Asistimos al afianzamiento -sobre todo en el mundo occidental- de un modelo de autoritarismo democrático como estrategia de gestión frente a la progresiva inestabilidad e incertidumbre de un sistema que hace aguas por diferentes lados (conflictos y crisis sociales, políticas, económicas, ecológicas,…), pero que parece no estar todavía en situación de hundirse. El fascismo amable (mezcla de autoritarismo y seducción) impone sus reglas de infantilización y alienación consumista, de vaciamiento de la capacidad de pensar y vivir autónomamente, de descomposición social y deshumanización. Los mecanismos de seducción tratan de invisibilizar, insensibilizar o, cuanto menos, generar impotencia y resignación frente a las transformaciones y cambios de la realidad y frente a los horrores que suceden dentro y fuera de los muros del primer mundo.
Estos cambios modelan un panorama de creciente represión y control social que se aplican y se visualizan de forma ejemplarizante sobre sectores estigmatizados (inmigrantes, terroristas,…), pero cuya proyección es el disciplinamiento del grueso de la población. El terrorismo económico-militar y la gestión del miedo, el desarrollo de las tecnologías de control (implantación de ficheros de datos, biometrías, videovigilancia, etc.) y los cambios legales (endurecimiento de las legislaciones penales, restricciones en los flujos migratorios procedentes del tercer mundo, etc.) configuran un conjunto de medidas que pretende tanto prevenir factores de desestabilización como aplastar a aquellos sectores considerados como peligrosos para el status quo.
Euskal Herria es un ejemplo diáfano de estas transformaciones: una sociedad primermundista más o menos acomodada en lo económico en la que se da un proceso de represión política de gran calado contra un sector social criminalizado en su conjunto. Detenciones, torturas, montajes y procesos judiciales y encarcelamientos, labor educativa de pacificación y normalización y guerra mediática son las estrategias utilizadas por el estado en un espacio que por su amplitud y complejidad sirve de laboratorio para amplias estrategias de control social, que aunque obscenas y atentatorias contra los propios principios democráticos y los derechos fundamentales, consiguen (sobre todo fuera del País Vasco, pero también dentro) una amplia legitimación ciudadana tanto por activa como por pasiva.
La izquierda abertzale, por su dimensión y su dinámica política es el blanco fundamental de este ataque. Este hecho se ve facilitado por viejos y graves errores políticos y por las carencias éticas derivadas en buena medida de la práctica armada. Sin embargo, la estrategia de fondo es mucho más amplia y pretende borrar o mutilar las ideas y prácticas que tratan de salirse de la vía muerta del marco democrático como fachada de un capitalismo convertido en fatalidad. Como ejemplo, la lucha contra el TAV muestra de forma clara el conflicto entre la maquinaria de la democracia capitalista y la capacidad de resistencia como forma activa de ejercicio de la libertad y la dignidad. El autoritarismo democrático no va a permitir que sus proyectos sean cuestionados más allá del simulacro o la marginalidad. Cuando se desbordan los límites del espectáculo, de la libertad vigilada, el sistema reacciona con las armas que precise en cada momento. En este caso, con la criminalización y la conversión de toda oposición en fenómeno terrorista (tal como ha ocurrido con el sumario 18/98+).
La erradicación de la violencia y el imperio de la paz se convierten en los iconos de este sistema orwelliano que se basa en la violencia estructural (desde los accidentes laborales hasta la guerra de Afganistán) y en la sistemática manipulación del lenguaje. Es un lavado de cerebro que trata, en el fondo, de anular la capacidad de resistencia frente a las injusticias, que siempre tiene que sobrepasar los corsés que impone el sistema -tanto ideológicos como prácticos- para poder conseguir sus objetivos. No hay cambios reales sin riesgos ni sin costos, pero tampoco sin la capacidad de generar ejemplos prácticos de acción y referencias éticas que de alguna manera prefiguren algo mejor al margen de lo que nos depare la lucha, que es en sí misma un medio y una parte fundamental de nuestra vida.
Editorial de la revista Ekintza Zuzena nº 35
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