Por primera vez en mucho tiempo la agitada raza humana parece ralentizar su rauda marcha hacia la destrucción del planeta. El odioso y archifamoso COVID 19 llegó en el momento en que los humanos parecen estar finiquitando sus planes de terminar de destruir la tierra, mientras se calientan los motores para colonizar Marte primero y Venus después, sembrar en la luna y construir ciudades en el espacio.
Por Antonio Cumarín
abogadosuceve@hotmail.com
21/03/2020
Los ricos del mundo cada día son más ricos y en nombre de un progreso psicodélico se acaban de quemar Australia y el Amazonas. Los tratados para proteger al planeta se firman en la mañana y se violan al mediodía, mientras los ambientalistas y otros predicadores solitarios del desierto se desuellan las agallas alertando sobre el horroroso desastre que estamos causando a nuestra redonda, querida, contaminada y (por ahora) única nave espacial (Walter Martínez dixit).
Mientras China y EE.UU. se acusan mutuamente de haber originado el virus, nosotros preferimos creer que el virus lo originó la Pacha Mama en un intento desesperado por salvarse y salvarnos de nuestra propia locura. Muchas vidas se están perdiendo y también mucho dinero. Muchas empresas no sobrevivirán y en mi país, donde producto de la gestión de gobierno más torpe de la historia ya había gente muriendo de hambre y sobreviviendo a muy duras penas, con esta cuarentena mucha gente está reaprendiendo lo que ya sabían muy bien, que el virus del hambre es más rápido y letal. Pero ya anda Nicolás Maduro creyendo arreglar las cosas de la única forma que entiende su diminuto cerebro: emitiendo alegremente dinero inorgánico. A los venezolanos el virus nos agarra alicaídos por 7 largos años de la horrible pandemia nacional del gobierno de Maduro.
El virus trae muerte, hambre, pánico, quiebre de empresas, desempleo, recesión, y seguramente mil problemas más, pero, aunque sea duro entenderlo, le otorga a nuestro planeta un pequeño respiro, un segundo aire dentro de tanta locura. El virus está encerrando a la gente en sus casas, los está obligando a verse las caras nuevamente, está dejando los contaminantes aviones en los aeropuertos, está apagando las chimeneas de las fábricas, está dejando los vehículos en los garajes, está dictando un angustiado alto que de otra forma nadie hubiera acatado.
El virus está sacando lo mejor y lo peor de nosotros y pareciera responder a la máxima de que el que escupe para arriba le cae la saliva en la cara, ya que cuando los racistas de occidente dijeron despectivamente que era un virus chino, el virus dejó China y se fue al mero primer mundo y ahora no son los ciudadanos de ojos rasgados los que nos da temor recibir en nuestros países, sino los civilizados europeos, donde ya superan las cifras de contagio y de muerte asiáticos y apenas les está comenzando. Más aun, el virus llegó a Latinoamérica desde la blanca Europa.
Lo más preocupante tal vez es la certeza de que el ser humano no se detiene en sus ambiciones de lucro y poder a menos que lo obliguen y que la única forma de obligarlo es con el terror. El miedo al coronavirus es positivo para el medio ambiente, aunque el coronavirus también traiga muerte y recesión económica. Pero queramos o no, entendamos o no, lo que es bueno para el planeta es bueno para nosotros, ya que hasta que colonicemos otro planeta este es nuestro único hogar. Pareciera que el plan de los dueños del mundo es destruir la Tierra y saltar a Marte, luego destruir Marte y huir a Venus, y así sucesivamente hasta que hayamos destruido todos los planetas del sistema solar primero y del universo después.
Hoy el planeta Tierra está en cuarentena, descansando y reponiéndose un poco de 200 años de revolución industrial, progreso alocado, capitalismo salvaje, neoliberalismo, comunismo de mercado y otras pandemias producidas por el temible virus humano.