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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Mes: noviembre 2011

La Tablada: el último acto de la guerrilla setentista (1)

Publicada el 29/11/2011 - 13/02/2021 por Ecotropía

El 23 de enero de 1989 un grupo armado dirigido por Gorriarán Merlo, simuló pertenecer al movimiento golpista carapintada y asaltó el cuartel de La Tablada. La autora reconstruye y analiza una operación que culminó con la muerte y la cárcel de la mayoría de sus participantes.

Por Claudia Hilb
Revista Lucha Armada

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La tiranía de la falta de estructuras

Publicada el 29/11/2011 - 09/01/2025 por Ecotropía

En los años de conformación del Movimiento de Liberación de la Mujer, se ha puesto especial énfasis en lo que se llama grupos sin Liderazgo y Estructura, como la principal si no la única forma organizativa del movimiento. El origen de esta idea se encuentra en la reacción natural contra la sociedad sobreestructurada, en la que estamos inmersos y contra el inevitable control sobre nuestras vidas que aquella confiere a otros, así como contra el continúo elitismo de la izquierda y grupos similares entre aquellos que supuestamente combaten esta sobreestructuración.

Por Jo Freeman
1972

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Modernización: nervio motor del sistema

Publicada el 27/11/2011 - 08/12/2017 por raas

Introducción

La modernidad y un proceso de modernización permanente parece ser el sustrato cultural que nos “gobierna” desde hace por lo menos cinco siglos.

En el clivaje entre los siglos XX y XXI, y tal vez desde mediados del siglo XX, con el fin de una guerra mundial y el señorío del american way of life, dicho proceso está mostrando un rostro que ningún futurista de los siglos XVIII o XIX habría imaginado. En aquel momento, las voces eran únanimemente (o casi), optimistas. Hoy en día, exactamente lo contrario. Cada vez más voces, miradas plantean que el planeta no aguanta más.

¿Cierto o falso?

Durante casi todo el siglo XX “aprendimos” a pensar en términos pareados. Pareados y opuestos. Democracia o fascismo. Capitalismo o comunismo. Religión o ciencia.
Parecería que de un tiempo a esta parte hemos perdido las parejas de opuestos y hemos ingresado a una senda de una sola vía. Un único camino, un único futuro…
Teniendo en cuenta la constelación cultural del planeta desde por lo menos mediados del s. XX, y no sólo cultural, sino también política, ideológica, económica, militar, ¿ese camino único, es la americanization?

Sea lo que fuere no parece un camino ni seguro ni tranquilizador. Volquemos un minuto la mirada desde los dd.hh. Los de 4ª. generación surgen hace pocas décadas precisamente como expresión de una problematización, creciente, de los desarrollos tecnocientíficos.
Así, si lo que ha dado en llamarse 1ª, 2ª y 3ª generación de derechos humanos expresaron avances, ampliaciones, una visión afirmativa del devenir social, esta reciente 4ª generación procura ponernos en guardia, hacernos conscientes de una problematización. ¿Cómo comportarnos ante clonaciones, transgénesis, una humanidad fabricada?

Ya no estamos en aquellos tiempos de Julio Verne en que cada despliegue científico o tecnológico, era una bendición. Ese positivismo filosófico, ese optimismo tecnológico es lo que vemos que está en crisis.
Hagamos entonces una incursión, siquiera mínima, en el advenimiento de la modernidad. Si pensamos en su ritmo, con todos los peligros de lo analógico, y comparamos el andar humano con el de un caballo, tendríamos que decir que estamos ante un galope, ya no tendido sino desbocado…

Capítulo 1. La modernización al galope

¿Dialéctica o trialéctica?

Si la brusca e inesperada desaparición de “la era soviética” nos hizo pensar en algún momento, muy a principios de los ’90, que se simplificaba el panorama ideológico del mundo contemporáneo, que podríamos volver al viejo paradigma de izquierda vs. derecha, a la búsqueda de un anhelo todavía no realizado enfrentando la atroz realidad que castiga a la mayoría de la humanidad, evitando esa “anomalía” que era de derecha y predicaba ser de izquierda, que a mi modo de ver envenenó, ideológicamente, todo el siglo XX, el escaso tiempo transcurrido nos ha revelado que de ninguna manera se ha recuperado aquel tiempo pasado ni tampoco ha sobrevenido lo anunciado por algunos agoreros; lo del fin del conflicto político.

En rigor, el siglo XX vio más a menudo tres actores o más en pugna, por lo menos mucho más frecuentemente que lo que los dictados de una dialéctica presuntamente científica (más bien cientificista) nos autorizaba vislumbrar.
En todo caso, si vimos un suceder dialéctico fue más el propio de una dialéctica no sintética, con pares opuestos que se sucedían sin solución de continuidad: no había cesado la lucha entre el carcomido mundo aristocrático y el impetuoso mundo burgués y ya teníamos la lucha entre burgueses y proletarios, que de inmediato trasmutara y se reasumiera en el socialismo, que en realidad eran los socialismos. Internacionalistas los primeros; revolucionario o evolucionista, fueron sus opciones inmediatamente después.

En un momento, en el cambio de los siglos XIX a XX amagó la existencia de un “pensamiento único”, por cierto que en los antípodas del que se quiso proclamar victoriosamente con el colapso soviético: hace cien años se hizo un lugar bastante común en las capas ilustradas occidentales el pensar en el advenimiento del socialismo.

Esa fe movía montañas entre sus creyentes, capas trabajadoras, proletariado militante, capas de intelectuales intérpretes de lo que se invocaba como nuevo e ineluctable, pero también conmovía a quienes no simpatizando con semejante futuro, porque se identificaban a sí mismos como burgueses, lo veían inevitable. Le temían, en todo caso lo odiaban, y hasta podían resistirlo, enfrentando ese sentido común que anunciaba este advenimiento de este otro tipo. Hay intelectuales de derecha, antisocialistas, que expresan esto, como Gustave Lebon.

Más tarde, el tronco de la ideología socialista tendrá otras ramificaciones, nacionalistas.
El socialismo nacional se fue llamando, y haciéndose, cada vez más, nazismo o fascismo. Particularmente en el centro planetario, es decir en los países no coloniales.
El socialismo internacionalista generó a su vez diversas alas o corrientes, en parte dependiendo de su localización planetaria. Una principal, soviética, estalinista con centro y eje en la URSS (1917-1991), otra sociademócrata, burguesa y conciliadora; Suecia fue su modelo más acabado (1932-1976). En España, en la década del ’30 tendremos también un polo anarquista (que provenía de mucho antes), enfrentado a estalinistas y socialemócratas (amén de dividido ese polo, en sí mismo).(1)

Habiendo despreciado las libertades burguesas, el principal experimento social considerado socialista −la URSS− terminó por carecer de tales libertades, sin obtener, empero, la postulada igualación.

Con el colapso soviético, y al menos transitoriamente, con el desbarajuste planetario de la opción socialista (2) pareció simplificarse el cuadro de opciones políticas y/o ideológicas.
Por un lado, surgieron intelectuales orgánicos del poder “mayor” que auguraron la muerte de la política propiamente dicha, puesto que no veían opciones a lo único existente; se podría gestionar de un modo u otro pero siempre dentro del horizonte de la sociedad dominante, la del régimen burgués, industrial o moderno.(3) Un poder globalizado y eurocentrado, o como se lo prefiera denominar.

Una suerte de heguelianismo redivivo. Que se abona en la occidentalización cultural de todo el planeta, es decir del “resto del planeta” que no es europeo-occidental. Para quienes no aceptábamos esta eliminación de la política y el alineamiento correspondiente (que hizo famoso, a F. Fukuyama, con aquello de que se había terminado la historia, una variante del par prehistoria-historia tan caro a “los clásicos” del marxismo), quedaba por un lado ese mundo actuante, el del imperialismo ahora cada vez más bajo el nombre de globalización, y por el otro, la resistencia a la expansión de ese proyecto-realidad; mediáticamente los globalifóbicos; resistencia, negación a lo existente y a su expansión, aunque no afirmaran una opción claramente anclable en modelos existentes.

Desde los ’90, entonces, nos encontramos con alternativas que todavía cuesta dilucidar si son reales o espejismos.
Una de las primeras expresiones alternativas “pos-soviéticas”, enfrentada a la vigencia absolutizada del mundo-tal-cual-es, fue el Foro Social Mundial. Por un momento, a principios del s. XXI, su reunión en Porto Alegre se opuso a la del Foro Económico de Davos, en Suiza, que durante décadas se había dedicado a concentrar la élite planetaria y a “marcar la agenda” de los poderosos, los privilegiados del planeta.(4)
Rio Grande do Sul, multilingüe, Davos monolingüe, por ejemplo. Pero analistas como Michel Chossudovsky (5) nos dirán que no es sino un debordiano (6) espectáculo. Fundamentada observación que no podemos desechar; demasiadas fuentes de financiación en común es lo que dicho autor ha rastreado.

Lo cierto es que ya entrados en el siglo XXI, se han vuelto a visualizar tres opciones (por lo menos), claramente diferenciadas, al menos en lo que tiene que ver con nuestra región, sudamericana. Sigamos aquí a Emir Sader, integrante del PT, un politólogo brasileño que tiene mucho predicamento en los círculos progresistas y enfrentado a “la derecha”.
Sader enumera:
1) el neoconservadurismo, que sigue manteniendo su denominación, viciosa y falsa de “neoliberalismo”,(7) que, para el caso de América Lapobre, estaría sentando sus reales en Colombia, México, Honduras…
2) un populismo burgués que no rompe con la globocolonización −como con acierto ha bautizado Frei Betto lo que economistas llaman ahora “globalización”−. Se diferencia del neo-conservadurismo, por sus “políticas sociales”, es decir de distribución de ingresos hacia las capas sociales menos favorecidas (y que son en general las que el neoconservadurismo rampante ignora). En América del Sur Sader ubica en este sitio a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Ecuador y Uruguay, que aun sin ser toda la América del Sur y menos todavía el Caribe, apenas presente por Cuba, es de todas maneras el grueso poblacional, económico y político de la región.(8)
Y finalmente,
3) lo que Sader denomina “ultraizquierda”. Con lo cual tácitamente atribuye la condición de izquierda al ítem anterior. Algo que mirando la estructura económica vigente y la relación con el centro planetario no deja de ser peculiar, aunque guiándose exclusivamente por los pergaminos sería “cierto” en casos como Uruguay o Brasil, y más complicado en Argentina, por ejemplo. Pero, ¿es que puede existir, una izquierda capitalista?
4) Sader centra, de todos modos, las opciones políticas realmente existentes entre: 1) y 2). Lo cual es obvio hasta por las denominaciones que utiliza.
La ultraizquierda le parece desechable por su divorcio radical con el espíritu, con el “estado de ánimo de las masas” (ibídem).

A mi modo de ver, le falta a Sader, en ese cuadro de situación, la dimensión ecológica, que es siempre planetaria. Preguntado expresamente por esa ausencia, por si no era acaso una falencia, la negó de raíz, como falencia, porque: ‘la dimensión ecológica era muy, muy importante pero no transversal, no medular.’

Sader destaca, en cambio, que en el cuadro político actual y en la disputa entre neoconservadurismo y progresismo falta una dimensión que sí considera básica: la laboral, la de clase. Afirma que la política actual se mueve como si todos, o casi todos, no trabajásemos, como si nuestra condición trabajadora fuese soslayable.
Si bien nuestra condición de transformadores no está casi presente, como él dice, y debería estarlo, nuestra condición de residentes, “usuarios” o “vecinos” terráqueos no la pensaba tan medular como nosotros sí la vemos.

Sader apunta a que la iniciativa ideológica para la configuración de los imaginarios sociales la sigue teniendo el neoconservadurismo, el capitalismo puro y duro, puesto que la sociedad está vista como el mercado y quienes la integran como “consumidores”. Sader, entonces, se conforma con legitimar reclamos a favor de “el proletariado”, demandas que provienen del s. XVIII o XIX.

Nos permitimos considerar que la disyuntiva planteada por Sader es francamente insuficiente. Temporalmente atrasada: critica el escamoteo del trabajador a manos imaginarias y virtuales del consumidor. Tiene razón. Pero así y todo, falta la dimensión ecológica, o si se quiere, “territorial” que consideramos inescindible de la perspectiva política: una política sin ecología o con una ecología instrumental nos lleva al derrumbamiento planetario.
Porque somos residentes, productores y consumidores. Somos tridimensionales.
La dimensión ecológica cuenta además con otro rasgo necesario, sin el cual pierde sentido: la forma de apreciar o integrar esa mirada a la situación política pasa por las relaciones imperiales, o de centro a periferia, por las condiciones de actividad del sistema “global” que nos rige. Es decir, de nada sirven esas ecologías ambientalistas que procuran mejorar o lubricar el sistema de poder establecido. La ecología será antiimperialista o no será nada (bueno).

Capítulo 2. La tecnología hoy

Antes de abordar tales relaciones, veamos, siquiera someramente, rasgos dominantes de ese centro planetario, constituido fundamentalmente por países enriquecidos, es decir los ajenos al destino colonial (aunque tales sociedades no incluyan, por cierto, a todos sus habitantes).(9) En una palabra, nos referimos al circuito globocolonizador, fundamentalmente matrizado, configurado desde mediados del s. XX, por la élite de poder de EE.UU. y cada vez más −desde el 11/9/2001− por el binomio geopolítico EE.UU.-Israel, cada vez más inseparables, amén de las capas “integradas” de los ya mencionados países enriquecidos −algunos hoy, 2011, en proceso de empobrecimiento−, más los circuitos −mucho más restringidos−, de las élites globocoloniales de los países empobrecidos.

Se trata de rasgos “clásicos” o recientes, algunos se han acentuado y otros han surgido en las últimas décadas.
– aumento de escala para la producción junto con la expansión; tal vez el rasgo más característico, estructuralmente necesario para la rentabilidad y el poder de los privilegiados. Su desarrollo y pujanza lo convierten en un factor de primer orden y sin duda de difícil manejo. Se podría decir que es una tendencia sostenida en el último medio milenio e indudablemente está estrechamente vinculado a los desarrollos tecnocientíficos. Tal vez el fenómeno que en la actualidad lo registra con mayor nitidez sea el de la contrarreforma agraria en marcha bajo la denominación modernista de agribusiness, que se traduce en el despoblamiento de campos, unidades de producción agraria o agropecuaria cada vez más extensas, “agroindustriales” (aun cuando no debería confundirse la elaboración de vajilla o botones con la crianza de cerdos o plantas). El investigador Robert Kenner (10) afirma que las modalidades de producción de granos y alimentos así como de animales domesticados ha variado más en los últimos 80 años de la historia humana, en el siglo XX, que en los anteriores 10 000 o 15 000 años que se estima tienen tales actividades entre humanos.
El descrito es un rasgo “clásico”; los siguientes son más recientes:
– inversión de las relaciones entre economía y finanzas y entre ciencia y tecnología;
– quimiquización fuera de control;
– megalopolización urbana y contaminación también ello cada vez más fuera de control,
– deterioro de la calidad de productos cada vez más masivos, “compensada” por su mayor accesibilidad; recambio permanentemente acelerado; obsolescencia programada.

2.1 Aumento de escala de las unidades productivas

Se trata de una expansión no lineal sino progresiva, que va expandiendo no sólo la producción, los mercados y sus modalidades, sino también el ritmo con que se produce la misma expansión. Unidades productivas, de aprovisionamiento y procesamiento, cada vez mayores y consiguiente consumo creciente de materias primas y recursos. El reinado de la mercancía dirá Karl Polanyi.(11)

Un corolario de la tendencia al aumento de escala productiva es la consiguiente tendencia al catastrofismo cada vez más propicio, inherente a la intensidad y concentración del capital. De lo cual la rotura en la perforación de BP en el Golfo de México es buen ejemplo. Junto con ello, ciertamente se acrecientan los medios tecnológicos para enfrentarlos. El rescate de los 33 mineros en Copiapó, Chile, sirve claramente de ilustración de ambos aspectos. Es cierto que gracias a nuevos vehículos y dispositivos de penetración del suelo y la roca, los mineros pueden sufrir un accidente y quedar aislados a más de 700 metros de profundidad. Pero también es cierto que no bien detectados vivos, en muy poco tiempo, en 24 horas se pudo trazar y enviar una sonda, y en unos dos meses se los pudo rescatar mediante la ya famosa cápsula que transitó por el túnel vertical taladrado con enorme precisión. La sonda permitió la sobrevida, haciéndola incluso llevadera, esos dos meses. Y lo demás, ya lo vimos todos.

Señalemos siquiera someramente otro ejemplo, el del automovilismo. Se han desarro-llado vehículos cada vez más rápidos; andar a más de 200 km. por hora, con los consiguientes riesgos, pero también con el recurso del air-bag y la ventaja de “acercar” las distancias, aunque sólo en las cuidadísimas rutas del Primer Mundo. Las automotrices también han ampliado su escala y el toyotismo se convirtió en el nuevo escaño tecnológico “superando” el fordismo de la primera oleada automatizadora.

El toyotismo se precia del just-in-time, es decir del ahorro que significa la eliminación de los depósitos y sus consiguientes existencias de mercadería a la espera, pero sobre todo de la eliminación de mano de obra mediante nuevos peldaños de automación.

Ya metidos como usuarios en la gran escala ahora imperante en la industria automotriz (como en prácticamente ocurre en más y más ramas de actividad), los resultados no han sido tan exultantes. Toyota, precisamente, afronta resultados llamativos: en 2010 ha llamado a revisión a unos diez millones de vehículos producidos y salidos al mercado entre 2007 y 2010. No se trata de cifras despreciables; aproximadamente un tercio de toda su producción. Un millón y medio de tales controles proviene de que el sistema de limpieza de parabrisas puede ocasionar incendio. Medio millón han sido llamados a control por imperfecciones en el sistema de frenos, nada menos. Y así por el estilo.

Los coches que “salen solos” de las fábricas no parecen tan tecnológicamente perfectos como nos quieren hacer creer. El problema no se arregla a pura previsión aunque tardía. En el ínterin, con tales imperfecciones, en EE.UU., donde opera la mayor fábrica de automotores del mundo −Toyota, precisamente−, se cuentan por decenas las demandas por muertes en accidentes vinculables con errores o fallas en la construcción, o tal vez tengamos que decir cada vez más, en la configuración del vehículo. Y miles de demandas por diversos accidentes vinculados con lo mismo. Una danza de miles de millones, pero sobre todo una danza de vidas humanas destruidas o afectadas.(12)

Los desarrollos tecnocientíficos permiten “proezas” cada vez mayores, tanto en los avances como en su remediación cuando se hace necesaria. El ser humano es cada vez más capaz de:
– pulverizar montañas para llevar adelante la llamada megaminería,
– perforar napas geológicas,
– explotar petróleo submarino,
– establecer plantíos transgénicos en una escala sin precedentes,
– hacer fumigación aérea de enormes extensiones,
– efectuar desmontes masivos de millones de ha (algo que habría llevado antes décadas y que ahora se hace en una estación),
– expansión planetaria del automovilismo con la consiguiente contaminación atmosférica;
– elaborar energía nuclear, con su problemática irradiación, tanto en la extracción como en su deposición “final”,
– los climatólogos e ingenieros de la actividad petrolífera, así como los transportistas del ramo calculan que con el hielo ártico desaparecido entre 2014 y 2018 podrán simplificar enorme-mente y mejorar en consecuencia la extracción de minerales en la región y acortar en miles de km la distancia para los fletes que unen el norte americano y el Asia sudoriental. Evitarán “las vueltas” por el Canal de Panamá o el de Suez. Y están exultantes con ello, calculando los ahorros de tiempo, desgaste, energía, etcétera. ¿Y el casquete polar? No tará má. Saparecerá. “Cosas” sin entidad, como hemos tenido que escuchar alguna vez.

Ejemplifiquemos con casos de aumento de escala, y luego ya nos concentraremos en el caso argentino para el examen de la contrarreforma en marcha.
Focalicemos en la pesquería y en la cría de los animales de mayor consumo.

PESCA. La humanidad se ha nutrido desde tiempo inmemorial de peces y seres vivos acuáticos. Se estima que el 60% de las proteínas animales consumidas por la humanidad ha provenido, históricamente, de la pesca. El otro tercio de proteínas animales ha sido provisto por los animales de tierra o aire. Aves, cérvidos, liebres, cabras, cerdos, vacas, cuises, y el larguísimo etcétera que va variando de región en región. La pesca se ha estado industrializando desde hace siglos. Y “perfeccionando” sus técnicas al punto que al día de hoy, con sus redes de arrastre, sus bombas de profundidad y tantos otros recursos, los pescadores están en condiciones técnicas de vaciar el mar. Cada mar que “visitan”.
Sería un éxito deslumbrante si no fuera por el pequeño detalle de que la pesquería está logrando así serruchar la rama sobre la que está asentada.
Sus técnicas de arrastre son tan “perfectas” como para no dejar intocado los fondos marinos. Que son, precisamente, la base nutricia de muchísimos circuitos vitales. Las redes son tan rendidoras que no perdonan ni siquiera a los más pequeños peces, puesto que los barcos engullen los peces grandes para comida humana y los pequeños como masa nutricia para animales criados o cultivados por el hombre, peces en estanque incluidos.

Tanta calidad técnica y ceguera natural o crisis del sentido común, ha hecho que la pesca haya desaparecido por ejemplo de todo el entorno marítimo europeo. El Mar Mediterráneo, otrora asiento de apetitosos atunes y tantas otras especies que han alimentado milenariamente a las poblaciones costeras, es ahora poco más que el sumidero de los desechos de los países que lo circundan. El Báltico, por ejemplo, está tan contaminado que sus especies marinas han disminuido dramáticamente su fecundidad. La reproducción es bajísima y menguante. Por estar interconectado no desaparece, como el mal llamado Mar de Aral (el sexto lago más grande del planeta, hoy reducido a una charca salobre gracias al “milagro soviético”); permanece, pero cada vez más sin vida.

Desde hace unos años, las dotaciones pesqueras europeas se dedican a saquear las cos-tas africanas, como la somalí, donde la impunidad es grande por la falta de un estado local en condiciones de defenderse, pero también la de otros estados que tienen como dieta básica el pescado, por ejemplo Namibia, que ve raleada su pesca por las incursiones desde ultramar.

Como la “perfección” técnica, el alcance depredatorio en suma, no se ha abandonado, sino que, por el contrario, sigue en pie, en auge, sacrificando a los pescadores locales robándoles las pescas, por ejemplo, mar adentro, el destino de la pesca planetaria es su desaparición. Y con ella, la ingestión principal de proteínas de la humanidad. Ya imaginamos el festejo de algunos laboratorios produciendo pastillas de ω3 u ω6 “para todos”…

Y nos hemos limitado a hablar de los desarrollos técnicos propiamente pesqueros. Pero hay que mencionar, por ejemplo, la plastificación de los mares, gracias a la invasión de otra industria −la petroquímica− que ha significado el crecimiento en progresión geométrica de restos plásticos: con microorganismos adheridos se van depositando de a poco en los fondos marinos reteniendo el oxígeno de las aguas superficiales y a la vez bloqueando los ciclos bióticos de esos fondos marinos que vimos ya tan maltratados… Recordemos que los fondos marinos constituyen más del 70% del suelo planetario… y son así la mayor parte de la biosfera del planeta.

Avícola y suina. Veamos un par de casos de agrandamiento sostenido de las unidades de producción, en cerdos y aves.
Como se describe en muchísimos documentos, el tratamiento dispensado a animales destinados al consumo humano es de una indiferencia y crueldad sin límites. Pero tanta “eficiencia” tiene su rebote; estamos dañando nuestra salud.
“[…] que se apliquen verdaderos procedimientos industriales para la «fabricación» de animales. Gallinas, vacas, borregos, conejos y todos aquellos animales que los estándares occidentalizadores determinen como comestibles, son tratados como grabadoras o DVD’s, hechos en serie. Las granjas se han convertido en verdaderas factorías en las cuales a los animales se los maneja igual que a metros de tela destinados a confeccionar vestidos. Mediante artificiales procesos hormonales y genéticos, se los obliga a sobre-reproducirse, se los alimenta con sus propios excrementos y cadáveres «enriquecidos», se los apretuja en reducidísimas áreas, se los transporta hacinados, ahogándose con su propio calor y sudor, y se los sacrifica bárbaramente […].”(13)

En esas condiciones la expansión de enfermedades, de pandemias, es también fulminan-te. Desde hace unos años, nos enmudecen y atemorizan con la “gripe aviar”, la “influenza porci-na” y otras plagas “bíblicas” en tanto los laboratorios están de parabienes con sus vacunas.(14)

La referencia al “aprovechamiento de todo” es una curiosa perversión de una conducta tan cara a la producción orgánica, de no producir desechos.

En el caso de los establecimientos hiperindustrializados, el afán de no desperdiciar nada en un proceso productivo que no se basa en la salud de los integrantes ni en pasos depurativos de compostado, ni en biodegradación aeróbica o anaeróbica ni en cadenas alimentarias biológicamente reconocidas, sino en el afán de no perder “ni un gramo de ingredientes” ha llevado, por ejemplo, a alimentar animales herbívoros con restos cárnicos. Tal fue el origen ya archisabido del llamado “mal de las vacas locas” (enfermedad de Kreutzfeldt-Jakob). Como exponente, dada su gravedad y ramificaciones mediatas, alcanza y sobra, pero bueno es saber que se trata apenas de un ejemplo entre tantos.

En agosto de 2010, p. ej., se retiraron en EE.UU. 500 millones de huevos infectados o potencialmente infectados con salmonelosis. Todos provenían de apenas dos establecimientos pertenecientes, en rigor, a un único propietario.(15) DeCoster. Por supuesto, los huevos lucían en las góndolas como provenientes de distintos “competidores” en el mercado, porque llegaban o iban a llegar al consumidor, como siempre, con muy diferentes marcas y envases.

La fábrica en cuestión, trabaja en régimen como de zona franca, es decir sin leyes ambientales ni laborales, a discrecionalidad contra los asalariados y en especial contra las asalariadas. “En 2002, la compañía de DeCoster pagó un millón y medio de dólares para llegar a un acuerdo en referencia a una demanda legal presentada por la Comisión Federal de Igualdad de Oportunidades Laborales en representación de mujeres mexicanas que informaron haber sido sometidas a acoso sexual, incluso violación, abusos y represalias por parte de sus supervisores.” DeCoster es un ejemplo práctico de las observaciones filosóficas de K. Marx. Todo se cosifica: los animales, los asalariados, los clientes.

Esta epidemia se frenó. ¿Cuántas nos llegan y luego, en cada hospital, cada médico irá diagnosticando una patología, por supuesto de-origen-desconocido?

Pensemos en que las unidades de producción de animales de granja eran antes por decenas y ahora lo son por miles o millones. Un cambio cualitativo en su tratamiento se ha introducido con la gran industria, un cambio de escala donde pierde el hombre su cualidad humana y el animal la suya animal.
EE.UU. ha mantenido un consumo de cerdo bastante estable en las últimas décadas, en todo caso aumentado junto con el propio aumento demográfico de población. De unos 50 millones de cerdos carneados anualmente a mediados del s. XX ha pasado a unos 65 millones hacia el cambio de siglo.

Pero reparemos en la transformación que tiene que haberse operado en el cómo. De tener alrededor de dos millones de establecimientos que enviaban a faena unas pocas decenas de cerdos por año cada uno, a tener apenas un puñado de mataderos que carnean hasta varios miles de cabezas por día (32 000 carneados por día en Smithfield, en Tar Heel, Carolina del Norte, p. ej.).(16) Esto significa un enorme y brutal cambio en el cuidado y la atención de los animales. Industrialización, estandarización y cambios sustanciales en la dieta. Lo patógeno también cambió de naturaleza y ritmo: han aparecido plagas, que se han “universalizado”: las “enfermedades en serie” se reproducen incontenibles.(17)

En el caso de las gallinas y pollos, se crían “paralíticos” para que no gasten energía o porque, acelerado su ritmo de crecimiento a menudo no logran mantenerse en pie (las hormonas aceleradoras no hacen crecer al mismo ritmo a las distintas partes del cuerpo). Los huesos no sostienen la carne o los músculos no llegan a desarrollarse acordes con la masa corporal. Se les sellan los picos, haciéndolos romos para evitar que se picoteen entre sí en la desesperación de sus cubículos, y en el caso de las ponedoras, para que no picoteen los huevos que acaban de poner. Los establecimientos avícolas “modernos” lidian con millones de ejemplares.

El estiércol resultante de tales “establecimientos fabriles” ya no es fácilmente incorporable a la tierra donde sirvió durante milenios de abono extraordinario y natural de próximos cultivos. Ahora, las deyecciones de millones de aves ya no cumplen papel alguno en los ciclos de rotación y fertilización de la tierra. ¡Para eso están los laboratorios! En su lugar, se van creando lagos de estiércol en las proximidades de los establecimientos, y los habitantes de las localidades vecinas atestiguan que los campos apestan las 24 horas. En el norte de Alemania, la cría industrial avícola ha generado tal problema “olfativo” que sus traficantes han encarado su “solución”.

No piense el lector que hay en esto atisbo de autocrítica, reconocimiento de las virtudes alimentarias de lo local, por ejemplo. No, ¡retroceder jamás! Sencillamente una solución pragmática. Así como cuando tales concentraciones de animales generaban una locura generalizada en ellos y aumentaba muchísimo la agresividad, no se le ocurrió a ningún criador volver a dimensiones menos monumentales, criando animales que gozaran relativamente del espacio y de su vida, sino que sencillamente serrucharon los picos de las gallinas, ante el problema olfativo, los emprendedores del ramo organizaron tales establecimientos con sus millones de animales en pre-matadero en Brasil, en la costa noratlántica –para abreviar fletes– y que los pollos lleguen a Alemania ya listos para el consumo, eviscerados, sin plumas y sin tener que soportar la población –alemana, claro–, el olor “colateral” de la mierda. Carecemos de datos sobre si los establecimientos en Brasil tienen vecinos.

Capítulo 3. Alojando históricamente lo que ahora nos pasa

Este sistema agroalimentario no es eterno. Tiene, por el contrario, escasísimas décadas. Sobreviene con la hipertecnificación de los procesos industriales y el “aprovechamiento industrial” de todos “los elementos constituyentes”. Tiene que ver con los cambios que se han operado en las últimas décadas, que nos recordaba R. Kenner. Un ejemplo de modificaciones biológicas y sanitarias a partir de la “revolución alimentaria” que ha convertido a los vacunos en pura mercancía. Las vacas se han alimentado toda la vida de pasto. Pasturas, rotaciones, han sido sabiduría humana durante miles de años.

Pero con la industrialización y la estabulización, a las vacas, encerradas y paralizadas, se las provee en EE.UU. de maíz como único alimento (en Argentina, algunos feed-lots adoptan la misma estructura pero basados en soja). La vaca genera, alimentada con maíz, una mutación en una de sus muchísimas bacterias que la convierte en causa de la gravísima enfermedad llamada sindrome urémico-hemolítico. Se ha verificado que un retorno de la vaca a la dieta de pasto y en una semana aproximadamente, desaparece esa cepa del estómago rumiante donde habita. Con lo cual, queda claramente demostrado que se genera por el maíz. ¿Volverán las vacas madeinUSA a alimentarse con elementos benignos? De ningún modo: habrá que aprender a lidiar con el sindrome señalado (p. ej. cocinando tanto como para “achicharrar” a dicho vector patógeno).

Así remataba la oenegé GRAIN un informe donde desnudaba el verdadero origen de la gripe aviar; el sistema industrial de cría de animales:

“Una interrogante candente es por qué los gobiernos y las agencias internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) no hacen nada para investigar cómo las granjas industriales y sus productos, tales como estiércol y raciones, extienden el virus. Por el contrario, están usando la crisis como una oportunidad para profundizar la industrialización del sector. Se multiplican las iniciativas para prohibir la producción de pollos al aire libre y eliminar a los pequeños productores, y reponer las granjas con pollos genéticamente modificados. La red de complicidad con una industria involucrada en una sarta de mentiras y encubrimientos parece completa.
“Los campesinos están perdiendo sus medios de vida, sus razas de pollos nativos y están siendo expulsados del mercado, y algunos expertos dicen que estamos al borde de una pandemia humana que podría matar a millones de personas […]. «¿Cuándo se darán cuenta los gobiernos que para proteger a los pollos y a las personas de la gripe aviar, necesitamos protegerles de la industria avícola mundial?»(18)

Aunque el nudo problemático que plantea el texto de GRAIN es preciso, su pregunta es ociosa si pensamos en la FAO. Desde hace ya mucho tiempo esta comisión de la ONU, como el PNUD, el PNUMA, la OMS, el PMA, etcétera, se dedican a legitimar el sistema con su modelo productivo de grandes consorcios transnacionales, aceptando el paradigma del capitalismo monopólico, como si fuera lo único que puede hacer funcionar al mundo, como si se tratara de una ley celeste de rotación y traslación de planetas y no de capitales; como si eso no revelara, sencillamente, que las comisiones “técnicas” de la ONU pertenecen a los privilegiados del mundo. La inolvidable imagen de Quino.

Contrarreforma agraria en marcha en Argentina

Es en el concierto mundial descrito en donde las economías nacionales están metidas. La Argentina figura entre los “aventajados” integrantes de la globalización si lo medimos por el ingreso de dólares al circuito económico que llamamos argentino. Al privado y al público. Pero su costo parece ser altísimo. Como bien lo explicita la Asociación Ecologista Piuké: “Nos animamos a sumar tres grandes venenos más al señalado por nuestra presidenta [CFK se refería al veneno comunicacional proveniente de ciertos medios]: cianuro, glifosato y uranio. Los tres constituyen hoy los botones de muestra (y sólo los botones) de un sistema de desarrollo que nos destruye, saquea y enferma […].”(19)

Si bien las estadísticas nacionales son todo menos confiables, el vuelo económico de los que se reputan winners del momento, como pueden ser sojeros −y toda una gama de ramas de actividad florecientes: turismo, computación, bienes inmuebles, la tierra asiento de los agronegocios, la industria automotriz, laboratorios proveedores de las nuevas modalidades productivas, las ciudades pequeñas y medianas del “país de la soja”− nos muestran un país con enorme cantidad de circulante. Desde la presidencia se nos habla de una cantidad de reservas pocas veces vista.(20) No obstante lo anterior, es inocultable la mala vida en sectores amplísimos de población, el proceso de exclusión parece imparable, se ve el deterioro del ambiente. Todo esto, invaluable en dólares.

El agronegocio, cada vez a mayor escala, sigue expulsando y acorralando a campesinos pequeños, con o sin tierras, excluyendo “brazos” de su sofisticada producción (aunque incorporando otros, menos, tecnologizados). Los cordones de miseria no sólo no desaparecen sino que parecen extenderse y todo esto en dimensiones cada vez menos “nacionales” porque el emporio sojero con asiento en Argentina se ha ido expandiendo, sobre todo hacia Uruguay, pero también hacia Bolivia o Paraguay y por lo tanto, los expulsados provienen también cada vez más de allende la frontera: buscan mitigar la exclusión mediante tareas marginales en las ciudades y entre ellas, en la megalópolis regional, Buenos Aires.

Capítulo 4. Los rasgos recientes de la tecnologización

4.1 Inversión de las relaciones

FINANCIERIZACIÓN DE LA ECONOMÍA. Nos restringiremos a una única observación respecto de otro de los rasgos señalados; el de la mencionada financierización.

Es absolutamente necesaria una crítica a fondo de los conceptos fundantes de lo que todavía hoy llamamos “economía” e incluso “ciencia económica”; una trama de conceptos de rendimiento, productividad, beneficios, amparada en la externalización de costos, valida de proyectos de impacto ambiental totalmente adocenados, legitimados por agencias gubernamentales estadounidenses, y por lo tanto con una geopolítica nacional, pero que fungen como si fueran internacionales, como es el caso del FMI, el BM y la USAID (esta última no se declara “internacional”, aunque su denominación “Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Interna-cional” merecería rebautizarse como “Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU.”).

Estos “asesoramientos” avalan de manera falaz el adueñamiento de bienes comunes a la humanidad, “abaratados”, como bien señala Javier Rodríguez Pardo,(21) mediante la denominación de “recursos naturales” y mercantilizables mediante el artilugio de considerarlos apropiables.

Pero encima de una construcción ideológica y selectiva de lo económico está el hecho avasallante y al parecer irreversible, de que la economía se sateliza cada vez más ante los movimientos financieros, verdadero nervio motor de la producción y el intercambio actuales.

Lo financiero era en siglos pasados, el apoyo, el complemento de las transacciones económicas. Pero hoy “reina” como elemento protagónico. Da vergüenza ajena escuchar a políticos exaltar el PBI como referencia de progreso o calidad de vida. Y si el político es “de izquierda”, da pena, además.

Señorío de la tecnologización; servidumbre de la ciencia

Así como la economía y las finanzas han invertido sus roles, así ha pasado con la ciencia y la técnica: ahora la ciencia está al servicio de la técnica, es decir de las corporaciones que promueven (sistemática y permanente-mente) nuevas técnicas, nuevas configuraciones tecnológicas como una forma de dominio cultu-ral, ideológico, político y finalmente material. La que se suponía protagonista, dueña de la situa-ción; la ciencia, es en realidad su servidora, es decir se desarrolla al “amparo” de grandes corpo-raciones. También fructifica en el ámbito universitario, pero ése es el sector menos dinámico. También, finalmente, en las cabezas de científicos independientes, pero éstos son los menos.

La disciplina que tenía el rol accesorio, se ha convertido en el eje de las actividades tecnocientíficas, en el motor del “sistema económico”. La tecnología está cada vez más configurada en enormes consorcios civiles (casi siempre comerciales) o militares.

4.2. Quimiquización

Apenas el 10% de los productos químicos que salen al mercado tienen una “ficha de identidad” que refleje el conocimiento de sus cualidades, virtudes y defectos. Del otro 90% sólo se conoce (y se ha investigado) el rasgo utilitario por el cual se lo ha buscado, configurado, encontrado. Por cada producto prohibido por instancias reguladoras, son miles los “aprobados” sin más verificación que la utilitaria. Por eso quimiquización y contaminación se aproximan tan peligrosamente.

4.3 megalopolización à la argentina

Señalemos un único elemento vinculado con la proble-mática de la megalopolización. En Argentina, tanto los economistas de la Coalición Cívica como los del gobierno consideran buen augurio la producción incontenible de autos cero km. En una sociedad colonializada,(22) ese sólo dato satisface a los que gobiernan (o aspiran a hacerlo), con prescindencia de una observación más estructural, de un pensamiento más matizado, que tenga en cuenta, por ejemplo, su pesadísimo costo energético o que la elasticidad del parque automoor no se corresponde con la de su base de desplazamiento material, las calles, más inelásticas.

Ese divorcio nos puede llevar no a una mejor calidad de vida, como postulan los enamorados del automovilismo o de las estadísticas del PBI sino a una peor calidad de vida urbana, cotidiana, a bordo en las rutas y avenidas atascadas. Lo señalamos a título de ejemplo de cómo no calibrar “los avances”.

Los modernizadores están de acuerdo. Con ropaje neocon o con ropaje progresista, con filosofía liberal y capitalista o con convicciones progresistas, socialistas y marxianas, la globalización sigue su marcha. Triunfal y catastrófica. A la vez.

Y vale la pena considerar una conexión típicamente ecológica: la megalopolización tiene entre sus causas el despoblamiento rural que provoca el monocultivo y su rentabilidad.
Una consecuencia de tales desplazamientos poblacionales es que la gente concentrada en grandes urbes gana accesos, comodidad, info, pero también dependencia. Dependencia del sistema funcionando. Dependencia de los poderes establecidos, tanto comunicacionales como sanitarios, políticos…

4.4. Obsolescencia programada

Dejamos al lector el reflexionar sobre este fenómeno cada vez más “pujante”: ¿qué relación tenemos los humanos con la materia, que habiendo vivido siempre en un mundo de escasez el consumismo procura persuadirnos que vivimos en un mundo sin limites, infinito, de renovación continua, donde la materia ha ido perdiendo importancia, es decir el respeto, rasgo que había caracterizado prácticamente a todas las sociedades humanas?

Se entiende el porqué. Si algo es valioso por su uso, se lo cuida. Si algo vale como mercancía, más vale que desaparezca cuanto antes, así el empresario podrá reponerla. El descuido pasa a ser “el valor” de semejante sociedad. La nuestra.

Capítulo 5. Perspectivas

Varios de los desarrollos que acabamos de enumerar afectan de manera creciente y progresiva la biodiversidad, planetariamente. Es decir, que estamos jugando con fuego.
Cada vez más “capacidad” para modificar el hábitat resulta en cambio incapaz de, a su vez, no destruirlo. ¿Podemos los humanos, vivir, sobrevivir sin hábitat natural? Parece una pregunta tonta, y sin embargo, hay quienes están proyectando cómo hacerlo.
Somos fáusticos, concedido. ¿Somos más diestros o más energúmenos que Fausto?

Ése es el reto para la humanidad. Reto que se ha ido formando desde hace ya tiempo, y que “el estado de ánimo de las masas”, las sociedades concretas, no han asumido. Ni a sus “representaciones” políticas conservadoras o progresistas les ha importado.

Porque avanza nuestro conocimiento para mejor entender la naturaleza y a nosotros mismos. Avanza la medicina, la biología. Avanza la vida activa de los humanos, alcanzando cada vez más gente más tiempo de vida. Y de una vida que merezca su nombre. Avanza la ingeniería, la cibernética, todas las disciplinas del conocimiento humano, avanza nuestra comprensión del universo, de lo giga y lo nano, y de nuestro papel en todos esos universos. Pero a la vez avanza nuestra torpeza, nuestra huella cada vez más hiriente en el planeta.

Nuestro inolvidable maestro Mario Sambarino nos recordaba un pensamiento de Blas Pascal en los albores de la modernidad, enfrentando a las nuevas deidades, que consideramos sumamente actual aun cuando Pascal se ubique desde un dios y un cielo que para muchos de nosotros no existe: “El hombre está hecho mitad dios y mitad bestia, y cada vez que quiere convertirse totalmente en dios, se convierte totalmente en bestia”.

La biodversidad irreversiblemente dañada por el hombre, el disparo al ambiente de una serie de patógenos, disruptores endócrinos, cancerígenos, mutágenos que están poniendo en peligro la salud, la sexualidad ya no sólo de los humanos sino de todos los seres vivos; la radiactividad y la contaminación electromagnética cada vez más fuera de control, y tantas otras formas de contaminación cada vez más ingobernables, y también ellas irreversibles, la capacidad de los laboratorios con sus cómplices y asistentes para medicalizar cada vez más la vida, la “capacidad” creciente de los humanos para producir desechos y basura y no dar cuenta de ellos, son todos rasgos que entendemos peligrosísimos y ominosos.

Sin pretender agotar ese panorama apenas insinuado por la A. E. Piuké con los tres tóxicos mencionados, entendemos que Argentina no ha hecho hasta ahora sino aceptar gozosamente su papel de colonizado, mejor dicho colonializado.
Porque ya no somos colonia con bandera metropolitana; la nueva modalidad imperial se cuida muy bien de que cada territorio bajo la colonialidad conserve un símil de nacionalidad y estatalidad “igual” a la de las naciones reconocidas. Por eso han florecido tantos estados “independientes” en el mundo actual (la ONU tiene ya unos 200). Y celosamente, cada uno con su bandera, faltaba más.

Ardua dialéctica, ahora sí, tenemos entre centro y periferia, y la tenemos que afrontar. No es en blanco y negro, no es fácil. El centro tiene sus excluidos; la periferia sus privilegiados. Y no sólo eso; los mismos privilegiados del Primer Mundo también tienen mucho que lidiar para retener sus privilegios. Y los excluidos de la periferia también tienen una serie de peldaños, para mejorar a veces un átimo, o para empeorar hasta llegar al despeñadero de los basurales metropolitanos.

Porque la globocolonización le ha dado 4×4 a los sojeros, pero a enormes sectores de población le ha dado los basurales a cielo abierto o “bajo control”, a donde ha ido a parar la riqueza deslumbrante de la modernidad, del mundo rico, rápidamente degradada en forma de envases, carcazas y bolsas plásticas gastadas y desechadas (desechadas pero no deshechas, porque no son biodegradables).

Sustraerse a la globocolonización es arduo y problemático. Porque se trata de romper con el consumismo que se ha ido convirtiendo, por martilleo mediático pero también por autoseducción, en una segunda naturaleza. Consumir “refrescos”, o agua en botellitas plásticas, que “es lo más”, tapas de mujeres desnudas, viajes, modelos 0 km de autos o celulares, comidas rápidas −grasas y dulces, tan tentadoras−, consumir medicamentos para todo tipo de enfermedad real o imaginaria pero de fácil aplicación. Todas expresiones de cómo estamos siendo formados en la cultura dominante.

El esfuerzo para sustraerse a semejante imaginario, el necesario para afirmar una soberanía regional, cultural, alimentaria, mediante una política de respeto a la naturaleza, implica una política anticonsumista que no puede ser sino anticapitalista. Y tal tendría un altísimo precio: ser hostigados por los grandes poderes mundiales y menguar la circulación de dólares. Con ello, perdernos no sólo los gadgets de los grandes emporios mundiales; nos granjearíamos la furia (¿desbocada?) de quienes “la están haciendo con pala”.
Cambiar culturalmente; no es fácil.

Pero los “cambios de mano” de la progresía no alcanzan. En rigor, no plantean cambio paradigmático alguno. Por eso hablan de defender “un capitalismo bueno”. Cuando estallara la “crisis de 2001” hubo variadísimos intentos de tomar “los asuntos con sus propias manos”. Algunos de tales proyectos ya venían de los ’90, entonces florecen los MTD como hongos, en este caso, después de la tormenta.

En una entrevista desde la prensa alternativa, que entonces también recibió un gran espaldarazo −que ha pervivido−, porque más población cada vez confiaba menos en lo que decían radios, diarios y sobre todo la “tele”, tuve el honor y la dicha de conocer y dialogar con un agrupamiento en el barrio Conet de La Matanza, una veintena de “vecinos” luchadores. Arrinconados, sin los medios habituales de subsistencia, estaban en contacto con criadores de huevos y pollos para empezar a atender una producción local y nos contaban, “−ya que no podemos comprar lo del supermercado, vamos a producir nosotros, pero entonces hagámoslos orgánicos, sin pesticidas ni contaminantes.” Lo mismo proyectaban para una huerta vecinal, ya en contacto con los del Pro-Huerta del INTA. Quien llevaba una voz cantante en ese MTD era una mujer paraguaya, muy politizada, de formación marxista. Sesentona, con hijas adultas, consideraba que había que “expropiar a los expropiadores”. −Se trata de adueñarnos de todos los adelantos tecnológicos de que ahora disponen los sojeros, para ponerlos al servicio de todos, de modo tal que tendremos que trabajar muy poco para obtener nuestros alimentos; yo lo que quiero es que mis hijas se desplieguen en el arte, el baile, el canto, y no que tengan que seguir «yugando» como me tocó a mí…”

Dramáticamente, no pude estar del todo de acuerdo. Porque la simplificación del trabajo humano venía con un grado tal de contaminación, cada vez más generalizado, que no la hacía tan bienvenida. Y me/le pregunté, en voz alta, si no habría que volver, por ejemplo, a carpir para evitar agrotóxicos.

Para quien ha sido marcado “por el surco” es muy atractivo el canto de no-tener-que-hacerlo-más, porque “máquinas maravillosas” lo-hacen-todo.
La ecuación de mi interlocutora, industrialista, positivista, optimista, se solucionaba a pura técnica. Y no era tan fácil mostrar que la técnica no era sólo parte de la solución; que también se había convertido, ¡y cómo!, en parte del problema.

Recuerdo que una abnegadísima madre de Plaza de Mayo, con quien cruzamos una palabras sobre los desechos cotidianos me “aclaró” que “la basura” no era problema alguno porque existen máquinas que “la hace desaparecer”. Me quedó únicamente advertirle que desconfiara siempre de lo que hace desaparecer…
Encima, los industrialistas del Agribusiness proclaman que no hay marcha atrás en los desarrollos tecnoquímicos porque semejante planteo nos llevaría a la hambruna (hambruna es justamente donde estamos…)

Porque lo cierto es que el desarrollo tecnológico, librado a las fuerzas que lo gobiernan en los últimos siglos, resulta más bien necrofílico. Parecería como que a sus promotores les está vedado percibir cómo contamina, cómo disemina muerte o peligro de muerte a través de las contaminaciones generadoras de las más dispares y cada vez más atroces enfermedades. Se maltrata lo natural con una impudicia llamativa, como si la naturaleza fuera infinitamente elástica e infinitamente resistente. Como si tuviéramos un crédito ilimitado para volver siempre a un estado óptimo, a una recuperación plena. Lo cual es una terrible impostura o una escalofriante ignorancia. La vida, lo vital es increíblemente fuerte, regenerador, con una enorme capacidad de resiliencia, como se dice ahora, pero al mismo tiempo, es frágil, mortal.

Y esa condición, perecedera, no la salva ningún optimismo tecnológico. Porque no cambia la forma de plantarse ante la cuestión. Porque persiste el carácter avasallador de ese optimismo, un empecinamiento, una soberbia, que a la larga consideramos que nos va a resultar letal.

Dije antes, que si no hay un cambio cultural, en los comportamientos políticos, sociales, pero también individuales, rompiendo con la globocolonización, no veo cómo saldremos de lo que ha dado en llamarse “crisis de nuestro tiempo”. A lo que nos inducen los “neoliberales” cada vez más autoritariamente, es a seguir en la noria “global”, el culto al dólar y a las modalidades depredadoras del gran capital cada vez más transnacional.

Lo mismo exaltan los progresistas, solo que “repartiendo excedentes” en lugar de dejárselos sólo al 1 % más privilegiado.
En ambas vías se observa la aceptación plena de lo que hasta hace pocas décadas llamábamos “el capitalismo” y ahora designamos “la sociedad global”.

Una actitud crítica, de rechazo, de resistencia, nos lleva, nos tiene que llevar a ya no aceptar que la comodidad es el valor supremo, para encarar un proyecto de país, de sociedad, que realmente nos respete a todos.
¿Podremos asumir semejante “costo psíquico” sin que medie algún cataclismo? Parece difícil. La historia humana nos muestra que esas bisagras culturales, de comportamiento se han producido junto, frente a, o a causa de, enormes desgarrones del tejido social, como una guerra, una invasión. Sólo entonces un Churchill, político burgués por excelencia, se atrevió a prometer “sangre, sudor y lágrimas”. Sólo con la atroz invasión nazi a la Unión Soviética, muchos rusos, hicieron tripas corazón ante la dictadura que estaban sufriendo y resistieron lo que entrevieron como todavía peor. Con tales ejemplos, estamos hablando propiamente de cataclismos.

Si el lavado cerebral de la tinelización sigue ocupando el tiempo de los argentinos, si se completa con la tele adocenada de las Legrand o Jiménez; si los laboratorios siguen vendiendo lo que quieren o necesitan para su rentabilidad en nombre de la ciencia, la higiene, la seguridad o “el buen olor hogareño”; si seguimos creyendo que se puede “ir en auto al centro”, que nos podemos desentender de la indigencia de los que consideramos ajenos, no-prójimos; que la salud se defiende con medicamentos y no con nuestra forma de vivir, que nuestros propios desechos cotidianos, que nos sacamos de encima cada nochecita, nada tienen que ver con nosotros, estamos lejos de una sociedad más sana y por lo tanto más igualitaria, más respetuosa, más digna. Como si no necesitáramos ningún proyecto para alejarnos de un cataclismo ambiental.

Si los necesitamos, no aparecerán tales proyectos desde las opciones expuestas por Sader, sino precisamente desde el lugar que él subalterniza: la salud planetaria.

No vendrán con políticos neocon, obviamente, pero tampoco con los progresistas. Si aparecen en nuestro horizonte será por esfuerzos desde abajo, de quienes no soportan más los alimentos que enferman, los medicamentos que curan (síntomas) y enferman organismos, las ciudades para vivir que resultan invivibles, las relaciones sociales reducidas a barra de códigos. Porque ya no nos reconocemos en el mundo oficial “que nos gobierna” y nos “consume”.

Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) En España, en 1936 todas las tendencias socialistas internacionalistas, junto a burgueses republicanos y algunas otras variantes como los católicos vascos, procuraron enfrentar a “la otra España”, la de la Falange, inquisitorial, colonialista, que contó precisamente con la preciosa ayuda de los socialismos nacionalistas, de dictadores asumidos como tales, Hitler y Mussolini, amén del apoyo de todo el arco político más reaccionario, como los emigrados zaristas rusos. Ni siquiera la sublevación fascista e integrista católica logró consolidar dos bandos: las luchas entre comunistas y anarquistas, por ejemplo, fueron tan cruentas como las habidas entre republicanos y franquistas. La guerra civil española expresó trágicamente la puja entre por los menos tres actores…
2) Que queden algunas formaciones sociales que lo postulen y hasta lo practiquen, como Corea del Norte, Cuba e incluso otras lo anhelen y lo visualicen como meta, como es el caso de la Venezuela bolivariana o chavista, con su “socialismo del s. XXI”, no alcanzaría para tipificar al socialismo actuante como la opción al capitalismo vigente, al régimen dominante. Al menos no en los términos de “certeza histórica” o fe política con que se lo blandía décadas atrás, aunque existen en Argentina y en tantos otros lugares, toda una gama de partidos, asociaciones socialistas, marxistas-leninistas, con el sueño “intacto”, postulando los programas y metas del “socialismo científico” en sus muy diversas variantes, aunque cada vez más desancladas de los viejos modelos “nacionales”, albanés, chino, ruso-soviético, cubano, coreano… De todos modos, existe una indudable base común a socialismo y ecología, enfrentados ambos a la absolutización de la propiedad privada.
3) En Argentina tenemos los casos proverbiales por su alcance mediático, y penosos para quien esto escribe, de Jorge Castro o Héctor Huergo, por ejemplo.
4) No es por cierto la única caja de resonancia de tales privilegiados; también tenemos al grupo Bilderberg, a los think-tanks de la Casa Blanca y probablemente a alguna otra entidad de la que no conocemos ni su nombre.
5) “Fabricando disidencia: globalistas y elites controlan movimientos populares”, Global Research, 28/9/2010.
6) Guy Débord, autor de La sociedad del espectáculo, una suerte de manifiesto de la Internacional Situacionista, que expresó en los ’60, con formidable penetración, el estado del mundo contemporáneo.
7) Como aclaraba nuestro querido colega fallecido, Rodolfo Bledel: el único neoliberalismo digno de ese nombre es el patrocinado por John M. Keynes que revisó las tesis básicas del liberalismo y reconsideró el papel del estado que sobrepasó entonces su rol de “juez y gendarme”. El reflotamiento de los Chicago Boys y otros liberales, algunos contumaces como Friedrich von Hayek, no hace sino retornar al liberalismo primigenio, con lo cual más que hablar de neoliberalismo, habría que hablar de un retorno a “las fuentes”: paleoliberalismo.
8) No sabemos siquiera si esa enumeración, hecha en una presentación en la Facultad de Filosofía y Letras, 7/9/2010, excluye o apenas no enumeró expresamente otros gobiernos más o menos enfrentados al neoconservadurismo, como el paraguayo o el nicaragüense actuales.
9) Cuando nos referimos a países, sociedades o estados “ajenos al destino colonial”, acotamos en el tiempo histórico estos rasgos a los países de la modernidad, a los últimos 500 años, obviamente. E incluimos además, aquellos estados que habiendo tenido un origen colonial se han incorporado al área de los países enriquecidos (o centrales), como es el caso de los formados desde los asentamientos (settlements) anglosajones que lograron, mediante una variada gama de genocidios y etnocidios, despoblar una región o arrinconar a sus habitantes en reductos; Australia, Nueva Zelandia, EE.UU., etcétera. Contaron para ello con la colonización de tierras con escasa densidad demográfica autóctona; por eso mismo naufragó ese estilo en el caso sudafricano y tiene tantas dificultades en tierras palestinas.
10) Food Inc., EE.UU., documental de 2008.
11) La gran transformación, FCE, Buenos Aires (primera edición, 2007). Parte II, “Economía de mercado”.
12) http://www.taringa.net/posts/autos-motos/7491082/top-7-de-las-marcas-mas-buenas-del-mundo.html; Luis Faraoni, “Un récord de autos con fallas…”, Tiempo Argentino, Bs. As., 24/10/2010.
13) Adán Salgado Andrade, “Fábricas de animales: enfermedades en serie”, http://www.argenpress.info, agosto 2010.
14) Esto tiene una vuelta de tuerca escalofriante que preferimos dejar en la voz misma de su denunciante, la exministra finlandesa de Salud, Kilde Rauni (youtube, nov. 2009, en internet).
15) Amy Goodman, “Huevos podridos y nuestra democracia rota”, Democracy Now, agosto 2010.
16) Food Inc., ob. cit. EE.UU. posee a principios del s. XXI 13 (¡trece!) mataderos vacunos (ibíd.).
17) Alfredo Embid, “Lo que no te cuentan sobre la gripe porcina”, http://www.amcmh.org/PagAMC/downloads/gripecerdo2.htm
18) http://www.grain.org/nfg/?id=382, marzo 2006.
19) “¿Los argentinos, somos giles?”, comunicado de Piuké, 22/10/2010.
20) Claro que habría ponderar tales entusiasmos relativizando la unidad de medida, pues aunque “siempre”, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, hablamos de dólares, los dólares del 2010 valen menos de la doceava parte de lo que valían los dólares de 1950. La inflación también “come” al dólar.
21) “¿Por qué bienes comunes?”, futuros, no 13, Río de la Plata, verano 2009-2010.
22) Una serie de historiadores y filósofos, entre los que cuentan Ramón Grosfoguel, Walter Mignolo, Catherine Walsh entre otros, han trabajado el concepto de “colonialidad” para referirse a sociedades que han “alcanzado” la independencia abandonando la condición colonial, pero manteniendo en su seno una serie de pautas dependientes.

fuente http://revistafuturos.com.ar

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Muertes globales

Publicada el 23/11/2011 por raas

Frente a la pantalla del ordenador, mientras toma su primer café, estudia los índices bursátiles. Las deudas soberanas europeas son poco fiables, la bolsa sigue en caída libre y el petróleo es demasiado inestable, han habido hallazgos inesperados. ¿Dónde invertir? Las curvas de los granos básicos están, a su gusto, demasiado planas.

Toma el teléfono y en segundos las agencias de prensa ofrecen nuevos titulares: graves sequías en países asiáticos; un informe de una agencia internacional alerta de un próximo déficit de alimentos en un Planeta de 7.000 millones de personas; se constata un importante aumento del consumo de carne; en Europa se estudia incrementar el uso de agrocombustibles…

Se anuda la corbata para salir al despacho a pocas calles de la central de Bolsa en Chicago, y de reojo vuelve a mirar la pantalla. Sonríe, la curva de los precios del grano apunta ya claramente hacia arriba.

La misma gráfica está ya en las computadoras de todo el Planeta. Se disparan las operaciones (y las operaciones conllevan disparos). Fondos de inversión de Goldman Sachs compran tierras agrícolas en Indonesia, Camboya y Uruguay; Cargill y ADM deciden retener grano en sus almacenes, pues en breve su precio se doblará; y en Argentina los terratenientes como José Ciccioli quieren agrandar sus propiedades donde cultivar soja… y dan instrucciones.

Ya es la hora de comer, toda la familia está en su rancho de Santiago del Estero (Argentina). Crisitian Ferreyra, éste pasado 16 de noviembre, ha invitado a tres compañeros del movimiento campesino que les aglutina (MOCASE-Vía Campesina). Les preocupa el avance de los inmensos monocultivos de soja que a tantos campesinos y campesinas de la zona están expulsando violentamente de sus tierras; y cuestionan el papel del gobernador Zamora y del poder judicial que todo lo permite.

Sin darles tiempo a reaccionar dos sicarios al servicio de los empresarios sojeros derrumban la puerta e increpan a Crisitian ― ¿Quién te crees que sos? Cristian no duda ― Somos los dueños de esta tierra, aquí vivimos, ¿ustedes quiénes se creen?

Dos balas globalizadas, dos disparos capitalistas, acaban con los veinticuatro años de Cristian.

Algunos diarios lo desmienten pero la especulación lo mató.

Gustavo Duch
22 de noviembre de 2011

fuente http://gustavoduch.wordpress.com/2011/11/22/muertes-globales/

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La caballería andante del precariado

Publicada el 22/11/2011 - 12/05/2021 por raas

“Se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender a las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y menesterosos” Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.

Por Ramón Germinal
Granada, julio-septiembre de 2004

Seguir leyendo «La caballería andante del precariado» →

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Para amar de nuevo

Publicada el 16/11/2011 - 02/04/2021 por Ecotropía

Recomendación: leer el poema con esta canción de fondo
http://www.youtube.com/watch?v=_x3PQ5QhMJs

Por Sol Fantín

Para amar de nuevo –es tan obvio…
para amar de nuevo hay que abandonar el amor.

porque si el amor es una cadena como la que usás
para atar tu bicicleta a un poste de la calle
si es una faja de miss universo con su cetro de lentejuelas
si es un vestido que te ponés para ser la más linda de la fiesta
si es una manta con la que te abrigás de un frío
que viene de tus propios huesos helados
si es un toldo que te protege de la intemperie del mundo

entonces que se quiebre –mucho mejor ser náufraga

averiguá el color que tiene la vida cuando la caminás sin muletas
enriquecete de tu miseria personal hasta entender
que el amor quizás sea más un brillo del instante recreándose
paso a paso
que un territorio alambrado que heredaste

hasta que puedas confiar
en el pacto silencioso que se produce o no
se produce o no –más allá de cualquier cosa que pactemos

hasta que pierdas el vértigo y salgas un sábado a la noche
con las monedas para el bondi y un caramelo de menta en el bolsillo
y sientas el impulso de andar sin Guía-T
por lo imposible de una libertad-compartida

hasta que amarte sea la certeza de un abismo
donde los dos nos perdemos
porque siempre
siempre y para siempre desde el momento mismo
en que saltaste hacia mi boca como un suicida salta
de un décimo piso
siempre y para siempre
vamos a estar enamorados del reencuentro

fuente http://solfantinpoesia.blogspot.com

Publicado en • Poética1 comentario

Democracia se dice de muchas maneras. Una lectura de la escena política pos 2001

Publicada el 13/11/2011 - 23/09/2015 por raas

Durante una década se dieron una serie de cambios en la atmósfera política sudamericana que recién pueden dimensionarse correctamente en estos días donde se suceden protestas en buena parte del mundo. Con epicentro en el Norte de Africa, se viene produciendo una oleada de manifestaciones de descontento de distinto tipo que abarcan hoy una buena parte de Europa y alcanza países que parecían inmunes a este tipo de problemas, como Israel.

Todavía es imprevisible el desarrollo de estos acontecimientos, pero no es aventurado anticipar que, una vez que se retire la ola, el paisaje político resultante no será el mismo. En los países árabes esto es más evidente, dado que resulta muy probable que la resultante de la contestación social sea la mutación de los regímenes autocráticos en gobiernos que garanticen la explotación con modales democráticos. En cambio, en el continente europeo donde las tradiciones democráticas tienen una raigambre más profunda, las movilizaciones parecen poner en jaque el equilibrio de las democracias representativas que ven peligrar su legitimidad cuando el capital profundiza su ofensiva sobre el trabajo. Aunque con distinta velocidad según las regiones del planeta, el reclamo de mayor democracia parece teñir el ciclo de luchas en curso.

Si bien es cierto que nada de esto hace peligrar, por ahora, el control que el capital ejerce sobre el trabajo, a su vez, no se puede dejar de reconocer que se está inaugurando un nuevo ciclo donde el capital no domina de la misma forma que antes. Esto se puede avizorar especialmente en esta parte del mundo donde el resultado del choque entre capital y trabajo derivó en una serie de gobiernos que gestionan en forma progresista la acumulación del capital. En todos ellos se gobierna en nombre de la democracia, reconociendo la protesta como parte de las reglas del juego. Parece ser que las revueltas de principios de este siglo todavía están demasiado frescas en la memoria social como para que sean viables intentos dictatoriales e, incluso, en países como Chile o Perú (donde el fascismo promedio es mas bien alto) las clases dominantes parecen replantearse las formas de su dominio.(1)

El objetivo de este escrito es aportar a la inteligibilidad de los cambios en curso y el supuesto implícito en el es que se inicia un nuevo juego político donde las disputas de sentido se darán en torno a la democracia y sus posibilidades. La aparición de una nueva sensibilidad política, los esfuerzos del capital por controlar la emergencia de una esfera pública reacia a los límites estatales, los intentos de liberar la democracia de la forma estado y las posibilidades de una política autónoma para enfrentar las nuevas ofensivas del capitalista colectivo son algunos de los tópicos que recorreremos en las siguientes líneas.

Episteme democrática

Se sabe que el ingreso de Argentina en el carril democrático es relativamente reciente, pero a punto de cumplir la tercera década de gobiernos republicanos ya se pueden distinguir distintas etapas en este proceso político. Si bien desde mediados de los 80 la democracia fue una bandera del gobierno radical de Alfonsín y tuvo alguna fuerza en las luchas antiburocráticas que los trabajadores encararon por aquellos años, nada de esto iba a durar demasiado. Las preocupaciones democráticas de mediados de los ´80 fueron rápidamente barridas por los intentos golpistas de los carapintadas y por una hiperinflación desatada como modo de disciplinamiento social. Esto influyó en que durante los ´90 no hubo mayores desafíos al orden democrático y el dominio no conoció muchos sobresaltos hasta la emergencia piquetera.

Sostenemos que la relevancia que adquiere el concepto de democracia en la última década es resultado de los acontecimientos que pusieron fin al gobierno de De la Rúa. Allí se produjo un replanteo de las clases dominantes sobre cómo evitar el peligro que representaban las movilizaciones constantes. La crisis que sufrió el régimen político durante el 2001 primero intentó ser conjurada con un recorte de las libertades democráticas a través de un estado de sitio, pero esto fracasó por la resistencia callejera. Hubo un segundo intento de ese estilo en ocasión de los asesinatos del Puente Pueyrredón que fue abortado de la misma manera. Hoy los sectores del capital que promueven la salida represiva son marginales. Y en cambio quienes conducen la recomposición del régimen, todavía en proceso, apelan a procedimientos de democracia formal para garantizar la explotación.

Las interpretaciones y los usos posibles que se hacen de la democracia en el reciente juego de la política tienen una relevancia indudable. La episteme democrática atraviesa las clases configurando muchas de las discusiones centrales de la actual etapa. La presidencia de la nación es tachada de antidemocrática pero lo mismo ocurre con la conducción de la federación universitaria, que a su vez persigue con ahínco la “democratización”. Desde el 2001 la democracia se dice de muchas maneras pero sobre todo se dice y se repite como orientación política.

En el campo de las clases dominantes, la oposición al actual gobierno se presenta como republicana y discute las iniciativas del kirchnerismo porque no pasan por el Congreso. Incluso en el interior del grupo gobernante hay reproches porque las decisiones que se toman son radiales: la presidenta discute con uno y con otro y nunca con todos a la vez, tal como solía señalar Página 12. En la última campaña electoral, a la hora de elegir los candidatos oficiales, lo hace la presidencia en soledad. En la prensa oficial se habla de su hermetismo, nadie sabe a ciencia cierta lo que va a hacer, se elogia su clarividencia pero nadie puede opinar salvo el estrechísimo círculo de su confianza. En los diarios opositores se la critica justamente por su falta de apego a los procedimientos de la democracia representativa. Pese a la inconsecuencia de las críticas opositoras, se hacen sobre la base de que lo deseable es la democracia, de allí que se invoquen tradiciones republicanas. La discusión en torno a la ley de medios fue presentada por la fracción dominante como una batalla por democratizar el espacio de la comunicación que se presenta colonizado por el mercado en detrimento de la presencia estatal. No ignoramos que son fracciones del capital que se disputan un área cada vez más vital para sus intereses. Lo que destacamos es que estas disputas se realizan bajo el signo de la democracia.

Algo similar ocurre entre los trabajadores. Las últimas luchas tienen como significante dominante “democracia”. Subtes, alimentación, línea de colectivos 60, petroleros y docentes de Santa Cruz: todos son conflictos que se sostienen en una forma de organización asamblearia que desborda a la burocracia sindical. Los delegados de la 60 y Kraft son votados pese a su izquierdismo porque habitan con éxito la democracia directa. “No son combativos sino que hacen lo que les decimos”, comentaba un chofer de esa línea ante la pregunta acerca de cómo valoraba a los delegados. Estas luchas sindicales son la última expresión de un cambio en la cultura política que arranca en el 2001. Antes, esta nueva cultura se había expresado en las luchas de preservación del medio ambiente que tuvieron en Gualeguaychú su emergente y hoy persiste en la actual organización de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), que se caracteriza por la reivindicación de la democracia directa. Sin irnos muy lejos es destacable que las luchas universitarias desde el 2001 tienen como referente excluyente la “democratización” y no es ocioso recordar que sin esas banderas no se gana ninguna lucha ni se obtienen votos. La última seguidilla de tomas que se sucedieron entre Filosofía y Letras y Ciencias Sociales fueron probablemente las que tuvieron el carácter más asambleario desde el retorno a la democracia, aunque el eje central de las disputas no haya sido la democratización como en otras ocasiones sino la obtención de mejoras edilicias. Algo similar ocurre con la lucha de los secundarios, donde el Pellegrini es emblema y los modos asamblearios están en la base de la reconstitución del movimiento estudiantil secundario.

Si bien para dominantes y dominados la democracia constituye una episteme común, indudablemente no significa lo mismo para unos que para otros. Para los primeros constituye un modo eficaz de detener las pretensiones del trabajo en una específica situación histórica. La interpretación que hace el capital de la democracia es una que la restringe a los procedimientos de elección de los representantes Para el campo del trabajo el asunto es más complejo. En la situación de hoy la democracia en la versión de los trabajadores es un recurso que le permite organizarse eficazmente para desbordar a la burocracia y obtener sus reivindicaciones. Cuando en un medio periodístico se interroga a los manifestantes sobre qué decisión van a tomar, muchas veces se remite a la asamblea como instancia máxima de decisión. En el ultimo conflicto de Kraft/Terrabusi la decisión inconsulta de firmar un acta con la patronal por parte de un delegado motivó que en las elecciones posteriores los firmantes fueran desplazados por quienes se ciñeron al mandato asambleario. Durante el conflicto con las pasteras las decisiones de la asamblea de Gualeguaychú eran tapa de los principales diarios y mantenían en vilo al gobierno. Esta centralidad del mecanismo asambleario no es frecuente en muchas partes del mundo. De todas maneras, la democracia como forma de organización se detiene en la puerta del taller, dado que en el plano de la producción el despotismo capitalista permanece indiscutido. A pesar de esto hay que decir que la historia internacional del movimiento de los trabajadores es rica en usos de la democracia que ponen en cuestión la propiedad de los medios de producción. Si bien hubo episodios de autogestión de la producción en los años recientes de Argentina, de ningún modo este es el color con el que se tiñe el último ciclo de luchas. De esta y de otras limitaciones en el campo del trabajo, y de las distintas estrategias para dominar la esfera pública por parte del actual gobierno, daremos cuenta en los apartados que siguen.

Democracia y estado (o colonización estatal de lo público)

Durante los movidos días de fines del 2001 se hizo presente una esfera pública cuya emergencia no estaba en los planes de la clase dominante. El hoy tan mentado “retorno de la política” no es otra cosa que la disputa en torno al sentido de lo público que se instaló con fuerza desde aquel momento. El estado de deliberación y movilización desbordó los carriles tradicionales en los que suelen desenvolverse en democracia y, ciertamente, la discusión callejera en asamblea, que hoy es postal ineludible de las movilizaciones europeas, no figuraba en el manual de procedimientos de la política argentina. Más recientemente, en el ciclo menemista, el lenguaje era fundamentalmente económico. Buena parte de la población se desayunaba con índices macroeconómicos y el consumo era la ideología dominante. Las resistencias que emprendían los trabajadores eran escasas y muy localizadas. Que hoy el paisaje es otro no lo ignora nadie. La pregunta es más bien cómo transitar las nuevas derivas del sistema. Es evidente que quienes más rápidamente percibieron los cambios son quienes hoy formulan las reglas del juego. En la Argentina actual se gobierna y (se antagoniza) de otra manera. Incluso hay una redefinición de términos que suelen ser claves en cualquier lenguaje político que no puede prescindir de definiciones precisas en torno a lo que se entiende por lo público, lo privado o lo estatal.

Durante el menemato, el discurso hegemónico asociaba lo público con lo estatal, y lo estatal con lo ineficiente, que a su vez era representado en las empresas estatales, con el objetivo de entregarlas a la gestión privada del capital. Este razonamiento estaba ampliamente extendido incluso en gran parte del mundo del trabajo, que aceptó la privatización de las empresas estatales. Otro sector defendía las instituciones estatales, en parte porque entendía que allí había mejores condiciones de trabajo, y en parte porque vivía esas instituciones como propias. La izquierda hizo suya esta bandera inscribiéndose así en una añeja tradición estadocéntrica que funda el peronismo.

Hoy el revival estatalista que vivimos nos hace pensar que el panorama ideológico no es demasiado distinto, al menos en este punto. La asociación entre lo público y lo estatal se sigue presentando como inevitable aunque ahora en un sentido positivo. Incluso quienes desde la izquierda hablan del retorno de la política la siguen pensando como indisolublemente ligada al estado. En la medida en que no se pueda desatar el lazo que anuda inevitablemente política con estado los esfuerzos que el trabajo realiza para sacudirse el dominio del capital quedan inconclusos y terminan fortaleciendo a los que ya detentan los poderes decisivos en la sociedad.

Disociar política de estado u oponer democracia a estado no es un tipo de idea que concite demasiada atención. En esta época, sin embargo, hay algunos autores que ayudan a explorar esta veta ideológica. Jacques Ranciere es uno de ellos y en El odio a la democracia aparece un intento de pensar la esfera pública en términos distintos a los habituales en los intelectuales y partidos de izquierda. Allí afirma:

«Ampliar la esfera pública no significa, como lo pretende el llamado discurso liberal, demandar el avance creciente del Estado sobre la sociedad. Significa luchar contra un reparto de lo público y lo privado que le asegura a la oligarquía una dominación doble: en el Estado y en la sociedad».(2)

Podemos pensar, en efecto, sin circunscribirnos a las opciones (mercado/estado) tal cual nos las suelen presentar (como preludio a la sugerencia de que nos inclinemos por la opción menos mala.) De lo que se trata es de cuestionar el propio juego que las presenta como opciones.

«La dominación efectúa un distingo entre lo público que pertenece a todos y lo privado donde reina la libertad de cada uno. Pero esta libertad de cada uno es la libertad , es decir, la dominación de aquellos que detentan poderes inmanentes de la sociedad. Es el imperio de la ley de incremento de la riqueza. En cuanto a la esfera pública pretendidamente purificada de los intereses privados es también una esfera pública limitada, privatizada, reservada al juego de las instituciones y al monopolio de quienes las hacen andar.»(3)

La distinción entre lo estatal y lo privado es solo una diferencia entre distintos tipos de dominio. En lo privado mandan los poderosos económicamente y la ley que rige es el máximo incremento de la ganancia. En esa lógica, la lucha de los trabajadores se manifiesta en un primer momento en reclamos salariales. En situaciones normales, este conflicto es considerado una disputa entre privados y el estado “no se mete”. Si no logran al menos en parte su objetivo, entonces los trabajadores toman medidas (huelgas, liberación de molinetes, cortes de rutas, ocupaciones de establecimientos) para que este asunto entre “privados” tome estado público.

Una vez que afecta a terceros el problema pasa a ser de toda la sociedad y se espera que el estado actúe. Cuando finalmente esto sucede se descubre que lo público también está limitado, privatizado por el juego de las instituciones de la democracia representativa. Por ejemplo la liberación de molinetes que realizaron los trabajadores de los subterráneos como medida de lucha se judicializó, y fue castigada por el código penal. Paralelamente, el ministerio de trabajo no reconoce la inscripción gremial del nuevo sindicato que realiza esta acción directa. Lo que presuntamente es la esfera pública aparece dominada por una burocracia estatal que se arroga el monopolio de las decisiones sobre lo público. Finalmente queda claro que el estado domina la esfera pública y que juega a favor del privado poderoso económicamente. La elección por voto popular de algunos funcionarios no impide que tomen decisiones contrarias al grueso de sus electores. Los funcionarios judiciales ni siquiera fueron elegidos en sufragios…

En este modelo que estamos tratando de precisar, una vez que se obtiene la intervención estatal las luchas encuentran un límite ideológico pero también físico, especialmente cuando esta intervención llega en forma de represión directa como está ocurriendo en los últimos meses. Cuando el campo del trabajo avanza sobre temas sensibles al modelo de acumulación (la precarización del trabajo, el avance de los agronegocios sobre la posesión comunal de la tierra, o últimamente la lucha por la vivienda), el capital muestra la faz represiva de su estado.

La ideología predominante entre los trabajadores “compra” la neutralidad del estado al que no vislumbra como capitalista colectivo. Contra este obstáculo se viene chocando una y otra vez. El ciclo de luchas visibiliza una esfera pública que termina encorsetada en los mecanismos de la democracia representativa o aplastada por la represión (4). Sin embargo no es la opción represiva la que predomina sino más bien la colonización por parte del estado del espacio público mediante las lógicas y procedimientos que provee la democracia representativa. Esto se hace con una perspectiva de largo aliento en el tiempo. En consecuencia, en el escenario de las escuelas, por las particularidades de su dinámica, se pueden ver bosquejados muchas de las líneas de acción futuras del capital. No olvidemos que una de las características singulares del grupo gobernante es la búsqueda de recomposición de los mecanismos de la representación que son cuestionados por una nueva cultura política que, nacida en 2001, se orienta a la acción directa pasando por alto muchas veces las mediaciones sindicales y partidarias.

 Construcción Ciudadana

Quien escribe estas líneas es docente en escuelas provinciales del estado hace casi un par de décadas. Esto significa haber vivido los últimos años de la antigua secundaria, el novedoso experimento del polimodal y la nueva reforma que impone una escuela secundaria de 6 años dividida en secundaria básica y superior. Los cambios educativos acompañaron en gran medida los cambios ocurridos en las políticas en general y económicas en particular a nivel nacional. La antigua secundaria dividida en las orientaciones clásicas (bachiller, comercial y técnica) acompañaba un mundo laboral con oficios definidos e impronta fordista. El polimodal preparaba a un trabajador polirrubro sin ninguna preparación específica y debilitó la educación técnica a causa de un proyecto que relegaba la producción fabril.

Esta reforma implementada a mediados de los ´90 incorporó a una enorme cantidad de estudiantes a la escuela, a la vez que priorizó la contención a la formación. Nunca hubo tanta proporción de la población escolarizada en niveles secundarios. En una encuesta rápida por los cursos resulta que de cada 10 estudiantes 7 superan el nivel educativo de sus padres. Esto en la vida cotidiana del aula significa que los docentes se enfrentan a un sector de estudiantes que carece de cultura escolar por herencia familiar y que no puede contar con padres, madres, hermanos para ser ayudado en los problemas que se plantean en las clases. No hubo preparación docente para atender estudiantes que no son parecidos a los estudiantes que fueron ellos, lo cual deriva en una situación de crisis casi permanente. En la escuela estatal de provincia las fronteras entre el “afuera” y el “adentro” son cada vez más porosas y continuamente se desdibuja el viejo código escolar. En palabras de algunos estudiantes entrevistados, “es lo mismo estar adentro que afuera”.

La nueva reforma de la educación provincial estatal en curso es ambiciosa y el año que viene con la implementación del sexto año de secundaria se termina de completar. La educación polimodal tenía una impronta liberal en los contenidos dado que estos eran mínimos pero también en las formas dado que el docente podía tomarlos, modificarlos e incluso desecharlos sin mayores consecuencias. Hoy la mano viene distinta. Los contenidos de los programas ya no son de tres hojas, sino de cuarenta y cinco y hasta de noventa páginas, al tiempo en que son prescriptivos, lo cual significa que el docente debe darlos tal cual se los bajan. Tomamos algunas frases de un boletín docente donde se alude a la reforma.

«Constatamos lo evidente. Hace varios años que vivimos en un proceso de reforma permanente en varios niveles de la educación. A una velocidad asombrosa cambian los nombres de las materias, los reglamentos de los exámenes e incluso los modos de gobernar un establecimiento educativo. Para muchos no se está procesando ningún cambio de fondo, para algunos se intentan cambios pero estos no tienen ninguna eficacia y algunos otros sospechan que en un mediano plazo la escuela no será la misma. Todos coincidimos en un malestar generalizado. Las reformas provienen de arriba y en la gran mayoría de los casos no coinciden con el diagnóstico que hacemos de los problemas educativos quienes habitamos las aulas.»

«Los directivos bajan con resignación cambios que no comprenden, los docentes hacemos los gestos que se espera que hagamos y los estudiantes permanecen indiferentes. La situación es incluso contradictoria. Aparecen en algunas materias contenidos que apuntan a problematizar las relaciones de poder o incluso se señala la importancia de enfrentar lo instituido. Sin embargo, al mismo tiempo los programas de las nuevas materias dejaron de ser sugerencias y pasaron a ser prescriptivos. ¿Qué quiere decir esto? Los programas de las nuevas materias de la nueva secundaria indican hasta el mínimo detalle como debe ser impartido el conocimiento, ya no se pueden elegir contenidos y hacer un programa como en el polimodal sino que se indica qué contenidos y hasta se sugieren las actividades a desarrollar en el aula. Al mismo tiempo se enseña la importancia de entender la sociedad en clave de relaciones de poder y se impone una dinámica autoritaria en el aula.  Seamos claros. Los funcionarios que promueven la reforma se proponen recuperar el control de las aulas. De imponerse el modo prescriptivo de dar clases se termina con la autonomía relativa que ejercíamos a la hora de confeccionar programas y construir conocimiento en los salones.» (5)

En esta reforma aparecen muchas materias nuevas. Algunas de ellas son Construcción Ciudadana I, II y III, Política y Ciudadanía, Salud y Adolescencia, Ciudadanía y Política y Trabajo y Ciudadanía, las cuales constituyen materias correlativas desde el primer año al sexto. Este nuevo eje de materias es considerado la reforma fundamental que se aplica a la secundaria. Estas materias no están pensadas sólo como espacios curriculares sino también como modos de vida distintos a los habituales en el ámbito escolar. En la fundamentación de este eje leemos:

«Pensar e instalar la democracia en la escuela no solamente como un sistema sino como una cultura implica un desafío a la par que una oportunidad. En La construcción de la ciudadanía: entre la solidaridad y la responsabilidad, Elizabeth Jelin (1996) advierte sobre las dificultades de instaurar espacios democráticos en sociedades donde la recurrencia de los regímenes políticos dictatoriales y el terrorismo de Estado no permitieron una tradición sostenida de respeto a las instituciones y sí, por el contrario, la instalación a nivel social e inclusive cotidiano –y por supuesto escolar- de prácticas, comportamientos y actitudes autoritarias o desvinculadas de la cultura democrática. Los docentes tienen la oportunidad de construir con los jóvenes ámbitos de participación ciudadana y de respeto democráticos diferentes a los contextos en los cuáles muchos de ellos mismos crecieron y ello supone, por lo tanto, un intercambio y un aprendizaje mutuos.» (6)

Este intento de abrir espacios democráticos en las escuelas no queda en letra muerta. Las escuelas en las que trabajo implementan con distintas velocidades el proyecto de formación de centros de estudiantes. Si el directivo está vinculado al sindicato (lo cual es una tendencia creciente) la velocidad de implementación de los cambios es mayor. De todas formas, esto se cumple a imagen y semejanza del sindicato docente: burocráticamente se eligen delegados para cumplir con la orden de la Dirección General de Escuelas, pero estos delegados no responden a ninguna demanda por abajo y rápidamente dejan de serlo para desesperación de los directivos quienes son continuamente presionados desde la sede de la Dirección General de Escuelas sita en La Plata.

Todavía es muy reciente el proceso de reforma para sacar conclusiones, pero ya estamos viviendo las líneas generales de lo que se viene. En principio, un cambio fuerte de contenidos y en la gestión del conocimiento en el aula. Si antes era el modelo liberal en cuanto a contenidos que priorizaban la lógica de mercado y, en consecuencia, se ejercía poca presión sobre los docentes, ahora el proyecto educativo estatal parece virar hacia el modelo cubano, donde los contenidos son progresistas (keynesianos, marxistas y hasta foucaultianos) (7) y se acompañan de una fuerte regimentación de los docentes mediante una limitación de la autonomía en el aula. Hacia los estudiantes el cambio que se propone (y dispone) es diferente. La política compulsiva de formación de centros de estudiantes va acompañada de la llamada “política de inclusión” que impide que ningún estudiante bajo ninguna circunstancia sea separado del establecimiento. Esto contempla a estudiantes que concurren armados. La única receta que se propone para garantizar la inclusión es la paciencia docente y la participación estudiantil a través de delegados. (8)

Podemos resumir las líneas reales de la reforma en contenidos progres impartidos compulsivamente y un intento sostenido (y también compulsivo) de generar mecanismos democráticos en el ámbito tradicionalmente autoritario de las escuelas de provincia. Lo sustantivo de los contenidos de la reforma es que enseñan que la protesta es normal en el marco de la democracia y que debe ser encausada de modo de ampliar la ciudadanía.(9) El estado ahora se hace presente para morigerar los excesos del capitalismo “salvaje” que caracterizaron a la década neoliberal. Paradójicamente la introducción de estas medidas, que distan de ser cambios profundos, ocasiona una revolución en el ámbito escolar que corre por “izquierda” a buena parte de la docencia.

Todas estas transformaciones son acompañadas por ingentes fuentes de recursos: construcción y reparación de escuelas, distribución masiva de netbooks y aumentos salariales. Hoy el salario docente está en niveles relativamente aceptables, por lo que transitamos el tercer año sin huelgas en un sector tradicionalmente conflictivo. Sin embargo, no por esto la situación deja de ser insostenible en el aula por la falta de preparación docente para enfrentar problemas de violencia, por la ausencia de cultura escolar en los sectores que ingresan al sistema, por el desinterés creciente de los estudiantes.

Esto deriva en una forma de huelga encubierta que es el uso indiscriminado de licencias. Hay muchas escuelas donde el estado paga el cargo docente y hasta tres suplentes que se van sucediendo al ritmo de licencias que constituyen renuncias encubiertas. En las salas de profesores suelen ser mayoritarias las opiniones que buscan una salida represiva a lo que se les presenta como una situación descontrolada. Sin embargo, los desvelos oficiales provinciales apuntan a educar la protesta estudiantil en el preludio de su ingreso a los lugares de trabajo. Vale destacar que buena parte de las internas combativas del conurbano norte hicieron sus primeras armas en las escuelas técnicas de la zona.

En lo sustancial la escuela sigue siendo eficaz en la medida en que logra que los trabajadores que están bajo su ala asuman como un fracaso individual aquello que es resultado de una desigualdad de clase. Puede concebirse a la escuela como una prolongada entrevista de admisión laboral que culmina con la oferta del trabajo que uno se merece de acuerdo a su capacidad individual. En palabras de una importante funcionaria de la Dirección General de Escuelas: “No olvidemos que estamos educando chicos que en su gran mayoría van a ser empleados en una estación de servicio”.

¿Qué cambia entonces con esta reforma? Se busca morigerar el clima destituyente de la autoridad que se inicio en 2001 involucrando a los estudiantes en la gestión de la escuela. Esto se realiza a través de la creación por arriba de centros de estudiantes, mediante la gestión de la disciplina por medio de los Consejos de Convivencia, haciendo eje en las materias que se proponen la construcción ciudadana y asumiendo a la democracia como una forma estado.

Democracia vs. estado

La consolidación del actual modo de dominio pasa en gran medida por su eficacia a la hora de hacer indiscernibles democracia y estado, por reconciliar la emergencia de una esfera pública con los límites que marca el capitalista colectivo. Habíamos identificado en Rancière uno de esos autores que intentan pensar lo público desvinculándolo de lo estatal. Lo cierto es que también hallamos este esfuerzo en la tradición del pensamiento político italiano. Paolo Virno trabaja en esta clave en Virtuosismo y Revolución y Toni Negri aporta en este sentido en Multitud. Allí, junto a Michael Hardt, se revisita este tópico y se asimila lo público a lo estatal para luego proponer una alternativa. También se intenta redefinir lo público de una manera no habitual. Lo público sería lo equivalente a las funciones públicas de lo privado. Lo público es el privado que encuentra las formas de ayudar al privado a desarrollarse.(10) Hecha esta crítica, muchos de los autores de esta línea descartan el concepto de lo público y lo reemplazan por otro que es la postulación de una esfera pública no estatal que denominan “el común”.

El intento de Rancière va por otro lado, aunque tiene fuertes vínculos con la apuesta de los italianos. Se trata en su caso de definir la democracia de una manera que no se asocie directamente al estado:

«¿Qué pretendemos decir exactamente al declarar que vivimos en democracia? Estrictamente entendida la democracia no es una forma de Estado. Se sitúa en otro plano diferente del de estas formas. Por un lado, es el fundamento igualitario necesario – y necesariamente olvidado- del Estado oligárquico. Por el otro, es la actividad pública que contaría la tendencia de todo Estado a acaparar la esfera común y a despolitizarla.» (11)

La democracia o lo común, según el autor, son aquellas construcciones que a la vez preceden y exceden el ordenamiento capitalista. Un ordenamiento que, efectos ideológicos mediante, se presenta como necesario, ocultando su carácter contingente. En ambas perspectivas de pensamiento se postula un suelo originario de cooperación e igualdad sobre el que el capital se erige afirmando la explotación y la desigualdad. En ambos puntos de vista la política es concebida como el conjunto de actividades que dan vida a las posibilidades igualitarias y autónomas que están inscriptas en la situación y que configuran potencialmente una esfera pública que esquiva los límites estatales.

Lo sucedido en el 2001 hizo evidente un sinnúmero de prácticas que ponían en tensión la asociación obligatoria que el capital teje entre la esfera pública y el estado. Todavía hoy el gobierno persiste en tratar de cerrar la peligrosa grieta abierta entre estas dos esferas. En términos de Rancière podemos decir que en aquella crisis se hizo presente la política como afirmación de posibilidades igualitarias. Lo que allí sucedió cambió el escenario, sentó las bases para nuevas reglas en el juego político. La acción directa, el salto inmediato a la esfera pública, la descalificación de la autoridad y la autogestión no son las figuras clásicas de la vida política argentina sino que son resultado de una alteración de lugares, que fue consecuencia de una subjetivación masiva que se manifestó en la producción de una serie de actos y enunciados que no eran identificables en el campo de la experiencia hasta ese momento.

Hasta el 2001 era el mercado a través de la mediación del dinero quien asignaba los lugares y regía la gestión de lo existente. La emergencia de una resistencia que se expresó en políticas autónomas “hizo girar la noria” del sistema y ahora es el capitalista colectivo en su forma de estado quien sale a marcar la cancha, a definir entre qué límites es aceptable el juego. No en todos los países se produjo el cambio de modelo de la manera que se produjo en algunos países sudamericanos. La protesta masiva de los asalariados y  la memoria fresca de esas luchas moldea el tipo de gobierno que se ejerce. En nuestro país la recomposición del régimen es acorde a esta irrupción política y si esta recomposición es posible es porque lo que permanece impensado en la situación es la explotación y el rol del estado como capitalista colectivo. Toda lucha que se precie busca el reconocimiento del estado que, a la vez que lo otorga, se termina fortaleciendo como árbitro que flota entre las clases. El peronismo no es otra cosa que este intento siempre realizado de conjugar el capital y el trabajo y que inicia un nuevo ciclo a partir del 2003. Su logro principal fue tomarse de la fuerza de la movilización y servirse de sus límites ideológicos para relanzar el régimen de acumulación.

Vigencia de la autonomía

Intentamos dar cuenta a lo largo de este artículo de una serie de cambios que percibimos en la cultura política argentina que se hacen mas nítidos a partir del 2001. Consideramos que a partir de aquella crisis se abre un ciclo distinto que supone modificaciones en el régimen político que acompaña a la acumulación de capital. Sospechamos incluso que estamos llegando a una etapa donde las aspiraciones del trabajo van a empezar a poner en entredicho los apetitos de ganancia del capital y que en los próximos años, más temprano que tarde, asistiremos a una agudización de esas contradicciones. Sin embargo, entendemos que los modos en que se activa la política son considerablemente distintos a los que conocimos en el pasado y que, por lo tanto, las características del futuro enfrentamiento serán distintas a las ya experimentadas en otros ciclos. Se trata en lo que sigue de explorar las posibilidades de una política emancipatoria que pueda aprender de sus limitaciones pasadas.

Resulta indudable que al cabo de una década el gobierno está logrando una recomposición considerable de la legitimación política del sistema, según puede advertir hoy cualquier activista. Ha sabido trabajar sobre aquello que permanece impensado en la situación actual, que es nada menos que la explotación y el carácter del estado como capitalista colectivo. En el anterior ciclo en la lucha contra las privatizaciones se reclamaba el retorno del estado bajo el supuesto de su neutralidad y hoy asistimos a un revival de las políticas estatales sin que por supuesto se altere el régimen de explotación. De esto ha vivido el gobierno. El desarme teórico general en este aspecto es el que permite el crecimiento de las agrupaciones kirchneristas, pero también la inserción de la izquierda partidaria en buena cantidad de luchas. La izquierda en casi todas sus expresiones orienta su política a buscar el reconocimiento del estado, lo que deviene en un impedimento para llegar al fondo del problema de la explotación. Sin la crítica a fondo en este aspecto, incluso los resultados de la lucha salarial solo terminan fortaleciendo al capital. Si a esto agregamos que estas organizaciones replican la forma estado también a la hora construir sus partidos, podemos colegir que por esta vía no hay posibilidades para una política emancipatoria.

Sin embargo, en la última década se hace presente en el cuerpo social argentino un modo de hacer política que sintoniza con expresiones similares en toda la región: el ya citado recurso a la acción directa como alternativa a los modos institucionales de la resistencia, que caracterizaron a nuestro país y caracterizan todavía a otros países de la región (Chile, Uruguay), el cuestionamiento a la democracia representativa a través de políticas que disocian democracia de estado y que se hicieron patentes en nuestras asambleas barriales o en las juntas comunales venezolanas, el ejercicio de la autogestión recorrido por algunas fábricas recuperadas y algunos mtds pero que actualmente  conoce un desarrollo más pleno en Bolivia. De conjunto, configuran un modo de hacer política que confía en sus propias posibilidades sin dar un rodeo por el estado.

Hoy asistimos al movimiento contrario que se expresa en un capital que estatiza las relaciones sociales recortando el espacio de las políticas autónomas. Sin embargo, no por eso pierde vigencia la apuesta política de la autonomía que podría sintetizarse en la sentencia que afirma que la autovaloración del trabajo desestructura al capital. Trabajar en una perspectiva autónoma posicionaría al trabajo en mejores condiciones frente a una ofensiva que el capital emprenderá esta vez con la máscara aparentemente neutral del estado. La nueva cultura política de la última década posibilita un mejor escenario para un desarrollo en esta perspectiva, porque se trata de profundizar en un sentido radical algunos cambios en la sensibilidad política que ya aparecen difusos en el cuerpo social. A continuación, algunos ejemplos para terminar.

Está presente en numerosas acciones políticas de los movimientos sociales la virtud de una construcción que hace una referencia marcada a la construcción territorial. No obstante, muchas veces se transforma en un localismo que estrangula las posibilidades emancipatorias. A esto, oponemos la idea de la política como el arte de la construcción local y singular de casos de universalidad. Se trata de encontrar en las experiencias singulares el componente universal que permita el enlace con luchas similares. Ese componente universal está dado por el comando capitalista de la sociedad, y el anticapitalismo es el lazo que puede unir antagonismos aparentemente desconectados entre sí. Superar los extendidos prejuicios contra la teoría y ensayar la autoformación (muchas veces a través de bachilleratos populares) es un momento necesario para el encuentro de un campo que se pretende autónomo del capital.

No sólo aparece complicado el vínculo con otras experiencias sino que lo es también la persistencia en el tiempo de colectivos que tienden a disolverse cuando el ciclo de luchas entra en reflujo. Históricamente, esto fue resuelto por el movimiento obrero a través de las organizaciones partidarias que conservan en tiempos de paz la memoria colectiva de los momentos de alza. Hoy campea un sano rechazo de las taras partidarias pero hay una marcada dificultad en la construcción de organizaciones estables. Se trata hoy de sostenerse en el tiempo sin replicar los dilemas de la organización partidaria mediante la construcción de formas de relacionarse que tiendan a la horizontalidad y que no se encierren en el localismo.

Recapitulamos. Anticapitalismo para reconocerse como parte de un campo común. Horizontalidad para construir organizaciones que se sostengan en el tiempo sin devenir sectas partidarias. Y Autonomía para ensayar aquí y ahora posibilidades alternativas de vida a las que ofrece una sociedad subsumida al capital. Alternativas autónomas se ensayaron en las fábricas recuperadas y en granjas colectivas de algunos mtds. Sin embargo, fueron estrategias muchas veces defensivas frente a una coyuntura crítica particular. Tenían en común el hecho de afirmarse en las posibilidades que brinda asumirse como productores. Como decíamos antes, la autogestión de la producción está inscripta entre las posibilidades de una sociedad capitalista y fue un ejercicio real en la historia del movimiento de trabajadores. Desde el momento en que el capital precisa del trabajo pero el trabajo puede desenvolverse sin éste, es que se afirma la posibilidad de la autonomía de clase. La propaganda por la reapropiación de la riqueza aparece borrada frente a la lucha salarial que se presenta como horizonte exclusivo (por razonable) de la lucha entre las clases.
Estos modos de la política autónoma que tuvieron su vigencia hace una década cobran un renovado interés en la medida en que resulta perceptible que las actuales estrategias de dominio pasan por la creciente estatización de las relaciones sociales.

Patricio Mc Cabe

notas:
1) En Chile la oposición y una parte del movimiento estudiantil propone como salida al conflicto universitario un plebiscito. Según declaraciones radiales a Radio Nacional del senador chileno Marcos Ominami hay un conflicto entre las mayorías ocasionales que tomaron las calles y las mayorías que votaron el actual gobierno hace unos años. En Perú buena parte del programa del gobierno entrante consiste en reformas constitucionales que amplíen los límites de una democracia ultrarestringida como la de ese país.
2) Ranciere, Jacques, El odio a la democracia, Bs. As., Ed. Amorrortu, 2006, pág. 81
3) Ranciere, Jacques, Ob.Cit. pág. 83
4) Los 15 muertos en protestas sociales que carga el gobierno nacional y popular ponen en contradicción incluso a conspicuos kirchneristas como Verbitsky quien acerca esta cifra en su diario.
5) Extraído del boletín docente AU.LA en preparación
6) Extraído del Programa de Política y Ciudadanía correspondiente al Quinto Año de la Secundaria Superior. Disponible en www.abc.gov.ar
7) En la nueva materia Economía Política el eje es Ricardo, Marx y Keynes, en Política y Ciudadanía el itinerario pasa por Foucault, Negri y Harendt, en Teoría de las organizaciones se trabaja con Castoriadis, el nuevo programa de Sociología parece extraído de la afiebrada mente de un militante del PTS. En todas estas materias se explica antes que nada qué es el capitalismo y se abordan tópicos como el Fetichismo de la mercancía. Para obtener estos programas basta googlear los nombres de las materias especificando Provincia de Buenos Aires.
8) Recientemente se intervino una escuela por una pelea entre directivos y en el acta que se labró luego de la separación de los contendientes se menciona que la única manera de recomponer el clima escolar y generar un clima de pertenencia a la institución era la implementación del centro de estudiantes.
9) Lo que constituye una operación clásica del populismo.
10) En algún momento, las nacionalizaciones que se emprendieron durante el gobierno de Miterrand en Francia fueron definidas por un sector de la izquierda trotskista en este sentido. El capital privado entra en pérdida entonces se estatiza y de este modo se socializan las perdidas para el conjunto de la sociedad. Una vez “saneada” su economía se vuelve a entregar la empresa al capital privado privatizando así las ganancias
11) Ranciere, Jacques. Ob.cit. pág. 103

fuente http://argentina.indymedia.org/news/2011/11/798294.php

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El estómago, los alimentos y el poder*

Publicada el 10/11/2011 - 07/09/2022 por Ecotropía

No comemos la comida para la que genéticamente estamos preparados. Durante cien mil generaciones, la estirpe humana ha vivido como recolectora. Nuestros cuerpos se fueron conformando para digerir distintas clases de raíces, frutas y frutos de cáscara dura así como para digerir carne, caracú, vísceras, y por cierto, animales y plantas de mares y ríos.

Por Lasse Berg

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¿Qué podemos esperar del agotamiento del petróleo?

Publicada el 10/11/2011 - 23/09/2015 por raas

Cuestiones de principio

El petróleo, durante el siglo XX, ha sido el gran aliado material del capitalismo y, por ende, del sistema de dominación social. En consecuencia, y dado el carácter finito de este recurso, está destinado a convertirse también en su gran punto de debilidad estratégica. Esto constituye en esencia el carácter ambiguo y frágil de la organización económica mundial. No se puede ignorar que pueblos y civilizaciones anteriores agotaron atolondradamente elementos y bienes materiales que hacían posible su forma de existencia.

Las enormes deforestaciones de siglos precedentes, la existencia de grandes regiones erosionadas, dan testimonio de ello. Pero el petróleo, como en algunos aspectos el carbón, ha permitido una apropiación novedosa de la naturaleza al hacer posible una movilidad sin restricciones. Esta movilidad hizo posible que las industrias de transformación pudiesen disponerse de forma heterogénea con respecto a las fuentes de materias primas, que el comercio mundial y las comunicaciones lograsen una integración impensable en épocas anteriores, que se expandieran sin límites las áreas de inversión y recuperación del capital, que el radio de actividad diaria de un sólo individuo se ampliase a la escala del planeta.

El petróleo ha sido la condición material por la cual se ha intentado lograr la desmaterialización de todo lo que condicionaba antaño la economía. Esta desmaterialización no tiene por base sino las enormes redes de transporte, la agricultura industrial motorizada y la proliferación de materiales de síntesis: sobre esta base ha podido constituirse la economía global de servicios, con las grandes urbes como nodos donde se concentra el poder y desde donde se gestionan las inversiones y la alocación de los recursos. En las áreas urbanas de occidente ha podido crecer este tipo de empleo subsidiario, de gestión y de dirección, y de los servicios técnicos que les son imprescindibles, creándose sectores de la actividad completamente aislados de la producción de alimentos y de recursos primarios como el agua y los combustibles. Esta extensión de la producción desmaterializada es, obviamente, una ilusión sostenida sobre el control policiaco y militar de la energía y las materias primas del planeta, donde el conocido despilfarro energético no es su mero efecto perverso, sino la condición indispensable para que este sistema pueda perdurar.

Los derivados del petróleo han modelado la vida económica de occidente: su mundo material está levantado sobre la movilidad y la mecanización, sobre los materiales de sustitución y las industrias petroquímicas, sobre la especulación del oro negro y el culto del automóvil.

La dependencia de este recurso energético ha seguido una escala inquietante desde el fin de la Primera Guerra Mundial, moviendo los hilos de la llamada geoestrategia y provocando tensiones inéditas. Por lo demás, su aplicación masiva al transporte, la agricultura y las industrias de transformación, han puesto estas actividades fuera de toda racionalidad ecológica, lo que convertirá el siglo XXI en un paso angosto, tal vez infranqueable, para la especie humana. Todo lo dicho anteriormente no dejan de ser evidencias. Lo que viene a continuación hace referencia a las opiniones y análisis sobre el inminente, al decir de algunos, agotamiento del petróleo barato.

Desde mediados de los años noventa, ha crecido la inquietud sobre esta cuestión, en especial desde las aportaciones realizadas por geólogos como Campbell, Lahèrrere, Deffeyes, etc., No discutiremos aquí tanto la validez de sus afirmaciones, lo que quedaría fuera de nuestra capacidad, como las implicaciones que el agotamiento o escasez del petróleo puedan tener en nuestras perspectivas de transformación social.

Mediatizados como estamos por la difusión de opiniones parciales e interesadas, y dado lo dificultoso que es dar con una inteligencia que pueda unificar todas las informaciones y factores que intervienen, ¿cómo podríamos nosotros aceptar sin más la inminencia sobre el agotamiento del petróleo? Dejamos a otros, mejor dotados o más audaces que nosotros, la ardua tarea de especular sobre la evolución futura de la industria petrolera, pero indudablemente no por ello renunciemos a la reflexión de lo que el fin del petróleo podría suponer para nuestras aspiraciones colectivas.

La cuestión central que este breve ensayo quiere plantear es la siguiente. El petróleo ha sido el flujo que ha movilizado la economía occidental durante más de un siglo. Muchas voces se levantan hoy para anunciar que la producción petrolera está cercana a su culmen y que a partir de ahí, el precio del crudo se encarecerá a tal punto que necesariamente asistiremos a una crisis energética, dañándose gravemente el comportamiento económico de todo el planeta. Las consecuencias, de producirse este hecho, serían sin duda grandiosas y espectaculares. Pero lo que nos interesa aquí es dilucidar si la caída más o menos acelerada del régimen petrolero abre una brecha para nuevas posibilidades sobre las que reconstruir una sociedad autónoma, radicalmente diferente a la que conocemos.

En efecto, más allá de una cierta inquietud ecologista, empeñada en una transición sostenible que nos lleve a una futura sociedad de energías limpias y ciudades radiantes, lo que nos incumbe es analizar de qué manera estos discursos proecológicos ocultan cuestiones de mayor calado, como por ejemplo, de qué modo podemos retomar la presunta crisis energética que se avecina para subvertir el modelo de cultura material y de distribución del poder que hoy delimitan nuestra forma de vida. En suma, la caída de un régimen energético pujante y poderoso como es el de los hidrocarburos ¿encierra alguna posibilidad por mínima que sea de debilitamiento del sistema de dominación? Responder apresuradamente a esta cuestión, sea en un sentido o en otro, significaría ignorar su complejidad. De momento, extenderemos la cuestión de forma más detallada.

El petróleo en la historia

La historia del petróleo está cuajada de enseñanzas sobre las ambiciones de riqueza y poder de las industrias y estados. Podríamos delimitar esta historia en dos grandes y complejas etapas que nos llevarían hasta las crisis de los años setenta. La primera etapa iría desde 1859, año en que se abre el primer pozo petrolífero a manos del legendario Drake, y que va hasta la Segunda Guerra Mundial, época en que Norteamérica comenzaría a perder su papel de primer exportador de petróleo. Esta etapa contiene la formación de los grandes imperios petroleros (Standard Oil, Royal Dutch-Shell, Anglo-Persian, Gulf), las primeras y terribles luchas por el control de los mercados internacionales, la búsqueda de yacimientos de Venezuela a México, de la antigua Persia a Indonesia.

De la guerra colonizadora por dominar los países donde se encontraba el petróleo. La Primera Guerra Mundial fue ya una guerra donde los motores de explosión cambiaron el aparato bélico, y donde el aprovisionamiento de combustible pasó a primer plano. A partir de ahí, el parque automovilístico comenzaría su crecimiento. Los años que siguieron a la Gran Guerra de 1914 se distinguieron por una lucha intensa de las grandes potencias por acceder a los territorios de la antigua Turquía y, más tarde, la zona del Golfo Pérsico. La guerra de precios marcaría una enorme inestabilidad para el mercado.

Sólo dos décadas más tarde, hacia 1928, se alcanzaría una cierta estabilidad con los acuerdos de Achnacarry, firmados en conjunto por los representantes de la Royal Dutch-Shell, la Standard Oil de New Jersey y la Anglo-Iranian, y más tarde sancionados por otras compañías. Este acuerdo establecía en verdad una cartelización que de forma tácita dominaría el mercado internacional durante años, ajustando los precios del crudo con los parámetros del Golfo de Méjico. En cualquier caso, toda esta etapa incluye la escalada creciente de las compañías norteamericanas en el Oriente Medio, primero en los antiguos territorios de Turquía, después en Bahrein, Kuwait y Arabia Saudí.

La novedad de este período la constituye la primera ofensiva de «descolonización» petrolera, cuando el gobierno de Méjico, en 1937, emprende la nacionalización de su producción. Así mismo, el rasgo que resalta de esta época es el predominio del mercado petrolero de Estados Unidos, cuya producción se vio colosalmente reforzada por los yacimientos del Este de Tejas a partir de los años treinta. En 1938, Estados Unidos controlaba todavía el 63% de la producción mundial, y sólo a partir de mediados de los cincuenta su producción disminuiría con relación a la de Oriente Medio. Ni que decir tiene que la Segunda Guerra Mundial fue, en buena medida, una «guerra del petróleo», siendo la falta de abastecimiento de combustible una de los factores que determinaron la derrota del ejército alemán.

Esta primera etapa, como se ve, sentó las bases históricas y geográficas de la industria petrolera, y dio paso a lo que podríamos considerar como un período de conflictos larvados, de una mayor delimitación de las zonas petroleras y de una estabilidad frágil que estallaría a principios de los años setenta. Señalaremos, sobre todo, tres grandes tendencias de onda larga en esta segunda etapa. La primera es el indudable crecimiento de la importancia de Oriente Medio en cuanto a volumen de producción, con las preocupaciones estratégicas que eso acarreaba a las naciones poderosas de occidente. Surgía el sentimiento de orgullo nacional de los países exportadores, que condujo a las crisis de Irán en 1951, y a la del canal de Suez en 1956, con el precedente de Venezuela.

Ambas revueltas se resolvieron con una clara derrota de la influencia británica en la zona, para contento de Estados Unidos, que de esa forma lograba mayores cuotas de participación en la explotación del petróleo y en el control de ambos países. El intento de nacionalización de Mossadegh en Irán terminaría en 1954, con la creación de la NIOC (Compañía Nacional Iraní del Petróleo), un consorcio internacional donde la propiedad de los yacimientos pasaba a manos de Irán y donde las compañías norteamericanas obtenían un jugoso 40% de participación, estando representados igualmente la British Petroleum, la Royal Dutch-Shell y los intereses petroleros franceses. Pero las reivindicaciones de los países exportadores iban a tomar fuerza, instigados por el gobierno de Venezuela, hasta la fundación de la OPEP. Esta se crearía en 1960, y fue sobre todo mediada esa década cuando se verá claramente que los países exportadores estaban dispuestos a ganar el control total sobre el crudo, abriéndose pocos años más tarde el proceso de nacionalizaciones que conoceremos en Libia, Irak, Perú, Bolivia, Venezuela, etc.

La segunda tendencia alude al efecto que el petróleo barato llegado de Oriente Medio estaba logrando sobre Europa: declive del carbón y reestructuración del modo de vida siguiendo las pautas dictadas por los combustibles derivados del petróleo. En los años cincuenta comenzaría la inquietud de los Estados por la búsqueda de fuentes de energías seguras o innovadoras, se fundaría Euratom, el organismo europeo para la energía nuclear.

Finalmente, la tercera tendencia se relaciona igualmente con el efecto que la expansión del petróleo de bajo coste de Oriente Medio estaba teniendo sobre la producción interior norteamericana. En 1959, Eisenhower promulgarías las cuotas a la importación, como medida proteccionista. A mediados de los años sesenta, las grandes compañías anglo-americanas empezarían a sentir una baja en su tasa de beneficios, lo que les llevaría ya en aquel momento a la búsqueda desesperada de zonas de extracción alternativas como en Prudhoe Bay (Alaska, 1968) en Latinoamérica, en el Mar del Norte, o en Noruega, donde los primeros pozos se abren en 1969. Estas tres tendencias, como vemos, sumadas al crecimiento del gigante ruso, que pronto empezaría a aumentar su producción de gas y petróleo, concluirán en la crisis de 1973, cuyas implicaciones se dejarán sentir durante toda la década de los setenta [1].

El petróleo sigue entonces unido a la conflictividad y la guerra sucia. Como ejemplo de ello, baste citar los intereses de la compañía Elf, envueltos en la guerra de secesión en Nigeria, a finales de los años sesenta. O, como menciona de pasada Richard O’Connor a propósito de la guerra de Viet-Nam: «Por encima de las consideraciones emotivas que envuelven, el problema vietnamita, se halla el factor de que las costas del Sudeste de Asia dominan uno de los más grandes golletes marítimos: el estrecho de Malaca, y por lo tanto controla el paso de las flotas de barcos-cisterna.» [2] Todo el periodo, no hay que olvidarlo está además dominado por el concepto y la estrategia de la Revolución Verde, vergonzosa forma de colonización donde países enteros de África, Asia o Centroamérica son introducidos a los métodos y prácticas de la agricultura industrial, haciendo las pequeñas economías campesinas cada vez más dependientes de la motorización y las industrias petroquímicas. En el occidente opulento, la guerra silenciosa del petróleo había conquistado la vida cotidiana de sus habitantes, sumergiéndolos en todo tipo de derivados del petróleo y esclavizándoles a sus automóviles.

Todo esto por lo que respecta a la prehistoria del petróleo, es decir, las fases previas a las crisis de los años setenta. Hay que decir que ya a partir de la primera guerra mundial, la cuestión del agotamiento inminente del petróleo inquietó periódicamente los intereses industriales norteamericanos. En los años setenta esta inquietud se superó progresivamente, ya que las dos crisis petroleras de 1973 y 1979 obligaron a las compañías a diversificar y ampliar sus prospecciones e hizo que los estados se plantearan políticas de ahorro. El crecimiento productivo de Méjico o la URSS, la explotación del petróleo del Mar de Norte, la búsqueda de otras fuentes de energía, la inversión en tecnología extractiva, fueron factores que descargaron parcialmente el peso de la dependencia con respecto al petróleo-OPEP.

En los años ochenta, dentro del marco de la Agencia Internacional de la Energía, los países occidentales se comprometieron a crear las llamadas «reservas estratégicas» de crudo, reservas que podían servir para mantenerse en los período de crisis de abastecimiento. En 1985 se había producido una caída de los precios del crudo, y fue a partir de entonces que los países de Europa reiniciaron un despegue económico y abandonaron paulatinamente sus políticas de contención energética.

A partir de aquella época la OPEP conseguiría una cierta estabilidad del precio del crudo, que duraría hasta finales de los años noventa. Esta estabilidad no fue rota por la guerra del Golfo [3], no obstante, los años noventa traerían un periodo de sanciones a la exportación para países como Irak, Libia o Sudán. Es un lugar común afirmar que la guerra lanzada contra Irak en 1990 fue motivada sobre todo con el fin de sacar la producción petrolera iraquí del mercado internacional, y asegurar de esa forma una especie de enorme «reserva estratégica» para el futuro. No se puede olvidar que con el inicio de esta ofensiva Estados Unidos e Inglaterra se aseguraban un nuevo control estratégico sobre la zona del Golfo.

Todos estos capítulos nos conducen a la situación actual, después de la invasión de Afganistán y la de Irak, en 2002 y 2003, respectivamente, la pasada guerra en el Líbano y la inquietud creciente por el control de zonas estratégicas como el mar del Caspio, el Africa subsahariana o Venezuela. Si a todo esto añadimos la aparición en escena de gigantes sedientos de combustible como China o India, tenemos todos los ingredientes necesario para abrir un período tenso y dramático, con precios muy elevados del crudo y el anuncio de su inminente escasez.

¿Una geología subversiva?

Hasta aquí no hemos hecho sino mostrar algunos trazos históricos y cronológicos que nos pueden ayudar a delimitar el terreno donde ha surgido el interrogante sobre el agotamiento del petróleo barato. La crisis de escasez que se anuncia hoy podría resultar creíble si se constata que los años sesenta del pasado siglo marcaron la época de mayores descubrimientos de yacimientos, época desde la cual asistimos a un lento pero firme declive en el ritmo de los descubrimientos.

En su artículo ya clásico, publicado en la revista Scientific American, en 1998, y titulado «Fin de la era del petróleo barato» -que aquí apareció por las mismas fechas en su trasunto castellano Investigación y ciencia- Colin J. Campbell y Jean H. Lahèrrere, ambos geólogos veteranos y retirados, trazaban una línea de delimitación entre las previsiones de escasez de las crisis de los años setenta y la crisis actual de la que ellos se hacen portavoces. Refiriéndose a las predicciones de entonces, escribían:

«Sus predicciones apocalípticas fueron reacciones emocionales y políticas, los expertos sabían, ya entonces, que tales pronósticos carecían de base. Unos años antes se habían descubierto enormes campos en la vertiente norte de Alaska y bajo las aguas del Mar del Norte, cerca de la costa europea. Hacia 1973 el mundo había consumido, de acuerdo con las mejores estimaciones, alrededor de un octavo de su riqueza en crudo accesible. Dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) los cienco miembros de Oriente Medio convinieron en subir los precios, no porque hubiera peligro de escasez, sino porque habían decidido hacerse con el 36% del mercado. Más tarde, cuando la demanda cayó y el flujo de petróleo fresco procedente de Alaska y del Mar del Norte debilitó la presión ejercida por la OPEP, los precios se desplomaron.»

Campbell, con su libro The coming oil crisis (1997) y Lahèrrere, autor de distintos ensayos y estudios, defienden desde hace una década la proximidad del declive del petróleo, dentro del siglo XXI, anunciando que antes de 2010 se alcanzará probablemente el cénit de la producción, lo que marcará el fin del petróleo barato. Como se sabe, ambos se han inspirado en los trabajos de Marion King Hubbert, geólogo que trabajó para la Shell, y que en 1956 predijo que para el año 1970 aproximadamente, se produciría el cénit de la producción petrolera estadounidense, lo que efectivamente ocurrió. Otros geólogos, investigadores y periodistas se han sumado, con sus estudios y aportaciones, a esta corriente de opinión que poco a poco ha comenzado a entrar en el debate público, al menos en algunos ámbitos. Pero el debate continúa, de alguna manera, soterrado. En Estados Unidos, mientras tanto, se han publicado ya libros de divulgación como el de Richard Heinberg, The party’s over [4], mientras que en Francia se publicó La vie après la pétrole, de Jean-Luc Wingert, con prólogo de Lahèrrere, libro al que después han seguido otros varios en francés sobre la misma cuestión [5].

Desde luego, a esta corriente anunciadora del cenit petrolero no faltan sus oponentes negacionistas. Uno de ellos, ilustre, y al que podríamos considerar como el Herodoto de la historia del petróleo, es Daniel Yergin, que en 1991 publicó su monumental The Prize, libro histórico sobre la industria petrolera desde sus orígenes. Hoy Yergin, dirige una consultoría sobre temas energéticos y no otorga ninguna validez a los que anuncian la proximidad del agotamiento del petróleo [6].

Lo que resulta llamativo es que la opinión más autorizada en torno a las informaciones sobre el cenit petrolero provenga del mundo de la geología. ¿Qué habría sido del capitalismo industrial en el siglo XX sin esta ciencia aparentemente neutra y minuciosa? Los avances de la geología, la geofísica y la geoquímica, hicieron posible que la prospección de yacimientos petrolíferos pudiera alcanzar una precisión y eficacia cada vez mayores. La geología al servicio de la industria petrolera hizo que la ciencia de la tierra se convirtiera en la ciencia del saqueo de la tierra. Pero cuando los límites de las reservas de este planeta parecen exhaustas, cuando la aventura de juventud de la geología petrolera ha perdido muchos de sus encantos, algunos geólogos parecen dispuestos a hacer sonar la alarma del desequilibrio y el caos económico.

La paradoja de esta geología de senectud es su incapacidad para reconocer la responsabilidad de toda ciencia en el desarrollo de las industrias y sus fines arbitrarios: toda ciencia puesta al servicio de la gran empresa capitalista se convierte en ciencia subversiva y amenaza con destruir su mismo objeto de estudio. En el libro mencionado de Colin Campbell, The coming oil crisis, aparece una entrevista a Walter Ziegler, eminente geofísico en la vanguardia de la prospección petrolera. La figura de Ziegler es crucial, ya que desde los inicios de su carrera en los años cincuenta, al servicio de la Shell, pudo recorrer buena parte del planeta y ser testigo de la evolución de la industria petrolera en las últimas décadas. Ziegler es además un representante típico del geólogo embarcado en la gran empresa capitalista de mitad de siglo, que asumía su trabajo como una vía hacia la libertad y la aventura. El mismo, reconoce al final de su entrevista con Campbell, su intuición temprana sobre el fin del petróleo:

“Nuestros estudios han confirmado más allá de toda duda que el globo tiene decididamente un potencial finito para la exploración petrolera. Las implicaciones son colosales. El mundo tiene finalmente que confrontar el hecho de la inminencia de cambios en su forma de vida. No tiene más opción que ajustarse a limitaciones en los recursos. «¡Ya no hay más caramelos, niños!» El juego casi ha terminado.”

Todo esto resulta altamente educativo. Es normal que los profesionales técnicos que estuvieron a la cabeza del movimiento de explotación de los recursos petroleros desde los tiempos de la guerra fría, como es el caso de Ziegler, conozcan a fondo la materia de la que hablan. Pero no hay que olvidar que ya desde los años sesenta y setenta se alzaron voces de alarma ante esta absurda y suicida escalada energética. La geología comprometida de Campbell, Lahèrrere y demás, llega un poco tarde: es como una sabiduría post festum.

Estos hombres, que tanto han contribuido a crear la situación desastrosa que se cierne sobre nosotros, parecen deplorar y temer justamente las consecuencias radicales de tal situación, y olvidan que no hay ciencia neutra, que no hay saber técnico que no tenga una parte de responsabilidad en los procesos de degradación de materias y energías que constituye hoy la base de la dominación social en todo el planeta. En su libro, y de forma tímida, Campbell parece reconocer las virtudes de una economía más localizada y sencilla en la utilización de los recursos, nos anuncia un futuro donde tal vez sea posible equilibrar la ecuación del consumo y adquirir un papel más consciente en nuestra relación con la naturaleza. ¡Gracias Señor Campbell, tomaremos nota! En contraste, el geólogo Kenneth S. Deffeyes, divulgador del cénit y discípulo de Hubbert, se muestra implacable con las veleidades ecológicas de sus contemporáneos. En las primeras páginas de su libro Hubbert’s Peak. The Impending world oil shortage (2001) afirmaba sin pestañear:

«Una actitud posible, que personalmente no tengo en cuenta, nos dice que estamos arruinando la Tierra, saqueando los recursos, ensuciando el aire, y que sólo deberíamos comer alimentos orgánicos y montar en bicicleta. Sentimientos de culpabilidad no pueden evitar el caos que nos amenaza. Monto en bicicleta y camino mucho, pero confieso que parte de mi motivación es la situación miserable del aparcamiento en Princenton. La agricultura orgánica solo puede alimentar una pequeña parte de la población mundial; el aporte mundial de estiércol de vaca es limitado. No es probable que una civilización mejor surja espontánemente de un montón de conciencias culpables. (…)»

Esta declaración habla por sí sola. Sólo nos cabe esperar otra monografía complementaria, esta vez dedicada al cénit de estiercol de vaca, ya que el Sr. Deffeyes parece tener información muy actualizada al respecto.

Del petróleo hacia la nada

El declive de la producción petrolera nos obliga a un inmenso esfuerzo mental para representarnos una sociedad privada del petróleo sin que a la vez esta imagen llegue a borrar de nuestra memoria el modo de vida que conocieron nuestros bisabuelos. La motorización supuso la ruptura violenta con el mundo anterior, que estaba hecho de limitaciones que hoy resultan incomprensibles a la mente moderna. El problema pues no es sólo que los últimos días del petróleo dibujen delante de nosotros un futuro incierto; lo más grave sería que hicieran ilegible nuestro pasado. Hoy no se puede pensar el horizonte futuro sin tener en cuenta los límites modestos de donde venimos. Las instituciones y costumbres que se han perpetuado bajo la motorización impiden hoy reconocer nuestras necesidades en otra forma que no sea la de la motorización. Cabe pensar que la industria petrolera, que nació como una forma de guerra contra la libertad y la autonomía posibles, morirá ahogando igualmente la reflexión sobre un porvenir deseable. Sería urgente oponer nuestra crítica a los propagandistas del fin del petróleo, pues la mayoría de ellos sólo traducen a un lenguaje edulcorado y aceptable para las mayorías electoras el trasfondo real del problema.

Dado que, como decíamos al principio de este texto, las posibilidades de los combustibles y derivados del petróleo han abierto la vía para la expansión económica y cultural del mundo, tenemos que tratar de ver de que manera esta expansión ha instituido una nueva forma de dominación, y no solamente la forma perversa de un exceso de poder económico e industrial. Es cierto que desde la perspectiva actual, esto sólo puede ser un ejercicio intelectual aislado y más bien artificioso, ya que no se corresponde con ninguna inquietud profunda compartida colectivamente. Por otro lado, es indudable que el laberinto técnico heredado después de más de dos siglos de revoluciones industriales no puede ser desarticulado en dos días, y hoy se trataría más bien de sondear si existen indicios de que algo puede cambiar en un futuro a medio o largo plazo. ¿De qué forma es reapropiable la sociedad heredera del siglo XX, profundamente transformada por los combustibles fósiles? ¿Qué queda en nuestra humana naturaleza y en la naturaleza que nos rodea que no esté un poco afectado o totalmente destruido y que pueda llevarnos hacia la autonomía material y política?

La cuestión sobre el control de la energía nos recuerda la cuestión del control del poder sin más. No es claro que la desaparición de un recurso físico como es el petróleo pueda aflojar aunque sea poco ese control sobre la vida social que las élites ejercen sobre las mayorías. En cualquier caso ese control, si se da la escasez de un recurso tan importante como es el petróleo, cambiaría forzosamente de forma. El dilema es evidente: si las élites quieren seguir aferradas al superpoder técnico, financiero y político que han conocido durante el último siglo, en caso de enfrentarse a la escasez de un apoyo técnico como es el petróleo, la situación entonces se agravaría enormemente, dibujándose un cuadro de una tensión bélica, armamentística y policial inéditas.

Hay una correlación indudable entre la afluencia de petróleo y la forma de poder tal y como la conocemos actualmente. La substitución del petróleo en un período relativamente corto de tiempo en algunas áreas como la del transporte es prácticamente imposible. En otras áreas, se trataría de hacer resurgir plenamente formas de energía como la nuclear o el carbón, con todo lo que ello implica. Se quiera ver o no, una escasez próxima de petróleo significa el surgimiento de una situación imprevisible y catastrófica. Por tanto, es una situación desesperada en un doble sentido: la escasez de petróleo pone en cuestión la continuidad del control sobre el poder que las élites han ejercido hasta ahora, pero no ofrece ninguna garantía de que esto pueda abrir una vía para la reapropiación de dicho control a manos de las poblaciones.

Los voceros del cénit del petróleo, como el ya mencionado Colin Campbell, pretenden llamar a la conciencia pública de las naciones y persuadirlas de entrar en una vía tranquila hacia otras formas energéticas. En el breve texto llamado Protocolo de Rímini, que Campbell redactó personalmente, se propone una reducción general del consumo de hidrocarburos ajustando oferta y demanda del crudo en relación a la caída de la productividad anual. La finalidad sería poder «planificar de manera ordenada la transición al entorno mundial de suministros energéticos reducidos, preparándose con antelación para evitar el gasto energético, estimular las energías sustitutorias y alargar la vida del petróleo que quede, (…)»

La filosofía de este texto apela al espíritu cooperativo y equitativo de las naciones, lo que supone ignorar que la explotación y el empleo del petróleo han constituido las claves para que unas naciones oprimieran a otras, y para que, en general, dentro de cada nación la opresión se articulara en la forma que conocemos. Por tanto, las esperanzas incorporadas en la famosa «transición energética» están rellenas de lealtad para el mundo tal y como lo conocemos. Nada nuevo bajo el sol. Para estos privilegiados intérpretes del cénit petrolero, se trataría de que los excesos del poder no pongan en peligro el propio proyecto del poder: la extensión de la economía industrial y sus redes de jerarquización y control a todo el planeta.

El mundo ecologista, en general, contempla la posibilidad de la escasez de petróleo como una oportunidad histórica hacia la soñada sociedad de energías renovables. Por su parte, Jeremy Rifkin, ha sabido intuir la estrecha relación entre el declive de la producción petrolera y la puesta en cuestión de la capacidad del sistema para concentrar y acumular el poder, lo que significaría que el planeta está preparado para la descentralización energética y la recuperación del mando local, todo ello gracias al benéfico hidrógeno [7].

La transición energética ideada por muchos ecólogos, sociólogos y observadores ambientales podría ser interpretada, de hecho, como un golpe de timón en un mundo asolado por la opulencia y los excedentes de intermediarios e instituciones superfluas: esta sociedad del exceso está preñada de sus posibilidades de descentralización, se nos viene a decir. El conocimiento técnico ya ha sido alcanzado y las claves para una nueva sociedad ya están ahí, el problema es que los intereses del viejo régimen moribundo no dejan que esta sociedad aparezca… El problema de la descentralización y de la transición energética así tratado, nos trae a la memoria lo que la autora Hazel Henderson escribía a finales de los años setenta sobre el concepto milagroso de «devolución espontánea»:

«(…) cuando las economías industriales alcanzan un cierto límite de producción centralizada, intensiva en capital, han de cambiar el rumbo, poniendo proa hacia actividades económicas y configuraciones políticas más descentralizadas, utilizando una toma de decisiones y unas redes de información más lateralmente ligadas, si quieren superar los cuellos de botella que para la información presentan unas instituciones excesivamente jerárquicas y burocratizadas. Me he referido a este cambio de dirección como escenario de un proceso de «devolución espontánea», en el que los ciudadanos comienzan simplemente a reclamar el poder que una vez delegaron en políticos, funcionarios y burócratas, así como el poder de tomar decisiones tecnológicas de largo alcance que delegaron en prominentes hombres de negocios.» [8]

Si se nos permite la metáfora, la aplicación del petróleo en la sociedad moderna ha constituido la gran entrega, la gran delegación de las poblaciones de su capacidad de decisión en manos de determinadas oligarquías y estructuras técnicas, redes de transporte, comunicación e intercambio. Si es cierto que se acerca un día en que el sistema se verá gravemente afectado por la carestía del petróleo ¿se producirá un equivalente de esta gentil «devolución espontánea» del control del poder y del control sobre los recursos? ¿se convertiría la transición energética en un proceso suave de dispersión de los centros de toma decisiones? ¿Habrá un traspaso de las competencias hacia el plano local si el funcionamiento de la economía se ve forzosamente inmovilizado? ¿Regresaremos hacia una cierta autarquía? Lo más amable que se puede señalar a los que albergan esta esperanza es que dediquen un momento al estudio de la historia: verán allí que las instituciones del poder nunca han servido como puente hacia formas superiormente morales o más equitativas de organizar la sociedad, y que normalmente agonizaron destruyendo y agotando todo lo que mantenía activa la sociedad que dominaban. La edad del agotamiento del petróleo podría ser tan despótica y vacía de horizontes, o más, de lo que pudo serlo la edad de su abundancia.

Conclusión

El agotamiento del petróleo podría quedar muy lejano aún, lo suficiente para que no afectase al tiempo de nuestras vidas. Pero también podría ser un acontecimiento inminente. ¿Qué podríamos esperar en ese caso?

Por todo lo dicho anteriormente, debemos deducir que el petróleo es uno de los pilares del poder centralizado y tiránico que hoy mueve el mundo. En el caso de que el agotamiento del petróleo entrase en una escalada de desajuste de oferta y demanda muy abrupta, el sistema de dominación se tambalearía en sus cimientos, y su capacidad de control correría un grave peligro.

Ciertamente, en un escenario ideal, la escasez de combustibles llevaría forzosamente a una relocalización económica, lo que implicaría una descentralización sobre el control de los recursos y, más allá, la posibilidad de refundar las bases de la autonomía a una escala incompatible con el sistema de opresión tal y como lo conocemos hoy. Como vemos, en este escenario ideal, el agotamiento del petróleo lleva a una contradicción abierta con el sistema.

Pero no podemos engañarnos al respecto, el ejemplo de la historia muestra que los viejos sistemas de poder nunca cedieron suavemente ante el peso de sus contradicciones, normalmente se deslizaron pesadamente hacia una disgregación caótica y destructiva, arrastrando consigo todo lo demás. En el caso de nuestra civilización existen además dos circunstancias agravantes: la extensión de su dominio cubre la totalidad del planeta, pero además sus manipulaciones han perturbado globalmente la biosfera. La primera circunstancia nos obliga a proyectarnos en un desastre que puede afectar a la especie humana como tal, la segunda circunstancia pone en cuestión cualquier tentativa de reapropiación material colectiva.

A priori, no podemos esperar nada del fin del petróleo que pueda secundar nuestras perspectivas, lo que no niega que debamos estar vigilantes para aprovechar cualquier brecha que se abra en un hipotético período de post-abundancia.

Los Amigos de Ludd

notas:
[1] Como se sabe, la crisis petrolera que estalla en octubre del 73 con el comienzo del conflicto entre Israel y algunas potencias árabes, llevará a un rápido encarecimiento del crudo e incluso al embargo para países como Estados Unidos, que apoyan a Israel. Sin embargo, el conflicto bélico fue solo la tapadera de una compleja trama de intereses donde las compañías petroleras y la administración norteamericana estaban especialmente interesados en una revalorización del petróleo de Oriente Medio para recuperar la tasa de sus beneficios y reforzar la política estratégica norteamericana en la zona.
[2] En Los barones del petróleo p. 276 (Barcelona 1974)
[3] A raíz de la guerra, el precio del petróleo experimenta una violenta subida, pero breve; los precios del petróleo oscilan entorno a los veinte dólares desde febrero a diciembre de 1991. Y seguirá un descenso gradual del precio hasta 1998, año en que se produce una enorme caída (por debajo incluso de los diez dólares).
[4] Ver la crítica que hicimos de este libro en el boletín nº8 de Los Amigos de Ludd febrero 2005.
[5] De las cosas que se han publicado por aquí, en papel impreso, destacaríamos el dossier que sacó en abril la revista Mientras Tanto. Aunque, ciertamente, no coincidimos con el tono general y las opiniones de la editorial y los artículos, muy del estilo izquierda verde, creemos que constituye un conjunto interesante de materiales para entrar en la cuestión.
[6] Resulta curioso, cuando menos, que en una obra tan documentada como la de Yergin, no aparezca ni una sola referencia a los hallazgos de Hubbert.
[7] Para ver una crítica a las ideas de Rifkin, ver «En el estado social del hidrógeno» Los Amigos de Ludd nº5.
[8] Tomado del libro Para Schumacher Editorial Blume 1980.

Revista Ekintza Zuzena www.nodo50.org/ekintza/article.php3?id_article=439

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Del capitalismo moderno…

Publicada el 04/11/2011 - 01/01/2019 por raas

El capitalismo moderno necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a ninguna autoridad, principio o conciencia moral -dispuestos, empero, a que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades en la maquinaria social-; a los que se pueda guiar sin recurrir a la fuerza, conducir, sin líderes, impulsar sin finalidad alguna -excepto la de cumplir, apresurarse, funcionar, seguir adelante.

Por Erich Fromm

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