«La urbe contagia la pandemia de las pandemias porque, en realidad, a las capitales se las ha reducido casi exclusivamente a la categoría de espacio de consumo. Por tanto, su objetivo, querido o no, consciente o subliminal, es consumirlo todo, incluso a los consumidores. Las urbes son el cerebro del mundo y de las sociedades humanas. Pero el corazón sigue siendo la Naturaleza.
Esa que funciona desde hace millones de años, de acuerdo con una expresión de algunos filósofos presocráticos que podría ser calificada de una de las más brillantes de la historia: ‘de nada demasiado’ (nequid nimis). Para ir del mucho de todo al de nada demasiado no hay más remedio que ecologizar la urbe. Abrir nuestra cabeza a nuestro corazón». Joaquín Araújo* (2000)
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