Algunas impresisiones sobre nuestra realidad virtual
En toda época existió la encarnadura del mal. Aquello que nos hace «perder humanidad», o por lo menos «la cabeza». Y no me refiero a las tentaciones de la carne ni a la poca disponibilidad interna de muchos sujetos para recibir la salvación. No.
Me refiero, sí, a aquellos fenómenos que «sirven» para ver afuera de los individuos razones muy potentes que explican desvíos de lo «correcto», alienación y adicciones diversas. Puntualmente voy a hablar de las tecnologías. De lo que hoy se llaman las nuevas tecnologías en el campo de la comunicación.
A lo largo del siglo XX aparecieron diversos inventos tecnológicos que modificaron radicalmente el mapa cotidiano de la gente: la radio, el cine, la televisión, la computadora y, recién sacada del horno, Internet.
Obviamente que no son tecnologías salidas de la nada y sin historia. Son producto del largo desarrollo de la experiencia cotidiana, de la ciencia y la técnica, que reconoce innumerables hitos de los cuales la creación de la imprenta y el teléfono son solo dos de los más impactantes y relativamente cercanos en el tiempo.
¿Encarnadura del mal la imprenta?…
La pregunta viene bien para empezar por que hoy en día el libro, principal producto de aquella tecnología, es un objeto de culto en nuestra sociedad, así como los diarios y revistas en general. ¿Pero que pasó cuando Gutemberg dio a luz las primeras copias de la Biblia desencadenando uno de los fenómenos de multiplicación mas impresionantes después del de los panes y los peces?
Se alzaron las voces cultas de la sociedad de entonces, los monjes cuidadores del saber y de los libros manuscritos, alegando que la imprenta, la reproducción de los libros, iba a llevar a la humanidad a la perdición.
No estaba la gente preparada para leer, alegaban, para leer lo que le cayera en las manos sin el filtro de los custodios del saber. En «El nombre de la rosa», el excelente texto de Umberto Eco, el «Libro de la Risa», supuesto tercer tomo de la Poética Aristotélica, era guardado por el Venerable Jorge para que nadie tomase contacto con un texto que negaba las sagradas escrituras, que era portador de otra moral y otra filosofía. Así también en la trama de esa novela, los monjes copistas eran asesinados uno a uno por la curiosidad de lectura del libro prohibido. La imprenta vino patear el tablero de la exclusividad del saber y de su almacenamiento.
Hoy sabemos que fue un arma imprescindible en la lucha por la democratización de la sociedad y empuñado por las clases y grupos progresistas y revolucionarias de cada época.
¿Que se dijo del libro en el momento de su nacimiento?
Que era un arma del diablo que enfermaba las mentes de las personas, que les cambiaba hasta el color de piel y ensombrecía el semblante -piénsese que se leía a la luz de velas, muchas veces a escondidas-. Además era un objeto que venia a destruir la comunión de la gente que hasta ayer nomás formaba rondas para escuchar las narraciones orales y hoy se aislaba para establecer contacto con un objeto: el libro. ¿Les suena ésto?
El sujeto y un objeto…¡horror!. Un evidente ataque al vinculo de las personas perpetrado por un aparato que apareció hace quinientos años y todo indica que tiene para largo aun: la imprenta. Y su producto preferido: el libro. De ahí en más cada nueva tecnología en el campo de las comunicaciones fue recibida no solo con impacto y expectativas. Siempre era, para ciertos círculos ligados al saber, un elemento de engaño para las masas, un peligro que ellos debían detener o al menos denunciar ya que la gente «compraba» acriticamente.
¿Recuerdan las infinitas polémicas acerca de la televisión? La caja boba, la inductora de violencia para las criaturas, la estupidizadora, la fragmentadora, la manipuladora, etc, etc.
Cada tanto reaparece, aunque sin la fuerza de otrora, en algún articulo de nuestros periódicos, en algún debate… televisivo o en los congresos de los científicos sociales y psicólogos, puestos a custodiar el Libro de la Risa de Aristóteles u Olmedo. Y aparecieron los «apocalípticos y los integrados», los fanáticos de los medios en sí y los críticos a izquierda y derecha.
En nuestros ámbitos Psi, es casi el «tiro al pichón»: la TV empobrece los vínculos, aliena al sujeto, inyecta violencia y sadomasoquismo… «Yo no veo televisión» era casi un guiño en la década del ’70 de un buen número de intelectuales y de gente de ideas.
Y claro, ¿como compartir los gustos con la masa, no?. Algo debía de andar mal ahí, claro. La TV fue un blanco exquisito del ataque de la inteligencia durante más de treinta años hasta que apareció (sonido de clarines, por favor) la computadora.
Otra vez el mal encontraba una manera de seguir robando la mente y la voluntad de los niños inocentes e incautos, otro ataque a los vínculos, nuevamente el sujeto, solo, con un objeto. «¿Que va a pasar con esos chicos que pasan horas jugando solos con los videogames?». «Ya no necesitan de un otro, se vuelven autistas», se desesperan los profesionales del diván.
Y los pibes, y no tan pibes, siguen frente a las pantallas como si nada. Para colmo, como si la computadora y los jueguitos fueran poco, aparece Internet, (¿red de redes o rey de reyes?) y ahora si, grandes, chicos, hombres y mujeres, todos solos con la computadora, soñando que se comunican con el mundo mientras venden, sin saberlo quizás, el alma. Como con el libro podríamos decir, que su piel se palidiza, su semblante se oscurece y pierde horas de sueño y vinculo tecleando solos frente a una pantalla luminosa.
¿El fin de la familia? ¿El fin de la comunicación cara a cara? ¿El fin del amor? Como a mi no me gustan los apocalipsis pero si las «provocaciones», mas que contestar estas frenéticas preguntas que hoy se hacen muchos, les dejo una primera hipótesis: En la esfera de lo humano nada es más real que lo virtual.
Nuestra realidad virtual
«En la esfera de lo humano, nada es mas real que lo virtual». Bueno, no todos los días uno tiene el privilegio de citarse a si mismo. El problema es sostener los dichos, ser racional, convencer o dar argumentos verosímiles. Y estas cuatro operaciones que acabo de enumerar, no son mas que pura virtualidad.
«Te quiero», afirman los enamorados. Y uno que los ve a cierta distancia -sentados, como describía Roberto Arlt en un Aguafuerte Porteña, en un banco de plaza haciéndose mimos aunque diluvie- puede tener la maldita costumbre de preguntarse: «¿Será verdad? ¿Estarán viviendo una ilusión? ¿Terminaran casándose para despertar una mañana, después de 17 años, sin reconocer al ser que tienen al lado?». Bueno. Tanto el cinismo de éstas preguntas, como el enamoramiento de aquellos jóvenes, tal vez no sean otra cosa que pura virtualidad.
Son tan virtuales como el lenguaje, las convenciones sociales o el pulgar extendido hacia arriba. Enredados en estas cuestiones virtuales vivimos. Eso si, nos pasamos buena parte del tiempo discutiendo con los demás acerca de quien tiene la verdad, quien ‘ve’ o ‘interpreta’ la realidad tal cual es.
A nuestros amigos con problemas les pedimos ‘que sean objetivos’. A los adolescentes, que crecen a razón de dos centímetros por minuto, ‘que no se confundan’. Y a los abuelos, que reclaman un poco mas de atención, les devolvemos cosas del tenor de ‘ubicate, tenes que entender como son las cosas’. ¿Y como son las cosas? Son, amigos y amigas, virtuales.
Claro, a todos nos gusta hablar de la Realidad, así, con mayúscula. Ser ‘realista’ es una virtud en nuestros días, en contraposición al soñador, al que no posa sus pies sobre la tierra, al que vive en un mundo, digámoslo así, virtual.
Pero lo que los sujetos humanos llamamos realidad, es la realidad de nuestras percepciones, el ‘mapa’ que vamos construyendo del mundo, no el mundo en sí. Alguien dijo alguna vez «el mapa no es el territorio», lo que en nuestro caso seria como decir: lo que pensamos de la realidad no es la realidad. Es nuestra construcción, nuestra representación mental del mundo, que puede coincidir o no con la ‘realidad’ que ven y viven los demás. Así que en éste texto, estimados lectores, equiparamos la realidad subjetiva con la realidad virtual.
No fueron internet ni las computadoras las que introdujeron la virtualidad en nuestras vidas. Tal vez, sí, son responsables de haber puesto de moda el termino, como también despertar la recurrente polémica acerca de las ventajas y desventajas de la tecnología, de la reubicación de todo el mapa vincular que estos cambios traen aparejados, de polarizar a la opinión publica entre apocalípticos e integrados. ‘Opinión pública’… si ese concepto no es un himno a la virtualidad, será por lo menos su bandera.
¿Vínculos virtuales?
Volvamos.
En el comienzo de este trabajo me preguntaba qué sucederá con los vínculos humanos en la era informática y con la masificación de la internet. Sintetizaba en esa preocupación varias decenas de notas aparecidas en diarios y revistas, donde diversos especialistas alertan sobre los riesgos de una sobredosis tecnológica o de una adicción a la pantalla y a sus tentaciones en red.
¿Y que sucede? Sucede que muchos utilizan estas tecnologías para trabajar, otro tanto para entretenerse, algunos estudian y aquellos otros buscan distracción. Muchos chicos y chicas toman contacto por medio de los chat (conversaciones en vivo con participantes de cualquier rincón del planeta…o de acá a la vuelta) así como otros se especializan en la búsqueda de material erótico, educativo o comercial.
Miles y miles se suscriben a ‘listas de discusión’, foros abiertos donde se debate o intercambia información sobre un tema mas o menos especifico, encontrando no pocas veces gente afín o tercos enemigos, estableciéndose lazos que muchas veces pasan de la computadora al encuentro en un café, del café al cine, del cine al parque, etc, etc, etc.
Conforman de esta manera verdaderas comunidades virtuales, ‘cibergrupos’ donde circulan afectos, tareas y vínculos diversos. Pero el ‘corazón’ del enganche con la red tiene que ver con el uso del correo electrónico. Aquel que se estaba olvidando de escribir, o que siempre fue fiaca para las esquelas, en poco tiempo se convierte en escritor, sino nobel, por lo menos ampliamente leído. Escribir y contestar mensajes que a diario pueblan las casillas de correo (e-mail) es una nueva gimnasia que mantiene aceitadas las articulaciones de la mano y del cerebro.
A la niña bonita de la internet, sin embargo, se la identifica con las letras WWW. De alguna manera es el aspecto de mayor crecimiento que tiene la red y revolucionario como soporte de todo tipo de información. En la Web (otra manera de denominarlo) uno encuentra desde diarios y revistas ‘on-line’ hasta sitios de universidades, instituciones, empresas comerciales y paginas personales. Desde Coca-cola hasta su vecino, desde la Universidad de Buenos Aires hasta el club Colón de Santa Fe pueden, y de hecho tienen, posibilidad de ‘colocar’ su pagina en la red.
Hoy por hoy son cerca de 90 millones las paginas que están disponibles para el visitante o navegador de todos los ítems que uno pueda imaginar. Con el atractivo de que su manejo es hipertextual (posibilidad de lectura seleccionando un enlace -o link- de acuerdo al propio interés), multimediatico (combinación de texto, imágenes, animaciones y sonido) y con la posibilidad de recorrerlo ‘off-line’ , guardarlo en la propia computadora o imprimirlo.
Pero ¿qué es la internet?
Los que quieran ver en la Internet una continuación y síntesis de los tradicionales medios de comunicación están en lo cierto. Los que hablan que es una biblioteca universal, también. Quienes vislumbran que es la base de datos mas grande al alcance de cualquiera que tenga conexión, no se equivocan. Los que se entusiasman con la creación de redes al margen del poder político y la creación de verdaderas comunidades de intereses, pueden comprobarlo a diario. Y los que suponen que es algo así como un Aleph donde van converger todas las informaciones, datos, sonidos, gráficos, videos, etc. no están lejos de la verdad.
De ahí la fascinación que este nuevo medio de comunicación-herramienta despierta. Pero volviendo a aquella pregunta de que pasara con los vínculos humanos mediados en buena medida por estas tecnologías, yo respondo -y me respondo-: no sé.
¿Esperaban otra respuesta? Algunas cosas cambiaran, muchas otras sugerirán como hasta ahora. Me preocupa mas que sucederá con los vínculos con la creciente tendencia a la perdida del trabajo y la desocupación, con la brecha cada vez mas honda entre los que mas tienen y los excluidos del sistema, con la indiferencia de los gobiernos hacia la salud y la educación de la gente. Internet y sus alcances son del reino de este mundo, como la guerra y la paz. La pesadilla -ya no la virtualidad- es política, no tecnológica.
Román Mazzilli
revista Campo Grupal