Entrevista con Loïc Wacquant**
Mi trabajo sobre la marginalidad urbana me llevó a encontrar la prisión, porque para hacer un estudio sobre la transformación del gueto negro de Chicago, me inscribí en un Club de Boxeo del gueto (Wooldlawn Boys Club) como una forma de hacer una observación participante. Hice ese trabajo de campo para aproximarme a la realidad cotidiana, en particular, a la realidad de la juventud negra y pobre del gueto de Chicago.
Por Fernanda Bocco, María Livia Nascimento y Cecilia Coimbra
Entrevistadores: desearíamos que nos relatase brevemente su trayectoria y los principales intereses académicos que atraviesan ese derrotero.
Loïc Wacquant: Nací y crecí en el sur de Francia. Cursé mis estudios en Francia, inicialmente en Economía Industrial y luego en Sociología. Me trasladé a Estados Unidos en 1985 para hacer un doctorado en la Universidad de Chicago. Trabajé inicialmente sobre ilegalidades urbanas y la marginalidad. (1)
Para hacer esa observación me inscribí en ese club y pronto descubrí que todos mis colegas de box habían pasado por la prisión. Recuerdo que cierta vez pregunté al responsable de la academia (Herman “DeeDee” Armour) quién del grupo había pasado por la prisión. Él me respondió: «Todos. ¿Tú no?». Entonces, supe que para comprender la vida cotidiana de mis amigos que practicaban boxeo debería comenzar a estudiar las prisiones. Para entender los esquemas culturales urbanos de mis colegas, yo debía estudiar la prisión norteamericana y, así descubrí, en 1993-1994, al Estado Penal. Encontré a las estadísticas que mostraban un crecimiento extraordinario de la población carcelaria y, sobre todo, de la población carcelaria negra. Como estaba estudiando la transformación del gueto, reparé que había un paralelo entre la evolución del gueto negro, especialmente después de los años 1960, y la prisión. Percibí cómo el gueto poco a poco fue tomando las características de una prisión, se fue convirtiendo en un territorio cerrado, con una población considerada desviada, peligrosa y dependiente. Esa historia del gueto la conocía bien, porque trabajé sobre eso por casi diez años, pero lo que no sabía era que existía una historia paralela de la prisión, que había crecido de manera extraordinaria durante el período en que el gueto declinaba, particularmente después de las grandes manifestaciones negras de los años 1960. De modo sugerente, desde el punto de vista de la investigación, después de ese período, el gueto se convirtió lentamente en algo muy parecido a la prisión y, paralelamente, la prisión se fue asemejando al gueto.
En aquella época, 1995-1996, cuando escribía mis primeros artículos, existía un gran debate sobre las políticas públicas en los Estados Unidos, el debate sobre el Estado de Bienestar Social y la reforma de la asistencia social. Cuando analizamos esa reforma, quedó claro que el Estado se estaba transformando de un instrumento de ayuda a los pobres en un instrumento para disciplinar a los pobres y empujarlos hacia el mercado de trabajo precarizado.
Tenía mis amigos de la academia de boxeo, sobre todo mi sparring habitual (Ashante), que en su juventud fue un miembro destacado de una pandilla muy fuerte de Chicago. En esa etapa de su vida fue condenado a 12 años de prisión por un crimen grave: asalto a mano armada. Él aprendió a boxear en la prisión y cuando salió el entrenador de la prisión lo guió hacia el club de box. Esa actividad lo protegió de la calle, de retornar a la vida criminal. O sea, él se transformó en boxeador profesional para escapar del regreso a la pandilla y a la violencia criminal, pero también para huir de los empleos precarios, mal pagos, que ellos llaman trabajos esclavos. Entonces comprendí que su actividad de boxeador fue una estrategia de resistencia a los empleos y salarios bajos e inseguros. Cuando su carrera de boxeador declinó y la academia de box cerró, retornó primero a las actividades criminales dentro de las pandillas, pero también fuera de ellas, a la economía de las calles.
Frecuentemente recibía llamadas telefónicas para ir hasta el cuartel de la policía para ayudarlo a salir de prisión, pagando la fianza para liberarlo. Una vez llegué incluso a pagar un abogado para ayudarlo. Percibí cómo él quedaba aprisionado entre la economía de las calles, un mercado de trabajo extremadamente precario y el Estado Penal. Su estrategia de resistencia era evitar empleos inseguros del nuevo mercado de trabajo, pero se complicaba en condenas cada vez más duras, y rápidamente se vio frente a una condena que podría ir de seis a veinte años de prisión por la posesión de cinco gramos de droga. Intervine una vez más, y conseguí que pasara seis años en prisión, lo que en el caso fue la mejor solución posible. Después de cumplir cuatro años él salió diciendo: «Vea Loïc, yo debo trabajar en un empleo esclavo, debo aceptar los salarios descalificados porque si no la alternativa es no ver más a mis hijos.» Estaba en una condición que, si tuviese una condena más, ella sería de por lo menos veinte años.
Observé, en el contexto de la vida cotidiana, cómo el Estado estaba funcionando. Por un lado, retirando la ayuda social y empujando a las personas hacia un salario de inseguridad. Por otro, el crecimiento del Estado Penal, que incrementa el riesgo de la economía de las calles y empuja a la cárcel o al trabajo precarizado.
Por una parte, contemplaba la trayectoria personal de mis amigos de la academia de boxeo y por otra observaba las estadísticas y los análisis históricos mostrando al gueto transformándose en una prisión urbana y a la prisión transformándose en un gueto para aquellos que no aceptan el trabajo descalificado o que son rechazados por los empleadores. En el caso de mi colega de la academia de box, él sufrió aún un proceso judicial. Fue terrible, porque la tendencia era darle veinte años, pero felizmente encontré un abogado que consiguió que sólo le dieran dos. Le quedaron dos años, pero es imposible para él encontrar un empleo, porque cuando se presenta procurando trabajo, debe declarar que pasó por la prisión. Está obligado a hacer eso, y cuando lo hace el empleador no se interesa más por él. Entonces, casi es forzado a retornar a la economía de las calles y haciendo eso él puede ser apresado, y entonces le corresponderá prisión perpetua. O sea, se ve forzado a buscar empleos descalificados.
Fue, pues, mi trabajo de campo con los boxeadores lo que me llevó a descubrir el papel de la prisión en su vida cotidiana, pero, también, me permitió establecer una relación entre la transformación histórica del gueto y la emergencia del Estado Penal. En verdad, existen dos asociaciones: la transformación de la economía, del gueto y del Estado Penal y la transformación del Estado Social en Estado Penal, el pasaje del Estado Social, que protege de las oscilaciones del mercado de trabajo, hacia el estado de trabajo compulsivo, que empuja a todo el mundo hacia el trabajo descalificado.
Entrevistadoras: Pensando la situación degradante en que vive gran parte de la población mundial en el contexto del capitalismo contemporáneo, y en las pocas transformaciones que esa realidad ha encontrado, que función usted piensa que la pobreza ejerce en el mundo contemporáneo.
Loïc Wacquant: Escribí un libro sobre este asunto que se llama Los condenados de la ciudad. (2)
El segundo elemento importante es la reconstrucción del Estado Social. Entre 1945 y 1975/80, en las sociedades avanzadas existía, básicamente, el Estado Asistencialista [Welfare State], que se desarrollaba para redistribuir ingresos a fin de estabilizar la vida de las personas y actuar como mecanismo contracíclico, contra los ciclos de depresión de la economía industrial El Estado estaba presente para proteger las oscilaciones y riesgos de la economía. Desde el final de los años 1970 y el inicio de los 1980, las sociedades avanzadas comenzaron a reorganizar sus Estados de Bienestar Social de una forma que el Estado no proteja más de los cambios en el mercado, sino que nos empuje hacia el mercado. Esa e la llamada «tercera vía» de Blair, en la cual se Los últimos dos capítulos consisten en análisis de las nuevas formas de pobreza urbana en las sociedades avanzadas (“El advenimiento de la marginalidad avanzada: características e implicaciones” y “Lógicas de la polarización urbana por abajo”).
Pienso que existe una forma de pobreza urbana que llamo «marginalidad urbana avanzada», a la cual se liga, por un lado, las transformaciones del trabajo, la desorganización del empleo y la caída del sindicalismo, pero también la variabilidad creciente de los contratos de empleo. Actualmente, todos los contratos de empleo son individuales, para trabajadores en diferentes condiciones de trabajos, diversos salarios, distintos tipos, tiempos variables, duraciones heterogéneas. Entonces, ése es un elemento principal, lo que llamo la desocialización del trabajo asalariado, ese trabajo asalariado se tornó, en sí mismo, una fuente de inseguridad y de inestabilidad.
En el período que se extiende entre 1945-1975/80, se acostumbraba pensar que, si usted quería combatir a la pobreza, debería dar más empleos, el trabajo sería el remedio para la pobreza. Desde que el trabajo se transformó, ahora el trabajo en sí mismo es inseguro, existe subempleo, subsalarios, trabajos temporarios o sin ningún tipo de seguridad en el empleo, usted tiene un trabajo hoy, pero no sabe si tendrá un trabajo el próximo mes o el próximo año. Entonces, este nuevo trabajo fragmentado es, él mismo, un vector de pobreza y de inseguridad. Entre 1945 y 1975, podríamos decir “usted quiere combatir la pobreza, de más empleos a las personas”, pero hoy estamos muy lejos de eso. Primero, hay muchas personas que no tienen trabajo y, segundo problema, muchas tienen trabajo inseguro. Entonces, si usted da más trabajo inseguro, creará más inseguridad social.
El segundo elemento importante es la reconstrucción del Estado Social. Entre 1945 y 1975/80, en las sociedades avanzadas existía, básicamente, el Estado Asistencialista [Welfare State], que se desarrollaba para redistribuir ingresos a fin de estabilizar la vida de las personas y actuar como mecanismo contracíclico, contra los ciclos de depresión de la economía industrial El Estado estaba presente para proteger las oscilaciones y riesgos de la economía. Desde el final de los años 1970 y el inicio de los 1980, las sociedades avanzadas comenzaron a reorganizar sus Estados de Bienestar Social de una forma que el Estado no proteja más de los cambios en el mercado, sino que nos empuje hacia el mercado. Esa e la llamada «tercera vía» de Blair, en la cual se defiende un estado “capacitador” [Enabling State], o sea, un Estado que debía equipar a las personas para competir en el mercado, pero en verdad las personas están y son equipadas de forma muy desigual. Eso incluso significa una transformación en el papel del Estado, éste ya no protege de las sanciones del mercado, pero equipa para competir en el mercado. Esto crea una inseguridad atomizada, una inestabilidad atomizada en la vida de las personas.
Por un lado existe la desocializacion del trabajo, por el otro la transformación del Estado, y ambas empujan a las personas a tener una vida insegura. Entonces, esta doble inseguridad objetiva, del lado del trabajo y del lado del Estado, que ya no protege a las personas de la inseguridad del trabajo, crea dos formas de inseguridad. Una es la inseguridad social objetiva, causada por el trabajo asalariado desocializado, pero existe además una inseguridad mental: cuando el trabajo es inseguro, los individuos no pueden proyectarse en el futuro no saben si tendrán empleo en el próximo mes, eso desestabiliza el mundo mental y crea un gran sentimiento de ansiedad en la sociedad. La inseguridad social no afecta sólo a la clase obrera objetivamente, por ser sus condiciones objetivas inseguras, sino que ha afectado, de forma creciente, también a las personas de clase media, que se sienten inseguras. Ellas no están realmente inseguras, pero se sienten inseguras, especialmente en su capacidad de proyectarse en sus futuros y de proyectar su estatus en sus hijos. Hace veinte años, la clase media podía enviar a sus hijos a la Universidad, ellos recibían un diploma, encontrarían un trabajo, recibirían un ingreso suficiente para vivir bien, entonces se sabía que seguirían siendo parte de la clase media.
Mientras tanto, actualmente, si usted es de clase media, existe mucha competencia en la escuela, la competencia es universal en las escuelas ahora, ingresar en la universidad es muy difícil, e incluso teniendo un diploma universitario no hay garantía de encontrar un empleo, incluso teniendo un empleo no hay garantía de tener un buen salario, y aunque consiga un buen empleo y un buen salario, no hay garantías de que el empleo continuará por mucho tiempo. Esto crea una gran corriente de inseguridad dentro de la sociedad, relacionada a la inseguridad del trabajo y relacionada o no a la voluntad del Estado de proteger de esa inseguridad, lo que genera una demanda en la población por la estabilidad de la vida. El Estado responde a esta demanda de estabilización ofreciendo policía y políticas penales. El Estado dice «nosotros no vamos a dar más trabajo seguro, o un ingreso garantizado, porque no es eso lo que el Estado hace ahora, pero daremos un fin a la población de las calles y a los criminales de sus barrios, etc. Responderemos a su demanda por seguridad social reforzando la seguridad criminal.»
Eso explica porqué, en la clase trabajadora y también en la clase media, hay una fuerte demanda por políticas punitivas. También la desregulación de la economía y la reconstrucción del Estado de Bienestar social en la forma de Estado de trabajo compulsivo [Workfare State] crean un déficit de legitimidad para las campañas políticas, porque para que los políticos tengan sus votos, ellos tienen que ofrecer servicios, entonces, ¿qué servicios ofrecer? Ya no pueden garantizar empleos ni asistencia social, ¿entones, qué garantizan? Bien, para compensar la falta de legitimidad del Estado, los políticos han ofrecido más policía, justicia criminal y prisiones. Así, el Estado se hace presente, reafirmando su autoridad en el campo penal para compensar la creciente impotencia y ausencia de poder del Estado en el campo social y económico. Paradojalmente, este es un dilema particularmente fuerte para los gobiernos de izquierda, porque estos son electos con la promesa de reducir la desigualdad y proporcionar la seguridad en la vida, en el trabajo, en la salud pública, la educación pública.
Pero los partidos de izquierda, cuando llegan al gobierno, también siguen las políticas de desregulación de la economía y de conversión del Estado de Bienestar social en Estado de Trabajo compulsivo. Entonces, para ellos, la cuestión de la legitimidad política es particularmente fuerte, porque el electorado de la clase obrera quiere un bien tangible del gobierno de izquierda. El gobierno dice «nosotros vamos a dar una mejor justicia», por ejemplo, en Francia, Jospin dijo: «Una gran desigualdad es una desigualdad antes del crimen, las primeras víctimas del crimen son los pobres, son la clase obrera.» En vez de decir «nosotros vamos a ofrecer más represión para reducir el crimen, ese es el bien que vamos a proporcionar a la clase obrera.» Esa doble transformación del trabajo y del Estado crea ese sentimiento de inseguridad que difunde una impresión de ansiedad social e crea las condiciones para el desenvolvimiento del Estado Penal.
Entrevistadoras: En su libro Las Cárceles de la miseria,(3)
Loïc Wacquant: El huracán Katrina fue un doble desastre. Un desastre meteorológico, y no podemos decir natural porque la meteorología actualmente no es un fenómeno sólo de la naturaleza. Ella depende de factores industriales, del calentamiento global, por ejemplo, que tiene un impacto sobre los huracanes. La primera catástrofe fue meteorológica, pero hubo una segunda, referida a la respuesta del gobierno americano en el nivel local y, sobre todo la del Estado Federal. El gobierno federal viene trabajando en la retirada del Estado como fuerza pública.
El gobierno de Bush en un pie de página, usted dice que una de las personas que más defiende la política de la Tolerancia Cero, en Francia, es Regis Debray que fue preso con el Che Guevara en Bolivia. ¿Podría usted agregar algo más a eso? Loïc Wacquant: Regis Debray, considerado un héroe revolucionario en América Latina, actualmente es uno de los mayores defensores de la política de Tolerancia Cero, de la política represora y de las políticas penales de Francia. Es un caso típico de conversión de todo un sector de intelectuales de izquierda que giraron hacia una visión individualista y moralista de los pobres, ni ellos mismos siquiera se dan cuenta de esa conversión hacia una versión neoliberal, se siguen viendo como progresistas. Terminan aceptando especialmente el discurso de la responsabilidad individual. No se dan cuentan que la contrapartida de ese discurso de responsabilidad individual es la irresponsabilidad colectiva, o sea, un abandono de la naturaleza y del diagnóstico políticos de las causas de inseguridad y, por tanto, de la solución para la inseguridad. Hay una serie de otros intelectuales socialistas que tomaron el mismo camino, sin darse cuenta de que el discurso que sale de sus bocas es el mismo que los intelectuales de la derecha pronuncian.
Entrevistadoras: Los Estado Unidos han pasado por una serie de situaciones catastróficas causadas por la naturaleza en los últimos tiempos. ¿Cómo un fenómeno como el Katrina coloca a la sociedad estadounidense bajo análisis o cómo afecta a la sociedad en general?
Loïc Wacquant: El huracán Katrina fue un doble desastre. Un desastre meteorológico, y no podemos decir natural porque la meteorología actualmente no es un fenómeno sólo de la naturaleza. Ella depende de factores industriales, del calentamiento global, por ejemplo, que tiene un impacto sobre los huracanes. La primera catástrofe fue meteorológica, pero hubo una segunda, referida a la respuesta del gobierno americano en el nivel local y, sobre todo la del Estado Federal. El gobierno federal viene trabajando en la retirada del Estado como fuerza pública. El gobierno de Busch ha tenido una política sistemática de enflaquecimiento del Estado público, utilizándolo como la justificación para la privatización de los servicios públicos las carencias del Estado. Es importante verificar que hubo una doble catástrofe, meteorológica y política, que revela, que muestra para la población norteamericana, especialmente para las elites, que no conocen su propia sociedad, que existían personas que no tenían su propio auto, que no tenían cinco dólares, ni veinte dólares para poder salir de la ciudad y escapar del huracán. Esas elites se interrogaban «¿¡Ah! existen personas que tienen hambre? Existen personas que sufren de enfermedades graves y no tienen acceso a los servicios de salud?»
Las elites norteamericanas descubrían de forma abrumadora aspectos de su propia sociedad, descubrían algo que ellas sabían, pero a lo que no prestaban atención, el hecho de que existe una segregación extrema entre negros y blancos y que ella es hoy la misma de hace cincuenta años atrás. Puede decirse que se desmanteló el sistema jurídico de segregación, el aparato jurídico que mantenía la segregación, aunque, en realidad, la separación residencial entre negros y blancos es aún actualmente muy fuerte. En el caso de Louisiana, lo que no fue informado en la prensa es que ese Estado, además de ser uno de los más pobres, con gran segregación racial y tener una criminalidad de las más fuertes, tiene una tasa de encarcelamiento de las más altas de Estados Unidos. Es el estado líder en casos de prisión. Entretanto, fue justamente la prisión el servicio público que mejor funcionó durante el desastre. No hubo muertos en las prisiones. Todas ellas fueron evacuadas sin problemas.
En Nueva Orleans hay una cárcel con 6.500 presos, y ellos fueron evacuados sin problemas. Los pobres y enfermos, principalmente los pobres ancianos, quedaron sin ser evacuados por más de una semana, muchos murieron dentro de los hospitales, porque no había comida ni agua, porque los equipos de emergencia no estaban allí. La policía montada de Vancouver (Canadá) llegó a algunos lugares de Louisiana antes que el ejército estadounidense, y proveyeron ayuda antes de que las autoridades estadounidenses mandaran sus propias tropas. Los prisioneros fueron evacuados sin ninguna fuga, ninguna muerte, ninguna lesión, en dos días ya se les había proporcionado una nueva prisión, una antigua estación de autobuses fue transformada en cárcel. Si buscamos qué sector del Estado funcionó bien, veremos al Estado Penal, todo el resto entró en colapso, pero el Estado Penal funcionó muy bien, porque el estado de Louisiana tiene un Estado Penal muy profesional y eficiente. Ningún preso murió o pasó hambre.
La doble catástrofe del Katrina, meteorológica y política, también reveló el grado de desinterés sobre aquello que le ocurre a los pobres. Lo que sucedió era extremadamente previsible, los barrios que quedaron inundados son también los barrios más pobres, exclusivamente allí viven negros, que están en un Estado que posee el nivel más bajo de asistencia social, así como el nivel más alto de desigualdades en las escuelas y los índices más altos de violencia criminal.
El gobierno de esa región, y del país como un todo, casi abandonó a esa sociedad en particular, literalmente la dejaron pudriéndose, como si fuese una sociedad escindida. Lo que la catástrofe hizo fue forzar a los políticos a que reconocieran: “éste es nuestro país”, “esa es nuestra sociedad”, y los medios fueron obligados a mostrar que aquello no estaba sucediendo en África, o en algún país del tercer mundo y sí en los Estados Unidos. Fue muy interesante ver a los periodistas en la televisión en vivo, ellos mismos estaban muy choqueados, como si estuviesen descubriendo su propio país. Descubrían las deficiencias extraordinarias en la distribución de los servicios públicos. Fue impresionante lo que dejó y lo que dejó ver el Katrina, pero eso es la realidad que los pobres viven cotidianamente en los Estados Unidos: falta de transporte público, falta de servicios de salud, falta de escuelas, falta de vivienda, (sobre)viviendo bajo condiciones muy duras.
Otra cosa que fue poco discutida por los medios, pero que fue muy importante, fue que una de las razones por las cuales las personas no podían irse era porque la gran mayoría vive con las ayudas del gobierno, una asistencia muy escasa pero totalmente esencial, sin la cual no tienen nada más. El Katrina llegó en el final del mes, un momento en el cual ya no tienen más dinero, porque reciben tan poco que a mitad de mes ya no hay nada que sobre. Entonces, para esas personas pobres de Nueva Orleans era doblemente imposible salir: ellas no tenían los medios, pero también, si saliesen, ¿hacia dónde irían? Entonces, para ellos tenía sentido quedarse allí. Es importante recordar que el huracán Katrina, en si, no causó muchos estragos, la ciudad no fue inundada directamente por el huracán, más bien fue inundada por el colapso de los diques y por la infraestructura inadecuada, en definitiva, por los años de desinversión en la infraestructura. No fue una catástrofe natural, y sí una catástrofe política, tanto la inundación en sí como la respuesta a la inundación.
Lo que pienso que ninguno esperaba, incluso el crítico más severo de los Estados Unidos nunca pensó, era que el gobierno pudiese ser tan incompetente, que hubiese tanta incapacidad para llevar agua, o para evacuar a los más enfermos y a los que estaban en los hospitales. En algunos momentos estaban tan desorganizados que llamaban un helicóptero para evacuar a alguien de un hospital y llegaban cinco, y no sabían donde aterrizar. Algunos hospitales privados llamaron helicópteros, pero el gobierno acababa redireccionando aquel helicóptero hacia otro lugar, entonces los pacientes de los hospitales no eran evacuados y morían en el tejado del hospital, porque el gobierno oficial había pedido que fuesen hacia otro sitio. Ese nivel de desorganización ocurrió. Si fuera para atacar alguna ciudad, para evacuar soldados, en algunos minutos ellos organizan un despliegue impresionante y eficiente de tecnología y de apoyo humano, pero cuando se trata de los pobres en una ciudad grande de los Estados Unidos, hay una incompetencia total en ese nivel.
Lo interesante es que ahora, como eso fue muy perjudicial para Bush y destruyó su imagen de jefe en el comando, de que es un buen líder, eficiente, fuerte, él se vio forzado a decir que pagará y reconstruirá Nueva Orleans. La realidad es que esas personas no le importaban antes del Katrina y después de que el Katrina desparezca de los medios, nadie más se preocupara por ellos. Esa es la realidad de ser pobre y negro en una ciudad grande de Estados Unidos. Existe un gobierno que es completamente ineficiente, servicios públicos que son prácticamente inexistentes y las personas deben sobrevivir semana a semana, mes a mes de la mejor forma que pueden particularmente cuando se vive de la economía ilegal de la calle.
La otra cosa que oímos, en medio de la explosión del discurso sobre el crimen, es que niños fueron violados en los refugios, etc. Ahora está probado que eso fue apenas miedo a las personas pobres y negras, creando una imagen que afirma que “ellas deben ser criminales”. Resulta claro que acontecieran incidentes, algunos hurtos, eso ocurre todos los días en Nueva Orleans, y bajo esas condiciones se espera que pueda ocurrir algún arresto, pero hubo una gran proyección del imaginario racial y de clase de los estadounidenses en la idea de que ellos son “animales” que se van a atacar unos a los otros. Algunos días después de ocurrido el desastre, una de las grandes preocupaciones de la televisión era descubrir dónde estaban los delincuentes sexuales, si ellos habían sido expulsados o estaban en los refugios, dónde más podrían estar? Hubo un pánico enorme y los sherifs fueron entrevistados para declarar cuántos abusadores existían en su distrito, a lo que ellos respondían: “Tenemos 6.500, y ahora no sabemos donde están ellos!”. Existe una ciudad entera que fue destruida, y lo que se piensa es que los criminales están allá para violar niños, nada más alejado de lo que está ocurriendo.
Entrevistadoras: De modo general, los psicólogos y otros profesionales, cuando trabajan en cualquier establecimiento, en especial, los ligados a la justicia y a los establecimientos penitenciarios, hablan mucho de la “ilusión re”: reeducación, reintegración, reinserción, etc.
Loïc Wacquant: Los presos no son integrados, ¿cómo pueden ser reintegrados?
Entrevistadoras: Peor, para los que trabajan en el sistema, y cuando se tienen buenas intenciones… cuando se hacen oficinas para educación en la prisión, trabajo en la prisión… Las prácticas “re” son de la época del Estado Asistencialista, que ya terminó, era una ilusión en aquel momento, pero ahora es una prisión para aquellos que trabajan dentro del sistema penitenciario, porque comienzan a imaginar que van a hacer una “buena” prisión, y eso es peor…
Loïc Wacquant: Si, acaban usando el Estado Penal, y puede haber excelentes programas de educación, excelentes programas de psicología, entonces, diremos “¡vengan hacia nuestras prisiones!»
Entrevistadoras: Se acredita que las personas no pueden recuperarse si no estuvieron trabajando. Además se piensa que “los prejuicios dejan entrar al diablo en la mente”, entonces los presos precisan estar ocupados para poder ser reinsertados. Esas “ilusiones re” tienen mucho que ver con una creencia no sólo en el Welfare State, sino con una creencia en que el Estado capitalista puede ser un estado democrático. En la periferia del capitalismo no hay democracia… y ahora, yo pienso que en el corazón tampoco…
Loïc Wacquant: Considero que en la periferia del capitalismo se muestra la verdad de las tendencias del centro. Brasil en la dirección de los Estados Unidos, por ejemplo, en lo que se refiere a la prisión, la tendencia a militarizar la contención punitiva de los pobres en las favelas es el futuro de los Estados Unidos y no lo contrario.
Entrevistadoras: ¿Qué cuestiones lo ocupan actualmente?
Loïc Wacquant: Acabo de terminar un libro que se llama Simbiosis Letal: raza y penalidad neoliberal. El artículo “De la esclavitud al encarcelamiento masivo” es una pequeña versión preliminar de dos capítulos del libro, donde hago un análisis de la proximidad entre el sistema penal y el hipergueto en los Estados Unidos, y un análisis comparativo de este problema en la Unión Europea, sobre el hiper-encarcelamiento de los inmigrantes post-coloniales. El libro tiene también un capítulo sobre el Brasil, sobre la contención punitiva de los pobres en las ciudades brasileñas y la aberración carcelaria que existe aquí. Considero que, de mis libros, éste es el más interesante y creativo, porque es una reflexión sobre la naturaleza del Estado Penal como una máquina de clasificar y administrar las poblaciones difíciles material y simbólicamente. Pienso que el sistema penal es una máquina para la sociodicea negativa, para la legitimación de la exclusión de los desechos de la sociedad de mercado.
Las sociedades avanzadas tienen dos instituciones para legitimar la desigualdad. Una institución de sociodisea -término de Pierre Bourdieu adaptado de Max Weber que significa una justificación social para el estado del mundo, por analogía con la teodicea (Leibiniz)- positiva, que es el sistema de educación universitaria, que distribuye diplomas que legitiman la herencia del capital cultural y económico y explica la eminencia de la clase alta por sus grandes propiedades individuales “los sujetos merecedores”, una lógica de meritocracia que dice que administran grandes negocios porque son más inteligentes, porque conocen más sobre ciencias económicas. Existe también una máquina de sociodicea negativa, que es el Estado Penal. Ella distribuye diplomas negativos, en cierto sentido, distribuye creencias que atestiguan un mal carácter y una mala moral y que se acoplan como un diploma que los pobres cargan consigo. Como mi amigo, cuando intento conseguir un empleo, tuvo que escribir en las fichas que había estado preso. Él acarrea ese diploma negativo que va restringiendo las chances de vida y empujándolo hacia los márgenes de la sociedad, además de explicar su exclusión por su propio comportamiento.
Es una meritocracia negativa. Hay una meritocracia superior y una meritocracia inferior, y un mismo discurso de merecimiento individual es aplicado a aquellos que tienen éxito (superiores) y a los más marginados (inferiores). El mismo discurso de la responsabilidad individual es atestiguado por el Estado con diplomas universitarios para individuos “superiores” y con un estigma penal y vigilancia para el individuo “inferior”, ya que una vez preso esa marca va a seguirlo a lo largo de toda la vida. Eso se da de manera especial en Estados Unidos, donde hay 60.000.000 procesos criminales en la justicia, donde casi la mitad de los trabajadores de la clase obrera tienen una ficha policial o judicial, y donde cada vez más esa información no es usada sólo por la administración pública, sino que está disponible en Internet, es vendida a las empresas privadas, o es usada para determinar quien irá a conseguir un empleo, quien puede alquilar un departamento, quien puede vivir cerca de una escuela, etc.
Es una reflexión del papel del Estado Penal no sólo como un poder coercitivo, sino también como un poder simbólico que atribuye esas características negativas a aquellos que forman parte de las clases bajas, y lleva a una reflexión sobre la noción de ciudadanía jurídica. En el trabajo clásico de T. H. Marshall, existen tres esferas de ciudadanía: primero la ciudadanía civil, el derecho a la seguridad el reconocimiento de su individualidad, después la ciudadanía política, el derecho al voto, y a la ciudadanía social. La primera surge en el siglo XVIII, la segunda en el siglo XIX, y la tercera en el siglo XX, con los derechos sociales y económicos a través del Estado de Bienestar Social.
Yo defiendo que, después del fin del siglo XX; ahora tenemos que hablar de una ciudadanía jurídica, particularmente porque es una ciudadanía negativa para los pobres, los que están en las clases bajas, que son procesados y marcados por el Estado Penal, y tendrá consecuencias reales para el resto de sus vidas.
Además de ese trabajo, escribí otro libro llamado El misterio del ministerio: Pierre Bourdieu y la política democrática (4) Es una reflexión sobre la cuestión democrática, una explicación de los conceptos que Bourdieu nos da para reforzar la teoría y la práctica democrática hoy. También organicé un número especial de la revista Etnography sobre el trabajo de campo de Bourdieu en Argelia,(5) y su investigación de campo sobre su pueblo de origen (Lasquire).(6)
Hay otro libro que se llama Observando la calle: cuestiones de etnografía urbana, en el cual hago una crítica metódica de la razón etnográfica, sobre todo las implicancias políticas, las bases políticas de la etnografía urbana, principalmente sobre esas poblaciones pobres, la intersección entre pobreza y la dominación racial.
Traducción: Diego P. Roldán
* Esta entrevista apareció por primera vez publicada en Fractal Revista de Psicología, vol. 20, núm 1, jan/jun. 2008. Agradecemos al autor, las entrevistadoras y los editoras permitirnos reproducirla en español.
** Profesor de Sociología en la Universidad de California, Berkeley. Department of Sociology – 410 Barrows Hall – University of California, Berkeley, CA 94720 USA. e-mail:
loic@berkeley.edu
notas:
1) Wacquant, Loïc Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006.
2) Wacquant, Loïc Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y estado, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.
3) Wacquant, Loic Las Cárceles de la Miseria, Manantial, Buenos Aires, 2000.
4) Wacquant, Loic El misterio del ministerio. Pierre Bourdieu y la política democrática, Gedisa, Barcelona, 2005.
5) Algunos de los estudios sobre Argelia pueden leerse en Bourdieu, Pierre Argelia 60. Estructuras económicas y estructuras temporales, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006.
6) Buena parte de los artículos que Bourdieu dedicó a lo largo de su carrera al estudio de su pueblo natal han sido recopilados en Bourdieu, Pierre El baile de los solteros. La crisis de la sociedad campesina en el Bearme, Anagrama, Barcelona, 2004.
fuente: revista Pensar epistemología, política y ciencias sociales Nros. 3/4 2008-2009 http://argentina.indymedia.org/news/2010/04/728745.php
texto en PDF