«Según nuestros más anteriores, al cielo hay que sostenerlo para que no se caiga. O sea que el cielo no mero está firme, sino que cada tanto se pone débil y como que se desmaya y se deja caer así nomás como se caen las hojas de los árboles y entonces puras calamidades que pasan porque llega el mal a la milpa y la lluvia lo rompe todo y el sol castiga al suelo y es la guerra quien manda y es la mentira quien vence y es la muerte quien camina y es el dolor quien piensa. Dijeron nuestros más anteriores que así pasa porque los dioses que hicieron el mundo, los más primeros, tanto empeño pusieron en hacer el mundo que, después de terminarlo, ya no muy tenían fuerza para hacer el cielo o sea el techo de nuestra casa y le pusieron ahí nomás lo que se les ocurrió y entonces el cielo está puesto sobre la tierra nomás como un techo de ésos de plástico. Entonces el cielo no está mero firme, sino que a veces como que se afloja. Y has de saber que cuando esto pasa, se desarreglan los vientos y las aguas, el fuego se inquieta y la tierra da en levantarse y caminarse sin encontrar donde estarse sosiega.»
Por Subcomandante Insurgente Marcos
México, Julio del 2003.
Por eso dijeron los que antes de nosotros se llegaron, que, pintados de colores diferentes, cuatro dioses se regresaron al mundo y, haciéndose gigantes, se pusieron en las cuatro esquinas del mundo para agarrarlo al cielo para que no se cayera y se estuviera quieto y bien planito, para que sin pena lo caminaran el sol y la luna y las estrellas y los sueños. Pero, también cuentan aquellos del paso primero en estas tierras, que a veces a uno o a más de los bacabes, los sostenedores del cielo, como que le entra su sueño y como que se duerme o se distrae con alguna nube y entonces no lo tensa bien su lado del techo del mundo o sea del cielo, y entonces el cielo o sea el techo del mundo como que se afloja y como que se quiere caer sobre la tierra, y el sol y luna ya no tienen plano su camino y las estrellas igual.
Así pasó desde el principio, por eso los dioses primeros, los que nacieron el mundo dejaron encargado a uno de los sostenedores del cielo y él debe estarse pendiente para leer el cielo y ver cuando empieza a aflojarse y entonces este sostenedor debe hablarle a los otros sostenedores para que despierten y vuelvan a tensar su lado y las cosas se acomoden de nuevo. Y este sostenedor nunca duerme, siempre debe estar alerta y pendiente para despertar a los demás cuando el mal se cae sobre la tierra.
Y dicen los más antiguos en el paso y la palabra que este sostenedor del cielo lleva en el pecho colgado un caracol y con él escucha los ruidos y silencios del mundo para ver si todo está cabal, y con el caracol los llama a los otros sostenedores para que no se duerman o para que se despierten. Y dicen aquellos que más primero fueron que, para no dormirse, este sostenedor del cielo va y viene dentro y fuera de su propio corazón, por los caminos que lleva en el pecho, y dicen aquellos enseñadores antiguos que este sostenedor enseñó a los hombres y mujeres la palabra y su escritura porque, dicen mientras la palabra camine el mundo es posible que el mal se aquiete y esté el mundo cabal, así dicen.
Por eso la palabra del que no duerme, del que está pendiente del mal y sus maldades, no camina directo de uno a otro lado, sino que anda hacia sí misma, siguiendo las líneas del corazón, y hacia fuera, siguiendo las líneas de la razón, y dicen los sabedores de antes que el corazón de los hombres y mujeres tiene la forma de un caracol y quienes tienen buen corazón y su pensamiento se andan de uno a otro lado, despertando a los dioses y a los hombres para que se estén pendientes de que el mundo se esté cabal. Por eso, quien vela cuando los demás duermen usa un su caracol, y lo usa para muchas cosas, pero sobre todo para no olvidar.» Con las últimas palabras, el Viejo Antonio ha tomado una varita y algo ha dibujado en la tierra. Se va el Viejo Antonio y yo me voy también.
Al oriente el sol se asoma apenas por el horizonte, como asomándose nomás, como checando si quien vela no se ha dormido y si hay alguien pendiente de que el mundo vuelva a estar cabal. Regresé al lugar a la hora del pozol, cuando el sol ya había secado la tierra y mi gorra. A un lado del tronco caído, sobre la tierra, vi el dibujo que había hecho el Viejo Antonio. Era una espiral de trazo firme, era un caracol.
El sol estaba por la mitad de su camino cuando regresé a la reunión con los comités. Decidida la madrugada anterior la muerte de los «Aguascalientes», se decidía ahora el nacimiento de los «Caracoles» con otras funciones, además de las que tenían los ya agónicos «Aguascalientes». Así los «Caracoles» serán como puertas para entrarse a las comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos está. Pero sobre todo, para recordarnos que debemos velar y estar pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el mundo.
Texto extraido de www.nodo50.org/pchiapas/chiapas/documentos/cielo.htm que a su vez es un extracto del comunicado ‘Chiapas: La treceava estela (tercera parte): Un nombre’. www.jornada.unam.mx/2003/07/25/006n1pol.php?origen=index.html&fly=2