Saltar al contenido

Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

  • • Análisis
  • • Control
  • • Ecocidios
  • • Ecosofía
  • • Entrevistas
  • • Espiritualidad
  • • Fílmico
  • • Insalubridad
  • • General
  • • Libros
  • • Musical
  • • Natura
  • • Neoesclavitud
  • • Poética
  • • Psicopatologías
  • • Revueltas
  • • Sátira
  • • Tecnocidio
  • • Multiviolencias

Mes: enero 2011

La cultura de la muerte en la sociedad del espectáculo

Publicada el 30/01/2011 - 02/11/2022 por Ecotropía

Desde las Danzas de la Muerte medievales nunca como hoy estuvo la muerte tan presente de tantas maneras coincidiendo con esta cultura decadente que la usa de espectáculo, espantapájaros y como negocio.

Por Originario

Seguir leyendo «La cultura de la muerte en la sociedad del espectáculo» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • NeoesclavitudEtiquetado como Danzas de la Muerte medievales, la cultura de la muerte, la sociedad del espectáculoDejar un comentario

Que la sin-razón interrogue a la razón

Publicada el 30/01/2011 - 30/01/2011 por raas

Alzo la mirada, lo veo tocando la guitarra, ella interpreta un tango, estoy sentado en el patio de una antigua casa rodeado de personas, algunos son amigos, otros son médicos, otros psicólogos e intermitentemente encuentro algunos “locos”.

Procuro entender de que se trata esta escena, ¿porque nos encontramos juntos y mezclados si la lógica occidental exclama a gritos que cada uno debe permanecer seguro en su lugar, no moverse, mantenerse siempre mas acá del alambrado de la diferencia? Discurso que pregona la tolerancia como entre las máximas de la democracia, pero la tolerancia es poder sostener la diferencia con el otro, es superar el respeto a la manera de un movimiento dialéctico, es una invitación a poder desdibujar los lugares para poder sostener un modo de pensamiento distinto; distinción que no implica el no reconocimiento de la diferencia…porque al estar ahí sentado la misma resulta visible, palpable, perceptible, sería un engaño decir que somos todos iguales cuando la realidad muestra el reverso de esta idea.

¿De qué serviría negar que somos diferentes? Pero, ¿De qué diferencia se trata? ¿Qué quiere decir estar loco? Uno podría pensar que el loco es aquel que muestra al mundo sus extravagancias con el fin, no del todo conciente, de captar la mirada ajena, mirada que le asegura cierta existencia, que le brinda una aparente consistencia allí donde nunca sabemos, y nunca sabremos, con claridad quienes somos; postura que resulta independiente del estrato al que pertenece el sujeto, quien de nosotros no ha dicho alguna vez: mira este como se hace el loco!

Entonces parece evidente que por allí no va la locura, cualquiera de nosotros puede hacer una distinción clara entre aquellos que son y aquellos que se ubican del lado de la impostura, de querer mostrarse a sus espectadores, para los que montan el espectáculo de una supuesta rebeldía….Habiendo hecho esta pequeña distinción, que se encuentra del lado del saber común, intentaré aproximarme a una idea de la locura procurando eludir los álgidos laberintos conceptuales, que encontrarán su vía de acceso en algún acartonado texto académico.

Tengamos como brújula que para aproximarnos a la locura debemos ubicarnos en el centro mismo de la subjetividad, subjetividad que la mayoría de las veces produce un padecer que no tiene que ver con las condiciones sociales, culturales, humanas, económicas, etc; porque la locura no discrimina, la encontramos en los mas diversos campos sociales y económicos, no tiene frontera ni territorio, recorre los diversos espacios sociales sin detentarse en ninguno de ello quebrando las lógicas territoriales y anudándolas en su propio movimiento.

La mayoría de las veces el “loco” se encuentra atravesado por una particular forma de padecimiento, no siempre presente, que tendrá que ver con como se estructura la realidad y el mundo de estos sujetos, el cual no puede resultar sino profundamente diferente al nuestro, su realidad, su mundo se torna difícilmente compartible, no por ello imposible, en la medida que su psiquis se organiza a partir de una lógica radicalmente diversa a la de mayoría de nosotros.

Esta construcción alternativa del mundo, al que hemos sido arrojados, por momentos tiende a teñirse de una excitación emocional a raíz de que muchos de ellos poseen la certeza radical de poseer un lugar privilegiado por sobre el resto de los mortales, o bien dicha certeza puede convertirse en un padecer inquebrantable al asegurarle que el resto de los hombres se encuentran complotados y confabulando un gran plan en su contra. Este es uno de diversos modos que puede adoptar la locura, otros podrán tener alucinaciones auditivas o visuales; diversas son las formas que puede tomar, sin embargo en todas ellas se ven trastocados los modos de vincularse con los otros, los modos de sentir lo que ocurre a su alrededor, de sentir a los otros, de enamorarse, de construir amistades, de conformar los lazos familiares.

Los distintos modos de relacionarse adquieren una forma diversa a la de aquellos que nos regimos bajo una estructura psíquica, que nos permite entendernos a pesar de encontrarnos atravesados por el malentendido. A esta altura es evidente decir que la “locura” posee su propia lógica, lógica que se desliza mas allá de los márgenes, de los pivotes, que sostienen a la estructura social-cultural.

Procuremos eludir la tentadora valoración a la que estamos acostumbrados, a saber: es mejor, es peor, es preferible, no lo es, o cualquier otra forma de concebir la realidad. La mayoría de las veces estas valoraciones se aproxima a cierta moral construida desde determinados lugares de ordenamiento, a la manera de un antiguo castillo que aparenta integrar un paisaje pero que en verdad no mas que una construcción adosada por el hombre. De lo que se trata entonces, es de tolerar como movimiento superador de la tolerancia propuesta por el discurso democrático-occidental-capitalista, una tolerancia que pueda sostenerse en la diferencia sin recaer en las valoraciones que tienden a efectuarse desde cierto pedestal de la verdad, como si existiera tal podio desde el cual pudiese decirse cual es la realidad mas real. Verdad que no se permite admitir que existen variados sentidos para un mismo mundo y que procura imponerse por sobre las pequeñas verdades subjetivas.

Vuelvo a alzar la mirada, durante ese impasse percibo que se trata de fugarse por un instante de ese territorio cartografiado por infinitos atravesamientos discursivos, para jugar a que se pueden concebir los vínculos de una manera absolutamente particular, que la realidad puede tener infinitos matices, tantos como sujetos se encuentren sintiéndola; de lo que se trata es de explotar los pliegues que se entraman en los territorios por los que nos deslizamos cotidianamente, dejando advenir nuevos sentidos del mundo.

Santiago Candia

extraído del fanzine Festival Sarcástico nº1

artículo en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

Turismo, consumo y “acorralamiento” de recursos nativos

Publicada el 28/01/2011 por raas

En la actual conformación social la vida de verano suele tener lugar como tal siempre y cuando permita la concreción de ciertas aspiraciones burguesas como la autoridad económica que canaliza derroche, opulencia, cierto capricho.

Entre el inmenso cúmulo de mercancías que se ofrece para su ávido consumo, se mercantilizan incluso aquellos recursos naturales nativos que ya se presentan como escasos: de ser propios a un lugar determinado, adquieren valor comercial por haberse tornado extraños. Los ejemplos más visibles son sólo el ápice perceptible de la irracionalidad inherente a los parámetros de consumo moderno-occidentales. Pues el propio sistema capitalista-neoliberal explota hasta la extinción los insumos que necesita para generar las mercancías que hacen a su esencia. ¿Se escribirá el fin del capitalismo en paralelo a los límites “físicos” del planeta?

Temporada estival: miles de familias huyen del agobio de las grandes metrópolis hacia los destinos que prometen distensión y relax. Respetando sus habituales parámetros de abundancia, determinado sector social permuta el diario consumo propio a la vida en la inmensa ciudad por otros pintorescos objetos: artesanías, adminículos para la playa, platos extravagantes, ropa de colores excéntricos y un inacabable catálogo de enseres “imprescindibles”.

La mercantilización de la vida profundizada con las transformaciones económicas de la década del ’90 trastocó los sentidos de muchas prácticas sociales. Entre otros, los de la recreación veraniega. El turismo de los estratos relativamente acomodados y de las clases medias –muchas veces auto representadas como portadoras de aspiraciones, valores y privilegios burgueses-, parece materializarse “objetivamente” sólo si adquiere el estatus de espacio y tiempo de consumo. Excede, de esta manera, al simple ocio y descanso familiar.

¿Cuántos paradisíacos lugares aparecen como desolados, no son anotados como destino de plácido descanso en las respectivas guías ni beatificados con el título de “paisaje”, si no cuentan con una feria fenicia que garantice el paseo comercial diario, dador de sueños y de pasajera felicidad?

Voraz e inescrupulosa, la economía neoliberal se caracteriza entre otras cosas por producir mercancías –en diferentes escalas y ámbitos- sin importar los costos sociales, culturales y ecológicos de ello.

Respecto de estos últimos, y considerando el caso de las serranías cordobesas, uno de los más promocionados destinos turísticos argentinos, es tan llamativo como variado el abanico ofrecido de mercaderías y servicios elaborados con “insumos” de la flora y fauna nativas que por distintos motivos hoy resultan escasos o casi extintos en la región(2). (Irracionalidad que se adosa, por cierto, a la tan común dilapidación de recursos naturales en general).

“Muebles de algarrobo”, peperina (y distintas especies aromáticas y de uso medicinal francamente amenazadas por la extracción compulsiva), “Carbón de quebracho blanco”, escabeches de liebre y de pato silvestre, “Cabrito a la leña” (léase madera de monte nativo), labores con cueros de animales no domésticos, “Cabañas de troncos”. Estos y otros insólitos placeres son anunciados por carteles y volantes. Parecen sólo unos ítems dentro del exhaustivo menú preparado para satisfacer la avidez de los comensales. Pero, tanto los mencionados como muchos más, son amasados con los pocos especimenes del tipo que la explotación intensiva del hombre permite subsistir en la región (3).

Extrañas, inhallables exquisiteces que otorgan a los apetitosos compradores cierta distinción social; o el particular deleite individual de estar allí en donde otros no, ni en el presente ni a futuro.

¿Se ofrece sólo un plato caliente que se digiere ingenuamente, sin sopesar la inevitable destrucción supuesta en esta transformación de recurso natural a producto de mercado? ¿O se trata por parte de quien lo consume de la obtención de un souvenir, de un simbolismo que se fundamenta en el acceso y la conquista de lo más recóndito y último del medio nativo, vivo desde tiempos inmemoriales hasta el momento de aparecer etiquetado en la góndola?

Como sea, por unos pocos pesos generosamente el sistema permite participar del singular (y quizá no dimensionado) privilegio de maltratar al ambiente, de desbaratar su equilibrio.

Dentro de la lógica del consumo indetenible e irreflexivo, el gozo se erige sobre el cadáver de lo virgen. La vida es momento, es presente y yo: no hay ni tiempo ni sentido de la alteridad para reparar en las bellas y diminutas lumbres que se manifiestan frente a los ojos, que si bien pequeñas, son en fin las que hacen al indescifrable rompecabezas de la biodiversidad planetaria. Los ejemplos antes referidos son sólo pequeños testimonios distinguibles entre tantos gestos inciertos, borrosos. Pero permiten certificar con nitidez la triste insensatez del modelo de hombre dominante en esta época de la historia. Pues cuanto menos sustentable son las acciones humanas, más evidente se hace la formulación de Franz Hinkelammert según la cual la globalización del capitalismo constituye una conformación caníbal respecto del sujeto y del entorno. Aunque también, suicida, en tanto para asegurar su existencia socava los propios basamentos en los cuales se asienta la humanidad(4).

En las antípodas del sistema y fuera de esta factibilidad autodestructiva –y de la consecuente eliminación de los hombres que lo padecen a la vez que sostienen- sólo puede pensarse en una posibilidad para evitar este escenario: la sensibilidad por la sencillez de la vida; y la consciencia colectiva, revolucionaria, emancipatoria.

Emiliano Bertoglio

Notas:
(1) Por Emiliano Bertoglio. Sierras de Punilla (Córdoba, Argentina). Enero, 2010.
(2) Anótese que las diferentes especies amenazadas son valiosas en sí mismas, pero tanto más en tanto parte de un conjunto (considerar a los ejemplares de la flora y de la fauna como existentes independientemente de los demás, es contemplarlos desde una perspectiva excesivamente “técnica”, aislados del contexto en el cual desarrollan su vida). Dentro del conjunto que componen, cada acción violenta del hombre altera la delicada necesidad mutua entre quienes conforman la biodiversidad, y no sólo a tal o cual animal o planta.
(3) Además de estas delectaciones autóctonas, como goces exóticos o provenientes de ignotas regiones, los locales de venta de “productos regionales” ofertan “opciones” como ciervo ahumado y salames de jabalí, entre otros. (En sintonía con las anteriores graficaciones, un selecto restaurant de la Capital Federal honra a sus comensales con un plato formado por carne de yacaré asada).
Debe considerarse que en las serranías cordobesas los ofrecimientos constituyen o alternativas de economía de subsistencia para los auténticos lugareños, en donde la explotación generalmente es menos intensiva; o relativamente importantes emprendimientos comerciales de los migrados capitalinos que buscan en los nuevos aires una vida lejana al vértigo de la ciudad.
(4) Franz Hinkelammert, El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización. 2001. Colección Escafandra. Santiago de Chile. En sintonía con esta expresión, dice Ceceña que “El mercado, por sí mismo, es autodestructivo. (…) (Con muchos de) los desarrollos tecnológicos que se han conocido en los últimos 30 años, se traspasó el umbral de la mayor catástrofe ecológica registrada en el planeta. Esta lucha del capitalismo por dominar a la naturaleza e incluso intentar sustituirla artificialmente, ha terminado por eliminar ya un enorme número de especies, por provocar desequilibrios ecológicos y climáticos mayores y por poner a la propia humanidad, y con ella al capitalismo, en riesgo de extinción” (Ana Esther Ceceña, El posneoliberalismo y sus bifurcaciones. Artículo publicado en http://www.rebelion.org, el 5 de enero de 2010 y días ss.).

fuente: www.rebelion.org/noticia.php?id=100607

Publicado en • GeneralDejar un comentario

La colonialidad del poder. Entrevista con Ramón Grosfoguel

Publicada el 28/01/2011 - 29/01/2025 por Ecotropía

Ranón Grosfoguel, es un sociólogo puertorriqueño nacido en Puerto Rico, perteneciente al Grupo modernidad/colonialidad (Grupo M/C) que se desempeña en la Universidad de California en Berkeley. Define su pensamiento como perteneciente a la corriente decolonial, superadora de la corriente poscolonial con la que se considera emparentado. (Wikipedia)

Por Angélica Montes Montoya y Hugo Busso
revista Polis*

Seguir leyendo «La colonialidad del poder. Entrevista con Ramón Grosfoguel» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Entrevistas, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • Revueltas, • TecnocidioEtiquetado como colonialidad del poder, colonialismo, diversidad epistémica, eurocentrismo, feminismo eurocentrado, Hugo Chávez, Jacques Derrida, mentalidad colonial, Michel Foucault, patriarcado europeo, potencial antisistémico, potencial descolonizador, proyecto descolonizador, proyecto socialista, Ramón Grosfoguel, siglo XIX, siglo XXIDejar un comentario

(libro) La sociedad del espectáculo

Publicada el 26/01/2011 - 15/09/2018 por raas

Por Guy Debord

Capítulo 1
La separación consumada

“Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ’sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.” Feurbach, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.

1
Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación.

2
Las imágenes que se han desprendido de cada aspecto de la vida se fusionan en un curso común, donde la unidad de esta vida ya no puede ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que seudo-mundo aparte, objeto de mera contemplación. La especialización de las imágenes del mundo se encuentra, consumada, en el mundo de la imagen hecha autónoma, donde el mentiroso se miente a sí mismo. El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente.

3
El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas las miradas y toda la conciencia. Precisamente porque este sector está separado es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación generalizada.

4
El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.

5
El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una Weltanschauung que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha objetivado.

6
El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de la elección ya hecha en la producción y su consumo corolario. Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del tiempo vivido fuera de la producción moderna.

7
La separación misma forma parte de la unidad del mundo, de la praxis social global que se ha escindido en realidad y en imagen. La práctica social, a la que se enfrenta el espectáculo atónomo, es también la totalidad real que contiene el espectáculo. Pero la escisión en esta totalidad la mutila hasta el punto de hacer aparecer el espectáculo como su objeto. El lenguaje espectacular está constituido por signos de la producción reinante, que son al mismo tiempo la finalidad última de esta producción.

8
No se puede oponer abstractamente el espectáculo y la actividad social efectiva. Este desdoblamiento se desdobla a su vez. El espectáculo que invierte lo real se produce efectivamente. Al mismo tiempo la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del espectáculo, y reproduce en sí misma el orden espectacular concediéndole una adhesión positiva. La realidad objetiva está presente en ambos lados. Cada noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente.

9
En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso.

10
El concepto de espectáculo unifica y explica una gran diversidad de fenómenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que se ha hecho visible.

11
Para describir el espectáculo, su formación, sus funciones, y las fuerzas que tienden a disolverlo, hay que distinguir artificialmente elementos inseparables. Al analizar el espectáculo hablamos en cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el terreno metodológico de esta sociedad que se manifiesta en el espectáculo. Pero el espectáculo no es nada más que el sentido de la práctica total de una formación socio-económica, su empleo del tiempo. Es el momento histórico que nos contiene.

12
El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que “lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece”. La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia.

13
El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo se deriva del simple hecho de que sus medios son a la vez sus fines. Es el sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moderna. Recubre toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia gloria.

14
La sociedad que reposa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente espectaculista. En el espectáculo, imagen de la economía reinante, el fin no existe, el desarrollo lo es todo. El espectáculo no quiere llegar a nada más que a sí mismo.

15
Como adorno indispensable de los objetos hoy producidos, como exponente general de la racionalidad del sistema, y como sector económico avanzado que da forma directamente a una multitud creciente de imágenes-objetos, el espectáculo es la principal producción de la sociedad actual.

16
El espectáculo somete a los hombres vivos en la medida que la economía les ha sometido totalmente. No es más que la economía desarrollándose por sí misma. Es el reflejo fiel de la producción de las cosas y la objetivación infiel de los productores.

17
La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social había implicado en la definición de toda realización humana una evidente degradación del ser en el tener. La fase presente de la ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo “tener” efectivo debe extraer su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo toda realidad individual se ha transformado en social, dependiente directamente del poder social, conformada por él. Solo se permite aparecer a aquello que no existe.

18
Allí donde el mundo real se cambia en simples imágenes, las simples imágenes se convierten en seres reales y en las motivaciones eficientes de un comportamiento hipnótico. El espectáculo, como tendencia a hacer ver por diferentes mediaciones especializadas el mundo que ya no es directamente aprehensible, encuentra normalmente en la vista el sentido humano privilegiado que fue en otras épocas el tacto; el sentido más abstracto, y el más mistificable, corresponde a la abstracción generalizada de la sociedad actual. Pero el espectáculo no se identifica con el simple mirar, ni siquiera combinado con el escuchar. Es lo que escapa a la actividad de los hombres, a la reconsideración y la corrección de sus obras. Es lo opuesto al diálogo. Allí donde hay representación independiente, el espectáculo se reconstituye.

19
El espectáculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto filosófico occidental que fue una comprensión de la actividad dominada por las categorías del ver, de la misma forma que se funda sobre el despliegue incesante de la racionalidad técnica precisa que parte de este pensamiento. No realiza la filosofía, filosofiza la realidad. Es vida concreta de todos lo que se ha degradado en universo especulativo.

20
La filosofía, en tanto que poder del pensamiento separado y pensamiento del poder separado, jamás ha podido superar la teología por sí misma. El espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha podido disipar las nubes religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: sólo los ha religado a una base terrena. Así es la vida más terrena la que se vuelve opaca e irrespirable. Ya no se proyecta en el cielo, pero alberga en sí misma su rechazo absoluto, su engañoso paraíso. El espectáculo es la realización técnica del exilio de los poderes humanos en un más allá; la escisión consumada en el interior del hombre.

21
A medida que la necesidad es soñada socialmente el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de este sueño.

22
El hecho de que el poder práctico de la sociedad moderna se haya desprendido de ella misma y se haya edificado un imperio independiente en el espectáculo sólo puede explicarse por el hecho de que esta práctica poderosa seguía careciendo de cohesión y había quedado en contradicción consigo misma.

23
Es la más vieja especialización social, la especialización del poder, la que se halla en la raiz del espectáculo. El espectáculo es así una actividad especializada que habla por todas las demás. Es la representación diplomática de la sociedad jerárquica ante sí misma, donde toda otra palabra queda excluida. Lo más moderno es también lo más arcaico.

24
El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente mantiene consigo mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones espectaculares esconde su índole de relación entre hombres y entre clases: una segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus leyes fatales. Pero el espectáculo no es ese producto necesario del desarrollo técnico considerado como desarrollo natural. La sociedad del espectáculo es por el contrario la forma que elige su propio contenido técnico. Aunque el espectáculo, tomado bajo su aspecto restringido de “medios de comunicación de masa”, que son su manifestación superficial más abrumadora, parece invadir la sociedad como simple instrumentación, ésta no es nada neutra en realidad, sino la misma que conviene a su automovimiento total. Si las necesidades sociales de la época donde se desarrollan tales técnicas no pueden ser satisfechas sino por su mediación, si la administración de esta sociedad y todo contacto entre los hombres ya no pueden ejercerse si no es por intermedio de este poder de comunicación instantánea, es porque esta “comunicación” es esencialmente unilateral; de forma que su concentración vuelve a acumular en las manos de la administración del sistema existente los medios que le permiten continuar esta administración determinada. La escisión generalizada del espectáculo es inseparable del Estado moderno, es decir, de la forma general de la escisión en la sociedad, producto de la división del trabajo social y órgano de la dominación de clase.

25
La separación es el alfa y el omega del espectáculo. La institucionalización de la división social del trabajo, la formación de las clases, había cimentado una primera contemplación sagrada, el orden mítico en que todo poder se envuelve desde el origen. Lo sagrado ha justificado el ordenamiento cósmico y ontológico que correspondía a los intereses de los amos, ha explicado y embellecido lo que la sociedad no podía hacer. Todo poder separado ha sido por tanto espectacular, pero la adhesión de todos a semejante imagen inmóvil no significaba más que la común aceptación de una prolongación imaginaria para la pobreza de la actividad social real, todavía ampliamente experimentada como una condición unitaria. El espectáculo moderno expresa, por el contrario, lo que la sociedad puede hacer, pero en esta expresión lo permitido se opone absolutamente a lo posible. El espectáculo es la conservación de la inconsciencia en medio del cambio práctico de las condiciones de existencia. Es su propio producto, y él mismo ha dispuesto sus reglas: es una entidad seudosagrada. Muestra lo que es: el poder separado desarrollándose por sí mismo, en el crecimiento de la productividad mediante el refinamiento incesante de la división del trabajo en fragmentación de gestos, ya dominados por el movimiento independiente de las máquinas; y trabajando para un mercado cada vez más extendido. Toda comunidad y todo sentido crítico se han disuelto a lo largo de este movimiento, en el cual las fuerzas que han podido crecer en la separación no se han reencontrado todavía.

26
Con la separación generalizada del trabajador y de su producto se pierde todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada, toda comunicación personal directa entre los productores. A medida que aumentan la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo la unidad y la comunicación llegan a ser el atributo exclusivo de la dirección del sistema. El éxito del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo.

27
Debido al mismo éxito de la producción separada como producción de lo separado, la experiencia fundamental ligada en las sociedades primitivas a un trabajo principal se está desplazando, con el desarrollo del sistema, hacia el no-trabajo, la inactividad. Pero esta inactividad no está en absoluto liberada de la actividad productiva: depende de ella, es sumisión inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la producción; ella misma es un producto de su racionalidad. No puede haber libertad fuera de la actividad, y en el marco del espectáculo toda actividad está negada, igual que la actividad real ha sido integralmente captada para la edificación global de este resultado. Así la actual “liberación del trabajo”, o el aumento del ocio, no es de ninguna manera liberación en el trabajo ni liberación de un mundo conformado por ese trabajo. Nada de la actividad perdida en el trabajo puede reencontrarse en la sumisión a su resultado.

28
El sistema económico fundado en el aislamiento es una producción circular del aislamiento. El aislamiento funda la técnica, y el proceso técnico aisla a su vez. Del automóvil a la televisión, todos los bienes seleccionados por el sistema espectacular son también las armas para el reforzamiento constante de las condiciones de aislamiento de las “muchedumbres solitarias”. El espectáculo reproduce sus propios supuestos en forma cada vez más concreta.

29
El origen del espectáculo es la pérdida de unidad del mundo, y la expansión gigantesca del espectáculo moderno expresa la totalidad de esta pérdida: la abstracción de todo trabajo particular y la abstracción general del conjunto de la producción se traducen perfectamente en el espectáculo, cuyo modo de ser concreto es justamente la abstracción. En el espectáculo una parte del mundo se representa ante el mundo y le es superior. El espectáculo no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a los espectadores no es sino un vínculo irreversible con el mismo centro que sostiene su separación. El espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado.

30
La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas.

31
El trabajador no se produce a sí mismo, produce un poder independiente. El éxito de esta producción, su abundancia, vuelve al productor como abundancia de la desposesión. Todo el tiempo y el espacio de su mundo se le vuelven extraños con la acumulación de sus productos alienados. El espectáculo es el mapa de este nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio. Las mismas fuerzas que se nos han escapado se nos muestran en todo su poderío.

32
El espectáculo en la sociedad corresponde a una fabricación concreta de la alienación. La expansión económica es principalmente la expansión de esta producción industrial precisa. Lo que crece con la economía que se mueve por sí misma sólo puede ser la alienación que precisamente encerraba su núcleo inicial.

33
El hombre separado de su producto produce cada vez con mayor potencia todos los detalles de su mundo, y así se encuentra cada vez más separado del mismo. En la medida en que su vida es ahora producto suyo, tanto más separado está de su vida.

34
El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen.

Libro La sociedad del espectáculo (La société du spectacle), 1967

Libro en PDF

Libro del mismo Guy Debord, pero en 1988, confirmando y reconfigurando la visión sobre la sociedad post-industrial y las consecuencias: Comentarios a la sociedad del espectáculo

Publicado en • Control, • Libros, • RevueltasDejar un comentario

La revolución obrera *

Publicada el 25/01/2011 - 28/01/2011 por raas

El trabajo que presentamos es inédito en el idioma castellano y fue escrito en 1918, es decir luego de los sucesos de octubre de 1917.

El golpe de estado de octubre [de 1917]

Durante todos los períodos de desarrollo del marxismo, la tesis que afirma que el primer paso en la emancipación de la clase obrera pasa por la conquista del poder ha quedado inquebrantable e incambiada. La socialdemocracia ha banalizado un tanto esta tesis por su política, tomando prestado como un medio para la conquista del poder estatal, la lucha pacífica a través del parlamentarismo. En términos generales, cualquier bolchevique reconocerá, verdaderamente sin dificultad, que “la dominación del proletariado” no se obtiene por la lucha pacífica legal, que ésta no tiene más resultado que volver a la propia socialdemocracia pacífica y legalista, y que la lleva en el momento actual a ayudar en todas partes a los gobiernos a llevar adelante una guerra de pillaje y a empujar a las masas obreras de los diferentes países a matarse entre ellas. El bolcheviquismo ha restaurado la “pureza” original de la fórmula de la conquista del poder señalada por Marx, y eso no solamente en su propaganda sino también en los hechos.

El poder no puede conquistarse por la vía pacífica sino por la violencia, en medio de la insurrección generalizada del pueblo. Eso es lo que ha demostrado el bolcheviquismo ante todo el mundo socialista: lo ha demostrado, nadie lo podrá negar, prístina y certeramente.
Sin embargo, la afirmación de los bolcheviques que tiende a presentar su toma del poder como la dictadura, la dominación de la clase obrera, no es sino una de las numerosas fábulas que el socialismo ha inventado a lo largo de su historia.
Aun cuando los bolcheviques hayan renegado del espíritu conciliatorio de la socialdemocracia, la dominación de la clase obrera se ha logrado entre ellos tan presta y simplemente como la dominación parlamentaria en lo de Scheidemann.(1) Unos y otros han prometido a la clase obrera su dominación, dejando sin embargo intactas todas las condiciones de servidumbre, y haciéndola coexistir con la burguesía que sigue poseyendo, como siempre, todas las riquezas.

En vísperas del año 1903 el bocheviquismo que era por entonces tan conciliador como el resto de la cofradía socialista y democrática, aseguraba que el derrocamiento de la autocracia haría a la clase obrera dueña del país. En 1917, apenas unos días después del golpe de estado de octubre, desde el momento en que los bolcheviques ocuparon en los soviets, los lugares dejados vacíos por mencheviques y socialistas revolucionarios –Lenin quedándose en el lugar de Kerensky y Chliapnikov en el de Gvozdiev– se estimó que la clase obrera, por este solo hecho, se hacía dueña de todas las riquezas del estado ruso. “La tierra, los ferrocarriles, las usinas, todo eso, obreros, es desde ahora vuestro”, proclamaba uno de los primeros llamados del Soviet de Comisarios del Pueblo. El marxismo, pretendidamente depurado del oportunismo propio de la socialdemocracia, revela nada menos que su propensión, característica de todos los charlatanes socialistas, a nutrir a los obreros con fábulas y no con pan. El marxismo revolucionario, comunista, sacudiéndose el polvo acumulado durante largas décadas, defiende siempre la misma utopía democrática: el poder absoluto del pueblo, aunque éste esté arrojado a la peor de las servidumbres, la ignorancia o la esclavitud económica.

Habiendo obtenido su dictadura y habiéndose decidido a llevar a cabo un régimen socialista, el marxismo bolchevique no se ha desembarazado de la vieja costumbre marxista de ahogar la “economía” obrera con la política, de distraer a los obreros de la lucha económica, y de subordinar los problemas económicos a las cuestiones políticas. Muy por el contrario, habiendo coronado su “obra maestra”, los bolcheviques no han dejado de extraviar a las masas obreras, prodigando cumplimientos sin freno al “gobierno obrero y campesino”.
¿Será sencillamente porque los bolcheviques se han hecho del poder que la Rusia burguesa tendrá que desaparecer inmediatamente y que nacerá la Rusia socialista, la “patria socialista” rusa, y eso a despecho de que hasta el presente la “dictadura proletaria”, no haya advenido y tampoco se piense aparentemente, socializar fábricas y usinas?

Los capitalistas han perdido sus fábricas, aunque no todas les hayan sido incautadas. No poseen más sus capitales, aunque viven prácticamente con el mismo nivel material que antes. Desde Octubre, iba a ser el obrero el dueño de todas las riquezas, aun cuando el salario, con el alza constante del costo de la vida, se va convirtiendo en un salario de hambre, e incluso iba a  ser “dueño de las fábricas”,  que ante la menor huelga de transporte se encuentra condenado al horror de un paro como no se ha conocido jamás en Rusia.
¡Sí, la dictadura bolchevique es verdaderamente milagrosa! Le da el poder al obrero, le otorga la emancipación y el poder, conservando la sociedad burguesa todas sus riquezas.

Sin embargo, la ciencia comunista-marxista sostiene que la historia no conoce otra forma de emancipación; hasta el presente todas las clases se han liberado mediante la conquista del poder estatal. Así habría obtenido su hegemonía la burguesía en la época de la Revolución Francesa.
Los eruditos comunistas han descuidado un pequeño detalle: todas las clases que se han liberado en la historia eran clases poseedoras, en tanto que la revolución obrera debía garantizar la hegemonía de una clase no-poseedora. La burguesía se ha hecho del poder del estado después de haber acumulado a lo largo de siglos, riquezas cuya magnitud no tenía nada que envidiarle a la de su opresor, la nobleza; y únicamente por ese motivo la conquista directa del poder se le patentizó como la institución efectiva de su dominación, como el modo de afirmación de su imperio.

La clase obrera no puede seguir el mismo camino que ha liberado a la burguesía. Para ella, la acumulación de riquezas es impensable; en este plano, la clase obrera no puede de ningún modo sobrepasar la fuerza de la burguesía. La clase obrera no puede convertirse en propietaria de riquezas antes de llevar a cabo la revolución. Ése es el motivo por el cual la conquista del poder del estado, llevada adelante por no importa qué partido, tan revolucionario o archicomunista como él sea, no puede dar por sí misma nada en absoluto a los obreros, más allá de un poder ficticio, de una dominación ilusoria, que la dictadura bolchevique ha simbolizado permanentemente hasta este momento.

Los bolcheviques no avanzan en la resolución de este problema fundamental, y las masas obreras que han comenzado hace tiempo a perder sus ilusiones respecto de este tema, reconocen últimamente que la dictadura bolchevique es totalmente inútil para ellas, alejándose, como lo hicieran antes de los mencheviques y los socialistas-revolucionarios. Se va develando que éste no es el poder de la clase obrera, que no defiende más que los intereses de la “democracia”, es decir de las capas bajas de la sociedad burguesa; la pequeñoburguesía citadina y rural, de la intelectualidad calificada como “popular”, así como de desclasados de los ámbitos burgués y obrero convocados por la república soviética para dirigir el estado, la producción y toda la vida del país.

Se revela así que la dictadura bolchevique no ha sido sino un medio revolucionario extremo, indispensable para aplastar la contrarrevolución y para instaurar las conquistas democráticas. Se verá también que los bolcheviques han suscitado la insurrección de Octubre para salvar de la ruina completa al estado burgués en disolución por la creación de una “patria obrera y campesina”, para salvaguardar de la devastación no ya los señoríos sino las ciudades y regiones amenazadas tanto por masas hambrientas de la ciudad y el campo como por millones de soldados que huían abandonando el frente.

Lo que queda de la revolución bolchevique no difiere o difiere muy poco de los modestos planes elaborados por los mismos bolcheviques dos o tres meses antes del golpe de estado de Octubre. En su folleto Las lecciones de la revolución Lenin declara muchas veces que la tarea de los bolcheviques consiste en llevar a cabo lo que quieren pero no saben llevar a término los ministros socialistas-revolucionarios; salvar a Rusia del desastre, y que sólo puede provenir de calumniadores burgueses atribuir a los bolcheviques la aspiración de instaurar en Rusia una dictadura socialista y obrera.
En dos folletos, escritos más tarde, ¿Conservarán el poder los bolcheviques? y La catástrofe que amenaza, Lenin explica que la tarea de la dictadura bolchevique y del control obrero va a ser la de reemplazar los viejos mecanismos burocráticos por un nuevo aparato popular de estado; preconiza así fantásticos modos de realización, como por ejemplo ¡obligar a la burguesía a someterse y a servir al nuevo estado popular sin por ello incautarles la riqueza!

La dictadura bolchevique ha sido concebida como una dictadura democrática que no debía bajo ningún concepto dañar los fundamentos de la sociedad burguesa. Después de Octubre muchas empresas fueron nacionalizadas por un decreto cuya ejecución, se sabe, no está garantizada. Muchísimos banqueros fueron privados de sus riquezas pero en general las riquezas de Rusia han quedado en manos de la burguesía y son el fundamento de su fuerza y de su dominación.

Resguardados detrás de las posiciones adquiridas, los comunistas, recién llegados, van a desempeñar el papel de los demócratas franceses en el tiempo de la Gran Revolución, el papel de los célebres jacobinos cuya actividad tanto ha seducido a los dirigentes bolcheviques, al punto que no se niegan en absoluto a copiarlos, tanto en el plano personal como institucional.

Los jacobinos franceses habían instaurado una “dictadura de los pobres”, tan ilusoria como la de los bolcheviques rusos. Para asegurar al pueblo el aplastamiento de los “aristócratas” y otros “contrarrevolucionarios”, de mostrar que la capital y el estado estaban efectivamente en manos de los pobres, los jacobinos habían puesto a los ricos y a los aristócratas bajo la supervisión de las masas, y ellos mismos habían organizado sangrientas represiones contra los enemigos del pueblo.

Los “tribunales revolucionarios” de los “plebeyos” parisinos condenaban a muerte diariamente a decenas y decenas de “enemigos del pueblo” y desviaban la atención de los pobres con el espectáculo de cabezas rodando, en tanto éstos estaban cada vez más hambreados y servilizados; del mismo modo en la Rusia actual, se confunde a las masas obreras con arrestos de burgueses, de saboteadores, con la confiscación de palacios, con el estrangulamiento de la prensa burguesa y con espectáculos terroristas semejantes a aquellos de los jacobinos.
A despecho de los horrores del terror jacobino, la burguesía instruida comprendió rápidamente que era precisamente ese rigor extremo el que la había salvado, que había afirmado las conquistas de la burguesía revolucionaria, salvado la revolución burguesa y el estado ante la presión de la Europa contrarrevolucionaria, y al mismo tiempo, inspirado una devoción a toda prueba  por parte del pueblo a la “patria de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad”.

Los bolcheviques se esforzarán en vano magnificando la “patria socialista” e inventando formas de gobierno lo más populares posible; en tanto las riquezas permanezcan en manos de la burguesía, Rusia no dejará de ser un estado burgués.
Todo lo que se ha obtenido hasta ahora no es sino un trabajo de jacobinos: el reforzamiento del estado democrático, la tentativa de imponer a las masas la gran estafa según la cual Octubre habría puesto fin a la dominación de los explotadores y de que todas las riquezas le pertenecen de ahora en adelante al pueblo trabajador, y de remate, han suscitado en la Rusia democrática el patriotismo de “plebeyos” franceses.

Eso es lo que soñaban los bolcheviques antes de Octubre, cuando estaban todavía lejos de la victoria y entonces declaraban que eran los únicos que podían provocar el entusiasmo necesario para defender la patria (Lenin,  La catástrofe inminente).(2) No han dejado en ningún momento de pensar así ahora que están en el poder, aunque no hayan logrado salirse con la suya para encender el fuego patriótico en el seno del ejército “enfermo”; y lo están pensando todavía, proclamando una nueva “guerra patriótica”.

La dominación de la clase obrera

El poder que cae en las manos de la burguesía no puede en modo alguno ser retomado y conservado por una clase no poseedora, como es el caso de la clase obrera. Una clase no poseedora y al mismo tiempo dirigente es un absurdo total. Es la utopía básica del marxismo, gracias a la cual la dictadura bolchevique puede, rápida y fácilmente, convertirse en una forma democrática de la obtención y del reforzamiento de la revolución burguesa, una suerte de copia rusa de la dictadura de los jacobinos.

Del poder que escapa a los capitalistas y a los grandes terratenientes no puede adueñarse sino las capas inferiores de la sociedad burguesa –la pequeñoburguesía y la intelectualidad, en la medida en que ellos tienen los conocimientos indispensables para la organización  y para la gestión de toda la vida del país– adquiriendo así y garantizándose sólidamente el derecho a los ingresos como de amos, el derecho a recibir su parte de las riquezas robadas, su parte del ingreso nacional. Por lo demás, las capas inferiores de la burguesía, habiendo obtenido los capitalistas un régimen democrático, se vuelcan rápidamente a un acuerdo y a una unión con  ellos. El poder retorna al conjunto de los poseedores, no puede ser separado por demasiado tiempo de la fuente de todo poder: la acumulación de riquezas.

¿No convendría llegar a la conclusión de que los obreros deberían abandonar toda idea de dominación? ¿En toda situación? No, rechazar la noción de dominar, significaría rechazar la revolución. La revolución victoriosa de la clase obrera no puede ser, en efecto, otra cosa que su dominación. Se trata simplemente de plantear la tesis siguiente: la clase obrera no puede copiar simplemente la revolución burguesa, como le aconseja la ciencia socialdemócrata, por la sencilla razón de que una clase, condenada a la escasez y a los salarios de hambre, no puede acumular riqueza de ninguna manera, y está incluso privada de toda posibilidad de hacerlo, a diferencia de la burguesía medieval que amasaba riquezas y conocimientos. Los obreros poseen su propia vía para emanciparse de la esclavitud. Para alcanzar su propia dominación, la clase obrera debe suprimir de una vez por todas la de la burguesía, privarla de un golpe de la fuente de su poder, sus fábricas y usinas, todos los bienes que ha acumulado, llevar a los ricos al estrato de gente obligada a trabajar para vivir.

He aquí porqué la expropiación de la burguesía es el primer paso inevitable de la revolución obrera. Por cierto, no es más que el primer paso en la vía de la emancipación de la clase obrera: la expropiación de la burguesía no nos llevará ni a la supresión completa de las clases ni a la igualdad total.
Después de la expropiación de la propiedad mayor y mediana, quedará todavía la pequeña propiedad, tanto en la ciudad como en la campaña, cuya socialización necesitará más de un año. Nos quedará, aspecto todavía más importante, la situación de la intelectualidad. Pese a que las remuneraciones de los amos serán reducidas drásticamente en el momento de la expropiación de la burguesía, ella no será privada de la posibilidad de conservar para sí una retribución elevada de su trabajo.

En tanto la intelectualidad quedará, como era antes, en calidad de depositaria única de los conocimientos, y  la dirección del estado y de la producción quedarán en sus manos; la clase obrera tendrá que llevar adelante una lucha tenaz contra ella, para aumentar la remuneración de su trabajo hasta el nivel del de los intelectuales.
La emancipación completa de los obreros se realizará cuando aparezca una nueva generación de gente instruida de manera igual, acontecimiento inevitable a partir de la igualdad de remuneraciones del trabajo intelectual y manual, disponiendo todos de medios equivalentes para educar a sus hijos.

La dominación de los obreros no puede preceder a la expropiación de los ricos. No es sino en el momento de la expropiación de la burguesía que puede comenzar la hegemonía de la clase obrera. La revolución obrera  obligará al poder del estado a llevar adelante la expropiación de la gran burguesía y la mediana burguesía, y a legitimar la conquista por parte de los obreros, de usinas, de fábricas y de todas las riquezas acumuladas.

La dictadura marxista

En la medida en que hubo lugar a una revolución burguesa “obrera y campesina” luego del golpe de estado de Octubre, de una dictadura democrática, la vieja carreta bolchevique procura, penosamente, desembarazarse del marasmo democrático y emprender una nueva vía. Sólo que, cuanto más persiste en ella más cuesta arriba se le presenta. La introducción inmediata del socialismo está a la orden del día, proclamada a los cuatro vientos desde el momento de la disolución de la Asamblea Constituyente. La carreta socialdemócrata tiende a persistir en esta peligrosa vía; los pasajeros miran cada vez más con nostalgia el pantano que abandonan. Ni siquiera los conductores pueden evitar esa mirada. Los comunistas miran hacia atrás y gritan bien fuerte: ¡Basta de revueltas!, ¡Viva la patria!, ¡Trabajo reforzado de los obreros!(3), ¡Disciplina de hierro en las fábricas y talleres!

Los partidarios de la revolución burguesa, los mencheviques y los discípulos de la Novaja Jizn’ (4) los acogen con una alegría maligna: «¡Acabáramos! ¡Ahora vienen al pie nuestro!”, ¡ustedes que se querían rebelar contra la marcha objetiva de las cosas!, ¡contra “la enseñanza burguesa”! ¡Ustedes que querían la “realización inmediata”!, ¡lo único que han podido demostrar es la “imposibilidad” total de semejante objetivo, tan insensato!»
Los miembros del pantano se refocilan al respecto vanamente. El rechazo de los bolcheviques  a empujar más adelante las  “experiencias socialistas” no hace sino comprobar perfectamente la imposibilidad para la socialdemocracia de derribar el régimen burgués y no la imposibilidad objetiva en general de suprimir el régimen de pillaje que sufre la clase obrera.

Los bolcheviques se han encargado de una tarea que sobrepasaba sus fuerzas y recursos. Se les ha metido en la cabeza derribar el régimen burgués fundándose en las enseñanzas socialde-mócratas. Pero esas mismas enseñanzas han sido también reivindicadas por los mencheviques “conciliadores” en Rusia, por los socialdemócratas “imperialistas” en Alemania y Austria así como por los “social-patriotas” de todos los países. Esta enseñanza aparecía en el mundo entero como apagavelas de la revolución, como el adormecedor de las masas obreras, rodeán-dolas de sólidas mallas y extraviando su espíritu; en una palabra, esta enseñanza es el arma más peligrosa de que dispone la burguesía instruida para luchar contra la revolución obrera.

Cuando la socialdemocracia mundial ha llegado a dejar en disponibilidad a millones de obreros, movilizados en principio para la emancipación socialista, en manos de militares bandidos, para que puedan masacrarse recíprocamente, algunos líderes del bolcheviquismo  decidieron acusar a la socialdemocracia de “cadáver podrido”. Sin embargo, la enseñanza de la socialdemocracia, su socialismo marxista, que había dado vida a ese “cadáver podrido”, quedó  para los líderes bolcheviques, sagrado y sin mácula, exactamente como antes. Pareció que la socialdemocracia no había hecho más que traicionar sus propias enseñanzas.  Es cierto que los “traidores” se contaban por millones, y que los “discípulos fieles” en el momento de la revolución rusa, no eran sino unos pocos, con Lenin y Liebknecht a la cabeza. A pesar de todo, éstos exclamaron: “¡Viva el socialismo marxista, viva el verdadero socialismo!”

Todo esto no es sino la historia corriente de los cismas del socialismo del siglo pasado.  Las innovaciones emergen del pantano socialista  no para encontrar una salida válida para todos sino con el único fin de llevar a cabo los viejos preceptos como, por ejemplo, una revolución jacobina. Es por ello que este pantano no se afirma más que apenas, fragmentada y transitoriamente, para volver en muy corto tiempo al estancamiento habitual.
Las ilusiones socialistas enturbian el espíritu de los obreros, y los desvían de una revolución obrera directa; no se debilitan por el contacto con innovaciones comunistas “revolucionarias” y no hacen así más que experimentar y fortalecerse sin cesar.

Se sabe, hace cerca de veinte años los bolcheviques constituían en compañía de Pléjanov, de Guesde, Vandervelde y otros “social-traidores” contemporáneos, un único movimiento socialdemócrata, solidario y unido. En esa época fue elaborada en Rusia la enseñanza marxista: la filosofía, la sociología, la economía política, en una palabra todo el socialismo marxista que habiendo transformado a la socialdemocracia en un “cadáver podrido”, debe sin embargo, reencarnado en el bolcheviquismo, provocar milagrosamente el derrocamiento de la burguesía y llevar a cabo la liberación total de la clase obrera. El marxismo ruso, elaborado sobre la base de los esfuerzos comunes de Pléjanov, Martov y Lenin, jamás llegó a visualizar un golpe de estado socialista como objetivo principal. Muy por el contrario, consideraba imposible lograr en nuestros días el derrocamiento del régimen burgués y delegaba esas tareas por completo a las generaciones venideras.

El marxismo ruso, como el de Europa Occidental, no se ocupaba del derrocamiento del régimen burgués sino más bien de su desarrollo, de su democratización, de su perfeccionamiento. En la Rusia atrasada de entonces, el amor de los marxistas por el régimen burgués alcanzó límites extremos. A principios del siglo XX, los bolcheviques y los menche-viques, antes de dividirse en corrientes rivales, habían asumido la decisión inquebrantable aprobada por los socialistas del mundo entero: la tarea suprema del socialismo en Rusia es la de completar, llevar a término, la revolución burguesa. Esto significaba  que toda la tensión de la que eran capaces los obreros rusos, toda la sangre que habían vertido ante el Palacio de Invierno, en las calles moscovitas, toda la sangre de las víctimas de las expediciones punitivas de 1905 y 1906, tenían que tener como desenlace una Rusia burguesa, progresista, renovada.

La dictadura “obrera y campesina”, proclamada todavía por Lenin en 1906, reflejaba la unión oportunista del marxismo con los socialistas-revolucionarios, y no violaba en modo alguno los preceptos relativos a la imposibilidad de la revolución socialista. Se alababa la dictadura obrera y campesina nada más que porque la dominación de la clase obrera sola se reconocía como imposible. Se elogiaba a la dictadura de la democracia burguesa en el espíritu de los partidarios actuales de la Novaja Jizn’, porque se consideraba totalmente inaceptable el derrocamiento del régimen burgués.

Bajo esta forma es que se ha perpetuado el marxismo, hasta prácticamente el mismísimo momento de la revolución de Octubre. Con su poderosa luz, iluminaba el camino tanto de los actores de la revolución burguesa de 1905-1906 como de los socialpatriotas de la revolución de febrero de 1917. Constituía para ellos un reservorio inextinguible de indicaciones valiosísimas. Habría sido ingenuo buscar allí indicaciones de algún tipo acerca del derrocamiento del régimen burgués, sobre la revolución obrera. No se habría encontrado más que la enumeración de todas las dificultades, de todos los peligros y aspectos prematuros de “experiencias socialistas”. De allí proviene el supersticioso temor a todo golpe de estado socialista, considerado como la mayor de las catástrofes; el miedo que experimentan, también visiblemente los Pléjanov, Potressov, Dan y hasta los mismos bolcheviques, asustados por Lenin cuando lanzó la consigna de la revolución inmediata.

A decir verdad, habría hecho falta un milagro para que la empresa de Lenin hubiese sido llevada a término por su partido, y no se convirtiera en la más grandiosa demagogia de la historia de las revoluciones. Habría hecho falta que se insurgiera contra el régimen burgués, cuando habían defendido y exaltado todo lo contrario. Habría hecho falta que los militantes bolcheviques, que habían asimilado el socialismo a través de las obras de Pléjanov, Kautsky, Bernstein  –que exigían la educación democrática de las masas durante muchos años– crearan en el fuego de la revolución, una nueva doctrina que demostrara el carácter superfluo de tan larga preparación. Habría hecho falta que los esfuerzos llevados adelante durante muchos años para utilizar la lucha de los obreros a favor de los enfoques políticos de la burguesía, para impedir toda revolución obrera, se transformaran de repente en aspiración a desencadenar esta misma revolución.

La historia no conoce semejantes milagros. La traición de los bolcheviques, en este momento, a las consignas que habían proclamado durante la revolución de Octubre, no tiene nada de sorprendente y les resulta, en tanto que marxistas, totalmente naturales.
El “socialismo científico” que ha vencido y asimilado a todas las otras escuelas socialistas, ha alcanzado una profunda decrepitud, al no haber logrado, como resultado de todas esas batallas más que el progreso y la democratización del régimen burgués. El bolcheviquismo ha decidido resucitar la “juventud comunista” del marxismo y no ha podido a su vez sino demostrar que incluso bajo esa forma el marxismo no estaba en condiciones de crear algo, lo que sea. Creerles a los bolcheviques cuando pretendían derrocar verdaderamente por vía democrática y parlamentaria el sistema de pillaje defendido por sus hermanos ideológicos, los socialpatriotas de todos los países, no revelaría sino la mayor de las ingenuidades. Los bolcheviques suprimen ellos mismos grosera y cruelmente semejante creencia ingenua en su espíritu rebelde.

¿Cuáles son los enemigos del régimen burgués que, habiendo afirmado su poder autocrático, deciden por sí mismos postergar para más adelante el derrocamiento de la burguesía? Si han experimentado la “imposibilidad objetiva” de acabar con la burguesía, ¿cómo pueden entonces quedarse en el lugar que ocupan? ¿Les sería acaso indiferente ser la expresión de la voluntad de los obreros o los ejecutantes de la voluntad de la sociedad burguesa que sigue en pie?

Explicar el comportamiento de los bolcheviques por la simple bajeza de los políticos sería demasiado superficial. Se trata en realidad de determinar su objetivo supremo, aquel ante el cual no abdican jamás, que no están dispuestos a traicionar bajo ninguna circunstancia, el que, para alcanzarlo luchan con la condición de vencer o morir; este objetivo supremo, incluso para los comunistas bolcheviques, no es sino la democratización del sistema existente, no su destrucción.

La causa de los marxistas bolcheviques es la misma que la de los “conciliadores oportunistas”. La única diferencia consiste en que los últimos adoptan para la democratización del régimen burgués los caminos trillados de los estados constitucionales de Europa Occidental en tanto que los primeros han decidido provocar la revolución, incluso contra el régimen republicano. Esta diferencia podía aparecer en Rusia, cuando esta potencia mundial se ha desmoronado al punto que, en el curso de la guerra actual ha revelado ser incapaz de defender hasta su misma existencia. La república, conquistada por los socialistas oportunistas, se ha revelado igualmente impotente para defenderse de los golpes de sus enemigos exteriores y de la contrarrevolución interior.

Una enorme tarea se les ha presentado entonces a los bolcheviques: reconstruir el estado sobre principios totalmente nuevos y populares, que serían la fuente de fuerzas indispensables para la defensa de la democracia contra sus enemigos interiores y exteriores.
En la búsqueda del arma más poderosa para la salud de la revolución democrática, los socialdemócratas rusos tuvieron que hurgar en todo el arsenal marxista. Los bolcheviques encontraron finalmente esa arma en la concepción marxista de dictadura, proveniente de la revolución de 1848-1850.
El poder dictatorial bolchevique de estos últimos diez meses ha logrado demostrar, irrefutablemente, que la dictadura comunista regenerada, tanto como el socialismo que tiene un siglo de vida, no sabe ni desea suprimir el sistema capitalista. Habiendo proclamado solemnemente la realización inmediata del socialismo en una única sesión de la Asamblea Constituyente, y habiéndole arrancado al Káiser una tregua, la dictadura bolchevique, ante la tarea de “expropiar a la burguesía”, se ha detenido brusca, instintivamente; luego ha vuelto sobre sus pasos ante una exigencia que contradecía lo más profundo de su esencia.

¿Qué es hoy la dictadura bolchevique que se mantiene pese a la bancarrota comunista? No es sino un medio democrático de salud de la sociedad burguesa contra la desaparición fatal que le esperaba bajo las ruinas del antiguo régimen; nada más que la regeneración de ese mismo estado bajo formas nuevas y populares, que únicamente la revolución podía generar. Esta dictadura revela la irrupción revolucionaria en la vida del estado ruso de las capas populares más bajas de la patria burguesa, pequeños propietarios rurales, intelectualidad popular y obreros de la ciudad.
Los inventores de la dictadura comunista la han presentado a los obreros como el primer paso irreversible hacia la emancipación de la clase obrera, hacia la supresión definitiva del sistema milenario de exacción; este medio es el mismo que le sirvió a los demócratas burgueses de la Revolución Francesa, los jacobinos, para salvar y reforzar el régimen de explotación y pillaje.

El hecho de que sean socialistas los que utilizan este medio jacobino no impide que se recojan los mismos frutos burgueses, pues la primera tarea de todo socialista contemporáneo es la de impedir la supresión inmediata de la burguesía, tanto como la misma revolución obrera.
Ya a comienzos del tercer mes de dictadura bolchevique, los representantes más lúcidos de la gran burguesía rusa (Riabuchinski en La mañana rusa), declararon que el bolcheviquismo era una enfermedad peligrosa pero que era conveniente soportarlo pacientemente pues era portador en sí mismo de una regeneración salvadora y de un rebrote de poder para “la patria querida”. Estos mismos burgueses lúcidos prefieren a Lenin, que da rienda suelta a la plebe y no a Kerenski, que los defendía contra los “esclavos insurgentes”. ¿Por qué? Porque Kerenski, por sus zigzagueos y su indecisión debilitaba más todavía el poder ya vacilante, en tanto Lenin suprimió hasta la raíz todo poder endeble, comprometido e incapaz; abrió de inmediato cauce a un poder nuevo y más pujante, al que el obrero ruso le ha reconocido derechos autocráticos.

Los Riabuchinskis, que conocían y estimaban el marxismo, se han convencido muy rápidamente que la “plebe” no iba a salirse de la senda de este enseñanza muy honorable, y a la postre social-patriótica, y han comprendido que tarde o temprano podrían hacerse del poderío soviético, aunque compartido con los nuevos amos provenientes de capas bajas ahora liberadas de la sociedad burguesa.

Los Riabuchinskis (5) podían remarcar desde hace mucho tiempo fenómenos indiscutibles y muy gratificantes para ellos:
1.Bajo la dictadura bolchevique, el socialismo no cesa de ser el canto de sirenas que arrastra a las masas a la lucha por la regeneración de la patria burguesa;
2.La dictadura socialista no es más que un instrumento de agitación demagógica para llevar a cabo la dictadura democrática.
Esto no es sino una engañosa apariencia propuesta por los comunistas durante un brevísimo momento para afirmar mejor la dictadura democrática, adornada y reafirmada por los sueños e ilusiones de los obreros;
3.La pujanza revolucionaria a que aspiran las masas en sus insurrecciones obreras se consagra en la dictadura democrática así como en la nueva clase política del estado.

Estas conclusiones provienen indiscutiblemente de toda la historia de la dictadura “obrera y campesina” bolchevique.
[…] Las masas obreras no tienen que preocuparse más: de acuerdo con las afirmaciones de los bolcheviques, todos sus deseos y reivindicaciones se realizarán sin tardanza por obra del estado soviético, ejecutando sus voluntades.

En consecuencia, toda lucha de los obreros contra el estado y sus leyes debe desaparecer de ahora en adelante, puesto que el estado soviético es un estado obrero. Una lucha que se lleve a cabo contra él sería una rebelión criminal contra la voluntad de la clase obrera. Semejante lucha no podría ser llevada adelante más que por granujas, por elementos socialmente nocivos y criminales del ambiente obrero.
Puesto que el control obrero concede, según los bolcheviques, un poder total a los obreros en sus fábricas, toda huelga pierde sentido y en consecuencia está prohibida. Toda lucha contra el salario de esclavo del trabajador manual está en general prohibida en todas partes.

La revolución obrera, 2º parte

Publicado en • ControlDejar un comentario

La revolución obrera (2º parte)

Publicada el 24/01/2011 - 28/01/2011 por raas

La voluntad de los obreros, si se expresa por fuera o contra las instituciones soviéticas es delictiva pues desconoce la voluntad de toda la clase obrera, encarnada en el poder soviético. Si todos los obreros que perciben salarios de hambre consideran al poder soviético, poder de ahítos, serán considerados como elementos problemáticos, revoltosos. Así, por ejemplo, si los desocupados no quieren soportar más los tormentos del hambre ni esperar sin murmurar la muerte por hambre, serán considerados elementos criminales; por ese motivo se les arrebata de antemano el derecho a una organización específica.

Frente, por un lado, a los ricos que continúan llevando como antes su vida de parásitos satisfechos, y por otro, a los desocupados condenados a los tormentos del hambre, el poder soviético afirma sus derechos supremos: aspira a asegurar la sumisión incondicional a las leyes existentes, a perseguir toda violación del “orden y de la seguridad públicas”. Todas las desavenencias, rebeliones e insurrecciones han sido declaradas contrarrevolucionarias y se han convertido en objeto de una represión implacable por parte del ejército soviético.

Los derechos supremos del poder comunista soviético no se distinguirán en absoluto, muy pronto, de los derechos supremos de todo poder estatal en el régimen de explotación existente por doquier. La diferencia no atañe más que a la denominación: en los países “libres”, el poder del estado se denomina a sí mismo dominación de la “voluntad del pueblo”, en tanto que en Rusia, el poder del estado expresaría la “voluntad de los obreros”. Mientras el régimen burgués no sea destruido, la “voluntad comunista de los obreros” suena tan hueca como la estafa de la “voluntad democrática del pueblo”. Mientras los explotadores continúen existiendo, su voluntad, la de todos los poseedores de los bienes –y no la de los obreros– se encarnará, tarde o temprano, bajo la forma de un aparato de estado bolchevique. Los comunistas comienzan ya este proceso, declarando abiertamente que una dictadura de hierro es necesaria, no para la “transformación ulterior del capitalismo” sino para disciplinar a los obreros, para completar su formación, comenzada pero inacabada por los capitalistas, verosímilmente a causa del carácter  “prematuro” de la explosión de la revolución socialista.

Habiendo vencido a la contrarrevolución con la ayuda de los obreros, la dictadura bolchevique se vuelca ahora contra las mismas masas obreras.
Los derechos supremos, inherentes a todo poder estatal, deben poseer la fuerza absoluta de la ley que se apoya en la fuerza armada. La democracia que nace de la dictadura bolchevique no va a la zaga de otros estados. Totalmente igual a estos últimos, va a disponer no sólo de la libertad sino también de la vida de todos estos sujetos, y reprimirá tanto las revueltas aisladas como los levantamientos masivos.

El ejército “socialista” creado por los bolcheviques está obligado a defender el poder soviético, independientemente de todas las volteretas y virajes que quiera operar el “perspicaz” centro bolchevique. Que se interrumpa la expropiación a los ricos, tal como acaba de resolverse, o que un reacercamiento con la burguesía esté teniendo lugar, o que la dictadura bolchevique marche a la vanguardia hacia el socialismo o más bien retroceda camino del capitalismo, de todos modos considera que está en su derecho para imponer la movilización militar sobre la clase obrera.
La obligación de servidumbre que se le ha impuesto a la clase obrera en todos los estados basados en el pillaje, la obligación de defender en caso de guerra a sus opresores junto con sus riquezas, no ha desaparecido en absoluto en la república soviética.

Se estima aquí la obligación de servidumbre necesaria para inculcar a los obreros la pretendida confianza especial que se les concede reconociéndoles –y sólo a ellos–  el derecho y el honor de derramar su sangre a favor del estado provisto de un nombre mentiroso y vacío: la “patria socialista”. Como recompensa de tamaño “honor”, los soldados socialistas deberán desplegar –eso es lo que esperan los bolcheviques– importantes esfuerzos y un fuego marcial contra los invasores de las tierras rusas, iguales al menos a aquellos de los ejércitos de la Convención, del Directorio, de Napoleón.

Las tropas “socialistas” están obligadas a defender el poder soviético en el frente interno, no sólo contra los guardias blancos contrarrevolucionarios, los partidarios de Kaledin, de Kornilov, de la Rada ucraniana, sino que desde los primeros días del golpe de estado de Octubre, ellas están aprendiendo asimismo a defender “a sangre y fuego” la propiedad, fusilando en el sitio mismo del hecho a rateros y ladrones.  Los grandes capitanes de guerra comunistas se dedican ahora a introducir la disciplina y el orden, reprimiendo ferozmente a los camaradas de ayer, a los anarquistas y a los marineros, a los cuales no se les otorga el tiempo necesario para comprender que con “el nuevo curso”, el estado comunista no tiene necesidad en el seno del Ejército Rojo de elementos “fuera de control”, críticos, y que hoy se fusila lo que ayer se promovía. Los “guerreros socialistas” después de haber pasado por semejante escuela, sometidos a las órdenes cambiantes de sus jefes, no rechazarán, según todo parece, instaurar “la disciplina revolucionaria del trabajo” en las fábricas, reprimir las rebeliones de los muertos de hambre y aplastar inmisericordemente las desavenencias suscitadas por los obreros y los desocupados.

En tanto la masa obrera no se subleve otra vez por sus precisas exigencias de clase, hasta tanto que de ese modo ponga fin a todos los “nuevos cursos” y subterfugios de los dictadores bolcheviques, la burguesía democrática del estado se desarrollará sin tropiezos resucitando rápidamente todos los instrumentos de opresión y de coacción contra los hambrientos, los explotados, los estafados.
De ese modo, la dictadura marxista, luego de haber destruido en Rusia todos los fundamentos del antiguo estado impotente, ha creado un nuevo poder de estado popular, mucho más firme.

Todas las experiencias revolucionarias de los marxistas rusos han demostrado que el “socialismo científico” inspirador de todo el movimiento socialista mundial, no sabe ni quiere derrocar el régimen burgués. Por lo demás, a la profunda revolución social que se hizo inevitable en Rusia, y que, como epílogo de la guerra mundial, puede igualmente implantarse en todos los demás países, el socialismo marxista le marca un camino de democracia burguesa experimentado para la salvaguarda del sistema de explotación, y le provee un medio inestimable para prevenirse contra las revoluciones obreras.

La contrarrevolución intelectual, el control obrero y la expropiación de la burguesía

La conquista del aparato de estado aparece como un momento realmente tan decisivo para la socialdemocracia que considera que en el curso de una revolución obrera, este solo acto alcanza para el derrocamiento del régimen burgués. A partir de que el golpe de estado bolchevique es reconocido por los obreros y el poder soviético se instaura en todas partes se considera que Rusia y todas sus riquezas se convierten en propiedad de los obreros. Del hecho de que la Asamblea Constituyente, así como otras instancias e instituciones elegidas por el conjunto de la población, hayan sido disueltas, los capitalistas hayan sido privados de sus derechos más elementales y de participación alguna en la actividad legislativa del estado, concluyen los bolcheviques que la burguesía ha sido desarmada totalmente, privada de toda su fuerza y de toda posibilidad de expresar una oposición a la “dictadura de la clase obrera”.

Sin embargo, al mismísimo día siguiente al golpe de estado de Octubre la burguesía ha recordado de modo muy convincente que no se le había quitado más que una parte de su poder, que ningún golpe de estado estaba en condiciones de quitarle todo el poder, que ningún poder del estado pretendidamente obrero, puede suprimirla mediante medidas políticas, que ninguna represión o terror la puede quebrar, privarla de sus medios y fuerzas para defenderse con éxito.

El golpe recibido por los bolcheviques desde los primeros días de su dictadura, fue totalmente inesperado. Más doloroso todavía por no haber sido asestado por los mismos capitalistas, sino por la clase de la sociedad burguesa que estaba hasta entonces más vinculada a todos los socialistas –incluidos los propios bolcheviques–, al campo de los “trabajadores”, y a la que siempre habían defendido contra las acusaciones “calumniosas” y “mal intencionadas” de estar del lado de la burguesía. Fue la intelectualidad la que se interpuso para defender el régimen burgués, contra las amenazas de Lenin de derribar ese régimen. Se manifiesta como un verdadero ejército de trabajadores “militantes” con la ayuda de sus “sindicatos”, y emplea el “arma” de lucha obrera: la huelga. Se expande por todas partes, con clamores y quejas, protestando contra la banda de bolcheviques que los oprimía y los aterrorizaba, a ellos, los “honestos trabajadores intelectuales”.

La resistencia de la intelectualidad fue tan intensa que estuvo por provocar una escisión en el seno del partido bolchevique, casi hizoº naufragar su dictadura; la intelectualidad bolchevique, herida en su propio corazón, se negó a aplicar las medidas más severas en contra de la “masa trabajadora” de los empleados saboteadores a los que tenía en tan alta estima.

Los obreros, por el contrario, no se sorprendieron en absoluto por la huelga de los intelectuales, puesto que siempre han ubicado a la intelectualidad materialmente satisfecha en el mismo nivel que a la burguesía. Ven y sienten claramente que los ingresos privilegiados de los amos afectados por la intelectualidad provienen de la misma explotación del trabajo manual y que todos los ingresos de los privilegiados descansan sobre las raciones de hambre otorgadas a los obreros.

Los obreros saben que los ingresos privilegiados de los intelectuales constituyen una parte de la plusvalía extraída por el capitalista y consagrada a los gestores; directores, ingenieros, etcétera, del mismo modo que otra parte de su trabajo es confiscado por el estado bajo la forma de impuesto para garantizar un buen nivel de vida a los empleados privilegiados. No hay nada de qué sorprenderse, de que toda esta confraternidad burguesa se haya rebelado junto con los capitalistas y los propietarios de inmuebles contra la revolución obrera, cuyo primer objetivo es el de suprimir los ingresos de los amos. En lo que concierne al sector “bajo” de la intelectualidad, sin privilegios, ha seguido a sus superiores por la fuerza de un orgullo estúpido y de prejuicios burgueses, así como un propietario harapiento sigue servilmente al ricachón.

El sabotaje de la intelectualidad ha tenido un efecto estupefaciente sobre la intelectualidad bolchevique. Los intelectuales bolcheviques, como los de todas las otras organizaciones socialistas, habían enseñado durante toda su vida que el socialismo era la emancipación de todo el “proletariado”, no solamente de los obreros, sino también la de la intelectualidad. ¿De qué modo podía entonces llevarse a cabo el socialismo si hacía falta  ir contra la voluntad unánime de la intelectualidad y declararle la guerra, como se la declaraba a los capitalistas y a los grandes propietarios terratenientes?

El golpe de estado de Octubre, provocado por el llamado de los bolcheviques a la realización inmediata del socialismo, tuvo un alcance jamás conocido por un levantamiento popular poderoso y se presentó así como un peligro mortal para la burguesía. Es cierto que el poder se volvió a encontrar en manos de marxistas, bien conocidos por su habilidad en lo que tiene que ver con frenar rebeliones obreras y hacerlas inofensivas en salvaguarda del régimen burgués.

Los marxistas bolcheviques aparecieron como completamente metamorfoseados. No pensaban más que en expandir el incendio de las insurrecciones, sin reparar en absoluto en las dificultades que iban a tener para extinguirlas inmediatamente después.  Sus camaradas más próximos, los mencheviques, aseguraban incluso que los leninistas se habían convertido en verdaderos anarquistas.

En efecto, los líderes bolcheviques habían desempeñado tan bien sus papeles en los primeros actos, durante el período de “agitación”, que habían provocado efectivamente  un gran miedo entre los burgueses. A pesar de todo, uno se tentaba a preguntarse: ¿los dictadores, van a dejarse llevar por los elementos revolucionarios desencadenados y utilizar su poder para concretar una verdadera supresión del régimen burgués?
Si algunos bolcheviques se dejaron arrebatar sinceramente por el entusiasmo jamás visto de la masa obrera, y se alejaron a veces de las concepciones marxistas, si alguna vez se plantearon realmente la cuestión de saber cómo “acabar con la burguesía”, el sabotaje de la intelectualidad cortó de cuajo tales escarceos y resucitó en su memoria las viejas fórmulas acerca de la “imposibilidad de la realización inmediata del socialismo”, y de inmediato se restableció su pensamiento bajo la fórmula marxista habitual de la “edificación progresiva del socialismo”.

Requeteespantada durante los primeros tiempos de la Revolución de Octubre, la burguesía se dio cuenta rápidamente que no tenía motivo alguno para desesperar. Algo que los sucesos inmediatamente posteriores le han confirmado. Privada del poder estatal, estupefacta por el levantamiento generalizado de la gente, aguardará su fin con angustia, y de repente recibe la buena nueva que su fin no será en ningún caso instantáneo, sino por el contrario, muy prolongado, progresivo, en virtud de todas las leyes socialistas, que su fin sobrevendrá casi imperceptiblemente bajo la forma de una edificación socialista progresiva.

Para remate, esta edificación no comenzará de inmediato, una etapa preparatoria bajo la forma de “control obrero” será indispensable, conforme a la infalible práctica marxista.
El socialismo científico contemporáneo no tiene otro programa para derribar a la burguesía que la nacionalización progresiva de los medios de producción. Les resulta necesario comenzar por las “concentraciones”,  que responden mejor a las necesidades y que son las más maduras para la socialización; en ellas se aprenderá  a verificar y a demostrar la justeza del método socialista de edificación, para pasar ulteriormente a otras nacionalizaciones. Este programa elaborado por el socialismo reformista que proclama la supresión de la producción capitalista sin violencia, sin insurrección, a través de la integración del capitalismo al socialismo, este programa científico se revela infantilmente impotente en el momento de la revolución.

Sus adeptos se aproximan con todas las precauciones científicas deseadas al gigantesco organismo de la producción burguesa, y luego de largas tribulaciones, le cortan una articulación. De inmediato, esperan que la herida cicatrice para encarar progresivamente la amputación de otros miembros. Olvidan que la sociedad basada en el pillaje, incluso en el mismo momento en que el mejor guardián de su poder, el poder del estado, está completamente inerme, no es el mejor cimiento para edificar el socialismo, ni un buen laboratorio para experiencias científicas. Es el campo de la lucha de clases, de la guerra social, seculares, y es bastante ingenuo no quitarle al vencido –ante todo– la fuente de su poder.
El programa científico de edificación socialista progresiva es el programa del extravío y el embrutecimiento de las masas obreras; no es sino un trapo rojo socialista que se agita para empujar a las masas obreras a los brazos de las dictaduras burguesas y pequeñoburguesas; es el somnífero de las masas, el extinguidor de la revolución obrera. He aquí el papel del socialismo en el mundo entero; he aquí el papel desempeñado por el comunismo bolchevique en el golpe de estado de Octubre.

Al tercer mes de la dictadura bolchevique, los saboteadores intelectuales comenzaron su huelga. Pero los bolcheviques fueron los que más se desgañitaron invocando victoria en este asunto, cuando, en rigor, la intelectualidad dejó de rebelarse por la simple razón de que el bolcheviquismo no se reveló tan temible como cuando las jornadas de octubre. Todos se dieron cuenta de que las declaraciones acerca de la igualdad de ingresos entre intelectuales y obreros, y todos los decretos y amenazas del mismo tenor, no eran más que demagogia para atraer a las masas obreras. Todos se dieron cuenta que las nacionalizaciones bolcheviques no expresaban ninguna aspiración seria a suprimir el régimen burgués, que no eran más que “experiencias socialistas”, que la sociedad culta, mediante una adhesión razonada al poder bolchevique, podía frenar e incluso detener por completo. He aquí porqué la burguesía consideró superfluo seguir apoyando la huelga de los trabajadores intelectuales, he aquí porqué los saboteadores manifestaron tanto empeño para reconciliarse con el poder soviético.

[…] Todo el trasfondo del problema reside en que la lucha contra la intelectualidad contradice todo programa socialista. Los socialistas están obligados a defenderla y no a luchar contra ella. Por más hostil que pueda resultar respecto a los obreros, los socialistas, de los cuales forman parte los bolcheviques, la considerarán siempre por lo menos como “parte integrante del proletariado”, en todo caso, momentáneamente corrompida y extraviada por los prejuicios burgueses.

Aunque la intelectualidad siempre se haya presentado en los momentos difíciles, como durante las jornadas de Octubre, como un enemigo de la revolución obrera no menos feroz y pertinaz que los propios capitalistas, no ha hecho, de acuerdo con las convicciones de los capitalistas, más que traicionar sus “intereses proletarios”, extraviarse provisoriamente, y no se podría por lo tanto declararla “enemigo de clase” de los obreros. El bolchevique no puede más que intentar hacer entrar en razón a la intelectualidad, y no se atreverá jamás declararle una lucha impiadosa. En tanto que socialista “verdadero” y “sincero”, en tanto que defensor y portavoz de los intereses de la intelectualidad, no se convertirá jamás en su enemigo. Se permitirá achicar el margen de maniobra de los capitalistas, pero siempre tenderá a componendas con la  intelectualidad. Como ésta protesta únanimemente contra “la experiencia socialista”, el bolchevique se ve obligado a tomar en cuenta esta voluntad intelectual y terminar o al menos frenar, la lucha contra el régimen capitalista.

El pensamiento marxista de los bolcheviques, que busca las vías para nacionalizaciones ulteriores, bajo la presión, irresistible para dicho pensamiento, del sabotaje de los intelectuales, está condenado fatalmente a debatirse impotente en el seno de las utopías socialistas caducas.
¿Llevar adelante una propaganda encarnizada y atraer para su causa a todos los ingenieros y técnicos necesarios? ¿O formar cuadros y especialistas indispensables para la producción, en medio de todo tipo de cursos para obreros? La burguesía rusa o extranjera podría aplastar la revolución, mucho antes de que se recojan los frutos de este tipo de emprendimientos.

¿Tal vez convendría entonces esperar a que los comités obreros, que ejercen el control obrero, puedan al mismo tiempo asimilar la ciencia y el conocimiento de los ingenieros, los químicos y de otros especialistas? Esta fábula ha gozado de cierto predicamento en su momento, pero se trató de promesas tan huecas  que se desmoronan cuando se trata de poner en marcha una producción altamente tecnificada.
El comunismo bolchevique está obligado a volver a la fábula socialista más trivial, que afirma que las masas obreras, sufriendo durante toda su vida la servidumbre del trabajo manual, habrán de llegar sin duda alguna en un porvenir lejano a alcanzar el nivel de conocimiento de la intelectualidad, a disponer de los medios de desarrollo intenso mediante organizaciones culturales de instrucción y de las universidades populares.
El bolcheviquismo ha arrojado así una amenaza mortal a la burguesía, pero no ha podido, ni querido, ir más allá. La voluntad de la intelectualidad lo ha hecho recular.

La intelectualidad rusa, bien conocida por su rebeldía, casi totalmente volcada a las convicciones socialistas, conducida por revolucionarios desde hace ya mucho tiempo, con la aureola de sus sufrimientos, ha sabido manifestar su gratitud a la burguesía, salvarla de la ruina y de la revolución obrera. Pese a todo, ella no quiere ser glorificada. Quiere, por el contrario, que los obreros olviden lo más rápido posible sus servicios a la burguesía, puesto que quiere permanecer como hasta ahora, como la amiga fiel de la clase obrera, para llevarla, en el curso de los siglos, de “progreso burgués” hacia un “socialismo razonable”.

Paralelamente, los bolcheviques no se han afanado mucho por recordar la explotación burguesa en el momento de la revolución de Octubre. Porque para ellos, es evidente que la intelectualidad debe permanecer como parte integrante del ejército proletario.
[…] ¿Podrían contar los obreros con la desaparición inmediata de la burguesía? No, no sería sino cuestión de control obrero, que no haría más que refrenar un tanto la autocracia del capital. Tampoco sería cuestión de concebir la realización inmediata y total del socialismo. No se trataría más que de salvaguardar tal posibilidad a través del “capitalismo de estado” de Lenin, edificando  una “patria socialista”. ¿Se propondrían los socialistas-revolucionarios y los mencheviques derribar semejante “patria socialista”? Muy por el contrario; el edificio “obrero-campesino” se parece demasiado al edificio “campesino-burgués” de los Tchernov (6) y al edificio  obrero-burgués de los Liber y Dan,(7)  esos socialistas inveterados.
Cuando la comprensión de las insurrecciones y victorias obreras se reduce a esta falsa moneda que es el socialismo, los obreros se reencuentran siempre estafados, en medio de la satisfacción generalizada de todos los partidos intelectuales. Los obreros que han confiado en los intelectuales consideran siempre al socialismo como oro puro, en tanto que en el mejor de los casos, no se trata más que de cobre de muy baja calidad.

La expropiación de la burguesía

Desde los primeros pasos de la revolución obrera los parásitos deben desaparecer de la sociedad, todos sus miembros deben trabajar. La revolución obrera no alcanza estos resultados sobre la base de medidas groseras y primitivas como las que aplica el gobierno bolchevique, tampoco mediante el “servicio de trabajo obligatorio para todos” cuya ejecución siempre tendrá que ser controlada por alguna policía; la guardia roja en el caso presente.
La revolución obrera obligará a los ricos a trabajar, después de arrebatarles las riquezas que les permitían holgazanear.
El poder soviético, percibiendo que los obreros esperan de “su dictadura obrera” medidas para obligar a los ricos a trabajar, no encuentra otro recurso que el servicio compulsivo del trabajo obligatorio; lo que muestra que sabe imitar a los estados en guerra, cuando introducen a su vez el trabajo obligatorio para la defensa nacional de la sociedad burguesa amenazada.

Esto demuestra con creces que el poder soviético no tenía la intención de confiscarles, en un futuro próximo, los bienes a los ricos, a la burguesía en general.
La revolución de Octubre ha demostrado a las claras que el enemigo de la revolución obrera y el defensor del régimen de pillaje no es únicamente el capitalista, poseedor de fábricas, sino también el intelectual, que detenta los conocimientos que vende por un ingreso privilegiado. La intelectualidad, bien satisfecha, defendiendo su posición dominante, decidió no tolerar más la dominación de los obreros; se negó a asumir la dirección técnica, sin la cual los obreros no pueden organizar la producción.
La duración y el éxito de las huelgas promovidas por los intelectuales, plasmaron gracias a la indecisión y al rechazo del poder soviético a confiscar todas las riquezas acumuladas.

Los bolcheviques han prestado muy poca atención  al hecho de que las huelgas de los intelectuales han sido sostenidas financieramente por los capitalistas. Los saboteadores decidieron suspender sus tareas  tras cobrar sus salarios. Si no se les hubiese pagado, en muy poco tiempo habrían sido llevados al hambre. Sin embargo, la revolución obrera, que no tendía a limitar más que los salarios faraónicos de los funcionarios más encumbrados, no los amenazó en absoluto. Así, a la primera sensación de necesidad, toda la masa de pequeños empleados se habría puesto a trabajar, y por lo tanto todos los establecimientos y empresas habrían retomado sus actividades habituales.

[….] Supongamos que el poder soviético declare, bajo la presión de los obreros, una expropiación general simultánea. En ese momento, los mismos obreros, sin el concurso ni de comisarios especiales ni de instructores incautan las fábricas, las usinas, los talleres con sus reservas, sus cajas y todo lo que ello implica; luego sin la menor demora, los comités obreros organizan la producción de cada empresa. El poder soviético sólo expropió directamente a las empresas más complejas, como por ejemplo, los bancos, las sociedades por acciones, las empresas cooperativas, todos los establecimientos donde hay pocos obreros y muchos empleados hostiles a la expropiación. Si en Rusia actualmente, se decretara, por ejemplo, que todos los ingresos superiores a diez mil rublos anuales son susceptibles de ser confiscados, todos los establecimientos y empresas pertenecientes a particulares pasarían a manos de los trabajadores. Los altos ingresos de los intelectuales también podrían tener ese mismo techo.

[…] Una expropiación general y simultánea, que paralizaría de raíz a la oposición burguesa y prevendría el sabotaje y la huelga de la intelectualidad, sería garantía contra todo fiasco al que nos conduce inevitablemente el programa bolchevique –y socialista en general– de nacionalizaciones sucesivas y progresivas. La expropiación simultánea provoca trastornos mínimos y, en condiciones favorables, puede evitar totalmente la crisis y la ruina de la industria, que vienen adosadas al programa bolchevique de nacionalizaciones escalonadas a lo largo de meses y años.
Las nacionalizaciones parciales ya llevadas a cabo por el poder bolchevique sirven, sin duda, de señal de alarma para la burguesía, que busca transformar en dinero la mayor parte de sus bienes y reduce la producción para disimular lo más posible sus capitales. Muchísimos industriales, se hacen de capitales líquidos, abandonan sus fábricas, las dejan al garete. El poder bolchevique se ha visto así obligado, para no dejar a los obreros en la calle, a financiar con fondos públicos, a las empresas abandonadas.

[…] La economía bolchevique no tiene más que dos soluciones para elegir: o recurrir a una expropiación generalizada, definitiva, o cesar toda nacionalización suplementaria y, después de una etapa intermedia de “capitalismo de estado”, restaurar la economía capitalista precedente.
¿Por qué los bolcheviques no se han decidido a realizar una expropiación generalizada y simultánea sobre toda la burguesía? ¡A ello, empero, fueron empujados, cuando ellos mismos decían que hacía falta “acabar con la burguesía”! Se trataba de una acción bien fácil de llevar a cabo, sobre todo en consonancia con el sentir unánime de las masas obreras, más que su emprendimiento fantasioso de creación de una dominación ilusoria de los obreros.
Los bolcheviques no han llevado a cabo esta expropiación de los burgueses, simplemente porque no desean la revolución obrera; lo que quieren es sencillamente una revolución democrática y pequeñoburguesa. No luchan por la emancipación de la clase obrera, no hacen más que defender los intereses de las capas inferiores  de la sociedad burguesa actual y de la intelectualidad. No quieren una expropiación general, no porque quisieran proteger o salvar a los capitalistas sino porque  temen por el porvenir de la intelectualidad, puesto que la expropiación general reduciría simultáneamente los ingresos altos de estos últimos y señalaría el comienzo de la lucha de los obreros contra los “manos blancas”, por la igualación de la remuneración del trabajo físico y el intelectual.

El partido bolchevique es un partido de intelectuales, como todos los otros partidos socialistas, ni más ni menos; mencheviques, socialistas-revolucionarios u otros.
Todo socialismo no aspira más que a promover los intereses de la intelectualidad y no los de los obreros. Enseña que los capitalistas constituyen  la única clase dominante de la sociedad, explotando no solamente a los obreros sino también a los intelectuales, y que por lo tanto unos y otros no son sino trabajadores asalariados.

Ninguna tendencia del socialismo, ni siquiera las más extremas como el anarquismo y el sindicalismo revolucionario, atacan la vida privilegiada de los trabajadores intelectuales, aunque las capas superiores, los grandes sabios, los altos dignatarios gubernamentales, los especialistas técnicos de la producción y tantos otros, embolsen ingresos que no van por cierto a la zaga de las ganancias de la gran burguesía. Muy por el contrario, con la eliminación de los capitalistas, el socialismo les otorga el derecho a conservar intactos sus ingresos privilegiados. Algunos representantes del socialismo lo declaran abiertamente. No es difícil adivinar que semejante “patria socialista” no se distingue en absoluto del régimen burgués; toda la ganancia nacional se reparte entre los intelectuales, en tanto que los obreros, al quedar sometidos a la esclavitud del trabajo manual, se convierten en los esclavos del mundo educado.

Los obreros tienen problemas directamente opuestos: disminuir lo más posible los ingresos de los intelectuales, transferir a su favor todos los dividendos del que se adueñan los capitalistas y con el cual privilegian a su personal gerencial y de dirección. Más que la nacionalización progresiva de las fábricas –que le viene tan bien a los socialistas, defensores de los intelectuales– ellos necesitan una expropiación general e inmediata.

¿Cómo se efectúa la transferencia del control de una empresa, por ejemplo, de una fábrica metalúrgica, entre el poder soviético y los obreros? Todo el asunto se reduce simplemente a apartar a los capitalistas. El salario de los obreros no está en juego; éstos están obligados a trabajar en las mismas condiciones que antes, por un salario determinado por el sindicato bolchevique de la rama de la industria […]. Este salario es bajísimo y no acompaña para nada el alza del costo de vida. Los bolcheviques cuentan con esto para garantizar así la misma tasa de ganancia a los capitalistas privados y al estado cuando los reemplace.

Si los bolcheviques deciden nacionalizar una rama industrial entera, por ejemplo la siderúrgica, todos sus obreros quedarán en la misma situación como si fuera una sola la fábrica confiscada. El sindicato bolchevique y el comisariado de trabajo procurarán no tolerar ningún aumento de salarios. La ganancia, de la que se adueñaba el patrón, deberá pertenecerle, según sus cálculos al estado y no a los obreros. Es decir, que servirá para el mantenimiento de funcionarios privilegiados del estado y de todos los dirigentes y “educadores” de la clase obrera.

Los empleados de nivel superior, especialistas de la producción socializada, procurarán del mismo modo negociar para su propio beneficio salarios tan elevados como los que tenían antes, algo que los bolcheviques están completamente de acuerdo en otorgarles.

Tal procedimiento para suprimir a los explotadores debe provocar necesariamente la indignación de los obreros. ¡Los explotadores son expulsados de toda una rama de industria y de ello no surge ningún beneficio para las masas obreras, ni siquiera un aumento en su ración de hambre!
[…] La única vía de lucha verdadera y constante en el mundo entero es y sigue siendo la lucha por un aumento en la remuneración del trabajo manual, lo que han querido siempre y en todas partes las masas obreras, a pesar de sus profetas, tutores y legisladores socialistas.

En el régimen burgués el poder de los capitalistas y la inviolabilidad de la ganancia patronal hace que el aumento de salario implique generalmente, salvo excepciones, un encarecimiento de las mercancías producidas por esos mismos obreros. Es la razón por la cual el aumento de salarios se reduce a menudo a la nada cuando va acompañado del encarecimiento de los objetos de consumo.

La situación se presenta completamente diferente cuando este aumento de salario está ligado a la expropiación de la burguesía. En ese momento, toda la ganancia y todos los ingresos privilegiados deben ser expropiados a favor de los obreros; que pasen a formar parte, integralmente, de sus ingresos. Consecuentemente, el salario puede y debe ser muy aumentado sin que dé lugar a encarecimiento de mercancías y de objetos de consumo.

La revolución obrera que se avecina será una lucha por una mayor remuneración del trabajo manual. Cuando éste se equipare con la del trabajo intelectual, tras una presión generalizada, la servidumbre secular del pueblo obrero habrá sido vencida. Efectivamente, al fin de esta revolución obrera, las familias obreras e intelectuales poseerán medios casi idénticos para criar y educar a sus hijos; ya no se encontrará en la próxima generación, millones de seres humanos condenados, aun antes de haber nacido, a la explotación y a la servidumbre, esos hombres que actualmente están desprovistos de todo saber y aptos únicamente para el trabajo manual,  que nacen pues esclavos de la sociedad burguesa educada.
La revolución obrera consiste –en todo su curso– en la expropiación de las clases poseedoras a favor de las explotadas, con miras a aumentar los salarios obreros.

La burguesía, inicialmente propietaria de los bienes creados a lo largo de los siglos, de los medios de producción, y la intelectualidad propietaria de conocimientos, deben todos ellos ser privados de sus ganancias e ingresos privilegiados para que todos los bienes y la civilización se conviertan en patrimonio de todos y sean distribuidos en su totalidad, en partes iguales.

Javn Vaclav Majaiski

* Escrito en junio-julio 1918.
** El autor escribió esta reflexión con el “poder soviético” recién constituido [n. del trad.]

notas:
1) Primer jefe de gobierno de la República de Weimar (Alemania, 1919) [n. del trad.].
2) Pese a la disparidad de títulos, suponemos que Majaiski aquí se refiere al mismo trabajo de Lenin señalado ut supra como La catástrofe que amenaza, que en los listados de las obras de Lenin suele ser traducido: La catástrofe que amenaza y los medios para conjurarla (n. del tr.).
3) ¿Reforzado o simplemente forzado? En 1918 Trotski defendía la práctica del trabajo forzado. No conocemos si tal defensa fue anterior o posterior a la escritura de este texto [n. del trad.].
4) Periódico [Vía Nueva]  editado por Máximo Gorki en Petrogrado en 1917 y 1918 [n. de Sk.].
5) Nos parece una alusión genérica a millonarios rusos de la época, volcados al progresismo rampante [n. del trad.]
6) Jefe socialista-revolucionario. Presidente de la efímera Asamblea Constituyente [n. de Sk.].
7) Líderes mencheviques [n. de Sk.].

Introducción y traducción: Luis E. Sabini Fernández, autor a su vez del prólogo del libro ‘La ciencia socialista, religión de intelectuales’ http://bardoediciones.net/majaiski_web.pdf

fuente: http://revistafuturos.com.ar

La revolución obrera, 1º parte

artículo en PDF

Publicado en • ControlDejar un comentario

Posdata sobre las sociedades de control

Publicada el 23/01/2011 - 10/09/2019 por raas

La tesis central de este artículo es que “los centros de encierro” disciplinarios descritas por Foucault: “cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia, atraviesan una crisis generalizada”. Vivimos la decadencia de la “sociedad disciplinaria”, que fue “la sucesora de las sociedades de soberanía”, cuyos fines y funciones eran completamente distintos. Estas surgieron en los siglos XVII y XVIII hasta mediados del XX, y fueron el tema central de las investigaciones de Foucault. La sociedad actual es denominada como “sociedad de control” y éste se ejerce fluidamente en espacios abiertos, en forma desterritorializada, mediante los psico-fármacos, el consumo televisivo, el marketing, el endeudamiento privado, el consumo, entre otras modalidades. Lo esencial en ellas son las cifras fluctuantes e intercambiables como las que muestran el valor de una moneda en las otras, el movimiento incesante del surf que sustituye los deportes lentos y estratégicos como el box. Las fábricas son reemplazadas por las empresas, que son formaciones dúctiles y cambiantes, las máquinas simples por sistemas computarizados de producción y control. La in-dividualidad es sustituida por “divuales” externos, informatizados e informatizables, que se desplazan en un espacio virtual.(*)

Por Gilles Deleuze

Seguir leyendo «Posdata sobre las sociedades de control» →

Publicado en • Control, • Neoesclavitud, • PsicopatologíasDejar un comentario

Cinco aristas sobre el Estado insalubre

Publicada el 23/01/2011 - 23/01/2011 por raas

‭“Para la burguesía, el único deber del Estado consiste en proteger la libertad y la propiedad personales del individuo. La burguesía considera el Estado como la imagen del policía, cuyo único deber es teóricamente impedir el robo” Ferdinand Lassalle

Mezcla de estilos arquitectónicos se muestran castigados por la humedad en la fachada del hospital Pirovano. Apenas 1895 cuando sus estructuras más primitivas fueron habilitadas, apenas 1926 cuando algún dirigente político se topó con la necesidad de construir su única reforma. Bajo una naturalizada resignación respira la interminable fila de pacientes a la espera de un turno.

El individuo que solicita tratamiento en una entidad pública comienza a entender que la figura de derecho dentro de la democracia contemporánea, mutó de ciudadano a consumidor. Aquel que por el mero hecho de ser ciudadano tenía derecho a recibir atención médica digna, sospecha que podría elevar el nivel de esa dignidad si transformara su situación de ciudadano a consumidor.

Xavier Zubiri propone las nociones de libertad para y libertad de para entender este fenómeno. El individuo que es situado por fuera del sistema económico muestra, ante la mirada del Estado, la posibilidad de ejercer su libertad de adquirir cualquier producto que el mercado le ofrezca, pero no goza de la libertad para hacerlo efectivamente.

El mercado no es ingenuo, conoce las necesidades del individuo de tener acceso a cuidados médicos y a una educación que le otorgue un mínimo porcentaje de participación en la distribución de la riqueza y las posibilidades de consumo. Este cambio está radicado en la ideología, se ha suplido la construcción de ciudadano por la de consumidor. En su abstracción, los atributos del comprador son análogos a los del ciudadano. La decisión política pasa estrictamente por el poder de compra.

El slogan es si no le gusta no lo compre, si ninguno le convence no vote. Las decisiones ideológicas se han reducido al punto de que las protestas contra un producto se hacen dentro de la lógica del mercado con la abstención de su compra y las decisiones políticas se toman en base a los archivos de los programas destinados a mostrar las incongruencias de los discursos políticos.

No es que se ejercite una libertad para cuidar su salud de forma digna y gratuita sino que tiene libertad de costearla en la clínica privada de su agrado. Lo cual, en el contexto imperante, deja en una situación de extrema vulnerabilidad al sector de la población de menores recursos, justamente aquel al cual se destinó en un primer término la asistencia del hospital público.

Usuarios contra prestadores

La discusión comienza con un murmullo leve y monótono. Previsible, pero veloz se desata el inevitable estallido. Todos comienzan a tomar posiciones, guerra de trincheras. Ellos, los que esperan, han perdido antes de empezar. De un lado de las rejas el muchacho de verde intenta explicar que él no es quien decide cuantos turnos se entregan, la señora regordeta le retruca que ella está esperando de pie desde hace varias horas y no piensa retirarse hasta ser atendida.

Es un error común de los medios aplicar un análisis teatralizado a las situaciones de conflicto, que luego es tomado como marco para el análisis de cualquier fenómeno social. La teatralización de una situación supone una acción metonímica. Se reduce un sujeto de múltiples facetas a una sola, se toma la parte por el todo. Entonces un enfermero que se encuentra en huelga, no es padre, no es hijo, no es potencial enfermo, no es ciudadano, es reducido a su papel de aquel que interrumpe el orden, a su papel de huelguista. La única variable que nunca es suprimida es la de consumidor. Las dos caretas que representan esta obra se reducen a paciente contra enfermero, o en su versión más general usuario contra huelguista (1). La posibilidad de pensar por fuera de ésta lógica es obturada; al menos dos variables son interesantes.

Una primera variable se funda en la imposibilidad de ver cómo esta situación que personifica otro ciudadano es la misma que viven diversos sectores de la población a diario. Lo efímero de los roles puestos en juego no es una característica que se tenga en cuenta. La huelga podría pensarse en una lógica de colaboración y no de conflicto, donde el usuario comprende la situación generalizada y olvida sus intereses particulares en pos de lograr una reivindicación grupal. No sería errado homologar el concepto de usuario a particular y el de huelguista a general. El usuario no lucha por los intereses grupales, los que han quedados varados en el subte, o en un hospital sin atención, el usuario vela por sus propios intereses, el huelguista es parte de un grupo. El usuario no es capaz de transportar sus problemas a un segundo plano para subsumirse ante la lógica grupal, el huelguista debe hacerlo. En la concepción del usuario no existe la posibilidad de forjar una empatía que permita pensar ese mismo escenario en una situación inversa, donde sea él quien reclame.

La estrategia de la protesta es siempre la misma e incluye básicamente a tres figuras: el usuario, el operario y el empleador. El conflicto primario se da en el seno de la relación entre la figura del operario y la figura del empleador, a causa de una reivindicación insatisfecha. Como el operador no tiene medios para presionar al empleador, recurre a la figura del usuario la cual es más vasta y posee mayor poder de presión. Realiza una interrupción del servicio y traslada la presión que ejercía contra el empleador a la figura del usuario, el cual a su vez la redirecciona a la figura del empleador, pero magnificada en relación a las proporciones del usuario. En una etapa primigenia de las protestas esta doble articulación era efectiva. Hoy en día, el usuario no presiona a la figura del empleador, sino al mismo operario, esta afirmación se cristaliza en dichos como “…Yo también soy un laburante y pierdo el presentismo…” que los noticieros muestran en un ferviente intento por situarse en una posición ideológicamente afín a su para-destinatario: la clase media. Cuando el empleador es una empresa capitalista el conflicto se resuelve con la interrupción del flujo de la ganancia pero no del servicio, así es como se liberan los molinetes en el subte pero las boleterías se encuentran cerradas. Cuando el empleador es el Estado esa lógica no es aplicable, por esta razón los médicos del hospital público se ven forzados a recurrir a la masa de pacientes como medio de presión para lograr sus reivindicaciones.

Una segunda variable radica en la imposibilidad de grandes sectores de la sociedad para hilar la cadena de causalidades que llevan al enfermero a una huelga. Nadie intenta una articulación entre el reclamo del sector médico, la falta de presupuesto, la retirada del Estado en lo que a salud y educación respecta.

Instaladas a través del tiempo, se debaten creencias radicalmente opuestas en el sujeto anónimo y colectivo de la sociedad, pero nadie logra su síntesis. Por un lado, se sabe que los hospitales generalmente no poseen todos los insumos que necesitan, que los empleados cobran sueldos magros, que las estructuras edilicias no son las óptimas y que muchos de los residentes trabajan horas que luego no cobrarán, entre otros factores que llevan a pensar en los sacrificios de aquellos que ejercen la medicina en instituciones públicas.

Estas razones no son nuevas, son las mismas que en el estallido neoliberal apoyaron los temores de la clase media y los empujaron a consumir las nuevas propuestas de medicina prepaga. Aunque estas significaciones sociales son imaginarias y por lo tanto, no poseen un lugar físico donde pueden ser corroboradas fehacientemente, existen algunos síntomas que las exponen. El mercado de la medicina prepaga aumentó considerablemente en los noventa cuando la desarticulación del Estado y por ende las obligaciones que había tomado en la década del ’50 fueron abandonadas. El aumento de afiliados y la desregulación de las obras sociales para aquellos que están en blanco en sus respectivos trabajos son claros indicadores de un crecimiento en el número de usuarios de estos servicios.

Existen dos dimensiones en pugna cuando se tematiza una huelga en los medios, la positiva que abarca las contrariedades sufridas por el huelguista y la negativa que encapsula las ideas relacionadas a la falta de voluntad por parte de los trabajadores. Es interesante preguntarse por qué cuando los medios de comunicación detonan en el imaginario social una cobertura sobre los hospitales públicos son las creencias de la dimensión negativa las que emergen a la superficie.

Emergencias 24, la burguesía observa

Las ruedas de la camilla alcanzan el piso, un camillero ensangrentado se baja de la ambulancia. La camilla se desliza por la rampa hasta entrar en el hospital. El camillero le grita a los médicos de guardia. La adrenalina parece acumularse en las venas de su garganta. Nadie se perturba por el hecho de que una rama atraviesa el cuello del cuerpo moribundo que yace en la camilla. El cuerpo viaja, sigue su camino, parece una inmensa línea de montaje.

Otro claro reflejo del quiebre que se da dentro de la sociedad, en términos no sólo económicos sino culturales, está planteado en la obsesión de la televisión por mostrarle a la clase media refugiada en su casa, los tenebrosos lugares que su condiciones de existencia no los lleva a visitar. Programas como Tumberos y Emergencias 24hs muestran un mundo de infinitos ribetes que la clase media desconoce. Al evadir un análisis sobre el vouyerismo latente en la posibilidad de observar algo que está vedado, queda la clara ignorancia de gran parte de la clase media de las dinámicas internas de lugares que no desean, ni se ven obligados a transitar.

La lógica del manejo de un pabellón de internos en un penal o las impactantes imágenes de los heridos que debaten su vida en una sala de emergencias se tornan escenas consoladoras, muestran un mundo del que están exentos hasta que una eventualidad les imponga lo contrario. Estas imágenes funcionan como sistema de refuerzo de la creencia de que ellos podrían estar mucho peor, marcan una diferencia, imponen un necesario alivio que se justifica en su arduo trabajo diario.

Los discursos que se ponen en juego alrededor del hospital público generan un tipo de lecturas y cierran otras, guían las posibles interpretaciones que se pueden hacer en torno al objeto nombrado. Se eliminan ciertas dimensiones y se resaltan otras. Los programas de corte non-fiction que muestran un sesgo de la realidad naturalizan la situación económica, la presentan como dada, como el fruto del normal desarrollo de una situación que es inevitable y no como el resultado de un proceso, de una estrategia.

Habitus de clase

Dos muchachos visten remeras de fútbol de equipos extranjeros símil originales, un poco más lejos dos chicas con zapatillas chillonas y un celular que tiembla al ritmo de la canción popular del momento se debaten a quien el toca acallar el niño que llora. Nadie nota la similitud en las zapatillas, ni el hecho de que la mayoría luzca gorras en un día nublado.

El sujeto es producto de la sociedad en la cual se gestó, a tal punto que el individuo es un fragmento de las instituciones que lo han formado. Por instituciones no debe entenderse solo la escuela, o la familia, también conceptos como dios o el mismo lenguaje (2). La sociedad es una forma de interpretar el mundo. Los modos de ser de la sociedad se los suele llamar condiciones de existencia. Si se piensa a la sociedad occidental capitalista se pueden demarcar distintas clases sociales como resultado del lugar que ocupan dentro de las relaciones de las condiciones de producción. Si se tiene en cuenta el concepto de Habitus (3)  se pueden explicar ciertas prácticas que no pueden ser entendidas desde el mero determinismo económico, pero que sin embargo, en última instancia se ven afectadas por él. El habitus es entendido como un conjunto de disposiciones adquiridas por mímesis en los años de formación de sujeto y es de carácter social, lo cual demarca una clase o un grupo social. El habitus determina las prácticas y coloca como sujeto de la acción al cuerpo, por ende, abarca todo tipo de prácticas como el lenguaje. Esto explica porque determinadas clases comparten un argot o una peculiar forma de expresarse repleta de neologismos.

A través de la regulación que ejerce el mercado en todas las zonas que el Estado decide no intervenir, el servicio que brinda el hospital público decantó hacia los estratos de menor poder adquisitivo. Al entrar en una sala de espera es llamativo observar ciertos denominadores comunes que se repiten. Ciertas características rememoran una idea más cercana a la uniformización de la vestimenta que a la prolija libertad de elección que ofrece el mercado. A través de las prácticas como el lenguaje y la vestimenta se puede divisar el predominio de una clase social de bajos recursos económicos en las salas de espera del hospital público, relegados a una atención pauperizada.

Cambio de paradigma cultural

La señora regordeta mira a su alrededor en busca de cómplices. El caudal de su voz aumenta paulatinamente hasta que resulta imposible no escucharla desde cualquier rincón de la sala. “Esto no pasaba con Perón, esto no pasaba con Perón” repetía la vieja en voz alta.

Es imposible implementar una política de Estado que presente un cambio radical, sin el consenso parcial de una gran parte de la ciudadanía, sin importar el sistema de gobierno vigente. Hasta la última dictadura militar era conciente de esta problemática. Propagandas (4) que bregaban por la desregulación del mercado para mejorar la libre competencia, sin tener en cuenta que las producciones subvencionadas de países extranjeros destruirían la incipiente industria nacional. Todo cambio político-económico necesita un cierto nivel de consenso, no sólo de los sectores del bloque en el poder, sino de la población. La coerción la dispone el Estado en una amplia variedad de gamas, desde el legítimo monopolio de la violencia (5) hasta las medidas de corte económico.

Se operó un paulatino cambio de paradigma, de un Estado omnipresente durante la década del ’50 a un desmantelamiento estatal acelerado en la década del ’70 y su posterior evolución al Estado neoliberal en la década del ‘90. Bajo la excusa de que un elevado gasto estatal producía inflación, los primeros sectores en ver sus presupuestos recortados fueron la salud y la educación.

A medida que la pauperización de los hospitales aumentaba, la necesidad de pagar un servicio privado se hacía evidente. La clase media siguió el ejemplo disciplinador del Estado y redujo sus gasto en otras áreas como podría ser el acceso a la cultura o determinadas prácticas de esparcimiento en el tiempo libre para solventar el nuevo costo de la salud y la educación.

La función que debe cumplir el hospital público, brindar asistencia a toda la población, devino en brindar asistencialismo a los sectores de menores recursos económicos, que no pueden costear los beneficios de la salud privada. El hospital, la igual que casi todas las instituciones públicas, no deben ser pensadas como el reducto donde acuden los desposeídos. No debemos interpretar esta situación como el único resultado posible, como un desarrollo natural, sino como el producto de un determinado sistema de acumulación que debe y puede ser cambiado. Es necesario romper la lógica que asocia el Estado a lo demoníaco y el sector privado a la eficiencia. El factor económico es la determinación en última instancia, pero no la única, por eso es necesario un cambio socio-cultural en la forma de concebir al Estado y sus ramificaciones, de un nicho pasible de ser vaciado a una construcción de la sociedad y para la sociedad.

Victor Malumián

notas:
1) Barthes, Roland El usuario y la huelga, en “Mitologías”, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005
2) Castoriadis, Cornelius “los dominios del hombre”
3) Bourdieu, Pierre “Estructuras, hábitus, prácticas” en El sentido práctico, Editorial Taurus humanidades
4) Es conocida la propaganda de las sillas donde un sujeto no tenía posibilidad de elección hasta que se abría la importación y podía elegir alegremente entre la silla que mejor satisficiera su necesidad.
5) Weber, Max “La política como vocación” en El polítco y el científico

extraído de la revista Nº 12 de Esperando a Godot www.revistagodot.com.ar

articulo en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

Los avatares de la cultura como mercancía

Publicada el 11/01/2011 - 07/02/2012 por raas

La palabra «cultura» deriva del latín colere, que significa cultivar, cuidar, preservar. El primero en referirse a ella en el sentido de cultivar el espíritu, mejorar las facultades intelectuales y morales, fue Cicerón. Se ha sugerido que quizás los romanos inventaran el concepto para traducir la palabra griega paideia. Según Hannah Arendt los romanos concibieron la cultura en relación con la naturaleza y la asociaron al homenaje y respeto a las obras pasadas. «Culto» comparte raíz con cultura. Todavía hoy, cuando hablamos de cultura nos vienen a la mente esas ideas de naturaleza trabajada y monumento del pasado, aun cuando la realidad haga mucho que no tiene nada que ver.

La cultura como esfera separada de la sociedad donde se ejercita la creación libremente, como actividad justificable en sí y por sí misma, es una imagen idealizada. Su autonomía tiene un momento falso. La cultura pasó por las cortes de los reyes, se alojó en los monasterios e iglesias, fue protegida por los mecenas de los palacios y los salones. Cuando éstos la abandonaron la compró el burgués. El goce de la cultura ha sido el privilegio de la clase ociosa, liberada de la obligación de trabajar. Hasta el siglo XVIII la cultura fue patrimonio de la aristocracia; después, ha formado parte del acervo de la burguesía.

Los escritores y artistas han tratado de preservar su libertad manteniendo independiente el proceso de creación, viviendo ellos mismos al margen de las convenciones sociales, pero a fin de cuentas es el burgués quien paga por el resultado final, es decir, por la obra. El burgués le pone precio, tanto si le complace como si le provoca y da pasmo. Tanto si sirve para algo como si es perfectamente inútil. Para el burgués la cultura es objeto de prestigio; quien la posee asciende en la escala social. La demanda de la clase dominante determina pues la formación de un mercado de la cultura. Para el burgués la cultura es un valor como los otros, un valor de cambio, una mercancía. Incluso las obras que rechazan la condición de mercancías, cuestionan la cultura mercantilizada e imponen sus reglas son también mercancías. Su valor consiste precisamente en ser rupturistas, ya que impulsan la renovación, esencial para el mercado. La cultura en conflicto con la burguesía es la cultura burguesa del futuro.

Por haberse atrincherado aparte en tanto que producción especial del espíritu humano, por no haberse involucrado en la transformación de la sociedad, es por lo que la cultura bajo el dominio burgués ha fracasado. Las vanguardias de comienzos del siglo XX -futuristas, dadaístas, constructivistas, expresionistas, surrealistas- trataron de corregir ese error ideando y difundiendo nuevos valores subversivos, nuevos comportamientos disolventes, pero la burguesía los supo trivializar y expropiar.

El secreto consistió en impedir la formación de un punto de vista general. Los mejores descubrimientos eran esterilizados al separarse de la investigación global y de la crítica total. Los mecanismos comerciales y la especialización conseguían levantar una barrera entre el creador y el movimiento obrero revolucionario, el que le podría servir de base para acentuar todos los aspectos subversivos contenidos en su obra. Así renunció a cambiar el mundo y aceptó su trabajo como disciplina fragmentada, productora de obras degradadas e inofensivas.

Resulta significativo que cuando el pueblo llano se proletariza, desaparezca la cultura popular. El sistema capitalista somete al pueblo a la esclavitud asalariada y la burguesía culta descubre y se apropia de su folklore. La primera cultura específicamente burguesa es la cultura romántica. Como corresponde a un periodo revolucionario, es al mismo tiempo apologética y crítica; ensalza los valores burgueses y los cuestiona. Ese aspecto crítico influirá en la clase obrera. Cuando el proletariado concibe el proyecto de apropiarse de la riqueza social para ponerla al servicio de todos se percata de su aislamiento cultural y reivindica la cultura -principalmente en su vertiente romántica- como instrumento imprescindible de emancipación.

Las bibliotecas, los ateneos, las escuelas racionalistas, las publicaciones formativas revelan la voluntad de los obreros por tener una cultura propia, arrebatada a la burguesía y puesta fuera del mercado en provecho de todos. Dependía de la vanguardia cultural, movimiento que hace tabla rasa con el pasado, que ese detournement obrero de la cultura burguesa no introdujese sus taras ideológicas en el medio proletario y desembocara en valores realmente nuevos y revolucionarios.

Entonces hubiera podido hablarse de una auténtica cultura proletaria. No fue así. Las propias victorias obreras, especialmente las que acarreaban una disminución del tiempo de trabajo, fueron usadas en contra de los trabajadores. El ocio se volvía de alguna manera proletario y la vida cotidiana de millones de trabajadores se abría al capitalismo. La dominación dispuso de dos poderosas armas creadas por la racionalización del proceso productivo: el sistema educativo estatal y los medios de comunicación de masas, el cine, la radio y la televisión. Por un lado teníamos una cultura burocrática, destinada a trasmitir las ideas de la clase dominante, por el otro, una expansión sin precedentes del mercado cultural, determinando la aparición de una industria de la cultura.

El creador y el intelectual podían escoger entre la poltrona del funcionario o el camerino del animador. «Para conferir a los trabajadores el estatuto de productores y consumidores «libres» del tiempo-mercancía, la condición previa fue la expropiación violenta de su tiempo» (Debord). El espectáculo empezó a hacerse realidad con esa desposesión llevada a cabo por la industria cultural. Por una astucia técnica de la dominación la abolición del privilegio burgués no introdujo a las masas trabajadoras en la cultura, las introdujo en el espectáculo. El ocio no las liberó sino que culminó su esclavitud.

El tiempo «libre» es tal sólo de nombre. Nadie puede emplear su tiempo libremente si no posee los instrumentos adecuados para construir su vida cotidiana. El tiempo llamado libre existe en condiciones sociales de falta de libertad. Las relaciones de producción determinan absolutamente la existencia de los individuos y el grado de libertad que han de poseer. Esta libertad se ejerce dentro del mercado. En su tiempo de ocio el individuo desea lo que la oferta le impone. A más libertad, mayor imposición, o sea, más esclavitud.

El tiempo libre es ocupación constante; es pues una prolongación del tiempo de trabajo y adopta las características del trabajo: la rutina, la fatiga, el hastío, el embrutecimiento. Al individuo la diversión le viene impuesta no ya para reparar las fuerzas gastadas en el trabajo sino emplearlas de nuevo en el consumo. «La diversión es la prolongación del trabajo en el capitalismo tardío» (Adorno).

La cultura entra en el campo del ocio y se convierte en cultura de masas. Si la sociedad burguesa clasista utilizaba los productos culturales como mercancías, la sociedad de masas los consume. Ya no sirven para perfeccionarse o para mejorar la posición social; su función es la de divertir y pasar el rato. La nueva cultura es entretenimiento y el entretenimiento es ahora la cultura. Se trata de distraer, de matar el tiempo, no de educar y menos liberar el espíritu. Divertirse es evadirse, no pensar, por consiguiente, estar de acuerdo.

Así se hace soportable la miseria de la vida cotidiana. La cultura industrial y burocrática no enfrenta al individuo con la sociedad que reprime sus deseos, sino que doma el instinto, embota la iniciativa y acrecienta la pobreza intelectual. Busca estandarizar cambiando al individuo por un estereotipo, el que se corresponde con el súbdito de la dominación, a saber, el espectador. La cultura industrial convierte a todo el mundo en «público».

El público por definición es pasivo, procede por identificación psicológica con el héroe televisivo, con la vedette, con el líder. Son los modelos de la falsa realización propios de una vida alienada. La imagen domina sobre cualquier otra forma de expresión. El espectador, no interviene, hace de bulto; tampoco protesta, más bien es el decorado de la protesta. Es más, si las conductas rebeldes se vuelven moda cultural es porque la protesta se ha vuelto mercancía. Sirva de ejemplo reciente la «movida» madrileña o su homóloga, la contracultura barcelonesa de los setenta.

La verdadera función del espectáculo contestatario es integrar la revuelta, revelando el grado de docilidad o el nivel de idiotez de los participantes. El espectáculo extiende al máximo los momentos vulgares de la vida disfrazándolos de heroicos y únicos. En plena derrota de las ideas de igualitarias y libertarias, el espectáculo es el único que construye situaciones, aquellas en que los individuos ignoran todo lo que no divierte. Así se incuba el espectador, ser disperso a quien el régimen cotidiano de imágenes «ha privado de mundo, cortado de toda relación y vuelto incapaz de fijar la atención» (Anders).

Además de frívolos los productos de la cultura industrial son efímeros, pues la oferta ha de renovarse constantemente ya que el dominio sobre la vida cotidiana sigue las pautas de la moda, y en la moda la inconstancia es la regla. La moda siempre vive en presente. Incluso el pasado parece actual: el márketing consigue presentar a El Quijote como un libro acabado de escribir y a Goya como un pintor de la jet. El diluvio informativo que soporta el espectador está descontextualizado, privado de perspectiva histórica, dirigido a mentes preparadas para recibirlo, maleables, sin memoria y, por lo tanto, indiferentes a la historia.

Los espectadores no viven más que en el instante. Sumergidos en un perpetuo presente son seres infantiles, incapaces de distinguir entre distracción banal y actividad pública. No quieren madurar, quieren pararse eternamente en la edad del pavo. Creen que la farsa lúdica es la conducta pública más apropiada, la única que surge espontáneamente de su existencia pueril. Esa valoración espectacular de la parodia juguetona hace del mundo de los niños un absoluto, donde han de ser confinados los adultos. La infantilización separa definitivamente al público espectador de los verdaderos actores, los dirigentes. El hecho es más que perverso; difícilmente la protesta puede sobrevivir a las maniobras de los recuperadores infiltrados, pero nunca sobrevivirá a una versión cómic. La ideología ludista es la buena conciencia de las mentes infantilizadas bajo el espectáculo.

El espectáculo integrado reina donde la cultura estatal y la cultura industrial se han fusionado. Las mismas normas rigen las dos. La creciente importancia del ocio en la producción moderna ha sido una de las causas que han impulsado el proceso de terciarización económica característico de la globalización. La cultura, en tanto que objeto de consumo en tiempo ocioso, se ha desarrollado como fuerza productiva. Crea empleos, estimula el consumo, atrae visitantes. El turismo cultural es mayoritario ya que la oferta cultural es prioritaria en las ciudades. La industria cultural se ha diversificado y ahora el mercado de la cultura es global. Se exporta y se importa cultura, como se importan y se exportan pollos. Los adelantos técnicos en el transporte favorecen esa mundialización; la basura, como los medios de comunicación nos muestran, es igual para todos. En las cuatro esquinas del mundo se oye «Macarena».

Los nuevos sistemas técnicos -internet, video, DVD, fibra óptica, televisión por cable, telefonía móvil -han acelerado el proceso globalizador de la cultura burocratico-industrial; también le han proporcionado un nuevo territorio: el espacio virtual. En esa nueva dimensión el espectáculo efectúa un salto cualitativo. Todas las características de la susodicha cultura, a saber, banalización, unidimensionalidad, frivolidad, superficialidad, ludismo, eclecticismo, fragmentación, etc., se hallan realizadas a niveles insuperables.

La cultura del monitor culmina a la carta la colonización de la vida cotidiana proyectando en la nada virtual la realización de los deseos. La «interactividad» que permiten las nuevas tecnologías rompe en el éter electromagnético alguna de las reglas del espectáculo, como la pasividad o la unilateralidad, y gracias a eso el espectador puede comunicarse con otros y participar activamente, pero sólo en tanto que fantasma.

El alter ego virtual puede ser dentro de la matriz tecnológica todo lo que quiera, especialmente todo lo que el ser real no será jamás en el espacio real, de forma que a través de ese desdoblamiento del ser, el individuo contribuye a su propia imbecilidad y por lo tanto, a su aniquilamiento. La alienación moderna se descubre a través de los nuevos mecanismos de evasión como una modalidad de esquizofrenia.

En la actual fase histórica y en la medida en que un proyecto contra el sistema dominante es concebible, recobrar la cultura como cultura animi ciceroniana no significa dedicarse a una paciente erudición, o a una habilidosa cultura artesanal, o a una restitución militante de la memoria. Es ante todo práctica del sabotaje cultural inseparable de una crítica total de la dominación.

La cultura murió hace tiempo y la sustituyó un sucedáneo burocrático e industrial. Por eso todo aquél que hable de cultura -o de arte, o de recuperación de la memoria histórica- sin referirse a la transformación revolucionaria de la vida social tiene en la boca un cadáver. Toda actividad en ese campo ha de inscribirse en un plan unitario de subversión total; por consiguiente toda creación será fundamentalmente destructiva. No ha de rehuir el conflicto, ha de plantearlo y permanecer en él.

Miguel Amorós

fuente: www.caosmosis.acracia.net

articulo en PDF

Publicado en • GeneralDejar un comentario

La formación de las necesidades *

Publicada el 11/01/2011 - 11/01/2011 por raas

Las ofertas de mercancías, los mandamientos de nuestro tiempo. Las mercancías tienen sed, y nosotros con ellas.

Lo que se nos presenta son, pues, objetos preformados, cuya pretensión es ser, en su conjunto, «el mundo», y cuya finalidad consiste en formarnos a su imagen y semejanza. Lo cual no es decir, sin embargo, que dicha formación sea un proceso violento ni, en todo caso, que la violencia, allí donde está operando, sea perceptible como tal o tan siquiera reconocible como presión. Las más de las veces, la presión formadora es tan poco perceptible para nosotros como para los peces de las profundidades marítimas la presión de las masas oceánicas que pesan sobre ellos. Cuanto más inadvertida pase la presión formadora, tanto más seguro será su éxito; por lo cual será lo más conveniente que el molde formador sea percibida como molde deseado. Para alcanzar este fin es preciso, por tanto, formar previamente los deseos mismos.

Entre las tareas actuales de la estandarización, y aun de la producción misma, figura, por consiguiente, no sólo la estandarización de los productos, sino también la de los deseos (que anhelan los productos estandarizados). En buena medida, desde luego, eso sucede automáticamente a través de los productos mismos que se entregan y se consumen cada día, ya que las necesidades obedecen, como en seguida veremos, a lo que a diario se ofrece y se consume; pero no del todo: siempre queda una cierta distancia entre el producto ofrecido y la necesidad. La congruencia total y sin resto entre la oferta y la demanda no se alcanza jamás; de modo que, para cerrar esa brecha, hace falta movilizar una fuerza auxiliar, y esa fuerza auxiliar es la moral. Cierto es que también la moral, si ha de ser apta para servir de fuerza auxiliar, debe ser previamente formada, de tal manera que pase por «inmoral» -es decir: por inconformista- aquel que no desea lo que haya de recibir, y de modo que la opinión pública (o, en su caso, su portavoz, que es la conciencia individual «propia» de cada cual) fuerce al individuo a desear lo que haya de recibir. Y eso es lo que sucede hoy en día. La máxima que se nos impone a todos a cada instante, y que apela -tácitamente, pero sin admitir objeciones- a la «parte mejor de nosotros mismos», reza (o rezaría, si se formulara): «¡Aprende a necesitar lo que te ofrezcan!».

Porque las ofertas de mercancías son los mandamientos de hoy.(1)

Dejando de lado algunos residuos de costumbres de épocas pasadas, lo que debemos hacer y dejar de hacer queda definido hoy en día por lo que debemos comprar. Es casi imposible excluirse de aquel mínimo de compras que están mandadas y ofrecidas como musts, o sea como compras obligatorias; quien lo intente se expone al riesgo de pasar por «introvertido», de perder su prestigio, comprometer su futuro profesional, parecer indigente o incluso de hacerse moral y políticamente sospechoso. Pues el no comprar se considera, en el fondo, una especie de sabotaje de ventas, una amenaza a las legítimas exigencias de la mercancía, y, por tanto, no solamente un no hacer, sino un delito positivo, emparentado al robo, cuando no más escandaloso todavía: pues si el ladrón, con su acto de apropiación, si bien indeseable en su modalidad específica, atestigua, con todo, su leal reconocimiento de las cualidades seductoras de la mercancía y de su mandamiento, y, con ello, se acredita como conformista de buena ley, a más de que, una vez atrapado, se le pueden exigir responsabilidades inequívocas, el no comprador, en cambio, se atreve a hacer oídos sordos a la llamada de la mercancía, a ofender con su renuncia al universo de la mercancía, y luego, para colmo, invocar hipócritamente la coartada de la negatividad, alegando que no ha hecho absolutamente nada, con lo cual logra efectivamente sustraerse al brazo de la justicia. «Mejor diez ladrones que un asceta» (dicho moluso) (2).

El mero hecho de no tener coche, que me exponía a ser sorprendido en flagrante delito de no haber comprado o, si se quiere, de no necesitar, me acarreó en California, en el año 1941, el apuro que a continuación se relata.

Diario.

Cuando iba caminando ayer por un highway de las afueras de Los Ángeles, bastante lejos de la ciudad, me vino siguiendo un policía motorizado y paró.
-Say, what’s the matter with your car? (Oiga, ¿qué pasa con su coche?) -me interpeló.
– ¿Mi coche? -pregunté, incrédulo.
-Sold her? (¿Lo ha vendido?).
Meneé la cabeza.
-¿Está en reparación?
Seguí meneando la cabeza. El cop se puso a pensar; pero parecía imposible dar con un tercer motivo para carecer de automóvil.
-Entonces, ¿por qué no lo utiliza?
-No utilizo ¿qué? ¡Pero si yo no tengo coche!
Esa sencilla declaración superaba asimismo su entendimiento.
-Es que nunca he tenido ninguno -expliqué, con ánimo de ayudar.
No podía haber metido la pata de peor manera. ¡Era acusarme a mí mismo! El policía se quedó boquiabierto.
– ¿Nunca ha tenido…?
– ¡Eso es! -dije, alabando sus buenas entendederas-. That’s the boy.
Lo saludé alegremente, ingenuo de mí, y traté de proseguir mi paseo. Pero de eso ya ni hablar; todo lo contrario.
-Don’t force me, sonny -dijo, desenvainando el bloc de apuntes-. ¡No me venga usted con cuentos!
El regocijo de poder aliviar la abrumadora monotonía de su oficio con la captura de un vagabundo, un vagrant, lo ponía de un humor casi candoroso.
-¿Y cómo es que no haya tenido nunca un coche?
A esas alturas, incluso yo creí haberme dado cuenta de lo que no debía contestar, y en lugar de decir: «Porque nunca he tenido dinero para comprarme un coche», respondí, encogiéndome de hombros, lo más indiferente que podía:
-Pues porque nunca me hizo falta.
La respuesta parecía regocijarlo.
-Is that so? -exclamó, casi entusiasmado.
Barrunté que había cometido otro error aún peor que el primero.
-¿Y por qué a sonnyboy no le hace falta tener coche?
Sonnyboy se encogió de hombros, amedrentado.
-Pues porque me hacen más falta otras cosas.
– ¿Por ejemplo?
-Los libros, por ejemplo.
– ¡Vaya! -dijo el policía, con voz de mal agüero, y repitió-: ¡Los libros!
Por lo visto, ya se sentía seguro de su diagnóstico; pues añadió:
-Don’t act the moron! (¡No se haga el tonto!).
Lo cual quería decir que había caído en la cuenta de que sonnyboy era, en realidad, un intelectualillo que se hacía el imbécil para disimular que se negaba a reconocer las ofertas como mandamientos.
-We know your kind (Ya conocemos a los de tu ralea) -dijo, asestándome un puñetazo amistoso en el pecho, y añadió, señalando con un ademán el desierto horizonte-: ¿Y adónde exactamente va usted?
Era la pregunta que más temía, pues si bien la carretera iba a San L., que estaba a cuarenta millas, hasta llegar allí no llevaba a ninguna parte. De haber intentado darle una definición de lo que es la falta de destino del paseante, me habría entregado en bandeja, delatándome definitivamente como vago y maleante. Sabe Dios dónde estaría yo ahora, de no haber llegado en ese mismo instante L., cual verdadero deus in machina, o sea en su imponente automóvil de seis asientos: paró en seco, me saludó efusivamente y me invitó a subir, lo cual al policía no sólo lo dejó pasmado, sino que debió de causarle serio daño a su philosophy.
-Don’t do it again! (¡No lo vuelva a hacer!) -me gritó al adelantarse a nuestro coche.
¿Qué era lo que no debía volver a hacer? Por lo visto, no debía volver a dejar de comprar lo que las ofertas mandan que todo el mundo compre.

Una vez uno haya reconocido en las ofertas los mandamientos de hoy, ya no le sorprende que incluso quienes, de hecho, no pueden permitirse la adquisición adquieran, sin embargo, las mercancías ofrecidas. Lo hacen porque aún menos pueden permitirse desobedecer los mandamientos, es decir, no adquirir las mercancías. ¿Desde cuándo la llamada del deber perdona a los indigentes? ¿Desde cuándo el deber se arredra ante los have-nots? Así como con el deber, según Kant, hay que cumplir también cuando va en contra de las inclinaciones de uno, y sobre todo entonces, así es que hoy se ha de cumplir también, y sobre todo, cuando el deber entra en contradicción con el propio «haber». También los mandamientos de las ofertas son categóricos, y cuando ellas proclaman su must, alegar la precaria situación del deber y haber de uno es puro sentimentalismo.

Esa analogía es ciertamente una exageración filosófica; pero exagera apuntando en la dirección de la verdad. Pues lo que es verdad sin metáfora es que hoy en día no hay apenas nada que juegue en la vida anímica de nuestros contemporáneos un papel tan fundamental como la diferencia entre lo que no se pueden permitir y aquello que no se pueden permitir no tenerlo; y no es menos verdad que esa diferencia se realiza como una «lucha». Si hay un «conflicto de deberes» característico del hombre de hoy, es esta lucha feroz y agotadora que se desencadena en el pecho de los clientes y en el seno de las familias. Pues sí: feroz y agotadora, digo; pues por más que el objeto de esa lucha nos parezca risible y estólido y la lucha misma una variante burlesca de otros conflictos más nobles, nada se dice con ello contra la virulencia del combate, suficiente como para que pudiera servir de trama a una tragedia burguesa de nuestro tiempo.

Como es sabido, la lucha termina, por lo general, con el triunfo del «mandamiento de la oferta», es decir, con la adquisición de la mercancía. Pero la victoria se compra caro; pues entonces empieza para el cliente la obligación avasalladora de pagar a plazos el objeto adquirido.(3)

De todos modos, lo mismo da objeto pagado que por pagar: una vez el cliente lo tenga, quiere también disfrutar su tenencia; y como sólo puede disfrutarla usando el objeto, acaba usándolo porque lo tiene: con lo cual se convierte en su criatura. Pero no sólo por eso: puesto que tiene la mercancía, le es moralmente imposible tenerla sin sacarle el máximo provecho que le pueda ofrecer. Eso sería, en principio, lo mismo que comprar pan y no comerlo.
Encender el televisor sólo de vez en cuando, usar la radio sólo ocasionalmente, eso significaría renunciar voluntariamente y sin beneficiar a nadie a algo que ya se ha pagado o por lo menos empezado a pagar: sería despilfarrarlo; y eso, desde luego, no puede ser. Así es que, si uno aguanta sin cesar lo que le entreguen los aparatos y sin cesar se deja formar por ellos, por lo menos será también por razones morales.

Pero con eso no basta; porque lo que uno tiene una vez, no solamente lo utiliza, sino que también lo necesita. Una vez el uso se haya encarrilado por cierta vía, luego hay que continuar circulando por el mismo carril. Al final, uno no acaba teniendo lo que necesita, sino necesitando lo que tiene. El estado de las posesiones que uno tenga se coagula y se establece psicológicamente como estado normal. Lo que es decir que, cuando llega a faltar algún producto de marca que se haya poseído una vez, no hay simplemente un hueco, sino que hay hambre.

Ahora bien, el caso es que siempre falta algo, ya que todas las mercancías son, para suerte de la producción y gracias a los cálculos que la rigen, unos bienes que se consumen y desgastan por el uso, aun cuando no sean bienes de consumo en el sentido estricto de pan y mantequilla; es decir, unos bienes de cuya falta se encarga el usuario mismo. Así pues, cuando tiene un objeto y lo ha consumido, lo vuelve a necesitar: la necesidad sigue al consumo pisándole los talones. En cierto sentido, la «adicción» es el modelo de las necesidades actuales; con lo cual queda dicho que las necesidades deben su existencia y su modo de ser al hecho de que existan determinadas mercancías.

Pues bien: entre esas mercancías, las más refinadas son las que, por su cualidad, producen necesidades acumulativas. Que Dios o la naturaleza hayan implantado en el hombre un basic need, una necesidad elemental de consumir Coca-Cola, es cosa que nadie sostendría, ni siquiera en el país que la produce; pero el caso es que allá, al otro lado del charco, la sed se ha adaptado a la Coca-Cola, y eso -y aquí llegamos al meollo del asunto- a pesar de que la función última y secreta de dicha bebida no es apagar la sed, sino producirla: esto es, producir, en concreto, una sed específica de Coca-Cola. Aquí resulta, pues, que la demanda es un producto de la oferta y la necesidad un producto del producto, mientras la necesidad producida por el producto sigue funcionando como garantía de la ulterior producción acumulativa del producto.

Este último ejemplo demuestra que, al hablar de las ofertas como «mandamientos de nuestro tiempo», no hay que hacerse una idea demasiado exigua de su carácter de imperativos. Lo propiamente imperativo no se halla tan sólo en las frases declaradamente imperativas, en las estrepitosas órdenes de la publicidad -«¡Compra tu ropa interior Mozart! ¡Cómprala ahora mismo! ¡Es un must!»-, a las que uno, en fin de cuentas, y con un poco de dominio de sí, puede todavía ofrecerles resistencia a pesar de todo, por más que lo traten ya anticipadamente de propietario; sino que lo imperativo está en la posesión de los productos mismos, cuyas órdenes, aunque silenciosas, efectivamente no admiten objeciones. Cada mercancía adquirida requiere, para seguir siendo utilizable o, por lo menos, para no quedar en seguida inservible (y también por razones de prestigio, esto es, para rodearse de objetos de su mismo rango), la compra de otras mercancías; cada mercancía tiene sed de otra o, mejor, de otras. Y cada una nos provoca también a nosotros la sed de otras: lo difícil no es comprar mercancías sino tenerlas; pues el propietario de la mercancía se ve obligado a hacer suya la sed que ésta padece (de jabón en copos o de gasolina), y por mucho que le cueste llenar las bocas acumuladoras de los objetos que se han convertido en su propiedad, no tiene más remedio que hacerse cargo de sus necesidades, y lo hace aún antes de saberlo. Quien necesita A tiene que necesitar también B, y quien necesita B no puede menos de necesitar C; de modo que no sólo necesita una y otra vez A (como en el caso de la Coca-Cola), sino generaciones enteras de mercancías: B, que le había pedido A, luego C, ya que B lo exige, luego D, reclamado por C, y así ad infinitum.

El comprador se vende con cada compra; pues con cada compra establece un como lazo matrimonial con una familia de mercancías que se acumulan y procrean como conejos, exigiéndole que se haga cargo de su sustento. Lo cual, desde luego, supone, por un lado, una cierta comodidad, por cuanto uno no necesita ya apenas ponerse a pensar acerca de su modo de vivir ni tomar decisiones a su cuenta, dado que los sedientos miembros de la familia de mercancías lo informan a gritos de lo que hay que hacer cada día, y el tiempo pasa –Time goes on-; pero, por otro lado, también supone que esos mil miembros de la familia que a uno lo traen de cabeza lo tratan como si fuera un criado, un menor de edad, una presa acorralada, haciéndolo vivir sometido a sus dictados; que la elección de las necesidades futuras siempre ya está hecha; en suma, que uno no tiene jamás tiempo ni libertad de hacer valer sus propias necesidades, ni aun de sentirlas siquiera.

Algún ingenuo nos aconsejaría no caer en los lazos de semejantes «mercancías sedientas»; lo cual es obviamente ridículo, ya que no hay mercancía que no tenga sed. Y no las hay porque lo que tiene sed no es la pieza particular de mercancía, sino el universo de las mercancías como un todo; porque eso que llamamos la «sed de las cosas» no es sino la interdependencia de la producción, esto es, el hecho de que todos los productos remiten unos a otros y dependen unos de otros. Mantenerse al margen de este universo de las mercancías y de la producción es evidentemente imposible; tan imposible como sería el intento de mantenerse al margen del mundo: es decir, ser, pero sin estar en el mundo. Y si algún loco emprendiera el experimento de independizarse aunque sea sólo de algunos de los pertrechos y las fuerzas que constituyen nuestro mundo -por ejemplo, la electricidad-, no tardaría en perecer. Nadie puede permitirse abrir brechas en el sistema del que, como hijo de nuestro tiempo, participa, lo quiera o no, pues con ello quedaría privado del sistema entero.

El hecho de que cada mercancía que, según está mandado, se nos ofrece y se compra, encierra a su vez otras necesidades que se convierten en nuestras necesidades, representa la culminación del fenómeno de los moldes, ya que nuestras necesidades ya no son más que las improntas o reproducciones de las necesidades de las mercancías mismas. Lo que vamos a necesitar mañana no está escrito ni en los astros ni en nuestro pecho; ni tan siquiera en nuestro propio estómago, sino en la nevera que habíamos comprado anteayer, en la radio que compramos ayer y en el televisor que hemos comprado hoy, y a los que mañana escucharemos con el corazón palpitante, aguardando que nos dicten nuestras necesidades.

Günther Anders **
Munich, 1956

notas:
1) A menudo se justifica el deber de estandarización del hombre a partir de otras formas de moral ya existentes, tachando, por ejemplo, de «anticristiano» o de «antidemocrático» a quien se resista a la estandarización. El «razonamiento» es el siguiente: el que no participa delata su falta de humildad y, por tanto, de virtud cristiana, o bien la pretensión de recibir un trato de favor, es decir, un privilegio. Link, en su famoso libro Return to Religion, considera, por ejemplo, «introvertido» -lo que viene a decir: un enfermo social- a quien se haga él mismo escrúpulos de conciencia en lugar de limitarse a consumir remordimientos prefabricados. Sobre este libro -que no pertenece al género del panfleto religioso, sino que fue un éxito de ventas que en 1936 vio dieciocho ediciones en nueve meses, en una de las más grandes casas editoriales, y en el cual se presenta a Jesucristo como modelo de «extroversión»-, v. mi reseña en Zeitschrift für Sozialforschung 1938, ns. 1 y 2.
2) Moluso: de Molusia, país imaginario en que se desarrolla la novela de Anders La catacumba molusa, parábola de los regímenes fascistas y sus aparatos de propaganda y adoctrinamiento (N. del T.).
3) Con este modo de pago, se completa la renuncia a la libertad que se inició con la obediencia al mandamiento de la oferta: a partir de este momento, el comprador que aún debe la suma restante se siente culpable ininterrumpidamente, no sólo ante el vendedor, sino también ante la mercancía entregada, cuya posesión siente como algo todavía inmerecido. Como ya la está utilizando, entabla con ella una relación carente de libertad; y dado que, gracias a la mercancía que ya tiene en casa, vive por encima de sus posibilidades, se ve obligado a dedicar su vida de ahora en adelante a mantenerse, a fuerza de trabajo adicional, a la altura del excesivo nivel de vida ya alcanzado; con lo cual pierde definitivamente la posibilidad de encontrarse a sí mismo.

* Capítulo extraído del primer volumen de la obra La obsolescencia del hombre, de 1956.
** Günther Anders (seudónimo de Günther Stern,1902-1992). Nacido en Wroclaw (Silesia), estudia filosofía con Husserl y Heidegger en Friburgo (1921-1924); ejerce de periodista, escribe relatos, poemas y ensayos filosóficos. Ante la llegada al poder de los nazis, Anders, judío y antifascista, emigra en 1933 a París y en 1936 a los Estados Unidos, donde sobrevive trabajando en fábricas (experiencia que luego juzgará decisiva para la evolución de su crítica de la sociedad moderna), antes de ser nombrado en 1947 profesor de Estética en Nueva York. En 1950 se establece en Viena, donde prosigue su labor literaria y filosófica. Desde los años cincuenta, milita en los movimientos antinucleares y pacifistas; en 1967 forma parte del Tribunal Russell contra la guerra de Vietnam. En 1986, sus Tesis sobre la violencia, resuelto alegato a favor de la resistencia violenta contra la violencia de los Estados y los ejércitos, causan escándalo en el movimiento pacifista alemán y austriaco. La «filosofía de la resistencia» que propugnan los escritos de Anders puede resumirse en una tesis fundamental: la amenaza de destrucción nuclear que se cierne sobre la humanidad entera es la consecuencia extrema de un desarrollo de las técnicas industriales cuyo poderío supera las capacidades -de decisión responsable, y aun de imaginación- de los mismos seres humanos que las producen; la indiferencia con que aceptan la posibilidad permanente del apocalipsis nuclear es la expresión más mortífera de su abdicación ante la perfección superior de sus propios artefactos técnicos.

Traducción: Luis Andrés Bredlow
fuente: www.sindominio.net/etcetera

articulo en PDF

Publicado en • AnálisisDejar un comentario

(libro) ¡Escucha, pequeño hombrecito!

Publicada el 02/01/2011 - 17/06/2021 por Ecotropía

¡Escucha, pequeño hombrecito!, de Wilhelm Reich, no es un documento científico, sino humano. Fue escrito en el verano de 1945, para los archivos del Instituto Orgón, sin que se pensara entonces en publicarlo. Refleja la lucha interior de un médico y científico que había observado al pequeño hombrecito por muchos años, y visto, en un principio con espanto, luego con horror, lo que el pequeño hombrecito hace consigo mismo, cómo sufre, se rebela, honra a sus enemigos y asesina a sus amigos; cómo, cuando llega al poder como «representante del pueblo» lo utiliza mal y lo transforma en algo más cruel que la tiranía que había sufrido anteriormente en manos de los sádicos de las clases dominantes.

Seguir leyendo «(libro) ¡Escucha, pequeño hombrecito!» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • Revueltas, • TecnocidioEtiquetado como fascismo de masas, masas estupidizadas, Psicología de masas del fascismo, totalitarismo, Wilhelm ReichDejar un comentario

Desposesión

Publicada el 02/01/2011 - 20/10/2022 por Ecotropía

Recogemos aquí parte de nuestra intervención en Can Masdeu sobre “Implicaciones de la desposesión humana por parte de la sociedad industrial”, al hilo de sus encuentros sobre crítica de la sociedad industrial.

Por Revista Etcétera
junio 2010

Seguir leyendo «Desposesión» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • General, • Insalubridad, • Libros, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • Revueltas, • TecnocidioEtiquetado como agroindustria, Can Masdeu, colonialismo, comercialización de semillas y granos, desposesión del lenguaje, Formas de desposesión, Günther Anders, industria química y nuclear, Jacques Ellul, Karl Marx, la alienación, La desposesión de la tierra, mundialización del Capital, Naturaleza sometida, Revolución industrial inglesa, sistema capitalista, sociedad capitalista y técnica, Sociedad industrial, triunfo del sistema capitalistaDejar un comentario

• contacto
ecotropia@riseup.net

• Mastodon
https://mastodon.social/@ecotropia

• Imágenes para el Disenso Consciente (Telegram)
https://t.me/imagenes_disenso

• Pixelfed
https://pixelfed.social/Ecotropia

  • Mail
  • Mastodon
  • Telegram

Donaciones:

Este sitio se mantiene desde 2008 sin ningún tipo de aporte económico, con el sólo propósito de compartir observaciones de discidencia consciente, pero llegó el momento de pedir aportes de toda aquella persona que sienta que sitios como este deben seguir existiendo por el bien común…

Una parte de los aportes recibidos irá para el colectivo que gestiona el servidor de Noblogs.org que ceden gratuitamente el espacio para que muchos blogs puedan existir sin la injerencia publicitaria ni de ningún otro tipo. Cualquier aporte, por mínimo que sea, será bienvenido! Gracias!

• Donar con Paypal

• Banco ING 🇪🇸: ES54 1465 0100 9817 3628 5232

• Banco Provincia 🇦🇷 (CBU): 0140015103401552035114

• Mercado Pago 🇦🇷 (CVU): 0000003100028546440663

Entradas recientes

  • (audio y video) Comentario sobre la guerra sionista contra Irán
  • (audio-video) ¿Por qué los más incompetentes terminan en los cargos más altos? Maquiavelo ya lo sabía…
  • (audio-video) La Inteligencia Artificial bajo el control de grandes corporaciones es un gran problema
  • (audio-video) Franco ‘Bifo’ Berardi: “Yo no creo, yo no espero, lo que me interesa hacer es pensar”
  • (audio-video) Andrea Colamedici: «La IA puede llegar a sustituirnos en absolutamente todo».
  • (audio-video) El país que quieren los dueños de Argentina
  • La rapiña es la consecuencia lógica de la ausencia de consciencia y el vacío…
  • (libro) De la huelga salvaje a la autogestión generalizada
  • (video) Hongos con Soledad Barruti: la historia, su consumo y salud mental
  • Glosario enciclopédico de la pandemia covid19 (catálogo de palabras y expresiones comentadas)
  • Contaminación omnipresente: un límite planetario olvidado
  • (video) Right in Two (Justo en Dos)
  • (video) Han dividido el mundo, nada me sorprende ya
  • (video) 2º parte de la Entrevista con Franco ‘Bifo’ Berardi: “La libertad que habla Milei es la de mercantes de esclavos”
  • (video) 1º parte de la Entrevista con Franco ‘Bifo’ Berardi: «La guerra nos obliga a participar de un juego de suicidio»..
  • Entrevista a Antonio Turiel sobre la corriente atlántica AMOC, ralentización o paralización, motivo para preocuparse
  • Los caminos de la vida
  • (video) La inteligencia artificial, esta época post-mediatizada, la política ultraliberal y el imperio de las máquinas…

Etiquetas

Antropoceno antropocentrismo autodestrucción humana big pharma capitalismo destructivo capitalismo postindustrial capitalismo terminal Carlos Castaneda colapso civilizatorio conciencia holística confinamiento forzado confinamiento general confinamiento masivo Coronavirus Covid-19 cuarentena estricta cártel farmacéutico Decrecimiento destrucción antropogénica de hábitats destrucción de bienes comunes destrucción de ecosistemas destrucción de la biodiversidad El Roto Imágenes para el Disenso Consciente industria farmacéutica Ivan Illich Jiddu Krishnamurti José Luis Cano Gil No es una pandemia OMS Organización Mundial de la Salud pandemia del coronavirus post-capitalismo post-capitalismo terminal régimen somatocrático salud humana Sars-Cov-2 Sars-cov2 servidumbre voluntaria Sindemia del Coronavirus sociedad del cansancio sociedad del espectáculo Somatocracia Vacunación compulsiva vacunación masiva

Archivos

  • junio 2025 (1)
  • mayo 2025 (2)
  • abril 2025 (4)
  • marzo 2025 (2)
  • febrero 2025 (3)
  • enero 2025 (4)
  • diciembre 2024 (4)
  • noviembre 2024 (1)
  • octubre 2024 (9)
  • septiembre 2024 (2)
  • agosto 2024 (4)
  • julio 2024 (2)
  • junio 2024 (3)
  • mayo 2024 (1)
  • abril 2024 (3)
  • marzo 2024 (3)
  • febrero 2024 (1)
  • enero 2024 (5)
  • diciembre 2023 (3)
  • noviembre 2023 (4)
  • octubre 2023 (4)
  • septiembre 2023 (3)
  • agosto 2023 (4)
  • julio 2023 (5)
  • junio 2023 (4)
  • mayo 2023 (8)
  • abril 2023 (6)
  • marzo 2023 (6)
  • febrero 2023 (6)
  • enero 2023 (7)
  • diciembre 2022 (7)
  • noviembre 2022 (7)
  • octubre 2022 (7)
  • septiembre 2022 (10)
  • agosto 2022 (9)
  • julio 2022 (5)
  • junio 2022 (11)
  • mayo 2022 (9)
  • abril 2022 (6)
  • marzo 2022 (11)
  • febrero 2022 (10)
  • enero 2022 (13)
  • diciembre 2021 (15)
  • noviembre 2021 (21)
  • octubre 2021 (12)
  • septiembre 2021 (15)
  • agosto 2021 (14)
  • julio 2021 (14)
  • junio 2021 (12)
  • mayo 2021 (11)
  • abril 2021 (19)
  • marzo 2021 (8)
  • febrero 2021 (9)
  • enero 2021 (6)
  • diciembre 2020 (8)
  • noviembre 2020 (10)
  • octubre 2020 (14)
  • septiembre 2020 (8)
  • agosto 2020 (11)
  • julio 2020 (12)
  • junio 2020 (15)
  • mayo 2020 (11)
  • abril 2020 (6)
  • marzo 2020 (9)
  • enero 2020 (2)
  • diciembre 2019 (2)
  • noviembre 2019 (1)
  • septiembre 2019 (3)
  • agosto 2019 (4)
  • julio 2019 (3)
  • junio 2019 (2)
  • mayo 2019 (1)
  • abril 2019 (1)
  • marzo 2019 (2)
  • enero 2019 (2)
  • diciembre 2018 (1)
  • noviembre 2018 (3)
  • octubre 2018 (2)
  • septiembre 2018 (5)
  • agosto 2018 (1)
  • julio 2018 (1)
  • junio 2018 (2)
  • mayo 2018 (4)
  • abril 2018 (4)
  • marzo 2018 (2)
  • enero 2018 (3)
  • diciembre 2017 (4)
  • noviembre 2017 (2)
  • octubre 2017 (6)
  • septiembre 2017 (4)
  • agosto 2017 (7)
  • julio 2017 (1)
  • mayo 2017 (6)
  • abril 2017 (1)
  • febrero 2017 (1)
  • enero 2017 (2)
  • diciembre 2016 (4)
  • octubre 2016 (1)
  • septiembre 2016 (2)
  • agosto 2016 (1)
  • julio 2016 (1)
  • junio 2016 (1)
  • enero 2016 (2)
  • noviembre 2015 (2)
  • octubre 2015 (2)
  • agosto 2015 (1)
  • julio 2015 (1)
  • junio 2015 (1)
  • mayo 2015 (1)
  • abril 2015 (1)
  • febrero 2015 (1)
  • enero 2015 (2)
  • diciembre 2014 (4)
  • noviembre 2014 (1)
  • octubre 2014 (1)
  • septiembre 2014 (2)
  • agosto 2014 (6)
  • julio 2014 (1)
  • junio 2014 (1)
  • mayo 2014 (2)
  • marzo 2014 (2)
  • febrero 2014 (2)
  • enero 2014 (2)
  • diciembre 2013 (2)
  • noviembre 2013 (4)
  • octubre 2013 (4)
  • septiembre 2013 (4)
  • agosto 2013 (3)
  • julio 2013 (5)
  • junio 2013 (3)
  • abril 2013 (2)
  • marzo 2013 (3)
  • febrero 2013 (7)
  • diciembre 2012 (8)
  • noviembre 2012 (4)
  • octubre 2012 (6)
  • septiembre 2012 (4)
  • agosto 2012 (3)
  • julio 2012 (7)
  • junio 2012 (3)
  • mayo 2012 (5)
  • abril 2012 (5)
  • marzo 2012 (12)
  • febrero 2012 (10)
  • diciembre 2011 (5)
  • noviembre 2011 (10)
  • octubre 2011 (6)
  • septiembre 2011 (5)
  • agosto 2011 (9)
  • julio 2011 (9)
  • junio 2011 (8)
  • mayo 2011 (8)
  • abril 2011 (7)
  • marzo 2011 (13)
  • febrero 2011 (12)
  • enero 2011 (13)
  • diciembre 2010 (11)
  • noviembre 2010 (8)
  • octubre 2010 (10)
  • septiembre 2010 (6)
  • agosto 2010 (2)
  • julio 2010 (1)
  • junio 2010 (1)
  • mayo 2010 (2)
  • abril 2010 (4)
  • marzo 2010 (3)
  • febrero 2010 (2)
  • enero 2010 (1)
  • diciembre 2009 (2)
  • noviembre 2009 (1)
  • octubre 2009 (1)
  • septiembre 2009 (2)
  • julio 2009 (2)
  • junio 2009 (2)
  • mayo 2009 (2)
  • abril 2009 (2)
  • marzo 2009 (3)
  • febrero 2009 (1)
  • enero 2009 (5)
  • diciembre 2008 (11)
  • noviembre 2008 (6)
  • octubre 2008 (2)
  • septiembre 2008 (14)
  • agosto 2008 (11)

Ultimos comentarios

  • raas en (audio) Covid-19, el mayor ensayo de ingeniería social de la historia: el enfriamiento del espíritu humano
  • Luis en (audio) Covid-19, el mayor ensayo de ingeniería social de la historia: el enfriamiento del espíritu humano
  • raas en ¿Cuál es el origen de COVID? ¿La gente o la naturaleza abrieron la caja de Pandora en Wuhan?
  • raas en Los héroes del pase sanitario
  • S en Los héroes del pase sanitario
  • S en ¿Cuál es el origen de COVID? ¿La gente o la naturaleza abrieron la caja de Pandora en Wuhan?
  • S en Los héroes del pase sanitario
  • raas en Cuando se está sin ningún recurso es cuando hay que contar con todos..

Libros imprescindibles

• Discurso de la servidumbre voluntaria o el contra uno, de Étienne de la Boétie (1548)

• Teoria de la clase ociosa, de Thorstein Veblen (1899)

• Nosotros, de Yevgueni Zamiatin (1922)

• ¡Escucha, pequeño hombrecito!, de Wilhelm Reich (1945)

• El arte de amar, de Erich Fromm (1956)

• Viaje a Ixtlán, de Carlos Castaneda (1972)

• Energía y equidad, de Ivan Illich (1973)

• De la huelga salvaje a la autogestión generalizada, de Raoul Vaneigem (1974)

• Némesis Médica, de Ivan Illich (1975)

• Mil Mesetas, de Gilles Deleuze y Félix Guattari (1980)

• Sobre la desobediencia y otros ensayos, de Erich Fromm (1981)

• La enfermedad como camino, de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke (1983)

• El maestro ignorante, de Jacques Ranciere (1987)

• Encuentro con la sombra. El poder del lado oculto de la naturaleza humana, de Connie Zweig y Jeremiah Abrams (1991)

• El horror económico, de Viviane Forrester (1996)

Meta

  • Registro
  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org

Agroecología

  • Agroecología (revista)
  • EcoAgricultor
  • Ecopráctica (revista)
  • Hortinatura
  • Josep Pamíes
  • La Fertilidad de la Tierra (revista)
  • La Huertina de Toni
  • La Huertina de Toni
  • Maestro Compostador
  • Sociedad Española de Agroecología

Análisis

  • Antroposmoderno
  • Centro de Documentación de los Movimientos Armados
  • Ciudades para un futuro más sostenible
  • Cosecha Roja
  • Crimethinc
  • Decrecimiento
  • El Corresponsal de Medio Oriente y Africa
  • Global Research
  • Hablemos de Historia
  • Herencia Cristiana
  • La Barbarie
  • La Curva de Mar
  • La Hidra de Mil Cabezas
  • Lo Que Somos
  • Lobo Suelto
  • Observatorio de Conflictos
  • Patria Grande
  • Proyecto Desaparecidos
  • Proyecto Sindicato
  • Red Voltaire
  • Situaciones

Antipublicidad

  • Adbusters
  • Consume Hasta Morir
  • Yomango

Aplicaciones libres (Android)

  • Adaway
  • Afwall+
  • AndStatus
  • Antena Pod
  • Blokada
  • Delta Chat
  • Element
  • Exodus Privacy
  • F-Droid (tienda)
  • Fedilab
  • Firefox
  • Frost (Facebook)
  • Jitsi Meet
  • KeePassDX
  • Librera Pro
  • Magisk Manager
  • Markor
  • Mixplorer
  • New Pipe
  • OONI Probe
  • Open Food Facts
  • Open Note Scanner
  • Orbot
  • Privacy Browser
  • Silence (SMS)
  • Simple Flashlight (y +)
  • SkyTube
  • Tor Browser
  • XDA Labs (tienda)
  • Youtube Vanced

Biblioteca virtual / Escritor@s

  • Alephandria
  • Carlos Castaneda
  • El Poder de la Palabra
  • Félix Rodrigo Mora
  • Frases con Sabiduría
  • Ivan Illich
  • Jiddu Krishnamurti
  • Juan Irigoyen
  • Luis E. Sabini Fernández
  • Oficina de Secretos Públicos (Ken Knabb)
  • Rebelión (libros libres)

Biodiversidad / Boycott

  • Biodiversidad
  • Crisis Energètica
  • Ecoportal
  • Grupo de Reflexión Rural
  • Guayubira
  • La Vía Campesina
  • Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
  • Permacultura

Buscadores

  • Duckduckgo (el buscador que no te rastrea)
  • Searx (metabuscador libre)

Consumo responsable / Otras economías

  • Ecologistas en Acción
  • El Salmón Contracorriente

Contracultura / Poesía

  • Ciudad Seva
  • Contranatura
  • Manual de Lecturas Rápidas
  • Poesía Salvaje

Contrainformación

  • América Latina en Movimiento
  • Anarkismo
  • Clajadep
  • Hommodolars
  • Indymedia Argentina
  • Indymedia Barcelona
  • Indymedia México
  • Inter Press Service
  • Kaos en la Red
  • La Curva del Mar
  • La Fogata
  • La Haine
  • La Marea
  • Mapuexpress
  • Noticias de Abajo
  • Otro Madrid
  • PlayGround
  • Prensa de Frente
  • Rebelión
  • Red Acción
  • Red Eco Alternativo
  • Versus

Descargas de material audiovisual

  • Rebeldemule

Distribuciones Linux

  • Bodhi
  • Damn Small Linux
  • Debian
  • Dynebolic
  • Elementary
  • Escuelas Linux
  • Kali
  • Lubuntu
  • LXLE
  • Mint
  • Open Elec
  • Parrot Security
  • Puppy
  • TAILS
  • Trisquel
  • Ubuntu
  • Xubuntu

Editoriales

  • Catarata (España)
  • Icaria (España)
  • Libros de Anarres (Argentina)
  • Madreselva (Argentina)
  • Pepitas de Calabaza (España)
  • Pre-Textos (España)
  • Tierra del Sur (Argentina)
  • Tinta Limón Ediciones (Argentina)
  • Traficantes de Sueños (España)
  • Virus (España)

Espiritualidad

  • Pijama Surf
  • Planta Sagrada

Fotografía

  • Cooperativa Sub
  • Nicolás Parodi
  • Rebelarte

Frases

  • Frases y Pensamientos
  • Wikiquote

Historias

  • Historia social de los mercenarios

Ilustradores

  • Ajubel
  • Alen Lauzán
  • Andy Singer
  • Ares
  • Banksy
  • Daniel Paz
  • Doug Minkler
  • El Roto
  • Eric Drooker
  • Helnwein
  • Iñaky y Frenchy
  • James Jean
  • Juan Kalvellido
  • Kevin Larmee
  • Latuff
  • Mariano Lucano
  • Mike Flugennock
  • Naji al-Alí
  • Obey Giant
  • Peter Kuper
  • Quino
  • SakoAsko
  • Sergio Langer
  • Siro Lopez

Imágenes

  • Anti-Guerra
  • Archivo Gráfico Libertario
  • Gigantescas Miniaturas
  • Gráficos Políticos
  • Iconoclasistas
  • Malas Noticias
  • Mujeres Públicas

Mensajería libre

  • Delta Chat
  • Ring
  • Riot
  • Signal
  • Telegram

Movimientos sociales / Grupos

  • (C.N.T.) Confederación Nacional del Trabajo
  • Archivo Situacionista Hispano
  • Asambleas de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina
  • CGT Chiapas
  • Coordinadora Contra la Represion Policial e Institucional
  • Derechos
  • Ejército Zapatista de Liberación Nacional
  • Enlace Zapatista
  • Insumissia
  • Minga Informativa de Movimientos Sociales
  • Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra
  • Oaxaca Libre
  • Partido Pirata
  • Red de Acción Ecologista
  • Unión de Asambleas Ciudadanas

Películas / Documentales / Series

  • Black Mirror (serie)
  • El Enemigo Común (documental)
  • Fotógrafo de Guerra (documental)
  • Frontera Invisible (documental)
  • Gaviotas Blindadas (documental)
  • I the Film (documental)
  • La Corporación (documental)
  • La Pesadilla de Darwin (documental)
  • La Sierra (documental)
  • Sed, Invasion Gota a Gota (documental)
  • Trilogía Qatsi (documental)
  • Zeitgeist (documental)

Podcast

  • Carne Cruda
  • Cuarto Milenio
  • Días Extraños con Santiago Camacho
  • Documentales Sonoros
  • El Dragón Invisible
  • La Biblioteca Perdida
  • La Escóbula de la Bruja
  • La Linterna de Diógenes
  • Oh my Lol

Programas libres (Linux & Windows)

  • Audacious
  • Audacity
  • Brave
  • Copy Q
  • Firefox
  • Free Donwload Manager
  • GIMP
  • Handbrake
  • Jitsi Meet
  • KeePassXC
  • Krita
  • LibreOffice
  • OBS Studio
  • Onion Share
  • Qbittorrent
  • Scribus
  • Shotcut
  • Signal
  • Simple Note
  • Telegram
  • Thunderbird
  • Tor Browser
  • Transmission
  • Tribler
  • VLC

Psicologías

  • José Luis Cano Gil
  • Olga Pujadas
  • Revista Topia

Radios / Programas

  • FM La Tribu
  • Insurgente
  • La Colectiva
  • La Tribu
  • Marca de Radio
  • Mundo Real
  • Radio Aire Libre
  • Radio Atómika
  • Radio Elo
  • Radio FM Alas
  • Radio Kaos
  • Radio Malva
  • Red Nacional de Medios Alternativos
  • Regeneración
  • Zapote

Redes sociales alternativas

  • Diáspora
  • GNU Social
  • Mastodon

Revistas / Periódicos

  • 15-15-15
  • Anfibia
  • Argelaga
  • Astrolabio
  • Barcelona
  • Biodiversidad, Sustento y Culturas
  • Campo Grupal
  • Contexto
  • Contratiempo
  • Crisis
  • Crisis17
  • Ecología política
  • Ekintza Zuzena
  • El Abasto
  • El Estado Mental
  • El Interpretador
  • El Libertario
  • El Mango del Hacha
  • El Salto
  • Esperando a Godot
  • Etcétera
  • Futuro Africano
  • Futuros
  • Galde
  • Grupo Acontecimiento
  • Herramienta
  • Jaque al Rey
  • La Brumaria
  • La Flecha
  • La Vaca
  • La Voz de los Sin Voz
  • Literal
  • Lucha Armada
  • Memoria Libertaria
  • Mercado Negro
  • Migraciones Forzadas
  • No Retornable
  • Pueblos
  • Pukará
  • Rebeldía
  • Saltamos
  • Sin Permiso
  • Sitio al Margen
  • Suburbia
  • Teína
  • THC
  • The Clinic
  • The Ecologist
  • Viento Sur

Salud / Enfermedad

  • Equipo Cesca
  • Miguel Jara
  • No Gracias
  • Revista Dsalud

Videos / Grupos

  • Atmo
  • Contraimagen
  • Corrugate
  • La Plataforma
  • Mal de Ojo
  • Malojillo
  • Mascaró Cine
  • New Global Vision
  • Sin Antena
  • Sin Filtros
  • Zip Films

Funciona gracias a WordPress | Tema: micro, desarrollado por DevriX.