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Ecotropía

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Autor: raas

La conspiración obrera (2º parte)

Publicada el 24/08/2008 - 07/09/2018 por raas

Todos las enseñanzas socialistas acerca del comunismo futuro y sobre la necesidad de prepararse para ese fin no tienen por objetivo principal sino el distraer a los obreros de la lucha directa e inmediata, y de llevarse al cielo sus esperanzas. Los socialdemócratas declaran, in extremis, que eso es verdad para los utopistas pero que en lo que concierne al socialismo científico –las enseñanzas de Marx y Engels– el asunto es totalmente diferente.

Por Jan Vaclac Majaiksi
Ginebra, 1908

El socialismo científico, precisamente, con sus hechos y cifras ha constituido una absurda fábula acerca del advenimiento del paraíso socialista. Según ellos, los grandes capitalistas, a través de la competencia, aplastan sin pausa a los pequeños capitalistas, y muy pronto, de ese modo, la clase entera de los capitalistas se reducirá a un insignificante puñado de multimillonarios y todo el resto de la sociedad burguesa se transformará en proletarios asalariados. Con el acompañamiento de tales canciones hipócritas nacen cada día millares de nuevos burgueses de manos blancas, que se instalan en los barrios más distinguidos de las grandes ciudades y viven con mucho más lujo que los pequeños propietarios que «perecen» en la competencia con el gran capital. Los más fieles discípulos de Marx se ríen ahora de esta fábula de su maestro, se ríen para sus adentros, ciertamente, puesto que sería altamente inconveniente adoptar delante de todo el mundo una actitud tan irreverente ante un maestro infalible.

Es evidente que este hallazgo «científico» no tiene más objeto que contener los ímpetus de revuelta entre los obreros hasta que toda la burguesía se transforme en un «puñado ínfimo» de multimillonarios. Los socialdemócratas han repetido y continúan haciéndolo detrás de sus guías, sin hacerse el menor problema ante los obreros: «esperen a que los capitalistas hayan cavado sus propias tumbas», el «desarrollo del capitalismo por su propio movimiento prepara la emancipación del proletariado». Todo esto, sin duda, «independientemente de la voluntad de los hombres». Esto debería significar que entre los socialdemócratas para reemplazar a los viejos nacen nuevos dioses socialistas, «bienhechores», quienes por su poder celestial, reducen a los fuertes y elevan a los débiles.

La ciencia socialista, como toda ciencia social, aun cuando sea enemiga jurada del oscurantismo religioso, sabe operar con las masas obreras haciendo los mismos pases de prestidigitación que los brujos paganos o los sacerdotes cristianos. En cualesquiera de los partidos socialistas, en sus reuniones, en los congresos, durante los desfiles del Primero de Mayo, los obreros rezan, del mismo modo que en las iglesias, para la dicha futura que no se realizará sino en los más remotos descendientes. ¡El fruto no está todavía maduro! ¡Las fuerzas productivas no están todavía suficientemente desarrolladas! ¡La hora de la revolución socialista todavía no ha llegado! ¡Paciencia! Esto es lo que predican infatigablemente todos los curas socialistas. De ese modo, toda la indignación contra la esclavitud, toda la rebeldía contra el mundo de la violencia y la mentira no desencadenan entre los obreros socialistas acciones, ni luchas sino únicamente fe en un régimen futuro de justicia.

Es necesario difundir la nueva religión socialista para salvar el mundo. De todos modos, si la propagación de ésta salva al mundo, la explotación no cesará por ello. Al contrario, el viejo mundo del pillaje se hará sin cesar más fuerte, rejuvenecerá y adquirirá una gran longevidad.

Porque el crecimiento de la fe socialista, o como dicen los socialistas, de la conciencia socialista, no aumenta para nada la capacidad de revuelta de los obreros, ni sus aspiraciones a derrocar la esclavitud secular. Muy por el contrario, significa únicamente un mayor amor hacia el régimen existente. No puede ser de otro modo. ¿En qué consiste pues la fe socialista?

El régimen burgués actual prepara un orden futuro de igualdad y justicia totales. ¿Cómo no valorar entonces, cómo no amar este régimen de pillaje, cómo no participar con todas las fuerzas en su desarrollo y progreso? Para que se transforme cuanto antes, como está pronosticado, en el paraíso socialista. De ese modo exactamente actúan por todas partes los socialistas y los obreros que tienen la fe socialista. Más que la propia burguesía, adoran la grandeza de la «patria» burguesa. Son los mejores combatientes a favor del progreso burgués. Ésta es la razón por la cual el socialismo se extiende tan libremente por todo el mundo, la razón porqué resulta imprescindible a la prosperidad burguesa de modo similar a como lo fue el cristianismo en tiempos pretéritos.

Este papel de religión científica está desempeñado de la mejor manera en beneficio de la burguesía, gracias a la enseñanza de Marx y Engels, por el socialismo científico, el mismo que había dado por tierra tan victoriosamente con los primeros socialistas utópicos que según ellos querían llevar a los obreros a librar batalla prematuramente contra la burguesía, que había iluminado con una luz refulgente –al parecer– la marcha victoriosa del proletariado hacia su emancipación.

Los escritores reaccionarios a menudo le critican a los marxistas de predicar a los obreros la lucha contra la burguesía, la guerra civil generalizada. A esto, los marxistas responden que estos escritores no han comprendido a Marx. Su enseñanza preconiza la lucha de clases únicamente contra un puñado de plutócratas, pero está nutrida de una profunda ternura hacia la sociedad burguesa y su progreso. No hay nada de anarquista ni de insurreccional en esto, muy al contrario, lo que hay es de lo más idealista y religioso.

En este caso preciso, los marxistas dicen la verdad. En efecto, ¿qué es lo que enseña la filosofía de Marx, denominada comprensión materialista de la historia o incluso materialismo histórico y dialéctico? Enseña que en todos los tiempos, en todas las sociedades, todos sus gobiernos y leyes deben corresponder a las necesidades materiales de la gente, a sus necesidades económicas y a sus fuerzas productivas. ¿No significa eso que los propietarios de esclavos en la Antigüedad encadenaban a sus esclavos, que los señores feudales azotaban a sus siervos, que los capitalistas hambrean ahora a los obreros por la exclusiva razón que así lo han exigido y lo exigen todavía «las necesidades de la gente», siempre de acuerdo con las «necesidades económicas de la sociedad»? ¿Qué más puede pedir la burguesía de los marxistas? ¿Acaso las doctrinas sacerdotales y de los estadistas han intentado demostrar otra cosa?

¡Este socialismo científico contemporáneo es un mecanismo increíblemente maligno! ¡Es tan fácil dejarse seducir por sus hermosas palabras! «La lucha de clases contra los explotadores» quiere decir si se reflexiona un poco: «¡Derroquemos de inmediato a los pillastres!; «material», «económico» significan con toda seguridad que ésta es una causa exclusivamente obrera. ¿»Materialista» equivaldría a insurreccional entonces? ¿Contra todas las santidades de la religión? Uno se deja seducir por semejantes definiciones puesto que, confiadamente uno quiere aprender todo lo de esta enseñanza. Uno hace toda la escuela socialista y no se da cuenta siquiera de que se ha transformado en un peón intelectual burgués. Uno vive en medio de la opresión de los obreros y uno no la siente ya más, uno se olvida que se ha nacido en una prisión, que se está condenado a un trabajo esclavo para toda la vida. Uno comienza así a amar a la sociedad del pillaje. Se comienza a magnificar como su patria a la unión de todas las Rusias, opresores de todas las nacionalidades. Se desea un renacimiento burgués de esta patria y se pone uno a luchar por la felicidad de esta unión opresora.

Cuanto más se extiende la doctrina socialista por el mundo más se convierte, con el paso del tiempo, en una verdadera doctrina sacerdotaal. Antes todavía, había casos en que los socialistas, en particular los marxistas, se sentían ofendidos al ser comparados con propagandistas religiosos. Hoy en día los socialistas reconocen públicamente que han elaborado una religión nueva. De ahora en adelante, tratarán de calumniador a quien considere a los sacerdotes como estafadores y a la religión como la más sólida cadena de la esclavitud. ¡Qué se creen! ¡Todas las religiones, a su debido tiempo, «han educado a la humanidad»!

Así que ya lo hemos visto, los eruditos socialdemócratas deliberadamente echan un velo sobre la opresión secular de las masas obreras. Consideran con tanta imprudencia como naturalidad la coexistencia de la sociedad civilizada y del estado y denominan colaboración la servidumbre de la mayoría de la humanidad, exclusivamente transformada en bestias de carga para las minorías privilegiadas.

Por cierto que si esta «colaboración» ha sido siempre indispensable para el bien común, ahora lo es en grado superlativo y más lo será hasta tanto el paraíso socialista no se instaure. Esta enseñanza de los socialdemócratas acerca de la homogeneidad del cuerpo social reduce a una declaración hueca y vana toda la voluntad declarada de «lucha de clase contra el régimen de explotación». En efecto, no pregonan a los obreros más que una «lucha de clases» que no constituye peligro alguno para el orden vigente de pillaje, y que puede ser admitida por toda sociedad burguesa inteligente.

Esta concepción de la colaboración económica de los trabajadores y sus explotadores restaura la intregridad de los preceptos morales de los amos, y hace pesar otra vez sobre los obreros todas las «obligaciones morales» elaboradas hace ya tiempo por los moralistas hipócritas al servicio de los amos; todas las mentiras de estos últimos son resucitadas así por los socialdemócratas, con el único fin sostenido de engañar a los explotados. Los obreros tienen que amar a la unión de ladrones que constituyen sus patrones, unión que se denomina en el mundo de la violencia y la mentira «patria», «país natal» o «nación». Deben defender esta unión de ladrones contra sus «enemigos», y amarla más todavía que los mismos explotadores.

Los obreros deben ser los más sinceros y honestos nacionalistas, los más ardientes patriotas. Por medio de la lucha y la sangre, son obligados a liberar a sus enemigos, los «manos blancas», ofrecerles la más completa felicidad y la libertad política más amplia. Deben ser esclavos honestos, fieles, desinteresados y generosos ya no por miedo sino a conciencia. Deben incluso despertar entre sus amos la aspiración por la libertad, y por «la verdadera vida de justicia», por «el radiante ideal de la razón, del amor, del bien, de lo bello».

¡Ay! La propaganda de los discursos socialistas no se ha perdido por completo. Durante estos últimos años, los obreros socialistas han sorprendido agradablemente a toda la intelectualidad saciada con su «ideal radiante». Cuando las «hermosas jornadas de octubre»(1) han llegado a declarar «camaradas» a todos los burgueses de «manos blancas» y han repetido tras los socialistas todas las mentiras de sus explotadores; patria, pueblo, nación, verdad, justicia […].

Los obreros rusos han servido de carne de cañón en la lucha emprendida para beneficio de los octubristas y los cadetes.(2) Esta estafa se difundió no por intermedio de los estafadores burgueses habituales, sino por intermedio de los «verdaderos representantes del proletariado», de los «defensores» de la clase obrera.

[…] Hemos visto como la religión socialista, después de haber enmascarado la opresión secular de las masas obreras, declara que todo estado civilizado es la realización de una colaboración para la satisfacción de necesidades económicas, para el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad. Apoyándose sobre su «ciencia», los sacerdotes socialistas declaran que toda la historia es una prolongada preparación de la humanidad hacia una vida futura justa de hombres libres e iguales. El efecto de la predicción socialista es algo verdaderamente misterioso: los amos no han pensado jamás sino en explotar a sus esclavos, en aumentar sus bienes personales, pero pese a todo, esta riqueza acumulada habría servido para educar a los hombres –a despecho de los prolongadísimos malos tratos– y a preparar su dicha futura!

Pero, ¿por qué esta sociedad de hombres libres no ha nacido todavía? La religión socialista responde simplemente que la humanidad no ha tenido todavía tiempo para prepararse, al no disponer de los medios materiales necesarios, y que el mismo pueblo no ha sido suficientemente educado para una vida comunista y fraternal. En consecuencia, es necesario prepararse por todos los medios, puesto que, aseguran los socialistas, en el momento de la emancipación de la clase obrera, la principal dificultad no va a estar en la apropiación de los bienes de la burguesía sino en el saber cómo hacerlos funcionar, para, con la ayuda de esos bienes, conseguir una vida mejor. Cuanto menos tengan los obreros una representación clara del régimen futuro, menos estarán preparados y por lo tanto no valdrá la pena provocar una revolución obrera, exclaman los socialistas superándose unos a otros. No vale la pena atacar a la burguesía; de todos modos eso no sería lo mejor, muy al contrario: una revolución fallida hará retroceder a los obreros, les quitará incluso lo que ya hubieran ganado, destruirá la larga preparación hacia el paraíso socialista.

Por estas palabras que valen oro, la burguesía se prepara a retribuir a los socialistas con mil gentilezas. Les otorga una total libertad de propaganda, les promete pequeños lugares, cálidos y confortables, e incluso sillones ministeriales. La burguesía comprende perfectamente que las baladronadas socialistas pueden serle tan útiles como la propagación de la fe cristiana, como la cárcel y las armas. «No se rebelen», exhortaban los sacerdotes, porque de lo contrario ¡van a perder la esperanza en el reino celestial! Los socialistas dicen lo mismo: «No se rebelen», porque si lo hacen, «¡van a destruir todo el fundamento socialista!»

Los socialistas tienen discursos hasta el agotamiento, entintan montañas de papel e invariablemente terminan sus proclamas, sus libros y discursos con una misma consigna: «El régimen socialista es impensable sin una condigna preparación. ¡No comiencen nada sin una buena preparación!»

Los socialistas no se fatigan en vano. Puesto que, durante todo el siglo anterior, al margen de la iglesia socialista y de las revoluciones socialistas burguesas, se fue configurando cada vez más nítidamente una vía de emancipación de los obreros, camino al derribamiento de la opresión secular.

Ninguno de los pensadores socialistas, aunque se los pueda contar a centenares, ha logrado prever o entrever esta vía. Las masas obreras la han ido trazando por sus propios medios: algo que ni los eruditos ni los socialistas pueden admitir sin rencor. Esta vía, es la de la lucha económica de masas de los obreros, la huelga general económica.

¡Cuántos sabios socialistas se han estrujado el magín, al parecer, para conocer cómo los obreros tenían que liberarse, organizarse en la nueva sociedad, para que nuevos explotadores no pudieran nacer!

[…] ¡Abandonen el mundo putrefacto del becerro de oro y funden en países lejanos, en islas desiertas, comunidades según los principios comunistas! Sin ninguna duda, esta empresa de los primeros socialistas terminó con el mismo éxito que aquella de los fanáticos religiosos y otros dementes que se retiraban al desierto para poder comunicarse mejor con Dios…

¡Construyan sus propios bancos, su propia bolsa de valores, después intercambien sus productos sin tener que pasar por la intermediación de mercaderes y capitalistas! Pero esta idea brillante también ha explotado como una pompa de jabón…

Pero no, de ninguna manera, exclamaron los políticos socialistas, no actúen de ese modo, comiencen por derribar los tronos y así el poder pasará a las manos del pueblo. Eso será la dictadura del proletariado, y será la dictadura la que organizará la sociedad futura. Se derribaron los tronos, se ha proclamado la república y el poder del pueblo se ha revelado no como dictadura del proletariado sino como dictadura de la burguesía…

Democraticen la máquina estatal, aconsejan los socialdemócratas, elijan diputados socialistas. Y bien: más de cien diputados socialistas se han elegido en Alemania y ellos han resultado tan charlatanes y tan inútiles como todos los otros «representantes del pueblo».

¡Hay que conquistar el sufragio universal! Pero para conquistar este sufragio, universal, directo, no existe más que los gobernantes y comandantes que están bien encaramados sobre las espaldas de los trabajadores y cuyo número crece sin cesar…

¡Socialicemos al menos la tierra! proponen los socialistas populistas rusos, démosle al pueblo siquiera eso, dicen. Pero la única transferencia de la tierra al pueblo de la que se puede hablar es aquella por la que aumenta el número de campesinos ricos (los socialistas revolucionarios [socialrevolucionarios] lo saben perfectamente bien por sí mismos). Campesinos con muchos medios que hacen sudar a los campesinos pobres del mismo modo que lo hacen los grandes terratenientes…

En una palabra, de todas las numerosas invenciones socialistas no han resultado sino absurdidades, o peor aún, un aumento del número de explotadores, y en todos los casos, el refuerzo de la opresión de los obreros.

A todas estas lucubraciones socialistas, los obreros responden con su reivindicación básica: ¡aumento de salarios, acortamiento de la jornada de trabajo! «¡Cuánta sordidez, cuánta grosería!, repite el socialista comentando esas consignas. Sí, cuán sórdido es para su ardiente corazón de comunista! ¡Es igualmente grosero para su delicada alma de intelectual!

De todos modos, gracias a las obstinadas revueltas de los obreros, la burguesía se ha visto obligada a aumentar los salarios y a disminuir la cantidad de horas por jornada de trabajo, por lo menos para algunas capas de obreros. ¿Y qué ha pasado? Toda la «elevada» invención de los socialistas no ha aportado consigo sino la liberación de la burguesía y un aumento del número de explotadores, en tanto la «sórdida» conquista de los obreros ha aliviado el trabajo forzado de algunas capas de obreros, sin haber por ello aumentado el número de explotadores. Por primera vez en la historia, ha surgido una lucha llevada adelante por los explotados, a través de la cual éstos han se han servido de una vía emancipadora sin convertirse a la vez en nuevos explotadores, como ha sido hasta ahora, por ejemplo cuando la emancipación de los artesanos o los campesinos.

Los socialistas se esfuerzan en prevenir a los obreros contra toda emancipación demasiado prematura, que no esté suficientemente anclada y que podría dar lugar al nacimiento de nuevos explotadores. Que traten de imaginarse entonces, cuanto puede apresurarse la marcha de la lucha económica y cuán importante puede resultar para los obreros el aumento de salarios o la disminución de horas de la jornada de trabajo. Estas conquistas no podrán dejar de aliviar la opresión de todos los obreros, sin llegar a crear ni un solo puesto nuevo de explotación, ni ingresos parasitarios suplementarios. Muy por el contrario, se trata precisamente de un crecimiento lento de los salarios que se produce, hasta ahora, sin daño alguno para la burguesía, únicamente a favor de determinadas capas privilegiadas de trabajadores. En tanto que, un aumento rápido e importante de salarios como el que puede obtenerse a través de una huelga económica general de los obreros, mejorará la situación de todos los trabajadores.

Esta importante y rápida conquista de los trabajadores trae consigo una consecuencia que hace temblar a los socialistas: la expropiación de los explotadores. Cuando los obreros lleguen a organizar una huelga económica general, cuando hayan desechado las redes de captación democráticas y socialistas, sus reivindicaciones serán tan elevadas y tan insuperables que su satisfacción hará necesario no sólo la expropiación de los grandes capitalistas, sino también una disminución de ingresos privilegiados. Allí se verá la diferencia entre las revoluciones obrera y política. En tanto esta última no hace sino reemplazar a unos holgazanes por otros, la revolución obrera suprime, en su propio desarrollo, todos los aspectos de la holgazanería.

La revolución política suprime el poder de los monarcas para que aquél pase a las manos de los ricos y de la sociedad burguesa en general. Bajan las rentas de los generales, los gendarmes y los curas, únicamente para aumentar la de los científicos de la represión social. Sin embargo, para los obreros, es bien evidente que resulta indistinto llevar a cuestas a los parásitos de una u otra especie. Los intelectuales podrían, en última instancia, decidirse por su revolución «socialista», la que distribuiría los millones arrebatados a los ricos, a todas los «manos blancas»; los obreros no tendrían nada para ganar en este caso puesto que la suma de ganancias nacionales, el fondo consagrado al mantenimiento de los parásitos no disminuiría para nada.

La revolución obrera, es decir, la huelga económica general, que conquista un salario realmente elevado, disminuye en la misma medida en que aumenta ese fondo destinado a mantener a los monarcas, los ricos, los parásitos «militares» y «civiles», los burócratas del estado o privados, los capitalistas y la intelectualidad. Es sobre la base del salario miserable y servil de los trabajadores manuales que descansa la existencia de todos los explotadores. La elevación de este salario, es entonces la única vía, la única arma, que puede hacer desaparecer a los explotadores de todo tipo.

Los personajes eruditos, como, entre otros, los socialistas, no quieren oír hablar de la huelga económica general de los obreros, como si no pudieran captar lo que esto significa. De hecho, no hay en esto nada de sorprendente: no quieren comprender lo que la lucha económica general significa y por eso hacen como que les resulta «incomprensible». No la quieren porque ningún tipo de propietario quiere su propia expropiación. Los personajes eruditos, los socialistas y los pedagogos de todo pelaje gozan de ingresos privilegiados que serían ineluctablemente suprimidos en una revolución obrera.

Sólo las masas obreras pueden comprender la lucha económica general de los trabajadores manuales. Todas las capas de la clase obrera la comprenden, incluso las menos evolucionadas. Incluso las masas analfabetas de los países más atrasados la comprenden por igual. Lo cual quiere decir que su comprensión no proviene de ningún libro […]. Su discernimiento proviene de la sensación misma de opresión sufrida por las masas obreras, y por eso puede ser experimentada por igual en todos los países, en el mundo entero, tanto en Europa como en América, tanto en Francia como en Rusia.

Sin embargo, la lucha económica general y las revueltas económicas de los obreros no estallan a menudo. No es fácil para las masas romper las mallas de las redes socialistas y democráticas que los envuelven, ni es fácil desprenderse de las consignas soporíferas que le entonan los intelectuales o incluso sus propios camaradas devotos a los intereses y a los objetivos de la intelectualidad. ¿Y cómo provocar estas rebeliones si no hay organización dispuesta a sostenerlas y unificarlas, si no hay conspiración obrera, y lo que existe es una conspiración de intelectuales que quieren transformar cada rebelión obrera en una revolución política, para realizar alguno de los ideales de los intelectuales?

En estos últimos tiempos, las masas expresan su rebelión económica cada vez que creen que sus organizaciones y comités preparan la revolución obrera; así ha sido cuando la huelga minera en Ucrania en 1903, y en parte en Italia en 1904; o cuando se sublevan en momentos de indignación y desesperación extremos, como cuando la insurrección italiana de 1898, en Ginebra y en Barcelona en 1902, o incluso, como recientemente, en Belfast. Entonces, los obreros dan por tierra con todos los obstáculos legales de las leyes burguersas y de la ciencia socialista. Irresistiblemente cunde entonces el incendio de la insurrección obrera.

«¡Cuán inescrutable es la psicologia de masas!, declaran con profundidad los intelectuales hipócritas. Sin embargo, en esos momentos de rebelión, los obreros están lejos de expresar reivindicaciones ininteligibles. Se encuentran en su medio puesto que son los ojos de su propia causa. El aumento de salarios, el alivio del régimen de trabajos forzados propio del trabajo manual, son asuntos de todos los explotados y sólo de ellos. Allí no existe ninguna mala jugada llevada adelante por una intriga de intelectuales a favor de un ideal mentiroso. Por el contrario, se trata de una insurrección contra todos los explotadores, contra el mundo de los «manos blancas». En tales momentos, de huelga económica general, se toma conciencia, todos los obreros toman conciencia, […]. He aquí la razón por la cual se sublevan todos, por qué surge su lucha.

Traducción del ruso al francés: Alexandr Skirda / Retraducción del francés al castellano: Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) 1905.
2) Grupos políticos nacidos en el curso de los acontecimientos de 1905, partidarios de una monarquía constitucional.

La conspiración obrera, 1º parte

Publicado en revista Futuros nº6, verano de 2003-2004, Río de la Plata https://revistafuturos.noblogs.org

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Una historia repetida de negaciones y sueños

Publicada el 21/08/2008 - 07/09/2018 por raas

Historia del ‘Malón de la Paz’ que en 1946 caminó 2000 kilómetros para intentar recuperar sus tierras durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón.

Por Marcelo Valko  

¿Quién tiene presente al Malón de la Paz que en 1946 caminó 2000 kilómetros durante 81 días para recuperar sus tierras? ¿Quién recuerda que los kollas de la Puna y de Orán durante casi tres meses fueron tapas de diarios y revistas apareciendo incluso en medios dedicados al espectáculo y la farándula como Antena y Radiolandia o en la sección de deportes? ¿Alguien sabe que por primera y única vez en la historia argentina, dos indígenas estuvieron en el balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo colmada? ¿Quién conoce cómo terminó aquella fiesta inicial?

A mediados de 1946 un grupo de 174 indígenas kollas, representantes de comunidades originarias ubicadas en las provincias de Salta y Jujuy que padecían condiciones de explotación extrema, resolvieron realizar una marcha multitudinaria. Hartos de soportar la usurpación de tierras comunales, el látigo del capataz, el cepo del hacendado, pasando por jornales arbitrarios, golpizas intimidatorias a los que alzaban la voz por sus derechos y hasta impunes abusos sexuales como el derecho de pernada, las comunidades resolvieron realizar una gran protesta que tuvo como finalidad llegar hasta la lejana Plaza de Mayo, centro simbólico del poder político nacional. Desde tiempos inmemoriales habían elevado pleitos ante las autoridades provinciales y enviado pequeñas delegaciones de 2 o 3 comuneros a la Capital Federal.

Eran concientes que, para lograr sus objetivos, debían emerger del estigma de invisibilidad. “El Malón de la Paz por las Rutas de la Patria”, tal como ellos mismos se denominaron, se convertiría en un hito en los anales de las reivindicaciones indígenas y en uno de los mas inusuales capítulos de la historia nacional. En primer lugar, el Malón kolla, fue la protesta indígena de mayor exposición pública, siendo además, el primer reclamo multitudinario que tuvo que afrontar el flamante gobierno de Perón a pocos días de asumir. Los kollas que el 15 de mayo partieron de los ejes Abra Pampa y Oran, reclamaban las tierras que les había arrebatado, entre otros terratenientes, el tristemente célebre Robustiano Patrón Costas, uno de los mayores latifundistas del Noroeste argentino y poseedor de una enorme proyección política. Cabe recordar al respecto, que el golpe de 1943, en el cual Perón era una figura relevante, buscó impedir que Patrón Costa apelara al “fraude patriótico” para apoderarse de la presidencia de la Argentina.

Vayamos por partes. Durante los casi 4 mesas que el Malón estuvo instalado como tema cotidiano en los medios de difusión escritos, radiales y cinematográficos, ocurrieron los episodios más inauditos de los que se tenga memoria en relación con una demanda de estas características. Menciono algunos de ellos. El 9 de julio de 1946, los casi doscientos maloneros con sus caballos y mulas, desfilaron junto a regimientos de infantería por las principales avenidas de Rosario, para terminar alojados en guarniciones del Ejército. Los indígenas argentinos conocían el interior de los cuarteles sólo en calidad de cautivos y las veces que marcharon con las tropas, lo hicieron como trofeos de guerra. Cuando el Malón de la Paz ingresó en la provincia de Buenos Aires, millares de personas salieron a su encuentro vitoreándolos como “nuevos héroes”. De hecho ante su mera aproximación, se creaban comités “Pro Reforma Agraria”. Al llegar a la Plaza de Mayo, varios de sus integrantes se unieron en un abrazo fraternal con el general Perón, nada menos que en el mítico balcón de la Casa Rosada, a la vista de la multitud que observaba emocionada la escena.

Jamás en nuestra historia había pasado algo similar. ¿Indios en el balcón de la Casa Rosada? Paradójicamente, después de tan apoteótica recepción fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes, que como todos sabemos, era el lugar donde internaban a los extranjeros ni bien descendían de los barcos. Después, cuando el gobierno advirtió que se había metido en un laberinto, comenzaron a devaluar las aspiraciones de los kollas. Entre las actividades extravagantes en las cuales les obligaron a participar, se destaca el partido de fútbol que jugaron previo al tradicional River – Boca, encuentro al que asistieron 40.000 espectadores que no comprendían que hacían jugando a la pelota aquellos esforzados kollas que habían venido por sus parcelas. Tres semanas después de su apoteótica llegada, la esperanza kolla terminó de la peor manera: en medio de gases lacrimógenos, golpes, insultos, llantos y vejámenes. El reclamo tuvo una enorme resonancia pública y también una profunda repercusión política hasta que se desencadenó su abrupto final.

En virtud de la antinomia “civilización o barbarie”, en el momento del reclamo kolla, la percepción del grueso de la sociedad argentina oscilaba entre no advertir la presencia de los indios dejándolos en las sombras, o en su defecto, considerarlos como habitantes de un territorio que invariablemente los remitía a un pasado inculto y salvaje. En 1946, el indio vivo que respira, sueña y tiene necesidades era un asunto “inactual”, no era “marquetinero” ni siquiera para los especialistas. De hecho, las carreras universitarias de antropología no se crean hasta 1957 en La Plata y al año siguiente en Buenos Aires. Precisamente para contrarrestar los efectos negativos de esta percepción, es que el último tramo de la marcha del Malón, ya en la provincia de Buenos Aires, tuvo un evidente itinerario simbólico con el que demostrarían que también ellos eran chacareros, criollos y católicos. Examinemos este proceso con mayor detenimiento.

Cuando el Malón ya estaba en el eje Rosario-Buenos Aires, a la altura de San Nicolás, modifica la ruta prevista, y en lugar de seguir al sur rumbo a la Capital, gira al oeste internándose en la provincia con el objetivo de tocar tres puntos específicos: Pergamino, San Antonio de Areco y Luján. Cada una de estas ciudades representaba distintas aspiraciones o imágenes que el Malón pretendía brindar a la Nación. Tocar Pergamino implicaba adentrarse en el centro del granero argentino, es decir, en el eje del problema de la tenencia de tierras y mostrarse como trabajadores del campo. Cultivar la parcela propia no era una problemática circunscripta a la Puna, era una herida que lastimaba a todas las regiones por igual. De hecho la Pampa Húmeda, en la que todavía resonaba el “Grito de Alcorta” se encontraba atravesada por la misma aspiración. Los humildes kollas habían experimentado una mutación que tenía que ver con la repercusión y los contactos que establecían a diario a lo largo de la ruta; esa maduración puso en evidencia la extraordinaria capacidad de los indígenas para anudar alianzar estratégicas con otros sectores de la sociedad y ganarlos para su causa. De alguna manera querían enviar un mensaje a los retardatarios y “forzar” al primer mandatario a dar los pasos necesarios hacia la reforma agraria que había prometido en la campaña electoral.

En ese momento, julio de 1946, Perón tenía apenas un mes en el ejercicio de la primera magistratura y nadie sabía a ciencia cierta hasta donde se proponía llegar. Por lo pronto la fama del Malón llevó a que varias firmas comerciales como la tabacalera 43/70 o el analgésico “Geniol”, se aprovecharon de los kollas para vender sus productos. Por su parte, pasar por San Antonio de Areco significaba imbuirse de la tradición criolla y argentina que en todo momento intentaron asumir como propia. Areco era la cuna de Ricardo Güiraldes autor del libro gauchesco Don Segundo Sombra, allí desde 1940 se celebraba la Fiesta Nacional de la Tradición. La tercera localidad en la mira fue Luján, emplazamiento de la basílica donde se encuentra el santuario de la principal Virgen patrona de la Argentina. Peregrinar hasta Luján significaba hacer una demostración de fe religiosa, cerrando la trilogía agraria, argentina y católica.

Mientras tanto, la impactante cobertura periodística irá in crescendo en forma proporcional con su cercanía a la Capital Federal. Esta aparente contradicción, tiene que ver con el propósito inicial del gobierno de convertir a los maloneros y su reclamo en un ejemplo de los alcances de la Nueva Justicia Social. La solución del pedido kolla sería inmediata. Radios, periódicos y noticieros cinematográficos como “Sucesos Argentinos” se ocupaban de kollas, brindándoles un espacio destacado con titulares, entrevistas y primeras planas. Finalmente el 3 de agosto ingresaron a la Capital aclamados por millares de porteños. Desde las ventanas de los edificios de la Av. de Mayo los vecinos arrojaban flores al paso del Malón. ¿Flores ante el paso de una caravana indígena? Tras ser homenajeados por el Congreso Nacional, atendidos por el mismísimo Perón, su vicepresidente y varios ministros, con muestras de enorme simpatía por parte de la ciudadanía y del arco político, en menos de un mes pasaron de ser “huéspedes oficiales de la Justicia Social” a transformarse en una incómoda presencia que se obstinaba en permanecer en Buenos Aires a todo trance “sin pagar un centavo, sin esfuerzo, sin trabajo”. Una fuerza conjunta compuesta por cientos de soldados de la marina de guerra y una brigada lanzagases de la policía federal obtuvieron “otra épica victoria contra la barbarie”.

El gobierno había comprendido tarde los alcances del Malón de la Paz. Si les otorgaban las parcelas a los 174 kollas, una lluvia de malones indígenas y de criollos necesitados de tierras se lanzaría contra el Ejecutivo. El presidente no tenía opción, o les daba la tierra a los kollas afrontando lo que vendría después, o los borraba de la vidriera nacional. Así los maloneros fueron secuestrados, arrojados dentro de un tren y desterrados a sus provincias en un convoy con custodia armada para que no pudiesen descender antes de arribar a la Siberia Argentina, nombre inicial de Abra Pampa. En las numerosas entrevistas realizadas para la investigación sobre el Malón, constantemente afloraba el neologismo “envagonar” enhebrado del modo siguiente: “a mi papa lo envagonaron”. A partir de aquel envagonamiento, prácticamente todo el periodismo que se había encolumnado para narrar sus padecimientos y lo justo de sus reclamos, se lanzó sin misericordia sobre ellos difamándolos burdamente o, en el mejor de los casos, manteniendo un mutismo tan escandaloso como cómplice.

Esto nos lleva a incursionar en la herencia recibida por el imaginario argentino sobre el concepto del indio y los alcances de la nacionalidad. Un ejemplo de ello fueron los estériles y absurdos debates que tuvieron lugar en la Cámara de Diputados, en relación con los kollas, como cuando el diputado Teodoro Saravia de Jujuy saltó en su banca gritando: “en Jujuy no existen indios ni kollas”. Para el imaginario argentino en general y del legislador puneño en particular, nuestro país es blanco y europeo, y por ende resulta natural la ausencia de indios y kollas. Pero las infamias todavía fueron más lejos. Para terminar con el problema, distintos sectores de la prensa como del poder político “descubrieron” que los maloneros no eran indios.

Una de las “pruebas contundentes” en tal sentido, la constituía el hecho que numerosos integrantes del Malón supieran leer y escribir. Nada más “sospechoso” para el imaginario que un indio lector. Otros, aprovechando su procedencia de provincias limítrofes con Bolivia, comenzaron un proceso de bolivianización de los kollas, es decir, comenzaron a extranjerizarlos. En síntesis, si eran extranjeros, el problema desaparecía. En general, se dio rienda suelta a un racismo visceral, como el del periódico La Voz de Luján cuando señaló que los kollas regresaron a sus lares “con el cerebro estragado por el vértigo de la civilización”, o como Criterio, principal semanario católico cuando afirmó alegremente que los indígenas no querían regresar a Jujuy para continuar degustando “las delicias de la mayonesa” descubierta en la Capital Federal.

Para salir del paso, desde el gobierno además de negar su participación en el envagonamiento, se sucedieron los acostumbrados pedidos de informe y ficciones varias al gusto argentino. Entre otras se designaron tres comisiones investigadoras pertenecientes a los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo con el mandato imperativo de investigar hasta las ultimas consecuencias. En el caso de los kollas ni uno sólo de los sospechosos o damnificados fue indagado.

Como consecuencia de esa nula investigación, al año siguiente se iba a producir un episodio aún más grave y dramático. Casualmente el 12 de octubre de 1947, en Rincón Bomba, Formosa, centenares de indígenas pilagás hambrientos fueron ametrallados impunemente por la Gendarmería Nacional en el mayor genocidio indígena del siglo XX. Por supuesto, al igual que en el caso del Malón, no se investigó absolutamente nada. Alrededor de 400 cadáveres terminaron en fosas comunes o pudriéndose en la selva. Gendarmería se ufanó de haber restablecido el orden tras el “malón” al mínimo costo de 4 muertos.

Si bien la reforma constitucional del 1949 suprimió pasajes vergonzosos como el de “mantener un trato pacífico con los indios, o “la obligación de convertirlos al catolicismo”, el gobierno no volverá a promover ninguna marcha indígena para la restitución de tierras originarias. La visibilidad pública que el gobierno facilitó para la percepción del reclamo del Malón de la Paz, fue producto de la vorágine de aquellos primeros meses del gobierno justicialista que había asumido las riendas del estado el 4 de junio de 1946. Perón había aprendido la lección.

La historia en un país que hace un culto de la impunidad y el olvido siguió su curso. En el 2006, se realizó un segundo Malón de la Paz que llegó hasta Humahuaca pidiendo lo mismo que 60 años atrás: tierras, dignidad, salud, justicia. El 16 de julio de 2007, casi una semana después de presentar el libro Los indios invisibles del Malón de la Paz en Abra Pampa, los kollas tomaron los edificios públicos de la localidad exigiendo que las autoridades ofrecieran soluciones con respecto a la montaña de 12.000 toneladas de deshechos de plomo que la fundidora Metal Huasi “olvidó” hace 25 años a dos cuadras de la plaza principal. Esta acumulación de residuos tóxicos provocó la contaminación de la mayoría de la población infantil de este pueblo de 14.00 habitantes.

El 81% de los niños que participó de la muestra tiene valores por encima de cinco microgramos por decilitro en sangre (a partir de ese valor se estima que los niños tienen daños neuromadurativos). Cuando sopla viento norte la ceniza que se desprende de la escoria de metal llueve sobre Abra Pampa, y ese fino y mortal polvillo de plomo es lo que respiran y se les pega en la piel. Es un envenenamiento paulatino y letal. Hoy existe un proyecto de resolución en la Cámara de Diputados solicitando al Ejecutivo se informe qué resolución se tomará con esta vergüenza. La plombemia ha sido detectada desde el 2004 y todavía ninguna autoridad hizo algo que tuviera sentido, mientras tanto el nivel de plomo en la sangre de los niños sigue aumentando.

El Malón de la Paz de 1946 como el que se produjo 60 años después, solicitó los títulos de propiedad de las tierras donde tienen enterrados a sus abuelos. La Federación Pilagá interpuso una demanda contra la Nación por el mayor genocidio del siglo XX. En el caso de la plombemia de Abra Pampa existe un pedido de informes al Poder Ejecutivo. Existe impunidad. Existen gobernantes insensibles. Existen denuncias, existen trámites y esperas y papeles. Muchos papeles y la pregunta de siempre: ¿cuándo la tinta saldrá por fin de las hojas y folios, y los pedidos y reclamos se corporizarán en soluciones concretas? ¿Cuándo?

Fragmentos del libro «Los indios invisibles del Malón de la Paz»

artículo publicado en revista Futuros nº11, primavera-verano 2007-2008, Río de la Plata. https://revistafuturos.noblogs.org

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60 años israelíes

Publicada el 20/08/2008 - 07/09/2018 por raas

En el Luna Park se produjo el pasado 7 de mayo un acto de grandes proporciones. El Estado de Israel tiraba la casa por la ventana. 60 años no se cumplen todos los días. Un gran operativo de tránsito y de control.

Por Luis E. Sabini Fernandez
luigi14@gmail.com

Fácilmente comprensibles. El de tránsito a cargo de la policía y el de control, combinado de la policía con la seguridad propia de los organizadores, aunque no estuviera del todo claro quiénes eran los organizadores.

Había estado un rato antes, en el acto de recordación que palestinos y árabes habían realizado conmemorando precisamente los 60 años de la tragedia que denominan Nakhba. La Catástrofe. Allí, en Corrientes y Florida, centenares de palestinos y afines reunidos hablaban con dolor y rabia del avasallamiento y el despojo, y sobre todo el silencio cómplice de “el mundo” ante hechos que, realizados por cualquier otro estado que no fuera Israel habría levantado montañas de indignación. Salvo que los hubiera hecho EE.UU.: los comportamientos de estos dos estado resultan cada vez más indiscernibles.

Me acerco hasta las barreras del Luna, muestro mi carnet de periodista y cordialmente me señalan que no puedo entrar por ese control, que vaya a Alem. Voy a Alem y me señalan que no es en ésa la esquina para la prensa, que me corra hasta Lavalle. Allí me preguntan a la vez guardias israelíes y policías federales qué busco. Otra vez el carnet y ahora me derivan a un cuarto control, en Alem y Tucumán. Allí muestro el carnet, me piden un documento de identidad, los cotejan lenta y cuidadosamente, me piden revisar la mochila, lo hacen bolsillo por bolsillo. Finalmente paso, guardo toda la documentación porque creo estar ya dentro del vedado, pero hay otra valla, otro control, otro grupo ahora sólo de civiles.
Vuelven las preguntas. Fue un interrogatorio duro. Como se trata al “enemigo”. Como la policía trata al que ya “sabe” que es delincuente. Como hacían los nazis con los que no pertenecían… a la raza. Como se mira al que es de otra especie, de otro bando, de otro mundo.
Con una desconfianza radical. Otra vez me pidieron las credenciales y la identificación y como yo andaba buscándolas porque ya las había guardado, el que llevaba la voz cantante medio quiso apurarme diciendo que las mostrara de una vez y tuve que explicarle que justo me las habían pedido cien metros atrás, que las había guardado y no me acordaba dónde…

Se las di, me revisaron ocularmente una vez más el bolso, preguntando qué contenía. Poniendo los ojos chiquitos como hacen los “malos” en una policial yanqui clase B y echándose hacia atrás, el fulano que retenía mis documentos me quiso ir sonsacando: –¿periodista de qué, de dónde, de qué medio? –¿cómo se enteró?, –¿pertenece a la comunidad?, –¿estuvo en algún otro acto?, –¿estuvo antes en actos de la comunidad? Luego del ametrallamiento de preguntas, llamó a un veterano del MOSSAD y le dijo: “–tomá nota de sus datos” y le extendió mis credenciales y la cédula de identidad. El fulano, que apenas hablaba castellano, apuntó deletreando trabajosamente mi nombre y apellido y el domicilio y finalmente me devolvió los documentos que había estado observando del derecho y del revés.
Una sensación nauseosa. De que estos tipos están absolutamente separados de lo que no son ellos mismos. El abismo se siente. Lastima el maltrato.

Un transeúnte, intrigado por el paso cortado le había preguntado, en los vallados de Alem, a un guarda, mientras yo esperaba dictamen en uno de mis tantos puestos de control: -¿qué pasa, por qué no se puede cruzar? “Hay un acto por la paz”, le contestó el joven sionista.
Cuando llegué al edificio propiamente dicho, le pregunté a una chica dónde conseguir el programa que tenía en su mano. Me dijo que lo conseguían sólo quienes tienen asiento reservado pero que uno se apiadó con ella y por eso lo consiguió. Está en hebreo y castellano. Le pregunté a la joven que significa lo que parece ser el título: “60 años de la independencia”, me dijo. Y me acordé de “la paz” con que el guarda había titulado el mismo acontecimiento. El oportunismo enmascara la realidad con diversos disfraces.

Es para tener en cuenta la adicción por la paz de los imperios; la Pax Romana, la Pax Britannica, la Pax American. Si vis pacem para bellum. Un viejo y conocido latinajo: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Pero se le podría agregar con justicia una enmienda: “Si quieres o vives de la guerra, invoca la paz”.
La denominación “sesenta años de independencia” también tiene sus bemoles. En todo caso, una mezcla sui generis de independencia y conquista. Israel no es como Ghana, Irak o Paraguay; una colonia que se independizara. En todo caso, procurando la mayor neutralidad, “fundación del estado israelí”. Y si habláramos con cierta continuidad histórica, se podría recordar en el 2008 los 91 años del Hogar Judío que el colonialismo británico le otorgó a algunos judíos prominentes como “derecho” para establecerse en Palestina/Israel.

La conmemoración no se refiere a la convención de la ONU de 1947 mediante la cual se decidió, sin tomar para nada en cuenta el parecer de sus pobladores árabes palestinos (la mayoría), la partición de Palestina (56% para Israel, 43 % para Palestina, 1% para Jerusalén internacionalizado). Recuerda en cambio, la derrota de los ejércitos árabes que no habían aceptado la formación del estado israelí. Mucho más ventajoso ese momento, porque con esa guerra, el territorio israelí pasó del 56% inicial al 78%. Por eso entiendo que es un mezcla de independencia y conquista. Y por eso, la autocalificación de algunos grupos sionistas “de izquierda”, como “movimiento de liberación nacional” confunde los hechos: no hubo una población judía colonizada que luchara por su independencia. Las atrocidades nazis contra los judíos dieron una justificación psicológica al sueño sionista, porque entre judíos perseguidos hubo quienes nucleados en el sionismo, optaron por establecerse en tierra ajena, con el fundamento bíblico e histórico de que en algún momento había sido tierra propia (pero el interregno había sido milenario, con lo cual todo se complica; ya no se trata de recuperar un territorio usurpado mediante la reconquista contra quienes los habían despojado). En realidad, allí vivían otros despojados que tuvieron que sufrir las consecuencias de una guerra librada entre Israel y algunas jefaturas árabes luego de haber sido arrancados de su tierra ancestral.

Todo de blanco. El color de la pureza. El color dominante en el acto. El blanco. La blancura. No pude menos que recordar el culto a la luminosidad de los nazis en la década de los ’30. Ellos también encarnaban algo puro. Es decir, la simbología nazi postulaba la belleza, la salud, en aquellos desfiles de hombres y mujeres vestidos de blanco, gimnastas. Los que aparecen en las documentales de L. Riefenstahl. Que no eran sino la contracara y la fachada de un proyecto político superautoritario, que hacía un uso intensísimo de la oscuridad en mazmorras para doblegar y eliminar lo disidente.
Las banderas celestes y blancas. Como estaban recogidas no pude ver si eran argentinas o israelíes. Tal vez aquellas con asta terminada en chuza fueran argentinas y las terminadas con la Estrella de David, israelíes, pero no pude saberlo.

No me quedé a toda la celebración. Desde mi muy periférica ubicación apenas si oía. Escuché, con mucha dificultad, al primer orador, un veterano que repasó la etapa “heroica” del establecimiento sionista, la vida esforzada y espartana. Su mirada, como la de todo colonialismo, ignoraba radicalmente lo que estaba antes, los que estaban de antes, los transferidos, los avasallados, los matados. Pero ¿cómo hacer un mundo sin “el otro”? diría Martin Buber…

Es patético el esfuerzo de la pureza, el endiosamiento de algunas entidades. Siempre pienso en una observación de Blas Pascal, transmitida por uno de mis inolvidables profesores, Mario Sambarino: “El hombre es mitad ángel, mitad bestia. Y cada vez que procura transformarse totalmente en ángel, se convierte totalmente en bestia.”

Indudablemente, el socialismo fue un intento de transformarnos en ángeles, implantando el paraíso en la Tierra. El socialismo nacional, mal traducido como nacional-socialismo, y simplificado como nazismo, también. Por cierto este atroz mecanismo mental no comenzó con el socialismo. También EE.UU. se forjó como tierra de salvación, tierra única, utopía del mundo nuevo, que arrancó proclamando la igualdad absoluta en el género humano mediante la abolición de los títulos nobiliarios mientras negaba ciudadanía y derechos a los nativoamericanos (1) porque no estaban integrados a la “Unión”, “no pagaban impuestos”. Y negaban esa tan proclamada igualdad también a los afros transportados a la fuerza y en condición de esclavos a la “Unión”. ¿De qué “género humano” hablaban?

La América “Latina” es otra cadena de humanidades excluidas, y el sionismo otro trágico eslabón en ese cadena de atrocidades. De establecimientos puros, de “focos de civilización” contra la barbarie. Recordemos las escalofriantes palabras del mismísimo fundador del sionismo, Theodor Herzl: “Para Europa formaríamos allí [en Palestina] parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura contra la barbarie.” El pensamiento motriz del colonialismo: la justificación de toda apropiación, de todo avasallamiento, de todo asesinato en la lucha de la civilización contra “la barbarie”. Un Sarmiento redivivo.

La pregunta que me queda retumbando es: ¿por qué se separan tanto de lo demás, es decir de los demás? ¿Cómo pueden sentirse tan ajenos al resto de humanidad? ¿Por qué todo lo demás tiene que ser (y ser tratado como) enemigo? Entiendo perfectamente el mecanismo de defensa por las atrocidades ejercidas por el antisemitismo. Entiendo perfectamente una “neurosis de destino” con lo vivido a manos del nazismo y antes, a manos de tantas autocracias como el zarismo. Entiendo incluso una actitud de mucha desconfianza por los atroces y asesinos atentados habidos en Argentina, en la embajada israelí y en la AMIA. Con mi escasez de conocimiento, las considero de los peores atentatos contra las colectividades judías después de 1945 en el mundo entero. En Europa, por ejemplo, desde 1945 se ha debilitado mucho ese vénero antisemita, subsiste pero como fenómeno residual.

En las zonas privilegiadas del planeta, al menos las occidentales, han ido creciendo, en cambio, otros racismos generadores de otros “anti”: un antiarabismo, por ejemplo, el ya clásico y siempre usable racismo contra los afro-negros y un antiislamismo más racial que religioso (aunque también religioso).
Pero en Occidente, el antisemitismo está en franco retroceso. Por eso es tan chocante la actitud de desconfianza generalizada desde el sionismo hacia “el resto del mundo”.

No atinamos con una explicación satisfactoria a ese deliberado exclusivismo. No sabemos si proviene de la propia ideología sionista, que tanto ha puesto el acento en la noción de “pueblo elegido”, noción racista de las más “perfectas”.

O si se trata de una suerte de sindrome de Estocolmo que habría provocado una identificación con el victimario, y el sionismo organizado estaría cumpliendo una metamorfosis que lo vaya acercando al nazismo.

Israel se ha ido convirtiendo en uno de los principales poderes nucleares del planeta. En uno de los principales exportadores de armas del planeta. En uno de los principales exportadores de instructores para la represión y la tortura a los más diversos lugares del planeta. Todo eso junto a la identificación cada vez mayor con EE.UU. que ejerce un imperio cada vez más discrecional en el mundo entero, que está regando de bases militares los siete mares, que va extendiendo su política de violación sistemática de los derechos humanos a más y más humanidad, no puede sino atestiguar un proceso de creciente abuso y represión.

Nos parece irrelevante si eso merece el nombre de nazificación o americanisation.
Lo que sí vemos es que EE.UU. e Israel son los dos únicos estados que han legislado públicamente a favor de la tortura (que muchos otros estados, ciertamente, aplican sin confesar), que son los dos únicos estados en cuyos parlamentos se discute y menciona con descaro, a quienes hay que condenar a muerte según los intereses políticos dominantes (otra vez: el asesinato político no es exclusivo de tales estados, pero en otras partes, no tienen más remedio que ocultarlo; lo que preocupa no es la exclusividad ante tan aberrantes y condenables actos sino el desparpajo de que gozan políticos que puedan mencionarlo públicamente sin merecer con ello la repulsa pública (ni desde dentro ni desde fuera de fronteras, por otra parte).

El Estado de Israel coarta la vida cotidiana y la sobrevida de palestinos desde hace años, cada vez peor, apretando todos los resortes de una sociedad para que estalle en pedazos, con una racionalidad escalofriante, bombardeando puertos, aeropuertos, usinas, fuentes energéticas, archivos, bibliotecas, bloqueando alimentos, medicamentos, agua (que se otorga una vez por semana), combustibles, talando cultivos, impidiendo a barcos pescadores que se alejen de la costa tras un cardumen, baleando a quienes se acercan a los basureros a rescatar algo dado el estado de indefensión, hambre y vicisitudes que pasa la población.

Existe consecuentemente un proceso de encanallamiento creciente que se expresara, por ejemplo, en los saludos que alegremente niños y niñas israelíes rubricaran en bombas que iban a caer en población civil (palestina o libanesa) o, como lo expresa el dolido e indignado testimonio del periodista italiano Genaro Carotenuto que no podía entender cómo se puede llegar a impedir el acceso al agua a niños sedientos del lado palestino mientras que a pocos cientos de metros la población israelí la usaba o dilapidaba en piscinas y lavados de autos.

Hay una terrible explicación para semejante pérdida de “el otro” que formula un sionista desengañado, Avraham Burg: él sostiene que la sociedad israelí ha ido perdiendo la compasión. La compasión es un senti-miento muy profundo, instransferible, que tiene que ver precisamente con el otro, con el “tú” de Martin Buber. Burg sostiene que esa pérdida es tan radical que afecta a los mismos judíos israelíes entre sí.
Los nazis no eran compasivos, los marines no lo son ni pueden serlo (por eso existen suicidios, p. ej.). Por lo mismo, existen los refuseñik.

Si observamos que la invisibilizaciòn de lo palestino implica la invisibilización de los comportamientos que acabamos de reseñar, el resultado es que el aniversario festejado aquí en Buenos Aires, o en todo el Estado de Israel, constituye un homenaje a la fuerza, al despotismo, que ha logrado sentirse satisfecho de sí mismo.

Nada más lejos de la idiosincrasia clásica del pueblo judío, a menudo segregado, a menudo perseguido, aunque muchas veces también amparado dentro de los pliegues del comercio, las profesiones liberales y la banca. La instauración del estado israelí parece haber metamorfoseado la mentalidad dominante, a través de los mismos pasos cumplidos: el desalojo de millones de palestinos pero también la matanza de algunos miles.

Y el sionismo y su estado, nutrido desde al principio por una clara minoría dentro de la comunidad judía pasó sin embargo a ser mayoría tras la política genocida del nazismo que precipitó a muchos judíos dentro de la organización sionista.
Paradójicamente y con o sin sindrome de Estocolmo, el sionismo puede “agradecer” al nazismo su enorme fortalecimiento dentro de la judería internacional.
Los 60 años de la Nakhba palestina, de la fundación del estado israelí, no pueden ser considerados, de la paz. ¿De qué paz? Hay demasiada sangre inocente inmolada en ese proyecto.

Afortunadamente, son varias las voces judías que lo advierten. Desde hace ya mucho tiempo, diversos pensadores judíos han temido ese posible acercamiento sionismo-nazismo, esa posible negación del judaísmo mediante el sionismo. Un rabino extraordinariamente lúcido, Yeshayahu Leibovitz, hace un tiempo fallecido, temía y condenaba al sionismo precisamente por esa ominosa potencialidad. Muchos pensadores judíos han visto en el desarrollo sionista, cumplido siempre al amparo de grandes poderes políticos y económicos, un desarrollo potencialmente temible.

Tanto es así, que en el mismo día en que el Estado de Israel proclamaba su fiesta de los 60 años en el Luna Park, llegaba a las librerías porteñas un libro de Yakov Rabkin, un rabino de origen canadiense, declaradamente antisionista. Más aún: dedicado a fundamentar la incompatibilidad entre judaísmo y sionismo; “narra la historia de la oposición del judaísmo al movimiento sionista”.

Rabkin nos recuerda el repudio que desde el sionismo se le dispensó en su momento a Hannah Arendt, quien siendo inicialmente sionista, como tantos otros judíos, abandona esa posición. Como le pasara a Israel Shahak, a quien se le acaba de traducir y publicar, aquí en Buenos Aires, un libro sobrecogedor de denuncia contra el Estado de Israel.

Rabkin nos revela algo de la mentalidad sionista: no aceptaron discutir con Arendt. ‘Están con nosotros o contra nosotros.’ Tal actitud es la que reconocimos, hace décadas en el franquismo, en el nazismo. Tal es exactamente la disyuntiva que nos plantea hoy en día la barbarie bushiana. Dicho esto, con disculpas a los bárbaros. No hay matices, no hay verdades relativas; hay un absolutismo mental.
Es lo que da miedo. Desagrado, asco. Pero es también lo que despierta la resistencia. Rabkin no está solo.

nota:
1) Y ciertamente, la vida, salvo a los encerrados en las indian reservations, que fueron los bantustanes del s. XIX; ni siquiera en sus atrocidades fueron originales los sudafricanos blancos, que han constituido uno de los principales aliados que ha tenido el Estado de Israel en su historia y fuente de inspiración de la “bantustanización” de los territorios palestinos.

Publicado en revista Futuros nº12, primavera-verano 2008, Río de la Plata. https://revistafuturos.noblogs.org

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(poesía) El dueño del mundo

Publicada el 20/08/2008 - 07/09/2018 por raas

Por raas
raas@riseup.net
24-03-2007

Yo, el dueño del mundo
decido desde ahora
y para siempre
que la tragedia será
pan y castigo, escasez y desolación;
que los peces, los mares
las plantas y la gente serán
extintos a mi anotojo.
Trabajarán para mi a destajo,
y los que sobren
desaparecerán por obra
y gracia de mis ejecutores:
los gobiernos del mundo.

Yo, el camaleón azul, verde,
rojo, marrón o amarillo
comandaré, como un viento negro y frío
el trabajo, mi espada favorita,
con su brillo esencial que
tragará mujeres y hombres,
agua, plata, oro, bosques,
sal, tierra, seda y bronce
mandaré a plantar cercos
y brutos seres con
bastones, botas y soberbia
les obsequiaré miseria legal
a cambio de todo;
su espíritu y voluntad.

Yo y solo yo seré rey y amo;
donde haya esperanza e ideas
esparciré opresión, silencio y paz,
con prensa, con astucia,
con garrote y seguidores fieles
agotaré y exprimiré todo lo
que a mi alcance esté.

Mi nombre es uno y todos
ascendí al trono de las mentes
para catapultarme al castillo
del odio y la amenaza.
Los que dictan leyes serán
mis intérpretes, los generales
mis marionetas; mi idioma
es universal y la pobreza,
mi salvación eterna.
Estoy sin ser, palpito sin latir
y muerdo sin dientes.

Oh, yo soy religión y obediencia
fantoche que camina observando.
Yo, el monstruo más temible,
estaré en todas partes;
habrá templos en mi nombre
donde la gente luchará y luchará
y yo siempre venceré…
Soy el verdugo y la cárcel,
la escuela y el banco,
el orden y el caos:
yo, el cementerio volátil.

No habrá sobre este mundo
Carta Magna que no me contemple
seré espurio y contagioso
senil y competitivo
confundiré a locos y sabios
trabajarán para mi,
matarán por mi, con la ciencia
motorizaré el gran plan.

No existirá lugar donde
no hablen de mi.
Las mujeres parirán
para darme más poder.
Yo, soy número y eficacia
control y matanza
suicidio y bonanza
ilusión y progreso.

Se elogiará la paz
a través de la guerra,
se firmarán pactos
que romperán para mi,
por propia decisión.
Yo fabrico armamento
y ofrezco libre albedrío.

Yo gobernaré con sangre
por los siglos de los siglos
y todos gritarán
a coro mi sinfonía, sin tregua.
No tengo secretos
porque lo oculto me pertenece,
las ánimas serán mi advertencia,
el desierto mi testigo,
el tiempo mi aliado.
La jerarquía daré para engañar
a idiotas y guerrilleros:
mi pirámide de cristal líquido
seducirá por doquier.

Hágase mi voluntad
porque yo seré grande y papel,
tintura y fábrica
omnívoro y terrestre.
No existo más allá del mundo,
no tengo terrenos en Marte,
mi poder es inerte en Júpiter,
pero aquí seré fuego, terremoto y agua…
No hay nada, yo seré todo.

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Reflexiones en torno a la guerra y el integrismo tecnológico

Publicada el 20/08/2008 - 07/09/2018 por raas

«… Hay que recuperar el mundo. Hay que dejar de fantasear sobre el más allá del mundo, sobre el más allá de la Tierra y sobre el más allá del hombre […] en cuanto a crear atmósfera artificial sobre la Luna o sobre Marte ¿a quién pretenden tomarle el pelo?.» Paul Virilio (1)

Por Loreto Echeverría

Conspiradores de lo viviente

El vizconde Étienne Davignon niega que el ya quincuagenario Bilderberg Group que él preside, constituya «una clase dirigente global». Tal cosa no existe. «Los negocios influyen en la sociedad y la sociedad es influida por la política… eso es puro sentido común». Se trata, nos explica, que se reúna gente «que tiene influencia interesada en conversar con otra gente influyente».(2) A sus miembros, todos en la cima de la jerarquía política-corporativa «occidental» (que comprende desde los presidentes del Banco Mundial y British Petroleum hasta los cinco mayores propietarios de prensa y el rey de Bélgica) suelen incorporarse futuros líderes elegidos por el Estado Llano. El gobernador de Arkansas Clinton y el parlamentario Blair ya estaban en el club, que según dicen, se inicia en Holanda en 1954 .

Con perfecta regularidad, el poder habla al poder, que con agenda desconocida ha de aceitar una de las «hélices mundializadoras»: «el cuatrimotor»: ciencia, técnica, industria e interés económico.(3)

¿Es el fenómeno Bilderberg la punta del iceberg?  Muy probable. Las teorías conspirativas, ejercicio que despierta tanto escarnio dentro del establishment académico, hoy apenas demandan elucubraciones. Porque si en un mundo globalizado los órganos directivos de las finanzas, la industria, los medios de comunicación sostienen «conversaciones» tan inaudibles como las de una logia masónica y cuyo contenido permanecerá secreto  in perpetuum ¿no es legítimo concluir que se está gestando un supra-estado en la sombra?

Por otra parte, ¿no es obvio que la Guerra Fría de los últimos 60 años ha moldeado la economía mundial como una economía de guerra bajo el comando de la tecnocracia militar-corporativa (TMC) y en consecuencia, impedido un efectivo funcionamiento democrático?

Ni las fuerzas de «disuasión» ni la «conquista» espacial, que siguen marcando la carrera armamentista en la era post-soviética, permiten una economía justa o una democracia genuina. La nuclearización en sí despoja a la sociedad civil de parte importante de su capacidad de escrutinio (baste recordar lo sucedido en Kashiwazaki, en las cercanías de Tokio, en julio pasado; véase recuadro). La complejidad de la tecno-ciencia, que espanta tanto como asombra, deja al margen del debate a la mayor parte de la clase política, que no sabe ni contesta. Y algo parecido pasa en la brumosa esfera financiera, progresivamente más ininteligible, aun para los «expertos».

La patria extraterrestre

En estos años de guerras frías y sangrientas, de déficit incontrolable, de mega bancarrotas, Washington, fiel a su propia lógica autística, ha alentado con obstinado celo la aventura espacial, piedra angular de todo tecno-utopismo. A pocos meses de «la caída» de Bagdad se lanza la Declaración de la Luna, entre cuyos signatarios (estadounidenses en abrumadora mayoría y con la conspicua ausencia de China) figuran Boeing y Lockheed Martin. El documento es elocuente: necesitamos de nuestro satélite, no sólo por sus recursos de agua y energía, sino como un refugio en caso de catástrofe (4) y finaliza con una romántica proclama: «nuestra visión es la de una humanidad expandiéndose en el espacio en un viaje sin término».(5)

Conscientes que sin robots la colonización del espacio es inviable, los arquitectos de la Declaración subrayaron que el progreso en este campo era fundamental. Rodney Brooks, «Panasonic Professor» de robótica en MIT, figura cumbre en la inteligencia artificial (IA) y un militante ferviente de la astronáutica, ha dedicado sus mejores esfuerzos a construir robots para misiones espaciales. Su objetivo, sin embargo, va más allá de la creación de máquinas que nos abran el camino en el sombrío espacio estelar. Lo que busca el profesor Brooks es «alterar nuestra percepción de las capacidades potenciales de los robots»

En su popular libro Cuerpos y máquinas: de los robots humanos a los hombres robot (6) explora «la recíproca conexión entre humanos y sus hermanos tecnológicos» («Technological Brethren»), e impugna indignado la concepción que tenemos de nosotros. «Nos hemos programado» afirma, para creer que constituimos seres únicos, cuando nuestro cuerpo «es una masa de biomoléculas», una máquina que actúa de acuerdo con reglas específicas. De ahí se infiere que debamos mirar a los robots con ojos fraternos.

Su «biologicismo» es paradigmático de lo que E. Morin y su escuela (Asociación para el pensamiento complejo, APC) denominan «la cosmovisión unidimensional de un pensamiento simplificante y reduccionista».(7) Y que entendemos como la ideología dominante de la TMC en general y del alto sacerdocio de la IA en particular.
En sus antípodas, la antropolítica, el movimiento ciudadano que percibiendo a la Tierra como «la casa de todos» reacciona «contra los efectos de una civilización reducida a lo cuantitativo, el dinero, lo prosaico y lo agresivo».(8)

Un caso interesante de esta reacción contra la TMC es el de James Hansen, director del Instituto Goddard de la NASA a quien la administración Bush ha tratado de silenciar. Décadas atrás, a raíz de sus investigaciones climáticas de Venus, Hansen fue uno de los primeros en hacer sonar la alarma respecto al calentamiento global, advirtiendo que «nuestro modo de vida es insostenible» y que si no hay cambio de rumbo inmediato, el daño será irreparable.(9) Reconoce el interés científico que encierran Venus y Marte, pero no vacila en enfatizar que el planeta en el que vivimos «es más importante» y que tenemos «una obligación hacia nuestros hijos y nietos» . Para este rebelde que ha abandonado la nave de los locos es «esencial» que la comunidad científica pueda establecer una comunicación directa con la gente, ya que «la preocupación pública es probablemente lo único capaz de imponerse a los intereses corporativos que han confundido (obfuscated) el tema».(10)

Confrontado por C. Gracie a la pregunta de si hay o no «una conspiración en el corazón del establishment norteamericano», Hansen (quien ha sido amordazado y sujeto a implacable vigilancia como es de público conocimiento) soslaya el término «conspiración» y se limita a denunciar manipulación de información y «fraude científico». Su insistencia en que ni el Congreso ni la ciudadanía están siendo debidamente informados sobre una situación próxima a escapar a todo control es muy reveladora.

Fraude jurídico: derechos robóticos y corporativos

Los desarrollos en el campo de la biónica y de la IA nos aproximan con celeridad al advenimiento del «robo sapiens». Lo más notable de todo, sin embargo, es la mutación que parece estar sufriendo el robot en el imaginario colectivo y en consecuencia en el concepto de lo humano. David Levy de la Universidad de Maastricht en Holanda profetiza que habrá matrimonios «legales» entre hombres y robots. Tal vez a mediados de este siglo en los EE.UU.(11)

Una revolución que según él es similar a la suscitada por la primera unión interracial en EE.UU. o entre individuos del mismo sexo («Live science», 12-10-07). Las proyecciones políticas y jurídicas que intenta darle la TMC son también escabrosas. Debido a que se espera, como una suerte de fatalidad cósmica, «la llegada» de las máquinas autorreplicantes, evolutivas y autónomas, el gobierno de Blair («New Labour») financió una curiosa investigación. A través de una organización gubernamental (The UK Office of Science and Innovation’s horizon Scanning Centre) encargó a diversas consultoras y «think tanks» (Outsights, Ipso Mori, Institute For The Future) dilucidar el status jurídico que los robots, como «sentient machines» podrían adquirir dentro de las próximas décadas. El estudio, publicado a fines de 2006, concluye que si los robots desarrollan conciencia y son capaces a su vez de generar IA, requeriremos «reglas éticas» que regulen nuestra interacción. El sueño del profesor Brooks se haría realidad: tendremos que amarlos como a nosotros mismos. «La sociedad «, nos advierten, «tendría el deber de cuidar a estos nuevos ciudadanos digitales», contribuyentes con derecho a voto y «quizás», ¡sujetos a servicio militar obligatorio!

Esto a su vez ha abierto otros debates. En el programa «Reporting Religion» de la BBC, Dan Demon entrevistó en julio pasado a un «experto» sobre el tema, Ronald Arkin, un roboticista de Georgia Institute of Technology, Atlanta, EE.UU. ¿Cómo enseñarles los principios de la Guerra Justa y quienes serían en última instancia los responsables de sus actos? Porque un error mecánico podría convertirse en «crimen de guerra», pero Arkin nos tranquiliza. Los robots, desprovistos de emociones, tendrían un mejor desmpeño que los humanos, circunscribiéndose a «blancos legítimos».(12)

En este contexto de enajenación y necrofilia es muy natural que en el seno del universo corporativo las empresas estén demandando derechos comparables a los que, en teoría, el sistema democrático garantiza a las personas. «Puede que las grandes corporaciones no respiren, ni hablen ni coman, pero ellas ahora están utilizando la legislación de derechos humanos para exigir protecciones y libertades legales».(13) Por muy exiguo que sea nuestro conocimiento respecto al círculo de Bilderberg estamos en posición de hacer un pronóstico: su «quehacer» será cada vez más siniestro y destructivo. Junto con corromper absolutamente, el poder absoluto también enloquece por completo…

El soldado-máquina

Las dificultades de reclutamiento, las incesantes deserciones, el costo de las fuerzas mercenarias, etcétera, han forzado al «mundo civilizado» a una creciente tecnificación de la guerra. Foster-Miller corp. dio a luz «EL ROBOT GUERRERO», capaz de perseguir y atacar al enemigo (BBC Report: US  plans «robot troops» for Iraq, 23-1-05). Aún suponiendo cierta exageración con fines propagandísticos, la tendencia es clara. Recientemente el Ministerio de Defensa británico convocó, con tentadores premios y fondos, a un concurso para seleccionar los mejores robots destinados a incorporarse a las filas (BBC Report: «Robots battle for military prize», J.Fildes, 31-7-07)

Por otro lado, el sinnúmero de combatientes que han sufrido amputaciones ha conducido a sorprendentes logros, bien publicitados en la web por el Departamento de Defensa de EEUU. Ahí podemos observar, por ejemplo, cómo un ingeniero biomecánico enseña al sargento Ramón Padilla a usar armas de fuego con su prótesis, ya que de lo que se trata ahora es de «reciclar» el reducido contingente disponible: re-habilitar y reintegrarlos en el frente.

En Escocia Touch Bionics ha manufacturado «una mano biónica completamente funcional» que se ha colocado con éxito en los ex-soldados. Y la American Forces Press Service anunció, también en julio, prótesis con un avanzado sistema, provisto de mayores sensores y velocidad y de mejor memoria, para  2009.

Terremoto

En el terremoto del 16 de julio de 2006 la mayor central nuclear del mundo, la de Kashiwazaki-Kariwa (proveedora del 12 % del consumo eléctrico de Tokio) –ahora cerrada “por reparaciones” –, sufrió daños desastrosos: incendio, decenas de agrietamientos y múltiples escapes radioactivos, contaminando agua, suelo y atmósfera. La Tokyo Electric Power Co. guardó silencio sobre lo ocurrido y la globalización se encarga de que el «incidente» y sus indeterminadas víctimas caigan en el olvido.

notas:
1) P. Virilio, Cibermundo ¿una política suicida?, Dolmen, Stgo. 1997, p. 83.
2) Bill Hayton , «Inside the secretive Bilderberg Group», BBC REPORT: 29-9-05.
3) Edgar Morin, E. Roger Ciurana y R.D. Motta, Educar en la era planetaria, Gedisa , Barcelona 2003, p. 11. La otra “hélice mundializadora” es: “las ideas humanistas y emancipadoras del hombre”.
4) Véase mi nota «La Carrera Espacial: control cibernético y fiebre sideral», Futuros n· 7, primavera-verano 2004-2005, pp. 33-35.
5) Conferencia Lunar Internacional 2003. «The Hawai Moon Declaration». Días después Bush visita la NASA y autoriza financiamientos para exploraciones a la Luna y a Marte, obteniendo un incremento presupuestario para la agencia «más allá de la tasa de inflación». Guardian Weekly, 15-22 enero, 2004.
6) Ediciones B.  Título original: Flesh and Machines: how robots will change us ( Feb. 2002).
7) E. Morin, ob. cit,  p. 73
8) Ibíd , p. 110.
9) C.Gracie en «The Interview», BBC World Service Radio, 16-9-07.
10) Ibíd. Véase además la entrevista a Hansen de Andrew Revkin, 29-1-06.
11) Financial Times, 19-12-06,  BBC World Service News, «Robots could demand legal rights», 24-12-06.
12) Reporting Religion, 29-7-07.
13) «On a legal absurdity», columna de G. Monbiot, Guardian Weekly, 19-25 oct. 2000.

Publicado en revista Futuros nº11, primavera-verano 2007, Río de la Plata. https://revistafuturos.noblogs.org

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HAARP: los ‘músicos’ que nos quieren hacer tocar el arpa

Publicada el 17/08/2008 - 07/09/2018 por raas

Desde hace unos años han recrudecido las notas que señalan algo tenebroso alrededor del proyecto HAARP, un engendro de los militares estaodunidenses para el control del clima con fines militares.

Por Luis E. Sabini Fernandez
luigi14@gmail.com

Las notas de quienes se han tomado el trabajo de recopilar elementos sobre el proyecto High-Frequency Active Aural Research (Programa de investigación activa de alta frecuencia de la aurora), que es a su vez parte del programa estratégico mayor, Guerra de las Estrellas, apuntan todas ellas a “preocupaciones”, indicios, atisbos, de semejante estrategia, que, faltos de pruebas de alguna concreción, se limitan a hacer un diagnóstico preocupante y a la vez quieren evitar presentar cargos que, sin verificación a la vista, puedan convertirse en flancos débiles a cualquier reacción. Por infundio, calumnia, etcétera.

“Nuestro” estimado Michel Chossudovsky (1) en un trabajo de 2005 ubica el origen de tales proyectos en 1992. (2) Otro estudioso del tema, Nick Begich, (3) en coaturía con Jeane Manning, en cambio, rastrea orígenes de estos planes en la década del 50, algo en lo que coincide el grupo-e en otra presentación reciente. (4)

Públicamente, como aclaran Begich y Manning en su trabajo, HAARP “da la impresión que se trata de un proyecto académico con el objetivo de modificar la ionosfera para mejorar la calidad de nuestras comunicaciones. Sin embargo, diversos documentos de origen militar expresan más claramente que el objetivo de HAARP es aprender a “explotar la ionosfera al servicio de los propósitos del Ministerio de Defensa [sic]”.
Lo cierto es que la Universidad Fairbanks, de Alaska, está empeñada en investigaciones de manipulación atmosférica sin precedentes desde los estallidos de las bombas atómicas.

Se estima que este programa, tan celosamente custodiado por los militares estadounidenses les permitiría proveerse de un tomógrafo cubriendo todo el planeta con el cual verificar a quien lo instrumente si hay o no proliferación nuclear, por ejemplo. Asimismo se podría rastrear aviones volando a muy bajo nivel o cruceros misilísticos, superando así las viejas formas de detección. El manejo de HAARP según sus titulares también habilitaría asegurar mejores y más amplias comunicaciones en áreas extremadamente extensas.
Pero ésas son las “actividades legales” o “a la vista” del proyecto. Para algunos científicos un uso desconsiderado de ondas electromagnéticas, incluidas en los proyectos HAARP, podría incluir cataclismos ambientales.

Antecedentes no faltan. Precisamente en vísperas de lo que cambió el estilo político del planeta con la “guerra al terrorismo” inaugurada en el WTC, el Weekly Telegraph en su edición (semanal) que salió el 5 de setiembre de 2001, reveló “un experimento que se había mantenido oculto en Inglaterra en 1952, y que luego de casi medio siglo salía a luz gracias a la puesta a disposición del público de información del estado hasta entonces confidencial”.
Un aguacero cayó entonces en una pequeña población del sur inglés, Lynmouth, “matando a 35 personas en una sola noche”. El artículo remata: “puede no haber sido un desastre natural”.

Los documentos oficiales hasta entonces confidenciales han permitido conocer planes de la RAF [Fuerza Aérea militar británica] para “precipitar precipitaciones” valga la cacofonía. Algo que las autoridades habían estado negando reiteradamente, pese a atisbos presentados por diferentes ex-miembros de la RAF.

El Ministerio de Defensa británico sostuvo tras lo publicado en el 2001 que no se pudo tratar de una tormenta inducida, y por lo tanto rehuyó toda responsabilidad por los 35 muertos, puesto que los estudios para modificar el clima no empezaron hasta 1954. En resumen: por un esguince cronológico de dos años, el gobierno excusaba toda responsabilidad pública, estatal… Dos años con el paso de las décadas parece una minucia, un esquive poco digno. Para remate, la BBC, al poner a luz los documentos antes secretos reveló que el Archivo Nacional británico se refería a experimentación e inducción climática… entre 1949 y 1955, lo cual es totalmente coherente con el comienzo de la Guerra Fría, pasada la cortísima primavera de posguerra. Tan enmarcados en la Guerra Fría estaban tales planes que en ellos se puede leer que la inducción de lluvias torrenciales estaba pensada “para entorpecer la marcha del enemigo” y ”para incrementar el cauce de los ríos e impedir su franqueo al enemigo” (programa radial de fines de agosto de 2001, BBC Radio 4, cit. p. Weekly Telegraph, ibíd.).

Para terminar con los esquives de responsabilidad institucional, el mismo artículo nos recuerda que a su vez el Science Monitor atribuye los primeros experimentos para desencadenar lluvia a la década de los ’40 en EE.UU. bajo el nombre “Project Cirrus”, conducido por General Electric y encabezado por Irving Langmuir, premio Nobel en Química del año 1932, un especialista en el estudio de las nubes, en la creación de aparatos de descarga de electrones, bombas de vacío, soldadura de hidrógeno atómico y en la producción artificial de lluvia…

Pero no se trata sólo de investigar cuán lejos se ha llegado con el proyecto HAARP, y desde cuánto tiempo se ha estado trabajando en ello. Se trata de ver la mentalidad dominante en las capas militares que procuraron adueñarse del planeta en 1945, que tuvieron un cierto eclipse, por empate al menos aparente de fuerzas con el bloque soviético durante la Guerra Fría, y que a partir de los ’90 otra vez se han sentido los amos indiscutidos, excluyentes.

En un período geopolíticamente similar a éste que estamos viviendo, de unipolaridad, que va de mediados de los 40 hasta comienzos de los ’50 (en 1952 la URSS detona su primera bomba de hidrógeno y se acaba la primacía que creían haber cosechado los estadounidenses para un largo período…), el mundo, igual que ahora, estaba pletórico de candidatos a confrontar con la hegemonía norteamericana. En aquel entonces, todavía “calientes” los planteos racistas (aunque erradicados del vocabulario, junto con la caída ignominiosa del nazismo), los militares se dedicaron a buscar armas étnicas, por ejemplo. De esa época son precisamente el Proyecto Cirrus y la Operación Cumulus.

La necedad y el racismo fueron tan consustanciales al militarismo estadounidense, que había entrevisto con la segunda posguerra el principio de su universalización, que gastaron millones en procurar rastraer virus o bacterias que dañaran a las razas “negra” o “amarilla” dejando indemnes a los blanquitos. Uno de esos proyectos se denominó “Who, me?” e imaginaba encontrar sustancias que vertidas al aire (en un aeropuerto, por ejemplo) hicieran que un chino o un jap despidieran un olor apestoso que por supuesto, presuponían, no iba a desprenderse de los cuerpos blancos. El proyecto, con cierta lógica, aunque también afortunadamente, no encontró las ansiadas sustancias, pero da cuenta de la mentalidad de los dueños del poder, mentalidad que por cierto perdura por encima, o debajo, de coyunturas polìticas o cambios epocales. Salió a luz cuando algunos de los experimentos militares terminaron con la vida de algún civil de los rociados en espacios públicos con sustancias de experimentación y sin aviso, es decir usando a su población como cobayos.1 Cuando los papeles confidenciales de aquella época salieron a luz, en la década de los ’80, se tuvo un panorama de la amplitud de las técnicas militares puestas al servicio de la preponderancia estadounidense.

También la soberbia caracterizó la estrategia militar norteamericana.
La ingeniería genética, por ejemplo, fue entrevista como la posibilidad inagotable de producir agentes patógenos irresistibles, mediante modificaciones genéticas que los hicieran irreconocibles a las defensas biológicas naturales, tradicionales o adquiridas mediante medicamentos. Hay frases que dan el sentido de esa aspiración al poder absoluto: “La ingeniería genética empuja el potencial de crear patógenos nuevos hasta el infinito”; “La barrera moral para la guerra biológica ha sido franqueada”, la primera pertenece a un “informe” del Depto. de Defensa [sic] de EE.UU., en general más conocidos, vaya uno a saber por qué, por sus funciones ofensivas, y la segunda, una escaramuza ética del director de la CIA de los ’80, suponemos que etólogo William Webster…
Los proyectos étnicos, así como los bioquímicos pertenecen exactamente a la misma época que el Proyecto Cirrus y la Operación Cumulus que hemos espigado.

Y es a la luz del modus operandi, sistémico, de los mandos militares estadounidenses que tenemos que juzgar la posibilidad, la probabilidad, la certeza de estrategias de dominio climático, de poder militar a través de modificaciones climáticas.
Integrar entonces los datos fraccionados que se conocen, como los que presentamos sucintamente, con esta estrategia o cosmovisión con aspiraciones al dominio planetario que ha caracterizado a la élite de EE.UU. y que, de alguna manera, ha tenido éxito en llevarla a cabo. Con las armas sofisticadas que estamos repasando, con las más tradicionales de los bombardeos o sencillamente con el poder cultural que han sabido diseminar en el mundo entero, al punto que hoy en día podemos hablar, mal que nos pese, de una americanization de, en mayor o menor medida, todas las sociedades humanas.

El antídoto está en nosotros. Conciencia, resistencia, forja de otros vínculos. No aceptar que un país sea doblegado mediante el clima. Como tampoco deberíamos aceptar que fuera doblegado por hambre o enfermedades, como el sur sahariano, o por los bombardeos, “convencionales” o nucleares. Perdimos con Irak. No deberíamos perder con Irán. El universo de los agresores debería ser conmovido por nuestra reacción: no se puede agredir impunemente y proseguir “como si nada”, la “vida cotidiana”. La de ellos, y la nuestra.

notas:
1) “Falsedades globales: como el BM y el PNUD distorsionan las nociones de pobreza planetaria”, futuros, nº 2, invierno 2001.
2) “La nueva «arma de destrucción masiva», manipulación del clima con fines militares”, Global Research, Canadá.
3) “The Military Pandora’s Box”, www.haarp.net
4) El proyecto HAARP o la tierra en peligro www.formarse.com.ar/conspiraciones/proyecto_haarp.htm

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