«Pocas personas le hicieron caso (a James Lovelock) y se impuso nuestro complejo de dioses. Ahora, cuando las abejas y otros insectos están desapareciendo, todo aquello de lo que él advirtió hace décadas parece mucho más urgente. Con nuestra arrogancia estamos destruyendo las condiciones para la vida avanzada. Si no paramos pronto, el planeta se deshará de nosotros y retornará a una etapa anterior de su evolución. Empezará de nuevo, sin nosotros, mientras la flora y los microbios vuelven a recrear gradualmente –a lo largo de eones– las condiciones favorables para formas de vida superiores. Pero la relación mecánica y abusiva que tenemos con nuestro planeta reproduce la que tenemos con nuestros cuerpos y nuestra salud. El dualismo nos ha animado a pensar que el cuerpo es un vehículo carnoso que, al igual que los de metal, necesita intervenciones regulares desde el exterior, un servicio de mantenimiento, un repintado o una renovación. La pandemia solo ha servido para subrayar estas tendencias malsanas». Jonathan Cook* (2021)
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En nuestro apuro por conquistar la naturaleza y la muerte, hemos creado una nueva religión de la ciencia
En la década de 1880, el matemático y teólogo Edwin Abbott trató de ayudarnos a comprender mejor nuestro mundo describiendo uno muy diferente al que llamó Flatland (Planilandia). Imagine un mundo que no es una esfera que se mueve a través del espacio como nuestro propio planeta, sino más bien una gran hoja de papel habitada por formas geométricas planas y conscientes. Estas personas de forma pueden moverse hacia adelante y hacia atrás, y pueden girar a la izquierda y a la derecha. Pero no tienen sentido de arriba o abajo. La sola idea de un árbol, un pozo o una montaña no tiene sentido para ellos porque carecen de los conceptos y experiencias de altura y profundidad. No pueden imaginar, y mucho menos describir, objetos que nos son familiares.
Por Jonathan Cook*
19 de abril de 2021
¿Tenemos tiempo y sabiduría suficiente para evitar la catástrofe?
El día 8 de agosto de 2021 el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó su informe, que se hace cada dos años, sobre la situación climática de la Tierra, fruto de la investigación de más de cien expertos de 52 países. Nunca el documento tuvo tanta claridad como ahora, a diferencia de los informes anteriores. Antes se afirmaba que era un 95% seguro que el calentamiento global era antropogénico, es decir, de origen humano. Ahora se sustenta sin restricciones que es consecuencia de los seres humanos y de su forma de habitar la Tierra, especialmente, por causa del uso de energías fósiles (petróleo, carbón y gas) y de otros factores negativos.
Por Leonardo Boff*
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