También serviría este título: Facebook, la iglesia, la sinagoga global de lo digital.
Por Alberto de la Madrid
22 de febrero de 2017
Aniquilando un planeta por vez…
Si no lo podemos cambiar, al menos seamos capaces de nombrarlo
También serviría este título: Facebook, la iglesia, la sinagoga global de lo digital.
Por Alberto de la Madrid
22 de febrero de 2017
Nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital. Avanza desde una vigilancia pasiva hacia un control activo. Nos precipita a una crisis de la libertad con mayor alcance, pues ahora afecta a la misma voluntad libre.
Por Byung-Chul Han
Seguir leyendo «Nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital…»
Presentación de 27 páginas en formato PDF, que es, fundamentalmente, un intento gráfico de señalar responsabilidades sociales políticas (individual y colectivamente hablando). Un cuadro lo que hemos generado como especie en el planeta en un par de siglos.
Por raas
raas@riseup.net
Seguir leyendo «(presentación) Del Asesinato de la Naturaleza como una de las Bellas Artes»
El documental aborda el tráfico y reciclaje ilegal de residuos electrónicos. En los países desarrollados generamos 50 millones de toneladas anuales. El 75% desaparece del circuito oficial de reciclaje y se exporta ilegalmente.
https://www.youtube.com/watch?v=k12IRnXVlFY
Ficha técnica:
Dirección: Cosima Dannoritzer
Producción: Media 3.14 y Yuzu Productions en coproducción con Arte France, Al Jazeera English, Televisión Española, Televisió de Catalunya. 2014
Colaboración: Lichtpunt (Bélgica), RTS (Suiza), SVT (Suecia), TG4 (Irlanda) y YLE (Finlandia)
Seguir leyendo «(documental) «La tragedia electrónica»… o como el reciclado es un lindo cuento»
Premiada en el Festival de Sundance y en el Festival de Berlín, el Atlantida Film Festival 2015 recoge en su Sección Atlas We Come as Friends, el último documental del director austriaco Hubert Sauper quien se adentra ahora en el territorio sudanés durante el período de transición política que desembocó en la oficialización de la independencia de Sudán del Sur en julio de 2011.
Por Samuel Lagunas
Seguir leyendo «We Come as Friends (Venimos Como Amigos): La barbarie elegante»
Para Christian Ferrer*, las nuevas tecnologías a los únicos a los que les ahorran tiempo es a los dueños de las empresas. “Que se sepa –dice–, los trabajadores trabajan las mismas horas que antes, no hay ahorro de tiempo, sino aumento de la productividad.”
Por Sonia Santoro
21 de julio de 2014
Los avioncitos sin piloto vigilan campos, exploran yacimientos de petróleo, filman eventos deportivos. En Argentina ya se los usa en tareas de inteligencia y acompañan a la bonaerense en operativos complejos. Pero los drones posta están enfierrados y desdibujan la frontera entre lo militar y lo policial. En el siglo XXI te matan para respetar tus derechos humanos.
Por Heber Ostroviesky
Los nativos las utilizaban en ritos, para relajarse, como estimulante… El «hombre blanco» las patentó como crecepelos o para el párkinson. Todas por apenas nada
Por Juan C. De la Cal
2006
Seguir leyendo «El norte robó sus semillas. Diez ejemplos de biopiratería»
Numerosas sustancias químicas, como las dioxinas, PCBs, plaguicidas, ftalatos, alquilfenoles y el bisfenol-A, amenazan nuestra fecundidad, inteligencia y supervivencia. En 1962 el libro de Rachel Carson Primavera silenciosa dio el primer aviso de que ciertos productos químicos artificiales se habían difundido por todo el planeta, contaminando prácticamente a todos los seres vivos hasta en las tierras vírgenes más remotas. Aquel libro, que marcó un hito, presentó pruebas del impacto que dichas sustancias sintéticas tenían sobre las aves y demás fauna silvestre.
Por José Santamarta*
Seguir leyendo «(libro) Nuestro futuro robado: la amenaza de los disruptores endócrinos»
El uso de la enfermedad como arma no es algo nuevo o propio de la moderna tecnología del siglo XX. Se tiene constancia de su utilización desde hace siglos aunque tal idea llega un nuevo nivel de sofisticación con los programas de guerra biológica que se pusieron en marcha poco antes de la II Guerra Mundial.
Por Rafael Palacios
Pues bien, muchas de las enfermedades que hoy nos aquejan se crearon en los laboratorios como posibles armas. Y otras simplemente para vender fármacos que contrarrestaran sus efectos. Hablamos de un gigantesco y vergonzoso negocio en el que hay implicados gobiernos, políticos, multinacionales, etc.
Los historiadores de la Medicina saben que muchas de las plagas o pestes de la Edad Media fueron en realidad provocadas y se propagaron porque se utilizaron como armas biológicas. Está constatado por ejemplo que en el siglo XIV los tártaros sufrieron un brote de peste bubónica cuando atacaban la fortaleza del puerto de Kaffa -ubicada en la península rusa de Crimea sobre el Mar Negro- y decidieron entonces arrojar mediante catapultas los cuerpos de sus camaradas muertos sobre los muros para infectar a los defensores. Siendo al parecer los supervivientes del asedio que huyeron por el Mediterráneo quienes llevarían ese virus a Europa tras desembarcar en Italia.
La viruela, por su parte, fue igualmente utilizada como arma en el siglo XVIII por los ingleses que ofrecieron a los indios americanos -entonces aliados de los franceses- mantas contaminadas con el virus lo que provocó entre ellos una epidemia devastadora. Lo que no esperaban es que la viruela terminara afectando a los militares y el ejército tuviera que vacunar a sus propios soldados como ocurrió durante el sitio de Québec con las tropas de George Washington.
No cabe extrañar pues que los militares no sólo adoptaran la idea en pleno siglo XX sino que la «desarrollaran». Jeanne Cono -del Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos, entidad ligada al Ejército- reconocería de hecho en un vídeo promocional emitido hace apenas unos años que «la idea de usar la enfermedad como un arma llegó a un nuevo nivel de sofisticación a comienzos de los años 30 con el Programa Nacional de Guerra Biológica que fue puesto en marcha para contrarrestar el activo programa japonés que desarrolló entre 15 y 20 agentes capaces de generar enfermedades, con el ántrax como prioridad. Estados Unidos comenzó pues con estos programas -se justificó- en previsión de que tanto Alemania como Japón tomaran la delantera». Tales afirmaciones aparecen en el vídeo Historia de la guerra biológica -coproducción de la CIA y del Departamento de Seguridad Interna (FEMA)- que se rodó con la finalidad -tal como se explica en él al espectador norteamericano- «de prepararte a ti y a tu familia para una amenaza bioterrorista».
Jeanne Cono explica asimismo que en 1931, durante la guerra entre China y Japón, el general nipón Ishi utilizó un virus como arma introduciéndolo en la disputada región de Manchuria a través de aves contaminadas: «Así nadie les podría acusar porque parecería una epidemia natural», cuenta Cono en el video para luego reconocer que al concluir la II Guerra Mundial Estados Unidos se apoderó de «todos los secretos japoneses sobre guerra biológica». Entre ellos, los experimentos con un agente patógeno conocido como kuru que provoca una enfermedad neurodegenerativa e infecciosa conocida la «muerte de la risa» y se desarrolla muy lentamente -el período de incubación puede durar hasta 30 años- aunque una vez se manifiestan los síntomas los pacientes fallecen en unos meses. Cuando se investigó en la década de los 50 se pensó que era una enfermedad hereditaria ya que afectaba sólo a los miembros de una tribu nativa de Nueva Guinea hasta que quien luego sería Premio Nobel Carleton Gajdusek postuló que en realidad estaba causada por un agente infeccioso que se transmitía en los ritos funerarios de ese pueblo ya que acostumbraban a comerse el cerebro de los difuntos creyendo que así adquirirían la sabiduría que habían acumulado en vida. Gajdusek creyó pues que se trataba de un «virus lento». Hoy se entiende que lo causa lo que Stanley B. Prusiner llamó prión (como el que da lugar al llamado «mal de las vacas locas»).
Lo que está por ver es si ese prión lo crearon o desarrollaron los japoneses en laboratorio o si lo que hicieron fue sólo descubrirlo y guardarlo para posibles usos en la guerra biológica; pero se tratara de una u otra posibilidad lo cierto es que formaba parte de su arsenal.
Origen en el Siglo XX
El Programa Nacional de Guerra Biológica norteamericano comenzó oficialmente en 1941; así lo apuntan al menos los documentos y memorandos oficiales. Y el encargado de dirigirlo sería George W. Merck, presidente de la Corporación Merck desde 1925 (cuando sustituyó a su padre que falleció ese año), uno de los actuales gigantes de la industria farmacéutica.
Solo un año después -en 1942- los ingleses empezaron a experimentar por su parte en la costa escocesa con bombas que contenían ántrax en un intento de determinar si las esporas actuaban sobre las ovejas. Y los experimentos confirmaron que podía extender la enfermedad dejando infectado además el suelo durante años. De hecho el lugar donde se realizaron esos experimentos estuvo cerrado al público hasta finales de los setenta. Pero eso no fue todo: hoy se sabe que entre 1940 y 1979 un grupo de civiles ingleses fue rociado con químicos y microorganismos patógenos para conocer las posibilidades reales de tales armas.
Ahora bien, si ha habido un país que ha destacado en el pasado en ese campo fue la Alemania nazi. Está ampliamente documentado que en los campos de concentración alemanes se experimentó con muchas de las personas allí encerradas. Tanto para saber los efectos de los microbios patógenos y los de las radiaciones como los de las técnicas psicológicas y biológicas de control mental. Es de dominio público. Lo que en cambio ignora la mayoría de la gente es que a buena parte de esos biólogos, médicos y psiquiatras se les ofreció tras el Proceso de Nuremberg la amnistía -a pesar de sus crímenes- si accedían a trabajar para el Gobierno estadounidense. Y la mayoría aceptó. El proyecto se conocería como Paperclip y actualmente se sabe que uno de sus máximos gestores fue el ex Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, judío de origen alemán posteriormente nacionalizado norteamericano según narra su propio biógrafo, Walter Isaacson. El resto de los grandes científicos alemanes pasaría a trabajar para los archienemigos comunistas… aunque todos ellos siguieron en contacto.
Tampoco sabe mucha gente que las relaciones entre el Gobierno estadounidense y los nazis fueron propiciadas en buena medida por el senador Prescott Bush, padre del cuadragésimo primer presidente de Estados Unidos -George Herbert Walker Bush- y abuelo del cuadragésimo tercero- George Walker Bush-. De hecho fue Prescott Bush, a través de su empresa Brown Harriman y con la ayuda del Union Bank Corporation, quien financió la campaña de Adolf Hitler para llegar al poder. Y lo hizo por mediación de la conocida familia Thyssen. Igualmente ignora la mayoría de la gente que Brown Harriman se convertiría con el paso del tiempo en la conocida contratista militar Halliburton a cuyo mando estaría el vicepresidente del tercer Bus: Dick Cheney.
Por su parte, el complejo fármaco-biológico IG Farben -propietario de la multinacional farmacéutica Bayer- fue financiado desde el principio por una empresa de la familia Rockefeller, la Standard Oil, lo que liga a las industrias petroleras y farmacoquímica. Es más, Allen Dulles, posterior Director de la CIA, trabajaba para Rockefeller y era el contacto en Alemania con IG Farben. Pues bien, ya en 1951 Erin Traub -jefe del programa de armas biológicas de Hitler- trabajaba para el Departamento de la Marina investigando 40 cepas de virus muy contagiosos. En suma, las conexiones entre la industria farmacéutica, el nazismo y determinados gobiernos se asentaron en aquélla época.
Pero volvamos a las confesiones de la portavoz gubernamental Jeanne Cono. Ésta, en el video ya mencionado, cuenta que en 1953 Estados Unidos comenzó un programa «ofensivo» de guerra biológica con «unos medios modestos» en las instalaciones de Fort Detrick, cerca de Maryland (EEUU) al terminar el cual «se desarrollaron siete agentes incapacitantes, incluido el ántrax». Sin embargo, el libro La historia de Fort Detrick, escrito por el que fuera Relaciones Públicas de las citadas instalaciones, Norman Covert, demuestra que no eran precisamente «humildes». En sus 500 hectáreas de extensión trabajaban ¡300 científicos y 250 microbiólogos -40 de ellos catedráticos- así como 150 especialistas -entre ellos matemáticos y patólogos- además de otras 1.000 personas cualificadas! De hecho usaban anualmente 900.000 ratas, 50.000 conejillos de indias, 2.500 conejos y 4.000 monos así como numerosos caballos y otros animales.
Secretos de un lado y otro
Hoy sabemos que las investigaciones sobre armas biológicas de ambos bloques se hicieron «algo más que en paralelo». En realidad los secretos fluyeron a través de agentes dobles. Algunos tan importantes como el banquero Lord Rothschild, perteneciente al famoso grupo Los cinco de Cambridge.
Todo apunta pues a que detrás de ambos bloques estaban las mismas personas. Personas que alimentaron la desconfianza y el temor entre los dos bandos con el único objetivo de potenciar la carrera armamentística y ganar dinero a espuertas. Incluso creando amenazas inexistentes.
Un buen ejemplo es el Informe Iron Mountain (Montaña de hierro) de 1963 sobre los peligros potenciales para el mundo de finales del siglo XX encargado a la Corporación Rand que aludía especialmente al problema de la superpoblación. «Para mantener la paz en el interludio hacia el nuevo milenio -se decía en él- es preciso manejar el incremento de la población mundial». ¿Y eso que significaba? Hubo quien lo entendió muy bien. Hombres como David Rockefeller y Henry Kissinger llegaron públicamente a manifestar pronto con frialdad y cinismo que «la guerra es necesaria para el progreso económico, político y social». Agregando:»La guerra es imprescindible para la supervivencia del sistema tal y como lo conocemos hoy».
Solo que la guerra como «arma de despoblación» tenía que ser «mejorada con otros agentes. En el citado y polémico informe se lee por eso lo siguiente: «Una alternativa viable para ir a la guerra podría ser generar una amenaza exterior de suficiente magnitud como para que la ciudadanía pida una reorganización y acepte lo que dicte la autoridad política». También se buscó cómo eliminar pueblos sin destrozar sus infraestructuras. Y de hecho se desarrolló una bomba capaz de asesinar poblaciones enteras sin afectar sus edificios e instalaciones.
Es más, entre las propuestas realizadas por el mencionado grupo de «intelectuales» y expertos se planteó sin tapujos que «una alternativa a la guerra podría ser la generación de enemigos ficticios [terrorismo]». Y otros fueron aún mucho más allá a la hora de afrontar el «problema» de la superpoblación del mundo porque llegaron a recomendar «la destrucción ecológica» hablando de «un comprensible plan eugenésico» propiciado por un «medio ambiente destructivo».
El conocido investigador Leonard Horowitz afirma haber descubierto memorandos secretos de carácter sanitario con ese mismo fin. Entre ellos un programa especial para difundir un virus causante de cáncer que data de 1962. Asevera que incluso llegaron a difundirse virus capaces de provocar leucemia, linfomas, tumores de mama, herpes, gripe, mononucleosis, meningitis… Microbios en cuyos experimentos se usó al principio como cobayas lo que tenían más a mano: ¡sus propios soldados! Y si le parece inconcebible sepa, por ejemplo, que una investigación del Congreso estadounidense revelaría que numerosas esposas de militares norteamericanos de tierra recibieron complejos vitamínicos que contenían uranio 239 y plutonio 241 altamente radiactivo provocando multitud de abortos y fallecimientos tanto entre ellas como entre sus bebés.
Según esa misma investigación entre los años 1910 y 2000 se llevaron a cabo cerca de ¡20.000 experimentos! con población civil estadounidense. Por ejemplo, radiando a pacientes con uranio y plutonio ¡en hospitales! Y eso con el consentimiento de las «agencias de salud» del Gobierno norteamericano. Se sabe asimismo que en 1968 el Pentágono probó un arma biológica mortal ¡en el metro de Nueva York! ubicando personal en los hospitales para monitorizar los resultados. Como se sabe igualmente que en 1972 cuatrocientos norteamericanos de raza negra fueron infectados con una bacteria que provoca sífilis en un experimento que duró varias décadas, estaba dirigido por el Servicio Público de Salud y se bautizó como Tasquidee Experiment. Tiempo después algunos de los supervivientes serían «indemnizados» por el Gobierno. Lo patético es que la razón alegada para llevarlo a cabo es que entonces el colectivo negro se veía en Estados Unidos como un «potencial enemigo» debido a la lucha capitaneada por Martin Luther King y Malcom X.
Agregaremos que Israel también efectuó sus propios experimentos en este campo (vea el recuadro adjunto).
La Convención de Ginebra
Oficialmente el presidente Richard Nixon renunció al uso de armas biológicas en el marco de la Convención de Ginebra de 1969 que prohibió este tipo de armas. Y William Patrick III, jefe de guerra biológica en Fort Detrick, afirmaría que «con Nixon se destruyeron todas las cepas». Una afirmación tan importante -porque fue él quien dirigía a los que desarrollaron el ántrax- como falsa. Según la revista Nature la verdad es que en el programa de guerra biológica estadounidense no cambió nada… salvo la percepción de la opinión pública. De hecho el presupuesto para guerra biológica pasó ese mismo año de 21’9 millones de dólares a 23’2.
Sencillamente las cepas se trasladaron -parece que temporalmente- a otras instalaciones en Pine Bluff (Arkansas, EEUU). Ese año, según el ya mencionado Horowitz, el departamento de guerra biológica tenía ya cepas con virus capaces de causar linfomas, leucemia y gripe listos para distribuir a las industrias farmacéuticas. Y el Ministerio de Defensa pidió al Congreso 10 millones de dólares -de los de entonces- para desarrollar agentes biológicos a través de la Academia Nacionalde las Ciencias. Es decir, casi la mitad de lo que habían empleado para esa investigación ese año. Hoy se sabe que algunos de esos agentes biológicos eran al parecer idénticos a los que luego conformarían el VIH.
Lo singular es que las instalaciones de Forte Detrick, desarrolladas para crear armas biológicas, se reconvertirían en 1971 en un centro de investigación sobre cáncer: el Instituto del Cáncer cuyo director fue Roy Ash. ¿Y quién era ese hombre? Pues el cofundador y presidente de Litton Industries y, posteriormente, director de la Oficina de Gestión y Presupuestos con los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford (entre 1973 y 1979). Solo que Litton Industries era la empresa matriz de Littton Bionetics, el mayor contratista del ejército norteamericano en ese tiempo y la empresa para la que -¡oh, casualidad!- trabajaba entonces uno de los presuntos «descubridores» del virus del Sida: Robert Gallo (vea el recuadro adjunto).
Cabe añadir que a su llegada a puestos de responsabilidad en la Administración Nixon el propio Kissinger requirió al almirante Zumwalt un reordenamiento de la sección de armas biológicas. Y asesorado por él, según cuenta nada menos que Walter Isaacson, Manager -Editor de la prestigiosa revista Time y biógrafo de Kissinger, éste eligió la opción de desarrollar armas biológicas -como el Sida y el Ébola- para lograr la «depoblación mundial». Para lo que firmó un contrato encargando de ello a la empresa Litton Bionetics.
La extensión del Ántrax
Experimentando en 1979 con ántrax los rusos cometieron un error que produjo varios muertos. Bueno, pues poco después Kanetjan Alibekov, uno de los mayores expertos soviéticos en ese campo, se pasaba a Occidente cambiando su nombre por el de Ken Alibeck. ¿Y con quién empezó a colaborar? Con el ya citado William Patrick III. Pues bien, ese mismo ántrax fue el que llegaría al Irak de Sadam Hussein. Y lo hizo a través ¡del Departamento de Comercio de Estados Unidos! que en la década de los 80 le dio una licencia del American Type Culture Collection. Este dato está publicado en el «BOE» de Estados Unidos. La fotografía de aquella época en la que se ve a Donald Rumsfeld -Secretario de Defensa con George Bush hasta hace unos meses- estrechando la mano de Sadam Hussein es significativa. Al menos para el doctor Leonard Horowitz, autor del extraordinario vídeo In lies we trust (En las mentiras creemos) donde -entre otras muchas otras cosas- se deja claro que la vacunación contra el ántrax fue el auténtico origen del llamado Síndrome de la Guerra del Golfo -cuyos síntomas eran fatiga crónica, gripe recurrente y baja temperatura corporal- que afectaría a miles de soldados norteamericanos. Con el tiempo terminaría descubriéndose que la razón fue un micoplasma que había en la vacuna que se proporcionó a los soldados.
Curiosamente, el Baylor College of Medicine -a cuya junta pertenecía George Bush padre- trabajó con diversos agentes de guerra biológica, incluido los micoplasmas. Y según el investigador Garth Nicholson esos estudios estaban relacionados con la compañía contratista del Gobierno norteamericano Tannox Biosystem que también vendió armas biológicas a Irak. Bueno, pues resulta que uno de los propietarios de esa empresa era James Baker III, Secretario de Estado entre 1989 y 1992 con George Bush padre y hoy día capitoste del todopoderoso lobby Carlyle Group. Leonard Horowitz afirma con rotundidad: «Los militares que fueron a la Guerra del Golfo fueron usados como cobayas».
No olvidemos tampoco que las propias autoridades estadounidenses terminarían confirmando que las esporas de ántrax que llegaron en sobres a algunos edificios gubernamentales estadounidenses los días posteriores al 11-S -infectando a 27 personas de las que 5 murieron- y que en principio se achacaron a un ataque terrorista árabe salieron ¡de laboratorios ligados al propio ejército norteamericano! El FBI constataría que habían salido de contratistas militares como DGP y Aerosol Science Labs (BMI: Battle Memorial Institute) que facilita material de guerra biológica y el programa de adquisición de vacunas a través de los proyectos Jefferson y Clearvision. Curiosamente, Cipro -la única cura para el ántrax- lo desarrolló la empresa Bioport que dirigía el ex almirante y ex embajador norteamericano en Inglaterra William Crowe. Y dígasenos, ¿a alguien le parece normal tanto militar dirigiendo empresas biológicas farmacéuticas?
William Patrick III, fallecido recientemente, era además muy «intuitivo». Porque en 1999 escribió un memorando en el que, ¡qué casualidad!, alertaba del peligro de posibles envíos de ántrax ¡en sobres! Probablemente algo nos podría haber aclarado de esto el investigador especializado en Biodefensa Bruce Ivins quien al final terminaría siendo acusado oficialmente de ser el responsable del envío de los sobres con ántrax pero el pasado 29 de julio del 2008 se «suicidó». Claro que ya sabemos que en Estados Unidos son muchas las personas detenidas por asuntos turbios importantes que han tenido la mala costumbre de quitarse la vida. Aunque no deja de ser curioso que ese paso sólo suelen darlo quienes pueden implicar a altos cargos.
Será que son unos «desequilibrados». El FBI, por ejemplo, dijo que Ivins era «un sociópata vengativo que no soportaba ser el blanco de la investigación». No importa que sus compañeros de trabajo lo negaran rotundamente y recordaran que era voluntario de la Cruz Roja, tocaba el teclado en una iglesia y se trataba de un hombre hogareño al que le gustaba cuidar el jardín y no alguien violento. Es más, ninguno se creyó -y así lo manifestaron- que se hubiera suicidado.
Lo que pocos recuerdan es que antes de acusar a Ivins la policía había señalado a Ayaad Assas, un científico árabe de Fort Detrick, como posible causante. Y que el propio Ivins salió en su defensa. ¿Y quién lo acusó de ello? Un compañero de origen judío, el doctor Zack, que fue expulsado de las instalaciones por acosar a Assas. Lo que nadie entiende es que habiendo sido así las cámaras de esas vigiladísimas instalaciones grabaran tras su expulsión a Zack entrando tranquilamente en ellas. Añadiremos que también Assas negó a un periódico del área de Fort Detrick que Ivins se hubiera suicidado.
Armas genéticas
Pero retomemos el hilo. Porque el lector debe saber que el plan de despoblar la Tierra no era un simple dislate. Fue aprobado. Estaba ya en marcha a comienzos de la década de los 70. El Memorando de Seguridad Nacional 200 de 10 diciembre de 1974 hablaba explícitamente de «la depoblación del Tercer mundo» por encargo del Grupo de Armas Nucleares presidido por Henry Kissinger, entonces asesor de Seguridad Nacional de Richard Nixon. En él puede leerse lo siguiente: «Hay un gran riesgo para el sistema económico, ecológico y político si el sistema comienza a fallar. Y para nuestros valores humanitarios (…) Los habitantes de las ciudades pueden, aunque no lo parezca en un principio, integrarse en una fuerza violenta que ponga en riesgo la estabilidad política. En relaciones internacionales los factores poblacionales son cruciales y a veces determinan los conflictos violentos de las áreas en desarrollo. No hay una estrategia única sino que existen simultáneamente diferentes opciones que deben ser sopesadas para países y poblaciones diferentes». Para Horowitz no hay duda: la decisión de despoblar África fue lo que llevó a la creación y difusión en ese continente de los retrovirus. Entre ellos, el Ébola y el VIH causante del Sida.
Salvajes asesinatos
Hace apenas unos meses -a principios de julio del 2008- dos «estudiantes» franceses que estaban haciendo el doctorado en Microbiología, Laurent Bonomo y Gabriel Ferez, fueron salvajemente asesinados en Inglaterra. La noticia apareció en todos los medios de comunicación. Sin embargo, informaciones aparecidas en otros medios ingleses -incluida una cadena de televisión- decían que a pesar de su juventud se trataba de dos auténticos expertos en Microbiología que habían trabajado en un laboratorio de Indonesia. ¿Y sobre qué? Sobre ¡la gripe aviar!
En esas mismas fechas el Gobierno indonesio revelaba que acababa de descubrir un laboratorio clandestino bautizado como Namru-2 que llevaba trabajando en el país desde hacía 30 años bajo el patrocinio del London’s Imperial College que da la «casualidad» que fue ¡la institución que descubrió el brote de gripe aviar! Así que el Gobierno indonesio dio la orden al estadounidense de que desmantelara de inmediato el laboratorio con el argumento de que no había conseguido ninguno de los objetivos para los que se autorizó y además se dedicaba al espionaje. Fuentes oficiosas afirmarían que en él se estaban en realidad desarrollando armas biológicas contraviniendo explícitamente el tratado firmado en su día con los indonesios.
Curiosamente, por entonces el jefe del Pentágono era Donald Rumsfeld quien posteriormente sería nombrado director de la empresa Searle y miembro del consejo de administración de Gilead Sciences, creadora del famoso Tamiflu, medicamento para combatir ¡la gripe aviar! Lo que ha llevado a muchos investigadores a plantearse seriamente si ese laboratorio no obtuvo tan rápidamente un fármaco para tratar la gripe aviar precisamente porque conocía muy bien cómo funcionaba.
La embajada norteamericana en Indonesia protestaría por la decisión de cerrar Namru-2 argumentando que en él se llevaban a cabo investigaciones muy útiles sobre enfermedades infecciosas a lo que el Ministro de Defensa indonesio, Juwono Sudarsono, contestó escuetamente que a partir de ese momento sólo garantizaban la inmunidad diplomática a dos de los miembros del laboratorio (invitamos al lector a leer en nuestra web –www.dsalud.com– el reportaje que con el título La gripe aviar, el Tamiflu y el negocio del miedo publicó Antonio Muro en el nº 82 de la revista).
El Síndrome Respiratorio Agudo (SARS)
Recordemos asimismo que en el 2003 el prestigioso epidemiólogo italiano Carlo Urbani, de 46 años, moría víctima del Síndrome Respiratorio Agudo (SARS), una «nueva» enfermedad provocada por un extraño virus que precisamente él mismo había conseguido «detectar» y gracias al cual se pudo atajar su propagación en Vietnam. Solo que el SARS es también conocido como «neumonía asiática» porque se caracteriza -otra «casualidad»- por afectar especialmente a los genotipos raciales «asiáticos». De ahí que haya quien ha relacionado esta «nueva enfermedad» viral con el ya mencionado laboratorio de Indonesia. Es más, algunos afirman directamente que probablemente allí se desarrolló la gripe asiática que sería pues una enfermedad diseñada para atacar el ADN de la población de ese continente. Y si cree que se trata de fantasías le diremos que para el periodista Benjamín Fulford, ex editor de la conocida revista Forbes en Canadá, todo indica que el SARS forma parte de la guerra biológica para detener el poderío de los chinos. Se trataría pues de un «arma étnica».
Para Horowitz y el investigador Richard Preston el Ébola podría ser de hecho otra «arma étnica». Y se apoya para pensarlo en el hecho de que su área de influencia se circunscribe a la población africana. Apareció por primera vez en 1967 en tres diferentes lugares de experimentación matando a 7 personas e infectando de gravedad a otras 30. Solo que esas cepas eran las mismas con las que investigaba el suministrador de monos para experimentación y contratista del ejército americano del que y hemos hablado Litton Bionetics. Para Richard Preston lo prueba que el primer brote de Ébola salió de una cueva de Sudán que -¿cree el lector que se trata otra vez de una casualidad?- estaba cerca de las instalaciones de Bionetics en África. Leonard Horowitz va más allá y en su libro Virus emergentes: Sida y Ébola afirma: «El rhabdo sarkoma que utilizaron crearía el Ebola. Entre 1965 y 1967 los experimentos de Litton Bionetics llevaron a la eclosión del Ébola. La característica de estos virus artificiales es que mutan con mucha más facilidad que los naturales. El segundo brote de Ébola en Uganda se sospechó que había sido implantado por la CIA porque era idéntico al otro y la única explicación para ello es que había estado guardado en cámaras refrigerantes».
Y es que todo esto lleva décadas fraguándose. Ya en los años 80 del pasado siglo XX se dice en un esclarecedor documento titulado Revolution in military affaires (Revolución en los asuntos militares) que se encargó al US Army War College que era hora de replantearse el tipo de armas del futuro. Y en él se habla directamente de desarrollar armas microbiológicas porque son igualmente mortales pero lo hacen lenta y disimuladamente. Armas que englobarían el uso de tóxicos químicos, biológicos y electromagnéticos, incluyendo «microorganismos modificados genéticamente» para hacer que la gente enferme. El informe explica incluso que para lograrlo era preciso usar todos los medios de comunicación de masas cuyo papel sería fundamental ya que había que conseguir que la gente adoptara nuevos estilos de vida incluyendo la «pastillización de la vida». Es decir, que la gente se acostumbrara a tomar ¡pastillas para todo! Y que lo han conseguido es obvio. Hace apenas tres décadas casi nadie acudía a los farmacias y el número de enfermedades era infinitamente menor. La inmensa mayoría de la gente no tomaba fármacos. Hoy ingiere todo tipo de productos que no curan nada y encima tienen efectos secundarios tan graves que muchos pueden llevar a la muerte. ¡Y se considera normal!
El citado documento avisa también de que evidentemente tales políticas «podrían tener la oposición de individuos no condicionados» -es decir, de personas que piensan por sí mismas- por lo que remarcaba que los medios de comunicación tendrían que cambiar los valores de la población condicionándolos para la adopción de esta nueva cultura de la enfermedad promovida por unas mentes pensantes englobadas en la corriente eugenista. Los autores de ese documento y quienes los desarrollaron fueron probablemente los mismos que inspiraron el nazismo y la corriente del ecologismo hoy en boga que sostiene que el ser humano es un problema para el ecosistema. Solo así se entiende que el Príncipe Felipe de Inglaterra, por ejemplo, afirmara en agosto de 1988 en una entrevista que concedió a la Deutch Press Agentur que «en caso de reencarnación me gustaría hacerlo como un virus mortal para contribuir a solucionar el problema de la superpoblación».
Ya el famoso filósofo Bertrand Russel -defensor de la «selección de la raza humana»- escribió extensamente en El impacto de la ciencia en la sociedad acerca de cómo las vacunas con mercurio y otros tóxicos harían que la gente desarrollara «lobotomías químicas que los volverían zombis»; es decir, manejables y sumisos.
Lo singular, según Horowitz, es que una de las razones de que todo esto haya sido posible es que se ha logrado hacer creer a la gente que vacunación (proceso artificial) es lo mismo que inmunización (proceso natural de protección cuando el organismo se expone a un agente). Siendo eso lo que ha permitido inocular todo tipo de virus a través de las vacunas.
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Robert Gallo y la verdad del origen del Sida
Cuando en 1997 el Dr. Robert Gallo – durante años considerado codescubridor del virus del Sida junto a Luc Montagnier – daba una conferencia en Vancouver (Canadá) el doctor Leonard Horowitz le preguntó públicamente si el VIH no tenía en realidad algo que ver con sus experimentos con los monos que la empresa Litton Bionetics había llevado a Nueva York para probar vacunas para la hepatitis B. Gallo se removió incómodo en la silla (puede verlo en vídeo entrando en Youtube y escribiendo Gallo, AIDS, Horowitz) y entonces, enseñando unas publicaciones científicas de 1970 de la National Academyof Scientist, Horowitz acusó a Gallo de haber mezclado virus causantes de leucemia, linfoma y sarcoma de diferentes cepas animales para crear el VIH ¡quince años antes de que fuera detectado por el departamento de salud norteamericano! La respuesta de Gallo fue: «El virus del Sida no pudo ser creado artificialmente a menos que se fuera un genio. Existía antes de que fuera ‘aislado'».
A lo que Horowitz le respondió que el virus SV40, componente del VIH, llegó a Estados Unidos en 1978 en la vacuna contra la hepatitis B que se inyectó a los homosexuales. Jonathan Man, director de asuntos sobre Sida de la Organización Mundialde la Salud (OMS), respondería tras escuchar a Horowitz que «más que un asunto médico el Sida es una imposición sociológica y política».
Y así es realmente: en el vídeo In lies we trust el lector puede escuchar al entonces jefe de la división de vacunas de Merck, Maurice Hilleman, explicando cómo trajeron los monos de África contaminados con SV40 que llegaron a Nueva York vía Madrid que según Horowitz introdujeron el virus del Sida. Agregaremos que según Horowitz el SV40 fue igualmente introducido en la vacuna de la polio en la década de los sesenta.
El Gobierno israelí accedió a que Estados Unidos experimentase con miles de jóvenes
El Gobierno de Israel accedió hace casi sesenta años a que se experimentase con miles de jóvenes sefarditas si los rayos X producen cáncer. Así lo revelaría en el 2003 el documental 10.000 radiaciones producido por Dimona Produccionesque dirigieron Asher Khamias y David Balrosen causando horror en Israel al demostrar que en 1951 el Director General del Ministerio de Salud israelita, Chaim Sheba, voló a Estados Unidos y volvió con siete aparatos de rayos X proporcionados por el ejército estadounidense. Aparatos que fueron usados en un experimento masivo que tuvo por cobayas a una generación completa de niños y jóvenes sefarditas. Seis mil murieron a poco de recibir sus dosis, muchos otros desarrollaron cánceres que les terminarían llevando a la muerte y otros padecen aún hoy dolores de cabeza crónicos, amnesia, psicosis, epilepsia y alzheimer.
Los padres de los niños fueron engañados diciéndoles que se les enviaba a «viajes escolares» y que las radiaciones eran un moderno tratamiento para evitar la peste del cuero cabelludo.
Y no era la primera vez. Nada más proclamarse el estado de Israel niños de origen yemenita fueron secuestrados por el propio Gobierno y enviados a Estados Unidos para ser utilizados en experimentos nucleares. La razón es que el Gobierno estadounidense acababa de prohibir experimentar en seres humanos y no podían hacerlo con estadounidenses. El Gobierno israelita accedió a proporcionar personas para ello a cambio de dinero y ayuda nuclear. Todos estos datos fueron corroborados en su día por el rabino de Jerusalén David Sevilla.
Revista DSalud, número 114, Marzo, 2009
http://www.dsalud.com/index.php?pagina=articulo&c=17
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Entre las bondades que Google difunde de sí misma no están las 133 webs censuradas en Europa, el sometimiento a las presiones censoras del Gobierno chino o la cancelación de la publicidad del grupo ecologista Oceana 36 para evitar problemas con uno de sus inversores: la Royal Caribbean Cruise Lines. Solo tres ejemplos de como Google Corporation viola los principios de neutralidad y libertad de acceso y expresión en la Red para salvaguardar sus propios intereses.
Por Colectivo Ippolita
Que la publicidad juega un papel importante y relevante en la configuración cultural del orden moderno es una de las hipótesis centrales de una sociología del consumo. En efecto, el capitalismo en constante proceso de expansión y globalización requiere para funcionar y ser eficiente un aparato publicitario que genere las condiciones culturales e ideológicas para la reproducción del sistema político y económico vigente. Si bien el acto publicitario se conoce desde las primeras civilizaciones de Occidente -Grecia, Roma- es en el orden moderno donde adquiere el sentido económico y racional que tiene hoy.
Por González Llaguno
Pese al caos socio-económico-cultural que impera en el mundo, fluye nítidamente (para quien se predisponga a discernirlo) un manantial de vivencias trascendentales. Nada de ello puede definirse como «sobrenatural», «paranormal» o «parapsicológico», ni como «estado alterado de la consciencia». Se trata de nuestra fibra espiritual suprema, hoy en vías de florecer sin condicionamientos, en un mundo donde cada día hay más instituciones o sectas disputando la titularidad de Dios, y más individuos agobiados por una trivialidad atroz.
Por Miguel Grinberg
El divulgador británico Ben Goldacre denuncia en su libro «Mala farma» las conductas escandalosas de las multinacionales farmacéuticas.
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Lo que ocurre con el azúcar moreno es difícilmente comprensible. Este residuo no tiene la pureza del azúcar blanco (ni por tanto su efecto psicotrópico) y sí en cambio infinidad de productos perjudiciales acumulados durante su procesado industrial. No obstante goza de alta estimación entre muchos ecologistas y naturistas, que creen que es mejor que el azúcar blanco.
Por Ekintza Zuzena
En base a cuatro ensayos la autora analiza la sociedad capitalista actual, en la que el goce individual y la experiencia inmediata han reemplazado a la representación y a la construcción de un sentido colectivo. El individuo se convierte en un “capital humano” responsable de su insatisfacción social.
Por Evelyne Pieiller*
14-3-2007
Seguir leyendo «La plenitud individualista. El sujeto en el nuevo capitalismo»
Nuestro intelecto ha creado un mundo nuevo que domina a la naturaleza, y lo ha poblado con máquinas monstruosas. Éstas son de una utilidad tan indudable que no podemos ver ni aun la posibilidad de librarnos de ellas o de nuestro servilismo hacia ellas. El hombre está sujeto a seguir las incitaciones aventureras de su mente científica e inventiva y a admirarse de sus espléndidas hazañas. Al mismo tiempo, su genio muestra la siniestra tendencia a inventar cosas que van resultando más y más peligrosas porque representan medios cada vez mejores de suicidio al por mayor.
Por Carl Gustav Jung
Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) Cátedra de Biología Evolutiva (Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba)
Autor: Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo, Colaboraron: Nayla Azzinnari (Revisión) , Alejandro Noriega (Apoyo Gráfico)
Seguir leyendo «Plan ciudadano para actuar en caso de accidente nuclear»
Los dirigentes democráticos han conseguido por medios técnicos lo que los regímenes totalitarios lograron por medios políticos y policiales: la masificación por el aislamiento total, la movilidad incesante y el control absoluto. La urbe contemporánea es suavemente totalitaria porque es la realización de la utopía nazi-estalinista sin gulags ni ruido de cristales rotos.
«Cuando el lector se enfrenta por primera vez al texto de Energía y equidad, debería tener en cuenta que en realidad está leyendo un estudio de caso empleado por el autor para demostrar una tesis ya avanzada en otro de sus escritos. En palabras del propio Illich, «Energía y equidad no es sino un postfacio de La convivencialidad». Parece lógico, por tanto, introducir un breve análisis de lo señalado en este texto antes de continuar.
La idea principal, o tesis, que Illich plantea en La convivencialidad es que las sociedades en vías de desarrollo deben imponer límites al progreso industrial, para evitar que en ellas se produzcan las nefastas transformaciones socioculturales que ya experimentan las sociedades desarrolladas. Illich identifica diferentes efectos perversos provocados por el progreso industrial sobre el hombre y, en todos ellos, el elemento común que los define es la pérdida de libertad del individuo y de su capacidad para expresarse, pensar y obrar como ser individual.
Pero, ¿cómo ha podido producirse tal transformación sin que la sociedad se haya revelado? Precisamente por la ausencia de límites al desarrollo tecnológico. En pos de un mejor modo de vida, o bienestar, la sociedad ha permitido que el desarrollo tecnológico perfeccionase herramientas primero, máquinas después y autómatas por último, que aliviasen el esfuerzo de habitar. Pero debido a esta dependencia del bienestar, el individuo se ha vuelto débil y sumiso ante las instituciones, la tecnología y el progreso, las verdaderas productoras y controladoras del bien deseado.
La paradoja de esta sumisión está en que el estándar de vida ideal sólo es posible para unos pocos individuos, ya que los recursos naturales no son suficientes para proveerle a todo el mundo el nivel de confort soñado. En consecuencia, el individuo se somete cada vez más a sus dominadores con la esperanza de alcanzar un pedazo del bienestar ideal, quedando completamente anulado como ser libre. Ante tal panorama, Illich plantea como única solución para garantizar una sociedad libre y en equilibrio con su entorno el establecimiento voluntario de unos umbrales de crecimiento por parte de la sociedad». Sonia Freire Trigo
Crisis multidimensional, caos sistémico, ruina ecológica y guerras por los recursos. Preparándose para el inicio del colapso de la Civilización Industrial. El “mundo de 2007” se ha acabado, ya no existe como tal, ni volverá jamás. Es un “mundo” que se está deshaciendo poco a poco ante nuestros ojos, pero sin darnos cuenta. Estamos en un punto de inflexión histórica. Una bifurcación de enorme trascendencia de la que todavía no somos conscientes. O tan sólo mínimamente.
Por Ramón Fernandez Durán
Seguir leyendo «(libro) La quiebra del capitalismo global: 2000-2030»
El capitalismo ha alcanzado su cenit, ha traspasado el umbral a partir del cual las medidas para preservarlo aceleran su autodestrucción. Ya no puede presentarse como la única alternativa al caos; es el caos y lo será cada vez más. Durante los años sesenta y setenta del pasado siglo, un puñado de economistas disconformes y pioneros de la ecología social constataron la imposibilidad del crecimiento infinito con los recursos finitos del planeta, especialmente los energéticos, es decir, señalaron los límites externos del capitalismo.
Por Miguel Amorós
La ciencia y la tecnología podrían ampliar esos límites, pero no suprimirlos, originando de paso nuevos problemas a un ritmo mucho mayor que aquél al que habían arreglado los viejos. Tal constatación negaba el elemento clave de la política estatal de posguerra, el desarrollismo, la idea de que el desarrollo económico bastaba para resolver la cuestión social, pero también negaba el eje sobre el que pivotaba el socialismo, la creencia en un futuro justo e igualitario gracias al desarrollo indefinido de las fuerzas productivas dirigidas por los representantes del proletariado. Además, el desarrollismo tenía contrapartidas indeseables: la destrucción de los hábitat naturales y los suelos, la artificialización del territorio, la contaminación, el calentamiento global, el agujero de la capa de ozono, el agotamiento de los acuíferos, el deterioro de la vida en medio urbano y la anomia social. El crecimiento de las fuerzas productivas ponía de relieve su carácter destructivo cada vez más preponderante.
La fe en el progreso hacía aguas; el desarrollo material esterilizaba el terreno de la libertad y amenazaba la supervivencia. La revelación de que una sociedad libre no vendría jamás de la mano de una clase directora, que mediante un uso racional del saber científico y técnico multiplicase la producción e inaugurara una época de abundancia donde todos quedaran ahítos, no era más que una consecuencia de la crítica de la función socialmente regresiva de la ciencia y la tecnología, o sea, del cuestionamiento de la idea de progreso. Pero el progresismo no era solamente un dogma burgués, era la característica principal de la doctrina proletaria. La crítica del progreso implicaba pues el final no sólo de la ideología burguesa sino de la obrerista. La solución a las desigualdades e injusticias no radicaba precisamente en un progresismo de nuevo cuño, en otra idea del progreso depurada de contradicciones.
Como dijo Jaime Semprun, cuando el barco se hunde, lo importante no es disponer de una teoría correcta de la navegación, sino saber cómo fabricar con rapidez una balsa de troncos. Aprender a cultivar un huerto como recomendó Voltaire, a fabricar pan o a construir un molino como desean los neorrurales podría ser más importante que conocer la obra de Marx, la de Bakunin o la de la Internacional Situacionista. Eso significa que los problemas provocados por el desarrollismo no pueden acomodarse en el ámbito del saber especulativo y de la ideología porque son menos teóricos que prácticos, y, por consiguiente, la crítica tiene que encaminarse hacia la praxis. En ese estado de urgencia, el cómo vivir en un régimen no capitalista deja de ser una cuestión para la utopía para devenir el más realista de los planteamientos.
Si la libertad depende de la desaparición de las burocracias y del Estado, del desmantelamiento de la producción industrial, de la abolición del trabajo asalariado, de la reapropiación de los conocimientos antiguos y del retorno a la agricultura tradicional, o sea, de un proceso radical de descentralización, desindustrialización y desurbanización debutando con la reapropiación del territorio, el sujeto capaz de llevar adelante esa inmensa tarea no puede ser aquél cuyos intereses permanecían asociados al crecimiento, a la acumulación incesante de capital, a la extensión de la jerarquía, a la expansión de la industria y a la urbanización generalizada. Un ser colectivo a la altura de esa misión no podría formarse en la disputa de una parte de las plusvalías del sistema sino a partir de la deserción misma, encontrando en la lucha por separarse la fuerza necesaria para constituirse.
Al final de la era fordista, tras la subida de precios del petróleo como consecuencia del cenit de la producción en Estados Unidos, conocemos la salida que buscó la clase dirigente para preservar el crecimiento: un desarrollismo de nuevo tipo, neoliberal, basado primero en el fin del Estado-nación, la privatización de la función pública, el abandono del patrón oro, la energía nuclear, la eliminación de las trabas aduaneras, el abaratamiento del transporte, la globalización de los mercados, la expansión del crédito y la desregulación del mundo laboral. Una segunda fase, algo más keynesiana, rentabilizaría la destrucción acumulada mediante un desarrollismo llamado sostenible, integrando el punto de vista ecologista en un capitalismo “verde”. El Estado recuperaría un tanto su papel de impulsor económico que tenía en la época anterior de capitalismo nacional financiando dicha modernización y forzando el reciclaje de la población en el consumo de mercancía labelizada.
También conocemos las alternativas progresistas neokeynesianas que en el marco del orden establecido reivindicaron “otra” globalización en donde las cargas estuvieran mejor distribuidas, o lo que viene a ser lo mismo, una mundialización tutelada por los Estados que respetara los intereses de la burocracia obrerista y el estatus de las clases medias. Esta propuesta descansaba en la falsa suposición de que el Estado era un instrumento neutral frente al capitalismo, y no la adecuada expresión política de sus intereses. Como quiera que fuera, ambas políticas –la neoliberal conservadora y la neokeynesiana socialdemócrata– fracasaron al tropezar el capitalismo con sus límites internos.
La liquidación de las economías locales arruinó poblaciones enteras que se fueron acumulando en las periferias de las metrópolis, dando vida a inmensos poblados de chabolas. Innumerables masas emigraron a los países “desarrollados”, extendiendo las consecuencias de la crisis demográfica a las zonas privilegiadas del turbocapitalismo. Esta nueva mutación del capital creaba una nueva división social: los integrados y los excluidos del mercado. La contención de la exclusión quedó fundamentalmente en manos del Estado, en absoluto neutro, obligado a desarrollar para la ocasión políticas represivas de control de la inmigración y extenderlas a cualquier forma de disidencia. Por otro lado, el carácter eminentemente especulativo de los movimientos financieros internacionales y las políticas estatistas clientelares, tras una década de euforia, condujeron a la bancarrota general del 2008, agravada por las deudas que los Estados no habían podido rembolsar, precipitando una vuelta al neoliberalismo mucho más dura. Las medidas draconianas son necesarias para traspasar la crisis provocada por los Bancos y los Estados a la población asalariada, mayoritariamente hipotecada.
La pauperización material de un tercio de la población se suma a una pauperización moral vieja de años, pero la incapacidad irremediable de crecer lo suficiente de los Estados Unidos y la Unión Europea si no es compensada con una demanda emergente, china o india, proporcionará un marco crítico duradero donde podrá invertirse el proceso de anomia. Potencialmente, y por mucho tiempo, el espectro de Grecia –las condiciones griegas—asediará la conciencia de los dirigentes. La venganza o la voluntad de desquite dominarán en los primeros momentos con toda la secuela de conflicto y violencia, pero para construir habrá de darse en las masas vapuleadas un sentimiento de dignidad a la par que el desarrollo de una conciencia verdaderamente subversiva.
Paradójicamente, en la fase actual de descomposición del sistema dominante, las contradicciones internas ocultan las externas. El drama de la exclusión, el paro, la precariedad, los recortes, los desahucios y el empobrecimiento de las clases medias asalariadas, al poner por delante sus intereses inmediatos todavía ligados al mantenimiento de un estilo de vida urbano, artificial y consumista, han oscurecido momentáneamente la cuestión esencial, el rechazo del credo del progreso, y, por consiguiente, el del modelo social y urbano que le es inherente.
En consecuencia, la creciente “huella ecológica” y la insostenibilidad intrínseca de la supervivencia bien o mal abastecida bajo el capitalismo no se han tenido en consideración, por lo que las exigencias desindustrializadoras y desurbanizadoras parecen fuera de lugar. La protesta urbana, obrera o populista, rechaza pagar la factura de la gestión desarrollista anterior y así se contenta con exigir “otra” política, “otra” banca u “otro” sindicalismo, a lo sumo, “otro” capitalismo, pero jamás se planteará seriamente la ruralización o la desaparición de las metrópolis, es decir, otra manera de convivir, otra sociedad u otro planeta.
La mayoría de los habitantes de las conurbaciones solamente busca o aspira a encontrarse con la naturaleza los fines de semana, en tanto que consumidores de relax y paisaje, por lo que una crítica antidesarrollista tiene serios problemas para darse a conocer fuera de estrechos círculos, ya que la mentalidad urbana es incapaz de asumirla y los desertores del asfalto son todavía pocos. Por otra parte, la población campesina, residual, sufre un deterioro mental aún peor, fruto de su suburbanización, y las más de las veces reproduce estereotipos ideológicos urbanos. La crítica antidesarrollista no cuaja pues, ni en el medio rural, que debía ser el suyo, ni en el medio urbano, mucho menos propicio. Por eso la materialización en la práctica del antidesarrollismo como defensa del territorio se ve sometida a multitud de inconsecuencias y limitaciones. El carácter específicamente local de dicha defensa juega en su contra. Apenas se conforma una oposición contra una nocividad particular, surgen acompañantes municipalistas, verdes o nacionalistas, que tratan de confinarla como “nimby” en la localidad, exprimirla políticamente y empantanarla en marismas jurídicas y administrativas.
Solamente en los casos en que ha conseguido aliados de las conurbaciones gracias precisamente a los irregulares de la post ciudad, ha podido formularse un interés general y desarrollarse un conflicto de envergadura (p. e. contra trasvases, contra las líneas MAT, contra el TAV, contra autopistas, centrales eólicas, etc.). Resumiendo, la defensa del territorio está lejos mostrarse como el único conflicto realmente anticapitalista, ya que, debido a las condiciones hostiles que debe afrontar, no consigue constituir una comunidad de lucha estable y suficientemente consciente que contribuya con eficacia a incrementar el número de renegados de la urbe.
Todavía no ha logrado transformar la descomposición urbana en fuerza creativa rural, ni la oposición al desarrollismo territorial en barrera contra la urbanización total. Será necesaria otra vuelta de tuerca en la crisis para que la cuestión urbana –el problema de desmontar la conurbación– aparezca en el centro de la cuestión social. En efecto, la conurbación es la forma ideal de la organización del espacio por el capitalismo; una gran concentración de consumidores hecha posible por la abundancia hasta ahora ilimitada de combustible fósil barato y de agua potable. Es de suponer que un encarecimiento del combustible conduciría a una crisis energética que pondría en peligro la agricultura industrial, el sistema de vida urbano y la existencia misma de las conurbaciones. Igual sucedería con una sequía prolongada que exigiera la construcción de numerosas desaladoras funcionando con petróleo.
Ese es el horizonte que perfila a corto plazo la gran demanda de los países emergentes y el cenit de la producción petrolífera a medio: el fin de la era de la energía barata. No hay remedio posible puesto que la energía nuclear y las llamadas “renovables” son caras, necesitan igualmente para su puesta en marcha ingentes cantidades de combustible fósil cada vez menos al alcance y el ritmo de su producción nunca podrá satisfacer las exigencias de un consumo creciente. El capitalismo verde es una falacia y la globalización está entrando en su fase terminal; las innovaciones tecnológicas no podrán salvarla. La perspectiva de un declive de la producción industrial de energía pinta de negro el futuro de las conurbaciones, puesto que un encarecimiento del transporte paralizará los suministros y las volverá inviables. Los bloques de viviendas, los rascacielos, los centros comerciales, los adosados residenciales, los polígonos logísticos, las autopistas y demás se deteriorarán a gran velocidad. Entonces, los sofisticados materiales de construcción, el aire acondicionado, los electrodomésticos, los ordenadores, la calefacción central, la telefonía móvil y los automóviles serán cosas del pasado.
Además, el calentamiento global es imparable puesto que el consumo de energías contaminantes es imposible de aminorar, y, en pocos años, cuatro o cinco, desbocará el cambio climático y entonces los daños provocados serán irreversibles. El decaimiento de la agricultura industrial –esclava del fuel, de los abonos y herbicidas petroquímicos—junto con las secuelas del calentamiento –incremento del efecto invernadero, deforestación, erosión, salinización y acidificación de los suelos, desertificación, sequías e inundaciones– desembocarán en una crisis alimentaria de graves consecuencias. La mayoría de la población urbana quedará desabastecida, viéndose impelida violentamente a buscar comida y combustible fuera, desperdigándose por un campo esquilmado. El que este proceso de expulsión del vecindario se efectúe de forma caótica y terrorista o transcurra positivamente dependerá de la capacidad integradora de las comunidades de lucha surgidas de la deserción y la defensa del territorio.
Si éstas son débiles no podrán enfrentarse a la avalancha de una población hambrienta y transformar su desesperación en fuerza para el combate por la libertad y la emancipación. La desagregación del turbocapitalismo daría lugar entonces a un reguero de formaciones capitalistas primitivas defendidas por poderes locales y regionales autoritarios. Será inevitable que la sociedad se contraiga y se vuelva intensamente localista, pero lo pequeño no siempre es hermoso. Puede ser horrible si la necesaria ruralización que habrá de afrontar las consecuencias de una superpoblación repentina y brutal, no discurre por vías revolucionarias, es decir, si se limita a una producción centralizada y privilegiada de comida y energía en lugar de orientarse hacia la creación de comunidades libres y autónomas capaces de resistir a la depredación post urbana. En definitiva, si el proceso ruralizador no respira esa atmósfera de libertad que antaño se atribuía a las ciudades.
A fin de no caer en profecías apocalípticas y evitar que la ciencia ficción se adueñe de los análisis futuristas postulando retornos al paleolítico o a la barbarie de género cinematográfico, conviene considerar la crisis energética como un marco general y un horizonte temporal que condicionará cada vez más el acontecer social con el chantaje consabido de ‘o la energía o el caos’ sin por lo tanto determinarlo completamente. La especulación novelesca es deudora de la actitud contemplativa frente a la catástrofe, típica de la religión –o de su equivalente secular, la ideología historicista– que considera lo que adviene como resultado forzoso y no como una posibilidad entre muchas, un desenlace en el tiempo fruto de múltiples variables: la conciencia del momento, la inteligencia de los cambios, la configuración de fuerzas independientes, la habilidad en captar las contradicciones que se manifiestan y en aprovechar las ocasiones que se presentan… Ni el resultado explica enteramente el proceso, ni el proceso, el resultado.
El cenit no precede necesariamente a la extinción. Entre los dos interviene el juego dialéctico de la táctica y de la estrategia entre contrincantes con fuerzas desiguales, a corto y medio plazo. El juego de la guerra social. Las esperanzas de los sectores aferrados a la conservación del capitalismo de Estado en un decrecimiento paulatino, pacífico y voluntario serán prontamente desmentidas por la brutalidad de las medidas de adaptación a escenarios de escasez y penuria y la dinámica social violenta que van a originar.
Si bien el colapso catastrófico no va a producirse en fecha fija, inminente, tampoco va a ser inevitable la entronización de un régimen ecofascista; sin embargo, la probabilidad más o menos cercana de ambos fenómenos puede servir para llevar la acción por derroteros consecuentes, lográndose así en las sucesivas confrontaciones una salida favorable al bando de los partidarios de un cambio social radical y libertario. Nada está decidido, por lo que todo es posible, incluso las utopías y los sueños.
fuente: www.decrecimiento.info/2012/01/dialectica-del-cenit-y-el-ocaso.html
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No comemos la comida para la que genéticamente estamos preparados. Durante cien mil generaciones, la estirpe humana ha vivido como recolectora. Nuestros cuerpos se fueron conformando para digerir distintas clases de raíces, frutas y frutos de cáscara dura así como para digerir carne, caracú, vísceras, y por cierto, animales y plantas de mares y ríos.
Por Lasse Berg
Lewis Mumford, y aún más Cornelius Castoriadis, nos enseñaron que la máquina más extraordinaria inventada por el genio humano no es otra que la organización social misma. Después de la metáfora del organismo, la metáfora de la máquina ha sido utilizada ad nauseam para referirse a la sociedad. Lo cierto es que, conforme a la visión cartesiana del animal máquina, las dos metáforas remiten a una misma visión mecanicista de la sociedad.
Por Serge Latouche
1998
Tu vigilancia se mantiene sin perturbaciones. Durante las veinticuatro horas del día habrá una corriente subterránea de vigilancia. Tú sigues haciendo cosas… para el mundo exterior, nada ha cambiado, pero para ti ha cambiado todo.
Por Osho