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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Categoría: • General

No militar…

La sociedad gestionada mediante computadoras*

Publicada el 17/10/2011 - 12/05/2021 por raas

Ya se aprecia claramente que las máquinas que imitan al hombre están usurpando todas las facetas de la vida cotidiana y que tales máquinas están forzando a la gente a comportarse como ellas. Los nuevos artificios electrónicos tienen, por cierto, el poder de forzar a la gente a «comunicarse» con ellos y entre sí en los términos de la máquina. Todo aquello que estructuralmente no se adapte a la lógica de las máquinas es efectivamente «depurado» de una cultura dominada por el uso de éstas.

Por Ivan Illich

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Dolor, miedo, pasión, amor*

Publicada el 12/10/2011 - 12/05/2023 por Ecotropía

7º charla de Jiddu Krishnamurti. 5 de agosto de 1962

(…) Hablamos sobre el temor, y si es posible acaso librarse por completo de él, que es la reacción que surge cuando uno se da cuenta del peligro. Y (…) quisiera, si se me permite, hablar sobre la terminación del dolor; porque el miedo, el dolor y lo que llamamos amor siempre van juntos. Si no comprendemos el temor, no podremos comprender el dolor, ni podremos conocer ese estado de amor en el cual no hay contradicción, ni fricción.

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Los indignados vs. la dignidad de los dignatarios… indignos

Publicada el 19/09/2011 - 22/09/2011 por raas

En España, en Chile, se está luchando por la laicidad en las escuelas o por su gratuidad; los indignados hispanos la emprenden contra el boato. Existe cierto periodismo progresista que se ha apresurado a hacer confluir tales demandas, como si en todos los casos se tratara de la lucha por libertades públicas, por el respeto y los derechos de los inmigrantes, aunque no he visto el último punto señalado en el caso de los “indignados” europeos…

Pero esas demandas y las luchas por su cumplimiento son las que planteara la burguesía hace dos o tres siglos… o las que más tarde, han sido las reivindicaciones del socialismo que procuraron apenas verlas como preámbulos de objetivos políticos mayores, como la libertad y la justicia para todos, sin distinción…

Claro está que la burguesía “cambió de bando” cuando devino dominante, y traicionó buena parte de sus postulados pasando a ocupar lugares tan privilegiados bajo el sol; y análogamente podríamos decir que no ha sido menor la decepción ante el socialismo quebrando tantos de sus postulados.

Por lo mismo, los objetivos de lucha que en tantas sociedades se abrazaron contra la rigidez feudal y el absolutismo monárquico, siguen en pie y el reclamo de igualdad que planteara el socialismo, también, precisamente porque el socialismo real, los socialismos realmente existentes, a su vez se alejaron tanto de semejante aspiración.

Por eso, probablemente hoy en día muchos plantean que la lucha entre Ollanta Humala y el APRA occidentalizado y neoliberalizado es la principal en Perú. O que se trata de elegir entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri en Argentina para estar con el pueblo o al margen de él; que en Uruguay la disyuntiva es entre el Frente Amplio exencuentroprogresista y exneomayoritario y la vieja estructura de abogados estancieros (o en todo caso, de burócratas batllistas, mencionando la soga en la casa del ahorcado).

Por eso, Stéphane Hessel insiste en defender los postulados de la ONU de mediados del siglo XX con los cuales cree defenderse del embate eurábico, ahora que tantos en Europa ven árabes hasta en la sopa, aunque nada dicen (tal vez ni se den cuenta… o lo den por naturalizado) de que el mundo tiene europeos hasta en la sopa.

Los jóvenes “indignados” primermundianos salen a la calle no sólo reaccionando contra el medioevo redivivo sino para defender su privilegiado y −planetariamente considerado−, parasitario estilo de vida, y ese enfrentamiento se ha convertido en “el conflicto mediático de nuestro tiempo” (y ya sabemos que la tele dictamina lo que es y lo que no es: “lo que no se ve en la tele no existe”).

Hessel con todas sus virtudes; nonagenario combativo y lúcido en primerísimo lugar, bregador impertérrito por los derechos humanos, judío radicalmente antiisraelí, revela el estado real en que nos encontramos ya entrada la segunda década del siglo XXI. Hessel fue artífice fundamental de la reconstrucción democrática de Francia contra el régimen pro-nazi de Vichy, fue también coautor de la Declaración de los Derechos Humanos que la flamante ONU redactó en 1948 procurando actualizar los de 1789.

Conviene recordar que entonces, en la segunda posguerra, los nazis resultaron los malos de la película. Eran malos nomás. Pero no eran los únicos malos; sólo que “la película” la llevó a cabo Hollywood y por eso resultaron así (ocasionalmente compartieron maldades con los japs).

Pero, ¿qué había sido el colonialismo, el racismo y el genocidio sistemático que arrasó prácticamente a todos los continentes salvo el europeo? (1)

Nuestra lucha hoy, entonces, no puede ser para que Occidente mejor sus técnicas de administración planetaria o su sistema de distribución económica.
En primer lugar, porque a fuer de repetido, habría que aclarar que es indigno.

Pero en segundísimo lugar, porque es estúpido, sin sentido… Porque es la “civilización occidental”, porque es el eje de poder que pasa por el Atlántico Norte, al que hay que agregarle el minúsculo pero decisivo enclave “civilizatorio en la barbarie” Estado de Israel, el que está deshaciendo el planeta, su biosfera, es decir, nuestra biosfera y toda la biodiversidad marina y terrestre, y lo hace cada vez más manu militari.

Así vemos la sojización paraguaya “mediada” por el ejército, así vemos las matanzas generalizadas de congoleños para arrebatarles “minerales estratégicos”, así vemos las fracturas sistemáticas de estados apetecibles, ya lograda en Sudán, en trámite en Libia…

Y a esa neobarbarie militarista hay que agregarle su fiebre tecnófila y su desprecio sistemático por la contaminación cada vez más generalizada. Llevados por ese vértigo de los “adelantos tecnológicos” que nos van enredando en una crisis ambiental cada vez menos manejable.

Una crisis también  lexicográfica, semántica: a los agrotóxicos nos los presentan como “fitosanitarios”, a las fuerzas militares que invaden y arrasan aquí y allá las denominan “de Defensa” e incluso en muchos casos “de liberación”; aluden a los zanjones y montañas de basura con la terminología de “cinturón sanitario” o “repositorio ecológico”.

Así tenemos a Occidente, “armado” de dóciles herramientas como la ONU, la OTAN, el AFRICOM. cada vez más indiferenciadas entre sí, y demás piezas por el estilo, lanzado a un nueva ofensiva de conquista. Una recolonización  del mundo que empezó, seguramente, cuando el colapso soviético. Pero que podemos ir distinguiendo cada vez más claramente.

Por eso vemos, como bien dice Javier Rodríguez Pardo, que “vienen por todo”.(2) Lo vemos con los mal llamados biocombustibles que en rigor son necrocombustibles, que restringen la cantidad de alimentos en el mundo, lo vemos con el agua, los peces, los “metales estratégicos”.

Lo vemos con el arrasamiento de Irak, una forma ecocida y genocida de adueñarse de petróleo ajeno y de constituir geopoder, cuyos extremos de destrucción registra pocos precedentes. Como se dice de Atila, las fuerzas militares del eje anglonorteamericano han destrozado todas las infraestructuras retrotrayendo a esa sociedad a “La Edad de Piedra”, como gustan algunos decir, han contaminado con uranio empobrecido todo el territorio, augurando un reguero de enfermedades atroces y sin medida, y han obligado a los campesinos más antiguos de la humanidad, del mundo, a abandonar sus milenarias semillas para comprar, bajo pena de arresto, todas las semillas a Monsanto. Lo de la “operación de limpieza” en Falluja debería ser de manual para ver cómo actúan los monstruos si los asesinos hubiesen perdido la guerra. Pero apenas podemos intuirla por indicios. Porque la están “ganando”…

Las cúpulas de poder de EE.UU., Francia, el Reino Unido, Israel ya no necesitan cumplir con instancias de mediación, compulsas diplomáticas, atender el parecer de los más próximos, o “de la comunidad”. La Organización para la Unidad Africana, OUA reclamó el papel de intermediario en el conflicto dentro de su región aparecido o creado en Libia, pero “las potencias atlánticas” ignoraron ese intento de mediación, muy sensato de una organización que agrupa decenas de estados africanos (todos menos Marruecos por su política colonialista propia, contra su vecino saharaui), que totalizan tal vez más seres humanos que todos los franceses, británicos, israelíes y estadounidenses juntos… pero claro, se trata de nigerianos, sudafricanos, egipcios, kenyattas, malíes…. todos ciudadanos que deben valer tres quintos, como valían los afros en la constitución de EE.UU. de 1776, o tal vez apenas un quinto, considerando los “valores” que se cotizan en el siglo XXI.

La ONU no es sino la cómoda coartada de ese Occidente que, desembarazado de “la opción socialista” procura readueñarse de todo. Un impulso que se ha convertido en un frenesí, a medida que se ha ido tomando conciencia de los límites planetarios, del carácter finito de los recursos.

La ONU lleva un strip-tease de medio siglo y no nos ha mostrado sus partes pudendas sino su impudicia. Apenas funcional a la neoanglificación del mundo, más poderosa hoy que bajo el British Empire. (3)

Por eso, que un personaje tan peculiar y en tantos sentidos admirable como Hessel salga a apoyar la intervención, el castigo, la matanza occidental en Libia nos sitúa en los verdaderos términos del problema que padecemos.
En primerísimo lugar, ¡qué mal estamos! El neoconservadurismo, mal llamado neoliberalismo,(4) nos ha obligado a bregar por causas ya emprendidas hace un par de siglos y sin embargo, tan borradas o retorcidas como para tener que dedicar nuestros afanes otra vez a ellas: contra el boato, por trabajo mínimamente digno, por educación gratuita, por la laicidad…

Esto significa que los personeros de los privilegios planetarios, esa porción, decisiva de los habitantes humanos (una minoría considerable del Primer Mundo y una ínfima minoría del Tercero), han logrado plantear el tironeo en una palestra que los favorece; tenemos que volver a arrancar jirones de dignidad y vida que merezca el nombre de tal porque lo que ya habían logrado “los del montón” –mediante el sindicalismo, el estado de bienestar, las luchas anticoloniales, contra el racismo y el machismo, cierto desarrollo democrático en muchas sociedades– ha sido borrado total o parcialmente, negado, neutralizado, con represión mílito-policial, con desmantelamiento de leyes sociales, o, mejor dicho, mediante la aprobación de reglas neoconservadoras, con “renacimientos” y fundamentalismos religiosos y con un afinamiento de los viejos métodos de persuasión mediática que ha dado sus frutos. Por ejemplo, haciendo pervivir en los expaíses coloniales una mentalidad ya no propiamente colonizada, pero todavía dependiente; lo que algunos analistas del fenómeno califican no ya de mentalidad colonizada, sino de mentalidad colonializada. La que sufrimos nosotros, aquí.

Lo vemos en Perú donde el flamante presidente se apresuró a reafirmar la integración del país al comercio mundial, entregando, como habitualmente, materias primas; lo vemos en Argentina donde se anudan ininterrumpidamente los grandes negocios mineros o sojeros con y dentro del comercio mundial; lo vemos en Uruguay, donde las políticas de los que fueran progresistas o guerrilleros setentistas se traduce ahora en un avance extraordinario del latifundio (monocultivos “industriales”) y en la venta sin condiciones de tierra a extranjeros, todas ellas formas de adecuar “el paisito” a las “necesidades” de los grandes consorcios transnacionales; lo vimos hace poco en Brasil con una entrega de la Amazonia al capital transnacional mucho más fulminante y radical que la llevada tímidamente adelante por un capitalista socialdemócrata como Fernando H. Cardoso. Incorporación al gran mercado mundial del capitalismo casino, llevada adelante por el gobierno “auténticamente popular” de Lula y continuado por la Rousseff.

La situación a la que nos ha llevado la extrema derecha planetaria es a que muchos inconformes breguen por un capitalismo humanizado. Es lo que vemos en la generalidad de los gobiernos sudamericanos progresistas, pero también en la Europa bajo crisis y hasta en Israel con las carpas.

Por cierto, la virulencia creciente, la brutalización represiva que vemos en África, en Palestina, en tantos países árabes, podría ser signo de debilidad y no de fortaleza, de nerviosismo porque todo el sistema, financierizado, está trastabillando; basta ver la inseguridad, la incerteza, la volatilidad del eje (¿y talón de Aquiles?) del sistema burgués: el dinero. Con  anclajes cada vez más distantes de la economía real, una economía que a su vez se apoya cada vez más en el desprecio por la salud planetaria, un “estilo” que bien puede golpearnos en cualquier momento con “efecto ketchup”, está, empero, rigiendo nuestras vidas, dominando la cultura dominante, valga la cacofonía.

En ese sentido puede considerarse secundario de si el mundo recibe los golpes de un amo fuerte o un amo débil, y hasta pierde relevancia la puja en la cual los “impresentables” del Tea Party y sus correspondientes vernáculos en nuestras tierras, reclaman la represión y la progresía (al menos con viento de cola) la evita, postulando un capitalismo sano o bueno.

Lo cierto es que la lucha por un capitalismo con rostro humano es también un cuento viejo y ya gastado. Los que hemos ido acumulando memoria histórica, conciencia política y conocimiento a secas, sabemos que esa lucha no tiene sentido. Y que dejarnos atrapar en ella es aceptar el papel del toro en el ruedo, bajo la mirada de quien domina el juego… y la carnicería. Y que la carnicería –no sólo la militar– está a la vuelta de la esquina.

El cáncer ha pasado a ser segunda causa de muerte entre niños y jóvenes mexicanos (de 1 a 19 años).

La cantidad de malformaciones congénitas crece incontenible en las zonas fumigadas de la agricultura quimiquizada. En Santiago del Estero, Argentina, un informe oficial del gobierno provincial da cuenta de que entre 2000 y 2010 se ha cuadruplicado esa cantidad de malformaciones. ¡En sólo 10 años!

Hasta la OMS, eterno ladero de los consorcios farmacéuticos menos confiables, acaba de aceptar, julio 2011, a regañadientes, luego de elusivos comunicados previos, que la frecuencia de glioma (un tipo de cáncer cerebral) ha aumentado un 40% en el mundo tras la difusión de los celulares (grosso modo, han pasado de dos mil a tres mil anuales).(5)

Hessel es un triste símbolo de la miopía de la mejor Europa. No lo conozco personalmente. Y por eso no sabe cuanto lo lamento.

Luis E. Sabini Fernández *

* Periodista, editor de www.revistafuturos.com.ar, docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

notas:
1) También en Europa hubo racismo y limpieza étnica anteriores al nazismo, pero comparado con lo sufrido en todos los demás continentes fue, hasta entonces, muy menor. Fue el nazismo el que desplegó en Europa el mismo estilo racista y despótico que caracterizó a la generalidad de las incursiones europeas en otros continentes. Los nazis por otra parte, declararon más de una vez que afinaron y extremaron los métodos que habían tomado de sus “maestros”, anglonorteamericanos.
2) Vienen por el oro, vienen por todo, Ediciones CICCUS, Buenos Aires, 2009. El autor hispano-argentino denuncia en su trabajo la “invasión” de ciertas mineras con extractores químicos y su avenencia con el gobierno kirchnerista argentino actual.
3) Si semejante ofensiva cultural e idiomática no ha avanzado más pese a ideólogos imperiales como Samuel Huntington es porque la resistencia y la resiliencia de los humanos y la de las naciones oprimidas y aplastadas ha sido enorme. Nada de que asombrarse: hasta el menos dotado sabe que él es su lengua, que si le arrebatan su lenguaje, su idioma, le arrebatan su ser, que su lengua es su vida. Algunas invasiones han logrado quebrar la lengua del invadido, como le ha pasado a tantas etnias amerindias. Pero si han sobrevivido, se han aferrado a su lengua, a su lenguaje. Y por otra parte, ni aun diezmados y enmudecidos, han perdido su identidad: el Machu Pichu fue descubierto, por casualidad, por un alemán, arqueólogo, en 1911. Durante cuatro siglos, ningún inca, ningún quechua, refirió su existencia a la sociedad peruana, que se había montado sobre el Tahuantinsuyo.
4) El único liberalismo que podría merecer el nombre de neo fue el keynesianismo que cambió el sentido que el liberalismo clásico siempre le había otorgado al estado. Friedrich Hayek, Milton Friedman, los economistas enrolados en los gobiernos “neoliberales” de Reagan, Thatcher, Pinochet, no han hecho sino retomar las tesis iniciales del liberalismo, de “estado mínimo”, mereciendo en todo caso el calificativo de paleoliberales.
5) Se trata apenas de un reconocimiento preliminar; basado en el primer tramo de diez años que ha podido ser estudiado. La OMS anuncia además que la frecuencia de glioma se quintuplica en jovencitos, en tanto las compañías celulares, las agencias de publicidad y los órganos periodísticos cómplices siguen apabullándonos con propaganda para que nuestros hijos usen y usen celulares… por seguridad.

fuente www.revistafuturos.com.ar

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¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio

Publicada el 11/09/2011 - 12/05/2021 por raas

«¿Qué tratamos de realizar? Cambiar la organización social sobre la que reposa la prodigiosa estructura de la civilización, construida en el curso de siglos de conflictos en el seno de sistemas avejentados o moribundos, conflictos cuya salida fue la victoria de la civilización moderna sobre las condiciones naturales de vida.» William Morris, ¿Dónde estamos?

Por Miquel Amorós Seguir leyendo «¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio» →

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La ideología social del automóvil

Publicada el 19/08/2011 - 02/04/2021 por raas

El mayor defecto de los automóviles es que son como castillos o fincas a orillas del mar: bienes de lujo inventados para el placer exclusivo de una minoría muy rica, y que nunca estuvieron, en su concepción y naturaleza, destinados al pueblo.

Por André Gorz Seguir leyendo «La ideología social del automóvil» →

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El auto nos declaró la guerra

Publicada el 19/08/2011 por raas

«Padre, ya están aquí…
Monstruos de carne
con gusanos de hierro.
Padre, no tengáis miedo,
decid que no, que yo os espero.
Padre, que están matando la tierra.
Padre, dejad de llorar
que nos han declarado la guerra.» Joan Manuel Serrat

Nadie puede desconocer o negar la revolución que produjo el advenimiento del automotor, desde sus orígenes hasta la actualidad, tan es así, que las ciudades pensadas para las personas, o el paisaje mismo, con el correr de los años debieron planificarse, modificarse o adaptarse a los caprichos de su majestad el auto.

Quién no se ha sentido atraído en algún momento por este juguete del ingenio humano, que como ninguno nos ofrece libertad y velocidad de desplazamiento, exaltando nuestra individualidad más acendrada, volviéndonos avaros y egoístas.

Ha calado tan hondo o se ha adherido tan íntimamente a nosotros, que hoy por hoy renegar del mismo es prácticamente imposible.

Intentar algún mecanismo de reducción, sería considerado casi un delirio por los defensores a raja tablas del progreso, del crecimiento o de las comodidades y status que el mismo brinda.

Recordemos que la matriz petróleo dependiente en el mundo, sus políticas de dominación y los profundos descalabros ambientales, se justifican casi mayoritariamente por su ligazón a esta tecnología.

Esta invención, que en su momento estuvo al servicio de las personas, se ha convertido hoy, en un tirano cruel, que reclama cada día in crescendo su cuota parte de sacrificios humanos, que a nadie parece preocuparle, mucho menos a los gobiernos y sus funcionarios.

Como en el relato de Frankenstein o las películas de ciencia ficción, la criatura se ha  independizado de su creador y lo ha convertido en su esclavo y su víctima.

La reiterativa visión de vehículos destrozados, con hierros retorcidos, cuerpos inertes, llantos y pérdidas desgarradoras, han galvanizado al extremo nuestra sensibilidad y el sentido de alerta.

Convivimos con la muerte evitable, sin inmutarnos.

Tan es así, que nos parece normal y cotidiano, que se exija como obligatorio llevar como accesorio del auto, el botiquín de primeros auxilios y la sábana para tapar piadosamente los cadáveres en caso de eventos dañosos, que seguramente se producirán.

Ello no difiere en mucho con las bolsas negras y medicamentos en las guerras.

Lo expresado es demostrativo de que el accidente, cuyo significado es: suceso imprevisto, elemento que no forma parte de la naturaleza o la esencia de una cosa, haya devenido en una posibilidad natural, no remota y casi siempre producible. Hay certidumbre de la desgracia.

Lo dicho ha llevado que, a instancias de la Organización Mundial de la Salud, el Secretario General de la ONU, en el mes de marzo declarara al 2011, como el comienzo del “Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011- 2020”, a los fines de minimizar sus tétricos saldos.

Sepamos que por año en el mundo, muere la aterradora cantidad de 1.300.000 personas y más de 50 millones de ellas, reciben distintos tipos de heridas, a lo que se debe sumar otra serie de daños colaterales atribuidos directamente a los automotores, como ser afecciones respiratorias y cardiológicas, producto de la contaminación en los centros urbanos, que en algunos casos multiplica hasta por cinco veces los efectos perjudiciales referidos. Es la principal causa de muerte entre los niños y jóvenes de 5 a 29 años.

La sumatoria de todos los conflictos bélicos producidos en el Planeta, no llega ni por lejos a las cifras de bajas mencionadas, ante la indiferencia y complicidad generalizada.

Lo peor, es que todos los pronósticos, de no hacerse algo al respecto, dicen que para el año 2030 estos números podrían duplicarse.

Pese a este genocidio, el mundo se mueve en sintonía con el auto y por ello, no es descabellado afirmar que el mismo se ha convertido casi en una suerte de epidemia maltusiana.

Por su parte los gobiernos en sus distintas competencias, nacionales, estaduales o locales, poco hacen para combatir este flagelo, aunque digan lo contrario.

Es más, no sólo que se rinden incondicionalmente ante las automotrices, sino que celebran como un síntoma de desarrollo el incremento de ventas, atribuyendo todos los males provocados, a la irresponsabilidad conductiva o el consumo de alcohol por parte de algunos conductores. Todo vale, para ocultar que lo que mata es el auto y no la forma de manejo.

No es sencillo combatir este poderoso enemigo, arraigado como pocos en la conciencia social como factor de status y libertad, pero de allí a fomentarlo y congratularlo, hay un largo trecho.

Todos saben que el tren, de cargas o pasajeros, se lleva las palmas por sus ventajas comparativas en términos económicos, de seguridad y ambientales.

Pero vaya paradoja, hasta algunas de las grandes multinacionales de la ecología, que se rasgan las vestiduras ante todo tipo de proceso productivo, se maquillan y hacen lobby a favor de este medio, prohijando el uso de automotores híbridos y eléctricos y reclamando enérgicamente a los Estados la adopción de los mismos, seguramente con el aplauso de las automotrices.

En una actitud hipócrita, no se preguntan de dónde saldrá la energía eléctrica para abastecer esta nueva demanda, o sobre los impactos que generará el aumento de la actividad minera (de la que reniegan) para proveer materiales cada vez más escasos y estratégicos para esta variante tecnológica del transporte individual.

No es suficiente denostar la mega minería, los biocombustibles o la quema de hidrocarburos para salvar el Planeta, sino entendemos que todas esas actividades en la mayoría de los casos son meras subsidiarias de las multinacionales automotrices.

El auto, con motores de combustión interna o eléctrica, siempre producirá las mismas consecuencias dañosas, ya que el origen de los males está en su propia esencia.

Por fortuna, algunos países inteligentes se han dado cuenta de ello y día a día mejoran sus servicios públicos de transporte. En los otros se actúa a contramano del sentido común y de la vida.

Es hora de pensar seriamente en el transporte masivo de calidad y con seguridad, desalentando el uso del individual.

Pero para ello se necesita: decisión, voluntad política y compromiso con la vida, atributos que no siempre abundan en las instituciones públicas, mientras los intereses de las automotrices siguen invadiendo todos los ámbitos de la vida social.

Hoy sería impensable tratar de prohibir el automotor, no obstante debería intentarse establecer un sistema de premios y castigos para los usuarios, vía normas impositivas que desalienten determinados usos, tamaños, cilindradas, cantidades de unidades por núcleo familiar, prácticas, etc.

A la par, se debería trabajar con sensatez y celeridad para ofrecer a los usuarios un sistema de transporte eficiente, económico, racional y sustentable, que privilegie la seguridad, el ambiente, la vida y la calidad de ella, para toda la comunidad y no solo las ganancias e intereses de unos pocos.

Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario

fuente http://argentina.indymedia.org/news/2011/08/790372.php

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Por qué Linux es más seguro que Windows

Publicada el 14/08/2011 - 14/08/2011 por raas

(En Junio de 2010) Google anunció que sus empleados dejarían de utilizar Windows, alegando que Windows tenía algunos huecos de seguridad importantes. Como ya vimos, si bien esto es cierto, puede tratarse de una estrategia comercial.

Sin embargo, esta decisión me dejó pensando: ¿qué hace más seguro a Linux? Cualquier usuario de Linux se da cuenta que es mucho más seguro… se siente más seguro que Windows. Pero, ¿cómo explicar esa «sensación»?

Este post es el fruto de varias horas de reflexión y búsqueda en internet. Si todavía usás Windows y querés saber por qué Linux es más seguro o si sos un usuario de Linux que disfruta de sus mieles y querés saber qué hace de Linux un mejor sistema en materia de seguridad, te recomiendo que leas este post detenidamente. Es largo pero vale la pena.

Introducción: ¿qué es la seguridad?

Mucha gente cree que es correcto decir que un producto es seguro, así por ejemplo, Windows es más seguro que Linux, Firefox más seguro que IE, etc. Esto es parcialmente cierto. En realidad, la seguridad no es un producto, algo que viene ya armadito y para llevar. Se trata, más bien, de un proceso en la que el usuario juega un rol central. En otras palabras, la seguridad es un estado que debe ser mantenido activamente a través de una interacción adecuada y responsable entre el usuario y el software y/o sistema operativo instalado.

Ningún software o sistema operativo es capaz de aportar ningún tipo de seguridad si el administrador pone claves tontas como «123», o si no toma los recaudos del caso. Dicho esto, sí es cierto que hay programas y SO más seguros que otros en tanto tienen menos «agujeros» o vulnerabilidades, se actualizan más rápido y, en términos generales, le hacen la vida más difícil a los atacantes.

Es en este sentido que podemos decir, por ejemplo, que Linux es más seguro que Windows. Ahora bien, ¿qué es lo que hace que Linux sea más difícil de vulnerar? Bueno, una respuesta que he leído y escuchado hasta el artazgo tiene que ver con el «security through obscurity» o «seguridad por oscuridad». Básicamente, lo que argumentan muchos supuestos «expertos en seguridad» cuando se les pregunta por qué Linux es más seguro es que como la mayor parte del mercado de SO está en manos de Microsoft Windows, y los hackers malos quieren hacer el mayor daño posible, entonces apuntan a Windows. La mayor parte de los hackers quieren robar la mayor cantidad de información posible o realizar alguna acción que los destaque por sobre los demás y les dé «prestigio» dentro de su círculo. En la medida en que Windows es el SO más usado, realizan todos los esfuerzos para crear hacks y virus que afecten ese SO, dejando de lado los demás.

Me parece muy importante destacar que hoy prácticamente nadie cuestiona que efectivamente Linux sea más seguro que Windows. En lo que se equivocan los supuestos «expertos» es en la fundamentación, he aquí la razón por la que me senté a escribir este artículo.

Los «expertos», como decía, sólo se basan en un mero dato estadístico para explicar por qué Linux es más seguro: existen menos virus y malwares para Linux en comparación con la enorme cantidad que hay para Windows. Ergo, Linux es más seguro… por ahora. Claro, al basar toda su argumentación en este mero dato, en la medida en que más usuarios se pasen a Linux, los hackers malos van a concentrarse cada vez más en crear utilidades y herramientas malignas para explotar todas y cada una de las vulnerabilidades de Linux. Se trata simplemente de un sistema de incentivos, que haría más atractivo para los hackers desarrollar virus y malware para Linux en la medida en que se vaya haciendo cada vez más popular. La supuesta seguridad de Linux, si acordamos con el análisis de los «expertos», sería una gran mentira. Linux no sería seguro sino utilizado por poca gente. Nada más… Yo creo, en cambio, que la mayor seguridad que aporta Linux se basa en algunos aspectos fundamentales de su diseño y estructura.

Otro dato estadístico alcanza para empezar a darnos cuenta de que los «expertos» no saben nada. El servidor web Apache (un servidor web es un programa que se encuentra alojado en una computadora remota que aloja y envía las páginas a tu explorador web cuando vos, visitante, pedís acceso a esas páginas), que es software libre y corre generalmente bajo Linux, tiene la cuota de mercado más grande (mucho mayor que la del servidor IIS de Microsoft) y a pesar de ello sufre muchos menos ataques y tiene menos vulnerabilidades que la contraparte de Microsoft. En otras palabras, en el mundo de los servidores donde la historia es al revés (Linux + Apache poseen la mayor cuota del mercado), Linux ha demostrado ser más seguro que Windows. Las empresas de software más grandes del mundo, los proyectos científicos más ambiciosos, incluso los gobiernos más importantes, todos eligen Linux para almacenar y proteger la información de sus servidores y cada vez más son aquellos que lo están empezando a elegir como sistema de escritorio. ¿Vos que vas a elegir?

Las 10 características que hacen a Linux muy seguro

En contraste con el endeble papelucho de cartón en el que, con suerte, te puede llegar el CD de Linux (estoy pensando en un Ubuntu, por ejemplo), el CD de Windows típicamente viene en una cajita de plástico que está cerrada herméticamente y que tiene una etiqueta bien visible que te pide con ansias que prestes conformidad con los términos de la licencia que acompaña al CD y que probablemente encuentres en la prolija caja de cartón en la que todo venía empaquetado. Este sello de seguridad está diseñado para prevenir que los gusanos vulneren la cajita de plástico de tu CD e infecten tu copia de Windows antes de que sea efectivamente instalada, lo cual constituye un recaudo importante y un activo de seguridad invaluable.

Claramente Windows le saca ventaja a Linux en lo que respecta a la seguridad física de sus copias (jaja), pero ¿qué sucede una vez que ya lo instalamos? ¿Cuáles son las 10 características que hacen a Linux más seguro que Windows?

1. Es un sistema multiusuario avanzado.

En la medida en que Linux se basa en Unix, originalmente pensado para su utilización en redes, se explican algunas de sus importantes ventajas en relación a la seguridad respecto de Windows. El usuario con más privilegios en Linux es el administrador; puede hacer cualquier cosa en el SO. Todos los otros usuarios no obtienen tantos permisos como el root o administrador. Por esta razón, en caso de ser infectado por un virus mientras un usuario común está sesionado, sólo se infectarán aquellas porciones del SO a las que ese usuario tenga acceso. En consecuencia, el daño máximo que ese virus podría causar es alterar o robar archivos y configuraciones del usuario sin afectar seriamente el funcionamiento del SO como un todo. El administrador, además, estaría habilitado para eliminar el virus fácilmente.

Una vez que concluye la instalación de cualquier distro Linux, se nos solicita que creemos un root y un usuario común. Esta falta total de seguridad que involucra la creación de más de un usuario por computadora es la causante de su poca popularidad. ¡Ja! No, hablando en serio, esta es una de las razones por las que Linux es más seguro.

En comparación, por ejemplo en Windows XP, las aplicaciones de usuario, como Internet Explorer, tienen acceso a todo el sistema operativo. Es decir, supongamos que IE se vuelve loco y quiere borrar archivos críticos del sistema… bueno, podría hacerlo sin problemas y sin que el usuario se entere de nada. En Linux, en cambio, el usuario tendría que configurar explícitamente la aplicación para que corriese como root para introducir el mismo nivel de vulnerabilidad. Lo mismo sucede con los propios usuarios. Supongamos que una persona se sienta en mi compu con WinXP. Va a C:\Windows y borra todo. No pasa naranja. Lo puede hacer sin problemas. Claro, los problemas vendrán la próxima vez que intente iniciar el sistema. En Windows el usuario y cualquier programa que él instale tienen acceso para hacer prácticamente cualquier cosa en el SO. En Linux esto no sucede. Linux utiliza una administración de privilegios inteligente por el cual siempre que el usuario quiera hacer algo que sobrepase sus privilegios se pedirá la contraseña del root.

Sí, es molesto… pero es lo que lo hace seguro. Hay que escribir la bendita contraseña cada vez que se quiera hacer algo que potencialmente pueda afectar la seguridad del sistema. Esto es más seguro porque los usuarios «comunes» no tienen acceso para instalar programas, ejecutar llamadas del sistema, editar archivos del sistema, cambiar configuraciones críticas del sistema, etc.

Desde el principio, Linux fue diseñado como un sistema multiusuario. Incluso ahora, las debilidades más importantes de Windows están vinculadas a sus orígenes como sistema independiente para 1 sólo usuario. Lo malo del modo de hacer las cosas en Windows es que no hay capas de seguridad. Es decir, una aplicación de alto nivel, como un explorador de internet o un procesador de textos, están unidos y pueden acceder a las capas más bajas del sistema operativo, con lo cual la más pequeña vulnerabilidad puede dejar expuesto a todo el sistema operativo.

Desde Windows Vista, se introdujo en Windows el Control de Cuentas de Usuario (UAC por sus siglas en inglés) que hace que cada vez que quiera ejecutarse un programa o realizarse alguna tarea potencialmente peligrosa se requiera la contraseña del administrador. Sin embargo, sin contar el hecho de que al menos aquí en Argentina casi todos siguen usando WinXP por su comodidad y facilidad, la mayor parte de los usuarios de Win7 o Win Vista se loguean siempre como administradores o le otorgan derechos de administrador a sus usuarios. Al hacerlo, cada vez que quieran realizar alguna de estas tareas «peligrosas» el sistema simplemente mostrará un cuadro de diálogo que el usuario debe aceptar o rechazar. Cualquier persona que se siente en tu escritorio y/o se apodere de tu máquina automáticamente tiene privilegios de administrador para hacer lo que se le cante. Para una comparación completa entre UAC y su, sudo, gksudo, etc. les recomiendo leer este artículo de Wikipedia.

2. Mejor configuración por defecto.

Por su parte, la configuración por defecto en todas las distros Linux es mucho más segura que la configuración por defecto de Windows. Este punto está íntimamente vinculado con el anterior: en todas las distros Linux el usuario tiene privilegios limitados, mientras que en Windows casi siempre el usuario tiene privilegios de administrador. Cambiar estas configuraciones es muy fácil en Linux y un poco complicado en Windows.

Claro que cualquiera de éstos puede ser configurado de tal modo de convertirlo en un sistema inseguro (al correr todo como root en Linux, por ejemplo) y Windows Vista o Windows 7 (que, por cierto, copiaron algunas de estas características de Linux y Unix) podrían configurarse de mejor modo para hacerlos más seguros y ejecutarse bajo una cuenta más restringida que la del administrador. Sin embargo, en la realidad esto no sucede. La mayor parte de los usuarios de Windows tiene privilegios de administrador… es lo más cómodo.

3. Linux es mucho más «asegurable»

En la medida en que la seguridad, como vimos al comienzo, no es un estado sino un proceso, aún más importante que venir «desde fábrica» con una mejor configuración por defecto es poder brindarle al usuario la libertad suficiente como para adaptar los niveles de seguridad a sus necesidades. A esto es a lo que yo llamo «asegurabilidad». En este sentido, Linux no sólo es reconocido por su enorme flexibilidad sino por permitir ajustes de seguridad que serían imposibles de conseguir en Windows. Esta es la razón, precisamente, por la que las grandes empresas eligen Linux para administrar sus servidores web.

Podrá sonar muy «zen», pero esta situación me recuerda a una anécdota que alguien me contó alguna vez. No sé si todavía sigue sucediendo pero me dijeron que en China la gente le pagaba al médico cuando estaba bien y dejaba de hacerlo cuando estaba mal. Es decir, al revés de lo que hacemos nosotros en la «sociedad occidental». Aquí sucede algo parecido. En Windows existe un enorme mercado en torno a la seguridad pero que se basa esencialmente en controlar o disminuir los efectos y no las causas que hacen de Windows un sistema inseguro. En Linux, en cambio, un usuario intermedio o avanzado puede configurar el sistema de tal modo que sea prácticamente impenetrable sin que ello implique la instalación de un antivirus, antispyware, etc. En otras palabras, en Linux el foco está puesto en las causas, o sea en las configuraciones que hacen a un sistema más seguro; mientras que en Windows el acento (y el negocio) está puesto en las consecuencias de una posible infección.

4. No hay archivos ejecutables ni registro

En Windows, los programas maliciosos generalmente son archivos ejecutables que, luego de engañar al usuario o saltear su control, se ejecutan e infectan la máquina. Una vez que esto sucedió es muy difícil removerlos ya que, en caso de que podamos encontrarlo y eliminarlo, éste se puede replicar e incluso puede guardar configuraciones en el registro de Windows que le permitan «revivir». En Linux, en cambio, no existen, estrictamente hablando, archivos ejecutables. En realidad, la ejecutabilidad es una propiedad de cualquier archivo (sin importar su extensión), que el administrador o el usuario que lo creó puede otorgarle. Por defecto, ningún archivo es ejecutable a menos que alguno de estos usuarios así lo establezcan. Además, Linux utiliza archivos de configuración en vez de un registro centralizado. Es conocida aquella frase que dice que en Linux todo es un archivo. Esta descentralización, que permite evitar la creación de una enrome base de datos hipercompleja y enredada, facilita enormemente la eliminación y detección de los programas maliciosos así como dificulta su reproducción teniendo en cuenta que un usuario normal no puede editar archivos del sistema.

5. Mejores herramientas para combatir los ataques zero-day

No siempre alcanza con tener todo el software actualizado. Los ataques zero-day (un ataque que explota vulnerabilidades que los propios desarrolladores del software todavía desconocen) son cada vez más comunes. Un estudio ha demostrado que lleva solamente seis días a los crackers desarrollar software malicioso que explote estas vulnerabilidades, mientras que le lleva meses a los desarrolladores detectar estos agujeros y lanzar los parches necesarios. Por esta razón, una política de seguridad sensible tiene siempre en cuenta la posibilidad de ataques zero-day. Windows XP no cuenta con tal provisión. Vista, en modo protegido, aunque es útil, provee solamente protección limitada a los ataques a IE. En contraste, la protección provista por AppArmor o SELinux es ampliamente superior, proveyendo una protección muy «fina» contra cualquier tipo de intento de ejecución de código en forma remota. Por esta razón, es cada vez más común que las distros Linux vengan con AppArmor (SuSE, Ubuntu, etc.) o SELinux (Fedora, Debian, etc.) por defecto. En otros casos, se pueden bajar fácilmente desde los repositorios.

6. Linux es un sistema modular.

El diseño modular de Linux permite eliminar un componente cualquiera del sistema en caso de ser necesario. En Linux, se podría decir que todo es un programa. Hay un programita que gestiona las ventanas, otro que gestiona los logins, otro que se encarga del sonido, otro del video, otro de mostrar un panel de escritorio, otro que funciona como dock, etc. Finalmente, como las piezas de un lego, todas ellas forman el sistema de escritorio que conocemos y utilizamos diariamente. Windows, en cambio, es un enorme bloque de cemento. Es un bodoque que es muy difícil de desarmar. Así, por ejemplo, en caso de que tengas la sospecha de que Windows Explorer tiene alguna falla de seguridad, no vas a poder eliminarlo y reemplazarlo por otro.

7. Linux es software libre.

Sí, definitivamente esta es una de las razones más importantes por las que Linux es un SO mucho más seguro que Windows porque en primer lugar los usuarios pueden saber exactamente qué hacen los programas que componen el SO y, en caso de detectar una vulnerabilidad o irregularidad, pueden corregirla al instante sin tener que esperar un parche, actualización o «service pack». Cualquiera puede editar el código fuente de Linux y/o los programas que lo componen, eliminar la brecha de seguridad y compartirla con el resto de los usuarios. Además de ser un sistema más solidario, que incentiva la participación y la curiosidad de los usuarios, es mucho más práctico a la hora de resolver agujeros de seguridad. Más ojos permiten la detección y solución más rápida de los problemas. En otras palabras, hay menos agujeros de seguridad y los parches se lanzan más rápidamente que en Windows.

Además, los usuarios de Linux estamos mucho menos expuestos a los programas spyware y/o cualquier otro programa que obtenga información del usuario en forma oculta o engañosa. En Windows, no tenemos que esperar a infectarnos con algún programa malicioso para sufrir este tipo de robo de información; existen pruebas de que el propio Microsoft e incluso otros programas muy reconocidos realizado por otras empresas, han adquirido información sin el consentimiento de los usuarios. Concretamente, Microsoft es acusado de utilizar software con nombres confusos, como el Windows Genuine Advantage, para inspeccionar los contenidos de los discos rígidos de los usuarios. El acuerdo de licencia incluido en Windows requiere que los usuarios acepten esta condición antes de usar Windows y afirma el derecho de Microsoft para hacer este tipo de inspecciones sin notificar a los usuarios. En definitiva, en la medida en que la mayor parte del software para Windows es privativo y cerrado, todos los usuarios de Windows y los desarrolladores de programas para ese SO dependen de Microsoft para solucionar las brechas de seguridad más graves. Lamentablemente, Microsoft tiene sus propios intereses en materia de seguridad, que no necesariamente son los mismos que los de los usuarios.

Existe el mito de que, al estar disponible públicamente su código fuente, Linux y todos los programas de software libre que corren bajo Linux son más vulnerables porque los hackers pueden ver cómo funcionan, encontrar los huecos de seguridad más fácilmente y sacar provecho de ellos. Esta creencia está muy vinculada al otro mito que nos encargamos de deshacer al comienzo del artículo: la oscuridad trae seguridad. Esto es falso. Cualquier experto en seguridad realmente serio sabe que la «oscuridad», en este caso dada por tratarse de software de código cerrado, dificulta la detección de las brechas de seguridad por parte de los propios desarrolladores, así como dificultan el informe y detección de estas brechas por parte de los usuarios.

8. Repositorios = chau cracks, seriales, etc.

El hecho de que Linux y la mayor parte de las aplicaciones que se escriben para correr en él sean software libre ya, de por sí, es una enorme ventaja. No obstante, si esto no estuviera combinado con el hecho de que todo ese software se encuentra disponible para su descarga e instalación desde una fuente centralizada y segura, probablemente su ventaja comparativa respecto de Windows no sería tan considerable.

Todos los usuarios de Linux sabemos que al instalar Linux automáticamente nos olvidamos de buscar seriales y cracks que, por otra parte, nos obligan a navegar por sitios inseguros o deliberadamente diseñados para hacer caer a los usuarios y jugar con sus necesidades. Tampoco precisamos de la instalación de ningún crack, los cuales muchas veces tienen algún virus o malware por ahí escondido. En cambio, sí tenemos, dependiendo de la distro que usemos, una serie de repositorios desde los cuales bajamos e instalamos el programa que necesitemos con un simple clic. Sí, ¡así de fácil y seguro!

Ya desde los primeros pasos de la instalación de Windows, éste demuestra su amplia superioridad en términos de seguridad. A medida que el proceso de instalación comienza, se insiste que el usuario ingrese un número de serie antes de continuar. Sin esta información vital, el usuario no puede continuar con la instalación. La mayor parte de los usuarios de Windows por suerte todavía no saben que una búsqueda rápida en Google puede brindarle acceso a miles de seriales, así que esta pieza de información es la defensa más poderosa contra los indeseados back-doors. Sí… es un chiste. 🙂 ¿Qué seguridad brinda un sistema que puede ser crackeado y vulnerado de modo que se pueda evitar el ingreso del serial, único medio a través del cual Microsoft se asegura que los usuarios paguen por sus copias? Es un SO tan malo que ni siquiera pueden (¿ni quieren?) hacerlo invulnerable de modo tal que todos paguen por sus copias.

9. 1, 2, 3… Actualizando

Si sos como la mayoría de las personas que conozco, usás WinXP. El primer XP venía con el IE 6 (de agosto de 2001), el XP con el service pack 1 venía con el IE 6 SP1 (de septiembre de 2002) y el XP SP2 venía con el IE 6 SP2 (de agosto de 2004). En otras palabras, en el mejor de los casos, estás utilizando un explorador que fue desarrollado hace casi 6 años. No hace falta explicar la enormidad que esto significa en términos del desarrollo de software. En esos años no sólo se detectaron y explotaron miles de vulnerabilidades al WinXP sino también al explorador que utiliza por defecto.

En Linux la cuestión es bien diferente. Es mucho más seguro que Windows porque está siendo permanentemente actualizado. Gracias a que Linux es un sistema modular, desarrollado como software libre y que cuenta con un sistema de repositorios de gestión de actualizaciones e instalación de nuevos programas, estar al día es una pavada. Desde el explorador de internet hasta el más recóndito programita que gestiona los privilegios de usuarios o la gestión de las ventanas, etc., pasando por el kernel y los drivers necesarios para el funcionamiento del sistema, todo se actualiza mucho más rápido y fácil que en Windows.

Precisamente, en Windows, las actualizaciones se realizan una vez por mes. Claro, eso si no las desactivaste, ya sea porque te resultaban molestas, porque consumían parte de tu ancho de banda o simplemente por temor a que Microsoft detectara de algún modo tu copia ilegal. Pero eso no es lo peor. La actualización de cada una de las aplicaciones es independiente, esto significa que Windows no se encarga de actualizarlas, cada una de ellas tiene que encargarse de ello. Como bien sabemos, muchas no tienen la opción de buscar las actualizaciones. Es el usuario el que se tiene que preocupar por enterarse del lanzamiento de una nueva versión, la descarga y la posterior actualización (siempre con el temor de no saber si tiene que borrar la versión anterior o no).

10. Diversidad, bendita tu eres entre todas.

Los usuarios de Windows están acostumbrados a que Microsoft les diga qué programa utilizar para cada cosa. De este modo, la utilización del sistema se supone que es más sencilla, se crean estándares comunes, se facilita la compatibilidad, etc. En fin, todo esto ha demostrado ser falso. Por el contrario, ha contribuido meramente a la uniformidad y el direccionamiento desde arriba, como si se tratara de una dictadura. Esa homogeneidad ha facilitado enormemente la tarea de los atacantes para detectar vulnerabilidades y escribir programas maliciosos que las exploten.

En comparación, en Linux existen una cantidad infinita de distribuciones con diferentes configuraciones, rutas de sistema, sistemas de gestión paquetes (unos usan .deb, otros .rpm, etc.), programas de gestión de todas las actividades del sistema, etc. Esta heterogeneidad dificulta enormemente el desarrollo de virus que tengan un amplio impacto, como sí es posible en Windows.

Los detractores de Linux dicen que más distribuciones equivalen a una mayor propensión de error y, por consiguiente, mayores vulnerabilidades de seguridad. Esto, en principio, podría ser cierto. Sin embargo, como acabamos de ver, esto se ve más que compensado por el hecho de que esas vulnerabilidades son más difíciles de explotar y terminan afectando a menos gente. En definitiva, los incentivos de los hackers para escribir software malicioso que afecte a estos sistemas disminuyen notablemente.

Yapa. Los programas para Linux son menos vulnerables que sus contrapartes para Windows.

Esto es algo que, de algún modo, ya lo mencioné al desarrollar algunos de los otros puntos pero me pareció importante destacarlo como un punto aparte. El software para Linux es más seguro y menos vulnerable que su contraparte para Windows por varios de los aspectos que también caracterizan a Linux: es software libre, se actualiza mucho más rápido, se obtiene a través de los repositorios, existe una enorme diversidad de programas, etc. Es decir, tanto en su diseño y desarrollo como en su distribución y ejecución, los programas para Linux brindan mayores ventajas de seguridad.

Pablo Castagnino

fuente http://usemoslinux.blogspot.com/2010/06/por-que-linux-es-mas-seguro-que-windows.html

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Congo: 5 millones de muertos

Publicada el 04/08/2011 por raas

¿Cuántos millones de congoleses deben morir para ilustrar un juego de ordenador? Nadie lo sabe, pero ya han sido masacrados cinco millones en la mayor explotación minera de la historia de este planeta. Las empresas mineras más conocidas y los mayores magnates del mundo son cómplices directos de este genocidio que dura ya diez años en África Central, donde el caos es deliberadamente impuesto como una cortina de humo para encubrir la salida de contrabando fuera del país de miles de millones de dólares en minerales.

Los funcionarios del gobierno local, pequeños pero avariciosos jugadores en este sistemático saqueo de su propio país, no tienen ni idea sobre qué compañías tienen en la actualidad contratos para hacer negocios en el Congo. Cuando miles de millones pueden ser extraídos batiendo la tierra por medio de mano de obra esclava, las leyes dejan de existir.

Cinco millones de congoleses han muerto alrededor de los últimos diez años con el fin de hacer a los multimillonarios más ricos aún. Sí existiera algo parecido a una justicia internacional, este holocausto en la República Democrática del Congo habría producido el ahorcamiento público de cientos de los hombre más ricos del mundo, y hubiera sido merecidamente. Si las leyes de Nuremberg que enviaron a la horca a diez nazis, por crímenes contra la humanidad y la paz, hubieran sido aplicadas en el Congo, podríamos encontrar fácilmente los nombres de los acusados en las columnas de la prensa financiera internacional, los hombres más ricos del planeta. Estos hombres han conspirado para asesinar a millones de personas, de tal modo que hubiera guerra constante en África Central, pero ninguna ley para evitar el robo de las grandes industrias parece concebible.

El llamado gobierno del Congo está sólo ahora encontrando tiempo para empezar un estudio sobre qué compañías están extrayendo qué minerales y dónde a lo largo del país. Desde que las múltiples invasiones del Congo empezaron hace una década, grandes corporaciones como De Beers, BHP Billiton, Anglogold, y el gigante estadounidense Freeport-McMoran han causado cinco millones de muertos, de forma que pudieran usar el caos para encubrir el saqueo de miles de millones de dólares en metales preciosos. Estas compañías mineras tienen todas ellas sus propios ejércitos privados para defender los bienes que roban, o para unirse con los ejércitos de los países aliados de EEUU como Ruanda y Uganda, con el fin de crear zonas sin ley y de “roba todo lo que puedas llevarte”. Es acertado decir que el holocausto en el Congo en un crimen colectivo de las compañías mineras europeas y americanas y de los gobiernos que las sirven. Hacer justicia en el Congo requeriría el encar-celamiento o ejecución de muchas decenas de miles de personas, la mayoría hombre blancos.

Los africanos implicados, incluyendo los funcionarios congoleses, son peces pequeños, pero ellos prosperan recogiendo las migajas de la mesa puesta con el canibalismo sobre el pueblo del Congo. De acuerdo con la comisión creada para el estudio de la minería en el Congo, varias facciones del gobierno evitan que algunas compañías paguen ninguna clase de impuestos sobre beneficios que alcanzan el seiscientos por ciento. No está claro ni siquiera quién tiene un contrato para hacer negocios en el Congo. Ninguna de las quimeras del oro de la historia moderna guarda alguna similitud con la violencia del capitalismo industrial batiendo la tierra en busca de coltan, diamantes o casiterita. El número de muertos en el Congo supera ya el de los asesinados en los campos de trabajos forzados de los nazis ­ pero ningún hombre blanco rico y bien trajeado ha sido castigado por ello.

El Congo es una prueba de que las naciones que dicen ser los países civilizados del mundo son, en realidad, lo contrario, ellos son los guardianes y cajeros del infierno. Mientras que estos hombres vivan, que nadie se atreva a hablar de moralidad como algo que no sea una hipotética ilusión. Desde luego, no existe en ningún lugar en el Congo.

Glen Ford (Black Agenda Report)

artículo publicado en Revista futuros nº12 / noviembre 2008
www.revistafuturos.com.ar

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Bicicletas voladoras

Publicada el 28/06/2011 - 12/04/2021 por Ecotropía

Cuando choquen los planetas y el mundo se termine, sólo quedará una manera de escapar: la bicicleta.

Por Luis Gruss

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El leninismo, ideología fascista

Publicada el 25/06/2011 - 03/06/2022 por Ecotropía

La existencia de sectas inmovilistas más o menos virtuales que se reclaman de Lenin es hoy un asunto más relacionado con las neurosis que acechan a los individuos inmersos en las condiciones modernas del capitalismo que con la lucha por las ideas que sostienen los rebeldes contra los ideólogos de la clase dominante.

Por Miguel Amorós
3 de diciembre de 2006

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Carta de un ciclista a un automovilista

Publicada el 05/06/2011 - 02/04/2021 por Ecotropía

Señor automovilista. Tenemos que hablar porque pensamos muy diferente. Usted piensa que no es lícito que yo marche a contramano o pase con luz roja. Mientras que yo pienso que no es lícito que usted ande en auto.

Por Antonio Urdiales Cano

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El planeta y nosotros ¿La técnica para el hombre o el hombre para la técnica?

Publicada el 28/05/2011 - 30/05/2011 por raas

1. Nos parece innegable que el desarrollo tecnocientífico está cada vez más implicado en la problemática planetaria.
2. Definimos como problemática planetaria la de los límites del planeta y consiguientemente sus recursos (en rigor, los que calificamos como “nuestros”), y su relación con nosotros, con el factor antropogénico en las diversas e inevitables transformaciones.

Y son esas transformaciones las que entendemos que tienen que estar cada vez más bajo la lupa, porque consideramos que cada vez más se las puede calificar como peligros, en primer lugar para la misma especie, y también, inescindiblemente para todo el planeta. Porque somos inseparables y cada vez se hace más cierto que “todos estamos en el mismo barco”.

3. Consiguientemente, se trata de abordar las políticas que procuren enfrentar o eludir dichos problemas.

Andrew Kimbrell, un intelectual estadounidense, convertido al catolicismo, fundador de un centro internacional de evaluación de lo tecnológico (INAC), autor de un texto, Technotopia,(1) nos dice: “A todo lo largo del siglo XX hemos sido testigos de cómo la tecnología se ha ido haciendo omnipresente en nuestras sociedades, permeándose en la inmensa mayoría de nosotros y nuestras vidas privadas. Nuestros hogares, lugares de trabajo, medios de transporte, alimentos, energía, entretenimientos, ocios, educación, gobierno, todo se ha ido constituyendo como elementos integrantes del circuito tecnológico.

[…] Cada uno de nosotros vive cada vez más en una suerte de concha o bóveda donde mucha de nuestra acción y comunicación está mediada por máquinas o instituciones tecnocráticas.

En tanto nuestros antecesores vivían plenamente en el medio natural, y nuestros más recientes antepasados lo hacían en un medio social, el hombre contemporáneo vive en lo que el sociólogo Jacques Ellul denomina un medio tecnológico. Para nosotros es la tecnoesfera, no la naturaleza, ni siquiera los otros serres humanos, lo que constituye la fuente de nuestra subsistencia, energía, alimento, educación y visión del progreso.”

Por su parte, el filósofo alemán Walter Benjamin acuñó la frase: “El automóvil es la guerra” y nos anunciaba: “Toda guerra venidera será a la vez una rebelión de esclavos de la técnica”.

Aunque Benjamin, que se suicida en 1940, seguramente retenía en su retina la imagen de una tecnocracia burda y despiadada, como la del nazismo, magníficamente preanunciada en la Metropolis de Fritz Lang a mediados de los años veinte, un pensador como Miguel Amorós rescata en los noventa las imágenes de Benjamin para ilustrar como él dice, “el hecho de que los instrumentos técnicos, no encontrando en la vida de las gentes un hueco que justifique su necesidad, fuerzan esa justificación entrando a saco en ella. Si la realidad social no está madura para los avances técnicos que llaman a la puerta tanto peor para la realidad, porque será devastada por ellos. El resultado es que la sociedad entera queda transformada por la técnica como tras una guerra.”(2)

En rigor, la formulación de Benjamin no hace sino recoger un viejo apotegma que Karl Marx, formulara magistral y dramáticamente: “Cada progreso económico es al mismo tiempo una calamidad social.” (3) Si reparamos en las privatizaciones y la modernización de los noventa en Argentina, con la biotecnología agraria a la cabeza de casi todo el mundo, y junto con ello, la generalización del hambre en las capas empobrecidas, tenemos un ejemplo contundente de las observaciones de Marx (y concomitantemente, de Benjamin y Amorós).

Pero Marx escribía a mediados del siglo XIX, cuando todavía lo futuro estaba por venir y por eso se podría entender la actitud fáustica –apuesta a tenerlo todo, un contrato con el diablo–que con acierto le atribuye Berman.

En el caso nuestro, como bien aclara un pensador de presuntas ficciones, Ray Bradbury, lo futuro ya está entre nosotros, “hace rato que llegó”. (4) Y tenemos entonces otra mirada, tendríamos que tener otra mirada, si somos capaces de sobrepasar las identificaciones y los corralitos ideológicos: una mirada que observe las secuelas inesperadas de un devenir histórico que no sigue etapas, por más objetivamente que se pretenda formularlas sino que sigue, más bien, la ilegalidad o la legalidad propia del aforismo popular y anónimo, pero por lo visto mucho más sabio que la pretensión cientificista de embretar lo por venir: “la liebre salta por donde menos se espera”.

Kimbrell agrega algo que constituye un desolador correlato de sus observaciones, las que repasamos in extenso al principio: aquel señorío del universo tecnológico en nuestras vidas, relaciones y configuraciones: el dominio de la dimensión tecnológica en nuestras vidas no se hace superando o ampliando nuestra raíz natural o nuestra sociabilidad, nuestros impulsos vinculares: no, se hace a costa de ellos, se hace acompasándose de modo misterioso pero implacable con el deterioro del mundo natural y con el de nuestro mundo social, se hace castigando lo que llamamos la naturaleza y el ambiente, que jamás han estado tan amenazados como en la actualidad y destruyendo nuestra sociedad; familias, comunidades, pero también nuestros estados psicológicos, tanto individuales como colectivos. Jamás ha habido tantas alteraciones psíquicas en los humanos como en los últimos tiempos (Kimbrell maneja datos de su país, EE.UU., pero con cierta ponderación, podemos generalizar este juicio).

Que Kimbrell registre tan pesarosa realidad en EE.UU. no significa que no nos pertenezca, que estos deterioros pertenezcan únicamente al Primer Mundo. Me parece que el diagnóstico de Kimbrell nos atañe, aunque con diferencias de intensidad y ritmo, a todos,  a todos los continentes, estados, localidades, individuos. Uno de los corolarios de la “globalización”, que en francés se la denomina “mundialización”.

Pero hablar de las ataduras creadas por el universo tecnológico, o tecnocientífico, nos obliga a hablar de sus titulares, lo cual es un tema habitualmente escamoteado al reflexionar sobre el desarrollo vertiginoso de los “adelantos” tecnocientíficos. Referirnos a la situación, a las actitudes de los mismos científicos. Que procuran permanentemente legitimar sus hallazgos por el hecho de haberlos hallado. Lo cual es una petición de principio no sólo desde el punto de vista ético sino también lógico.

Lo que nos dicen con esta arrogancia epistemológica es que lo único válido es el pensamiento científico, algo que se ha cultivado incondicionalmente en todo el espectro político, quiero decir expresamente, a derecha e izquierda. Y que una frase de José Ortega y Gasset ilustra lapidariamente: «¿Es el científico un “ignorante instruido”? [. . . ] No es un sabio porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es “un hombre de ciencia” y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio». (La rebelión de las masas, cit. p. Frank, Phillip, Filosofía de la ciencia, Méx., Herrero Hnos. Suc., 1957).

A la derecha, desde el liberalismo aristocratizante de los albores del industrialismo, cuando el dominio tecnocientífico empieza a hacerse notar, hasta llegar a sus aplicados discípulos y admiradores, los nazis, que extremaron las condiciones de florecimiento de pensamientos como la eugenesia, la salud y la higiene social (para los cuales se inspiraron, vale la pena recordarlo, en las ideas dominantes en EE.UU y el Reino Unido). Y a la izquierda, porque la coartada del progreso histórico estableció un teleologismo legitimador de toda acción o labor científica per se.

Podemos observar el desarrollo de una ciencia y técnicas acordes totalmente ideologizadas en el mundo académico y empresario estadounidense. El investigador norteamericano Vance Packard ha hecho una estremecedora recorrida por los intentos de diseñar a los humanos e ir constituyendo una humanidad “mejor”, más “apta”. El texto de Packard tiene una única limitación y son los casi treinta años de antigüedad, algo que en el territorio de la biotecnología, por ejemplo, es una inmensidad. Pero así y todo, veamos lo que Packard registraba en 1977: “Administración del talante, Producción de gente más vivaz… o más chata […] modificación de nuestras características genéticas,  control de calidad de los nuevos seres humanos, producción de individuos superiores,  copias humanas de un modelo deseado, el hombre con piezas totalmente reemplazables, construcción de hombres-animales y hombres-computadoras, etcétera».(5)

Tal vez la frase del genetista molecular estadounidense Robert Sinsheimer resuma con su “ingenuidad” la actitud predominante: “Con el Homo Sapiens […] algo nuevo apareció en este pequeño globo. A nosotros nos compete dar el próximo paso en la evolución. Debemos proyectar un nuevo surgimiento de una especie más hermosa, en este dulce planeta.” (6)

Sinsheimer es precisamente el pionero de una “nueva eugenesia”, que recoge el legado anterior al nazismo, que debió esperar décadas para reaparecer públicamente sin escozor (el replanteo eugenésico de Sinsheimer es de fines de los sesenta).

La eugenesia se promueve para alcanzar la perfección “humana”, para derramar “lo bueno” sobre toda la humanidad. En Engineering & Science, este autor escribió: “La nueva eugenesia permitiría en principio la conversión de todo lo inaceptable al nivel genético más alto […] Puede que algunos sonrían y sientan que esto no es más que una nueva versión del viejo sueño sobre la perfección del hombre. Es esto, pero también es algo más […] Potenciar sus características mejores  y dominar las peores a través únicamente de medios culturales ha sido siempre algo no del todo imposible aunque muy difícil en muchos casos. En la actualidad entrevemos otra ruta, la posibilidad de facilitar las tendencias internas y curar las imperfecciones internas directamente […].” (7)

La exigencia de perfección de un investigador como Sinsheimer no se queda en chiquitas: ya sabe en qué nivel juega. “A lo largo de la historia algunos individuos han buscado vivir en contacto con lo eterno [… antes] lo intentaron a través de la religión [… Hoy] aquel contacto se persigue a través de la ciencia, a través de la búsqueda de la comprensión de las leyes y estructuras del universo […] Quizás esta necesidad sea […] una negación de la mortalidad humana […] Las vidas de la mayoría de la gente están llenas de elementos sin importancia […] sin embargo hay entre nosotros unos pocos afortunados que tienen el privilegio de vivir con lo eterno y explorarlo.” (8)

Sinsheimer nos ha aclarado el panorama: está claro que lo suyo es una función sacerdotal y no menor, sino de sumo sacerdote, que la ciencia funciona como una religión y que está investido de una arrobadora modestia; no se incluye nosísticamente entre los “pocos afortunados”.

El perfeccionismo presupone la infinita maleabilidad de lo humano. Lisa y llanamente, la supresión de la naturaleza humana, que constituiría un límite a una maleabilidad infinita, a una perfectibilidad infinita. Como en el espectro ideológico contemporáneo ha sido la Iglesia Católica la abanderada del concepto de naturaleza humana, ha resultado fácil para progresistas de izquierda y derecha, “superar” ese concepto y postular la maleabilidad como proyecto político-cultural. Pero como muy bien ha observado Noam Chomsky, la supresión de la idea de naturaleza humana da rienda suelta a la manipulación infinita, sin límites. Es el fundamento pretendidamente ontológico de un totalitarismo radical.

La idea de inmutabilidad genética, vigente y dominante hasta la década del 20, trastabilló “cuando el genetista Herman J. Müller notificó que había modificado pautas hereditarias mediante los rayos X y que habían aparecido mutaciones en la generación siguiente. Esta circunstancia lo impulsó a abogar por la explotación de la aparente maleabilidad del hombre, para modificarlo y mejorarlo con manipulaciones genéticas.” (9)

En el caso de Müller el nervio motor para emprender un gran proyecto de manipulación genética es un pesimismo fuerte respecto del destino humano, que si no es reencauzado marcharía según Müller, a un “cataclismo genético”. Lo que importa destacar aquí es cómo una visión, es decir una mirada ideológica de lo futuro, crea las coartadas psíquicas para encarar y legitimar, hasta con la urgencia, un proyecto de reconfiguración de lo humano, la construcción de hombres nuevos.

Así, propone la creación de una red de bancos de esperma, cuidadosamente registrado y dejando siempre un plazo de veinte años: “para poder emitir un juicio ponderado sobre las cualidades del donante. De este modo los hombres que adquirieran prestigio definitivo [sic] podrían ser «utilizados muchas veces» y «destinados a reaparecer en épocas sucesivas» hasta que el conjunto de la población hubiera llegado a su nivel.” (10) Müller no se anda haciendo problema con la cosificación de los humanos fabricados ni por cierto le hace asco al más crudo pragmatismo.

Tanto perfeccionismo no es sino la contracara del profundo desprecio que despierta en este tipo de pensadores el hombre real y concreto, el hombre cualquiera, que somos todos nosotros.

Ese pesimismo está también presente en las visiones desde el progresismo de izquierda como lo revela el prestigio de la idea de “hombre nuevo”, tan al uso entre guevaristas, castristas, maístas, comunistas e incluso algunos anarquistas (aunque también se haya usado el término, la consigna, desde el nazismo, por ejemplo).

Sirva como ilustración este pasaje de una conferencia dictada por León Trotsky, ya en el exilio, en Dinamarca: “¿Quién se atreve a afirmar que el hombre actual sea el último representante, el más elevado de la especie homo sapiens? No, tanto física como espiritualmente, esta todavía lejos de la perfección  este aborto biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha creado ningún nuevo equilibrio orgánico […] La antropología, la biología, la fisiología, la psicología han reunido verdaderas montañas de materiales para erigir ante el hombre […] las tareas de su propio perfeccionamiento […]. Buzos sabios descienden al fondo del océano y fotografían la fauna misteriosa de las aguas. Para que el pensamiento humano descienda al fondo de su propio océano psíquico debe iluminar las propias fuerzas misteriosas del alma y someterlas a la razón y a la voluntad. Cuando haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre se integrará en los morteros, en las retortas del químico. Por primera vez la Humanidad se considerará a sí misma como una materia prima y, en el mejor de los casos, como una semifabricación física y psíquica. El socialismo significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad en el sentido de que el hombre de hoy, plagado de contradicciones y sin armonía, franqueará la vía hacia una nueva especie más feliz.” (“Qué fue la Revolución Rusa”, Copenhague, 1931).

Trotsky se nos presenta como un bastión y un adelantado del tecnocientificismo más radical. Si fueran sinceras y hubiesen sido contemporáneas, las empresas actuales de ingeniería genética lo habrían tratado de contratar como agente de Relaciones Públicas…

Trotsky no está, ni remotamente, solo. Nuestro ya conocido Müller, en plena década del 30, sostenía que “ninguna mujer inteligente y con sensibilidad moral rehusaría tener un hijo de Lenin” (se refería a los genes, claro, no a la cama).

Es importante tener presente que simultáneamente los nazis enviaban a los conscriptos con cunas a las aldeas del Reich para que fecundaran a las sanas y rollizas campesinas alemanas sobre la base de los mismos presupuestos.

Müller, por su parte, abogaba persuadir a la población para que voluntariamente se apresten a “procurar a los «hijos» el patrimonio genético óptimo en lugar de los apreciados genes personales.” Un racionalismo sobrecogedor.

Reparemos que ya estábamos en la década de las grandes represiones masivas (del nazismo en Alemania, del estalinismo en todas las Rusias y desde mucho antes, las del colonialismo en el mundo ajeno a Europa y el norte atlántico…), pero también podríamos decir apenas estamos en los treinta, si tomamos en cuenta el desarrollo de las técnicas de ingeniería genética desde entonces a ahora.

Para completar la visión pragmática de izquierda, valga el aparente oxímoron, bueno es también recordar que los esfuerzos eugenésicos han corrido tanto desde la derecha más señorial y racista, en los centros de poder ideológico de EE.UU. , Suiza, Suecia y Alemania (para adquirir su monstruosa configuración dentro de la pesadilla nazi), pero que muchos biólogos y científicos de ideología socialista apoyaron y desarrollaron planes eugenésicos también en los países nórdicos hasta las décadas de los sesenta y setenta. Nos dice Jacques Testart al respecto en El racismo del gen: “Es políticamente interesante ver como dos partidos opuestos justificaron su aval [el de la eugenesia]. A la derecha, entre los conservadores, jugaba el imperativo de la pureza racial; a la izquierda, entre los socialdemócratas lo que se ponía de manifiesto era el control de los nacimientos y la calidad de la política social [… para] prevenir los problemas sociales.” (11)

Tendríamos que agregar, nosotros, que para la izquierda dura la prevalencia de la economía tamiza sus ojos y legitima todo progreso, incluido el genético. Así, cuando surgen las técnicas de fertilización asistida con toda la batería; gestación in vitro, bancos de esperma y óvulos, vientres alquilados, úteros artificiales, el diario comunista chino Jemmin Jih Pao, en los ’70, no tiene mejor comentario que hacer que: “Si se pudiese procrear sin tener que soportar el embarazo, los partos no afectarían necesariamente a las madres trabajadoras. Ésta es una buena noticias para las mujeres.” (12) El comentarista deja entrever aquí su sueño de “vivir para trabajar”, el sueño que la intelectualidad socialista le dispensa al proletariado, claro, y como acota Packard “cualquier tecnología que ofrezca una reducción de los años-mujer perdidos por los embarazos siempre es una buena noticia” , en el universo del “socialismo real”, claro.

Al día de hoy las clonaciones parecen ser el monopolio al menos mediáticos de una secta como la raeliana o de médicos efectistas; sin embargo en la década de los sesenta, muchos investigadores soviéticos se estaban afanando por lograr seres humanos totalmente gestados en laboratorio. Que no lo hayan logrado, hablaría en todo caso de una saludable aunque involuntaria limitación del socialismo “real”…

Esta maleabilidad que hemos procurado presentar y criticar, esta maleabilidad de la naturaleza humana, postulada, introyectable, instrumentable, nos ha llevado a un cambio radical en nuestra relación con lo tecnocientífico.

Kimbrell nos recuerda que el optimismo tecnológico ha sido crecientemente cuestionado a medida que más y más gente, que nuevas investigaciones han ido revelando el alcance del descalabro planetario provocado precisamente por el despliegue tecno. Por eso nos recuerda que en los setenta Ernst Schumacher, por ejemplo, abogaba por una “tecnología a escala humana”, sustentable, compatible con el mundo físico que estaba siendo crecientemente dañado por una tecnología agresiva y devastadora.

Pero ante la crisis cada vez más comprometedora e imparable, Kimbrell aclara que: “La élite de poder tecnológico tiene una solución muy diferente. Aunque muy lentamente, las corporaciones, los académicos y los investigadores han ido llegando a la conclusión de que la tecnología edificada hasta entonces no era compatible con la vida, que las contradicciones entre la tecnoesfera y la supervivencia de la naturaleza y la sociedad estaban ahondánose irreversiblemente. Se dieron cuenta, ellos también, finalmente, que se imponía una solución y a la brevedad».(13)

Lo que nos advierte Kimbrell es que, una vez más, en lugar de “detener el juego”, de revisar autocríticamente lo actuado, en lugar de desmontar una construcción tecnocientífica que nos lleva al abismo, lo que se ha ido diseñando desde los centros de poder corporativo, privado y público, es un desarrollo de ingenierización (engineering) “de la vida, de la propia realidad para mejor adaptarla al sistema tecnológico.”
Así interpreta Kimbrell el ensanche incontenible de técnicas de alta complejidad destinadas a adaptarnos y conformarnos con y en este “sistema tecnológico deshumanizado”.

Kimbrell da ejemplos de esta orientación en la política presupuestaria, concreta, en EE.UU. : “más de 50 millones de dólares en psicofármacos, una buena parte dedicados a lograr que se pueda cumplir la jornada laboral. Otro tanto destinado a que se pueda “pasar la noche”. Y hay unos cinco millones de niños estadounidenses tratados con psicofármacos para que puedan sobrellevar la institución escolar. Poco importa si se necesitan todo el tiempo dosis crecientes o si tales fármacos dejan de funcionar cuando el usuario opta por el alcohol o la adicción a drogas ilegales. Mientras tanto, hay afanes crecientes por encontrar los genes de la depresión, la ansiedad, el alchololismo y hasta el de la timidez y nos prometen su inminente hallazgo.”

[…] Proliferan en los cientistas electrónicos el proyecto de hacernos totalmente «virtuales» descargándonos en piezas de silicio, unificándonos, por así decir, con nuestros dispositivos computarizados. Es la solución final al dilema tecnológico.”  (Ob. cit.)

Podremos preservar nuestro deshumanizado sistema de producción si nos deshumanizamos nosotros mismos.

Bueno es advertir desde ya, aunque Kimbrell no lo mencione en estos pasajes, que estas “avanzadísimas” transformaciones para usar la terminología del optimismo tecnológico, son irreversibles: un hombre transgénico, un ser transgenetizado no tiene marcha atrás, su descendencia estará configurada con esa dotación genética modificada, no otra.

La ingeniería genética es entonces la respuesta a los problemas generados por el desarrollo previo. Si la combustión de fósiles llegó a sobrepasar la capacidad planetaria natural para reabsorber, por ejemplo, el dióxido de carbono (el metano y otros gases de los causantes del efecto invernadero), y eso provoca el calentamiento planetario, y con dicho calentamiento se provocan proceso de desertificación, por ejemplo, no hay problema: se construyen plantas que se adapten a esos nuevos biomas, a esas condiciones de existencia, con menos agua, por ejemplo. Análogamente, se proyectan animales que no necesiten del vínculo matri-filial, etcétera.

Esto es lo que Thomas Berry,(14) uno de los llamados eco-teólogos, define como que “la naturaleza ha sido transformada de una comunidad de sujetos a una colección de objetos.”

Cuando hablamos aquí, Berry, nosotros, de naturaleza, tenemos que incluirnos, incluir a los seres humanos, la especie, aun con toda su construcción trascendente respecto de los reinos naturales.). Con razón Carl Rogers, psicólogo estadounidense tuvo que formular tan ominosa afirmación: “Podemos adoptar la decisión de usar nuestros crecientes conocimientos para esclavizar a las personas en formas no soñadas hasta hoy, para dominarlos por medios elegidos con tanto cuidado, que tal vez  jamás se den cuenta de la pérdida de su personalidad.” (15)

Este futuro posible, sin embargo, está todavía en nuestras manos.

Luis E. Sabini Fernández
Noviembre de 2005.

notas:
1) En internet, Technotopia. The Dark Side of Technology. texto que glosamos a lo largo de esta nota.
2) “¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio”, artículo aparecido en la revista española Maldeojo (s/f).
3) Cit. p. Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, S. XXI, 1988.
4) Presentación del autor por J.J. Dimilta, “Ray Bradbury: El futuro llegó hace rato”, Lea, Buenos Aires, no 25, julio 2003.
5) Los moldeadores de hombres, Buenos Aires, Huemul-Crea, 1977.
6) Cit. p. V.  Packard, ob. cit., p.224.
7) Cit. p. David Noble, La religión de la tecnología, Barcelona, Paidós, 1999.
8) The Strands of Life, Berkeley, University of California Press, 1994. Cit. p. D. Noble, ob. cit.
9) V. Packard, ob. cit., p. 225.
10) Guidance, cit. p. Paul Ramsey, P., El hombre fabricado, p. 59.
11) Buenos Aires, FCE, 2001.
12) V. Packard, ob. cit., p. 200.
13) De aquí en adelante las citas de Kimbrell provienen del trabajo ya citado al principio.
14) Cit., p. A. Kimbrell, ob. cit.
15) Cit. p. V. Packard, ob. cit., p. 7.

fuente: Cuadernillo de la Cátedra Libre de Derechos Humanos. Introducción a los Derechos Humanos. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (agosto de 2009).

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(libro) El horror económico

Publicada el 27/05/2011 - 06/06/2022 por Ecotropía

Con un libro tan palpitante, apasionado, que por momentos se parece a un monólogo interior joyceano -aunque las frases todas tienen los signos de puntuación de rigor, constituye un torrente sin capítulos o en todo caso con capítulos innominados, casi sin referencias al pie-, con un libro con esta configuración cuesta buscar un inicio, descubrir «las partes».

Por Luis E. Sabini Fernández
revista Futuros
julio de 1997

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El robot

Publicada el 05/05/2011 - 11/04/2023 por raas

¿Por qué dicen los sufíes que el hombre es una máquina? Porque el hombre es una máquina, por eso. El hombre tal como es, es totalmente inconsciente. No es más que sus hábitos, la suma total de sus hábitos. El hombre es un robot. El hombre todavía no es un hombre. A menos que la consciencia penetre en tu ser, seguirás siendo una máquina.

Por Osho

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La locura del sujeto normal

Publicada el 23/04/2011 - 16/09/2022 por raas

Según una de las versiones del mito, Prometeo descendía de una antigua generación de Dioses que habían sido destronados por Zeus. Era hijo de Titán y de Asia, él sabia que en la tierra reposaba la simiente de los cielos, por eso recogió arcilla, la mojó con sus lágrimas y las amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses, los Humanos.

Por Enrique Carpintero*

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Sobre la vigilancia…

Publicada el 11/04/2011 - 11/04/2023 por Ecotropía

Tu vigilancia se mantiene sin perturbaciones. Durante las veinticuatro horas del día habrá una corriente subterránea de vigilancia. Tú sigues haciendo cosas… para el mundo exterior, nada ha cambiado, pero para ti ha cambiado todo.

Por Osho

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África. Saqueo y esclavitud eternas

Publicada el 17/03/2011 - 17/03/2011 por raas

A lo largo de la historia África ha sido desangrada por «plagas» sucesivas: la esclavitud, el colonialismo, el fin de las colonias, los ajustes estructurales forzados por las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional), el neoliberalismo, las transnacionales,…

Conquistas de África

La presencia europea en África no comenzó a ser significativa hasta el siglo XVI y estuvo relacionada principalmente con el tráfico y comercio de esclavos. Esta actividad estuvo ligada a las necesidades de mano de obra barata en las plantaciones de caña, tabaco, cacao, café y algodón de las colonias americanas. Se calcula que entre 24 y 28 millones de personas fueron capturadas en África, la mitad de las cuales murieron antes y durante el transporte. La mayor parte de esos muertos y deportados eran jóvenes en su mejor edad productiva. Las deportaciones masivas y las matanzas causadas por los esclavistas fueron responsables de la despoblación de regiones enteras y de un fuerte impacto sobre la agricultura, la artesanía y el comercio locales.

Muchas de las fortunas que se hicieron en el comercio colonial entre Europa y América están manchadas con la sangre y el sufrimiento de millones de personas. ¿Qué justificaciones hacía de una actividad tan abominable la sociedad esencialmente cristiana? Lo primero que hay que hacer es negar la esencia de la persona del esclavo que pudiera ser una base para sustentar derechos y reclamar el respeto de otros seres humanos. Según la mentalidad de los esclavistas, además de ser paganos, adoradores de ídolos y dioses falsos, supersticiosos, y por tanto carentes de la entidad moral que da el cristianismo, eran ignorantes, insensibles, medio-hombres, que «no se preocupaban de nada más que de no ser capturados», en frase del ministro de la iglesia y traficante de esclavos John Newton.

En 1807 el parlamento del Reino Unido aprobó la ley que abolía el tráfico de esclavos «abolition of the slave act». El comercio de esclavos en las colonias francesas sólo fue prohibido en 1905 y la esclavitud tardó todavía algunos años en extinguirse. La esclavitud abierta fue sustituida entonces por la esclavitud disfrazada, a través del trabajo obligatorio. En definitiva, lo que acabó con el tráfico de esclavos no fueron las acciones de las potencias europeas en los países africanos, sino la progresiva disminución de la demanda de esclavos al otro lado del Atlántico, al descubrir los patronos que los trabajadores asalariados podían ser obligados a trabajar como esclavos, sin tener que alimentarlos, cuidarlos y convivir con ellos.

Colonialismo

En el siglo XIX el capitalismo y la revolución industrial se habían asentado en Europa y necesitaban expandirse en busca de regiones que le proporcionasen materias primas y mercados. Surgió así el colonialismo como doctrina de desarrollo y la idea de que todo gran país debía tener un imperio colonial.

Después de los exploradores, misioneros, colonos y comerciantes llegaron a África los políticos y los militares, cuyos nombres y acciones se han aupado al cuadro de honor de la historia militar de las colonias en sus respectivos países. Europa llevó a cabo la conquista de África a sangre y fuego frente a poblaciones que se opusieron a ellas. Los imperios de la revolución industrial pretendían explotar el territorio, por medio de la extracción o recogida de materias primas de las regiones no desarrolladas y de la exportación de los productos elaborados a estas mismas regiones, con un valor añadido muy superior.

El colonialismo destruyó la economía africana y el sistema agrícola y los reemplazó por sistemas, infraestructuras y estructuras de clase diseñadas para la exportación de bienes y explotación de mano de obra y recursos primarios africanos para beneficio europeo. Se constituyó una economía basada en el monocultivo de la exportación. Los cultivos alimentarios tradicionales, que garantizaban la subsistencia de las poblaciones locales, fueron abruptamente sustituidos. El resultado inmediato fue la expansión, en una escala nunca vista con anterioridad, de las epidemias de hambruna.

La ocupación efectiva implicaba tener una administración en la región y desplegar un ejército que controlase el país. Las únicas inversiones que se hicieron en las colonias fueron las de empresas privadas para explotar minas, plantaciones; así como las inversiones de los colonos europeos para mejorar sus tierras y el embarque de sus cosechas. Millones y millones de horas de trabajo no pagado e infinidad de recursos constituyeron el principal tesoro que Europa extrajo de África.

La repartición del continente tuvo que ser resuelta con la celebración de la Conferencia de Berlín (celebrada entre 1884 y 1885), debido a los conflictos surgidos entre los Estados europeos en su afán expansionista. El reparto de África que estos llevaron a cabo no sólo cambió la geografía política, las divisiones políticas y administrativas que existían en el continente africano, sino que alteró su etnografía y su demografía, y reinterpretó su cultura a la vez que transformaba y pervertía con los contra-valores coloniales el predominio de la violencia, de la avaricia, del desprecio a los que se juzga inferiores, de la irresponsabilidad y la impunidad de los poderosos. En una palabra, Europa inventó de nuevo África.

Fin de las colonias

A partir de 1945, el proceso de descolonización adquirió un ritmo frenético. Los últimos reductos del colonialismo cayeron a mitad de los años setenta, a través de importantes movimientos nacionales revolucionarios. Pero la ruptura con el colonialismo no significó la pacificación de África.

Los colonialistas, tras las convulsiones de las dos guerras mundiales, hicieron su análisis costo-beneficio y, al ver que el negocio de las colonias ya no era rentable, decidieron que lo mejor era largarse, dejar la administración sobre el terreno de las colonias, para, como habían hecho antes del reparto de África, seguir explotándolas desde la seguridad de su propio país. Las élites coloniales, que habían servido a los intereses europeos, normalmente se mantenían en el poder. Élites europeizantes o europeizadas, educadas, ricas, armadas, conectadas con las empresas que trabajan en el país, en situación de absoluto privilegio.

Cuando algunos líderes africanos intentaron emprender un camino de desarrollo independiente, fueron derrocados por golpes apoyados desde Occidente. Por ejemplo, el caso de Angola, destacado, cuyo gobierno, «después de la liberación tuvo que enfrentarse a grupos contrarrevolucionarios apoyados desde otros países africanos, tras los cuales se ocultaba EEUU».

O el de Congo: en 1961, fue asesinado Patrice Lumumba, que había sido elegido primer ministro en 1960. Lumumba buscó lograr un desarrollo independiente para África. Pero Bélgica apoyó un levantamiento en Katanga, una provincia del Congo rica en recursos naturales, e intervino violentamente. Hay evidencia de que EEUU fue cómplice en el asesinato en 1961. Una guerra civil larga y brutal siguió al asesinato. Al fin de la guerra, Mobutu Sese Seko, un sangriento y delictivo dictador, llegó al poder. Mobutu fue reemplazado a mediados de los noventas por Laurent Kabila, otro dictador, cuyo hijo es actualmente el dueño del poder en el Congo. O Ghana donde un golpe militar, también apoyado por Occidente, derrocó a Kwame Nkrumah, un líder pan-africanista en 1966. Nkrumah también buscaba un desarrollo independiente. El golpe fue seguido por una ola de privatizaciones.

Los gobiernos que no fueron derrocados y que deseaban diversificar la economía de sus países y construir servicios públicos, lo hacían por medio de préstamos dados por instituciones financieras internacionales. África ingresó en una crisis de deuda que se utilizó para seguir influyendo en las decisiones soberanas. Y de la cual es herencia una de sus grandes «plagas» de la actualidad: la deuda externa.

Las plagas de África hoy

Las nuevas naciones fueron obligadas a convivir con una sociedad internacional muy dinámica y soportando el peso de la inferioridad de su atraso tecnológico, las contradicciones de sus Estados unitarios, la fuerza desestabilizadora de sus militares, la falta de educación y salud y la interferencia de los poderes mundiales. En conjunto, sus gobernantes se enfrentaron con unas difíciles tareas que los sobrepasaban.

Los europeos dejaron bien inculcada en África una lección: que la fuerza de las armas es el último y definitivo recurso para la conquista del poder. No hay nada como la fuerza aplastante del poder militar.

Cuando se fue a la conquista de África, a mediados del siglo XIX, se esgrimió el argumento de la «civilización», porque en Europa se tenía la certeza de que civilización, como madre, no hay más que una, que era -faltaría más- la europea. Hoy se habla de «ayuda al desarrollo», a veces de «solidaridad». Son dos conceptos políticamente correctos, pero cargados en ocasiones de tanto cinismo como cuando antaño se hablaba de «civilización».

África es la madre nutricia de la mayoría de las materias primas que hay en el mundo y vuelve a interesar por lo que siempre atrajo a Occidente y ahora también a Oriente: por sus recursos naturales. Existe en África una doble injerencia, política y económica, que está convirtiendo a los países africanos en meras sucursales del Norte. Las amarras son tan fuertes que cuando un dirigente intenta cortar alguna cuerda para liberarse de la presión, se encuentra inmediatamente con una revuelta bien organizada y armada hasta los dientes. Esta injerencia, no tiene origen ya sólo en los países europeos, sino que la presión viene también de EEUU, China, Rusia, India, Brasil,… Incluso el propio coronel Gadafi animó a los libios a que vayan a «hacerse ricos» al África negra.

Con estas actuaciones de penetración en África se sigue asistiendo a la tercera colonización del continente.

Áfricá esta inundada de armas. Las armas en los países africanos entran legal e ilegalmente o, mejor dicho, por canales oficiales y por mercados informales. Hay intereses comerciales muy importantes en la provisión de armas a la región.

El continente ha sufrido guerras atroces, a menudo presentadas como guerras civiles, pero que en el fondo son guerras económicas montadas con el único objetivo de saquear estos países y enriquecerse al precio de la muerte de millones de personas. La depredación de recursos ha sido la causa de las guerras más virulentas en países como Angola, Sierra Leona, Sudán y República Democrática de Congo. En estos países no se ha luchado por ninguna idea, ni por suplantar un poder despótico para mejorar la situación de los ciudadanos, sino pura y simplemente para controlar y explotar petróleo, oro y diamantes, casi siempre en conexión con empresas transnacionales que han suplantado a los propios Estados. Y han actuado como proveedores, en muchos casos, de las armas necesarias para desestabilizar comunidades, regiones, países enteros. Un ejemplo claro de esto es el caso de la República Democrática del Congo, respecto a uno de sus recursos -el coltán-, materia usada para la fabricación de móviles u ordenadores.

Un área particularmente vulnerable en toda África subsahariana es la agrícola. La agricultura es un sector vital para África. Representa el 70 por ciento de la economía de los países del continente. El mayor problema radica en la competencia desleal de las importaciones de los países del Norte. Es anormal, por ejemplo, que el arroz importado cueste menos en África que el arroz producido en sus países. Lo mismo sucede con el algodón. Los programas de ajuste estructural (PAE) del Banco Mundial y del FMI -estas instituciones internacionales que se nos venden como las «hermanitas de la caridad» y, sin embargo, sus actuaciones se pueden comparar con las técnicas más macabras y sofisticadas utilizadas durante el holocausto nazi- están directamente relacionados con el proceso que conduce a la creación de situaciones de hambre, porque atentan de manera sistemática contra todas las actividades económicas que no sirven a los intereses del sistema de mercado mundial.

Los Programas de Ajuste Estructural consisten en la imposición de unas condiciones económicas y financieras a los países endeudados, para ajustar el comercio exterior, suprimir los desequilibrios financieros y conseguir nuevos préstamos. Es decir, el BM entrega préstamos (evidentemente con elevados intereses que engrosan la deuda externa letal de los Estados) a condición del cumplimiento de sus Programas de Ajuste Estructural. Programas que se dirigen claramente a la construcción y mantenimiento del sistema capitalista mundial: fundamentalismo económico o lo que es lo mismo, la priorización del sistema financiero y de mercado sobre la vida humana.

El hambre presente en Somalia o Mozambique, por ejemplo, es atribuida mecánicamente a factores políticos y climáticos externos: la ausencia de nubes cargadas de lluvia y anomalías en la presión del aire… Se tergiversa la historia y sólo se enseña lo superficial. Somalia, sin embargo, fue autosuficiente en alimentos hasta los años 70. ¿Qué precipitó el colapso de la sociedad civil? ¿Por qué se destruyó la agricultura de producción de alimentos y el pastoreo nómada?

El continente africano se ha convertido en la región donde más se han aplicado los PAE. A la sombra de ellos, la explotación rural familiar es llevada a la bancarrota, el productor agrícola pierde el control de la tierra que trabaja. Los ingresos de los agricultores -y esto tanto en los países ricos como pobres- quedan reducidos a una mínima expresión bajo el asedio de un poderoso grupo de empresas mundiales agroindustriales que simultáneamente controlan los mercados de cereales, de insumos agrícolas, de semillas y de alimentos procesados.

Las consecuencias de los PAE en África son aumento de los niveles de pobreza urbana y rural, la disminución de los salarios en el sector moderno, la desaparición de escuelas subvencionadas por el Estado, la privatización de la sanidad, etc. Los resultados inmediatos son el aumento del analfabetismo, la reducción de la esperanza de vida y la reaparición de las epidemias erradicadas en otras partes del planeta.

La incidencia de enfermedades constituye otra de las plagas que azotan al continente africano: SIDA, tuberculosis, malaria, cólera, ébola… ¿Cómo puede un pueblo con una salud tan precaria recomponer un país, desolado por la guerra, alcanzar la paz, trabajar los campos, comerciar internacionalmente y progresar? El círculo vicioso de la mala salud es una de las trampas que mantienen a los pueblos de África en su estado de postración. Se está llevando a efecto el plan más acabado de saqueo total que hubiese conocido la humanidad en su ya larga existencia. Se está exprimiendo a niveles inconcebibles a pueblos ya hambrientos y empobrecidos al máximo por concepto de una deuda que jamás pidieron ni usufructuaron. Pero esto no es todo. Resulta probablemente el preludio de otro previsible mayor y último super genocidio que se consumaría con el brote intensivo de las enfermedades originadas en retrovirus de laboratorio para extinguir físicamente a las masas hambrientas todavía sobrevivientes. Resulta perceptible que todo lo detallado no es sino parte de un tenebroso plan de dominio y apoderamiento total del mundo, diseñado por las grandes corporaciones y círculos financieros del planeta.

África bate espeluznantes récords: el de mayor número de enfermos de SIDA del mundo (se estima que unos 26 millones de personas), de malaria, el mayor número de casos de tuberculosis (el 20% del total mundial), el mayor número de niños soldado (calculados más de 150.000), el mayor número de armas ligeras, millones de personas desplazadas por conflictos armados; los 10 países con un menor índice de Desarrollo Humano son africanos,… y suma y sigue. El presidente ugandés, Yoweri Museveni, lo explicó así, en 2005, en el Centro de Estudios de Política Internacional con sede en Washington: «Se suele decir que los gobiernos occidentales ayudan a África; la verdad es que África está ayudando a los países de Occidente; los donantes son los africanos… Se habla mucho de pobreza en África, pero África no es pobre; es muy rica en recursos naturales; el verdadero problema está en la exportación de materias primas».

«No son países subdesarrollados, sino arrollados», como dice Eduardo Galeano.

revista Ekintza Zuzena nº37
www.nodo50.org/ekintza

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La crisis como momento de la dominación social

Publicada el 13/03/2011 - 24/08/2023 por Ecotropía

1. Una de las consecuencias más nefastas de la consolidación del discurso sobre «la crisis económica», es la reaparición del izquierdismo, que viene a entonar un coro que suena más o menos a «ya lo habíamos dicho nosotros: el capitalismo se hunde por sí mismo, y ahora es nuestro turno».

Por Juanma Agulles

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Poder tecnológico: ¿autonomía o heteronomía?

Publicada el 21/02/2011 - 27/02/2011 por raas

Vamos a aproximarnos al concepto de “poder tecnológico” buscando sus raíces, de dónde proviene. Propongo el par conceptual de esta presentación, autonomía o su opuesto, como otro hilo conductor de lo que vayamos examinando. Vemos de inmediato que lo tecnológico no viene solo, está íntimamente ligado a lo científico. Y que la dimensión tecnocientífica funciona como religión en nuestra sociedad. Digo religión en sentido etimológico, lo que liga a los hombres entre sí. Lo tecnocientífico como una dimensión inescindible de la cultura vigente. Un sentido común que a todos nos gobierna.

Luis E. Sabini Fernández

nota completa en http://revistafuturos.com.ar/ciencia-tecnica-y-poder/303-poder-tecnologico-autonomia-o-heteronomia o  en PDF

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Geopiratería. Argumentos contra la geoingeniería

Publicada el 16/02/2011 por raas

Este informe revela la verdadera cara de esta «Plan B» para afrontar la crisis del clima: se trata de una estrategia política que permitiría a los países industrializados evadir su deuda climática.

Desde ajustar el termostato global hasta modifica la química de los océanos, éstos remiendo ténicos a mega escala son una amenaza para la humanidad y el planeta. El informe contiene un panorama histórico, científico y de los intereses que están detrás del rápido desarrollo de la geoingeniería, así como la disputa por quien puede decidir el destino de esta riesgosa aventura.

Grupo ETC
www.etcgroup.org/es

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Nuevas tecnologías: modas, mentiras y peligros

Publicada el 16/02/2011 - 20/02/2011 por raas

Por todos lados escuchamos noticias preocupantes sobre los distintos aspectos de la crisis: las finanzas, el clima, la salud, la escasez de alimentos y agua.

Frente a ello, los gobiernos y empresas que propiciaron la crisis insisten en que la solución no está en cambiar radicalmente los modos de producción y consumo ni terminar con el acaparamiento de tierras, la injusticia social, o con la relación explotadora y contaminante con el ambiente y la naturaleza. Que lo necesario es promover remedios tecnológicos nuevos.

Nos encontramos ante un triple ataque a la humanidad y al planeta: por un lado, hambre, caos climático, contaminación y enfermedad ocasionados por la industrialización; por otro, riesgos de salud, ambientales y económicos provocados por nuevas tecnologías (biotecnología, nanotecnología, geoingeniería, biología sintética); finalmente, la tiranía de las corporaciones —que imponen estas tecnologías como “necesarias” para salir de las crisis. Muchos gobiernos tienden a aceptar los remiendos tecnológicos impuestos por las corporaciones y las subsidian con recursos públicos. Este triple ataque ocurre en distintas versiones, en todos los rincones del planeta.

Las tecnologías de moda

Las universidades, los medios de comunicación y el mercado pregonan los nuevos descubrimientos sobre el genoma humano, las infinitas posibilidades de chips electrónicos cada vez más pequeños, la inminente creación de nuevas formas de vida, el dominio sobre los átomos y las moléculas, el control de las condiciones climáticas. Quieren convencernos de que todas las modas tecnológicas son buenas para todos y de que no aceptarlas es una necedad porque la humanidad y el planeta necesitan de ellas para resolver sus problemas. ¿Cuáles son estas modas tecnológicas y porqué debemos considerarlas y evaluarlas de un modo crítico?

El delirio por dominar la materia

Cuando escuchamos “nanotecnología”, “nanopartículas”, “nanómetro”, “nano”, nos hablan del reino de lo inmensamente pequeño, más pequeño aún que lo microscópico. Nanotecnología es el conjunto de técnicas utilizadas para manipular la materia desde de los átomos y las moléculas. Un nanómetro equivale a la millonésima parte de un milímetro. Un cabello humano mide unos 80 mil nanómetros de grosor.

Y es que los bloques de construcción de toda la materia son así de minúsculos. Son los átomos y las partes de los átomos que forman los elementos químicos. Por eso, los instrumentos y procesos de la nanotecnología se pueden aplicar a casi cualquier cosa fabricada en algún sector de la industria. La materia manipulada desde sus moléculas puede mostrar propiedades que antes no aparecían: mayor conductividad eléctrica, elasticidad, resistencia, o reactividad. Con tecnologías que manipulan lo inmensamente pequeño se están produciendo computadoras más rápidas, medicamentos dirigidos a sitios específicos del cuerpo humano, materiales a prueba de balas, cosméticos, filtros solares, insumos agrícolas, aditivos para los alimentos, embalajes, textiles, enseres electrodomésticos.

Hay en el mercado más de 700 productos que contienen nanopartículas, sin regulación en ningún país y sin etiqueta (es decir, sin que sepamos que las contienen) aunque cada vez hay más evidencias de sus posibles impactos en la salud y el ambiente y de que son un riesgo para los trabajadores que las manipulan. El sistema inmunológico no detecta las nanopartículas, por eso pueden atravesar la barrera sanguínea que protege al cerebro, llegar a la placenta o depositarse en otros órganos, intoxicando las células, causando tumores y cáncer.

Por si fuera poco, la posibilidad de trabajar con los pedazos de los átomos y de inventar moléculas, ha provocado una absurda fiebre de patentamiento de los elementos químicos, que son el punto de partida de todo lo existente, de lo vivo y lo inerte (lo “no vivo”).

Jugar a Dios

Otra moda tecnológica es la biología sintética, que busca construir en laboratorio nuevas formas de vida para desempeñar tareas particulares. La biología sintética quiere reescribir la vida ensamblando grupos de genes de modos nuevos y hacer organismos “diseñados a la medida” que produzcan compuestos químicos, fármacos o combustibles.

Las compañías de biología sintética, que reciben muchos fondos de los gobiernos, se promueven alegando que producirán la cura para la malaria, plásticos biodegradables, bacterias que limpien los desechos tóxicos, árboles especiales para producir etanol. El poder para crear vida artificial se está concentrando en manos de las mayores corporaciones petroleras, farmacéuticas, semilleras y agroindustriales, cuestionadas por su modo salvaje de usar los derivados del petróleo y ocasionar gran parte del calentamiento global.

La vida no es un diseño electrónico ni un código de cómputo: los errores podrían ser letales e irreversibles. Las compañías buscan ganancias en vez de preocuparse por las necesidades sociales o por el mal uso de sus inventos, deliberado o accidental. Con esa actitud pueden provocar nuevas y desconocidas catástrofes.

Pretenden “mejorar” a los humanos

La genómica estudia el funcionamiento, origen y evolución de la herencia biológica. La genómica humana, especialmente, promete un nuevo paraíso de salud basado en el conocimiento profundo de esta herencia personal. A partir de entender las diferencias en esta herencia, la genómica humana pretende desarrollar una medicina personalizada y fármacos, para según ellos, mejorar el desempeño humano.

La medicina personalizada se basa en la creencia de que podemos detectar, prevenir y curar las enfermedades según los genes de cada quien y, aunque todavía este argumento está muy lejos de demostrarse, ya están a la venta más de mil pruebas genéticas personales diferentes (sin regulación alguna) para detectar identidades raciales, tendencias a enfermedades, deficiencias o genialidades de personalidad y supuestos defectos de crecimiento físico. La publicidad de las empresas pretende hacernos creer que nuestros genes marcan absolutamente nuestro destino, pero pueden ser la llave de la salud, el bienestar y ¡hasta el éxito!, si se manipulan mediante los remedios que nos promete esta nueva moda científica.

La información derivada de estas pruebas le sirve sobre todo a las empresas que quieren demostrar la relación entre las enfermedades o “deficiencias” y las variaciones genéticas. Además, estas pruebas son costosas y con ellas ya hay instancias privadas y gubernamentales en varias partes del mundo que violan la privacidad y promueven la discriminación.

La idea de “mejorar el desempeño humano” es una idea exitosa para las empresas porque al convencernos de que podemos ser mejores, más precisos, más agudos, más eficientes, con fármacos y “alimentos especiales”, pueden obtener más ganancias. Son entonces medicamentos para gente sana, que espera ser más guapa o más feliz a punta de pastillitas. Las drogas para personas sanas son mucho más rentables que los medicamentos para los enfermos. La genómica sueña con un futuro de personas diseñadas para ser perfectas. Millones hoy en día están ansiosos de superar limitaciones reales o imaginadas (incluidas las emocionales) mediante remedios genómicos. ¿Serán considerados buenos ciudadanos los que no se “mejoren”? ¿Serán discriminados aquéllos que no se sometan a los tratamientos de mejora? Tenemos ante nosotros un panorama aterrador donde las empresas y el mercado tal vez lleguen a definir qué es un ser humano “normal”.

Burlándose del planeta

La geoingeniería es la manipulación intensa y/o radical del ambiente en gran escala, y hoy se intenta con ella combatir el caos climático provocado por las actividades industriales. La geoingeniería propone, entre otras cosas, alterar los ciclos del agua o aumentar artificialmente la vegetación del océano. Es real que existe la posibilidad de alterar el clima de la Tierra: por ello padecemos el actual desastre en el clima. Sin embargo, pretender que se corregirán los daños con más manipulaciones planetarias a nivel industrial es totalmente irresponsable, ya que con cualquier alteración en una región, otros sufrirán los desequilibrios provocados en el planeta, que funciona integralmente, como totalidad.

Las grandes industrias y los gobiernos poderosos son los mayores culpables de la contaminación, la devastación ecológica y el calentamiento global, y ahora son los principales promotores y financiadores de la geoingeinería. Quienes más sufrirán las consecuencias, nuevamente, serán los países de Sur que seguramente tendrían que cargar con los “efectos secundarios” de la geoingeniería.

Actividades antiguas que alteran radicalmente el mundo y que hoy podríamos llamar geoingeniería:

• Talar la mayoría de los bosques.
• Convertir selvas, sabanas y “tierras marginales” en grandes parcelas de monocultivo.
• Construir grandes y pequeñas represas. Poner diques a las cascadas, desviar ríos, secar humedales y drenar acuíferos, trasvasar cuencas completas.
• Emitir miles de millones de contaminantes industriales, desechos de automóviles y otros químicos tóxicos a la atmósfera y a los suelos cada año.
• Eliminar especies y diversidad biológica de ganado y cultivos.
• Sobreexplotar y contaminar tierras de cultivo y tierras marginales, ocasionando erosión del suelo y desertificación.
• Contaminar prácticamente todas las reservas de agua dulce del mundo.

Algunas acciones de la geoingeniería:

• Producir agrocombustibles o “carbón vegetal” (biochar) a partir de devastar los territorios considerados “marginales” o de crear vastas plantaciones de árboles (desiertos verdes).
• Crear vastas plantaciones de árboles para producir agrocombustibles.
• Promover la construcción de nuevas plantas de energía nuclear.
• Estimular nubes para provocar lluvias.
• Contaminar los centros de diversidad genética con cultivos transgénicos.
• “Fertilizar” el océano con hierro y urea para ocasionar florecimientos acelerados de la minúscula vegetación marina y supuestamente capturar dióxido de carbono.
• Cubrir desiertos con película reflejante para rebotar los rayos solares

Las mismas industrias que han destruido el planeta encabezan la farsa de la geoingeniería, y exigen que les paguemos por aplicarla para “salvarnos a todos”. Éste es otro aspecto del mercado de bonos de carbono, que es la venta de “permisos de contaminación”. Con el dinero obtenido de tales permisos, las compañías que promueven la geoingeniería realizan experimentos con poca crítica y una validez científica muy pobre.

Amenazas de las nuevas tecnologías

La estrategia de los científicos y la industria de combinar la acción de estas nuevas tecnologías es amenazante para nuestras comunidades, nuestras organizaciones y para cada uno de nosotros en nuestras vidas cotidianas.

Con la nanotecnología sobrevienen nuevos peligros tóxicos para nuestros cuerpos, ambientes, naturaleza. La gente usa bloqueador solar para protegerse del cáncer de piel y no sabe que los filtros solares que usan nanotecnología pueden ser cancerígenos. Con la biología sintética, estudiantes pueden construir nuevas especies casi como sus padres jugaban con casitas para armar.

En vez de discutir abiertamente los riesgos de las nuevas tecnologías, los gobiernos y las empresas cambian el diálogo por mayor control. Con el pretexto de las distintas crisis, del bioterrorismo y el caos climático todos nos volveremos sospechosos y la diferencia de opiniones políticas o las alternativas de producción y consumo pasarán a ser criminales.

¿De quién es la naturaleza?

Hoy, las corporaciones globales controlan 24% de la vegetación (productos agrícolas comestibles, fibras textiles, caucho, madera, las primeras generaciones de agrocombustibles) al transformarla en mercancía. Las más grandes compañías químicas, agro/biotecnológicas y de energía están formando empresas de innovación tecnológica para poder aprovechar toda la vegetación antes considerada marginal (que se había mantenido fuera del mercado mundial) para mercantilizarla.

Las materias primas (por ejemplo el algodón, el cobre, el caucho) tienen ahora un futuro incierto. Hoy hay nuevos materiales que podrían eliminar el comercio y las formas de supervivencia de las comunidades más pobres y los trabajadores más vulnerables. Las naciones que más dependen de las exportaciones de recursos naturales o productos agrícolas son las que sufrirán los impactos más graves.

La erosión de suelos y la pérdida de biodiversidad agrícola y pecuaria, la contaminación de las aguas, la creciente crisis de salud humana y animal no tienen precedentes en la historia de la humanidad. Y de esto las grandes empresas también hacen gran negocio: la crisis climática y los altos precios de los combustibles son ahora argumentos de la industria para sustituir la economía del petróleo por una nueva “economía del azúcar” cuya materia prima sería la biomasa a la que se le extraigan azúcares, que fermentados se pretenden convertir en combustibles o directamente en plásticos y otros materiales nuevos. Entrar en una era de “la economía del azúcar” implica mercantilizar el 76% de la naturaleza que no está todavía en manos de las industrias.

Las nuevas tecnologías no sustituyen la justicia social

Las nuevas tecnologías necesitan funcionar para ser rentables. Sólo necesitan destruir la competencia y torcerle la mano a los gobiernos. Una vez que el mercado está monopolizado, poco importa cuáles son los resultados de una nueva tecnología. Los fracasos tecnológicos no son una barrera para las ganancias. Una ciencia descuidada y unas malas tecnologías pueden ser rentables si los gobiernos les hacen leyes a la medida. Todas las tecnologías pueden resultar un fracaso y ocasionar catástrofes, pero eso no implica que dejen de usarse.

Los promotores de las nuevas tecnologías prometen el paraíso: que resolverán los problemas de hambre y pobreza, encontrarán la cura del cáncer y limpiarán el ambiente. Que pueden diagnosticar enfermedades de modo más barato y eficiente; mejorar la purificación del agua y la eficiencia de las celdas solares, reducir la demanda de materias primas y bajar drásticamente los costos de trasporte y energía. Pero ¿acaso la investigación financiada por las empresas se enfocará en los problemas de los desposeídos?, ¿serán accesibles a todos los productos patentados de las nuevas tecnologías? La verdad simple es que las nuevas tecnologías no pueden resolver viejas injusticias. Ningún remiendo tecnológico novedoso sustituye políticas sociales sanas y efectivas. Al contrario, aplicadas en sociedades injustas, las nuevas tecnologías abren más la brecha entre los poderosos y los necesitados, entre las oligarquías (económica, científica, intelectual) y la inmensa mayoría de la población trabajadora.

El control de las nuevas tecnologías permanece en manos de los ricos, porque los regímenes de propiedad intelectual y los oligopolios de mercado, junto con la complicidad de los gobiernos, siempre han logrado imponer qué tipo de tecnologías salen al público y a qué intereses sirven.

Todas las nuevas tecnologías tienen en común la falta de regulaciones, la ausencia de un debate serio y abierto sobre su desarrollo, la imposición de decisiones por parte de las empresas y un aparato propagandístico con ejércitos de periodistas y medios de comunicación. La ciencia en la que se basan no es independiente y carece de la rigurosa metodología que la ciencia siempre reivindicó como base de su nivel de confianza. Finalmente, los remedios tecnológicos son la solución menos apropiada para resolver los problemas provocados por la propia tecnología.

La resistencia existente

Las nuevas tecnologías acechan nuestras vidas cotidianas independientemente de los campos en que trabajemos.

El modo industrial de pensar se coló al quehacer de la ciencia y es ahora la tecnología, consentida por las grandes empresas, la que se apoderó de la visión del futuro y su control.

Si no confiamos en los gobiernos, corporaciones o los científicos, ¿qué hacemos?

Como individuos y sociedades tenemos que dejar de pensar únicamente en términos industriales. Comparar diversos modos de pensar y de hacer técnica, revisando la historia de la ciencia y el saber. Imaginar modos respetuosos que definan o limiten por consenso común las dimensiones, la escala y la intensidad de cualquier procedimiento tecnológico.

Tenemos que exigir cambios drásticos en los procesos de producción y los patrones de consumo para que la naturaleza descanse. Que ya no se hagan cosas que empeoran el calentamiento global. Restaurar los ecosistemas para que la Tierra pueda respirar de nuevo. Respaldar los saberes de las comunidades campesinas y pesqueras en un intento por descentralizar la ciencia. Fortalecer la resistencia de las comunidades urbanas para que resuelvan sus necesidades básicas, por lo que será crucial impulsar una reforma agraria verdadera y una soberanía alimentaria con soluciones locales basadas en saberes propios, colectivos. Trabajar desde nuestras regiones soluciones creativas, de escala humana, que enfrenten los desastres climáticos en el planeta, luchar por la alimentación, el agua, la salud, la vivienda y los saberes compartidos.

Existen soluciones reales y son diametralmente opuestas a los remiendos tecnológicos o los delirios de nuevas ciencias.

Hasta ahora, por ejemplo, son los agricultores campesinos, los pescadores artesanales, los pastores y pueblos indígenas quienes producen la vasta mayoría del alimento mundial. Lo hacen sin la erosión y contaminación de los sistemas industriales y custodian la fortaleza genética necesaria para hacer frente a la pérdida de biodiversidad y logran mucha soberanía alimentaria a partir de economías agrícolas locales, descentralizadas, diversas, libres de patentes, basadas en saberes y culturas campesinas. El 85% de los alimentos mundiales sigue produciéndose cerca de donde se consumen, y escapa en gran medida al sistema formal del mercado. De los 450 millones de establecimientos agrícolas del mundo, 85% son predios pequeños de menos de 2 hectáreas.

Tres cuartas partes de los agricultores del mundo (1 400 millones de personas) siguen guardando semillas de su cosecha y cultivan variedades mejoradas localmente.

La mitad de la población mundial vive ahora en ciudades, y los problemas asociados con la pobreza urbana son profundos. Pero entre 15 y 20 por ciento de la comida mundial se produce en áreas urbanas; la agricultura en las ciudades, ahora practicada por 800 millones de personas, aumenta cada día.

Pese a los monopolios farmacéuticos y la biopiratería, 70% de la población mundial depende de medicinas tradicionales para el cuidado de su salud.

Necesitamos tecnologías de bajo impacto, saberes que no persigan la ganancia sino el bienestar de la gente. Debemos recuperar el control social y político de nuestras soluciones prácticas y de la visión a la que están asociadas: debemos rechazar los llamados “imperativos tecnológicos” (la idea de que sólo la tecnología, y su producción industrial, nos puede salvar), y fijar entre todos unas fronteras humanas a la ciencia, más allá de las cuales en vez de impulsar entendimiento y justicia se promueve sinsentido, zozobra, riesgos al planeta y enajenamiento político y social.

Grupo ETC

fuentes: Toda la información basada en documentos del Grupo ETC: http://www.etcgroup.org
–¿De quién es la naturaleza? El poder corporativo y la frontera final en la mercantilización de la vida, noviembre de 2008
–Pruebas personales de ADN y el mito de la medicina personalizada. Informe especial sobre genómica humana, marzo de 2008
–Jugando con Gaia. Informe sobre Geoingeniería, febrero de 2007

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La cultura de la muerte en la sociedad del espectáculo

Publicada el 30/01/2011 - 02/11/2022 por Ecotropía

Desde las Danzas de la Muerte medievales nunca como hoy estuvo la muerte tan presente de tantas maneras coincidiendo con esta cultura decadente que la usa de espectáculo, espantapájaros y como negocio.

Por Originario

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Turismo, consumo y “acorralamiento” de recursos nativos

Publicada el 28/01/2011 por raas

En la actual conformación social la vida de verano suele tener lugar como tal siempre y cuando permita la concreción de ciertas aspiraciones burguesas como la autoridad económica que canaliza derroche, opulencia, cierto capricho.

Entre el inmenso cúmulo de mercancías que se ofrece para su ávido consumo, se mercantilizan incluso aquellos recursos naturales nativos que ya se presentan como escasos: de ser propios a un lugar determinado, adquieren valor comercial por haberse tornado extraños. Los ejemplos más visibles son sólo el ápice perceptible de la irracionalidad inherente a los parámetros de consumo moderno-occidentales. Pues el propio sistema capitalista-neoliberal explota hasta la extinción los insumos que necesita para generar las mercancías que hacen a su esencia. ¿Se escribirá el fin del capitalismo en paralelo a los límites “físicos” del planeta?

Temporada estival: miles de familias huyen del agobio de las grandes metrópolis hacia los destinos que prometen distensión y relax. Respetando sus habituales parámetros de abundancia, determinado sector social permuta el diario consumo propio a la vida en la inmensa ciudad por otros pintorescos objetos: artesanías, adminículos para la playa, platos extravagantes, ropa de colores excéntricos y un inacabable catálogo de enseres “imprescindibles”.

La mercantilización de la vida profundizada con las transformaciones económicas de la década del ’90 trastocó los sentidos de muchas prácticas sociales. Entre otros, los de la recreación veraniega. El turismo de los estratos relativamente acomodados y de las clases medias –muchas veces auto representadas como portadoras de aspiraciones, valores y privilegios burgueses-, parece materializarse “objetivamente” sólo si adquiere el estatus de espacio y tiempo de consumo. Excede, de esta manera, al simple ocio y descanso familiar.

¿Cuántos paradisíacos lugares aparecen como desolados, no son anotados como destino de plácido descanso en las respectivas guías ni beatificados con el título de “paisaje”, si no cuentan con una feria fenicia que garantice el paseo comercial diario, dador de sueños y de pasajera felicidad?

Voraz e inescrupulosa, la economía neoliberal se caracteriza entre otras cosas por producir mercancías –en diferentes escalas y ámbitos- sin importar los costos sociales, culturales y ecológicos de ello.

Respecto de estos últimos, y considerando el caso de las serranías cordobesas, uno de los más promocionados destinos turísticos argentinos, es tan llamativo como variado el abanico ofrecido de mercaderías y servicios elaborados con “insumos” de la flora y fauna nativas que por distintos motivos hoy resultan escasos o casi extintos en la región(2). (Irracionalidad que se adosa, por cierto, a la tan común dilapidación de recursos naturales en general).

“Muebles de algarrobo”, peperina (y distintas especies aromáticas y de uso medicinal francamente amenazadas por la extracción compulsiva), “Carbón de quebracho blanco”, escabeches de liebre y de pato silvestre, “Cabrito a la leña” (léase madera de monte nativo), labores con cueros de animales no domésticos, “Cabañas de troncos”. Estos y otros insólitos placeres son anunciados por carteles y volantes. Parecen sólo unos ítems dentro del exhaustivo menú preparado para satisfacer la avidez de los comensales. Pero, tanto los mencionados como muchos más, son amasados con los pocos especimenes del tipo que la explotación intensiva del hombre permite subsistir en la región (3).

Extrañas, inhallables exquisiteces que otorgan a los apetitosos compradores cierta distinción social; o el particular deleite individual de estar allí en donde otros no, ni en el presente ni a futuro.

¿Se ofrece sólo un plato caliente que se digiere ingenuamente, sin sopesar la inevitable destrucción supuesta en esta transformación de recurso natural a producto de mercado? ¿O se trata por parte de quien lo consume de la obtención de un souvenir, de un simbolismo que se fundamenta en el acceso y la conquista de lo más recóndito y último del medio nativo, vivo desde tiempos inmemoriales hasta el momento de aparecer etiquetado en la góndola?

Como sea, por unos pocos pesos generosamente el sistema permite participar del singular (y quizá no dimensionado) privilegio de maltratar al ambiente, de desbaratar su equilibrio.

Dentro de la lógica del consumo indetenible e irreflexivo, el gozo se erige sobre el cadáver de lo virgen. La vida es momento, es presente y yo: no hay ni tiempo ni sentido de la alteridad para reparar en las bellas y diminutas lumbres que se manifiestan frente a los ojos, que si bien pequeñas, son en fin las que hacen al indescifrable rompecabezas de la biodiversidad planetaria. Los ejemplos antes referidos son sólo pequeños testimonios distinguibles entre tantos gestos inciertos, borrosos. Pero permiten certificar con nitidez la triste insensatez del modelo de hombre dominante en esta época de la historia. Pues cuanto menos sustentable son las acciones humanas, más evidente se hace la formulación de Franz Hinkelammert según la cual la globalización del capitalismo constituye una conformación caníbal respecto del sujeto y del entorno. Aunque también, suicida, en tanto para asegurar su existencia socava los propios basamentos en los cuales se asienta la humanidad(4).

En las antípodas del sistema y fuera de esta factibilidad autodestructiva –y de la consecuente eliminación de los hombres que lo padecen a la vez que sostienen- sólo puede pensarse en una posibilidad para evitar este escenario: la sensibilidad por la sencillez de la vida; y la consciencia colectiva, revolucionaria, emancipatoria.

Emiliano Bertoglio

Notas:
(1) Por Emiliano Bertoglio. Sierras de Punilla (Córdoba, Argentina). Enero, 2010.
(2) Anótese que las diferentes especies amenazadas son valiosas en sí mismas, pero tanto más en tanto parte de un conjunto (considerar a los ejemplares de la flora y de la fauna como existentes independientemente de los demás, es contemplarlos desde una perspectiva excesivamente “técnica”, aislados del contexto en el cual desarrollan su vida). Dentro del conjunto que componen, cada acción violenta del hombre altera la delicada necesidad mutua entre quienes conforman la biodiversidad, y no sólo a tal o cual animal o planta.
(3) Además de estas delectaciones autóctonas, como goces exóticos o provenientes de ignotas regiones, los locales de venta de “productos regionales” ofertan “opciones” como ciervo ahumado y salames de jabalí, entre otros. (En sintonía con las anteriores graficaciones, un selecto restaurant de la Capital Federal honra a sus comensales con un plato formado por carne de yacaré asada).
Debe considerarse que en las serranías cordobesas los ofrecimientos constituyen o alternativas de economía de subsistencia para los auténticos lugareños, en donde la explotación generalmente es menos intensiva; o relativamente importantes emprendimientos comerciales de los migrados capitalinos que buscan en los nuevos aires una vida lejana al vértigo de la ciudad.
(4) Franz Hinkelammert, El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización. 2001. Colección Escafandra. Santiago de Chile. En sintonía con esta expresión, dice Ceceña que “El mercado, por sí mismo, es autodestructivo. (…) (Con muchos de) los desarrollos tecnológicos que se han conocido en los últimos 30 años, se traspasó el umbral de la mayor catástrofe ecológica registrada en el planeta. Esta lucha del capitalismo por dominar a la naturaleza e incluso intentar sustituirla artificialmente, ha terminado por eliminar ya un enorme número de especies, por provocar desequilibrios ecológicos y climáticos mayores y por poner a la propia humanidad, y con ella al capitalismo, en riesgo de extinción” (Ana Esther Ceceña, El posneoliberalismo y sus bifurcaciones. Artículo publicado en http://www.rebelion.org, el 5 de enero de 2010 y días ss.).

fuente: www.rebelion.org/noticia.php?id=100607

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La colonialidad del poder. Entrevista con Ramón Grosfoguel

Publicada el 28/01/2011 - 29/01/2025 por Ecotropía

Ranón Grosfoguel, es un sociólogo puertorriqueño nacido en Puerto Rico, perteneciente al Grupo modernidad/colonialidad (Grupo M/C) que se desempeña en la Universidad de California en Berkeley. Define su pensamiento como perteneciente a la corriente decolonial, superadora de la corriente poscolonial con la que se considera emparentado. (Wikipedia)

Por Angélica Montes Montoya y Hugo Busso
revista Polis*

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Los avatares de la cultura como mercancía

Publicada el 11/01/2011 - 07/02/2012 por raas

La palabra «cultura» deriva del latín colere, que significa cultivar, cuidar, preservar. El primero en referirse a ella en el sentido de cultivar el espíritu, mejorar las facultades intelectuales y morales, fue Cicerón. Se ha sugerido que quizás los romanos inventaran el concepto para traducir la palabra griega paideia. Según Hannah Arendt los romanos concibieron la cultura en relación con la naturaleza y la asociaron al homenaje y respeto a las obras pasadas. «Culto» comparte raíz con cultura. Todavía hoy, cuando hablamos de cultura nos vienen a la mente esas ideas de naturaleza trabajada y monumento del pasado, aun cuando la realidad haga mucho que no tiene nada que ver.

La cultura como esfera separada de la sociedad donde se ejercita la creación libremente, como actividad justificable en sí y por sí misma, es una imagen idealizada. Su autonomía tiene un momento falso. La cultura pasó por las cortes de los reyes, se alojó en los monasterios e iglesias, fue protegida por los mecenas de los palacios y los salones. Cuando éstos la abandonaron la compró el burgués. El goce de la cultura ha sido el privilegio de la clase ociosa, liberada de la obligación de trabajar. Hasta el siglo XVIII la cultura fue patrimonio de la aristocracia; después, ha formado parte del acervo de la burguesía.

Los escritores y artistas han tratado de preservar su libertad manteniendo independiente el proceso de creación, viviendo ellos mismos al margen de las convenciones sociales, pero a fin de cuentas es el burgués quien paga por el resultado final, es decir, por la obra. El burgués le pone precio, tanto si le complace como si le provoca y da pasmo. Tanto si sirve para algo como si es perfectamente inútil. Para el burgués la cultura es objeto de prestigio; quien la posee asciende en la escala social. La demanda de la clase dominante determina pues la formación de un mercado de la cultura. Para el burgués la cultura es un valor como los otros, un valor de cambio, una mercancía. Incluso las obras que rechazan la condición de mercancías, cuestionan la cultura mercantilizada e imponen sus reglas son también mercancías. Su valor consiste precisamente en ser rupturistas, ya que impulsan la renovación, esencial para el mercado. La cultura en conflicto con la burguesía es la cultura burguesa del futuro.

Por haberse atrincherado aparte en tanto que producción especial del espíritu humano, por no haberse involucrado en la transformación de la sociedad, es por lo que la cultura bajo el dominio burgués ha fracasado. Las vanguardias de comienzos del siglo XX -futuristas, dadaístas, constructivistas, expresionistas, surrealistas- trataron de corregir ese error ideando y difundiendo nuevos valores subversivos, nuevos comportamientos disolventes, pero la burguesía los supo trivializar y expropiar.

El secreto consistió en impedir la formación de un punto de vista general. Los mejores descubrimientos eran esterilizados al separarse de la investigación global y de la crítica total. Los mecanismos comerciales y la especialización conseguían levantar una barrera entre el creador y el movimiento obrero revolucionario, el que le podría servir de base para acentuar todos los aspectos subversivos contenidos en su obra. Así renunció a cambiar el mundo y aceptó su trabajo como disciplina fragmentada, productora de obras degradadas e inofensivas.

Resulta significativo que cuando el pueblo llano se proletariza, desaparezca la cultura popular. El sistema capitalista somete al pueblo a la esclavitud asalariada y la burguesía culta descubre y se apropia de su folklore. La primera cultura específicamente burguesa es la cultura romántica. Como corresponde a un periodo revolucionario, es al mismo tiempo apologética y crítica; ensalza los valores burgueses y los cuestiona. Ese aspecto crítico influirá en la clase obrera. Cuando el proletariado concibe el proyecto de apropiarse de la riqueza social para ponerla al servicio de todos se percata de su aislamiento cultural y reivindica la cultura -principalmente en su vertiente romántica- como instrumento imprescindible de emancipación.

Las bibliotecas, los ateneos, las escuelas racionalistas, las publicaciones formativas revelan la voluntad de los obreros por tener una cultura propia, arrebatada a la burguesía y puesta fuera del mercado en provecho de todos. Dependía de la vanguardia cultural, movimiento que hace tabla rasa con el pasado, que ese detournement obrero de la cultura burguesa no introdujese sus taras ideológicas en el medio proletario y desembocara en valores realmente nuevos y revolucionarios.

Entonces hubiera podido hablarse de una auténtica cultura proletaria. No fue así. Las propias victorias obreras, especialmente las que acarreaban una disminución del tiempo de trabajo, fueron usadas en contra de los trabajadores. El ocio se volvía de alguna manera proletario y la vida cotidiana de millones de trabajadores se abría al capitalismo. La dominación dispuso de dos poderosas armas creadas por la racionalización del proceso productivo: el sistema educativo estatal y los medios de comunicación de masas, el cine, la radio y la televisión. Por un lado teníamos una cultura burocrática, destinada a trasmitir las ideas de la clase dominante, por el otro, una expansión sin precedentes del mercado cultural, determinando la aparición de una industria de la cultura.

El creador y el intelectual podían escoger entre la poltrona del funcionario o el camerino del animador. «Para conferir a los trabajadores el estatuto de productores y consumidores «libres» del tiempo-mercancía, la condición previa fue la expropiación violenta de su tiempo» (Debord). El espectáculo empezó a hacerse realidad con esa desposesión llevada a cabo por la industria cultural. Por una astucia técnica de la dominación la abolición del privilegio burgués no introdujo a las masas trabajadoras en la cultura, las introdujo en el espectáculo. El ocio no las liberó sino que culminó su esclavitud.

El tiempo «libre» es tal sólo de nombre. Nadie puede emplear su tiempo libremente si no posee los instrumentos adecuados para construir su vida cotidiana. El tiempo llamado libre existe en condiciones sociales de falta de libertad. Las relaciones de producción determinan absolutamente la existencia de los individuos y el grado de libertad que han de poseer. Esta libertad se ejerce dentro del mercado. En su tiempo de ocio el individuo desea lo que la oferta le impone. A más libertad, mayor imposición, o sea, más esclavitud.

El tiempo libre es ocupación constante; es pues una prolongación del tiempo de trabajo y adopta las características del trabajo: la rutina, la fatiga, el hastío, el embrutecimiento. Al individuo la diversión le viene impuesta no ya para reparar las fuerzas gastadas en el trabajo sino emplearlas de nuevo en el consumo. «La diversión es la prolongación del trabajo en el capitalismo tardío» (Adorno).

La cultura entra en el campo del ocio y se convierte en cultura de masas. Si la sociedad burguesa clasista utilizaba los productos culturales como mercancías, la sociedad de masas los consume. Ya no sirven para perfeccionarse o para mejorar la posición social; su función es la de divertir y pasar el rato. La nueva cultura es entretenimiento y el entretenimiento es ahora la cultura. Se trata de distraer, de matar el tiempo, no de educar y menos liberar el espíritu. Divertirse es evadirse, no pensar, por consiguiente, estar de acuerdo.

Así se hace soportable la miseria de la vida cotidiana. La cultura industrial y burocrática no enfrenta al individuo con la sociedad que reprime sus deseos, sino que doma el instinto, embota la iniciativa y acrecienta la pobreza intelectual. Busca estandarizar cambiando al individuo por un estereotipo, el que se corresponde con el súbdito de la dominación, a saber, el espectador. La cultura industrial convierte a todo el mundo en «público».

El público por definición es pasivo, procede por identificación psicológica con el héroe televisivo, con la vedette, con el líder. Son los modelos de la falsa realización propios de una vida alienada. La imagen domina sobre cualquier otra forma de expresión. El espectador, no interviene, hace de bulto; tampoco protesta, más bien es el decorado de la protesta. Es más, si las conductas rebeldes se vuelven moda cultural es porque la protesta se ha vuelto mercancía. Sirva de ejemplo reciente la «movida» madrileña o su homóloga, la contracultura barcelonesa de los setenta.

La verdadera función del espectáculo contestatario es integrar la revuelta, revelando el grado de docilidad o el nivel de idiotez de los participantes. El espectáculo extiende al máximo los momentos vulgares de la vida disfrazándolos de heroicos y únicos. En plena derrota de las ideas de igualitarias y libertarias, el espectáculo es el único que construye situaciones, aquellas en que los individuos ignoran todo lo que no divierte. Así se incuba el espectador, ser disperso a quien el régimen cotidiano de imágenes «ha privado de mundo, cortado de toda relación y vuelto incapaz de fijar la atención» (Anders).

Además de frívolos los productos de la cultura industrial son efímeros, pues la oferta ha de renovarse constantemente ya que el dominio sobre la vida cotidiana sigue las pautas de la moda, y en la moda la inconstancia es la regla. La moda siempre vive en presente. Incluso el pasado parece actual: el márketing consigue presentar a El Quijote como un libro acabado de escribir y a Goya como un pintor de la jet. El diluvio informativo que soporta el espectador está descontextualizado, privado de perspectiva histórica, dirigido a mentes preparadas para recibirlo, maleables, sin memoria y, por lo tanto, indiferentes a la historia.

Los espectadores no viven más que en el instante. Sumergidos en un perpetuo presente son seres infantiles, incapaces de distinguir entre distracción banal y actividad pública. No quieren madurar, quieren pararse eternamente en la edad del pavo. Creen que la farsa lúdica es la conducta pública más apropiada, la única que surge espontáneamente de su existencia pueril. Esa valoración espectacular de la parodia juguetona hace del mundo de los niños un absoluto, donde han de ser confinados los adultos. La infantilización separa definitivamente al público espectador de los verdaderos actores, los dirigentes. El hecho es más que perverso; difícilmente la protesta puede sobrevivir a las maniobras de los recuperadores infiltrados, pero nunca sobrevivirá a una versión cómic. La ideología ludista es la buena conciencia de las mentes infantilizadas bajo el espectáculo.

El espectáculo integrado reina donde la cultura estatal y la cultura industrial se han fusionado. Las mismas normas rigen las dos. La creciente importancia del ocio en la producción moderna ha sido una de las causas que han impulsado el proceso de terciarización económica característico de la globalización. La cultura, en tanto que objeto de consumo en tiempo ocioso, se ha desarrollado como fuerza productiva. Crea empleos, estimula el consumo, atrae visitantes. El turismo cultural es mayoritario ya que la oferta cultural es prioritaria en las ciudades. La industria cultural se ha diversificado y ahora el mercado de la cultura es global. Se exporta y se importa cultura, como se importan y se exportan pollos. Los adelantos técnicos en el transporte favorecen esa mundialización; la basura, como los medios de comunicación nos muestran, es igual para todos. En las cuatro esquinas del mundo se oye «Macarena».

Los nuevos sistemas técnicos -internet, video, DVD, fibra óptica, televisión por cable, telefonía móvil -han acelerado el proceso globalizador de la cultura burocratico-industrial; también le han proporcionado un nuevo territorio: el espacio virtual. En esa nueva dimensión el espectáculo efectúa un salto cualitativo. Todas las características de la susodicha cultura, a saber, banalización, unidimensionalidad, frivolidad, superficialidad, ludismo, eclecticismo, fragmentación, etc., se hallan realizadas a niveles insuperables.

La cultura del monitor culmina a la carta la colonización de la vida cotidiana proyectando en la nada virtual la realización de los deseos. La «interactividad» que permiten las nuevas tecnologías rompe en el éter electromagnético alguna de las reglas del espectáculo, como la pasividad o la unilateralidad, y gracias a eso el espectador puede comunicarse con otros y participar activamente, pero sólo en tanto que fantasma.

El alter ego virtual puede ser dentro de la matriz tecnológica todo lo que quiera, especialmente todo lo que el ser real no será jamás en el espacio real, de forma que a través de ese desdoblamiento del ser, el individuo contribuye a su propia imbecilidad y por lo tanto, a su aniquilamiento. La alienación moderna se descubre a través de los nuevos mecanismos de evasión como una modalidad de esquizofrenia.

En la actual fase histórica y en la medida en que un proyecto contra el sistema dominante es concebible, recobrar la cultura como cultura animi ciceroniana no significa dedicarse a una paciente erudición, o a una habilidosa cultura artesanal, o a una restitución militante de la memoria. Es ante todo práctica del sabotaje cultural inseparable de una crítica total de la dominación.

La cultura murió hace tiempo y la sustituyó un sucedáneo burocrático e industrial. Por eso todo aquél que hable de cultura -o de arte, o de recuperación de la memoria histórica- sin referirse a la transformación revolucionaria de la vida social tiene en la boca un cadáver. Toda actividad en ese campo ha de inscribirse en un plan unitario de subversión total; por consiguiente toda creación será fundamentalmente destructiva. No ha de rehuir el conflicto, ha de plantearlo y permanecer en él.

Miguel Amorós

fuente: www.caosmosis.acracia.net

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