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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Categoría: • Neoesclavitud

La peor de las dependencias es el autoengaño

La colonialidad del poder. Entrevista con Ramón Grosfoguel

Publicada el 28/01/2011 - 29/01/2025 por Ecotropía

Ranón Grosfoguel, es un sociólogo puertorriqueño nacido en Puerto Rico, perteneciente al Grupo modernidad/colonialidad (Grupo M/C) que se desempeña en la Universidad de California en Berkeley. Define su pensamiento como perteneciente a la corriente decolonial, superadora de la corriente poscolonial con la que se considera emparentado. (Wikipedia)

Por Angélica Montes Montoya y Hugo Busso
revista Polis*

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Posdata sobre las sociedades de control

Publicada el 23/01/2011 - 10/09/2019 por raas

La tesis central de este artículo es que “los centros de encierro” disciplinarios descritas por Foucault: “cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia, atraviesan una crisis generalizada”. Vivimos la decadencia de la “sociedad disciplinaria”, que fue “la sucesora de las sociedades de soberanía”, cuyos fines y funciones eran completamente distintos. Estas surgieron en los siglos XVII y XVIII hasta mediados del XX, y fueron el tema central de las investigaciones de Foucault. La sociedad actual es denominada como “sociedad de control” y éste se ejerce fluidamente en espacios abiertos, en forma desterritorializada, mediante los psico-fármacos, el consumo televisivo, el marketing, el endeudamiento privado, el consumo, entre otras modalidades. Lo esencial en ellas son las cifras fluctuantes e intercambiables como las que muestran el valor de una moneda en las otras, el movimiento incesante del surf que sustituye los deportes lentos y estratégicos como el box. Las fábricas son reemplazadas por las empresas, que son formaciones dúctiles y cambiantes, las máquinas simples por sistemas computarizados de producción y control. La in-dividualidad es sustituida por “divuales” externos, informatizados e informatizables, que se desplazan en un espacio virtual.(*)

Por Gilles Deleuze

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(libro) ¡Escucha, pequeño hombrecito!

Publicada el 02/01/2011 - 17/06/2021 por Ecotropía

¡Escucha, pequeño hombrecito!, de Wilhelm Reich, no es un documento científico, sino humano. Fue escrito en el verano de 1945, para los archivos del Instituto Orgón, sin que se pensara entonces en publicarlo. Refleja la lucha interior de un médico y científico que había observado al pequeño hombrecito por muchos años, y visto, en un principio con espanto, luego con horror, lo que el pequeño hombrecito hace consigo mismo, cómo sufre, se rebela, honra a sus enemigos y asesina a sus amigos; cómo, cuando llega al poder como «representante del pueblo» lo utiliza mal y lo transforma en algo más cruel que la tiranía que había sufrido anteriormente en manos de los sádicos de las clases dominantes.

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Desposesión

Publicada el 02/01/2011 - 20/10/2022 por Ecotropía

Recogemos aquí parte de nuestra intervención en Can Masdeu sobre “Implicaciones de la desposesión humana por parte de la sociedad industrial”, al hilo de sus encuentros sobre crítica de la sociedad industrial.

Por Revista Etcétera
junio 2010

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El universo técnico y su exterior

Publicada el 31/12/2010 - 12/05/2021 por Ecotropía

Elementos para una comprensión de nuestro universo técnico.

Por Etcétera
noviembre 2010

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La pobreza planificada

Publicada el 26/12/2010 - 29/08/2023 por Ecotropía

Esta de moda exigir que las naciones ricas trasformen su maquinaria bélica en un programa de ayuda al Tercer Mundo. Las cuatro quintas partes más pobres de la humanidad se multiplican con desenfreno, mientras su consumo per capita decrece.

Por Ivan Illich*

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La verdad es una tierra sin caminos

Publicada el 19/12/2010 - 22/12/2021 por raas

El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas. Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.

Por Jiddu Krishnamurti

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La difícil tarea del verbo ‘oir’

Publicada el 17/12/2010 - 24/03/2023 por Ecotropía

Uno de los mayores problemas de la comunicación, tanto la de masas como la interpersonal, es cómo el receptor- o sea, el otro- oye lo que el emisor- o sea uno, la persona- ha hablado.

Por Artur Da Távola

En una primera escena de telenovela, información de telenoticiero o en una simple charla o debate, observo que la misma frase permite diferentes niveles de entendimiento. En la conversación ocurre lo mismo. Raras, rarísimas, son las personas que procuran oír exactamente lo la otra esta diciendo.

Ante este cuadro, vengo desarrollando una serie de observaciones, y como ando bastante entusiasmado con su formulación, las comparto con el competente lectorado que, por cierto, me ayudara pasándome las pesquisas que tenga al respecto.

Observen que:

1. En general el receptor no oye lo que el otro habla: Oye lo que el otro no está diciendo.

2. El receptor no oye lo que el otro habla. Oye lo que quiere oír.

3. El receptor no oye lo que el otro habla. Oye lo que ya escuchó antes y coloca lo que el otro está hablando en aquello que se acostumbró a oír.

4. El receptor no oye lo que el otro habla. Oye lo que imagina que el otro iba a hablar.

5. En una discusión, en general, los discutidores no oyen lo que el otro está hablando. Oyen apenas lo que están pensando para decirlo enseguida.

6. El receptor no oye lo que el otro habla. Oye lo que le gustaría oír que el otro dijese.

7. Una persona no oye lo que la otra habla. Oye apenas lo que está sintiendo.

8. Una persona no oye lo que la otra habla. Oye lo que ya pensaba respecto de aquello que la otra está diciendo.

9. Una persona no oye lo que la otra está hablando. Retira del habla de la otra apenas las partes que tengan que ver con ella y la emocionen, agraden o molesten.

10. Una persona no oye lo que la otra está hablando. Oye lo que confirme o rechace su propio pensamiento. Vale decir, transforma lo que el otro está hablando en objeto de concordancia o discordancia.

11. Una persona no oye lo que la otra está hablando: Oye lo que pueda adaptarse al impulso de amor, rabia u odio que ya sentía por la otra.

12. Una persona no oye lo que la otra habla. Oye del habla de ella apenas aquellos puntos que puedan tener sentido para las ideas y puntos de vista que en el momento la estén influenciando o tocando más directamente.

Estos doce puntos muestran qué raro y difícil es conversa. ¡Que raro y difícil es comunicarse! Lo que hay, en general, o son monólogos simultáneos canjeados a guisa de conversación, o son monólogos paralelos a guisa de dialogo. Hasta puede haber dialogo sin que, necesariamente, exista comunicación. Puede haber hasta un conocimiento de dos sin que necesariamente haya comunicación. Esta solo se da cuando ambos polos se oyen, no en el sentido material de «escuchar», sino en el sentido de procurar comprender en su extensión y profundidad lo que el otro esta diciendo. Oír, por lo tanto, es muy raro. Es necesario limpiar la mente de todos los ruidos e interferencias del propio pensamiento durante el habla ajena.

Oír implica una entrega al otro, una dilución en el. De ahí la dificultad de que las personas inteligentes efectivamente oigan. Su inteligencia en funcionamiento permanente, o su habito de pensar, evaluar, juzgar y analizarlo todo interfieren como un ruido en la plena recepción de aquello que el otro esta hablando. No es solo la audición plena. El acto de oír es perturbado por otros elementos. Uno de ellos es el mecanismo de defensa.

Hay personas que se defienden de oír lo que las otras están diciendo, por verdadero pavor inconsciente de perderse a si mismas. Precisan «no oír» porque «no oyendo» se libran de la rectificación de los propios puntos de vista, de la aceptación de realidades diferentes de las propias; de verdades ídem y así en adelante. Se zafan de lo nuevo, que es salud, pero que las aterroriza.

No oír es, pues, un sólido mecanismo de defensa. Oír es un gran desafío. Desafío de apertura interior: de impulso en la dirección del prójimo, de comunicación con el, de su aceptación como es y como piensa. Oír es proeza. Oír es rareza. Oír es acto de sabiduría.

Después que la persona aprende a oír, pasa a hacer descubrimientos increíbles ocultos o patentes en todo aquello que los otros están diciendo a propósito de hablar.

fuente: revista Mutantia nº13, extraído a su vez de un folleto del Colectivo Hasta las Chapas.

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La sociedad unidimensional

Publicada el 14/11/2010 - 18/01/2024 por raas

Cuanto más racional, productiva, técnica y total deviene la administración represiva de la sociedad, más inimaginables resultan los medios y modos mediante los cuales los individuos administrados pueden romper su servidumbre y alcanzar su propia liberación.

Por Herbert Marcuse

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La propaganda subversiva y los “ismos”

Publicada el 21/10/2010 - 19/10/2022 por raas

¿Cómo hacer? En esta sociedad habemos personas que estamos, por decirlo de alguna manera, «disconformes» con la misma. Queremos destruir las relaciones sociales de explotación y de dominación y reemplazarlas por otras relaciones sociales, donde la libertad del individuo sea condición para la libertad de la sociedad. Queremos la sociedad sin clases ni Estado, queremos la autogestión de nuestras vidas.

Por Ricardo Fuego
08-05-2006

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Superar el activismo

Publicada el 17/10/2010 - 13/02/2021 por raas

Por Andrew X

Introducción

Un problema evidente en el día de acción del 18-J* fue la adopción de una mentalidad activista. Este problema fue particularmente obvio con el 18-J precisamente porque las personas involucradas en organizarlo y las que participaron en el día trataron de ir más allá de estas limitaciones. Este artículo no es para criticar a alguien involucrado – más bien un intento de provocar un poco de pensamiento sobre los desafíos que nos enfrentan si somos serios en nuestra intención de eliminar el modo de producción capitalista.

Los expertos

Por «mentalidad activista» me refiero a las personas que piensan en sí mismas principalmente como activistas y como pertenecientes a una amplia comunidad de activistas. El activista se identifica con lo que hace y piensa en ello como su papel en la vida, de la misma manera que un trabajo o carrera. Del mismo modo algunas personas se identificarán con su trabajo (como un médico o un profesor), y en lugar de ser eso solamente algo que están haciendo, se convierte en una parte esencial de su imagen de sí mismos.

El activista es un especialista o un experto en el cambio social. Pensar en tí mismo como activista significa pensar en tí mismo como alguien de algún modo privilegiado o más avanzado que los otros en su apreciación de la necesidad del cambio social, en los conocimientos de cómo conseguirlo y sobre cómo liderar o estar al frente de la pelea práctica por crear este cambio.

El activismo, como todos los roles expertos, tiene su base en la división del trabajo – es una tarea especializada separada de las demás. La división del trabajo es el cimiento de la sociedad de clase, donde la división fundamental es la del trabajo mental y el trabajo manual. La división del trabajo opera, por ejemplo, en la medicina o la educación. En lugar de que curar y criar a niños sea un conocimiento general y tareas en las que todos participen, estos conocimientos se convierten en propiedad especializada de doctores y profesores, expertos de los que debemos depender para que hagan estas cosas por nosotros. Los expertos guardan celosamente las destrezas que tienen y las mistifican. Esto mantiene a las personas separadas e impotentes y refuerza la sociedad de clase jerárquica.

Una división del trabajo implica que una persona asume un papel en representación de muchos otros que renuncian a esta responsabilidad. Una separación de las tareas quiere decir que otras personas harán tu comida y tu ropa y te proporcionarán electricidad mientras tú sigues con tu tarea de conseguir el cambio social. El activista, como experto en el cambio social, asume que las otras personas no están haciendo nada para cambiar sus vidas y por esto siente un deber o una responsabilidad de hacerlo en su nombre. Los activistas piensan que están compensando la falta de la actividad de otros. Definirnos a nosotros como activistas significa definir *nuestras* acciones como las que provocarán el cambio social, por lo tanto ignorando la actividad de miles de miles de otros no-activistas. El activismo está basado en la falsa idea de que son solamente los activistas los que hacen el cambio social – mientras que por supuesto la lucha de clases transcurre constantemente.

Forma y contenido

La tensión entre la forma de «activismo» en la que nuestra actividad política aparece y su contenido cada vez más radical justamente ha estado creciendo durante los últimos años. El origen de muchas de las personas involucradas en el 18-J es el de ser «activistas» que «hacen campaña» sobre un «asunto». El progreso político que se ha logrado en el campo activista durante los últimos años ha resultado en una situación donde muchas personas han pasado de hacer campañas sobre un asunto particular contra proyectos y compañías específicas a una ambiguamente definida y sin embargo prometedora perspectiva anti-capitalista. Pero aunque el contenido de la actividad de las campañas ha cambiado, la forma del activismo sigue igual. Así que en lugar de tomárnosla con Monsanto e ir a sus oficinas centrales y ocuparlas, hemos visto más allá de la faceta particular de capital representada por Monsanto y de esta manera desarrollamos una «campaña» contra el capitalismo. ¿Y qué mejor lugar para ir y ocupar que lo que es percibido como las oficinas centrales del capitalismo – la ciudad?

Nuestros métodos de operar todavía son los mismos como si estuviéramos enfrentando a una corporación o proyecto particular, a pesar del hecho de que el capitalismo es mucho más que eso y los medios para derribar a una compañía particular no son para nada los mismos que para derribar al capitalismo. Por ejemplo, la vigorosa campañas de activistas por los derechos del animal han conseguido destrozar tanto a los criadores de perro Consort como los criadores de gatos de Hillgrove Farm. Las empresas quebraron y entraron en bancarrota. De forma semejante la campaña emprendida contra los archi-vivisectores Huntingdon Life Sciences tuvo éxito en reducir el precio de sus acciones cerca de un 33 %, pero la compañía se las arregló para sobrevivir a duras penas a través de una desesperada campaña de relaciones públicas en la Ciudad para recuperar los precios (1). El activismo puede ser muy exitoso para hacer caer un negocio, sin embargo para hacer caer al capitalismo se requerirá mucho más que simplemente extender esta actividad a cada negocio en cada sector. De forma semejante al ataque de las carnicerías por activistas de derechos del animal, el resultado neto es probablemente solamente ayudar los supermercados al cerrar todas las  pequeñas carnicerías, ayudando de esta manera al proceso de la competencia y de la «selección natural» en el mercado. Por lo tanto, los activistas a menudo consiguen destruir una pequeña empresa mientras refuerzan al capital en general.

Una cosa similar es aplicable con el activismo anti-autopistas. Las protestas anti-autopistas a larga escala han creado oportunidades para a todo un nuevo sector del capitalismo – la seguridad, la vigilancia, los constructores de túneles, los expertos y los consultores. Somos ahora un «riesgo del mercado» entre otros para ser tenidos en cuenta en las licitaciones por un contrato de autopistas. Podemos haber ayudado al dominio de las fuerzas de mercado, forzando fuera de él a las compañías más débiles y menos capaces. La consultora anti-protestas Amanda Webster dice: «El advenimiento del movimiento de protesta en realidad proveerá las ventajas del mercado a aquellos contratistas que puedan manejarlo eficazmente.» (2) De nuevo, el activismo puede hacer caer una empresa o parar una autopista pero el capitalismo sigue su camino alegremente, más fuerte que antes.

Estas cosas son seguramente una señal, si una fuera necesaria, que desestabilizar al capitalismo requerirá no sólo un cambio cuantitativo (más acciones, más activistas) sino también uno cualitativo (tenemos que descubrir una forma más eficaz de operar). Parece que tenemos muy poca idea de lo que exige en realidad derribar el capitalismo. Como si todo lo que haría falta fuera alcanzar algún tipo de masa crítica de activistas ocupando oficinas y luego tendríamos una revolución….

La forma del activismo ha sido conservada incluso mientras el contenido de esta actividad se ha movido más allá de la forma que lo contiene. Todavía pensamos como «activistas» que hacen una «campaña» sobre un «asunto», y como somos activistas de «acción directa» iremos a «hacer una acción» contra nuestro blanco. El método de hacer campaña contra un proyecto o una compañía particular ha sido trasladado a esta nueva forma de enfrentar al capitalismo. Estamos intentando enfrentar al capitalismo y conceptualizar lo que estamos haciendo en términos totalmente inapropiados, utilizando un método de operar propio del reformismo liberal. Así tenemos el espectáculo bizarro de «hacer una acción» contra el capitalismo – una práctica completamente inadecuada.

Los roles

El rol del «activista» es un rol que asumimos de la misma forma que el de policía, padre o sacerdote – una extraña forma psicológica que usamos para definirnos a nosotros mismos y a nuestra relación con otros. El «activista» es un especialista o experto en el cambio social – sin embargo mientras más nos aferramos a este rol y noción de quien somos, más impedimos el cambio que deseamos. Una revolución verdadera implicará la desaparición de todos los roles preconcebidos y la destrucción de toda especialización – la reclamación de nuestras vidas. El tomar el control de nuestros propios destinos (en esto consiste el acto de la revolución) involucrará la creación de nuevas identidades y nuevas formas de interacción y de comunidad. Los «expertos» solamente pueden ser un obstáculo a esto.

La Internacional Situacionista desarrolló una crítica severa de los roles y particularmente del rol del «militante». Su crítica estaba dirigida en su mayor parte contra las ideologías izquierdistas y social-democrátas porque esas eran las principales de su momento. Aunque estas formas de alienación todavía existen y están claramente a la vista, en nuestro entorno especial encontramos con más frecuencia al activista liberal que al militante de izquierda. Sin embargo, comparten muchas características en común (lo cual por supuesto no es ninguna sorpresa).

El Situacionista Raoul Vaneigem definió los roles de esta manera: «Los estereotipos son las imágenes dominantes de un período…. El estereotipo es el modelo del rol; el rol es una forma de comportamiento. La repetición de una actitud crea un rol.» Desempeñar un rol es cultivar una apariencia de negligencia para todo auténtico ser: «sucumbimos a la seducción de actitudes prestadas.» Como «actores» que desempeñamos un rol caemos en la falta de autenticidad – reduciendo nuestras vidas a una serie de clichés – «convirtiendo [nuestro] día en una serie de poses escogidas más o menos inconscientemente entre el rango de los estereotipos dominantes.» (3) Este proceso ha funcionado desde los primeros días del movimiento anti-caminos. En Twyford Down luego del Miércoles Amarillo en Diciembre del 92, la cobertura de la prensa y medios de comunicación se concentró en la tribu Dongas y el aspecto contracultural de las protestas. Inicialmente éste no era de ningún modo el elemento predominante – había un gran grupo de vagabundos en el desalojo por ejemplo (4). Pero las personas atraídas hacia Twyford por la cobertura periodística pensaban que cada persona allí tenía rastas. La cobertura periodística tenía el efecto de hacer que personas «corrientes» se desinteresaran y los del tipo contracultural se integraran – reduciendo la diversidad de las protestas. Más recientemente, una cosa similar ha ocurrido en la manera en la que personas atraídas a sitios de protesta por la cobertura de Swampy a quienes habían visto en la tele empezaron a reproducir en sus propias vidas las actitudes presentadas por los medios de comunicación como características del rol del «eco-guerrero» (5).

«Justo como la pasividad del consumidor es una pasividad activa, la pasividad del espectador reside en su habilidad de asimilar los roles e interpretarlos de acuerdo con las normas oficiales. La repetición de imágenes y estereotipos brinda un juego de modelos del que todos debemos escoger un rol.» (6) El rol del militante o del activista es sólo uno de estos roles, y allí, a pesar de toda la retórica revolucionaria que va con ese rol, yace su conservadurismo.

La actividad supuestamente revolucionaria del activista es una rutina aburrida y estéril – una repetición continua de algunas acciones sin potencial de cambio alguno. Los activistas probablemente resistirían el cambio si viniera porque afectaría las certezas fáciles de su rol y el bello y bonito refugio que han construido para sí. De la misma manera que dirigentes sindicales, los activistas son eternos representantes y mediadores. Al igual que los dirigentes sindicales estarían contra sus trabajadores si estos tuvieran éxito en su lucha -ya que esto los dejaría sin trabajo-, el rol del activista es amenazado por el cambio. Efectivamente la revolución, o incluso cualquier movimiento verdadero en esa dirección, perturbaría profundamente a los activistas al deprivarlos de su rol. Si *todos* se están convirtiendo en revolucionarios entonces ya no eres tan especial, ¿o sí?

¿Así que por qué actuamos como activistas? ¿Simplemente porque es la alternativa más fácil? Caer en el rol del activista es fácil porque se ajusta a esta sociedad y no la desafía – el activismo es una forma aceptada de disenso. Incluso si como activistas estamos haciendo cosas que no son aceptadas y son ilegales, la forma misma del activismo es como si fuera un trabajo – quiere decir que encaja en nuestra psicología y nuestra crianza. Tiene cierta atracción precisamente porque no es revolucionario.

No necesitamos más mártires

La clave para comprender tanto el rol del militante como el del activista es la abnegación – el sacrificio del ser propio hacia «la causa», que es identificada como algo separado del propio ser. Esto por supuesto no tiene nada que ver con la verdadera actividad revolucionaria que es el apoderamiento del propio ser. El martirio revolucionario va de la mano con la identificación de alguna causa como algo separado de la propia vida – una acción en contra del capitalismo que identifica el capitalismo como algo «allá afuera» en la ciudad está básicamente equivocada – el verdadero poder del capital está aquí mismo en nuestra vida diaria – recreamos su poder todos los días porque el capital no es una cosa sino una relación social entre las personas (y por lo tanto clases) mediada por cosas.

Por supuesto no estoy sugiriendo que todos los involucrados en el 18 de Junio compartan en la misma medida la aprobación de este rol y la abnegación que va con él. Como dije arriba, el problema del activismo se hizo particularmente evidente el 18 de Junio precisamente porque fue un intento de escapar de estos roles y de nuestras maneras corrientes de operar. Gran parte de lo que está expuesto aquí es una idea extrema (worst case scenario) de a lo que puede llevar jugar el rol de un activista. La cantidad de similitudes que podamos reconocer dentro de nuestro propio movimiento nos dará una señal de cuánto trabajo tenemos por delante.

El activista hace de la política algo aburrido y estéril y aleja a las personas de ella, pero interpretar el rol eventualmente también termina perjudicando al mismo activista. El rol del activista causa una separación entre el fin y los medios: la abnegación implica crear una división en la revolución como amor y placer en el futuro pero deber y rutina en el presente**. La cosmovisión del activismo es dominada por la culpa y el deber, porque el activista no está luchando a favor de sí mismo sino por una causa separada: «Todas las causas son igualmente inhumanas.» (7)

Como activista tienes que negar tus propios deseos porque tu actividad política es definida de tal forma que estas cosas no cuentan como «política». Pones a «la política» en un compartimento separado del resto de tu vida – es como un trabajo…. Haces «política» de 9 a 5 y luego te vas a casa y haces otra cosa. Y como está en un compartimento separado, la «política» permanece inmune a toda consideración práctica de eficacia en el mundo real. El activista se siente obligado a seguir ejecutando de manera autómata la misma vieja rutina todos los días, sin detenerse o considerar lo que está haciendo. El activista es mantenido ocupado y lidia con su culpa golpeando su cabeza contra una pared, si es necesario.

Parte de ser revolucionario debería ser saber cuándo hay que detenerse y esperar. Debería ser importante saber cómo y cuándo atacar para lograr una máxima eficacia y también cómo y cuándo NO atacar. Los activistas tienen esta actitud de «Debemos hacer algo ahora!’ que parece alimentada por la culpa. Esto es completamente anti-táctico.

La abnegación del militante o del activista es reflejada en su poder sobre otros como experto – de la misma manera que en una religión hay una clase de jerarquía basada en el sufrimiento y la rectitud. El activista asume el poder sobre otros en virtud de su grado más grande de sufrimiento (los grupos de activistas «no- jerárquicos» en realidad constituyen una «dictadura del más comprometido»). El activista usa la coerción moral y la culpa para ejercer poder sobre otros menos experimentados en la teología del sufrimiento. La subordinación de sí mismos va de la mano con la subordinación de otros por ellos – todos esclavizados por «la causa». Los militantes y activistas abnegados atrofian sus propias vidas y su propia voluntad de vivir – esto genera una amargura y una antipatía hacia la vida que se vuelve hacia afuera para marchitar todo lo demás. Son «los grandes despreciadores de la vida…. los partisanos de la abnegación total…. sus vidas retorcidas por su monstruoso ascetismo.» (8) Podemos ver esto en nuestro propio movimiento, por ejemplo in situ, en el antagonismo entre el deseo de holgazanear y pasarlo bien versus la ética llena de culpa de trabajar/construir/fortificar/armar barricadas y en la pasión a veces excesiva con que se denuncia los descansos o pausas. El mártir abnegado se ofende e indigna cuando ve a otros que no se están sacrificando. De la misma manera que cuando el «trabajador honesto» ataca con saña al haragán, sabemos que esto se debe a que en realidad odia su trabajo y el martirio que ha hecho de su vida y odia ver alguien librarse de ese destino, odia ver a alguien que se divierte mientras está sufriendo – debe arrastrar a todos a la mugre junto con él – una igualdad de la abnegación.

En la vieja cosmología religiosa, el mártir exitoso fue al cielo. En la cosmovisión moderna los mártires exitosos pueden aspirar a quedar en la historia. La abnegación más grande, el éxito más grande en crear un rol (o incluso mejor, en diseñar uno por completo para que las personas lo imite – por ejemplo el eco-guerrero) gana una recompensa en la historia – el cielo burgués.

La vieja izquierda era muy abierta en su llamado para el sacrificio heroico: «¡Sacrifíquense con alegría, hermanos y hermanas! ¡Por la Causa, por el Orden Establecido, por el Partido, por la Unidad, por la Carne y las Papas!» (9) Pero en estos días es mucho más velado: Vaneigem acusa a los «jóvenes izquierdistas radicalizados» de «entrar el servicio de una Causa – la «mejor» de todas las Causas. El tiempo que tienen para la actividad creativa lo despilfarran en repartir planfletos, poner afiches, manifestarse o abuchear a políticos locales. Se convierten en militantes, fetichizando la acción porque otros están pensando por ellos.» (10)

Este nos resulta familiar – particularmente lo de fetichizar la acción. En grupos de izquierda a los militantes participan en interminables trabajos de rutina porque el jefe de grupo o el gurú ya tiene delineada la «Teoría», la cual sólo puede aceptarse y engullirse: la «línea» del partido. Con los activistas de acción directa es algo ligeramente diferente – la acción es fetichizada, pero por la aversión hacia cualquier teoría, la que fuera.

Aunque está presente, ese elemento del rol del activista que depende de la abnegación y el deber no fue tan significativo en el 18 de Junio. Lo que es más importante para nosotros es el sentimiento de separación de «las personas corrientes» que viene con el activismo. Las personas identificadas con alguna rara subcultura o grupo exclusivo que serían los «Nosotros», como opuesto a los «Ellos» de todos los demás en el mundo.

Aislamiento

El rol del activista es un aislamiento autoimpuesto de todas las personas con las que deberíamos estar conectándonos. Asumir el rol de un activista te separa del resto de la raza humana como alguien especial y diferente. Las personas tienden a pensar de sí mismas en primera persona del plural (¿a quién te refieres cuando dices «nosotros»?) como si hiciera referencia a alguna comunidad de activistas, en vez de una clase. Por ejemplo, durante algún tiempo en el entorno activista ha sido popular arguír a favor del «no más campañas aisladas» y la importancia de «conectarse». Sin embargo, la concepción de muchas personas acerca de lo que esto involucraba era la de «conectarse» con *otros activistas* y otros grupos de campaña. El 18 de Junio lo demostró muy bien; la idea fue juntar a todos los representantes de todas las causas o asuntos en un lugar en cierto momento, relegándonos voluntariamente a nosotros mismos al guetto de las buenas causas.

Del mismo modo, los diversos foros de debate en la red que han surgido recientemente en el país (la Alianza Rebelde en Brighton, NASA en Nottingham, Asamblea Disturbiosa en Manchester, el London Underground, etc.) tienen un objetivo similar – conseguir que todos los grupos de activistas en la zona se comuniquen. No estoy criticando esto – es un elemento esencial indispensable para la acción futura -, pero debería ser reconocida por la forma sumamente limitada de «conectarse» que representa. También es interesante que lo que tienen en común los grupos que asisten a estas reuniones es que son grupos de activistas – lo que realmente les ocupa parecer ser una consideración secundaria.

No es suficiente simplemente el buscar conectar a todos los activistas del mundo, ni tampoco tratar de transformar a más personas en activistas. Contrariamente a lo que algunas personas pueden pensar, no estaremos más cerca a una revolución si muchas personas se hacen activistas. Algunas personas parecen tener la extraña idea de que lo que hace falta es que todos sean persuadidos de algún modo en hacerse activistas como nosotros y entonces tendremos una revolución. Vaneigem dice: «La revolución es hecha todos los días a pesar de, y en oposición a, los especialistas de la revolución.» (11)

El militante o activista es un especialista en el cambio social o la revolución. El especialista recluta a otros en su propia área diminuta de especialización para incrementar su propio poder y por lo tanto disipar la comprensión de su propia impotencia. «El especialista…. se enrola sí mismo para enrolar a otros.» (12) Como un esquema de venta en pirámide, la jerarquía se auto-replica – tú eres reclutado y para no estar al final de la pirámide, tienes que reclutar a más personas para que estén debajo tuyo, quienes después hacen exactamente lo mismo. La reproducción de la sociedad alienada de los roles se consuma a través de los especialistas.

Jacques Camatte en su composición que «Sobre la organización» (1969) (13) llega a la sagaz conclusión de que las agrupaciones políticas terminan siendo como «pandillas» que se definen por la exclusión – a menudo la primera lealtad de los miembros es hacia al grupo en vez de hacia la lucha. Su crítica es aplicable especialmente a las miríadas de sectas izquierdistas y grupúsculos a las que estaba dirigida pero es aplicable también aunque en menor grado a la mentalidad activista.

El grupo político o partido sustituye por propia iniciativa al proletariado y su propia superviviencia y reproducción se convierten en primordiales – la actividad revolucionaria se convierte en sinónimo de «construir el partido» y reclutar miembros. El grupo tiende a creer que goza de una apreciación única de la verdad y todos fuera del grupo son tratados como idiotas con necesidad de ser educados por esta vanguardia. En lugar de un debate igualitario entre compañeros conseguimos la separación de teoría y propaganda, donde el grupo tiene su propia teoría, que es guardada casi en secreto en la creencia de que los candidatos a entrar no tienen todavia la capacidad mental suficiente para comprenderla y deben ser atraídos hacia la organización con alguna estrategia de populismo. Este método deshonesto de lidiar con aquellos en el exterior del grupo es similar a un culto religioso – ellos nunca te dirán por adelantado lo que son.

Podemos ver aquí algunas semejanzas con el activismo, en la manera que el entorno activista actúa de la misma forma que una secta de izquierda. El activismo como un todo tiene algunas de las características de una «pandilla». Las pandillas activistas a menudo pueden terminar siendo alianzas de clase, incluyendo a toda clase de liberales reformistas porque también ellos son «activistas». Las personas se conciben principalmente como activistas y su lealtad primaria es a la comunidad de activistas y no a la lucha en sí. La «pandilla» es la comunidad ilusoria, distrayéndonos de crear una comunidad más amplia de resistencia. La esencia de la crítica de Camatte es un ataque a la creación de una división interior/exterior entre el grupo y la clase. Tendemos a pensar de nosotros mismos como activistas y por lo tanto como seres distintos y con intereses diferentes de la masa de personas de clase obrera.

Nuestra actividad debería ser la expresión inmediata de una lucha real, no la afirmación de la diferencia y la separación de un grupo especial. En los grupos marxistas la posesión de la «teoría» es la cosa esencial que determina el poder. Es diferente en el entorno activista, pero no tan diferente. La posesión de un «capital social» relevante – conocimientos, experiencia, contactos, equipamiento, etc. – es la cosa principal que determina el poder.

El activismo reproduce la estructura de esta sociedad en sus operaciones: «Cuando el rebelde empieza a creer que está luchando a favor de un bien mayor, el principio autoritario consigue una marca (filip).» (14) Este no es un tema trivial, pero está en la base de las relaciones sociales capitalistas. El capital es una relación social entre las personas mediada por cosas – el principio básico de la alienación es que vivimos nuestras vidas al servicio de una *cosa* que nosotros mismos hemos creado. Si reproducimos esta estructura en el nombre de una política que se declara anti-capitalista, hemos perdido antes de empezar. No puedes luchar contra la alienación con medios alienados.

Una propuesta modesta

Ésta es una propuesta modesta de que debemos desarrollar maneras de operar adecuadas a nuestras ideas radicales. Esta tarea no será fácil y el autor de este breve artículo no tiene más claro que otros el cómo debemos continuar. No estoy argumentando que el 18 de Junio debio haber sido abandonado o atacado, efectivamente fue un intento valiente de ir más allá de nuestras limitaciones y crear algo mejor que lo que tenemos actualmente. Sin embargo, en sus intentos de romper con las maneras antiguas y formales de hacer las cosas ha mostrado mas claramente los lazos que todavía nos atan al pasado. Las críticas del activismo que he expresado arriba no son todas aplicables al 18 de Junio. Sin embargo hay un cierto paradigma de activismo que en el peor caso incluye todo lo que he descripto arriba y el 18 de Junio comparte este paradigma en cierto punto. Dejo el lector la decisión de hasta qué punto lo comparte.

El activismo es una forma que nos es impuesta en parte por la debilidad. Como la acción conjunta emprendida por Reclaim the Streets y los portuarios de Liverpool – nos encontramos en una época donde la política radical es a menudo el producto de la debilidad mutua y el aislamiento. Si este es el caso, puede no estar dentro de nuestro poder el escapar del rol de activistas. Puede ser que en épocas de un descenso en las luchas, aquellos que continúan trabajando por la revolución social se marginalizan y llegan a ser vistos (y verse a sí mismos) como un grupo especial separado de las personas. Puede ser que esto solamente es capaz de ser corregido durante un resurgimiento general de la lucha cuando no seremos más fenómenos y bichos raros ya que simplemente estaremos diciendo lo que está en las mentes de todo el mundo. Sin embargo, para trabajar en aumentar la lucha será necesario romper con el rol de activistas lo más que podamos – tratar de superar constantemente nuestras limitaciones y restricciones.

Históricamente, los movimientos que más cerca han estado de desestabilizar, remover o ir más allá del capitalismo no han tomado en absoluto la forma del activismo. El activismo es esencialmente una forma política y un método de operar adecuado para el reformismo liberal que está siendo empujado más allá de sus propios límites y usado para propósitos revolucionarios. El rol del activista en sí debe ser problemático para aquellos que desean la revolución social.

* Se refiere al 18 de Junio de 1999, donde miles de activistas anti-globalización tomaron las calles de Londres y se enfrentaron a la policía. También hubo manifestaciones y acciones en otras partes del mundo, incluyendo a la famosa “batalla de Seattle” en EEUU (Nota del traductor).
**  «El presente es lucha, el futuro es nuestro» (Nota del traductor al castellano)

notas:
1) Rodeando la Milla Cuadrada: Una Guía Básica para la Ciudad de Londres (J18 Publications (UK), 1999) p. 8
2) Ver ‘Acción Directa: Seis Años de Trayectoria’ en Hacer o Morir No. 7, p. 3
3) Raoul Vaneigem – La Revolución de la Vida Cotidiana, Trans. Donald Nicholson-Smith (Left Bank Books/Rebel Press, 1994) – publicado por primera vez en 1967, pp. 131-3
4) ver ‘El Día que Derribaron a Twyford’ en Hacer o Morir No. 1, p. 11
5) ver ‘La Política de la Personalidad: La Espectacularización de Fairmile’ en Hacer o Morir No. 7, p. 35
6) Op. Cit. 2, p. 128
7) Op. Cit. 2, p. 107
8 ) Op. Cit. 2, p. 109
9) Op. Cit. 2, p. 108
10) Op. Cit. 2, p. 109
11) Op. Cit. 2, p. 111
12) Op. Cit. 2, p. 143
13) Jacques Camatte – ‘Sobre la Organización’ (1969) en Este Mundo que Debemos Abandonar y Otros Ensayos (New York, Autonomedia, 1995)
14) Op. Cit. 2, p. 110

Traducido del inglés por Ricardo Fuego en Octubre del 2005.

Fuente Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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Entre el miedo y la violencia. Estrategias de terror y de represión para el control social

Publicada el 06/02/2010 - 24/08/2023 por Ecotropía

Caminando sobre el miedo

Vivimos sobre el miedo. Miedo al fracaso, miedo a la soledad, miedo a la muerte. Miedo a la pobreza, miedo a la marginación. Miedo a enfermedades, a la inseguridad. Miedo a la exclusión. Miedo a los delincuentes, miedo a la prisión. Miedo a los extraños, miedo a perder el trabajo, a perder la vivienda. Miedo a la violencia. Y miedo tras miedo marcan el sino de nuestras acciones, de nuestras decisiones, de nuestras opiniones y de nuestra visión de la sociedad.

Por Jaume Balboa
Colectivo Escuela Libre

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La historia del sostenedor del cielo

Publicada el 18/01/2010 - 24/08/2023 por Ecotropía

«Según nuestros más anteriores, al cielo hay que sostenerlo para que no se caiga. O sea que el cielo no mero está firme, sino que cada tanto se pone débil y como que se desmaya y se deja caer así nomás como se caen las hojas de los árboles y entonces puras calamidades que pasan porque llega el mal a la milpa y la lluvia lo rompe todo y el sol castiga al suelo y es la guerra quien manda y es la mentira quien vence y es la muerte quien camina y es el dolor quien piensa. Dijeron nuestros más anteriores que así pasa porque los dioses que hicieron el mundo, los más primeros, tanto empeño pusieron en hacer el mundo que, después de terminarlo, ya no muy tenían fuerza para hacer el cielo o sea el techo de nuestra casa y le pusieron ahí nomás lo que se les ocurrió y entonces el cielo está puesto sobre la tierra nomás como un techo de ésos de plástico. Entonces el cielo no está mero firme, sino que a veces como que se afloja. Y has de saber que cuando esto pasa, se desarreglan los vientos y las aguas, el fuego se inquieta y la tierra da en levantarse y caminarse sin encontrar donde estarse sosiega.»

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El nuevo orden mundial, el cártel petrolero y farmacológico y la fabricación de vacunas o una nueva forma de esclavitud humana

Publicada el 30/04/2009 - 27/02/2023 por raas

En un artículo anterior mencioné que se avecinan grandes catástrofes en la humanidad, y no me refiero a los tan anunciados virus que ocasionaran una “pandemia”, sino debido a la forma como los gobiernos tratan el desarrollo de las naciones. Desarrollos que ponen énfasis en la industrialización, energía y comercio y olvidan el equilibrio de la naturaleza y la alimentación de la población. No solo el hecho de sembrar, sino cómo se siembra y el tipo de alimentos que deben ser sembrados y comercializados para garantizar la salud del territorio y de sus nacionales, en caso contrario las defensas de la naturaleza y del cuerpo humano se verán diezmadas y vulnerables ante el ataque de las tradicionales bacterias, virus y los nuevos monstruos de laboratorio creados por la mafia médica.

Johnny Bielostotzky*
bielostj@gmail.com
21/7/2008

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Sobre la técnica médica

Publicada el 15/12/2008 - 23/12/2020 por Ecotropía

En las postrimerías del siglo XIX, la ciencia había perdido los últimos restos de ilusoria independencia que aún se le daba y se había puesto decididamente al servicio del nuevo orden económico capitalista nacido en occidente.

Por revista Etcétera

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Disipando los mitos de la vacunación

Publicada el 25/11/2008 - 03/02/2022 por Ecotropía

Introducción a las contradicciones entre la ciencia médica y las políticas de vacunación

Por Alan Phillips*

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Congo, siglos de saqueo

Publicada el 21/09/2008 - 07/09/2018 por raas

Los delitos contra el Congo se repiten siglo tras siglo. Hoy hay allí un gobierno corrupto y ávidas compañías transnacionales mantienen al país en un estado de semicaos para poder seguir extrayendo los riquísimos minerales qua hay en su suelo al menor costo posible, sin consideración alguna a las vidas humanas. El tenebroso corazón del colonialismo late de modo tan repugnante hoy como hace cien años.

Por Carolina Jemsby

Hay una piedra verde en mi escritorio. Es una piedra de cobre, de la mina de Ruashi en Kongo-Kinshasa. Cuando nadie veía me agaché rápidamente y me la metí en el bolsillo, después la escondí mejor y la saqué del país. Ahora resplandece venenosa en el medio de mi escritorio, denunciando siglos de despojo.

A primera vista, la mina Ruashi es un hormiguero. Miles de seres humanos que cavan en una mina a cielo abierto, que llevan con grandes esfuerzos pedazos de metal que extraen de la arena plateada y verde brillante que cubre la zona.
Parece algo irreal. Desde el borde superior se ve a los trabajadores mineros como pequeños muñecos que tropiezan y avanzan a los tumbos con enormes bolsas con piedras de cobre, con pantalones cortos gastadísimos y con ojotas deshechas. Damos una vuelta por el borde para ver la mina en toda su extensión. Tropezamos, nos resbalamos. Mis borceguíes reforzados para escalar montañas resbalan en algo más resbaladizo que el hielo. Me siento una infeliz, deslizándome por la pendiente, recupero el equilibrio y puteo para mí misma mientras veo que al fotógrafo le pasa lo mismo y entonces sí tengo miedo, porque el fondo de la mina está a por lo menos 50 o 60 metros, pero se reincorpora con su cuerpo y la cámara a salvo.

–No tenemos ningún equipo de seguridad, nos dice, con amargura,  Patrick, 35 años, que hace uno trabaja en la mina y nos relata de los accidentes que se suceden uno tras otro.

–Cada semana muere o se lastima alguno; necesitamos yelmos y overoles. Es peligrosísimo trabajar así. Y ganamos poco. A gatas si cobramos, murmura con rabia.
Alrededor se apresuran los trabajadores. Muchos son niños y llevan enormes bolsas pesadas sobre sus enjutas y pequeñas espaldas. Todos los rostros están impregnados de polvo, un polvo brilloso blanquiverdoso, de aspecto muy venenoso que se asienta alrededor de la nariz y la boca.
En los caminos alrededor de la mina transitan camiones permanentemente, que cargan el cobre y desaparecen tan rápidamente como vinieron. ¿Adónde? Nadie lo sabe con certeza. Pero fuera del país. De eso y sólo de eso se trata.

La República Democrática del Congo es un país desangrado, deshecho, saqueado por Occidente desde hace más de un siglo.  Las riquezas del país son enormes, tal vez sea la región de mayor riqueza minera del mundo entero.
Es repugnante ver cómo los delitos contra el Congo se repiten. Jospeh Conrad en El corazón de las tinieblas describe el saqueo del marfil. Luego se dedicaron a saquear el caucho en condiciones igualmente terroríficas. Hoy son diamantes, aceite, oro, coltán, cobre y cantidad de otros minerales que atraen a compañías mineras sin escrúpulos. Y las compañías hacen todo lo posible por mantener la guerra en el Congo y el desorden generalizado, que les permite aumentar los precios.

Imagínese que usted es un director de una minera transnacional importante. Haga usted lo que hiciere, su objetivo es siempre encontrar tanto metal como sea posible al más bajo precio, factores que harán que tu compañía resulte la mayor y más exitosa.
Puede resultar éticamente problemático trabajar en el Congo, pero aquí están los mayores yacimientos del planeta de, por ejemplo, coltán, un metal que se usa en celulares y del que no se conoce otros yacimientos.

Si hay paz, no hay más remedio que conseguir un costosa licencia para explotar el mineral, Además hay que pagar regalías al gobierno y a las autoridades locales y una parte de los metales hay que purificarlos en el lugar, en el Congo. No se puede exportar directamente el mineral en bruto, se necesita algún tipo de inversión en el lugar.  Todo esto, siguiendo las leyes nacionales e internacionales, lo cual es complicado y costoso.

Pero si en cambio rige un estado de conflicto de baja intensidad, todas las legislaciones quedan fuera de juego. Y si se pone un importe adecuado en una cuenta suiza del presidente, se compra una licencia de explotación que te conceda un líder local o un señor de la guerra, es fácil ponerse a extraer el mineral. Y cuesta sólo una fracción  de todo el procedimiento “legal” y no
hay que costear inversiones locales. Todo se hace ilegalmente, pero ¿quién controla?

Ése es, por ejemplo, el concepto de éxito que tiene Lundin Minings, empresa sueca, que está por cierto en la primera línea de “trabajo” dentro del Congo.
La guerra en el Congo viene arreciando desde 1997. Se la ha denominado Primera Guerra Mundial africana y parece haber hecho estallar todos los límites para la crueldad y la maldad humanas. La población civil está siendo permanentemente maltratada, perseguida, violada, mutilada y aterrorizada desde hace casi una década.Ninguna guerra desde fines de la Segunda

Guerra Mundial ha aniquilado tantas vidas como la del Congo, se estima que han muerto hasta ahora unos cinco millones de seres humanos.
Uno siente que se trata de una grosera reiteración de la historia. A fines del siglo XIX, el Congo pertenecía al rey Leopoldo II, de Bélgica y durante su treinta años de “gobierno” se estima que entre tres y veinte millones  [sic] de congoleses fueron asesinados. Los sicarios de Leopoldo presentaban manos derechas seccionadas de sus cuerpos para que se contaran los asesinados y recibir la recompensa calculada sobre esas bases. Los congoleses sobrevivientes fueron forzados a la esclavitud en los plantíos de caucho o en las construcciones ferroviarias y en caminos.
Hoy tiene lugar un proceso de paz. Por primera vez en cuarenta años hay elecciones en el país.  Pero, irónicamente, la paz y la democracia están amenazadas por las enormes riquezas del suelo y el subsuelo. Las compañías mineras tienen muy escaso interés en un proceso de democratización.

Un ejemplo es la empresa minera australiana Anvil Mining. Anvil Mining proveyó a soldados congoleses de camiones y aviones para llevar a cabo una matanza y volverlos a sus sitios. Con ese operativo un centenar aproximado de seres humanos fue masacrado a sangre fría. La empresa también avitualló a los soldados durante el operativo. Ahora ha sido llevada a juicio.
Lubumbashi es una ciudad pletórica de sedes de companías mineras transnacionales y a su ingreso hay un enorme portal que da la bienvenida a “la capital del cobre”.

Como en el Lejano Oeste o en Disneylandia, como si se tratara de cavar y ponerse contento, se hacen cruceros para ricachones en enormes camiones blancos que desfilan por los pésimos caminos hasta que resultan casi intransitables. Desde Lubumbashi a Zambia es corto el camino y por lo tanto no es tan difícil llevarse por allí los metales fuera de frontera. A lo largo de las rutas se ven enormes propagandas de camiones Volvo. Lundin Mining no es por cierto la única empresa sueca que se aprovecha de la situación en el Congo.

La mina de Ruashi queda apenas fuera de la ciudad. Yendo para allí, pasamos al lado de mujeres que venden frutas a la orilla de las rutas, alguna vende carbón para conseguir alguna extra. La pobreza en el Congo es enorme y pocos son los que tienen la posibillidad de comer a satisfacción cada día.
–Ganamos un par de dólares diarios, nos diche Patrick en la mina. [Unos seis pesos argentinos. Unos cincuenta uruguayos].

De aquí procede el bienestar occidental, pienso y contemplo los cuerpos que se hacen trizas buscando afanosamente metales que aquí son tan baratos, con los cuales se hacen celulares baratísimos, baratísimos anillos de matrimonio o diamantes. ¿Cuál es la responsabilidad para los habitantes cualesquiera de los países enriquecidos? ¿Y cuánto derecho tenemos de descargar la responsabilidad sobre las empresas mineras que a su vez tiran tan abajo los precios?
Un muchachito se nos aproxima agitado. Jean-Jacques Lumumba tiene 13 años y arrastra, tira y lucha para poder llevar consigo la bolsa cargada de cobre a lo largo del camino.
–No, si no pesa nada, nos dice. No pasa nada.

El polvo ha coloreado su nariz de un blanquecino brillante y sus ojotas están destrozadas.
–Mis padres no tienen trabajo, no tienen guita y yo quisiera estudiar, verdaderamente, nos cuenta. Por eso va a la escuela de mañana y trabaja en la mina de tarde. Consigue dinero para los gastos escolares, lapiceras, cuadernos de apuntes y libros.

Serge Kapend es geólogo y está preocupado por el trabajo infantil. Nos acompaña hasta el lugar de extracción del cobalto, algunos kilómetros más adelante. Hay cada vez más niños que trabajan en las minas. A menudo son huérfanos que tienen que trabajar para sobrevivir. Son los que hacen los peores trabajos, los más pesados, transportan las bolsas del pozo hacia afuera, por ejemplo. Serge es congoleño y trabajó antes en distintas empresas multinacionales en Lubumbashi. Al día de hoy se cambió de bando y trabaja para el sindicato minero, se hastió de ver y formar parte del saqueo.

–Se necesitan mejores leyes respecto de la explotación de nuestras minas. En la situación actual, las normas se acomodan a lo que se hace. Quien gobierna localmente, o los señores de la guerra, venden el derecho a explotar un sitio, la empresa minera va a ese lugar, extrae las riquezas y se marcha con el botín. El proceso da algunas, muy transitorias, posibilidades de trabajo, pero los recursos desaparecen para siempre del país.
Uno de los objetivos del sindicato es el de poner en regla la extracción y retener una parte de las ganancias dentro del país, nos explica un colega de Serge, Komichelo.
–En verdad, habría que conseguir que las licencias sean otorgadas exclusivamente por el gobierno. Hoy en día cualquiera que tiene una Kalaschinov vende licencias para explotaciones mineras.
–El problema que tenemos hoy en día es que las empresas procuran mantener en pie los conflictos, porque ganan mucha plata con eso. Y mientras el Congo hace todo lo posible por alcanzar la pacificación, hay un actor muy poderoso que hace todo lo posible en sentido contrario, continúa Komichelo.
Alrededor suyo seres humanos se hunden en agujeros negros de cobalto. Ese metal, por ejemplo, se usa en los auriculares de los pequeñísimos MP3.
De pronto estalla el caos y se oyen voces airadas que hacen eco y salen del pozo mayor.
–¡Una mujer en la mina! ¡Esto significa una desgracia! ¡Debe ser una bruja! ¡Mátenla!
Algunos de los revoltosos son sujetados por los guardias que nos acompañan, otros vuelven al trabajo. Yo me voy de allí de prisa. El linchamiento en una mina congoleña pertenece a una de mis pesadillas.

El MONUE, de la ONU, tiene como cometido vigilar la llamada paz en el Congo. Alexandre Essome es jefe de esa repartición en Lubumbashi. Participará de las elecciones como observador y supervisor de la ONU. Su principal preocupación son las minas extranjeras y la presión extorsiva que ejercen sobre los políticos locales y los grupos armados.
–¿Cómo vamos a tener elecciones democráticas y como vamos a poder soñar en alcanzar la paz cuando hay intereses tan poderosos para que continúe la guerra? Las empresas mineras ganan enormes ganancias gracias a la guerra, nos aclara.
En Lubumbashi. hay todo un semillero de empresas mineras extranjeras. En el ámbito del desarrollo global que hoy impera no son sólo empresas occidentales las que llevan delante el despojo; al lado de las belgas, francesas, canadienses y australianas también las hay sudafricanas, libanesas, indias, israelíes y sobre todo, chinas. Todas igualmente brutales en su rapiña.

–Aquí puede pasar cualquier cosa, si contás con el dinero suficiente. Las minas son saqueadas, los interesados son incontables. Hemos comparado la compra de metales y la importación de armas: van juntas: cuanto más metales se embarcan hacia el exterior, más armas entran de contrabando, sostiene Alexandre.
–Le he escrito a las autoridades y les he pedido que hagan algo, pero no hay respuesta.
Levanta los hombros en señal de impotencia. Su oficina está en un barracón en un descampado limitado por alambre de púa en Lubumbashi. Los supervisores para las elecciones ya han llegado y se están entrenando en control de ejercicios democráticos. De alguna manera hay una esperanza de paz y democracia en el Congo. Pero la inmensa mayoría de los delitos desaparecen como en un agujero negro, de ceguera y olvido. Bajo responsabilidad “occidental”.

Sostengo mi piedra verde. Resplandece hermosamente,  tengo en mi mano un pequeño trozo del conflicto. Un signo bien concreto de mi culpa. Fui rápida para tomarla, la escondí con disimulo en mi equipaje y ahora descansa en mi escritorio. Al lado de decenas de toneladas de diamantes, oro y otro metales, testimonia el saqueo ininterrumpido que tiene lugar en el Congo. Y testimonia nuestras culpas.

El artículo con fotografías www.argentina.indymedia.org/news/2007/06/530314.php con fotos del artículo

artículo publicado en Revista futuros nº10 (2007) https://revistafuturos.noblogs.org

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