Para los que se obstinan en pensar que el razonamiento aquí detallado concierne solamente al limes del imperio, y no a su centro orgánico, para los que quieren de todos modos proyectar la escena del conflicto en otro lugar cualquiera con tal de que no sea aquí, en fin, para los que todavía continúan sintiéndose “en paz” con lo existente (o sea, con una existencia de paz), en el informe se simula una intervención de la OTAN en un teatro de operaciones en el cual las “ciudades de interés estratégico” no son ni Teherán (Irán), ni Pyongyang (Corea del Norte), ni –como hipótesis extrema– Pekín (China), sino que son las ciudades francesas de Rouen, Le Havre, Evreux y Dieppe.
El control preventivo y la represión de sublevaciones o insurrecciones eventuales se volverán cada vez más prerrogativas del ejército, el cual tendrá que efectuar, por tanto, verdaderas funciones de policía territorial, mientras ésta se “paramilitariza”. Además de controlar el territorio, el ejército tendrá que llevar a cabo actividades de gestión de la población civil: gestión física (refugiados, evacuados, etc.) y gestión psicológica (control y monopolio de las informaciones, relaciones con las autoridades locales, pero también con todas las realidades asociativas dispuestas a colaborar).
En esta perspectiva será necesario dotar a las fuerzas armadas de una adecuada preparación para conflictos urbanos, para evitar la histórica “incoercibilidad” de las “fuerzas rebeldes” en la guerra asimétrica. Al mismo tiempo, será preciso acostumbrar a la gente a ver a los militares patrullando las ciudades, para que nadie, por más avezado y/o aterrorizado que esté, se arriesgue a mover un dedo (ni siquiera el del medio).
Estamos dirigiéndonos hacia un “Estado militarizado”. Tanto las tropas asignadas a Pianura (Nápoles) como las que están en Via Padova (Milán) nos recuerdan que, de hecho, el año 2020 no está tan lejos.
Editorial Bardo Ediciones http://bardoediciones.net
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