Los médicos Juan Gérvas y Mercedes Pérez-Fernández denuncian en ‘La expropiación de la salud’ que la sanidad se ha «mercantilizado» y que sus profesionales hacen creer a los pacientes que todo se arregla con fármacos. Juan Gérvas y Mercedes Pérez-Fernández son médicos de cabecera y defensores de un sistema sanitario «científico, humano y con límites». En su último libro, La expropiación de la salud (Los libros del lince), este matrimonio denuncia que los ciudadanos, sanos o enfermos, ya no mandamos sobre nuestro cuerpo ni sobre nuestra vida porque la medicina actual, que tachan de «arrogante» y «omnipotente», nos ha arrebatado el derecho a la salud, al dolor, al envejecimiento y a la muerte.
Por Anna Floats
Público
11/05/2015
Perteneciente al equipo CESCA, asociación sin ánimo de lucro de investigación en atención primaria, Gérvas afirma que medicar la hiperactividad de los niños o recetar antidepresivos ante el mínimo signo de tristeza nos condena a una «dependencia médica» basada en el miedo en la que enseguida pensamos, casi siempre erróneamente, que estamos enfermos.
_En su biografía se define como practicante de una medicina con límites, científica y humana. ¿Qué quiere decir eso?
_Defendemos una medicina que sea prudente en la cual, por un lado, se responde con cortesía, amabilidad y ternura al sufrimiento del paciente. Por otro lado, defendemos que se emplee sólo lo mejor de la ciencia puesto que la mayor parte de los trabajos científicos son falsos, como apuntó John P. A. Ioannidis, doctor de la Universidad de Standford. Los médicos podemos ofrecer pocas cosas que verdaderamente tengan fundamento científico. Por último, hablamos de una ciencia humana en el sentido de conmoverse, porque los médicos no podemos ser indiferentes al sufrimiento del paciente y de la sociedad en ultimo término.
_¿Por qué no se practica este tipo de medicina?
_Porque la hemos sustituido por una medicina mercantilizada. Por un lado, creemos que la ciencia es rigurosa y omnipotente, que no tiene límites, que los médicos podemos prometer la curación de casi cualquier cosa. Pero es que al paciente no se le puede dar todo lo quiere, porque lo que quiere es ser feliz y eso no entra por la Seguridad Social ni por lo privado. Por otro lado, esa medicina poco científica es, además, muy poco humana en el sentido de que, por ejemplo, los médicos no te reciben en la consulta de pie, en la puerta, estrechándote la mano. El mejor ejemplo son esas batas que te dan en los hospitales, que se abren por detrás. Ese es un signo de que no estamos ante una medicina humana. Una medicina humana cuidaría también eso. No pasa nada. Si usted se está muriendo, le da igual que le vean el culo, pero sí pasa. Se debe conservar la dignidad incluso cuando se está enfermo.
_Dicen en el libro que los médicos nos han expropiado la salud porque ellos deciden si estamos enfermos o sanos. Algunos dirán que son profesionales y que, en este campo, sabrán más que nosotros, ¿no?
_Quien diga eso está absolutamente expropiado de su salud porque hay cosas que no pueden definir los médicos. Por ejemplo, la felicidad. Un médico no puede decidir cuando usted es feliz. Es un bien personal, igual que la salud. Usted es el que define que se siente sano. Los hechos lo demuestran. Si el paciente dice que se encuentra sano, tiene muchísimas menos probabilidades de morir que si el médico dice que el paciente está enfermo. Tiene mucho mayor poder predictivo el paciente sobre su propia salud que el médico. Por el contrario, como el paciente diga que esta muy enfermo, el paciente estará muy enfermo aunque el médico lo examine y diga que no tiene nada. Hay cosas que la medicina no puede definir porque tiene que tener límites, de manera que es el propio paciente el que define si está sano o no.
_Pero puede haber personas que tengan la percepción de estar sanas y que, en realidad, están enfermas.
_Sí, alguna persona puede sentirse sana y estar verdaderamente enferma. Lamentablemente, eso es muy infrecuente; lo que es muy frecuente es lo contrario. Millones de personas se creen enfermas sin estarlo.
_Uno de los excesos de esta «medicina sin límites» de la que hablan en el libro es la sobremedicación. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y qué riesgos implica?
_La medicina produce fascinación. Y, en parte es lógico, porque los médicos son una especie de semidioses que hacen pequeños milagros. Pero hemos explotado al máximo estos pequeños milagros y hemos llegado a creer que son omnipotentes. Hemos permitido que muchísimas situaciones que no son enfermedad se traten con medicamentos. Por ejemplo, si usted medica a un esquizofrénico con antipsicóticos continuadamente durante toda su vida, ese paciente evolucionará mucho peor que si lo medica ocasionalmente, cuando lo requiera. Otro ejemplo lo tenemos en los niños hiperactivos, a los que medicamos porque transformamos un problema social, que es el problema del fracaso de la escuela, en un problema individual del niño. Alguno entre mil requerirá verdaderamente la medicación, pero el resto, no. Y, sin embargo, los intoxicamos a todos.
Portada del libro ‘La expropiación de la salud’
_¿Somos culpables entonces de haber dado tanto poder a los médicos?
_La población, en general, tiene expectativas excesivas, espera demasiado de los médicos. En parte, son innatas. El ser humano tiene miedo a la muerte porque no termina de entenderla. Y la mayoría de humanos prefiere seguir siendo joven porque ve la vejez como una decrepitud. Por otra parte, hemos perdido otras esperanzas. Durante muchos siglos y milenios, la mitología y la religión han rellenado unos huecos en la mayoría de la población, sobre todo relacionados con la esperanza después de la muerte, que alguien tenía que heredar.
_El hecho de no aceptar el dolor, la enfermedad y la muerte nos condena a la dependencia médica, dice en el libro. ¿El problema es que no nos conocemos lo suficiente?
_Nos conocemos muy poco a nosotros mismos. Pero el mayor problema es que no estamos dispuestos a admitir las adversidades. No estamos preparados para entender que no son adversidades de la vida, sino que es la vida. La vida es una mezcla de momentos felices, de disgustos, de adversidades, de momentos de gloria, de hundimiento. No podemos tener un ánimo constante. Por un lado, nos desconocemos, pero sobre todo, por otro lado, no nos admitimos. Ni a nosotros ni a la sociedad. Por eso, llega la muerte y nos asombramos. No podemos pensar en ella a diario, pero no podemos negar la muerte, ni la enfermedad ni el dolor. En último término, el ser humano está preparado para todo ello. En el fondo, esta medicina arrogante nos va quitando esas capacidades que hemos desarrollado a lo largo de la evolución humana.
_¿Qué es la biopolítica?
_Es aquella política que emplea el cuerpo humano como forma de control, básicamente a través de la introducción de miedos. Antes actuaba de esa forma la religión, con el miedo al infierno y a la muerte. Ahora, se emplea con el miedo a la enfermedad, al dolor y a la muerte en el sentido del control del cuerpo. La medicina reduce todo a cultivar el cuerpo, olvidando la mente, la cultura, el arte, la amistad, la familia… La gente empieza a vivir en el cuerpo a cuerpo, metida en los gimnasios, y con una gran preocupación por la salud y la forma física.
_Aseguran en el libro que las mujeres son el objeto favorito de esta biopolítica y, por tanto, de la medicalización. ¿Por qué?
_En primer lugar, porque la mujer es agente de salud. Es la que cuida a la hijo, al padre, al vecino. El segundo componente es que ha sido mucho más importante para la supervivencia de la tribu la salud y la conservación de la mujer que la del hombre. El hombre podía desaparecer en una cacería, pero una mujer, no, porque sin ellas, la tribu no sobrevivía. La mujer está biológicamente preparada para tener mucho más cuidado de sí misma, de su cuerpo y de la gente que le rodea. Por eso es el objetivo preponderante de la expropiación de la salud.
_Advierte de que se está perdiendo la medicina bien hecha, «con calidad y calidez». ¿Qué papel han jugado los recortes en esta situación?
_Los recortes están agudizando este escenario porque han sido recortes con motosierra. Indudablemente, hay menos personal, menos dinero, más interinos, más precariedad… La calidad y la calidez, la medicina científica y humana está alejándose cada vez más de la práctica diaria.
_¿Qué soluciones plantea?
_En primer lugar, los pacientes no pueden aspirar a cosas que no pueden aspirar. En segundo lugar, los profesionales sanitarios tienen que empezar a recordar el principio que les guía: sus actividades no pueden producir más daños que beneficios. Y eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de recetar. Y por último, los científicos y los académicos tienen que empezar a tener otra ética, sobre todo, después de un informe de revista Clinical Evidence, del British Medical Journal, que dice que sólo el 11% de los estudios científicos tiene fundamento porque producen más beneficios que daños.
* Juan Gérvas, médico en Atención Primaria y coautor de ‘La expropiación de la salud’.
fuente: https://www.publico.es/sociedad/juan-gervas.html
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