(A 6.000 pies sobre el nivel del hombre y del tiempo. A 100 años de la muerte de Federico Nietzsche, el filósofo siempre póstumo, el mayor huracán en el horizonte humano, apostando por las posibilidades del pensamiento en esta deshumana encrucijada emputecida).
1. Nosotros, hijos del futuro, sonámbulos del día, los que aún vivimos, aún pensamos, aún tenemos que vivir, tenemos que pensar, tenemos que vivir y vivir peligrosamente con voluntad de eternizar, tomando por asalto el cielo, bajo la sombra, tras el sol.
2. Iluminados por la nueva aurora, con el viejo Dios muerto, zarparemos hacia cualquier peligro, con el mar nunca más abierto, rumiando por entre la noche, por mucho tiempo.
3. Alrededor de cada aquí gira la bola del allá. El centro está en todas partes. La senda de la eternidad es tortuosa. ¡Ya viene, ya se acerca el Gran Mediodía! Llegó nuestra hora, nuestra alborada. Nuestro día empieza. ¡Sube, sube, Gran Mediodía!
4. Tendremos que improvisar. Improvisar nuestro día. ¡Perder el suelo por alguna vez! ¡Flotar! ¡Errar! ¡Estar locos! Debemos añadir a la virtud un grano de locura. Nuestro asombro: la dignidad de la locura.
5. Penuria, temor, terror, miedo. ¡La soledad! Lo que sabemos de nosotros mismos. Lo que otros saben de nosotros. Mantener en pie la duración del sueño. Imponerse la ley de la coincidencia. Se requiere de la más virtuosa estupidez. Los que somos diferentes somos la excepción y el peligro
6. Luces y sombras. Prosa y poesía. Crecimiento después de la muerte. Aprender a rendir homenaje. Dios, el viejo Dios ha muerto. ¡Tenemos que vencer todavía su sombra! El mayor reproche a la existencia es Dios. ¿Qué habría de crearse si existieran los dioses? ¿De qué extraño lugar brotó la poesía? ¡Mucho mienten los poetas! ¡Ser cada uno su propio sacerdote! Reflexionar acerca de la necesidad de nuevos órdenes. Providencia personal, divina. ¡Ir hacia el sol! ¡Traer la luz a la tierra!
7. Alejarse de las cosas. Desfigurarlas. Darles superficie, piel. Nunca más guerreros, orgullosos, que cuando se cierne la tormenta. Crearse su propio sol. La vida es un medio del conocimiento. No reír, no llorar, no odiar, sino entender.
8. Aprender a oír. También el amor se tiene que aprender. ¡La alegría compartida! ¡La vida es una mujer! No dejarse engañar, no engañar, no engañarnos. ¿Dios mismo nuestra más larga mentira? ¿Será el hombre una equivocación de Dios? ¿O Dios una equivocación del hombre?
9. El fin de la tragedia es ser uno mismo, por encima del miedo y de la compasión, es la eterna alegría que lleva en sí el júbilo del aniquilamiento. Empéñate en ser tú mismo y lo serás.
10. No hay nada que ofenda tanto como el brusco convencimiento de las distancias… en inmensa soledad azulada… contra porvenires que aún no se han podido adivinar… Soy luz… Mi soledad nace de estar envuelto en luz. ¡Oh, soledad de todos los que dan! ¡Oh, silencio de todos los que lucen! Como huracanes, los soles vuelven a lo largo de su ruta…
El hombre, una cosa informe, una materia, un pedrusco que necesita la mano del escultor.
Ardiente voluntad de crear me empuja inmensamente hacia los hombres. Mi martillo golpea cruelmente contra esa prisión… ¡No arrojes lejos de ti al héroe que hay en tu alma! He aquí que el día viene… El hombre es una cosa que debe ser superada: el cómo es cosa tuya… Profundo es el dolor, pero la alegría es más profunda que la pena… ¡Sube, pues, sube, Gran Mediodía!.
Ecce Homo. Dionisios enfrente del crucificado.
Pablo Mora*
* Poeta. Profesor Titular, Jubilado, UNET.