«Vivimos en un mundo desconfigurado, un mundo que lo sentimos atravesado por la tragedia y que ha llevado a la sensación de vulnerabilidad y de vacío cuyos efectos son producir un traumatismo que toma dimensión colectiva. (…) De allí las características propias del sujeto en la violencia destructiva y autodestructiva. Esta situación ha llevado al vaciamiento de la subjetividad que deviene en un imaginario social en el que sólo existe la libertad de tener y el poder de dominar.». Enrique Carpintero* (2024)