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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Autor: raas

La publicidad como ideología capitalista

Publicada el 14/08/2013 - 02/12/2021 por raas

Que la publicidad juega un papel importante y relevante en la configuración cultural del orden moderno es una de las hipótesis centrales de una sociología del consumo. En efecto, el capitalismo en constante proceso de expansión y globalización requiere para funcionar y ser eficiente un aparato publicitario que genere las condiciones culturales e ideológicas para la reproducción del sistema político y económico vigente. Si bien el acto publicitario se conoce desde las primeras civilizaciones de Occidente -Grecia, Roma- es en el orden moderno donde adquiere el sentido económico y racional que tiene hoy.

Por González Llaguno

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Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • TecnocidioEtiquetado como América del Norte, discurso publicitario, El discurso publicitario, formas de vida del orden moderno, González Llaguno, ideología capitalista, industria de la publicidad, inversión publicitaria a nivel mundial, La interpelación publicitaria, neuromarketingDejar un comentario

Sometimiento y conformismo en las sociedades industriales avanzadas

Publicada el 21/07/2013 - 05/12/2020 por raas

En una sociedad primitiva el grupo es pequeño; está integrado por aquellos que comparten la sangre y el suelo. Con el desarrollo creciente de la cultura, el grupo se extiende; se con vierte en la ciudadanía de una polis, de un gran Estado, los miembros de una iglesia. Hasta el romano indigente se sentía orgulloso de poder decir ‘civis romanus sum’; Roma y el Imperio eran su familia, su hogar, su mundo.

Por Erich fromm

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Las diez peores prácticas de la industria farmacéutica

Publicada el 06/07/2013 - 07/12/2020 por raas

El divulgador británico Ben Goldacre denuncia en su libro «Mala farma» las conductas escandalosas de las multinacionales farmacéuticas.

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Trampas mortales de la ciudad prisión

Publicada el 01/07/2013 - 07/12/2020 por raas

Por raas
raas@riseup.net
Junio-julio de 2013

Hay una gran avenida plagada de máquinas automovilísticas
cemento excesivo, nada de verde y cámaras por todos lados
el ambiente respiraba tensión asfixiante
conglomerado de sujetos deambulando mirando sin ver y viceversa.

Los autos iban y venían sin dirección alguna,
un detalle no cuajaba en el gris escenario
treinta centímetros o más de agua
semiocultaban los neumáticos de las topadoras inertes.

Y algo todavía menos percibido aún,
peces y pingüinos luchando sin chances contra
la marea enfurecida y multidireccional,
aunque muchos ya habían perdido la batalla desigual.

Y amontonados por todos lados
resultaban serios escollos para los maquinistas,
ensordecidos y apresurados que ni siquiera procuraban esquivar
lo que parecían ser animales sin valor alguno.

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Economía política de las zonas liberadas

Publicada el 19/12/2012 - 27/05/2021 por raas

Hay negocios que están en la base del crecimiento económico de la última década, aunque poco tienen que ver con la mística industrializadora del modelo nacional y popular. Segmentos económicos que se manejan en la ilegalidad manifiesta, o resultan ilegítimos para buena parte de la población. La marea sojera y el festival narco son fenómenos muy distintos, pero poseen algunos elementos en común. Son nuestras gallinas de los huevos de oro. Y de las balas de plomo.

En torno a ellos, surgen organizaciones empresarias sin centro explícito y a veces hasta sin rostro público, pero bien vertebradas y eficaces. Millares de pequeños y medianos emprendedores diseminados por el territorio se articulan con grandes exportadores que perforan las fronteras. Engranajes de una dinámica muy lucrativa que, al mismo tiempo, empobrecen a la sociedad, sustrayéndoles sus recursos naturales y aniquilando lazos comunitarios.

El mercado es el tótem que licúa y blanquea capitales de orígenes muy diversos. Que galvaniza fondos espurios y los pone a rodar como parte del orgullo de vivir con lo nuestro. El Estado no consigue regularlos con eficacia. No entiende muy bien su modus operandi y se contenta con morder una pequeña porción de la torta. Los poderes públicos se debaten así entre el asombro y la complicidad.

Luego de dos décadas ininterrumpidas de acelerada acumulación, la notable modernidad de estos ensamblajes comerciales contrasta con el contenido conservador y despótico de sus modales políticos. Tanto el complejo agro-exportador como las redes narcos apuestan a colonizar grandes territorios considerados marginales por el capitalismo del siglo XX para sentar las bases de su expansión. Mientras el primero deglute sin cesar millones de hectáreas rurales, desplazando campesinos y comunidades indígenas, el narcotráfico penetra los asentamientos y las barriadas de las grandes ciudades ubicando allí sus puntos de venta y su explosivo stock. Y cuando encuentran la resistencia de organizaciones y movimientos de base disponen de apoyo logístico y fuerzas de choque provistas por policías cómplices. Cuentan además con un sicariato cada vez más extendido. El asesinato en menos de un año de dos miembros del Movimiento Campesino de Santiago del Estero y tres militantes del Frente Darío Santillán de Rosario es apenas el saldo más dramático de un nuevo tipo de conflicto social que resulta urgente visibilizar.

La disgregación

El kilo de cocaína de alta calidad cuesta en Bolivia 1000 dólares. En cualquier punto del norte argentino, de este lado de la frontera, el precio se multiplica por cinco. La misma cantidad, puesta en Buenos Aires, se vende a 7000 dólares. Pero la meca es Europa, donde el kilo de merca tiene un valor mínimo de 50 mil euros. Si a este esquema de tarifas le sumamos la escasa predisposición estatal para controlar lo que entra, circula y sale del país, en gran parte gracias a la corrupción de las fuerzas históricamente abocadas a tal fin (las mismas Gendarmería y Prefectura que recientemente incursionaron en el sindicalismo), se entenderá por qué Argentina se constituyó en uno de los lugares de paso preferidos para los fabricantes y los cárteles más encumbrados de la región.

Con la recuperación económica de la última década, bromea un especialista, “el tránsito se tornó cada vez más lento”. Pronto creció, como en otros rubros, un respetable mercado interno (el segundo de la región, según el Informe Mundial sobre la Drogas 2010 de la ONU). Durante los últimos años el secuestro de grandes cantidades de pasta base y el allanamiento de numerosas cocinas pusieron en escena el incremento de la producción local de cocaína. Y del subproducto más popular de esas pymes clandestinas: el paco.

Las distintas vertientes de la clase media se vinculan con el negocio de las drogas a partir del consumo y de los discursos mediáticos, que anuncian en tono catastrofista el destino de cartelización inevitable que nos espera (nos mejicanean). No se trata de oponer a ese diagnóstico la visión de un horizonte cristalino, pero tal pereza en el análisis nos impide comprender cómo se está enraizando el fenómeno entre nosotros.

Vale la pena distinguir niveles: no es lo mismo la dimensión narco, articulada verticalmente, con altos grados de sofisticación y orientada al mercado global que el universo transa, más bien caótico, compuesto por una miríada de micro empresarios que se expanden sin trascender el ámbito del menudeo. Entre una superficie y la otra existen vínculos, pero por el momento no parecen conformarse ligazones orgánicas de consideración. Quizás ese anudamiento potencial sea el punto crítico. Y son pocos los que saben hasta dónde ha llegado la cooptación de funcionarios, policías, jueces y fiscales. O peor: el único mapa exhaustivo sobre el funcionamiento del negocio de la droga en nuestro país está en manos de la DEA que lo confecciona como parte de su política a escala mundial.

Puertas adentro, la puja estratégica se libra en las periferias urbanas, donde las fuerzas de seguridad proveen logística y protección para que los vendedores se hagan fuertes en el territorio. Lo cual impide, paradójicamente, el crecimiento del poder de fuego de los transas. La Policía también aporta cierto conocimiento político, en el trenzado de alianzas con sectores institucionales, sugiriendo métodos de acción directa en los barrios y determinando quién asciende y quién desaparece en el organigrama criminal. Esta regulación un tanto sui generis inhibe el desarrollo de una estructura operativa autónoma, como sucede en otros países donde las bandas narcos le arrebataron un conjunto de facultades soberanas al Estado.

La disputa en nuestro país suele enfocarse desde dos ángulos: el de la corrupción y el de la lucha contra la criminalidad (que incluye una nefasta retórica antiterrorista). Lo que no se tiene en cuenta es hasta qué punto las redes narcos se articulan a partir de las necesidades y los deseos de una clase plebeya en ascenso, que tiene muchísimo por conquistar y casi nada para perder.

Tales conflictividades dan cuenta del fracaso relativo de las políticas actuales de inclusión social. Y sólo podrán ser enfrentadas con eficacia a partir de una recomposición de los movimientos sociales, en alianza con aquellos actores institucionales que estén decididos a ir más allá de la mera gobernabilidad de los territorios. Porque son las organizaciones de base las que se topan con el problema en su cotidiano y conocen mejor que nadie dónde y cómo hacen pie estas tramas de negocios. Y son ellas, además, las que buscan inventar nuevos modos productivos y de vida en común, capaces de desarmar el consumismo desbocado y la naturalización de la violencia.

Colectivo editorial Crisis

fuente www.revistacrisis.com.ar/economia-politica-de-las-zonas.html

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La intrusión wifi

Publicada el 04/12/2012 - 04/12/2012 por raas

¿Qué expresión más clara de nuestra modernidad, nuestros adelantos en la cultura y el mundo que la expansión del wifi, es decir de la cómoda conexión inalámbrica, gracias a la cual podemos conectarnos a Internet y al universo virtual desde cualquier sitio?

Como toda comodidad, ha tenido un éxito arrollador.
Y con un poder socializador, forzoso, una invitación a la que el particular “no puede rehuir”, como bien aclaraba el capo di mafia de El Padrino cuando blandía su poder sobre quienes convertía en víctimas.

Si uno observa la implantación del wifi en el mundo entero, percibe dos movimientos muy diferenciados: la conexión inalámbrica empezó a instalarse hace pocas décadas en los países del llamado Primer Mundo, es decir en los países que han vanguardizado el desarrollo cibernético y a fines del siglo XX recibíamos noticias tan “importantes” como que ciudades enteras, como Edimburgo en Escocia u otras en Alemania o EE.UU., habían pasado a ser zonas, ciudades wifi. Es decir donde en toda el área urbana se podía prescindir de los incordiosos cables…

En ese tiempo, el wifi llegaba tímidamente al Tercer Mundo, a sus centros de desarrollo tecnológico más avanzado. Ciudades, ya no sólo del primer mundo, como Albuquerque en EE.UU. o Málaga, en España que ha proyectado ser la primera ciudad wifi española, sino también ciudades wifi en toda la periferia planetaria, como lo ilustra el caso de San Pablo, en Brasil o Shangai en China, que a su vez proyecta convertirse en la primera ciudad china wifi. O el de Obregón, en México, que también anuncia con bombos y platillos su ingreso al mundo wifi. Leemos en los manuales de instrucciones de los router la vigorosa exhortación de “expandir instantáneamente la cobertura mediante el wifi”.

Sin embargo, con el paso de algunos, pocos años, empezaron a llegar noticias, celosamente ausentes en los circuitos mediáticos cotidianos, de que zonas hasta entonces caracterizadas por ser wifi, lo abandonaban y retomaban el trabajoso sistema de conexión por cable. Estos anuncios se han hecho frecuentes en diversos centros de enseñanza, universitarios y escolares. E incluso en ciudades enteras. Advierta el lector que se trata de restablecer un servicio, al que retirarlo había resultado fácil y simplificador, pero reinstalarlo implica una serie de costos de otra índole…

¿Por qué esta pérdida de la comodidad, este retorno al esfuerzo, algo que está cada vez más mal mirado? Si tantos gobiernos nacionales o locales están dando los pasos hacia el wifi que hemos señalado (hemos anotado apenas poquísimos ejemplos del proceso de “wifización” que sigue siendo muy intenso), no deja de ser anormal ese otro, segundo movimiento: retirar el wifi y volver al cable.

Sencillamente, cada vez hay más elementos que permiten evaluar la contaminación electromagnética como no inocua. Y una vez que llegamos a tal conclusión, la cuestión adquiere toda su importancia porque no se trata de un uso esporádico o intermitente, residual en las actividades humanas: el wifi la podemos graficar como una nube asentada sobre nuestras cabezas… las 24 horas de cada día y los 365 días de cada año. Aunque el efecto deletéreo fuera bajísimo, pero muy, muy bajo, la persistencia de su presencia lo hace problemático.

Distintas investigaciones, como las llevadas a cabo por un equipo de investigadores en Suecia que ha sido denominado “equipo Hardell”, por el nombre de su director, han comprobado cambios de comportamiento y de niveles de atención y otra serie de trastornos en niños en contacto más o menos permanente con radiación electromagnética.

Por lo cual en Suecia se han establecido, por ley, pautas y límites para la cercanía física a fuentes de contaminación electromagnética.
El equivalente más apropiado que se me ocurre es la comparación del wifi con el tabaquismo. Imaginemos que la contaminación electromagnética, que es invisible, inaudible, inodora, insípida, impalpalble, es decir que es ajena a nuestros cinco sentidos fundamentales de los que disponemos para atender y enfrentar al mundo material, pero que es empero, bien material, pudiera tomar la expresión física de los cigarrillos: una nube de humo, bastante desagradable, por cierto, al menos para no fumadores (el humo de cigarrillos, es decir con papel quemado y alquitrán, difiere considerablemente del que proviene de una pipa o un habano).

El wifi en una casa, instalaría, siguiendo el símil, una nube en por lo menos la habitación donde esté la computadora, o el celular;
el wifi del celu, instala dicha nube encima de la cabeza del conectado, y, con la densidad tan alta de nuestros medios de transporte colectivo, encima de algunas otras cabezas próximas;
el wifi en una escuela o universidad instalarìa una nube de considerable extensión encima de todos los que transitamos, estudiamos o trabajamos en ese centro de enseñanza;
el wifi en toda la ciudad, significa que una nube de muy considerable tamaño está encima de cientos de miles o millones de afectables… todo el día, todos los días.
Observe el paciente lector con quien hasta ahora hemos seguido juntos, que de poco y nada sirve que, por ejemplo, uno prolijamente tenga conexión a Internet mediante cableado (aunque sea por la sencilla razón de que era la cronológicamente más antigua y cuando llegó “la renovación” se optó por continuar con ella) porque siempre suele haber vecinos hipermodernos que ya están conectados wifi y le han hecho pito catalán al incordiante cablerío.

Por ejemplo, viviendo en zona de casas bajas, he verificado que mi computadora que aunque tiene un dispositivo wifi no uso en casa porque tengo cable, “me avisa” que hay dos vecinos, linderos o casi, que tienen wifi… por supuesto que si quisiera usar esa conexión necesitaría la clave, pero estimo que por ser precisamente inalámbrica, igual me llega aunque no la haya pedido. Es decir “me trago el humo”, aunque no haya decidido fumar…

Y para rematar el símil con el cigarrillo: fumar es una actividad bastante agresiva hacia el no fumador, razón de tensiones y desavenencias familiares entre gente que tiene una vivienda pequeña y que no quiere que los pequeñuelos fumen pasivamente, por ejemplo…

Este tema se fue haciendo tan gravoso; los perjuicios al fumador pasivo, que al día de hoy, al menos en la capital argentina, se ha prohibido el cigarrillo en lugares cerrados, en lugares públicos…

¿Lograremos en algún momento tal grado de conciencia ambiental, ecológica, sanitaria, como para respetar al prójimo que no quiera ser irradiado por los gozosos y alegres disfrutadores de las ondas electromagnéticas?

Luis E. Sabini Fernández

fuente: revista El Abasto 149 www.revistaelabasto.com.ar/149-la-intrusion-wifi.htm

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Del poder de soberanía al poder sobre la vida

Publicada el 27/11/2012 por raas

La guerra fue concebida desde los orígenes de la era moderna hasta todo el siglo XVIII como guerra de razas, y de esta misma procuré reconstruir la historia. El tema de las razas no estaba destinado a desaparecer, sino a ser retomado en algo totalmente diferente de la guerra de razas: el racismo de estado, del cual me interesa exponer las condiciones que permitieron su existencia.

Derecho soberano – Poder de soberanía

En la teoría clásica de la soberanía, el derecho de vida y muerte era un atributo del soberano. Este puede hacer morir o dejar vivir.
         
En las confrontaciones de poder, el sujeto es neutro, no es sujeto de derecho ni vivo ni muerto. La vida y la muerte de los sujetos se vuelven derechos sólo por efecto de la voluntad soberana. Esta es la paradoja teórica, a la que hay que agregar un desequilibrio práctico: el derecho de vida y muerte sólo se ejerce en forma desequilibrada, siempre del lado de la muerte. El derecho de matar contiene en sí al derecho de vida y muerte: el soberano ejerce su derecho sobre la vida  desde que puede matar. Es un derecho de espada.

Hay una fuerte asimetría: no es un derecho de hacer morir o hacer vivir, tampoco de dejar vivir o dejar morir, sino de hacer morir o dejar vivir.

La muerte es el punto en que restalla del modo más manifiesto el absoluto poder del soberano.

Derecho político – Poder sobre la vida

El nuevo derecho político del S. XIX no sustituyó a este derecho soberano, ni lo canceló, sino que lo penetrará, lo atravesará y lo modificará. Será exactamente el contrario del anterior: el poder de hacer vivir o dejar morir.
Podemos percatarnos de esta transformación siguiendo las modificaciones en la teoría del derecho. “Cuando individuos se reúnen para constituir un soberano, para delegar en un soberano un poder absoluto sobre ellos, lo hacen para proteger su propia vida, para poder vivir.”

Es como si el poder que tenía como modalidad la soberanía se hubiera visto incapaz de regir el cuerpo económico y político de una sociedad entrada en una fase de explosión demográfica y de industrialización. A la vieja mecánica del poder escapaban muchas cosas, a nivel individuos y a nivel masa. Se dan así dos adaptaciones para recuperar lo particular: la disciplina y la bio-política (ambas dentro de este derecho político).

S. XIX un fenómeno fundamental es que el poder se hizo cargo de la vida: biopoder. Un poder de regulación. La manifestación más concreta de este poder aparece en el proceso de exclusión progresiva de la muerte. La gran ritualización pública de la muerte se fue cancelando desde fines del S. XVIII. Hoy la muerte ha llegado a ser algo que se esconde, hasta más tabú que el sexo. La razón de que la muerte sea ocultada depende de una transformación de las tecnologías de poder. Desde que el poder es cada vez menos el derecho de hacer morir y cada vez el derecho de intervenir para hacer vivir, la muerte entendida como fin de la vida es el fin del poder, la terminación.
Si la muerte en el derecho de soberanía era el punto en que restallaba del modo más manifiesto el absoluto poder del soberano, ahora la muerte será el momento en que el individuo escapa a este poder.
Una suerte de (tendencia hacia la) estatalización de lo biológico.
El problema de la vida empieza a problematizarse en el campo del análisis del poder político.

A partir del S. XVIII tenemos dos tecnologías de poder que se superponen.

Por un lado, una técnica disciplinaria centrada en el cuerpo que produce efectos individualizantes y manipula al cuerpo como foco de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles. Una tecnología de adiestramiento, disciplinaria, tecnología del cuerpo individualizado como organismo dotado de capacidades.
Por el otro, una tecnología centrada sobre la vida, que recoge efectos masivos propios de una población específica y trata de controlar la serie de acontecimientos aleatorios que se producen en una masa viviente. Es una tecnología que busca controlar y modificar las probabilidades y de compensar sus efectos. Por medio del equilibrio global, apunta a algo así como una homeostasis, la seguridad del conjunto en relación con sus peligros internos. Una tecnología de seguridad, aseguradora y reguladora, una tecnología de los cuerpos ubicados en procesos biológicos de conjunto.

(ver cuadro en archivo PDF)

Estos dos conjuntos de mecanismos no se ubican en el mismo nivel, permitiendo que no se excluyan y que se articulen. Por ejemplo la ciudad obrera del S. XIX. Se encuentran aquí mecanismos disciplinarios: subdivisión de la población, sumisión de los individuos a la visibilidad, normalización de los comportamientos. Hay también mecanismos reguladores que conciernen a la población y que inducen comportamientos determinados, por ejemplo el ahorro, las reglas de higiene destinadas a garantizar la longevidad de la población, etc.

Otro ejemplo: la sexualidad, por un lado, como comportamiento corpóreo que depende de un control disciplinario individualizante (por ejemplo control de la masturbación sobre los niños), y por el otro mediante sus efectos de procreación la sexualidad se inscribe en amplios procesos biológicos que conciernen a la población.

La medicina es un poder-saber que actúa sobre el cuerpo y sobre la población, sobre el organismo y sobre los procesos biológicos, que tendrá efectos disciplinarios y efectos de regulación.
Se puede decir que el elemento que circulará de lo disciplinario a lo regulador, y permitirá controlar el orden disciplinario del cuerpo y los hechos aleatorios de una multiplicidad, será LA norma. La norma puede aplicarse tanto al cuerpo que se quiere disciplinar, como a la población que se quiere regularizar.

La sociedad de normalización es una sociedad donde se entrecruzan la disciplina y la norma de la regulación, No una especie de sociedad disciplinaria generalizada, cuyas instituciones disciplinarias se habrían difundido hasta recubrir todo el espacio disponible. El poder que en el S XIX tomó a su cargo la vida, llegó a ocupar toda la superficie que se extiende de lo orgánico a lo biológico, del cuerpo a la población, a través del doble juego de las tecnologías de la disciplina y de las tecnologías de regulación. Un biopoder del cual podemos reconocer las paradojas en el límite extremo de su ejercicio. Éstas se revelan con el poder atómico. En el poder de fabricar y utilizar la bomba atómica está implícito el poder soberano que mata.

Si es verdad que el fin es el de potenciar la vida (prolongar su duración, multiplicar su probabilidad, evitar los accidentes, etc.), ¿cómo es posible que un poder político mate? ¿cómo es posible ejercer la función de la muerte? Aquí interviene EL RACISMO. Éste existía ya desde mucho tiempo atrás, pero la emergencia del biopoder permitió la inscripción del racismo en los mecanismos del estado. El racismo como mecanismo fundamental del poder en los estados modernos.

¿Qué es el racismo?

1) Modo en que, en el ámbito de la vida que el poder tomó bajo su gestión, se introduce una separación entre lo que debe vivir y lo que debe morir. Un modo de fragmentar el campo de lo biológico, una manera de producir desequilibrio. Un modo de establecer una cesura en un ámbito biológico, lo que permitirá que al poder tratar a una población como a una mezcla de razas o subdividir la especie en subgrupos que forman razas. Entonces las primeras funciones del racismo son: fragmentar (desequilibrar), introducir cesuras en ese continuum biológico que el biopoder inviste.

2) La segunda función es la de permitir una relación positiva del tipo “Si quieres vivir debes hacer morir, debes matar”. El que inventó esta relación es la misma relación guerrera que dice “Para vivir debes masacrar a tus enemigos”. Pero el racismo hará funcionar esta relación de tipo bélico: “Si quieres vivir el otro debe morir” de un modo nuevo y compatible con el ejercicio del biopoder. El racismo permitirá establecer una relación entre mi vida y la muerte del otro que no es de tipo guerrero, sino biológico: “Cuantas más especies inferiores tiendan a desaparecer, menos degenerados habrá en la especie, y más yo viviré y seré fuerte y podré proliferar”. La muerte de la mala raza, de la raza inferior es lo que hará la vida más sana y más pura.

No se trata entonces de una relación militar o guerrera, ni de una relación política, sino de una relación biológica. Este mecanismo funcionará porque los enemigos que se quieren suprimir son los peligros para la población. Eliminación del peligro biológico y reforzamiento ligado a esta eliminación de la especie o de la raza.

La raza, el racismo, son la condición de aceptación del homicidio en una sociedad de normalización. Donde haya una sociedad de normalización, desde el momento en que el estado funciona sobre la base del biopoder, la función homicida del estado mismo sólo puede ser asegurada por el racismo. Si el poder de normalización quiere ejercer el viejo derecho soberano de matar, debe pasar por el racismo. Con homicidio me refiero a muerte directa e indirecta también.
 
Cada vez que hubo enfrentamiento, homicidio, lucha, riesgo de muerte, se tuvo que pensar en el marco del evolucionismo. El racismo se desarrolló en primer lugar con el genocidio colonizador. Pero cuando hay que matar personas, poblaciones, en la modalidad del biopoder se lo podrá hacer, en el marco del evolucionismo, utilizando el racismo.

En la guerra se tratará de destruir al adversario político y a la raza adversa. A fines del S. XIX, la guerra aparecerá sobre todo no sólo como modo de reforzar la propia raza eliminando la adversa, sino también como modo de regenerar la propia raza. Cuantos más mueran de los nuestros, más pura será nuestra raza. En el biopoder había que poder matar a un criminal, a un loco, a un anormal, y esto se logra con el racismo.

El racismo asegura entonces la función de muerte en la economía del biopoder, sobre el principio de que la muerte del otro equivale al reforzamiento biológico de sí mismo como miembro de una raza o población. Estamos muy lejos del racismo como simple desprecio u odio de las razas. Pero también lejos del racismo como operación ideológica con la que el estado o una clase tratarían de volver contra un adversario mítico las hostilidades. El racismo asociado a la técnica del poder, racismo que se aleja cada vez más de la guerra de razas.

Un estado obligado a la eliminación de las razas, o a la purificación de la raza, debe utilizar el racismo para ejercer su poder soberano. Así, los estados más homicidas son los más racistas. Ejemplo del nazismo. Ningún estado fue más disciplinario que el régimen nazi; en ningún estado las regulaciones biológicas fueron administradas de manera más insistente. Poder disciplinario, biopoder: todo esto atravesó y sostuvo a la sociedad nazi. Sin embargo, al mismo tiempo de la formación de esta sociedad regulativa y disciplinaria, se asiste al desencadenamietno más completo del poder homicida, del viejo poder soberano de matar.

Este poder de vida y muerte atraviesa toda la sociedad nazi, porque no es concedido sólo al estado, sino también a determinados individuos. El régimen nazi tendrá como objetivos la destrucción de otras razas y la exposición de la propia al peligro absoluto y universal de la muerte. La población entera está expuesta a la muerte, lo que posibilita la superioridad y la regeneración de la raza.
Lo extraordinario es que la sociedad nazi generalizó de modo absoluto el biopoder y también el derecho soberano de matar. Los dos mecanismos, el clásico que daba al estado derecho de vida y muerte sobre los ciudadanos, y el nuevo mecanismo de biopoder, organizado en torno a la disciplina y a la regulación. El estado nazi hizo absolutamente coextensivos el campo de una vida que protege, garantiza, cultiva, y el derecho soberano de matar. El juego entre el derecho soberano de matar y los mecanismos del biopoder, un juego inscripto efectivamente en el funcionamiento de todos los estados modernos.

El estado socialista está tan marcado de racismo como el capitalista. Se encuentra siempre en el socialismo un componente de raza. El socialismo retomó la idea según la cual la sociedad, el estado, o lo que debe sustituir al mismo, tiene la función de gestionar la vida, de organizarla, de multiplicarla, de compensar los imprevistos y delimitar las probabilidades biológicas. Un estado socialista que debe ejercer el derecho de matar o el derecho de desacreditar. Así reencontramos al racismo, y no sólo el étnico, sino también el evolucionista, el biológico, funcionando a propósito de los enfermos mentales, criminales, adversarios políticos.

Todas las veces que tuvo que insistir en el problema de la lucha contra el enemigo, lo biológico volvió a emerger, el racismo reapareció. El racismo como único modo de concebir alguna razón para poder matar al adversario. Cuando se trata de eliminar al adversario económicamente, no se necesita del racismo, pero cuando hay que batirse físicamente con enemigo, éste hace falta. Las formas de socialismo más racistas fueron el blanquismo, la Comuna y la anarquía. Los socialistas eran racistas en la medida en que no habían discutido esos mecanismos de biopoder que el desarrollo de la sociedad y del estado, desde el S XVIII, habían instaurado, admitiéndolos como naturales. Los mecanismos del biopoder y los de soberanía funcionan del mismo modo en los estados socialistas y en los no socialistas.

Michel Foucault
17 de marzo de 1976

Fuente: www.psico-web.com/sociologia/foucault_genealogia01.htm

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La plenitud individualista. El sujeto en el nuevo capitalismo

Publicada el 27/11/2012 - 07/08/2024 por raas

En base a cuatro ensayos la autora analiza la sociedad capitalista actual, en la que el goce individual y la experiencia inmediata han reemplazado a la representación y a la construcción de un sentido colectivo. El individuo se convierte en un “capital humano” responsable de su insatisfacción social.

Por Evelyne Pieiller*
14-3-2007

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Sin amor libre no habrá revolución

Publicada el 19/11/2012 - 01/01/2019 por raas

“¿Quieres a mi padre?” “El amor no es para los pobres, hijo mío.” Un corazón en peligro, 1944. La cita inicial con la que encabezamos estas reflexiones pertenece a un diálogo entre parias, madre e hijo, de una de las muchas películas de Hollywood que tratan (y maltratan) el tema del amor.

Por Antón FDR
Grupo Re-Evolución

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Cómo funciona el control mental con las noticias

Publicada el 12/11/2012 - 28/11/2012 por raas

En su objetivo esencial, la noticia «express», la «comida rápida» de la información, no está orientada a alimentar el conocimiento sino a promover la alienación y la ignorancia masiva. Es el recurso más efectivo que utiliza la estructura mediática para reconvertir al cerebro humano en un microchip repetidor de eslóganes al servicio de la dominación sin el uso de las armas.

En el sistema (nivelado como «mundo único»), sólo un minoría elabora (y consume) análisis o interpretaciones sobre los acontecimientos que se suceden en el planeta. A nivel masivo, las «noticias» o la «información» publicada se sintetizan en títulos, volantas, y párrafos cortos que se resumen en sí mismos. Nacen y mueren a la misma velocidad de la lectura.

No hay contexto, no hay historia, no hay relación ni causalidad entre acontecimiento y acontecimiento, y, las noticias, como las imágenes, sólo se fijan (y quedan) en la retina mientras las miramos, las leemos o las escuchamos. Para las agencias, diarios y grandes cadenas mediáticas (locales o internacionales), este formato de «consumo» es lo ideal.

La gente, dicen sus ejecutivos, siempre anda apurada. Y les hacemos el mundo fácil y simple de digerir. Así se niveló mundialmente la comunicación «express», la información de «consumo rápido», solo títulos, párrafos cortos, hechos memorizados fáciles de digerir y recordar. Y el «gran público» (el demandante masivo de información «express») se acostumbró a asimilar información «suelta» (sin porqué ni para qué) y sin analizar ni reflexionar sobre su autenticidad y origen.

Fácil y cortito, es la fórmula impuesta. Una especie de «mundo de eslóganes», que el «gran público» repite como un loro electrónico en su vida privada, en su trabajo, y en todos los chats y redes sociales donde le dejan inscribirse. Y la información «express», nivelada y manipulada a escala global, creó un mundo a su imagen y semejanza: El mundo de los «opinadores» compulsivos programados por los eslóganes sueltos de las noticias «express».

Y como emergente lógico, la función de la reflexión y el análisis (natural del humano), fue reemplazada por el «comentario» sin sostén, y por la especulación con los rumores y las teorías conspirativas sin fundamento racional.

Hay una primera explicación técnica: La función del periodismo del sistema no es promover el conocimiento (la comprensión razonada) de la noticia, sino promover el «debate» sin reglas, la discusión irracional y esquizofrénica (sin análisis ni información procesada) de los títulos difundidos como «imágenes sueltas» para producir atracción comercial.

Programar lectores, televidentes, o internautas con eslóganes que confrontan con otros eslóganes, es la función y misión esencial que surge de la estructura operativa del periodismo masivo que vende «noticias» como si fueran hamburguesas en la góndola. Y se produce el milagro buscado: El público masivo, el alienado programado (AP), consume información «express» de la misma manera que consume música, espectáculos, productos, hasta presidentes y normas de vida vendidos como si fueran desodorante de ambiente.

Esa sensación de «libertad sin fronteras» que les deja a los «opinadores» compulsivos la información de consumo rápido (como la comida chatarra de Mc Donalds) les permite, con total impunidad, «criticar» o  «juzgar» casi cualquier acontecimiento sin tener información ni elementos fundantes de análisis sobre lo que se discute. En este contexto, es muy común, por ejemplo, que un AP (alienado programado)  «opine» sobre el conflicto de Irán sin saber siquiera identificarlo en el mapa.

En su objetivo esencial, la noticia «express», la «comida rápida» de la información, no está orientada a alimentar el conocimiento sino a engordar la ignorancia masiva. Es el recurso más efectivo que utiliza la estructura mediática para reconvertir al cerebro humano en un microchip repetidor de eslóganes, mientras el sistema, gobiernos, bancos y empresas capitalistas (que financian a la estructura mediática) siguen depredando y haciendo negocios en el mundo real.

Desde el punto de vista de su utilización mediática, la noticia «express» se fundamenta y abreva en las técnicas del control mental.

Operativamente, el control mental es una técnica orientada a captar y/o manipular la conducta de las personas, controlando sus emociones y su capacidad de «reflexión», con la finalidad de direccionar comportamientos (sociales o individuales) hacia los fines buscados por el «controlador» (Gobiernos, grupos de poder, etc). Este modelo de manipulación de conducta social (el control mental) se resume en el «pensamiento de manada», donde el individuo resigna su  capacidad de «pensamiento propio» a cambio de protección por parte del líder (programador) del grupo.

Y el control mental, para que sea exitoso, necesita del «pensamiento sectario», cuya estructura está compuesta por un «receptor pasivo» (el manipulado con el control mental) y un «emisor activo (el líder programador). En este caso, el consumidor alienado de noticias «express» es el receptor pasivo, mientras que la estructura mediática de programación es el emisor activo. De manera tal que, dentro de este esquema funcional, no hay una identificación crítica  con la noticia (un feed back entre emisor y receptor), sino una memorización pasiva orientada a impedir la comprensión totalizada de los acontecimientos sobre los que aparentemente se «informa».

El resultante (que se puede verificar fácilmente): El lector, televidente o radioescucha se convierte en un difusor pasivo  de títulos (vaciados de contenidos críticos y reflexivos) que se retroalimentan como órdenes en el cerebro masivo. Esto crea la atomización esquizofrénica, y permite, por ejemplo, que el receptor, pase, sin ninguna conexión reflexiva ni emocional, de una noticia sobre la muerte de 200.000 personas en Haití, a otra sobre la última producción discográfica de un cantante de moda.

Y este fenómeno explica, a su vez, la indiferencia de las mayorías frente a exterminios militares en masa de seres humanos indefensos (como los de Israel en Gaza) que, sin mediar la alienación atomizante mediática, producirían reacciones masivas  contra sus perpetradores. Este efecto se produce por una operación reduccionista y atomizante con las noticias «express». Por ejemplo: Si yo titulo «Israel está en guerra con Hamás», sin aclarar que Israel es la potencia agresora y Hamás el agredido, lavo las operaciones de exterminio del Estado judío de toda connotación genocida.

Trasladada a cualquier otro plano, la función de las noticias «sueltas» (descontextualizadas y sin conexión entre sí) está orientada a impedir que las mayorías (a través del pensamiento reflexivo) tomen conciencia de quién es el dominador y quien el dominado.

Esta es la razón que justifica el bombardeo diario con «titulares» que presentan los acontecimientos descuartizados y despojados de todo sentido de totalidad interpretativa. Destruido su pensamiento crítico (por medio de la información descontextualizada y sin historia)  el alienado programado se masifica y se nivela en trasmisor pasivo de un único mensaje: El que difunde (a modo de un «Gran Hermano») la estructura mediática que comercia con las «noticias».

La estructura del «pensamiento de manada» se traduce en un axioma funcional: El sistema no quiere que pienses por ti mismo, sino que obedezcas órdenes. Estas órdenes (en la era del control mental) no son militares sino «persuasivas». No actúan por imposición física (la tortura y el miedo a la muerte), sino por imposición psicológica (la «persuasión» social).

La etapa de la «colonización de las sociedades» con el consumo de productos, comenzada en la década del 60, posibilitó la era de la «colonización mental» con el consumo de información perfeccionada con el advenimiento masivo de Internet y de las comunicaciones globalizadas en la década del 90.

Cuando el sistema capitalista trasnacional, por medio del consumo, niveló un «modelo único de pensamiento», sentó las bases psicosociales para el control político-ideológico por medio de la información periodística manipulada por operaciones psicológicas. De manera tal, que las  técnicas y estrategias del control mental se revalorizaron dentro de métodos científicos de direccionamiento de conducta de masas, y se convirtieron en una eficiente estrategia de dominio sin el uso de las armas.

Mediante la manipulación y direccionamiento de conducta por medios psicológicos el individuo-masa se convierte en «soldado cooperante» de los planes de dominio y control social establecidos por el capitalismo trasnacional y la potencia imperialista regente de turno. Es a la vez, víctima y victimario, de las operaciones psicológicas, ya que se convierte en una célula consumista-trasmisora tanto de planes de consumismo capitalista como de planes de control y represión social manipulados sin el uso de las armas.

Las noticias «express», la información de «consumo rápido», son la columna vertebral de esta estrategia.

Manuel Freytas *
manuelfreytas@iarnoticias.com
31-Octubre-2012

* Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.

fuente www.iarnoticias.com/2012/secciones/contrainformacion/0013_control_noticias_31oct2012.html

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Poema a la clase media

Publicada el 31/10/2012 - 28/11/2012 por raas

Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande.

Desde el medio mira medio mal
a los negritos
a los ricos a los sabios
a los locos
a los pobres.

Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también.

En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae (a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida) sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan (medio en las sombras)
a veces, solo a veces, se da cuenta (medio tarde)
que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina.

Así, medio rabiosa
se lamenta (a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza a entender
ni medio.

Daniel Cézare

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Himno nacional

Publicada el 14/10/2012 - 28/11/2012 por raas

El dinero es el himno del triunfo
Así que, antes de que salgamos, dime:
¿Cuál es tu dirección?

Yo soy tu himno nacional
Dios, Eres tan apuesto.
Llévame hasta los Hamptons.

Bugatti Veyron
Él ama soñar con ellos.
Peligroso abandono.
Tómame en un rescate
Hasta el escalón más alto.

Él me pide que me “comporte cool”
Pero yo aún no sé cómo.
Recogí mi cabello
Y con la mano detrás de mi cuello, dije:
“¿Podemos festejar después?”
Él respondió: “Sí, sí” (Sí, sí).

Dime que yo soy tu Himno Nacional
(Ooh, sí, nene, doblégame)
(Ponme tan Wow, wow)
Dime que soy tu Himno Nacional.
(Azúcar, azúcar, tanta como ahora)
(Llega hasta el centro)
Rojo, blanco y azul en los cielos.
El verano está en el aire y, nene,
El paraíso está en tus ojos.
Yo soy tu Himno Nacional.

El dinero es la razón
Por la que existimos.
Todo el mundo lo sabe.
Es un hecho. Bésame, bésame.

Canto el Himno Nacional
Mientras me quedo sobre tu cuerpo,
Abrazándote como una pitón.
Y tú no puedes apartar tus manos de mí
Ni ponerte tus pantalones.
¿Ves lo que me has hecho?
Obsequiame un Chevron.

Me pediste que me comportara cool,
Pero yo soy ya lo más cool.
Te pedí que fueras honesto,
Acaso, ¿No sabes con quién estás negociando?
Um, ¿Crees que vas a comprarme con un montón de diamantes?

Dime que soy tu Himno Nacional
(Ooh, sí, nene, doblégame)
(Ponme tan Wow, wow)
Dime que soy tu Himno Nacional.
(Azúcar, azúcar, tanta como en este momento)
(Lllega hasta el centro)
Rojo, blanco y azul en los cielos.
El verano está en el aire y, nene,
El paraíso está en tus ojos.
Yo soy tu Himno Nacional.

Yo soy tu Himno Nacional.

Es la historia de amor para una nueva era,
Para una sexta página.
¿Deseas carne viva, algún enfermizo alboroto?
Ganando y consumiendo, bebiendo y manejando,
Comprando excesivamente.
Muriendo por sobredosis
En nuestras drogas y en nuestro amor
Y en nuestros sueños y en nuestra ira.

Borrando las líneas
Entre lo real y lo falso.
Triste y solitaria,
Necesito a alguien que me proteja.
Lo haremos muy bien,
Puedo decirlo, puedo decir que
Mantengo mi propia seguridad en su Bell Tower Hotel.

El dinero es el himno del triunfo,
Así que ponte una mascara
Y tu vestido de fiesta.

Yo soy tu Himno Nacional,
Chico, levanta tus manos,
Dame una ovación de pie.

Chico, has aterrizado, nene
En la tierra de la dulzura y del peligro.
La reina de Saigón.

Dime que yo soy tu Himno Nacional
(Ooh, sí, nene, doblégame)
(Ponme tan Wow, wow)
Dime que soy tu Himno Nacional.
(Azúcar, azúcar, tanta como ahora)
(Vete a la ciudad)
Rojo, blanco y azul en los cielos.
El verano está en el aire y, nene,
El paraíso está en tus ojos.
Yo soy tu Himno Nacional.

El dinero es el himno,
Dios, eres tan apuesto.
El dinero es el himno
Del triunfo.

El dinero es el himno,
Dios, eres tan apuesto.
El dinero es el himno
Del triunfo.

El dinero es el himno.
Dios, eres tan apuesto.
El dinero es el himno
Del triunfo.

El dinero es el himno.
Dios, eres tan apuesto.
El dinero es el himno
Del triunfo.

Lana del Rey

Tema musical National Anthem, del disco Born to Die (2012)
Video

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Consejos del Padre Piolini

Publicada el 02/10/2012 - 28/11/2012 por raas

-Padre, me llegó el resumen del Banco y hay $20.000 que no son míos.
-Se los devolvés y te rompo la boca, son los chorros más organizados que hay en el planeta, manga de culo rotos, yo los dinamitaría a todos! por el amor de Jesús, decime que te la vas a guardar!
-Anarquía, anarquía, nihilismo! Pero qué piola este Padre!

Del 5º programa (7º temporada) de Peter Capusotto y sus Videos, 1 de octubre de 2012.

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El silencio

Publicada el 01/10/2012 - 28/11/2012 por raas

El único silencio que conoce la utopía de la comunicación es el de la avería, el del fallo de la máquina, el de la interrupción de la transmisión.

Este silencio es más una suspensión de la técnica que la afloración de un mundo interior. Anacrónico en su manifestación, produce malestar y un deseo inmediato de darle fin, como si de un intruso se tratara.

Señala el esfuerzo que aún queda por hacer para que el hombre acceda al fin a la gloriosa categoría del homo communicans.

Surge entonces la gran tentación de oponer a la profusa «comunicación» de la modernidad, indiferente al mensaje, la «catarsis del silencio» (Kierkegaard), con la esperanza de poder restaurar así todo el valor de la palabra.

Cuanto más se extiende la comunicación más intensa se hace la aspiración a callarse, aunque sea por un instante, a fin de escuchar el pálpito de las cosas o para reaccionar ante el dolor de un acontecimiento, antes que otro venga a relegarlo, y luego otro, y otro más… en una especie de anulación del pensamiento en un torrente de emociones familiares cuya insistente evanescencia aporta sin duda consuelo, pero acaba ensombreciendo el valor de una palabra que condena al olvido todo lo que enuncia.

La saturación de la palabra lleva a la fascinación por el silencio.

El imperativo de comunicar cuestiona la legitimidad del silencio, al tiempo que erradica cualquier atisbo de interioridad.

No deja tiempo para la reflexión ni permite divagar; se impone el deber de la palabra.

El pensamiento exige calma, deliberación; la comunicación reclama urgencia, transforma al individuo en un medio de tránsito y lo despoja de todas las cualidades que no responden a sus exigencias.

En la comunicación, en el sentido moderno del término, no hay lugar para el silencio: hay una urgencia por vomitar palabras, confesiones, ya que la «comunicación» se ofrece como la solución a todas las dificultades personales o sociales.

En este contexto, el pecado está en comunicar «mal»; pero más reprobable aún, imperdonable, es callarse. La ideología de la comunicación asimila el silencio al vacío, a un abismo en el discurso, y no comprende que, en ocasiones, la palabra es la laguna del silencio. Más que el ruido, el enemigo declarado del homo communicans, el terreno que debe colonizar, es el silencio, con todo lo que éste implica: interioridad, meditación, distanciamiento respecto a la turbulencia de las cosas -en suma, una ontología que no llega a manifestarse si no se le presta atención.

El imposible silencio de la comunicación. La modernidad trae consigo el ruido. En el mundo retumban sin cesar instrumentos técnicos cuyo uso acompaña nuestra vida personal y colectiva. Pero la palabra tampoco cesa, pronunciada por sus muchos porta-voces. No me estoy refiriendo aquí, desde luego, a la palabra que surge -renovada y feliz- en la comunicación diaria con los allegados, los amigos o los desconocidos con los que se entablan relaciones: esta palabra perdura y da cuerpo a la sociabilidad.

David Le Breton

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Tratar los desechos con respeto. Una alternativa a la agroindustria y su contaminación *

Publicada el 21/09/2012 - 20/03/2019 por raas

El sistema agroalimentario está al borde del colapso. Entre los años 2000 y 2003, la cosecha mundial de granos cayó por cuarto año consecutivo, dejando las reservas en su punto más bajo en treinta años. En esos años, la temperatura mundial siguió elevándose rápidamente. La cosecha “record” de 2004 apenas alcanzó para satisfacer el consumo de ese año. Hoy día, los expertos pronostican daños mucho mayores de lo que decían antes, a causa del calentamiento global. Un equipo de científicos de China, India, Filipinas y EE.UU ha publicado que el rendimiento de los cultivos baja un 10% por cada grado centígrado que aumenta la temperatura nocturna durante el período de crecimiento.

Mae-Wan Ho**

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(libro) Desarrollo a escala humana. Opciones para el futuro*

Publicada el 21/09/2012 - 12/09/2018 por raas

Este documento cristaliza un trabajo esencialmente transdisciplinario realizado por un equipo de investigadores de distintos países de América Latina. El trabajo fue preparado a lo largo de un año y medio con la colaboración de profesionales de Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, México, Brasil, Canadá y Suecia, dedicados a disciplinas tales como economía, sociología, psiquiatría, filosofía, ciencia política, geografía, antropología, periodismo, ingeniería y derecho. Los participantes constituyeron un grupo estable de reflexión e investigación colectiva que se reunió, en el curso de los dieciocho meses de trabajo, en tres seminarios-talleres, manteniendo contacto intelectual estrecho y permanente desde el comienzo hasta el término del proyecto. Además del grupo estable, cuya continuidad permitió profundizar la reflexión colectiva en torno a problemáticas específicas del desarrollo, hubo invitados especiales en cada una de las reuniones.

Por Manfred Max-Neef / Antonio Elizalde / Martín Hopenhayn [1]

Prefacio a la edición original

Los principales insumos para este trabajo lo constituyen los relatorios de cada uno de los Seminarios-Talleres y distintos documentos producidos por los participantes. La redacción final estuvo a cargo del equipo del CEPAUR y apunta más a integrar de manera coherente la diversidad de los aportes que a reflejar la opinión particular de cada uno de los participantes.

La propuesta que aquí se contiene constituye un aporte para la filosofía del desarrollo. Pretende por lo tanto, ser un aporte sugerente, susceptible de ahondarse en cualesquiera de los múltiples ámbitos que aborda.

El proyecto fue realizado de manera conjunta por el Centro de Alternativas de Desarrollo de Chile (CEPAUR) y por la Fundación Dag Hammarskjöld de Suecia. Nació de la necesidad de situar en el contexto latinoamericano y a la luz de los cambios de escenario ocurridos durante el último decenio, la propuesta contenida en el Informe Dag Hammarskjöld de 1975 Qué hacer: Otro Desarrollo. El texto resultante aspira a tener como interlocutores a agentes del desarrollo regional, planificadores y políticos, grupos de desarrollo local, académicos de diferentes disciplinas relevantes para el desarrollo, foros internacionales y profesionales e intelectuales dedicados a pensar caminos de humanización para un mundo en crisis.

La propuesta contenida en este trabajo es, pues, un esfuerzo por integrar líneas de reflexión, de investigación y de acción que puedan constituir un aporte sustancial para la construcción de un nuevo paradigma del desarrollo, menos mecanicista y más humano.

Primera parte. Relectura de la crisis latinoamericana

I. América Latina: crisis y perplejidad

Crisis de propuestas y crisis de utopías

Hoy es casi un lugar común afirmar que América Latina está en crisis. Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han hecho de la crisis, por lo que el diagnóstico de la enfermedad parece estar completo, por lo menos en sus contenidos más profundos y trascendentes. Lo que aún no ha generado consenso es el tratamiento, debido a la complejidad del cuadro que se nos presenta. La perplejidad, resultante de una situación a la que no le reconocemos precedentes similares, nos ha mantenido en una especie de callejón sin salida, que bloquea el paso hacia soluciones imaginativas, novedosas y audaces. Se intuye con claridad que las recetas convencionales y tradicionales, de cualquier trinchera que vengan, no funcionarán. Sin embargo, hay una especie de temor paralizante que inhibe el diseño de los caminos radicalmente distintos que pudieran eventualmente sacarnos del embrollo.

El temor es entendible, porque no es nada fácil renunciar a diseños estratégicos o construcciones teóricas e ideológicas en las que se han cimentado durante largo tiempo no sólo creencias, construcciones y esperanzas, sino incluso pasiones. Pero el hecho es que la magnitud de la crisis parece trascender nuestra capacidad de asimilarla e internalizarla plenamente. Después de todo, no se trata de una crisis clara. No es sólo económica, ni es sólo social, cultural o política. De alguna manera, es una convergencia de todas ellas pero que, en su agregación, resulta en una totalidad que es más que la suma de sus partes.

En lo político, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las instituciones políticas representativas frente a la acción de las élites del poder financiero, por la internacionalización creciente de las decisiones políticas y por la falta de control que la ciudadanía tiene sobre las burocracias públicas. Contribuyen también a la configuración de un universo político carente de fundamento ético, la tecnificación del control de la vida social, la carrera armamentista y la falta de una cultura democrática arraigada en las sociedades latinoamericanas. En lo social, la creciente fragmentación de identidades socioculturales, la falta de integración y comunicación entre movimientos sociales, la creciente exclusión social y política y el empobrecimiento de grandes masas, han hecho inmanejables los conflictos en el seno de las sociedades, a la vez que imposibilitan las respuestas constructivas a tales conflictos. En lo económico, el sistema de dominación sufre actualmente cambios profundos, donde inciden de manera sustancial la mundialización de la economía, el auge del capital financiero con su enorme poder concentrador, la crisis del Estado de Bienestar, la creciente participación del complejo militar en la vida económica de los países, y los múltiples efectos de las sucesivas oleadas tecnológicas en los patrones de producción y consumo.

Todo esto sorprende a los países en desarrollo en una terrible desventaja y los obliga —con la complicidad de gobernantes y clases dominantes— a enormes sacrificios y costos sociales para ‘sanear’ sus sistemas financieros y pagar los tan mentados servicios de deudas con los acreedores del mundo industrializado. Ante este panorama incierto, más desolador que halagador, las respuestas de búsquedas y alternativas al autoritarismo, al neoliberalismo, al desarrollismo y al populismo, se empantanan en programas inmediatistas, y en balbuceos reactivos, o se reducen a la reivindicación y recuperación de los ‘niveles históricos’.

Al tratar de identificarla con un nombre, nos hemos inclinado por llamarla la crisis de la utopía, porque su manifestación más grave nos parece el hecho de que estamos perdiendo —si es que no hemos perdido ya— nuestra capacidad de soñar. Nos debatimos en un agotador insomnio que nos impide la lucidez imprescindible para enfrentar con vigor e imaginación nuestros problemas. Nos hemos convertido, en cambio, en una especie de somnolientos administradores de una crisis a la que intuimos imposible de resolver por nuestros propios medios. Esta somnolencia en que nos hace desembocar la crisis de la utopía se manifiesta con muchos rostros: el derrotismo, la desmovilización, la abulia, el individualismo exacerbado, el miedo, la angustia y el cinismo.

Los campos en los que en el pasado —con o sin éxito— luchamos por nuestras propias causas, hoy nos parecen como cubiertos de bruma. Nuestras razones se hacen difusas, y los que aún mantenemos una voluntad de lucha, acabamos, sin darnos cuenta, emprendiendo luchas que nos son ajenas. De allí que nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrarnos con nosotros mismos y convencernos además de que el mejor desarrollo al que podemos aspirar —más allá de cualquier indicador convencional que, más que nada, ha servido para acomplejarnos— será el desarrollo de los países y culturas capaces de ser coherentes consigo mismas.

La propuesta contenida en este documento no pretende ser la solución final para superar nuestra crisis. Sin embargo, es un camino posible. Es una opción surgida de una larga reflexión colectiva por parte de un grupo de latinoamericanos que, acompañados en la jornada por amigos solidarios de Suecia y Canadá, han decidido compartir los resultados de su recuperada capacidad de soñar.

Limitaciones para nuestro desarrollo

Si limitamos nuestro análisis a los componentes económicos de la crisis, y observamos su comportamiento histórico a través de las políticas económicas y de desarrollo que se han aplicado en Latinoamérica durante las últimas cuatro décadas, lo primero que detectamos es un claro proceso pendular. Los períodos de expansión acaban generando desequilibrios financieros y monetarios que derivan en respuestas estabilizadoras que, a su vez, acaban generando elevados costos sociales, lo que induce a nuevos impulsos de expansión.

En este juego pendular se confrontan las dos grandes concepciones económicas que han dominado el panorama de América Latina: el desarrollismo y el monetarismo neo-liberal. Ambas comparten el no haber logrado lo que originalmente se propusieron, pero cada cual de manera distinta y por razones distintas. Por otra parte, no todo es negativo en un fracaso, de manera que vale la pena dedicar algunas reflexiones al sello que cada una de estas concepciones ha dejado impreso en la historia económica y socio-política de la región.

Frustraciones del desarrollismo y del monetarismo

El desarrollismo fue una experiencia profundamente movilizadora. Fue generadora de ideas y de corrientes de pensamiento. Es durante el período de su predominio en que surge no sólo la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que le da su gran impulso, sino el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación LatinoAmericana de Libre Comercio (ALALC), el Pacto Andino y otras importantes iniciativas regionales como la Alianza para el Progreso. En los contextos nacionales aparecen las instituciones de planificación, las corporaciones de fomento de la producción en sus distintas versiones, las políticas que impulsan la industrialización y revierten la composición demográfica de países hasta entonces predominantemente rurales, las reformas bancarias, el mejoramiento de los sistemas estadísticos, la promoción popular y los variados intentos de reformas estructurales. Surgen, además, los primeros argumentos y tesis sólidas que apuntan a la defensa de nuestras exportaciones, afectadas —como logra demostrarse— por un deterioro constante de los términos de intercambio. Por último, son economistas latinoamericanos adscritos al pensamiento desarrollista quienes aparecen como actores determinantes de la creación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta tiene pleno sentido hablar de un pensamiento cepalino o de una filosofía del BID. Existen posiciones que generan debate. Hay una efervescencia creativa indiscutible. Los centros de poder del norte contraargumentan, pero, por primera vez, a la defensiva. Todo ello empieza a diluirse en la década siguiente, y los organismos internacionales latinoamericanos comienzan a perder su identidad original. El monetarismo neo-liberal, que había hecho sus incursiones esporádicas sin lograr imponer su carácter más allá de episodios coyunturales de estabilización comienza a irrumpir con toda su energía.

El fracaso del desarrollismo no puede, ciertamente, atribuirse ni a falta de ideas ni a pobreza de creatividad. Por el contrario, sus aportes han sido formidables en cuanto a crear una infraestructura económica rica y diversificada. Las razones de su fracaso se han debido fundamentalmente a su propia incapacidad para controlar los desequilibrios monetarios y financieros, a que la estructura productiva que generó —especialmente la industria— resultó tremendamente concentradora, y a que su enfoque del desarrollo, predominantemente económico, descuidó otros procesos sociales y políticos que comenzaban a emerger con fuerza y gravitación crecientes, especialmente después del triunfo de la revolución cubana.

La historia del neo-liberalismo monetarista es otra y bien distinta. Si el desarrollismo fue generador de pensamiento, el monetarismo ha sido fabricante de recetas: por lo menos el que hemos visto aplicado en nuestros países. En nuestro medio no es posible detectar propiamente un pensamiento o una filosofía neo-liberales. Ello no se debe, por cierto, a que la mencionada escuela carezca de tales sustentos. Basta leer para ello a los economistas austríacos. El problema radica en que el esquema aquí aplicado ha sido el de un neo-liberalismo inculto, dogmático y fuera de contexto.

A diferencia del desarrollismo, el neo-liberalismo monetarista ha fracasado en un período mucho más breve y de manera mucho más estrepitosa. Más aún, se parece a un derrumbe fenicio, que nada deja después de su paso excepto un inmenso vacío. El que hoy en día sólo logre sustentarse en América Latina, con el apoyo de regímenes dictatoriales o pseudo-democráticos, es prueba suficiente de que la presión generada por los costos sociales sólo puede mantenerse bajo la aplicación de medidas represivas.

Suponiendo, empero, que el neo-liberalismo monetarista se hubiese aplicado de manera acorde con la riqueza del pensamiento de sus creadores, especialmente austríacos, su fracaso, en el contexto latinoamericano, habría sido igualmente inevitable. Esto es así al menos por tres razones. Primero, porque a pesar de poder impulsar el crecimiento económico, no es generador de desarrollo en el sentido amplio que hoy lo entendemos. Segundo, porque sus supuestos de racionalidad económica son profundamente mecanicistas e inadaptables, por lo tanto, a las condiciones de países pobres, donde la miseria no puede erradicarse como consecuencia de la liberalización de un mercado del que los pobres se encuentran, de hecho, marginados. Tercero, porque en mercados restringidos y oligopólicos, donde los grupos de poder económico no se enfrentan a fuerzas capaces de limitar su comportamiento, la actividad económica se orienta con sentido especulativo, lo que deriva en resultados concentradores que son socialmente inaguantables.

Hay que destacar, por último, que ambas concepciones económicas han compartido algunos elementos, aunque con distinta intensidad. Las dos han pecado de mecanicistas y de provocar resultados económicos concentradores. Para el neo-liberalismo, el crecimiento es su fin en sí mismo y la concentración se acepta como una consecuencia natural. Para el desarrollismo, el crecimiento es una condición económica que conllevará desarrollo. Ambas suponen que la concentración estimula el crecimiento, lo cual es demostrable estadísticamente, —pero, mientras el neo-liberalismo no ve necesidad alguna de limitarla, el desarrollismo, que sí reconoce límites, no logra controlarla. El desenlace de esta historia de cuarenta años es incierta, finalmente, en la situación de perplejidad en que hoy nos encontramos.

Reacciones ante las frustraciones

Hay diferentes reacciones frente a la situación actual. Están, por ejemplo, los que sostienen que, después de todo, el naufragio no se ha producido. Argumentan para ello que durante las últimas dos décadas y media los niveles de ingreso se han más que duplicado, que ha habido una notable expansión del producto y que se han multiplicado las exportaciones. Todo ello es cierto.

Sin embargo, están los que exhiben la otra cara de la realidad: el agravamiento de la pobreza en los sectores populares, el hecho de que algo más de un tercio de la población económicamente activa se debate entre el desempleo y el subempleo, el agravamiento de los grandes déficits sociales, especialmente la vivienda, y, por último, una deuda externa que, al margen de las consideraciones éticas respecto de lo que tendríamos o no tendríamos que hacer, resulta claramente impagable a menos que agravemos nuestra pobreza y agotemos nuestros recursos hasta límites estructuralmente irreversibles.

Hay quienes ven la posibilidad de que, al enmendar ciertos errores, es posible revitalizar esquemas que resultaron atractivos en el pasado. Otros, como es el caso de los autores de este documento, ven un inmenso espacio abierto para diseñar alternativas radicalmente distintas. La segunda posición se sustenta no sólo en la percepción de una experiencia histórica agotada, sino en algunos errores graves que podrían cometerse al aplicar soluciones convencionales para escapar de la crisis.

Al enfrentar el futuro se corre el riesgo de caer en errores de percepción o de equivocarse en la acción. En materia de percepción se cometen dos errores graves. El primero es pensar que la crisis económica latinoamericana es atribuible a la crisis externa. El segundo, que se desprende del anterior, es suponer que nuestra depresión es coyuntural. Si bien es cierto que las condiciones externas influyen en economías dependientes y vulnerables como las nuestras, no es menos cierto que una recuperación de la economía capitalista del norte no tendría necesariamente efectos significativos para nuestra propia recuperación. Las razones se desprenden de los errores que pueden cometerse en materia de acciones, y que señalamos a continuación.

Sería totalmente ilusorio sustentar una estrategia de desarrollo futura en la expansión de las exportaciones de productos primarios, por la sencilla razón de que todo indica que el grueso de ellos mantendrán, por diversas razones, condiciones desfavorables en los términos de intercambio, mientras otros comienzan a ser desplazados por sustitutos más eficientes. Del mismo modo, una estrategia sustentada en la diversificación de las exportaciones, entendida ésta como exportación de manufacturas, se estrellaría inevitablemente contra las políticas proteccionistas de las potencias del norte. Suponer, por otra parte, un desarrollo apoyado en las contribuciones externas de capital, queda descartado de plano por el gravísimo e irresoluble estado en que nos mantiene el endeudamiento.

De lo dicho se desprende que nuestra situación dista mucho de ser coyuntural. De allí que resulta inevitable, en nuestra opinión, desplegar todos los esfuerzos posibles para diseñar alternativas imaginativas pero viables. Las condiciones de tal —o de tales— alternativas parecen bastante claras. Por una parte, si las dos concepciones económicas que han dominado el escenario latinoamericano no han logrado satisfacer las legítimas carencias de las mayorías latinoamericanas, una nueva concepción ha de orientarse primordialmente hacia la adecuada satisfacción de las necesidades humanas. Por otra parte, si el desarrollo futuro no puede sustentarse en la expansión de las exportaciones (por las barreras descritas), ni en sustanciales aportes de capital foráneo por las dramáticas limitaciones que impone la deuda externa, la nueva concepción ha de orientarse inevitablemente hacia la generación de una creciente autodependencia.

Objetivos del Desarrollo a Escala Humana

Este trabajo propone, como perspectiva que permita abrir nuevas líneas de acción, un Desarrollo a Escala Humana. Tal desarrollo se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado.

Necesidades humanas, autodependencia y articulaciones orgánicas, son los pilares fundamentales que sustentan el Desarrollo a Escala Humana. Pero para servir a su propósito sustentador deben, a su vez, apoyarse sobre una base sólida. Esa base se construye a partir del protagonismo real de las personas, como consecuencia de privilegiar tanto la diversidad como la autonomía de espacios en que el protagonismo sea realmente posible. Lograr la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto del desarrollo es, entre otras cosas, un problema de escala; porque no hay protagonismo posible en sistemas gigantísticos organizados jerárquicamente desde arriba hacia abajo.

El Desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más directa y participativa, puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado latinoamericano, en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas.

Estado y participación social en América Latina

Sin pretender realizar un análisis histórico o sociológico sobre los modelos de Estado en la región, parece importante, empero, constatar la incapacidad histórica de tales modelos para la plena promoción de espacios de participación popular.

A los procesos de independencia y constitución de estados nacionales en América Latina siguieron procesos de desarrollo impulsados y controlados por las oligarquías nacionales. Estos se desenvolvieron en el marco de democracias liberales y tuvieron por objetivo el desarrollo capitalista y la integración con los mercados externos. Pero estas democracias excluyeron de la vida política a las masas populares, privándolas de canales de participación social o de presión política.

Este carácter ostensiblemente restringido de los espacios de participación y de los beneficios sociales del desarrollo capitalista-oligopólico precipitó la crisis del Estado oligárquico. Una nueva fase en la modalidad estatal fue la de los regímenes populistas-nacionalistas, que intentaron combinar mayor participación popular con la formulación de proyectos nacionales homogéneos que permitieron una modernización más ágil y sólida de la nación. Estos sistemas abrieron canales de representación política —el sufragio universal—, y crearon mecanismos de representación sectorial. Como forma de gobierno, el principal aporte del populismo fue el reconocimiento de grupos sociales hasta entonces excluidos del concierto político. Puesto que el Estado mismo se hizo cargo de este proceso de incorporación de nuevos actores al desarrollo, esto redundó en un considerable aumento de su función reguladora. A la mayor participación política de sectores incorporados a la vida socio-política acompañaron políticas redistributivas piloteadas por el Estado.

Si bien este modelo estatal tuvo la fuerza de legitimarse frente al tradicional Estado oligárquico, el Estado populista necesitó, por su propia precariedad frente a grupos internos de poder económico y a las presiones imperialistas de países ricos, consolidar de manera compulsiva proyectos nacionales homogéneos. Estos proyectos no fueron capaces de reflejar la heterogeneidad de sectores y comunidades que componen la sociedad civil, de modo que la participación social y el protagonismo popular se vieron socavados por el autoritarismo implícito en el ‘proyecto único’, y por mecanismos burocráticos y paternalistas que reforzaron la verticalidad y la concentración de poder.

La tensión entre proyectos homogéneos y diversidad de actores sociales que claman por mayor protagonismo, se repite en la ola de regímenes progresistas que ocuparon buena parte del escenario político en muchos países de la región. Tales Estados no buscaron legitimación mediante la democracia política —y esto los diferencia de los populismos constituidos por sufragio universal— sino a través del respaldo popular obtenido mediante la expansión de conquistas sociales y nacionales, y a través del control sindical de tipo corporativo en muchas de las funciones del Estado.

Los regímenes políticamente autoritarios, y liberales a ultranza en lo económico, han sido los más representativos del último decenio, muy especialmente en el Cono Sur de América Latina. En ellos se combina la concentración del poder político (acompañado de represión física y psicológica sobre la población civil) con la privación para amplios sectores de los beneficios sociales y económicos que habían conquistado bajo el alero de gobiernos populistas o progresistas. Es en estos regímenes represivos, de corte neoliberal, donde la participación social y el protagonismo popular se han visto más devastados.

Pero es precisamente en estos regímenes, y frente a esta crisis aguda, donde las oposiciones democráticas revalorizan la necesidad de fundar un orden basado en la articulación de la democracia política con la participación social. Es en esta dirección que apunta, también, el presente documento. La alternativa, en las actuales condiciones, gira menos entorno a opciones ideológicas estereotipadas que en la posibilidad de combinar procesos de desconcentración económica, descentralización política, fortalecimiento de instituciones auténticamente democráticas y autonomía creciente de los movimientos sociales emergentes.

El desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende hacia la capacidad de la propia sociedad civil para movilizarse y adecuar un orden político representativo a los proyectos de los diversos y heterogéneos sujetos sociales. La pregunta candente, no sólo para un Estado democrático, sino también para una sociedad y una cultura democrática en la región, no es ya cómo contener la diversidad, sino cómo respetarla y estimularla. Al respecto, un tipo de desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la multiplicidad de matrices culturales dispersas en la sociedad civil, no puede eludir la tarea de consolidar prácticas y mecanismos que comuniquen, socialicen y rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el cuerpo social.

Estos procesos de protagonismo creciente resultan, pues, decisivos para articular proyectos que expandan la autonomía nacional y que socialicen de manera más equitativa los frutos del desarrollo económico. De allí que sea indispensable zanjar la creciente atomización de movimientos sociales, identidades culturales y estrategias comunitarias. Articular estos movimientos, identidades, estrategias y demandas sociales en propuestas globales no es posible mediante la homogeneización que caracterizó a los populismos o nacionalismos. Requiere, por parte del Estado, nuevos mecanismos institucionales capaces de conciliar participación con heterogeneidad, formas más activas de representatividad y mayor receptividad en cada una de las instancias públicas.

No es el objetivo del presente documento desarrollar una propuesta en torno al modelo de Estado adecuado para la promoción de un Desarrollo a Escala Humana. Nuestro énfasis recae en las exigencias para y desde la propia sociedad civil. Esto no implica en absoluto la minimización de la problemática del Estado, sino la voluntad de complementar propuestas políticas para el Estado con la perspectiva de los actores sociales, de la participación social y de las comunidades y del potencial que en sí mismos puedan contener. Nuestro énfasis en una democracia social o bien en una democracia de la cotidianeidad no obedece a la despreocupación por la democracia política, sino a la convicción de que sólo rescatando la dimensión ‘molecular’ de lo social (micro-organizaciones, espacios locales, relaciones a Escala Humana) tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una cultura democrática. Compartimos en este sentido la idea de que, para evitar la atomización y la exclusión, sea en lo político, en lo social o en lo cultural, es imprescindible generar nuevas formas de concebir y practicar la política. El presente documento no pretende describir tales formas, sino abrir —siempre abrir— espacios de reflexión y de sensibilización que expandan la conciencia crítica ante lo que vivimos y promuevan una sensación de urgencia por nuevos caminos de acción política.

Hábitos y sesgos en los discursos del desarrollo

Mas allá de la apretada síntesis de los acápites precedentes, nuestra reflexión compartida nos ha permitido concretar algunas conclusiones que amplían el contexto de la problemática urgente de modificar sustancialmente nuestros conceptos y enfoque de desarrollo.

Vivimos y trabajamos una historia que desconoce la subhistoria que la hace posible. De allí que observamos cotidianamente las graves desarticulaciones que se dan entre las actuaciones de las cúpulas políticas y las aspiraciones e impulsos que se desencadenan en los sectores populares. Buscamos justificación para nuestras acciones en los planteamientos o pensamientos que atribuimos a nuestro difunto héroe de turno, sin siquiera percatarnos de la sabiduría del hombre y la mujer que siembran el maíz y que, al compartirlo en la olla común, logran sobrevivir, no por lo que hemos hecho, sino a pesar de lo que no hemos hecho.

Vivimos y trabajamos modelos de sociedad que desconocen la complejidad creciente de la sociedad real en que estamos inmersos. De allí que observamos el quehacer febril y obsesionado de los tecnócratas que diseñan soluciones antes de haber identificado el ámbito real de los problemas. La justificación de los modelos las buscamos en los modelos mismos, de manera que cuando las soluciones fracasan, no es por fallas del modelo, sino por trampas que hace la realidad. Esa realidad que se hace presente no se percibe como un desafío que hay que enfrentar, sino como un obstáculo que hay que domesticar imprimiendo aún mayor fuerza en la aplicación reincidente del modelo.

Vivimos y trabajamos la importancia orientadora de nuestros conocimientos formales adquiridos. De allí que observamos en tantos dirigentes un miedo patológico al protagonismo y a la libertad. El pueblo está para ser orientado, aún por aquellos que se dan el lujo de desconocer la orientación del pueblo. Así se diseñan programas para concientizar, porque por alguna extraña razón, se supone que el que sufre no sabe por qué sufre, y al que le va mal no sabe qué es lo que lo aqueja.

Vivimos y trabajamos la construcción de un orden, sin entender lo que es ordenable ni lo que estamos ordenando. De allí que observamos el culto fetichista por la forma como manera de ocultar el temor inconsciente a las incertidumbres que encierra el fondo. Confundimos así la ley con la justicia y el reglamento con la eficiencia. Identificamos la generosidad con la limosna y la participación con la reivindicación concedida. Utilizamos las palabras sin respetar su contenido y acabamos así construyendo caricaturas en vez de contextos coherentes en los cuales sustentar la construcción de nuestros proyectos de vida individuales y colectivos.

Conscientes de todo lo expuesto, la propuesta que hemos elaborado no es un modelo. Es una opción abierta que sólo se justifica en la medida en que se la asuma y entienda como construcción permanente. Nada en ella pretende exhibir el rango de solución definitiva, porque entendemos que el ser humano y todo su entorno son componentes de un fluir permanente que no pudo detenerse con milenarismos ni menos con ocasionalismos.

*Publicado en: Development Dialogue, Numero especial 1986. CEPAUR, Fundacion Dag Hammarskjold.

Nota:
[1] Con la colaboración de: Felipe Herrera, Hugo Zemelman, Jorge Jatobá, Luis Weinstein.

Primera parte del libro ‘Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro’, de Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, Santiago (Chile), otoño de 1986.

fuente http://habitat.aq.upm.es/deh/

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(libro) La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global

Publicada el 13/09/2012 - 13/09/2018 por raas

Cuando este libro fue escrito en la primavera de 2000, la new economy mostraba los primeros signos de una crisis que se agravó hasta desencadenar la recesión en la que el mundo entró en 2001. La crisis se precipitó de forma trágica cuando, el 11 de septiembre, el símbolo del poder económico occidental, las torres del World Trade Center, fueron destruidas por el ataque de un comando suicida.

Por Franco Berardi ‘Bifo’

Introducción a la edición castellana

En el último decenio hemos visto sucederse con vertiginosa rapidez tres fases diferentes: el ascenso de una clase social ligada a la virtualización, que halló su triunfo en la impresionante subida de las acciones tecnológicas en la Bolsa; la crisis ideológica, psíquica, económica y social del modelo de la new economy; y por último la precipitación de la crisis y su revés angustioso en forma de violencia, guerra y militarización de la economía.

La fábrica de la infelicidad es un libro dedicado al análisis de la ideología virtual, de sus aporías teóricas y, sobre todo, de su fragilidad cultural. La ideología virtual es una mezcla de futurismo tecnológico, evolucionismo social y neoliberalismo económico. Floreció a mediados de los años noventa, cuando la revista californiana Wired se convirtió en el Evangelio de una nueva clase cosmopolita y libertaria,(1) optimista y sobreexcitada. En los últimos años, todos han empezado a darse cuenta de que el neoliberalismo no es el más perfecto de los programas políticos, de que el mercado no se corrige a sí mismo, y de que la mano invisible de smithiana memoria no es capaz de regular los procesos sociales y financieros hasta producir una perfecta autorregulación del ciclo económico. Se ha hecho evidente que la infoproducción no es ese reino de la felicidad y de la autorrealización que la ideología había prometido como premio a los que trabajan en la economía de la red, en las condiciones de continuo estrés competitivo de la empresa fractal individualizada. La promesa de felicidad y autorrealización en el trabajo estaba implícita en el edificio discursivo e imaginario de la new economy.

Esta promesa se marchitó: la crisis financiera de las acciones tecnológicas hizo estallar un malestar que hasta ese momento fue ocultado y calmado con masivas dosis de sustancias —financieras y psicotrópicas. Ese malestar no se ha podido mantener oculto al quedar claro que las inversiones disminuían y, con ello, desaparecería el incentivo para aplazar toda reflexión, todo relajamiento y toda profundización.

En el centro de la new economy, entendida como modelo productivo y como discurso cultural, se halla una promesa de felicidad individual, de éxito asegurado, de ampliación de los horizontes de experiencia y de conocimiento. Esta promesa es falsa, falsa como todo discurso publicitario. Impulsados por la esperanza de lograr la felicidad y el éxito, millones de jóvenes trabajadores altamente formados han aceptado trabajar en condiciones de un espantoso estrés, de sobreexplotación, incluso con salarios muy bajos, fascinados por una representación ambigua en la que el trabajador es descrito como un empresario de sí mismo y la competición es elevada a regla universal de la existencia humana.

El hundimiento de la ideología felicista ligada a la economía de red comenzó cuando los títulos tecnológicos empezaron a perder puntos en las Bolsas de todo el mundo y se empezó a prever que la llamada «burbuja especulativa» pudiera pincharse. El sentimiento de malestar se acentuó cuando a la crisis financiera siguió una auténtica crisis económica, con rasgos de crisis de sobreproducción semiótica y tecnológica. Finalmente, se abrió un vertiginoso y temible abismo cuando la clase virtual descubrió que es físicamente vulnerable, cuando la violencia se demostró capaz de entrar en el edificio transparente de la virtualidad. El apocalipsis ha hecho que la clase virtual descubra que no es inmune a la crisis, a la recesión, al sufrimiento y a la guerra.

En ese momento, las perspectivas cambiaron de modo radical. Cuando las torres de Manhattan fueron destruidas por hombres convertidos en bombas, la clase virtual que desarrollaba su trabajo atrincherada en esas torres salió de su condición de espíritu puro, descubrió que tiene un cuerpo físico, carnal, que puede ser golpeado, herido, muerto. Y descubrió también que tiene un cuerpo social, que puede empobrecerse, ser despedido, ser sometido al sufrimiento, a la marginación, a la miseria; y también un cuerpo erótico, que puede entrar en una fase de depresión y de pánico. En otras palabras, la clase virtual ha descubierto que es, además, cognitariado, es decir: trabajo cognitivo dotado de un cuerpo social y carnal, que es sometido conscientemente o no al proceso de producción de valor y de mercancía semiótica, que puede ser sometido a explotación y a estrés, que puede sufrir privación afectiva, que puede caer en el pánico, que incluso puede ser violentado y muerto. La clase virtual ha descubierto un cuerpo y una condición social. Por eso ha dejado de sentirse clase virtual y ha empezado a sentirse cognitariado.

El hundimiento y la disolución de la new economy, es decir, del tejado ideológico y de categorías bajo el cual se desarrolló la semioproducción en los años noventa, no supone el hundimiento de la net economy, es decir, del proceso de producción conectado en red. La infraestructura de la red ha seguido creciendo y articulándose a pesar de la crisis, y la prioridad hoy reside en crear los contenidos, imaginar los usos, las funciones sociales y comunicativas de la red futura. ¿Qué encadenamientos sociales se crearán con el desarrollo de la banda ancha, de la fibra óptica, del UMTS,(2) es decir, de las infraestructuras técnicas producidas durante la onda expansiva de los últimos años noventa y hoy muy infrautilizadas?

Se abre un vasto campo a la imaginación. Se trata de imaginar para los próximos años interfaces de uso, modos de encadenamiento, formatos de narración conectiva y narración en inmersión, de activar una nueva mitopoiesis (3) Introducción a la edición en castellano

Se trata de imaginar todo aquello que se volverá productivo durante y después de la apertura del abismo porque, si la humanidad no desaparece, la red sobrevivirá. Consecuencias ideológicas del dotcom crash (4) En los años noventa, gracias a la participación masiva en el ciclo de inversión financiera, los productores cognitivos pudieron actuar como capa económica autosuficiente. Invirtieron sus competencias, su saber y su creatividad y hallaron en el mercado financiero los medios para crear empresa. Durante unos años la forma de la empresa ha sido el punto de encuentro entre capital financiero y trabajo cognitivo de alta productividad. Una forma de autoempresa que exaltaba a un tiempo la autonomía del trabajo y la dependencia del mercado.

La ideología libertaria y liberal que dominó la cibercultura de los años noventa idealizaba el mercado al presentarlo como una dimensión pura. En esta dimensión, natural como la lucha por la supervivencia que hace posible la evolución, el trabajo hallaba los medios para autovalorizarse y hacerse empresa. Abandonado a su dinámica pura, el sistema económico reticular debía lograr resultados óptimos para todos, propietarios y trabajadores. Este modelo, teorizado por autores como Kevin Kelly y transformado por la revista Wired en una especie de visión del mundo digital liberal, altanera y triunfalista, ha quedado en entredicho en los dos primeros años del nuevo milenio, junto con la new economy y gran parte del ejército de autoempresarios cognitivos que animaron el mundo de las dotcom.

Ha quedado en entredicho porque el modelo de un mercado perfectamente libre es falso en la teoría y en la práctica. Lo que el neoliberalismo ha favorecido a largo plazo no es el libre mercado sino el monopolio. Mientras el liberalismo idealiza el mercado como lugar libre en el que compiten saberes, competencias y creatividad, la realidad ha mostrado que los grandes grupos de poder actúan de un modo nada libertario, introduciendo automatismos tecnológicos, imponiéndose por medio de la fuerza de los medios de comunicación o del dinero y, por último, robando sin pudor alguno a la masa de accionistas y al trabajo cognitivo. La falsedad del libre mercado ha quedado completamente a la vista con la presidencia Bush.

La política del gobierno Bush consiste en favorecer de modo explícito a los monopolios —empezando por el escandaloso indulto a Bill Gates, a cambio de una alianza política y de los correspondientes apoyos financieros electorales. La política del gobierno Bush es de tipo proteccionista, que impone la apertura de los mercados a los países débiles pero permite a los Estados Unidos de América mantener aranceles del 40 por ciento sobre la importación de acero. Con la victoria de Bush, la ideología liberal y libertaria ha quedado derrotada, reducida a la hipócrita repetición de lugares comunes sin contenido. La ideología que acompañó a la dotcommanía consistía en una representación un tanto fanática de optimismo obligatorio
y economicista.

Pero el proceso real que se desarrolló en los años de las dotcom contiene elementos de innovación social, además de tecnológica. En la segunda mitad de los años noventa se desarrolló una auténtica lucha de clases en el seno del circuito productivo de las altas tecnologías. El devenir de la red ha estado marcado por esa lucha. El resultado de la misma, en este momento, aún es incierto. La ideología del mercado libre ha demostrado ser un señuelo. La idea de que el mercado pudiera funcionar como un espacio puro de confrontación en igualdad de condiciones entre las ideas, los proyectos, la calidad productiva y la utilidad de los servicios ha sido barrida por la amarga verdad de una guerra que los monopolios han conducido contra la multitud de trabajadores cognitivos autoempleados y la masa un tanto patética de microaccionistas. En la lucha por la supervivencia no ha vencido el más eficaz ni el mejor, sino el que ha sacado los cañones. Los cañones de la violencia, de la rapiña, del robo sistemático, de la violación de todas las normas éticas y legales. La alianza entre Gates y Bush ha sancionado la liquidación del mercado, y con ello ha concluido una fase de la lucha interna en la virtual class.

Una parte de ésta se ha incorporado al complejo tecnomilitar, mientras otra ha sido expulsada de la empresa y empujada hasta el borde de la proletarización. En el terreno cultural se están creando las condiciones para la formación de una consciencia social del cognitariado. Este podría ser el fenómeno más importante de los próximos tiempos y la única alternativa al desastre.

Las dotcom han sido el laboratorio de formación de un modelo productivo y de un mercado. El mercado ha sido finalmente conquistado y ahogado por los monopolios y el ejército de autoempresarios y de microcapitalistas de riesgo ha sido disuelto y despojado. Se inicia así una nueva fase: los grupos que prosperaron con el ciclo de la net economy se han aliado con el grupo dominante de la old economy —el clan Bush, representante de la industria petrolera y militar— y ello ha marcado un bloqueo del proceso de globalización. El neoliberalismo ha producido su propia negación, y quienes fueron sus más entusiastas defensores se convierten en víctimas y marginados.

En cuanto la red empezó a difundirse y a mostrar sinergias culturales, técnicas y comunitarias llegaron los comerciantes y los publicitarios y toda su cohorte de fanáticos del beneficio. Su pregunta era muy sencilla: ¿puede Internet convertirse en una máquina de hacer dinero? Los «expertos» —un puñado variopinto de artistas, hackers y experimentadores tecnosociales— respondieron de manera sibilina. Los californianos de Wired respondieron que Internet estaba destinada a multiplicar la potencia del capitalismo, a abrir inmensos mercados inmateriales y a trastocar las propias leyes de la economía, que prevén crisis, recesiones, rendimientos decrecientes y caídas de la tasa de beneficio. Nadie desmintió a los vendedores digitales.

Artistas de la red y mediactivistas tenían otras cosas que hacer y sus críticas y reservas fueron tomadas por los lamentos del perdedor, incapaz de entrar en el gran juego. Visionarios digitales cyberpunk y artistas de la red dejaron que el globo creciese. Lo que entraba en el circuito de la red era dinero útil para desarrollar todo tipo de experimentación tecnológica, comunicativa y cultural. Alguno lo ha llamado funky business. El trabajo creativo encontró el modo de sacarle unos durillos a una marea de capitalistas grandes, grandísimos, pero también pequeños.

Pero Internet no es una máquina de hacer dinero. No lo ha sido nunca y no puede convertirse en ello. Esto no quiere decir que la red no tenga nada que ver con la economía. Por el contrario, se ha convertido en una infraestructura indispensable para la producción y la realización del capital. Pero su cultura específica no puede ser reducida a la economía. Internet ha abierto un capítulo completamente nuevo del proceso de producción. La inmaterialización del producto, el principio de cooperación, la continuidad inseparable entre producción y consumo han hecho saltar los criterios tradicionales de definición del valor de las mercancías. Quien entra en la red no cree ser un cliente sino un colaborador, y por eso no quiere pagar.

Ni AOL ni Microsoft ni los demás tiburones pueden cambiar este hecho, que no es sólo un rasgo cultural un tanto anarcoide, sino el corazón mismo de la relación de trabajo digital. No debemos pensar que Internet es una especie de isla extravagante en la que ha entrado en crisis el principio de valorización que domina el resto de las relaciones humanas. Más bien, la red ha abierto una grieta conceptual que está destinada a agrandarse. El principio de gratuidad no es una excepción marginal, sino que puede convertirse en el principio universal de acceso a los bienes materiales e inmateriales.

Con el dotcom crash el trabajo cognitivo se ha separado del capital. Los artesanos digitales, aquellos que en los años noventa se sintieron empresarios de su propio trabajo, se irán dando cuenta poco a poco de cómo han sido engañados, desvalijados y expropiados, y ello creará las condiciones de aparición de una nueva consciencia de los trabajadores cognitivos. Comprenderán que a pesar de poseer toda la potencia productiva, les ha sido expropiado el fruto de su trabajo por una minoría de especuladores ignorantes pero hábiles en el manejo de los aspectos legales y financieros del proceso productivo. La capa improductiva de la clase virtual, los abogados y los contables, se apropian del plusvalor cognitivo producido por los físicos, los informáticos, los químicos, los escritores y los operadores mediáticos. Pero éstos pueden separarse del castillo jurídico y financiero del semiocapitalismo y construir una relación directa con la sociedad, con los usuarios.

Tal vez entonces se inicie el proceso de autoorganización autónoma del trabajo cognitivo. Un proceso que, por lo demás, ya está en marcha, como lo demuestran las experiencias del activismo mediático y la creación de redes de solidaridad del trabajo migrante. El sistema nervioso digital como centro de un nuevo campo disciplinar Acabado el período del triunfalismo capitalista y de la hegemonía ideológica neoliberal, ¿debemos volver a las viejas categorías analíticas del marxismo y a las estrategias políticas del movimiento obrero del siglo XX, a los horizontes del socialismo democrático o del comunismo revolucionario? Nada sería más inútil y equivocado. El capitalismo reticular de masas que se ha afirmado plenamente en los años noventa ha producido formas sociales irreducibles al análisis marxiano de las clases.

No nos bastan las categorías de la crítica de la economía política, porque los procesos de subjetivación atraviesan campos bastante más complejos. Se empieza a dibujar un campo disciplinar en el punto de encuentro entre los territorios de la economía, la semiología y la psicoquímica. El modelo productivo que se dibuja en el horizonte de la sociedad postmoderna es el Semiocapital. Capital flujo, que se coagula, sin materializarse, en artefactos semióticos. Los conceptos forjados por dos siglos de pensamiento económico parecen disueltos, inoperantes, incapaces de comprender gran parte de los fenómenos que han aparecido en la esfera de la producción social desde que ésta se ha hecho cognitiva.

La actividad cognitiva siempre ha estado en la base de toda producción humana, hasta de la más mecánica. No hay trabajo humano que no requiera un ejercicio de inteligencia. Pero, en la actualidad, la capacidad cognitiva se ha vuelto el principal recurso productivo. En el trabajo industrial, la mente era puesta en marcha como automatismo repetitivo, como soporte fisiológico del movimiento muscular. Hoy la mente se encuentra en el trabajo como innovación, como lenguaje y como relación comunicativa. La subsunción de la mente en el proceso de valorización capitalista comporta una auténtica transformación. El organismo consciente y sensible es sometido a una presión competitiva, a una aceleración de los estímulos, a un estrés de atención constante.

Como consecuencia, el ambiente mental, la infosfera en la que la mente se forma y entra en relación con otras mentes, se vuelve un ambiente psicopatógeno. Si queremos comprender el infinito juego de espejos del Semiocapital, es necesario mirarlo desde tres ángulos:

· La crítica de la economía política de la inteligencia conectiva,
· La semiología de los flujos lingüístico-económicos,
· La psicodinámica del ambiente infosférico, los efectos psicopatógenos de la explotación económica de la mente humana.

El proceso de producción digital está adquiriendo una dimensión biológica. Tiende a asemejarse a un organismo. El sistema nervioso de una organización tiene analogías con el sistema nervioso humano. Toda empresa industrial tiene sistemas autónomos, procesos operativos que tienen que funcionar para que la sociedad sobreviva. Lo que hasta ahora ha faltado son los enlaces entre las informaciones, análogos a las interconexiones neuronales del cerebro. La empresa digital reticular que hemos construido funciona como un excelente sistema nervioso artificial. En él, la información fluye con la velocidad y naturalidad del pensamiento en un ser humano, y podemos usar la tecnología para gobernar y coordinar grupos de personas con la misma rapidez con la que nos concentramos en un problema. Según Bill Gates (en Business @ the Speed of Thought),(5) hemos creado las condiciones de un nuevo sistema económico, organizado en torno a lo que podríamos llamar «empresa a la velocidad del pensamiento».

En el mundo conectado, los bucles retroactivos de la teoría general de los sistemas se funden con la lógica dinámica de la biogenética en una visión posthumana de la producción digital. La mente y la carne humana podrán integrarse con el circuito digital gracias a interfaces de aceleración y simplificación. Nace así un modelo de producción bioinfo que produce artefactos semióticos con las capacidades de autorreplicación de los sistemas vivos según las leyes de funcionamiento económico del capitalismo. Cuando esté plenamente operativo, el sistema nervioso digital podrá instalarse con rapidez en cualquier forma de organización. Eso quiere decir que Microsoft sólo en apariencia se ocupa de desarrollar software, productos y servicios. En realidad la finalidad oculta de la producción de software es el cableado de la mente humana en un continuo reticular cibernético destinado a estructurar los flujos de información digital a través del sistema nervioso de todas las instituciones clave de la vida contemporánea. Microsoft debe ser entonces considerada como una memoria virtual global escalable y lista para ser instalada. Un ciberpanóptico inserto en los circuitos de carne de la subjetividad humana. La cibernética acaba por devenir vida o, como le gusta decir a Gates, «la información es vuestra linfa vital».

La depresión en el corazón

El sistema nervioso digital se incorpora progresivamente al sistema nervioso orgánico, al circuito de la comunicación humana. Lo recodifica según sus líneas operativas y su velocidad. Pero para que este cambio pueda realizarse, el cuerpo- mente tiene que atravesar un cambio infernal, que estamos presenciando en la historia del mundo. Para comprender y para analizar este proceso no nos bastan los instrumentos conceptuales de la economía política ni del análisis de la tecnología. El proceso de producción se semiotiza y la formación del sistema nervioso digital implica y conecta la mente, el psiquismo social, los deseos y las esperanzas, los miedos y la imaginación. Por ello tenemos que ocuparnos de la producción  semiótica, del cambio lingüístico y cognitivo.

Ese cambio pasa por la difusión de patologías. La cultura neoliberal ha inyectado en el cerebro social un estímulo constante hacia la competencia y el sistema técnico de la red digital ha hecho posible una intensificación de los estímulos informativos enviados por el cerebro social a los cerebros individuales. Esta aceleración de los estímulos es un factor patógeno que alcanza al conjunto de la sociedad.

La combinación de competencia económica e intensificación digital de los estímulos informativos lleva a un estado de electrocución permanente que se traduce en una patología difusa, que se manifiesta, por ejemplo, en el síndrome de pánico y en los trastornos de la atención. El pánico es un síndrome cada vez más frecuente. Hasta hace unos años los psiquiatras no conocían siquiera este síntoma, que pertenecía más bien a la imaginación literaria romántica y que podía asemejarse al sentimiento de quedar desbordados por la infinita riqueza de formas de la naturaleza, por la ilimitada potencia cósmica. Hoy el pánico es sin embargo denunciado, con frecuencia cada vez mayor como síntoma doloroso e inquietante, como la sensación física de no lograr controlar el propio cuerpo, con la aceleración del ritmo cardíaco, una creciente dificultad para respirar, incluso hasta el desvanecimiento y la parálisis.

Aunque, hasta donde sé, no hay investigaciones concluyentes sobre esto mismo, se puede apuntar la hipótesis de que la mediatización de la comunicación y la consiguiente escasez de contacto físico pueden producir patologías de la esfera afectiva y emocional. Por primera vez en la historia humana, hay una generación que ha aprendido más palabras y ha oído más historias de la televisión que de su madre. Los trastornos de la atención se difunden cada vez más. Millones de niños norteamericanos y europeos son tratados de un trastorno que se manifiesta como la incapacidad de mantener la atención concentrada en un objeto por más de unos segundos. La constante excitación de la mente por parte de flujos neuroestimulantes lleva, probablemente, a una saturación patológica. Es necesario profundizar la investigación sociológica y psicológica sobre esta cuestión.

Podemos afirmar que si queremos comprender la economía contemporánea debemos ocuparnos de la psicopatología de la relación. Y que si queremos comprender la psicoquímica contemporánea, debemos tener en cuenta el hecho de que la mente está afectada por flujos semióticos que siguen un principio extrasemiótico, el principio de la competencia económica, el principio de la máxima explotación. ¿Cómo podría hablarse hoy de economía sin ocuparse de psicopatología? En los años noventa la cultura del Prozac ha sido indisoluble de la cultura de la new economy. Cientos de miles de operadores, directivos y gerentes de la economía occidental han tomado innumerables decisiones en estado de euforia química y ligereza psicofarmacológica. Pero a largo plazo, el organismo puede ceder, incapaz de soportar hasta el infinito la euforia química que hasta entonces ha sostenido el entusiasmo competitivo y el fanatismo productivista.

La atención colectiva está sobresaturada, y ello provoca un colapso social y económico. Desde el año 2000 en adelante, tras las cortinas de humo del lenguaje oficial que habla de probable recuperación económica, de leve recesión, o de double dip recession, hay algo evidente. Como sucede con un organismo ciclotímico, como le sucede al paciente que sufre trastorno bipolar, a la euforia le ha seguido la depresión. Se trata precisamente de una depresión clínica, una depresión a largo plazo que golpea desde la raíz la motivación, el impulso, la autoestima, el deseo y el sex appeal. Cuando llega la depresión es inútil tratar de convencerse de que pasará pronto. Tiene que seguir su ciclo.

Para comprender la crisis de la new economy es necesario partir del análisis psicoquímico de la clase virtual. Es necesario reflexionar sobre el estado psíquico y emocional de millones de trabajadores cognitivos que han animado la escena de la empresa, la cultura y el imaginario durante los noventa. La depresión psíquica del trabajador cognitivo individual no es una consecuencia de la crisis económica, sino su causa. Sería sencillo considerar la depresión como una consecuencia de un mal ciclo de negocios. Después de trabajar tantos años felices y rentables, el valor de las acciones se ha desplomado y nuestro brainworker se ha pillado una depresión. No es así. La depresión se ha producido porque su sistema emocional, físico e intelectual no puede soportar hasta el infinito la hiperactividad provocada por la competencia y los psicofármacos. Como consecuencia, las cosas han empezado a ir mal en el mercado. ¿Qué es el mercado?

El mercado es un lugar semiótico, el lugar en el que se encuentran signos y expectativas de sentido, deseos y proyecciones. Si queremos hablar de demanda y oferta debemos razonar en términos de flujos de deseo, de atractores semióticos que han tenido appeal y ahora lo han perdido. Infosfera y mente social El mediascape es el sistema mediático en continua evolución, el universo de los emisores que envían a nuestro cerebro señales en los más variados formatos. La infosfera es el interfaz entre el sistema de los medios y la mente que recibe sus señales; es la ecosfera mental, esa esfera inmaterial en la que los flujos semióticos interactúan con las antenas receptoras de las mentes diseminadas por el planeta. La mente es el universo de los receptores, que no se limitan, como es natural, a recibir, sino que elaboran, crean y a su vez ponen en movimiento nuevos procesos de emisión y producen la continua evolución del mediascape. La evolución de la infosfera en la época videoelectrónica, la activación de redes cada vez más complejas de distribución de la información, ha producido un salto en la potencia, en la velocidad y en el propio formato de la infosfera.

Pero a este salto no le corresponde un salto en la potencia y en el formato de la recepción. El universo de los receptores, es decir, los cerebros humanos, las personas de carne y hueso, de órganos frágiles y sensuales, no está formateado según los mismos patrones que el sistema de los emisores digitales. El paradigma de funcionamiento del universo de los emisores no se corresponde con el paradigma de funcionamiento del universo de los receptores. Esto se manifiesta en efectos diversos: electrocución permanente, pánico, sobreexcitación, hipermotilidad, trastornos de la atención, dislexia, sobrecarga informativa, saturación de los circuitos de recepción.

En la raíz de la saturación está una auténtica deformidad de los formatos. El formato del universo de los emisores ha evolucionado multiplicando su potencia, mientras que el formato del universo de los receptores no ha podido evolucionar al mismo ritmo, por la sencilla razón de que se apoya en un soporte orgánico —el cerebro cuerpo humano— que tiene tiempos de evolución completamente diferentes de los de las máquinas. Lo que se ha producido podría llamarse una «cacofonía» paradigmática, un desfase entre los paradigmas que conforman el universo de los emisores y el de los receptores. En una situación así, la comunicación se convierte en un proceso asimétrico y trastornado. Podemos hablar de una discrasia entre ciberespacio, en ilimitada y constante expansión, y cibertiempo.

El ciberespacio es una red que comprende componentes mecánicos y orgánicos cuya potencia de elaboración puede ser acelerada sin límites. El cibertiempo es, por el contrario, una realidad vivida, ligada a un soporte orgánico —cuerpo y cerebro humanos—, cuyos tiempos de elaboración no pueden ser acelerados más allá de límites naturales relativamente rígidos. Paul Virilio sostiene, desde su libro Vitesse et politique de 1977,(7) que la velocidad es el factor decisivo de la historia moderna. Gracias a la velocidad, dice Virilio, se ganan las guerras, tanto las militares como las comerciales. En muchos de sus escritos Virilio muestra que la velocidad de los desplazamientos, de los transportes y de la motorización han permitido a los ejércitos ganar las guerras durante el último siglo. Desde que los objetos, las mercancías y las personas han podido ser sustituidas por signos, por fantasmas virtuales transferibles por vía electrónica, las fronteras de la velocidad se han derrumbado y se ha desencadenado el proceso de aceleración más impresionante que la historia humana haya conocido.

En cierto sentido podemos decir que el espacio ya no existe, puesto que la información lo puede atravesar instantáneamente y los acontecimientos pueden transmitirse en tiempo real de un punto a otro del planeta, convirtiéndose así en acontecimientos virtualmente compartidos. Pero ¿cuáles son las consecuencias de esta aceleración para la mente y el cuerpo humanos? Para entenderlo tenemos que hacer referencia a las capacidades de elaboración consciente, a la capacidad de asimilación afectiva de los signos y de los acontecimientos por parte del organismo consciente y sensible.

La aceleración de los intercambios informativos ha producido y está produciendo un efecto patológico en la mente humana individual y, con mayor razón, en la colectiva. Los individuos no están en condiciones de elaborar conscientemente la inmensa y creciente masa de información que entra en sus ordenadores, en sus teléfonos portátiles, en sus pantallas de televisión, en sus agendas electrónicas y en sus cabezas. Sin embargo, parece que es indispensable seguir, conocer, valorar, asimilar y elaborar toda esta información si se quiere ser eficiente, competitivo, ganador. La práctica del multitasking,(6) la apertura de ventanas de atención hipertextuales o el paso de un contexto a otro para la valoración global de los procesos tienden a deformar las modalidades secuenciales de la elaboración mental. Según Christian Marazzi, economista y autor de Capitale e linguaggio,(8) la última generación de operadores económicos padece una auténtica forma de dislexia, una incapacidad de leer una página desde el principio hasta el fin siguiendo un proceso secuencial y una incapacidad de mantener la atención concentrada en el mismo objeto por mucho tiempo. La dislexia se extiende por los comportamientos cognitivos y sociales, hasta hacer casi imposible la prosecución de estrategias lineales.

Algunos, como Davenport y Beck,(9) hablan de economía de la atención. Que una facultad cognitiva pasa a formar parte del discurso económico quiere decir que se ha convertido en un recurso escaso. Falta el tiempo necesario para prestar atención a los flujos de información a los que estamos expuestos y que debemos valorar para poder tomar decisiones. La consecuencia está a la vista: decisiones económicas y políticas que no responden a una racionalidad estratégica a largo plazo sino tan sólo al interés inmediato. Por otra parte, estamos cada vez menos dispuestos a prestar nuestra atención gratuitamente. No tenemos ya tiempo para el amor, la ternura, la naturaleza, el placer y la compasión. Nuestra atención está cada vez más asediada y por tanto la dedicamos solamente a la carrera, a la competencia, a la decisión económica. Y, en todo caso, nuestro tiempo no puede seguir la loca velocidad de la máquina digital hipercompleja.

Los seres humanos tienden a convertirse en despiadados ejecutores de decisiones tomadas sin atención. El universo de los emisores —o ciberespacio— procede ya a velocidad sobrehumana y se vuelve intraducible para el universo de los receptores —o cibertiempo— que no puede ir más rápido de lo que permiten la materia física de la que está hecho nuestro cerebro, la lentitud de nuestro cuerpo o la necesidad de caricias y de afecto. Se abre así un desfase patógeno y se difunde la enfermedad mental, como lo muestran las estadísticas y, sobre todo, nuestra experiencia cotidiana. Y a medida que se difunden las patologías, se difunden los fármacos.

La floreciente industria de los psicofármacos bate récords cada año. El número de cajas de Ritalin, Prozac, Zoloft y otros fármacos psicotrópicos vendidas en las farmacias crece, al tiempo que crecen la disociación, el sufrimiento, la desesperación, el terror a ser, a tener que confrontarse constantemente, a desaparecer; crece el deseo de matar y de morir. Cuando hacia finales de los setenta se impuso una aceleración de los ritmos productivos y comunicativos en las metrópolis occidentales, hizo aparición una gigantesca epidemia de toxicomanía. El mundo estaba saliendo de su época humana para entrar en la época de la aceleración maquinal posthumana. Muchos organismos humanos sensibles empezaron a usar cocaína, sustancia que permite acelerar el ritmo existencial hasta transformarse en máquina. Muchos otros organismos humanos sensibles empezaron a inyectarse heroína, sustancia que desactiva la relación con la velocidad del ambiente circundante. La epidemia de polvos de los años setenta y ochenta produjo una devastación existencial y cultural de la que aún no hemos sacado las cuentas. A continuación, las drogas ilegales fueron sustituidas por las sustancias legales que la industria farmacéutica pone a disposición de sus víctimas, y se inició la época de los antidepresivos de los euforizantes y de los reguladores del humor.

Hoy la enfermedad mental se muestra cada vez con mayor claridad como una epidemia social o, más precisamente, sociocomunicativa. Si quieres sobrevivir debes ser competitivo, y si quieres ser competitivo tienes que estar conectado, tienes que recibir y elaborar continuamente una inmensa y creciente masa de datos. Esto provoca un estrés de atención constante y una reducción del tiempo disponible para la afectividad. Estas dos tendencias inseparables devastan el psiquismo individual. Depresión, pánico, angustia, sensación de soledad, miseria existencial. Pero estos síntomas individuales no pueden aislarse indefinidamente, como ha hecho hasta ahora la psicopatología y quiere el poder económico.

No se puede decir: estás agotado, cógete unas vacaciones en el Club Méditerranée, tómate una pastilla, cúrate, deja de incordiar, recupérate en el hospital psiquiátrico, mátate. No se puede, por la sencilla razón de que no se trata de una pequeña minoría de locos ni de un número marginal de deprimidos. Se trata de una masa creciente de miseria existencial que tiende a estallar cada vez más en el centro del sistema social. Además, hay que considerar otro hecho decisivo: mientras el capital necesitó extraer energías físicas de sus explotados y esclavos, la enfermedad mental podía ser relativamente marginalizada. Poco le importaba al capital tu sufrimiento psíquico mientras pudieras apretar tuercas y manejar un torno. Aunque estuvieras tan triste como una mosca sola en una botella, tu productividad se resentía poco, porque tus músculos podían funcionar. Hoy el capital necesita energías mentales, energías psíquicas. Y son precisamente ésas las que se están destruyendo. Por eso las enfermedades mentales están estallando en el centro de la escena social.

La crisis económica depende en gran medida de la difusión de la tristeza, de la depresión, del pánico y de la desmotivación. La crisis de la new economy deriva en buena medida de una crisis de motivaciones, de una caída de la artificiosa euforia de los años noventa. Ello ha tenido efectos de desinversión y, en parte, de contracción del consumo. En general, la infelicidad funciona como un estimulante del consumo: comprar es una suspensión de la angustia, un antídoto de la soledad, pero sólo hasta cierto punto. Más allá de ese punto, el sufrimiento se vuelve un factor de desmotivación de la compra.

Para hacer frente a eso se diseñan estrategias. Los patrones del mundo no quieren, desde luego, que la humanidad sea feliz, porque una humanidad feliz no se dejaría atrapar por la productividad, por la disciplina del trabajo, ni por los hipermercados. Pero se buscan técnicas que moderen la infelicidad y la hagan soportable, que aplacen o contengan la explosión suicida, con el fin de estimular el consumo. ¿Qué estrategias seguirá el organismo colectivo para sustraerse a esta fábrica de la infelicidad? ¿Es posible, es planteable, una estrategia de desaceleración, de reducción de la complejidad? No lo creo. En la sociedad humana no se pueden eliminar para siempre potencialidades, aún cuando éstas se muestren letales para el individuo y, probablemente, también para la especie. Estas potencialidades pueden ser reguladas, sometidas a control mientras es posible, pero acaban inevitablemente por ser utilizadas, como sucedió —y volverá a suceder— con la bomba atómica.

Es posible una estrategia de upgrading (10) del organismo humano, de adecuación maquinal del cuerpo y del cerebro humano a una infosfera hiperveloz. Es la estrategia que se suele llamar posthumana. Por último, es posible una estrategia de sustracción, de alejamiento del torbellino. Pero se trata de una estrategia que sólo podrán seguir pequeñas comunidades, constituyendo esferas de autonomía existencial, económica e informativa frente a la economía mundo.

Este libro no se alarga hasta ese punto. No trata de elaborar una estrategia de sustracción. Este libro se propone señalar y cartografiar un nuevo campo disciplinar que se encuentra en la intersección de la economía, la tecnología comunicativa y la psicoquímica. Una cartografía de este nuevo campo disciplinar es indispensable si queremos describir y comprender el proceso de producción del capital y la producción de subjetividad social en la época que sigue a la modernidad industrial mecánica y, por tanto, si queremos elaborar estrategias de sustracción.

¿El Imperio del Caos?

A fines de 2002, mientras escribo esta introducción, el mundo parece colgado sobre el abismo de la guerra. Negri y Hardt, en Imperio, sostienen que el dominio global tiene los rasgos de un Imperio, parecido al Imperio Romano. Hay algo de cierto en esa descripción, pero resulta más ajustada a los años noventa que a la actualidad. En los años de la presidencia Bush todo parece haber cambiado. Mientras la nueva economía sufre una crisis de mercado y, sobre todo, de confianza, la vieja economía, la del petróleo y las armas, ha recuperado su fuerza y trata de guiar el mundo.

Si el imperio tuvo los rasgos de un dominio cada vez más extenso, construido por medio de la imposición de estándares tecnológicos, de la hegemonía de un imaginario mercantil globalista, lo que aparece en los años de la recesión no se parece al imperio soft del que nos hablan los autores de ese libro, escrito a mediados de los noventa. No soy capaz de ver, en la política del grupo dirigente norteamericano, una lógica, un pensamiento racional, una estrategia equilibrada y lineal.

Entreveo el efecto de una locura que se va difundiendo por todos los espacios de la vida planetaria. La enfermedad mental ha alcanzado la cabeza del imperio, porque el proyecto de control total es un proyecto enloquecido, destinado a producir desastres incluso para quienes lo han concebido. Los Estados Unidos de América son la mayor potencia de la Tierra, como lo fue Roma en los primeros siglos de la era cristiana. Pero como sugiere Marguerite Yourcenar en Las memorias de Adriano, los imperios pueden mantener su dominio mientras no pretendan someter al Caos por medio de la fuerza. El Caos no se derrota por medio de la guerra, pues el Caos se alimenta de cuanto lo combate. Por ello, la guerra ilimitada que el Imperio ha decidido desencadenar contra cualquier desviación del orden establecido por los integristas cristiano-liberales está destinada a erosionar el poder global, hasta hundirlo en la demencia y el caos. Tal vez estemos a punto de entrar en una fase de descomposición acelerada de todo orden y toda racionalidad. Y el Imperio que emergerá será el Imperio del Caos.

Diciembre 2002

Introducción

Una ola de euforia ha recorrido los mercados en los últimos años. Desde los mercados se ha extendido a los medios y desde éstos ha invadido el imaginario social de Occidente. La tercera edad del capital, la que sigue a la época clásica del hierro y el vapor y a la época moderna del fordismo y la cadena de montaje, tiene como territorio de expansión la infosfera, el lugar donde circulan signos mercancía, flujos virtuales que atraviesan la mente colectiva.

Una promesa de felicidad recorre la cultura de masas, la publicidad y la misma ideología económica. En el discurso común la felicidad no es ya una opción, sino una obligación, un must; es el valor esencial de la mercancía que producimos, compramos y consumimos. Ésta es la filosofía de la new economy que es vehiculada por el omnipresente discurso publicitario, de modo tanto más eficaz cuanto más oculto. Sin embargo, si tenemos el valor de ir a ver la realidad de la vida cotidiana, si logramos escuchar las voces de las personas reales con quienes nos encontramos todos los días, nos daremos cuenta con facilidad de que el semiocapitalismo, el sistema económico que funda su dinámica en la producción de signos, es una fábrica de infelicidad.

La energía deseante se ha trasladado por completo al juego competitivo de la economía; no existe ya relación entre humanos que no sea definible como business —cuyo significado alude a estar ocupado, a no estar disponible. Ya no es concebible una relación motivada por el puro placer de conocerse. La soledad y el cinismo han hecho nacer el desierto en el alma. La sociedad planetaria está dividida entre una clase virtual que produce signos y una underclass que produce mercancías materiales o, sencillamente, es excluida de la producción. Esta división genera naturalmente desesperación violenta y miseria para la mayoría de la población mundial. Pero esto no es todo.

El semiocapitalismo es una fábrica de infelicidad también para los vencedores, para los participantes en la economía- red, que corren cada vez más rápido para mantener el ritmo, obligados a dedicar sus energías a competir contra todos los demás por un premio que no existe. Vencer es el imperativo categórico del juego económico. Y, desde el momento en que la comunicación se está integrando progresivamente con la economía, vencer se convierte también en el imperativo categórico de la comunicación. Vencer es el imperativo categórico de todo gesto, de todo pensamiento, de todo sentimiento. Y sin embargo, como dijo William Burroughs, el ganador no gana nada. Mientras el estereotipo publicitario muestra una sociedad empapada de felicidad consumista, en la vida real se extienden el pánico y la depresión, enfermedades profesionales de un ciclo de trabajo que pone a todos a competir con todos, y culpabiliza a quien no logra fingirse feliz.

Los ciclos innovadores de la producción —la red y la biotecnología — no son, como los que dominaron la época industrial, la producción de mercancías por medio del cuerpo y la mente, sino la producción directa de cuerpo y mente. La felicidad no es ya, por tanto, un valor de uso accesorio a las mercancías, sino la quintaesencia de la mercancía. Algunos sostienen que la new economy está destinada a desinflarse como un globo o a derretirse como la nieve al sol porque se funda sobre una ilusión. Pero las ilusiones son el motor de la economía capitalista, son la fuerza que mueve el mundo. La economía es cada vez más directamente inversión de energía deseante. Lo que el historicismo idealista llamaba alienación era el intercambio de la autenticidad humana con el poder abstracto del dinero. Nosotros ya no hablamos de alienación, porque no creemos que exista ya ninguna autenticidad de lo humano. Sin embargo, tenemos la experiencia cotidiana de una infelicidad difusa, porque los seres humanos invierten una parte cada vez mayor de su existencia inmediata en la promesa siempre aplazada de la mercancía virtual. La devastación capitalista del medio natural y la mediatización de la comunicación reducen casi a la nada la posibilidad de gozar de la existencia de forma inmediata. Y la existencia desensualizada se dedica sin resistencias a la inversión, que es en esencia inversión emocional, intelectual, psíquica.

Como mostró Freud, la sociedad burguesa fundaba la fuerza productiva de la industria en un empobrecimiento físico y material y en una represión de la libido que producía neurosis. El precio de la seguridad psíquica y económica era la renuncia a la libertad. En su libro La postmodernidad y sus descontentos,(11) Zygmunt Bauman invierte el diagnóstico de Freud: los problemas y los malestares más comunes hoy son producto de un intercambio por el cual renunciamos a la seguridad para obtener cada vez más libertad. Pero ¿de qué libertad hablamos, si nuestro tiempo y nuestras energías están completamente absorbidas por el business?

El tránsito postmoderno ha estado marcado por un desencadenamiento de la libido, por un intercambio en el que hemos renunciado a gran parte de la seguridad burguesa a cambio de una libertad que se concreta cada vez más sólo en el plano económico. La llamada revolución sexual de los años sesenta y setenta no fue, o no fue sólo, un aumento de la cantidad de cuerpos disponibles para el sexo. Fue sobre todo una mutación en la percepción del tiempo vivido. El tiempo de la vida era tiempo del encuentro de las palabras, de los cuerpos, sin otra finalidad que aquella gratuita del conocerse.

No sé si hoy se hace el amor más o menos que en aquellos años. Me parece que mucho menos, pero no es esa la cuestión. La cuestión es que la sexualidad no tiene ya relación con el conocerse, con la gratuidad. Es descarga de energía rabiosa, exhibición de estatus y, sobre todo, consumo. La prostitución no es ya, como en tiempos pasados, una dimensión marginal y viciosa, sino una actividad industrial regulada, la principal válvula de desahogo de la agresividad sexual de una sociedad que no conoce ya la gratuidad. La desregulación económica completa una desregulación existencial que tomó su impulso de las culturas antiautoritarias. Pero para las culturas antiautoritarias la libertad era ante todo un ejercicio antieconómico y anticapitalista. Hoy la libertad ha sido encerrada en el espacio de la economía capitalista y se reduce a la libre competencia en un horizonte obligatorio.

Cuando a la libertad se le sustrae el tiempo para poder gozar del propio cuerpo y del cuerpo de otros, cuando la posibilidad de disfrutar del medio natural y urbano es destruida, cuando los demás seres humanos son competidores enemigos o aliados poco fiables, la libertad se reduce a un gris desierto de infelicidad. No es ya la neurosis, sino el pánico, la patología dominante de la sociedad postburguesa, en la que el deseo es invertido de forma cada vez más obsesiva en la empresa económica y en la competencia. Y el pánico se convierte en depresión apenas el objeto del deseo se revela como lo que es, un fantasma carente de sentido y sensualidad.

El sufrimiento, la miseria existencial, la soledad, el océano de tristeza de la metrópolis postindustrial, la enfermedad mental. Éste es el argumento del que se ocupa hoy la crítica de la economía política del capital.

notas:
1. En el sentido norteamericano de liberal radical partidario de una absoluta libertad de los individuos frente al Estado, distinto de su acepción europea como sinónimo de anarquista. [N. del E.]
2. UMTS, tecnologías que permiten el acceso a Internet a través de los teléfonos móviles. [N. del E.]
3. Mitopoiesis podría ser traducido como generación creativa de mitos. El neologismo, de doble raíz helénica, ha quedado sin embargo incoporado al léxico político de los movimientos, gracias en buena mediad a la actividad del grupo italiano Wu Ming, y de su predecesor europeo Luther Blissett. Para un desarrollo de la actividad de este grupo léase Wu Ming, Esta revolución no tiene rostro, Madrid, Acuarela, 2002. [N. del E.] de la red, caminando al borde del abismo que la guerra y la recesión han abierto.
4. Hundimiento de las acciones de las empresas dotcom («puntocom»), empresas cuya actividad se realiza sobre todo en, y en relación con, Internet. [N. del E.]
5. Bill Gates y J. A. Bravo, Los negocios en la era digital, Barcelona, P & J 1999.
6. Paul Virilio, Vitese et politique: essai de dromologie, Paris, Galilée 1977.
7. Realización simultánea y en paralelo de más de una tarea. [N. del E.]
8. Christian Marazzi, Christian Marazzi, Capitale e linguaggio. Dalla new economy all’economia di guerra, Roma, DeriveApprodi 2002., Roma, DeriveApprodi 2002.
9. Thomas H. Davenport y John C. Beck, La economía de la atención: el nuevo valor de los negocios, Barcelona, Paidós 2002.
10. Puesta al día, incremento artificial de su capacidad. [N. del E.]
11. Zygmunt Bauman, La postmodernidad y sus descontentos, Madrid, Akal 2001.

Franco Berardi ‘Bifo’, La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, Editorial Traficantes de Sueños. Año 2003

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Cicatrización de la rotura

Publicada el 03/09/2012 - 06/08/2019 por raas

Nuestro intelecto ha creado un mundo nuevo que domina a la naturaleza, y lo ha poblado con máquinas monstruosas. Éstas son de una utilidad tan indudable que no podemos ver ni aun la posibilidad de librarnos de ellas o de nuestro servilismo hacia ellas. El hombre está sujeto a seguir las incitaciones aventureras de su mente científica e inventiva y a admirarse de sus espléndidas hazañas. Al mismo tiempo, su genio muestra la siniestra tendencia a inventar cosas que van resultando más y más peligrosas porque representan medios cada vez mejores de suicidio al por mayor.

Por Carl Gustav Jung

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Plan ciudadano para actuar en caso de accidente nuclear

Publicada el 27/08/2012 - 19/10/2022 por raas

Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) Cátedra de Biología Evolutiva (Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba)

Autor: Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo, Colaboraron: Nayla Azzinnari (Revisión) , Alejandro Noriega (Apoyo Gráfico)

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El mundo es un hermoso lugar…

Publicada el 05/08/2012 - 28/11/2012 por raas

El mundo es un hermoso lugar para nacer
si no te importa que la felicidad
no siempre sea tan divertida
si no te importa un toque de infierno
de vez en cuando
justo cuando todo está bien
porque ni siquiera en el cielo
cantan todo el tiempo

El mundo es un hermoso lugar para nacer
si no te importa que algunos mueran todo el tiempo
o quizás sólo pasen hambre parte del tiempo
lo cual no es ni la mitad de malo
si no te toca a ti

Oh el mundo es un hermoso lugar para nacer
si no te importan mucho unas pocas mentes momificadas
en los puestos más altos
o una bomba o dos de vez en cuando
en las caras vueltas hacia arriba
o algunas otras incorrecciones
de las que nuestra sociedad
de Marca Registrada es presa
con sus hombres de distinción
y sus hombres de extinción
y sus sacerdotes
y otros patrulleros

y sus diversas segregaciones
e investigaciones parlamentarias
y otras constipaciones
de las que nuestra tonta carne
es heredera

Sí, el mundo es el mejor lugar de todos
para muchas cosas como hacer la escena divertida
y hacer la escena de amor y hacer la escena triste
y cantar canciones en voz baja y tener inspiraciones
caminar por ahí mirando todo
y oliendo flores y toquetear las estatuas
y hasta pensar y besar gente
y hacer bebés y usar pantalones
y agitar sombreros y bailar
y nadar en los ríos en picnics
a mediados del verano
y por lo general
“darse la gran vida”

Sí.
Pero justo entonces
en la mitad de todo
llega
el sonriente
funebrero…

Lawrence Ferlinghetti

traducción Elvio E. Gandolfo

fuente www.materiacontinua.blogspot.com.ar

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Políticas de la brujería

Publicada el 31/07/2012 - 12/12/2012 por raas

«En un devenir-animal, siempre se está ante una manada, una banda, una población, un poblamiento, en resumen, una multiplicidad. Nosotros, los brujos, lo sabemos desde siempre. (…) Hay toda una política de los devenires-animales, como también hay una política de la brujería: esta política se elabora en agenciamientos que no son ni los de la familia, ni los de la religión, ni los del Estado. Más bien expresarían grupos minoritarios, u oprimidos, o prohibidos, o rebeldes, o que siempre están en el borde de las instituciones reconocidas, tanto más secretos cuanto que son extrínsecos, en resumen, anómicos. Si el devenir-animal adopta la forma de la Tentación, de monstruos que el demonio suscita en la imaginación, es porque se acompaña, tanto en sus orígenes como en su empresa, de una ruptura con las instituciones centrales, establecidas o que tratan de establecerse.

(…)

Así actuamos nosotros, los brujos, no según un orden lógico, sino según compatibilidades o consistencias alógicas. (…) Nosotros conocemos muy bien los peligros de la línea de fuga, y sus ambigüedades. Los riesgos siempre están presentes, pero siempre existe una posibilidad de escapar a ellos: en cada caso se dirá si la línea es consistente, es decir, si los heterogéneos funcionan efectivamente en una multiplicidad de simbiosis, si las multiplicidades se transforman efectivamente en los devenires de paso”.

Gilles Deleuze- Felix Guattari

Extracto del libro Mil mesetas, de Gilles Deleuzey Felix Guattari, 1980.

fuente www.deleuzebrujo.blogspot.com.ar

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Patología de la normalidad

Publicada el 29/07/2012 - 12/12/2012 por raas

«Una tranquilidad de muerte impide toda relación de amor, es una barrera para la creación. Una gran enfermedad. Realizar la ruptura, ir a través de la locura, representa la salvación.» Mary Barnes.

Hoy la psiquiatría vuelve a afirmar, al igual que en sus orígenes, la base biológica de la enfermedad mental. De esta manera parece superar la crítica y las influencias del psicoanálisis, primero, y del movimiento antipsiquiátrico después. La realidad cultural de la persona, así como de las personas y del ambiente que la rodean, quedan relegadas en el mejor de los casos a un distante segundo plano, apareciendo como indiscutible la teoría que afirma que la enfermedad mental, específicamente la «esquizofrenia», es «producto de un desequilibrio químico en el cerebro», tal como sentencla el articulista del diario El Comercio Erick Orbegozo.

Los discípulos del dr. Honorio Delgado, legiones de médicos siempre ansiosos de «curar» a las personas estupidizándolas con lobotomías, electrochoques y sedantes, están alegres al ver cómo las ideas de su maestro toman nuevo vigor. Sin embargo, y en aras de la honestidad intelectual y del bienestar de la gran cantidad de personas que son invalidadas con algún rótulo de anormalidad (bioneurótica, maniaco-depresiva, esquizofrénica y una amplia gama de vocablos de oscura delimitación y significación) es necesario decir que la bioquímica es claramente insuficiente para explicar causalmente la «esquizofrenia» y las llamadas «enfermedades mentales».

El Dr. Honorio Delgado, de quien hace dos años se conmemoraron 25 años de su muerte, no pareció sacar conclusiones correctas de los hechos que todo neurofisiólogo conoce, quizá por la misma estrechez mental -que él confundía con salud mental- que lo hizo ferviente partidario del nazismo y experimentar toda clase de tratamientos (desde shocks insulínicos hasta lobotomías) con sus pacientes del Larco Herrera, a varios de los cuales asesinó con absoluta impunidad.

Hablar de un desequilibrio bioquímico como causa de la «esquizofrenia» implica ignorar u olvidar que no existe noción de equilibrio como algo estable y estático. El neurofisiólogo francés Paul Chauchard, en su obra «El cerebro y la conciencia», afirma que «el equilibrio es un estado inestable, una fatigosa autorregulación en continuo desarreglo». Afirma además que el funcionamiento cerebral es de origen reflejo, es decir que la excitabilidad de las neuronas reaccionan a los estímulos exteriores. Explica la mente como una distribución fluctuante de excitaciones e inhibiciones neurónicas, donde las ondas eléctricas son un síntoma de perturbación de la materia viva que se traduce en modificaciones químicas.

Si entendemos que el cerebro es el órgano que hace posible que exista la mente, y que ésta es una proyeccion del exterior, y si aceptamos que una sociedad (sobre todo si tiene pretensiones totalitarias) condiciona la mente de las personas de acuerdo a sus intereses, entenderemos la posición del Joseph Berke, antipsiquiatra estadunidense, quien declara que la esquizofrenia no existe como condición sino como etiqueta que se aplica a algunas personas por mostrar conductas experiencias que no encajan en una determinada realidad social o microsocial; o la del Dr. David Cooper, quien señala que la enfermedad no está en una persona sino en un sistema relaciones del cual el considerado «loco» forma parte.

De esto se sigue que la enfermedad mental no existe. Cuando la enfermedad mental se puede ubicar y explicar en términos biológicos no se trata de enfermedad mental sino de enfermedades del cerebro (envejecimiento cerebral patológico, epilepsia…) que en el universo de enfermedades psiquiátricas son una pequeña minoría: la gran mayoría de casos desborda groseramente las teorías biologicistas.

Afirmar que la «esquizofrenia» tiene origen en un desequibrio bioquímico equivale a afirmar que el amor lo tiene, porque toda la vida psíquica la tiene, y toda bioquímica necesita de alguna clase de estímulo para desencadenarse. Por ejemplo, es gracias a los «desequilibrios» bioquímicos que el ser humano puede experimentar emociones. Recordamos que alguna vez la revista española Cambio 16 incluyó un articulo titulado «El amor es pura química». Afirmaba que la experiencia de enamoramiento es ocasionada por sustancias químicas producidas por el cerebro. Pero no mencionaba que estas sustancias se producen ante ciertos estímulos (que incluso podrían ser internos en el caso de una autoinducción voluntaria) y que la calidad y recepción de estos estímulos pasan por un velo cultural.

Si pensamos que eso que se conoce como amor hace que algunas personas pierdan la capacidad de pensar claramente, desarrollen impulsos agresivos y hasta asesinen, veremos que tiene tanto sentido inventar tratamientos para los «esquizofrénicos» como para los «enamorados». Y si además hacemos el ejercicio de imaginar a alguien que ama fuera de los cauces sociales, con intensidad pero sin desarrollar sentimientos de propiedad o sin exigir correspondencia, veremos el caso de una bioquímica cerebral activada con características que podnamos llamar contraculturales, por demás legítimas, pero que la psiquiatría no dudará en tachar de desorden emocional o de alteración mental, utilizando términos como «fijación paranoide» o «excitación maniaca».

La psiquiatría ha sido y es (antes más brutalmente que hoy) un agente de control social que se propone la regulación estricta de la experiencia humana y la perpetuación de las costumbres sociales establecidas. Si observarnos la experiencia artística veremos que las obras de arte no triviales no nacen precisamente de espíritus conformistas ni en «momentos de normalidad» bioquimica. Las descripciones de los «momentos de alteracion» y de extásis creativo pueden crear ansiedad en más de un psiquiatra estancado en su normalidad.

Margarita Durás decía que el arte «es la facultad que tengo para escribir al lado mío»; Max Ernst afirmaba que la «identidad será convulsiva o no será»; André Breton hablaba de «esa noche profunda con la que me vinculo, haciendo abstracción de mí mismo y de todo lo demás». El mismo Breton escribió: «sé que si estuviera loco, aprovecharía el internamiento para asesinar fríamente al que se pusiera a mi alcance, con preferencia al médico». Es casi innecesario decir que los psiquiatras tacharon a los surrealistas de narcisistas, obsesos, procedistas, y que toda persona que se juega la vida al crear, sumergiéndose en una vorágine receptiva y sensorial y desestructurando la rigidez del yo, es, desde el punto de vista de la ortodoxia psiquiátrica, un enajenado mental.

Es un error creer en las advertencias que da la psiquiatría para cuidar la «salud mental» de las personas, porque sin una mente rígidamente moldeada no habría posibilidad de desórdenes mentales, sin una noción fosilizadora de persona no habría personas que se quiebren. Las fronteras entre salud y enfermedad mental son ilusorias; lo único patólogico es pretender normalidad. Acerca de la erradicación de esta patología nada nos dice el psicoanálisis, convertido en una práctica conformista de ajuste social. No así la antipsiquiatría, que propone como camino para superar la detención en la Normalidad y, al mismo tiempo, para evitar la reclusión en un hospital, el tomar conciencia de la propia situación y hacerse cargo.

D. Cooper habla de desarrollar una «táctica de discreción para enloquecer», que pasa por reconocer los desórdenes emocionales, las inadaptaciones a la norma, Ias crisis de pensamiento, las dudas existenciales (que cuestionan nuestra frágil y engañosa base ontológica) como valiosos síntomas de vitalidad; y por su exploración y profundización como parte de una radical desestructuración de la propia mente para que al final en verdad sea propia y no el simple reflejo de Ellos.

Cooper sugiere experiencias límites que sean capaces de vaciar la mente y permitir experimentar la nada del propio del ser, en un instante, porque al siguiente uno regresa y es nuevamente uno separado y único, frente a los demás y el mundo. Esto hará imposible todo «lavado de cerebro», que Paul Chauchard define como la manipulación exterior del cerebro humano que lleva a su total adiestramiento. Cooper no habla de escapismos o de soluciones individuales absolutas, sino de «partir con la promesa interior de regresar transformados para transformar al mundo».

Evidentemente, en este proceso desaparece toda medicación tendente a anular la sensibilidad y toda violencia que entraña la división entre un analista (médico) y un analizado (paciente). Lo que no quiere decir que no se necesita ayuda. Esta terapia se da en primer lugar en soledad, y en segundo lugar, y sin perder la primera condición, en la relación con personas con experiencias que se reconocen en similares travesías. Sólo puede ayudar quien de alguna manera necesita también ser ayudado. El proceso liberatorio no tiene fin, no existen metas perfectas. La libertad conquistada se extiende, objetivándose, realizándose, en las relaciones con los otros hasta el infinito. Extirpada la patología de la normalidad queda una existencia sostenida por uno mismo y no por las normas y las miradas de los otros, una vida desconocida que es posible ir configurando en la vida diaria, en la intimidad, en la relación, muchas veces tortuosa con los demás.

Carlos M. Extraído de «A-Cultura» – Perú

Sobre el origen del sufrimiento psicológico

«La salud no consiste en estar nunca infeliz o siempre sano, sino básicamente es la capacidad del organismo para salir de la infelicidad o de la enfermedad» Wilhelm Reich. «Salud no es igual a normalidad: salud es la capacidad (perdida o disminuida en la actualidad) para conectar con nuestras propias necesidades vitales así como la capacidad para la búsqueda de la satisfacción adecuada a dichas necesidades. Salud es la posibilidad de autogestionar nuestras vidas.» Yolanda González Vara.

Somos mucho mejores de lo que aparentamos, nacemos llenos de cualidades que manifestamos cuando gozamos de salud mental. Sin embargo, la Humanidad entera está mal de los nervios (incluyendo también a los profesionales de la salud mental). Vivimos en un ambiente enloquecedor, donde los trastornos sociales nos repercuten gravemente y la descarga emocional es reprimida casi siempre y sustituida por falsas necesidades. De niños convivimos con adultos que nos contagian sin querer su sufrimiento psicológico.

Además, los que se dan cuenta de las opresiones sociales, las denuncian e intentan suprimirlas, son castigados: pierden el trabajo, son marginados, amenazados, torturados, muertos, encarcelados, exiliados, psiquiatrizados… Y es que la Medicina, la Psicología y la Psiquiatría no son imparciales, están al servicio de los intereses económicos de la clase explotadora y ésta trata de evitar que las cosas puedan cambiar. Pero en esta sociedad todos salimos perjudicados: tanto el opresor como el oprimido sufren deterioro mental y son degradados humanamente, dándose a veces un maltrato en cadena. Por tanto, la solución estará en romper el aislamiento, escucharse, desahogar… Apoyo mutuo y buscar el cambio social. Tenemos trabajo emocionante para todos.

Eneko Landaburu, Egin 31/10/95, extracto.

«Un organismo vivo es la quintaesencia de un sistema sinérgico; esto es, el todo es más que la suma de sus partes. Sin embargo, como la complejidad de los fenómenos bioquímicos imposibilita el análisis de todo el sistema, la bioquímica ha intentado descubrir las secretos de la función celular estudiando sus partes aisladamente. Por tanto, por necesidad, la bioquímica ha sido siempre una ciencia reductiva.»

J. David Rawn, en su libro de bioquímica.

revista Ekintza Zuzena http://www.nodo50.org/ekintza

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“La destrucción de la biodiversidad tiene las mismas causas que la degradación social.”

Publicada el 24/07/2012 - 23/03/2019 por raas

Barbault es un reconocido especialista de la biología de las poblaciones humanas y, a partir de los años ’80, uno de los primeros que reflexionó sobre el concepto de “biodiversidad”. En su reflexión se aúnan dos fuentes disociadas: la ecología naturalista y la ecología política. El resultado resalta una evidencia no siempre destacada: “Nuestra existencia se funda sobre los sistemas vivientes”. De allí su cruzada científica contra el crecimiento del PIB como única variable del desarrollo y su defensa de una “cooperación” con el tejido viviente del planeta.

Por Eduardo Febbro
Página 12

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Publicado en • Ecocidios, • EntrevistasDejar un comentario

Canción para mi cabeza

Publicada el 15/07/2012 - 19/12/2012 por raas

Con más neuronas que, que toda china
Es un ejército que me examina
Es insistente más que una mosca
Es una máquina que me da rosca

Que pide acción, (acción) adrenalina
Satisfacción, (satisfacción) bolsas de harina
Me pide sexo, sexo con todas
Y si no hay más, llora que llora

Me saca del presente, me tiene secuestrado
Me lleva al futuro, me trae al pasado
Como no ve ni siente, siempre miente
Mirada corta pero inteligente

Pide emoción, (emoción) bilirrubina
Que seas mía y no me sigas
Y pide más excitación a toda hora
Y en soledad, llora que llora

No seas pesada, no seas cotorra
Dejame en paz, sacate la gorra
Vivís preocupada, máquina boba
Sos mi policía, sacate la gorra

Sacate la gorra
Sacate la gorra

Me siento un esclavo de mi propia cabeza
Me sigue a todos lados, me habla, me aconseja
Como siempre desconfía, duda como un juez
El miedo es al derecho, la vida al revés

Diseño mecánico sin corazón
Es un buen empleado, pero un mal patrón
Se hace fuerte cuando hay discusión
Le teme al silencio, prefiere distracción

Me pide paz, que ponga una bomba
Vida espiritual, noche de conga
Me pide pizza, me pide dieta
Que me proteja y que te la meta

Me pide cambio, que me detenga
Que vaya al frente, y que me arrepienta
Que sea humilde, que me destaque
Que no me muera y que me mate

Pesada!, cotorra!
Dejame en paz, sacate la gorra
Vivís preocupada, máquina boba
Sos mi policía, sacate la gorra

Sacate la gorra, (sacate la gorra)
Sacate la gorra, (sacate la gorra)

No te preocupes por mí
No te preocupes por mí
Que me siento bien, bien!.

Gustavo Cordera

Del disco La Caravana Mágica Vol. 2 (2012)

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Cómo matar Internet

Publicada el 15/07/2012 - 19/12/2012 por raas

Por todo el mundo, hay una fórmula mágica para aprobar leyes que restringen la libertad en Internet: declara que debes bloquear y controlar el tráfico para prevenir la pornografía infantil

Si tu eres como yo, tu impulso será el de dejar de leer esto ahora mismo. Nada me gustaría más que evitar una discusión sobre pornografía infantil. Este malestar, por supuesto, es la razón por la que evocar el fantasma de la pornografía infantil es tan efectivo cuando se trata de intentar aprobar legislación controvertida. Cómo una madre novata hacia su joven polluelo, mi primer impulso es el de apoyar cualquier medida que pudiera prevenir incluso un sólo niño/a de sufrir abusos.

Sin embargo, cuándo rascas la superficie de estos intentos de regular la comunicación en el nombre de la seguridad de las niñas, queda claro que estas leyes ignoran a los niños por completo y funcionan para atrapar a toda la sociedad en una red gigante de vigilancia y control.

El lobby del copyright en los países Escandinavos fue el primero en descubrir la fórmula mágica. Johan Schlüter, director del Grupo Danés Anti-Piratería, se quejó de que «los políticos no entienden que compartir archivos es malo.» La solución, según dijo, era centrarse en la pornografía infantil, «porque eso es algo que los políticos entienden, y algo que quieren sacar de Internet…Cuándo les pongamos a filtrar pornografía infantil, podremos hacer que extiendan el bloqueo a compartir archivos,»[1].

Esta estrategia fue salvajemente exitosa, y ha llevado a una serie de leyes en los países Escandinavos que permiten al gobierno forzar ISP (N. del equipo T.:»proveedores de servidores de Internet» por sus siglas en inglés) a bloquear algunos sitios, la mayoría de los cuales son sitios acusados de compartir archivos. La misma historia se ha repetido en Australia, Reino Unido, Corea del Sur y otros.

Recientemente, agencias de aplicación de la ley en el mundo están usando esta fórmula mágica. La policía lo tiene difícil para convencer a la gente en una democracia a someterse a niveles totalitarios de vigilancia continua — a no ser que cubran estos poderes extensivos con una capa de protección infantil (anti-terrorismo solía funcionar, pero es menos efectivo estos días).

En los EEUU, los mismos legisladores que introdujeron la infame enmienda SOPA (N. del equipo T.:»Decreto para Detener la Acción Pirata en Línea» por sus siglas en inglés) tienen otra joya:»Decreto para la Protección de Niños de los Pornógrafos en Internet». Esta enmienda requiere a los ISP retener las direcciones de Internet y guardar los registros de sus clientes por más de un año. Más que limitar el acceso de la policía a los casos que implican sospecha de abuso de menores, información de las clientes se pondrá a disposición de las agencias gubernamentales ante cualquier sospecha criminal [2].

En Reino Unido, el gobierno actual está impulsando una ley llamada «Ley de la Comunicación de Datos», comúnmente conocida como «Snoopers Charter». Esta ley automatizaría el proceso de conceder a la policía acceso fácil a todos los meta-datos de toda la comunicación en linea (con quién, cuándo, y cuánto tiempo) y requerirá que estos datos sean capturados y almacenados por los proveedores de comunicación por más de un año. La Secretaria de Interior podría ordenar a un proveedor dar al gobierno acceso ilimitado para analizar todos los datos retenidos [3].

La audacia de la Snoopers Charter es impresionante y aunque suena demasiado inverosímil para ser real, la defensa de esta ley es igualmente surrealista. En respuesta a la crítica, la actual Secretaria de Interior, Theresa May, escribió una editorial displicente dónde decía que «las teóricas de la conspiración saldrán con reclamaciones ridículas sobre cómo estas medidas infringen la libertad.» Ella advierte que «los pedófilos están escapando debido a que la policía no puede acceder a todos los datos que necesitan,» y que «sin cambiar la ley la única libertad que vamos a proteger es la de criminales, terroristas y pedófilos,» [4]

En Canadá, una ley similar está siendo impulsada por los Conservadores en el gobierno, se llama «Decreto para proteger a los niños de los Predadores en Internet». Se aprobó, y garantizará a la policía Canadiense una puerta trasera automática para entrar en los ISP, para monitor izar la comunicación digital histórica y en tiempo real de todas las Canadienses–todo sin ninguna orden de un juez [5]. La única mención a los predadores de niñas es en el título, que antes se llama «Decreto de Acceso Legítimo» [6]. El nuevo nombre sólo parece ser «un ardid retórico para llamar al bien de los niños para garantizar apoyo», cómo el Partido Verde de la oposición a sugerido [7].

En todos los casos, las legisladoras están intentando usar la «pornografía infantil» como un caballo de Trolla para promulgar nuevos y amplios poderes de vigilancia que una vez fueron impensables en una sociedad libre. Ninguna de estas leyes hacen nada para aumentar los fondos de investigación o persecución del abuso de menores. Aún peor, estas medidas crean la ilusión de acción mientras ignoran los medios de salud pública basados en evidencias que han mostrado su eficacia en reducir el abuso de menores [8]. En lugar de proteger a las menores, conseguimos un estado policial enormemente intensificado.

A no ser que la encriptación sea completamente ilegal izada, los poderes de vigilancia ampliados van a hacer poco para capturar a los pornógrafos de menores. Tristemente, los pedófilos están entre la poca gente que práctica buena seguridad de la comunicación. Estas leyes capturarán a la población en general en una gigante red de arrastre de vigilancia pero dejarán a los pedófilos pasar a través.

Los movimientos sociales necesitan más que destreza para hablar, también requieren la habilidad para susurrar. Alrededor del mundo, ha habido un asalto total al derecho a susurrar en forma de intentos de «civilizar» Internet. Ahora vemos este asalto envolviéndose en el rollo de la protección infantil. Es una visión cínica que debe llamarse por su nombre: una distracción de las auténticas medidas que pueden ayudar a los menores, y una amenaza a la posibilidad de disentir.

Riseup Collective

notas:
[1] https://torrentfreak.com/the-copyright-lobby-absolutely-loves-child-pornography-110709/
[2] http://en.wikipedia.org/wiki/Protecting_Children_from_Internet_Pornographers_Act_of_2011
[3] http://www.zdnet.co.uk/news/regulation/2012/06/18/communications-data-bill-need-to-know-40155406/
[4] http://www.thesun.co.uk/sol/homepage/features/4371619/Online-tracking-isnt-snoopers-charterit-is-crooks-nightmare.html
[5] http://en.wikipedia.org/wiki/Protecting_Children_from_Internet_Predators_Act
[6] http://rabble.ca/blogs/bloggers/justin-saunders/2012/06/lies-damn-lies-and-vic-toews
[7] http://www.oakbaynews.com/news/139733713.html
[8] ver http://www.springerlink.com/content/a737l8k76218j7k2/ y
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/car.1194/full

fuente: http://riseup.net

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