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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Categoría: • General

No militar…

La guerra contra bacterias y virus: Una lucha autodestructiva

Publicada el 22/03/2012 - 01/09/2025 por Ecotropía

La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro Planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción.

Por Máximo Sandín*
2009

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Ecosofía, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • TecnocidioEtiquetado como capitalismo postindustrial, Charles Darwin, civilización alienada, civilización capitalista, colapso civilizatorio, guerra permanente contra los entes biológicos, humanidad al borde del precipicio, la salud como mercancía, lucha contra la vida, Máximo Sandín, organismo humano, pensamiento occidental contemporáneo, problemas de salud, somos virus y bacterias, virus y bacteriasDejar un comentario

Ellos están en guerra ¿y nosotros?

Publicada el 13/02/2012 - 02/11/2021 por Ecotropía

Es imprescindible conocer al adversario, estudiar las posibilidades y los medios que emplea para desarrollar sus estrategias sin por eso transformarle en una máquina omnipotente e indestructible. [1]

Por Moishe Shpindler
3 de enero de 2011

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Cómo la civilización llegó a ser demoníaca o cómo lo demoníaco llegó a ser civilizado

Publicada el 05/02/2012 - 03/02/2022 por raas

“El hombre es llamado un animal racional, pero está dando su raciocinio para fomentar sus propensiones animales en vez de buscar liberarse de esa situación desgraciada”. A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada

¿Libertad & alcohol? (¿pueden estar en la misma frase estas dos palabras?)

Por Crimethinc

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La tiranía de la falta de estructuras

Publicada el 29/11/2011 - 09/01/2025 por Ecotropía

En los años de conformación del Movimiento de Liberación de la Mujer, se ha puesto especial énfasis en lo que se llama grupos sin Liderazgo y Estructura, como la principal si no la única forma organizativa del movimiento. El origen de esta idea se encuentra en la reacción natural contra la sociedad sobreestructurada, en la que estamos inmersos y contra el inevitable control sobre nuestras vidas que aquella confiere a otros, así como contra el continúo elitismo de la izquierda y grupos similares entre aquellos que supuestamente combaten esta sobreestructuración.

Por Jo Freeman
1972

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Modernización: nervio motor del sistema

Publicada el 27/11/2011 - 08/12/2017 por raas

Introducción

La modernidad y un proceso de modernización permanente parece ser el sustrato cultural que nos “gobierna” desde hace por lo menos cinco siglos.

En el clivaje entre los siglos XX y XXI, y tal vez desde mediados del siglo XX, con el fin de una guerra mundial y el señorío del american way of life, dicho proceso está mostrando un rostro que ningún futurista de los siglos XVIII o XIX habría imaginado. En aquel momento, las voces eran únanimemente (o casi), optimistas. Hoy en día, exactamente lo contrario. Cada vez más voces, miradas plantean que el planeta no aguanta más.

¿Cierto o falso?

Durante casi todo el siglo XX “aprendimos” a pensar en términos pareados. Pareados y opuestos. Democracia o fascismo. Capitalismo o comunismo. Religión o ciencia.
Parecería que de un tiempo a esta parte hemos perdido las parejas de opuestos y hemos ingresado a una senda de una sola vía. Un único camino, un único futuro…
Teniendo en cuenta la constelación cultural del planeta desde por lo menos mediados del s. XX, y no sólo cultural, sino también política, ideológica, económica, militar, ¿ese camino único, es la americanization?

Sea lo que fuere no parece un camino ni seguro ni tranquilizador. Volquemos un minuto la mirada desde los dd.hh. Los de 4ª. generación surgen hace pocas décadas precisamente como expresión de una problematización, creciente, de los desarrollos tecnocientíficos.
Así, si lo que ha dado en llamarse 1ª, 2ª y 3ª generación de derechos humanos expresaron avances, ampliaciones, una visión afirmativa del devenir social, esta reciente 4ª generación procura ponernos en guardia, hacernos conscientes de una problematización. ¿Cómo comportarnos ante clonaciones, transgénesis, una humanidad fabricada?

Ya no estamos en aquellos tiempos de Julio Verne en que cada despliegue científico o tecnológico, era una bendición. Ese positivismo filosófico, ese optimismo tecnológico es lo que vemos que está en crisis.
Hagamos entonces una incursión, siquiera mínima, en el advenimiento de la modernidad. Si pensamos en su ritmo, con todos los peligros de lo analógico, y comparamos el andar humano con el de un caballo, tendríamos que decir que estamos ante un galope, ya no tendido sino desbocado…

Capítulo 1. La modernización al galope

¿Dialéctica o trialéctica?

Si la brusca e inesperada desaparición de “la era soviética” nos hizo pensar en algún momento, muy a principios de los ’90, que se simplificaba el panorama ideológico del mundo contemporáneo, que podríamos volver al viejo paradigma de izquierda vs. derecha, a la búsqueda de un anhelo todavía no realizado enfrentando la atroz realidad que castiga a la mayoría de la humanidad, evitando esa “anomalía” que era de derecha y predicaba ser de izquierda, que a mi modo de ver envenenó, ideológicamente, todo el siglo XX, el escaso tiempo transcurrido nos ha revelado que de ninguna manera se ha recuperado aquel tiempo pasado ni tampoco ha sobrevenido lo anunciado por algunos agoreros; lo del fin del conflicto político.

En rigor, el siglo XX vio más a menudo tres actores o más en pugna, por lo menos mucho más frecuentemente que lo que los dictados de una dialéctica presuntamente científica (más bien cientificista) nos autorizaba vislumbrar.
En todo caso, si vimos un suceder dialéctico fue más el propio de una dialéctica no sintética, con pares opuestos que se sucedían sin solución de continuidad: no había cesado la lucha entre el carcomido mundo aristocrático y el impetuoso mundo burgués y ya teníamos la lucha entre burgueses y proletarios, que de inmediato trasmutara y se reasumiera en el socialismo, que en realidad eran los socialismos. Internacionalistas los primeros; revolucionario o evolucionista, fueron sus opciones inmediatamente después.

En un momento, en el cambio de los siglos XIX a XX amagó la existencia de un “pensamiento único”, por cierto que en los antípodas del que se quiso proclamar victoriosamente con el colapso soviético: hace cien años se hizo un lugar bastante común en las capas ilustradas occidentales el pensar en el advenimiento del socialismo.

Esa fe movía montañas entre sus creyentes, capas trabajadoras, proletariado militante, capas de intelectuales intérpretes de lo que se invocaba como nuevo e ineluctable, pero también conmovía a quienes no simpatizando con semejante futuro, porque se identificaban a sí mismos como burgueses, lo veían inevitable. Le temían, en todo caso lo odiaban, y hasta podían resistirlo, enfrentando ese sentido común que anunciaba este advenimiento de este otro tipo. Hay intelectuales de derecha, antisocialistas, que expresan esto, como Gustave Lebon.

Más tarde, el tronco de la ideología socialista tendrá otras ramificaciones, nacionalistas.
El socialismo nacional se fue llamando, y haciéndose, cada vez más, nazismo o fascismo. Particularmente en el centro planetario, es decir en los países no coloniales.
El socialismo internacionalista generó a su vez diversas alas o corrientes, en parte dependiendo de su localización planetaria. Una principal, soviética, estalinista con centro y eje en la URSS (1917-1991), otra sociademócrata, burguesa y conciliadora; Suecia fue su modelo más acabado (1932-1976). En España, en la década del ’30 tendremos también un polo anarquista (que provenía de mucho antes), enfrentado a estalinistas y socialemócratas (amén de dividido ese polo, en sí mismo).(1)

Habiendo despreciado las libertades burguesas, el principal experimento social considerado socialista −la URSS− terminó por carecer de tales libertades, sin obtener, empero, la postulada igualación.

Con el colapso soviético, y al menos transitoriamente, con el desbarajuste planetario de la opción socialista (2) pareció simplificarse el cuadro de opciones políticas y/o ideológicas.
Por un lado, surgieron intelectuales orgánicos del poder “mayor” que auguraron la muerte de la política propiamente dicha, puesto que no veían opciones a lo único existente; se podría gestionar de un modo u otro pero siempre dentro del horizonte de la sociedad dominante, la del régimen burgués, industrial o moderno.(3) Un poder globalizado y eurocentrado, o como se lo prefiera denominar.

Una suerte de heguelianismo redivivo. Que se abona en la occidentalización cultural de todo el planeta, es decir del “resto del planeta” que no es europeo-occidental. Para quienes no aceptábamos esta eliminación de la política y el alineamiento correspondiente (que hizo famoso, a F. Fukuyama, con aquello de que se había terminado la historia, una variante del par prehistoria-historia tan caro a “los clásicos” del marxismo), quedaba por un lado ese mundo actuante, el del imperialismo ahora cada vez más bajo el nombre de globalización, y por el otro, la resistencia a la expansión de ese proyecto-realidad; mediáticamente los globalifóbicos; resistencia, negación a lo existente y a su expansión, aunque no afirmaran una opción claramente anclable en modelos existentes.

Desde los ’90, entonces, nos encontramos con alternativas que todavía cuesta dilucidar si son reales o espejismos.
Una de las primeras expresiones alternativas “pos-soviéticas”, enfrentada a la vigencia absolutizada del mundo-tal-cual-es, fue el Foro Social Mundial. Por un momento, a principios del s. XXI, su reunión en Porto Alegre se opuso a la del Foro Económico de Davos, en Suiza, que durante décadas se había dedicado a concentrar la élite planetaria y a “marcar la agenda” de los poderosos, los privilegiados del planeta.(4)
Rio Grande do Sul, multilingüe, Davos monolingüe, por ejemplo. Pero analistas como Michel Chossudovsky (5) nos dirán que no es sino un debordiano (6) espectáculo. Fundamentada observación que no podemos desechar; demasiadas fuentes de financiación en común es lo que dicho autor ha rastreado.

Lo cierto es que ya entrados en el siglo XXI, se han vuelto a visualizar tres opciones (por lo menos), claramente diferenciadas, al menos en lo que tiene que ver con nuestra región, sudamericana. Sigamos aquí a Emir Sader, integrante del PT, un politólogo brasileño que tiene mucho predicamento en los círculos progresistas y enfrentado a “la derecha”.
Sader enumera:
1) el neoconservadurismo, que sigue manteniendo su denominación, viciosa y falsa de “neoliberalismo”,(7) que, para el caso de América Lapobre, estaría sentando sus reales en Colombia, México, Honduras…
2) un populismo burgués que no rompe con la globocolonización −como con acierto ha bautizado Frei Betto lo que economistas llaman ahora “globalización”−. Se diferencia del neo-conservadurismo, por sus “políticas sociales”, es decir de distribución de ingresos hacia las capas sociales menos favorecidas (y que son en general las que el neoconservadurismo rampante ignora). En América del Sur Sader ubica en este sitio a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Ecuador y Uruguay, que aun sin ser toda la América del Sur y menos todavía el Caribe, apenas presente por Cuba, es de todas maneras el grueso poblacional, económico y político de la región.(8)
Y finalmente,
3) lo que Sader denomina “ultraizquierda”. Con lo cual tácitamente atribuye la condición de izquierda al ítem anterior. Algo que mirando la estructura económica vigente y la relación con el centro planetario no deja de ser peculiar, aunque guiándose exclusivamente por los pergaminos sería “cierto” en casos como Uruguay o Brasil, y más complicado en Argentina, por ejemplo. Pero, ¿es que puede existir, una izquierda capitalista?
4) Sader centra, de todos modos, las opciones políticas realmente existentes entre: 1) y 2). Lo cual es obvio hasta por las denominaciones que utiliza.
La ultraizquierda le parece desechable por su divorcio radical con el espíritu, con el “estado de ánimo de las masas” (ibídem).

A mi modo de ver, le falta a Sader, en ese cuadro de situación, la dimensión ecológica, que es siempre planetaria. Preguntado expresamente por esa ausencia, por si no era acaso una falencia, la negó de raíz, como falencia, porque: ‘la dimensión ecológica era muy, muy importante pero no transversal, no medular.’

Sader destaca, en cambio, que en el cuadro político actual y en la disputa entre neoconservadurismo y progresismo falta una dimensión que sí considera básica: la laboral, la de clase. Afirma que la política actual se mueve como si todos, o casi todos, no trabajásemos, como si nuestra condición trabajadora fuese soslayable.
Si bien nuestra condición de transformadores no está casi presente, como él dice, y debería estarlo, nuestra condición de residentes, “usuarios” o “vecinos” terráqueos no la pensaba tan medular como nosotros sí la vemos.

Sader apunta a que la iniciativa ideológica para la configuración de los imaginarios sociales la sigue teniendo el neoconservadurismo, el capitalismo puro y duro, puesto que la sociedad está vista como el mercado y quienes la integran como “consumidores”. Sader, entonces, se conforma con legitimar reclamos a favor de “el proletariado”, demandas que provienen del s. XVIII o XIX.

Nos permitimos considerar que la disyuntiva planteada por Sader es francamente insuficiente. Temporalmente atrasada: critica el escamoteo del trabajador a manos imaginarias y virtuales del consumidor. Tiene razón. Pero así y todo, falta la dimensión ecológica, o si se quiere, “territorial” que consideramos inescindible de la perspectiva política: una política sin ecología o con una ecología instrumental nos lleva al derrumbamiento planetario.
Porque somos residentes, productores y consumidores. Somos tridimensionales.
La dimensión ecológica cuenta además con otro rasgo necesario, sin el cual pierde sentido: la forma de apreciar o integrar esa mirada a la situación política pasa por las relaciones imperiales, o de centro a periferia, por las condiciones de actividad del sistema “global” que nos rige. Es decir, de nada sirven esas ecologías ambientalistas que procuran mejorar o lubricar el sistema de poder establecido. La ecología será antiimperialista o no será nada (bueno).

Capítulo 2. La tecnología hoy

Antes de abordar tales relaciones, veamos, siquiera someramente, rasgos dominantes de ese centro planetario, constituido fundamentalmente por países enriquecidos, es decir los ajenos al destino colonial (aunque tales sociedades no incluyan, por cierto, a todos sus habitantes).(9) En una palabra, nos referimos al circuito globocolonizador, fundamentalmente matrizado, configurado desde mediados del s. XX, por la élite de poder de EE.UU. y cada vez más −desde el 11/9/2001− por el binomio geopolítico EE.UU.-Israel, cada vez más inseparables, amén de las capas “integradas” de los ya mencionados países enriquecidos −algunos hoy, 2011, en proceso de empobrecimiento−, más los circuitos −mucho más restringidos−, de las élites globocoloniales de los países empobrecidos.

Se trata de rasgos “clásicos” o recientes, algunos se han acentuado y otros han surgido en las últimas décadas.
– aumento de escala para la producción junto con la expansión; tal vez el rasgo más característico, estructuralmente necesario para la rentabilidad y el poder de los privilegiados. Su desarrollo y pujanza lo convierten en un factor de primer orden y sin duda de difícil manejo. Se podría decir que es una tendencia sostenida en el último medio milenio e indudablemente está estrechamente vinculado a los desarrollos tecnocientíficos. Tal vez el fenómeno que en la actualidad lo registra con mayor nitidez sea el de la contrarreforma agraria en marcha bajo la denominación modernista de agribusiness, que se traduce en el despoblamiento de campos, unidades de producción agraria o agropecuaria cada vez más extensas, “agroindustriales” (aun cuando no debería confundirse la elaboración de vajilla o botones con la crianza de cerdos o plantas). El investigador Robert Kenner (10) afirma que las modalidades de producción de granos y alimentos así como de animales domesticados ha variado más en los últimos 80 años de la historia humana, en el siglo XX, que en los anteriores 10 000 o 15 000 años que se estima tienen tales actividades entre humanos.
El descrito es un rasgo “clásico”; los siguientes son más recientes:
– inversión de las relaciones entre economía y finanzas y entre ciencia y tecnología;
– quimiquización fuera de control;
– megalopolización urbana y contaminación también ello cada vez más fuera de control,
– deterioro de la calidad de productos cada vez más masivos, “compensada” por su mayor accesibilidad; recambio permanentemente acelerado; obsolescencia programada.

2.1 Aumento de escala de las unidades productivas

Se trata de una expansión no lineal sino progresiva, que va expandiendo no sólo la producción, los mercados y sus modalidades, sino también el ritmo con que se produce la misma expansión. Unidades productivas, de aprovisionamiento y procesamiento, cada vez mayores y consiguiente consumo creciente de materias primas y recursos. El reinado de la mercancía dirá Karl Polanyi.(11)

Un corolario de la tendencia al aumento de escala productiva es la consiguiente tendencia al catastrofismo cada vez más propicio, inherente a la intensidad y concentración del capital. De lo cual la rotura en la perforación de BP en el Golfo de México es buen ejemplo. Junto con ello, ciertamente se acrecientan los medios tecnológicos para enfrentarlos. El rescate de los 33 mineros en Copiapó, Chile, sirve claramente de ilustración de ambos aspectos. Es cierto que gracias a nuevos vehículos y dispositivos de penetración del suelo y la roca, los mineros pueden sufrir un accidente y quedar aislados a más de 700 metros de profundidad. Pero también es cierto que no bien detectados vivos, en muy poco tiempo, en 24 horas se pudo trazar y enviar una sonda, y en unos dos meses se los pudo rescatar mediante la ya famosa cápsula que transitó por el túnel vertical taladrado con enorme precisión. La sonda permitió la sobrevida, haciéndola incluso llevadera, esos dos meses. Y lo demás, ya lo vimos todos.

Señalemos siquiera someramente otro ejemplo, el del automovilismo. Se han desarro-llado vehículos cada vez más rápidos; andar a más de 200 km. por hora, con los consiguientes riesgos, pero también con el recurso del air-bag y la ventaja de “acercar” las distancias, aunque sólo en las cuidadísimas rutas del Primer Mundo. Las automotrices también han ampliado su escala y el toyotismo se convirtió en el nuevo escaño tecnológico “superando” el fordismo de la primera oleada automatizadora.

El toyotismo se precia del just-in-time, es decir del ahorro que significa la eliminación de los depósitos y sus consiguientes existencias de mercadería a la espera, pero sobre todo de la eliminación de mano de obra mediante nuevos peldaños de automación.

Ya metidos como usuarios en la gran escala ahora imperante en la industria automotriz (como en prácticamente ocurre en más y más ramas de actividad), los resultados no han sido tan exultantes. Toyota, precisamente, afronta resultados llamativos: en 2010 ha llamado a revisión a unos diez millones de vehículos producidos y salidos al mercado entre 2007 y 2010. No se trata de cifras despreciables; aproximadamente un tercio de toda su producción. Un millón y medio de tales controles proviene de que el sistema de limpieza de parabrisas puede ocasionar incendio. Medio millón han sido llamados a control por imperfecciones en el sistema de frenos, nada menos. Y así por el estilo.

Los coches que “salen solos” de las fábricas no parecen tan tecnológicamente perfectos como nos quieren hacer creer. El problema no se arregla a pura previsión aunque tardía. En el ínterin, con tales imperfecciones, en EE.UU., donde opera la mayor fábrica de automotores del mundo −Toyota, precisamente−, se cuentan por decenas las demandas por muertes en accidentes vinculables con errores o fallas en la construcción, o tal vez tengamos que decir cada vez más, en la configuración del vehículo. Y miles de demandas por diversos accidentes vinculados con lo mismo. Una danza de miles de millones, pero sobre todo una danza de vidas humanas destruidas o afectadas.(12)

Los desarrollos tecnocientíficos permiten “proezas” cada vez mayores, tanto en los avances como en su remediación cuando se hace necesaria. El ser humano es cada vez más capaz de:
– pulverizar montañas para llevar adelante la llamada megaminería,
– perforar napas geológicas,
– explotar petróleo submarino,
– establecer plantíos transgénicos en una escala sin precedentes,
– hacer fumigación aérea de enormes extensiones,
– efectuar desmontes masivos de millones de ha (algo que habría llevado antes décadas y que ahora se hace en una estación),
– expansión planetaria del automovilismo con la consiguiente contaminación atmosférica;
– elaborar energía nuclear, con su problemática irradiación, tanto en la extracción como en su deposición “final”,
– los climatólogos e ingenieros de la actividad petrolífera, así como los transportistas del ramo calculan que con el hielo ártico desaparecido entre 2014 y 2018 podrán simplificar enorme-mente y mejorar en consecuencia la extracción de minerales en la región y acortar en miles de km la distancia para los fletes que unen el norte americano y el Asia sudoriental. Evitarán “las vueltas” por el Canal de Panamá o el de Suez. Y están exultantes con ello, calculando los ahorros de tiempo, desgaste, energía, etcétera. ¿Y el casquete polar? No tará má. Saparecerá. “Cosas” sin entidad, como hemos tenido que escuchar alguna vez.

Ejemplifiquemos con casos de aumento de escala, y luego ya nos concentraremos en el caso argentino para el examen de la contrarreforma en marcha.
Focalicemos en la pesquería y en la cría de los animales de mayor consumo.

PESCA. La humanidad se ha nutrido desde tiempo inmemorial de peces y seres vivos acuáticos. Se estima que el 60% de las proteínas animales consumidas por la humanidad ha provenido, históricamente, de la pesca. El otro tercio de proteínas animales ha sido provisto por los animales de tierra o aire. Aves, cérvidos, liebres, cabras, cerdos, vacas, cuises, y el larguísimo etcétera que va variando de región en región. La pesca se ha estado industrializando desde hace siglos. Y “perfeccionando” sus técnicas al punto que al día de hoy, con sus redes de arrastre, sus bombas de profundidad y tantos otros recursos, los pescadores están en condiciones técnicas de vaciar el mar. Cada mar que “visitan”.
Sería un éxito deslumbrante si no fuera por el pequeño detalle de que la pesquería está logrando así serruchar la rama sobre la que está asentada.
Sus técnicas de arrastre son tan “perfectas” como para no dejar intocado los fondos marinos. Que son, precisamente, la base nutricia de muchísimos circuitos vitales. Las redes son tan rendidoras que no perdonan ni siquiera a los más pequeños peces, puesto que los barcos engullen los peces grandes para comida humana y los pequeños como masa nutricia para animales criados o cultivados por el hombre, peces en estanque incluidos.

Tanta calidad técnica y ceguera natural o crisis del sentido común, ha hecho que la pesca haya desaparecido por ejemplo de todo el entorno marítimo europeo. El Mar Mediterráneo, otrora asiento de apetitosos atunes y tantas otras especies que han alimentado milenariamente a las poblaciones costeras, es ahora poco más que el sumidero de los desechos de los países que lo circundan. El Báltico, por ejemplo, está tan contaminado que sus especies marinas han disminuido dramáticamente su fecundidad. La reproducción es bajísima y menguante. Por estar interconectado no desaparece, como el mal llamado Mar de Aral (el sexto lago más grande del planeta, hoy reducido a una charca salobre gracias al “milagro soviético”); permanece, pero cada vez más sin vida.

Desde hace unos años, las dotaciones pesqueras europeas se dedican a saquear las cos-tas africanas, como la somalí, donde la impunidad es grande por la falta de un estado local en condiciones de defenderse, pero también la de otros estados que tienen como dieta básica el pescado, por ejemplo Namibia, que ve raleada su pesca por las incursiones desde ultramar.

Como la “perfección” técnica, el alcance depredatorio en suma, no se ha abandonado, sino que, por el contrario, sigue en pie, en auge, sacrificando a los pescadores locales robándoles las pescas, por ejemplo, mar adentro, el destino de la pesca planetaria es su desaparición. Y con ella, la ingestión principal de proteínas de la humanidad. Ya imaginamos el festejo de algunos laboratorios produciendo pastillas de ω3 u ω6 “para todos”…

Y nos hemos limitado a hablar de los desarrollos técnicos propiamente pesqueros. Pero hay que mencionar, por ejemplo, la plastificación de los mares, gracias a la invasión de otra industria −la petroquímica− que ha significado el crecimiento en progresión geométrica de restos plásticos: con microorganismos adheridos se van depositando de a poco en los fondos marinos reteniendo el oxígeno de las aguas superficiales y a la vez bloqueando los ciclos bióticos de esos fondos marinos que vimos ya tan maltratados… Recordemos que los fondos marinos constituyen más del 70% del suelo planetario… y son así la mayor parte de la biosfera del planeta.

Avícola y suina. Veamos un par de casos de agrandamiento sostenido de las unidades de producción, en cerdos y aves.
Como se describe en muchísimos documentos, el tratamiento dispensado a animales destinados al consumo humano es de una indiferencia y crueldad sin límites. Pero tanta “eficiencia” tiene su rebote; estamos dañando nuestra salud.
“[…] que se apliquen verdaderos procedimientos industriales para la «fabricación» de animales. Gallinas, vacas, borregos, conejos y todos aquellos animales que los estándares occidentalizadores determinen como comestibles, son tratados como grabadoras o DVD’s, hechos en serie. Las granjas se han convertido en verdaderas factorías en las cuales a los animales se los maneja igual que a metros de tela destinados a confeccionar vestidos. Mediante artificiales procesos hormonales y genéticos, se los obliga a sobre-reproducirse, se los alimenta con sus propios excrementos y cadáveres «enriquecidos», se los apretuja en reducidísimas áreas, se los transporta hacinados, ahogándose con su propio calor y sudor, y se los sacrifica bárbaramente […].”(13)

En esas condiciones la expansión de enfermedades, de pandemias, es también fulminan-te. Desde hace unos años, nos enmudecen y atemorizan con la “gripe aviar”, la “influenza porci-na” y otras plagas “bíblicas” en tanto los laboratorios están de parabienes con sus vacunas.(14)

La referencia al “aprovechamiento de todo” es una curiosa perversión de una conducta tan cara a la producción orgánica, de no producir desechos.

En el caso de los establecimientos hiperindustrializados, el afán de no desperdiciar nada en un proceso productivo que no se basa en la salud de los integrantes ni en pasos depurativos de compostado, ni en biodegradación aeróbica o anaeróbica ni en cadenas alimentarias biológicamente reconocidas, sino en el afán de no perder “ni un gramo de ingredientes” ha llevado, por ejemplo, a alimentar animales herbívoros con restos cárnicos. Tal fue el origen ya archisabido del llamado “mal de las vacas locas” (enfermedad de Kreutzfeldt-Jakob). Como exponente, dada su gravedad y ramificaciones mediatas, alcanza y sobra, pero bueno es saber que se trata apenas de un ejemplo entre tantos.

En agosto de 2010, p. ej., se retiraron en EE.UU. 500 millones de huevos infectados o potencialmente infectados con salmonelosis. Todos provenían de apenas dos establecimientos pertenecientes, en rigor, a un único propietario.(15) DeCoster. Por supuesto, los huevos lucían en las góndolas como provenientes de distintos “competidores” en el mercado, porque llegaban o iban a llegar al consumidor, como siempre, con muy diferentes marcas y envases.

La fábrica en cuestión, trabaja en régimen como de zona franca, es decir sin leyes ambientales ni laborales, a discrecionalidad contra los asalariados y en especial contra las asalariadas. “En 2002, la compañía de DeCoster pagó un millón y medio de dólares para llegar a un acuerdo en referencia a una demanda legal presentada por la Comisión Federal de Igualdad de Oportunidades Laborales en representación de mujeres mexicanas que informaron haber sido sometidas a acoso sexual, incluso violación, abusos y represalias por parte de sus supervisores.” DeCoster es un ejemplo práctico de las observaciones filosóficas de K. Marx. Todo se cosifica: los animales, los asalariados, los clientes.

Esta epidemia se frenó. ¿Cuántas nos llegan y luego, en cada hospital, cada médico irá diagnosticando una patología, por supuesto de-origen-desconocido?

Pensemos en que las unidades de producción de animales de granja eran antes por decenas y ahora lo son por miles o millones. Un cambio cualitativo en su tratamiento se ha introducido con la gran industria, un cambio de escala donde pierde el hombre su cualidad humana y el animal la suya animal.
EE.UU. ha mantenido un consumo de cerdo bastante estable en las últimas décadas, en todo caso aumentado junto con el propio aumento demográfico de población. De unos 50 millones de cerdos carneados anualmente a mediados del s. XX ha pasado a unos 65 millones hacia el cambio de siglo.

Pero reparemos en la transformación que tiene que haberse operado en el cómo. De tener alrededor de dos millones de establecimientos que enviaban a faena unas pocas decenas de cerdos por año cada uno, a tener apenas un puñado de mataderos que carnean hasta varios miles de cabezas por día (32 000 carneados por día en Smithfield, en Tar Heel, Carolina del Norte, p. ej.).(16) Esto significa un enorme y brutal cambio en el cuidado y la atención de los animales. Industrialización, estandarización y cambios sustanciales en la dieta. Lo patógeno también cambió de naturaleza y ritmo: han aparecido plagas, que se han “universalizado”: las “enfermedades en serie” se reproducen incontenibles.(17)

En el caso de las gallinas y pollos, se crían “paralíticos” para que no gasten energía o porque, acelerado su ritmo de crecimiento a menudo no logran mantenerse en pie (las hormonas aceleradoras no hacen crecer al mismo ritmo a las distintas partes del cuerpo). Los huesos no sostienen la carne o los músculos no llegan a desarrollarse acordes con la masa corporal. Se les sellan los picos, haciéndolos romos para evitar que se picoteen entre sí en la desesperación de sus cubículos, y en el caso de las ponedoras, para que no picoteen los huevos que acaban de poner. Los establecimientos avícolas “modernos” lidian con millones de ejemplares.

El estiércol resultante de tales “establecimientos fabriles” ya no es fácilmente incorporable a la tierra donde sirvió durante milenios de abono extraordinario y natural de próximos cultivos. Ahora, las deyecciones de millones de aves ya no cumplen papel alguno en los ciclos de rotación y fertilización de la tierra. ¡Para eso están los laboratorios! En su lugar, se van creando lagos de estiércol en las proximidades de los establecimientos, y los habitantes de las localidades vecinas atestiguan que los campos apestan las 24 horas. En el norte de Alemania, la cría industrial avícola ha generado tal problema “olfativo” que sus traficantes han encarado su “solución”.

No piense el lector que hay en esto atisbo de autocrítica, reconocimiento de las virtudes alimentarias de lo local, por ejemplo. No, ¡retroceder jamás! Sencillamente una solución pragmática. Así como cuando tales concentraciones de animales generaban una locura generalizada en ellos y aumentaba muchísimo la agresividad, no se le ocurrió a ningún criador volver a dimensiones menos monumentales, criando animales que gozaran relativamente del espacio y de su vida, sino que sencillamente serrucharon los picos de las gallinas, ante el problema olfativo, los emprendedores del ramo organizaron tales establecimientos con sus millones de animales en pre-matadero en Brasil, en la costa noratlántica –para abreviar fletes– y que los pollos lleguen a Alemania ya listos para el consumo, eviscerados, sin plumas y sin tener que soportar la población –alemana, claro–, el olor “colateral” de la mierda. Carecemos de datos sobre si los establecimientos en Brasil tienen vecinos.

Capítulo 3. Alojando históricamente lo que ahora nos pasa

Este sistema agroalimentario no es eterno. Tiene, por el contrario, escasísimas décadas. Sobreviene con la hipertecnificación de los procesos industriales y el “aprovechamiento industrial” de todos “los elementos constituyentes”. Tiene que ver con los cambios que se han operado en las últimas décadas, que nos recordaba R. Kenner. Un ejemplo de modificaciones biológicas y sanitarias a partir de la “revolución alimentaria” que ha convertido a los vacunos en pura mercancía. Las vacas se han alimentado toda la vida de pasto. Pasturas, rotaciones, han sido sabiduría humana durante miles de años.

Pero con la industrialización y la estabulización, a las vacas, encerradas y paralizadas, se las provee en EE.UU. de maíz como único alimento (en Argentina, algunos feed-lots adoptan la misma estructura pero basados en soja). La vaca genera, alimentada con maíz, una mutación en una de sus muchísimas bacterias que la convierte en causa de la gravísima enfermedad llamada sindrome urémico-hemolítico. Se ha verificado que un retorno de la vaca a la dieta de pasto y en una semana aproximadamente, desaparece esa cepa del estómago rumiante donde habita. Con lo cual, queda claramente demostrado que se genera por el maíz. ¿Volverán las vacas madeinUSA a alimentarse con elementos benignos? De ningún modo: habrá que aprender a lidiar con el sindrome señalado (p. ej. cocinando tanto como para “achicharrar” a dicho vector patógeno).

Así remataba la oenegé GRAIN un informe donde desnudaba el verdadero origen de la gripe aviar; el sistema industrial de cría de animales:

“Una interrogante candente es por qué los gobiernos y las agencias internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) no hacen nada para investigar cómo las granjas industriales y sus productos, tales como estiércol y raciones, extienden el virus. Por el contrario, están usando la crisis como una oportunidad para profundizar la industrialización del sector. Se multiplican las iniciativas para prohibir la producción de pollos al aire libre y eliminar a los pequeños productores, y reponer las granjas con pollos genéticamente modificados. La red de complicidad con una industria involucrada en una sarta de mentiras y encubrimientos parece completa.
“Los campesinos están perdiendo sus medios de vida, sus razas de pollos nativos y están siendo expulsados del mercado, y algunos expertos dicen que estamos al borde de una pandemia humana que podría matar a millones de personas […]. «¿Cuándo se darán cuenta los gobiernos que para proteger a los pollos y a las personas de la gripe aviar, necesitamos protegerles de la industria avícola mundial?»(18)

Aunque el nudo problemático que plantea el texto de GRAIN es preciso, su pregunta es ociosa si pensamos en la FAO. Desde hace ya mucho tiempo esta comisión de la ONU, como el PNUD, el PNUMA, la OMS, el PMA, etcétera, se dedican a legitimar el sistema con su modelo productivo de grandes consorcios transnacionales, aceptando el paradigma del capitalismo monopólico, como si fuera lo único que puede hacer funcionar al mundo, como si se tratara de una ley celeste de rotación y traslación de planetas y no de capitales; como si eso no revelara, sencillamente, que las comisiones “técnicas” de la ONU pertenecen a los privilegiados del mundo. La inolvidable imagen de Quino.

Contrarreforma agraria en marcha en Argentina

Es en el concierto mundial descrito en donde las economías nacionales están metidas. La Argentina figura entre los “aventajados” integrantes de la globalización si lo medimos por el ingreso de dólares al circuito económico que llamamos argentino. Al privado y al público. Pero su costo parece ser altísimo. Como bien lo explicita la Asociación Ecologista Piuké: “Nos animamos a sumar tres grandes venenos más al señalado por nuestra presidenta [CFK se refería al veneno comunicacional proveniente de ciertos medios]: cianuro, glifosato y uranio. Los tres constituyen hoy los botones de muestra (y sólo los botones) de un sistema de desarrollo que nos destruye, saquea y enferma […].”(19)

Si bien las estadísticas nacionales son todo menos confiables, el vuelo económico de los que se reputan winners del momento, como pueden ser sojeros −y toda una gama de ramas de actividad florecientes: turismo, computación, bienes inmuebles, la tierra asiento de los agronegocios, la industria automotriz, laboratorios proveedores de las nuevas modalidades productivas, las ciudades pequeñas y medianas del “país de la soja”− nos muestran un país con enorme cantidad de circulante. Desde la presidencia se nos habla de una cantidad de reservas pocas veces vista.(20) No obstante lo anterior, es inocultable la mala vida en sectores amplísimos de población, el proceso de exclusión parece imparable, se ve el deterioro del ambiente. Todo esto, invaluable en dólares.

El agronegocio, cada vez a mayor escala, sigue expulsando y acorralando a campesinos pequeños, con o sin tierras, excluyendo “brazos” de su sofisticada producción (aunque incorporando otros, menos, tecnologizados). Los cordones de miseria no sólo no desaparecen sino que parecen extenderse y todo esto en dimensiones cada vez menos “nacionales” porque el emporio sojero con asiento en Argentina se ha ido expandiendo, sobre todo hacia Uruguay, pero también hacia Bolivia o Paraguay y por lo tanto, los expulsados provienen también cada vez más de allende la frontera: buscan mitigar la exclusión mediante tareas marginales en las ciudades y entre ellas, en la megalópolis regional, Buenos Aires.

Capítulo 4. Los rasgos recientes de la tecnologización

4.1 Inversión de las relaciones

FINANCIERIZACIÓN DE LA ECONOMÍA. Nos restringiremos a una única observación respecto de otro de los rasgos señalados; el de la mencionada financierización.

Es absolutamente necesaria una crítica a fondo de los conceptos fundantes de lo que todavía hoy llamamos “economía” e incluso “ciencia económica”; una trama de conceptos de rendimiento, productividad, beneficios, amparada en la externalización de costos, valida de proyectos de impacto ambiental totalmente adocenados, legitimados por agencias gubernamentales estadounidenses, y por lo tanto con una geopolítica nacional, pero que fungen como si fueran internacionales, como es el caso del FMI, el BM y la USAID (esta última no se declara “internacional”, aunque su denominación “Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Interna-cional” merecería rebautizarse como “Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU.”).

Estos “asesoramientos” avalan de manera falaz el adueñamiento de bienes comunes a la humanidad, “abaratados”, como bien señala Javier Rodríguez Pardo,(21) mediante la denominación de “recursos naturales” y mercantilizables mediante el artilugio de considerarlos apropiables.

Pero encima de una construcción ideológica y selectiva de lo económico está el hecho avasallante y al parecer irreversible, de que la economía se sateliza cada vez más ante los movimientos financieros, verdadero nervio motor de la producción y el intercambio actuales.

Lo financiero era en siglos pasados, el apoyo, el complemento de las transacciones económicas. Pero hoy “reina” como elemento protagónico. Da vergüenza ajena escuchar a políticos exaltar el PBI como referencia de progreso o calidad de vida. Y si el político es “de izquierda”, da pena, además.

Señorío de la tecnologización; servidumbre de la ciencia

Así como la economía y las finanzas han invertido sus roles, así ha pasado con la ciencia y la técnica: ahora la ciencia está al servicio de la técnica, es decir de las corporaciones que promueven (sistemática y permanente-mente) nuevas técnicas, nuevas configuraciones tecnológicas como una forma de dominio cultu-ral, ideológico, político y finalmente material. La que se suponía protagonista, dueña de la situa-ción; la ciencia, es en realidad su servidora, es decir se desarrolla al “amparo” de grandes corpo-raciones. También fructifica en el ámbito universitario, pero ése es el sector menos dinámico. También, finalmente, en las cabezas de científicos independientes, pero éstos son los menos.

La disciplina que tenía el rol accesorio, se ha convertido en el eje de las actividades tecnocientíficas, en el motor del “sistema económico”. La tecnología está cada vez más configurada en enormes consorcios civiles (casi siempre comerciales) o militares.

4.2. Quimiquización

Apenas el 10% de los productos químicos que salen al mercado tienen una “ficha de identidad” que refleje el conocimiento de sus cualidades, virtudes y defectos. Del otro 90% sólo se conoce (y se ha investigado) el rasgo utilitario por el cual se lo ha buscado, configurado, encontrado. Por cada producto prohibido por instancias reguladoras, son miles los “aprobados” sin más verificación que la utilitaria. Por eso quimiquización y contaminación se aproximan tan peligrosamente.

4.3 megalopolización à la argentina

Señalemos un único elemento vinculado con la proble-mática de la megalopolización. En Argentina, tanto los economistas de la Coalición Cívica como los del gobierno consideran buen augurio la producción incontenible de autos cero km. En una sociedad colonializada,(22) ese sólo dato satisface a los que gobiernan (o aspiran a hacerlo), con prescindencia de una observación más estructural, de un pensamiento más matizado, que tenga en cuenta, por ejemplo, su pesadísimo costo energético o que la elasticidad del parque automoor no se corresponde con la de su base de desplazamiento material, las calles, más inelásticas.

Ese divorcio nos puede llevar no a una mejor calidad de vida, como postulan los enamorados del automovilismo o de las estadísticas del PBI sino a una peor calidad de vida urbana, cotidiana, a bordo en las rutas y avenidas atascadas. Lo señalamos a título de ejemplo de cómo no calibrar “los avances”.

Los modernizadores están de acuerdo. Con ropaje neocon o con ropaje progresista, con filosofía liberal y capitalista o con convicciones progresistas, socialistas y marxianas, la globalización sigue su marcha. Triunfal y catastrófica. A la vez.

Y vale la pena considerar una conexión típicamente ecológica: la megalopolización tiene entre sus causas el despoblamiento rural que provoca el monocultivo y su rentabilidad.
Una consecuencia de tales desplazamientos poblacionales es que la gente concentrada en grandes urbes gana accesos, comodidad, info, pero también dependencia. Dependencia del sistema funcionando. Dependencia de los poderes establecidos, tanto comunicacionales como sanitarios, políticos…

4.4. Obsolescencia programada

Dejamos al lector el reflexionar sobre este fenómeno cada vez más “pujante”: ¿qué relación tenemos los humanos con la materia, que habiendo vivido siempre en un mundo de escasez el consumismo procura persuadirnos que vivimos en un mundo sin limites, infinito, de renovación continua, donde la materia ha ido perdiendo importancia, es decir el respeto, rasgo que había caracterizado prácticamente a todas las sociedades humanas?

Se entiende el porqué. Si algo es valioso por su uso, se lo cuida. Si algo vale como mercancía, más vale que desaparezca cuanto antes, así el empresario podrá reponerla. El descuido pasa a ser “el valor” de semejante sociedad. La nuestra.

Capítulo 5. Perspectivas

Varios de los desarrollos que acabamos de enumerar afectan de manera creciente y progresiva la biodiversidad, planetariamente. Es decir, que estamos jugando con fuego.
Cada vez más “capacidad” para modificar el hábitat resulta en cambio incapaz de, a su vez, no destruirlo. ¿Podemos los humanos, vivir, sobrevivir sin hábitat natural? Parece una pregunta tonta, y sin embargo, hay quienes están proyectando cómo hacerlo.
Somos fáusticos, concedido. ¿Somos más diestros o más energúmenos que Fausto?

Ése es el reto para la humanidad. Reto que se ha ido formando desde hace ya tiempo, y que “el estado de ánimo de las masas”, las sociedades concretas, no han asumido. Ni a sus “representaciones” políticas conservadoras o progresistas les ha importado.

Porque avanza nuestro conocimiento para mejor entender la naturaleza y a nosotros mismos. Avanza la medicina, la biología. Avanza la vida activa de los humanos, alcanzando cada vez más gente más tiempo de vida. Y de una vida que merezca su nombre. Avanza la ingeniería, la cibernética, todas las disciplinas del conocimiento humano, avanza nuestra comprensión del universo, de lo giga y lo nano, y de nuestro papel en todos esos universos. Pero a la vez avanza nuestra torpeza, nuestra huella cada vez más hiriente en el planeta.

Nuestro inolvidable maestro Mario Sambarino nos recordaba un pensamiento de Blas Pascal en los albores de la modernidad, enfrentando a las nuevas deidades, que consideramos sumamente actual aun cuando Pascal se ubique desde un dios y un cielo que para muchos de nosotros no existe: “El hombre está hecho mitad dios y mitad bestia, y cada vez que quiere convertirse totalmente en dios, se convierte totalmente en bestia”.

La biodversidad irreversiblemente dañada por el hombre, el disparo al ambiente de una serie de patógenos, disruptores endócrinos, cancerígenos, mutágenos que están poniendo en peligro la salud, la sexualidad ya no sólo de los humanos sino de todos los seres vivos; la radiactividad y la contaminación electromagnética cada vez más fuera de control, y tantas otras formas de contaminación cada vez más ingobernables, y también ellas irreversibles, la capacidad de los laboratorios con sus cómplices y asistentes para medicalizar cada vez más la vida, la “capacidad” creciente de los humanos para producir desechos y basura y no dar cuenta de ellos, son todos rasgos que entendemos peligrosísimos y ominosos.

Sin pretender agotar ese panorama apenas insinuado por la A. E. Piuké con los tres tóxicos mencionados, entendemos que Argentina no ha hecho hasta ahora sino aceptar gozosamente su papel de colonizado, mejor dicho colonializado.
Porque ya no somos colonia con bandera metropolitana; la nueva modalidad imperial se cuida muy bien de que cada territorio bajo la colonialidad conserve un símil de nacionalidad y estatalidad “igual” a la de las naciones reconocidas. Por eso han florecido tantos estados “independientes” en el mundo actual (la ONU tiene ya unos 200). Y celosamente, cada uno con su bandera, faltaba más.

Ardua dialéctica, ahora sí, tenemos entre centro y periferia, y la tenemos que afrontar. No es en blanco y negro, no es fácil. El centro tiene sus excluidos; la periferia sus privilegiados. Y no sólo eso; los mismos privilegiados del Primer Mundo también tienen mucho que lidiar para retener sus privilegios. Y los excluidos de la periferia también tienen una serie de peldaños, para mejorar a veces un átimo, o para empeorar hasta llegar al despeñadero de los basurales metropolitanos.

Porque la globocolonización le ha dado 4×4 a los sojeros, pero a enormes sectores de población le ha dado los basurales a cielo abierto o “bajo control”, a donde ha ido a parar la riqueza deslumbrante de la modernidad, del mundo rico, rápidamente degradada en forma de envases, carcazas y bolsas plásticas gastadas y desechadas (desechadas pero no deshechas, porque no son biodegradables).

Sustraerse a la globocolonización es arduo y problemático. Porque se trata de romper con el consumismo que se ha ido convirtiendo, por martilleo mediático pero también por autoseducción, en una segunda naturaleza. Consumir “refrescos”, o agua en botellitas plásticas, que “es lo más”, tapas de mujeres desnudas, viajes, modelos 0 km de autos o celulares, comidas rápidas −grasas y dulces, tan tentadoras−, consumir medicamentos para todo tipo de enfermedad real o imaginaria pero de fácil aplicación. Todas expresiones de cómo estamos siendo formados en la cultura dominante.

El esfuerzo para sustraerse a semejante imaginario, el necesario para afirmar una soberanía regional, cultural, alimentaria, mediante una política de respeto a la naturaleza, implica una política anticonsumista que no puede ser sino anticapitalista. Y tal tendría un altísimo precio: ser hostigados por los grandes poderes mundiales y menguar la circulación de dólares. Con ello, perdernos no sólo los gadgets de los grandes emporios mundiales; nos granjearíamos la furia (¿desbocada?) de quienes “la están haciendo con pala”.
Cambiar culturalmente; no es fácil.

Pero los “cambios de mano” de la progresía no alcanzan. En rigor, no plantean cambio paradigmático alguno. Por eso hablan de defender “un capitalismo bueno”. Cuando estallara la “crisis de 2001” hubo variadísimos intentos de tomar “los asuntos con sus propias manos”. Algunos de tales proyectos ya venían de los ’90, entonces florecen los MTD como hongos, en este caso, después de la tormenta.

En una entrevista desde la prensa alternativa, que entonces también recibió un gran espaldarazo −que ha pervivido−, porque más población cada vez confiaba menos en lo que decían radios, diarios y sobre todo la “tele”, tuve el honor y la dicha de conocer y dialogar con un agrupamiento en el barrio Conet de La Matanza, una veintena de “vecinos” luchadores. Arrinconados, sin los medios habituales de subsistencia, estaban en contacto con criadores de huevos y pollos para empezar a atender una producción local y nos contaban, “−ya que no podemos comprar lo del supermercado, vamos a producir nosotros, pero entonces hagámoslos orgánicos, sin pesticidas ni contaminantes.” Lo mismo proyectaban para una huerta vecinal, ya en contacto con los del Pro-Huerta del INTA. Quien llevaba una voz cantante en ese MTD era una mujer paraguaya, muy politizada, de formación marxista. Sesentona, con hijas adultas, consideraba que había que “expropiar a los expropiadores”. −Se trata de adueñarnos de todos los adelantos tecnológicos de que ahora disponen los sojeros, para ponerlos al servicio de todos, de modo tal que tendremos que trabajar muy poco para obtener nuestros alimentos; yo lo que quiero es que mis hijas se desplieguen en el arte, el baile, el canto, y no que tengan que seguir «yugando» como me tocó a mí…”

Dramáticamente, no pude estar del todo de acuerdo. Porque la simplificación del trabajo humano venía con un grado tal de contaminación, cada vez más generalizado, que no la hacía tan bienvenida. Y me/le pregunté, en voz alta, si no habría que volver, por ejemplo, a carpir para evitar agrotóxicos.

Para quien ha sido marcado “por el surco” es muy atractivo el canto de no-tener-que-hacerlo-más, porque “máquinas maravillosas” lo-hacen-todo.
La ecuación de mi interlocutora, industrialista, positivista, optimista, se solucionaba a pura técnica. Y no era tan fácil mostrar que la técnica no era sólo parte de la solución; que también se había convertido, ¡y cómo!, en parte del problema.

Recuerdo que una abnegadísima madre de Plaza de Mayo, con quien cruzamos una palabras sobre los desechos cotidianos me “aclaró” que “la basura” no era problema alguno porque existen máquinas que “la hace desaparecer”. Me quedó únicamente advertirle que desconfiara siempre de lo que hace desaparecer…
Encima, los industrialistas del Agribusiness proclaman que no hay marcha atrás en los desarrollos tecnoquímicos porque semejante planteo nos llevaría a la hambruna (hambruna es justamente donde estamos…)

Porque lo cierto es que el desarrollo tecnológico, librado a las fuerzas que lo gobiernan en los últimos siglos, resulta más bien necrofílico. Parecería como que a sus promotores les está vedado percibir cómo contamina, cómo disemina muerte o peligro de muerte a través de las contaminaciones generadoras de las más dispares y cada vez más atroces enfermedades. Se maltrata lo natural con una impudicia llamativa, como si la naturaleza fuera infinitamente elástica e infinitamente resistente. Como si tuviéramos un crédito ilimitado para volver siempre a un estado óptimo, a una recuperación plena. Lo cual es una terrible impostura o una escalofriante ignorancia. La vida, lo vital es increíblemente fuerte, regenerador, con una enorme capacidad de resiliencia, como se dice ahora, pero al mismo tiempo, es frágil, mortal.

Y esa condición, perecedera, no la salva ningún optimismo tecnológico. Porque no cambia la forma de plantarse ante la cuestión. Porque persiste el carácter avasallador de ese optimismo, un empecinamiento, una soberbia, que a la larga consideramos que nos va a resultar letal.

Dije antes, que si no hay un cambio cultural, en los comportamientos políticos, sociales, pero también individuales, rompiendo con la globocolonización, no veo cómo saldremos de lo que ha dado en llamarse “crisis de nuestro tiempo”. A lo que nos inducen los “neoliberales” cada vez más autoritariamente, es a seguir en la noria “global”, el culto al dólar y a las modalidades depredadoras del gran capital cada vez más transnacional.

Lo mismo exaltan los progresistas, solo que “repartiendo excedentes” en lugar de dejárselos sólo al 1 % más privilegiado.
En ambas vías se observa la aceptación plena de lo que hasta hace pocas décadas llamábamos “el capitalismo” y ahora designamos “la sociedad global”.

Una actitud crítica, de rechazo, de resistencia, nos lleva, nos tiene que llevar a ya no aceptar que la comodidad es el valor supremo, para encarar un proyecto de país, de sociedad, que realmente nos respete a todos.
¿Podremos asumir semejante “costo psíquico” sin que medie algún cataclismo? Parece difícil. La historia humana nos muestra que esas bisagras culturales, de comportamiento se han producido junto, frente a, o a causa de, enormes desgarrones del tejido social, como una guerra, una invasión. Sólo entonces un Churchill, político burgués por excelencia, se atrevió a prometer “sangre, sudor y lágrimas”. Sólo con la atroz invasión nazi a la Unión Soviética, muchos rusos, hicieron tripas corazón ante la dictadura que estaban sufriendo y resistieron lo que entrevieron como todavía peor. Con tales ejemplos, estamos hablando propiamente de cataclismos.

Si el lavado cerebral de la tinelización sigue ocupando el tiempo de los argentinos, si se completa con la tele adocenada de las Legrand o Jiménez; si los laboratorios siguen vendiendo lo que quieren o necesitan para su rentabilidad en nombre de la ciencia, la higiene, la seguridad o “el buen olor hogareño”; si seguimos creyendo que se puede “ir en auto al centro”, que nos podemos desentender de la indigencia de los que consideramos ajenos, no-prójimos; que la salud se defiende con medicamentos y no con nuestra forma de vivir, que nuestros propios desechos cotidianos, que nos sacamos de encima cada nochecita, nada tienen que ver con nosotros, estamos lejos de una sociedad más sana y por lo tanto más igualitaria, más respetuosa, más digna. Como si no necesitáramos ningún proyecto para alejarnos de un cataclismo ambiental.

Si los necesitamos, no aparecerán tales proyectos desde las opciones expuestas por Sader, sino precisamente desde el lugar que él subalterniza: la salud planetaria.

No vendrán con políticos neocon, obviamente, pero tampoco con los progresistas. Si aparecen en nuestro horizonte será por esfuerzos desde abajo, de quienes no soportan más los alimentos que enferman, los medicamentos que curan (síntomas) y enferman organismos, las ciudades para vivir que resultan invivibles, las relaciones sociales reducidas a barra de códigos. Porque ya no nos reconocemos en el mundo oficial “que nos gobierna” y nos “consume”.

Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) En España, en 1936 todas las tendencias socialistas internacionalistas, junto a burgueses republicanos y algunas otras variantes como los católicos vascos, procuraron enfrentar a “la otra España”, la de la Falange, inquisitorial, colonialista, que contó precisamente con la preciosa ayuda de los socialismos nacionalistas, de dictadores asumidos como tales, Hitler y Mussolini, amén del apoyo de todo el arco político más reaccionario, como los emigrados zaristas rusos. Ni siquiera la sublevación fascista e integrista católica logró consolidar dos bandos: las luchas entre comunistas y anarquistas, por ejemplo, fueron tan cruentas como las habidas entre republicanos y franquistas. La guerra civil española expresó trágicamente la puja entre por los menos tres actores…
2) Que queden algunas formaciones sociales que lo postulen y hasta lo practiquen, como Corea del Norte, Cuba e incluso otras lo anhelen y lo visualicen como meta, como es el caso de la Venezuela bolivariana o chavista, con su “socialismo del s. XXI”, no alcanzaría para tipificar al socialismo actuante como la opción al capitalismo vigente, al régimen dominante. Al menos no en los términos de “certeza histórica” o fe política con que se lo blandía décadas atrás, aunque existen en Argentina y en tantos otros lugares, toda una gama de partidos, asociaciones socialistas, marxistas-leninistas, con el sueño “intacto”, postulando los programas y metas del “socialismo científico” en sus muy diversas variantes, aunque cada vez más desancladas de los viejos modelos “nacionales”, albanés, chino, ruso-soviético, cubano, coreano… De todos modos, existe una indudable base común a socialismo y ecología, enfrentados ambos a la absolutización de la propiedad privada.
3) En Argentina tenemos los casos proverbiales por su alcance mediático, y penosos para quien esto escribe, de Jorge Castro o Héctor Huergo, por ejemplo.
4) No es por cierto la única caja de resonancia de tales privilegiados; también tenemos al grupo Bilderberg, a los think-tanks de la Casa Blanca y probablemente a alguna otra entidad de la que no conocemos ni su nombre.
5) “Fabricando disidencia: globalistas y elites controlan movimientos populares”, Global Research, 28/9/2010.
6) Guy Débord, autor de La sociedad del espectáculo, una suerte de manifiesto de la Internacional Situacionista, que expresó en los ’60, con formidable penetración, el estado del mundo contemporáneo.
7) Como aclaraba nuestro querido colega fallecido, Rodolfo Bledel: el único neoliberalismo digno de ese nombre es el patrocinado por John M. Keynes que revisó las tesis básicas del liberalismo y reconsideró el papel del estado que sobrepasó entonces su rol de “juez y gendarme”. El reflotamiento de los Chicago Boys y otros liberales, algunos contumaces como Friedrich von Hayek, no hace sino retornar al liberalismo primigenio, con lo cual más que hablar de neoliberalismo, habría que hablar de un retorno a “las fuentes”: paleoliberalismo.
8) No sabemos siquiera si esa enumeración, hecha en una presentación en la Facultad de Filosofía y Letras, 7/9/2010, excluye o apenas no enumeró expresamente otros gobiernos más o menos enfrentados al neoconservadurismo, como el paraguayo o el nicaragüense actuales.
9) Cuando nos referimos a países, sociedades o estados “ajenos al destino colonial”, acotamos en el tiempo histórico estos rasgos a los países de la modernidad, a los últimos 500 años, obviamente. E incluimos además, aquellos estados que habiendo tenido un origen colonial se han incorporado al área de los países enriquecidos (o centrales), como es el caso de los formados desde los asentamientos (settlements) anglosajones que lograron, mediante una variada gama de genocidios y etnocidios, despoblar una región o arrinconar a sus habitantes en reductos; Australia, Nueva Zelandia, EE.UU., etcétera. Contaron para ello con la colonización de tierras con escasa densidad demográfica autóctona; por eso mismo naufragó ese estilo en el caso sudafricano y tiene tantas dificultades en tierras palestinas.
10) Food Inc., EE.UU., documental de 2008.
11) La gran transformación, FCE, Buenos Aires (primera edición, 2007). Parte II, “Economía de mercado”.
12) http://www.taringa.net/posts/autos-motos/7491082/top-7-de-las-marcas-mas-buenas-del-mundo.html; Luis Faraoni, “Un récord de autos con fallas…”, Tiempo Argentino, Bs. As., 24/10/2010.
13) Adán Salgado Andrade, “Fábricas de animales: enfermedades en serie”, http://www.argenpress.info, agosto 2010.
14) Esto tiene una vuelta de tuerca escalofriante que preferimos dejar en la voz misma de su denunciante, la exministra finlandesa de Salud, Kilde Rauni (youtube, nov. 2009, en internet).
15) Amy Goodman, “Huevos podridos y nuestra democracia rota”, Democracy Now, agosto 2010.
16) Food Inc., ob. cit. EE.UU. posee a principios del s. XXI 13 (¡trece!) mataderos vacunos (ibíd.).
17) Alfredo Embid, “Lo que no te cuentan sobre la gripe porcina”, http://www.amcmh.org/PagAMC/downloads/gripecerdo2.htm
18) http://www.grain.org/nfg/?id=382, marzo 2006.
19) “¿Los argentinos, somos giles?”, comunicado de Piuké, 22/10/2010.
20) Claro que habría ponderar tales entusiasmos relativizando la unidad de medida, pues aunque “siempre”, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, hablamos de dólares, los dólares del 2010 valen menos de la doceava parte de lo que valían los dólares de 1950. La inflación también “come” al dólar.
21) “¿Por qué bienes comunes?”, futuros, no 13, Río de la Plata, verano 2009-2010.
22) Una serie de historiadores y filósofos, entre los que cuentan Ramón Grosfoguel, Walter Mignolo, Catherine Walsh entre otros, han trabajado el concepto de “colonialidad” para referirse a sociedades que han “alcanzado” la independencia abandonando la condición colonial, pero manteniendo en su seno una serie de pautas dependientes.

fuente http://revistafuturos.com.ar

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El estómago, los alimentos y el poder*

Publicada el 10/11/2011 - 07/09/2022 por Ecotropía

No comemos la comida para la que genéticamente estamos preparados. Durante cien mil generaciones, la estirpe humana ha vivido como recolectora. Nuestros cuerpos se fueron conformando para digerir distintas clases de raíces, frutas y frutos de cáscara dura así como para digerir carne, caracú, vísceras, y por cierto, animales y plantas de mares y ríos.

Por Lasse Berg

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De la protección a la destrucción *

Publicada el 27/10/2011 - 19/12/2020 por Ecotropía

Siendo en parte una expresión de angustia y agresión intensificadas, la ciudad amurallada reemplazó una imagen más antigua de tranquilidad rural y paz. Los primitivos bardos sumerios volvían la memoria hacia una edad de oro preurbana, cuando «no había serpiente ni escorpión, ni hiena ni león, ni perro salvaje ni lobo»; cuando «no había miedo ni terror, y el hombre no tenía rival».

Por Lewis Mumford

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • GeneralEtiquetado como amos y esclavos, Babilonia, ciudad-prisión, ciudades que se hunden, enemigo humano, esclavización en masa, Lewis Mumford, Megamáquina, Platón, tribus primitivasDejar un comentario

(libro) La sociedad desescolarizada

Publicada el 21/10/2011 - 07/08/2024 por Ecotropía

La sociedad desescolarizada, es una profunda crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías «modernas».

Por Ivan Illich

Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su momento. A través de ejemplos reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación escolarizada, Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:

«La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación –y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas.»

“Muchos estudiantes, en especial los que son pobres, saben intuitivamente qué hacen por ellos las escuelas. Los adiestran a confundir proceso y sustancia. Una vez que estos dos términos se hacen indistintos, se adopta una nueva lógica: cuanto más tratamiento haya, tanto mejor serán los resultados. Al alumno se le ‘escolariza’ de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y fluidez con capacidad para decir algo nuevo. A su imaginación se la ‘escolariza’ para que acepte servicio en vez de valor. Se confunde el tratamiento médico tomándolo por cuidado de la salud, el trabajo social por mejoramiento de la vida comunitaria, la protección policial por tranquilidad, el equilibrio militar por seguridad nacional, la mezquina lucha cotidiana por trabajo productivo. La salud, el saber, la dignidad, la independencia y el quehacer creativo quedan definidos como poco más que el desempeño de las instituciones que afirman servir a estos fines, y su mejoramiento se hace dependiente de la asignación de mayores recursos a la administración de hospitales, escuelas y demás organismos correspondientes.”

«(…) La institucionalización de los valores conduce inevitablemente a la contaminación física, a la polarización social y a la impotencia psicológica: tres dimensiones en un proceso de degradación global y de miseria modernizada. (…) Este proceso de degradación se acelera cuando unas necesidades no materiales son transformadas en demanda de bienes; cuando a la salud, a la educación, a la movilidad personal, al bienestar o a la cura psicológica se las define como el resultado de servicios o de ‘tratamientos’.

«Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es. Ambos consideran irresponsable el medicamentarse uno mismo, y ven a la organización comunitaria, cuando no es pagada por quienes detentan la autoridad, como una forma de agresión y subversión. Para ambos grupos, el apoyarse en el tratamiento institucional hace sospechoso el logro independiente.»

«Las burocracias del bienestar social pretenden un monopolio profesional, político y financiero sobre la imaginación social, fijando normas sobre qué es valedero y qué es factible. Este monopolio está en las raíces de la modernización de la pobreza. Cada necesidad simple para la cual se halla una respuesta institucional permite la invención de una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza.»

«El morir y la muerte han venido a quedar bajo la administración institucional del médico y de los empresarios de pompas fúnebres.»

«Una vez que una sociedad ha convertido ciertas necesidades básicas en demandas de bienes producidos científicamente, la pobreza queda definida por normas que los tecnócratas cambian a su tamaño. La pobreza se refiere entonces a aquellos que han quedado cortos respecto de un publicitado ideal de consumo en algún aspecto importante.»

Introducción extraída de http://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_Illich

Libro La sociedad desescolarizada (Deschooling Society), de 1971.

Libro en PDF / Audio (5 min.)

https://ecotropia.noblogs.org/files/2011/10/libro-La-sociedad-desescolarizada.ogg
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La sociedad gestionada mediante computadoras*

Publicada el 17/10/2011 - 12/05/2021 por raas

Ya se aprecia claramente que las máquinas que imitan al hombre están usurpando todas las facetas de la vida cotidiana y que tales máquinas están forzando a la gente a comportarse como ellas. Los nuevos artificios electrónicos tienen, por cierto, el poder de forzar a la gente a «comunicarse» con ellos y entre sí en los términos de la máquina. Todo aquello que estructuralmente no se adapte a la lógica de las máquinas es efectivamente «depurado» de una cultura dominada por el uso de éstas.

Por Ivan Illich

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Dolor, miedo, pasión, amor*

Publicada el 12/10/2011 - 12/05/2023 por Ecotropía

7º charla de Jiddu Krishnamurti. 5 de agosto de 1962

(…) Hablamos sobre el temor, y si es posible acaso librarse por completo de él, que es la reacción que surge cuando uno se da cuenta del peligro. Y (…) quisiera, si se me permite, hablar sobre la terminación del dolor; porque el miedo, el dolor y lo que llamamos amor siempre van juntos. Si no comprendemos el temor, no podremos comprender el dolor, ni podremos conocer ese estado de amor en el cual no hay contradicción, ni fricción.

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Los indignados vs. la dignidad de los dignatarios… indignos

Publicada el 19/09/2011 - 22/09/2011 por raas

En España, en Chile, se está luchando por la laicidad en las escuelas o por su gratuidad; los indignados hispanos la emprenden contra el boato. Existe cierto periodismo progresista que se ha apresurado a hacer confluir tales demandas, como si en todos los casos se tratara de la lucha por libertades públicas, por el respeto y los derechos de los inmigrantes, aunque no he visto el último punto señalado en el caso de los “indignados” europeos…

Pero esas demandas y las luchas por su cumplimiento son las que planteara la burguesía hace dos o tres siglos… o las que más tarde, han sido las reivindicaciones del socialismo que procuraron apenas verlas como preámbulos de objetivos políticos mayores, como la libertad y la justicia para todos, sin distinción…

Claro está que la burguesía “cambió de bando” cuando devino dominante, y traicionó buena parte de sus postulados pasando a ocupar lugares tan privilegiados bajo el sol; y análogamente podríamos decir que no ha sido menor la decepción ante el socialismo quebrando tantos de sus postulados.

Por lo mismo, los objetivos de lucha que en tantas sociedades se abrazaron contra la rigidez feudal y el absolutismo monárquico, siguen en pie y el reclamo de igualdad que planteara el socialismo, también, precisamente porque el socialismo real, los socialismos realmente existentes, a su vez se alejaron tanto de semejante aspiración.

Por eso, probablemente hoy en día muchos plantean que la lucha entre Ollanta Humala y el APRA occidentalizado y neoliberalizado es la principal en Perú. O que se trata de elegir entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri en Argentina para estar con el pueblo o al margen de él; que en Uruguay la disyuntiva es entre el Frente Amplio exencuentroprogresista y exneomayoritario y la vieja estructura de abogados estancieros (o en todo caso, de burócratas batllistas, mencionando la soga en la casa del ahorcado).

Por eso, Stéphane Hessel insiste en defender los postulados de la ONU de mediados del siglo XX con los cuales cree defenderse del embate eurábico, ahora que tantos en Europa ven árabes hasta en la sopa, aunque nada dicen (tal vez ni se den cuenta… o lo den por naturalizado) de que el mundo tiene europeos hasta en la sopa.

Los jóvenes “indignados” primermundianos salen a la calle no sólo reaccionando contra el medioevo redivivo sino para defender su privilegiado y −planetariamente considerado−, parasitario estilo de vida, y ese enfrentamiento se ha convertido en “el conflicto mediático de nuestro tiempo” (y ya sabemos que la tele dictamina lo que es y lo que no es: “lo que no se ve en la tele no existe”).

Hessel con todas sus virtudes; nonagenario combativo y lúcido en primerísimo lugar, bregador impertérrito por los derechos humanos, judío radicalmente antiisraelí, revela el estado real en que nos encontramos ya entrada la segunda década del siglo XXI. Hessel fue artífice fundamental de la reconstrucción democrática de Francia contra el régimen pro-nazi de Vichy, fue también coautor de la Declaración de los Derechos Humanos que la flamante ONU redactó en 1948 procurando actualizar los de 1789.

Conviene recordar que entonces, en la segunda posguerra, los nazis resultaron los malos de la película. Eran malos nomás. Pero no eran los únicos malos; sólo que “la película” la llevó a cabo Hollywood y por eso resultaron así (ocasionalmente compartieron maldades con los japs).

Pero, ¿qué había sido el colonialismo, el racismo y el genocidio sistemático que arrasó prácticamente a todos los continentes salvo el europeo? (1)

Nuestra lucha hoy, entonces, no puede ser para que Occidente mejor sus técnicas de administración planetaria o su sistema de distribución económica.
En primer lugar, porque a fuer de repetido, habría que aclarar que es indigno.

Pero en segundísimo lugar, porque es estúpido, sin sentido… Porque es la “civilización occidental”, porque es el eje de poder que pasa por el Atlántico Norte, al que hay que agregarle el minúsculo pero decisivo enclave “civilizatorio en la barbarie” Estado de Israel, el que está deshaciendo el planeta, su biosfera, es decir, nuestra biosfera y toda la biodiversidad marina y terrestre, y lo hace cada vez más manu militari.

Así vemos la sojización paraguaya “mediada” por el ejército, así vemos las matanzas generalizadas de congoleños para arrebatarles “minerales estratégicos”, así vemos las fracturas sistemáticas de estados apetecibles, ya lograda en Sudán, en trámite en Libia…

Y a esa neobarbarie militarista hay que agregarle su fiebre tecnófila y su desprecio sistemático por la contaminación cada vez más generalizada. Llevados por ese vértigo de los “adelantos tecnológicos” que nos van enredando en una crisis ambiental cada vez menos manejable.

Una crisis también  lexicográfica, semántica: a los agrotóxicos nos los presentan como “fitosanitarios”, a las fuerzas militares que invaden y arrasan aquí y allá las denominan “de Defensa” e incluso en muchos casos “de liberación”; aluden a los zanjones y montañas de basura con la terminología de “cinturón sanitario” o “repositorio ecológico”.

Así tenemos a Occidente, “armado” de dóciles herramientas como la ONU, la OTAN, el AFRICOM. cada vez más indiferenciadas entre sí, y demás piezas por el estilo, lanzado a un nueva ofensiva de conquista. Una recolonización  del mundo que empezó, seguramente, cuando el colapso soviético. Pero que podemos ir distinguiendo cada vez más claramente.

Por eso vemos, como bien dice Javier Rodríguez Pardo, que “vienen por todo”.(2) Lo vemos con los mal llamados biocombustibles que en rigor son necrocombustibles, que restringen la cantidad de alimentos en el mundo, lo vemos con el agua, los peces, los “metales estratégicos”.

Lo vemos con el arrasamiento de Irak, una forma ecocida y genocida de adueñarse de petróleo ajeno y de constituir geopoder, cuyos extremos de destrucción registra pocos precedentes. Como se dice de Atila, las fuerzas militares del eje anglonorteamericano han destrozado todas las infraestructuras retrotrayendo a esa sociedad a “La Edad de Piedra”, como gustan algunos decir, han contaminado con uranio empobrecido todo el territorio, augurando un reguero de enfermedades atroces y sin medida, y han obligado a los campesinos más antiguos de la humanidad, del mundo, a abandonar sus milenarias semillas para comprar, bajo pena de arresto, todas las semillas a Monsanto. Lo de la “operación de limpieza” en Falluja debería ser de manual para ver cómo actúan los monstruos si los asesinos hubiesen perdido la guerra. Pero apenas podemos intuirla por indicios. Porque la están “ganando”…

Las cúpulas de poder de EE.UU., Francia, el Reino Unido, Israel ya no necesitan cumplir con instancias de mediación, compulsas diplomáticas, atender el parecer de los más próximos, o “de la comunidad”. La Organización para la Unidad Africana, OUA reclamó el papel de intermediario en el conflicto dentro de su región aparecido o creado en Libia, pero “las potencias atlánticas” ignoraron ese intento de mediación, muy sensato de una organización que agrupa decenas de estados africanos (todos menos Marruecos por su política colonialista propia, contra su vecino saharaui), que totalizan tal vez más seres humanos que todos los franceses, británicos, israelíes y estadounidenses juntos… pero claro, se trata de nigerianos, sudafricanos, egipcios, kenyattas, malíes…. todos ciudadanos que deben valer tres quintos, como valían los afros en la constitución de EE.UU. de 1776, o tal vez apenas un quinto, considerando los “valores” que se cotizan en el siglo XXI.

La ONU no es sino la cómoda coartada de ese Occidente que, desembarazado de “la opción socialista” procura readueñarse de todo. Un impulso que se ha convertido en un frenesí, a medida que se ha ido tomando conciencia de los límites planetarios, del carácter finito de los recursos.

La ONU lleva un strip-tease de medio siglo y no nos ha mostrado sus partes pudendas sino su impudicia. Apenas funcional a la neoanglificación del mundo, más poderosa hoy que bajo el British Empire. (3)

Por eso, que un personaje tan peculiar y en tantos sentidos admirable como Hessel salga a apoyar la intervención, el castigo, la matanza occidental en Libia nos sitúa en los verdaderos términos del problema que padecemos.
En primerísimo lugar, ¡qué mal estamos! El neoconservadurismo, mal llamado neoliberalismo,(4) nos ha obligado a bregar por causas ya emprendidas hace un par de siglos y sin embargo, tan borradas o retorcidas como para tener que dedicar nuestros afanes otra vez a ellas: contra el boato, por trabajo mínimamente digno, por educación gratuita, por la laicidad…

Esto significa que los personeros de los privilegios planetarios, esa porción, decisiva de los habitantes humanos (una minoría considerable del Primer Mundo y una ínfima minoría del Tercero), han logrado plantear el tironeo en una palestra que los favorece; tenemos que volver a arrancar jirones de dignidad y vida que merezca el nombre de tal porque lo que ya habían logrado “los del montón” –mediante el sindicalismo, el estado de bienestar, las luchas anticoloniales, contra el racismo y el machismo, cierto desarrollo democrático en muchas sociedades– ha sido borrado total o parcialmente, negado, neutralizado, con represión mílito-policial, con desmantelamiento de leyes sociales, o, mejor dicho, mediante la aprobación de reglas neoconservadoras, con “renacimientos” y fundamentalismos religiosos y con un afinamiento de los viejos métodos de persuasión mediática que ha dado sus frutos. Por ejemplo, haciendo pervivir en los expaíses coloniales una mentalidad ya no propiamente colonizada, pero todavía dependiente; lo que algunos analistas del fenómeno califican no ya de mentalidad colonizada, sino de mentalidad colonializada. La que sufrimos nosotros, aquí.

Lo vemos en Perú donde el flamante presidente se apresuró a reafirmar la integración del país al comercio mundial, entregando, como habitualmente, materias primas; lo vemos en Argentina donde se anudan ininterrumpidamente los grandes negocios mineros o sojeros con y dentro del comercio mundial; lo vemos en Uruguay, donde las políticas de los que fueran progresistas o guerrilleros setentistas se traduce ahora en un avance extraordinario del latifundio (monocultivos “industriales”) y en la venta sin condiciones de tierra a extranjeros, todas ellas formas de adecuar “el paisito” a las “necesidades” de los grandes consorcios transnacionales; lo vimos hace poco en Brasil con una entrega de la Amazonia al capital transnacional mucho más fulminante y radical que la llevada tímidamente adelante por un capitalista socialdemócrata como Fernando H. Cardoso. Incorporación al gran mercado mundial del capitalismo casino, llevada adelante por el gobierno “auténticamente popular” de Lula y continuado por la Rousseff.

La situación a la que nos ha llevado la extrema derecha planetaria es a que muchos inconformes breguen por un capitalismo humanizado. Es lo que vemos en la generalidad de los gobiernos sudamericanos progresistas, pero también en la Europa bajo crisis y hasta en Israel con las carpas.

Por cierto, la virulencia creciente, la brutalización represiva que vemos en África, en Palestina, en tantos países árabes, podría ser signo de debilidad y no de fortaleza, de nerviosismo porque todo el sistema, financierizado, está trastabillando; basta ver la inseguridad, la incerteza, la volatilidad del eje (¿y talón de Aquiles?) del sistema burgués: el dinero. Con  anclajes cada vez más distantes de la economía real, una economía que a su vez se apoya cada vez más en el desprecio por la salud planetaria, un “estilo” que bien puede golpearnos en cualquier momento con “efecto ketchup”, está, empero, rigiendo nuestras vidas, dominando la cultura dominante, valga la cacofonía.

En ese sentido puede considerarse secundario de si el mundo recibe los golpes de un amo fuerte o un amo débil, y hasta pierde relevancia la puja en la cual los “impresentables” del Tea Party y sus correspondientes vernáculos en nuestras tierras, reclaman la represión y la progresía (al menos con viento de cola) la evita, postulando un capitalismo sano o bueno.

Lo cierto es que la lucha por un capitalismo con rostro humano es también un cuento viejo y ya gastado. Los que hemos ido acumulando memoria histórica, conciencia política y conocimiento a secas, sabemos que esa lucha no tiene sentido. Y que dejarnos atrapar en ella es aceptar el papel del toro en el ruedo, bajo la mirada de quien domina el juego… y la carnicería. Y que la carnicería –no sólo la militar– está a la vuelta de la esquina.

El cáncer ha pasado a ser segunda causa de muerte entre niños y jóvenes mexicanos (de 1 a 19 años).

La cantidad de malformaciones congénitas crece incontenible en las zonas fumigadas de la agricultura quimiquizada. En Santiago del Estero, Argentina, un informe oficial del gobierno provincial da cuenta de que entre 2000 y 2010 se ha cuadruplicado esa cantidad de malformaciones. ¡En sólo 10 años!

Hasta la OMS, eterno ladero de los consorcios farmacéuticos menos confiables, acaba de aceptar, julio 2011, a regañadientes, luego de elusivos comunicados previos, que la frecuencia de glioma (un tipo de cáncer cerebral) ha aumentado un 40% en el mundo tras la difusión de los celulares (grosso modo, han pasado de dos mil a tres mil anuales).(5)

Hessel es un triste símbolo de la miopía de la mejor Europa. No lo conozco personalmente. Y por eso no sabe cuanto lo lamento.

Luis E. Sabini Fernández *

* Periodista, editor de www.revistafuturos.com.ar, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

notas:
1) También en Europa hubo racismo y limpieza étnica anteriores al nazismo, pero comparado con lo sufrido en todos los demás continentes fue, hasta entonces, muy menor. Fue el nazismo el que desplegó en Europa el mismo estilo racista y despótico que caracterizó a la generalidad de las incursiones europeas en otros continentes. Los nazis por otra parte, declararon más de una vez que afinaron y extremaron los métodos que habían tomado de sus “maestros”, anglonorteamericanos.
2) Vienen por el oro, vienen por todo, Ediciones CICCUS, Buenos Aires, 2009. El autor hispano-argentino denuncia en su trabajo la “invasión” de ciertas mineras con extractores químicos y su avenencia con el gobierno kirchnerista argentino actual.
3) Si semejante ofensiva cultural e idiomática no ha avanzado más pese a ideólogos imperiales como Samuel Huntington es porque la resistencia y la resiliencia de los humanos y la de las naciones oprimidas y aplastadas ha sido enorme. Nada de que asombrarse: hasta el menos dotado sabe que él es su lengua, que si le arrebatan su lenguaje, su idioma, le arrebatan su ser, que su lengua es su vida. Algunas invasiones han logrado quebrar la lengua del invadido, como le ha pasado a tantas etnias amerindias. Pero si han sobrevivido, se han aferrado a su lengua, a su lenguaje. Y por otra parte, ni aun diezmados y enmudecidos, han perdido su identidad: el Machu Pichu fue descubierto, por casualidad, por un alemán, arqueólogo, en 1911. Durante cuatro siglos, ningún inca, ningún quechua, refirió su existencia a la sociedad peruana, que se había montado sobre el Tahuantinsuyo.
4) El único liberalismo que podría merecer el nombre de neo fue el keynesianismo que cambió el sentido que el liberalismo clásico siempre le había otorgado al estado. Friedrich Hayek, Milton Friedman, los economistas enrolados en los gobiernos “neoliberales” de Reagan, Thatcher, Pinochet, no han hecho sino retomar las tesis iniciales del liberalismo, de “estado mínimo”, mereciendo en todo caso el calificativo de paleoliberales.
5) Se trata apenas de un reconocimiento preliminar; basado en el primer tramo de diez años que ha podido ser estudiado. La OMS anuncia además que la frecuencia de glioma se quintuplica en jovencitos, en tanto las compañías celulares, las agencias de publicidad y los órganos periodísticos cómplices siguen apabullándonos con propaganda para que nuestros hijos usen y usen celulares… por seguridad.

fuente www.revistafuturos.com.ar

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¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio

Publicada el 11/09/2011 - 12/05/2021 por raas

«¿Qué tratamos de realizar? Cambiar la organización social sobre la que reposa la prodigiosa estructura de la civilización, construida en el curso de siglos de conflictos en el seno de sistemas avejentados o moribundos, conflictos cuya salida fue la victoria de la civilización moderna sobre las condiciones naturales de vida.» William Morris, ¿Dónde estamos?

Por Miquel Amorós Seguir leyendo «¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio» →

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La ideología social del automóvil

Publicada el 19/08/2011 - 02/04/2021 por raas

El mayor defecto de los automóviles es que son como castillos o fincas a orillas del mar: bienes de lujo inventados para el placer exclusivo de una minoría muy rica, y que nunca estuvieron, en su concepción y naturaleza, destinados al pueblo.

Por André Gorz Seguir leyendo «La ideología social del automóvil» →

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El auto nos declaró la guerra

Publicada el 19/08/2011 por raas

«Padre, ya están aquí…
Monstruos de carne
con gusanos de hierro.
Padre, no tengáis miedo,
decid que no, que yo os espero.
Padre, que están matando la tierra.
Padre, dejad de llorar
que nos han declarado la guerra.» Joan Manuel Serrat

Nadie puede desconocer o negar la revolución que produjo el advenimiento del automotor, desde sus orígenes hasta la actualidad, tan es así, que las ciudades pensadas para las personas, o el paisaje mismo, con el correr de los años debieron planificarse, modificarse o adaptarse a los caprichos de su majestad el auto.

Quién no se ha sentido atraído en algún momento por este juguete del ingenio humano, que como ninguno nos ofrece libertad y velocidad de desplazamiento, exaltando nuestra individualidad más acendrada, volviéndonos avaros y egoístas.

Ha calado tan hondo o se ha adherido tan íntimamente a nosotros, que hoy por hoy renegar del mismo es prácticamente imposible.

Intentar algún mecanismo de reducción, sería considerado casi un delirio por los defensores a raja tablas del progreso, del crecimiento o de las comodidades y status que el mismo brinda.

Recordemos que la matriz petróleo dependiente en el mundo, sus políticas de dominación y los profundos descalabros ambientales, se justifican casi mayoritariamente por su ligazón a esta tecnología.

Esta invención, que en su momento estuvo al servicio de las personas, se ha convertido hoy, en un tirano cruel, que reclama cada día in crescendo su cuota parte de sacrificios humanos, que a nadie parece preocuparle, mucho menos a los gobiernos y sus funcionarios.

Como en el relato de Frankenstein o las películas de ciencia ficción, la criatura se ha  independizado de su creador y lo ha convertido en su esclavo y su víctima.

La reiterativa visión de vehículos destrozados, con hierros retorcidos, cuerpos inertes, llantos y pérdidas desgarradoras, han galvanizado al extremo nuestra sensibilidad y el sentido de alerta.

Convivimos con la muerte evitable, sin inmutarnos.

Tan es así, que nos parece normal y cotidiano, que se exija como obligatorio llevar como accesorio del auto, el botiquín de primeros auxilios y la sábana para tapar piadosamente los cadáveres en caso de eventos dañosos, que seguramente se producirán.

Ello no difiere en mucho con las bolsas negras y medicamentos en las guerras.

Lo expresado es demostrativo de que el accidente, cuyo significado es: suceso imprevisto, elemento que no forma parte de la naturaleza o la esencia de una cosa, haya devenido en una posibilidad natural, no remota y casi siempre producible. Hay certidumbre de la desgracia.

Lo dicho ha llevado que, a instancias de la Organización Mundial de la Salud, el Secretario General de la ONU, en el mes de marzo declarara al 2011, como el comienzo del “Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011- 2020”, a los fines de minimizar sus tétricos saldos.

Sepamos que por año en el mundo, muere la aterradora cantidad de 1.300.000 personas y más de 50 millones de ellas, reciben distintos tipos de heridas, a lo que se debe sumar otra serie de daños colaterales atribuidos directamente a los automotores, como ser afecciones respiratorias y cardiológicas, producto de la contaminación en los centros urbanos, que en algunos casos multiplica hasta por cinco veces los efectos perjudiciales referidos. Es la principal causa de muerte entre los niños y jóvenes de 5 a 29 años.

La sumatoria de todos los conflictos bélicos producidos en el Planeta, no llega ni por lejos a las cifras de bajas mencionadas, ante la indiferencia y complicidad generalizada.

Lo peor, es que todos los pronósticos, de no hacerse algo al respecto, dicen que para el año 2030 estos números podrían duplicarse.

Pese a este genocidio, el mundo se mueve en sintonía con el auto y por ello, no es descabellado afirmar que el mismo se ha convertido casi en una suerte de epidemia maltusiana.

Por su parte los gobiernos en sus distintas competencias, nacionales, estaduales o locales, poco hacen para combatir este flagelo, aunque digan lo contrario.

Es más, no sólo que se rinden incondicionalmente ante las automotrices, sino que celebran como un síntoma de desarrollo el incremento de ventas, atribuyendo todos los males provocados, a la irresponsabilidad conductiva o el consumo de alcohol por parte de algunos conductores. Todo vale, para ocultar que lo que mata es el auto y no la forma de manejo.

No es sencillo combatir este poderoso enemigo, arraigado como pocos en la conciencia social como factor de status y libertad, pero de allí a fomentarlo y congratularlo, hay un largo trecho.

Todos saben que el tren, de cargas o pasajeros, se lleva las palmas por sus ventajas comparativas en términos económicos, de seguridad y ambientales.

Pero vaya paradoja, hasta algunas de las grandes multinacionales de la ecología, que se rasgan las vestiduras ante todo tipo de proceso productivo, se maquillan y hacen lobby a favor de este medio, prohijando el uso de automotores híbridos y eléctricos y reclamando enérgicamente a los Estados la adopción de los mismos, seguramente con el aplauso de las automotrices.

En una actitud hipócrita, no se preguntan de dónde saldrá la energía eléctrica para abastecer esta nueva demanda, o sobre los impactos que generará el aumento de la actividad minera (de la que reniegan) para proveer materiales cada vez más escasos y estratégicos para esta variante tecnológica del transporte individual.

No es suficiente denostar la mega minería, los biocombustibles o la quema de hidrocarburos para salvar el Planeta, sino entendemos que todas esas actividades en la mayoría de los casos son meras subsidiarias de las multinacionales automotrices.

El auto, con motores de combustión interna o eléctrica, siempre producirá las mismas consecuencias dañosas, ya que el origen de los males está en su propia esencia.

Por fortuna, algunos países inteligentes se han dado cuenta de ello y día a día mejoran sus servicios públicos de transporte. En los otros se actúa a contramano del sentido común y de la vida.

Es hora de pensar seriamente en el transporte masivo de calidad y con seguridad, desalentando el uso del individual.

Pero para ello se necesita: decisión, voluntad política y compromiso con la vida, atributos que no siempre abundan en las instituciones públicas, mientras los intereses de las automotrices siguen invadiendo todos los ámbitos de la vida social.

Hoy sería impensable tratar de prohibir el automotor, no obstante debería intentarse establecer un sistema de premios y castigos para los usuarios, vía normas impositivas que desalienten determinados usos, tamaños, cilindradas, cantidades de unidades por núcleo familiar, prácticas, etc.

A la par, se debería trabajar con sensatez y celeridad para ofrecer a los usuarios un sistema de transporte eficiente, económico, racional y sustentable, que privilegie la seguridad, el ambiente, la vida y la calidad de ella, para toda la comunidad y no solo las ganancias e intereses de unos pocos.

Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario

fuente http://argentina.indymedia.org/news/2011/08/790372.php

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Por qué Linux es más seguro que Windows

Publicada el 14/08/2011 - 14/08/2011 por raas

(En Junio de 2010) Google anunció que sus empleados dejarían de utilizar Windows, alegando que Windows tenía algunos huecos de seguridad importantes. Como ya vimos, si bien esto es cierto, puede tratarse de una estrategia comercial.

Sin embargo, esta decisión me dejó pensando: ¿qué hace más seguro a Linux? Cualquier usuario de Linux se da cuenta que es mucho más seguro… se siente más seguro que Windows. Pero, ¿cómo explicar esa «sensación»?

Este post es el fruto de varias horas de reflexión y búsqueda en internet. Si todavía usás Windows y querés saber por qué Linux es más seguro o si sos un usuario de Linux que disfruta de sus mieles y querés saber qué hace de Linux un mejor sistema en materia de seguridad, te recomiendo que leas este post detenidamente. Es largo pero vale la pena.

Introducción: ¿qué es la seguridad?

Mucha gente cree que es correcto decir que un producto es seguro, así por ejemplo, Windows es más seguro que Linux, Firefox más seguro que IE, etc. Esto es parcialmente cierto. En realidad, la seguridad no es un producto, algo que viene ya armadito y para llevar. Se trata, más bien, de un proceso en la que el usuario juega un rol central. En otras palabras, la seguridad es un estado que debe ser mantenido activamente a través de una interacción adecuada y responsable entre el usuario y el software y/o sistema operativo instalado.

Ningún software o sistema operativo es capaz de aportar ningún tipo de seguridad si el administrador pone claves tontas como «123», o si no toma los recaudos del caso. Dicho esto, sí es cierto que hay programas y SO más seguros que otros en tanto tienen menos «agujeros» o vulnerabilidades, se actualizan más rápido y, en términos generales, le hacen la vida más difícil a los atacantes.

Es en este sentido que podemos decir, por ejemplo, que Linux es más seguro que Windows. Ahora bien, ¿qué es lo que hace que Linux sea más difícil de vulnerar? Bueno, una respuesta que he leído y escuchado hasta el artazgo tiene que ver con el «security through obscurity» o «seguridad por oscuridad». Básicamente, lo que argumentan muchos supuestos «expertos en seguridad» cuando se les pregunta por qué Linux es más seguro es que como la mayor parte del mercado de SO está en manos de Microsoft Windows, y los hackers malos quieren hacer el mayor daño posible, entonces apuntan a Windows. La mayor parte de los hackers quieren robar la mayor cantidad de información posible o realizar alguna acción que los destaque por sobre los demás y les dé «prestigio» dentro de su círculo. En la medida en que Windows es el SO más usado, realizan todos los esfuerzos para crear hacks y virus que afecten ese SO, dejando de lado los demás.

Me parece muy importante destacar que hoy prácticamente nadie cuestiona que efectivamente Linux sea más seguro que Windows. En lo que se equivocan los supuestos «expertos» es en la fundamentación, he aquí la razón por la que me senté a escribir este artículo.

Los «expertos», como decía, sólo se basan en un mero dato estadístico para explicar por qué Linux es más seguro: existen menos virus y malwares para Linux en comparación con la enorme cantidad que hay para Windows. Ergo, Linux es más seguro… por ahora. Claro, al basar toda su argumentación en este mero dato, en la medida en que más usuarios se pasen a Linux, los hackers malos van a concentrarse cada vez más en crear utilidades y herramientas malignas para explotar todas y cada una de las vulnerabilidades de Linux. Se trata simplemente de un sistema de incentivos, que haría más atractivo para los hackers desarrollar virus y malware para Linux en la medida en que se vaya haciendo cada vez más popular. La supuesta seguridad de Linux, si acordamos con el análisis de los «expertos», sería una gran mentira. Linux no sería seguro sino utilizado por poca gente. Nada más… Yo creo, en cambio, que la mayor seguridad que aporta Linux se basa en algunos aspectos fundamentales de su diseño y estructura.

Otro dato estadístico alcanza para empezar a darnos cuenta de que los «expertos» no saben nada. El servidor web Apache (un servidor web es un programa que se encuentra alojado en una computadora remota que aloja y envía las páginas a tu explorador web cuando vos, visitante, pedís acceso a esas páginas), que es software libre y corre generalmente bajo Linux, tiene la cuota de mercado más grande (mucho mayor que la del servidor IIS de Microsoft) y a pesar de ello sufre muchos menos ataques y tiene menos vulnerabilidades que la contraparte de Microsoft. En otras palabras, en el mundo de los servidores donde la historia es al revés (Linux + Apache poseen la mayor cuota del mercado), Linux ha demostrado ser más seguro que Windows. Las empresas de software más grandes del mundo, los proyectos científicos más ambiciosos, incluso los gobiernos más importantes, todos eligen Linux para almacenar y proteger la información de sus servidores y cada vez más son aquellos que lo están empezando a elegir como sistema de escritorio. ¿Vos que vas a elegir?

Las 10 características que hacen a Linux muy seguro

En contraste con el endeble papelucho de cartón en el que, con suerte, te puede llegar el CD de Linux (estoy pensando en un Ubuntu, por ejemplo), el CD de Windows típicamente viene en una cajita de plástico que está cerrada herméticamente y que tiene una etiqueta bien visible que te pide con ansias que prestes conformidad con los términos de la licencia que acompaña al CD y que probablemente encuentres en la prolija caja de cartón en la que todo venía empaquetado. Este sello de seguridad está diseñado para prevenir que los gusanos vulneren la cajita de plástico de tu CD e infecten tu copia de Windows antes de que sea efectivamente instalada, lo cual constituye un recaudo importante y un activo de seguridad invaluable.

Claramente Windows le saca ventaja a Linux en lo que respecta a la seguridad física de sus copias (jaja), pero ¿qué sucede una vez que ya lo instalamos? ¿Cuáles son las 10 características que hacen a Linux más seguro que Windows?

1. Es un sistema multiusuario avanzado.

En la medida en que Linux se basa en Unix, originalmente pensado para su utilización en redes, se explican algunas de sus importantes ventajas en relación a la seguridad respecto de Windows. El usuario con más privilegios en Linux es el administrador; puede hacer cualquier cosa en el SO. Todos los otros usuarios no obtienen tantos permisos como el root o administrador. Por esta razón, en caso de ser infectado por un virus mientras un usuario común está sesionado, sólo se infectarán aquellas porciones del SO a las que ese usuario tenga acceso. En consecuencia, el daño máximo que ese virus podría causar es alterar o robar archivos y configuraciones del usuario sin afectar seriamente el funcionamiento del SO como un todo. El administrador, además, estaría habilitado para eliminar el virus fácilmente.

Una vez que concluye la instalación de cualquier distro Linux, se nos solicita que creemos un root y un usuario común. Esta falta total de seguridad que involucra la creación de más de un usuario por computadora es la causante de su poca popularidad. ¡Ja! No, hablando en serio, esta es una de las razones por las que Linux es más seguro.

En comparación, por ejemplo en Windows XP, las aplicaciones de usuario, como Internet Explorer, tienen acceso a todo el sistema operativo. Es decir, supongamos que IE se vuelve loco y quiere borrar archivos críticos del sistema… bueno, podría hacerlo sin problemas y sin que el usuario se entere de nada. En Linux, en cambio, el usuario tendría que configurar explícitamente la aplicación para que corriese como root para introducir el mismo nivel de vulnerabilidad. Lo mismo sucede con los propios usuarios. Supongamos que una persona se sienta en mi compu con WinXP. Va a C:\Windows y borra todo. No pasa naranja. Lo puede hacer sin problemas. Claro, los problemas vendrán la próxima vez que intente iniciar el sistema. En Windows el usuario y cualquier programa que él instale tienen acceso para hacer prácticamente cualquier cosa en el SO. En Linux esto no sucede. Linux utiliza una administración de privilegios inteligente por el cual siempre que el usuario quiera hacer algo que sobrepase sus privilegios se pedirá la contraseña del root.

Sí, es molesto… pero es lo que lo hace seguro. Hay que escribir la bendita contraseña cada vez que se quiera hacer algo que potencialmente pueda afectar la seguridad del sistema. Esto es más seguro porque los usuarios «comunes» no tienen acceso para instalar programas, ejecutar llamadas del sistema, editar archivos del sistema, cambiar configuraciones críticas del sistema, etc.

Desde el principio, Linux fue diseñado como un sistema multiusuario. Incluso ahora, las debilidades más importantes de Windows están vinculadas a sus orígenes como sistema independiente para 1 sólo usuario. Lo malo del modo de hacer las cosas en Windows es que no hay capas de seguridad. Es decir, una aplicación de alto nivel, como un explorador de internet o un procesador de textos, están unidos y pueden acceder a las capas más bajas del sistema operativo, con lo cual la más pequeña vulnerabilidad puede dejar expuesto a todo el sistema operativo.

Desde Windows Vista, se introdujo en Windows el Control de Cuentas de Usuario (UAC por sus siglas en inglés) que hace que cada vez que quiera ejecutarse un programa o realizarse alguna tarea potencialmente peligrosa se requiera la contraseña del administrador. Sin embargo, sin contar el hecho de que al menos aquí en Argentina casi todos siguen usando WinXP por su comodidad y facilidad, la mayor parte de los usuarios de Win7 o Win Vista se loguean siempre como administradores o le otorgan derechos de administrador a sus usuarios. Al hacerlo, cada vez que quieran realizar alguna de estas tareas «peligrosas» el sistema simplemente mostrará un cuadro de diálogo que el usuario debe aceptar o rechazar. Cualquier persona que se siente en tu escritorio y/o se apodere de tu máquina automáticamente tiene privilegios de administrador para hacer lo que se le cante. Para una comparación completa entre UAC y su, sudo, gksudo, etc. les recomiendo leer este artículo de Wikipedia.

2. Mejor configuración por defecto.

Por su parte, la configuración por defecto en todas las distros Linux es mucho más segura que la configuración por defecto de Windows. Este punto está íntimamente vinculado con el anterior: en todas las distros Linux el usuario tiene privilegios limitados, mientras que en Windows casi siempre el usuario tiene privilegios de administrador. Cambiar estas configuraciones es muy fácil en Linux y un poco complicado en Windows.

Claro que cualquiera de éstos puede ser configurado de tal modo de convertirlo en un sistema inseguro (al correr todo como root en Linux, por ejemplo) y Windows Vista o Windows 7 (que, por cierto, copiaron algunas de estas características de Linux y Unix) podrían configurarse de mejor modo para hacerlos más seguros y ejecutarse bajo una cuenta más restringida que la del administrador. Sin embargo, en la realidad esto no sucede. La mayor parte de los usuarios de Windows tiene privilegios de administrador… es lo más cómodo.

3. Linux es mucho más «asegurable»

En la medida en que la seguridad, como vimos al comienzo, no es un estado sino un proceso, aún más importante que venir «desde fábrica» con una mejor configuración por defecto es poder brindarle al usuario la libertad suficiente como para adaptar los niveles de seguridad a sus necesidades. A esto es a lo que yo llamo «asegurabilidad». En este sentido, Linux no sólo es reconocido por su enorme flexibilidad sino por permitir ajustes de seguridad que serían imposibles de conseguir en Windows. Esta es la razón, precisamente, por la que las grandes empresas eligen Linux para administrar sus servidores web.

Podrá sonar muy «zen», pero esta situación me recuerda a una anécdota que alguien me contó alguna vez. No sé si todavía sigue sucediendo pero me dijeron que en China la gente le pagaba al médico cuando estaba bien y dejaba de hacerlo cuando estaba mal. Es decir, al revés de lo que hacemos nosotros en la «sociedad occidental». Aquí sucede algo parecido. En Windows existe un enorme mercado en torno a la seguridad pero que se basa esencialmente en controlar o disminuir los efectos y no las causas que hacen de Windows un sistema inseguro. En Linux, en cambio, un usuario intermedio o avanzado puede configurar el sistema de tal modo que sea prácticamente impenetrable sin que ello implique la instalación de un antivirus, antispyware, etc. En otras palabras, en Linux el foco está puesto en las causas, o sea en las configuraciones que hacen a un sistema más seguro; mientras que en Windows el acento (y el negocio) está puesto en las consecuencias de una posible infección.

4. No hay archivos ejecutables ni registro

En Windows, los programas maliciosos generalmente son archivos ejecutables que, luego de engañar al usuario o saltear su control, se ejecutan e infectan la máquina. Una vez que esto sucedió es muy difícil removerlos ya que, en caso de que podamos encontrarlo y eliminarlo, éste se puede replicar e incluso puede guardar configuraciones en el registro de Windows que le permitan «revivir». En Linux, en cambio, no existen, estrictamente hablando, archivos ejecutables. En realidad, la ejecutabilidad es una propiedad de cualquier archivo (sin importar su extensión), que el administrador o el usuario que lo creó puede otorgarle. Por defecto, ningún archivo es ejecutable a menos que alguno de estos usuarios así lo establezcan. Además, Linux utiliza archivos de configuración en vez de un registro centralizado. Es conocida aquella frase que dice que en Linux todo es un archivo. Esta descentralización, que permite evitar la creación de una enrome base de datos hipercompleja y enredada, facilita enormemente la eliminación y detección de los programas maliciosos así como dificulta su reproducción teniendo en cuenta que un usuario normal no puede editar archivos del sistema.

5. Mejores herramientas para combatir los ataques zero-day

No siempre alcanza con tener todo el software actualizado. Los ataques zero-day (un ataque que explota vulnerabilidades que los propios desarrolladores del software todavía desconocen) son cada vez más comunes. Un estudio ha demostrado que lleva solamente seis días a los crackers desarrollar software malicioso que explote estas vulnerabilidades, mientras que le lleva meses a los desarrolladores detectar estos agujeros y lanzar los parches necesarios. Por esta razón, una política de seguridad sensible tiene siempre en cuenta la posibilidad de ataques zero-day. Windows XP no cuenta con tal provisión. Vista, en modo protegido, aunque es útil, provee solamente protección limitada a los ataques a IE. En contraste, la protección provista por AppArmor o SELinux es ampliamente superior, proveyendo una protección muy «fina» contra cualquier tipo de intento de ejecución de código en forma remota. Por esta razón, es cada vez más común que las distros Linux vengan con AppArmor (SuSE, Ubuntu, etc.) o SELinux (Fedora, Debian, etc.) por defecto. En otros casos, se pueden bajar fácilmente desde los repositorios.

6. Linux es un sistema modular.

El diseño modular de Linux permite eliminar un componente cualquiera del sistema en caso de ser necesario. En Linux, se podría decir que todo es un programa. Hay un programita que gestiona las ventanas, otro que gestiona los logins, otro que se encarga del sonido, otro del video, otro de mostrar un panel de escritorio, otro que funciona como dock, etc. Finalmente, como las piezas de un lego, todas ellas forman el sistema de escritorio que conocemos y utilizamos diariamente. Windows, en cambio, es un enorme bloque de cemento. Es un bodoque que es muy difícil de desarmar. Así, por ejemplo, en caso de que tengas la sospecha de que Windows Explorer tiene alguna falla de seguridad, no vas a poder eliminarlo y reemplazarlo por otro.

7. Linux es software libre.

Sí, definitivamente esta es una de las razones más importantes por las que Linux es un SO mucho más seguro que Windows porque en primer lugar los usuarios pueden saber exactamente qué hacen los programas que componen el SO y, en caso de detectar una vulnerabilidad o irregularidad, pueden corregirla al instante sin tener que esperar un parche, actualización o «service pack». Cualquiera puede editar el código fuente de Linux y/o los programas que lo componen, eliminar la brecha de seguridad y compartirla con el resto de los usuarios. Además de ser un sistema más solidario, que incentiva la participación y la curiosidad de los usuarios, es mucho más práctico a la hora de resolver agujeros de seguridad. Más ojos permiten la detección y solución más rápida de los problemas. En otras palabras, hay menos agujeros de seguridad y los parches se lanzan más rápidamente que en Windows.

Además, los usuarios de Linux estamos mucho menos expuestos a los programas spyware y/o cualquier otro programa que obtenga información del usuario en forma oculta o engañosa. En Windows, no tenemos que esperar a infectarnos con algún programa malicioso para sufrir este tipo de robo de información; existen pruebas de que el propio Microsoft e incluso otros programas muy reconocidos realizado por otras empresas, han adquirido información sin el consentimiento de los usuarios. Concretamente, Microsoft es acusado de utilizar software con nombres confusos, como el Windows Genuine Advantage, para inspeccionar los contenidos de los discos rígidos de los usuarios. El acuerdo de licencia incluido en Windows requiere que los usuarios acepten esta condición antes de usar Windows y afirma el derecho de Microsoft para hacer este tipo de inspecciones sin notificar a los usuarios. En definitiva, en la medida en que la mayor parte del software para Windows es privativo y cerrado, todos los usuarios de Windows y los desarrolladores de programas para ese SO dependen de Microsoft para solucionar las brechas de seguridad más graves. Lamentablemente, Microsoft tiene sus propios intereses en materia de seguridad, que no necesariamente son los mismos que los de los usuarios.

Existe el mito de que, al estar disponible públicamente su código fuente, Linux y todos los programas de software libre que corren bajo Linux son más vulnerables porque los hackers pueden ver cómo funcionan, encontrar los huecos de seguridad más fácilmente y sacar provecho de ellos. Esta creencia está muy vinculada al otro mito que nos encargamos de deshacer al comienzo del artículo: la oscuridad trae seguridad. Esto es falso. Cualquier experto en seguridad realmente serio sabe que la «oscuridad», en este caso dada por tratarse de software de código cerrado, dificulta la detección de las brechas de seguridad por parte de los propios desarrolladores, así como dificultan el informe y detección de estas brechas por parte de los usuarios.

8. Repositorios = chau cracks, seriales, etc.

El hecho de que Linux y la mayor parte de las aplicaciones que se escriben para correr en él sean software libre ya, de por sí, es una enorme ventaja. No obstante, si esto no estuviera combinado con el hecho de que todo ese software se encuentra disponible para su descarga e instalación desde una fuente centralizada y segura, probablemente su ventaja comparativa respecto de Windows no sería tan considerable.

Todos los usuarios de Linux sabemos que al instalar Linux automáticamente nos olvidamos de buscar seriales y cracks que, por otra parte, nos obligan a navegar por sitios inseguros o deliberadamente diseñados para hacer caer a los usuarios y jugar con sus necesidades. Tampoco precisamos de la instalación de ningún crack, los cuales muchas veces tienen algún virus o malware por ahí escondido. En cambio, sí tenemos, dependiendo de la distro que usemos, una serie de repositorios desde los cuales bajamos e instalamos el programa que necesitemos con un simple clic. Sí, ¡así de fácil y seguro!

Ya desde los primeros pasos de la instalación de Windows, éste demuestra su amplia superioridad en términos de seguridad. A medida que el proceso de instalación comienza, se insiste que el usuario ingrese un número de serie antes de continuar. Sin esta información vital, el usuario no puede continuar con la instalación. La mayor parte de los usuarios de Windows por suerte todavía no saben que una búsqueda rápida en Google puede brindarle acceso a miles de seriales, así que esta pieza de información es la defensa más poderosa contra los indeseados back-doors. Sí… es un chiste. 🙂 ¿Qué seguridad brinda un sistema que puede ser crackeado y vulnerado de modo que se pueda evitar el ingreso del serial, único medio a través del cual Microsoft se asegura que los usuarios paguen por sus copias? Es un SO tan malo que ni siquiera pueden (¿ni quieren?) hacerlo invulnerable de modo tal que todos paguen por sus copias.

9. 1, 2, 3… Actualizando

Si sos como la mayoría de las personas que conozco, usás WinXP. El primer XP venía con el IE 6 (de agosto de 2001), el XP con el service pack 1 venía con el IE 6 SP1 (de septiembre de 2002) y el XP SP2 venía con el IE 6 SP2 (de agosto de 2004). En otras palabras, en el mejor de los casos, estás utilizando un explorador que fue desarrollado hace casi 6 años. No hace falta explicar la enormidad que esto significa en términos del desarrollo de software. En esos años no sólo se detectaron y explotaron miles de vulnerabilidades al WinXP sino también al explorador que utiliza por defecto.

En Linux la cuestión es bien diferente. Es mucho más seguro que Windows porque está siendo permanentemente actualizado. Gracias a que Linux es un sistema modular, desarrollado como software libre y que cuenta con un sistema de repositorios de gestión de actualizaciones e instalación de nuevos programas, estar al día es una pavada. Desde el explorador de internet hasta el más recóndito programita que gestiona los privilegios de usuarios o la gestión de las ventanas, etc., pasando por el kernel y los drivers necesarios para el funcionamiento del sistema, todo se actualiza mucho más rápido y fácil que en Windows.

Precisamente, en Windows, las actualizaciones se realizan una vez por mes. Claro, eso si no las desactivaste, ya sea porque te resultaban molestas, porque consumían parte de tu ancho de banda o simplemente por temor a que Microsoft detectara de algún modo tu copia ilegal. Pero eso no es lo peor. La actualización de cada una de las aplicaciones es independiente, esto significa que Windows no se encarga de actualizarlas, cada una de ellas tiene que encargarse de ello. Como bien sabemos, muchas no tienen la opción de buscar las actualizaciones. Es el usuario el que se tiene que preocupar por enterarse del lanzamiento de una nueva versión, la descarga y la posterior actualización (siempre con el temor de no saber si tiene que borrar la versión anterior o no).

10. Diversidad, bendita tu eres entre todas.

Los usuarios de Windows están acostumbrados a que Microsoft les diga qué programa utilizar para cada cosa. De este modo, la utilización del sistema se supone que es más sencilla, se crean estándares comunes, se facilita la compatibilidad, etc. En fin, todo esto ha demostrado ser falso. Por el contrario, ha contribuido meramente a la uniformidad y el direccionamiento desde arriba, como si se tratara de una dictadura. Esa homogeneidad ha facilitado enormemente la tarea de los atacantes para detectar vulnerabilidades y escribir programas maliciosos que las exploten.

En comparación, en Linux existen una cantidad infinita de distribuciones con diferentes configuraciones, rutas de sistema, sistemas de gestión paquetes (unos usan .deb, otros .rpm, etc.), programas de gestión de todas las actividades del sistema, etc. Esta heterogeneidad dificulta enormemente el desarrollo de virus que tengan un amplio impacto, como sí es posible en Windows.

Los detractores de Linux dicen que más distribuciones equivalen a una mayor propensión de error y, por consiguiente, mayores vulnerabilidades de seguridad. Esto, en principio, podría ser cierto. Sin embargo, como acabamos de ver, esto se ve más que compensado por el hecho de que esas vulnerabilidades son más difíciles de explotar y terminan afectando a menos gente. En definitiva, los incentivos de los hackers para escribir software malicioso que afecte a estos sistemas disminuyen notablemente.

Yapa. Los programas para Linux son menos vulnerables que sus contrapartes para Windows.

Esto es algo que, de algún modo, ya lo mencioné al desarrollar algunos de los otros puntos pero me pareció importante destacarlo como un punto aparte. El software para Linux es más seguro y menos vulnerable que su contraparte para Windows por varios de los aspectos que también caracterizan a Linux: es software libre, se actualiza mucho más rápido, se obtiene a través de los repositorios, existe una enorme diversidad de programas, etc. Es decir, tanto en su diseño y desarrollo como en su distribución y ejecución, los programas para Linux brindan mayores ventajas de seguridad.

Pablo Castagnino

fuente http://usemoslinux.blogspot.com/2010/06/por-que-linux-es-mas-seguro-que-windows.html

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Congo: 5 millones de muertos

Publicada el 04/08/2011 por raas

¿Cuántos millones de congoleses deben morir para ilustrar un juego de ordenador? Nadie lo sabe, pero ya han sido masacrados cinco millones en la mayor explotación minera de la historia de este planeta. Las empresas mineras más conocidas y los mayores magnates del mundo son cómplices directos de este genocidio que dura ya diez años en África Central, donde el caos es deliberadamente impuesto como una cortina de humo para encubrir la salida de contrabando fuera del país de miles de millones de dólares en minerales.

Los funcionarios del gobierno local, pequeños pero avariciosos jugadores en este sistemático saqueo de su propio país, no tienen ni idea sobre qué compañías tienen en la actualidad contratos para hacer negocios en el Congo. Cuando miles de millones pueden ser extraídos batiendo la tierra por medio de mano de obra esclava, las leyes dejan de existir.

Cinco millones de congoleses han muerto alrededor de los últimos diez años con el fin de hacer a los multimillonarios más ricos aún. Sí existiera algo parecido a una justicia internacional, este holocausto en la República Democrática del Congo habría producido el ahorcamiento público de cientos de los hombre más ricos del mundo, y hubiera sido merecidamente. Si las leyes de Nuremberg que enviaron a la horca a diez nazis, por crímenes contra la humanidad y la paz, hubieran sido aplicadas en el Congo, podríamos encontrar fácilmente los nombres de los acusados en las columnas de la prensa financiera internacional, los hombres más ricos del planeta. Estos hombres han conspirado para asesinar a millones de personas, de tal modo que hubiera guerra constante en África Central, pero ninguna ley para evitar el robo de las grandes industrias parece concebible.

El llamado gobierno del Congo está sólo ahora encontrando tiempo para empezar un estudio sobre qué compañías están extrayendo qué minerales y dónde a lo largo del país. Desde que las múltiples invasiones del Congo empezaron hace una década, grandes corporaciones como De Beers, BHP Billiton, Anglogold, y el gigante estadounidense Freeport-McMoran han causado cinco millones de muertos, de forma que pudieran usar el caos para encubrir el saqueo de miles de millones de dólares en metales preciosos. Estas compañías mineras tienen todas ellas sus propios ejércitos privados para defender los bienes que roban, o para unirse con los ejércitos de los países aliados de EEUU como Ruanda y Uganda, con el fin de crear zonas sin ley y de “roba todo lo que puedas llevarte”. Es acertado decir que el holocausto en el Congo en un crimen colectivo de las compañías mineras europeas y americanas y de los gobiernos que las sirven. Hacer justicia en el Congo requeriría el encar-celamiento o ejecución de muchas decenas de miles de personas, la mayoría hombre blancos.

Los africanos implicados, incluyendo los funcionarios congoleses, son peces pequeños, pero ellos prosperan recogiendo las migajas de la mesa puesta con el canibalismo sobre el pueblo del Congo. De acuerdo con la comisión creada para el estudio de la minería en el Congo, varias facciones del gobierno evitan que algunas compañías paguen ninguna clase de impuestos sobre beneficios que alcanzan el seiscientos por ciento. No está claro ni siquiera quién tiene un contrato para hacer negocios en el Congo. Ninguna de las quimeras del oro de la historia moderna guarda alguna similitud con la violencia del capitalismo industrial batiendo la tierra en busca de coltan, diamantes o casiterita. El número de muertos en el Congo supera ya el de los asesinados en los campos de trabajos forzados de los nazis ­ pero ningún hombre blanco rico y bien trajeado ha sido castigado por ello.

El Congo es una prueba de que las naciones que dicen ser los países civilizados del mundo son, en realidad, lo contrario, ellos son los guardianes y cajeros del infierno. Mientras que estos hombres vivan, que nadie se atreva a hablar de moralidad como algo que no sea una hipotética ilusión. Desde luego, no existe en ningún lugar en el Congo.

Glen Ford (Black Agenda Report)

artículo publicado en Revista futuros nº12 / noviembre 2008
www.revistafuturos.com.ar

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Bicicletas voladoras

Publicada el 28/06/2011 - 12/04/2021 por Ecotropía

Cuando choquen los planetas y el mundo se termine, sólo quedará una manera de escapar: la bicicleta.

Por Luis Gruss

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El leninismo, ideología fascista

Publicada el 25/06/2011 - 03/06/2022 por Ecotropía

La existencia de sectas inmovilistas más o menos virtuales que se reclaman de Lenin es hoy un asunto más relacionado con las neurosis que acechan a los individuos inmersos en las condiciones modernas del capitalismo que con la lucha por las ideas que sostienen los rebeldes contra los ideólogos de la clase dominante.

Por Miguel Amorós
3 de diciembre de 2006

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Carta de un ciclista a un automovilista

Publicada el 05/06/2011 - 02/04/2021 por Ecotropía

Señor automovilista. Tenemos que hablar porque pensamos muy diferente. Usted piensa que no es lícito que yo marche a contramano o pase con luz roja. Mientras que yo pienso que no es lícito que usted ande en auto.

Por Antonio Urdiales Cano

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El planeta y nosotros ¿La técnica para el hombre o el hombre para la técnica?

Publicada el 28/05/2011 - 30/05/2011 por raas

1. Nos parece innegable que el desarrollo tecnocientífico está cada vez más implicado en la problemática planetaria.
2. Definimos como problemática planetaria la de los límites del planeta y consiguientemente sus recursos (en rigor, los que calificamos como “nuestros”), y su relación con nosotros, con el factor antropogénico en las diversas e inevitables transformaciones.

Y son esas transformaciones las que entendemos que tienen que estar cada vez más bajo la lupa, porque consideramos que cada vez más se las puede calificar como peligros, en primer lugar para la misma especie, y también, inescindiblemente para todo el planeta. Porque somos inseparables y cada vez se hace más cierto que “todos estamos en el mismo barco”.

3. Consiguientemente, se trata de abordar las políticas que procuren enfrentar o eludir dichos problemas.

Andrew Kimbrell, un intelectual estadounidense, convertido al catolicismo, fundador de un centro internacional de evaluación de lo tecnológico (INAC), autor de un texto, Technotopia,(1) nos dice: “A todo lo largo del siglo XX hemos sido testigos de cómo la tecnología se ha ido haciendo omnipresente en nuestras sociedades, permeándose en la inmensa mayoría de nosotros y nuestras vidas privadas. Nuestros hogares, lugares de trabajo, medios de transporte, alimentos, energía, entretenimientos, ocios, educación, gobierno, todo se ha ido constituyendo como elementos integrantes del circuito tecnológico.

[…] Cada uno de nosotros vive cada vez más en una suerte de concha o bóveda donde mucha de nuestra acción y comunicación está mediada por máquinas o instituciones tecnocráticas.

En tanto nuestros antecesores vivían plenamente en el medio natural, y nuestros más recientes antepasados lo hacían en un medio social, el hombre contemporáneo vive en lo que el sociólogo Jacques Ellul denomina un medio tecnológico. Para nosotros es la tecnoesfera, no la naturaleza, ni siquiera los otros serres humanos, lo que constituye la fuente de nuestra subsistencia, energía, alimento, educación y visión del progreso.”

Por su parte, el filósofo alemán Walter Benjamin acuñó la frase: “El automóvil es la guerra” y nos anunciaba: “Toda guerra venidera será a la vez una rebelión de esclavos de la técnica”.

Aunque Benjamin, que se suicida en 1940, seguramente retenía en su retina la imagen de una tecnocracia burda y despiadada, como la del nazismo, magníficamente preanunciada en la Metropolis de Fritz Lang a mediados de los años veinte, un pensador como Miguel Amorós rescata en los noventa las imágenes de Benjamin para ilustrar como él dice, “el hecho de que los instrumentos técnicos, no encontrando en la vida de las gentes un hueco que justifique su necesidad, fuerzan esa justificación entrando a saco en ella. Si la realidad social no está madura para los avances técnicos que llaman a la puerta tanto peor para la realidad, porque será devastada por ellos. El resultado es que la sociedad entera queda transformada por la técnica como tras una guerra.”(2)

En rigor, la formulación de Benjamin no hace sino recoger un viejo apotegma que Karl Marx, formulara magistral y dramáticamente: “Cada progreso económico es al mismo tiempo una calamidad social.” (3) Si reparamos en las privatizaciones y la modernización de los noventa en Argentina, con la biotecnología agraria a la cabeza de casi todo el mundo, y junto con ello, la generalización del hambre en las capas empobrecidas, tenemos un ejemplo contundente de las observaciones de Marx (y concomitantemente, de Benjamin y Amorós).

Pero Marx escribía a mediados del siglo XIX, cuando todavía lo futuro estaba por venir y por eso se podría entender la actitud fáustica –apuesta a tenerlo todo, un contrato con el diablo–que con acierto le atribuye Berman.

En el caso nuestro, como bien aclara un pensador de presuntas ficciones, Ray Bradbury, lo futuro ya está entre nosotros, “hace rato que llegó”. (4) Y tenemos entonces otra mirada, tendríamos que tener otra mirada, si somos capaces de sobrepasar las identificaciones y los corralitos ideológicos: una mirada que observe las secuelas inesperadas de un devenir histórico que no sigue etapas, por más objetivamente que se pretenda formularlas sino que sigue, más bien, la ilegalidad o la legalidad propia del aforismo popular y anónimo, pero por lo visto mucho más sabio que la pretensión cientificista de embretar lo por venir: “la liebre salta por donde menos se espera”.

Kimbrell agrega algo que constituye un desolador correlato de sus observaciones, las que repasamos in extenso al principio: aquel señorío del universo tecnológico en nuestras vidas, relaciones y configuraciones: el dominio de la dimensión tecnológica en nuestras vidas no se hace superando o ampliando nuestra raíz natural o nuestra sociabilidad, nuestros impulsos vinculares: no, se hace a costa de ellos, se hace acompasándose de modo misterioso pero implacable con el deterioro del mundo natural y con el de nuestro mundo social, se hace castigando lo que llamamos la naturaleza y el ambiente, que jamás han estado tan amenazados como en la actualidad y destruyendo nuestra sociedad; familias, comunidades, pero también nuestros estados psicológicos, tanto individuales como colectivos. Jamás ha habido tantas alteraciones psíquicas en los humanos como en los últimos tiempos (Kimbrell maneja datos de su país, EE.UU., pero con cierta ponderación, podemos generalizar este juicio).

Que Kimbrell registre tan pesarosa realidad en EE.UU. no significa que no nos pertenezca, que estos deterioros pertenezcan únicamente al Primer Mundo. Me parece que el diagnóstico de Kimbrell nos atañe, aunque con diferencias de intensidad y ritmo, a todos,  a todos los continentes, estados, localidades, individuos. Uno de los corolarios de la “globalización”, que en francés se la denomina “mundialización”.

Pero hablar de las ataduras creadas por el universo tecnológico, o tecnocientífico, nos obliga a hablar de sus titulares, lo cual es un tema habitualmente escamoteado al reflexionar sobre el desarrollo vertiginoso de los “adelantos” tecnocientíficos. Referirnos a la situación, a las actitudes de los mismos científicos. Que procuran permanentemente legitimar sus hallazgos por el hecho de haberlos hallado. Lo cual es una petición de principio no sólo desde el punto de vista ético sino también lógico.

Lo que nos dicen con esta arrogancia epistemológica es que lo único válido es el pensamiento científico, algo que se ha cultivado incondicionalmente en todo el espectro político, quiero decir expresamente, a derecha e izquierda. Y que una frase de José Ortega y Gasset ilustra lapidariamente: «¿Es el científico un “ignorante instruido”? [. . . ] No es un sabio porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es “un hombre de ciencia” y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio». (La rebelión de las masas, cit. p. Frank, Phillip, Filosofía de la ciencia, Méx., Herrero Hnos. Suc., 1957).

A la derecha, desde el liberalismo aristocratizante de los albores del industrialismo, cuando el dominio tecnocientífico empieza a hacerse notar, hasta llegar a sus aplicados discípulos y admiradores, los nazis, que extremaron las condiciones de florecimiento de pensamientos como la eugenesia, la salud y la higiene social (para los cuales se inspiraron, vale la pena recordarlo, en las ideas dominantes en EE.UU y el Reino Unido). Y a la izquierda, porque la coartada del progreso histórico estableció un teleologismo legitimador de toda acción o labor científica per se.

Podemos observar el desarrollo de una ciencia y técnicas acordes totalmente ideologizadas en el mundo académico y empresario estadounidense. El investigador norteamericano Vance Packard ha hecho una estremecedora recorrida por los intentos de diseñar a los humanos e ir constituyendo una humanidad “mejor”, más “apta”. El texto de Packard tiene una única limitación y son los casi treinta años de antigüedad, algo que en el territorio de la biotecnología, por ejemplo, es una inmensidad. Pero así y todo, veamos lo que Packard registraba en 1977: “Administración del talante, Producción de gente más vivaz… o más chata […] modificación de nuestras características genéticas,  control de calidad de los nuevos seres humanos, producción de individuos superiores,  copias humanas de un modelo deseado, el hombre con piezas totalmente reemplazables, construcción de hombres-animales y hombres-computadoras, etcétera».(5)

Tal vez la frase del genetista molecular estadounidense Robert Sinsheimer resuma con su “ingenuidad” la actitud predominante: “Con el Homo Sapiens […] algo nuevo apareció en este pequeño globo. A nosotros nos compete dar el próximo paso en la evolución. Debemos proyectar un nuevo surgimiento de una especie más hermosa, en este dulce planeta.” (6)

Sinsheimer es precisamente el pionero de una “nueva eugenesia”, que recoge el legado anterior al nazismo, que debió esperar décadas para reaparecer públicamente sin escozor (el replanteo eugenésico de Sinsheimer es de fines de los sesenta).

La eugenesia se promueve para alcanzar la perfección “humana”, para derramar “lo bueno” sobre toda la humanidad. En Engineering & Science, este autor escribió: “La nueva eugenesia permitiría en principio la conversión de todo lo inaceptable al nivel genético más alto […] Puede que algunos sonrían y sientan que esto no es más que una nueva versión del viejo sueño sobre la perfección del hombre. Es esto, pero también es algo más […] Potenciar sus características mejores  y dominar las peores a través únicamente de medios culturales ha sido siempre algo no del todo imposible aunque muy difícil en muchos casos. En la actualidad entrevemos otra ruta, la posibilidad de facilitar las tendencias internas y curar las imperfecciones internas directamente […].” (7)

La exigencia de perfección de un investigador como Sinsheimer no se queda en chiquitas: ya sabe en qué nivel juega. “A lo largo de la historia algunos individuos han buscado vivir en contacto con lo eterno [… antes] lo intentaron a través de la religión [… Hoy] aquel contacto se persigue a través de la ciencia, a través de la búsqueda de la comprensión de las leyes y estructuras del universo […] Quizás esta necesidad sea […] una negación de la mortalidad humana […] Las vidas de la mayoría de la gente están llenas de elementos sin importancia […] sin embargo hay entre nosotros unos pocos afortunados que tienen el privilegio de vivir con lo eterno y explorarlo.” (8)

Sinsheimer nos ha aclarado el panorama: está claro que lo suyo es una función sacerdotal y no menor, sino de sumo sacerdote, que la ciencia funciona como una religión y que está investido de una arrobadora modestia; no se incluye nosísticamente entre los “pocos afortunados”.

El perfeccionismo presupone la infinita maleabilidad de lo humano. Lisa y llanamente, la supresión de la naturaleza humana, que constituiría un límite a una maleabilidad infinita, a una perfectibilidad infinita. Como en el espectro ideológico contemporáneo ha sido la Iglesia Católica la abanderada del concepto de naturaleza humana, ha resultado fácil para progresistas de izquierda y derecha, “superar” ese concepto y postular la maleabilidad como proyecto político-cultural. Pero como muy bien ha observado Noam Chomsky, la supresión de la idea de naturaleza humana da rienda suelta a la manipulación infinita, sin límites. Es el fundamento pretendidamente ontológico de un totalitarismo radical.

La idea de inmutabilidad genética, vigente y dominante hasta la década del 20, trastabilló “cuando el genetista Herman J. Müller notificó que había modificado pautas hereditarias mediante los rayos X y que habían aparecido mutaciones en la generación siguiente. Esta circunstancia lo impulsó a abogar por la explotación de la aparente maleabilidad del hombre, para modificarlo y mejorarlo con manipulaciones genéticas.” (9)

En el caso de Müller el nervio motor para emprender un gran proyecto de manipulación genética es un pesimismo fuerte respecto del destino humano, que si no es reencauzado marcharía según Müller, a un “cataclismo genético”. Lo que importa destacar aquí es cómo una visión, es decir una mirada ideológica de lo futuro, crea las coartadas psíquicas para encarar y legitimar, hasta con la urgencia, un proyecto de reconfiguración de lo humano, la construcción de hombres nuevos.

Así, propone la creación de una red de bancos de esperma, cuidadosamente registrado y dejando siempre un plazo de veinte años: “para poder emitir un juicio ponderado sobre las cualidades del donante. De este modo los hombres que adquirieran prestigio definitivo [sic] podrían ser «utilizados muchas veces» y «destinados a reaparecer en épocas sucesivas» hasta que el conjunto de la población hubiera llegado a su nivel.” (10) Müller no se anda haciendo problema con la cosificación de los humanos fabricados ni por cierto le hace asco al más crudo pragmatismo.

Tanto perfeccionismo no es sino la contracara del profundo desprecio que despierta en este tipo de pensadores el hombre real y concreto, el hombre cualquiera, que somos todos nosotros.

Ese pesimismo está también presente en las visiones desde el progresismo de izquierda como lo revela el prestigio de la idea de “hombre nuevo”, tan al uso entre guevaristas, castristas, maístas, comunistas e incluso algunos anarquistas (aunque también se haya usado el término, la consigna, desde el nazismo, por ejemplo).

Sirva como ilustración este pasaje de una conferencia dictada por León Trotsky, ya en el exilio, en Dinamarca: “¿Quién se atreve a afirmar que el hombre actual sea el último representante, el más elevado de la especie homo sapiens? No, tanto física como espiritualmente, esta todavía lejos de la perfección  este aborto biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha creado ningún nuevo equilibrio orgánico […] La antropología, la biología, la fisiología, la psicología han reunido verdaderas montañas de materiales para erigir ante el hombre […] las tareas de su propio perfeccionamiento […]. Buzos sabios descienden al fondo del océano y fotografían la fauna misteriosa de las aguas. Para que el pensamiento humano descienda al fondo de su propio océano psíquico debe iluminar las propias fuerzas misteriosas del alma y someterlas a la razón y a la voluntad. Cuando haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre se integrará en los morteros, en las retortas del químico. Por primera vez la Humanidad se considerará a sí misma como una materia prima y, en el mejor de los casos, como una semifabricación física y psíquica. El socialismo significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad en el sentido de que el hombre de hoy, plagado de contradicciones y sin armonía, franqueará la vía hacia una nueva especie más feliz.” (“Qué fue la Revolución Rusa”, Copenhague, 1931).

Trotsky se nos presenta como un bastión y un adelantado del tecnocientificismo más radical. Si fueran sinceras y hubiesen sido contemporáneas, las empresas actuales de ingeniería genética lo habrían tratado de contratar como agente de Relaciones Públicas…

Trotsky no está, ni remotamente, solo. Nuestro ya conocido Müller, en plena década del 30, sostenía que “ninguna mujer inteligente y con sensibilidad moral rehusaría tener un hijo de Lenin” (se refería a los genes, claro, no a la cama).

Es importante tener presente que simultáneamente los nazis enviaban a los conscriptos con cunas a las aldeas del Reich para que fecundaran a las sanas y rollizas campesinas alemanas sobre la base de los mismos presupuestos.

Müller, por su parte, abogaba persuadir a la población para que voluntariamente se apresten a “procurar a los «hijos» el patrimonio genético óptimo en lugar de los apreciados genes personales.” Un racionalismo sobrecogedor.

Reparemos que ya estábamos en la década de las grandes represiones masivas (del nazismo en Alemania, del estalinismo en todas las Rusias y desde mucho antes, las del colonialismo en el mundo ajeno a Europa y el norte atlántico…), pero también podríamos decir apenas estamos en los treinta, si tomamos en cuenta el desarrollo de las técnicas de ingeniería genética desde entonces a ahora.

Para completar la visión pragmática de izquierda, valga el aparente oxímoron, bueno es también recordar que los esfuerzos eugenésicos han corrido tanto desde la derecha más señorial y racista, en los centros de poder ideológico de EE.UU. , Suiza, Suecia y Alemania (para adquirir su monstruosa configuración dentro de la pesadilla nazi), pero que muchos biólogos y científicos de ideología socialista apoyaron y desarrollaron planes eugenésicos también en los países nórdicos hasta las décadas de los sesenta y setenta. Nos dice Jacques Testart al respecto en El racismo del gen: “Es políticamente interesante ver como dos partidos opuestos justificaron su aval [el de la eugenesia]. A la derecha, entre los conservadores, jugaba el imperativo de la pureza racial; a la izquierda, entre los socialdemócratas lo que se ponía de manifiesto era el control de los nacimientos y la calidad de la política social [… para] prevenir los problemas sociales.” (11)

Tendríamos que agregar, nosotros, que para la izquierda dura la prevalencia de la economía tamiza sus ojos y legitima todo progreso, incluido el genético. Así, cuando surgen las técnicas de fertilización asistida con toda la batería; gestación in vitro, bancos de esperma y óvulos, vientres alquilados, úteros artificiales, el diario comunista chino Jemmin Jih Pao, en los ’70, no tiene mejor comentario que hacer que: “Si se pudiese procrear sin tener que soportar el embarazo, los partos no afectarían necesariamente a las madres trabajadoras. Ésta es una buena noticias para las mujeres.” (12) El comentarista deja entrever aquí su sueño de “vivir para trabajar”, el sueño que la intelectualidad socialista le dispensa al proletariado, claro, y como acota Packard “cualquier tecnología que ofrezca una reducción de los años-mujer perdidos por los embarazos siempre es una buena noticia” , en el universo del “socialismo real”, claro.

Al día de hoy las clonaciones parecen ser el monopolio al menos mediáticos de una secta como la raeliana o de médicos efectistas; sin embargo en la década de los sesenta, muchos investigadores soviéticos se estaban afanando por lograr seres humanos totalmente gestados en laboratorio. Que no lo hayan logrado, hablaría en todo caso de una saludable aunque involuntaria limitación del socialismo “real”…

Esta maleabilidad que hemos procurado presentar y criticar, esta maleabilidad de la naturaleza humana, postulada, introyectable, instrumentable, nos ha llevado a un cambio radical en nuestra relación con lo tecnocientífico.

Kimbrell nos recuerda que el optimismo tecnológico ha sido crecientemente cuestionado a medida que más y más gente, que nuevas investigaciones han ido revelando el alcance del descalabro planetario provocado precisamente por el despliegue tecno. Por eso nos recuerda que en los setenta Ernst Schumacher, por ejemplo, abogaba por una “tecnología a escala humana”, sustentable, compatible con el mundo físico que estaba siendo crecientemente dañado por una tecnología agresiva y devastadora.

Pero ante la crisis cada vez más comprometedora e imparable, Kimbrell aclara que: “La élite de poder tecnológico tiene una solución muy diferente. Aunque muy lentamente, las corporaciones, los académicos y los investigadores han ido llegando a la conclusión de que la tecnología edificada hasta entonces no era compatible con la vida, que las contradicciones entre la tecnoesfera y la supervivencia de la naturaleza y la sociedad estaban ahondánose irreversiblemente. Se dieron cuenta, ellos también, finalmente, que se imponía una solución y a la brevedad».(13)

Lo que nos advierte Kimbrell es que, una vez más, en lugar de “detener el juego”, de revisar autocríticamente lo actuado, en lugar de desmontar una construcción tecnocientífica que nos lleva al abismo, lo que se ha ido diseñando desde los centros de poder corporativo, privado y público, es un desarrollo de ingenierización (engineering) “de la vida, de la propia realidad para mejor adaptarla al sistema tecnológico.”
Así interpreta Kimbrell el ensanche incontenible de técnicas de alta complejidad destinadas a adaptarnos y conformarnos con y en este “sistema tecnológico deshumanizado”.

Kimbrell da ejemplos de esta orientación en la política presupuestaria, concreta, en EE.UU. : “más de 50 millones de dólares en psicofármacos, una buena parte dedicados a lograr que se pueda cumplir la jornada laboral. Otro tanto destinado a que se pueda “pasar la noche”. Y hay unos cinco millones de niños estadounidenses tratados con psicofármacos para que puedan sobrellevar la institución escolar. Poco importa si se necesitan todo el tiempo dosis crecientes o si tales fármacos dejan de funcionar cuando el usuario opta por el alcohol o la adicción a drogas ilegales. Mientras tanto, hay afanes crecientes por encontrar los genes de la depresión, la ansiedad, el alchololismo y hasta el de la timidez y nos prometen su inminente hallazgo.”

[…] Proliferan en los cientistas electrónicos el proyecto de hacernos totalmente «virtuales» descargándonos en piezas de silicio, unificándonos, por así decir, con nuestros dispositivos computarizados. Es la solución final al dilema tecnológico.”  (Ob. cit.)

Podremos preservar nuestro deshumanizado sistema de producción si nos deshumanizamos nosotros mismos.

Bueno es advertir desde ya, aunque Kimbrell no lo mencione en estos pasajes, que estas “avanzadísimas” transformaciones para usar la terminología del optimismo tecnológico, son irreversibles: un hombre transgénico, un ser transgenetizado no tiene marcha atrás, su descendencia estará configurada con esa dotación genética modificada, no otra.

La ingeniería genética es entonces la respuesta a los problemas generados por el desarrollo previo. Si la combustión de fósiles llegó a sobrepasar la capacidad planetaria natural para reabsorber, por ejemplo, el dióxido de carbono (el metano y otros gases de los causantes del efecto invernadero), y eso provoca el calentamiento planetario, y con dicho calentamiento se provocan proceso de desertificación, por ejemplo, no hay problema: se construyen plantas que se adapten a esos nuevos biomas, a esas condiciones de existencia, con menos agua, por ejemplo. Análogamente, se proyectan animales que no necesiten del vínculo matri-filial, etcétera.

Esto es lo que Thomas Berry,(14) uno de los llamados eco-teólogos, define como que “la naturaleza ha sido transformada de una comunidad de sujetos a una colección de objetos.”

Cuando hablamos aquí, Berry, nosotros, de naturaleza, tenemos que incluirnos, incluir a los seres humanos, la especie, aun con toda su construcción trascendente respecto de los reinos naturales.). Con razón Carl Rogers, psicólogo estadounidense tuvo que formular tan ominosa afirmación: “Podemos adoptar la decisión de usar nuestros crecientes conocimientos para esclavizar a las personas en formas no soñadas hasta hoy, para dominarlos por medios elegidos con tanto cuidado, que tal vez  jamás se den cuenta de la pérdida de su personalidad.” (15)

Este futuro posible, sin embargo, está todavía en nuestras manos.

Luis E. Sabini Fernández
Noviembre de 2005.

notas:
1) En internet, Technotopia. The Dark Side of Technology. texto que glosamos a lo largo de esta nota.
2) “¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio”, artículo aparecido en la revista española Maldeojo (s/f).
3) Cit. p. Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, S. XXI, 1988.
4) Presentación del autor por J.J. Dimilta, “Ray Bradbury: El futuro llegó hace rato”, Lea, Buenos Aires, no 25, julio 2003.
5) Los moldeadores de hombres, Buenos Aires, Huemul-Crea, 1977.
6) Cit. p. V.  Packard, ob. cit., p.224.
7) Cit. p. David Noble, La religión de la tecnología, Barcelona, Paidós, 1999.
8) The Strands of Life, Berkeley, University of California Press, 1994. Cit. p. D. Noble, ob. cit.
9) V. Packard, ob. cit., p. 225.
10) Guidance, cit. p. Paul Ramsey, P., El hombre fabricado, p. 59.
11) Buenos Aires, FCE, 2001.
12) V. Packard, ob. cit., p. 200.
13) De aquí en adelante las citas de Kimbrell provienen del trabajo ya citado al principio.
14) Cit., p. A. Kimbrell, ob. cit.
15) Cit. p. V. Packard, ob. cit., p. 7.

fuente: Cuadernillo de la Cátedra Libre de Derechos Humanos. Introducción a los Derechos Humanos. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (agosto de 2009).

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(libro) El horror económico

Publicada el 27/05/2011 - 06/06/2022 por Ecotropía

Con un libro tan palpitante, apasionado, que por momentos se parece a un monólogo interior joyceano -aunque las frases todas tienen los signos de puntuación de rigor, constituye un torrente sin capítulos o en todo caso con capítulos innominados, casi sin referencias al pie-, con un libro con esta configuración cuesta buscar un inicio, descubrir «las partes».

Por Luis E. Sabini Fernández
revista Futuros
julio de 1997

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El robot

Publicada el 05/05/2011 - 11/04/2023 por raas

¿Por qué dicen los sufíes que el hombre es una máquina? Porque el hombre es una máquina, por eso. El hombre tal como es, es totalmente inconsciente. No es más que sus hábitos, la suma total de sus hábitos. El hombre es un robot. El hombre todavía no es un hombre. A menos que la consciencia penetre en tu ser, seguirás siendo una máquina.

Por Osho

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La locura del sujeto normal

Publicada el 23/04/2011 - 16/09/2022 por raas

Según una de las versiones del mito, Prometeo descendía de una antigua generación de Dioses que habían sido destronados por Zeus. Era hijo de Titán y de Asia, él sabia que en la tierra reposaba la simiente de los cielos, por eso recogió arcilla, la mojó con sus lágrimas y las amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses, los Humanos.

Por Enrique Carpintero*

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Sobre la vigilancia…

Publicada el 11/04/2011 - 11/04/2023 por Ecotropía

Tu vigilancia se mantiene sin perturbaciones. Durante las veinticuatro horas del día habrá una corriente subterránea de vigilancia. Tú sigues haciendo cosas… para el mundo exterior, nada ha cambiado, pero para ti ha cambiado todo.

Por Osho

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África. Saqueo y esclavitud eternas

Publicada el 17/03/2011 - 17/03/2011 por raas

A lo largo de la historia África ha sido desangrada por «plagas» sucesivas: la esclavitud, el colonialismo, el fin de las colonias, los ajustes estructurales forzados por las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional), el neoliberalismo, las transnacionales,…

Conquistas de África

La presencia europea en África no comenzó a ser significativa hasta el siglo XVI y estuvo relacionada principalmente con el tráfico y comercio de esclavos. Esta actividad estuvo ligada a las necesidades de mano de obra barata en las plantaciones de caña, tabaco, cacao, café y algodón de las colonias americanas. Se calcula que entre 24 y 28 millones de personas fueron capturadas en África, la mitad de las cuales murieron antes y durante el transporte. La mayor parte de esos muertos y deportados eran jóvenes en su mejor edad productiva. Las deportaciones masivas y las matanzas causadas por los esclavistas fueron responsables de la despoblación de regiones enteras y de un fuerte impacto sobre la agricultura, la artesanía y el comercio locales.

Muchas de las fortunas que se hicieron en el comercio colonial entre Europa y América están manchadas con la sangre y el sufrimiento de millones de personas. ¿Qué justificaciones hacía de una actividad tan abominable la sociedad esencialmente cristiana? Lo primero que hay que hacer es negar la esencia de la persona del esclavo que pudiera ser una base para sustentar derechos y reclamar el respeto de otros seres humanos. Según la mentalidad de los esclavistas, además de ser paganos, adoradores de ídolos y dioses falsos, supersticiosos, y por tanto carentes de la entidad moral que da el cristianismo, eran ignorantes, insensibles, medio-hombres, que «no se preocupaban de nada más que de no ser capturados», en frase del ministro de la iglesia y traficante de esclavos John Newton.

En 1807 el parlamento del Reino Unido aprobó la ley que abolía el tráfico de esclavos «abolition of the slave act». El comercio de esclavos en las colonias francesas sólo fue prohibido en 1905 y la esclavitud tardó todavía algunos años en extinguirse. La esclavitud abierta fue sustituida entonces por la esclavitud disfrazada, a través del trabajo obligatorio. En definitiva, lo que acabó con el tráfico de esclavos no fueron las acciones de las potencias europeas en los países africanos, sino la progresiva disminución de la demanda de esclavos al otro lado del Atlántico, al descubrir los patronos que los trabajadores asalariados podían ser obligados a trabajar como esclavos, sin tener que alimentarlos, cuidarlos y convivir con ellos.

Colonialismo

En el siglo XIX el capitalismo y la revolución industrial se habían asentado en Europa y necesitaban expandirse en busca de regiones que le proporcionasen materias primas y mercados. Surgió así el colonialismo como doctrina de desarrollo y la idea de que todo gran país debía tener un imperio colonial.

Después de los exploradores, misioneros, colonos y comerciantes llegaron a África los políticos y los militares, cuyos nombres y acciones se han aupado al cuadro de honor de la historia militar de las colonias en sus respectivos países. Europa llevó a cabo la conquista de África a sangre y fuego frente a poblaciones que se opusieron a ellas. Los imperios de la revolución industrial pretendían explotar el territorio, por medio de la extracción o recogida de materias primas de las regiones no desarrolladas y de la exportación de los productos elaborados a estas mismas regiones, con un valor añadido muy superior.

El colonialismo destruyó la economía africana y el sistema agrícola y los reemplazó por sistemas, infraestructuras y estructuras de clase diseñadas para la exportación de bienes y explotación de mano de obra y recursos primarios africanos para beneficio europeo. Se constituyó una economía basada en el monocultivo de la exportación. Los cultivos alimentarios tradicionales, que garantizaban la subsistencia de las poblaciones locales, fueron abruptamente sustituidos. El resultado inmediato fue la expansión, en una escala nunca vista con anterioridad, de las epidemias de hambruna.

La ocupación efectiva implicaba tener una administración en la región y desplegar un ejército que controlase el país. Las únicas inversiones que se hicieron en las colonias fueron las de empresas privadas para explotar minas, plantaciones; así como las inversiones de los colonos europeos para mejorar sus tierras y el embarque de sus cosechas. Millones y millones de horas de trabajo no pagado e infinidad de recursos constituyeron el principal tesoro que Europa extrajo de África.

La repartición del continente tuvo que ser resuelta con la celebración de la Conferencia de Berlín (celebrada entre 1884 y 1885), debido a los conflictos surgidos entre los Estados europeos en su afán expansionista. El reparto de África que estos llevaron a cabo no sólo cambió la geografía política, las divisiones políticas y administrativas que existían en el continente africano, sino que alteró su etnografía y su demografía, y reinterpretó su cultura a la vez que transformaba y pervertía con los contra-valores coloniales el predominio de la violencia, de la avaricia, del desprecio a los que se juzga inferiores, de la irresponsabilidad y la impunidad de los poderosos. En una palabra, Europa inventó de nuevo África.

Fin de las colonias

A partir de 1945, el proceso de descolonización adquirió un ritmo frenético. Los últimos reductos del colonialismo cayeron a mitad de los años setenta, a través de importantes movimientos nacionales revolucionarios. Pero la ruptura con el colonialismo no significó la pacificación de África.

Los colonialistas, tras las convulsiones de las dos guerras mundiales, hicieron su análisis costo-beneficio y, al ver que el negocio de las colonias ya no era rentable, decidieron que lo mejor era largarse, dejar la administración sobre el terreno de las colonias, para, como habían hecho antes del reparto de África, seguir explotándolas desde la seguridad de su propio país. Las élites coloniales, que habían servido a los intereses europeos, normalmente se mantenían en el poder. Élites europeizantes o europeizadas, educadas, ricas, armadas, conectadas con las empresas que trabajan en el país, en situación de absoluto privilegio.

Cuando algunos líderes africanos intentaron emprender un camino de desarrollo independiente, fueron derrocados por golpes apoyados desde Occidente. Por ejemplo, el caso de Angola, destacado, cuyo gobierno, «después de la liberación tuvo que enfrentarse a grupos contrarrevolucionarios apoyados desde otros países africanos, tras los cuales se ocultaba EEUU».

O el de Congo: en 1961, fue asesinado Patrice Lumumba, que había sido elegido primer ministro en 1960. Lumumba buscó lograr un desarrollo independiente para África. Pero Bélgica apoyó un levantamiento en Katanga, una provincia del Congo rica en recursos naturales, e intervino violentamente. Hay evidencia de que EEUU fue cómplice en el asesinato en 1961. Una guerra civil larga y brutal siguió al asesinato. Al fin de la guerra, Mobutu Sese Seko, un sangriento y delictivo dictador, llegó al poder. Mobutu fue reemplazado a mediados de los noventas por Laurent Kabila, otro dictador, cuyo hijo es actualmente el dueño del poder en el Congo. O Ghana donde un golpe militar, también apoyado por Occidente, derrocó a Kwame Nkrumah, un líder pan-africanista en 1966. Nkrumah también buscaba un desarrollo independiente. El golpe fue seguido por una ola de privatizaciones.

Los gobiernos que no fueron derrocados y que deseaban diversificar la economía de sus países y construir servicios públicos, lo hacían por medio de préstamos dados por instituciones financieras internacionales. África ingresó en una crisis de deuda que se utilizó para seguir influyendo en las decisiones soberanas. Y de la cual es herencia una de sus grandes «plagas» de la actualidad: la deuda externa.

Las plagas de África hoy

Las nuevas naciones fueron obligadas a convivir con una sociedad internacional muy dinámica y soportando el peso de la inferioridad de su atraso tecnológico, las contradicciones de sus Estados unitarios, la fuerza desestabilizadora de sus militares, la falta de educación y salud y la interferencia de los poderes mundiales. En conjunto, sus gobernantes se enfrentaron con unas difíciles tareas que los sobrepasaban.

Los europeos dejaron bien inculcada en África una lección: que la fuerza de las armas es el último y definitivo recurso para la conquista del poder. No hay nada como la fuerza aplastante del poder militar.

Cuando se fue a la conquista de África, a mediados del siglo XIX, se esgrimió el argumento de la «civilización», porque en Europa se tenía la certeza de que civilización, como madre, no hay más que una, que era -faltaría más- la europea. Hoy se habla de «ayuda al desarrollo», a veces de «solidaridad». Son dos conceptos políticamente correctos, pero cargados en ocasiones de tanto cinismo como cuando antaño se hablaba de «civilización».

África es la madre nutricia de la mayoría de las materias primas que hay en el mundo y vuelve a interesar por lo que siempre atrajo a Occidente y ahora también a Oriente: por sus recursos naturales. Existe en África una doble injerencia, política y económica, que está convirtiendo a los países africanos en meras sucursales del Norte. Las amarras son tan fuertes que cuando un dirigente intenta cortar alguna cuerda para liberarse de la presión, se encuentra inmediatamente con una revuelta bien organizada y armada hasta los dientes. Esta injerencia, no tiene origen ya sólo en los países europeos, sino que la presión viene también de EEUU, China, Rusia, India, Brasil,… Incluso el propio coronel Gadafi animó a los libios a que vayan a «hacerse ricos» al África negra.

Con estas actuaciones de penetración en África se sigue asistiendo a la tercera colonización del continente.

Áfricá esta inundada de armas. Las armas en los países africanos entran legal e ilegalmente o, mejor dicho, por canales oficiales y por mercados informales. Hay intereses comerciales muy importantes en la provisión de armas a la región.

El continente ha sufrido guerras atroces, a menudo presentadas como guerras civiles, pero que en el fondo son guerras económicas montadas con el único objetivo de saquear estos países y enriquecerse al precio de la muerte de millones de personas. La depredación de recursos ha sido la causa de las guerras más virulentas en países como Angola, Sierra Leona, Sudán y República Democrática de Congo. En estos países no se ha luchado por ninguna idea, ni por suplantar un poder despótico para mejorar la situación de los ciudadanos, sino pura y simplemente para controlar y explotar petróleo, oro y diamantes, casi siempre en conexión con empresas transnacionales que han suplantado a los propios Estados. Y han actuado como proveedores, en muchos casos, de las armas necesarias para desestabilizar comunidades, regiones, países enteros. Un ejemplo claro de esto es el caso de la República Democrática del Congo, respecto a uno de sus recursos -el coltán-, materia usada para la fabricación de móviles u ordenadores.

Un área particularmente vulnerable en toda África subsahariana es la agrícola. La agricultura es un sector vital para África. Representa el 70 por ciento de la economía de los países del continente. El mayor problema radica en la competencia desleal de las importaciones de los países del Norte. Es anormal, por ejemplo, que el arroz importado cueste menos en África que el arroz producido en sus países. Lo mismo sucede con el algodón. Los programas de ajuste estructural (PAE) del Banco Mundial y del FMI -estas instituciones internacionales que se nos venden como las «hermanitas de la caridad» y, sin embargo, sus actuaciones se pueden comparar con las técnicas más macabras y sofisticadas utilizadas durante el holocausto nazi- están directamente relacionados con el proceso que conduce a la creación de situaciones de hambre, porque atentan de manera sistemática contra todas las actividades económicas que no sirven a los intereses del sistema de mercado mundial.

Los Programas de Ajuste Estructural consisten en la imposición de unas condiciones económicas y financieras a los países endeudados, para ajustar el comercio exterior, suprimir los desequilibrios financieros y conseguir nuevos préstamos. Es decir, el BM entrega préstamos (evidentemente con elevados intereses que engrosan la deuda externa letal de los Estados) a condición del cumplimiento de sus Programas de Ajuste Estructural. Programas que se dirigen claramente a la construcción y mantenimiento del sistema capitalista mundial: fundamentalismo económico o lo que es lo mismo, la priorización del sistema financiero y de mercado sobre la vida humana.

El hambre presente en Somalia o Mozambique, por ejemplo, es atribuida mecánicamente a factores políticos y climáticos externos: la ausencia de nubes cargadas de lluvia y anomalías en la presión del aire… Se tergiversa la historia y sólo se enseña lo superficial. Somalia, sin embargo, fue autosuficiente en alimentos hasta los años 70. ¿Qué precipitó el colapso de la sociedad civil? ¿Por qué se destruyó la agricultura de producción de alimentos y el pastoreo nómada?

El continente africano se ha convertido en la región donde más se han aplicado los PAE. A la sombra de ellos, la explotación rural familiar es llevada a la bancarrota, el productor agrícola pierde el control de la tierra que trabaja. Los ingresos de los agricultores -y esto tanto en los países ricos como pobres- quedan reducidos a una mínima expresión bajo el asedio de un poderoso grupo de empresas mundiales agroindustriales que simultáneamente controlan los mercados de cereales, de insumos agrícolas, de semillas y de alimentos procesados.

Las consecuencias de los PAE en África son aumento de los niveles de pobreza urbana y rural, la disminución de los salarios en el sector moderno, la desaparición de escuelas subvencionadas por el Estado, la privatización de la sanidad, etc. Los resultados inmediatos son el aumento del analfabetismo, la reducción de la esperanza de vida y la reaparición de las epidemias erradicadas en otras partes del planeta.

La incidencia de enfermedades constituye otra de las plagas que azotan al continente africano: SIDA, tuberculosis, malaria, cólera, ébola… ¿Cómo puede un pueblo con una salud tan precaria recomponer un país, desolado por la guerra, alcanzar la paz, trabajar los campos, comerciar internacionalmente y progresar? El círculo vicioso de la mala salud es una de las trampas que mantienen a los pueblos de África en su estado de postración. Se está llevando a efecto el plan más acabado de saqueo total que hubiese conocido la humanidad en su ya larga existencia. Se está exprimiendo a niveles inconcebibles a pueblos ya hambrientos y empobrecidos al máximo por concepto de una deuda que jamás pidieron ni usufructuaron. Pero esto no es todo. Resulta probablemente el preludio de otro previsible mayor y último super genocidio que se consumaría con el brote intensivo de las enfermedades originadas en retrovirus de laboratorio para extinguir físicamente a las masas hambrientas todavía sobrevivientes. Resulta perceptible que todo lo detallado no es sino parte de un tenebroso plan de dominio y apoderamiento total del mundo, diseñado por las grandes corporaciones y círculos financieros del planeta.

África bate espeluznantes récords: el de mayor número de enfermos de SIDA del mundo (se estima que unos 26 millones de personas), de malaria, el mayor número de casos de tuberculosis (el 20% del total mundial), el mayor número de niños soldado (calculados más de 150.000), el mayor número de armas ligeras, millones de personas desplazadas por conflictos armados; los 10 países con un menor índice de Desarrollo Humano son africanos,… y suma y sigue. El presidente ugandés, Yoweri Museveni, lo explicó así, en 2005, en el Centro de Estudios de Política Internacional con sede en Washington: «Se suele decir que los gobiernos occidentales ayudan a África; la verdad es que África está ayudando a los países de Occidente; los donantes son los africanos… Se habla mucho de pobreza en África, pero África no es pobre; es muy rica en recursos naturales; el verdadero problema está en la exportación de materias primas».

«No son países subdesarrollados, sino arrollados», como dice Eduardo Galeano.

revista Ekintza Zuzena nº37
www.nodo50.org/ekintza

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