Cuando pensamos en encierro y sufrimiento pensamos en cárcel; cuando pensamos en la cárcel, pensamos en castigo. Por desgracia nadie piensa en las personas (y resto de seres vivos con sentimientos y esperanzas) que se encuentran presos.
Por Antón FDR
Nuestra completa indiferencia hacia los presos es completamente catastrófica, pues pensando que son ellos los carentes de libertad solemos pensarnos a nosotros mismos como seres libres. Pero ésto es falso. Todos somos presos en esta maquinaria social.
Foucault decía que vivimos en una sociedad disciplinaria donde el/la individuo iba pasando por instituciones regidas por los mismos patrones de control-disciplinación-autoritarismo: la escuela, la fábrica, el hospital, el cuartel o la cárcel. Deleuze iba más lejos y consideraba que no se trataba de una vida entrando y saliendo de estos compartimentos estancos: para Deleuze vivimos en una sociedad de control donde antes de salir de una de las jaulas ya estamos en otra pues las jaulas se extienden a lo largo de nuestra vida (de la escuela al instituto, del instituto a la universidad, en una sociedad donde prima el estudio de por vida; o el ejemplo clarividente de la nueva cultura empresarial, donde se espera que el/la trabajador/a haga su vida y tenga sus relaciones, pero todo ello dentro de la esfera empresarial).
Foucault y Deleuze, no obstante, se quedaban cortos. La realidad represiva va más allá de ciertas instituciones o de la interdependencia de éstas, la sociedad en sí, el sistema, nuestra forma de vida es la propia cárcel. Desde que te bautizan con un rosario de números impresos en el DNI, desde que te gestionan como recurso humano a pulir para el mercado, desde que eres fuerza de trabajo al realizar tu profesión… Lewis Mumford decía que las civilizaciones eran mega-máquinas donde -mediante la división del trabajo y la jerarquía- funcionan otras tres maquinarias (la laboral, la burocrática y la militar) para hacer que todo funcione con maquinal eficiencia, reduciendo a los individuos a engranajes aprisionados en la mega-máquina, reprimidos y obligados a hacer funcionar la estructura desde dentro de ella.
La realidad es que todos somos presos en esta máquina. Ciertamente lo somos en distintos grados: no es lo mismo estar en régimen de aislamiento penitenciario que estar en tercer grado, o en cuarto grado (la calle), o en el peor de todos, en las cárceles-factoría para animales no-humanos.
Cuando pensamos en los presos pensamos que «algo habrán hecho», así justificamos el sadismo de esta sociedad. Pero como ya hemos dicho todos somos presos, lo podemos sentir, están destrozando nuestros sueños y anhelos. Es así que debemos luchar por nuestra liberación. Decía Bakunin: «Yo queriendo ser libre no puedo serlo, porque la gente alrededor mía todavía no quiere serlo. Así se convierten en medios de mi esclavitud». Hasta que todos seamos libres nadie podrá serlo, pues la esclavitud de unos conlleva la de otros. Es por éso que nosotros -la entera sociedad presidiaria- debemos luchar por destrozar los barrotes. Todos los barrotes; los de las cárceles, las escuelas, los Estados, fronteras, manicomios, asilos, granjas industriales, ciudades, mataderos…
Debemos destrozar la civilización que nos aprisiona…
Extraído del fanzine Señales de humo, nº 1, editado en la primavera de 2004 por el ya disuelto colectivo de anarquismo verde y eco-anarquismo Re-Evolución, de A Coruña.
fuente http://vozcomoarma.blogspot.com.ar/2012/09/texto-jaulas-por-anton-fdr.html
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