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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Categoría: • General

No militar…

La última batalla sobre la tierra

Publicada el 29/11/2013 - 02/12/2021 por Ecotropía

Lunes 24 de julio de 1961 / A media tarde, tras horas de recorrer el desierto, don Juan eligió un sitio para descansar, en un espacio sombreado. Apenas tomamos asiento empezó a hablar. Dijo que yo había aprendido mucho de cacería, pero no había cambiado tanto como él quisiera.

Por Carlos Castaneda

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Las mayorías de pacientes*

Publicada el 08/09/2013 - 12/05/2021 por raas

Cuando el poder diagnóstico de la medicina multiplica a los enfermos en número excesivo, los profesionales médicos ceden la administración del sobrante a oficios y ocupaciones no médicas. Al desecharlos, los señores de la medicina se libran de la molestia de la atención de bajo prestigio e invisten a policías, maestros o jefes de personal con un poder médico derivativo. La medicina conserva la autonomía sin trabas para definir lo que constituye la enfermedad, pero tira sobre otros la tarea de hurga en busca de enfermos y de proveer para sus tratamientos.

Por Ivan Illich

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La publicidad como ideología capitalista

Publicada el 14/08/2013 - 02/12/2021 por raas

Que la publicidad juega un papel importante y relevante en la configuración cultural del orden moderno es una de las hipótesis centrales de una sociología del consumo. En efecto, el capitalismo en constante proceso de expansión y globalización requiere para funcionar y ser eficiente un aparato publicitario que genere las condiciones culturales e ideológicas para la reproducción del sistema político y económico vigente. Si bien el acto publicitario se conoce desde las primeras civilizaciones de Occidente -Grecia, Roma- es en el orden moderno donde adquiere el sentido económico y racional que tiene hoy.

Por González Llaguno

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Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • TecnocidioEtiquetado como América del Norte, discurso publicitario, El discurso publicitario, formas de vida del orden moderno, González Llaguno, ideología capitalista, industria de la publicidad, inversión publicitaria a nivel mundial, La interpelación publicitaria, neuromarketingDejar un comentario

La recolonización en marcha acelera el paso

Publicada el 29/06/2013 - 02/12/2021 por Ecotropía

I “Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”. Con esa sentencia, el blog El Muerto cubrió el acuerdo y el festejo con que representantes oficiales de Uruguay y EE.UU., como entidades soberanas e iguales, seguramente, han firmado, en realidad registrado el obsequio que los militares estadounidenses le han hecho al SINAE (Sistema Nacional de Emergencias), del Uruguay.

Por Luis E. Sabini Fernández
luigi14@gmail.com Seguir leyendo «La recolonización en marcha acelera el paso» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • GeneralEtiquetado como Agrupación Nacionalista Demócrata Social, América Lapobre, American Way of Life, Americanization, Antonio Negri, Carlos Quijano, Fort Knox, Guerra de la Triple Alianza, historia de EE.UU, José Enrique Rodó, Julissa Reynoso, Luis E. Sabini Fernandez, Mariscal Estigarribia, Michael Hardt, militares estadounidenses, revista futuros, sistema estadounidense, Teddy RooseveltDejar un comentario

Cambio de ruta

Publicada el 11/06/2013 - 02/12/2021 por Ecotropía

El martes 17 de mayo de 1980 el ferrocarril Antofagasta-Oruro dejó la estación chilena emprendiendo un viaje rutinario. El convoy estaba integrado por un vagón postal, otro de mercancías y dos de pasajeros, de primera y segunda clase respectivamente.

Por Luis Sepúlveda

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Publicado en • General, • Libros, • PoéticaEtiquetado como ferrocarril Antofagasta, La pampa salitrera, Luis Sepúlveda, viajes de terror, viajes en trenDejar un comentario

Los intelectuales y el poder

Publicada el 07/04/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

Entrevista con Michel Foucault por Gilles Deleuze*

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La anomalía japonesa

Publicada el 28/03/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

El extraordinario accidente que tuvo lugar hace un año y medio en la isla más desarrollada del mundo sigue esparciendo su virus por el sistema político nipón. Las movilizaciones contra el programa nuclear son imponentes, pero en el gobierno no hay visos de reacción. Un filósofo nacido y criado en Tokio explica por qué los manifestantes no están ni indignados ni resignados, y parecen más bien curados de espanto.

Por Jun Fujita Hirose

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Tourismus macht frei (El turismo te hace libre)

Publicada el 24/02/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

“Ser rentable es la razón que lo decide todo en esta pequeña ciudad que os parecía tan bonita. El forastero que llega, seducido por la belleza de los frescos y profundos valles que la rodean, se figura en un principio que sus habitantes son sensibles a lo bello; no hacen más que hablar de la belleza de su país: no puede negarse que hacen un gran caso de ella; pero es tan sólo porque atrae a los forasteros cuyo dinero enriquece a los fondistas, cosa que, gracias al mecanismo del impuesto, es rentable a la ciudad.” Stendhal, Rojo y negro.

Por Carduelis Barbata

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Sobre el azúcar

Publicada el 17/02/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

Lo que ocurre con el azúcar moreno es difícilmente comprensible. Este residuo no tiene la pureza del azúcar blanco (ni por tanto su efecto psicotrópico) y sí en cambio infinidad de productos perjudiciales acumulados durante su procesado industrial. No obstante goza de alta estimación entre muchos ecologistas y naturistas, que creen que es mejor que el azúcar blanco.

Por Ekintza Zuzena

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La ideología del adosado

Publicada el 09/02/2013 - 26/05/2021 por Ecotropía

En un libro de una extraña lucidez Todos propietarios [1], Jean-Luc Debry describe cómo la ideología «pequeño-burguesa» se ha impuesto en los grandes estratos de la sociedad. La obsesión por la higiene y la seguridad, el culto de la mercancía y de la propiedad privada, han reemplazado a las solidaridades y a la cultura de resistencia de las clases populares.

Por revista Ekintza Zuzena*

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El sujeto y el poder

Publicada el 23/12/2012 - 26/05/2021 por Ecotropía

Por qué estudiamos el poder: la cuestión del sujeto. Las ideas que desearía discutir aquí no representan ni una teoría, ni una metodología. En primer término me gustaría decir cuál ha sido el propósito de mi trabajo durante los últimos veinte años. Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tampoco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos. Mi trabajo ha lidiado con tres formas de objetivaciones, las cuales transforman a los seres humanos en sujetos. 

Por Michel Foucault

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La escuela obligatoria, un instrumento de segregación social programada (1)

Publicada el 22/12/2012 - 26/05/2021 por Ecotropía

La escuela es una pirámide con una base muy amplia a la que todos entran por obligación. Sin embargo, sólo la ínfima minoría de los que llegan a su punta tienen acceso a los instrumentos que dan poder y prestigio en la sociedad. Son ellos también los que definirán los estilos y los contenidos de la política y se beneficiarán de becas, viajes al extranjero y de los servicios médicos más caros. La subida hacia esta punta es un triage –un proceso de segregación- en el cual, fuera de una estrecha minoría, prácticamente todos serán reprobados.

Por Jean Robert

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Jaulas

Publicada el 04/12/2012 - 19/12/2020 por Ecotropía

Cuando pensamos en encierro y sufrimiento pensamos en cárcel; cuando pensamos en la cárcel, pensamos en castigo. Por desgracia nadie piensa en las personas (y resto de seres vivos con sentimientos y esperanzas) que se encuentran presos.

Por Antón FDR

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La plenitud individualista. El sujeto en el nuevo capitalismo

Publicada el 27/11/2012 - 07/08/2024 por raas

En base a cuatro ensayos la autora analiza la sociedad capitalista actual, en la que el goce individual y la experiencia inmediata han reemplazado a la representación y a la construcción de un sentido colectivo. El individuo se convierte en un “capital humano” responsable de su insatisfacción social.

Por Evelyne Pieiller*
14-3-2007

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Cómo funciona el control mental con las noticias

Publicada el 12/11/2012 - 28/11/2012 por raas

En su objetivo esencial, la noticia «express», la «comida rápida» de la información, no está orientada a alimentar el conocimiento sino a promover la alienación y la ignorancia masiva. Es el recurso más efectivo que utiliza la estructura mediática para reconvertir al cerebro humano en un microchip repetidor de eslóganes al servicio de la dominación sin el uso de las armas.

En el sistema (nivelado como «mundo único»), sólo un minoría elabora (y consume) análisis o interpretaciones sobre los acontecimientos que se suceden en el planeta. A nivel masivo, las «noticias» o la «información» publicada se sintetizan en títulos, volantas, y párrafos cortos que se resumen en sí mismos. Nacen y mueren a la misma velocidad de la lectura.

No hay contexto, no hay historia, no hay relación ni causalidad entre acontecimiento y acontecimiento, y, las noticias, como las imágenes, sólo se fijan (y quedan) en la retina mientras las miramos, las leemos o las escuchamos. Para las agencias, diarios y grandes cadenas mediáticas (locales o internacionales), este formato de «consumo» es lo ideal.

La gente, dicen sus ejecutivos, siempre anda apurada. Y les hacemos el mundo fácil y simple de digerir. Así se niveló mundialmente la comunicación «express», la información de «consumo rápido», solo títulos, párrafos cortos, hechos memorizados fáciles de digerir y recordar. Y el «gran público» (el demandante masivo de información «express») se acostumbró a asimilar información «suelta» (sin porqué ni para qué) y sin analizar ni reflexionar sobre su autenticidad y origen.

Fácil y cortito, es la fórmula impuesta. Una especie de «mundo de eslóganes», que el «gran público» repite como un loro electrónico en su vida privada, en su trabajo, y en todos los chats y redes sociales donde le dejan inscribirse. Y la información «express», nivelada y manipulada a escala global, creó un mundo a su imagen y semejanza: El mundo de los «opinadores» compulsivos programados por los eslóganes sueltos de las noticias «express».

Y como emergente lógico, la función de la reflexión y el análisis (natural del humano), fue reemplazada por el «comentario» sin sostén, y por la especulación con los rumores y las teorías conspirativas sin fundamento racional.

Hay una primera explicación técnica: La función del periodismo del sistema no es promover el conocimiento (la comprensión razonada) de la noticia, sino promover el «debate» sin reglas, la discusión irracional y esquizofrénica (sin análisis ni información procesada) de los títulos difundidos como «imágenes sueltas» para producir atracción comercial.

Programar lectores, televidentes, o internautas con eslóganes que confrontan con otros eslóganes, es la función y misión esencial que surge de la estructura operativa del periodismo masivo que vende «noticias» como si fueran hamburguesas en la góndola. Y se produce el milagro buscado: El público masivo, el alienado programado (AP), consume información «express» de la misma manera que consume música, espectáculos, productos, hasta presidentes y normas de vida vendidos como si fueran desodorante de ambiente.

Esa sensación de «libertad sin fronteras» que les deja a los «opinadores» compulsivos la información de consumo rápido (como la comida chatarra de Mc Donalds) les permite, con total impunidad, «criticar» o  «juzgar» casi cualquier acontecimiento sin tener información ni elementos fundantes de análisis sobre lo que se discute. En este contexto, es muy común, por ejemplo, que un AP (alienado programado)  «opine» sobre el conflicto de Irán sin saber siquiera identificarlo en el mapa.

En su objetivo esencial, la noticia «express», la «comida rápida» de la información, no está orientada a alimentar el conocimiento sino a engordar la ignorancia masiva. Es el recurso más efectivo que utiliza la estructura mediática para reconvertir al cerebro humano en un microchip repetidor de eslóganes, mientras el sistema, gobiernos, bancos y empresas capitalistas (que financian a la estructura mediática) siguen depredando y haciendo negocios en el mundo real.

Desde el punto de vista de su utilización mediática, la noticia «express» se fundamenta y abreva en las técnicas del control mental.

Operativamente, el control mental es una técnica orientada a captar y/o manipular la conducta de las personas, controlando sus emociones y su capacidad de «reflexión», con la finalidad de direccionar comportamientos (sociales o individuales) hacia los fines buscados por el «controlador» (Gobiernos, grupos de poder, etc). Este modelo de manipulación de conducta social (el control mental) se resume en el «pensamiento de manada», donde el individuo resigna su  capacidad de «pensamiento propio» a cambio de protección por parte del líder (programador) del grupo.

Y el control mental, para que sea exitoso, necesita del «pensamiento sectario», cuya estructura está compuesta por un «receptor pasivo» (el manipulado con el control mental) y un «emisor activo (el líder programador). En este caso, el consumidor alienado de noticias «express» es el receptor pasivo, mientras que la estructura mediática de programación es el emisor activo. De manera tal que, dentro de este esquema funcional, no hay una identificación crítica  con la noticia (un feed back entre emisor y receptor), sino una memorización pasiva orientada a impedir la comprensión totalizada de los acontecimientos sobre los que aparentemente se «informa».

El resultante (que se puede verificar fácilmente): El lector, televidente o radioescucha se convierte en un difusor pasivo  de títulos (vaciados de contenidos críticos y reflexivos) que se retroalimentan como órdenes en el cerebro masivo. Esto crea la atomización esquizofrénica, y permite, por ejemplo, que el receptor, pase, sin ninguna conexión reflexiva ni emocional, de una noticia sobre la muerte de 200.000 personas en Haití, a otra sobre la última producción discográfica de un cantante de moda.

Y este fenómeno explica, a su vez, la indiferencia de las mayorías frente a exterminios militares en masa de seres humanos indefensos (como los de Israel en Gaza) que, sin mediar la alienación atomizante mediática, producirían reacciones masivas  contra sus perpetradores. Este efecto se produce por una operación reduccionista y atomizante con las noticias «express». Por ejemplo: Si yo titulo «Israel está en guerra con Hamás», sin aclarar que Israel es la potencia agresora y Hamás el agredido, lavo las operaciones de exterminio del Estado judío de toda connotación genocida.

Trasladada a cualquier otro plano, la función de las noticias «sueltas» (descontextualizadas y sin conexión entre sí) está orientada a impedir que las mayorías (a través del pensamiento reflexivo) tomen conciencia de quién es el dominador y quien el dominado.

Esta es la razón que justifica el bombardeo diario con «titulares» que presentan los acontecimientos descuartizados y despojados de todo sentido de totalidad interpretativa. Destruido su pensamiento crítico (por medio de la información descontextualizada y sin historia)  el alienado programado se masifica y se nivela en trasmisor pasivo de un único mensaje: El que difunde (a modo de un «Gran Hermano») la estructura mediática que comercia con las «noticias».

La estructura del «pensamiento de manada» se traduce en un axioma funcional: El sistema no quiere que pienses por ti mismo, sino que obedezcas órdenes. Estas órdenes (en la era del control mental) no son militares sino «persuasivas». No actúan por imposición física (la tortura y el miedo a la muerte), sino por imposición psicológica (la «persuasión» social).

La etapa de la «colonización de las sociedades» con el consumo de productos, comenzada en la década del 60, posibilitó la era de la «colonización mental» con el consumo de información perfeccionada con el advenimiento masivo de Internet y de las comunicaciones globalizadas en la década del 90.

Cuando el sistema capitalista trasnacional, por medio del consumo, niveló un «modelo único de pensamiento», sentó las bases psicosociales para el control político-ideológico por medio de la información periodística manipulada por operaciones psicológicas. De manera tal, que las  técnicas y estrategias del control mental se revalorizaron dentro de métodos científicos de direccionamiento de conducta de masas, y se convirtieron en una eficiente estrategia de dominio sin el uso de las armas.

Mediante la manipulación y direccionamiento de conducta por medios psicológicos el individuo-masa se convierte en «soldado cooperante» de los planes de dominio y control social establecidos por el capitalismo trasnacional y la potencia imperialista regente de turno. Es a la vez, víctima y victimario, de las operaciones psicológicas, ya que se convierte en una célula consumista-trasmisora tanto de planes de consumismo capitalista como de planes de control y represión social manipulados sin el uso de las armas.

Las noticias «express», la información de «consumo rápido», son la columna vertebral de esta estrategia.

Manuel Freytas *
manuelfreytas@iarnoticias.com
31-Octubre-2012

* Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.

fuente www.iarnoticias.com/2012/secciones/contrainformacion/0013_control_noticias_31oct2012.html

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El anarquismo y la política del resentimiento

Publicada el 30/10/2012 - 28/06/2022 por Ecotropía

Este ensayo expone una crítica al anarquismo clásico, utilizando el concepto nietzscheano de “resentimiento” y las ideas de Michel Foucault sobre el poder. Aunque las críticas de Newman al anarquismo clásico, en su intención de definir su concepto de “post- anarquismo”, tienden a favorecer la identidad individual sobre la acción revolucionaria colectiva, tiene entre sus aspectos más importantes, la necesidad de establecer que el anarquismo es más que una simple reacción contra el Estado, y el hecho de que “nacemos en un mundo diseñado por el poder, no en un mundo <natural> escindido del poder”.

Por Saul Newman*

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(libro) Teoría de la clase ociosa

Publicada el 09/10/2012 - 29/07/2021 por Ecotropía

Introducción del libro escrito en 1899 por el sociólogo y economista estadounidense.

Por Thorstein Veblen

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(libro) Desarrollo a escala humana. Opciones para el futuro*

Publicada el 21/09/2012 - 12/09/2018 por raas

Este documento cristaliza un trabajo esencialmente transdisciplinario realizado por un equipo de investigadores de distintos países de América Latina. El trabajo fue preparado a lo largo de un año y medio con la colaboración de profesionales de Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, México, Brasil, Canadá y Suecia, dedicados a disciplinas tales como economía, sociología, psiquiatría, filosofía, ciencia política, geografía, antropología, periodismo, ingeniería y derecho. Los participantes constituyeron un grupo estable de reflexión e investigación colectiva que se reunió, en el curso de los dieciocho meses de trabajo, en tres seminarios-talleres, manteniendo contacto intelectual estrecho y permanente desde el comienzo hasta el término del proyecto. Además del grupo estable, cuya continuidad permitió profundizar la reflexión colectiva en torno a problemáticas específicas del desarrollo, hubo invitados especiales en cada una de las reuniones.

Por Manfred Max-Neef / Antonio Elizalde / Martín Hopenhayn [1]

Prefacio a la edición original

Los principales insumos para este trabajo lo constituyen los relatorios de cada uno de los Seminarios-Talleres y distintos documentos producidos por los participantes. La redacción final estuvo a cargo del equipo del CEPAUR y apunta más a integrar de manera coherente la diversidad de los aportes que a reflejar la opinión particular de cada uno de los participantes.

La propuesta que aquí se contiene constituye un aporte para la filosofía del desarrollo. Pretende por lo tanto, ser un aporte sugerente, susceptible de ahondarse en cualesquiera de los múltiples ámbitos que aborda.

El proyecto fue realizado de manera conjunta por el Centro de Alternativas de Desarrollo de Chile (CEPAUR) y por la Fundación Dag Hammarskjöld de Suecia. Nació de la necesidad de situar en el contexto latinoamericano y a la luz de los cambios de escenario ocurridos durante el último decenio, la propuesta contenida en el Informe Dag Hammarskjöld de 1975 Qué hacer: Otro Desarrollo. El texto resultante aspira a tener como interlocutores a agentes del desarrollo regional, planificadores y políticos, grupos de desarrollo local, académicos de diferentes disciplinas relevantes para el desarrollo, foros internacionales y profesionales e intelectuales dedicados a pensar caminos de humanización para un mundo en crisis.

La propuesta contenida en este trabajo es, pues, un esfuerzo por integrar líneas de reflexión, de investigación y de acción que puedan constituir un aporte sustancial para la construcción de un nuevo paradigma del desarrollo, menos mecanicista y más humano.

Primera parte. Relectura de la crisis latinoamericana

I. América Latina: crisis y perplejidad

Crisis de propuestas y crisis de utopías

Hoy es casi un lugar común afirmar que América Latina está en crisis. Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han hecho de la crisis, por lo que el diagnóstico de la enfermedad parece estar completo, por lo menos en sus contenidos más profundos y trascendentes. Lo que aún no ha generado consenso es el tratamiento, debido a la complejidad del cuadro que se nos presenta. La perplejidad, resultante de una situación a la que no le reconocemos precedentes similares, nos ha mantenido en una especie de callejón sin salida, que bloquea el paso hacia soluciones imaginativas, novedosas y audaces. Se intuye con claridad que las recetas convencionales y tradicionales, de cualquier trinchera que vengan, no funcionarán. Sin embargo, hay una especie de temor paralizante que inhibe el diseño de los caminos radicalmente distintos que pudieran eventualmente sacarnos del embrollo.

El temor es entendible, porque no es nada fácil renunciar a diseños estratégicos o construcciones teóricas e ideológicas en las que se han cimentado durante largo tiempo no sólo creencias, construcciones y esperanzas, sino incluso pasiones. Pero el hecho es que la magnitud de la crisis parece trascender nuestra capacidad de asimilarla e internalizarla plenamente. Después de todo, no se trata de una crisis clara. No es sólo económica, ni es sólo social, cultural o política. De alguna manera, es una convergencia de todas ellas pero que, en su agregación, resulta en una totalidad que es más que la suma de sus partes.

En lo político, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las instituciones políticas representativas frente a la acción de las élites del poder financiero, por la internacionalización creciente de las decisiones políticas y por la falta de control que la ciudadanía tiene sobre las burocracias públicas. Contribuyen también a la configuración de un universo político carente de fundamento ético, la tecnificación del control de la vida social, la carrera armamentista y la falta de una cultura democrática arraigada en las sociedades latinoamericanas. En lo social, la creciente fragmentación de identidades socioculturales, la falta de integración y comunicación entre movimientos sociales, la creciente exclusión social y política y el empobrecimiento de grandes masas, han hecho inmanejables los conflictos en el seno de las sociedades, a la vez que imposibilitan las respuestas constructivas a tales conflictos. En lo económico, el sistema de dominación sufre actualmente cambios profundos, donde inciden de manera sustancial la mundialización de la economía, el auge del capital financiero con su enorme poder concentrador, la crisis del Estado de Bienestar, la creciente participación del complejo militar en la vida económica de los países, y los múltiples efectos de las sucesivas oleadas tecnológicas en los patrones de producción y consumo.

Todo esto sorprende a los países en desarrollo en una terrible desventaja y los obliga —con la complicidad de gobernantes y clases dominantes— a enormes sacrificios y costos sociales para ‘sanear’ sus sistemas financieros y pagar los tan mentados servicios de deudas con los acreedores del mundo industrializado. Ante este panorama incierto, más desolador que halagador, las respuestas de búsquedas y alternativas al autoritarismo, al neoliberalismo, al desarrollismo y al populismo, se empantanan en programas inmediatistas, y en balbuceos reactivos, o se reducen a la reivindicación y recuperación de los ‘niveles históricos’.

Al tratar de identificarla con un nombre, nos hemos inclinado por llamarla la crisis de la utopía, porque su manifestación más grave nos parece el hecho de que estamos perdiendo —si es que no hemos perdido ya— nuestra capacidad de soñar. Nos debatimos en un agotador insomnio que nos impide la lucidez imprescindible para enfrentar con vigor e imaginación nuestros problemas. Nos hemos convertido, en cambio, en una especie de somnolientos administradores de una crisis a la que intuimos imposible de resolver por nuestros propios medios. Esta somnolencia en que nos hace desembocar la crisis de la utopía se manifiesta con muchos rostros: el derrotismo, la desmovilización, la abulia, el individualismo exacerbado, el miedo, la angustia y el cinismo.

Los campos en los que en el pasado —con o sin éxito— luchamos por nuestras propias causas, hoy nos parecen como cubiertos de bruma. Nuestras razones se hacen difusas, y los que aún mantenemos una voluntad de lucha, acabamos, sin darnos cuenta, emprendiendo luchas que nos son ajenas. De allí que nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrarnos con nosotros mismos y convencernos además de que el mejor desarrollo al que podemos aspirar —más allá de cualquier indicador convencional que, más que nada, ha servido para acomplejarnos— será el desarrollo de los países y culturas capaces de ser coherentes consigo mismas.

La propuesta contenida en este documento no pretende ser la solución final para superar nuestra crisis. Sin embargo, es un camino posible. Es una opción surgida de una larga reflexión colectiva por parte de un grupo de latinoamericanos que, acompañados en la jornada por amigos solidarios de Suecia y Canadá, han decidido compartir los resultados de su recuperada capacidad de soñar.

Limitaciones para nuestro desarrollo

Si limitamos nuestro análisis a los componentes económicos de la crisis, y observamos su comportamiento histórico a través de las políticas económicas y de desarrollo que se han aplicado en Latinoamérica durante las últimas cuatro décadas, lo primero que detectamos es un claro proceso pendular. Los períodos de expansión acaban generando desequilibrios financieros y monetarios que derivan en respuestas estabilizadoras que, a su vez, acaban generando elevados costos sociales, lo que induce a nuevos impulsos de expansión.

En este juego pendular se confrontan las dos grandes concepciones económicas que han dominado el panorama de América Latina: el desarrollismo y el monetarismo neo-liberal. Ambas comparten el no haber logrado lo que originalmente se propusieron, pero cada cual de manera distinta y por razones distintas. Por otra parte, no todo es negativo en un fracaso, de manera que vale la pena dedicar algunas reflexiones al sello que cada una de estas concepciones ha dejado impreso en la historia económica y socio-política de la región.

Frustraciones del desarrollismo y del monetarismo

El desarrollismo fue una experiencia profundamente movilizadora. Fue generadora de ideas y de corrientes de pensamiento. Es durante el período de su predominio en que surge no sólo la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que le da su gran impulso, sino el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación LatinoAmericana de Libre Comercio (ALALC), el Pacto Andino y otras importantes iniciativas regionales como la Alianza para el Progreso. En los contextos nacionales aparecen las instituciones de planificación, las corporaciones de fomento de la producción en sus distintas versiones, las políticas que impulsan la industrialización y revierten la composición demográfica de países hasta entonces predominantemente rurales, las reformas bancarias, el mejoramiento de los sistemas estadísticos, la promoción popular y los variados intentos de reformas estructurales. Surgen, además, los primeros argumentos y tesis sólidas que apuntan a la defensa de nuestras exportaciones, afectadas —como logra demostrarse— por un deterioro constante de los términos de intercambio. Por último, son economistas latinoamericanos adscritos al pensamiento desarrollista quienes aparecen como actores determinantes de la creación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta tiene pleno sentido hablar de un pensamiento cepalino o de una filosofía del BID. Existen posiciones que generan debate. Hay una efervescencia creativa indiscutible. Los centros de poder del norte contraargumentan, pero, por primera vez, a la defensiva. Todo ello empieza a diluirse en la década siguiente, y los organismos internacionales latinoamericanos comienzan a perder su identidad original. El monetarismo neo-liberal, que había hecho sus incursiones esporádicas sin lograr imponer su carácter más allá de episodios coyunturales de estabilización comienza a irrumpir con toda su energía.

El fracaso del desarrollismo no puede, ciertamente, atribuirse ni a falta de ideas ni a pobreza de creatividad. Por el contrario, sus aportes han sido formidables en cuanto a crear una infraestructura económica rica y diversificada. Las razones de su fracaso se han debido fundamentalmente a su propia incapacidad para controlar los desequilibrios monetarios y financieros, a que la estructura productiva que generó —especialmente la industria— resultó tremendamente concentradora, y a que su enfoque del desarrollo, predominantemente económico, descuidó otros procesos sociales y políticos que comenzaban a emerger con fuerza y gravitación crecientes, especialmente después del triunfo de la revolución cubana.

La historia del neo-liberalismo monetarista es otra y bien distinta. Si el desarrollismo fue generador de pensamiento, el monetarismo ha sido fabricante de recetas: por lo menos el que hemos visto aplicado en nuestros países. En nuestro medio no es posible detectar propiamente un pensamiento o una filosofía neo-liberales. Ello no se debe, por cierto, a que la mencionada escuela carezca de tales sustentos. Basta leer para ello a los economistas austríacos. El problema radica en que el esquema aquí aplicado ha sido el de un neo-liberalismo inculto, dogmático y fuera de contexto.

A diferencia del desarrollismo, el neo-liberalismo monetarista ha fracasado en un período mucho más breve y de manera mucho más estrepitosa. Más aún, se parece a un derrumbe fenicio, que nada deja después de su paso excepto un inmenso vacío. El que hoy en día sólo logre sustentarse en América Latina, con el apoyo de regímenes dictatoriales o pseudo-democráticos, es prueba suficiente de que la presión generada por los costos sociales sólo puede mantenerse bajo la aplicación de medidas represivas.

Suponiendo, empero, que el neo-liberalismo monetarista se hubiese aplicado de manera acorde con la riqueza del pensamiento de sus creadores, especialmente austríacos, su fracaso, en el contexto latinoamericano, habría sido igualmente inevitable. Esto es así al menos por tres razones. Primero, porque a pesar de poder impulsar el crecimiento económico, no es generador de desarrollo en el sentido amplio que hoy lo entendemos. Segundo, porque sus supuestos de racionalidad económica son profundamente mecanicistas e inadaptables, por lo tanto, a las condiciones de países pobres, donde la miseria no puede erradicarse como consecuencia de la liberalización de un mercado del que los pobres se encuentran, de hecho, marginados. Tercero, porque en mercados restringidos y oligopólicos, donde los grupos de poder económico no se enfrentan a fuerzas capaces de limitar su comportamiento, la actividad económica se orienta con sentido especulativo, lo que deriva en resultados concentradores que son socialmente inaguantables.

Hay que destacar, por último, que ambas concepciones económicas han compartido algunos elementos, aunque con distinta intensidad. Las dos han pecado de mecanicistas y de provocar resultados económicos concentradores. Para el neo-liberalismo, el crecimiento es su fin en sí mismo y la concentración se acepta como una consecuencia natural. Para el desarrollismo, el crecimiento es una condición económica que conllevará desarrollo. Ambas suponen que la concentración estimula el crecimiento, lo cual es demostrable estadísticamente, —pero, mientras el neo-liberalismo no ve necesidad alguna de limitarla, el desarrollismo, que sí reconoce límites, no logra controlarla. El desenlace de esta historia de cuarenta años es incierta, finalmente, en la situación de perplejidad en que hoy nos encontramos.

Reacciones ante las frustraciones

Hay diferentes reacciones frente a la situación actual. Están, por ejemplo, los que sostienen que, después de todo, el naufragio no se ha producido. Argumentan para ello que durante las últimas dos décadas y media los niveles de ingreso se han más que duplicado, que ha habido una notable expansión del producto y que se han multiplicado las exportaciones. Todo ello es cierto.

Sin embargo, están los que exhiben la otra cara de la realidad: el agravamiento de la pobreza en los sectores populares, el hecho de que algo más de un tercio de la población económicamente activa se debate entre el desempleo y el subempleo, el agravamiento de los grandes déficits sociales, especialmente la vivienda, y, por último, una deuda externa que, al margen de las consideraciones éticas respecto de lo que tendríamos o no tendríamos que hacer, resulta claramente impagable a menos que agravemos nuestra pobreza y agotemos nuestros recursos hasta límites estructuralmente irreversibles.

Hay quienes ven la posibilidad de que, al enmendar ciertos errores, es posible revitalizar esquemas que resultaron atractivos en el pasado. Otros, como es el caso de los autores de este documento, ven un inmenso espacio abierto para diseñar alternativas radicalmente distintas. La segunda posición se sustenta no sólo en la percepción de una experiencia histórica agotada, sino en algunos errores graves que podrían cometerse al aplicar soluciones convencionales para escapar de la crisis.

Al enfrentar el futuro se corre el riesgo de caer en errores de percepción o de equivocarse en la acción. En materia de percepción se cometen dos errores graves. El primero es pensar que la crisis económica latinoamericana es atribuible a la crisis externa. El segundo, que se desprende del anterior, es suponer que nuestra depresión es coyuntural. Si bien es cierto que las condiciones externas influyen en economías dependientes y vulnerables como las nuestras, no es menos cierto que una recuperación de la economía capitalista del norte no tendría necesariamente efectos significativos para nuestra propia recuperación. Las razones se desprenden de los errores que pueden cometerse en materia de acciones, y que señalamos a continuación.

Sería totalmente ilusorio sustentar una estrategia de desarrollo futura en la expansión de las exportaciones de productos primarios, por la sencilla razón de que todo indica que el grueso de ellos mantendrán, por diversas razones, condiciones desfavorables en los términos de intercambio, mientras otros comienzan a ser desplazados por sustitutos más eficientes. Del mismo modo, una estrategia sustentada en la diversificación de las exportaciones, entendida ésta como exportación de manufacturas, se estrellaría inevitablemente contra las políticas proteccionistas de las potencias del norte. Suponer, por otra parte, un desarrollo apoyado en las contribuciones externas de capital, queda descartado de plano por el gravísimo e irresoluble estado en que nos mantiene el endeudamiento.

De lo dicho se desprende que nuestra situación dista mucho de ser coyuntural. De allí que resulta inevitable, en nuestra opinión, desplegar todos los esfuerzos posibles para diseñar alternativas imaginativas pero viables. Las condiciones de tal —o de tales— alternativas parecen bastante claras. Por una parte, si las dos concepciones económicas que han dominado el escenario latinoamericano no han logrado satisfacer las legítimas carencias de las mayorías latinoamericanas, una nueva concepción ha de orientarse primordialmente hacia la adecuada satisfacción de las necesidades humanas. Por otra parte, si el desarrollo futuro no puede sustentarse en la expansión de las exportaciones (por las barreras descritas), ni en sustanciales aportes de capital foráneo por las dramáticas limitaciones que impone la deuda externa, la nueva concepción ha de orientarse inevitablemente hacia la generación de una creciente autodependencia.

Objetivos del Desarrollo a Escala Humana

Este trabajo propone, como perspectiva que permita abrir nuevas líneas de acción, un Desarrollo a Escala Humana. Tal desarrollo se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado.

Necesidades humanas, autodependencia y articulaciones orgánicas, son los pilares fundamentales que sustentan el Desarrollo a Escala Humana. Pero para servir a su propósito sustentador deben, a su vez, apoyarse sobre una base sólida. Esa base se construye a partir del protagonismo real de las personas, como consecuencia de privilegiar tanto la diversidad como la autonomía de espacios en que el protagonismo sea realmente posible. Lograr la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto del desarrollo es, entre otras cosas, un problema de escala; porque no hay protagonismo posible en sistemas gigantísticos organizados jerárquicamente desde arriba hacia abajo.

El Desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más directa y participativa, puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado latinoamericano, en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas.

Estado y participación social en América Latina

Sin pretender realizar un análisis histórico o sociológico sobre los modelos de Estado en la región, parece importante, empero, constatar la incapacidad histórica de tales modelos para la plena promoción de espacios de participación popular.

A los procesos de independencia y constitución de estados nacionales en América Latina siguieron procesos de desarrollo impulsados y controlados por las oligarquías nacionales. Estos se desenvolvieron en el marco de democracias liberales y tuvieron por objetivo el desarrollo capitalista y la integración con los mercados externos. Pero estas democracias excluyeron de la vida política a las masas populares, privándolas de canales de participación social o de presión política.

Este carácter ostensiblemente restringido de los espacios de participación y de los beneficios sociales del desarrollo capitalista-oligopólico precipitó la crisis del Estado oligárquico. Una nueva fase en la modalidad estatal fue la de los regímenes populistas-nacionalistas, que intentaron combinar mayor participación popular con la formulación de proyectos nacionales homogéneos que permitieron una modernización más ágil y sólida de la nación. Estos sistemas abrieron canales de representación política —el sufragio universal—, y crearon mecanismos de representación sectorial. Como forma de gobierno, el principal aporte del populismo fue el reconocimiento de grupos sociales hasta entonces excluidos del concierto político. Puesto que el Estado mismo se hizo cargo de este proceso de incorporación de nuevos actores al desarrollo, esto redundó en un considerable aumento de su función reguladora. A la mayor participación política de sectores incorporados a la vida socio-política acompañaron políticas redistributivas piloteadas por el Estado.

Si bien este modelo estatal tuvo la fuerza de legitimarse frente al tradicional Estado oligárquico, el Estado populista necesitó, por su propia precariedad frente a grupos internos de poder económico y a las presiones imperialistas de países ricos, consolidar de manera compulsiva proyectos nacionales homogéneos. Estos proyectos no fueron capaces de reflejar la heterogeneidad de sectores y comunidades que componen la sociedad civil, de modo que la participación social y el protagonismo popular se vieron socavados por el autoritarismo implícito en el ‘proyecto único’, y por mecanismos burocráticos y paternalistas que reforzaron la verticalidad y la concentración de poder.

La tensión entre proyectos homogéneos y diversidad de actores sociales que claman por mayor protagonismo, se repite en la ola de regímenes progresistas que ocuparon buena parte del escenario político en muchos países de la región. Tales Estados no buscaron legitimación mediante la democracia política —y esto los diferencia de los populismos constituidos por sufragio universal— sino a través del respaldo popular obtenido mediante la expansión de conquistas sociales y nacionales, y a través del control sindical de tipo corporativo en muchas de las funciones del Estado.

Los regímenes políticamente autoritarios, y liberales a ultranza en lo económico, han sido los más representativos del último decenio, muy especialmente en el Cono Sur de América Latina. En ellos se combina la concentración del poder político (acompañado de represión física y psicológica sobre la población civil) con la privación para amplios sectores de los beneficios sociales y económicos que habían conquistado bajo el alero de gobiernos populistas o progresistas. Es en estos regímenes represivos, de corte neoliberal, donde la participación social y el protagonismo popular se han visto más devastados.

Pero es precisamente en estos regímenes, y frente a esta crisis aguda, donde las oposiciones democráticas revalorizan la necesidad de fundar un orden basado en la articulación de la democracia política con la participación social. Es en esta dirección que apunta, también, el presente documento. La alternativa, en las actuales condiciones, gira menos entorno a opciones ideológicas estereotipadas que en la posibilidad de combinar procesos de desconcentración económica, descentralización política, fortalecimiento de instituciones auténticamente democráticas y autonomía creciente de los movimientos sociales emergentes.

El desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende hacia la capacidad de la propia sociedad civil para movilizarse y adecuar un orden político representativo a los proyectos de los diversos y heterogéneos sujetos sociales. La pregunta candente, no sólo para un Estado democrático, sino también para una sociedad y una cultura democrática en la región, no es ya cómo contener la diversidad, sino cómo respetarla y estimularla. Al respecto, un tipo de desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la multiplicidad de matrices culturales dispersas en la sociedad civil, no puede eludir la tarea de consolidar prácticas y mecanismos que comuniquen, socialicen y rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el cuerpo social.

Estos procesos de protagonismo creciente resultan, pues, decisivos para articular proyectos que expandan la autonomía nacional y que socialicen de manera más equitativa los frutos del desarrollo económico. De allí que sea indispensable zanjar la creciente atomización de movimientos sociales, identidades culturales y estrategias comunitarias. Articular estos movimientos, identidades, estrategias y demandas sociales en propuestas globales no es posible mediante la homogeneización que caracterizó a los populismos o nacionalismos. Requiere, por parte del Estado, nuevos mecanismos institucionales capaces de conciliar participación con heterogeneidad, formas más activas de representatividad y mayor receptividad en cada una de las instancias públicas.

No es el objetivo del presente documento desarrollar una propuesta en torno al modelo de Estado adecuado para la promoción de un Desarrollo a Escala Humana. Nuestro énfasis recae en las exigencias para y desde la propia sociedad civil. Esto no implica en absoluto la minimización de la problemática del Estado, sino la voluntad de complementar propuestas políticas para el Estado con la perspectiva de los actores sociales, de la participación social y de las comunidades y del potencial que en sí mismos puedan contener. Nuestro énfasis en una democracia social o bien en una democracia de la cotidianeidad no obedece a la despreocupación por la democracia política, sino a la convicción de que sólo rescatando la dimensión ‘molecular’ de lo social (micro-organizaciones, espacios locales, relaciones a Escala Humana) tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una cultura democrática. Compartimos en este sentido la idea de que, para evitar la atomización y la exclusión, sea en lo político, en lo social o en lo cultural, es imprescindible generar nuevas formas de concebir y practicar la política. El presente documento no pretende describir tales formas, sino abrir —siempre abrir— espacios de reflexión y de sensibilización que expandan la conciencia crítica ante lo que vivimos y promuevan una sensación de urgencia por nuevos caminos de acción política.

Hábitos y sesgos en los discursos del desarrollo

Mas allá de la apretada síntesis de los acápites precedentes, nuestra reflexión compartida nos ha permitido concretar algunas conclusiones que amplían el contexto de la problemática urgente de modificar sustancialmente nuestros conceptos y enfoque de desarrollo.

Vivimos y trabajamos una historia que desconoce la subhistoria que la hace posible. De allí que observamos cotidianamente las graves desarticulaciones que se dan entre las actuaciones de las cúpulas políticas y las aspiraciones e impulsos que se desencadenan en los sectores populares. Buscamos justificación para nuestras acciones en los planteamientos o pensamientos que atribuimos a nuestro difunto héroe de turno, sin siquiera percatarnos de la sabiduría del hombre y la mujer que siembran el maíz y que, al compartirlo en la olla común, logran sobrevivir, no por lo que hemos hecho, sino a pesar de lo que no hemos hecho.

Vivimos y trabajamos modelos de sociedad que desconocen la complejidad creciente de la sociedad real en que estamos inmersos. De allí que observamos el quehacer febril y obsesionado de los tecnócratas que diseñan soluciones antes de haber identificado el ámbito real de los problemas. La justificación de los modelos las buscamos en los modelos mismos, de manera que cuando las soluciones fracasan, no es por fallas del modelo, sino por trampas que hace la realidad. Esa realidad que se hace presente no se percibe como un desafío que hay que enfrentar, sino como un obstáculo que hay que domesticar imprimiendo aún mayor fuerza en la aplicación reincidente del modelo.

Vivimos y trabajamos la importancia orientadora de nuestros conocimientos formales adquiridos. De allí que observamos en tantos dirigentes un miedo patológico al protagonismo y a la libertad. El pueblo está para ser orientado, aún por aquellos que se dan el lujo de desconocer la orientación del pueblo. Así se diseñan programas para concientizar, porque por alguna extraña razón, se supone que el que sufre no sabe por qué sufre, y al que le va mal no sabe qué es lo que lo aqueja.

Vivimos y trabajamos la construcción de un orden, sin entender lo que es ordenable ni lo que estamos ordenando. De allí que observamos el culto fetichista por la forma como manera de ocultar el temor inconsciente a las incertidumbres que encierra el fondo. Confundimos así la ley con la justicia y el reglamento con la eficiencia. Identificamos la generosidad con la limosna y la participación con la reivindicación concedida. Utilizamos las palabras sin respetar su contenido y acabamos así construyendo caricaturas en vez de contextos coherentes en los cuales sustentar la construcción de nuestros proyectos de vida individuales y colectivos.

Conscientes de todo lo expuesto, la propuesta que hemos elaborado no es un modelo. Es una opción abierta que sólo se justifica en la medida en que se la asuma y entienda como construcción permanente. Nada en ella pretende exhibir el rango de solución definitiva, porque entendemos que el ser humano y todo su entorno son componentes de un fluir permanente que no pudo detenerse con milenarismos ni menos con ocasionalismos.

*Publicado en: Development Dialogue, Numero especial 1986. CEPAUR, Fundacion Dag Hammarskjold.

Nota:
[1] Con la colaboración de: Felipe Herrera, Hugo Zemelman, Jorge Jatobá, Luis Weinstein.

Primera parte del libro ‘Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro’, de Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, Santiago (Chile), otoño de 1986.

fuente http://habitat.aq.upm.es/deh/

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Plan ciudadano para actuar en caso de accidente nuclear

Publicada el 27/08/2012 - 19/10/2022 por raas

Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) Cátedra de Biología Evolutiva (Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba)

Autor: Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo, Colaboraron: Nayla Azzinnari (Revisión) , Alejandro Noriega (Apoyo Gráfico)

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(libro) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia

Publicada el 02/08/2012 - 28/06/2022 por Ecotropía

Capitalismo y esquizofrenia es una obra teórica en dos volúmenes (El Anti-Edipo de 1972 y Mil Mesetas de 1980) escrita por los autores franceses. Mil mesetas (en francés: Mille Plateaux, 1980) es el segundo volumen de Capitalismo y esquizofrenia. El libro está escrito en una serie de «mesetas», un concepto derivado de Gregory Bateson, identificadas por una fecha y un título particular. Cada una se refiere a una era o fecha que haya tenido un rol central en el mundo. El libro refleja el rechazo de Deleuze y Guattari hacia la organización jerárquica arborescente en favor de un crecimiento rizomático menos estructurado. Un concepto central del libro opone la máquina de guerra nómada al aparato estatal. En la última meseta se invoca la mecanósfera.

Por Gilles Deleuze y Félix Guattari

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La urbe totalitaria

Publicada el 29/07/2012 - 08/10/2024 por Ecotropía

Los dirigentes democráticos han conseguido por medios técnicos lo que los regímenes totalitarios lograron por medios políticos y policiales: la masificación por el aislamiento total, la movilidad incesante y el control absoluto. La urbe contemporánea es suavemente totalitaria porque es la realización de la utopía nazi-estalinista sin gulags ni ruido de cristales rotos.

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(libro) Energía y equidad

Publicada el 13/06/2012 - 13/06/2022 por Ecotropía

«Cuando el lector se enfrenta por primera vez al texto de Energía y equidad, debería tener en cuenta que en realidad está leyendo un estudio de caso empleado por el autor para demostrar una tesis ya avanzada en otro de sus escritos. En palabras del propio Illich, «Energía y equidad no es sino un postfacio de La convivencialidad». Parece lógico, por tanto, introducir un breve análisis de lo señalado en este texto antes de continuar.

La idea principal, o tesis, que Illich plantea en La convivencialidad es que las sociedades en vías de desarrollo deben imponer límites al progreso industrial, para evitar que en ellas se produzcan las nefastas transformaciones socioculturales que ya experimentan las sociedades desarrolladas. Illich identifica diferentes efectos perversos provocados por el progreso industrial sobre el hombre y, en todos ellos, el elemento común que los define es la pérdida de libertad del individuo y de su capacidad para expresarse, pensar y obrar como ser individual.

Pero, ¿cómo ha podido producirse tal transformación sin que la sociedad se haya revelado? Precisamente por la ausencia de límites al desarrollo tecnológico. En pos de un mejor modo de vida, o bienestar, la sociedad ha permitido que el desarrollo tecnológico perfeccionase herramientas primero, máquinas después y autómatas por último, que aliviasen el esfuerzo de habitar. Pero debido a esta dependencia del bienestar, el individuo se ha vuelto débil y sumiso ante las instituciones, la tecnología y el progreso, las verdaderas productoras y controladoras del bien deseado.

La paradoja de esta sumisión está en que el estándar de vida ideal sólo es posible para unos pocos individuos, ya que los recursos naturales no son suficientes para proveerle a todo el mundo el nivel de confort soñado. En consecuencia, el individuo se somete cada vez más a sus dominadores con la esperanza de alcanzar un pedazo del bienestar ideal, quedando completamente anulado como ser libre. Ante tal panorama, Illich plantea como única solución para garantizar una sociedad libre y en equilibrio con su entorno el establecimiento voluntario de unos umbrales de crecimiento por parte de la sociedad». Sonia Freire Trigo

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Desarrollo tecnológico: ¿revolución, reacción o resistencia?

Publicada el 09/06/2012 - 19/12/2012 por raas

Examen de la crisis energética que el consumismo está llevando a extremos cada vez más inviables. Y cómo se cruza con la temporalidad humana y la militarización cada vez más generalizada. ¿Necesitamos revolución social o resistencia?

Desquicio energético gastándonos “la luz acumulada de los veranos paleozoicos”

Para abordar, una vez más, la crisis planetaria y el despilfarro en que la humanidad ha sido introducida tengo un tropiezo estrictamente personal.

Preámbulo situacional: Benjamin y nuestra temporalidad

1. Hay como un lugar común que afirma que se es anarco a los 20, socialdemócrata a los 40 y reaccionario de tomo y lomo a los 60…
Siempre he rechazado semejante ciclo; jamás supe cumplirlo, y comparto en cambio, desde lo más íntimo, lo planteado por Saramago en sus 80, de que era más libre que nunca, y por lo tanto con una mirada potencialmente más crítica que nunca.
Y bien. Así me siento, sobrepasado los 60.

Benjamin tiene páginas de sabiduría magistral para entrever el dominio de una técnica cada vez más deshumanizada, para entender la sordidez de un desarrollo tecnocientífico centrado en sí mismo. Tal es, por ejemplo, lo que podemos releer en sus tesis sobre historia.

Empero, como hombre de su tiempo, impregnado, presumo, de la historicidad marxiana, ve lo atroz en el pasado. La figura del ángel de Klee que interpreta como mirando con horror e impotencia el pasado, que Benjamin describe como un tendal de destrozos. Con visión genial, lo denomina “progreso”.
Y aquí, a partir de su tesis 11 sobre historia, tan diversa de la de Marx y por ello tan  alejado de su optimismo fáustico, Benjamin nos muestra el triste papel de la socialdemocracia alemana tan confundida y entrelazada con su marxiana visión y confianza en lo futuro.

“Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente”, puntualiza Benjamin y está hablando de la corriente histórica, de la historia y su decurso “científicamente” entrevisto.

Ante esa actitud de suficiencia intelectual del corpus de fe socialdemócrata, no iba a ser raro que un movimiento plebeyo y populista como el nazismo arrasara y pasara por encima de semejantes intérpretes y analistas y de la realidad misma, ya muy maltratada (Tratado de Versalles). Benjamin nos dice, con enorme arrojo intelectual que la socialdemocracia (alemana) “Ostenta ya los rasgos tecnocráticos que encontraremos más tarde en el fascismo.” Esa ciega  −y altanera−  confianza que llamamos optimismo tecnocientífico.

Como se ve, Benjamin tiene un conflicto existencial y por lo tanto político con lo futuro. Su pesimismo radical lo expresa. Pero lo que ya eran geniales intuiciones en la primera mitad del siglo XX, cuando todavía el tecnooptimismo tenía buena prensa, cuando la URSS era todavía visualizada como “la opción” histórica inevitable al universo burgués, cuando la ecología como conciencia crítica ante el desastre ambiental estaba en pañales, en nuestro tiempo −primeras décadas del siglo XXI− han pasado a ser pesadísimas realidades que sólo desmienten los más necios entre los privilegiados; los que entienden, como G. W. Bush, que el cambio climático es un cuento, de que la biodiversidad no ha sido alterada por la mano del hombre, que la ingeniería genética desarrollará plantas más resistentes, más saludables, quiméricas, fruto de la ciencia humana que es mucha más sabia que la caprichosa naturaleza, que el cuento del fin del petróleo tiene la finalidad de amargarle la vida cotidiana a la gente o sacarle plata, que los celulares no producen gliomas, que si logramos eliminar a los microbios, vamos a estar mucho menos enfermos o que nada hay más exquisitamente cultural que un programa de Tinelli.

La realidad es más compleja. A la vez que hemos ido desplegando, generación tras generación, como explica Elías Canetti,(1) más y mejores avances en muchísimos aspectos vinculados con el conocimiento y la sabiduría, a la vez hemos ido generando como sociedad, un futuro cada vez más sombrío. Conflictividad dialéctica, en suma: lo futuro nos ilumina y a la vez nos acerca a un precipicio de oscurísimo fondo.
El proceso de creciente dictadura tecnocientífica no sólo no se ha detenido sino que se ha intensificado como nunca antes. Lo que Benjamin “veía” hace poco más de medio siglo es ahora un temporal que está anegando tierras bajas, arruinando tierras tórridas, suelos, biodiversidad, eliminando especies a un ritmo de empobrecimiento biótico que la humanidad jamás registró antes, y sumergiéndonos en un mar de enfermedades nuevas a las que ni siquiera los reales y efectivos avances médicos en etiología y cirugía compensan.

Ahora, en nuestro tiempo Antoni Aguiló ha hecho una relectura más de Benjamin.(2)
En primer lugar, trae a luz la clásica y conocida idea de la locomotora de la historia; atroz enredo, si se me permite, gnoseológico, cronológico, axiológico. Nos recuerda que Benjamin a su vez nos recuerda que “Marx dice que las revoluciones son las locomotoras de la historia.” Que Benjamin ciertamente objeta.
Somos conscientes de que tal imagen está asentada en el imaginario de casi toda la izquierda (o el progresismo), gozando de un marcado poder evocativo.

Pero para Benjamin, precisa Aguiló, la revolución  sería más bien “la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia” (ibíd.).
Observe el paciente lector el cambio radical del enfoque. Hasta ahora, a caballo tal vez de un historicismo simplificado, maniqueo, el proletariado, los militantes, los socialistas, el partido de vanguardia (táchese lo que no o elíjase lo que “corresponde”) cabalgaban la historia que nos llevaba a lo futuro −que ciertamente calificaban de “el futuro”−, y aunque había voces de alarma que advertían que la velocidad no hacía sino acrecentarse y que el destino no hacía sino esfumarse, aun así, aun en esas condiciones que habría que definir como problemáticas y hasta de derrota, el militante, el persistente probo y fiel, va a seguir proclamando la virtud de estar a bordo del tren de la historia, avanzando a como sea.

Pero Benjamin proclama como lo revolucionario, aprender a parar ese tren, a frenar esa velocidad, y no por las buenas; a usar “el freno de emergencia”, con los trastornos consiguientes.
Para Benjamin ser revolucionario ya no es adueñarse del “tren de la historia”, ni es función de la vanguardia (leninista), la de asumir su control. Observemos que es, como nos lo recuerda Aguiló, el tren de la modernización, el del desarrollo económico, el del futuro mejor (o al menos de su promesa), el de todos los avances, el de “la ciencia” en suma.

Resume Aguiló las palabras de Benjamin: la revolución es “el freno de emergencia que los pasajeros deben pisar cuanto antes para hacerse con el control del tren y evitar caer en el abismo del ‘progreso’.”
Observe el paciente lector que Aguiló explicita como papel revolucionario el freno al devenir histórico: la revolución como el impedir hacer lo que la máquina de negocios y muerte planetaria hace y ejecuta, cada vez más y más mortíferamente.

2. Comparto “la inversión” de Benjamin, expuesta por Aguiló.

Pero la fórmula política, social, ecológica que reivindico es lo que en politología llamaríamos una postura reaccionaria.
Postular lo que lingüística, idiomáticamente, se califica de reaccionario. Quien reacciona ante el estado de cosas dominante. Y ese significado es completo, puesto que las primeras calificaciones de “reaccionario” se endilgaban a los que rechazaban el progreso, la misma idea de tal. O sea que hasta etimológicamente es correcta.

Aunque los reaccionarios de entonces, siglo XVIII, eran privilegiados que querían seguir gozando de sus privilegios, necesariamente injustos. Y nuestra desesperación ante lo futuro transita por muy diversos cauces, opuestos.
Por eso mencioné en el mismo comienzo “un tropiezo”. No menor, por cierto. ¿Dónde nos queda la revolución? Si nos queda, y qué nos queda. ¿Puede haber una reacción revolucionaria?

I. La crisis de los flujos energéticos

Nos referimos al desarrollo tal-cual-es del capitalismo desatado, de los despliegues tecnocientíficos, y fundamentalmente todo el despliegue Biotech y el descalabro energético en que nos hemos ido enterrando. E intoxicando.

Algunos analistas como Julio Boltvinik (3) han glosado los planteos de Fred Magdoff y John Bellamy Foster entre otros, que han sacado a luz las estimaciones que ya en tiempos de Karl Marx se hicieran respecto del gran quiebre de circulación energética planetaria cuando la urbanización y el capitalismo rompen el reciclaje de nutrientes con el que la humanidad estableció una agricultura milenaria cuyos nutrientes fue la naturaleza y el estiércol de los animales y también el humano.

Estos autores citan a un agrónomo y economista escocés, James Anderson, quien ad-virtió, a mediados del s. XIX, que, urbanización mediante, Londres estaba “produciendo” un derroche insensato de nutrientes al dejar escurrir hacia el Támesis las aguas cloacales que antes constituían lodos fecales que reponían permanentemente la calidad nutricia de los campos.

Esta primerísima ruptura de los ciclos de reposición energética en la modernidad ha sido centuplicada con el paso de apenas estos dos últimos siglos al punto que hoy sólo los empecinados agricultores orgánicos trabajan compostando materia orgánica (aunque difícilmente lodos cloacales, entre otros motivos porque por la contaminación generalizada a que estamos sometidos los seres vivos actuales en general y nosotros los humanos en particular, el valor nutricio de nuestros excrementos está lamentablemente atravesado por la cantidad de metales tóxicos y aleaciones lesivas para la biodiversidad que ahora pasan por nuestros cuerpos. En rigor hay discusión sobre ese uso: en EE.UU. en general se la acepta, pero en Canadá y en la inmensa mayoría de los países europeos, no.(4)

La ruptura de los ciclos de reposición energética, ha sido múltiple y está llevando la locomotora de la historia a un despeñadero.
Desde hace menos de dos siglos hemos roto el circuito energético que había nutrido a la humanidad por milenios o millones de años: el que existiera durante todo ese tiempo basado en la luz solar, y la clorofila vegetal.

Como explica magistralmente Frederick Soddy (premio Nobel de Química de principios de la década del ’20) en un libro de economía del año 1926 (5) –que mereció la repulsa del celoso gremio de economistas que resistieron salir de la ignorancia en que peroraban–  la sociedad (es decir, en ese momento, los países más tecnificados; lo que con el tiempo sería la OCDE) había empezado a vivir a crédito. Danilo Antón y Carlos Díaz Delgado, exégetas de Soddy,(6) señalan que: “los humanos aumentan su ingreso consumiendo el capital energético almacenado en las rocas, al decir de Soddy: ‘la luz acumulada de los veranos paleozoicos’.”

Prosiguen: “La vida depende del flujo continuo de energía que es renovado diariamente. Sin embargo, hay límites para su almacenamiento y se ‘estropea’ si se le acumula en exceso [respecto] de las necesidades actuales. Sostenía Soddy que se podía mejorar la capacidad de extraer el ingreso de energía, pero la energía misma no podía ser aumentada significativamente, ni almacenada más allá de un cierto grado. Incluso el mero mantenimiento del capital físico contra la fuerza destructiva de la entropía, también requiere energía.” La situación es tal que:  “el uso de la energía fósil es inevitablemente una fase pasajera.” Frase que pronunciada hace casi un siglo tiene hoy una acuciante, feroz actualidad. Ahora sí sabemos, cada vez más “todo el mundo”, que el petróleo se acaba.
El economista con formación de químico nos brindaba un materialismo veraz y contundente: “¿De que vive el hombre? Y se respondía: de la luz del sol. Para vivir de ella, sostenía, los seres humanos deben obedecer a las leyes de la termodinámica.” (ibíd.)

Algo tan elemental parece hoy olvidado en nuestra civilización altamente material y materialista, despojada de toda mística naturalista, pero a la vez dúplice, culturalmente falsa. Porque vivimos cada vez más en hábitats urbanos donde la góndola es nuestra “ubre” pero a la vez, las cadenas de proveedores alimentarios, de altísima tecnificación nos “brindan” envases con cada vez más tonada ecológica o bucólica, nos presentan el reino de la naturaleza en las etiquetas (si es posible plastificadas, para hacer mayor el escarnio).

Pero además, mediante sucesivos pasos de abstracción y prestidigitación ideológica hemos ido obviando nuestra materialidad y la materialidad de nuestras nutrientes (y de la del todo el planeta, fauna y flora incluida) y hemos ido cortando, como bien explica Boltvinik, los circuitos nutrientes entre seres humanos, animales y plantas.

Ya no es sólo el Támesis que desperdicia los lodos cloacales londinenses.
Cada establecimiento ganadero fabril, con uno, dos o tres millones de pollos o con miles de cabezas de ganado bovino o porcino, genera a diario una masa fecal que ya no se usa en la reposición de nutrientes (por el estallido de las escalas). Era usable en determinadas proporciones; la bosta a razón de una hectárea por vaca, por ejemplo, pero no un lago de mierda de una hectárea de superficie que encierra a mil vacas enfermas o fácilmente enfermables por chapotear las 24 horas en orines, por estar en situación sanitariamente promiscua y porque carecen del movimiento “natural” de rumiantes que ya no pastorean en esos campos de neoconcentración, alimentados, mejor dicho engordados, a soja y pichicateados con toda la medicación imaginable para que sobrevivan al menos hasta la cada vez más prematura matanza.
Todo el proceso celosamente cuidado por los laboratorios, los grandes usufructuarios de la modernización, cada vez más configuradores de ese universo pesadillesco.

Hemos perdido casi por completo el estiércol. Que ahora sólo se huele porque apestan los campos, como se han quejado reiteradamente quienes tienen la mala suerte de que se les haya establecido cerca una fábrica de pollos o de vacas.(7)
¿Pero cómo y de qué viven siete mil millones de seres humanos y al menos las especies domésticas que las sociedades humanas usan y consumen diariamente?
Siguiendo la observación de Soddy, de vivir a crédito con el petróleo que crea un consumo muchísimo mayor que el propio de una economía solar, el hombre mediante lo que Boltvinik califica como “la modernización de la agricultura” se ha despreocupado de los ciclos energéticos introduciendo fertilizantes sintéticos directamente en los circuitos bióticos. Como los fertilizantes son azúcares, muy pronto tenemos una serie de especies animales atraídas. Con lo cual, el ciclo abierto con fertilizantes químicos hay que “cerrarlo” con plaguicidas contra “la competencia”. Pero con ello se va deteriorando toda la biota. Porque los venenos no matan con nombre propio, tan selectivamente. Matan vida, como lo dice la palabra: bio-cidas. Matan lo que los agrónomos del sistema califican insectos no blanco. Lo que los estrategos de la guerra universal califican de daños colaterales.

II. Sucinto repaso histórico

Boltvinik nos presenta un esquema que aclara hizo basándose en los citados Magdoff y Bellamy Foster y que nos revela el significado grave del deterioro de los circuitos energéticos:
1) la agricultura hasta c:a 1850 presentaba dos circuitos nutricios permanentes e interactuantes: humanidad y animales nutrían al suelo con sus deyecciones. Esos circuitos revelaron su sustentabilidad puesto que fue “lo normal” durante los milenios de sedentarización y cría de animales domésticos;
2) desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, el hombre, urbanizado, se separa de los circuitos energéticos; empieza el “desperdicio” tipo Támesis, pero todavía los animales constituían la fuente nutricia principal de la agricultura, aunque también es el tiempo en que se introducen los fertilizantes primero naturales (la era del guano), luego los sintéticos (el volcado de minerales como nitrógeno, fósforo, calcio, potasio a los campos);

3) desde mediados del s. XX, se va cortando todo circuito energético basado en el estiércol animal. Lo que había sido una buena práctica milenaria, enriquecer un campo cultivado poniéndolo en barbecho para que fuera transitado y pastoreado por animales, que le “devolvían” así las nutrientes que se habían llevado con la cosecha, desaparece: avanza el monocultivo industrial bassado en plantas idénticas, todas nutridas por medios químicos.

Con este abandono y desprecio de los ciclos naturales avanza el mundo de las contaminaciones. El de las medicaciones. El de la vulnerabilidad. Tradicionalmente un agricultor, por ejemplo de la India, “aceptaba” de buen grado que otros “bichitos de dios” como insectos y gusanillos se apropiaran de un 10% de su cosecha. Se daba por satisfecho con esa asociación y no combatía a las “sabandijas” sino que las dejaba vivir. Sabia medida. Porque muchos de esos animalillos facilitaban la misma actividad vital de las plantas, ya sea polinizándolas, o de algún otro modo que mi ignorancia no me permite enumerar.(8)
Hoy en día, se estima que los plantíos celosamente cubiertos de todo tipo de plaguicidas y biocidas, custodiados “militarmente” por los laboratorios, tienen una merma entre un 20% y un 30% porque se apestan tan fácilmente. Porque los monocultivos son increíblemente frágiles con una vitalidad uniforme que no soporta variaciones.

III. El paradigma nuestro de cada día

Lo que vemos cada vez más claramente es que la tan mediáticamente bendecida revolución agroindustrial ha trastornado todos los ciclos bióticos en su afán de mercantilización universal.
A partir de una altanera ignorancia o ceguera ante los ciclos bióticos, convirtiendo todo lo natural en “un atraso”, un escarnio, algo inservible, y junto con ello toda su estructura de conocimiento que registra y atiende, precisamente, esos ciclos naturales. En su lugar, una estructura, una configuración fabril, de depósito y desaparición (de los inevitables desechos que semejante concepción, muerta, no viva, engendra).

Depositando la fe en la fabricación de “todo” mediante elementos inocuos o tóxicos pero efectivos, sanos o patógenos pero cómodos, siempre altamente gratificantes, está revelando su miopía. (9) Porque nos ha ido introduciendo en un mundo cada vez más inseguro, más insensato.
Donde vemos cada vez más gente enloquecida (clínicamente enloquecida, no sólo “estresada”), más suicidios, más peripecias de gente sin poder, más heteronomía en suma.
Aquí también la tijera dialéctica: porque cuando mejor estamos, capacitados, conscientes, informados, para ser más autónomos −pensemos en los límites brutales con que contaban nuestros antecesores− lo que vemos crecer es la heteronomía, cada vez más incontrastable.

Y la sensación, cada vez más omnipresente, de la insustentabilidad de lo engendrado con el capitalismo; el reino de la mercancía, el unicato del lucro… el desarrollo de la modernidad. Y la conciencia, cada vez más acrecentada, de que la contaminación ambiental nos presenta límites, cada vez más infranqueables.

Que esta forma de vivir, con megalópolis extendiéndose por todo el planeta, con los basureros del Tercer Mundo y un sector creciente de humanidad caído en la abyección que “el sistema” les asigna, es insustentable. Que, entonces, habrá que parar la locomotora. Frenarla.
Y que tendremos que ser muchos. Porque los pasajeros normales siguen confiando en que llegarán a alguna hermosísima estación. No saben cuándo. Ni cómo. Ni siquiera por qué. Eso es fe (o ni siquiera se lo plantean; la conciencia de sí flaquea).

IV. Fe y comodidad  o  política y esfuerzo

En lugar de fe en el progreso, lo que necesitamos es lucidez ante el dominio corporativo de los titulares del petróleo, de la medicación, de las armas. Que son los mismos. Una lucidez, una determinación, que no nos lleve a la desesperación sino a la resistencia Y esto, urgente. Ni el planeta ni nuestros nietos, ni siquiera nuestros hijos, pueden esperar.
El monocultivo de los campos es la fábrica de desiertos del porvenir; pero no serán “desiertos vivientes” sino, al contrario, sin vida.

V. Entendemos que para lidiar con nuestra problemática actual, ambiental, planetaria, hay que atender a la vez algunos rasgos que caracterizan el mundo que vivimos.

V. I – El imaginario social del tiempo presente: La fuerza de lo simultáneo

Todo plan de resistencia (al progresismo) con una estrategia de acción deberá contar que al día de hoy, por los desarrollos tecnocientíficos, precisamente, estamos en el reino de la sincronía: la importancia del espacio ha languidecido, las películas que nos separan espacialmente son cada vez más tenues, estamos ingresando en una presentización, una simultaneidad del mundo cada vez mayor.

Ciertamente, quedan diferencias culturales, psicológicas, temperamentales, materiales, religiosas entre sociedades y entre humanos… del universo rural al urbano, de ciudades pequeñas hasta con cien mil o doscientos mil habitantes a habitantes megalopolitanos, entre sociedades más y menos occidentalizadas, entre sociedades islámicas con deberes éticos precisos y sociedades de origen católico, desvaídas en sus convicciones éticas (en todo caso predicadas, difícilmente practicadas).

Aun concediendo lo anterior, el parecido entre las capas medias urbanas y tercerizadas del mundo entero es cada vez mayor, son cada vez más intercambiables. De modo tal que, salvando las barreras idiomáticas (que las mismas capas medias urbanas modernas procuran eliminar mediante la anglificación cultural), las capas acomodadas de Roma se parecen cada vez más a las de Buenos Aires, San Francisco, Tel Aviv, Shangai, Estocolmo, Porto Alegre o el Distrito Federal mexicano (dicho esto sin haber estado ni remotamente en todos esos sitios, pero amparándome en el conocimiento no físico que los accesos comunicacionales actuales de todos modos nos permiten… y hasta promueven).

V. II – La expansión de la militarización

Habiendo logrado establecer un dominio por encanto o seducción, es decir habiéndose valido de los arrolladores avances tecnológicos, del cine, de las rubias, de los autos, de los gadgets, para la hegemonía cultural, que le ha rendido enormes beneficios, uno estaría tentado a creer que la dimensión militar ha sido secundaria. Pero el american way of life es un régimen de dominación y destrozo planetario tan complejo que se ha valido de muchísimos vectores más o menos imaginarios, más o menos materiales, como por ejemplo la comunicación y el dominio mediático mediante un proceso de despolitización tan bien examinado y denunciado por N. Chomsky, encarnado en figuras de odiosa contextura manipuladora, como E. Bernays o W. Lippmann.

Aun con todos esos otros atributos, mediados por un estilo de vida de altísima irradiación, el factor militar ha sido siempre primordial. Históricamente, porque la expansión y el asentamiento de EE.UU. es el de un imperio en forja casi permanente, factor militar incluido. Y contemporáneamente, porque el dominio de EE.UU. se basa hoy en un despliegue militar sin parangón.

Pero no solo por eso. El irrespeto a la naturaleza ha llevado también a acentuar otro rasgo militar. Que podría haber estado anunciado en la forma en que, para desesperación de Osage, Omaha, Crow, Sioux, Cheyennes, Comanches, y tantas otras naciones oriundas norteamericanas, los recién llegados, validos de los “palos con trueno”, arrasaron en pleno s. XIX, con las manadas de búfalos hasta hacerlas prácticamente desaparecer. Jugando nomás, a hacer puntería, mientras que los nativoamericanos mataban únicamente un ejemplar cuando necesitaban su carne o su cuero y lo hacían con enorme recogimiento. Sabían lo que era vivir, morir, necesitar algo, la escasez…

La agroindustria ahora encarna una nueva militarización. La “agricultura” ahora usa ar-mas que se van disparando contra “objetos no blanco” como resultado del uso “lógico” de armamentos. “Objetos no blanco”, “daños colaterales”, en cualquiera de las dos denominaciones queda clara la falta de protagonismo que les atribuyen a las víctimas.

A tal punto se trata de una guerra que el territorio que transita la agricultura actual ya no es territorio vivible, ya no alberga moradores, como siempre antes, apenas cuenta con operarios en tránsito (operadores de maquinaria de siembra, conductores de mosquitos, de cosechadoras y similares).
La fumigación aérea es un recurso de vaciamiento territorial. Los ejemplos de expulsión masiva de población rural en Vietnam en los ’70 y en Colombia desde hace ya décadas, son testimonios de esos destrozos de sociedades mediante fumigación que los titulares del poder mundial emprenden por razones que no son las de “los pobres”, claro.

Justamente por el carácter militar, mortal, de la actividad la tierra, rociada con venenos es cosechada y abandonada. Lo que se cosecha está necesariamente envenenado, por más “días de carencia” que se tomen. Menos que no habitada, es cada vez más inhabitable: aquellos campesinos pobres, minifundistas, sin tierra, banquineros, que no tienen cómo alejarse de los venenos rurales, tienen que soportar la contaminación cada vez más permanente, la que les enferma los perros, las gallinas y los hijos, la que le intoxica peces que ya son pescados con venenos que poco a poco irán minando también sus propios cuerpos…(10)

V. III-La excepción y la ley

Este proceso de invasión y vaciamiento del espacio rural es una faceta, como la vida o la sobrevida en los andurriales megalopolitanos es otra, características de nuestro tiempo. Por eso muchos entendemos el proceso de contrarreforma agraria y de agroindustrialización y dominio progresivo de las corporaciones de agroquímica e ingeniería genética sobre “el campo” como un campesinicidio.

Estas formas de vida o mejor dicho de sobrevivencia marginada, apenas reseñadas, podrían ser visualizados como formas de “vida en estado de excepción”, de acuerdo con los análisis de Giorgio Agamben, por ejemplo. Son cada vez más las sociedades donde se vive a merced de este tipo de dominio que nos recuerda cada día que no hay dos realidades aunque lo parezca; una segura y democrática, la de casi todo el mundo, y otra azarosa y discrecional de los pocos marginados. Y que por eso lo seguro es permanecer en “la primera”. Agamben insiste en que es la última, precisamente −el estado de excepción−, lo que rige (o que, en todo caso, la excepción que creemos la inversión de lo normal, es lo normal).

Pensemos en las dictaduras del cono sur americano, en las de todo el Tercer Mundo, en el universo soviético, pero también en Echelon, en la red de cárceles clandestinas para detención, interrogatorio, tortura y asesinato de gente bajo sospecha, en la Patriot Act de EE.UU y en todas “las repetidoras” que los diversos miembros de la ONU proyectan o cumplen con más o menos prontitud. Pensemos en el trato que los estados jueces y gendarmes, invasores; EE.UU., Israel, Reino Unido, Francia y pocos más, dispensan a sociedades que han decidido aprovechar o quebrar (o ambas cosas a la vez), particularmente árabes y musulmanas; Afganistán, Irak, Pakistán, Palestina, Libia, Egipto, Somalía, Siria, Sudán…

VI – Lo principal

Aun con toda la gravedad que implica el empobrecimiento de nuestra temporalidad, empujados a un presente perpetuo (como animales) y lo que significa la militarización progresiva y creciente de nuestras vidas cotidianas, cada vez más al borde de regímenes de excepción, o si se quiere, cada vez más cerca del ominoso ingreso a la heteronomía generalizada, considero estos rasgos secundarios respecto del eje para nosotros clave de la situación planetaria actual: encauzar la crisis de las fuentes de energía, para lo cual necesitamos recuperar una sociedad con menos despliegue energético, más equilibrada, sin el abuso desquiciante de los combustibles fósiles, sin la contaminación adueñándose de nuestras vidas
Esto es, aprender nuevos comportamientos: enfrentar el mundo empresario de los grandes consorcios transnacionales cada vez más alejados de nosotros, los humanos de a pie, que poblamos el planeta y que queremos seguir viviendo.

Reducir el consumo, pero sobre todo, reducir la producción del consumo. Porque reducir el consumo, trajinada consigna, recae sobre el consumidor, culpabiliza comportamientos individuales. Reducir la producción de consumo significa enfrentar la política del capital, que es la de la obsolescencia programada, el despilfarro y el consumismo.
Es una lucha de vida o muerte. Aunque nos edulcoren cada trago cotidiano.

Luis E. Sabini Fernández *

notas:
1) Véase Masa y poder, Alianza, Madrid, 1983.
2) Publicado en www.rebelion.org, 19/3/2012, “Walter Benjamin: ¿abismo o revolución?”
3) Economista mexicano autor de la serie de notas titulada “Agronegocios y biotecnología amenazan naturaleza y campesinado” (I a IV), 2012.
4) Se los quiso usar, inicialmente, pero hubo que descartarlos por esas presencias indeseadas, de modo tal que por ejemplo en Suecia los lodos cloacales provenientes de toda la red de depuradoras son depositados en símiles a los diques de cola que usa la minería quimiquizada.
5) Wealth, Virtual Wealth and Debt, reeditado en 1961 por Omni Publications, Hawthorne, California, EE.UU.
6) Sequía en un mundo de agua, cap. 17, La economía ecológica: el enfoque antrópico, CIRA, Montevideo, Uruguay,  2000 y Toluca, México, 2000.
7) Hay una documental alemana muy elocuente: Y siempre apestan los campos, dirigida por Nina Kleinschmidt y Wolf-Michael Eimler, Cosa Nostra, 1984.
8) Frances Moore Lappé  en L’industrie de la faim, Éditions l’Etincelle, Quebec, 1978, cita Pesticides, publicación de la industria india de agrotóxicos, que expresa “preocupación” ante la resistencia de los campesinos a matar insectos y pájaros (cap. 9) y encara formas para “vencer” esa resistencia.
9) En algunas sociedades se ha ido gestando un movimiento de repulsa al “generacionismo”. Se denomina así a la gente que procura gratificación para el presente, para su generación, con total desprecio hacia generaciones futuras, las de hijos, nietos… El generacionismo es una triste, atroz expresión del ombliguismo, del narcisismo que ha generado la sociedad que vivimos.
10) Ejemplo reciente y cargado de significaciones: en Río Negro, Uruguay, Silvia Nobelasco, una maestra directora de escuela rural, advertida de que con un mosquito están fumigando demasiado cerca de la escuela, es decir sometiendo a los niños a una contaminación inaceptable, sale al patio a reclamarle al operario del mosquito. No sabemos si mediaron palabras bruscas o apenas una exhortación medida, pero sí sabemos que la docente fue rociada con los biocidas y que tuvo que ser internada con un cuadro de intoxicación (COMCOSUR, 10/5/2012). Tenemos también la carta abierta de la ingeniera María J. Ces, San Pedro, provincia de Buenos Aires, 12/8/2010, quien debió evacuar su propio predio, en Lobería, victimada por aire intoxicado, también con mosquitos.

fuente: www.revistafuturos.com.ar

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El planeta enfermo*

Publicada el 10/05/2012 - 12/05/2021 por raas

La «contaminación» está de moda hoy en día, exactamente de la misma manera que la revolución: se apodera de toda la vida de la sociedad, y se la representa ilusoriamente en el espectáculo. Es la palabrería fastidiosa que llena un sinfín de escritos y discursos descarriados y embaucadores, pero en los hechos agarra del cuello a todo el mundo. Se expone en todas partes como ideología y gana terreno como proceso real. Esos dos movimientos antagónicos, el estadio supremo de la producción mercantil y el proyecto de su negación total, igualmente ricos en contradicciones en sí mismos, están creciendo juntos. Son los dos lados por los que se manifiesta un mismo momento histórico largamente esperado y a menudo previsto en formas parciales e inadecuadas: la imposibilidad de que el capitalismo continúe funcionando.

Por Guy Debord

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El propósito de la educación

Publicada el 23/04/2012 - 12/05/2023 por Ecotropía

Tal vez algunos de ustedes no hayan comprendido por completo todo lo que he estado diciendo acerca de la libertad; pero, como lo he señalado, es muy importante que uno se exponga a ideas nuevas, a algo para lo cual puede no estar acostumbrado. Es bueno ver lo que es bello, pero ustedes tienen que observar también las cosas feas de la vida, tienen que estar despiertos a todo. De la misma manera, tienen que abrirse a cosas que quizás no comprenden por completo, porque cuanto más piensen y reflexionen sobre estos temas que pueden ser algo difíciles para ustedes, tanto mayor será la capacidad que tengan para vivir plenamente.

Por Jiddu Krishnamurti

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