Introducción del libro escrito en 1899 por el sociólogo y economista estadounidense.
Por Thorstein Veblen
Aniquilando un planeta por vez…
Cuando el poder fantasmal crece en eficacia y tamaño sospechando de todos y todas
Introducción del libro escrito en 1899 por el sociólogo y economista estadounidense.
Por Thorstein Veblen
Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) Cátedra de Biología Evolutiva (Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba)
Autor: Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo, Colaboraron: Nayla Azzinnari (Revisión) , Alejandro Noriega (Apoyo Gráfico)
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Capitalismo y esquizofrenia es una obra teórica en dos volúmenes (El Anti-Edipo de 1972 y Mil Mesetas de 1980) escrita por los autores franceses. Mil mesetas (en francés: Mille Plateaux, 1980) es el segundo volumen de Capitalismo y esquizofrenia. El libro está escrito en una serie de «mesetas», un concepto derivado de Gregory Bateson, identificadas por una fecha y un título particular. Cada una se refiere a una era o fecha que haya tenido un rol central en el mundo. El libro refleja el rechazo de Deleuze y Guattari hacia la organización jerárquica arborescente en favor de un crecimiento rizomático menos estructurado. Un concepto central del libro opone la máquina de guerra nómada al aparato estatal. En la última meseta se invoca la mecanósfera.
Por Gilles Deleuze y Félix Guattari
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Los dirigentes democráticos han conseguido por medios técnicos lo que los regímenes totalitarios lograron por medios políticos y policiales: la masificación por el aislamiento total, la movilidad incesante y el control absoluto. La urbe contemporánea es suavemente totalitaria porque es la realización de la utopía nazi-estalinista sin gulags ni ruido de cristales rotos.
Por todo el mundo, hay una fórmula mágica para aprobar leyes que restringen la libertad en Internet: declara que debes bloquear y controlar el tráfico para prevenir la pornografía infantil
Si tu eres como yo, tu impulso será el de dejar de leer esto ahora mismo. Nada me gustaría más que evitar una discusión sobre pornografía infantil. Este malestar, por supuesto, es la razón por la que evocar el fantasma de la pornografía infantil es tan efectivo cuando se trata de intentar aprobar legislación controvertida. Cómo una madre novata hacia su joven polluelo, mi primer impulso es el de apoyar cualquier medida que pudiera prevenir incluso un sólo niño/a de sufrir abusos.
Sin embargo, cuándo rascas la superficie de estos intentos de regular la comunicación en el nombre de la seguridad de las niñas, queda claro que estas leyes ignoran a los niños por completo y funcionan para atrapar a toda la sociedad en una red gigante de vigilancia y control.
El lobby del copyright en los países Escandinavos fue el primero en descubrir la fórmula mágica. Johan Schlüter, director del Grupo Danés Anti-Piratería, se quejó de que «los políticos no entienden que compartir archivos es malo.» La solución, según dijo, era centrarse en la pornografía infantil, «porque eso es algo que los políticos entienden, y algo que quieren sacar de Internet…Cuándo les pongamos a filtrar pornografía infantil, podremos hacer que extiendan el bloqueo a compartir archivos,»[1].
Esta estrategia fue salvajemente exitosa, y ha llevado a una serie de leyes en los países Escandinavos que permiten al gobierno forzar ISP (N. del equipo T.:»proveedores de servidores de Internet» por sus siglas en inglés) a bloquear algunos sitios, la mayoría de los cuales son sitios acusados de compartir archivos. La misma historia se ha repetido en Australia, Reino Unido, Corea del Sur y otros.
Recientemente, agencias de aplicación de la ley en el mundo están usando esta fórmula mágica. La policía lo tiene difícil para convencer a la gente en una democracia a someterse a niveles totalitarios de vigilancia continua — a no ser que cubran estos poderes extensivos con una capa de protección infantil (anti-terrorismo solía funcionar, pero es menos efectivo estos días).
En los EEUU, los mismos legisladores que introdujeron la infame enmienda SOPA (N. del equipo T.:»Decreto para Detener la Acción Pirata en Línea» por sus siglas en inglés) tienen otra joya:»Decreto para la Protección de Niños de los Pornógrafos en Internet». Esta enmienda requiere a los ISP retener las direcciones de Internet y guardar los registros de sus clientes por más de un año. Más que limitar el acceso de la policía a los casos que implican sospecha de abuso de menores, información de las clientes se pondrá a disposición de las agencias gubernamentales ante cualquier sospecha criminal [2].
En Reino Unido, el gobierno actual está impulsando una ley llamada «Ley de la Comunicación de Datos», comúnmente conocida como «Snoopers Charter». Esta ley automatizaría el proceso de conceder a la policía acceso fácil a todos los meta-datos de toda la comunicación en linea (con quién, cuándo, y cuánto tiempo) y requerirá que estos datos sean capturados y almacenados por los proveedores de comunicación por más de un año. La Secretaria de Interior podría ordenar a un proveedor dar al gobierno acceso ilimitado para analizar todos los datos retenidos [3].
La audacia de la Snoopers Charter es impresionante y aunque suena demasiado inverosímil para ser real, la defensa de esta ley es igualmente surrealista. En respuesta a la crítica, la actual Secretaria de Interior, Theresa May, escribió una editorial displicente dónde decía que «las teóricas de la conspiración saldrán con reclamaciones ridículas sobre cómo estas medidas infringen la libertad.» Ella advierte que «los pedófilos están escapando debido a que la policía no puede acceder a todos los datos que necesitan,» y que «sin cambiar la ley la única libertad que vamos a proteger es la de criminales, terroristas y pedófilos,» [4]
En Canadá, una ley similar está siendo impulsada por los Conservadores en el gobierno, se llama «Decreto para proteger a los niños de los Predadores en Internet». Se aprobó, y garantizará a la policía Canadiense una puerta trasera automática para entrar en los ISP, para monitor izar la comunicación digital histórica y en tiempo real de todas las Canadienses–todo sin ninguna orden de un juez [5]. La única mención a los predadores de niñas es en el título, que antes se llama «Decreto de Acceso Legítimo» [6]. El nuevo nombre sólo parece ser «un ardid retórico para llamar al bien de los niños para garantizar apoyo», cómo el Partido Verde de la oposición a sugerido [7].
En todos los casos, las legisladoras están intentando usar la «pornografía infantil» como un caballo de Trolla para promulgar nuevos y amplios poderes de vigilancia que una vez fueron impensables en una sociedad libre. Ninguna de estas leyes hacen nada para aumentar los fondos de investigación o persecución del abuso de menores. Aún peor, estas medidas crean la ilusión de acción mientras ignoran los medios de salud pública basados en evidencias que han mostrado su eficacia en reducir el abuso de menores [8]. En lugar de proteger a las menores, conseguimos un estado policial enormemente intensificado.
A no ser que la encriptación sea completamente ilegal izada, los poderes de vigilancia ampliados van a hacer poco para capturar a los pornógrafos de menores. Tristemente, los pedófilos están entre la poca gente que práctica buena seguridad de la comunicación. Estas leyes capturarán a la población en general en una gigante red de arrastre de vigilancia pero dejarán a los pedófilos pasar a través.
Los movimientos sociales necesitan más que destreza para hablar, también requieren la habilidad para susurrar. Alrededor del mundo, ha habido un asalto total al derecho a susurrar en forma de intentos de «civilizar» Internet. Ahora vemos este asalto envolviéndose en el rollo de la protección infantil. Es una visión cínica que debe llamarse por su nombre: una distracción de las auténticas medidas que pueden ayudar a los menores, y una amenaza a la posibilidad de disentir.
Riseup Collective
notas:
[1] https://torrentfreak.com/the-copyright-lobby-absolutely-loves-child-pornography-110709/
[2] http://en.wikipedia.org/wiki/Protecting_Children_from_Internet_Pornographers_Act_of_2011
[3] http://www.zdnet.co.uk/news/regulation/2012/06/18/communications-data-bill-need-to-know-40155406/
[4] http://www.thesun.co.uk/sol/homepage/features/4371619/Online-tracking-isnt-snoopers-charterit-is-crooks-nightmare.html
[5] http://en.wikipedia.org/wiki/Protecting_Children_from_Internet_Predators_Act
[6] http://rabble.ca/blogs/bloggers/justin-saunders/2012/06/lies-damn-lies-and-vic-toews
[7] http://www.oakbaynews.com/news/139733713.html
[8] ver http://www.springerlink.com/content/a737l8k76218j7k2/ y
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/car.1194/full
fuente: http://riseup.net
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«Cuando el lector se enfrenta por primera vez al texto de Energía y equidad, debería tener en cuenta que en realidad está leyendo un estudio de caso empleado por el autor para demostrar una tesis ya avanzada en otro de sus escritos. En palabras del propio Illich, «Energía y equidad no es sino un postfacio de La convivencialidad». Parece lógico, por tanto, introducir un breve análisis de lo señalado en este texto antes de continuar.
La idea principal, o tesis, que Illich plantea en La convivencialidad es que las sociedades en vías de desarrollo deben imponer límites al progreso industrial, para evitar que en ellas se produzcan las nefastas transformaciones socioculturales que ya experimentan las sociedades desarrolladas. Illich identifica diferentes efectos perversos provocados por el progreso industrial sobre el hombre y, en todos ellos, el elemento común que los define es la pérdida de libertad del individuo y de su capacidad para expresarse, pensar y obrar como ser individual.
Pero, ¿cómo ha podido producirse tal transformación sin que la sociedad se haya revelado? Precisamente por la ausencia de límites al desarrollo tecnológico. En pos de un mejor modo de vida, o bienestar, la sociedad ha permitido que el desarrollo tecnológico perfeccionase herramientas primero, máquinas después y autómatas por último, que aliviasen el esfuerzo de habitar. Pero debido a esta dependencia del bienestar, el individuo se ha vuelto débil y sumiso ante las instituciones, la tecnología y el progreso, las verdaderas productoras y controladoras del bien deseado.
La paradoja de esta sumisión está en que el estándar de vida ideal sólo es posible para unos pocos individuos, ya que los recursos naturales no son suficientes para proveerle a todo el mundo el nivel de confort soñado. En consecuencia, el individuo se somete cada vez más a sus dominadores con la esperanza de alcanzar un pedazo del bienestar ideal, quedando completamente anulado como ser libre. Ante tal panorama, Illich plantea como única solución para garantizar una sociedad libre y en equilibrio con su entorno el establecimiento voluntario de unos umbrales de crecimiento por parte de la sociedad». Sonia Freire Trigo
La «contaminación» está de moda hoy en día, exactamente de la misma manera que la revolución: se apodera de toda la vida de la sociedad, y se la representa ilusoriamente en el espectáculo. Es la palabrería fastidiosa que llena un sinfín de escritos y discursos descarriados y embaucadores, pero en los hechos agarra del cuello a todo el mundo. Se expone en todas partes como ideología y gana terreno como proceso real. Esos dos movimientos antagónicos, el estadio supremo de la producción mercantil y el proyecto de su negación total, igualmente ricos en contradicciones en sí mismos, están creciendo juntos. Son los dos lados por los que se manifiesta un mismo momento histórico largamente esperado y a menudo previsto en formas parciales e inadecuadas: la imposibilidad de que el capitalismo continúe funcionando.
Por Guy Debord
Tal vez algunos de ustedes no hayan comprendido por completo todo lo que he estado diciendo acerca de la libertad; pero, como lo he señalado, es muy importante que uno se exponga a ideas nuevas, a algo para lo cual puede no estar acostumbrado. Es bueno ver lo que es bello, pero ustedes tienen que observar también las cosas feas de la vida, tienen que estar despiertos a todo. De la misma manera, tienen que abrirse a cosas que quizás no comprenden por completo, porque cuanto más piensen y reflexionen sobre estos temas que pueden ser algo difíciles para ustedes, tanto mayor será la capacidad que tengan para vivir plenamente.
La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro Planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción.
Por Máximo Sandín*
2009
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Son considerados agresivos sin motivo y feroces como los “incivilizados”
El punto de vista de los no indígenas sobre los pueblos indígenas no contactados es una mezcla de miedo, desconfianza y racismo. Los esfuerzos de los indígenas por proteger sus vidas y hogares, a menudo motivados por el recuerdo de persecuciones violentas ocurridas en el pasado, son interpretadas por quienes viven cerca de ellos como agresiones injustificadas y salvajismo “incivilizados”.
“Los indígenas korubo son animales, no seres humanos. Matan y se comen a cualquiera que entre en sus tierras, incluyendo otros indígenas. Aléjense si quieren seguir vivos… Yo prefiero disparar a los salvajes que dejarles que maten a mi mujer y mis hijos”. Colono brasileño.
“Podías oler dónde habían estado ellos [los jarawa]. Huelen tan mal, no se lavan. Tenemos que entrar en la selva a buscar caña y hojas. Llevamos perros, ellos van delante y si huelen a jarawa se vuelven corriendo”. Colono de las Islas Andamán, India.
“Los indígenas son peores que animales. Ni siquiera te los puedes comer”. Terrateniente brasileño.
“Si yo estuviera al mando, exterminaría a todos los yanomami. Dejaría uno vivo para exhibirlo al público en un zoo”. Propietario de un hotel brasileño.
“A ningún ciudadano de la India debe permitírsele vivir en la selva o como salvajes después de más de cincuenta años de independencia de este país”. Funcionario de la India hablando sobre los sentineleses.
“Los nativos de esta tierra son crueles de espíritu, son ladrones, y la educación sólo les hace más astutos”. Colono australiano, Papúa Nueva Guinea.
“Quiero darles a la ‘Gente del cerdo’ (los indígenas ayoreo-totobiegosode) la oportunidad de escuchar la Biblia, porque si no lo hacen irán al infierno y serán condenados eternamente”. Misionero de la Misión Nuevas Tribus.
“Los yanomami carecen de toda inteligencia, vagan por ahí desnudos y se reproducen como animales”. General brasileño.
“Son animales, viven completamente desnudos igual que animales”. Colono hablando sobre los indígenas nómadas en Colombia.
Survival
fuente http://www.survival.es/articulos/3117-el-punto-de-vista-de-los-no-indigenas
“Sólo podemos comprender este mundo cuestionándolo como un todo… La raíz de la ausencia de imaginación dominante no puede entenderse a menos que seamos capaces de imaginar lo que falta, esto es, lo desaparecido, oculto, prohibido, y ya posible en la vida moderna.” Internacional Situacionista (1)
Por Ken Knabb
La constitución de la ciencia social como disciplina es paralela a la fundación del Estado social y el progresivo encuadramiento de las sociedades occidentales en el proyecto de la modernidad [1].
Con la generalización de la industrialización, y la formación de unas clases sociales diferenciadas por la tenencia de los medios de producción, pero supuestamente libres para formular relaciones mercantiles contractuales, se desarrolló la especialización de una sociología que pretendía la transformación social -bien por la extensión del Estado social, bien por la toma del poder a través de la organización revolucionaria-. En cualquier caso, sin cuestionar el principio de desarrollo industrial, sino las formas sociales de distribución de la riqueza que generaban crecientes desigualdades.
La sociología crítica -que tuvo un corte fundamentalmente marxista- adolecía también de un escaso cuestionamiento a los límites del crecimiento y el desarrollo económico. La antropología que el joven Marx desarrolló, fundamentándose en Hegel contra el idealismo de Feuerbach [2], estuvo en la base de las teorías científicas del materialismo y del desarrollo de las «fuerzas productivas» como leit motiv del cambio revolucionario de las sociedades. Los esfuerzos de la URSS por industrializar y mecanizar la producción eran paralelos a la formación de una estructura social «sin clases», donde los cuadros del Partido sustituían la función que la burguesía había tenido en el desarrollo de las sociedades occidentales.
No es posible entender el desarrollo de la ciencia social sin el correlato de esa sacralización del desarrollo económico y la disolución a que sometía a antiguas formas de regulación social. Aquello que la Teoría Crítica denominó «sociedad de masas» fue el caballo de batalla de una crítica social que trató de apartarse de la doctrina marxista manteniendo los elementos críticos. Así, la Escuela de Frankfurt, desarrolló trabajos que analizaban las raíces comunes del totalitarismo y de las sociedades capitalistas en clave de una crítica a la Ilustración o una crítica de la razón instrumental. En muchas de aquellas obras sociológicas se constataba la ambivalencia del proceso de modernización y cómo profundizaba las condiciones de dominación social.
Finalmente, con la disolución de las formas de modernidad propiciadas por el desarrollo industrial, y la constatación de los límites del crecimiento y el progreso, acaba apareciendo un capitalismo sin sociedad, y una sociología aprisionada entre la matematización estadística o la interpretación autorreflexiva que la podría llevar al cuestionamiento de su propia existencia. Los intentos de refundación de una ciencia social transformadora se encuentran hoy en un callejón sin salida. Sólo el voluntarismo de aquellos que sobreviven en la academia, aún siendo críticos con ella, les permite reclamar su papel en la cogestión de unas sociedades que, al mismo tiempo que encuentran sus límites en la toxicidad tanto de sus residuos como de sus productos «aptos para el consumo», plantean un nuevo límite de la crítica social. Este límite se encuentra en el punto en que ya no es necesaria porque nadie la reclama. Toda crítica presupone una posible mejora y, en definitiva, un progreso. Pero el progreso es defendido hoy por todo el mundo precisamente porque ya muy pocos creen en él.
El método sociológico
Las reglas del método sociológico, que E. Durkheim publicó en 1895, nos permiten observar de cerca cómo la construcción del método en sociología está ligada inevitablemente a la formulación de un «deber ser» de lo social; y cómo, en su pretendida conquista de la objetividad, establece las bases para una superación de la ideología, al mismo tiempo que imposibilita esta superación, al proponer un supra-sujeto histórico del conocimiento al que es imposible cuestionar sin destruir el mismo método que lo hace posible.
La voluntad de Durkheim al establecer las reglas básicas para el conocimiento sociológico es encontrar una base de acuerdo similar a la que habían llegado según él las ciencias biológicas, para permitir su desarrollo universal. Este paralelismo entre Biología y Sociología que establecen Las reglas, ha estado siempre presente en las ciencias sociales, a la vez como horizonte y como impedimento más claro para el desarrollo del pensamiento crítico. Se parte de una aceptación ciega al desarrollo de las ciencias naturales sin analizar su relación con las condiciones sociales que lo hacen posible, y su aplicación a un mundo industrializado que convierte a cualquier ciencia en ciencia aplicada. El positivismo extremo de Durkheim en Las reglas, atiende a una voluntad de servir al orden que ha sido marca de nacimiento de la sociología como campo de conocimiento.
De esta voluntad nace también el precepto de explicar los hechos sociales mediante otros hechos sociales [3]. Con este principio, Durkheim superaba muchos de los prejuicios ideológicos que lastraban, según su concepción, análisis sociales anteriores. Si es cierto que esa regla es fundamental para cualquier pensamiento crítico, también lo es que la definición de un hecho social no puede atender como quería Durkheim a un consenso supra-social. Al carecer de autorreflexividad, el pensamiento de Durkheim olvida que su método debe ser puesto a prueba, tratando de explicarlo también por hechos sociales. Así se suele olvidar que la condición de posibilidad de una sociología positiva es el desarrollo de las fuerzas productivas y el orden industrial que se va reproduciendo; y que sus constataciones empíricas son un momento de la cimentación de las relaciones de dominación que el capitalismo produce. Como trasfondo a la institucionalización científica de la sociología que propone Durkheim, está la construcción del Estado social, la reforma solidarista, que necesitaba de un conocimiento y una pedagogía de la cohesión social bajo un régimen industrial.
El sociólogo como «apaciguador»
El proceso de generalización del método científico a toda la sociedad ha tenido también como consecuencia una axiologización [4] de las ciencias aplicadas. Ya que en su desarrollo se convierten en productoras de problemas sociales para los que se hace necesaria la participación social en la delimitación de riesgos, causas y consecuencias, y las posibles alternativas técnicas que la ciencia deberá desarrollar como solución. Así, por ejemplo, la medicalización de la vida está sujeta cada vez más al desarrollo de compuestos químicos que generan nuevos problemas (efectos secundarios), que la ciencia médica será quien deba solucionar con un mejor desarrollo, y que, finalmente, deberá hacer público con dos fines: la legitimación y (para) la comercialización. De este modo las ciencias naturales se socializan al mismo tiempo que las ciencias sociales tratan de cientifizarse.
Autores como U. Beck [5] han sostenido que esta ultracomplejidad relativiza el monopolio del saber científico y que, al politizarse el objeto de conocimiento, la ciencia tiende a la unidad. Esto es cierto, siempre que se añada que es una unidad para la dominación y el progreso de la servidumbre. La participación social en la discusión de distintas alternativas técnicas, y hasta su cuestionamiento, tiene lugar, precisamente, a condición de imposibilitar su impugnación desde argumentos que se salgan de las preguntas generadas por el mismo sistema técnico que nos brinda la posibilidad -ya convertida en obligación- de participar en la elaboración de la respuesta. Por eso el cuestionamiento del conocimiento científico logra reforzarlo, porque este cuestionamiento tienen lugar dentro de un marco de referencia que jamás se pone en duda, muchas veces porque ni siquiera es reconocible en su extrema complejidad. De modo que hoy el positivismo y el irracionalismo pueden hablar en un mismo idioma.
El papel de la sociología, en este contexto, es el de correa de transmisión y garante de la participación social. La cualitativización de sus métodos camina en ese sentido, sin dejar de generar conocimientos científicos y positivos, incluso siendo mucho más eficaz en el interior de unas sociedades tecnificadas e individualizadas, donde cada sujeto puede -y debe- tener su concepción técnica del funcionamiento de la sociedad. La conocida como IAP (Investigación Acción Participante) [6], puede ser entendida como un refinamiento más de este proceso por el que la especialización del conocimiento permite que el conflicto social, lo que los clásicos llamaban «la cuestión social», se sociologice. Es decir, que necesite de los expertos y técnicos que serán los interlocutores válidos con las fuerzas de la dominación. Estos interlocutores señalarán en todo momento las razones para la negociación, el camino a seguir para practicar una rendición sostenible.
La crítica de la ciencia social y la crítica del progreso
Quien realiza la crítica a la ciencia social, en las condiciones actuales, corre el riesgo de ser identificado con el conocido relativismo posmoderno, el cual sanciona que no hay ninguna «verdad» sostenible respecto al mundo que conocemos, que todo se reduce a diversos textos o discursos sobre él que, además, tienen múltiples equivalencias; es decir, que no valen nada. Lejos de esas posturas -o imposturas [7]- la crítica del conocimiento sociológico se enmarca dentro de una crítica más amplia a la idea de progreso social, emparentada desde hace casi doscientos años a la idea del desarrollo económico ilimitado y la infinita perfectibilidad de la condición humana a través de una reglamentación más exhaustiva de lo social.
Algunos historiadores de la idea de progreso [8] han concluido que la consagración de este concepto sólo se produjo cuando en el siglo XIX disciplinas como la economía política y la sociología realizaron un enorme esfuerzo por «naturalizar» el devenir de las sociedades occidentales más industrializadas, sancionando este desarrollo de la economía de mercado y su regulación estatal, como única vía por la que había transcurrido -y podría transcurrir a partir de ese momento- el proceso civilizatorio del ser humano. Un autor nada sospechoso de radicalismo político como Karl Polanyi [9], haciendo la crítica a la economía ortodoxa, constataba en los años cincuenta del pasado siglo lo siguiente:
«La civilización industrial ha revestido la fragilidad del hombre con la efectividad del rayo y el terremoto; ha movido el centro de su ser de lo interno a lo externo; ha conferido dimensiones desconocidas hasta ahora al alcance, estructura y frecuencia de las comunicaciones; ha cambiado la sensación de nuestro contacto con la naturaleza; y, lo que es más importante, ha creado nuevas relaciones interpersonales que reflejan fuerzas, físicas y mentales, capaces de autodestruir la raza humana.»
De este modo, una crítica al estatuto científico del conocimiento social es impensable sin realizar la crítica al mundo industrial que se ha venido desarrollando en los últimos dos siglos, y a las nefastas consecuencias que ha traído consigo para la mayor parte de habitantes del planeta. En ese contexto, la sociología se ha convertido en lo que algunos han llamado una ingeniería social; que no es más que la última vuelta de tuerca a esa sanción empírica de las relaciones de dominación imperantes.
Las dificultades para la cogestión de la catástrofe en la que nos vemos inmersos, ha hecho que cada vez sean más apreciados los conocimientos técnicos en cuanto al funcionamiento de la sociedad, para que éstos se conviertan en herramientas que fuercen el consenso y contengan cualquier rebrote de la conciencia crítica; desde las encuestas de opinión pública a los estudios cualitativos sobre los perfiles de la patología social, pasando por la participación efectiva en el aparato policial mediante la realización de los mapas de la pobreza, la migración, la delincuencia, etc.
En síntesis, la disciplina que toma el nombre de sociología está indisolublemente unida al nacimiento de las sociedades industriales y a la sacralización de la idea de progreso que en éstas tuvo lugar. En nuestros días, la sociología progresista -si es que tal cosa existe- se ha especializado en realizar la llamada al Estado social, al capitalismo con rostro humano, y otras endebleces ciudadanistas.
Un cuestionamiento radical de esta sociedad debe aprender a enfrentarse con estas disciplinas y con sus numerosos expertos, siempre prestos a servir al orden, incluso cuando, aparentemente, lo critican.
Juanma Agulles
notas
[1] Este artículo es una reelaboración de algunas partes del libro Sociología, estatismo y dominación social. Editorial Brulot, 2010.
[2] Cf. Kostas Papaioannou, De marx y del marxismo. FCE, 1991. (Este libro recopila varios artículos del autor escritos en la década de los 60 y publicados mayoritariamente en la revista Le Contrat social).
[3] Con este principio normativo, Durkheim quería delimitar los fenómenos sociales por sus «caracteres exteriores», y defendía este método realizando un paralelismo con las ciencias físicas: «Así como el físico sustituye las imprecisas impresiones […] El sociólogo debe tomar las mismas precauciones.» La concepción de Durkheim del hecho social, siempre ligada a una representación científica y objetiva, requería haberse «desprendido de los hechos individuales que los manifiestan». Esta división entre hecho social y hecho individual sólo se podía dar en el marco ya comentado de las sociedades industriales, donde las relaciones de producción mercantiles sustituían a otras formas de relación social. De ahí nace la socio-logía.
[4] El término se refiere a los planteamientos éticos que surgen del desarrollo científico y técnico en las sociedades modernas. Por ejemplo, en los congresos de CTS (Ciencia, tecnología y sociedad), es común que junto a ingenieros, informáticos y sociólogos, tomen parte filósofos, teólogos y religiosos que dirimen las cuestiones morales relacionadas con las consecuencias de estos avances -que, en la mayoría de los casos, se asumen como una fatalidad a la que debemos adaptarnos-.
[5] U. Beck, La sociedad del riesgo. Paidós, 2006.
[6] Se supone que la IAP es una versión participativa de la investigación social, en la que sujeto y objeto de estudio toman un papel activo en la producción de conocimiento. Ese conocimiento finalmente revierte en la transformación de algún aspecto de la sociedad. A día de hoy, la IAP puede enmarcarse sin dificultad dentro de la academia y ser financiada sin empacho por cualquier ente estatal.
[7] Cf. Alan Sokal: Imposturas intelectuales. Paidós, 2006
[8] John Bury: La idea de progreso. Alianza Editorial, 2009.
[9] Cf. Karl Polanyi: El sustento del hombre. Capitán Swing, 2009.
Publicado en revista Ekintza Zuzena nº38
fuente www.nodo50.org/ekintza
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Es imprescindible conocer al adversario, estudiar las posibilidades y los medios que emplea para desarrollar sus estrategias sin por eso transformarle en una máquina omnipotente e indestructible. [1]
Por Moishe Shpindler
3 de enero de 2011
“El hombre es llamado un animal racional, pero está dando su raciocinio para fomentar sus propensiones animales en vez de buscar liberarse de esa situación desgraciada”. A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada
¿Libertad & alcohol? (¿pueden estar en la misma frase estas dos palabras?)
Por Crimethinc
Desigualdad e inseguridad son naturalizadas a nivel mundial como “daños colaterales” del sistema. En dos nuevos libros, Bauman analiza el fenómeno.
El término “daño colateral”, aplicado a estructuras edilicias, individuos o comunidades enteras, se utilizó hasta el hartazgo en los últimos años para describir las bajas materiales y víctimas “no intencionales” o “imprevistas” de las operaciones militares y pasó a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman se vale de esta categoría para realizar un complejo y profundo análisis de la desigualdad en las sociedades contemporáneas. Su visión es lúcida y pesimista; su interpretación de los hechos precisa y contundente.
¿Cuál es la trampa mortal que Bauman reconoce en la lógica del daño colateral? Sus consecuencias fatales, que se presentan siempre como neutrales y azarosas, en realidad, forman parte de un calculado engranaje de dominación, cuyas víctimas son la mayoría de las veces las mismas: los pobres, los marginados, los indefensos. “En el juego de los riesgos –indica–, los dados están cargados”: “Quienes decidieron sobre las bondades del riesgo no eran los mismos que sufrirían las consecuencias”.
El libro Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global recopila una serie de conferencias pronunciadas por Bauman sobre el tema durante 2010 y 2011. Los temas que abarca son llamativamente diversos sin perder el hilo conductor: de la concepción griega del ágora a los nuevos comportamientos asociados a la web 2.0 y las redes sociales, pasando, entre otros, por la teología política de Carl Schmitt, el tratamiento de la pobreza en la ópera Wozzeck de Alban Berg, y el análisis de documentos clasificados sobre los ataques nucleares en Hiroshima y Nagasaki. Bauman reconoce en ellos el estigma de la desigualdad y lo estudia consecuentemente.
Nuestra época, señala, adolece de una dificultad estructural, la radical incompatibilidad entre el mundo global que habitamos y las políticas y leyes de matriz nacional que nos rigen. “Todas las instituciones políticas que tenemos hoy a nuestra disposición fueron hechas a medida de la soberanía territorial, de los Estados nacionales: se resisten a ser estiradas a escala supranacional o planetaria; y las instituciones políticas que sirvan a la autoconstitución de la comunidad planetaria no serán –no pueden ser– ‘las mismas, pero más grandes’”. La vieja fórmula del Estado de Bienestar europeo, o el “Estado social” como prefiere llamarlo Bauman, ya no satisface efectivamente las necesidades de sus habitantes. En la actualidad, la tarea de otorgar condiciones de vida dignas queda librada a cada individuo particular, a su capacidad de posicionarse satisfactoriamente en el juego impuesto por las leyes de mercado y de defenderse frente a la siempre presente posibilidad de perderlo todo; “El miedo que la democracia y su retoño, el Estado social, prometieron erradicar, ha retornado para vengarse”.
El mundo se ha vuelto multicultural y, no obstante, el par, el vecino, y mucho más el extranjero o el desconocido, se han vuelto un enemigo. La promoción de la libre circulación de capital choca violentamente con las fuertes restricciones a la circulación de personas en busca de trabajo; en ese enfrentamiento encuentran su fundamento las recientes políticas globales de seguridad, fallido intento de creación de un nuevo orden. Bauman las analiza a partir de dos perspectivas puntuales: por un lado, la de los pasajeros de avión, que diariamente asienten que oficiales de migraciones desarmen sus equipajes y escudriñen sus pertenencias personales, que perros los olfateen, que se someten a todo tipo de situaciones que en otras circunstancias les parecerían denigrantes y que, sin embargo, lo hacen sin protestar, “agradeciendo a las autoridades” por ocuparse de su seguridad. Por el otro, la de la apatía más o menos generalizada con la que se recibió la información de la existencia de una enorme cantidad de prisioneros que sin un juicio justo cumplen indefinidas condenas en prisiones irregulares como las de Guantánamo y Abu Ghraib.
En ambos casos, se trata de situaciones inéditas de vejación personal (pequeñas en un caso, realmente horrorosas en el otro) que saltan a la vista rápidamente al momento de reflexionar sobre el problema de la seguridad en el mundo post 11-S. Lo que estos dos ejemplos, que son más o menos excepcionales si consideramos a la totalidad de la población del mundo, no llegan a mostrar, y este es tal vez el punto más relevante de las tesis de Bauman, es el modo en que la desigualdad y la inseguridad vital se extienden ininterrumpidamente en todo el globo. Según esta lectura, la publicidad de una multiplicidad de amenazas, “ya se originen en pandemias y dietas o estilos de vida insalubres, o bien en actividades delictivas y comportamientos antisociales de la ‘clase marginal’ o, en los últimos años, del terrorismo global”, es el mecanismo reactivo que opera en una sociedad cuyo principal drama es la imposibilidad de resolver la inseguridad y las vulnerabilidades económicas que le son estructurales y contra las que los Estados hacen en general muy poco.
A este estado de cosas se le suma el problema de la “multiculturalidad”, una etiqueta amable que oculta una realidad poco amistosa. Sobre ella escribió en Comunidad: “Aparentemente el multiculturalismo está guiado por el postulado de la tolerancia liberal y por la atención al derecho de las comunidades a la autoafirmación y al reconocimiento público de sus identidades elegidas (o heredadas). Sin embargo, actúa como una fuerza esencialmente conservadora: su efecto es una refundición de desigualdades”.Y luego agregó: “Lo que se ha perdido de vista a lo largo del proceso es que la demanda de reconocimiento es impotente a no ser que la sostenga la praxis de la redistribución, y que la afirmación comunal de la distintividad cultural aporta poco consuelo a aquellos cuyas elecciones toman otros, por cortesía de la división crecientemente desigual de recursos”.
Guetos voluntarios
La configuración material de las ciudades no es ajena a este fenómeno. Históricamente, los centros urbanos fueron espacios de convivencia de lo heterogéneo, incluso resistentes a los esfuerzos unificadores coercitivos característicos de los Estados nacionales, en los que personas provenientes de lugares con diferentes costumbres crecían en contacto con otras pautas culturales. La globalización, en este sentido, no es un fenómeno reciente; basta considerar la situación de nuestro país a comienzos del siglo XX, un extraordinario laboratorio de hibridaciones desarrollándose a la vista del mundo. En las últimas décadas, sin embargo, las ciudades, que todavía son polos de atracción en las que se reúnen personas de múltiples proveniencias, han ido modificando progresivamente su fisonomía, de modo que ese contacto con lo extraño se parece hoy más a una gran excursión turística que a una experiencia vital relevante. Bauman ve las profundas dificultades e incertidumbres sobre las que se sostiene en la actualidad esta situación; sintéticamente, enuncia el problema de la siguiente manera: “Si bien en su origen fueron construidas para brindar seguridad a todos sus habitantes, hoy las ciudades se asocian más al peligro que a la seguridad”.
Las transformaciones urbanas ocurridas en los últimos años, así como los nuevos comportamientos que las acompañan, fueron copiosamente estudiados por investigadores locales y extranjeros, notoriamente en el caso argentino en los libros Los que ganaron. La vida en los countries y La brecha urbana. Countries y Barrios privados en Argentina de Maristella Svampa, Buenos Aires a la deriva, editado por Max Welch Guerra y Miradas sobre Buenos Aires, de Adrián Gorelik. Casos como el de los barrios cerrados han ocupado importantes segmentos de los medios masivos de comunicación, desde las secciones de espectáculo hasta las policiales, constituyéndose paradójicamente en un objeto un tanto agotado desde el plano discursivo pero completamente vigente en sus consecuencias negativas para la vida urbana.
Bauman encuentra un recurso interesante para seguir iluminando el problema de estos “guetos voluntarios” en la comparación de los comportamientos reales con los virtuales. Estamos, como todos sabemos y experimentamos diariamente, en los tiempos del imperio de las redes sociales: gran parte de nuestros intercambios con el resto de las personas se realiza a través de las plataformas virtuales; incluso el correo electrónico, el medio que más se asemeja a los utilizados en la comunicación tradicional por su similitud con el formato epistolar, está perdiendo el rol central que cumplía hace algunos años. Sin caer en la crítica simplista de esta realidad, Bauman realiza un comentario perspicaz: “Vivimos en la época de los teléfonos celulares (por no mencionar MySpace, Facebook y Twitter): los amigos pueden intercambiarse mensajes en lugar de visitas; toda la gente que conocemos está constantemente ‘en línea’ y en condiciones de informarnos por adelantado sobre sus intenciones de darse una vuelta por casa, de modo que un súbito golpe en la puerta o un timbrazo que suena sin previo aviso son eventos extraordinarios, es decir, potenciales peligros”.
Obtenemos así un monstruo de dos cabezas que combina el confinamiento a nivel territorial y urbano con la expansión de la exposición de la privacidad en el ámbito virtual. Esta referencia de extrema actualidad permite repensar el problema de la seguridad, incorporando nuevos matices. La conclusión, sin embargo, es la misma: el miedo, la razón primera por la que optamos por “comunidades cerradas”, sigue ahí; construimos barrios privados, enrejamos nuestras casas, nos encerramos en mundos virtuales, y, no obstante, el miedo no se disipa. La necesidad de seguridad, dice Bauman, puede volverse adictiva: “Las medidas de seguridad nunca son suficientes, Una vez que se da inicio al trazado y la fortificación de las fronteras, ya no hay manera de detenerse. El principal beneficiario es el miedo: prospera hasta la exuberancia alimentándose de nuestro empeño en demarcar fronteras para defenderlas con armas”.
Cambiar las reglas
Las recientes crisis financieras en Europa y los Estados Unidos han vuelto a colocar en primer plano el problema de la exclusión social: nuevos estratos sociales se están incorporando permanentemente al conjunto de los desplazados, dándole visibilidad a un problema que ciertamente ya afectaba a grandes sectores de la población. La pobreza, la inseguridad y la marginalidad, parecen ser una vez más un problema de todos en los países centrales.
En “La salida de la crisis”, una de las 44 cartas desde el mundo líquido que Bauman publicó quincenalmente entre 2008 y 2009 en la revista La Repubblica delle Donne, aparece la cuestión de las consecuencias socio-culturales del derrumbe económico: “No sólo han sufrido un duro embate el sistema bancario y los índices del mercado de valores, sino que nuestra confianza en las estrategias vitales, los modos de conducta, y hasta los estándares de éxito y el ideal de felicidad que, según se nos repetía constantemente en los últimos años, valía la pena perseguir, se han trastocado como si, de pronto, hubieran perdido una parte considerable de autoridad y atracción. Nuestros ídolos, las versiones modernas líquidas de las bestias sagradas bíblicas, se han ido a pique junto con la confianza en nuestra economía”.
Se plantea así entonces por primera vez en mucho tiempo la posibilidad de un nuevo inicio, de una revisión completa del sistema económico-cultural sobre el que se sostienen los países europeos. “Al contrario de lo que se afirma con respecto a las ‘medidas de emergencia’ prodigadas por los gobiernos a los administradores bancarios (pensando, principalmente, en los telespectadores) –continúa Bauman–, no hay remedios instantáneos para las dolencias prolongadas, y posiblemente crónicas”.
Si el problema de fondo que permitió que se llegase a situaciones terminales de desigualdad social, los “daños colaterales” que millones de personas viven diariamente, se encuentra en la constitución misma del sistema, quizá sea entonces éste el momento indicado para reformular algunas de sus reglas de juego.
Fernando Bruno
fuente http://argentina.indymedia.org/news/2012/02/777544.php
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En líneas generales, tanto en Italia como en el resto del mundo existe una tendencia evidente hacia la formación de lo que podríamos definir como un estado policial. Los instrumentos establecidos para llegar a tal fin no son sólo de orden legislativo y ejecutivo, sino que también comprenden toda una serie de medidas que en el ámbito «cultural» contribuyen a sustentar el sueño de todo poder: tener todo bajo control y hacer que cada ciudadano se identifique con el orden público, dejando en manos del Estado su propia protección.
En el caso italiano, la creación artificiosa de una constante alarma social (hoy los gitanos, mañana las excarcelaciones fáciles, después los ultras, luego los rumanos…) cuenta con el sustento imprescindible de los medios de comunicación. De esta forma, el Estado se transforma en un paladín en la defensa de «su» población y fuerza -sin encontrar mucha resistencia, sino más bien cada vez más numerosos apologetas- intervenciones que no es exagerado definir como militares.
Sabemos bien que el Estado para su propia supervivencia tiene la necesidad constante de enemigos creados ad hoc y que sean percibidos por la población como sus propios enemigos. De este modo, la atención de la opinión pública puede ser dirigida contra amenazas prefabricadas que desvíen la atención lo más posible frente a la amenaza real para la vida y la libertad que el mismo poder supone. En este sentido, la realidad es sistemáticamente transfigurada. El control y la represión se convierten en garantía de seguridad y la casi la totalidad de los problemas reales más próximos a las personas (vivienda, devastación del territorio, contaminación, etc.) pasan simplemente a segundo plano ante la más apremiante alarma del momento.
No hay duda de que el terreno que el poder tiene ante sí es mayormente llano. Hoy por hoy, la ausencia de un movimiento real, amplio, determinado, radical, facilita en gran medida las cosas. Ante las intervenciones del Estado las respuestas son pocas y débiles, salvo raras excepciones que fácilmente son tachadas de subversivas, de rebeldes o, cada vez más a menudo, de terroristas. Tarea sencilla la de castigar a quien se permite alzar la cabeza, aunque sólo sea diciendo, por ejemplo, que los carabineros desplegados en Irak no son héroes, haciendo una huelga salvaje o criticando radicalmente la cárcel y ofreciendo apoyo a los presos.
Capítulo aparte merecen los emigrantes sobre los que se han vertido ríos de mierda por medio de una continua, apremiante e invasiva propaganda periodística en la cual no pasa un día sin el consabido titular: «Albanés viola a una mujer», o «Rumanos roban en un chalet». Política e información van de la mano para fomentar «el problema». Estos mismos sujetos que después derraman lágrimas de cocodrilo e invitan a la calma cuando, por ejemplo, un comerciante milanés mata a golpes a un muchacho negro al que acusa de haberle robado un pastelito (ejemplos como este hay muchos).
Este es el clima que se respira en Italia, tanto más evidente si tenemos en cuenta que el tema de la seguridad estuvo en el centro de la campaña electoral del año pasado. Pero no pensemos que la responsabilidad de todo esto corresponde en exclusiva al gobierno derechista de Berlusconi. Izquierda y derecha se mueven en este terreno y a grandes rasgos en la misma dirección. Basta leer las declaraciones del candidato de izquierda a la alcaldía de Roma, Veltroni, el día después de la sonora derrota en la confrontación con el fascista Alemanno (aclamado el día de la victoria con el saludo romano y el grito Duce!, Duce!): «Nuestro error en esta campaña electoral ha sido no incidir lo bastante sobre la cuestión de la seguridad, cosa que sí ha hecho la derecha…»
Cambios represivos
No bastaría una revista para hacer una relación de las medidas que el Estado ha tomado en materia represiva estos últimos años. El abanico de medidas ha traspasado a los sectores que tradicionalmente han mostrado conflictividad: estudiantes, trabajadores, «revolucionarios»…, para extenderse masivamente hacia los emigrantes y afectar posteriormente a sectores cada vez más indiscriminados. Son significativas algunas medidas del llamado «Paccheto sicurezza» (serie de proposiciones de ley emanadas del Gobierno), una de cuyas primera medidas puesta en vigor (agosto de 2008) fue la utilización del ejército en algunas ciudades con atribuciones de seguridad pública.
Se trata en total de 3.000 militares, de los cuales 1.000 se ocupan de la vigilancia externa de los Centros de Identificación y Expulsión (CIE, antiguos Centros de Permanencia Temporal, una especie de cárceles para inmigrantes), 1.000 al cuidado de «sitios sensibles» y otros 1.000 patrullando en las ciudades para reforzar a las fuerzas policiales en el «control del territorio como garantía del orden público y la seguridad». No es la primera vez que el ejército sale a las calles, ya había sucedido en sitios como Cerdeña (contra la alarma secuestros) o Sicilia (contra la alarma mafia), pero esta vez no ha sido necesaria una emergencia específica, ésta deviene constante, se integra, pasa a formar parte de la vida cotidiana.
Más recientemente (enero de 2009) se aprueba una ley que castiga la inmigración clandestina. De esta forma, entrar ilegalmente en territorio italiano pasa de ser una falta administrativa (que en cualquier caso conllevaba la detención en los centros de permanencia temporal y la expulsión) a convertirse en un delito penal. Además se da una vuelta de tuerca en lo que se refiere al derecho de asilo, reagrupación familiar y matrimonios mixtos.
Situación carcelaria
Si hablamos de las condiciones carcelarias en Italia, la sobrepoblación, las carencias sanitarias, la escasez de programas de actividades e, inevitablemente, la tortura física y psicológica por parte de los carceleros son sólo algunos aspectos a mencionar. Contra esta situación, pero sobre todo contra la pena del ergastolo (cadena perpetua), desde hace unos meses centenares de ergastolanos (a quienes se unieron muchos otros presos) han estado realizando una huelga de hambre rotatoria. Reclaman la abrogación de esta forma de cadena perpetua, una tortura dentro de la tortura para los condenados.
En teoría inclusos los ergastolanos tienen derecho al primer permiso después de 10 años de prisión y a la excarcelación después de 26, pero estas son reglas discrecionales y que dependen también del comportamiento del detenido. Por ejemplo, para aquellos que cumplen una condena por terrorismo la excarcelación (o los permisos) se consigue sólo si el detenido ha dado muestras de arrepentimiento y ha, en pocas palabras, pedido perdón a los familiares de las víctimas. Incluso por motivos graves de salud los ergastolanos tienen más difícil conseguir la excarcelación.
A esto hay que añadir la presentación hace pocos meses de un proyecto de ley sobre cárcel, el proyecto Berselli, con un contenido todavía más represivo. Entre otros aspectos este proyecto establece que los primeros permisos para los ergastolanos no se concederán antes del cumplimiento de 20 años de condena (actualmente son 10). A esto se añade la cancelación del descuento de 45 días por semestre de prisión cumplido, del cual disfrutan todos los detenidos «que han participado en las labores reeducativas», a lo que hay que añadir otra decena de artículos todos destinados a aumentar la permanencia en la cárcel y las vejaciones a los detenidos. Esta ley llega además montada sobre la ola de alarma social bien orquestada mediáticamente: la de las excarcelaciones fáciles o la supuesta sencillez con la que algunos «delincuentes» obtienen la liberación anticipada u otra serie de permisos.
Los regímenes especiales en Italia son: Alta Vigilancia (AS), Elevado Índice de Vigilancia (EIV) y el 41 bis, que es lo que comúnmente se llama «cárcel dura». El Estado lo introdujo en 1975 para poder suspender el tratamiento normal que se daba a los prisioneros en casos excepcionales de rebelión u otras situaciones de emergencia. Después del atentado de Capaci de 1992 (la mafia hazo saltar por los aires al juez Falcone) se introdujo un nuevo apartado que daba la posibilidad de aplicar el artículo 41 bis a los detenidos por delitos relacionados con la criminalidad organizada.
En 2002 se extendió esa posibilidad también para los delitos de terrorismo. Con el 41 bis se busca esencialmente aislar al detenido tanto de otros reclusos como del mundo exterior. Por lo tanto, se utilizan celdas individuales, horas de patio en solitario o en grupos de un máximo de cinco presos, un tope de dos horas de visita de familiares, separadas por un cristal y con grabación en audio y video del encuentro, además de prohibición o limitación de recepción de dinero o paquetes y censura del correo. Este es el 41 bis que, si bien ha sido objeto de críticas desde muchos lados, en la práctica se ha optado por endurecerlo todavía más.
La «guerra al terrorismo»
A nivel de la «guerra al terrorismo» (y en general de lucha contra la disidencia) el salto cualitativo se dio a finales de los años 70, cuando durante los llamados «años de plomo» la alarma terrorista justificó una durísima vuelta de tuerca represiva por parte del Estado. Otra ocasión fue sin duda el post-11 de septiembre, que dio paso a otras iniciativas represivas. De hecho, un mes después el Gobierno aumentaba la pena (de un año) por el delito «llave» en la lucha contra quienes se rebelan, el artículo 270 bis del Código Penal: «Asociaciones con finalidad terrorista incluso internacional o de subversión del orden democrático». «Cualquiera que promueva, constituya, organice, dirija o financie asociaciones que se propongan -no hace referencia necesariamente a la realización de actos concretos, sino simplemente a la ‘intención’ (NdA)- la realización de actos de violencia con finalidad terrorista o de subversión del orden democrático será castigado con la reclusión de siete a quince años. Quien participe en tales asociaciones es castigado con la reclusión de cinco a diez años (…)».
Hay después una serie de añadidos ligados al mismo artículo: 270c, colaboración con los imputados; 270d, reclutamiento con finalidad terrorista; 270e, adiestramiento con finalidad terrorista, hasta llegar al 270f, que detalla las conductas tipificadas como terroristas: «Son consideradas con finalidad terrorista las conductas que, por su naturaleza o contexto, pueden producir grave daño a un País o a una organización internacional y son cometidas con la finalidad de intimidar a la población u obligar a los poderes públicos o a una organización internacional a hacer o abstenerse de la realización de cualquier acto o desestabilizar o destruir las estructuras políticas fundamentales, constitucionales, económicas y sociales de un país o de una organización, además de otras conductas definidas como terroristas o cometidas con finalidad terrorista incluidas en las convenciones y otras normas de derecho internacional vinculantes para Italia». Esta definición se basa en una directiva europea que, aunque muy criticable, por lo menos establece una defensa formal de las libertades fundamentales y define las conductas penables (homicidio, secuestro, daños muy graves, etc.)
En Italia la definición es recortada con mucho cuidado y deviene así todavía más discrecional, de una discrecionalidad en que los confines de lo que puede ser considerado como terrorismo son extremadamente etéreos y utilizables en función de las necesidades políticas. Esta utilización política se da cada vez más a menudo a través, por ejemplo, de la conversión en delitos terroristas de actos que comúnmente habrían sido considerados como delitos comunes. A ello hay que añadir que cualquiera que se tope con el artículo 270 bis y siguientes tendrá un tratamiento del todo particular, como, por ejemplo, el encarcelamiento preventivo hasta un total de 4 años (con lo que se equipara con los delitos que prevén una pena mayor de 24 años de cárcel o al ergástolo).
Seguramente el área anarquista es considerada una de las más subversivas y como tal es sometida a una vigilancia especial. Más allá de los habituales procesos por ocupación, resistencia a la autoridad o daños realizados en manifestaciones (también en el terreno de las manifestaciones se tiende a tensar la cuerda, llegando a acusar por hechos como los enfrentamientos producidos en Milán durante una manifestación antifascista en marzo de 2003, del delito de devastación y saqueo que prevé penas de hasta 15 años de cárcel), la tendencia cada vez más frecuente es aplicar el artículo 270 bis.
Las investigaciones desarrolladas por los DIGOS (policía política) o por los ROS (Raggruppamento Operazioni Speciali – Agrupación de Operaciones Especiales) son las clásicas de seguimiento, colocación de gps en vehículos y, sobre todo, montañas de intervenciones telefónicas, microfónicas y grabación de videos, que no tienen otro fin que establecer «legalmente» la ligazón que permita construir la acusación de formar parte de un entramado terrorista. La meta es lograr alargar el campo de aplicación del artículo 270 bis y llegar a una condena definitiva para los anarquistas, a la vez que abre la vía a un uso más frecuente y sobre todo más indiscriminado. Porque condenar a los anarquistas bajo el delito de asociación subversiva significa «dotarles» de una organización, de un organigrama, de un jefe, es decir, de todo lo que los anarquistas no tienen.
Montar una asociación subversiva permite a la Fiscalía obtener fácilmente del juez una orden de arresto preventiva, la prolongación de la detención preventiva hasta 4 años, el aislamiento y/o anulación política de la actividad del grupo reprimido tachándola de terrorista, la aplicación de la dispersión y la integración de los arrestados en el circuito carcelario EIV (Elevado Índice de Vigilancia, un grado por debajo del art. 41 bis).
¿Cómo puede una Fiscalía plantear una acusación de asociación subversiva?
No se necesitan pruebas. Si una realidad se convierte en un problema político incómodo (y en ciertos casos si sobre un determinado territorio se producen actos de sabotaje y/o ataques) se inicia una investigación y los agentes proceden a pinchar los teléfonos de los compañeros investigados y, a menudo, también los de simples conocidos de éstos. Además se realizan seguimientos destinados a controlar desplazamientos, se instalan micrófonos en las habitaciones, en los automóviles, en los bares frecuentados habitualmente, en los vehículos…, se reseñan las actividades realizadas, se controlan las relaciones con otras ciudades y se recopilan los materiales producidos (panfletos, libros, periódicos, etc.) A estas datos se suele añadir (aunque no siempre) uno o dos delitos específicos (cuyas pruebas habitualmente son bastante volátiles) y se aplica el correspondiente artículo 270 bis.
Un ejemplo paradigmático se produjo en 1996, cuando el fiscal Marini (de ahí el nombre de «proceso Marini») trató de incluir a unos setenta compañeros de toda Italia en una asociación fantasma bautizada por él mismo (potestad de la magistratura) como ORAI (Organizzazione Rivoluzionaria Anarchica Insurrezionalista). Después de años de cárcel (fueron aplicadas 29 órdenes de arresto), de compañeros en la clandestinidad, de procesos y tantas otras cosas, Marini obtuvo en 2002 en la Corte de Casación la condena por asociación subversiva e integración en banda armada para 5 de los ocho condenados.
En estos años la magistratura blandió cada vez más a menudo la espada del 270 bis. En marzo de 1998 fueron arrestados en Torino tres anarquistas: Baleno, Sole y Silvano. Fueron acusados de ser responsables de algunos de los numerosos sabotajes efectuados en Val Susa contra el TAV desde 1996, además de ser acusados de asociación subversiva con finalidad terrorista. Este caso se acopla perfectamente a la construcción policial de una asociación subversiva: un territorio, Val Susa, donde se producen sabotajes, un grupo de anarquistas que luchan contra el TAV, los más media que amplifican la alarma y promueven el miedo, después la captura y los titulares eufóricos de los periodistas exultantes en su sucio trabajo de pintar a los tres como monstruos, ora como individualistas desesperados, ora ligados a los servicios secretos, ora a la extrema derecha.
El 28 de marzo Baleno es encontrado muerto colgado de una sábana en su celda de la cárcel de Turín. El sábado 11 de julio Sole, su compañera, se quitó la vida ahorcándose en una habitación del centro donde cumplía arresto domiciliario. Silvano fue condenado a 6 años y 10 meses de cárcel por asociación subversiva y un par de delitos específicos. En 2002 la Corte de Casación sentenció que la acusación de asociación subversiva no tenía sustento jurídico y la condena se le redujo a 3 años y 10 meses.
Mientras tanto, la acusaciones de asociación subversiva han llovido sobre los territorios en los cuales los anarquistas son activos: Milán, Pisa, Roma, Rovereto, Lecce, Turín, Florencia… El caso de Pisa es bastante emblemático. Desde 2004 hasta la actualidad se han realizado cuatro investigaciones diferentes por asociación subversiva con un total de un centenar de registros y decenas de arrestos.
Otro ejemplo significativo es el de Lecce (2004) donde la magistratura puso el punto de mira sobre la lucha que los compañeros llevaron contra los Centros de Permanencia Temporal para inmigrantes. Muchas de estas personas fueron arrestadas por asociación subversiva, pero al final de la primera instancia del proceso la acusación fue cambiada por la de «asociación para delinquir». En Roma, por su parte, la llamada «operación Cervantes» (por un artefacto que explotó en 2004 frente al Instituto Cervantes en protesta contra el régimen FIES) delineaba una asociación entre personas que jamás se habían visto.
Finalmente, la última investigación que muestra la «ligereza» en el uso de la acusación del delito de asociación subversiva con finalidad terrorista implica a cuatro compañeros arrestados bajo la acusación de haber tirado un petardo en el patio de la Policía Municipal de Parma, una ocasión óptima para regalarles igualmente un bonito 270 bis (tres de ellos se encuentran todavía en cárcel preventiva).
Si bien es cierto que después de la resolución del proceso Marini no se han dictado más condenas en firme contra los anarquistas por asociación subversiva, la acusación por este delito resulta un arma muy eficaz en manos de la magistratura.
Las luchas en defensa de la tierra y su represión
Si en muchos frentes es bien poco lo que se mueve en Italia, en el terreno de la lucha por la defensa de la tierra ha habido luchas importantes en los últimos años. Han sido luchas que no han sido llevadas únicamente por sectores militantes, sino que también han contado cun una fuerte participación de la población de los lugares afectados. En 2003, por ejemplo, los habitantes de Scanzano Ionico (Puglia) impidieron la construcción de un depósito de residuos nucleares. Igualmente en el sur de Italia se han producido resistencias constantes contra la apertura (o reapertura) de vertederos a cielo abierto con manifestaciones, asambleas, barricadas, enfrentamientos y sabotajes.
En el caso de la última protesta en Pianura (Nápoles) y frente a los violentos enfrentamientos con la Policía en su intento de permitir la realización de los trabajos en el vertedero, el estado ha respondido con una serie de arrestos y la aprobación de una ley que permite declarar cualquier área «zona militar» (por ejemplo, un vertedero o una incineradora) y así poder arrestar inmediatamente a quien se acerque para protestar.
En Vicenza hace más de un año miles de personas trataron de impedir la ampliación de la base militar de EEUU en Aviano. Y en el Trentino otros miles luchan contra el TAV y la ampliación del túnel del Brennero (entre Austria e Italia).
Indudablemente la lucha en defensa del territorio por excelencia es la desarrollada en Val Susa (Piamonte). Se trata de una larga lucha llena de explosiones de conflictividad (ocupaciones de carreteras o de la vía férrea, acampadas, manifestaciones,… y, por el momento, en «tregua». Son ya 15 años de lucha y no sin resultados, visto que a día de hoy los trabajos de construcción todavía no han comenzado. Evidentemente el Estado no puede tolerar que un movimiento de protesta paralice un proyecto europeo como el TAV, que debe seguir adelante «por las buenas o por las malas», como afirman los gobernantes, tanto de izquierda como de derecha, esto es, con acuerdos bajo cuerda o con la represión. En realidad, ambos métodos han sido ya ampliamente utilizados sin resultados concretos, es más, la represión policial de 2005 (1) ha contribuido a reforzar el movimiento.
Esto ha servido de lección al Estado (por ahora), cuya actuación trata de orientarse hacia una estrategia de división dentro del movimiento, denunciando la presencia de «violentos», «anarco-insurreccionalistas» o habitualmente de terroristas, al objeto de individualizar y aislar. Esta estrategia tiene como objetivo crear la habitual división entre buenos y malos, para tratar de negociar con los primeros y reprimir a los segundos. Pero no siempre estas maniobras surten efectos: participando hombro con hombro en los cortes, en las acampadas, en las barricadas, en las asambleas o compartiendo instantes de lucha, las relaciones se establecen tal como son, y no a través del código penal o de las mentiras de los periodistas.
Ekintza Zuzena
nota:
1) La noche del 6 de diciembre de 2005 en Venaus (Val Susa) la policía atacó salvajemente la acampada permanente montada meses atrás donde se debían iniciar los primeros sondeos. Los presentes aquella noche eran mayormente habitantes del valle, que sufrieron la brutalidad de las fuerzas policiales. Aquel día el estado perdía una partida: incluso aquellos que el día anterior habían ofrecido café a los policías se convencieron de que aquellos que tenían delante no eran humanos con un cerebro propio, sino máquinas dispuestas a obedecer cualquier orden. El 8 de diciembre una gran manifestación rebasó el fuerte despliegue policial, para dispersarse luego por las montañas y reagruparse en el lugar de la acampada, que fue reconquistado, expulsando a los policías que allí se encontraban y saboteando la maquinaria que allí se encontraba (el proceso en primer grado por estos hechos se ha resuelto con la condena a 1 año de cárcel para dos personas). Desde aquel día la acampada de Venaus continúa.
extraído del Dossier de la revista Ekintza Zuzena nº36.
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Para los que se obstinan en pensar que el razonamiento aquí detallado concierne solamente al limes del imperio, y no a su centro orgánico, para los que quieren de todos modos proyectar la escena del conflicto en otro lugar cualquiera con tal de que no sea aquí, en fin, para los que todavía continúan sintiéndose “en paz” con lo existente (o sea, con una existencia de paz), en el informe se simula una intervención de la OTAN en un teatro de operaciones en el cual las “ciudades de interés estratégico” no son ni Teherán (Irán), ni Pyongyang (Corea del Norte), ni –como hipótesis extrema– Pekín (China), sino que son las ciudades francesas de Rouen, Le Havre, Evreux y Dieppe.
El control preventivo y la represión de sublevaciones o insurrecciones eventuales se volverán cada vez más prerrogativas del ejército, el cual tendrá que efectuar, por tanto, verdaderas funciones de policía territorial, mientras ésta se “paramilitariza”. Además de controlar el territorio, el ejército tendrá que llevar a cabo actividades de gestión de la población civil: gestión física (refugiados, evacuados, etc.) y gestión psicológica (control y monopolio de las informaciones, relaciones con las autoridades locales, pero también con todas las realidades asociativas dispuestas a colaborar).
En esta perspectiva será necesario dotar a las fuerzas armadas de una adecuada preparación para conflictos urbanos, para evitar la histórica “incoercibilidad” de las “fuerzas rebeldes” en la guerra asimétrica. Al mismo tiempo, será preciso acostumbrar a la gente a ver a los militares patrullando las ciudades, para que nadie, por más avezado y/o aterrorizado que esté, se arriesgue a mover un dedo (ni siquiera el del medio).
Estamos dirigiéndonos hacia un “Estado militarizado”. Tanto las tropas asignadas a Pianura (Nápoles) como las que están en Via Padova (Milán) nos recuerdan que, de hecho, el año 2020 no está tan lejos.
Editorial Bardo Ediciones http://bardoediciones.net
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En los años de conformación del Movimiento de Liberación de la Mujer, se ha puesto especial énfasis en lo que se llama grupos sin Liderazgo y Estructura, como la principal si no la única forma organizativa del movimiento. El origen de esta idea se encuentra en la reacción natural contra la sociedad sobreestructurada, en la que estamos inmersos y contra el inevitable control sobre nuestras vidas que aquella confiere a otros, así como contra el continúo elitismo de la izquierda y grupos similares entre aquellos que supuestamente combaten esta sobreestructuración.
Por Jo Freeman
1972
Frente a la pantalla del ordenador, mientras toma su primer café, estudia los índices bursátiles. Las deudas soberanas europeas son poco fiables, la bolsa sigue en caída libre y el petróleo es demasiado inestable, han habido hallazgos inesperados. ¿Dónde invertir? Las curvas de los granos básicos están, a su gusto, demasiado planas.
Toma el teléfono y en segundos las agencias de prensa ofrecen nuevos titulares: graves sequías en países asiáticos; un informe de una agencia internacional alerta de un próximo déficit de alimentos en un Planeta de 7.000 millones de personas; se constata un importante aumento del consumo de carne; en Europa se estudia incrementar el uso de agrocombustibles…
Se anuda la corbata para salir al despacho a pocas calles de la central de Bolsa en Chicago, y de reojo vuelve a mirar la pantalla. Sonríe, la curva de los precios del grano apunta ya claramente hacia arriba.
La misma gráfica está ya en las computadoras de todo el Planeta. Se disparan las operaciones (y las operaciones conllevan disparos). Fondos de inversión de Goldman Sachs compran tierras agrícolas en Indonesia, Camboya y Uruguay; Cargill y ADM deciden retener grano en sus almacenes, pues en breve su precio se doblará; y en Argentina los terratenientes como José Ciccioli quieren agrandar sus propiedades donde cultivar soja… y dan instrucciones.
Ya es la hora de comer, toda la familia está en su rancho de Santiago del Estero (Argentina). Crisitian Ferreyra, éste pasado 16 de noviembre, ha invitado a tres compañeros del movimiento campesino que les aglutina (MOCASE-Vía Campesina). Les preocupa el avance de los inmensos monocultivos de soja que a tantos campesinos y campesinas de la zona están expulsando violentamente de sus tierras; y cuestionan el papel del gobernador Zamora y del poder judicial que todo lo permite.
Sin darles tiempo a reaccionar dos sicarios al servicio de los empresarios sojeros derrumban la puerta e increpan a Crisitian ― ¿Quién te crees que sos? Cristian no duda ― Somos los dueños de esta tierra, aquí vivimos, ¿ustedes quiénes se creen?
Dos balas globalizadas, dos disparos capitalistas, acaban con los veinticuatro años de Cristian.
Algunos diarios lo desmienten pero la especulación lo mató.
Gustavo Duch
22 de noviembre de 2011
fuente http://gustavoduch.wordpress.com/2011/11/22/muertes-globales/
“Se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender a las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y menesterosos” Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.
Por Ramón Germinal
Granada, julio-septiembre de 2004
No comemos la comida para la que genéticamente estamos preparados. Durante cien mil generaciones, la estirpe humana ha vivido como recolectora. Nuestros cuerpos se fueron conformando para digerir distintas clases de raíces, frutas y frutos de cáscara dura así como para digerir carne, caracú, vísceras, y por cierto, animales y plantas de mares y ríos.
Por Lasse Berg
El capitalismo moderno necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a ninguna autoridad, principio o conciencia moral -dispuestos, empero, a que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades en la maquinaria social-; a los que se pueda guiar sin recurrir a la fuerza, conducir, sin líderes, impulsar sin finalidad alguna -excepto la de cumplir, apresurarse, funcionar, seguir adelante.
Por Erich Fromm
Siendo en parte una expresión de angustia y agresión intensificadas, la ciudad amurallada reemplazó una imagen más antigua de tranquilidad rural y paz. Los primitivos bardos sumerios volvían la memoria hacia una edad de oro preurbana, cuando «no había serpiente ni escorpión, ni hiena ni león, ni perro salvaje ni lobo»; cuando «no había miedo ni terror, y el hombre no tenía rival».
Por Lewis Mumford
La sociedad desescolarizada, es una profunda crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías «modernas».
Por Ivan Illich
Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su momento. A través de ejemplos reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación escolarizada, Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:
«La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación –y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas.»
“Muchos estudiantes, en especial los que son pobres, saben intuitivamente qué hacen por ellos las escuelas. Los adiestran a confundir proceso y sustancia. Una vez que estos dos términos se hacen indistintos, se adopta una nueva lógica: cuanto más tratamiento haya, tanto mejor serán los resultados. Al alumno se le ‘escolariza’ de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y fluidez con capacidad para decir algo nuevo. A su imaginación se la ‘escolariza’ para que acepte servicio en vez de valor. Se confunde el tratamiento médico tomándolo por cuidado de la salud, el trabajo social por mejoramiento de la vida comunitaria, la protección policial por tranquilidad, el equilibrio militar por seguridad nacional, la mezquina lucha cotidiana por trabajo productivo. La salud, el saber, la dignidad, la independencia y el quehacer creativo quedan definidos como poco más que el desempeño de las instituciones que afirman servir a estos fines, y su mejoramiento se hace dependiente de la asignación de mayores recursos a la administración de hospitales, escuelas y demás organismos correspondientes.”
«(…) La institucionalización de los valores conduce inevitablemente a la contaminación física, a la polarización social y a la impotencia psicológica: tres dimensiones en un proceso de degradación global y de miseria modernizada. (…) Este proceso de degradación se acelera cuando unas necesidades no materiales son transformadas en demanda de bienes; cuando a la salud, a la educación, a la movilidad personal, al bienestar o a la cura psicológica se las define como el resultado de servicios o de ‘tratamientos’.
«Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es. Ambos consideran irresponsable el medicamentarse uno mismo, y ven a la organización comunitaria, cuando no es pagada por quienes detentan la autoridad, como una forma de agresión y subversión. Para ambos grupos, el apoyarse en el tratamiento institucional hace sospechoso el logro independiente.»
«Las burocracias del bienestar social pretenden un monopolio profesional, político y financiero sobre la imaginación social, fijando normas sobre qué es valedero y qué es factible. Este monopolio está en las raíces de la modernización de la pobreza. Cada necesidad simple para la cual se halla una respuesta institucional permite la invención de una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza.»
«El morir y la muerte han venido a quedar bajo la administración institucional del médico y de los empresarios de pompas fúnebres.»
«Una vez que una sociedad ha convertido ciertas necesidades básicas en demandas de bienes producidos científicamente, la pobreza queda definida por normas que los tecnócratas cambian a su tamaño. La pobreza se refiere entonces a aquellos que han quedado cortos respecto de un publicitado ideal de consumo en algún aspecto importante.»
Introducción extraída de http://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_Illich
Libro La sociedad desescolarizada (Deschooling Society), de 1971.
7º charla de Jiddu Krishnamurti. 5 de agosto de 1962
(…) Hablamos sobre el temor, y si es posible acaso librarse por completo de él, que es la reacción que surge cuando uno se da cuenta del peligro. Y (…) quisiera, si se me permite, hablar sobre la terminación del dolor; porque el miedo, el dolor y lo que llamamos amor siempre van juntos. Si no comprendemos el temor, no podremos comprender el dolor, ni podremos conocer ese estado de amor en el cual no hay contradicción, ni fricción.