¿De qué hablamos cuando pensamos en cultivar alimentos? ¿Para quiénes queremos producir? ¿Es posible generar buenos rendimientos agrícolas sin utilizar sustancias tóxicas? ¿O no nos queda otra que producir de esta manera?
Por Eduardo Cerdá*
16-02-2020
Con este modelo químico industrial vigente, está claro que el camino que se propone seguir es aplicar cada vez más productos biocidas que se incorporan a los suelos, plantas, animales, alimentos, al agua, a la atmósfera y a nuestros cuerpos, y que no existen planteos estratégicos que tiendan a la disminución en su uso. Se vienen realizando muy poco cultivos (maíz y soja), con una fuerte tendencia al monocultivo, perdiendo de vista la presencia de plantas recuperadoras de la fertilidad como pasturas y leguminosas, y sumado a la creciente caída en la efectividad de los agroquímicos, cada año se recomienda un aumento de las dosis, combinando dos o más productos químicos y realizando más aplicaciones por año. Los 38 millones de litros de agroquímicos que se aplicaban en 1990, hoy son 500 millones, un aumento de más del 1300%. Sin embargo el área cultivable aumentó poco más del 50% (de 20 a 37 millones de hectáreas).
Debido a la adaptación y resistencia a los agroquímicos de insectos, hongos y malezas (hoy más de 40 tipos resistentes a más de un principio activo), las dosis y las concentraciones han aumentado considerablemente. De 3 litros por hectárea de glifosato al 48 % usados en 1996, hoy se están usando casi 14 litros por hectárea de glifosato por encima del 60 % de promedio, con mezclas de productos químicos que hacen muy difícil saber su sinergismo y su impacto biológico.
Estas sustancias rompen los equilibrios ecológicos y llevan al productor a gastar más dinero (hasta 4 veces más de lo que se gastaba en los años ’90, en el caso de trigo, para producir solo el doble de rendimiento) ¿A quién le queda esa diferencia? ¿Y qué pasa cuando las condiciones climáticas no acompañan? ¿Quién es el que arriesga?
Cada vez tenemos menos productores (en 16 años desaparecieron 80.000), porque las inversiones necesarias para producir, bajo este enfoque, han aumentado mientras los márgenes brutos se han reducido. Miles de productores fundidos han tenido que retirarse de la agricultura y vender sus campos a productores más grandes. La tierra se encuentra en un proceso de concentración en menos gente, despoblando el campo de agricultores.
Por otro lado, si observamos los mapas de rentabilidad agrícola presentados por la bolsa de cereales, podremos ver en qué zonas se puede producir trigo, maíz y soja. Con este esquema de altos insumos solo las zonas de alto potencial resultan viables, ya que generan los altos rendimientos necesarios para cubrir los costos. ¿Y el resto de nuestro país? Se observa que existen muchas zonas donde no se pueden producir estos cultivos porque no cubren los costos. Pero eso es así desde una determinada mirada, la del modelo químico industrial.
De este modo, se demuestra que el aumento de dosis y la mezcla de agroquímicos no es la solución, y que es necesario revisar de manera urgente esa forma de concebir a la agricultura como un proceso industrial y asumir que el problema es la falta de visión integral de la agricultura, para poder desarrollar soluciones en armonía con cada ambiente.
¿Podemos pensar un enfoque de producción que no excluya zonas ni productores? ¿Qué nos gustaría que pase? ¿Que haya más productores o más tractores? ¿Qué pasaría si la producción se hiciera de forma agroecológica?
Les invito a pensar en una agricultura que vuelva a generar arraigo: con productores y productoras en los campos, pensando la complejidad ecológica, biológica, química y física de los bienes naturales, y gestionando el uso de mejores máquinas y herramientas, con la inclusión de la ganadería como complemento no excluyente, sin depender ya de pocos cultivos: el campo debe ser diverso en cuanto a cultivos, gente y profesionales.
¿Comida para quién?
Los alimentos generados en el marco de la agricultura química industrial han perdido en promedio el 50% de los minerales y tienen sustancias tóxicas que afectan a las bacterias de nuestro microbioma. Estas bacterias son las encargadas de fortalecer nuestro sistema inmune, participan en los procesos digestivos y generan sustancias hormonales como la serotonina, cuya falta genera depresión. A su vez, aproximadamente el 80% del total de granos producidos en la Argentina son utilizados para alimentar cerdos, vacas y gallinas en otras partes del mundo.
En los últimos años, se verifica un aumento de conciencia en relación a la calidad y el modo en que sus alimentos son producidos. Se empieza a concebir al alimento no como esa materia en cantidad para llenar la panza, sino desde una perspectiva integral como la sustancia que nos nutre y permite construirnos en nuestras formas de pensar y sentir.
Los alimentos de calidad, nutritivos y libres de sustancias tóxicas, son cada vez más demandados no solamente en nuestro país, el mundo los demanda. Los productos con residuos de agroquímicos son muy cuestionados en diversos países que eligen cerrar su mercado a esta oferta. Por eso, la producción de alimentos sanos y nutritivos no solo es una obligación en materia de derechos humanos que viene de la propia Constitución Nacional, sino también una oportunidad para una inserción verdaderamente inteligente del país en el mercado exterior.
Los órganos internacionales de protección de los derechos humanos, como la Relatora Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación y el Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, entre otros, vienen llamando la atención de nuestro país por los impactos de los agroquímicos en la salud y el ambiente e instándolo a promover la agroecología.
Para esto es fundamental promover sistemas de producción que generen alimentos sanos y nutritivos, con bajos costos y sostenibles en el tiempo, para garantizar el ejercicio del derecho humano a la alimentación adecuada.
Otro modelo es posible
Si pensamos en otro modelo productivo que permita bajar los costos, fortaleciendo los suelos y generando cultivos sanos, equilibrados, sin drogas, podremos salir de este modelo que se encuentra en un círculo vicioso que necesita constantemente de más insumos. Generemos un círculo virtuoso, y no vicioso, a través de la Agroecología. No es una alternativa, es la visión de la agricultura de los próximos años que deben abrazar los productores, profesionales, vecinos, el país y la región.
La RENAMA (Red Nacional e Internacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología), viene demostrando que es posible. Está conformada por facultades de agronomía (La Plata, Río Cuarto, Villa María), más de 21 municipios, 29 grupos de productores y productoras (de 10 hasta 5.000 hectáreas) y más de 70 profesionales, quienes vienen realizando experiencias agroecológicas exitosas desde hace más de tres años en 85.000 hectáreas. Uno de los productores de la RENAMA fue seleccionado en 2016 como una de las 52 experiencias más exitosas en agroecología del mundo por la FAO-ONU.
Los productores consideran exitosa la agroecología porque han reducido sus costos (ya no gastan en agroquímicos ni en el combustible necesario para aplicarlos) y los rendimientos son similares. A su vez están financieramente tranquilos y se sienten realizados porque han vuelto a pensar y reflexionar, y saben que están produciendo de un modo coherente con la salud y la vida. Desde la RENAMA sabemos que se puede producir sin sustancias tóxicas en donde la vida vuelva a florecer. Con la Agroecología creamos una forma de producir alimentos en armonía con la naturaleza y aportando al buen vivir de todas las personas y seres vivos.
Por eso, es necesario preguntarnos: ¿es un éxito que cada vez usemos más agroquímicos? ¿Hasta cuándo vamos a aumentar los litros y las dosis? Es tanta la cantidad de agroquímicos aplicada, que los podemos encontrar en el aire, en el agua, en las nubes, en los ríos. Esta es una tecnología de muy difícil control.
Sabiendo que según el censo Nacional Agropecuario de 2018 hay 250.881 unidades productivas en la Argentina, podemos inferir que cada unidad aplica 2.000 litros de agroquímicos por año. Teniendo en cuenta que existen 5.277 unidades productivas que son agroecológicas, biodinámicas u orgánicas (el 2% del total), podemos asumir que en estos establecimiento se estaría evitando la aplicación de casi 10 millones de litros de agroquímicos. Promover la transición hacia la Agroecología de los establecimientos agrícolas a través de políticas públicas, reduciría el uso de agroquímicos e impactaría positivamente en la balanza comercial del país y en la salud de millones de personas y de ecosistemas.
Esta transición también tendrá un impacto positivo en la participación nacional de las emisiones de gases de efecto invernadero y en la crisis climática que estamos atravesando como civilización. La participación del sector agrícola-ganadero en el total de las emisiones de gases de efecto invernadero del país es de casi del 40% según el inventario de Gases de Efecto Invernadero realizado por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en 2017. Al analizar la participación del sector según sus fuentes, las emisiones provenientes de la fermentación entérica de los rumiantes representan casi el 35% del total de emisiones del sector, seguido por la conversión de bosques por pastizales o cultivos (21,2% y 16,1% respectivamente). Podemos también mencionar a las actividades agrícolas (residuos de cosecha y fertilizantes sintéticos entre otros) que representan el 14,1% del total de emisiones, mientras que las excretas en pastura corresponden al 12,9% del total de emisiones. La Agroecología tiene el potencial no solo de reducir las emisiones sino de captar el carbono en la atmósfera y guardarlo en la tierra. La capacidad de absorber carbono a través de la generación de suelo hace de la Agroecología la mejor tecnología para enfriar el planeta, teniendo en cuenta el futuro de aumento sostenido de la temperatura global y sus catastróficas consecuencias que se proyectan.
Volviendo a nuestra pregunta inicial, podemos decir que no es necesario producir alimentos con sustancias tóxicas. Es necesario promover una agricultura digna, que valore el saber y el trabajo de productores, productoras y profesionales, que cuide los bienes comunes (el suelo, el agua, el cima), que proteja a los vecinos y vecinas del campo y de la ciudad, y que genere alimentos sanos y de calidad. Esto es posible, necesario, y ya lo estamos haciendo.
*Presidente de RENAMA / http://www.renama.org
fuente: https://www.elcohetealaluna.com/y-si-pensamos-otra-agricultura
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