¿Cómo hacer? En esta sociedad habemos personas que estamos, por decirlo de alguna manera, «disconformes» con la misma. Queremos destruir las relaciones sociales de explotación y de dominación y reemplazarlas por otras relaciones sociales, donde la libertad del individuo sea condición para la libertad de la sociedad. Queremos la sociedad sin clases ni Estado, queremos la autogestión de nuestras vidas.
Por Ricardo Fuego
08-05-2006
La agitación y la propaganda de nuestras ideas sobre cómo llevar adelante la lucha por la sociedad que queremos y de cómo relacionarla con la lucha por nuestra supervivencia física a la que nos vemos obligad@s, es algo que podemos hacer para contribuir a cambiar el estado de cosas actual. Si nosotr@s queremos una sociedad donde cada persona sea libre, y sabemos que es falso que una persona pueda liberar a otra, que las personas deben autoliberarse, entonces nuestro objetivo inmediato es dirigir nuestra actividad en pos de nuestra autoliberación individual y, consecuentemente con esto, contribuir a la autoliberación de los demás.
La cuestión es cómo. Si lo hacemos con criterio cuantitativo o con criterio cualitativo. Con un criterio ideológico o con un criterio práctico.
El primer criterio empieza con la delineación/adopción de un “ismo” de la liberación y enfoca nuestra actividad en sumar adherentes, sumar «istas». Aquí la autoliberación propia ni siquiera se contempla, o sólo se hace de forma ideológica (con adherir a un programa/organización/ideología revolucionaria y a una especie de “moral revolucionaria”, ya estaría).
El segundo criterio es enfocarnos en dirigir nuestra acción y nuestro pensamiento en función de nuestra autoliberación. Como individuos, como agrupaciones, y como clase oprimida. Esto requiere que nuestra actividad esté siempre ligada a objetivos prácticos concretos, no a ideologías o al “objetivo final”.
Yo opino que el segundo criterio es el correcto. Porque enfocar nuestra propaganda en llamar a los oprimid@s a que se sumen un «ismo» con una propia historia y tradición de lucha prefabricada es un gran error. Es caer en patrones repetidos de acción y pensamiento que no dan pie a la iniciativa propia, a la autonomía, y a la creatividad. Porque por más que el discurso de un «ismo» particular incorpore el culto a la autonomía y a la espontaneidad, en última instancia conspira contra ellas, por su misma naturaleza de «ismo», de pensamiento petrificado y acción predecible.
La libertad, la autonomía, y los “ismos” Todo es ilusión, excepto la libertad.
Si queremos contribuir a la creación de una comunidad humana libre, ésta debe ser formada por hombres y mujeres libres. La libertad es sólo una palabra sin la autonomía individual y colectiva. La autonomía es mucho más que garantizar formalmente el carácter horizontal y federalista de la asociación. La autonomía no es posible sin individuos totales, sin una autoformación integral de los individuos en todos sus aspectos (físico, intelectual, espiritual, afectivo, etc.).
El objetivo de nuestra propaganda (que debe ser un momento de nuestra actividad vital y no algo externo a ella) debe ser contribuir a la autonomía real de las personas, no a la suma de adherentes a algún «ismo» de la libertad o de la autonomía. Pues ninguna ideología de la libertad supera a la libertad misma. De hecho, la ideología de la libertad es enemiga de la libertad real. Lo mismo vale para la autonomía.
Contribuir a la libertad real de las personas, a su autonomía, requiere de una actitud radicalmente distinta a la que nos acostumbran los «ismos». Los «ismos» nos acostumbran a que nuestra acción parta de un sistema de ideas autosuficiente que tiene su propia lógica, independiente de la realidad en que vivimos. Nuestra acción, entonces, se reduce a ejecutar ese pensamiento, a llevar la ideología a la práctica.
Esto genera una relación alienada entre nuestra actividad y nuestros objetivos. Porque la medida de la coherencia de nuestra actividad no pasa a ser la comparación entre nuestros objetivos y los resultados de nuestra actividad, sino la comparación entre éstos últimos y lo que dice la ideología. En los “ismos”, nuestra práctica se subordina a la ideología. La ideología puede venirnos ya formada o ser una creación propia, no importa. Es ideología y significa la alienación entre nuestra acción y nuestro pensamiento.
Acción y pensamiento
“Es esto lo que normalmente no se os dice, es esto lo que no está escrito en los periódicos, es esto lo que no está escrito en los libros, es esto lo que la escuela calla celosamente porque esto es el secreto de la vida: no separar definitivamente el pensamiento de la acción, las cosas que se saben, las cosas que se comprenden, de las cosas que se hacen, de las cosas a través de las cuales actuamos.” Bonanno – La tensión anarquista
Lo necesario para contribuir a la libertad real de las personas es partir desde otro punto de vista, relacionar de manera distinta nuestro pensamiento con nuestras acciones. Cuando nuestra práctica se subordina a un «ismo», se pierde la relación entre nuestra actividad mental y física y nuestras necesidades y deseos reales, y también la relación entre acción y pensamiento.
Si mantenemos nuestra actividad relacionada con nuestros objetivos y no con un «ismo», entonces mantendremos una relación correcta entre nuestro pensamiento y nuestra acción. Las ideas que surgen de la reflexión de la práctica (tanto la propia como la práctica histórica ) no deben servir para establecer verdades absolutas que nos guíen incondicionalmente al “objetivo final”, sino verdades relativas que nos sirvan para nuestra actividad cotidiana, y que deben ser verificadas continuamente.
No necesitamos adherir a ningún «ismo» para entender las cosas como son. El Estado es la organización de la violencia de la clase dominante para mantener el status quo; los políticos son mercenarios de las grandes corporaciones económicas; el papel de las religiones es legitimar la autoridad en todas sus formas; el papel de los medios de comunicación es desinformar, construir un pensamiento único llamado “opinión pública” y difundir paranoia; las guerras sólo sirven para que unos pocos se enriquezcan con la sangre de miles; la policía es un cuerpo de mercenarios al servicio de los patrones; el sindicalismo es la manera que tiene el sistema de asegurar que las luchas obreras queden dentro del trabajo asalariado; el patrioterismo sólo sirve a los intereses de la burguesía; los partidos políticos obreros tienen el papel de llevar las luchas obreras al parlamentarismo para que algunos dirigentes tengan alguna banca o, en el caso de los partidos antiparlamentarios, para que un partido en representación de los trabajadores tome el poder del Estado e instaure el socialismo como lo entienden ellos, desde un centro y de arriba a abajo.
La ideología no hace más que oscurecer estas cuestiones prácticas, porque cada «ismo» se dedica a mantener una posición histórica en competencia con otros «ismos», cuando lo que nos debería interesar no es la victoria ideológica de un «ismo» sobre otro, sino la victoria de los oprimid@s sobre el Estado-Capital.
¿Qué significa esto? ¿Tirar a la mierda todo lo escrito sobre el tema en nombre de una especie de pragmatismo «practicista»? No, significa ejercer de una vez por todas el pensamiento crítico, y esto sólo puede hacerse cuando nuestra actividad está relacionada a un objetivo verdaderamente revolucionario, no a un “ismo”. Porque si nos subordinamos a un «ismo», seremos menos crítico con él que con los demás, ya que subordinaremos toda nuestra actividad (incluyendo nuestra crítica) a la victoria del «ismo» por el cual hemos tomado partido. Nos convertiremos en guardianes de ese “ismo”, en conservadores de esa tradición específica. Y todas las organizaciones que formemos alrededor de ese “ismo” serán, aunque le pongamos otros nombres, partidos políticos.
En concreto: concebirnos antes que nada como partidari@s del anarquismo, tiende a alejarnos de la anarquía. Tendemos a hacer de la lucha por la anarquía algo privado a quienes decidan encuadrarse en el anarquismo. Nuestra práctica no debe ser dirigida a sumar personas al anarquismo, sino a que cada vez más personas vivan y luchen por la anarquía.
Nuestra actividad y nuestros objetivos
Si subordinamos cada una de nuestras actividades al “objetivo último” de la sociedad sin clases ni Estado caemos en otra trampa. Porque la sociedad sin clases ni Estado sólo existe como necesidad y posibilidad teórica, no como realidad. Subordinar nuestra actividad a una utopía tiene el mismo efecto que subordinarla a una ideología. Las utopías pueden servir como inspiración, como motivación, pero nada más.
Subordinar nuestra actividad a algo que por ahora sólo existe como proyecto a muy largo plazo, no nos sirve. Lo convierte en una “causa”, y subordinar nuestra vida a una “causa” fuera de ella es la peor de las alienaciones. Nuestro pensamiento y acción deben estar conectados con objetivos que sean coherentes con las relaciones sociales en las que queremos vivir y que al mismo tiempo se encuentren a nuestro alcance.
Muchas veces se dice que la anarquía debe ser nuestro fin y al mismo tiempo nuestro medio. ¡Hagámoslo concreto!
En primer lugar, se necesita reconocer que cada un@ de nosotr@s es una persona oprimida, y que dentro nuestro habita el sistema. Aún quienes somos conscientes de las actuales relaciones sociales y queremos cambiarlas por otras radicalmente distintas, hemos sido educad@s por este sistema, hemos crecido inmers@s en sus relaciones sociales. No somos libres. Y a menos que hagamos conscientemente un esfuerzo por superarnos, reproduciremos las relaciones sociales del sistema en nuestra vida cotidiana.
Nuestra autoliberación como individuos jamás será completa mientras los demás sigan actuando como am@s y/o como esclav@s, pero nadie puede iniciarla más que nosotr@s mism@s. Ningún individuo puede delegar su liberación en otro, porque la libertad no es una cosa que se pueda dar o quitar, es una relación con un@ mismo y con el mundo. Ligar nuestro pensamiento y nuestra acción en pos de nuestra autoliberación, es lo primero que debemos hacer. La revolución empieza dentro de cada un@. La persona que quiere cambiar todo menos a sí misma, es reformista y autoritaria, porque inevitablemente dirigirá su actividad a hacer que los demás sean como el/ella, en vez de que los demás sean ellos mismos.
Nuestra auformación integral, a nivel afectivo, espiritual, física e intelectual, es una labor que nos tomará todas nuestras vidas. En nuestra autoformación intelectual, lo primero es liberar a nuestro pensamiento de todo “ismo”, de toda ideología. El pensamiento ideológico, incluso el que se autotitula revolucionario, es la forma de pensamiento característica de la sociedad de clases, porque la relación alienada entre pensamiento y acción es un reflejo de la división social y técnica del trabajo manual e intelectual, de la separación entre productores y medios de producción, de la separación entre el poder político y la comunidad. Si no salimos de esta forma de pensar, la cantidad de libros y textos que leamos sólo nos traerá erudición e intelectualismo. Si creemos que el antídoto al intelectualismo es no formarnos intelectualmente, caeremos en la estupidez . Si no liberamos a nuestra individualidad de los roles, nuestra autoformación intelectual sólo contribuirá a reforzar el rol en que nos hemos encasillado. Salir del rol es el primer paso para que nuestra agitación y propaganda salga de la lógica del club, de la reproducción de roles.
Propaganda militante vs. Propaganda subversiva
El rol del “militante revolucionario” es una forma de actividad perteneciente a esta sociedad y que sólo puede servir para recuperar la verdadera actividad revolucionaria y como “anticuerpo” para el sistema. El rol del “militante revolucionario” no sólo no lucha contra la alienación, sino que incorpora toda una carga extra de la misma: el culto al martirio y al autosacrificio en pos de una “causa” ajena al individuo. Desde la lógica del “militante revolucionario”, la revolución estará más cerca a medida que los partidari@s de su “causa” vayan en aumento. Entonces, su propaganda estará orientada no a que cada individuo tome las riendas de su vida, sino a que los demás compartan el peso de su “causa”. El único mensaje que podrá dar la propaganda militante es instar a que los demás – mediante la culpa, mediante el “¡hay que hacer algo ya!” – se conviertan en “militantes revolucionarios” y se unan al club del martirio y del autosacrificio .
Pero nuestra autoconstitución en individuos genuinos y totales, o sea: ser nosotr@s mism@s, diferenciar nuestras necesidades y deseos reales de las necesidades y deseos que nos crea el sistema, requiere liberar nuestra individualidad de todos los roles. Y esto no sólo es una tarea a realizar en pos de la revolución social y la anarquía, es también la única manera de realizarnos como personas, de alcanzar una vida plena. ¿O para qué mierda hacemos todo esto? ¿Para qué queremos la libertad si no es para poder realizarnos plenamente? No podemos dejar nuestra realización como individuos para “después de la revolución”, nuestra lucha aquí y ahora por realizarnos como individuos libres y como comunidad de individuos libres es la revolución.
Sólo evitando caer en los roles nos daremos cuenta que lo que vale para nosotros mismos debe valer para los demás. No podemos establecer una separación fija y abstracta entre “los revolucionarios” y “las masas” sin caer en el vanguardismo, el paternalismo y otras actitudes autoritarias. En principio, debemos hablar para todos los oprimidos. La distinción – concreta en tiempo y espacio – entre las personas que queremos destruir este orden social y aquellas que a lo sumo quieren reformarlo es necesaria para la evaluación de los objetivos logrables a corto o mediano plazo. Pero si caemos en actitudes de club y el mensaje de nuestro lenguaje, de nuestra actitud, de nuestra actividad, es “uníte a nuestro club”, no contribuímos realmente a la autoliberación de las personas.
Si reconocemos en la autoformación integral de los individuos el camino a la superación de las actuales relaciones sociales, nuestra propaganda debe estar orientada a ese objetivo. Nuestra contribución a la autoliberación de los demás debe ser un momento de nuestro propio proceso de autoliberación individual, no algo ajeno y separado de él.
El análisis concreto de las relaciones sociales en las que estamos inmers@s y propuestas prácticas de cómo combatirlas. Esto, en resumen, es lo que debería ocupar nuestra reflexión y nuestra propaganda, que es la difusión de nuestra reflexión para que sea evaluada colectivamente.
Yo tengo un objetivo que es liberar mi pensamiento tanto de la ideología dominante como de las que se autotitulan “revolucionarias” (que son candidatas a ideologías dominantes). Quiero contribuir con mi reflexión tanto a mi propia autoliberación como la de los demás. Elaborar este texto me ha servido para clarificar mis pensamientos actuales sobre el tema y la difusión del mismo puede servirle a otr@s. Sé que la difusión de este texto será reducida, por eso lo he dedicado a quienes en este momento luchamos conscientemente por la destrucción de este orden social y queremos una sociedad donde cada individuo sea libre para realizarse plenamente. El objetivo de este texto era tratar el tema de la propaganda subversiva y relacionarlo con la lógica activista que todavía domina a gran parte de los oprimid@s que queremos emanciparnos.
fuente: http://cai.xtreemhost.com
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