al historiador, que quiera revivir una época, que se quite de la cabeza todo lo que sepa del decurso posterior de la historia. Mejor no puede calarse el procedimiento con el que ha roto el materialismo histórico. Es un procedimiento de empatía. Su origen está en la desidia del corazón, en la acedia que desespera de adueñarse de la auténtica imagen histórica que relumbra fugazmente. Entre los teólogos de la Edad Media pasaba por ser la razón fundamental de la tristeza. Flaubert, que hizo migas con ella, escribe: «Peu de gens devineront combien il a fallu étre triste pour ressusciter Carthage». La naturaleza de esa tristeza se hace patente al plantear la cuestión de con quién entra en empatía el historiador historicista. La respuesta es innegable que reza así: con el vencedor. Los respectivos dominadores son los herederos de todos los que han vencido una vez. La empatía con el vencedor resulta siempre ventajosa para los dominadores de cada momento. Con lo cual decimos lo suficiente al materialista histórico. Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra. Como suele ser costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de cultura. En el materialista histórico tienen que contar con un espectador distanciado. Ya que los bienes culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro. Por eso el materialista histórico se distancia de él en la medida de lo posible. Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.

8 La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos. Hemos de llegar a un concepto de la historia que le corresponda. Tendremos entonces en mientes como cometido nuestro provocar el verdadero estado de excepción; con lo cual mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. No en último término consiste la fortuna de éste en que. sus enemigos salen a su encuentro, en nombre del progreso, como al de una norma histórica. No es en absoluto filosófico el asombro acerca de que las cosas que estamos viviendo sean «todavía» posibles en el siglo veinte. No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser de éste: que la representación de historia de la que procede no se mantiene.

9 “Tengo las alas prontas para alzarme, Con gusto vuelvo atrás, Porque de seguir siendo tiempo vivo, Tendría poca suerte”. Gerhard Scholem: Gruss vom Angelus.
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

10 Los temas de meditación que la regla monástica señalaba a los hermanos tenían por objeto prevenirlos contra el mundo y contra sus pompas. La concatenación de ideas que ahora seguimos procede de una determinación parecida. En un momento en que los políticos, en los cuales los enemigos del fascismo habían puesto sus esperanzas, están por el suelo y corroboran su derrota traicionando su propia causa, dichas ideas pretenden liberar a la criatura política de las redes con que lo han embaucado. La reflexión parte de que la testaruda fe de estos políticos en el progreso, la confianza que tienen en su «base en las masas» y finalmente su servil inserción en un aparato incontrolable son tres lados de la misma cosa. Además procura darnos una idea de lo cara que le resultará a nuestro habitual pensamiento una representación de la historia que evite toda complicidad con aquella a la que los susodichos políticos siguen aferrándose.

11 El conformismo, que desde el principio ha estado como en su casa en la socialdemocracia, no se apega sólo a su táctica política, sino además a sus concepciones económicas. El es una de las causas del derrumbamiento ulterior. Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente. El desarrollo técnico era para ellos la pendiente de la corriente a favor de la cual pensaron que nadaban. Punto éste desde el que no había más que un paso hasta la ilusión de que el trabajo en la fábrica, situado en el impulso del progreso técnico, representa una ejecutoria política. La antigua moral protestante del trabajo celebra su resurrección secularizada entre los obreros alemanes. Ya el «Programa de Gotha» lleva consigo huellas de este embrollo. Define el trabajo como «la fuente de toda riqueza y toda cultura». Barruntando algo malo, objetaba Marx que el hombre que no posee otra propiedad que su fuerza de trabajo «tiene que ser esclavo de otros hombres que se han convertido en propietarios». No obstante sigue extendiéndose la confusión y enseguida proclamará Josef Dietzgen: «El Salvador del tiempo nuevo se llama trabajo. En… la mejora del trabajo… consiste la riqueza, que podrá ahora consumar lo que hasta ahora ningún redentor ha llevado a cabo». Este concepto marxista vulgarizado de lo que es el trabajo no se pregunta con la calma necesaria por el efecto que su propio producto hace a los -trabajadores en tanto no puedan disponer de él. Reconoce únicamente los progresos del dominio de la naturaleza, pero no quiere reconocer los retrocesos de la sociedad. Ostenta ya los rasgos tecnocráticos que encontraremos más tarde en el fascismo. A éstos pertenece un concepto de la naturaleza que se distingue catastróficamente del de las utopías socialistas anteriores a 1848. El trabajo, tal y como ahora se le entiende, desemboca en la explotación de la naturaleza que, con satisfacción ingenua, se opone a la explotación del proletariado. Comparadas con esta concepción positivista demuestran un sentido sorprendentemente sano las fantasías que tanta materia han dado para ridiculizar a un Fourier. Según éste, un trabajo social bien dispuesto debiera tener como consecuencias que cuatro lunas iluminasen la noche de la tierra, que los hielos se retirasen de los polos, que el agua del mar ya no sepa a sal y que los animales feroces pasen al servicio de los hombres. Todo lo cual ilustra un trabajo que, lejos de explotar a la naturaleza, está en situación de hacer que alumbre las criaturas que como posibles dormitan en su seno. Del concepto corrompido de trabajo forma parte como su complemento la naturaleza que, según se expresa Dietzgen, «está ahí gratis».

12 “Necesitamos de la historia, pero la necesitamos de otra manera a como la necesita el holgazán mimado en los jardines del saber”. Friedrich Nietzsche: Sobre las ventajas e inconvenientes de la historia.
La clase que lucha, que está sometida, es el sujeto mismo del conocimiento histórico. En Marx aparece como la última que ha sido esclavizada, como la clase vengadora que lleva hasta el final la obra de liberación en nombre de generaciones vencidas. Esta consciencia, que por breve tiempo cobra otra vez vigencia en el espartaquismo, le ha resultado desde siempre chabacana a la socialdemocracia. En el curso de tres decenios ha conseguido apagar casi el nombre de un Blanqui cuyo timbre de bronce había conmovido al siglo precedente. Se ha complacido en cambio en asignar a la clase obrera el papel de redentora de generaciones futuras. Con ello ha cortado los nervios de su fuerza mejor. La clase desaprendió en esta escuela tanto el odio como la voluntad de sacrificio. Puesto que ambos se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados.

13 “Nuestra causa se hace más clara cada día y cada día es el pueblo más sabio”. Wilhelm Dietzgen: La religión de la socialdemocracia.
La teoría socialdemócrata, y todavía más su praxis, ha sido determinada por un concepto de progreso que no se atiene a la realidad, sino que tiene pretensiones dogmáticas. El progreso, tal y como se perfilaba en las cabezas de la socialdemocracia, fue un progreso en primer lugar de la humanidad misma (no sólo de sus destrezas y conocimientos). En segundo lugar era un progreso inconcluible (en correspondencia con la infinita perfectibilidad humana). Pasaba por ser, en tercer lugar, esencialmente incesante (recorriendo por su propia virtud una órbita recta o en forma espiral). Todos estos predicados son controvertibles y en cada uno de ellos podría iniciarse la critica. Pero si ésta quiere ser rigurosa, deberá buscar por detrás de todos esos predicados y dirigirse a algo que les es común. La representación de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la representación de la prosecución de ésta a lo largo de un tiempo homogéneo y vacío. La crítica a la representación de dicha prosecución deberá constituir la base de la critica a tal representación del progreso.

14 “La meta es el origen”. Karl Kraus: Palabras en verso.
La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo pleno, «tiempo – ahora». Así la antigua Roma fue para Robespierre un pasado cargado de «tiempo – ahora» que él hacía saltar del continuum de la historia. La Revolución francesa se entendió a sí misma como una Roma que retorna. Citaba a la Roma antigua igual que la moda cita un ropaje del pasado. La moda husmea lo actual dondequiera que lo actual se mueva en la jungla de otrora. Es un salto de tigre al pasado. Sólo tiene lugar en una arena en la que manda la clase dominante. El mismo salto bajo el cielo despejado de la historia es el salto dialéctico, que así es como Marx entendió la revolución.

15 La consciencia de estar haciendo saltar el continuum de la historia es peculiar de las clases revolucionarias en el momento de su acción. La gran Revolución introdujo un calendario nuevo. El día con el que comienza un calendario cumple oficio de acelerador histórico del tiempo. Y en el fondo es el mismo día que, en figura de días festivos, días conmemorativos, vuelve siempre. Los calendarios no cuentan, pues, el tiempo como los relojes. Son monumentos de una consciencia de la historia de la que no parece haber en Europa desde hace cien años la más leve huella. Todavía en la Revolución de julio se registró un incidente en el que dicha consciencia consiguió su derecho. Cuando llegó el anochecer del primer día de lucha, ocurrió que en varios sitios de París, independiente y simultáneamente, se disparó sobre los relojes de las torres. Un testigo ocular, que quizás deba su adivinación a la rima, escribió entonces: «Qui le croirait! on dit, qu’irrités contre l’heure De nouveaux Josués, au pied de chaque tour, Tiraient sur les cadrans pour arréter le jour.»

16 El materialista histórico no puede renunciar al concepto de un presente que no es transición, sino que ha llegado a detenerse en el tiempo. Puesto que dicho concepto define el presente en el que escribe historia por cuenta propia. El historicismo plantea la imagen «eterna» del pasado, el materialista histórico en cambio plantea una experiencia con él que es única. Deja a los demás malbaratarse cabe la prostituta «Erase una vez» en el burdel del historicismo. El sigue siendo dueño de sus fuerzas: es lo suficientemente hombre para hacer saltar el continuum de la historia.

17 El historicismo culmina con pleno derecho en la historia universal. Y quizás con más claridad que de ninguna otra se separa de ésta metódicamente la historiografía materialista. La primera no tiene ninguna armadura teórica. Su procedimiento es aditivo; proporciona una masa de hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío. En la base de la historiografía materialista hay por el contrario un principio constructivo. No sólo el movimiento de las ideas, sino que también su detención forma parte del pensamiento. Cuando éste se para de pronto en una constelación saturada de tensiones, le propina a ésta un golpe por el cual cristaliza en mónada. El materialista histórico se acerca a un asunto de historia únicamente, solamente cuando dicho asunto se le presenta como mónada. En esta estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o dicho de otra manera: de una coyuntura revolucionaria en la lucha en favor del pasado oprimido. La percibe para hacer que una determinada época salte del curso homogéneo de la historia; y del mismo modo hace saltar a una determinada vida de una época y a una obra determinada de la obra de una vida. El alcance de su procedimiento consiste en que la obra de una vida está conservada y suspendida en la obra, en la obra de una vida la época y en la época el decurso completo de la historia. El fruto alimenticio de lo comprendido históricamente tiene en su interior al tiempo como la semilla más preciosa, aunque carente de gusto.

18 «Los cinco raquíticos decenios del homo sapiens», dice un biólogo moderno, «representan con relación a la historia de la vida orgánica sobre la tierra algo así como dos segundos al final de un día de veinticuatro horas. Registrada según esta escala, la historia entera de la humanidad civilizada llenaría un quinto del último segundo de la última hora». El tiempo – ahora, que como modelo del mesiánico resume en una abreviatura enorme la historia de toda la humanidad, coincide capilarmente con la figura que dicha historia compone en el universo.

A) El historicismo se contenta con establecer un nexo causal de diversos momentos históricos. Pero ningún hecho es ya histórico por ser causa. Llegará a serlo póstumamente a través de datos que muy bien pueden estar separados de él por milenios. El historiador que parta de ello, dejará de desgranar la sucesión de datos como un rosario entre sus dedos. Captará la constelación en la que con otra anterior muy determinada ha entrado su propia época. Fundamenta así un concepto de presente como «tiempo – ahora» en el que se han metido esparciéndose astillas del mesiánico.

B) Seguro que los adivinos, que le preguntaban al tiempo lo que ocultaba en su regazo, no experimentaron que fuese homogéneo y vacío. Quien tenga esto presente, quizás llegue a comprender cómo se experimentaba el tiempo pasado en la conmemoración: a saber, conmemorándolo. Se sabe que a los judíos les estaba prohibido escrutar el futuro. En cambio la Torá y la plegaria les instruyen en la conmemoración. Esto desencantaba el futuro, al cual sucumben los que buscan información en los adivinos. Pero no por eso se convertía el futuro para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Ya que cada segundo era en él la pequeña puerta por la que podía entrar el Mesías.

Fragmento político-teológico

Sólo el Mesías mismo consuma todo suceder histórico, y en el sentido precisamente de crear, redimir, consumar su relación para con lo mesiánico. Esto es, que nada histórico puede pretender referirse a lo mesiánico por sí mismo. El Reino de Dios no es el telos de la dynamis histórica; no puede ser propuesto aquél como meta de ésta. Visto históricamente no es meta, sino final. Por eso el orden de lo profano no debe edificarse sobre la idea del Reino divino; por eso la teocracia no tiene ningún sentido político, sino que lo tiene únicamente religioso. (El mayor mérito de El Espíritu de la Utopía de Bloch es haber negado con toda intensidad la significación política de la teocracia.)

El orden de lo profano tiene que erigirse sobre la idea de felicidad. Su relación para con lo mesiánico es una de las enseñanzas esenciales de la filosofía de la historia. Desde ella se determina una concepción histórica mística cuyo problema expondría en una imagen. Si una flecha indicadora señala la meta hacia la cual opera la dynamis de lo profano y otra señala la dirección de la intensidad mesiánica, es cierto que la pesquisa de felicidad de la humanidad libre se afana apartándose de la dirección mesiánica. Pero igual que una fuerza es capaz de favorecer en su trayectoria otra orientada en una trayectoria opuesta, así también el orden de lo profano puede favorecer la llegada del Reino mesiánico. Lo profano no es desde luego una categoría del Reino, pero sí que es una categoría, y además atinadísima, de su quedo acercamiento. En la felicidad aspira a su decadencia todo lo terreno, y sólo en la felicidad le está destinado encontrarla. Mientras que la inmediata intensidad mesiánica del corazón, de cada hombre interior, pasa por la desgracia en el sentido del sufrimiento. A la restitutio in integrum de orden espiritual, que introduce a la inmortalidad, corresponde otra de orden mundano que lleva a la eternidad de una decadencia, y el ritmo de esa mundaneidad que es eternamente fugaz, que es fugaz en su totalidad, que lo es en su totalidad tanto espacial como temporal, el ritmo de la naturaleza mesiánica, es la felicidad. Porque la naturaleza es mesiánica por su eterna y total fugacidad. Aspirar a ésta, incluso en esos grados del hombre que son naturaleza, es el cometido de la política mundial cuyo método debe llamarse nihilismo.(2)

Walter Benjamin
1940

notas:
(1) heliotropismo. (De helio- y tropismo). Movimiento de ciertas plantas por el cual sus flores, tallos y hojas se orientan según la posición del Sol.
(2) Comienza a trabajar en este texto y en el de las «Tesis» en el año 1940. Ambos se publican por vez primera en 1955.

Traducción de Jesús Aguirre. Taurus, Madrid 1973
http://caosmosis.acracia.net/?p=333 ‘Fragmento político- teológico fue tomado de http://homepage.mac.com/eeskenazi/benjamin.html

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Criminalización de la precariedad y la pobreza

Publicada el 20/11/2010 - 12/05/2021 por raas

Si atendemos a las cifras que hoy se nos ofrecen de la población carcelaria española podríamos hacer una lectura que nos llevaría a creer que su vertiginoso crecimiento va aparejado con el de la crisis económica del capital; si en el año 1990 _expansión y crecimiento espectacular de la Banca, construcción, hostelería, etc._ la población penal era de 33.000 personas, es decir, un 0,82 ‰ de la población española, en el año 2000 era de 45.300, con un 1,11 ‰; y actualmente son 76.400 los que se hacinan en las cárceles, cantidad equivalente al 1,66 ‰ de la población. El 34 por ciento del contingente carcelario es de origen extranjero. España, el país con la tasa más alta de paro de la UE es también la que posee la población carcelaria más elevada, en términos relativos, de la Unión.

Por revista Etcétera

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Deuda pública

Publicada el 20/11/2010 - 31/01/2018 por raas

«La deuda pública, vale decir la enajenación del Estado, ya sea despótico, constitucional o republicano, imprime su sello a la era capitalista. La única parte de la llamada riqueza nacional que entra realmente en posesión colectiva de los pueblos modernos es su deuda pública. Por lo tanto, no hay que asombrarse de la teoría moderna según la cual un pueblo es tanto más rico cuanto más se endeuda. El crédito público es el credo del capital; la falta de fe en la deuda pública, desde que esta se incuba, pasa a reemplazar al pecado contra el Espíritu Santo, el único imperdonable antaño.

La deuda pública actúa como uno de los agentes más enérgicos de la acumulación primitiva. Como por arte de magia, dota de virtud reproductiva al dinero improductivo convirtiéndolo así en capital, exento de los riesgos y problemas inherentes a su empleo industrial e incluso a la usura privada. En realidad, los acreedores del Estado no entregan nada, ya que su capital principal, convertido en títulos de la deuda pública, fáciles de negociar, sigue obrando en sus manos como el dinero en efectivo. Pero, aun prescindiendo de la clase de rentistas ociosos creada de esta forma, y de la riqueza improvisada de los financistas intermediarios entre el gobierno y la nación, así como de los arrendatarios de impuestos, comerciantes, manufactureros particulares, a quienes una buena parte de cualquier empréstito estatal les aprovecha como un capital caído del cielo, la deuda pública ha impulsado a las sociedades anónimas, al comercio de toda clase de documentos negociables, a las operaciones aleatorias, al agio; en resumen, a las especulaciones bursátiles y la bancocracia moderna.»

Karl Marx, El capital, I. 1867.

fuente: revista Etcétera nº46
http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/NUMERO_46/DEUDA46.htm

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«El automóvil genera problemas no previstos ni resueltos todavía»

Publicada el 20/11/2010 - 31/01/2018 por raas

Entrevista a Roxana Kreimer, filosofa.

Ciudades colapsadas por embotellamientos y altas tasas de accidentes de tránsito son el efecto no buscado de un medio de transporte que nació como instrumento de confort y expresión de poderío.

Pocas relaciones parecen más intensas que la del hombre con el automóvil. ¿Por qué cree que ocurre?

—El auto es una suerte de hogar ambulante. De hecho, como el automóvil ha sido tan identificado con lo masculino, hay muchos relatos que revelan hasta qué punto, para el varón, el automóvil es incluso más que su propio hogar. Es aquel reducto en donde puede tener un dominio absoluto y con el que puede fugarse hacia donde lo desee. Macedonio Fernández decía: «Los autos estarían muy bien utilizados como morada, como habitáculo, si sólo fueran utilizados por dentro y no por fuera». El problema aparece cuando empezamos a medir la cantidad de muertes que provoca esta morada tan hecha a imagen y semejanza del sujeto moderno.

¿La autonomía del sujeto moderno es condensada en el automóvil?

—Es así. Las palabras que empiezan con auto, hasta más o menos el siglo XIX, tenían que ver con la autonomía del ser humano. Luego, están todas relacionadas con la autonomía de la máquina. Y el automóvil, no casualmente llamado así, pretende una autonomía que habría que ver si es tal, por cuanto también presupone, como señaló Adam Smith, que si cada uno procura su propio interés, eso va a coadyuvar al interés general. Y lo que se ve es que este presupuesto a veces proclamado como democrático —todos podrían tener su automóvil y ser autónomos— es falso, porque si todos fueran al mismo tiempo al centro de la ciudad con su automóvil, no sería posible circular. Si todos los seres humanos que habitan este planeta tuvieran un automóvil, sería imposible circular, por más grandes que fueran las autopistas que construyeran. Cuanto más crece el parque automotor, aumentan las muertes proporcionalmente. De hecho, si en la actualidad hay por año un millón doscientos mil muertos por accidentes de autos en el mundo (según indican organismos internacionales), en veinte años la cifra se va a duplicar.

Pero todas no pueden ser desventajas…

—Es que el automóvil genera problemas no previstos ni resueltos todavía. Por ejemplo, el espacio público se degradó, porque se ha convertido en un espacio de y para los autos. La ciudad antes era un lugar mucho más habitable para el peatón. Todos somos peatones, pero no todos somos automovilistas. Nuestras ciudades están al servicio del automóvil; se han convertido en un pasadizo de vehículos y estacionamientos. Pero la ciudad, desde los griegos, siempre fue vista como el lugar de la política, de la comunicación y la sociabilidad. De modo que, además de convertir a las ciudades en lugares tóxicos para la salud y pletóricos de ruidos, lo que ha hecho el automóvil es producir más aislamiento.

¿No es paradójico?

—En muchos lugares, el automóvil disolvió la ciudad por completo. Y como éstas se convirtieron en lugares inhabitables, la gente quiere ir a vivir fuera de ellas, lo cual produce la paradoja de que el automóvil amplía las distancias. Porque, en tanto existe el automóvil, se supone que uno puede trabajar lejos y desplazarse durante mucho tiempo. El ideal que muchos urbanistas han sustentado es el de no estar demasiado lejos del trabajo ni del lugar donde están los amigos. El automóvil parecería acortar distancias, pero en conjunto, las amplía. Los embotellamientos, que son cada vez más frecuentes en el mundo entero, hacen que uno demore cada vez más en llegar a su destino.

¿En vez de celeridad, el auto produce demoras?

—En muchos lugares el automóvil marcha a la misma velocidad que una persona caminando. No olvidemos además los costos y cargas que tiene. Esta es otra de las paradojas que produce el automóvil: le consume mucho más tiempo al individuo que el que le ahorra.

¿Por qué pone tanto énfasis en las muertes que el auto provoca?

—Porque la gente suele creer que hay accidentes porque se maneja mal. No se sabe que aun en los países en donde se respetan las señales de tránsito, que es el caso de Alemania o Japón, hay miles y miles de muertos por año. Por eso proponen —y ya la Unión Europea está en esto— una reducción gradual del parque automotor y que se suspendan facilidades para la construcción de rutas y la fabricación de autos. Es cierto que la fabricación de autos aparece como un signo central de la salud de la economía. Pareciera que si se venden menos autos, la economía desciende. Pero es una idea muy reduccionista de lo que implica una economía sana.

¿No es apropiado, entonces, hablar de «accidentes»?

—No. El resultado llamado «accidental» es intrínseco al funcionamiento del transporte automotor, porque el automóvil se fabrica en base a un arquetipo de sujeto moderno que nunca se distrae y que goza plenamente, en todo momento, de todas sus facultades. Y tal individuo no existe. Las personas se distraen, a veces beben un vaso de alcohol, no tienen una racionalidad del ciento por ciento todo el tiempo. De modo que el automóvil fue construido al servicio de un ser que no existe.

Con el auto, funciona un mecanismo de reproducción y de iniciación. Así como los adolescentes son iniciados en el cigarrillo, para alcanzar a ser adultos, dueños de sí mismos, ¿necesitarían también del automóvil?

—Mucho antes de la adolescencia, de niños, lo que se les regala a los varoncitos son autos de juguete, y lo que se les regala a las nenas, todavía hoy son muñecas. A ellos se los prepara para ser conductores, y a ellas para ser madres. Hay una socialización desde muy temprano para la existencia del automóvil que, en cuanto a su simbología, reemplazó muy fielmente lo que representó el caballo para la cultura medieval. El caballo era el signo viril del señor feudal. Hoy hay una verdadera identificación de la masculinidad con el automóvil. Y aun con la liberación femenina, estos refuerzos se siguen produciendo desde la infancia. No hay duda de que hay toda una educación para el automóvil.

A hombres y mujeres se los prepara de manera distinta para el auto. ¿Unos y otras son causantes parejos de accidentes?

—No, las mujeres conductoras son mucho más prudentes. Los hombres son educados, más allá del automóvil, en una cultura de la agresividad. Son más educados para la ira y las mujeres, más para la tristeza.

Sigo pensando que es excesivo considerar al automóvil como responsable de una aniquilación a gran escala.

—Las peores aniquilaciones son aquellas que aún no han sido identificadas. Y ésta es una de ellas. Han muerto, en el siglo XX, más personas por accidente de auto que en muchísimas guerras. Muere más gente, en una semana, por accidentes de autos en la Argentina, que en Cromañón. Pareciera ser una catástrofe natural. A tal punto se ha naturalizado esta calamidad que pareciera que no existe forma de evitarla. La Organización Mundial de la Salud ya lo considera un problema sanitario, y no un problema vial. Pareciera que recién cuando un familiar se nos muere en un accidente de auto tomáramos conciencia de esto. Y que mientras no nos pase a nosotros, esto puede seguir como si nada. Incluso, víctimas de accidentes en automóvil creen que ha sido la fatalidad, como si fuera un designio divino y no un instrumento creado y mal manejado por el ser humano.

Casi nadie cree que maneja mal…

—Casi toda la humanidad —sobre todo los varones— cree que conduce excelentemente y que los malos conductores son los demás, y que como ellos manejan bien, van a salvar la vida. Muy pocos usan cinturón de seguridad; casi no hay, en taxis de la Ciudad de Buenos Aires, un cinturón de seguridad que funcione bien en la parte de atrás. Sin embargo, se sabe que se ahorran muchos accidentes con el cinturón.

¿Las autopistas testimonian nuestra barbarie?

—Sí, absolutamente. Por la cantidad de muertos que dejan día a día, y también porque, como dice el filósofo español Agustín García Calvo, las vías creadas por los romanos duraron siglos y siglos, pero las autopistas modernas deben permanentemente ser arregladas, consumiendo dinero que paga la sociedad entera.

A la velocidad del vigor sexual

«El automóvil adquiere una serie de representaciones simbólicas que se han arraigado poderosamente de un siglo a esta parte, especialmente identificadas con la figura masculina, con su vigor, con su potencia», explica Kreimer.

«Hay una identificación con la sexualidad masculina. La dimensión simbólica fue un trabajo de construcción muy eficaz y logró asimilar la velocidad con la potencia. Y la velocidad es una engañifa mortal. La gente no tiene conciencia de ese peligro. Ballard escribió la novela ‘Crash’ después que un íntimo amigo suyo murió en un accidente de automóvil. Hizo una analogía entre la sexualidad y los accidentes de auto, pero no en su aspecto erótico, de atracción, sino como metáfora del tipo de explotación descarnada, porque es una sexualidad muy violenta la que muestra tanto el libro como la película que se hizo. Una sexualidad descarnada en la que los seres humanos nos esquilmaríamos los unos a otros. La Pantera Rosa, en cambio, muestra otra faceta: en varios capítulos de la serie quiere cruzar la calle y no puede. Busca mil formas distintas y nunca puede.»

Claudio Martyniuk
2006

fuente: clarin.com

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La sociedad unidimensional

Publicada el 14/11/2010 - 18/01/2024 por raas

Cuanto más racional, productiva, técnica y total deviene la administración represiva de la sociedad, más inimaginables resultan los medios y modos mediante los cuales los individuos administrados pueden romper su servidumbre y alcanzar su propia liberación.

Por Herbert Marcuse

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Los 14 preceptos

Publicada el 02/11/2010 - 31/01/2018 por raas

14 preceptos para la comprensión y la empatía con la vida

1. No seas idólatra ni te ates a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso las budistas. Todos los sistemas de pensamiento son guías, no son la verdad absoluta.

2. No creas que el conocimiento que tienes ahora es absoluta, inmutable. Evita ser de mentalidad estrecha y atarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el desapego de tus puntos de vista para estar abierto a recibir los puntos de vista de los demás. Se encuentra en y no en el conocimiento conceptual. Preparate para aprender a través de todo, a observar en tí mismo y en el mundo en todo momento.

3. No fuerces a los demás, ni siquiera a los niños, por ningún medio en absoluto, a adoptar tus puntos de vista, ya sea por autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, por medio del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y a la estrechez.

4. No evites el contacto ni cierres tus ojos al sufrimiento. No pierdas la conciencia de la existencia del sufrimiento en la vida y del mundo. Encuentra maneras de estar con aquellos que sufren por todos los medios. Incluyendo el contacto personal y las visitas, imágenes y sonido. Por tales medios despierta en ti mismo y en los demás la realidad del sufrimiento en el mundo.

5. No acumules riquezas mientras millones están hambrientos. No tomes como objetivo de tu vida la fama, el provecho, la riqueza o el placer sensual. Vive simplemente y comparte el tiempo, la energía y los recursos materiales con los que estén en necesidad.

6. No mantengas ira u odio. Tan pronto como surjan la ira o el odio practica la meditación sobre la compasión para comprender profundamente a las personas que han causado ira u odio. Aprende a ver a los otros seres con los ojos de la compasión.

7. No te pierdas en la dispersión ni en el ambiente que te rodea. Aprende a practicar la respiración para recuperar la compostura del cuerpo y de la mente, para practicar la atención, y para desarrollar la concentración y la comprensión.

8. No pronuncies palabras que puedan crear discordia y causar ruptura en la comunidad. Haz todos los esfuerzos para reconciliar y resolver todos los conflictos, aunque sean pequeños.

9. No digas cosas falsas por interés personal o para impresionar a los demás. No pronuncies palabras que causen desviación u odio. No difundas noticias que no sabes que no son ciertas. No critiques ni condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente. Ten el valor de hablar sobre situaciones de injusticia, aún cuando hacerlo pueda amenazar tu propia seguridad.

10. No uses a la comunidad budista para ganancia o provecho personal, no transformes tu comunidad en un partido político. Una comunidad religiosa debe, sin embargo, tomar una actitud clara contra la opresión y la injusticia, y debe esforzarse por cambiar la situación sin engancharse en conflictos partidarios.

11. No vivas con una vocación que sea dañina para los humanos y la naturaleza. No inviertas en compañías que priven a los demás su oportunidad de vivir. Elige una vocación que te ayude a realizar tu ideal de compasión.

12. No mates. no permitas que otros maten. Encuentra todos los medios posibles para proteger la vida y prevenir la guerra.

13. No poseas nada que debería pertenecer a los demás. Respeta la propiedad de los demás pero evita que los demás se enriquezcan con el sufrimiento humano o el sufrimiento de otros seres.

14. No maltrates a tu cuerpo. Aprende a manejarlo con respeto. No veas a tu cuerpo simplemente como un instrumento. Preserva las energías vitales (sexual, respiración, espíritu) para la realización del camino. La expresión sexual no debería ocurrir sin amor y compromiso. En las relaciones sexuales, sé consciente del sufrimiento futuro que pueda causarse. Para preservar la felicidad de los demás, respeta los derechos y compromisos de los demás. Sé plenamente consciente de la responsabilidad de traer nuevas vidas al mundo. Medita sobre el mundo al que estás trayendo nuevos seres.

No creas que yo siento que sigo todos y cada uno de estos preceptos perfectamente. Sé que fallo de muchas maneras. Ninguno de nosotros puede cumplir plenamente cualquiera de ellos. Sin embargo, debo trabajar hacia esa meta. Esa es mi meta. Ninguna palabra puede reemplazar a la práctica sólo la práctica puede hacer a las palabras.

“El dedo que señala a la luna no es la luna”

Thich Nhat Hanh

fuente: www.webislam.com/?idt=9936

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El Anti-Edipo: Una introducción a la vida no fascista

Publicada el 24/10/2010 - 31/01/2018 por raas

Durante los años 1945-1965 (pienso en Europa), había una determinada manera correcta de pensar, un cierto estilo de discurso político, una cierta ética para intelectuales. Había que tutearse con Marx, no dejar que los sueños vagabundeasen demasiado lejos de Freud, y tratar a los sistemas de signos -el significante-  con  el mayor respeto. Esas eran las tres condiciones que convertían en aceptable esta singular ocupación que consiste en escribir y enunciar una parte de verdad acerca de sí mismo y de su época.

Después vinieron cinco años breves, apasionados, cinco años de júbilo y de enigma. A las puertas de nuestro mundo, Vietnam, evidentemente, y el primer gran golpe asestado a los poderes constituidos. Pero aquí, dentro de nuestras murallas, ¿qué estaba ocurriendo, exactamente? ¿Una amalgama de política revolucionaria anti-represiva? ¿Una guerra librada en dos frentes, el de la explotación social y la represión psíquica? ¿Una escalada de la libido, modulada por el conflicto de clases? Es posible. De todos modos, es a partir de esta interpretación familiar y dualista que se ha pretendido explicar los acontecimientos de esos años. El sueño que, entre la Primera Guerra Mundial y el advenimiento del fascismo, mantuvo bajo su encanto a las fracciones más utópicas de Europa -la Alemania de Wilhelm Reich y la Francia de los surrealistas- había regresado para arrebolar a la mismísima realidad: Marx y Freud iluminados por una sola incandescencia.

Pero, ¿fue realmente esto lo que ocurrió? ¿Fue realmente una recuperación del proyecto utópico de los años treinta, esta vez a la escala de la práctica histórica? ¿O bien, por el contrario, hubo un movimiento hacia luchas políticas que ya no se adecuaban al modelo prescrito por la tradición marxista? ¿Hacia una  experiencia y una tecnología del deseo que habían dejado de ser freudianas? Es cierto que los viejos estandartes fueron enarbolados una vez más, pero el combate se desplazó y ganó nuevas zonas.

El Anti-Edipo muestra en primer lugar, la extensión del terreno cubierto. Pero es mucho más que eso. No derrocha su caudal en denigrar viejos ídolos, si bien es cierto que se divierte mucho con Freud. Y, sobre todo, nos incita a ir más lejos.

Sería un error leer El Anti-Edipo como la nueva referencia teórica, es decir, esa famosa teoría que tan a menudo nos ha sido anunciada: la que todo lo englobará, esa absolutamente totalizadora y tranquilizante; esa, se nos asegura, “que tanto necesitamos” en esta época de dispersión y de especialización, de donde “la esperanza” ha desaparecido. No hay que buscar una “filosofía” en esta extraordinaria profusión de nociones nuevas de conceptos-sorpresas. El Anti-Edipo no es un Hegel relumbroso.

Yo creo que la mejor manera de leer El Anti-Edipo, consiste en abordarlo como un «arte», en el sentido en que se habla de «arte erótico», por ejemplo. Apoyándose en las nociones, en apariencia abstractas, de multiplicidades, flujos, dispositivos y ramificaciones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la «máquina» capitalista aporta respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se preocupan menos del por qué de las cosas que de su cómo. ¿Cómo se introduce el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿De qué manera el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de lo político e intensificarse en el proceso de derrumbamiento del orden establecido?

Ars erotica, ars theoretica, ars politica.

De allí los tres adversarios a los cuales El Anti-Edipo se halla confrontado: Tres adversarios que no poseen la misma fuerza, que representan grados diversos de amenaza, y que el libro combate con diferentes medios.

1. Los ascetas políticos, los militantes morosos, los terroristas de la teoría, aquellos que quisieran preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad.

2. Los lamentables técnicos del deseo -los psicoanalistas y semiólogos- que registran cada signo y cada síntoma y que desearán reducir la organización múltiple del deseo a la ley binaria de la estructura y de la carencia.

3. Por último, el enemigo mayor, el adversario estratégico (ya que la oposición de El Anti-Edipo con sus otros enemigos constituye más bien un combate táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y de Mussolini -que tan bien supo movilizar y utilizar el deseo de las masas- sino también el fascismo que existe en todos nosotros, que habita en nuestros espíritus y está presente en nuestra conducta cotidiana, el fascismo que nos hace amar el poder,  desear esa cosa misma que nos domina y nos explota.

Yo diría que El Anti-Edipo (ojalá que sus autores me perdonen) es un libro de ética, el primer libro de ética escrito en Francia desde hace mucho tiempo (y de ahí, tal vez, la razón por la cual su éxito que no limita un “lectorado” en particular: ser anti-Edipo se ha convertido en un estilo de vida, en un modo de pensar y de vivir).

¿Cómo hacer para no convertirse en fascista incluso cuando (sobre todo cuando)  se cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo hacer desaparecer de nuestro discurso y de nuestros actos, de nuestros corazones y placeres, ese mismo? ¿Cómo arrancar ese fascismo incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las trazas de la carne que se habían introducido en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, en cambio, acechan las más ínfimas partículas del fascismo en el cuerpo.

Rindiendo un modesto homenaje a San Francisco de Sales (1) podría decirse que El Anti-Edipo es una introducción a la vida no fascista.

Este arte de vivir contrario a todas las formas de fascismo, ya estén instaladas o próximas de serlo, van acompañadas de un cierto número de principios esenciales, que yo resumiría como sigue si tuviera que convertir este gran libro en un manual o una guía de la vida cotidiana:

– Libera la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizadora.

– Incrementa la acción, el pensamiento y los deseos mediante proliferación, yuxtaposición y disyunción, antes que por subdivisión y jerarquización piramidal.

– Libérate de las viejas categorías de lo Negativo (la ley, el límite, la castración, la carencia, la laguna) que el pensamiento occidental ha sacralizado durante tanto tiempo como forma de poder y modo de acceso a la realidad. Prefiere aquello que es positivo y múltiple, la diferencia a la uniformidad, los flujos a las unidades, las disposiciones móviles a los sistemas. Considerá que lo que es productivo no es sedentario sino móvil.

– No imagines que haya que ser triste para ser militante, incluso si lo que se combate es abominable. Es el vínculo del deseo a la realidad (y no su fuga en las formas de la representación) el que posee una fuerza revolucionaria.

-No utilices el pensamiento para dar a una práctica política el valor de Verdad; ni la acción política para desacreditar un pensamiento, como si no fuera más que pura especulación. Utiliza la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política.

– No exijas a la política que restablezca los «derechos» del individuo tal cual han sido definidos por el filosofo. El individuo es el producto del poder. Lo que hay que hacer es «desindividualizar» por la multiplicación y el desplazamiento,  por la suma de combinaciones diferentes. El grupo no debe ser el vínculo orgánico que une a individuos jerarquizados, sino un constante generador de «desindividualización».

– No te enamores del poder.

– Podría incluso decirse que Deleuze y Guattari aman tan poco el poder que trataron de neutralizar los efectos del poder vinculados a su propio discurso. De ahí los juegos y las trampas que encontramos un poco en todo el libro, y que convierten su traducción en un auténtico tour de force. pero no se trata de las trampas familiares de la retórica, aquellas que tratan de seducir al lector sin que este sea consciente de la manipulación, y que terminan por ganarlo para la causa de los autores, contra su voluntad. Las acechanzas de El Anti-Edipo son las del humor: otras tantas invitaciones a dejarse expulsar, a despedirse del texto dando un portazo. El libro hace a menudo pensar que no se trata de otra cosa que de un humor y de juego, allí donde, sin embargo, ocurre algo esencial, algo tremendamente serio: el acoso de todas las formas del fascismo, desde aquellas, colosales, que nos rodean y nos aplastan, hasta las formas más pequeñas que instauran la amarga tiranía de nuestras vidas cotidianas.

Michel Foucault*

notas:
* Este texto de Michel Foucault sirvió de prefacio a la edición estadounidense del Capitalismo y esquizofrenia, el Anti-Edipo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari. Formará parte de Dits et écrits, antología de textos de Michel Foucault, que aparecerá en 1989 en Gallimard, (tomado de “Magazine Littéraire”). Publicado en español en Cuadernos de Marcha, Montevideo.
(1) Hombre de Iglesia del S. XVII, que fue obispo de Ginebra. Es conocido por su Introducción a la vida devota.

fuente: http://www.psicologiagrupal.cl/documentos/articulos/antiedipo.html

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La propaganda subversiva y los “ismos”

Publicada el 21/10/2010 - 19/10/2022 por raas

¿Cómo hacer? En esta sociedad habemos personas que estamos, por decirlo de alguna manera, «disconformes» con la misma. Queremos destruir las relaciones sociales de explotación y de dominación y reemplazarlas por otras relaciones sociales, donde la libertad del individuo sea condición para la libertad de la sociedad. Queremos la sociedad sin clases ni Estado, queremos la autogestión de nuestras vidas.

Por Ricardo Fuego
08-05-2006

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Con el tiempo…

Publicada el 18/10/2010 - 31/01/2018 por raas

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma.

Y uno aprende que el amor no significa acostarse.

Y que una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender… Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes… y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado, hasta el calor del sol puede quemar.

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende… y así cada día.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien, porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad.

Con el tiempo te das cuenta de que si estás con una persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo aprendes que los verdaderos amigos son contados y que quien no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de falsas amistades.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de ira siguen hiriendo durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es atributo sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, es muy probable que la amistad jamás sea igual. Con el tiempo te das cuenta que aun siendo feliz con tus amigos, lloras por aquellos que dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá multiplicadas las mismas humillaciones o desprecios.

Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el sendero del mañana no existe.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas y forzarlas a que pasen, ocasiona que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás a los que se marcharon.

Con el tiempo aprenderás a perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, pues ante una tumba ya no tiene sentido. Pero desgraciadamente, sólo con el tiempo..

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La tecnofobia, de Gutemberg a Internet

Publicada el 17/10/2010 - 31/01/2018 por raas

Algunas impresisiones sobre nuestra realidad virtual

En toda época existió la encarnadura del mal. Aquello que nos hace «perder humanidad», o por lo menos «la cabeza». Y no me refiero a las tentaciones de la carne ni a la poca disponibilidad interna de muchos sujetos para recibir la salvación. No.

Me refiero, sí, a aquellos fenómenos que «sirven» para ver afuera de los individuos razones muy potentes que explican desvíos de lo «correcto», alienación y adicciones diversas. Puntualmente voy a hablar de las tecnologías. De lo que hoy se llaman las nuevas tecnologías en el campo de la comunicación.

A lo largo del siglo XX aparecieron diversos inventos tecnológicos que modificaron radicalmente el mapa cotidiano de la gente: la radio, el cine, la televisión, la computadora y, recién sacada del horno, Internet.
Obviamente que no son tecnologías salidas de la nada y sin historia. Son producto del largo desarrollo de la experiencia cotidiana, de la ciencia y la técnica, que reconoce innumerables hitos de los cuales la creación de la imprenta y el teléfono son solo dos de los más impactantes y relativamente cercanos en el tiempo.

¿Encarnadura del mal la imprenta?…

La pregunta viene bien para empezar por que hoy en día el libro, principal producto de aquella tecnología, es un objeto de culto en nuestra sociedad, así como los diarios y revistas en general. ¿Pero que pasó cuando Gutemberg dio a luz las primeras copias de la Biblia desencadenando uno de los fenómenos de multiplicación mas impresionantes después del de los panes y los peces?

Se alzaron las voces cultas de la sociedad de entonces, los monjes cuidadores del saber y de los libros manuscritos, alegando que la imprenta, la reproducción de los libros, iba a llevar a la humanidad a la perdición.

No estaba la gente preparada para leer, alegaban, para leer lo que le cayera en las manos sin el filtro de los custodios del saber. En «El nombre de la rosa», el excelente texto de Umberto Eco, el «Libro de la Risa», supuesto tercer tomo de la Poética Aristotélica, era guardado por el Venerable Jorge para que nadie tomase contacto con un texto que negaba las sagradas escrituras, que era portador de otra moral y otra filosofía. Así también en la trama de esa novela, los monjes copistas eran asesinados uno a uno por la curiosidad de lectura del libro prohibido. La imprenta vino patear el tablero de la exclusividad del saber y de su almacenamiento.
Hoy sabemos que fue un arma imprescindible en la lucha por la democratización de la sociedad y empuñado por las clases y grupos progresistas y revolucionarias de cada época.

¿Que se dijo del libro en el momento de su nacimiento?
Que era un arma del diablo que enfermaba las mentes de las personas, que les cambiaba hasta el color de piel y ensombrecía el semblante -piénsese que se leía a la luz de velas, muchas veces a escondidas-. Además era un objeto que venia a destruir la comunión de la gente que hasta ayer nomás formaba rondas para escuchar las narraciones orales y hoy se aislaba para establecer contacto con un objeto: el libro. ¿Les suena ésto?

El sujeto y un objeto…¡horror!. Un evidente ataque al vinculo de las personas perpetrado por un aparato que apareció hace quinientos años y todo indica que tiene para largo aun: la imprenta. Y su producto preferido: el libro. De ahí en más cada nueva tecnología en el campo de las comunicaciones fue recibida no solo con impacto y expectativas. Siempre era, para ciertos círculos ligados al saber, un elemento de engaño para las masas, un peligro que ellos debían detener o al menos denunciar ya que la gente «compraba» acriticamente.

¿Recuerdan las infinitas polémicas acerca de la televisión? La caja boba, la inductora de violencia para las criaturas, la estupidizadora, la fragmentadora, la manipuladora, etc, etc.

Cada tanto reaparece, aunque sin la fuerza de otrora, en algún articulo de nuestros periódicos, en algún debate… televisivo o en los congresos de los científicos sociales y psicólogos, puestos a custodiar el Libro de la Risa de Aristóteles u Olmedo. Y aparecieron los «apocalípticos y los integrados», los fanáticos de los medios en sí y los críticos a izquierda y derecha.

En nuestros ámbitos Psi, es casi el «tiro al pichón»: la TV empobrece los vínculos, aliena al sujeto, inyecta violencia y sadomasoquismo… «Yo no veo televisión» era casi un guiño en la década del ’70 de un buen número de intelectuales y de gente de ideas.

Y claro, ¿como compartir los gustos con la masa, no?. Algo debía de andar mal ahí, claro. La TV fue un blanco exquisito del ataque de la inteligencia durante más de treinta años hasta que apareció (sonido de clarines, por favor) la computadora.

Otra vez el mal encontraba una manera de seguir robando la mente y la voluntad de los niños inocentes e incautos, otro ataque a los vínculos, nuevamente el sujeto, solo, con un objeto. «¿Que va a pasar con esos chicos que pasan horas jugando solos con los videogames?». «Ya no necesitan de un otro, se vuelven autistas», se desesperan los profesionales del diván.

Y los pibes, y no tan pibes, siguen frente a las pantallas como si nada. Para colmo, como si la computadora y los jueguitos fueran poco, aparece Internet, (¿red de redes o rey de reyes?) y ahora si, grandes, chicos, hombres y mujeres, todos solos con la computadora, soñando que se comunican con el mundo mientras venden, sin saberlo quizás, el alma. Como con el libro podríamos decir, que su piel se palidiza, su semblante se oscurece y pierde horas de sueño y vinculo tecleando solos frente a una pantalla luminosa.

¿El fin de la familia? ¿El fin de la comunicación cara a cara? ¿El fin del amor? Como a mi no me gustan los apocalipsis pero si las «provocaciones», mas que contestar estas frenéticas preguntas que hoy se hacen muchos, les dejo una primera hipótesis: En la esfera de lo humano nada es más real que lo virtual.

Nuestra realidad virtual

«En la esfera de lo humano, nada es mas real que lo virtual». Bueno, no todos los días uno tiene el privilegio de citarse a si mismo. El problema es sostener los dichos, ser racional, convencer o dar argumentos verosímiles. Y estas cuatro operaciones que acabo de enumerar, no son mas que pura virtualidad.

«Te quiero», afirman los enamorados. Y uno que los ve a cierta distancia -sentados, como describía Roberto Arlt en un Aguafuerte Porteña, en un banco de plaza haciéndose mimos aunque diluvie- puede tener la maldita costumbre de preguntarse: «¿Será verdad? ¿Estarán viviendo una ilusión? ¿Terminaran casándose para despertar una mañana, después de 17 años, sin reconocer al ser que tienen al lado?». Bueno. Tanto el cinismo de éstas preguntas, como el enamoramiento de aquellos jóvenes, tal vez no sean otra cosa que pura virtualidad.

Son tan virtuales como el lenguaje, las convenciones sociales o el pulgar extendido hacia arriba. Enredados en estas cuestiones virtuales vivimos. Eso si, nos pasamos buena parte del tiempo discutiendo con los demás acerca de quien tiene la verdad, quien ‘ve’ o ‘interpreta’ la realidad tal cual es.

A nuestros amigos con problemas les pedimos ‘que sean objetivos’. A los adolescentes, que crecen a razón de dos centímetros por minuto, ‘que no se confundan’. Y a los abuelos, que reclaman un poco mas de atención, les devolvemos cosas del tenor de ‘ubicate, tenes que entender como son las cosas’. ¿Y como son las cosas? Son, amigos y amigas, virtuales.

Claro, a todos nos gusta hablar de la Realidad, así, con mayúscula. Ser ‘realista’ es una virtud en nuestros días, en contraposición al soñador, al que no posa sus pies sobre la tierra, al que vive en un mundo, digámoslo así, virtual.

Pero lo que los sujetos humanos llamamos realidad, es la realidad de nuestras percepciones, el ‘mapa’ que vamos construyendo del mundo, no el mundo en sí. Alguien dijo alguna vez «el mapa no es el territorio», lo que en nuestro caso seria como decir: lo que pensamos de la realidad no es la realidad. Es nuestra construcción, nuestra representación mental del mundo, que puede coincidir o no con la ‘realidad’ que ven y viven los demás. Así que en éste texto, estimados lectores, equiparamos la realidad subjetiva con la realidad virtual.

No fueron internet ni las computadoras las que introdujeron la virtualidad en nuestras vidas. Tal vez, sí, son responsables de haber puesto de moda el termino, como también despertar la recurrente polémica acerca de las ventajas y desventajas de la tecnología, de la reubicación de todo el mapa vincular que estos cambios traen aparejados, de polarizar a la opinión publica entre apocalípticos e integrados. ‘Opinión pública’… si ese concepto no es un himno a la virtualidad, será por lo menos su bandera.

¿Vínculos virtuales?

Volvamos.
En el comienzo de este trabajo me preguntaba qué sucederá con los vínculos humanos en la era informática y con la masificación de la internet. Sintetizaba en esa preocupación varias decenas de notas aparecidas en diarios y revistas, donde diversos especialistas alertan sobre los riesgos de una sobredosis tecnológica o de una adicción a la pantalla y a sus tentaciones en red.

¿Y que sucede? Sucede que muchos utilizan estas tecnologías para trabajar, otro tanto para entretenerse, algunos estudian y aquellos otros buscan distracción. Muchos chicos y chicas toman contacto por medio de los chat (conversaciones en vivo con participantes de cualquier rincón del planeta…o de acá a la vuelta) así como otros se especializan en la búsqueda de material erótico, educativo o comercial.

Miles y miles se suscriben a ‘listas de discusión’, foros abiertos donde se debate o intercambia información sobre un tema mas o menos especifico, encontrando no pocas veces gente afín o tercos enemigos, estableciéndose lazos que muchas veces pasan de la computadora al encuentro en un café, del café al cine, del cine al parque, etc, etc, etc.

Conforman de esta manera verdaderas comunidades virtuales, ‘cibergrupos’ donde circulan afectos, tareas y vínculos diversos. Pero el ‘corazón’ del enganche con la red tiene que ver con el uso del correo electrónico. Aquel que se estaba olvidando de escribir, o que siempre fue fiaca para las esquelas, en poco tiempo se convierte en escritor, sino nobel, por lo menos ampliamente leído. Escribir y contestar mensajes que a diario pueblan las casillas de correo (e-mail) es una nueva gimnasia que mantiene aceitadas las articulaciones de la mano y del cerebro.

A la niña bonita de la internet, sin embargo, se la identifica con las letras WWW. De alguna manera es el aspecto de mayor crecimiento que tiene la red y revolucionario como soporte de todo tipo de información. En la Web (otra manera de denominarlo) uno encuentra desde diarios y revistas ‘on-line’ hasta sitios de universidades, instituciones, empresas comerciales y paginas personales. Desde Coca-cola hasta su vecino, desde la Universidad de Buenos Aires hasta el club Colón de Santa Fe pueden, y de hecho tienen, posibilidad de ‘colocar’ su pagina en la red.

Hoy por hoy son cerca de 90 millones las paginas que están disponibles para el visitante o navegador de todos los ítems que uno pueda imaginar. Con el atractivo de que su manejo es hipertextual (posibilidad de lectura seleccionando un enlace -o link- de acuerdo al propio interés), multimediatico (combinación de texto, imágenes, animaciones y sonido) y con la posibilidad de recorrerlo ‘off-line’ , guardarlo en la propia computadora o imprimirlo.

Pero ¿qué es la internet?

Los que quieran ver en la Internet una continuación y síntesis de los tradicionales medios de comunicación están en lo cierto. Los que hablan que es una biblioteca universal, también. Quienes vislumbran que es la base de datos mas grande al alcance de cualquiera que tenga conexión, no se equivocan. Los que se entusiasman con la creación de redes al margen del poder político y la creación de verdaderas comunidades de intereses, pueden comprobarlo a diario. Y los que suponen que es algo así como un Aleph donde van converger todas las informaciones, datos, sonidos, gráficos, videos, etc. no están lejos de la verdad.

De ahí la fascinación que este nuevo medio de comunicación-herramienta despierta. Pero volviendo a aquella pregunta de que pasara con los vínculos humanos mediados en buena medida por estas tecnologías, yo respondo -y me respondo-: no sé.

¿Esperaban otra respuesta? Algunas cosas cambiaran, muchas otras sugerirán como hasta ahora. Me preocupa mas que sucederá con los vínculos con la creciente tendencia a la perdida del trabajo y la desocupación, con la brecha cada vez mas honda entre los que mas tienen y los excluidos del sistema, con la indiferencia de los gobiernos hacia la salud y la educación de la gente. Internet y sus alcances son del reino de este mundo, como la guerra y la paz. La pesadilla -ya no la virtualidad- es política, no tecnológica.

Román Mazzilli
revista Campo Grupal

fuente: www.campogrupal.com/tecnofobia.html

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Superar el activismo

Publicada el 17/10/2010 - 13/02/2021 por raas

Por Andrew X

Introducción

Un problema evidente en el día de acción del 18-J* fue la adopción de una mentalidad activista. Este problema fue particularmente obvio con el 18-J precisamente porque las personas involucradas en organizarlo y las que participaron en el día trataron de ir más allá de estas limitaciones. Este artículo no es para criticar a alguien involucrado – más bien un intento de provocar un poco de pensamiento sobre los desafíos que nos enfrentan si somos serios en nuestra intención de eliminar el modo de producción capitalista.

Los expertos

Por «mentalidad activista» me refiero a las personas que piensan en sí mismas principalmente como activistas y como pertenecientes a una amplia comunidad de activistas. El activista se identifica con lo que hace y piensa en ello como su papel en la vida, de la misma manera que un trabajo o carrera. Del mismo modo algunas personas se identificarán con su trabajo (como un médico o un profesor), y en lugar de ser eso solamente algo que están haciendo, se convierte en una parte esencial de su imagen de sí mismos.

El activista es un especialista o un experto en el cambio social. Pensar en tí mismo como activista significa pensar en tí mismo como alguien de algún modo privilegiado o más avanzado que los otros en su apreciación de la necesidad del cambio social, en los conocimientos de cómo conseguirlo y sobre cómo liderar o estar al frente de la pelea práctica por crear este cambio.

El activismo, como todos los roles expertos, tiene su base en la división del trabajo – es una tarea especializada separada de las demás. La división del trabajo es el cimiento de la sociedad de clase, donde la división fundamental es la del trabajo mental y el trabajo manual. La división del trabajo opera, por ejemplo, en la medicina o la educación. En lugar de que curar y criar a niños sea un conocimiento general y tareas en las que todos participen, estos conocimientos se convierten en propiedad especializada de doctores y profesores, expertos de los que debemos depender para que hagan estas cosas por nosotros. Los expertos guardan celosamente las destrezas que tienen y las mistifican. Esto mantiene a las personas separadas e impotentes y refuerza la sociedad de clase jerárquica.

Una división del trabajo implica que una persona asume un papel en representación de muchos otros que renuncian a esta responsabilidad. Una separación de las tareas quiere decir que otras personas harán tu comida y tu ropa y te proporcionarán electricidad mientras tú sigues con tu tarea de conseguir el cambio social. El activista, como experto en el cambio social, asume que las otras personas no están haciendo nada para cambiar sus vidas y por esto siente un deber o una responsabilidad de hacerlo en su nombre. Los activistas piensan que están compensando la falta de la actividad de otros. Definirnos a nosotros como activistas significa definir *nuestras* acciones como las que provocarán el cambio social, por lo tanto ignorando la actividad de miles de miles de otros no-activistas. El activismo está basado en la falsa idea de que son solamente los activistas los que hacen el cambio social – mientras que por supuesto la lucha de clases transcurre constantemente.

Forma y contenido

La tensión entre la forma de «activismo» en la que nuestra actividad política aparece y su contenido cada vez más radical justamente ha estado creciendo durante los últimos años. El origen de muchas de las personas involucradas en el 18-J es el de ser «activistas» que «hacen campaña» sobre un «asunto». El progreso político que se ha logrado en el campo activista durante los últimos años ha resultado en una situación donde muchas personas han pasado de hacer campañas sobre un asunto particular contra proyectos y compañías específicas a una ambiguamente definida y sin embargo prometedora perspectiva anti-capitalista. Pero aunque el contenido de la actividad de las campañas ha cambiado, la forma del activismo sigue igual. Así que en lugar de tomárnosla con Monsanto e ir a sus oficinas centrales y ocuparlas, hemos visto más allá de la faceta particular de capital representada por Monsanto y de esta manera desarrollamos una «campaña» contra el capitalismo. ¿Y qué mejor lugar para ir y ocupar que lo que es percibido como las oficinas centrales del capitalismo – la ciudad?

Nuestros métodos de operar todavía son los mismos como si estuviéramos enfrentando a una corporación o proyecto particular, a pesar del hecho de que el capitalismo es mucho más que eso y los medios para derribar a una compañía particular no son para nada los mismos que para derribar al capitalismo. Por ejemplo, la vigorosa campañas de activistas por los derechos del animal han conseguido destrozar tanto a los criadores de perro Consort como los criadores de gatos de Hillgrove Farm. Las empresas quebraron y entraron en bancarrota. De forma semejante la campaña emprendida contra los archi-vivisectores Huntingdon Life Sciences tuvo éxito en reducir el precio de sus acciones cerca de un 33 %, pero la compañía se las arregló para sobrevivir a duras penas a través de una desesperada campaña de relaciones públicas en la Ciudad para recuperar los precios (1). El activismo puede ser muy exitoso para hacer caer un negocio, sin embargo para hacer caer al capitalismo se requerirá mucho más que simplemente extender esta actividad a cada negocio en cada sector. De forma semejante al ataque de las carnicerías por activistas de derechos del animal, el resultado neto es probablemente solamente ayudar los supermercados al cerrar todas las  pequeñas carnicerías, ayudando de esta manera al proceso de la competencia y de la «selección natural» en el mercado. Por lo tanto, los activistas a menudo consiguen destruir una pequeña empresa mientras refuerzan al capital en general.

Una cosa similar es aplicable con el activismo anti-autopistas. Las protestas anti-autopistas a larga escala han creado oportunidades para a todo un nuevo sector del capitalismo – la seguridad, la vigilancia, los constructores de túneles, los expertos y los consultores. Somos ahora un «riesgo del mercado» entre otros para ser tenidos en cuenta en las licitaciones por un contrato de autopistas. Podemos haber ayudado al dominio de las fuerzas de mercado, forzando fuera de él a las compañías más débiles y menos capaces. La consultora anti-protestas Amanda Webster dice: «El advenimiento del movimiento de protesta en realidad proveerá las ventajas del mercado a aquellos contratistas que puedan manejarlo eficazmente.» (2) De nuevo, el activismo puede hacer caer una empresa o parar una autopista pero el capitalismo sigue su camino alegremente, más fuerte que antes.

Estas cosas son seguramente una señal, si una fuera necesaria, que desestabilizar al capitalismo requerirá no sólo un cambio cuantitativo (más acciones, más activistas) sino también uno cualitativo (tenemos que descubrir una forma más eficaz de operar). Parece que tenemos muy poca idea de lo que exige en realidad derribar el capitalismo. Como si todo lo que haría falta fuera alcanzar algún tipo de masa crítica de activistas ocupando oficinas y luego tendríamos una revolución….

La forma del activismo ha sido conservada incluso mientras el contenido de esta actividad se ha movido más allá de la forma que lo contiene. Todavía pensamos como «activistas» que hacen una «campaña» sobre un «asunto», y como somos activistas de «acción directa» iremos a «hacer una acción» contra nuestro blanco. El método de hacer campaña contra un proyecto o una compañía particular ha sido trasladado a esta nueva forma de enfrentar al capitalismo. Estamos intentando enfrentar al capitalismo y conceptualizar lo que estamos haciendo en términos totalmente inapropiados, utilizando un método de operar propio del reformismo liberal. Así tenemos el espectáculo bizarro de «hacer una acción» contra el capitalismo – una práctica completamente inadecuada.

Los roles

El rol del «activista» es un rol que asumimos de la misma forma que el de policía, padre o sacerdote – una extraña forma psicológica que usamos para definirnos a nosotros mismos y a nuestra relación con otros. El «activista» es un especialista o experto en el cambio social – sin embargo mientras más nos aferramos a este rol y noción de quien somos, más impedimos el cambio que deseamos. Una revolución verdadera implicará la desaparición de todos los roles preconcebidos y la destrucción de toda especialización – la reclamación de nuestras vidas. El tomar el control de nuestros propios destinos (en esto consiste el acto de la revolución) involucrará la creación de nuevas identidades y nuevas formas de interacción y de comunidad. Los «expertos» solamente pueden ser un obstáculo a esto.

La Internacional Situacionista desarrolló una crítica severa de los roles y particularmente del rol del «militante». Su crítica estaba dirigida en su mayor parte contra las ideologías izquierdistas y social-democrátas porque esas eran las principales de su momento. Aunque estas formas de alienación todavía existen y están claramente a la vista, en nuestro entorno especial encontramos con más frecuencia al activista liberal que al militante de izquierda. Sin embargo, comparten muchas características en común (lo cual por supuesto no es ninguna sorpresa).

El Situacionista Raoul Vaneigem definió los roles de esta manera: «Los estereotipos son las imágenes dominantes de un período…. El estereotipo es el modelo del rol; el rol es una forma de comportamiento. La repetición de una actitud crea un rol.» Desempeñar un rol es cultivar una apariencia de negligencia para todo auténtico ser: «sucumbimos a la seducción de actitudes prestadas.» Como «actores» que desempeñamos un rol caemos en la falta de autenticidad – reduciendo nuestras vidas a una serie de clichés – «convirtiendo [nuestro] día en una serie de poses escogidas más o menos inconscientemente entre el rango de los estereotipos dominantes.» (3) Este proceso ha funcionado desde los primeros días del movimiento anti-caminos. En Twyford Down luego del Miércoles Amarillo en Diciembre del 92, la cobertura de la prensa y medios de comunicación se concentró en la tribu Dongas y el aspecto contracultural de las protestas. Inicialmente éste no era de ningún modo el elemento predominante – había un gran grupo de vagabundos en el desalojo por ejemplo (4). Pero las personas atraídas hacia Twyford por la cobertura periodística pensaban que cada persona allí tenía rastas. La cobertura periodística tenía el efecto de hacer que personas «corrientes» se desinteresaran y los del tipo contracultural se integraran – reduciendo la diversidad de las protestas. Más recientemente, una cosa similar ha ocurrido en la manera en la que personas atraídas a sitios de protesta por la cobertura de Swampy a quienes habían visto en la tele empezaron a reproducir en sus propias vidas las actitudes presentadas por los medios de comunicación como características del rol del «eco-guerrero» (5).

«Justo como la pasividad del consumidor es una pasividad activa, la pasividad del espectador reside en su habilidad de asimilar los roles e interpretarlos de acuerdo con las normas oficiales. La repetición de imágenes y estereotipos brinda un juego de modelos del que todos debemos escoger un rol.» (6) El rol del militante o del activista es sólo uno de estos roles, y allí, a pesar de toda la retórica revolucionaria que va con ese rol, yace su conservadurismo.

La actividad supuestamente revolucionaria del activista es una rutina aburrida y estéril – una repetición continua de algunas acciones sin potencial de cambio alguno. Los activistas probablemente resistirían el cambio si viniera porque afectaría las certezas fáciles de su rol y el bello y bonito refugio que han construido para sí. De la misma manera que dirigentes sindicales, los activistas son eternos representantes y mediadores. Al igual que los dirigentes sindicales estarían contra sus trabajadores si estos tuvieran éxito en su lucha -ya que esto los dejaría sin trabajo-, el rol del activista es amenazado por el cambio. Efectivamente la revolución, o incluso cualquier movimiento verdadero en esa dirección, perturbaría profundamente a los activistas al deprivarlos de su rol. Si *todos* se están convirtiendo en revolucionarios entonces ya no eres tan especial, ¿o sí?

¿Así que por qué actuamos como activistas? ¿Simplemente porque es la alternativa más fácil? Caer en el rol del activista es fácil porque se ajusta a esta sociedad y no la desafía – el activismo es una forma aceptada de disenso. Incluso si como activistas estamos haciendo cosas que no son aceptadas y son ilegales, la forma misma del activismo es como si fuera un trabajo – quiere decir que encaja en nuestra psicología y nuestra crianza. Tiene cierta atracción precisamente porque no es revolucionario.

No necesitamos más mártires

La clave para comprender tanto el rol del militante como el del activista es la abnegación – el sacrificio del ser propio hacia «la causa», que es identificada como algo separado del propio ser. Esto por supuesto no tiene nada que ver con la verdadera actividad revolucionaria que es el apoderamiento del propio ser. El martirio revolucionario va de la mano con la identificación de alguna causa como algo separado de la propia vida – una acción en contra del capitalismo que identifica el capitalismo como algo «allá afuera» en la ciudad está básicamente equivocada – el verdadero poder del capital está aquí mismo en nuestra vida diaria – recreamos su poder todos los días porque el capital no es una cosa sino una relación social entre las personas (y por lo tanto clases) mediada por cosas.

Por supuesto no estoy sugiriendo que todos los involucrados en el 18 de Junio compartan en la misma medida la aprobación de este rol y la abnegación que va con él. Como dije arriba, el problema del activismo se hizo particularmente evidente el 18 de Junio precisamente porque fue un intento de escapar de estos roles y de nuestras maneras corrientes de operar. Gran parte de lo que está expuesto aquí es una idea extrema (worst case scenario) de a lo que puede llevar jugar el rol de un activista. La cantidad de similitudes que podamos reconocer dentro de nuestro propio movimiento nos dará una señal de cuánto trabajo tenemos por delante.

El activista hace de la política algo aburrido y estéril y aleja a las personas de ella, pero interpretar el rol eventualmente también termina perjudicando al mismo activista. El rol del activista causa una separación entre el fin y los medios: la abnegación implica crear una división en la revolución como amor y placer en el futuro pero deber y rutina en el presente**. La cosmovisión del activismo es dominada por la culpa y el deber, porque el activista no está luchando a favor de sí mismo sino por una causa separada: «Todas las causas son igualmente inhumanas.» (7)

Como activista tienes que negar tus propios deseos porque tu actividad política es definida de tal forma que estas cosas no cuentan como «política». Pones a «la política» en un compartimento separado del resto de tu vida – es como un trabajo…. Haces «política» de 9 a 5 y luego te vas a casa y haces otra cosa. Y como está en un compartimento separado, la «política» permanece inmune a toda consideración práctica de eficacia en el mundo real. El activista se siente obligado a seguir ejecutando de manera autómata la misma vieja rutina todos los días, sin detenerse o considerar lo que está haciendo. El activista es mantenido ocupado y lidia con su culpa golpeando su cabeza contra una pared, si es necesario.

Parte de ser revolucionario debería ser saber cuándo hay que detenerse y esperar. Debería ser importante saber cómo y cuándo atacar para lograr una máxima eficacia y también cómo y cuándo NO atacar. Los activistas tienen esta actitud de «Debemos hacer algo ahora!’ que parece alimentada por la culpa. Esto es completamente anti-táctico.

La abnegación del militante o del activista es reflejada en su poder sobre otros como experto – de la misma manera que en una religión hay una clase de jerarquía basada en el sufrimiento y la rectitud. El activista asume el poder sobre otros en virtud de su grado más grande de sufrimiento (los grupos de activistas «no- jerárquicos» en realidad constituyen una «dictadura del más comprometido»). El activista usa la coerción moral y la culpa para ejercer poder sobre otros menos experimentados en la teología del sufrimiento. La subordinación de sí mismos va de la mano con la subordinación de otros por ellos – todos esclavizados por «la causa». Los militantes y activistas abnegados atrofian sus propias vidas y su propia voluntad de vivir – esto genera una amargura y una antipatía hacia la vida que se vuelve hacia afuera para marchitar todo lo demás. Son «los grandes despreciadores de la vida…. los partisanos de la abnegación total…. sus vidas retorcidas por su monstruoso ascetismo.» (8) Podemos ver esto en nuestro propio movimiento, por ejemplo in situ, en el antagonismo entre el deseo de holgazanear y pasarlo bien versus la ética llena de culpa de trabajar/construir/fortificar/armar barricadas y en la pasión a veces excesiva con que se denuncia los descansos o pausas. El mártir abnegado se ofende e indigna cuando ve a otros que no se están sacrificando. De la misma manera que cuando el «trabajador honesto» ataca con saña al haragán, sabemos que esto se debe a que en realidad odia su trabajo y el martirio que ha hecho de su vida y odia ver alguien librarse de ese destino, odia ver a alguien que se divierte mientras está sufriendo – debe arrastrar a todos a la mugre junto con él – una igualdad de la abnegación.

En la vieja cosmología religiosa, el mártir exitoso fue al cielo. En la cosmovisión moderna los mártires exitosos pueden aspirar a quedar en la historia. La abnegación más grande, el éxito más grande en crear un rol (o incluso mejor, en diseñar uno por completo para que las personas lo imite – por ejemplo el eco-guerrero) gana una recompensa en la historia – el cielo burgués.

La vieja izquierda era muy abierta en su llamado para el sacrificio heroico: «¡Sacrifíquense con alegría, hermanos y hermanas! ¡Por la Causa, por el Orden Establecido, por el Partido, por la Unidad, por la Carne y las Papas!» (9) Pero en estos días es mucho más velado: Vaneigem acusa a los «jóvenes izquierdistas radicalizados» de «entrar el servicio de una Causa – la «mejor» de todas las Causas. El tiempo que tienen para la actividad creativa lo despilfarran en repartir planfletos, poner afiches, manifestarse o abuchear a políticos locales. Se convierten en militantes, fetichizando la acción porque otros están pensando por ellos.» (10)

Este nos resulta familiar – particularmente lo de fetichizar la acción. En grupos de izquierda a los militantes participan en interminables trabajos de rutina porque el jefe de grupo o el gurú ya tiene delineada la «Teoría», la cual sólo puede aceptarse y engullirse: la «línea» del partido. Con los activistas de acción directa es algo ligeramente diferente – la acción es fetichizada, pero por la aversión hacia cualquier teoría, la que fuera.

Aunque está presente, ese elemento del rol del activista que depende de la abnegación y el deber no fue tan significativo en el 18 de Junio. Lo que es más importante para nosotros es el sentimiento de separación de «las personas corrientes» que viene con el activismo. Las personas identificadas con alguna rara subcultura o grupo exclusivo que serían los «Nosotros», como opuesto a los «Ellos» de todos los demás en el mundo.

Aislamiento

El rol del activista es un aislamiento autoimpuesto de todas las personas con las que deberíamos estar conectándonos. Asumir el rol de un activista te separa del resto de la raza humana como alguien especial y diferente. Las personas tienden a pensar de sí mismas en primera persona del plural (¿a quién te refieres cuando dices «nosotros»?) como si hiciera referencia a alguna comunidad de activistas, en vez de una clase. Por ejemplo, durante algún tiempo en el entorno activista ha sido popular arguír a favor del «no más campañas aisladas» y la importancia de «conectarse». Sin embargo, la concepción de muchas personas acerca de lo que esto involucraba era la de «conectarse» con *otros activistas* y otros grupos de campaña. El 18 de Junio lo demostró muy bien; la idea fue juntar a todos los representantes de todas las causas o asuntos en un lugar en cierto momento, relegándonos voluntariamente a nosotros mismos al guetto de las buenas causas.

Del mismo modo, los diversos foros de debate en la red que han surgido recientemente en el país (la Alianza Rebelde en Brighton, NASA en Nottingham, Asamblea Disturbiosa en Manchester, el London Underground, etc.) tienen un objetivo similar – conseguir que todos los grupos de activistas en la zona se comuniquen. No estoy criticando esto – es un elemento esencial indispensable para la acción futura -, pero debería ser reconocida por la forma sumamente limitada de «conectarse» que representa. También es interesante que lo que tienen en común los grupos que asisten a estas reuniones es que son grupos de activistas – lo que realmente les ocupa parecer ser una consideración secundaria.

No es suficiente simplemente el buscar conectar a todos los activistas del mundo, ni tampoco tratar de transformar a más personas en activistas. Contrariamente a lo que algunas personas pueden pensar, no estaremos más cerca a una revolución si muchas personas se hacen activistas. Algunas personas parecen tener la extraña idea de que lo que hace falta es que todos sean persuadidos de algún modo en hacerse activistas como nosotros y entonces tendremos una revolución. Vaneigem dice: «La revolución es hecha todos los días a pesar de, y en oposición a, los especialistas de la revolución.» (11)

El militante o activista es un especialista en el cambio social o la revolución. El especialista recluta a otros en su propia área diminuta de especialización para incrementar su propio poder y por lo tanto disipar la comprensión de su propia impotencia. «El especialista…. se enrola sí mismo para enrolar a otros.» (12) Como un esquema de venta en pirámide, la jerarquía se auto-replica – tú eres reclutado y para no estar al final de la pirámide, tienes que reclutar a más personas para que estén debajo tuyo, quienes después hacen exactamente lo mismo. La reproducción de la sociedad alienada de los roles se consuma a través de los especialistas.

Jacques Camatte en su composición que «Sobre la organización» (1969) (13) llega a la sagaz conclusión de que las agrupaciones políticas terminan siendo como «pandillas» que se definen por la exclusión – a menudo la primera lealtad de los miembros es hacia al grupo en vez de hacia la lucha. Su crítica es aplicable especialmente a las miríadas de sectas izquierdistas y grupúsculos a las que estaba dirigida pero es aplicable también aunque en menor grado a la mentalidad activista.

El grupo político o partido sustituye por propia iniciativa al proletariado y su propia superviviencia y reproducción se convierten en primordiales – la actividad revolucionaria se convierte en sinónimo de «construir el partido» y reclutar miembros. El grupo tiende a creer que goza de una apreciación única de la verdad y todos fuera del grupo son tratados como idiotas con necesidad de ser educados por esta vanguardia. En lugar de un debate igualitario entre compañeros conseguimos la separación de teoría y propaganda, donde el grupo tiene su propia teoría, que es guardada casi en secreto en la creencia de que los candidatos a entrar no tienen todavia la capacidad mental suficiente para comprenderla y deben ser atraídos hacia la organización con alguna estrategia de populismo. Este método deshonesto de lidiar con aquellos en el exterior del grupo es similar a un culto religioso – ellos nunca te dirán por adelantado lo que son.

Podemos ver aquí algunas semejanzas con el activismo, en la manera que el entorno activista actúa de la misma forma que una secta de izquierda. El activismo como un todo tiene algunas de las características de una «pandilla». Las pandillas activistas a menudo pueden terminar siendo alianzas de clase, incluyendo a toda clase de liberales reformistas porque también ellos son «activistas». Las personas se conciben principalmente como activistas y su lealtad primaria es a la comunidad de activistas y no a la lucha en sí. La «pandilla» es la comunidad ilusoria, distrayéndonos de crear una comunidad más amplia de resistencia. La esencia de la crítica de Camatte es un ataque a la creación de una división interior/exterior entre el grupo y la clase. Tendemos a pensar de nosotros mismos como activistas y por lo tanto como seres distintos y con intereses diferentes de la masa de personas de clase obrera.

Nuestra actividad debería ser la expresión inmediata de una lucha real, no la afirmación de la diferencia y la separación de un grupo especial. En los grupos marxistas la posesión de la «teoría» es la cosa esencial que determina el poder. Es diferente en el entorno activista, pero no tan diferente. La posesión de un «capital social» relevante – conocimientos, experiencia, contactos, equipamiento, etc. – es la cosa principal que determina el poder.

El activismo reproduce la estructura de esta sociedad en sus operaciones: «Cuando el rebelde empieza a creer que está luchando a favor de un bien mayor, el principio autoritario consigue una marca (filip).» (14) Este no es un tema trivial, pero está en la base de las relaciones sociales capitalistas. El capital es una relación social entre las personas mediada por cosas – el principio básico de la alienación es que vivimos nuestras vidas al servicio de una *cosa* que nosotros mismos hemos creado. Si reproducimos esta estructura en el nombre de una política que se declara anti-capitalista, hemos perdido antes de empezar. No puedes luchar contra la alienación con medios alienados.

Una propuesta modesta

Ésta es una propuesta modesta de que debemos desarrollar maneras de operar adecuadas a nuestras ideas radicales. Esta tarea no será fácil y el autor de este breve artículo no tiene más claro que otros el cómo debemos continuar. No estoy argumentando que el 18 de Junio debio haber sido abandonado o atacado, efectivamente fue un intento valiente de ir más allá de nuestras limitaciones y crear algo mejor que lo que tenemos actualmente. Sin embargo, en sus intentos de romper con las maneras antiguas y formales de hacer las cosas ha mostrado mas claramente los lazos que todavía nos atan al pasado. Las críticas del activismo que he expresado arriba no son todas aplicables al 18 de Junio. Sin embargo hay un cierto paradigma de activismo que en el peor caso incluye todo lo que he descripto arriba y el 18 de Junio comparte este paradigma en cierto punto. Dejo el lector la decisión de hasta qué punto lo comparte.

El activismo es una forma que nos es impuesta en parte por la debilidad. Como la acción conjunta emprendida por Reclaim the Streets y los portuarios de Liverpool – nos encontramos en una época donde la política radical es a menudo el producto de la debilidad mutua y el aislamiento. Si este es el caso, puede no estar dentro de nuestro poder el escapar del rol de activistas. Puede ser que en épocas de un descenso en las luchas, aquellos que continúan trabajando por la revolución social se marginalizan y llegan a ser vistos (y verse a sí mismos) como un grupo especial separado de las personas. Puede ser que esto solamente es capaz de ser corregido durante un resurgimiento general de la lucha cuando no seremos más fenómenos y bichos raros ya que simplemente estaremos diciendo lo que está en las mentes de todo el mundo. Sin embargo, para trabajar en aumentar la lucha será necesario romper con el rol de activistas lo más que podamos – tratar de superar constantemente nuestras limitaciones y restricciones.

Históricamente, los movimientos que más cerca han estado de desestabilizar, remover o ir más allá del capitalismo no han tomado en absoluto la forma del activismo. El activismo es esencialmente una forma política y un método de operar adecuado para el reformismo liberal que está siendo empujado más allá de sus propios límites y usado para propósitos revolucionarios. El rol del activista en sí debe ser problemático para aquellos que desean la revolución social.

* Se refiere al 18 de Junio de 1999, donde miles de activistas anti-globalización tomaron las calles de Londres y se enfrentaron a la policía. También hubo manifestaciones y acciones en otras partes del mundo, incluyendo a la famosa “batalla de Seattle” en EEUU (Nota del traductor).
**  «El presente es lucha, el futuro es nuestro» (Nota del traductor al castellano)

notas:
1) Rodeando la Milla Cuadrada: Una Guía Básica para la Ciudad de Londres (J18 Publications (UK), 1999) p. 8
2) Ver ‘Acción Directa: Seis Años de Trayectoria’ en Hacer o Morir No. 7, p. 3
3) Raoul Vaneigem – La Revolución de la Vida Cotidiana, Trans. Donald Nicholson-Smith (Left Bank Books/Rebel Press, 1994) – publicado por primera vez en 1967, pp. 131-3
4) ver ‘El Día que Derribaron a Twyford’ en Hacer o Morir No. 1, p. 11
5) ver ‘La Política de la Personalidad: La Espectacularización de Fairmile’ en Hacer o Morir No. 7, p. 35
6) Op. Cit. 2, p. 128
7) Op. Cit. 2, p. 107
8 ) Op. Cit. 2, p. 109
9) Op. Cit. 2, p. 108
10) Op. Cit. 2, p. 109
11) Op. Cit. 2, p. 111
12) Op. Cit. 2, p. 143
13) Jacques Camatte – ‘Sobre la Organización’ (1969) en Este Mundo que Debemos Abandonar y Otros Ensayos (New York, Autonomedia, 1995)
14) Op. Cit. 2, p. 110

Traducido del inglés por Ricardo Fuego en Octubre del 2005.

Fuente Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como activismo político, Andrew X, dogmatismo político, militancia políticaDejar un comentario

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