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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Categoría: • General

No militar…

Sobre el azúcar

Publicada el 17/02/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

Lo que ocurre con el azúcar moreno es difícilmente comprensible. Este residuo no tiene la pureza del azúcar blanco (ni por tanto su efecto psicotrópico) y sí en cambio infinidad de productos perjudiciales acumulados durante su procesado industrial. No obstante goza de alta estimación entre muchos ecologistas y naturistas, que creen que es mejor que el azúcar blanco.

Por Ekintza Zuzena

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • General, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • TecnocidioEtiquetado como Efectos del azúcar sobre la salud, El poder curativo de los alimentos, revista Ekintza Zuzena, venenos cotidianosDejar un comentario

La ideología del adosado

Publicada el 09/02/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

En un libro de una extraña lucidez Todos propietarios [1], Jean-Luc Debry describe cómo la ideología «pequeño-burguesa» se ha impuesto en los grandes estratos de la sociedad. La obsesión por la higiene y la seguridad, el culto de la mercancía y de la propiedad privada, han reemplazado a las solidaridades y a la cultura de resistencia de las clases populares.

Por revista Ekintza Zuzena*

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El sujeto y el poder

Publicada el 23/12/2012 - 26/05/2021 por Ecotropía

Por qué estudiamos el poder: la cuestión del sujeto. Las ideas que desearía discutir aquí no representan ni una teoría, ni una metodología. En primer término me gustaría decir cuál ha sido el propósito de mi trabajo durante los últimos veinte años. Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tampoco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos. Mi trabajo ha lidiado con tres formas de objetivaciones, las cuales transforman a los seres humanos en sujetos. 

Por Michel Foucault

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La escuela obligatoria, un instrumento de segregación social programada (1)

Publicada el 22/12/2012 - 26/05/2021 por Ecotropía

La escuela es una pirámide con una base muy amplia a la que todos entran por obligación. Sin embargo, sólo la ínfima minoría de los que llegan a su punta tienen acceso a los instrumentos que dan poder y prestigio en la sociedad. Son ellos también los que definirán los estilos y los contenidos de la política y se beneficiarán de becas, viajes al extranjero y de los servicios médicos más caros. La subida hacia esta punta es un triage –un proceso de segregación- en el cual, fuera de una estrecha minoría, prácticamente todos serán reprobados.

Por Jean Robert

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Jaulas

Publicada el 04/12/2012 - 19/12/2020 por Ecotropía

Cuando pensamos en encierro y sufrimiento pensamos en cárcel; cuando pensamos en la cárcel, pensamos en castigo. Por desgracia nadie piensa en las personas (y resto de seres vivos con sentimientos y esperanzas) que se encuentran presos.

Por Antón FDR

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Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • PsicopatologíasEtiquetado como Antón FDR, autoritarismo, civilización capitalista, Civilización Industrial, colapso civilizatorio, Gilles Deleuze, Lewis Mumford, Megamáquina, Megasistema, Mijail BakuninDejar un comentario

La plenitud individualista. El sujeto en el nuevo capitalismo

Publicada el 27/11/2012 - 07/08/2024 por raas

En base a cuatro ensayos la autora analiza la sociedad capitalista actual, en la que el goce individual y la experiencia inmediata han reemplazado a la representación y a la construcción de un sentido colectivo. El individuo se convierte en un “capital humano” responsable de su insatisfacción social.

Por Evelyne Pieiller*
14-3-2007

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Cómo funciona el control mental con las noticias

Publicada el 12/11/2012 - 28/11/2012 por raas

En su objetivo esencial, la noticia «express», la «comida rápida» de la información, no está orientada a alimentar el conocimiento sino a promover la alienación y la ignorancia masiva. Es el recurso más efectivo que utiliza la estructura mediática para reconvertir al cerebro humano en un microchip repetidor de eslóganes al servicio de la dominación sin el uso de las armas.

En el sistema (nivelado como «mundo único»), sólo un minoría elabora (y consume) análisis o interpretaciones sobre los acontecimientos que se suceden en el planeta. A nivel masivo, las «noticias» o la «información» publicada se sintetizan en títulos, volantas, y párrafos cortos que se resumen en sí mismos. Nacen y mueren a la misma velocidad de la lectura.

No hay contexto, no hay historia, no hay relación ni causalidad entre acontecimiento y acontecimiento, y, las noticias, como las imágenes, sólo se fijan (y quedan) en la retina mientras las miramos, las leemos o las escuchamos. Para las agencias, diarios y grandes cadenas mediáticas (locales o internacionales), este formato de «consumo» es lo ideal.

La gente, dicen sus ejecutivos, siempre anda apurada. Y les hacemos el mundo fácil y simple de digerir. Así se niveló mundialmente la comunicación «express», la información de «consumo rápido», solo títulos, párrafos cortos, hechos memorizados fáciles de digerir y recordar. Y el «gran público» (el demandante masivo de información «express») se acostumbró a asimilar información «suelta» (sin porqué ni para qué) y sin analizar ni reflexionar sobre su autenticidad y origen.

Fácil y cortito, es la fórmula impuesta. Una especie de «mundo de eslóganes», que el «gran público» repite como un loro electrónico en su vida privada, en su trabajo, y en todos los chats y redes sociales donde le dejan inscribirse. Y la información «express», nivelada y manipulada a escala global, creó un mundo a su imagen y semejanza: El mundo de los «opinadores» compulsivos programados por los eslóganes sueltos de las noticias «express».

Y como emergente lógico, la función de la reflexión y el análisis (natural del humano), fue reemplazada por el «comentario» sin sostén, y por la especulación con los rumores y las teorías conspirativas sin fundamento racional.

Hay una primera explicación técnica: La función del periodismo del sistema no es promover el conocimiento (la comprensión razonada) de la noticia, sino promover el «debate» sin reglas, la discusión irracional y esquizofrénica (sin análisis ni información procesada) de los títulos difundidos como «imágenes sueltas» para producir atracción comercial.

Programar lectores, televidentes, o internautas con eslóganes que confrontan con otros eslóganes, es la función y misión esencial que surge de la estructura operativa del periodismo masivo que vende «noticias» como si fueran hamburguesas en la góndola. Y se produce el milagro buscado: El público masivo, el alienado programado (AP), consume información «express» de la misma manera que consume música, espectáculos, productos, hasta presidentes y normas de vida vendidos como si fueran desodorante de ambiente.

Esa sensación de «libertad sin fronteras» que les deja a los «opinadores» compulsivos la información de consumo rápido (como la comida chatarra de Mc Donalds) les permite, con total impunidad, «criticar» o  «juzgar» casi cualquier acontecimiento sin tener información ni elementos fundantes de análisis sobre lo que se discute. En este contexto, es muy común, por ejemplo, que un AP (alienado programado)  «opine» sobre el conflicto de Irán sin saber siquiera identificarlo en el mapa.

En su objetivo esencial, la noticia «express», la «comida rápida» de la información, no está orientada a alimentar el conocimiento sino a engordar la ignorancia masiva. Es el recurso más efectivo que utiliza la estructura mediática para reconvertir al cerebro humano en un microchip repetidor de eslóganes, mientras el sistema, gobiernos, bancos y empresas capitalistas (que financian a la estructura mediática) siguen depredando y haciendo negocios en el mundo real.

Desde el punto de vista de su utilización mediática, la noticia «express» se fundamenta y abreva en las técnicas del control mental.

Operativamente, el control mental es una técnica orientada a captar y/o manipular la conducta de las personas, controlando sus emociones y su capacidad de «reflexión», con la finalidad de direccionar comportamientos (sociales o individuales) hacia los fines buscados por el «controlador» (Gobiernos, grupos de poder, etc). Este modelo de manipulación de conducta social (el control mental) se resume en el «pensamiento de manada», donde el individuo resigna su  capacidad de «pensamiento propio» a cambio de protección por parte del líder (programador) del grupo.

Y el control mental, para que sea exitoso, necesita del «pensamiento sectario», cuya estructura está compuesta por un «receptor pasivo» (el manipulado con el control mental) y un «emisor activo (el líder programador). En este caso, el consumidor alienado de noticias «express» es el receptor pasivo, mientras que la estructura mediática de programación es el emisor activo. De manera tal que, dentro de este esquema funcional, no hay una identificación crítica  con la noticia (un feed back entre emisor y receptor), sino una memorización pasiva orientada a impedir la comprensión totalizada de los acontecimientos sobre los que aparentemente se «informa».

El resultante (que se puede verificar fácilmente): El lector, televidente o radioescucha se convierte en un difusor pasivo  de títulos (vaciados de contenidos críticos y reflexivos) que se retroalimentan como órdenes en el cerebro masivo. Esto crea la atomización esquizofrénica, y permite, por ejemplo, que el receptor, pase, sin ninguna conexión reflexiva ni emocional, de una noticia sobre la muerte de 200.000 personas en Haití, a otra sobre la última producción discográfica de un cantante de moda.

Y este fenómeno explica, a su vez, la indiferencia de las mayorías frente a exterminios militares en masa de seres humanos indefensos (como los de Israel en Gaza) que, sin mediar la alienación atomizante mediática, producirían reacciones masivas  contra sus perpetradores. Este efecto se produce por una operación reduccionista y atomizante con las noticias «express». Por ejemplo: Si yo titulo «Israel está en guerra con Hamás», sin aclarar que Israel es la potencia agresora y Hamás el agredido, lavo las operaciones de exterminio del Estado judío de toda connotación genocida.

Trasladada a cualquier otro plano, la función de las noticias «sueltas» (descontextualizadas y sin conexión entre sí) está orientada a impedir que las mayorías (a través del pensamiento reflexivo) tomen conciencia de quién es el dominador y quien el dominado.

Esta es la razón que justifica el bombardeo diario con «titulares» que presentan los acontecimientos descuartizados y despojados de todo sentido de totalidad interpretativa. Destruido su pensamiento crítico (por medio de la información descontextualizada y sin historia)  el alienado programado se masifica y se nivela en trasmisor pasivo de un único mensaje: El que difunde (a modo de un «Gran Hermano») la estructura mediática que comercia con las «noticias».

La estructura del «pensamiento de manada» se traduce en un axioma funcional: El sistema no quiere que pienses por ti mismo, sino que obedezcas órdenes. Estas órdenes (en la era del control mental) no son militares sino «persuasivas». No actúan por imposición física (la tortura y el miedo a la muerte), sino por imposición psicológica (la «persuasión» social).

La etapa de la «colonización de las sociedades» con el consumo de productos, comenzada en la década del 60, posibilitó la era de la «colonización mental» con el consumo de información perfeccionada con el advenimiento masivo de Internet y de las comunicaciones globalizadas en la década del 90.

Cuando el sistema capitalista trasnacional, por medio del consumo, niveló un «modelo único de pensamiento», sentó las bases psicosociales para el control político-ideológico por medio de la información periodística manipulada por operaciones psicológicas. De manera tal, que las  técnicas y estrategias del control mental se revalorizaron dentro de métodos científicos de direccionamiento de conducta de masas, y se convirtieron en una eficiente estrategia de dominio sin el uso de las armas.

Mediante la manipulación y direccionamiento de conducta por medios psicológicos el individuo-masa se convierte en «soldado cooperante» de los planes de dominio y control social establecidos por el capitalismo trasnacional y la potencia imperialista regente de turno. Es a la vez, víctima y victimario, de las operaciones psicológicas, ya que se convierte en una célula consumista-trasmisora tanto de planes de consumismo capitalista como de planes de control y represión social manipulados sin el uso de las armas.

Las noticias «express», la información de «consumo rápido», son la columna vertebral de esta estrategia.

Manuel Freytas *
manuelfreytas@iarnoticias.com
31-Octubre-2012

* Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.

fuente www.iarnoticias.com/2012/secciones/contrainformacion/0013_control_noticias_31oct2012.html

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El anarquismo y la política del resentimiento

Publicada el 30/10/2012 - 28/06/2022 por Ecotropía

Este ensayo expone una crítica al anarquismo clásico, utilizando el concepto nietzscheano de “resentimiento” y las ideas de Michel Foucault sobre el poder. Aunque las críticas de Newman al anarquismo clásico, en su intención de definir su concepto de “post- anarquismo”, tienden a favorecer la identidad individual sobre la acción revolucionaria colectiva, tiene entre sus aspectos más importantes, la necesidad de establecer que el anarquismo es más que una simple reacción contra el Estado, y el hecho de que “nacemos en un mundo diseñado por el poder, no en un mundo <natural> escindido del poder”.

Por Saul Newman*

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(libro) Teoría de la clase ociosa

Publicada el 09/10/2012 - 29/07/2021 por Ecotropía

Introducción del libro escrito en 1899 por el sociólogo y economista estadounidense.

Por Thorstein Veblen

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(libro) Desarrollo a escala humana. Opciones para el futuro*

Publicada el 21/09/2012 - 12/09/2018 por raas

Este documento cristaliza un trabajo esencialmente transdisciplinario realizado por un equipo de investigadores de distintos países de América Latina. El trabajo fue preparado a lo largo de un año y medio con la colaboración de profesionales de Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, México, Brasil, Canadá y Suecia, dedicados a disciplinas tales como economía, sociología, psiquiatría, filosofía, ciencia política, geografía, antropología, periodismo, ingeniería y derecho. Los participantes constituyeron un grupo estable de reflexión e investigación colectiva que se reunió, en el curso de los dieciocho meses de trabajo, en tres seminarios-talleres, manteniendo contacto intelectual estrecho y permanente desde el comienzo hasta el término del proyecto. Además del grupo estable, cuya continuidad permitió profundizar la reflexión colectiva en torno a problemáticas específicas del desarrollo, hubo invitados especiales en cada una de las reuniones.

Por Manfred Max-Neef / Antonio Elizalde / Martín Hopenhayn [1]

Prefacio a la edición original

Los principales insumos para este trabajo lo constituyen los relatorios de cada uno de los Seminarios-Talleres y distintos documentos producidos por los participantes. La redacción final estuvo a cargo del equipo del CEPAUR y apunta más a integrar de manera coherente la diversidad de los aportes que a reflejar la opinión particular de cada uno de los participantes.

La propuesta que aquí se contiene constituye un aporte para la filosofía del desarrollo. Pretende por lo tanto, ser un aporte sugerente, susceptible de ahondarse en cualesquiera de los múltiples ámbitos que aborda.

El proyecto fue realizado de manera conjunta por el Centro de Alternativas de Desarrollo de Chile (CEPAUR) y por la Fundación Dag Hammarskjöld de Suecia. Nació de la necesidad de situar en el contexto latinoamericano y a la luz de los cambios de escenario ocurridos durante el último decenio, la propuesta contenida en el Informe Dag Hammarskjöld de 1975 Qué hacer: Otro Desarrollo. El texto resultante aspira a tener como interlocutores a agentes del desarrollo regional, planificadores y políticos, grupos de desarrollo local, académicos de diferentes disciplinas relevantes para el desarrollo, foros internacionales y profesionales e intelectuales dedicados a pensar caminos de humanización para un mundo en crisis.

La propuesta contenida en este trabajo es, pues, un esfuerzo por integrar líneas de reflexión, de investigación y de acción que puedan constituir un aporte sustancial para la construcción de un nuevo paradigma del desarrollo, menos mecanicista y más humano.

Primera parte. Relectura de la crisis latinoamericana

I. América Latina: crisis y perplejidad

Crisis de propuestas y crisis de utopías

Hoy es casi un lugar común afirmar que América Latina está en crisis. Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han hecho de la crisis, por lo que el diagnóstico de la enfermedad parece estar completo, por lo menos en sus contenidos más profundos y trascendentes. Lo que aún no ha generado consenso es el tratamiento, debido a la complejidad del cuadro que se nos presenta. La perplejidad, resultante de una situación a la que no le reconocemos precedentes similares, nos ha mantenido en una especie de callejón sin salida, que bloquea el paso hacia soluciones imaginativas, novedosas y audaces. Se intuye con claridad que las recetas convencionales y tradicionales, de cualquier trinchera que vengan, no funcionarán. Sin embargo, hay una especie de temor paralizante que inhibe el diseño de los caminos radicalmente distintos que pudieran eventualmente sacarnos del embrollo.

El temor es entendible, porque no es nada fácil renunciar a diseños estratégicos o construcciones teóricas e ideológicas en las que se han cimentado durante largo tiempo no sólo creencias, construcciones y esperanzas, sino incluso pasiones. Pero el hecho es que la magnitud de la crisis parece trascender nuestra capacidad de asimilarla e internalizarla plenamente. Después de todo, no se trata de una crisis clara. No es sólo económica, ni es sólo social, cultural o política. De alguna manera, es una convergencia de todas ellas pero que, en su agregación, resulta en una totalidad que es más que la suma de sus partes.

En lo político, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las instituciones políticas representativas frente a la acción de las élites del poder financiero, por la internacionalización creciente de las decisiones políticas y por la falta de control que la ciudadanía tiene sobre las burocracias públicas. Contribuyen también a la configuración de un universo político carente de fundamento ético, la tecnificación del control de la vida social, la carrera armamentista y la falta de una cultura democrática arraigada en las sociedades latinoamericanas. En lo social, la creciente fragmentación de identidades socioculturales, la falta de integración y comunicación entre movimientos sociales, la creciente exclusión social y política y el empobrecimiento de grandes masas, han hecho inmanejables los conflictos en el seno de las sociedades, a la vez que imposibilitan las respuestas constructivas a tales conflictos. En lo económico, el sistema de dominación sufre actualmente cambios profundos, donde inciden de manera sustancial la mundialización de la economía, el auge del capital financiero con su enorme poder concentrador, la crisis del Estado de Bienestar, la creciente participación del complejo militar en la vida económica de los países, y los múltiples efectos de las sucesivas oleadas tecnológicas en los patrones de producción y consumo.

Todo esto sorprende a los países en desarrollo en una terrible desventaja y los obliga —con la complicidad de gobernantes y clases dominantes— a enormes sacrificios y costos sociales para ‘sanear’ sus sistemas financieros y pagar los tan mentados servicios de deudas con los acreedores del mundo industrializado. Ante este panorama incierto, más desolador que halagador, las respuestas de búsquedas y alternativas al autoritarismo, al neoliberalismo, al desarrollismo y al populismo, se empantanan en programas inmediatistas, y en balbuceos reactivos, o se reducen a la reivindicación y recuperación de los ‘niveles históricos’.

Al tratar de identificarla con un nombre, nos hemos inclinado por llamarla la crisis de la utopía, porque su manifestación más grave nos parece el hecho de que estamos perdiendo —si es que no hemos perdido ya— nuestra capacidad de soñar. Nos debatimos en un agotador insomnio que nos impide la lucidez imprescindible para enfrentar con vigor e imaginación nuestros problemas. Nos hemos convertido, en cambio, en una especie de somnolientos administradores de una crisis a la que intuimos imposible de resolver por nuestros propios medios. Esta somnolencia en que nos hace desembocar la crisis de la utopía se manifiesta con muchos rostros: el derrotismo, la desmovilización, la abulia, el individualismo exacerbado, el miedo, la angustia y el cinismo.

Los campos en los que en el pasado —con o sin éxito— luchamos por nuestras propias causas, hoy nos parecen como cubiertos de bruma. Nuestras razones se hacen difusas, y los que aún mantenemos una voluntad de lucha, acabamos, sin darnos cuenta, emprendiendo luchas que nos son ajenas. De allí que nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrarnos con nosotros mismos y convencernos además de que el mejor desarrollo al que podemos aspirar —más allá de cualquier indicador convencional que, más que nada, ha servido para acomplejarnos— será el desarrollo de los países y culturas capaces de ser coherentes consigo mismas.

La propuesta contenida en este documento no pretende ser la solución final para superar nuestra crisis. Sin embargo, es un camino posible. Es una opción surgida de una larga reflexión colectiva por parte de un grupo de latinoamericanos que, acompañados en la jornada por amigos solidarios de Suecia y Canadá, han decidido compartir los resultados de su recuperada capacidad de soñar.

Limitaciones para nuestro desarrollo

Si limitamos nuestro análisis a los componentes económicos de la crisis, y observamos su comportamiento histórico a través de las políticas económicas y de desarrollo que se han aplicado en Latinoamérica durante las últimas cuatro décadas, lo primero que detectamos es un claro proceso pendular. Los períodos de expansión acaban generando desequilibrios financieros y monetarios que derivan en respuestas estabilizadoras que, a su vez, acaban generando elevados costos sociales, lo que induce a nuevos impulsos de expansión.

En este juego pendular se confrontan las dos grandes concepciones económicas que han dominado el panorama de América Latina: el desarrollismo y el monetarismo neo-liberal. Ambas comparten el no haber logrado lo que originalmente se propusieron, pero cada cual de manera distinta y por razones distintas. Por otra parte, no todo es negativo en un fracaso, de manera que vale la pena dedicar algunas reflexiones al sello que cada una de estas concepciones ha dejado impreso en la historia económica y socio-política de la región.

Frustraciones del desarrollismo y del monetarismo

El desarrollismo fue una experiencia profundamente movilizadora. Fue generadora de ideas y de corrientes de pensamiento. Es durante el período de su predominio en que surge no sólo la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que le da su gran impulso, sino el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación LatinoAmericana de Libre Comercio (ALALC), el Pacto Andino y otras importantes iniciativas regionales como la Alianza para el Progreso. En los contextos nacionales aparecen las instituciones de planificación, las corporaciones de fomento de la producción en sus distintas versiones, las políticas que impulsan la industrialización y revierten la composición demográfica de países hasta entonces predominantemente rurales, las reformas bancarias, el mejoramiento de los sistemas estadísticos, la promoción popular y los variados intentos de reformas estructurales. Surgen, además, los primeros argumentos y tesis sólidas que apuntan a la defensa de nuestras exportaciones, afectadas —como logra demostrarse— por un deterioro constante de los términos de intercambio. Por último, son economistas latinoamericanos adscritos al pensamiento desarrollista quienes aparecen como actores determinantes de la creación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta tiene pleno sentido hablar de un pensamiento cepalino o de una filosofía del BID. Existen posiciones que generan debate. Hay una efervescencia creativa indiscutible. Los centros de poder del norte contraargumentan, pero, por primera vez, a la defensiva. Todo ello empieza a diluirse en la década siguiente, y los organismos internacionales latinoamericanos comienzan a perder su identidad original. El monetarismo neo-liberal, que había hecho sus incursiones esporádicas sin lograr imponer su carácter más allá de episodios coyunturales de estabilización comienza a irrumpir con toda su energía.

El fracaso del desarrollismo no puede, ciertamente, atribuirse ni a falta de ideas ni a pobreza de creatividad. Por el contrario, sus aportes han sido formidables en cuanto a crear una infraestructura económica rica y diversificada. Las razones de su fracaso se han debido fundamentalmente a su propia incapacidad para controlar los desequilibrios monetarios y financieros, a que la estructura productiva que generó —especialmente la industria— resultó tremendamente concentradora, y a que su enfoque del desarrollo, predominantemente económico, descuidó otros procesos sociales y políticos que comenzaban a emerger con fuerza y gravitación crecientes, especialmente después del triunfo de la revolución cubana.

La historia del neo-liberalismo monetarista es otra y bien distinta. Si el desarrollismo fue generador de pensamiento, el monetarismo ha sido fabricante de recetas: por lo menos el que hemos visto aplicado en nuestros países. En nuestro medio no es posible detectar propiamente un pensamiento o una filosofía neo-liberales. Ello no se debe, por cierto, a que la mencionada escuela carezca de tales sustentos. Basta leer para ello a los economistas austríacos. El problema radica en que el esquema aquí aplicado ha sido el de un neo-liberalismo inculto, dogmático y fuera de contexto.

A diferencia del desarrollismo, el neo-liberalismo monetarista ha fracasado en un período mucho más breve y de manera mucho más estrepitosa. Más aún, se parece a un derrumbe fenicio, que nada deja después de su paso excepto un inmenso vacío. El que hoy en día sólo logre sustentarse en América Latina, con el apoyo de regímenes dictatoriales o pseudo-democráticos, es prueba suficiente de que la presión generada por los costos sociales sólo puede mantenerse bajo la aplicación de medidas represivas.

Suponiendo, empero, que el neo-liberalismo monetarista se hubiese aplicado de manera acorde con la riqueza del pensamiento de sus creadores, especialmente austríacos, su fracaso, en el contexto latinoamericano, habría sido igualmente inevitable. Esto es así al menos por tres razones. Primero, porque a pesar de poder impulsar el crecimiento económico, no es generador de desarrollo en el sentido amplio que hoy lo entendemos. Segundo, porque sus supuestos de racionalidad económica son profundamente mecanicistas e inadaptables, por lo tanto, a las condiciones de países pobres, donde la miseria no puede erradicarse como consecuencia de la liberalización de un mercado del que los pobres se encuentran, de hecho, marginados. Tercero, porque en mercados restringidos y oligopólicos, donde los grupos de poder económico no se enfrentan a fuerzas capaces de limitar su comportamiento, la actividad económica se orienta con sentido especulativo, lo que deriva en resultados concentradores que son socialmente inaguantables.

Hay que destacar, por último, que ambas concepciones económicas han compartido algunos elementos, aunque con distinta intensidad. Las dos han pecado de mecanicistas y de provocar resultados económicos concentradores. Para el neo-liberalismo, el crecimiento es su fin en sí mismo y la concentración se acepta como una consecuencia natural. Para el desarrollismo, el crecimiento es una condición económica que conllevará desarrollo. Ambas suponen que la concentración estimula el crecimiento, lo cual es demostrable estadísticamente, —pero, mientras el neo-liberalismo no ve necesidad alguna de limitarla, el desarrollismo, que sí reconoce límites, no logra controlarla. El desenlace de esta historia de cuarenta años es incierta, finalmente, en la situación de perplejidad en que hoy nos encontramos.

Reacciones ante las frustraciones

Hay diferentes reacciones frente a la situación actual. Están, por ejemplo, los que sostienen que, después de todo, el naufragio no se ha producido. Argumentan para ello que durante las últimas dos décadas y media los niveles de ingreso se han más que duplicado, que ha habido una notable expansión del producto y que se han multiplicado las exportaciones. Todo ello es cierto.

Sin embargo, están los que exhiben la otra cara de la realidad: el agravamiento de la pobreza en los sectores populares, el hecho de que algo más de un tercio de la población económicamente activa se debate entre el desempleo y el subempleo, el agravamiento de los grandes déficits sociales, especialmente la vivienda, y, por último, una deuda externa que, al margen de las consideraciones éticas respecto de lo que tendríamos o no tendríamos que hacer, resulta claramente impagable a menos que agravemos nuestra pobreza y agotemos nuestros recursos hasta límites estructuralmente irreversibles.

Hay quienes ven la posibilidad de que, al enmendar ciertos errores, es posible revitalizar esquemas que resultaron atractivos en el pasado. Otros, como es el caso de los autores de este documento, ven un inmenso espacio abierto para diseñar alternativas radicalmente distintas. La segunda posición se sustenta no sólo en la percepción de una experiencia histórica agotada, sino en algunos errores graves que podrían cometerse al aplicar soluciones convencionales para escapar de la crisis.

Al enfrentar el futuro se corre el riesgo de caer en errores de percepción o de equivocarse en la acción. En materia de percepción se cometen dos errores graves. El primero es pensar que la crisis económica latinoamericana es atribuible a la crisis externa. El segundo, que se desprende del anterior, es suponer que nuestra depresión es coyuntural. Si bien es cierto que las condiciones externas influyen en economías dependientes y vulnerables como las nuestras, no es menos cierto que una recuperación de la economía capitalista del norte no tendría necesariamente efectos significativos para nuestra propia recuperación. Las razones se desprenden de los errores que pueden cometerse en materia de acciones, y que señalamos a continuación.

Sería totalmente ilusorio sustentar una estrategia de desarrollo futura en la expansión de las exportaciones de productos primarios, por la sencilla razón de que todo indica que el grueso de ellos mantendrán, por diversas razones, condiciones desfavorables en los términos de intercambio, mientras otros comienzan a ser desplazados por sustitutos más eficientes. Del mismo modo, una estrategia sustentada en la diversificación de las exportaciones, entendida ésta como exportación de manufacturas, se estrellaría inevitablemente contra las políticas proteccionistas de las potencias del norte. Suponer, por otra parte, un desarrollo apoyado en las contribuciones externas de capital, queda descartado de plano por el gravísimo e irresoluble estado en que nos mantiene el endeudamiento.

De lo dicho se desprende que nuestra situación dista mucho de ser coyuntural. De allí que resulta inevitable, en nuestra opinión, desplegar todos los esfuerzos posibles para diseñar alternativas imaginativas pero viables. Las condiciones de tal —o de tales— alternativas parecen bastante claras. Por una parte, si las dos concepciones económicas que han dominado el escenario latinoamericano no han logrado satisfacer las legítimas carencias de las mayorías latinoamericanas, una nueva concepción ha de orientarse primordialmente hacia la adecuada satisfacción de las necesidades humanas. Por otra parte, si el desarrollo futuro no puede sustentarse en la expansión de las exportaciones (por las barreras descritas), ni en sustanciales aportes de capital foráneo por las dramáticas limitaciones que impone la deuda externa, la nueva concepción ha de orientarse inevitablemente hacia la generación de una creciente autodependencia.

Objetivos del Desarrollo a Escala Humana

Este trabajo propone, como perspectiva que permita abrir nuevas líneas de acción, un Desarrollo a Escala Humana. Tal desarrollo se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado.

Necesidades humanas, autodependencia y articulaciones orgánicas, son los pilares fundamentales que sustentan el Desarrollo a Escala Humana. Pero para servir a su propósito sustentador deben, a su vez, apoyarse sobre una base sólida. Esa base se construye a partir del protagonismo real de las personas, como consecuencia de privilegiar tanto la diversidad como la autonomía de espacios en que el protagonismo sea realmente posible. Lograr la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto del desarrollo es, entre otras cosas, un problema de escala; porque no hay protagonismo posible en sistemas gigantísticos organizados jerárquicamente desde arriba hacia abajo.

El Desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más directa y participativa, puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado latinoamericano, en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas.

Estado y participación social en América Latina

Sin pretender realizar un análisis histórico o sociológico sobre los modelos de Estado en la región, parece importante, empero, constatar la incapacidad histórica de tales modelos para la plena promoción de espacios de participación popular.

A los procesos de independencia y constitución de estados nacionales en América Latina siguieron procesos de desarrollo impulsados y controlados por las oligarquías nacionales. Estos se desenvolvieron en el marco de democracias liberales y tuvieron por objetivo el desarrollo capitalista y la integración con los mercados externos. Pero estas democracias excluyeron de la vida política a las masas populares, privándolas de canales de participación social o de presión política.

Este carácter ostensiblemente restringido de los espacios de participación y de los beneficios sociales del desarrollo capitalista-oligopólico precipitó la crisis del Estado oligárquico. Una nueva fase en la modalidad estatal fue la de los regímenes populistas-nacionalistas, que intentaron combinar mayor participación popular con la formulación de proyectos nacionales homogéneos que permitieron una modernización más ágil y sólida de la nación. Estos sistemas abrieron canales de representación política —el sufragio universal—, y crearon mecanismos de representación sectorial. Como forma de gobierno, el principal aporte del populismo fue el reconocimiento de grupos sociales hasta entonces excluidos del concierto político. Puesto que el Estado mismo se hizo cargo de este proceso de incorporación de nuevos actores al desarrollo, esto redundó en un considerable aumento de su función reguladora. A la mayor participación política de sectores incorporados a la vida socio-política acompañaron políticas redistributivas piloteadas por el Estado.

Si bien este modelo estatal tuvo la fuerza de legitimarse frente al tradicional Estado oligárquico, el Estado populista necesitó, por su propia precariedad frente a grupos internos de poder económico y a las presiones imperialistas de países ricos, consolidar de manera compulsiva proyectos nacionales homogéneos. Estos proyectos no fueron capaces de reflejar la heterogeneidad de sectores y comunidades que componen la sociedad civil, de modo que la participación social y el protagonismo popular se vieron socavados por el autoritarismo implícito en el ‘proyecto único’, y por mecanismos burocráticos y paternalistas que reforzaron la verticalidad y la concentración de poder.

La tensión entre proyectos homogéneos y diversidad de actores sociales que claman por mayor protagonismo, se repite en la ola de regímenes progresistas que ocuparon buena parte del escenario político en muchos países de la región. Tales Estados no buscaron legitimación mediante la democracia política —y esto los diferencia de los populismos constituidos por sufragio universal— sino a través del respaldo popular obtenido mediante la expansión de conquistas sociales y nacionales, y a través del control sindical de tipo corporativo en muchas de las funciones del Estado.

Los regímenes políticamente autoritarios, y liberales a ultranza en lo económico, han sido los más representativos del último decenio, muy especialmente en el Cono Sur de América Latina. En ellos se combina la concentración del poder político (acompañado de represión física y psicológica sobre la población civil) con la privación para amplios sectores de los beneficios sociales y económicos que habían conquistado bajo el alero de gobiernos populistas o progresistas. Es en estos regímenes represivos, de corte neoliberal, donde la participación social y el protagonismo popular se han visto más devastados.

Pero es precisamente en estos regímenes, y frente a esta crisis aguda, donde las oposiciones democráticas revalorizan la necesidad de fundar un orden basado en la articulación de la democracia política con la participación social. Es en esta dirección que apunta, también, el presente documento. La alternativa, en las actuales condiciones, gira menos entorno a opciones ideológicas estereotipadas que en la posibilidad de combinar procesos de desconcentración económica, descentralización política, fortalecimiento de instituciones auténticamente democráticas y autonomía creciente de los movimientos sociales emergentes.

El desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende hacia la capacidad de la propia sociedad civil para movilizarse y adecuar un orden político representativo a los proyectos de los diversos y heterogéneos sujetos sociales. La pregunta candente, no sólo para un Estado democrático, sino también para una sociedad y una cultura democrática en la región, no es ya cómo contener la diversidad, sino cómo respetarla y estimularla. Al respecto, un tipo de desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la multiplicidad de matrices culturales dispersas en la sociedad civil, no puede eludir la tarea de consolidar prácticas y mecanismos que comuniquen, socialicen y rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el cuerpo social.

Estos procesos de protagonismo creciente resultan, pues, decisivos para articular proyectos que expandan la autonomía nacional y que socialicen de manera más equitativa los frutos del desarrollo económico. De allí que sea indispensable zanjar la creciente atomización de movimientos sociales, identidades culturales y estrategias comunitarias. Articular estos movimientos, identidades, estrategias y demandas sociales en propuestas globales no es posible mediante la homogeneización que caracterizó a los populismos o nacionalismos. Requiere, por parte del Estado, nuevos mecanismos institucionales capaces de conciliar participación con heterogeneidad, formas más activas de representatividad y mayor receptividad en cada una de las instancias públicas.

No es el objetivo del presente documento desarrollar una propuesta en torno al modelo de Estado adecuado para la promoción de un Desarrollo a Escala Humana. Nuestro énfasis recae en las exigencias para y desde la propia sociedad civil. Esto no implica en absoluto la minimización de la problemática del Estado, sino la voluntad de complementar propuestas políticas para el Estado con la perspectiva de los actores sociales, de la participación social y de las comunidades y del potencial que en sí mismos puedan contener. Nuestro énfasis en una democracia social o bien en una democracia de la cotidianeidad no obedece a la despreocupación por la democracia política, sino a la convicción de que sólo rescatando la dimensión ‘molecular’ de lo social (micro-organizaciones, espacios locales, relaciones a Escala Humana) tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una cultura democrática. Compartimos en este sentido la idea de que, para evitar la atomización y la exclusión, sea en lo político, en lo social o en lo cultural, es imprescindible generar nuevas formas de concebir y practicar la política. El presente documento no pretende describir tales formas, sino abrir —siempre abrir— espacios de reflexión y de sensibilización que expandan la conciencia crítica ante lo que vivimos y promuevan una sensación de urgencia por nuevos caminos de acción política.

Hábitos y sesgos en los discursos del desarrollo

Mas allá de la apretada síntesis de los acápites precedentes, nuestra reflexión compartida nos ha permitido concretar algunas conclusiones que amplían el contexto de la problemática urgente de modificar sustancialmente nuestros conceptos y enfoque de desarrollo.

Vivimos y trabajamos una historia que desconoce la subhistoria que la hace posible. De allí que observamos cotidianamente las graves desarticulaciones que se dan entre las actuaciones de las cúpulas políticas y las aspiraciones e impulsos que se desencadenan en los sectores populares. Buscamos justificación para nuestras acciones en los planteamientos o pensamientos que atribuimos a nuestro difunto héroe de turno, sin siquiera percatarnos de la sabiduría del hombre y la mujer que siembran el maíz y que, al compartirlo en la olla común, logran sobrevivir, no por lo que hemos hecho, sino a pesar de lo que no hemos hecho.

Vivimos y trabajamos modelos de sociedad que desconocen la complejidad creciente de la sociedad real en que estamos inmersos. De allí que observamos el quehacer febril y obsesionado de los tecnócratas que diseñan soluciones antes de haber identificado el ámbito real de los problemas. La justificación de los modelos las buscamos en los modelos mismos, de manera que cuando las soluciones fracasan, no es por fallas del modelo, sino por trampas que hace la realidad. Esa realidad que se hace presente no se percibe como un desafío que hay que enfrentar, sino como un obstáculo que hay que domesticar imprimiendo aún mayor fuerza en la aplicación reincidente del modelo.

Vivimos y trabajamos la importancia orientadora de nuestros conocimientos formales adquiridos. De allí que observamos en tantos dirigentes un miedo patológico al protagonismo y a la libertad. El pueblo está para ser orientado, aún por aquellos que se dan el lujo de desconocer la orientación del pueblo. Así se diseñan programas para concientizar, porque por alguna extraña razón, se supone que el que sufre no sabe por qué sufre, y al que le va mal no sabe qué es lo que lo aqueja.

Vivimos y trabajamos la construcción de un orden, sin entender lo que es ordenable ni lo que estamos ordenando. De allí que observamos el culto fetichista por la forma como manera de ocultar el temor inconsciente a las incertidumbres que encierra el fondo. Confundimos así la ley con la justicia y el reglamento con la eficiencia. Identificamos la generosidad con la limosna y la participación con la reivindicación concedida. Utilizamos las palabras sin respetar su contenido y acabamos así construyendo caricaturas en vez de contextos coherentes en los cuales sustentar la construcción de nuestros proyectos de vida individuales y colectivos.

Conscientes de todo lo expuesto, la propuesta que hemos elaborado no es un modelo. Es una opción abierta que sólo se justifica en la medida en que se la asuma y entienda como construcción permanente. Nada en ella pretende exhibir el rango de solución definitiva, porque entendemos que el ser humano y todo su entorno son componentes de un fluir permanente que no pudo detenerse con milenarismos ni menos con ocasionalismos.

*Publicado en: Development Dialogue, Numero especial 1986. CEPAUR, Fundacion Dag Hammarskjold.

Nota:
[1] Con la colaboración de: Felipe Herrera, Hugo Zemelman, Jorge Jatobá, Luis Weinstein.

Primera parte del libro ‘Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro’, de Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, Santiago (Chile), otoño de 1986.

fuente http://habitat.aq.upm.es/deh/

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Plan ciudadano para actuar en caso de accidente nuclear

Publicada el 27/08/2012 - 19/10/2022 por raas

Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) Cátedra de Biología Evolutiva (Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba)

Autor: Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo, Colaboraron: Nayla Azzinnari (Revisión) , Alejandro Noriega (Apoyo Gráfico)

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(libro) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia

Publicada el 02/08/2012 - 28/06/2022 por Ecotropía

Capitalismo y esquizofrenia es una obra teórica en dos volúmenes (El Anti-Edipo de 1972 y Mil Mesetas de 1980) escrita por los autores franceses. Mil mesetas (en francés: Mille Plateaux, 1980) es el segundo volumen de Capitalismo y esquizofrenia. El libro está escrito en una serie de «mesetas», un concepto derivado de Gregory Bateson, identificadas por una fecha y un título particular. Cada una se refiere a una era o fecha que haya tenido un rol central en el mundo. El libro refleja el rechazo de Deleuze y Guattari hacia la organización jerárquica arborescente en favor de un crecimiento rizomático menos estructurado. Un concepto central del libro opone la máquina de guerra nómada al aparato estatal. En la última meseta se invoca la mecanósfera.

Por Gilles Deleuze y Félix Guattari

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La urbe totalitaria

Publicada el 29/07/2012 - 08/10/2024 por Ecotropía

Los dirigentes democráticos han conseguido por medios técnicos lo que los regímenes totalitarios lograron por medios políticos y policiales: la masificación por el aislamiento total, la movilidad incesante y el control absoluto. La urbe contemporánea es suavemente totalitaria porque es la realización de la utopía nazi-estalinista sin gulags ni ruido de cristales rotos.

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(libro) Energía y equidad

Publicada el 13/06/2012 - 13/06/2022 por Ecotropía

«Cuando el lector se enfrenta por primera vez al texto de Energía y equidad, debería tener en cuenta que en realidad está leyendo un estudio de caso empleado por el autor para demostrar una tesis ya avanzada en otro de sus escritos. En palabras del propio Illich, «Energía y equidad no es sino un postfacio de La convivencialidad». Parece lógico, por tanto, introducir un breve análisis de lo señalado en este texto antes de continuar.

La idea principal, o tesis, que Illich plantea en La convivencialidad es que las sociedades en vías de desarrollo deben imponer límites al progreso industrial, para evitar que en ellas se produzcan las nefastas transformaciones socioculturales que ya experimentan las sociedades desarrolladas. Illich identifica diferentes efectos perversos provocados por el progreso industrial sobre el hombre y, en todos ellos, el elemento común que los define es la pérdida de libertad del individuo y de su capacidad para expresarse, pensar y obrar como ser individual.

Pero, ¿cómo ha podido producirse tal transformación sin que la sociedad se haya revelado? Precisamente por la ausencia de límites al desarrollo tecnológico. En pos de un mejor modo de vida, o bienestar, la sociedad ha permitido que el desarrollo tecnológico perfeccionase herramientas primero, máquinas después y autómatas por último, que aliviasen el esfuerzo de habitar. Pero debido a esta dependencia del bienestar, el individuo se ha vuelto débil y sumiso ante las instituciones, la tecnología y el progreso, las verdaderas productoras y controladoras del bien deseado.

La paradoja de esta sumisión está en que el estándar de vida ideal sólo es posible para unos pocos individuos, ya que los recursos naturales no son suficientes para proveerle a todo el mundo el nivel de confort soñado. En consecuencia, el individuo se somete cada vez más a sus dominadores con la esperanza de alcanzar un pedazo del bienestar ideal, quedando completamente anulado como ser libre. Ante tal panorama, Illich plantea como única solución para garantizar una sociedad libre y en equilibrio con su entorno el establecimiento voluntario de unos umbrales de crecimiento por parte de la sociedad». Sonia Freire Trigo

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Desarrollo tecnológico: ¿revolución, reacción o resistencia?

Publicada el 09/06/2012 - 19/12/2012 por raas

Examen de la crisis energética que el consumismo está llevando a extremos cada vez más inviables. Y cómo se cruza con la temporalidad humana y la militarización cada vez más generalizada. ¿Necesitamos revolución social o resistencia?

Desquicio energético gastándonos “la luz acumulada de los veranos paleozoicos”

Para abordar, una vez más, la crisis planetaria y el despilfarro en que la humanidad ha sido introducida tengo un tropiezo estrictamente personal.

Preámbulo situacional: Benjamin y nuestra temporalidad

1. Hay como un lugar común que afirma que se es anarco a los 20, socialdemócrata a los 40 y reaccionario de tomo y lomo a los 60…
Siempre he rechazado semejante ciclo; jamás supe cumplirlo, y comparto en cambio, desde lo más íntimo, lo planteado por Saramago en sus 80, de que era más libre que nunca, y por lo tanto con una mirada potencialmente más crítica que nunca.
Y bien. Así me siento, sobrepasado los 60.

Benjamin tiene páginas de sabiduría magistral para entrever el dominio de una técnica cada vez más deshumanizada, para entender la sordidez de un desarrollo tecnocientífico centrado en sí mismo. Tal es, por ejemplo, lo que podemos releer en sus tesis sobre historia.

Empero, como hombre de su tiempo, impregnado, presumo, de la historicidad marxiana, ve lo atroz en el pasado. La figura del ángel de Klee que interpreta como mirando con horror e impotencia el pasado, que Benjamin describe como un tendal de destrozos. Con visión genial, lo denomina “progreso”.
Y aquí, a partir de su tesis 11 sobre historia, tan diversa de la de Marx y por ello tan  alejado de su optimismo fáustico, Benjamin nos muestra el triste papel de la socialdemocracia alemana tan confundida y entrelazada con su marxiana visión y confianza en lo futuro.

“Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente”, puntualiza Benjamin y está hablando de la corriente histórica, de la historia y su decurso “científicamente” entrevisto.

Ante esa actitud de suficiencia intelectual del corpus de fe socialdemócrata, no iba a ser raro que un movimiento plebeyo y populista como el nazismo arrasara y pasara por encima de semejantes intérpretes y analistas y de la realidad misma, ya muy maltratada (Tratado de Versalles). Benjamin nos dice, con enorme arrojo intelectual que la socialdemocracia (alemana) “Ostenta ya los rasgos tecnocráticos que encontraremos más tarde en el fascismo.” Esa ciega  −y altanera−  confianza que llamamos optimismo tecnocientífico.

Como se ve, Benjamin tiene un conflicto existencial y por lo tanto político con lo futuro. Su pesimismo radical lo expresa. Pero lo que ya eran geniales intuiciones en la primera mitad del siglo XX, cuando todavía el tecnooptimismo tenía buena prensa, cuando la URSS era todavía visualizada como “la opción” histórica inevitable al universo burgués, cuando la ecología como conciencia crítica ante el desastre ambiental estaba en pañales, en nuestro tiempo −primeras décadas del siglo XXI− han pasado a ser pesadísimas realidades que sólo desmienten los más necios entre los privilegiados; los que entienden, como G. W. Bush, que el cambio climático es un cuento, de que la biodiversidad no ha sido alterada por la mano del hombre, que la ingeniería genética desarrollará plantas más resistentes, más saludables, quiméricas, fruto de la ciencia humana que es mucha más sabia que la caprichosa naturaleza, que el cuento del fin del petróleo tiene la finalidad de amargarle la vida cotidiana a la gente o sacarle plata, que los celulares no producen gliomas, que si logramos eliminar a los microbios, vamos a estar mucho menos enfermos o que nada hay más exquisitamente cultural que un programa de Tinelli.

La realidad es más compleja. A la vez que hemos ido desplegando, generación tras generación, como explica Elías Canetti,(1) más y mejores avances en muchísimos aspectos vinculados con el conocimiento y la sabiduría, a la vez hemos ido generando como sociedad, un futuro cada vez más sombrío. Conflictividad dialéctica, en suma: lo futuro nos ilumina y a la vez nos acerca a un precipicio de oscurísimo fondo.
El proceso de creciente dictadura tecnocientífica no sólo no se ha detenido sino que se ha intensificado como nunca antes. Lo que Benjamin “veía” hace poco más de medio siglo es ahora un temporal que está anegando tierras bajas, arruinando tierras tórridas, suelos, biodiversidad, eliminando especies a un ritmo de empobrecimiento biótico que la humanidad jamás registró antes, y sumergiéndonos en un mar de enfermedades nuevas a las que ni siquiera los reales y efectivos avances médicos en etiología y cirugía compensan.

Ahora, en nuestro tiempo Antoni Aguiló ha hecho una relectura más de Benjamin.(2)
En primer lugar, trae a luz la clásica y conocida idea de la locomotora de la historia; atroz enredo, si se me permite, gnoseológico, cronológico, axiológico. Nos recuerda que Benjamin a su vez nos recuerda que “Marx dice que las revoluciones son las locomotoras de la historia.” Que Benjamin ciertamente objeta.
Somos conscientes de que tal imagen está asentada en el imaginario de casi toda la izquierda (o el progresismo), gozando de un marcado poder evocativo.

Pero para Benjamin, precisa Aguiló, la revolución  sería más bien “la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia” (ibíd.).
Observe el paciente lector el cambio radical del enfoque. Hasta ahora, a caballo tal vez de un historicismo simplificado, maniqueo, el proletariado, los militantes, los socialistas, el partido de vanguardia (táchese lo que no o elíjase lo que “corresponde”) cabalgaban la historia que nos llevaba a lo futuro −que ciertamente calificaban de “el futuro”−, y aunque había voces de alarma que advertían que la velocidad no hacía sino acrecentarse y que el destino no hacía sino esfumarse, aun así, aun en esas condiciones que habría que definir como problemáticas y hasta de derrota, el militante, el persistente probo y fiel, va a seguir proclamando la virtud de estar a bordo del tren de la historia, avanzando a como sea.

Pero Benjamin proclama como lo revolucionario, aprender a parar ese tren, a frenar esa velocidad, y no por las buenas; a usar “el freno de emergencia”, con los trastornos consiguientes.
Para Benjamin ser revolucionario ya no es adueñarse del “tren de la historia”, ni es función de la vanguardia (leninista), la de asumir su control. Observemos que es, como nos lo recuerda Aguiló, el tren de la modernización, el del desarrollo económico, el del futuro mejor (o al menos de su promesa), el de todos los avances, el de “la ciencia” en suma.

Resume Aguiló las palabras de Benjamin: la revolución es “el freno de emergencia que los pasajeros deben pisar cuanto antes para hacerse con el control del tren y evitar caer en el abismo del ‘progreso’.”
Observe el paciente lector que Aguiló explicita como papel revolucionario el freno al devenir histórico: la revolución como el impedir hacer lo que la máquina de negocios y muerte planetaria hace y ejecuta, cada vez más y más mortíferamente.

2. Comparto “la inversión” de Benjamin, expuesta por Aguiló.

Pero la fórmula política, social, ecológica que reivindico es lo que en politología llamaríamos una postura reaccionaria.
Postular lo que lingüística, idiomáticamente, se califica de reaccionario. Quien reacciona ante el estado de cosas dominante. Y ese significado es completo, puesto que las primeras calificaciones de “reaccionario” se endilgaban a los que rechazaban el progreso, la misma idea de tal. O sea que hasta etimológicamente es correcta.

Aunque los reaccionarios de entonces, siglo XVIII, eran privilegiados que querían seguir gozando de sus privilegios, necesariamente injustos. Y nuestra desesperación ante lo futuro transita por muy diversos cauces, opuestos.
Por eso mencioné en el mismo comienzo “un tropiezo”. No menor, por cierto. ¿Dónde nos queda la revolución? Si nos queda, y qué nos queda. ¿Puede haber una reacción revolucionaria?

I. La crisis de los flujos energéticos

Nos referimos al desarrollo tal-cual-es del capitalismo desatado, de los despliegues tecnocientíficos, y fundamentalmente todo el despliegue Biotech y el descalabro energético en que nos hemos ido enterrando. E intoxicando.

Algunos analistas como Julio Boltvinik (3) han glosado los planteos de Fred Magdoff y John Bellamy Foster entre otros, que han sacado a luz las estimaciones que ya en tiempos de Karl Marx se hicieran respecto del gran quiebre de circulación energética planetaria cuando la urbanización y el capitalismo rompen el reciclaje de nutrientes con el que la humanidad estableció una agricultura milenaria cuyos nutrientes fue la naturaleza y el estiércol de los animales y también el humano.

Estos autores citan a un agrónomo y economista escocés, James Anderson, quien ad-virtió, a mediados del s. XIX, que, urbanización mediante, Londres estaba “produciendo” un derroche insensato de nutrientes al dejar escurrir hacia el Támesis las aguas cloacales que antes constituían lodos fecales que reponían permanentemente la calidad nutricia de los campos.

Esta primerísima ruptura de los ciclos de reposición energética en la modernidad ha sido centuplicada con el paso de apenas estos dos últimos siglos al punto que hoy sólo los empecinados agricultores orgánicos trabajan compostando materia orgánica (aunque difícilmente lodos cloacales, entre otros motivos porque por la contaminación generalizada a que estamos sometidos los seres vivos actuales en general y nosotros los humanos en particular, el valor nutricio de nuestros excrementos está lamentablemente atravesado por la cantidad de metales tóxicos y aleaciones lesivas para la biodiversidad que ahora pasan por nuestros cuerpos. En rigor hay discusión sobre ese uso: en EE.UU. en general se la acepta, pero en Canadá y en la inmensa mayoría de los países europeos, no.(4)

La ruptura de los ciclos de reposición energética, ha sido múltiple y está llevando la locomotora de la historia a un despeñadero.
Desde hace menos de dos siglos hemos roto el circuito energético que había nutrido a la humanidad por milenios o millones de años: el que existiera durante todo ese tiempo basado en la luz solar, y la clorofila vegetal.

Como explica magistralmente Frederick Soddy (premio Nobel de Química de principios de la década del ’20) en un libro de economía del año 1926 (5) –que mereció la repulsa del celoso gremio de economistas que resistieron salir de la ignorancia en que peroraban–  la sociedad (es decir, en ese momento, los países más tecnificados; lo que con el tiempo sería la OCDE) había empezado a vivir a crédito. Danilo Antón y Carlos Díaz Delgado, exégetas de Soddy,(6) señalan que: “los humanos aumentan su ingreso consumiendo el capital energético almacenado en las rocas, al decir de Soddy: ‘la luz acumulada de los veranos paleozoicos’.”

Prosiguen: “La vida depende del flujo continuo de energía que es renovado diariamente. Sin embargo, hay límites para su almacenamiento y se ‘estropea’ si se le acumula en exceso [respecto] de las necesidades actuales. Sostenía Soddy que se podía mejorar la capacidad de extraer el ingreso de energía, pero la energía misma no podía ser aumentada significativamente, ni almacenada más allá de un cierto grado. Incluso el mero mantenimiento del capital físico contra la fuerza destructiva de la entropía, también requiere energía.” La situación es tal que:  “el uso de la energía fósil es inevitablemente una fase pasajera.” Frase que pronunciada hace casi un siglo tiene hoy una acuciante, feroz actualidad. Ahora sí sabemos, cada vez más “todo el mundo”, que el petróleo se acaba.
El economista con formación de químico nos brindaba un materialismo veraz y contundente: “¿De que vive el hombre? Y se respondía: de la luz del sol. Para vivir de ella, sostenía, los seres humanos deben obedecer a las leyes de la termodinámica.” (ibíd.)

Algo tan elemental parece hoy olvidado en nuestra civilización altamente material y materialista, despojada de toda mística naturalista, pero a la vez dúplice, culturalmente falsa. Porque vivimos cada vez más en hábitats urbanos donde la góndola es nuestra “ubre” pero a la vez, las cadenas de proveedores alimentarios, de altísima tecnificación nos “brindan” envases con cada vez más tonada ecológica o bucólica, nos presentan el reino de la naturaleza en las etiquetas (si es posible plastificadas, para hacer mayor el escarnio).

Pero además, mediante sucesivos pasos de abstracción y prestidigitación ideológica hemos ido obviando nuestra materialidad y la materialidad de nuestras nutrientes (y de la del todo el planeta, fauna y flora incluida) y hemos ido cortando, como bien explica Boltvinik, los circuitos nutrientes entre seres humanos, animales y plantas.

Ya no es sólo el Támesis que desperdicia los lodos cloacales londinenses.
Cada establecimiento ganadero fabril, con uno, dos o tres millones de pollos o con miles de cabezas de ganado bovino o porcino, genera a diario una masa fecal que ya no se usa en la reposición de nutrientes (por el estallido de las escalas). Era usable en determinadas proporciones; la bosta a razón de una hectárea por vaca, por ejemplo, pero no un lago de mierda de una hectárea de superficie que encierra a mil vacas enfermas o fácilmente enfermables por chapotear las 24 horas en orines, por estar en situación sanitariamente promiscua y porque carecen del movimiento “natural” de rumiantes que ya no pastorean en esos campos de neoconcentración, alimentados, mejor dicho engordados, a soja y pichicateados con toda la medicación imaginable para que sobrevivan al menos hasta la cada vez más prematura matanza.
Todo el proceso celosamente cuidado por los laboratorios, los grandes usufructuarios de la modernización, cada vez más configuradores de ese universo pesadillesco.

Hemos perdido casi por completo el estiércol. Que ahora sólo se huele porque apestan los campos, como se han quejado reiteradamente quienes tienen la mala suerte de que se les haya establecido cerca una fábrica de pollos o de vacas.(7)
¿Pero cómo y de qué viven siete mil millones de seres humanos y al menos las especies domésticas que las sociedades humanas usan y consumen diariamente?
Siguiendo la observación de Soddy, de vivir a crédito con el petróleo que crea un consumo muchísimo mayor que el propio de una economía solar, el hombre mediante lo que Boltvinik califica como “la modernización de la agricultura” se ha despreocupado de los ciclos energéticos introduciendo fertilizantes sintéticos directamente en los circuitos bióticos. Como los fertilizantes son azúcares, muy pronto tenemos una serie de especies animales atraídas. Con lo cual, el ciclo abierto con fertilizantes químicos hay que “cerrarlo” con plaguicidas contra “la competencia”. Pero con ello se va deteriorando toda la biota. Porque los venenos no matan con nombre propio, tan selectivamente. Matan vida, como lo dice la palabra: bio-cidas. Matan lo que los agrónomos del sistema califican insectos no blanco. Lo que los estrategos de la guerra universal califican de daños colaterales.

II. Sucinto repaso histórico

Boltvinik nos presenta un esquema que aclara hizo basándose en los citados Magdoff y Bellamy Foster y que nos revela el significado grave del deterioro de los circuitos energéticos:
1) la agricultura hasta c:a 1850 presentaba dos circuitos nutricios permanentes e interactuantes: humanidad y animales nutrían al suelo con sus deyecciones. Esos circuitos revelaron su sustentabilidad puesto que fue “lo normal” durante los milenios de sedentarización y cría de animales domésticos;
2) desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, el hombre, urbanizado, se separa de los circuitos energéticos; empieza el “desperdicio” tipo Támesis, pero todavía los animales constituían la fuente nutricia principal de la agricultura, aunque también es el tiempo en que se introducen los fertilizantes primero naturales (la era del guano), luego los sintéticos (el volcado de minerales como nitrógeno, fósforo, calcio, potasio a los campos);

3) desde mediados del s. XX, se va cortando todo circuito energético basado en el estiércol animal. Lo que había sido una buena práctica milenaria, enriquecer un campo cultivado poniéndolo en barbecho para que fuera transitado y pastoreado por animales, que le “devolvían” así las nutrientes que se habían llevado con la cosecha, desaparece: avanza el monocultivo industrial bassado en plantas idénticas, todas nutridas por medios químicos.

Con este abandono y desprecio de los ciclos naturales avanza el mundo de las contaminaciones. El de las medicaciones. El de la vulnerabilidad. Tradicionalmente un agricultor, por ejemplo de la India, “aceptaba” de buen grado que otros “bichitos de dios” como insectos y gusanillos se apropiaran de un 10% de su cosecha. Se daba por satisfecho con esa asociación y no combatía a las “sabandijas” sino que las dejaba vivir. Sabia medida. Porque muchos de esos animalillos facilitaban la misma actividad vital de las plantas, ya sea polinizándolas, o de algún otro modo que mi ignorancia no me permite enumerar.(8)
Hoy en día, se estima que los plantíos celosamente cubiertos de todo tipo de plaguicidas y biocidas, custodiados “militarmente” por los laboratorios, tienen una merma entre un 20% y un 30% porque se apestan tan fácilmente. Porque los monocultivos son increíblemente frágiles con una vitalidad uniforme que no soporta variaciones.

III. El paradigma nuestro de cada día

Lo que vemos cada vez más claramente es que la tan mediáticamente bendecida revolución agroindustrial ha trastornado todos los ciclos bióticos en su afán de mercantilización universal.
A partir de una altanera ignorancia o ceguera ante los ciclos bióticos, convirtiendo todo lo natural en “un atraso”, un escarnio, algo inservible, y junto con ello toda su estructura de conocimiento que registra y atiende, precisamente, esos ciclos naturales. En su lugar, una estructura, una configuración fabril, de depósito y desaparición (de los inevitables desechos que semejante concepción, muerta, no viva, engendra).

Depositando la fe en la fabricación de “todo” mediante elementos inocuos o tóxicos pero efectivos, sanos o patógenos pero cómodos, siempre altamente gratificantes, está revelando su miopía. (9) Porque nos ha ido introduciendo en un mundo cada vez más inseguro, más insensato.
Donde vemos cada vez más gente enloquecida (clínicamente enloquecida, no sólo “estresada”), más suicidios, más peripecias de gente sin poder, más heteronomía en suma.
Aquí también la tijera dialéctica: porque cuando mejor estamos, capacitados, conscientes, informados, para ser más autónomos −pensemos en los límites brutales con que contaban nuestros antecesores− lo que vemos crecer es la heteronomía, cada vez más incontrastable.

Y la sensación, cada vez más omnipresente, de la insustentabilidad de lo engendrado con el capitalismo; el reino de la mercancía, el unicato del lucro… el desarrollo de la modernidad. Y la conciencia, cada vez más acrecentada, de que la contaminación ambiental nos presenta límites, cada vez más infranqueables.

Que esta forma de vivir, con megalópolis extendiéndose por todo el planeta, con los basureros del Tercer Mundo y un sector creciente de humanidad caído en la abyección que “el sistema” les asigna, es insustentable. Que, entonces, habrá que parar la locomotora. Frenarla.
Y que tendremos que ser muchos. Porque los pasajeros normales siguen confiando en que llegarán a alguna hermosísima estación. No saben cuándo. Ni cómo. Ni siquiera por qué. Eso es fe (o ni siquiera se lo plantean; la conciencia de sí flaquea).

IV. Fe y comodidad  o  política y esfuerzo

En lugar de fe en el progreso, lo que necesitamos es lucidez ante el dominio corporativo de los titulares del petróleo, de la medicación, de las armas. Que son los mismos. Una lucidez, una determinación, que no nos lleve a la desesperación sino a la resistencia Y esto, urgente. Ni el planeta ni nuestros nietos, ni siquiera nuestros hijos, pueden esperar.
El monocultivo de los campos es la fábrica de desiertos del porvenir; pero no serán “desiertos vivientes” sino, al contrario, sin vida.

V. Entendemos que para lidiar con nuestra problemática actual, ambiental, planetaria, hay que atender a la vez algunos rasgos que caracterizan el mundo que vivimos.

V. I – El imaginario social del tiempo presente: La fuerza de lo simultáneo

Todo plan de resistencia (al progresismo) con una estrategia de acción deberá contar que al día de hoy, por los desarrollos tecnocientíficos, precisamente, estamos en el reino de la sincronía: la importancia del espacio ha languidecido, las películas que nos separan espacialmente son cada vez más tenues, estamos ingresando en una presentización, una simultaneidad del mundo cada vez mayor.

Ciertamente, quedan diferencias culturales, psicológicas, temperamentales, materiales, religiosas entre sociedades y entre humanos… del universo rural al urbano, de ciudades pequeñas hasta con cien mil o doscientos mil habitantes a habitantes megalopolitanos, entre sociedades más y menos occidentalizadas, entre sociedades islámicas con deberes éticos precisos y sociedades de origen católico, desvaídas en sus convicciones éticas (en todo caso predicadas, difícilmente practicadas).

Aun concediendo lo anterior, el parecido entre las capas medias urbanas y tercerizadas del mundo entero es cada vez mayor, son cada vez más intercambiables. De modo tal que, salvando las barreras idiomáticas (que las mismas capas medias urbanas modernas procuran eliminar mediante la anglificación cultural), las capas acomodadas de Roma se parecen cada vez más a las de Buenos Aires, San Francisco, Tel Aviv, Shangai, Estocolmo, Porto Alegre o el Distrito Federal mexicano (dicho esto sin haber estado ni remotamente en todos esos sitios, pero amparándome en el conocimiento no físico que los accesos comunicacionales actuales de todos modos nos permiten… y hasta promueven).

V. II – La expansión de la militarización

Habiendo logrado establecer un dominio por encanto o seducción, es decir habiéndose valido de los arrolladores avances tecnológicos, del cine, de las rubias, de los autos, de los gadgets, para la hegemonía cultural, que le ha rendido enormes beneficios, uno estaría tentado a creer que la dimensión militar ha sido secundaria. Pero el american way of life es un régimen de dominación y destrozo planetario tan complejo que se ha valido de muchísimos vectores más o menos imaginarios, más o menos materiales, como por ejemplo la comunicación y el dominio mediático mediante un proceso de despolitización tan bien examinado y denunciado por N. Chomsky, encarnado en figuras de odiosa contextura manipuladora, como E. Bernays o W. Lippmann.

Aun con todos esos otros atributos, mediados por un estilo de vida de altísima irradiación, el factor militar ha sido siempre primordial. Históricamente, porque la expansión y el asentamiento de EE.UU. es el de un imperio en forja casi permanente, factor militar incluido. Y contemporáneamente, porque el dominio de EE.UU. se basa hoy en un despliegue militar sin parangón.

Pero no solo por eso. El irrespeto a la naturaleza ha llevado también a acentuar otro rasgo militar. Que podría haber estado anunciado en la forma en que, para desesperación de Osage, Omaha, Crow, Sioux, Cheyennes, Comanches, y tantas otras naciones oriundas norteamericanas, los recién llegados, validos de los “palos con trueno”, arrasaron en pleno s. XIX, con las manadas de búfalos hasta hacerlas prácticamente desaparecer. Jugando nomás, a hacer puntería, mientras que los nativoamericanos mataban únicamente un ejemplar cuando necesitaban su carne o su cuero y lo hacían con enorme recogimiento. Sabían lo que era vivir, morir, necesitar algo, la escasez…

La agroindustria ahora encarna una nueva militarización. La “agricultura” ahora usa ar-mas que se van disparando contra “objetos no blanco” como resultado del uso “lógico” de armamentos. “Objetos no blanco”, “daños colaterales”, en cualquiera de las dos denominaciones queda clara la falta de protagonismo que les atribuyen a las víctimas.

A tal punto se trata de una guerra que el territorio que transita la agricultura actual ya no es territorio vivible, ya no alberga moradores, como siempre antes, apenas cuenta con operarios en tránsito (operadores de maquinaria de siembra, conductores de mosquitos, de cosechadoras y similares).
La fumigación aérea es un recurso de vaciamiento territorial. Los ejemplos de expulsión masiva de población rural en Vietnam en los ’70 y en Colombia desde hace ya décadas, son testimonios de esos destrozos de sociedades mediante fumigación que los titulares del poder mundial emprenden por razones que no son las de “los pobres”, claro.

Justamente por el carácter militar, mortal, de la actividad la tierra, rociada con venenos es cosechada y abandonada. Lo que se cosecha está necesariamente envenenado, por más “días de carencia” que se tomen. Menos que no habitada, es cada vez más inhabitable: aquellos campesinos pobres, minifundistas, sin tierra, banquineros, que no tienen cómo alejarse de los venenos rurales, tienen que soportar la contaminación cada vez más permanente, la que les enferma los perros, las gallinas y los hijos, la que le intoxica peces que ya son pescados con venenos que poco a poco irán minando también sus propios cuerpos…(10)

V. III-La excepción y la ley

Este proceso de invasión y vaciamiento del espacio rural es una faceta, como la vida o la sobrevida en los andurriales megalopolitanos es otra, características de nuestro tiempo. Por eso muchos entendemos el proceso de contrarreforma agraria y de agroindustrialización y dominio progresivo de las corporaciones de agroquímica e ingeniería genética sobre “el campo” como un campesinicidio.

Estas formas de vida o mejor dicho de sobrevivencia marginada, apenas reseñadas, podrían ser visualizados como formas de “vida en estado de excepción”, de acuerdo con los análisis de Giorgio Agamben, por ejemplo. Son cada vez más las sociedades donde se vive a merced de este tipo de dominio que nos recuerda cada día que no hay dos realidades aunque lo parezca; una segura y democrática, la de casi todo el mundo, y otra azarosa y discrecional de los pocos marginados. Y que por eso lo seguro es permanecer en “la primera”. Agamben insiste en que es la última, precisamente −el estado de excepción−, lo que rige (o que, en todo caso, la excepción que creemos la inversión de lo normal, es lo normal).

Pensemos en las dictaduras del cono sur americano, en las de todo el Tercer Mundo, en el universo soviético, pero también en Echelon, en la red de cárceles clandestinas para detención, interrogatorio, tortura y asesinato de gente bajo sospecha, en la Patriot Act de EE.UU y en todas “las repetidoras” que los diversos miembros de la ONU proyectan o cumplen con más o menos prontitud. Pensemos en el trato que los estados jueces y gendarmes, invasores; EE.UU., Israel, Reino Unido, Francia y pocos más, dispensan a sociedades que han decidido aprovechar o quebrar (o ambas cosas a la vez), particularmente árabes y musulmanas; Afganistán, Irak, Pakistán, Palestina, Libia, Egipto, Somalía, Siria, Sudán…

VI – Lo principal

Aun con toda la gravedad que implica el empobrecimiento de nuestra temporalidad, empujados a un presente perpetuo (como animales) y lo que significa la militarización progresiva y creciente de nuestras vidas cotidianas, cada vez más al borde de regímenes de excepción, o si se quiere, cada vez más cerca del ominoso ingreso a la heteronomía generalizada, considero estos rasgos secundarios respecto del eje para nosotros clave de la situación planetaria actual: encauzar la crisis de las fuentes de energía, para lo cual necesitamos recuperar una sociedad con menos despliegue energético, más equilibrada, sin el abuso desquiciante de los combustibles fósiles, sin la contaminación adueñándose de nuestras vidas
Esto es, aprender nuevos comportamientos: enfrentar el mundo empresario de los grandes consorcios transnacionales cada vez más alejados de nosotros, los humanos de a pie, que poblamos el planeta y que queremos seguir viviendo.

Reducir el consumo, pero sobre todo, reducir la producción del consumo. Porque reducir el consumo, trajinada consigna, recae sobre el consumidor, culpabiliza comportamientos individuales. Reducir la producción de consumo significa enfrentar la política del capital, que es la de la obsolescencia programada, el despilfarro y el consumismo.
Es una lucha de vida o muerte. Aunque nos edulcoren cada trago cotidiano.

Luis E. Sabini Fernández *

notas:
1) Véase Masa y poder, Alianza, Madrid, 1983.
2) Publicado en www.rebelion.org, 19/3/2012, “Walter Benjamin: ¿abismo o revolución?”
3) Economista mexicano autor de la serie de notas titulada “Agronegocios y biotecnología amenazan naturaleza y campesinado” (I a IV), 2012.
4) Se los quiso usar, inicialmente, pero hubo que descartarlos por esas presencias indeseadas, de modo tal que por ejemplo en Suecia los lodos cloacales provenientes de toda la red de depuradoras son depositados en símiles a los diques de cola que usa la minería quimiquizada.
5) Wealth, Virtual Wealth and Debt, reeditado en 1961 por Omni Publications, Hawthorne, California, EE.UU.
6) Sequía en un mundo de agua, cap. 17, La economía ecológica: el enfoque antrópico, CIRA, Montevideo, Uruguay,  2000 y Toluca, México, 2000.
7) Hay una documental alemana muy elocuente: Y siempre apestan los campos, dirigida por Nina Kleinschmidt y Wolf-Michael Eimler, Cosa Nostra, 1984.
8) Frances Moore Lappé  en L’industrie de la faim, Éditions l’Etincelle, Quebec, 1978, cita Pesticides, publicación de la industria india de agrotóxicos, que expresa “preocupación” ante la resistencia de los campesinos a matar insectos y pájaros (cap. 9) y encara formas para “vencer” esa resistencia.
9) En algunas sociedades se ha ido gestando un movimiento de repulsa al “generacionismo”. Se denomina así a la gente que procura gratificación para el presente, para su generación, con total desprecio hacia generaciones futuras, las de hijos, nietos… El generacionismo es una triste, atroz expresión del ombliguismo, del narcisismo que ha generado la sociedad que vivimos.
10) Ejemplo reciente y cargado de significaciones: en Río Negro, Uruguay, Silvia Nobelasco, una maestra directora de escuela rural, advertida de que con un mosquito están fumigando demasiado cerca de la escuela, es decir sometiendo a los niños a una contaminación inaceptable, sale al patio a reclamarle al operario del mosquito. No sabemos si mediaron palabras bruscas o apenas una exhortación medida, pero sí sabemos que la docente fue rociada con los biocidas y que tuvo que ser internada con un cuadro de intoxicación (COMCOSUR, 10/5/2012). Tenemos también la carta abierta de la ingeniera María J. Ces, San Pedro, provincia de Buenos Aires, 12/8/2010, quien debió evacuar su propio predio, en Lobería, victimada por aire intoxicado, también con mosquitos.

fuente: www.revistafuturos.com.ar

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El planeta enfermo*

Publicada el 10/05/2012 - 12/05/2021 por raas

La «contaminación» está de moda hoy en día, exactamente de la misma manera que la revolución: se apodera de toda la vida de la sociedad, y se la representa ilusoriamente en el espectáculo. Es la palabrería fastidiosa que llena un sinfín de escritos y discursos descarriados y embaucadores, pero en los hechos agarra del cuello a todo el mundo. Se expone en todas partes como ideología y gana terreno como proceso real. Esos dos movimientos antagónicos, el estadio supremo de la producción mercantil y el proyecto de su negación total, igualmente ricos en contradicciones en sí mismos, están creciendo juntos. Son los dos lados por los que se manifiesta un mismo momento histórico largamente esperado y a menudo previsto en formas parciales e inadecuadas: la imposibilidad de que el capitalismo continúe funcionando.

Por Guy Debord

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El propósito de la educación

Publicada el 23/04/2012 - 12/05/2023 por Ecotropía

Tal vez algunos de ustedes no hayan comprendido por completo todo lo que he estado diciendo acerca de la libertad; pero, como lo he señalado, es muy importante que uno se exponga a ideas nuevas, a algo para lo cual puede no estar acostumbrado. Es bueno ver lo que es bello, pero ustedes tienen que observar también las cosas feas de la vida, tienen que estar despiertos a todo. De la misma manera, tienen que abrirse a cosas que quizás no comprenden por completo, porque cuanto más piensen y reflexionen sobre estos temas que pueden ser algo difíciles para ustedes, tanto mayor será la capacidad que tengan para vivir plenamente.

Por Jiddu Krishnamurti

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La guerra contra bacterias y virus: Una lucha autodestructiva

Publicada el 22/03/2012 - 01/09/2025 por Ecotropía

La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro Planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción.

Por Máximo Sandín*
2009

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Ellos están en guerra ¿y nosotros?

Publicada el 13/02/2012 - 02/11/2021 por Ecotropía

Es imprescindible conocer al adversario, estudiar las posibilidades y los medios que emplea para desarrollar sus estrategias sin por eso transformarle en una máquina omnipotente e indestructible. [1]

Por Moishe Shpindler
3 de enero de 2011

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Cómo la civilización llegó a ser demoníaca o cómo lo demoníaco llegó a ser civilizado

Publicada el 05/02/2012 - 03/02/2022 por raas

“El hombre es llamado un animal racional, pero está dando su raciocinio para fomentar sus propensiones animales en vez de buscar liberarse de esa situación desgraciada”. A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada

¿Libertad & alcohol? (¿pueden estar en la misma frase estas dos palabras?)

Por Crimethinc

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La tiranía de la falta de estructuras

Publicada el 29/11/2011 - 09/01/2025 por Ecotropía

En los años de conformación del Movimiento de Liberación de la Mujer, se ha puesto especial énfasis en lo que se llama grupos sin Liderazgo y Estructura, como la principal si no la única forma organizativa del movimiento. El origen de esta idea se encuentra en la reacción natural contra la sociedad sobreestructurada, en la que estamos inmersos y contra el inevitable control sobre nuestras vidas que aquella confiere a otros, así como contra el continúo elitismo de la izquierda y grupos similares entre aquellos que supuestamente combaten esta sobreestructuración.

Por Jo Freeman
1972

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Modernización: nervio motor del sistema

Publicada el 27/11/2011 - 08/12/2017 por raas

Introducción

La modernidad y un proceso de modernización permanente parece ser el sustrato cultural que nos “gobierna” desde hace por lo menos cinco siglos.

En el clivaje entre los siglos XX y XXI, y tal vez desde mediados del siglo XX, con el fin de una guerra mundial y el señorío del american way of life, dicho proceso está mostrando un rostro que ningún futurista de los siglos XVIII o XIX habría imaginado. En aquel momento, las voces eran únanimemente (o casi), optimistas. Hoy en día, exactamente lo contrario. Cada vez más voces, miradas plantean que el planeta no aguanta más.

¿Cierto o falso?

Durante casi todo el siglo XX “aprendimos” a pensar en términos pareados. Pareados y opuestos. Democracia o fascismo. Capitalismo o comunismo. Religión o ciencia.
Parecería que de un tiempo a esta parte hemos perdido las parejas de opuestos y hemos ingresado a una senda de una sola vía. Un único camino, un único futuro…
Teniendo en cuenta la constelación cultural del planeta desde por lo menos mediados del s. XX, y no sólo cultural, sino también política, ideológica, económica, militar, ¿ese camino único, es la americanization?

Sea lo que fuere no parece un camino ni seguro ni tranquilizador. Volquemos un minuto la mirada desde los dd.hh. Los de 4ª. generación surgen hace pocas décadas precisamente como expresión de una problematización, creciente, de los desarrollos tecnocientíficos.
Así, si lo que ha dado en llamarse 1ª, 2ª y 3ª generación de derechos humanos expresaron avances, ampliaciones, una visión afirmativa del devenir social, esta reciente 4ª generación procura ponernos en guardia, hacernos conscientes de una problematización. ¿Cómo comportarnos ante clonaciones, transgénesis, una humanidad fabricada?

Ya no estamos en aquellos tiempos de Julio Verne en que cada despliegue científico o tecnológico, era una bendición. Ese positivismo filosófico, ese optimismo tecnológico es lo que vemos que está en crisis.
Hagamos entonces una incursión, siquiera mínima, en el advenimiento de la modernidad. Si pensamos en su ritmo, con todos los peligros de lo analógico, y comparamos el andar humano con el de un caballo, tendríamos que decir que estamos ante un galope, ya no tendido sino desbocado…

Capítulo 1. La modernización al galope

¿Dialéctica o trialéctica?

Si la brusca e inesperada desaparición de “la era soviética” nos hizo pensar en algún momento, muy a principios de los ’90, que se simplificaba el panorama ideológico del mundo contemporáneo, que podríamos volver al viejo paradigma de izquierda vs. derecha, a la búsqueda de un anhelo todavía no realizado enfrentando la atroz realidad que castiga a la mayoría de la humanidad, evitando esa “anomalía” que era de derecha y predicaba ser de izquierda, que a mi modo de ver envenenó, ideológicamente, todo el siglo XX, el escaso tiempo transcurrido nos ha revelado que de ninguna manera se ha recuperado aquel tiempo pasado ni tampoco ha sobrevenido lo anunciado por algunos agoreros; lo del fin del conflicto político.

En rigor, el siglo XX vio más a menudo tres actores o más en pugna, por lo menos mucho más frecuentemente que lo que los dictados de una dialéctica presuntamente científica (más bien cientificista) nos autorizaba vislumbrar.
En todo caso, si vimos un suceder dialéctico fue más el propio de una dialéctica no sintética, con pares opuestos que se sucedían sin solución de continuidad: no había cesado la lucha entre el carcomido mundo aristocrático y el impetuoso mundo burgués y ya teníamos la lucha entre burgueses y proletarios, que de inmediato trasmutara y se reasumiera en el socialismo, que en realidad eran los socialismos. Internacionalistas los primeros; revolucionario o evolucionista, fueron sus opciones inmediatamente después.

En un momento, en el cambio de los siglos XIX a XX amagó la existencia de un “pensamiento único”, por cierto que en los antípodas del que se quiso proclamar victoriosamente con el colapso soviético: hace cien años se hizo un lugar bastante común en las capas ilustradas occidentales el pensar en el advenimiento del socialismo.

Esa fe movía montañas entre sus creyentes, capas trabajadoras, proletariado militante, capas de intelectuales intérpretes de lo que se invocaba como nuevo e ineluctable, pero también conmovía a quienes no simpatizando con semejante futuro, porque se identificaban a sí mismos como burgueses, lo veían inevitable. Le temían, en todo caso lo odiaban, y hasta podían resistirlo, enfrentando ese sentido común que anunciaba este advenimiento de este otro tipo. Hay intelectuales de derecha, antisocialistas, que expresan esto, como Gustave Lebon.

Más tarde, el tronco de la ideología socialista tendrá otras ramificaciones, nacionalistas.
El socialismo nacional se fue llamando, y haciéndose, cada vez más, nazismo o fascismo. Particularmente en el centro planetario, es decir en los países no coloniales.
El socialismo internacionalista generó a su vez diversas alas o corrientes, en parte dependiendo de su localización planetaria. Una principal, soviética, estalinista con centro y eje en la URSS (1917-1991), otra sociademócrata, burguesa y conciliadora; Suecia fue su modelo más acabado (1932-1976). En España, en la década del ’30 tendremos también un polo anarquista (que provenía de mucho antes), enfrentado a estalinistas y socialemócratas (amén de dividido ese polo, en sí mismo).(1)

Habiendo despreciado las libertades burguesas, el principal experimento social considerado socialista −la URSS− terminó por carecer de tales libertades, sin obtener, empero, la postulada igualación.

Con el colapso soviético, y al menos transitoriamente, con el desbarajuste planetario de la opción socialista (2) pareció simplificarse el cuadro de opciones políticas y/o ideológicas.
Por un lado, surgieron intelectuales orgánicos del poder “mayor” que auguraron la muerte de la política propiamente dicha, puesto que no veían opciones a lo único existente; se podría gestionar de un modo u otro pero siempre dentro del horizonte de la sociedad dominante, la del régimen burgués, industrial o moderno.(3) Un poder globalizado y eurocentrado, o como se lo prefiera denominar.

Una suerte de heguelianismo redivivo. Que se abona en la occidentalización cultural de todo el planeta, es decir del “resto del planeta” que no es europeo-occidental. Para quienes no aceptábamos esta eliminación de la política y el alineamiento correspondiente (que hizo famoso, a F. Fukuyama, con aquello de que se había terminado la historia, una variante del par prehistoria-historia tan caro a “los clásicos” del marxismo), quedaba por un lado ese mundo actuante, el del imperialismo ahora cada vez más bajo el nombre de globalización, y por el otro, la resistencia a la expansión de ese proyecto-realidad; mediáticamente los globalifóbicos; resistencia, negación a lo existente y a su expansión, aunque no afirmaran una opción claramente anclable en modelos existentes.

Desde los ’90, entonces, nos encontramos con alternativas que todavía cuesta dilucidar si son reales o espejismos.
Una de las primeras expresiones alternativas “pos-soviéticas”, enfrentada a la vigencia absolutizada del mundo-tal-cual-es, fue el Foro Social Mundial. Por un momento, a principios del s. XXI, su reunión en Porto Alegre se opuso a la del Foro Económico de Davos, en Suiza, que durante décadas se había dedicado a concentrar la élite planetaria y a “marcar la agenda” de los poderosos, los privilegiados del planeta.(4)
Rio Grande do Sul, multilingüe, Davos monolingüe, por ejemplo. Pero analistas como Michel Chossudovsky (5) nos dirán que no es sino un debordiano (6) espectáculo. Fundamentada observación que no podemos desechar; demasiadas fuentes de financiación en común es lo que dicho autor ha rastreado.

Lo cierto es que ya entrados en el siglo XXI, se han vuelto a visualizar tres opciones (por lo menos), claramente diferenciadas, al menos en lo que tiene que ver con nuestra región, sudamericana. Sigamos aquí a Emir Sader, integrante del PT, un politólogo brasileño que tiene mucho predicamento en los círculos progresistas y enfrentado a “la derecha”.
Sader enumera:
1) el neoconservadurismo, que sigue manteniendo su denominación, viciosa y falsa de “neoliberalismo”,(7) que, para el caso de América Lapobre, estaría sentando sus reales en Colombia, México, Honduras…
2) un populismo burgués que no rompe con la globocolonización −como con acierto ha bautizado Frei Betto lo que economistas llaman ahora “globalización”−. Se diferencia del neo-conservadurismo, por sus “políticas sociales”, es decir de distribución de ingresos hacia las capas sociales menos favorecidas (y que son en general las que el neoconservadurismo rampante ignora). En América del Sur Sader ubica en este sitio a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Ecuador y Uruguay, que aun sin ser toda la América del Sur y menos todavía el Caribe, apenas presente por Cuba, es de todas maneras el grueso poblacional, económico y político de la región.(8)
Y finalmente,
3) lo que Sader denomina “ultraizquierda”. Con lo cual tácitamente atribuye la condición de izquierda al ítem anterior. Algo que mirando la estructura económica vigente y la relación con el centro planetario no deja de ser peculiar, aunque guiándose exclusivamente por los pergaminos sería “cierto” en casos como Uruguay o Brasil, y más complicado en Argentina, por ejemplo. Pero, ¿es que puede existir, una izquierda capitalista?
4) Sader centra, de todos modos, las opciones políticas realmente existentes entre: 1) y 2). Lo cual es obvio hasta por las denominaciones que utiliza.
La ultraizquierda le parece desechable por su divorcio radical con el espíritu, con el “estado de ánimo de las masas” (ibídem).

A mi modo de ver, le falta a Sader, en ese cuadro de situación, la dimensión ecológica, que es siempre planetaria. Preguntado expresamente por esa ausencia, por si no era acaso una falencia, la negó de raíz, como falencia, porque: ‘la dimensión ecológica era muy, muy importante pero no transversal, no medular.’

Sader destaca, en cambio, que en el cuadro político actual y en la disputa entre neoconservadurismo y progresismo falta una dimensión que sí considera básica: la laboral, la de clase. Afirma que la política actual se mueve como si todos, o casi todos, no trabajásemos, como si nuestra condición trabajadora fuese soslayable.
Si bien nuestra condición de transformadores no está casi presente, como él dice, y debería estarlo, nuestra condición de residentes, “usuarios” o “vecinos” terráqueos no la pensaba tan medular como nosotros sí la vemos.

Sader apunta a que la iniciativa ideológica para la configuración de los imaginarios sociales la sigue teniendo el neoconservadurismo, el capitalismo puro y duro, puesto que la sociedad está vista como el mercado y quienes la integran como “consumidores”. Sader, entonces, se conforma con legitimar reclamos a favor de “el proletariado”, demandas que provienen del s. XVIII o XIX.

Nos permitimos considerar que la disyuntiva planteada por Sader es francamente insuficiente. Temporalmente atrasada: critica el escamoteo del trabajador a manos imaginarias y virtuales del consumidor. Tiene razón. Pero así y todo, falta la dimensión ecológica, o si se quiere, “territorial” que consideramos inescindible de la perspectiva política: una política sin ecología o con una ecología instrumental nos lleva al derrumbamiento planetario.
Porque somos residentes, productores y consumidores. Somos tridimensionales.
La dimensión ecológica cuenta además con otro rasgo necesario, sin el cual pierde sentido: la forma de apreciar o integrar esa mirada a la situación política pasa por las relaciones imperiales, o de centro a periferia, por las condiciones de actividad del sistema “global” que nos rige. Es decir, de nada sirven esas ecologías ambientalistas que procuran mejorar o lubricar el sistema de poder establecido. La ecología será antiimperialista o no será nada (bueno).

Capítulo 2. La tecnología hoy

Antes de abordar tales relaciones, veamos, siquiera someramente, rasgos dominantes de ese centro planetario, constituido fundamentalmente por países enriquecidos, es decir los ajenos al destino colonial (aunque tales sociedades no incluyan, por cierto, a todos sus habitantes).(9) En una palabra, nos referimos al circuito globocolonizador, fundamentalmente matrizado, configurado desde mediados del s. XX, por la élite de poder de EE.UU. y cada vez más −desde el 11/9/2001− por el binomio geopolítico EE.UU.-Israel, cada vez más inseparables, amén de las capas “integradas” de los ya mencionados países enriquecidos −algunos hoy, 2011, en proceso de empobrecimiento−, más los circuitos −mucho más restringidos−, de las élites globocoloniales de los países empobrecidos.

Se trata de rasgos “clásicos” o recientes, algunos se han acentuado y otros han surgido en las últimas décadas.
– aumento de escala para la producción junto con la expansión; tal vez el rasgo más característico, estructuralmente necesario para la rentabilidad y el poder de los privilegiados. Su desarrollo y pujanza lo convierten en un factor de primer orden y sin duda de difícil manejo. Se podría decir que es una tendencia sostenida en el último medio milenio e indudablemente está estrechamente vinculado a los desarrollos tecnocientíficos. Tal vez el fenómeno que en la actualidad lo registra con mayor nitidez sea el de la contrarreforma agraria en marcha bajo la denominación modernista de agribusiness, que se traduce en el despoblamiento de campos, unidades de producción agraria o agropecuaria cada vez más extensas, “agroindustriales” (aun cuando no debería confundirse la elaboración de vajilla o botones con la crianza de cerdos o plantas). El investigador Robert Kenner (10) afirma que las modalidades de producción de granos y alimentos así como de animales domesticados ha variado más en los últimos 80 años de la historia humana, en el siglo XX, que en los anteriores 10 000 o 15 000 años que se estima tienen tales actividades entre humanos.
El descrito es un rasgo “clásico”; los siguientes son más recientes:
– inversión de las relaciones entre economía y finanzas y entre ciencia y tecnología;
– quimiquización fuera de control;
– megalopolización urbana y contaminación también ello cada vez más fuera de control,
– deterioro de la calidad de productos cada vez más masivos, “compensada” por su mayor accesibilidad; recambio permanentemente acelerado; obsolescencia programada.

2.1 Aumento de escala de las unidades productivas

Se trata de una expansión no lineal sino progresiva, que va expandiendo no sólo la producción, los mercados y sus modalidades, sino también el ritmo con que se produce la misma expansión. Unidades productivas, de aprovisionamiento y procesamiento, cada vez mayores y consiguiente consumo creciente de materias primas y recursos. El reinado de la mercancía dirá Karl Polanyi.(11)

Un corolario de la tendencia al aumento de escala productiva es la consiguiente tendencia al catastrofismo cada vez más propicio, inherente a la intensidad y concentración del capital. De lo cual la rotura en la perforación de BP en el Golfo de México es buen ejemplo. Junto con ello, ciertamente se acrecientan los medios tecnológicos para enfrentarlos. El rescate de los 33 mineros en Copiapó, Chile, sirve claramente de ilustración de ambos aspectos. Es cierto que gracias a nuevos vehículos y dispositivos de penetración del suelo y la roca, los mineros pueden sufrir un accidente y quedar aislados a más de 700 metros de profundidad. Pero también es cierto que no bien detectados vivos, en muy poco tiempo, en 24 horas se pudo trazar y enviar una sonda, y en unos dos meses se los pudo rescatar mediante la ya famosa cápsula que transitó por el túnel vertical taladrado con enorme precisión. La sonda permitió la sobrevida, haciéndola incluso llevadera, esos dos meses. Y lo demás, ya lo vimos todos.

Señalemos siquiera someramente otro ejemplo, el del automovilismo. Se han desarro-llado vehículos cada vez más rápidos; andar a más de 200 km. por hora, con los consiguientes riesgos, pero también con el recurso del air-bag y la ventaja de “acercar” las distancias, aunque sólo en las cuidadísimas rutas del Primer Mundo. Las automotrices también han ampliado su escala y el toyotismo se convirtió en el nuevo escaño tecnológico “superando” el fordismo de la primera oleada automatizadora.

El toyotismo se precia del just-in-time, es decir del ahorro que significa la eliminación de los depósitos y sus consiguientes existencias de mercadería a la espera, pero sobre todo de la eliminación de mano de obra mediante nuevos peldaños de automación.

Ya metidos como usuarios en la gran escala ahora imperante en la industria automotriz (como en prácticamente ocurre en más y más ramas de actividad), los resultados no han sido tan exultantes. Toyota, precisamente, afronta resultados llamativos: en 2010 ha llamado a revisión a unos diez millones de vehículos producidos y salidos al mercado entre 2007 y 2010. No se trata de cifras despreciables; aproximadamente un tercio de toda su producción. Un millón y medio de tales controles proviene de que el sistema de limpieza de parabrisas puede ocasionar incendio. Medio millón han sido llamados a control por imperfecciones en el sistema de frenos, nada menos. Y así por el estilo.

Los coches que “salen solos” de las fábricas no parecen tan tecnológicamente perfectos como nos quieren hacer creer. El problema no se arregla a pura previsión aunque tardía. En el ínterin, con tales imperfecciones, en EE.UU., donde opera la mayor fábrica de automotores del mundo −Toyota, precisamente−, se cuentan por decenas las demandas por muertes en accidentes vinculables con errores o fallas en la construcción, o tal vez tengamos que decir cada vez más, en la configuración del vehículo. Y miles de demandas por diversos accidentes vinculados con lo mismo. Una danza de miles de millones, pero sobre todo una danza de vidas humanas destruidas o afectadas.(12)

Los desarrollos tecnocientíficos permiten “proezas” cada vez mayores, tanto en los avances como en su remediación cuando se hace necesaria. El ser humano es cada vez más capaz de:
– pulverizar montañas para llevar adelante la llamada megaminería,
– perforar napas geológicas,
– explotar petróleo submarino,
– establecer plantíos transgénicos en una escala sin precedentes,
– hacer fumigación aérea de enormes extensiones,
– efectuar desmontes masivos de millones de ha (algo que habría llevado antes décadas y que ahora se hace en una estación),
– expansión planetaria del automovilismo con la consiguiente contaminación atmosférica;
– elaborar energía nuclear, con su problemática irradiación, tanto en la extracción como en su deposición “final”,
– los climatólogos e ingenieros de la actividad petrolífera, así como los transportistas del ramo calculan que con el hielo ártico desaparecido entre 2014 y 2018 podrán simplificar enorme-mente y mejorar en consecuencia la extracción de minerales en la región y acortar en miles de km la distancia para los fletes que unen el norte americano y el Asia sudoriental. Evitarán “las vueltas” por el Canal de Panamá o el de Suez. Y están exultantes con ello, calculando los ahorros de tiempo, desgaste, energía, etcétera. ¿Y el casquete polar? No tará má. Saparecerá. “Cosas” sin entidad, como hemos tenido que escuchar alguna vez.

Ejemplifiquemos con casos de aumento de escala, y luego ya nos concentraremos en el caso argentino para el examen de la contrarreforma en marcha.
Focalicemos en la pesquería y en la cría de los animales de mayor consumo.

PESCA. La humanidad se ha nutrido desde tiempo inmemorial de peces y seres vivos acuáticos. Se estima que el 60% de las proteínas animales consumidas por la humanidad ha provenido, históricamente, de la pesca. El otro tercio de proteínas animales ha sido provisto por los animales de tierra o aire. Aves, cérvidos, liebres, cabras, cerdos, vacas, cuises, y el larguísimo etcétera que va variando de región en región. La pesca se ha estado industrializando desde hace siglos. Y “perfeccionando” sus técnicas al punto que al día de hoy, con sus redes de arrastre, sus bombas de profundidad y tantos otros recursos, los pescadores están en condiciones técnicas de vaciar el mar. Cada mar que “visitan”.
Sería un éxito deslumbrante si no fuera por el pequeño detalle de que la pesquería está logrando así serruchar la rama sobre la que está asentada.
Sus técnicas de arrastre son tan “perfectas” como para no dejar intocado los fondos marinos. Que son, precisamente, la base nutricia de muchísimos circuitos vitales. Las redes son tan rendidoras que no perdonan ni siquiera a los más pequeños peces, puesto que los barcos engullen los peces grandes para comida humana y los pequeños como masa nutricia para animales criados o cultivados por el hombre, peces en estanque incluidos.

Tanta calidad técnica y ceguera natural o crisis del sentido común, ha hecho que la pesca haya desaparecido por ejemplo de todo el entorno marítimo europeo. El Mar Mediterráneo, otrora asiento de apetitosos atunes y tantas otras especies que han alimentado milenariamente a las poblaciones costeras, es ahora poco más que el sumidero de los desechos de los países que lo circundan. El Báltico, por ejemplo, está tan contaminado que sus especies marinas han disminuido dramáticamente su fecundidad. La reproducción es bajísima y menguante. Por estar interconectado no desaparece, como el mal llamado Mar de Aral (el sexto lago más grande del planeta, hoy reducido a una charca salobre gracias al “milagro soviético”); permanece, pero cada vez más sin vida.

Desde hace unos años, las dotaciones pesqueras europeas se dedican a saquear las cos-tas africanas, como la somalí, donde la impunidad es grande por la falta de un estado local en condiciones de defenderse, pero también la de otros estados que tienen como dieta básica el pescado, por ejemplo Namibia, que ve raleada su pesca por las incursiones desde ultramar.

Como la “perfección” técnica, el alcance depredatorio en suma, no se ha abandonado, sino que, por el contrario, sigue en pie, en auge, sacrificando a los pescadores locales robándoles las pescas, por ejemplo, mar adentro, el destino de la pesca planetaria es su desaparición. Y con ella, la ingestión principal de proteínas de la humanidad. Ya imaginamos el festejo de algunos laboratorios produciendo pastillas de ω3 u ω6 “para todos”…

Y nos hemos limitado a hablar de los desarrollos técnicos propiamente pesqueros. Pero hay que mencionar, por ejemplo, la plastificación de los mares, gracias a la invasión de otra industria −la petroquímica− que ha significado el crecimiento en progresión geométrica de restos plásticos: con microorganismos adheridos se van depositando de a poco en los fondos marinos reteniendo el oxígeno de las aguas superficiales y a la vez bloqueando los ciclos bióticos de esos fondos marinos que vimos ya tan maltratados… Recordemos que los fondos marinos constituyen más del 70% del suelo planetario… y son así la mayor parte de la biosfera del planeta.

Avícola y suina. Veamos un par de casos de agrandamiento sostenido de las unidades de producción, en cerdos y aves.
Como se describe en muchísimos documentos, el tratamiento dispensado a animales destinados al consumo humano es de una indiferencia y crueldad sin límites. Pero tanta “eficiencia” tiene su rebote; estamos dañando nuestra salud.
“[…] que se apliquen verdaderos procedimientos industriales para la «fabricación» de animales. Gallinas, vacas, borregos, conejos y todos aquellos animales que los estándares occidentalizadores determinen como comestibles, son tratados como grabadoras o DVD’s, hechos en serie. Las granjas se han convertido en verdaderas factorías en las cuales a los animales se los maneja igual que a metros de tela destinados a confeccionar vestidos. Mediante artificiales procesos hormonales y genéticos, se los obliga a sobre-reproducirse, se los alimenta con sus propios excrementos y cadáveres «enriquecidos», se los apretuja en reducidísimas áreas, se los transporta hacinados, ahogándose con su propio calor y sudor, y se los sacrifica bárbaramente […].”(13)

En esas condiciones la expansión de enfermedades, de pandemias, es también fulminan-te. Desde hace unos años, nos enmudecen y atemorizan con la “gripe aviar”, la “influenza porci-na” y otras plagas “bíblicas” en tanto los laboratorios están de parabienes con sus vacunas.(14)

La referencia al “aprovechamiento de todo” es una curiosa perversión de una conducta tan cara a la producción orgánica, de no producir desechos.

En el caso de los establecimientos hiperindustrializados, el afán de no desperdiciar nada en un proceso productivo que no se basa en la salud de los integrantes ni en pasos depurativos de compostado, ni en biodegradación aeróbica o anaeróbica ni en cadenas alimentarias biológicamente reconocidas, sino en el afán de no perder “ni un gramo de ingredientes” ha llevado, por ejemplo, a alimentar animales herbívoros con restos cárnicos. Tal fue el origen ya archisabido del llamado “mal de las vacas locas” (enfermedad de Kreutzfeldt-Jakob). Como exponente, dada su gravedad y ramificaciones mediatas, alcanza y sobra, pero bueno es saber que se trata apenas de un ejemplo entre tantos.

En agosto de 2010, p. ej., se retiraron en EE.UU. 500 millones de huevos infectados o potencialmente infectados con salmonelosis. Todos provenían de apenas dos establecimientos pertenecientes, en rigor, a un único propietario.(15) DeCoster. Por supuesto, los huevos lucían en las góndolas como provenientes de distintos “competidores” en el mercado, porque llegaban o iban a llegar al consumidor, como siempre, con muy diferentes marcas y envases.

La fábrica en cuestión, trabaja en régimen como de zona franca, es decir sin leyes ambientales ni laborales, a discrecionalidad contra los asalariados y en especial contra las asalariadas. “En 2002, la compañía de DeCoster pagó un millón y medio de dólares para llegar a un acuerdo en referencia a una demanda legal presentada por la Comisión Federal de Igualdad de Oportunidades Laborales en representación de mujeres mexicanas que informaron haber sido sometidas a acoso sexual, incluso violación, abusos y represalias por parte de sus supervisores.” DeCoster es un ejemplo práctico de las observaciones filosóficas de K. Marx. Todo se cosifica: los animales, los asalariados, los clientes.

Esta epidemia se frenó. ¿Cuántas nos llegan y luego, en cada hospital, cada médico irá diagnosticando una patología, por supuesto de-origen-desconocido?

Pensemos en que las unidades de producción de animales de granja eran antes por decenas y ahora lo son por miles o millones. Un cambio cualitativo en su tratamiento se ha introducido con la gran industria, un cambio de escala donde pierde el hombre su cualidad humana y el animal la suya animal.
EE.UU. ha mantenido un consumo de cerdo bastante estable en las últimas décadas, en todo caso aumentado junto con el propio aumento demográfico de población. De unos 50 millones de cerdos carneados anualmente a mediados del s. XX ha pasado a unos 65 millones hacia el cambio de siglo.

Pero reparemos en la transformación que tiene que haberse operado en el cómo. De tener alrededor de dos millones de establecimientos que enviaban a faena unas pocas decenas de cerdos por año cada uno, a tener apenas un puñado de mataderos que carnean hasta varios miles de cabezas por día (32 000 carneados por día en Smithfield, en Tar Heel, Carolina del Norte, p. ej.).(16) Esto significa un enorme y brutal cambio en el cuidado y la atención de los animales. Industrialización, estandarización y cambios sustanciales en la dieta. Lo patógeno también cambió de naturaleza y ritmo: han aparecido plagas, que se han “universalizado”: las “enfermedades en serie” se reproducen incontenibles.(17)

En el caso de las gallinas y pollos, se crían “paralíticos” para que no gasten energía o porque, acelerado su ritmo de crecimiento a menudo no logran mantenerse en pie (las hormonas aceleradoras no hacen crecer al mismo ritmo a las distintas partes del cuerpo). Los huesos no sostienen la carne o los músculos no llegan a desarrollarse acordes con la masa corporal. Se les sellan los picos, haciéndolos romos para evitar que se picoteen entre sí en la desesperación de sus cubículos, y en el caso de las ponedoras, para que no picoteen los huevos que acaban de poner. Los establecimientos avícolas “modernos” lidian con millones de ejemplares.

El estiércol resultante de tales “establecimientos fabriles” ya no es fácilmente incorporable a la tierra donde sirvió durante milenios de abono extraordinario y natural de próximos cultivos. Ahora, las deyecciones de millones de aves ya no cumplen papel alguno en los ciclos de rotación y fertilización de la tierra. ¡Para eso están los laboratorios! En su lugar, se van creando lagos de estiércol en las proximidades de los establecimientos, y los habitantes de las localidades vecinas atestiguan que los campos apestan las 24 horas. En el norte de Alemania, la cría industrial avícola ha generado tal problema “olfativo” que sus traficantes han encarado su “solución”.

No piense el lector que hay en esto atisbo de autocrítica, reconocimiento de las virtudes alimentarias de lo local, por ejemplo. No, ¡retroceder jamás! Sencillamente una solución pragmática. Así como cuando tales concentraciones de animales generaban una locura generalizada en ellos y aumentaba muchísimo la agresividad, no se le ocurrió a ningún criador volver a dimensiones menos monumentales, criando animales que gozaran relativamente del espacio y de su vida, sino que sencillamente serrucharon los picos de las gallinas, ante el problema olfativo, los emprendedores del ramo organizaron tales establecimientos con sus millones de animales en pre-matadero en Brasil, en la costa noratlántica –para abreviar fletes– y que los pollos lleguen a Alemania ya listos para el consumo, eviscerados, sin plumas y sin tener que soportar la población –alemana, claro–, el olor “colateral” de la mierda. Carecemos de datos sobre si los establecimientos en Brasil tienen vecinos.

Capítulo 3. Alojando históricamente lo que ahora nos pasa

Este sistema agroalimentario no es eterno. Tiene, por el contrario, escasísimas décadas. Sobreviene con la hipertecnificación de los procesos industriales y el “aprovechamiento industrial” de todos “los elementos constituyentes”. Tiene que ver con los cambios que se han operado en las últimas décadas, que nos recordaba R. Kenner. Un ejemplo de modificaciones biológicas y sanitarias a partir de la “revolución alimentaria” que ha convertido a los vacunos en pura mercancía. Las vacas se han alimentado toda la vida de pasto. Pasturas, rotaciones, han sido sabiduría humana durante miles de años.

Pero con la industrialización y la estabulización, a las vacas, encerradas y paralizadas, se las provee en EE.UU. de maíz como único alimento (en Argentina, algunos feed-lots adoptan la misma estructura pero basados en soja). La vaca genera, alimentada con maíz, una mutación en una de sus muchísimas bacterias que la convierte en causa de la gravísima enfermedad llamada sindrome urémico-hemolítico. Se ha verificado que un retorno de la vaca a la dieta de pasto y en una semana aproximadamente, desaparece esa cepa del estómago rumiante donde habita. Con lo cual, queda claramente demostrado que se genera por el maíz. ¿Volverán las vacas madeinUSA a alimentarse con elementos benignos? De ningún modo: habrá que aprender a lidiar con el sindrome señalado (p. ej. cocinando tanto como para “achicharrar” a dicho vector patógeno).

Así remataba la oenegé GRAIN un informe donde desnudaba el verdadero origen de la gripe aviar; el sistema industrial de cría de animales:

“Una interrogante candente es por qué los gobiernos y las agencias internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) no hacen nada para investigar cómo las granjas industriales y sus productos, tales como estiércol y raciones, extienden el virus. Por el contrario, están usando la crisis como una oportunidad para profundizar la industrialización del sector. Se multiplican las iniciativas para prohibir la producción de pollos al aire libre y eliminar a los pequeños productores, y reponer las granjas con pollos genéticamente modificados. La red de complicidad con una industria involucrada en una sarta de mentiras y encubrimientos parece completa.
“Los campesinos están perdiendo sus medios de vida, sus razas de pollos nativos y están siendo expulsados del mercado, y algunos expertos dicen que estamos al borde de una pandemia humana que podría matar a millones de personas […]. «¿Cuándo se darán cuenta los gobiernos que para proteger a los pollos y a las personas de la gripe aviar, necesitamos protegerles de la industria avícola mundial?»(18)

Aunque el nudo problemático que plantea el texto de GRAIN es preciso, su pregunta es ociosa si pensamos en la FAO. Desde hace ya mucho tiempo esta comisión de la ONU, como el PNUD, el PNUMA, la OMS, el PMA, etcétera, se dedican a legitimar el sistema con su modelo productivo de grandes consorcios transnacionales, aceptando el paradigma del capitalismo monopólico, como si fuera lo único que puede hacer funcionar al mundo, como si se tratara de una ley celeste de rotación y traslación de planetas y no de capitales; como si eso no revelara, sencillamente, que las comisiones “técnicas” de la ONU pertenecen a los privilegiados del mundo. La inolvidable imagen de Quino.

Contrarreforma agraria en marcha en Argentina

Es en el concierto mundial descrito en donde las economías nacionales están metidas. La Argentina figura entre los “aventajados” integrantes de la globalización si lo medimos por el ingreso de dólares al circuito económico que llamamos argentino. Al privado y al público. Pero su costo parece ser altísimo. Como bien lo explicita la Asociación Ecologista Piuké: “Nos animamos a sumar tres grandes venenos más al señalado por nuestra presidenta [CFK se refería al veneno comunicacional proveniente de ciertos medios]: cianuro, glifosato y uranio. Los tres constituyen hoy los botones de muestra (y sólo los botones) de un sistema de desarrollo que nos destruye, saquea y enferma […].”(19)

Si bien las estadísticas nacionales son todo menos confiables, el vuelo económico de los que se reputan winners del momento, como pueden ser sojeros −y toda una gama de ramas de actividad florecientes: turismo, computación, bienes inmuebles, la tierra asiento de los agronegocios, la industria automotriz, laboratorios proveedores de las nuevas modalidades productivas, las ciudades pequeñas y medianas del “país de la soja”− nos muestran un país con enorme cantidad de circulante. Desde la presidencia se nos habla de una cantidad de reservas pocas veces vista.(20) No obstante lo anterior, es inocultable la mala vida en sectores amplísimos de población, el proceso de exclusión parece imparable, se ve el deterioro del ambiente. Todo esto, invaluable en dólares.

El agronegocio, cada vez a mayor escala, sigue expulsando y acorralando a campesinos pequeños, con o sin tierras, excluyendo “brazos” de su sofisticada producción (aunque incorporando otros, menos, tecnologizados). Los cordones de miseria no sólo no desaparecen sino que parecen extenderse y todo esto en dimensiones cada vez menos “nacionales” porque el emporio sojero con asiento en Argentina se ha ido expandiendo, sobre todo hacia Uruguay, pero también hacia Bolivia o Paraguay y por lo tanto, los expulsados provienen también cada vez más de allende la frontera: buscan mitigar la exclusión mediante tareas marginales en las ciudades y entre ellas, en la megalópolis regional, Buenos Aires.

Capítulo 4. Los rasgos recientes de la tecnologización

4.1 Inversión de las relaciones

FINANCIERIZACIÓN DE LA ECONOMÍA. Nos restringiremos a una única observación respecto de otro de los rasgos señalados; el de la mencionada financierización.

Es absolutamente necesaria una crítica a fondo de los conceptos fundantes de lo que todavía hoy llamamos “economía” e incluso “ciencia económica”; una trama de conceptos de rendimiento, productividad, beneficios, amparada en la externalización de costos, valida de proyectos de impacto ambiental totalmente adocenados, legitimados por agencias gubernamentales estadounidenses, y por lo tanto con una geopolítica nacional, pero que fungen como si fueran internacionales, como es el caso del FMI, el BM y la USAID (esta última no se declara “internacional”, aunque su denominación “Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Interna-cional” merecería rebautizarse como “Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU.”).

Estos “asesoramientos” avalan de manera falaz el adueñamiento de bienes comunes a la humanidad, “abaratados”, como bien señala Javier Rodríguez Pardo,(21) mediante la denominación de “recursos naturales” y mercantilizables mediante el artilugio de considerarlos apropiables.

Pero encima de una construcción ideológica y selectiva de lo económico está el hecho avasallante y al parecer irreversible, de que la economía se sateliza cada vez más ante los movimientos financieros, verdadero nervio motor de la producción y el intercambio actuales.

Lo financiero era en siglos pasados, el apoyo, el complemento de las transacciones económicas. Pero hoy “reina” como elemento protagónico. Da vergüenza ajena escuchar a políticos exaltar el PBI como referencia de progreso o calidad de vida. Y si el político es “de izquierda”, da pena, además.

Señorío de la tecnologización; servidumbre de la ciencia

Así como la economía y las finanzas han invertido sus roles, así ha pasado con la ciencia y la técnica: ahora la ciencia está al servicio de la técnica, es decir de las corporaciones que promueven (sistemática y permanente-mente) nuevas técnicas, nuevas configuraciones tecnológicas como una forma de dominio cultu-ral, ideológico, político y finalmente material. La que se suponía protagonista, dueña de la situa-ción; la ciencia, es en realidad su servidora, es decir se desarrolla al “amparo” de grandes corpo-raciones. También fructifica en el ámbito universitario, pero ése es el sector menos dinámico. También, finalmente, en las cabezas de científicos independientes, pero éstos son los menos.

La disciplina que tenía el rol accesorio, se ha convertido en el eje de las actividades tecnocientíficas, en el motor del “sistema económico”. La tecnología está cada vez más configurada en enormes consorcios civiles (casi siempre comerciales) o militares.

4.2. Quimiquización

Apenas el 10% de los productos químicos que salen al mercado tienen una “ficha de identidad” que refleje el conocimiento de sus cualidades, virtudes y defectos. Del otro 90% sólo se conoce (y se ha investigado) el rasgo utilitario por el cual se lo ha buscado, configurado, encontrado. Por cada producto prohibido por instancias reguladoras, son miles los “aprobados” sin más verificación que la utilitaria. Por eso quimiquización y contaminación se aproximan tan peligrosamente.

4.3 megalopolización à la argentina

Señalemos un único elemento vinculado con la proble-mática de la megalopolización. En Argentina, tanto los economistas de la Coalición Cívica como los del gobierno consideran buen augurio la producción incontenible de autos cero km. En una sociedad colonializada,(22) ese sólo dato satisface a los que gobiernan (o aspiran a hacerlo), con prescindencia de una observación más estructural, de un pensamiento más matizado, que tenga en cuenta, por ejemplo, su pesadísimo costo energético o que la elasticidad del parque automoor no se corresponde con la de su base de desplazamiento material, las calles, más inelásticas.

Ese divorcio nos puede llevar no a una mejor calidad de vida, como postulan los enamorados del automovilismo o de las estadísticas del PBI sino a una peor calidad de vida urbana, cotidiana, a bordo en las rutas y avenidas atascadas. Lo señalamos a título de ejemplo de cómo no calibrar “los avances”.

Los modernizadores están de acuerdo. Con ropaje neocon o con ropaje progresista, con filosofía liberal y capitalista o con convicciones progresistas, socialistas y marxianas, la globalización sigue su marcha. Triunfal y catastrófica. A la vez.

Y vale la pena considerar una conexión típicamente ecológica: la megalopolización tiene entre sus causas el despoblamiento rural que provoca el monocultivo y su rentabilidad.
Una consecuencia de tales desplazamientos poblacionales es que la gente concentrada en grandes urbes gana accesos, comodidad, info, pero también dependencia. Dependencia del sistema funcionando. Dependencia de los poderes establecidos, tanto comunicacionales como sanitarios, políticos…

4.4. Obsolescencia programada

Dejamos al lector el reflexionar sobre este fenómeno cada vez más “pujante”: ¿qué relación tenemos los humanos con la materia, que habiendo vivido siempre en un mundo de escasez el consumismo procura persuadirnos que vivimos en un mundo sin limites, infinito, de renovación continua, donde la materia ha ido perdiendo importancia, es decir el respeto, rasgo que había caracterizado prácticamente a todas las sociedades humanas?

Se entiende el porqué. Si algo es valioso por su uso, se lo cuida. Si algo vale como mercancía, más vale que desaparezca cuanto antes, así el empresario podrá reponerla. El descuido pasa a ser “el valor” de semejante sociedad. La nuestra.

Capítulo 5. Perspectivas

Varios de los desarrollos que acabamos de enumerar afectan de manera creciente y progresiva la biodiversidad, planetariamente. Es decir, que estamos jugando con fuego.
Cada vez más “capacidad” para modificar el hábitat resulta en cambio incapaz de, a su vez, no destruirlo. ¿Podemos los humanos, vivir, sobrevivir sin hábitat natural? Parece una pregunta tonta, y sin embargo, hay quienes están proyectando cómo hacerlo.
Somos fáusticos, concedido. ¿Somos más diestros o más energúmenos que Fausto?

Ése es el reto para la humanidad. Reto que se ha ido formando desde hace ya tiempo, y que “el estado de ánimo de las masas”, las sociedades concretas, no han asumido. Ni a sus “representaciones” políticas conservadoras o progresistas les ha importado.

Porque avanza nuestro conocimiento para mejor entender la naturaleza y a nosotros mismos. Avanza la medicina, la biología. Avanza la vida activa de los humanos, alcanzando cada vez más gente más tiempo de vida. Y de una vida que merezca su nombre. Avanza la ingeniería, la cibernética, todas las disciplinas del conocimiento humano, avanza nuestra comprensión del universo, de lo giga y lo nano, y de nuestro papel en todos esos universos. Pero a la vez avanza nuestra torpeza, nuestra huella cada vez más hiriente en el planeta.

Nuestro inolvidable maestro Mario Sambarino nos recordaba un pensamiento de Blas Pascal en los albores de la modernidad, enfrentando a las nuevas deidades, que consideramos sumamente actual aun cuando Pascal se ubique desde un dios y un cielo que para muchos de nosotros no existe: “El hombre está hecho mitad dios y mitad bestia, y cada vez que quiere convertirse totalmente en dios, se convierte totalmente en bestia”.

La biodversidad irreversiblemente dañada por el hombre, el disparo al ambiente de una serie de patógenos, disruptores endócrinos, cancerígenos, mutágenos que están poniendo en peligro la salud, la sexualidad ya no sólo de los humanos sino de todos los seres vivos; la radiactividad y la contaminación electromagnética cada vez más fuera de control, y tantas otras formas de contaminación cada vez más ingobernables, y también ellas irreversibles, la capacidad de los laboratorios con sus cómplices y asistentes para medicalizar cada vez más la vida, la “capacidad” creciente de los humanos para producir desechos y basura y no dar cuenta de ellos, son todos rasgos que entendemos peligrosísimos y ominosos.

Sin pretender agotar ese panorama apenas insinuado por la A. E. Piuké con los tres tóxicos mencionados, entendemos que Argentina no ha hecho hasta ahora sino aceptar gozosamente su papel de colonizado, mejor dicho colonializado.
Porque ya no somos colonia con bandera metropolitana; la nueva modalidad imperial se cuida muy bien de que cada territorio bajo la colonialidad conserve un símil de nacionalidad y estatalidad “igual” a la de las naciones reconocidas. Por eso han florecido tantos estados “independientes” en el mundo actual (la ONU tiene ya unos 200). Y celosamente, cada uno con su bandera, faltaba más.

Ardua dialéctica, ahora sí, tenemos entre centro y periferia, y la tenemos que afrontar. No es en blanco y negro, no es fácil. El centro tiene sus excluidos; la periferia sus privilegiados. Y no sólo eso; los mismos privilegiados del Primer Mundo también tienen mucho que lidiar para retener sus privilegios. Y los excluidos de la periferia también tienen una serie de peldaños, para mejorar a veces un átimo, o para empeorar hasta llegar al despeñadero de los basurales metropolitanos.

Porque la globocolonización le ha dado 4×4 a los sojeros, pero a enormes sectores de población le ha dado los basurales a cielo abierto o “bajo control”, a donde ha ido a parar la riqueza deslumbrante de la modernidad, del mundo rico, rápidamente degradada en forma de envases, carcazas y bolsas plásticas gastadas y desechadas (desechadas pero no deshechas, porque no son biodegradables).

Sustraerse a la globocolonización es arduo y problemático. Porque se trata de romper con el consumismo que se ha ido convirtiendo, por martilleo mediático pero también por autoseducción, en una segunda naturaleza. Consumir “refrescos”, o agua en botellitas plásticas, que “es lo más”, tapas de mujeres desnudas, viajes, modelos 0 km de autos o celulares, comidas rápidas −grasas y dulces, tan tentadoras−, consumir medicamentos para todo tipo de enfermedad real o imaginaria pero de fácil aplicación. Todas expresiones de cómo estamos siendo formados en la cultura dominante.

El esfuerzo para sustraerse a semejante imaginario, el necesario para afirmar una soberanía regional, cultural, alimentaria, mediante una política de respeto a la naturaleza, implica una política anticonsumista que no puede ser sino anticapitalista. Y tal tendría un altísimo precio: ser hostigados por los grandes poderes mundiales y menguar la circulación de dólares. Con ello, perdernos no sólo los gadgets de los grandes emporios mundiales; nos granjearíamos la furia (¿desbocada?) de quienes “la están haciendo con pala”.
Cambiar culturalmente; no es fácil.

Pero los “cambios de mano” de la progresía no alcanzan. En rigor, no plantean cambio paradigmático alguno. Por eso hablan de defender “un capitalismo bueno”. Cuando estallara la “crisis de 2001” hubo variadísimos intentos de tomar “los asuntos con sus propias manos”. Algunos de tales proyectos ya venían de los ’90, entonces florecen los MTD como hongos, en este caso, después de la tormenta.

En una entrevista desde la prensa alternativa, que entonces también recibió un gran espaldarazo −que ha pervivido−, porque más población cada vez confiaba menos en lo que decían radios, diarios y sobre todo la “tele”, tuve el honor y la dicha de conocer y dialogar con un agrupamiento en el barrio Conet de La Matanza, una veintena de “vecinos” luchadores. Arrinconados, sin los medios habituales de subsistencia, estaban en contacto con criadores de huevos y pollos para empezar a atender una producción local y nos contaban, “−ya que no podemos comprar lo del supermercado, vamos a producir nosotros, pero entonces hagámoslos orgánicos, sin pesticidas ni contaminantes.” Lo mismo proyectaban para una huerta vecinal, ya en contacto con los del Pro-Huerta del INTA. Quien llevaba una voz cantante en ese MTD era una mujer paraguaya, muy politizada, de formación marxista. Sesentona, con hijas adultas, consideraba que había que “expropiar a los expropiadores”. −Se trata de adueñarnos de todos los adelantos tecnológicos de que ahora disponen los sojeros, para ponerlos al servicio de todos, de modo tal que tendremos que trabajar muy poco para obtener nuestros alimentos; yo lo que quiero es que mis hijas se desplieguen en el arte, el baile, el canto, y no que tengan que seguir «yugando» como me tocó a mí…”

Dramáticamente, no pude estar del todo de acuerdo. Porque la simplificación del trabajo humano venía con un grado tal de contaminación, cada vez más generalizado, que no la hacía tan bienvenida. Y me/le pregunté, en voz alta, si no habría que volver, por ejemplo, a carpir para evitar agrotóxicos.

Para quien ha sido marcado “por el surco” es muy atractivo el canto de no-tener-que-hacerlo-más, porque “máquinas maravillosas” lo-hacen-todo.
La ecuación de mi interlocutora, industrialista, positivista, optimista, se solucionaba a pura técnica. Y no era tan fácil mostrar que la técnica no era sólo parte de la solución; que también se había convertido, ¡y cómo!, en parte del problema.

Recuerdo que una abnegadísima madre de Plaza de Mayo, con quien cruzamos una palabras sobre los desechos cotidianos me “aclaró” que “la basura” no era problema alguno porque existen máquinas que “la hace desaparecer”. Me quedó únicamente advertirle que desconfiara siempre de lo que hace desaparecer…
Encima, los industrialistas del Agribusiness proclaman que no hay marcha atrás en los desarrollos tecnoquímicos porque semejante planteo nos llevaría a la hambruna (hambruna es justamente donde estamos…)

Porque lo cierto es que el desarrollo tecnológico, librado a las fuerzas que lo gobiernan en los últimos siglos, resulta más bien necrofílico. Parecería como que a sus promotores les está vedado percibir cómo contamina, cómo disemina muerte o peligro de muerte a través de las contaminaciones generadoras de las más dispares y cada vez más atroces enfermedades. Se maltrata lo natural con una impudicia llamativa, como si la naturaleza fuera infinitamente elástica e infinitamente resistente. Como si tuviéramos un crédito ilimitado para volver siempre a un estado óptimo, a una recuperación plena. Lo cual es una terrible impostura o una escalofriante ignorancia. La vida, lo vital es increíblemente fuerte, regenerador, con una enorme capacidad de resiliencia, como se dice ahora, pero al mismo tiempo, es frágil, mortal.

Y esa condición, perecedera, no la salva ningún optimismo tecnológico. Porque no cambia la forma de plantarse ante la cuestión. Porque persiste el carácter avasallador de ese optimismo, un empecinamiento, una soberbia, que a la larga consideramos que nos va a resultar letal.

Dije antes, que si no hay un cambio cultural, en los comportamientos políticos, sociales, pero también individuales, rompiendo con la globocolonización, no veo cómo saldremos de lo que ha dado en llamarse “crisis de nuestro tiempo”. A lo que nos inducen los “neoliberales” cada vez más autoritariamente, es a seguir en la noria “global”, el culto al dólar y a las modalidades depredadoras del gran capital cada vez más transnacional.

Lo mismo exaltan los progresistas, solo que “repartiendo excedentes” en lugar de dejárselos sólo al 1 % más privilegiado.
En ambas vías se observa la aceptación plena de lo que hasta hace pocas décadas llamábamos “el capitalismo” y ahora designamos “la sociedad global”.

Una actitud crítica, de rechazo, de resistencia, nos lleva, nos tiene que llevar a ya no aceptar que la comodidad es el valor supremo, para encarar un proyecto de país, de sociedad, que realmente nos respete a todos.
¿Podremos asumir semejante “costo psíquico” sin que medie algún cataclismo? Parece difícil. La historia humana nos muestra que esas bisagras culturales, de comportamiento se han producido junto, frente a, o a causa de, enormes desgarrones del tejido social, como una guerra, una invasión. Sólo entonces un Churchill, político burgués por excelencia, se atrevió a prometer “sangre, sudor y lágrimas”. Sólo con la atroz invasión nazi a la Unión Soviética, muchos rusos, hicieron tripas corazón ante la dictadura que estaban sufriendo y resistieron lo que entrevieron como todavía peor. Con tales ejemplos, estamos hablando propiamente de cataclismos.

Si el lavado cerebral de la tinelización sigue ocupando el tiempo de los argentinos, si se completa con la tele adocenada de las Legrand o Jiménez; si los laboratorios siguen vendiendo lo que quieren o necesitan para su rentabilidad en nombre de la ciencia, la higiene, la seguridad o “el buen olor hogareño”; si seguimos creyendo que se puede “ir en auto al centro”, que nos podemos desentender de la indigencia de los que consideramos ajenos, no-prójimos; que la salud se defiende con medicamentos y no con nuestra forma de vivir, que nuestros propios desechos cotidianos, que nos sacamos de encima cada nochecita, nada tienen que ver con nosotros, estamos lejos de una sociedad más sana y por lo tanto más igualitaria, más respetuosa, más digna. Como si no necesitáramos ningún proyecto para alejarnos de un cataclismo ambiental.

Si los necesitamos, no aparecerán tales proyectos desde las opciones expuestas por Sader, sino precisamente desde el lugar que él subalterniza: la salud planetaria.

No vendrán con políticos neocon, obviamente, pero tampoco con los progresistas. Si aparecen en nuestro horizonte será por esfuerzos desde abajo, de quienes no soportan más los alimentos que enferman, los medicamentos que curan (síntomas) y enferman organismos, las ciudades para vivir que resultan invivibles, las relaciones sociales reducidas a barra de códigos. Porque ya no nos reconocemos en el mundo oficial “que nos gobierna” y nos “consume”.

Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) En España, en 1936 todas las tendencias socialistas internacionalistas, junto a burgueses republicanos y algunas otras variantes como los católicos vascos, procuraron enfrentar a “la otra España”, la de la Falange, inquisitorial, colonialista, que contó precisamente con la preciosa ayuda de los socialismos nacionalistas, de dictadores asumidos como tales, Hitler y Mussolini, amén del apoyo de todo el arco político más reaccionario, como los emigrados zaristas rusos. Ni siquiera la sublevación fascista e integrista católica logró consolidar dos bandos: las luchas entre comunistas y anarquistas, por ejemplo, fueron tan cruentas como las habidas entre republicanos y franquistas. La guerra civil española expresó trágicamente la puja entre por los menos tres actores…
2) Que queden algunas formaciones sociales que lo postulen y hasta lo practiquen, como Corea del Norte, Cuba e incluso otras lo anhelen y lo visualicen como meta, como es el caso de la Venezuela bolivariana o chavista, con su “socialismo del s. XXI”, no alcanzaría para tipificar al socialismo actuante como la opción al capitalismo vigente, al régimen dominante. Al menos no en los términos de “certeza histórica” o fe política con que se lo blandía décadas atrás, aunque existen en Argentina y en tantos otros lugares, toda una gama de partidos, asociaciones socialistas, marxistas-leninistas, con el sueño “intacto”, postulando los programas y metas del “socialismo científico” en sus muy diversas variantes, aunque cada vez más desancladas de los viejos modelos “nacionales”, albanés, chino, ruso-soviético, cubano, coreano… De todos modos, existe una indudable base común a socialismo y ecología, enfrentados ambos a la absolutización de la propiedad privada.
3) En Argentina tenemos los casos proverbiales por su alcance mediático, y penosos para quien esto escribe, de Jorge Castro o Héctor Huergo, por ejemplo.
4) No es por cierto la única caja de resonancia de tales privilegiados; también tenemos al grupo Bilderberg, a los think-tanks de la Casa Blanca y probablemente a alguna otra entidad de la que no conocemos ni su nombre.
5) “Fabricando disidencia: globalistas y elites controlan movimientos populares”, Global Research, 28/9/2010.
6) Guy Débord, autor de La sociedad del espectáculo, una suerte de manifiesto de la Internacional Situacionista, que expresó en los ’60, con formidable penetración, el estado del mundo contemporáneo.
7) Como aclaraba nuestro querido colega fallecido, Rodolfo Bledel: el único neoliberalismo digno de ese nombre es el patrocinado por John M. Keynes que revisó las tesis básicas del liberalismo y reconsideró el papel del estado que sobrepasó entonces su rol de “juez y gendarme”. El reflotamiento de los Chicago Boys y otros liberales, algunos contumaces como Friedrich von Hayek, no hace sino retornar al liberalismo primigenio, con lo cual más que hablar de neoliberalismo, habría que hablar de un retorno a “las fuentes”: paleoliberalismo.
8) No sabemos siquiera si esa enumeración, hecha en una presentación en la Facultad de Filosofía y Letras, 7/9/2010, excluye o apenas no enumeró expresamente otros gobiernos más o menos enfrentados al neoconservadurismo, como el paraguayo o el nicaragüense actuales.
9) Cuando nos referimos a países, sociedades o estados “ajenos al destino colonial”, acotamos en el tiempo histórico estos rasgos a los países de la modernidad, a los últimos 500 años, obviamente. E incluimos además, aquellos estados que habiendo tenido un origen colonial se han incorporado al área de los países enriquecidos (o centrales), como es el caso de los formados desde los asentamientos (settlements) anglosajones que lograron, mediante una variada gama de genocidios y etnocidios, despoblar una región o arrinconar a sus habitantes en reductos; Australia, Nueva Zelandia, EE.UU., etcétera. Contaron para ello con la colonización de tierras con escasa densidad demográfica autóctona; por eso mismo naufragó ese estilo en el caso sudafricano y tiene tantas dificultades en tierras palestinas.
10) Food Inc., EE.UU., documental de 2008.
11) La gran transformación, FCE, Buenos Aires (primera edición, 2007). Parte II, “Economía de mercado”.
12) http://www.taringa.net/posts/autos-motos/7491082/top-7-de-las-marcas-mas-buenas-del-mundo.html; Luis Faraoni, “Un récord de autos con fallas…”, Tiempo Argentino, Bs. As., 24/10/2010.
13) Adán Salgado Andrade, “Fábricas de animales: enfermedades en serie”, http://www.argenpress.info, agosto 2010.
14) Esto tiene una vuelta de tuerca escalofriante que preferimos dejar en la voz misma de su denunciante, la exministra finlandesa de Salud, Kilde Rauni (youtube, nov. 2009, en internet).
15) Amy Goodman, “Huevos podridos y nuestra democracia rota”, Democracy Now, agosto 2010.
16) Food Inc., ob. cit. EE.UU. posee a principios del s. XXI 13 (¡trece!) mataderos vacunos (ibíd.).
17) Alfredo Embid, “Lo que no te cuentan sobre la gripe porcina”, http://www.amcmh.org/PagAMC/downloads/gripecerdo2.htm
18) http://www.grain.org/nfg/?id=382, marzo 2006.
19) “¿Los argentinos, somos giles?”, comunicado de Piuké, 22/10/2010.
20) Claro que habría ponderar tales entusiasmos relativizando la unidad de medida, pues aunque “siempre”, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, hablamos de dólares, los dólares del 2010 valen menos de la doceava parte de lo que valían los dólares de 1950. La inflación también “come” al dólar.
21) “¿Por qué bienes comunes?”, futuros, no 13, Río de la Plata, verano 2009-2010.
22) Una serie de historiadores y filósofos, entre los que cuentan Ramón Grosfoguel, Walter Mignolo, Catherine Walsh entre otros, han trabajado el concepto de “colonialidad” para referirse a sociedades que han “alcanzado” la independencia abandonando la condición colonial, pero manteniendo en su seno una serie de pautas dependientes.

fuente http://revistafuturos.com.ar

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El estómago, los alimentos y el poder*

Publicada el 10/11/2011 - 07/09/2022 por Ecotropía

No comemos la comida para la que genéticamente estamos preparados. Durante cien mil generaciones, la estirpe humana ha vivido como recolectora. Nuestros cuerpos se fueron conformando para digerir distintas clases de raíces, frutas y frutos de cáscara dura así como para digerir carne, caracú, vísceras, y por cierto, animales y plantas de mares y ríos.

Por Lasse Berg

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De la protección a la destrucción *

Publicada el 27/10/2011 - 19/12/2020 por Ecotropía

Siendo en parte una expresión de angustia y agresión intensificadas, la ciudad amurallada reemplazó una imagen más antigua de tranquilidad rural y paz. Los primitivos bardos sumerios volvían la memoria hacia una edad de oro preurbana, cuando «no había serpiente ni escorpión, ni hiena ni león, ni perro salvaje ni lobo»; cuando «no había miedo ni terror, y el hombre no tenía rival».

Por Lewis Mumford

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • GeneralEtiquetado como amos y esclavos, Babilonia, ciudad-prisión, ciudades que se hunden, enemigo humano, esclavización en masa, Lewis Mumford, Megamáquina, Platón, tribus primitivasDejar un comentario

(libro) La sociedad desescolarizada

Publicada el 21/10/2011 - 07/08/2024 por Ecotropía

La sociedad desescolarizada, es una profunda crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías «modernas».

Por Ivan Illich

Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su momento. A través de ejemplos reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación escolarizada, Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:

«La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación –y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas.»

“Muchos estudiantes, en especial los que son pobres, saben intuitivamente qué hacen por ellos las escuelas. Los adiestran a confundir proceso y sustancia. Una vez que estos dos términos se hacen indistintos, se adopta una nueva lógica: cuanto más tratamiento haya, tanto mejor serán los resultados. Al alumno se le ‘escolariza’ de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y fluidez con capacidad para decir algo nuevo. A su imaginación se la ‘escolariza’ para que acepte servicio en vez de valor. Se confunde el tratamiento médico tomándolo por cuidado de la salud, el trabajo social por mejoramiento de la vida comunitaria, la protección policial por tranquilidad, el equilibrio militar por seguridad nacional, la mezquina lucha cotidiana por trabajo productivo. La salud, el saber, la dignidad, la independencia y el quehacer creativo quedan definidos como poco más que el desempeño de las instituciones que afirman servir a estos fines, y su mejoramiento se hace dependiente de la asignación de mayores recursos a la administración de hospitales, escuelas y demás organismos correspondientes.”

«(…) La institucionalización de los valores conduce inevitablemente a la contaminación física, a la polarización social y a la impotencia psicológica: tres dimensiones en un proceso de degradación global y de miseria modernizada. (…) Este proceso de degradación se acelera cuando unas necesidades no materiales son transformadas en demanda de bienes; cuando a la salud, a la educación, a la movilidad personal, al bienestar o a la cura psicológica se las define como el resultado de servicios o de ‘tratamientos’.

«Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es. Ambos consideran irresponsable el medicamentarse uno mismo, y ven a la organización comunitaria, cuando no es pagada por quienes detentan la autoridad, como una forma de agresión y subversión. Para ambos grupos, el apoyarse en el tratamiento institucional hace sospechoso el logro independiente.»

«Las burocracias del bienestar social pretenden un monopolio profesional, político y financiero sobre la imaginación social, fijando normas sobre qué es valedero y qué es factible. Este monopolio está en las raíces de la modernización de la pobreza. Cada necesidad simple para la cual se halla una respuesta institucional permite la invención de una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza.»

«El morir y la muerte han venido a quedar bajo la administración institucional del médico y de los empresarios de pompas fúnebres.»

«Una vez que una sociedad ha convertido ciertas necesidades básicas en demandas de bienes producidos científicamente, la pobreza queda definida por normas que los tecnócratas cambian a su tamaño. La pobreza se refiere entonces a aquellos que han quedado cortos respecto de un publicitado ideal de consumo en algún aspecto importante.»

Introducción extraída de http://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_Illich

Libro La sociedad desescolarizada (Deschooling Society), de 1971.

Libro en PDF / Audio (5 min.)

https://ecotropia.noblogs.org/files/2011/10/libro-La-sociedad-desescolarizada.ogg
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