Presentación en castellano de Earnest Pavesip sobre un texto escrito en 1908 por Jan Vaclav Makaiski. Serie aparecida en diferentes números de la revista Futuros.
Por Earnest Pavesip
El por qué de este texto «vetusto»
Presentamos un texto de JanVaclav Majaiski (1866-1926), un polaco nacido bajo el imperio de los zares y que vivió toda su vida en la Rusia, ya sea imperial clásica o en la neoimperial soviética. Muere de un infarto –algo que según sus allegados le ahorró una purga segura e inminente–, trabajando como corrector en las imprentas del estado-partido.
Sin pretender ser exhaustivos, no conocemos traducciones al castellano de sus numerosos trabajos, lo cual no deja de ser significativo, dada la importancia de sus reflexiones, el carácter crítico y fermentario de sus análisis. Al punto que Lenin llegó a polemizar con él en los tiempos en que la izquierda rusa se permitía los debates públicos (es decir, antes de 1917).
Nuestra presentación está motivada por la actitud más opuesta que podamos albergar a un panegírico, a una actitud de seguidismo. Los cien años que median entre la realidad que él vivió y sobre la que procuró actuar, y la nuestra, revelan la enorme distancia que tenemos en visiones políticas, expectativas, actitudes, creencias porque sin duda vivimos realidades muy distintas. Visiones tan dispares de la economía, la revolución o la familia, para nombrar tres configuraciones conceptuales francamente separables nos permiten verificar esas distancias.
Pero lo que creemos que está absolutamente en pie es su osadía intelectual, su penetración para desnudar naturalezas engoladas y escamoteadas en tantos sectores de la izquierda de su época… algo que tanto necesitamos en la nuestra.
Hacer una crítica de la izquierda desde la izquierda no es tarea fácil. Sus razones tuvieron una dramática vigencia durante un siglo; el colapso soviético descentra el peso de su crítica; el socialismo ya no es lo que era. De todos modos, su tesis principal, de que el socialismo no es sino la ideología enmascaradora del proyecto de tantos intelectuales de sustituir a la burguesía como clase o capa dominante tiene de alguna manera una corroboración siquiera indirecta en el fenómeno que corroe a las capas intelectuales en todas partes desde el desmembramiento del «campo socialista». La increíble agudeza de la crítica majaiskiana durante casi todo el siglo XX se ha trasmutado desde los noventa en dos sentidos: pierde vigencia pero confirma su tesis.
Basta ver el trasiego de tantos intelectuales otrora socialistas a las carpas bien remuneradas del neoconservadurismo mal llamado neoliberalismo, su integración en esos organismos «de nuevo tipo» llamados oenegés, a veces con el corazón a la izquierda, pero demasiado a menudo con el bolsillo a la derecha, y tantos otros fenómenos que nos muestran el entramado de poder y conocimiento que tan bien supo exponer Majaiski.
Es curiosa, sintomática y penosa la ausencia prácticamente total de este trabajador polaco, perseguido y encarcelado, en los debates políticos de todo el siglo XX en el mundo de habla castellana. Porque, además, cuando uno habla del s. XX, es inevitable hablar de socialismo. Y el alineamiento de fuerzas, al menos hasta 1990, fue el de pre-suponer a la derecha como burguesa, capitalista, antisocialista y a la izquierda como socialista más o menos anticapitalista en sus tan diversos ropajes.
Majaiski rompió ya en los albores del s. XX con esa falsa dicotomía. Haber omitido sus reflexiones ha dificultado reconocer los vicios, las falsedades ideológicas del campo socialista desde el pensamiento crítico, paradójicamente esclavizado por sus propios puntos de partida presuntamente revolucionarios.
Esta debilidad autocrítica por cierto trasciende la cortedad intelectual del mundo hispanohablante porque es un fenómeno de mucho mayor alcance. Porque también hay que saber que aunque existieron ediciones en francés o inglés (y tal vez en ruso, polaco), se trataron siempre de rara avis.
Se pueden reconocer varias vías de escape o de solución a la crisis de los noventa por parte de los intelectuales ex-orgánicos o ex-intelectuales ahora orgánicos. Unos, anteponiendo la «fuente de trabajo» a cualquier otra consideración, han abandonado «la revolución y sus inmediaciones» y han encontrado en el sistema de poderes establecidos sus lugarcitos al sol, procediendo a una democratización, liberalización u occidentalización de sus almas.
Hay un segundo grupo, que se ha replegado y mantiene en rescoldo los viejos calores, a la espera de un reverdecimiento que vuelva propicio el retorno a «la lucha por el socialismo».
Tal vez estos dos sean los comportamientos más abundantes, pero creo que existe otra constelación, más arduamente asible por sus características menos nítidas, menos instrumentales, más actitudinales: es el de la cantidad de militantes, de críticos, de gente inquieta que han abandonado todo programa de cambio, de modificaciones sociales para acercarnos a una vida más vivible, pero que no trasmutan la vieja derrota en un aggiornamiento profesional ni un repliegue «táctico» sino en una verdadera crisis acerca de la sociedad. En un desnudamiento. Lo cual no es sino una crisis acerca de qué es el mundo y cómo se transforma. Para estos agónicos, Majaiski puede ser un removedor, pese a su pérdida de vigencia (definitiva o transitoria, porque hay también quienes insisten en que este triunfo del neoconservadurismo, este retorno al capitalismo manchesteriano de hace dos siglos no es sino un paréntesis, convicción que el que suscribe no comparte).
Entendemos que Majaiski puede aportar a las sendas del «pensamiento alternativo» como muchos califican a lo que procura oponerse al «pensamiento único», el que procura persuadirnos de que el doctor Pangloss tenía razón…
Su desnudamiento del «paraíso socialista» diez años de 1917 es sencillamente estremecedor Lo mismo puede decirse de su perspicacia para ver el papel que en una perspectiva revolucionaria, los intelectuales se atribuyen a sí mismos y le atribuyen a otros. Percibir y denunciarlo décadas antes de que plasmara el intelectual orgánico en el estado soviético, en un amplísimo despliegue que cubre desde Trotski con sus proyectos de trabajo forzado, Zhadov con su realismo socialista, pasando por Neruda con su Oda a Stalin y por Liberman explicando durante el posestalinismo porqué los apparatchik tenían que tener ingresos varias veces superiores a los de obreros, es francamente notable. Qué decir de su acercamiento a la noción del conocimiento como poder, ciertamente muy elaborado en la segunda mitad del s. XX por estudiosos como Foucault, pero analizados por Majaiski con singular acierto medio siglo antes…
Un advertencia final sobre los múltiples corchetes que señalan pasajes ausentes. Alexandr Skirda, el editor de la selección de trabajos de Majaiski del cual hacemos esta extracción, en 1979, en plena época en que el socialismo estaba o parecía estar en auge (Vietnam y Afganistán tenían entonces luces muy distintas a las actuales) explicita que ha editado los pasajes «más actuales y pertinentes». En el pos-«socialismo real», tras el colapso soviético y en un mundo unipolar la actualidad del texto de Majaiski se ha reducido, ha incluso cambiado de sentido. Ya no va a servir, como cuando fue pensado y escrito, para analizar las posiciones y los ardides de la ideología socialista, pero bien nos puede servir para analizar otras ideologías, el papel de los intelectuales en los sistemas de dominación (¿intelectuales orgánicos de qué?) y otras cuestiones que es mejor ir dejando libradas al lector.
Publicado en revista Futuros nº6, verano de 2003-2004, Río de la Plata. https://revistafuturos.noblogs.org
Artículos de Jan Vaclav Majaiski:
La ciencia socialista, nueva religión de los intelectuales
La conspiración obrera
La conspiración obrera (2º parte)