Una de las peores lacras de nuestro tiempo es, sin duda alguna, la caza de brujas contra la supuesta «violencia de género». Una obsesión política que, con la excusa de la violencia real de algunos hombres contra algunas mujeres, intenta convencernos de que todos los hombres son peligrosos y todas las mujeres son inocentes. Una fantasía que, pese a la extremada agresividad con que se nos impone, está destinada -por eso mismo- al fracaso. Pues embestir a ciegas contra problemas cuya verdadera naturaleza se ignora nunca sirvió más que para generar males mayores (en este caso, todo tipo de abusos e injusticias, y la perpetuación del problema). He aquí, a mi entender, algunos aspectos de esta nueva religión del odio que llamamos «violencia de género».
Por José Luis Cano Gil*
1° de junio de 2013
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