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Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

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Categoría: • Control

Cuando el poder fantasmal crece en eficacia y tamaño sospechando de todos y todas

La locura del sujeto normal

Publicada el 23/04/2011 - 16/09/2022 por raas

Según una de las versiones del mito, Prometeo descendía de una antigua generación de Dioses que habían sido destronados por Zeus. Era hijo de Titán y de Asia, él sabia que en la tierra reposaba la simiente de los cielos, por eso recogió arcilla, la mojó con sus lágrimas y las amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses, los Humanos.

Por Enrique Carpintero*

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Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Neoesclavitud, • PsicopatologíasEtiquetado como capitalismo mundializado, desenvolvimiento emocional, Enrique Carpintero, fetichismo de la mercancía, Guillaume Le Blanc, Karl Marx, la cultura dominante, locura generalizada, normalidad enfermiza, poder narcicista, pulsión de muerte, revista Topia, Sigumd Freud, subjetividad del idiota, subjetividad humana, sujeto normalDejar un comentario

Sobre la vigilancia…

Publicada el 11/04/2011 - 11/04/2023 por Ecotropía

Tu vigilancia se mantiene sin perturbaciones. Durante las veinticuatro horas del día habrá una corriente subterránea de vigilancia. Tú sigues haciendo cosas… para el mundo exterior, nada ha cambiado, pero para ti ha cambiado todo.

Por Osho

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecosofía, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Libros, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Poética, • Psicopatologías, • TecnocidioEtiquetado como OshoDejar un comentario

Tráfico de órganos para transplantes

Publicada el 28/03/2011 - 28/03/2011 por raas

China, fuente de divisas del Estado

Hacia fines de los ’80, cuando la transformación de la definición clínica y judicial de muerte, –de cardiaca a cerebral– coincidió sospechosamente con el auge de técnicas para el transplante de órganos, y la opinión pública fue alertada por reiteradas denuncias del comercio de órganos, hubo intelectuales e instituciones que se pretenden de alta confiabilidad que salieron a la palestra a frenar tales sentimientos y sospechas, que en Argentina se expresaron con la mayor intensidad cuando la desaparición, ya en “plena democracia”, de la psiquiatra Cecilia Giubileo. (1)

Así, tuvimos que leer a “referentes” de la progresía porteña, explicando que el miedo a presuntos transplantes ilegales de órganos provenía de un ancestro de ignorancia y miedo, anclado en capas bajas. Eva Giberti nos hablaba de “mitos colectivos universales” que moldean el pensamiento de “esa gente hambreada, deprimida, sin trabajo” de la cual no podríamos esperar “exigirse a sí misma un esfuerzo crítico extra” y Jorge Halperin sostenía tranquilizadoramente que ”la gente es un medio de comunicación: crea y difunde noticias incluso de cosas que no han sucedido”.

Si podíamos apenarnos por tanta suficiencia intelectual que velaba la visión de un problema, ¿qué decir de comunicados como el emitido por el United States Information Service (USIS), que aseguraba, no las “verdades oficiales madeinUSA”, faltaba más, sino información objetiva, que lo de transplantes clandestinos, siguiendo las leyes del “mercado”, era un infundio… de los comunistas. Magdalena Ruiz Guiñazu se encargaba de difundirlo.

Poco después, la realidad se iba a encargar de dar un rotundo mentís a las negativas del USIS, Giberti, Halperin, Ruiz Guiñazu y tantos otros, cuando se reveló la venta legal, por vía electrónica, de riñones en Gran Bretaña, por ejemplo, donde por otra parte, toda una corriente de médicos la defendía, porque consideraban que la ilegalización del mercado de transplantes podría generar situaciones más sórdidas todavía. (2)

A fines de los ‘80 abordamos aquel cambio de definiciones sobre la muerte humana, señalando hechos tan llamativos como el incendio del CUCAI, antecesor del actual órgano público argentino que regula las ablaciones de órganos, el INCUCAI (3). Y en futuros tratamos de acercarnos a la verdad con menos soberbia intelectual que los “desmentidores” oficiales del tráfico de órganos. (4)
Y bien: la realidad nos alcanzó hace rato.

Un informe de Amnesty International revela precisamente que el gobierno taiwanés “en octubre de 1990 […] había aprobado una legislación que permitía […] la extracción de órganos del preso.” (comunicado del 17/7/1992). Las críticas públicas e internacionales arreciaron entonces y en 1991 “La Sociedad Neurológica de la República de China ha declarado oficialmente que la muerte de la base del cerebro no se decidirá en los presos ejecutados aunque éstos accedan a donar sus órganos […] ya no tenemos donantes de órganos entre los presos ejecutados.» (5)

AI ha aclarado, sin embargo, en el mismo informe, que otras autoridades médicas taiwanesas, como el Hospital Universitario, no han hecho referencia alguna a tal abandono en sus respectivas respuestas a las demandas de AI.

Con toda lógica, AI temía al “riesgo de que la presión para utilizar los órganos de un preso pudiera afectar a la fecha de una sentencia de muerte o al resultado de la apelación de un preso, y el riesgo de que los presos condenados a muerte se convirtieran en una fuente de órganos admitida, impidiendo así la reforma o la abolición de las leyes de la pena de muerte.”

El escándalo del uso de los cuerpos de los presos condenados a muerte en la China anticomunista no alcanzó los ribetes que cada vez más conocemos por el uso de los cuerpos de los presos y condenados a muerte en la otra, en la China declaradamente comunista, que ha ingresado a la globalización hipercapitalista por la puerta mayor.

Ante estas atrocidades ya no tenemos solamente a AI denunciándolas sino a toda una cohorte de instituciones estadounidenses y europeas que las condenan.
Existen datos sobre extracción de órganos a población carcelaria de la China “socialista” que AI publicó en la misma época precisamente en que se consignaron métodos similares en Taiwan (la China “prooccidental”).
“Aumento sin precedentes de las sentencias de muerte y las ejecuciones desde septiembre de 1993”, consignaba un informe de AI de aquel entonces.

La situación no sólo no ha amenguado sino que ha recrudecido, como se desprende de nuevos informes de AI. Hemos tenido acceso a uno de 2005, cuando se observó una enorme oferta de órganos para transplante en diversas ciudades chinas, como Shenyang. Órganos que en casi todas partes demandan meses o años de espera, el peculiar sistema de provisión de órganos chino permitía obtenerlos en semanas o días.
El comercio internacional floreció. Las divisas para China también.

Las autoridades médicas chinas se ufanan de que transplantan órganos vivos y no de personas (recién) muertas. La diferencia es sustancial porque la experiencia médica parece revelar que los transplantados con órganos retirados de cuerpos muertos tienen una sobrevida corta. Transcribimos un diálogo ilustrativo: “Aunque se consiga el órgano, el destinatario del riñón no vivirá más de dos o tres años. ¿Esto es exacto?
Respuesta: A menudo nos plantean tales cuestiones. Pero por favor, esté seguro que este plazo se aplica a transplantes de riñón donde el órgano proviene de una persona cuyo cerebro murió. Ese injerto ha sido realizado en Japón. Los transplantes de riñón efectuados en China provienen de un donante vivo. El resultado es completamente diferente de lo que usted ha oído en los hospitales o en los centros japoneses de diálisis. Desde que China comenzó el trasplante de órganos vivos hace veinte años, los médicos han practicado 5.000 transplantes de riñón (Ouyang Fei, “¿Qué se esconde detrás de los «Anuncios de órganos vivos” del Centro de transplantes de órganos de Shenyang?”, www.es.clearharmony.net/articles/200604/7870.html (6)

Aquellas lógicas preocupaciones de AI sobre la influencia en el destino de los prisioneros y de sus ejecuciones se renuevan y agigantan dado el ritmo, la intensidad y la frecuencia de las ejecuciones en la República Popular China. (7)

El gobierno de la “dictadura proletaria” china acaba de prohibir el comercio ilegal de órganos, agosto de 2007. Lo cual está muy lejos de significar que se aquiete o mengüe el comercio legal de órganos. Sencillamente las autoridades son las que llevarán adelante la actividad, la consecución de divisas. Según la BBC en un informe sobre el tema, “la industria del transplante de órganos se ha convertido en un gran negocio”. Otros investigadores señalan además la predilección de las autoridades chinas de matar dos pájaros de un tiro: extraer órganos de presos, miembros del Falun Gong, una suerte de secta o grupo ajeno al Partido Comunista, y hacer pingües negocios proveyendo de órganos a extranjeros que pagan fuertes sumas por ellos, máxime con las garantías de calidad que se le ofrecen.
Los formularios que el candidato a comprar tales órganos llena, lo dicen claramente: “De acuerdo con la ley china, la víscera será provista por hospitales públicos”, nos informa el China International Organ Transplant Center.

Si cabía sospechar un sesgo en el dictado de penas de muerte al estar éstas vinculadas con intereses extrajudiciales como la necesidad o la venta de un órgano, imaginemos ¿qué puede pasar cuando el negoción de la venta de órganos descansa sobre “enemigos del partido” o “del estado chino”, disidentes pertenecientes a una red que el gobierno combate ideológica y socialmente? Socialmente, porque los cultores del Falun Gong, practicantes de taichi-chuan y de disciplinas de mejoramiento personal y de vieja sabiduría china, se fueron haciendo muy populares en las calles chinas, al punto que algunos estiman que pasaron a ser más numerosos que los “camaradas” del partido gobernante.

Las dos Chinas, y los numerosos clientes, australianos, japoneses, israelíes, estadounidenses que se aprovechan de aquellas actividades “médicas” nos están dando el alcance del tristemente célebre tráfico de órganos, por lo visto mucho más carnal que mera imaginería de pobres y leyenda urbana de afiebrados.

Y nos queda retumbando en la cabeza…¿por qué ha “prosperado” en territorios chinos semejante actividad, tan atroz? En “una” China, ya bastaba para el horror, pero en “las dos”, con signos ideológicos tan diversos…

Luis E. Sabini Fernandez
luigi14@gmail.com

notas:
1) En 1985 en la otrora célebre devenida tenebrosa “Colonia Montes de Oca” u Open Doors se pudo rastrear a partir de dicha desaparición un comercio clandestino de córneas y de rufianismo con las internadas, deficientes psíquicas, es decir el aprovechamiento sexual, comercial e industrial de pacientes que no podían testimoniar. Su director fue encarcelado y allí murió sin revelar un ápice de los entretelones de la “Colonia”.
2) Jeremy Laurance, “Shortage of kidney and liver donors creates new international transplant trail [La escasez de donantes de riñones e hígados para transplantes crea un mercado internacional en la materia]”, <independent.co.uk> febr. 2004.
3) “Fábrica de repuestos busca urgente cuerpos humanos”, Crisis, 3ª. época, no 69, Buenos Aires, abril 1989.
4) “Tráfico de órganos: ¿leyenda imposible o mercantilización más que posible?”, futuros, no 6, verano-otoño 2004.
5) AI, ASA 38/11/91 T, ASA 38/04/92 y 38/005/1992.
6) Cfr. El comercio infame: capitalismo milenarista, valores humanos y justicia global en el tráfico de órganos de Nancy Scheper-Hughes, Department of Anthropology. University of California, 2004.
7) China tiene el triste privilegio de ser el estado que ejecuta más condenados a muerte por unidad de tiempo. Pero en una proporción mucho mayor a su población, la mayor del planeta. AI estima que en China se ejecuta muchísimo más que en todo el resto del mundo (junto). Las estimaciones van entre mil y diez mil ejecutados al año. El gobierno del PCCh señala que promete acompasarse a la teoría contemporánea dominante de reducir las condenas de muerte sólo a delitos gravísimos. La sola formulación de tal promesa deja entrever a quiénes y a cuántos han asesinado hasta ahora.

artículo publicado en Revista futuros nº11 (2008)
www.revistafuturos.com.ar

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¿A quién estamos hablando?

Publicada el 17/03/2011 - 17/03/2011 por raas

Una reflexión sobre las luchas contra la cárcel

Nos encontramos en una situación en la que si un cierto adormecimiento no se hubiese extendido por todos lados (excepto en nosotros mismos), no nos encontraríamos en la situación que nos encontramos. Si cada episodio que saca a la luz del día la arrogancia del poder suscitase una rabia capaz de llenar las calles y plazas, hoy no nos chocaríamos cotidianamente en redadas y vigilancia, en Grandes Hermanos y pequeños campos de concentración, en terrenos de bases militares y de centrales nucleares. Pero así es. Cualquier reflexión de mérito de cómo se ha podido llegar a esto puede despertar interés en la medida en que constituye una contribución a una posible inversión de la tendencia. Es decir, si ayuda a salir de esta situación de estancamiento.

Porque debemos reaccionar, no cabe duda. Pero el despertar no parece fácil. ¿Con quién queremos vernos envueltos cuando decidimos dar batalla a este mundo? ¿Nos dirigimos a todos los que lo sufren, o tenemos alguna población específica en mente? Y entonces, ¿a quién pertenecen los oídos que queremos abrir? ¿de quién son las reacciones que queremos provocar? Y sobre todo, ¿cómo lo pensamos lograr? ¿qué teclas tocar?

El trabajo clásico de contrainformación ha acabado. Está claro que el problema ya no es ‘informar a la gente de los hechos’. Los hechos ya son sabidos por todos. No es la ignorancia lo que previene la revuelta. Se tiene mucho conocimiento de lo que está ocurriendo, pero este conocimiento no provoca reacción alguna. Desde este punto de vista, denunciar la alienación producida por una Propaganda hecha omnipresente por el desarrollo tecnológico, denunciar la desrealización de nuestras emociones que nos transforma en espectadores en contemplación de aquello que una vez habría desencadenado protestas sin fin, se hace un trabajo necesario y fundamental. Pero evidentemente con esto no basta. Y aquí no nos referimos a una falta de actos que estaría bien que acompañaran siempre a las palabras, sino a la propia limitación de esta forma de crítica en sí.

En la medida que un exceso de información nos lleva paradójicamente a una situación de desinformación, un exceso de indignación nos puede llevar a la inactividad, a la parálisis. Abuso tras abuso, injusticia tras injusticia, nos estamos acostumbrando a lo peor. Nos hemos acostumbrado a lo intolerable hasta el punto de sortear con indiferencia los cadáveres todavía calientes de los masacrados. Asqueados, con todo. Los que que se vuelven sordos a las órdenes de arriba, pueden también volverse sordos a las críticas de los de abajo. El rechazo de información va de la mano con el rechazo de la protesta.

A fin de abrir finalmente una brecha en la pared de la apatía, ¿será suficiente amplificar al máximo el volumen de los sufrimientos del mundo? Apatía que, quizás vale la pena recordarlo, las más de las veces constituye una forma de autoprotección. No es humanamente soportable albergar en el corazón toda la indignación por todos los abusos, todas las heridas, todas las injusticias, sufridas. Lo demuestra la misma especialización en la que se cae quien toma la decisión de dar voz a los sin voz. Quien se ocupa de la defensa de éstos muestra ciertamente una sensibilidad y una nobleza de mente, pero también denota cierto espíritu asistencialista.

Un ponerse al servicio de los demás que a veces puede ser incluso algo embarazoso, como cuando las necesidades de las ‘asistidas’ están en contraposición con las necesidades de sus ‘asistentes’. Pero que sobre todo lleva consigo una cierta forma de intervención, que no sólo tiende a limitar el alcance de nuestra propia acción sino que crea una superioridad moral tóxica que sólo sirve para alienar más (‘ellas sufren, ¿y tú qué haces al respecto?’). Ya es extraño que, después de estar confinadas por fundar la propia causa en la nada, se decida fundarla en la causa de las otras. Pero además, ¿hacerlo cuando el altruismo está quedando sepultado bajo la aniquilación y la abulia?.

Tomemos de ejemplo la lucha contra las cárceles. En un momento en que la exaltación de la seguridad está en su momento de máximo apogeo (con los aumentos de penas para las condenadas, con la construcción de nuevos centros de reclusión, mientras se invoca desde muchas partes la ‘tolerancia cero’), y justo cuando las preocupaciones de la mayoría va con la deprimente ligereza de sus billeteras, ¿tiene algún sentido intentar alcanzar las mentes y los corazones de la gente hablando sobre miserias y desgracias de aquellas que se encuentran tras las rejas? Para nosotras, esta parecería la mejor manera de tirarnos contra la pared de goma de la indiferencia.

Esto es por lo que, desgraciadamente, no hay que sorprenderse si los boletines impresos y las iniciativas que se organizan al respecto captan el interés de tan pocos individuos. Sería mejor tomar nota: una lucha anticarcelaria que coloque los intereses de los presos en su centro, que se consagre a ellos, hoy no tiene mucha posibilidad de generalizarse. Es necesario permanecer circunscritos a una población específica, compuesta de los presos mismos, sus amigos y sus parientes.

Esto no significa abandonar la cuestión, naturalmente. Significa reconocer los límites del camino iniciado, sin pretender que nos lleve a dónde no puede llegar. Significa defender con orgullo los propios compañeros (o aquellos con los que compartimos ciertos intereses), organizarse para ayudarles de la mejor manera, sin esperar por la disponibilidad de los de fuera del círculo reducido de los interesados. Pero significa otra cosa. Significa que si queremos llevar la cuestión de la cárcel al exterior, hacerla sentir a cuantas más personas sea posible, deberemos tomar otro camino. Y este camino está por descubrir, por trazar y por abrir.

Si la indiferencia imperante se caracteriza por el desinterés hacia los demás, entonces habría que dejar de partir de la situación del otro. Si queremos hablar a los que se consideran libres, fuera de los muros de la prisión, necesitamos hablar sobre ellos, sobre sus desgracias, sobre sus problemas, sobre su condición. Sólo de esta manera, quizás, será posible captar su atención. Sólo de esta manera, quizás, les podremos mostrar que la distancia que les separa de la prisión es tan fina como una pared.

El incremento de la legislación que criminaliza cualquier pequeño acto distinto de la obediencia, en concomitancia con la rápida erosión de las condiciones de supervivencia generales, están acercando cada día más a muchos estratos de la población a las puertas de la prisión. La suya, como la nuestra, es una libertad vigilada que podría ser revocada en cualquier momento, cosa que les asocia con los presos más de lo que piensan. Además se ve como las condiciones de vida, tanto dentro como fuera de prisión, son cada vez más similares.

Tanto dentro como fuera, se trabaja y se ve la TV. Tanto dentro como fuera, se está forzado a pasar bajo los ojos siempre vigilantes de las videocámaras de vigilancia y a través de los detectores de metal. Tanto dentro como fuera se viven relaciones coactivas en espacios cada vez más restringidos. (Por lo demás, para caer arrestado por los servidores del Estado no hace falta ser militantes de bandas armadas, ni manifestantes que se defienden de la poli con el pasamontañas y el extintor en la mano. Basta con ser un/a aficionado sentado en el coche en el área de un autogrill, ser pillado en posesión de pocos gramos de estupefacientes o saltar un semáforo en rojo con la bicicleta*).

Invertimos así nuestra visión del argumento. Partimos de la cárcel de la vida cotidiana, en la que estamos todas recluidas, para introducir la cuestión carcelaria específica, en la que sólo algunas lo están. Un cambio de perspectiva que presenta no obstante desagradables contraindicaciones, supeditando por ejemplo a un segundo plano las exigencias inmediatas de las detenidas. Las cuales, si bien tienen razón en no querer ser olvidadas y excluidas de la vida de quién está fuera, no tienen ninguna en pretender que sus reivindicaciones se conviertan en la prioridad de las que por el momento son más afortunadas que ellas. Les guste o no, es la situación del exterior de la cárcel la que debe cambiar para esperar que cambie también la de dentro. Se trata de un cambio de perspectiva que también tiene consecuencias prácticas.

Para el/la que no hace de las detenidas el centro de referencia constante, qué sentido tienen las continuas concentraciones a las puertas de la cárcel? El presidio ya es en sí mismo una forma de lucha aunque limitada. La raíz latina de presidio deriva de ‘presidiare’, que significa ‘defender’. Por tanto tiene sentido defender un valle para impedir su devastación, pero ¿qué se defiende delante de la cárcel? La estructura, seguro que no. Cuanto a las detenidas que se encuentran recluidas, inútil esconder que desgraciadamente se encuentran en las manos del enemigo. No estamos en condición de defenderlas. Como mucho podemos hacer sentir nuestra presencia, hacer entender a las torturadora/es que sería mejor para ellas que fuesen con mano ligera (las ciudadanistas dirían: hacemos presión sobre las autoridades para que respeten las reglas y nuestros deseos).

“Atentos, ellos no están solos, nosotros estamos aquí”. Claro, estamos aquí…

Se puede considerar que los centros penitenciarios están en lugares desolados, por lo que las concentraciones se resuelven en encuentros entre ‘nosotros’ y ‘ellos’, subversivos y esbirros, donde intercambiamos recíprocamente insultos y miradas de odio. Ciertamente, en cualquier caso se llega a aliviar por un momento la dolorosa soledad de los detenidos y eso representa una satisfacción. Bonita, para el que está determinado a hacer cualquier cosa (que, ya se sabe, es siempre mejor que nada); fría, para el que no siente la virtud del/a voluntario. Distinto es el caso de los institutos penitenciarios que se encuentran aún en la ciudad. Aquí todavía es posible evitar el camino ciego del enfrentamiento nosotros/ellos, incluso es posible implicar a otros, esto es, todos los que hoy custodian los muros de la cárcel por el mejor lado pero que mañana podrían encontrarse en el otro.

Teniendo en cuenta la generalización existente del miedo y la pobreza, parece poco concluyente ir a contar las desgracias de otros a quién ya tiene las suyas propias por resolver. En lugar de eso tiene más sentido intentar mostrar cómo en realidad se trata de dos caras de la misma moneda, cómo los problemas de los que están en libertad podrían transformarse rápidamente en las desventuras de quien se encuentra en prisión, puesto que todos somos presos del mismo mundo. Y es aquí donde las distancias se acortan, los destinos se entrelazan, y se vuelve posible, quizás, instaurar una comunicación.

* Se trata de tres delitos recientemente incluidos en el Código Penal en Italia.

Fuente: http://www.macheteaa.org

extraído a su vez de http://klinamen.org/analisis/a-quien-estamos-hablando

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La violación como máxima expresión de libertad

Publicada el 16/03/2011 - 16/03/2011 por raas
‘Cuando uno se relaciona con otro, cuando somos dos, ya no somos libres. Uno se dispone considerando al otro, uno se modifica por el otro.’ Yeshayahu Leibovitz

Los asesinos contratados por los militares israelíes para las matanzas de Sabra y Shatila eran cristianos fundamentalistas totalmente profesionalizados en la tarea de deshacer vidas ajenas; maltratar, violar, herir, hasta matar. En 1982, en 48 horas, segaron la vida de entre mil y tres mil palestinos, casi todos mujeres y niños. Encarcelados, fueron entrevistados por un esforzadísimo equipo germano-austríaco que deja correr la filmación delante de los relatos, a veces parcos, a veces torpes, pero a veces increíblemente vívidos y gozosos de quienes añoran la libertad que tuvieron para hacer “lo que querían”, incluidas refinadas técnicas para matar una víctima inerme (Masacre, dir. M. Borgmann, L. Slim y H. Theiben, 2005).

Partimos de una base: la fuerza de seducción que ejerce todo acto de libertad. En un acto de violación alguien ejerce su libertad de la forma más radical.
Pensemos una situación cotidiana: uno ve una mujer entrando a una cabina de cobro automático, con una estampa espléndida, grácil, de curvas armoniosas, con un trasero admirable. Y sobreviene la “loca” tentación de acercarse, de soñar o delirar “equivocarse” e introducirse con ella en la cabina… uno sueña con su aquiescencia, que el contacto visual nos acerque y no nos repela, que perciba nuestra admiración y la necesite. Sólo que semejante “despliegue” se ejercería a costa de la falta más radical de libertad de la otra parte; de la mujer en este caso, como una libertad de “elección” unidireccional, sin diálogo. 

En general diría que los hombres “cualquiera” (como cree ser el que esto escribe), ni en los sueños más excitantes, ni en los ensueños más elaborados, llegan a la violación; el ensueño pasa más bien por la magia del contacto, del encuentro, de la afinidad intuitiva, de la aceptación, la confianza recíproca, la atracción también recíproca. Por lo que nos presentara Leibovitz.

En el ejemplo de la mujer entrando a la cabina hay otro elemento también en juego: el miedo. No el miedo de la abordada, que por supuesto no sólo sería legítimo sino totalmente comprensible, sino el miedo a las consecuencias que los “varones desafiados” tienen por delante: miedo a la resistencia airada, a los gritos, a los terceros, con todas sus consecuencias. Pero se trata de un reparo táctico y por lo tanto de muy menor significación ética.

El factor que considero decisivo es que abordar a la chica del cajero automático, tocarle el trasero sería un ejercicio de libertad, pero sería lesivo. Para ella. Es una libertad que no puedo permitirme. Si quiero vivir en sociedad. Vinculado con otros. Respetando y respetado. Societariamente.

Esto tiene una conclusión que puede trastornar, por no decir demoler, toda postura que se pretenda libertaria en el sentido de poner a la libertad como valor supremo. Algo que ha caracterizado a tantos anarquistas, aunque también –y de pronto eso sí es algo muy significativo para el tiempo que nos toca vivir– a la extrema derecha estadounidense, los famosos libertarians, que no constituyen sino un atroz exponente de las pretensiones de los privilegiados del planeta.

Los libertarians made in USA nos ponen enfrente del verdadero significado de la libertad cuando se la antepone a cualquier otro valor o vínculo: una discrecionalidad pura, no sólo asocial sino antisocial, un desprecio tan radical del otro (y obviamente, de la otra) que nos lleva indefectiblemente a la conclusión que la libertad irrestricta expresa el más acabado narcisismo y el más despótico de los regímenes políticos. Algo que trasunta el mismo título del manual sagrado de los Chicago Boys, Libertad de elegir, de Milton y Rose Friedman.

Zygmunt Bauman, (1) rememorando a Jean Paul Sartre, refiriéndose a los orígenes de la moralidad señala : “En presencia del alter ego (es decir, en el mundo) mi ser para mí mismo es también, de forma indeleble, ser para el otro.” Y rematará sus reflexiones, basándose en Emmanuel Levinas, que erige a la responsabilidad como fundamento de la vida en sociedad: “La responsabilidad es la estructura esencial, primaria y fundamental de la subjetividad.”

Luis E. Sabini Fernàndez

nota:
1) Modernidad y holocausto, Ediciones Sequitur, 1998, p. 236.


artículo publicado en Revista futuros nº10 www.revistafuturos.com.ar

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La crisis como momento de la dominación social

Publicada el 13/03/2011 - 24/08/2023 por Ecotropía

1. Una de las consecuencias más nefastas de la consolidación del discurso sobre «la crisis económica», es la reaparición del izquierdismo, que viene a entonar un coro que suena más o menos a «ya lo habíamos dicho nosotros: el capitalismo se hunde por sí mismo, y ahora es nuestro turno».

Por Juanma Agulles

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • Revueltas, • TecnocidioEtiquetado como análisis socioeconómico, bases sociales y ecológicas, crisis global, desarrollismo depredador, desposesión creciente, efecto de valorización del valor, infraestructuras del Estado, Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión, Juanma Agulles, mundo industrializado, recesión económica, revista Ekintza Zuzena

Máquinas de guerra: Blackwater, Monsanto y Bill Gates

Publicada el 03/03/2011 - 03/03/2011 por raas

Un reporte de Jeremy Scahill publicado en The Nation reveló que el ejército mercenario más grande del mundo, Blackwater (ahora llamado Xe Services) le vendió servicios clandestinos de espionaje a la trasnacional Monsanto.

Blackwater cambió de nombre en 2009, luego de hacerse famosa en el mundo por las denuncias sobre sus abusos en Irak, incluidas masacres de civiles. Sigue siendo el mayor contratista privado del Departamento de Estado de Estados Unidos en servicios de seguridad, es decir para practicar el terrorismo de Estado dándole al gobierno la posibilidad de negarlo.

Muchos militares y ex oficiales de la CIA trabajan para Blackwater o alguna de las empresas vinculadas que creó para desviar la atención de su mala fama y generar más lucros vendiendo sus nefastos servicios –que van desde información y espionaje hasta infiltración, cabildeo político y entrenamiento paramilitar– a otros gobiernos, bancos y empresas trasnacionales. Según Scahill los negocios con trasnacionales –como Monsanto, Chevron, y gigantes financieros como Barclays y Deutsche Bank– se canalizan a través de dos empresas que son propiedad de Erik Prince, dueño de Blackwater: Total Intelligence Solutions y Terrorism Research Center. Éstas comparten oficiales y directivos de Blackwater.

Uno de ellos, Cofer Black, conocido por su brutalidad siendo uno de los directores de la CIA, fue quien hizo contacto con Monsanto en 2008 como directivo de Total Intelligence, concertando el contrato con la compañía, para espiar e infiltrar a organizaciones de activistas por los derechos de los animales, contra los transgénicos y otras sucias actividades del gigante biotecnológico.

Contactado por Scahill, el ejecutivo Kevin Wilson de Monsanto se negó a hablar, pero posteriormente confirmó a The Nation que habían contratado a Total Intelligence en 2008 y 2009, según Monsanto solamente para hacer seguimiento de información pública de sus opositores. Dijo además, que Total Intelligence era una entidad totalmente separada de Blackwater.

Sin embargo, Scahill cuenta con copias de los correos electrónicos de Cofer Black posteriores a la reunión con Wilson de Monsanto, donde les explica a otros ex agentes de la CIA, usando sus direcciones electrónicas de Blackwater, que la discusión con Wilson fue que Total Intelligence se convertiría en el brazo de inteligencia de Monsanto, espiando activistas y otras acciones, incluido que nuestra gente se integre legalmente a esos grupos. Monsanto pagó a Total Intelligence 127 mil dólares en 2008 y 105 mil dólares en 2009.

No asombra que una empresa de ciencias de la muerte como Monsanto, que se ha dedicado desde sus orígenes a producir tóxicos y desparramar venenos, desde el Agente Naranja hasta los PCB (policlorobifenilos), agrotóxicos, hormonas y semillas transgénicas, se asocie con otra empresa de matones.

Casi al mismo tiempo que la publicación de este artículo en The Nation, la Vía Campesina denunció la compra de 500 mil acciones de Monsanto, por más de 23 millones de dólares por la Fundación Bill y Melinda Gates, que con esto se terminó de sacar su careta de filantrópica. Otra asociación que no sorprende.

Se trata de un casamiento entre los dos monopolios más brutales de la historia del industrialismo: Bill Gates controla más de 90 por ciento del mercado de programas patentados de computación y Monsanto cerca de 90 por ciento del mercado mundial de semillas transgénicas y la mayoría del mercado global de semillas comerciales. No existen en ningún otro rubro industrial monopolios tan vastos, cuya propia existencia es una negación del cacareado principio de competencia de mercado del capitalismo. Tanto Gates como Monsanto son muy agresivos en la defensa de sus mal habidos monopolios.

Aunque Bill Gates intente decir que la Fundación no está ligada a sus actividades comerciales, todo lo que ésta hace demuestra lo contrario: gran parte de sus donaciones terminan favoreciendo las inversiones comerciales del magnate, además de que en realidad no dona nada, sino que en lugar de pagar impuestos a las arcas públicas, invierte sus ganancias donde le favorezca económicamente, includa como propaganda de sus supuestas buenas intenciones. Por el contrario, sus donaciones financian proyectos tan destructivos como la geoingeniería o la sustitución de medicinas naturales y comunitarias por medicamentos patentados de alta tecnología en las zonas más pobres del mundo. Qué coincidencia, los mexicanos Julio Frenk (ex-secretario de Salud) y el ex-presidente Ernesto Zedillo son consejeros de la Fundación.

Al igual que Monsanto, Gates se dedica también a tratar de destruir la agricultura campesina en todo el planeta, principalmente a través de la llamada Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA). Ésta funciona como caballo de Troya para despojar a los campesinos africanos pobres de sus semillas tradicionales, sustituyéndolas por semillas de las empresas primero, y finalmente por transgénicos. Para ello, la Fundación contrató en 2006, justamente a Robert Horsch, un director de Monsanto. Ahora Gates, venteando mayores ganancias, se fue directo a la fuente.

Blackwater, Monsanto y Gates son tres caras de la misma figura: la máquina de guerra contra el planeta y la mayoría de la gente que lo habita, sean campesinos y campesinas, indígenas, comunidades locales, gente que quiere compartir información y conocimientos o cualquier otro que no quiera estar en la égida de lucro y destrucción del capitalismo.

Silvia Ribeiro

fuente: www.jornada.unam.mx

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El final del estado de derecho

Publicada el 06/02/2011 - 06/02/2011 por raas

Introducción

La lucha antiterrorista no tiene sentido en sí misma, en cuanto que sólo muestra a dos adversarios miméticos: el Estado y la organización terrorista; la violencia “legítima” contra la violencia redentora. Hay pues que invertir este discurso de tipo religioso de lucha del «bien contra el mal» para destacar lo que verdaderamente está en juego, que es una profunda modificación en la organización del poder, un cambio de régimen político. Para ello hay que quitarle el velo a esta realidad virtual y acudir a los hechos, pues de lo que se trata es de destacar el conjunto de las modificaciones que se han producido en las relaciones sociedad/Estado. Esta transformación se registra en el campo del derecho penal, cuya función es doble, pues formaliza y legitima los cambios producidos y se convierte en el instrumento privilegiado para esa mutación.

El 11 de septiembre

Los atentados del 11 de septiembre aceleraron enormemente la transformación de los códigos penales y de procedimiento penal vigentes desde hacía muchos años. En los meses posteriores, incluso días, los gobiernos tomaron medidas que restringieron las libertades públicas y privadas. Resulta sorprendente la rapidez con la que se votaron las diferentes leyes. Esto se comprende más fácilmente si se tiene en cuenta el hecho de que la mayoría de estas modificaciones se habían realizado o previsto mucho antes de los atentados. Así, para la Unión Europea, de las once proposiciones presentadas inmediatamente después de los atentados, seis ya habían sido examinadas antes del 11 de septiembre y otras cuatro estaban en preparación. Sólo se añadió un nuevo punto, que proyectaba modificar las leyes sobre el derecho de asilo y la emigración para adaptarlas a la lucha antiterrorista.

El correo electrónico que una consejera del ministerio de Comercio británico envió a unos colegas del ministerio una hora después del ataque puede resumir lo que estaba en juego en estas disposiciones: «Hoy es un día muy bueno para sacar y aprobar discretamente todas las medidas que debemos tomar».

Las medidas adoptadas con ocasión de los atentados ultimaron la mutación del derecho penal y le confirieron legitimidad. Y es que se puede hablar de una verdadera mutación, ya que lo que se estaba reconsiderando era la propia existencia del Estado de derecho. Lo que se había llevado a cabo en silencio salía a plena luz del día y quedaba justificado de forma retrospectiva. Esto no significa que los procesos de decisión se volvieran transparentes. Al contrario, todas las leyes se votaron sin ser debatidas en la sociedad civil o en el Parlamento. La ausencia de confrontación sobre el contenido de las legislaciones dio lugar a un discurso paradójico: se trataba de medidas justificadas por la urgencia pero que se inscribían en una guerra de largo recorrido contra el terrorismo.

De esta forma, el estado de urgencia se estaba inscribiendo en la duración como una nueva forma de régimen político que tenía por vocación la defensa de la democracia y de los derechos humanos. En otras palabras, durante un largo período de tiempo el ciudadano debía estar dispuesto a renunciar a sus libertades concretas para mantener un orden democrático autoproclamado y abstracto.

El hecho de que la mayoría de estas actuaciones adopten la forma de la ley indica claramente que el poder se compromete a largo plazo. Y para ello busca tanto nuevas legitimidades como que las propias poblaciones den su consentimiento al desmantelamiento de sus garantías constitucionales. El ejemplo de Estados Unidos confirma la eficacia de esta política. Los sondeos indican que cada vez hay más personas dispuestas a tolerar la creciente vigilancia y a hacer concesiones respecto a los derechos que garantizan su vida privada.

Como escribe Didier Bigo, «definir el terrorismo es definir lo que es democrático y lo que no lo es». Se considera que son naturalmente democráticos los regímenes establecidos que colaboran con una política antiterrorista organizada a nivel internacional. En cambio, todo movimiento político de oposición radical a un régimen insertado en una política internacional de lucha contra el terrorismo puede ser criminalizado. Por ejemplo, la lista de las organizaciones terroristas promulgada por el Consejo de la Unión Europea incluye al PKK, partido kurdo que preconiza la lucha armada contra el Estado turco. Esta disposición europea criminaliza a un movimiento de oposición armada al poder y legitima así a un gobierno conocido por sus sistemáticas violaciones de los derechos humanos.

La lucha antiterrorista se convierte en un instrumento privilegiado para la legitimación del poder. Cualquier gobierno, sea cual sea su política, y siempre y cuando se una al «campo del bien contra el campo del mal», es investido con la misión de la defensa de las libertades fundamentales. Así que el poder se plantea como algo que es esencialmente democrático. Un buen ejemplo de este reconocimiento recíproco y automático por parte de los Estados miembros de la Unión Europea, es el establecimiento de la orden de detención europea.

Un acto constituyente

Tradicionalmente era la guerra la que hacía a un país soberano. Y eso mismo ocurre hoy con la «guerra contra el terrorismo», aunque en este caso, la guerra son varias cosas al mismo tiempo: operación policial, gestión de la sociedad mediante la coacción, y acto de guerra. La lucha antiterrorista abole la distinción entre enemigo y criminal y la guerra se reduce a una simple operación policial contra unos Estados canallas. Cualquier movimiento social puede ser criminalizado en nombre de la acción contra el terrorismo, y los textos legales permiten perseguir cualquier acción radical de un movimiento que tenga por objetivo influenciar la política gubernamental o presionar a una organización internacional.

La lucha antiterrorista es una lucha de larga duración contra un enemigo virtual que se redefine constantemente. Su objetivo es redibujar la organización de la sociedad, y en ese proceso el derecho penal adquiere un papel constituyente. Es un acto de autoridad suprema.

Las legislaciones antiterroristas tienen por objeto establecer procedimientos penales derogatorios a todos los niveles del proceso penal, desde el momento de la investigación al del juicio, consagrando la primacía del procedimiento sobre la ley, y tratando de que domine el procedimiento de excepción. En cuanto a las medidas asociadas, éstas establecen un control de la vida privada mediante la retención de datos relacionados con el tráfico de internet y la violación del secreto del correo electrónico. La mutación es tan significativa que trasbalsan completamente la norma y las derogaciones se convierten en regla. Como forma de organización política, el procedimiento de excepción sustituye a la Constitución y a la Ley.

Las últimas leyes antiterroristas ya no surgen –como ocurría con las legislaciones precedentes– de iniciativas nacionales relativamente independientes unas de otras, sino que son promovidas por instituciones internacionales como el G8, el Consejo de Europa o la Unión Europea. Esto tiene como efecto la generalización de este tipo de leyes al conjunto de los Estados, incluso a aquellos que nunca se han visto enfrentados a una amenaza terrorista. Las últimas legislaciones son una respuesta de los Estados nacionales a sus obligaciones internacionales, o sea y esencialmente, a las demandas estadounidenses. Porque una de las características específicas de la situación actual es el lugar ocupado por Estados Unidos en este proceso, en el que la lucha antiterrorista es constitutiva de su dirección imperial.

Por lo que se refiere a la intervención legal de las comunicaciones, los textos legales más recientes responden en gran medida a las especificaciones reclamadas desde hace muchos años por el FBI. En materia de criminalidad informática, esta policía federal estadounidense tiene la posibilidad de organizar directamente a las policías de la mayoría de los demás países. La capacidad de que dispone Estados Unidos para influir en el contenido de los textos legales de los demás países respecto a la lucha antiterrorista confirma su papel de vanguardia en la modernización del poder a nivel mundial.

Las disposiciones adoptadas a raíz del 11 de septiembre permitieron al ejecutivo estadounidense subordinar aún más al sistema político estadounidense los aparatos policiales y judiciales europeos. Los acuerdos de extradición y de cooperación judicial, firmados recientemente entre Estados Unidos y la Unión Europea, hacen de los tribunales especiales estadounidenses la base sobre la que se constituye el nuevo orden mundial. Por lo que sabemos, estos acuerdos –la mayoría de los cuales siguen siendo secretos– están construidos de tal manera que las autoridades estadounidenses pueden plantear y conseguir permanentemente nuevas exigencias. La cooperación policial con Estados Unidos autoriza también un intercambio y una utilización incontrolable de los datos personales.

Las medidas antiterroristas desvelan un aspecto más del papel desempeñado por Estados Unidos: el del dominio directo de una superpotencia sobre los demás Estados. El primer elemento de esta relación de poder se inscribe en la capacidad legal de privilegiar la nacionalidad estadounidense, concediéndole unos derechos especiales. Esto se manifiesta fundamentalmente en el trato diferenciado que las legislaciones estadounidenses establecen entre los nacionalesy los residentes de nacionalidad extranjera. En materia de terrorismo y de criminalidad organizada, los tribunales estadounidenses se otorgan una competencia universal, así como derechos extraterritoriales. La posición estadounidense en relación a Iraq –es decir, el derecho que se confiere Estados Unidos para derrocar cualquier régimen no alineado–, constituye el aspecto militar de esta relación.

El desarrollo de la cooperación transatlántica en el marco de la lucha contra el terrorismo revela el carácter orgánico del derecho penal en la formación de la estructura imperial. La Unión Europea se sitúa bajo la hegemonía estadounidense en lo que se refiere a la organización del control de las poblaciones. Y respecto a Estados Unidos, sus exigencias se refieren más bien a la capacidad de sus instituciones policiales o judiciales para eludir las estructuras formales de los poderes ejecutivos y judiciales europeos. Por consiguiente, para este Estado se trata de reclamar unos
derechos particulares, directamente relacionados con su estatuto de potencia dominante.

La guerra contra Iraq y la lucha contra el terrorismo representan dos aspectos complementarios de la organización del poder a nivel mundial. La creación de un mando integrado –el Imperio–, es una cuestión compleja. Adquiere la forma de una contradicción entre el dominio ejercido por un Estado nacional concreto, Estados Unidos, y la capacidad de este Estado para representar políticamente a la fracción dominante del capital multinacional.

El Imperio no hace desaparecer la forma nacional del Estado, pero la dirección imperial la ejerce el Estado norteamericano, que es el único en conservar todas las prerrogativas –ejército, moneda, policía, aparato judicial– propias de este tipo de Estado. Los demás Estados nacionales subsisten, pero bajo una nueva forma, que sólo incluye las materias de mantenimiento del orden y de control social, de tal modo que se integran en el orden imperial como estructuras subalternas.

Pero esta compleja articulación plantea problemas, especialmente en lo que se refiere a las guerras preventivas que deben asegurar la perpetuidad del mando integrado. Es en este punto en donde se manifiestan las divergencias entre las distintas naciones. Por ejemplo, los intereses petrolíferos de Estados Unidos son diferentes de los de las compañías francesas. Tampoco comparten todos los Estados la voluntad de la administración Bush de desestabilizar el conjunto de Oriente Próximo y de proceder a políticas de ocupación directa de los territorios conquistados. El éxito de la política imperial supone que, como en la Guerra del Golfo de 1991, los Estados nacionales abandonen sus intereses específicos en beneficio de los de Estados Unidos.

A los diferentes Estados no les resulta tan problemático el desarrollo del segundo aspecto de la dirección imperial, que es el control de las poblaciones, y, por lo tanto, este aspecto crea menos tensiones en el ejercicio de un mando globalizado. Y aunque haya tenido mucho menos eco mediático, este proceso ya se había iniciado hacía tiempo. En el curso de los diez últimos años Estados Unidos ha venido proclamando un conjunto de reivindicaciones en materia de lucha contra el crimen organizado y el terrorismo. Y estas exigencias se han ido teniendo progresivamente en cuenta por parte de los demás Estados, que han ido transformando poco a poco –aunque en profundidad– sus enfoques penales.

El 11 de marzo

Cuando se produjeron los atentados del 11 de marzo de 2004 en España, vimos aparecer en las pantallas de nuestras televisiones a un conjunto de «especialistas» en terrorismo que creaban una amalgama entre al Qaeda, ETA y distintos refugiados políticos, convirtiendo al terrorismo en un término genérico que debía sustituir al conjunto de las situaciones concretas.

Una de las medidas unánimemente reclamada para conjurar este peligro uniforme, fue la inmediata creación de una orden de detención europea. La orden de detención europea permite una entrega casi automática por parte de un Estado miembro de una persona reclamada por una autoridad judicial de otro Estado miembro. En comparación con los procedimientos de extradición, esta orden suprime todos los controles políticos y jurídicos que se refieren al fondo y la legalidad del requerimiento, así como los posibles recursos contra éste. Así, la petición es satisfecha y legitimada incondicionalmente por los demás países, sea cual sea su legalidad o su conformidad con los principios de un Estado de derecho.

La orden debería entrar en vigor el 1 de enero de 2004. A pesar de ser adoptada por la Unión Europea y estar ya integrada en la mayoría de las legislaciones nacionales, a esta medida le costaba ponerse en marcha. Una de las primeras consecuencias de los atentados del 11 de marzo fue acabar con las últimas reticencias que había respecto a la utilización de este procedimiento, así como el reforzamiento de medidas incontrolables tomadas en el marco de la cooperación judicial y policial entre los países europeos. Así que se produjo una aceleración del procesode suspensión de las garantías constitucionales que se había establecido el día después al 11 de septiembre.

Las primeras medidas previstas se referían al refuerzo de la cooperación policial y judicial. Una «capacidad de información» cuya función sería analizar las informaciones proporcionadas por los servicios secretos y las policías de los Estados miembro. También se trataba de adoptar legislaciones que permitieran a los investigadores de varios países trabajar en equipos comunes, así como ratificar una convención de ayuda mutua judicial en materia penal. Igualmente, estaba previsto favorecer el intercambio de datos dehuellas dactilares y de lecturas biométricas.

El Consejo de jefes de Estado y de gobierno también quería implantar para antes de 2005 pasaportes y documentos de identidad con datos como la fotografía del iris del ojo y las huellas dactilares. En ese mismo sentido, las compañías aéreas tendrían la obligación de comunicar a las autoridades aduaneras y policiales europeas informaciones varias sobre sus pasajeros. Esta medida ya estaba en vigor –para beneficio de las autoridades estadounidenses– en los vuelos trasatlánticos.

Pero esto no era nuevo. Ya desde hacía tiempo se venían discutiendo estas diferentes medidas, como los pasaportes o los documentos de identidad con un microchip que contuviera datos biométricos. Así que los atentados fueron simplemente una oportunidad para vencer las resistencias a estas medidas liberticidas. Si nos referimos a los atentados de Madrid, la eficacia de estas medidas resulta muy dudosa, puesto que las personas detenidas llevaban mucho tiempo instaladas en España y no andaban cruzando las fronteras, de modo que no podían ser localizadas por esos medios. En cambio, esas medidas resultaban perfectamente adecuadas para una gestión policial de las poblaciones.

La organización Statewatch demostró que, de las 57 medidas previstas por el Consejo de jefes de Estado y de gobierno del 25 y 26 de marzo de 2004, 27 de esas propuestas no tenían nada o muy poco que ver con el terrorismo. Su objetivo no era asegurar la vigilancia de grupos determinados, sino del conjunto de las poblaciones a través del control de las comunicaciones.

Los atentados de Londres

A raíz de los atentados del 7 de julio de 2005 y de los ataques fallidos del 21 de julio en Gran Bretaña, el gobierno de este país presentó toda una serie de medidas para afrontar la amenaza terrorista. Como escribió The Guardian, la respuesta de los políticos y de la policía fue crear pánico e histeria. Patrullas armadas iban y venían por las calles deteniendo a decenas de personas. Un hombre inocente fue abatido por ocho balas, siete de ellas en la cabeza.

El portavoz de la policía, al tiempo que justificaba su acción por el hecho de que supuestamente el individuo se estaba dando a la fuga, reclamó el derecho de abatir públicamente a cualquier presunto terrorista. Incluso después de que las cámaras de videovigilancia revelaran que las autoridades habían mentido descaradamente y que la persona abatida no sólo no huía sino que estaba inmovilizada en el suelo, la policía siguió manteniendo la reivindicación de «tirar a matar».

En materia de terrorismo, el gobierno británico tiene el proyecto de proceder a audiencias judiciales sin jurado, en el curso de las cuales se podría detener a un sospechoso sin que haya sido inculpado. «Lo que se sugiere es un período prudente de detención de los sospechosos para llevar a cabo la investigación satisfactoriamente», indicó el ministro de Asuntos Constitucionales, Lord Falconer. Se trataría de establecer un lugar cerrado, al abrigo de los medios de comunicación y del público, en donde no pudieran divulgarse las informaciones sensibles. Los sospechosos estarían representados por abogados que hubieran superado una investigación de seguridad, es decir, admitida por la acusación. Así, los derechos de la defensa se verían especialmente reducidos, puesto que estos abogados no podrían revelar a su cliente las pruebas en virtud de las cuales estaban detenidos.

Estas informaciones «sensibles» sólo serían examinadas por un juez especializado. Así, el proyecto del gobierno sería instalar un procedimiento de «pre-proceso» y, por medio de éste, un tribunal de excepción, presidido por este juez especializado en materia de terrorismo, que no dispondría de ningún poder de investigación, que sería competencia exclusiva de la policía. Este procedimiento permitiría ampliar la detención preventiva al menos a tres meses. Pero esto sólo sería una primera etapa, puesto que el gobierno ya proyecta la posibilidad de establecer una detención preventiva de duración indeterminada.

La ampliación de la prisión preventiva también es una de las medidas contenidas en el nuevo proyecto de ley antiterrorista, Terrorism Bill, presentado el 15 de septiembre de 2005 por el ministro del Interior, Charles Clarke. El texto crea nuevas incriminaciones, como la «glorificación» del terrorismo o la «propagación» de publicaciones terroristas. Este último delito tendría como objetivo las librerías islamistas, pero podría tener un uso muy amplio. También aumenta considerablemente las penas vinculadas a actos que ya eran perseguidos legalmente. Así, la «preparación» de atentados se castigaría con la detención de por vida; la «incitación indirecta» a actos terroristas podría suponer una pena de siete años y la «incitación» al terrorismo una encarcelación de diez años.

Para favorecer la expulsión de los extranjeros sospechosos de tener relación con el terrorismo se hacía necesario modificar la legislación británica sobre derechos humanos. El 24 de agosto el ministro del Interior (Home Secretary) Charles Clarke publicó un conjunto de comportamientos considerados inaceptables y que justificarían la expulsión del territorio británico. Esta lista no era exhaustiva y podía ser completada por el gobierno en cualquier momento, e incluía especialmente hechos como «fomentar, justificar o glorificar la violencia terrorista», «incitar a provocar actos terroristas», o «favorecer la violencia inter-étnica en Gran Bretaña». Así, en este contexto, «escribir, producir, publicar o distribuir material, tomar la palabra en público (el hecho de predicar inclusive), visitar una página web o utilizar un puesto de responsabilidad como la de profesor o de dirigente de una comunidad», podrían llevar a un individuo a su expulsión.

Este tipo de disposiciones permiten atacar a cualquier persona que defienda una acción violenta contra cualquier gobierno constituido, sea cual sea la naturaleza de su régimen político. Mientras ejercía la presidencia de la Unión Europea, el gobierno británico trató de acelerar –y, sobre todo, de orientar– la cooperación policial y judicial en el seno de la Unión. En varias ocasiones anunció su intención de reconsiderar la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la protección de los refugiados.

Al prohibir la tortura y los tratos inhumanos y degradantes, el Tribunal –que se ocupa de aplicar la Convención Europea de los Derechos Humanos–, siempre se ha opuesto a la devolución de los refugiados cuando sufren la amenaza de recibir tales tratos. Charles Clarke considera que esta lectura de la Convención impide a los Estados europeos expulsar a los extranjeros sospechosos de terrorismo bajo el pretexto de que podrían ser torturados o maltratados en sus países de origen.

De modo que esta interpretación del artículo 3 de la Convención Europea de los Derechos Humanos se opone al plan del gobierno británico destinado a expulsar a su país de origen a los extranjeros acusados de apología del terrorismo, o a deportarlos a países terceros en donde podrían ser torturados.

Pero la idea del gobierno no es atacar directamente a la Convención, sino hacerla inoperante, «reequilibrando» la jurisprudencia del Tribunal para que tenga en cuenta la nueva situación creada por el terrorismo, lo que el ministro Clarke llama las «circunstancias del mundo moderno». Y en ese camino, el ministro británico ha encontrado aliados: los gobiernos de Italia, Lituania, Portugal y Eslovaquia. Estos países esperan persuadir al Tribunal de Estrasburgo para que revise sus juicios, que estipulan que el derecho de una persona a no ser torturada es absoluto y que ese derecho no puede anularse por una cuestión de seguridad nacional.

El final del estado de derecho

Durante una conferencia de prensa celebrada el 5 de agosto de 2005, Tony Blair proclamó claramente que «nadie debe dudar de que las reglas del juego han cambiado».Y aunque Blair justificó estas reformas por la existencia de atentados, las reglas ya habían sufrido mutaciones antes de que se produjeran los mismos.

Lo específico de los atentados de Londres en relación a los perpetrados en Nueva York o Madrid era el hecho de que los supuestos autores poseían la nacionalidad del país en el que se habían producido los hechos. Generalmente las leyes, por ejemplo, la estadounidense USA Patriot Act o la británica Anti-terrorism, Crime and Security Act 2001, prevén medidas arbitrarias de encarcelación de aquellos extranjeros que el poder ejecutivo considere terroristas.

Sin embargo, la Prevent Terrorism Bill, que entró en vigor en marzo de 2005, autorizaba al gobierno británico –aunque no tuviera pruebas– a tomar medidas administrativas privativas de libertad, como el arresto domiciliario o el brazalete electrónico, contra cualquier persona simplemente sospechosa de haber participado en actividades terroristas. Este procedimiento ya no afectaba sólo a los extranjeros sino también a los nacionales. La entrada en vigor de la ley, que suprimía el habeas corpus de los ciudadanos ingleses, fue anterior a los atentados de Londres. Se había anticipado a los hechos que le servían de justificación.

Las medidas privativas de libertad son el aspecto más espectacular de las leyes antiterroristas. Sin embargo, también van acompaña-das de disposiciones que permiten controlar la vida privada y pública del conjunto de los ciudadanos.

Asistimos a un desmantelamiento del Estado de derecho, tanto en su forma –como «disposición jerarquizada de normas jurídicas»–, como en su contenido –un conjunto de libertades públicas y privadas garantizadas por la ley. La reconsideración de la manera en que la sociedad es dirigida por el Estado sólo puede llevarse a cabo mediante una inversión de la primacía de la ley sobre el procedimiento. Lo que es específico de la situación actual no es tanto la acentuación de la tutela ejercida por el ejecutivo sobre el Parlamento como la estrecha instrumentalización del poder judicial y, en la práctica, su subordinación a la policía.

Ya no se trata simplemente de una suspensión del derecho ni de una restricción de los mecanismos de protección de las libertades fundamentales de ciertas categorías de individuos o de capas sociales situadas al margen de la sociedad. La especificidad de estas últimas legislaciones reside en su alcance general, y afectan no sólo a unos individuos y a unas organizaciones determinadas sino al conjunto de la población. De modo que se produce un cambio radical del derecho penal. Contrariamente a lo que generalmente se nos dice, los atentados terroristas, sean cuales sean, no son el elemento fundador de la modificación del orden de derecho. Ni la mutación de los modos de organización del poder puede explicarse mediante un elemento externo, sino analizando su estructura interna. La mutación del derecho es quien mejor revela la transformación global de la relación sociedad/ Estado.

Aunque es cierto que «lo político adquiere hoy la apariencia de lo jurídico», el hecho de que este estudio se centre en las transformaciones penales no indica una voluntad de quedarse en el fenómeno, ahí donde se presentan las cosas. El derecho no es sólo ideología sino también un modo efectivo de regulación de la sociedad. Su mutación indica el establecimiento de una nueva estructura política y es su legitimación. Así, el análisis jurídico no se referirá tanto a la relación de dominio en un sentido estricto como a la relación de hegemonía.

Por consiguiente, el estudio que aquí se propone se presenta como una contribución al análisis de la forma actual del Estado, y aunque descansa en el estudio de las leyes, eso no significa de ningún modo que se base en una concepción del poder que lo reduzca todo a un conjunto de relaciones jurídicas. Constatar la juridización de las relaciones sociales no significa dejar de tener en cuenta las transformaciones sociales y políticas operadas por la globalización del poder económico. Al contrario, pondrá en evidencia el enorme impacto que la globalización financiera ha supuesto en la formación de lo político.

Jean-Claude Paye

Introducción del libro «El final del Estado de derecho», ed. Hiru (2008)
Extraído del Dossier Leyes de excepción, represión y control sobre las poblaciones aparecido en la revista Ekintza Zuzena nº36 http://www.nodo50.org/ekintza

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La cultura de la muerte en la sociedad del espectáculo

Publicada el 30/01/2011 - 02/11/2022 por Ecotropía

Desde las Danzas de la Muerte medievales nunca como hoy estuvo la muerte tan presente de tantas maneras coincidiendo con esta cultura decadente que la usa de espectáculo, espantapájaros y como negocio.

Por Originario

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Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • NeoesclavitudEtiquetado como Danzas de la Muerte medievales, la cultura de la muerte, la sociedad del espectáculoDejar un comentario

La colonialidad del poder. Entrevista con Ramón Grosfoguel

Publicada el 28/01/2011 - 29/01/2025 por Ecotropía

Ranón Grosfoguel, es un sociólogo puertorriqueño nacido en Puerto Rico, perteneciente al Grupo modernidad/colonialidad (Grupo M/C) que se desempeña en la Universidad de California en Berkeley. Define su pensamiento como perteneciente a la corriente decolonial, superadora de la corriente poscolonial con la que se considera emparentado. (Wikipedia)

Por Angélica Montes Montoya y Hugo Busso
revista Polis*

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(libro) La sociedad del espectáculo

Publicada el 26/01/2011 - 15/09/2018 por raas

Por Guy Debord

Capítulo 1
La separación consumada

“Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ’sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.” Feurbach, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.

1
Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación.

2
Las imágenes que se han desprendido de cada aspecto de la vida se fusionan en un curso común, donde la unidad de esta vida ya no puede ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que seudo-mundo aparte, objeto de mera contemplación. La especialización de las imágenes del mundo se encuentra, consumada, en el mundo de la imagen hecha autónoma, donde el mentiroso se miente a sí mismo. El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente.

3
El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas las miradas y toda la conciencia. Precisamente porque este sector está separado es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación generalizada.

4
El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.

5
El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una Weltanschauung que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha objetivado.

6
El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de la elección ya hecha en la producción y su consumo corolario. Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del tiempo vivido fuera de la producción moderna.

7
La separación misma forma parte de la unidad del mundo, de la praxis social global que se ha escindido en realidad y en imagen. La práctica social, a la que se enfrenta el espectáculo atónomo, es también la totalidad real que contiene el espectáculo. Pero la escisión en esta totalidad la mutila hasta el punto de hacer aparecer el espectáculo como su objeto. El lenguaje espectacular está constituido por signos de la producción reinante, que son al mismo tiempo la finalidad última de esta producción.

8
No se puede oponer abstractamente el espectáculo y la actividad social efectiva. Este desdoblamiento se desdobla a su vez. El espectáculo que invierte lo real se produce efectivamente. Al mismo tiempo la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del espectáculo, y reproduce en sí misma el orden espectacular concediéndole una adhesión positiva. La realidad objetiva está presente en ambos lados. Cada noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente.

9
En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso.

10
El concepto de espectáculo unifica y explica una gran diversidad de fenómenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que se ha hecho visible.

11
Para describir el espectáculo, su formación, sus funciones, y las fuerzas que tienden a disolverlo, hay que distinguir artificialmente elementos inseparables. Al analizar el espectáculo hablamos en cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el terreno metodológico de esta sociedad que se manifiesta en el espectáculo. Pero el espectáculo no es nada más que el sentido de la práctica total de una formación socio-económica, su empleo del tiempo. Es el momento histórico que nos contiene.

12
El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que “lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece”. La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia.

13
El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo se deriva del simple hecho de que sus medios son a la vez sus fines. Es el sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moderna. Recubre toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia gloria.

14
La sociedad que reposa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente espectaculista. En el espectáculo, imagen de la economía reinante, el fin no existe, el desarrollo lo es todo. El espectáculo no quiere llegar a nada más que a sí mismo.

15
Como adorno indispensable de los objetos hoy producidos, como exponente general de la racionalidad del sistema, y como sector económico avanzado que da forma directamente a una multitud creciente de imágenes-objetos, el espectáculo es la principal producción de la sociedad actual.

16
El espectáculo somete a los hombres vivos en la medida que la economía les ha sometido totalmente. No es más que la economía desarrollándose por sí misma. Es el reflejo fiel de la producción de las cosas y la objetivación infiel de los productores.

17
La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social había implicado en la definición de toda realización humana una evidente degradación del ser en el tener. La fase presente de la ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo “tener” efectivo debe extraer su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo toda realidad individual se ha transformado en social, dependiente directamente del poder social, conformada por él. Solo se permite aparecer a aquello que no existe.

18
Allí donde el mundo real se cambia en simples imágenes, las simples imágenes se convierten en seres reales y en las motivaciones eficientes de un comportamiento hipnótico. El espectáculo, como tendencia a hacer ver por diferentes mediaciones especializadas el mundo que ya no es directamente aprehensible, encuentra normalmente en la vista el sentido humano privilegiado que fue en otras épocas el tacto; el sentido más abstracto, y el más mistificable, corresponde a la abstracción generalizada de la sociedad actual. Pero el espectáculo no se identifica con el simple mirar, ni siquiera combinado con el escuchar. Es lo que escapa a la actividad de los hombres, a la reconsideración y la corrección de sus obras. Es lo opuesto al diálogo. Allí donde hay representación independiente, el espectáculo se reconstituye.

19
El espectáculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto filosófico occidental que fue una comprensión de la actividad dominada por las categorías del ver, de la misma forma que se funda sobre el despliegue incesante de la racionalidad técnica precisa que parte de este pensamiento. No realiza la filosofía, filosofiza la realidad. Es vida concreta de todos lo que se ha degradado en universo especulativo.

20
La filosofía, en tanto que poder del pensamiento separado y pensamiento del poder separado, jamás ha podido superar la teología por sí misma. El espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha podido disipar las nubes religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: sólo los ha religado a una base terrena. Así es la vida más terrena la que se vuelve opaca e irrespirable. Ya no se proyecta en el cielo, pero alberga en sí misma su rechazo absoluto, su engañoso paraíso. El espectáculo es la realización técnica del exilio de los poderes humanos en un más allá; la escisión consumada en el interior del hombre.

21
A medida que la necesidad es soñada socialmente el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de este sueño.

22
El hecho de que el poder práctico de la sociedad moderna se haya desprendido de ella misma y se haya edificado un imperio independiente en el espectáculo sólo puede explicarse por el hecho de que esta práctica poderosa seguía careciendo de cohesión y había quedado en contradicción consigo misma.

23
Es la más vieja especialización social, la especialización del poder, la que se halla en la raiz del espectáculo. El espectáculo es así una actividad especializada que habla por todas las demás. Es la representación diplomática de la sociedad jerárquica ante sí misma, donde toda otra palabra queda excluida. Lo más moderno es también lo más arcaico.

24
El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente mantiene consigo mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones espectaculares esconde su índole de relación entre hombres y entre clases: una segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus leyes fatales. Pero el espectáculo no es ese producto necesario del desarrollo técnico considerado como desarrollo natural. La sociedad del espectáculo es por el contrario la forma que elige su propio contenido técnico. Aunque el espectáculo, tomado bajo su aspecto restringido de “medios de comunicación de masa”, que son su manifestación superficial más abrumadora, parece invadir la sociedad como simple instrumentación, ésta no es nada neutra en realidad, sino la misma que conviene a su automovimiento total. Si las necesidades sociales de la época donde se desarrollan tales técnicas no pueden ser satisfechas sino por su mediación, si la administración de esta sociedad y todo contacto entre los hombres ya no pueden ejercerse si no es por intermedio de este poder de comunicación instantánea, es porque esta “comunicación” es esencialmente unilateral; de forma que su concentración vuelve a acumular en las manos de la administración del sistema existente los medios que le permiten continuar esta administración determinada. La escisión generalizada del espectáculo es inseparable del Estado moderno, es decir, de la forma general de la escisión en la sociedad, producto de la división del trabajo social y órgano de la dominación de clase.

25
La separación es el alfa y el omega del espectáculo. La institucionalización de la división social del trabajo, la formación de las clases, había cimentado una primera contemplación sagrada, el orden mítico en que todo poder se envuelve desde el origen. Lo sagrado ha justificado el ordenamiento cósmico y ontológico que correspondía a los intereses de los amos, ha explicado y embellecido lo que la sociedad no podía hacer. Todo poder separado ha sido por tanto espectacular, pero la adhesión de todos a semejante imagen inmóvil no significaba más que la común aceptación de una prolongación imaginaria para la pobreza de la actividad social real, todavía ampliamente experimentada como una condición unitaria. El espectáculo moderno expresa, por el contrario, lo que la sociedad puede hacer, pero en esta expresión lo permitido se opone absolutamente a lo posible. El espectáculo es la conservación de la inconsciencia en medio del cambio práctico de las condiciones de existencia. Es su propio producto, y él mismo ha dispuesto sus reglas: es una entidad seudosagrada. Muestra lo que es: el poder separado desarrollándose por sí mismo, en el crecimiento de la productividad mediante el refinamiento incesante de la división del trabajo en fragmentación de gestos, ya dominados por el movimiento independiente de las máquinas; y trabajando para un mercado cada vez más extendido. Toda comunidad y todo sentido crítico se han disuelto a lo largo de este movimiento, en el cual las fuerzas que han podido crecer en la separación no se han reencontrado todavía.

26
Con la separación generalizada del trabajador y de su producto se pierde todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada, toda comunicación personal directa entre los productores. A medida que aumentan la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo la unidad y la comunicación llegan a ser el atributo exclusivo de la dirección del sistema. El éxito del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo.

27
Debido al mismo éxito de la producción separada como producción de lo separado, la experiencia fundamental ligada en las sociedades primitivas a un trabajo principal se está desplazando, con el desarrollo del sistema, hacia el no-trabajo, la inactividad. Pero esta inactividad no está en absoluto liberada de la actividad productiva: depende de ella, es sumisión inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la producción; ella misma es un producto de su racionalidad. No puede haber libertad fuera de la actividad, y en el marco del espectáculo toda actividad está negada, igual que la actividad real ha sido integralmente captada para la edificación global de este resultado. Así la actual “liberación del trabajo”, o el aumento del ocio, no es de ninguna manera liberación en el trabajo ni liberación de un mundo conformado por ese trabajo. Nada de la actividad perdida en el trabajo puede reencontrarse en la sumisión a su resultado.

28
El sistema económico fundado en el aislamiento es una producción circular del aislamiento. El aislamiento funda la técnica, y el proceso técnico aisla a su vez. Del automóvil a la televisión, todos los bienes seleccionados por el sistema espectacular son también las armas para el reforzamiento constante de las condiciones de aislamiento de las “muchedumbres solitarias”. El espectáculo reproduce sus propios supuestos en forma cada vez más concreta.

29
El origen del espectáculo es la pérdida de unidad del mundo, y la expansión gigantesca del espectáculo moderno expresa la totalidad de esta pérdida: la abstracción de todo trabajo particular y la abstracción general del conjunto de la producción se traducen perfectamente en el espectáculo, cuyo modo de ser concreto es justamente la abstracción. En el espectáculo una parte del mundo se representa ante el mundo y le es superior. El espectáculo no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a los espectadores no es sino un vínculo irreversible con el mismo centro que sostiene su separación. El espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado.

30
La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas.

31
El trabajador no se produce a sí mismo, produce un poder independiente. El éxito de esta producción, su abundancia, vuelve al productor como abundancia de la desposesión. Todo el tiempo y el espacio de su mundo se le vuelven extraños con la acumulación de sus productos alienados. El espectáculo es el mapa de este nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio. Las mismas fuerzas que se nos han escapado se nos muestran en todo su poderío.

32
El espectáculo en la sociedad corresponde a una fabricación concreta de la alienación. La expansión económica es principalmente la expansión de esta producción industrial precisa. Lo que crece con la economía que se mueve por sí misma sólo puede ser la alienación que precisamente encerraba su núcleo inicial.

33
El hombre separado de su producto produce cada vez con mayor potencia todos los detalles de su mundo, y así se encuentra cada vez más separado del mismo. En la medida en que su vida es ahora producto suyo, tanto más separado está de su vida.

34
El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen.

Libro La sociedad del espectáculo (La société du spectacle), 1967

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Libro del mismo Guy Debord, pero en 1988, confirmando y reconfigurando la visión sobre la sociedad post-industrial y las consecuencias: Comentarios a la sociedad del espectáculo

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La revolución obrera *

Publicada el 25/01/2011 - 28/01/2011 por raas

El trabajo que presentamos es inédito en el idioma castellano y fue escrito en 1918, es decir luego de los sucesos de octubre de 1917.

El golpe de estado de octubre [de 1917]

Durante todos los períodos de desarrollo del marxismo, la tesis que afirma que el primer paso en la emancipación de la clase obrera pasa por la conquista del poder ha quedado inquebrantable e incambiada. La socialdemocracia ha banalizado un tanto esta tesis por su política, tomando prestado como un medio para la conquista del poder estatal, la lucha pacífica a través del parlamentarismo. En términos generales, cualquier bolchevique reconocerá, verdaderamente sin dificultad, que “la dominación del proletariado” no se obtiene por la lucha pacífica legal, que ésta no tiene más resultado que volver a la propia socialdemocracia pacífica y legalista, y que la lleva en el momento actual a ayudar en todas partes a los gobiernos a llevar adelante una guerra de pillaje y a empujar a las masas obreras de los diferentes países a matarse entre ellas. El bolcheviquismo ha restaurado la “pureza” original de la fórmula de la conquista del poder señalada por Marx, y eso no solamente en su propaganda sino también en los hechos.

El poder no puede conquistarse por la vía pacífica sino por la violencia, en medio de la insurrección generalizada del pueblo. Eso es lo que ha demostrado el bolcheviquismo ante todo el mundo socialista: lo ha demostrado, nadie lo podrá negar, prístina y certeramente.
Sin embargo, la afirmación de los bolcheviques que tiende a presentar su toma del poder como la dictadura, la dominación de la clase obrera, no es sino una de las numerosas fábulas que el socialismo ha inventado a lo largo de su historia.
Aun cuando los bolcheviques hayan renegado del espíritu conciliatorio de la socialdemocracia, la dominación de la clase obrera se ha logrado entre ellos tan presta y simplemente como la dominación parlamentaria en lo de Scheidemann.(1) Unos y otros han prometido a la clase obrera su dominación, dejando sin embargo intactas todas las condiciones de servidumbre, y haciéndola coexistir con la burguesía que sigue poseyendo, como siempre, todas las riquezas.

En vísperas del año 1903 el bocheviquismo que era por entonces tan conciliador como el resto de la cofradía socialista y democrática, aseguraba que el derrocamiento de la autocracia haría a la clase obrera dueña del país. En 1917, apenas unos días después del golpe de estado de octubre, desde el momento en que los bolcheviques ocuparon en los soviets, los lugares dejados vacíos por mencheviques y socialistas revolucionarios –Lenin quedándose en el lugar de Kerensky y Chliapnikov en el de Gvozdiev– se estimó que la clase obrera, por este solo hecho, se hacía dueña de todas las riquezas del estado ruso. “La tierra, los ferrocarriles, las usinas, todo eso, obreros, es desde ahora vuestro”, proclamaba uno de los primeros llamados del Soviet de Comisarios del Pueblo. El marxismo, pretendidamente depurado del oportunismo propio de la socialdemocracia, revela nada menos que su propensión, característica de todos los charlatanes socialistas, a nutrir a los obreros con fábulas y no con pan. El marxismo revolucionario, comunista, sacudiéndose el polvo acumulado durante largas décadas, defiende siempre la misma utopía democrática: el poder absoluto del pueblo, aunque éste esté arrojado a la peor de las servidumbres, la ignorancia o la esclavitud económica.

Habiendo obtenido su dictadura y habiéndose decidido a llevar a cabo un régimen socialista, el marxismo bolchevique no se ha desembarazado de la vieja costumbre marxista de ahogar la “economía” obrera con la política, de distraer a los obreros de la lucha económica, y de subordinar los problemas económicos a las cuestiones políticas. Muy por el contrario, habiendo coronado su “obra maestra”, los bolcheviques no han dejado de extraviar a las masas obreras, prodigando cumplimientos sin freno al “gobierno obrero y campesino”.
¿Será sencillamente porque los bolcheviques se han hecho del poder que la Rusia burguesa tendrá que desaparecer inmediatamente y que nacerá la Rusia socialista, la “patria socialista” rusa, y eso a despecho de que hasta el presente la “dictadura proletaria”, no haya advenido y tampoco se piense aparentemente, socializar fábricas y usinas?

Los capitalistas han perdido sus fábricas, aunque no todas les hayan sido incautadas. No poseen más sus capitales, aunque viven prácticamente con el mismo nivel material que antes. Desde Octubre, iba a ser el obrero el dueño de todas las riquezas, aun cuando el salario, con el alza constante del costo de la vida, se va convirtiendo en un salario de hambre, e incluso iba a  ser “dueño de las fábricas”,  que ante la menor huelga de transporte se encuentra condenado al horror de un paro como no se ha conocido jamás en Rusia.
¡Sí, la dictadura bolchevique es verdaderamente milagrosa! Le da el poder al obrero, le otorga la emancipación y el poder, conservando la sociedad burguesa todas sus riquezas.

Sin embargo, la ciencia comunista-marxista sostiene que la historia no conoce otra forma de emancipación; hasta el presente todas las clases se han liberado mediante la conquista del poder estatal. Así habría obtenido su hegemonía la burguesía en la época de la Revolución Francesa.
Los eruditos comunistas han descuidado un pequeño detalle: todas las clases que se han liberado en la historia eran clases poseedoras, en tanto que la revolución obrera debía garantizar la hegemonía de una clase no-poseedora. La burguesía se ha hecho del poder del estado después de haber acumulado a lo largo de siglos, riquezas cuya magnitud no tenía nada que envidiarle a la de su opresor, la nobleza; y únicamente por ese motivo la conquista directa del poder se le patentizó como la institución efectiva de su dominación, como el modo de afirmación de su imperio.

La clase obrera no puede seguir el mismo camino que ha liberado a la burguesía. Para ella, la acumulación de riquezas es impensable; en este plano, la clase obrera no puede de ningún modo sobrepasar la fuerza de la burguesía. La clase obrera no puede convertirse en propietaria de riquezas antes de llevar a cabo la revolución. Ése es el motivo por el cual la conquista del poder del estado, llevada adelante por no importa qué partido, tan revolucionario o archicomunista como él sea, no puede dar por sí misma nada en absoluto a los obreros, más allá de un poder ficticio, de una dominación ilusoria, que la dictadura bolchevique ha simbolizado permanentemente hasta este momento.

Los bolcheviques no avanzan en la resolución de este problema fundamental, y las masas obreras que han comenzado hace tiempo a perder sus ilusiones respecto de este tema, reconocen últimamente que la dictadura bolchevique es totalmente inútil para ellas, alejándose, como lo hicieran antes de los mencheviques y los socialistas-revolucionarios. Se va develando que éste no es el poder de la clase obrera, que no defiende más que los intereses de la “democracia”, es decir de las capas bajas de la sociedad burguesa; la pequeñoburguesía citadina y rural, de la intelectualidad calificada como “popular”, así como de desclasados de los ámbitos burgués y obrero convocados por la república soviética para dirigir el estado, la producción y toda la vida del país.

Se revela así que la dictadura bolchevique no ha sido sino un medio revolucionario extremo, indispensable para aplastar la contrarrevolución y para instaurar las conquistas democráticas. Se verá también que los bolcheviques han suscitado la insurrección de Octubre para salvar de la ruina completa al estado burgués en disolución por la creación de una “patria obrera y campesina”, para salvaguardar de la devastación no ya los señoríos sino las ciudades y regiones amenazadas tanto por masas hambrientas de la ciudad y el campo como por millones de soldados que huían abandonando el frente.

Lo que queda de la revolución bolchevique no difiere o difiere muy poco de los modestos planes elaborados por los mismos bolcheviques dos o tres meses antes del golpe de estado de Octubre. En su folleto Las lecciones de la revolución Lenin declara muchas veces que la tarea de los bolcheviques consiste en llevar a cabo lo que quieren pero no saben llevar a término los ministros socialistas-revolucionarios; salvar a Rusia del desastre, y que sólo puede provenir de calumniadores burgueses atribuir a los bolcheviques la aspiración de instaurar en Rusia una dictadura socialista y obrera.
En dos folletos, escritos más tarde, ¿Conservarán el poder los bolcheviques? y La catástrofe que amenaza, Lenin explica que la tarea de la dictadura bolchevique y del control obrero va a ser la de reemplazar los viejos mecanismos burocráticos por un nuevo aparato popular de estado; preconiza así fantásticos modos de realización, como por ejemplo ¡obligar a la burguesía a someterse y a servir al nuevo estado popular sin por ello incautarles la riqueza!

La dictadura bolchevique ha sido concebida como una dictadura democrática que no debía bajo ningún concepto dañar los fundamentos de la sociedad burguesa. Después de Octubre muchas empresas fueron nacionalizadas por un decreto cuya ejecución, se sabe, no está garantizada. Muchísimos banqueros fueron privados de sus riquezas pero en general las riquezas de Rusia han quedado en manos de la burguesía y son el fundamento de su fuerza y de su dominación.

Resguardados detrás de las posiciones adquiridas, los comunistas, recién llegados, van a desempeñar el papel de los demócratas franceses en el tiempo de la Gran Revolución, el papel de los célebres jacobinos cuya actividad tanto ha seducido a los dirigentes bolcheviques, al punto que no se niegan en absoluto a copiarlos, tanto en el plano personal como institucional.

Los jacobinos franceses habían instaurado una “dictadura de los pobres”, tan ilusoria como la de los bolcheviques rusos. Para asegurar al pueblo el aplastamiento de los “aristócratas” y otros “contrarrevolucionarios”, de mostrar que la capital y el estado estaban efectivamente en manos de los pobres, los jacobinos habían puesto a los ricos y a los aristócratas bajo la supervisión de las masas, y ellos mismos habían organizado sangrientas represiones contra los enemigos del pueblo.

Los “tribunales revolucionarios” de los “plebeyos” parisinos condenaban a muerte diariamente a decenas y decenas de “enemigos del pueblo” y desviaban la atención de los pobres con el espectáculo de cabezas rodando, en tanto éstos estaban cada vez más hambreados y servilizados; del mismo modo en la Rusia actual, se confunde a las masas obreras con arrestos de burgueses, de saboteadores, con la confiscación de palacios, con el estrangulamiento de la prensa burguesa y con espectáculos terroristas semejantes a aquellos de los jacobinos.
A despecho de los horrores del terror jacobino, la burguesía instruida comprendió rápidamente que era precisamente ese rigor extremo el que la había salvado, que había afirmado las conquistas de la burguesía revolucionaria, salvado la revolución burguesa y el estado ante la presión de la Europa contrarrevolucionaria, y al mismo tiempo, inspirado una devoción a toda prueba  por parte del pueblo a la “patria de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad”.

Los bolcheviques se esforzarán en vano magnificando la “patria socialista” e inventando formas de gobierno lo más populares posible; en tanto las riquezas permanezcan en manos de la burguesía, Rusia no dejará de ser un estado burgués.
Todo lo que se ha obtenido hasta ahora no es sino un trabajo de jacobinos: el reforzamiento del estado democrático, la tentativa de imponer a las masas la gran estafa según la cual Octubre habría puesto fin a la dominación de los explotadores y de que todas las riquezas le pertenecen de ahora en adelante al pueblo trabajador, y de remate, han suscitado en la Rusia democrática el patriotismo de “plebeyos” franceses.

Eso es lo que soñaban los bolcheviques antes de Octubre, cuando estaban todavía lejos de la victoria y entonces declaraban que eran los únicos que podían provocar el entusiasmo necesario para defender la patria (Lenin,  La catástrofe inminente).(2) No han dejado en ningún momento de pensar así ahora que están en el poder, aunque no hayan logrado salirse con la suya para encender el fuego patriótico en el seno del ejército “enfermo”; y lo están pensando todavía, proclamando una nueva “guerra patriótica”.

La dominación de la clase obrera

El poder que cae en las manos de la burguesía no puede en modo alguno ser retomado y conservado por una clase no poseedora, como es el caso de la clase obrera. Una clase no poseedora y al mismo tiempo dirigente es un absurdo total. Es la utopía básica del marxismo, gracias a la cual la dictadura bolchevique puede, rápida y fácilmente, convertirse en una forma democrática de la obtención y del reforzamiento de la revolución burguesa, una suerte de copia rusa de la dictadura de los jacobinos.

Del poder que escapa a los capitalistas y a los grandes terratenientes no puede adueñarse sino las capas inferiores de la sociedad burguesa –la pequeñoburguesía y la intelectualidad, en la medida en que ellos tienen los conocimientos indispensables para la organización  y para la gestión de toda la vida del país– adquiriendo así y garantizándose sólidamente el derecho a los ingresos como de amos, el derecho a recibir su parte de las riquezas robadas, su parte del ingreso nacional. Por lo demás, las capas inferiores de la burguesía, habiendo obtenido los capitalistas un régimen democrático, se vuelcan rápidamente a un acuerdo y a una unión con  ellos. El poder retorna al conjunto de los poseedores, no puede ser separado por demasiado tiempo de la fuente de todo poder: la acumulación de riquezas.

¿No convendría llegar a la conclusión de que los obreros deberían abandonar toda idea de dominación? ¿En toda situación? No, rechazar la noción de dominar, significaría rechazar la revolución. La revolución victoriosa de la clase obrera no puede ser, en efecto, otra cosa que su dominación. Se trata simplemente de plantear la tesis siguiente: la clase obrera no puede copiar simplemente la revolución burguesa, como le aconseja la ciencia socialdemócrata, por la sencilla razón de que una clase, condenada a la escasez y a los salarios de hambre, no puede acumular riqueza de ninguna manera, y está incluso privada de toda posibilidad de hacerlo, a diferencia de la burguesía medieval que amasaba riquezas y conocimientos. Los obreros poseen su propia vía para emanciparse de la esclavitud. Para alcanzar su propia dominación, la clase obrera debe suprimir de una vez por todas la de la burguesía, privarla de un golpe de la fuente de su poder, sus fábricas y usinas, todos los bienes que ha acumulado, llevar a los ricos al estrato de gente obligada a trabajar para vivir.

He aquí porqué la expropiación de la burguesía es el primer paso inevitable de la revolución obrera. Por cierto, no es más que el primer paso en la vía de la emancipación de la clase obrera: la expropiación de la burguesía no nos llevará ni a la supresión completa de las clases ni a la igualdad total.
Después de la expropiación de la propiedad mayor y mediana, quedará todavía la pequeña propiedad, tanto en la ciudad como en la campaña, cuya socialización necesitará más de un año. Nos quedará, aspecto todavía más importante, la situación de la intelectualidad. Pese a que las remuneraciones de los amos serán reducidas drásticamente en el momento de la expropiación de la burguesía, ella no será privada de la posibilidad de conservar para sí una retribución elevada de su trabajo.

En tanto la intelectualidad quedará, como era antes, en calidad de depositaria única de los conocimientos, y  la dirección del estado y de la producción quedarán en sus manos; la clase obrera tendrá que llevar adelante una lucha tenaz contra ella, para aumentar la remuneración de su trabajo hasta el nivel del de los intelectuales.
La emancipación completa de los obreros se realizará cuando aparezca una nueva generación de gente instruida de manera igual, acontecimiento inevitable a partir de la igualdad de remuneraciones del trabajo intelectual y manual, disponiendo todos de medios equivalentes para educar a sus hijos.

La dominación de los obreros no puede preceder a la expropiación de los ricos. No es sino en el momento de la expropiación de la burguesía que puede comenzar la hegemonía de la clase obrera. La revolución obrera  obligará al poder del estado a llevar adelante la expropiación de la gran burguesía y la mediana burguesía, y a legitimar la conquista por parte de los obreros, de usinas, de fábricas y de todas las riquezas acumuladas.

La dictadura marxista

En la medida en que hubo lugar a una revolución burguesa “obrera y campesina” luego del golpe de estado de Octubre, de una dictadura democrática, la vieja carreta bolchevique procura, penosamente, desembarazarse del marasmo democrático y emprender una nueva vía. Sólo que, cuanto más persiste en ella más cuesta arriba se le presenta. La introducción inmediata del socialismo está a la orden del día, proclamada a los cuatro vientos desde el momento de la disolución de la Asamblea Constituyente. La carreta socialdemócrata tiende a persistir en esta peligrosa vía; los pasajeros miran cada vez más con nostalgia el pantano que abandonan. Ni siquiera los conductores pueden evitar esa mirada. Los comunistas miran hacia atrás y gritan bien fuerte: ¡Basta de revueltas!, ¡Viva la patria!, ¡Trabajo reforzado de los obreros!(3), ¡Disciplina de hierro en las fábricas y talleres!

Los partidarios de la revolución burguesa, los mencheviques y los discípulos de la Novaja Jizn’ (4) los acogen con una alegría maligna: «¡Acabáramos! ¡Ahora vienen al pie nuestro!”, ¡ustedes que se querían rebelar contra la marcha objetiva de las cosas!, ¡contra “la enseñanza burguesa”! ¡Ustedes que querían la “realización inmediata”!, ¡lo único que han podido demostrar es la “imposibilidad” total de semejante objetivo, tan insensato!»
Los miembros del pantano se refocilan al respecto vanamente. El rechazo de los bolcheviques  a empujar más adelante las  “experiencias socialistas” no hace sino comprobar perfectamente la imposibilidad para la socialdemocracia de derribar el régimen burgués y no la imposibilidad objetiva en general de suprimir el régimen de pillaje que sufre la clase obrera.

Los bolcheviques se han encargado de una tarea que sobrepasaba sus fuerzas y recursos. Se les ha metido en la cabeza derribar el régimen burgués fundándose en las enseñanzas socialde-mócratas. Pero esas mismas enseñanzas han sido también reivindicadas por los mencheviques “conciliadores” en Rusia, por los socialdemócratas “imperialistas” en Alemania y Austria así como por los “social-patriotas” de todos los países. Esta enseñanza aparecía en el mundo entero como apagavelas de la revolución, como el adormecedor de las masas obreras, rodeán-dolas de sólidas mallas y extraviando su espíritu; en una palabra, esta enseñanza es el arma más peligrosa de que dispone la burguesía instruida para luchar contra la revolución obrera.

Cuando la socialdemocracia mundial ha llegado a dejar en disponibilidad a millones de obreros, movilizados en principio para la emancipación socialista, en manos de militares bandidos, para que puedan masacrarse recíprocamente, algunos líderes del bolcheviquismo  decidieron acusar a la socialdemocracia de “cadáver podrido”. Sin embargo, la enseñanza de la socialdemocracia, su socialismo marxista, que había dado vida a ese “cadáver podrido”, quedó  para los líderes bolcheviques, sagrado y sin mácula, exactamente como antes. Pareció que la socialdemocracia no había hecho más que traicionar sus propias enseñanzas.  Es cierto que los “traidores” se contaban por millones, y que los “discípulos fieles” en el momento de la revolución rusa, no eran sino unos pocos, con Lenin y Liebknecht a la cabeza. A pesar de todo, éstos exclamaron: “¡Viva el socialismo marxista, viva el verdadero socialismo!”

Todo esto no es sino la historia corriente de los cismas del socialismo del siglo pasado.  Las innovaciones emergen del pantano socialista  no para encontrar una salida válida para todos sino con el único fin de llevar a cabo los viejos preceptos como, por ejemplo, una revolución jacobina. Es por ello que este pantano no se afirma más que apenas, fragmentada y transitoriamente, para volver en muy corto tiempo al estancamiento habitual.
Las ilusiones socialistas enturbian el espíritu de los obreros, y los desvían de una revolución obrera directa; no se debilitan por el contacto con innovaciones comunistas “revolucionarias” y no hacen así más que experimentar y fortalecerse sin cesar.

Se sabe, hace cerca de veinte años los bolcheviques constituían en compañía de Pléjanov, de Guesde, Vandervelde y otros “social-traidores” contemporáneos, un único movimiento socialdemócrata, solidario y unido. En esa época fue elaborada en Rusia la enseñanza marxista: la filosofía, la sociología, la economía política, en una palabra todo el socialismo marxista que habiendo transformado a la socialdemocracia en un “cadáver podrido”, debe sin embargo, reencarnado en el bolcheviquismo, provocar milagrosamente el derrocamiento de la burguesía y llevar a cabo la liberación total de la clase obrera. El marxismo ruso, elaborado sobre la base de los esfuerzos comunes de Pléjanov, Martov y Lenin, jamás llegó a visualizar un golpe de estado socialista como objetivo principal. Muy por el contrario, consideraba imposible lograr en nuestros días el derrocamiento del régimen burgués y delegaba esas tareas por completo a las generaciones venideras.

El marxismo ruso, como el de Europa Occidental, no se ocupaba del derrocamiento del régimen burgués sino más bien de su desarrollo, de su democratización, de su perfeccionamiento. En la Rusia atrasada de entonces, el amor de los marxistas por el régimen burgués alcanzó límites extremos. A principios del siglo XX, los bolcheviques y los menche-viques, antes de dividirse en corrientes rivales, habían asumido la decisión inquebrantable aprobada por los socialistas del mundo entero: la tarea suprema del socialismo en Rusia es la de completar, llevar a término, la revolución burguesa. Esto significaba  que toda la tensión de la que eran capaces los obreros rusos, toda la sangre que habían vertido ante el Palacio de Invierno, en las calles moscovitas, toda la sangre de las víctimas de las expediciones punitivas de 1905 y 1906, tenían que tener como desenlace una Rusia burguesa, progresista, renovada.

La dictadura “obrera y campesina”, proclamada todavía por Lenin en 1906, reflejaba la unión oportunista del marxismo con los socialistas-revolucionarios, y no violaba en modo alguno los preceptos relativos a la imposibilidad de la revolución socialista. Se alababa la dictadura obrera y campesina nada más que porque la dominación de la clase obrera sola se reconocía como imposible. Se elogiaba a la dictadura de la democracia burguesa en el espíritu de los partidarios actuales de la Novaja Jizn’, porque se consideraba totalmente inaceptable el derrocamiento del régimen burgués.

Bajo esta forma es que se ha perpetuado el marxismo, hasta prácticamente el mismísimo momento de la revolución de Octubre. Con su poderosa luz, iluminaba el camino tanto de los actores de la revolución burguesa de 1905-1906 como de los socialpatriotas de la revolución de febrero de 1917. Constituía para ellos un reservorio inextinguible de indicaciones valiosísimas. Habría sido ingenuo buscar allí indicaciones de algún tipo acerca del derrocamiento del régimen burgués, sobre la revolución obrera. No se habría encontrado más que la enumeración de todas las dificultades, de todos los peligros y aspectos prematuros de “experiencias socialistas”. De allí proviene el supersticioso temor a todo golpe de estado socialista, considerado como la mayor de las catástrofes; el miedo que experimentan, también visiblemente los Pléjanov, Potressov, Dan y hasta los mismos bolcheviques, asustados por Lenin cuando lanzó la consigna de la revolución inmediata.

A decir verdad, habría hecho falta un milagro para que la empresa de Lenin hubiese sido llevada a término por su partido, y no se convirtiera en la más grandiosa demagogia de la historia de las revoluciones. Habría hecho falta que se insurgiera contra el régimen burgués, cuando habían defendido y exaltado todo lo contrario. Habría hecho falta que los militantes bolcheviques, que habían asimilado el socialismo a través de las obras de Pléjanov, Kautsky, Bernstein  –que exigían la educación democrática de las masas durante muchos años– crearan en el fuego de la revolución, una nueva doctrina que demostrara el carácter superfluo de tan larga preparación. Habría hecho falta que los esfuerzos llevados adelante durante muchos años para utilizar la lucha de los obreros a favor de los enfoques políticos de la burguesía, para impedir toda revolución obrera, se transformaran de repente en aspiración a desencadenar esta misma revolución.

La historia no conoce semejantes milagros. La traición de los bolcheviques, en este momento, a las consignas que habían proclamado durante la revolución de Octubre, no tiene nada de sorprendente y les resulta, en tanto que marxistas, totalmente naturales.
El “socialismo científico” que ha vencido y asimilado a todas las otras escuelas socialistas, ha alcanzado una profunda decrepitud, al no haber logrado, como resultado de todas esas batallas más que el progreso y la democratización del régimen burgués. El bolcheviquismo ha decidido resucitar la “juventud comunista” del marxismo y no ha podido a su vez sino demostrar que incluso bajo esa forma el marxismo no estaba en condiciones de crear algo, lo que sea. Creerles a los bolcheviques cuando pretendían derrocar verdaderamente por vía democrática y parlamentaria el sistema de pillaje defendido por sus hermanos ideológicos, los socialpatriotas de todos los países, no revelaría sino la mayor de las ingenuidades. Los bolcheviques suprimen ellos mismos grosera y cruelmente semejante creencia ingenua en su espíritu rebelde.

¿Cuáles son los enemigos del régimen burgués que, habiendo afirmado su poder autocrático, deciden por sí mismos postergar para más adelante el derrocamiento de la burguesía? Si han experimentado la “imposibilidad objetiva” de acabar con la burguesía, ¿cómo pueden entonces quedarse en el lugar que ocupan? ¿Les sería acaso indiferente ser la expresión de la voluntad de los obreros o los ejecutantes de la voluntad de la sociedad burguesa que sigue en pie?

Explicar el comportamiento de los bolcheviques por la simple bajeza de los políticos sería demasiado superficial. Se trata en realidad de determinar su objetivo supremo, aquel ante el cual no abdican jamás, que no están dispuestos a traicionar bajo ninguna circunstancia, el que, para alcanzarlo luchan con la condición de vencer o morir; este objetivo supremo, incluso para los comunistas bolcheviques, no es sino la democratización del sistema existente, no su destrucción.

La causa de los marxistas bolcheviques es la misma que la de los “conciliadores oportunistas”. La única diferencia consiste en que los últimos adoptan para la democratización del régimen burgués los caminos trillados de los estados constitucionales de Europa Occidental en tanto que los primeros han decidido provocar la revolución, incluso contra el régimen republicano. Esta diferencia podía aparecer en Rusia, cuando esta potencia mundial se ha desmoronado al punto que, en el curso de la guerra actual ha revelado ser incapaz de defender hasta su misma existencia. La república, conquistada por los socialistas oportunistas, se ha revelado igualmente impotente para defenderse de los golpes de sus enemigos exteriores y de la contrarrevolución interior.

Una enorme tarea se les ha presentado entonces a los bolcheviques: reconstruir el estado sobre principios totalmente nuevos y populares, que serían la fuente de fuerzas indispensables para la defensa de la democracia contra sus enemigos interiores y exteriores.
En la búsqueda del arma más poderosa para la salud de la revolución democrática, los socialdemócratas rusos tuvieron que hurgar en todo el arsenal marxista. Los bolcheviques encontraron finalmente esa arma en la concepción marxista de dictadura, proveniente de la revolución de 1848-1850.
El poder dictatorial bolchevique de estos últimos diez meses ha logrado demostrar, irrefutablemente, que la dictadura comunista regenerada, tanto como el socialismo que tiene un siglo de vida, no sabe ni desea suprimir el sistema capitalista. Habiendo proclamado solemnemente la realización inmediata del socialismo en una única sesión de la Asamblea Constituyente, y habiéndole arrancado al Káiser una tregua, la dictadura bolchevique, ante la tarea de “expropiar a la burguesía”, se ha detenido brusca, instintivamente; luego ha vuelto sobre sus pasos ante una exigencia que contradecía lo más profundo de su esencia.

¿Qué es hoy la dictadura bolchevique que se mantiene pese a la bancarrota comunista? No es sino un medio democrático de salud de la sociedad burguesa contra la desaparición fatal que le esperaba bajo las ruinas del antiguo régimen; nada más que la regeneración de ese mismo estado bajo formas nuevas y populares, que únicamente la revolución podía generar. Esta dictadura revela la irrupción revolucionaria en la vida del estado ruso de las capas populares más bajas de la patria burguesa, pequeños propietarios rurales, intelectualidad popular y obreros de la ciudad.
Los inventores de la dictadura comunista la han presentado a los obreros como el primer paso irreversible hacia la emancipación de la clase obrera, hacia la supresión definitiva del sistema milenario de exacción; este medio es el mismo que le sirvió a los demócratas burgueses de la Revolución Francesa, los jacobinos, para salvar y reforzar el régimen de explotación y pillaje.

El hecho de que sean socialistas los que utilizan este medio jacobino no impide que se recojan los mismos frutos burgueses, pues la primera tarea de todo socialista contemporáneo es la de impedir la supresión inmediata de la burguesía, tanto como la misma revolución obrera.
Ya a comienzos del tercer mes de dictadura bolchevique, los representantes más lúcidos de la gran burguesía rusa (Riabuchinski en La mañana rusa), declararon que el bolcheviquismo era una enfermedad peligrosa pero que era conveniente soportarlo pacientemente pues era portador en sí mismo de una regeneración salvadora y de un rebrote de poder para “la patria querida”. Estos mismos burgueses lúcidos prefieren a Lenin, que da rienda suelta a la plebe y no a Kerenski, que los defendía contra los “esclavos insurgentes”. ¿Por qué? Porque Kerenski, por sus zigzagueos y su indecisión debilitaba más todavía el poder ya vacilante, en tanto Lenin suprimió hasta la raíz todo poder endeble, comprometido e incapaz; abrió de inmediato cauce a un poder nuevo y más pujante, al que el obrero ruso le ha reconocido derechos autocráticos.

Los Riabuchinskis, que conocían y estimaban el marxismo, se han convencido muy rápidamente que la “plebe” no iba a salirse de la senda de este enseñanza muy honorable, y a la postre social-patriótica, y han comprendido que tarde o temprano podrían hacerse del poderío soviético, aunque compartido con los nuevos amos provenientes de capas bajas ahora liberadas de la sociedad burguesa.

Los Riabuchinskis (5) podían remarcar desde hace mucho tiempo fenómenos indiscutibles y muy gratificantes para ellos:
1.Bajo la dictadura bolchevique, el socialismo no cesa de ser el canto de sirenas que arrastra a las masas a la lucha por la regeneración de la patria burguesa;
2.La dictadura socialista no es más que un instrumento de agitación demagógica para llevar a cabo la dictadura democrática.
Esto no es sino una engañosa apariencia propuesta por los comunistas durante un brevísimo momento para afirmar mejor la dictadura democrática, adornada y reafirmada por los sueños e ilusiones de los obreros;
3.La pujanza revolucionaria a que aspiran las masas en sus insurrecciones obreras se consagra en la dictadura democrática así como en la nueva clase política del estado.

Estas conclusiones provienen indiscutiblemente de toda la historia de la dictadura “obrera y campesina” bolchevique.
[…] Las masas obreras no tienen que preocuparse más: de acuerdo con las afirmaciones de los bolcheviques, todos sus deseos y reivindicaciones se realizarán sin tardanza por obra del estado soviético, ejecutando sus voluntades.

En consecuencia, toda lucha de los obreros contra el estado y sus leyes debe desaparecer de ahora en adelante, puesto que el estado soviético es un estado obrero. Una lucha que se lleve a cabo contra él sería una rebelión criminal contra la voluntad de la clase obrera. Semejante lucha no podría ser llevada adelante más que por granujas, por elementos socialmente nocivos y criminales del ambiente obrero.
Puesto que el control obrero concede, según los bolcheviques, un poder total a los obreros en sus fábricas, toda huelga pierde sentido y en consecuencia está prohibida. Toda lucha contra el salario de esclavo del trabajador manual está en general prohibida en todas partes.

La revolución obrera, 2º parte

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La revolución obrera (2º parte)

Publicada el 24/01/2011 - 28/01/2011 por raas

La voluntad de los obreros, si se expresa por fuera o contra las instituciones soviéticas es delictiva pues desconoce la voluntad de toda la clase obrera, encarnada en el poder soviético. Si todos los obreros que perciben salarios de hambre consideran al poder soviético, poder de ahítos, serán considerados como elementos problemáticos, revoltosos. Así, por ejemplo, si los desocupados no quieren soportar más los tormentos del hambre ni esperar sin murmurar la muerte por hambre, serán considerados elementos criminales; por ese motivo se les arrebata de antemano el derecho a una organización específica.

Frente, por un lado, a los ricos que continúan llevando como antes su vida de parásitos satisfechos, y por otro, a los desocupados condenados a los tormentos del hambre, el poder soviético afirma sus derechos supremos: aspira a asegurar la sumisión incondicional a las leyes existentes, a perseguir toda violación del “orden y de la seguridad públicas”. Todas las desavenencias, rebeliones e insurrecciones han sido declaradas contrarrevolucionarias y se han convertido en objeto de una represión implacable por parte del ejército soviético.

Los derechos supremos del poder comunista soviético no se distinguirán en absoluto, muy pronto, de los derechos supremos de todo poder estatal en el régimen de explotación existente por doquier. La diferencia no atañe más que a la denominación: en los países “libres”, el poder del estado se denomina a sí mismo dominación de la “voluntad del pueblo”, en tanto que en Rusia, el poder del estado expresaría la “voluntad de los obreros”. Mientras el régimen burgués no sea destruido, la “voluntad comunista de los obreros” suena tan hueca como la estafa de la “voluntad democrática del pueblo”. Mientras los explotadores continúen existiendo, su voluntad, la de todos los poseedores de los bienes –y no la de los obreros– se encarnará, tarde o temprano, bajo la forma de un aparato de estado bolchevique. Los comunistas comienzan ya este proceso, declarando abiertamente que una dictadura de hierro es necesaria, no para la “transformación ulterior del capitalismo” sino para disciplinar a los obreros, para completar su formación, comenzada pero inacabada por los capitalistas, verosímilmente a causa del carácter  “prematuro” de la explosión de la revolución socialista.

Habiendo vencido a la contrarrevolución con la ayuda de los obreros, la dictadura bolchevique se vuelca ahora contra las mismas masas obreras.
Los derechos supremos, inherentes a todo poder estatal, deben poseer la fuerza absoluta de la ley que se apoya en la fuerza armada. La democracia que nace de la dictadura bolchevique no va a la zaga de otros estados. Totalmente igual a estos últimos, va a disponer no sólo de la libertad sino también de la vida de todos estos sujetos, y reprimirá tanto las revueltas aisladas como los levantamientos masivos.

El ejército “socialista” creado por los bolcheviques está obligado a defender el poder soviético, independientemente de todas las volteretas y virajes que quiera operar el “perspicaz” centro bolchevique. Que se interrumpa la expropiación a los ricos, tal como acaba de resolverse, o que un reacercamiento con la burguesía esté teniendo lugar, o que la dictadura bolchevique marche a la vanguardia hacia el socialismo o más bien retroceda camino del capitalismo, de todos modos considera que está en su derecho para imponer la movilización militar sobre la clase obrera.
La obligación de servidumbre que se le ha impuesto a la clase obrera en todos los estados basados en el pillaje, la obligación de defender en caso de guerra a sus opresores junto con sus riquezas, no ha desaparecido en absoluto en la república soviética.

Se estima aquí la obligación de servidumbre necesaria para inculcar a los obreros la pretendida confianza especial que se les concede reconociéndoles –y sólo a ellos–  el derecho y el honor de derramar su sangre a favor del estado provisto de un nombre mentiroso y vacío: la “patria socialista”. Como recompensa de tamaño “honor”, los soldados socialistas deberán desplegar –eso es lo que esperan los bolcheviques– importantes esfuerzos y un fuego marcial contra los invasores de las tierras rusas, iguales al menos a aquellos de los ejércitos de la Convención, del Directorio, de Napoleón.

Las tropas “socialistas” están obligadas a defender el poder soviético en el frente interno, no sólo contra los guardias blancos contrarrevolucionarios, los partidarios de Kaledin, de Kornilov, de la Rada ucraniana, sino que desde los primeros días del golpe de estado de Octubre, ellas están aprendiendo asimismo a defender “a sangre y fuego” la propiedad, fusilando en el sitio mismo del hecho a rateros y ladrones.  Los grandes capitanes de guerra comunistas se dedican ahora a introducir la disciplina y el orden, reprimiendo ferozmente a los camaradas de ayer, a los anarquistas y a los marineros, a los cuales no se les otorga el tiempo necesario para comprender que con “el nuevo curso”, el estado comunista no tiene necesidad en el seno del Ejército Rojo de elementos “fuera de control”, críticos, y que hoy se fusila lo que ayer se promovía. Los “guerreros socialistas” después de haber pasado por semejante escuela, sometidos a las órdenes cambiantes de sus jefes, no rechazarán, según todo parece, instaurar “la disciplina revolucionaria del trabajo” en las fábricas, reprimir las rebeliones de los muertos de hambre y aplastar inmisericordemente las desavenencias suscitadas por los obreros y los desocupados.

En tanto la masa obrera no se subleve otra vez por sus precisas exigencias de clase, hasta tanto que de ese modo ponga fin a todos los “nuevos cursos” y subterfugios de los dictadores bolcheviques, la burguesía democrática del estado se desarrollará sin tropiezos resucitando rápidamente todos los instrumentos de opresión y de coacción contra los hambrientos, los explotados, los estafados.
De ese modo, la dictadura marxista, luego de haber destruido en Rusia todos los fundamentos del antiguo estado impotente, ha creado un nuevo poder de estado popular, mucho más firme.

Todas las experiencias revolucionarias de los marxistas rusos han demostrado que el “socialismo científico” inspirador de todo el movimiento socialista mundial, no sabe ni quiere derrocar el régimen burgués. Por lo demás, a la profunda revolución social que se hizo inevitable en Rusia, y que, como epílogo de la guerra mundial, puede igualmente implantarse en todos los demás países, el socialismo marxista le marca un camino de democracia burguesa experimentado para la salvaguarda del sistema de explotación, y le provee un medio inestimable para prevenirse contra las revoluciones obreras.

La contrarrevolución intelectual, el control obrero y la expropiación de la burguesía

La conquista del aparato de estado aparece como un momento realmente tan decisivo para la socialdemocracia que considera que en el curso de una revolución obrera, este solo acto alcanza para el derrocamiento del régimen burgués. A partir de que el golpe de estado bolchevique es reconocido por los obreros y el poder soviético se instaura en todas partes se considera que Rusia y todas sus riquezas se convierten en propiedad de los obreros. Del hecho de que la Asamblea Constituyente, así como otras instancias e instituciones elegidas por el conjunto de la población, hayan sido disueltas, los capitalistas hayan sido privados de sus derechos más elementales y de participación alguna en la actividad legislativa del estado, concluyen los bolcheviques que la burguesía ha sido desarmada totalmente, privada de toda su fuerza y de toda posibilidad de expresar una oposición a la “dictadura de la clase obrera”.

Sin embargo, al mismísimo día siguiente al golpe de estado de Octubre la burguesía ha recordado de modo muy convincente que no se le había quitado más que una parte de su poder, que ningún golpe de estado estaba en condiciones de quitarle todo el poder, que ningún poder del estado pretendidamente obrero, puede suprimirla mediante medidas políticas, que ninguna represión o terror la puede quebrar, privarla de sus medios y fuerzas para defenderse con éxito.

El golpe recibido por los bolcheviques desde los primeros días de su dictadura, fue totalmente inesperado. Más doloroso todavía por no haber sido asestado por los mismos capitalistas, sino por la clase de la sociedad burguesa que estaba hasta entonces más vinculada a todos los socialistas –incluidos los propios bolcheviques–, al campo de los “trabajadores”, y a la que siempre habían defendido contra las acusaciones “calumniosas” y “mal intencionadas” de estar del lado de la burguesía. Fue la intelectualidad la que se interpuso para defender el régimen burgués, contra las amenazas de Lenin de derribar ese régimen. Se manifiesta como un verdadero ejército de trabajadores “militantes” con la ayuda de sus “sindicatos”, y emplea el “arma” de lucha obrera: la huelga. Se expande por todas partes, con clamores y quejas, protestando contra la banda de bolcheviques que los oprimía y los aterrorizaba, a ellos, los “honestos trabajadores intelectuales”.

La resistencia de la intelectualidad fue tan intensa que estuvo por provocar una escisión en el seno del partido bolchevique, casi hizoº naufragar su dictadura; la intelectualidad bolchevique, herida en su propio corazón, se negó a aplicar las medidas más severas en contra de la “masa trabajadora” de los empleados saboteadores a los que tenía en tan alta estima.

Los obreros, por el contrario, no se sorprendieron en absoluto por la huelga de los intelectuales, puesto que siempre han ubicado a la intelectualidad materialmente satisfecha en el mismo nivel que a la burguesía. Ven y sienten claramente que los ingresos privilegiados de los amos afectados por la intelectualidad provienen de la misma explotación del trabajo manual y que todos los ingresos de los privilegiados descansan sobre las raciones de hambre otorgadas a los obreros.

Los obreros saben que los ingresos privilegiados de los intelectuales constituyen una parte de la plusvalía extraída por el capitalista y consagrada a los gestores; directores, ingenieros, etcétera, del mismo modo que otra parte de su trabajo es confiscado por el estado bajo la forma de impuesto para garantizar un buen nivel de vida a los empleados privilegiados. No hay nada de qué sorprenderse, de que toda esta confraternidad burguesa se haya rebelado junto con los capitalistas y los propietarios de inmuebles contra la revolución obrera, cuyo primer objetivo es el de suprimir los ingresos de los amos. En lo que concierne al sector “bajo” de la intelectualidad, sin privilegios, ha seguido a sus superiores por la fuerza de un orgullo estúpido y de prejuicios burgueses, así como un propietario harapiento sigue servilmente al ricachón.

El sabotaje de la intelectualidad ha tenido un efecto estupefaciente sobre la intelectualidad bolchevique. Los intelectuales bolcheviques, como los de todas las otras organizaciones socialistas, habían enseñado durante toda su vida que el socialismo era la emancipación de todo el “proletariado”, no solamente de los obreros, sino también la de la intelectualidad. ¿De qué modo podía entonces llevarse a cabo el socialismo si hacía falta  ir contra la voluntad unánime de la intelectualidad y declararle la guerra, como se la declaraba a los capitalistas y a los grandes propietarios terratenientes?

El golpe de estado de Octubre, provocado por el llamado de los bolcheviques a la realización inmediata del socialismo, tuvo un alcance jamás conocido por un levantamiento popular poderoso y se presentó así como un peligro mortal para la burguesía. Es cierto que el poder se volvió a encontrar en manos de marxistas, bien conocidos por su habilidad en lo que tiene que ver con frenar rebeliones obreras y hacerlas inofensivas en salvaguarda del régimen burgués.

Los marxistas bolcheviques aparecieron como completamente metamorfoseados. No pensaban más que en expandir el incendio de las insurrecciones, sin reparar en absoluto en las dificultades que iban a tener para extinguirlas inmediatamente después.  Sus camaradas más próximos, los mencheviques, aseguraban incluso que los leninistas se habían convertido en verdaderos anarquistas.

En efecto, los líderes bolcheviques habían desempeñado tan bien sus papeles en los primeros actos, durante el período de “agitación”, que habían provocado efectivamente  un gran miedo entre los burgueses. A pesar de todo, uno se tentaba a preguntarse: ¿los dictadores, van a dejarse llevar por los elementos revolucionarios desencadenados y utilizar su poder para concretar una verdadera supresión del régimen burgués?
Si algunos bolcheviques se dejaron arrebatar sinceramente por el entusiasmo jamás visto de la masa obrera, y se alejaron a veces de las concepciones marxistas, si alguna vez se plantearon realmente la cuestión de saber cómo “acabar con la burguesía”, el sabotaje de la intelectualidad cortó de cuajo tales escarceos y resucitó en su memoria las viejas fórmulas acerca de la “imposibilidad de la realización inmediata del socialismo”, y de inmediato se restableció su pensamiento bajo la fórmula marxista habitual de la “edificación progresiva del socialismo”.

Requeteespantada durante los primeros tiempos de la Revolución de Octubre, la burguesía se dio cuenta rápidamente que no tenía motivo alguno para desesperar. Algo que los sucesos inmediatamente posteriores le han confirmado. Privada del poder estatal, estupefacta por el levantamiento generalizado de la gente, aguardará su fin con angustia, y de repente recibe la buena nueva que su fin no será en ningún caso instantáneo, sino por el contrario, muy prolongado, progresivo, en virtud de todas las leyes socialistas, que su fin sobrevendrá casi imperceptiblemente bajo la forma de una edificación socialista progresiva.

Para remate, esta edificación no comenzará de inmediato, una etapa preparatoria bajo la forma de “control obrero” será indispensable, conforme a la infalible práctica marxista.
El socialismo científico contemporáneo no tiene otro programa para derribar a la burguesía que la nacionalización progresiva de los medios de producción. Les resulta necesario comenzar por las “concentraciones”,  que responden mejor a las necesidades y que son las más maduras para la socialización; en ellas se aprenderá  a verificar y a demostrar la justeza del método socialista de edificación, para pasar ulteriormente a otras nacionalizaciones. Este programa elaborado por el socialismo reformista que proclama la supresión de la producción capitalista sin violencia, sin insurrección, a través de la integración del capitalismo al socialismo, este programa científico se revela infantilmente impotente en el momento de la revolución.

Sus adeptos se aproximan con todas las precauciones científicas deseadas al gigantesco organismo de la producción burguesa, y luego de largas tribulaciones, le cortan una articulación. De inmediato, esperan que la herida cicatrice para encarar progresivamente la amputación de otros miembros. Olvidan que la sociedad basada en el pillaje, incluso en el mismo momento en que el mejor guardián de su poder, el poder del estado, está completamente inerme, no es el mejor cimiento para edificar el socialismo, ni un buen laboratorio para experiencias científicas. Es el campo de la lucha de clases, de la guerra social, seculares, y es bastante ingenuo no quitarle al vencido –ante todo– la fuente de su poder.
El programa científico de edificación socialista progresiva es el programa del extravío y el embrutecimiento de las masas obreras; no es sino un trapo rojo socialista que se agita para empujar a las masas obreras a los brazos de las dictaduras burguesas y pequeñoburguesas; es el somnífero de las masas, el extinguidor de la revolución obrera. He aquí el papel del socialismo en el mundo entero; he aquí el papel desempeñado por el comunismo bolchevique en el golpe de estado de Octubre.

Al tercer mes de la dictadura bolchevique, los saboteadores intelectuales comenzaron su huelga. Pero los bolcheviques fueron los que más se desgañitaron invocando victoria en este asunto, cuando, en rigor, la intelectualidad dejó de rebelarse por la simple razón de que el bolcheviquismo no se reveló tan temible como cuando las jornadas de octubre. Todos se dieron cuenta de que las declaraciones acerca de la igualdad de ingresos entre intelectuales y obreros, y todos los decretos y amenazas del mismo tenor, no eran más que demagogia para atraer a las masas obreras. Todos se dieron cuenta que las nacionalizaciones bolcheviques no expresaban ninguna aspiración seria a suprimir el régimen burgués, que no eran más que “experiencias socialistas”, que la sociedad culta, mediante una adhesión razonada al poder bolchevique, podía frenar e incluso detener por completo. He aquí porqué la burguesía consideró superfluo seguir apoyando la huelga de los trabajadores intelectuales, he aquí porqué los saboteadores manifestaron tanto empeño para reconciliarse con el poder soviético.

[…] Todo el trasfondo del problema reside en que la lucha contra la intelectualidad contradice todo programa socialista. Los socialistas están obligados a defenderla y no a luchar contra ella. Por más hostil que pueda resultar respecto a los obreros, los socialistas, de los cuales forman parte los bolcheviques, la considerarán siempre por lo menos como “parte integrante del proletariado”, en todo caso, momentáneamente corrompida y extraviada por los prejuicios burgueses.

Aunque la intelectualidad siempre se haya presentado en los momentos difíciles, como durante las jornadas de Octubre, como un enemigo de la revolución obrera no menos feroz y pertinaz que los propios capitalistas, no ha hecho, de acuerdo con las convicciones de los capitalistas, más que traicionar sus “intereses proletarios”, extraviarse provisoriamente, y no se podría por lo tanto declararla “enemigo de clase” de los obreros. El bolchevique no puede más que intentar hacer entrar en razón a la intelectualidad, y no se atreverá jamás declararle una lucha impiadosa. En tanto que socialista “verdadero” y “sincero”, en tanto que defensor y portavoz de los intereses de la intelectualidad, no se convertirá jamás en su enemigo. Se permitirá achicar el margen de maniobra de los capitalistas, pero siempre tenderá a componendas con la  intelectualidad. Como ésta protesta únanimemente contra “la experiencia socialista”, el bolchevique se ve obligado a tomar en cuenta esta voluntad intelectual y terminar o al menos frenar, la lucha contra el régimen capitalista.

El pensamiento marxista de los bolcheviques, que busca las vías para nacionalizaciones ulteriores, bajo la presión, irresistible para dicho pensamiento, del sabotaje de los intelectuales, está condenado fatalmente a debatirse impotente en el seno de las utopías socialistas caducas.
¿Llevar adelante una propaganda encarnizada y atraer para su causa a todos los ingenieros y técnicos necesarios? ¿O formar cuadros y especialistas indispensables para la producción, en medio de todo tipo de cursos para obreros? La burguesía rusa o extranjera podría aplastar la revolución, mucho antes de que se recojan los frutos de este tipo de emprendimientos.

¿Tal vez convendría entonces esperar a que los comités obreros, que ejercen el control obrero, puedan al mismo tiempo asimilar la ciencia y el conocimiento de los ingenieros, los químicos y de otros especialistas? Esta fábula ha gozado de cierto predicamento en su momento, pero se trató de promesas tan huecas  que se desmoronan cuando se trata de poner en marcha una producción altamente tecnificada.
El comunismo bolchevique está obligado a volver a la fábula socialista más trivial, que afirma que las masas obreras, sufriendo durante toda su vida la servidumbre del trabajo manual, habrán de llegar sin duda alguna en un porvenir lejano a alcanzar el nivel de conocimiento de la intelectualidad, a disponer de los medios de desarrollo intenso mediante organizaciones culturales de instrucción y de las universidades populares.
El bolcheviquismo ha arrojado así una amenaza mortal a la burguesía, pero no ha podido, ni querido, ir más allá. La voluntad de la intelectualidad lo ha hecho recular.

La intelectualidad rusa, bien conocida por su rebeldía, casi totalmente volcada a las convicciones socialistas, conducida por revolucionarios desde hace ya mucho tiempo, con la aureola de sus sufrimientos, ha sabido manifestar su gratitud a la burguesía, salvarla de la ruina y de la revolución obrera. Pese a todo, ella no quiere ser glorificada. Quiere, por el contrario, que los obreros olviden lo más rápido posible sus servicios a la burguesía, puesto que quiere permanecer como hasta ahora, como la amiga fiel de la clase obrera, para llevarla, en el curso de los siglos, de “progreso burgués” hacia un “socialismo razonable”.

Paralelamente, los bolcheviques no se han afanado mucho por recordar la explotación burguesa en el momento de la revolución de Octubre. Porque para ellos, es evidente que la intelectualidad debe permanecer como parte integrante del ejército proletario.
[…] ¿Podrían contar los obreros con la desaparición inmediata de la burguesía? No, no sería sino cuestión de control obrero, que no haría más que refrenar un tanto la autocracia del capital. Tampoco sería cuestión de concebir la realización inmediata y total del socialismo. No se trataría más que de salvaguardar tal posibilidad a través del “capitalismo de estado” de Lenin, edificando  una “patria socialista”. ¿Se propondrían los socialistas-revolucionarios y los mencheviques derribar semejante “patria socialista”? Muy por el contrario; el edificio “obrero-campesino” se parece demasiado al edificio “campesino-burgués” de los Tchernov (6) y al edificio  obrero-burgués de los Liber y Dan,(7)  esos socialistas inveterados.
Cuando la comprensión de las insurrecciones y victorias obreras se reduce a esta falsa moneda que es el socialismo, los obreros se reencuentran siempre estafados, en medio de la satisfacción generalizada de todos los partidos intelectuales. Los obreros que han confiado en los intelectuales consideran siempre al socialismo como oro puro, en tanto que en el mejor de los casos, no se trata más que de cobre de muy baja calidad.

La expropiación de la burguesía

Desde los primeros pasos de la revolución obrera los parásitos deben desaparecer de la sociedad, todos sus miembros deben trabajar. La revolución obrera no alcanza estos resultados sobre la base de medidas groseras y primitivas como las que aplica el gobierno bolchevique, tampoco mediante el “servicio de trabajo obligatorio para todos” cuya ejecución siempre tendrá que ser controlada por alguna policía; la guardia roja en el caso presente.
La revolución obrera obligará a los ricos a trabajar, después de arrebatarles las riquezas que les permitían holgazanear.
El poder soviético, percibiendo que los obreros esperan de “su dictadura obrera” medidas para obligar a los ricos a trabajar, no encuentra otro recurso que el servicio compulsivo del trabajo obligatorio; lo que muestra que sabe imitar a los estados en guerra, cuando introducen a su vez el trabajo obligatorio para la defensa nacional de la sociedad burguesa amenazada.

Esto demuestra con creces que el poder soviético no tenía la intención de confiscarles, en un futuro próximo, los bienes a los ricos, a la burguesía en general.
La revolución de Octubre ha demostrado a las claras que el enemigo de la revolución obrera y el defensor del régimen de pillaje no es únicamente el capitalista, poseedor de fábricas, sino también el intelectual, que detenta los conocimientos que vende por un ingreso privilegiado. La intelectualidad, bien satisfecha, defendiendo su posición dominante, decidió no tolerar más la dominación de los obreros; se negó a asumir la dirección técnica, sin la cual los obreros no pueden organizar la producción.
La duración y el éxito de las huelgas promovidas por los intelectuales, plasmaron gracias a la indecisión y al rechazo del poder soviético a confiscar todas las riquezas acumuladas.

Los bolcheviques han prestado muy poca atención  al hecho de que las huelgas de los intelectuales han sido sostenidas financieramente por los capitalistas. Los saboteadores decidieron suspender sus tareas  tras cobrar sus salarios. Si no se les hubiese pagado, en muy poco tiempo habrían sido llevados al hambre. Sin embargo, la revolución obrera, que no tendía a limitar más que los salarios faraónicos de los funcionarios más encumbrados, no los amenazó en absoluto. Así, a la primera sensación de necesidad, toda la masa de pequeños empleados se habría puesto a trabajar, y por lo tanto todos los establecimientos y empresas habrían retomado sus actividades habituales.

[….] Supongamos que el poder soviético declare, bajo la presión de los obreros, una expropiación general simultánea. En ese momento, los mismos obreros, sin el concurso ni de comisarios especiales ni de instructores incautan las fábricas, las usinas, los talleres con sus reservas, sus cajas y todo lo que ello implica; luego sin la menor demora, los comités obreros organizan la producción de cada empresa. El poder soviético sólo expropió directamente a las empresas más complejas, como por ejemplo, los bancos, las sociedades por acciones, las empresas cooperativas, todos los establecimientos donde hay pocos obreros y muchos empleados hostiles a la expropiación. Si en Rusia actualmente, se decretara, por ejemplo, que todos los ingresos superiores a diez mil rublos anuales son susceptibles de ser confiscados, todos los establecimientos y empresas pertenecientes a particulares pasarían a manos de los trabajadores. Los altos ingresos de los intelectuales también podrían tener ese mismo techo.

[…] Una expropiación general y simultánea, que paralizaría de raíz a la oposición burguesa y prevendría el sabotaje y la huelga de la intelectualidad, sería garantía contra todo fiasco al que nos conduce inevitablemente el programa bolchevique –y socialista en general– de nacionalizaciones sucesivas y progresivas. La expropiación simultánea provoca trastornos mínimos y, en condiciones favorables, puede evitar totalmente la crisis y la ruina de la industria, que vienen adosadas al programa bolchevique de nacionalizaciones escalonadas a lo largo de meses y años.
Las nacionalizaciones parciales ya llevadas a cabo por el poder bolchevique sirven, sin duda, de señal de alarma para la burguesía, que busca transformar en dinero la mayor parte de sus bienes y reduce la producción para disimular lo más posible sus capitales. Muchísimos industriales, se hacen de capitales líquidos, abandonan sus fábricas, las dejan al garete. El poder bolchevique se ha visto así obligado, para no dejar a los obreros en la calle, a financiar con fondos públicos, a las empresas abandonadas.

[…] La economía bolchevique no tiene más que dos soluciones para elegir: o recurrir a una expropiación generalizada, definitiva, o cesar toda nacionalización suplementaria y, después de una etapa intermedia de “capitalismo de estado”, restaurar la economía capitalista precedente.
¿Por qué los bolcheviques no se han decidido a realizar una expropiación generalizada y simultánea sobre toda la burguesía? ¡A ello, empero, fueron empujados, cuando ellos mismos decían que hacía falta “acabar con la burguesía”! Se trataba de una acción bien fácil de llevar a cabo, sobre todo en consonancia con el sentir unánime de las masas obreras, más que su emprendimiento fantasioso de creación de una dominación ilusoria de los obreros.
Los bolcheviques no han llevado a cabo esta expropiación de los burgueses, simplemente porque no desean la revolución obrera; lo que quieren es sencillamente una revolución democrática y pequeñoburguesa. No luchan por la emancipación de la clase obrera, no hacen más que defender los intereses de las capas inferiores  de la sociedad burguesa actual y de la intelectualidad. No quieren una expropiación general, no porque quisieran proteger o salvar a los capitalistas sino porque  temen por el porvenir de la intelectualidad, puesto que la expropiación general reduciría simultáneamente los ingresos altos de estos últimos y señalaría el comienzo de la lucha de los obreros contra los “manos blancas”, por la igualación de la remuneración del trabajo físico y el intelectual.

El partido bolchevique es un partido de intelectuales, como todos los otros partidos socialistas, ni más ni menos; mencheviques, socialistas-revolucionarios u otros.
Todo socialismo no aspira más que a promover los intereses de la intelectualidad y no los de los obreros. Enseña que los capitalistas constituyen  la única clase dominante de la sociedad, explotando no solamente a los obreros sino también a los intelectuales, y que por lo tanto unos y otros no son sino trabajadores asalariados.

Ninguna tendencia del socialismo, ni siquiera las más extremas como el anarquismo y el sindicalismo revolucionario, atacan la vida privilegiada de los trabajadores intelectuales, aunque las capas superiores, los grandes sabios, los altos dignatarios gubernamentales, los especialistas técnicos de la producción y tantos otros, embolsen ingresos que no van por cierto a la zaga de las ganancias de la gran burguesía. Muy por el contrario, con la eliminación de los capitalistas, el socialismo les otorga el derecho a conservar intactos sus ingresos privilegiados. Algunos representantes del socialismo lo declaran abiertamente. No es difícil adivinar que semejante “patria socialista” no se distingue en absoluto del régimen burgués; toda la ganancia nacional se reparte entre los intelectuales, en tanto que los obreros, al quedar sometidos a la esclavitud del trabajo manual, se convierten en los esclavos del mundo educado.

Los obreros tienen problemas directamente opuestos: disminuir lo más posible los ingresos de los intelectuales, transferir a su favor todos los dividendos del que se adueñan los capitalistas y con el cual privilegian a su personal gerencial y de dirección. Más que la nacionalización progresiva de las fábricas –que le viene tan bien a los socialistas, defensores de los intelectuales– ellos necesitan una expropiación general e inmediata.

¿Cómo se efectúa la transferencia del control de una empresa, por ejemplo, de una fábrica metalúrgica, entre el poder soviético y los obreros? Todo el asunto se reduce simplemente a apartar a los capitalistas. El salario de los obreros no está en juego; éstos están obligados a trabajar en las mismas condiciones que antes, por un salario determinado por el sindicato bolchevique de la rama de la industria […]. Este salario es bajísimo y no acompaña para nada el alza del costo de vida. Los bolcheviques cuentan con esto para garantizar así la misma tasa de ganancia a los capitalistas privados y al estado cuando los reemplace.

Si los bolcheviques deciden nacionalizar una rama industrial entera, por ejemplo la siderúrgica, todos sus obreros quedarán en la misma situación como si fuera una sola la fábrica confiscada. El sindicato bolchevique y el comisariado de trabajo procurarán no tolerar ningún aumento de salarios. La ganancia, de la que se adueñaba el patrón, deberá pertenecerle, según sus cálculos al estado y no a los obreros. Es decir, que servirá para el mantenimiento de funcionarios privilegiados del estado y de todos los dirigentes y “educadores” de la clase obrera.

Los empleados de nivel superior, especialistas de la producción socializada, procurarán del mismo modo negociar para su propio beneficio salarios tan elevados como los que tenían antes, algo que los bolcheviques están completamente de acuerdo en otorgarles.

Tal procedimiento para suprimir a los explotadores debe provocar necesariamente la indignación de los obreros. ¡Los explotadores son expulsados de toda una rama de industria y de ello no surge ningún beneficio para las masas obreras, ni siquiera un aumento en su ración de hambre!
[…] La única vía de lucha verdadera y constante en el mundo entero es y sigue siendo la lucha por un aumento en la remuneración del trabajo manual, lo que han querido siempre y en todas partes las masas obreras, a pesar de sus profetas, tutores y legisladores socialistas.

En el régimen burgués el poder de los capitalistas y la inviolabilidad de la ganancia patronal hace que el aumento de salario implique generalmente, salvo excepciones, un encarecimiento de las mercancías producidas por esos mismos obreros. Es la razón por la cual el aumento de salarios se reduce a menudo a la nada cuando va acompañado del encarecimiento de los objetos de consumo.

La situación se presenta completamente diferente cuando este aumento de salario está ligado a la expropiación de la burguesía. En ese momento, toda la ganancia y todos los ingresos privilegiados deben ser expropiados a favor de los obreros; que pasen a formar parte, integralmente, de sus ingresos. Consecuentemente, el salario puede y debe ser muy aumentado sin que dé lugar a encarecimiento de mercancías y de objetos de consumo.

La revolución obrera que se avecina será una lucha por una mayor remuneración del trabajo manual. Cuando éste se equipare con la del trabajo intelectual, tras una presión generalizada, la servidumbre secular del pueblo obrero habrá sido vencida. Efectivamente, al fin de esta revolución obrera, las familias obreras e intelectuales poseerán medios casi idénticos para criar y educar a sus hijos; ya no se encontrará en la próxima generación, millones de seres humanos condenados, aun antes de haber nacido, a la explotación y a la servidumbre, esos hombres que actualmente están desprovistos de todo saber y aptos únicamente para el trabajo manual,  que nacen pues esclavos de la sociedad burguesa educada.
La revolución obrera consiste –en todo su curso– en la expropiación de las clases poseedoras a favor de las explotadas, con miras a aumentar los salarios obreros.

La burguesía, inicialmente propietaria de los bienes creados a lo largo de los siglos, de los medios de producción, y la intelectualidad propietaria de conocimientos, deben todos ellos ser privados de sus ganancias e ingresos privilegiados para que todos los bienes y la civilización se conviertan en patrimonio de todos y sean distribuidos en su totalidad, en partes iguales.

Javn Vaclav Majaiski

* Escrito en junio-julio 1918.
** El autor escribió esta reflexión con el “poder soviético” recién constituido [n. del trad.]

notas:
1) Primer jefe de gobierno de la República de Weimar (Alemania, 1919) [n. del trad.].
2) Pese a la disparidad de títulos, suponemos que Majaiski aquí se refiere al mismo trabajo de Lenin señalado ut supra como La catástrofe que amenaza, que en los listados de las obras de Lenin suele ser traducido: La catástrofe que amenaza y los medios para conjurarla (n. del tr.).
3) ¿Reforzado o simplemente forzado? En 1918 Trotski defendía la práctica del trabajo forzado. No conocemos si tal defensa fue anterior o posterior a la escritura de este texto [n. del trad.].
4) Periódico [Vía Nueva]  editado por Máximo Gorki en Petrogrado en 1917 y 1918 [n. de Sk.].
5) Nos parece una alusión genérica a millonarios rusos de la época, volcados al progresismo rampante [n. del trad.]
6) Jefe socialista-revolucionario. Presidente de la efímera Asamblea Constituyente [n. de Sk.].
7) Líderes mencheviques [n. de Sk.].

Introducción y traducción: Luis E. Sabini Fernández, autor a su vez del prólogo del libro ‘La ciencia socialista, religión de intelectuales’ http://bardoediciones.net/majaiski_web.pdf

fuente: http://revistafuturos.com.ar

La revolución obrera, 1º parte

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Posdata sobre las sociedades de control

Publicada el 23/01/2011 - 10/09/2019 por raas

La tesis central de este artículo es que “los centros de encierro” disciplinarios descritas por Foucault: “cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia, atraviesan una crisis generalizada”. Vivimos la decadencia de la “sociedad disciplinaria”, que fue “la sucesora de las sociedades de soberanía”, cuyos fines y funciones eran completamente distintos. Estas surgieron en los siglos XVII y XVIII hasta mediados del XX, y fueron el tema central de las investigaciones de Foucault. La sociedad actual es denominada como “sociedad de control” y éste se ejerce fluidamente en espacios abiertos, en forma desterritorializada, mediante los psico-fármacos, el consumo televisivo, el marketing, el endeudamiento privado, el consumo, entre otras modalidades. Lo esencial en ellas son las cifras fluctuantes e intercambiables como las que muestran el valor de una moneda en las otras, el movimiento incesante del surf que sustituye los deportes lentos y estratégicos como el box. Las fábricas son reemplazadas por las empresas, que son formaciones dúctiles y cambiantes, las máquinas simples por sistemas computarizados de producción y control. La in-dividualidad es sustituida por “divuales” externos, informatizados e informatizables, que se desplazan en un espacio virtual.(*)

Por Gilles Deleuze

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(libro) ¡Escucha, pequeño hombrecito!

Publicada el 02/01/2011 - 17/06/2021 por Ecotropía

¡Escucha, pequeño hombrecito!, de Wilhelm Reich, no es un documento científico, sino humano. Fue escrito en el verano de 1945, para los archivos del Instituto Orgón, sin que se pensara entonces en publicarlo. Refleja la lucha interior de un médico y científico que había observado al pequeño hombrecito por muchos años, y visto, en un principio con espanto, luego con horror, lo que el pequeño hombrecito hace consigo mismo, cómo sufre, se rebela, honra a sus enemigos y asesina a sus amigos; cómo, cuando llega al poder como «representante del pueblo» lo utiliza mal y lo transforma en algo más cruel que la tiranía que había sufrido anteriormente en manos de los sádicos de las clases dominantes.

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Desposesión

Publicada el 02/01/2011 - 20/10/2022 por Ecotropía

Recogemos aquí parte de nuestra intervención en Can Masdeu sobre “Implicaciones de la desposesión humana por parte de la sociedad industrial”, al hilo de sus encuentros sobre crítica de la sociedad industrial.

Por Revista Etcétera
junio 2010

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El universo técnico y su exterior

Publicada el 31/12/2010 - 12/05/2021 por Ecotropía

Elementos para una comprensión de nuestro universo técnico.

Por Etcétera
noviembre 2010

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La pobreza planificada

Publicada el 26/12/2010 - 29/08/2023 por Ecotropía

Esta de moda exigir que las naciones ricas trasformen su maquinaria bélica en un programa de ayuda al Tercer Mundo. Las cuatro quintas partes más pobres de la humanidad se multiplican con desenfreno, mientras su consumo per capita decrece.

Por Ivan Illich*

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Discurso contra la escolarización obligatoria y estandarizante

Publicada el 15/12/2010 - 15/12/2010 por raas

John Taylor Gatto * es un profesor retirado estadounidense que en 1990 recibió el premio al maestro del año de Nueva York.

El siguiente texto pertenece al discurso de aceptación del referido galardón el 30 de Enero de 1990:

Acepto este premio en nombre de todos los buenos profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer de sus relaciones con los niños algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando, siempre esforzándose por definir y redefinir lo que la palabra “educación” debería significar.
Un Profesor del Año no es el mejor profesor, éstos suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es un modelo, símbolo de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio de los niños. Este es su premio tanto como mío.
Vivimos en una época de profunda crisis escolar. Nuestros niños se clasifican a la cola de las diecinueve naciones más industrializadas en lectura, escritura y aritmética. Muy a la cola.

La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo el negocio colapsaría – y las escuelas son un importante centro de compra -.
Nuestra tasa de suicidios de adolescentes es la mayor del mundo y los que se suicidan son niños ricos en su mayor parte, no los pobres. En Manhattan el cincuenta por ciento de los nuevos matrimonios duran menos de cinco años. Algo debe ir mal con seguridad.
La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad.
Niños y ancianos son encerrados y aislados de fuera de lo que sucede en el mundo hasta un grado sin precedentes – nadie habla con ellos ya – y sin niños y ancianos mezclándose en la vida diaria una comunidad no tiene futuro ni pasado, solo un presente continuo.

De hecho, el nombre “comunidad” apenas se aplica ya a la forma en que interactuamos con los demás.
Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales.
Utilizar las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro pidiendo y durmiendo en las calles.

He observado un fenómeno fascinante en mis veinticinco años de ejercicio de la profesión: que las escuelas y la escolarización son crecientemente irrelevantes para las grandes empresas del planeta. Nadie cree ya que los científicos son enseñados en clases de ciencias o que los políticos en clases de civismo o que los poetas lo son en clases de inglés.
La verdad es que las escuelas no enseñan nada salvo como obedecer órdenes. Esto es un gran misterio para mi porque miles de personas, gentes responsables trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y gestores pero la lógica abstracta de la institución sobrepasa sus contribuciones individuales.
Aunque los profesores se preocupan y trabajan duro, la institución es psicopática – no tiene conciencia -. Suena la sirena y el joven que se encontraba escribiendo un poema debe cerrar sus cuaderno y moverse a otra aula donde deberá memorizar que el hombre y el mono derivan de un ancestro común.

Nuestro sistema de enseñanza obligatoria es un invento del Estado de Massachussets hacia 1850. Fue resistido – a veces hasta con las armas por un considerable 80% de la población de Massachussets- con un último reducto en Barnstable On Cape Cod que no entregaron a los niños hasta la década de los 1880 cuando la localidad fue asediada por el ejército y los niños marcharon a la escuela escoltados.
Aquí tenemos un curioso dato para meditar. La oficina del Senador Ted Kennedy ha sacado un estudio no hace mucho indicando que antes de la educación obligatoria la tasa de alfabetización en el estado era del 98% y que después jamás volvió a alcanzar el 91%, donde se mantiene en 1991. Espero que les sirva.

Aquí hay otra curiosidad sobre la que pensar. El movimiento de “escuela en casa” ha ido creciendo paulatinamente hasta un tamaño de un millón y medio de jóvenes que son educados por completo por sus padres y sus comunidades.
El último mes la prensa educativa reportó la increíble noticia de que los niños escolarizados en casa parecen estar entre cinco y diez años por delante de sus compañeros escolarizados formalmente en su capacidades cognitivas.
No creo que nos libremos de las escuelas en un futuro cercano, no ciertamente en lo que me queda de vida, pero si hemos de cambiar lo que se está convirtiendo en un desastre de ignorancia, hemos de entender que la institución educativa “escolariza” muy bien, pero no “educa” – algo por completo inherente al diseño organizacional.
No es la culpa de los malos profesores o del poco dinero gastado, es que es imposible que la educación y la escolarización puedan llegar a ser alguna vez la misma cosa.

Las escuelas fueron diseñadas por Horace Mann y Barnard Sears Harper de la Universidad de Chicago y por Thorndyke de la Escuela Normal de Columbia y otros hombres para ser instrumentos de la dirección científica de las masas. Las escuelas están diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado.
En gran medida, las escuelas han cumplido su objetivo. Pero nuestra sociedad se está desintegrando, y en esta sociedad, sólo las personas exitosas son auto-suficientes, seguras en sí mismas e individualistas – porque la comunidad de vida que protege al dependiente y al débil está muerta -.

Lo que produce la escuela es, como dije, irrelevante. Las personas bien-escolarizadas son irrelevantes.
Pueden vender películas y hojas de afeitar, recoger papel reciclado o hablar al teléfono en líneas de teleoperación, o sentarse estúpidamente delante de un terminal de ordenador pero como seres humanos son inservibles. Completamente inservibles para los demás y para si mismos.
La miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de que – tal y como Paul Goodman lo estableció hace treinta años- forzamos a los niños a crecer en el absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.

Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía.
Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.
“¿Cómo aprenderán a leer?” dirán algunos y mi respuesta es “Recuerda la lección de Massachussets” . Cuando los niños reciben experiencias completas en vez de las graduadas en aularios, entonces aprenden a leer, a escribir y cálculo con total facilidad si esas cosas tienen sentido en el ambiente vital que les rodea.

Pero recordad que en los Estados Unidos casi nadie que lea, escriba o sepa cálculo tiene mucho respeto. Somos una tierra de charlatanes, pagamos mejor a los charlatanes y les admiramos, así que nuestros hijos hablan constantemente, siguiendo el modelo de la televisión y de sus profesores.

Es muy difícil enseñar incluso lo más “básico” porque ya no son “básicos” en la sociedad que hemos creado.
Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y sin frenos.
En los siglos pasados los niños y adolescentes estaban ocupados en trabajo real, caridad real, aventuras reales, y en la búsqueda real de maestros que pudieran enseñarnos lo que realmente queríamos aprender.

Mucho tiempo se pasaba en desempeños comunitarios, practicando el afecto mutuo, el entendimiento y estudiando cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo hacer una casa, y docenas de otras tareas necesarias para convertirse en un hombre o mujer íntegro.

Pero aquí está el cálculo del horario que dispone cualquier niño de los que enseño:
• De las 168 horas que tiene la semana, tienen que dormir 56.
• Lo que les deja 112 hora a la semana en las que formarse.
• Ven unas 55 horas de televisión a la semana de acuerdo a informes recientes.
• Lo que les deja 57 horas a la semana en las que crecerse.
• Tiene que ir a la escuela unas 30 horas a la semana, usando unas 6 horas en prepararse, ir y volver a casa, y gastan una media de 7 horas a la semana en deberes- en total hacen 45 horas.
• Durante este tiempo, están en constante vigilancia, no tienen tiempo ni espacio privado, y son reñidos si tratan de acoplarse individualmente al uso de espacio y tiempo.
• Eso deja 12 horas a la semana para crearse una conciencia de si individualizada.
• Por supuesto que mis alumnos comen también, y eso añade algo de tiempo – no mucho, porque hemos perdido la tradición de la comida familiar, por lo que si quitamos 3 horas a la semana para cenas.
• Llegamos a la cantidad neta de tiempo privado para cada niño de 9 horas a la semana.

No es suficiente, ¿verdad?. Cuanto más rica es la familia del niño, menos televisión que ve pero más tiempo que tiene dirigido por una oferta más amplia de entretenimientos comerciales y su inevitable inclusión en una serie de áreas de formación complementaria raramente a su libre elección.

Y todas estas cosas son curiosamente una forma más solapada de crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar su tiempo libre, incapaces de iniciar senderos que le den un significado sustancioso y feliz a su existencia.
Es una enfermedad nacional, esta dependencia y falta de objetivo, y creo que la escolarización, la televisión y las lecciones – toda la idea Chautauqua- tiene mucho que ver con ello.

Pensad en lo que nos está matando como nación
• drogas narcotizantes
• competición desenfrenada
• sexo recreacional
• la pornografía de la violencia
• juego, alcohol
• y la peor pornografía de todas – vidas dedicadas a comprar cosas, la acumulación como filosofía.

Todas ellas son adicciones de personalidades dependientes, y eso es la marca que deja inevitablemente la escolarización.
Quiero contaros el efecto que produce en los chicos el quitarles todo su tiempo – tiempo que necesitan para desarrollarse – y forzándoles a gastarlo en abstracciones. Tenéis que escuchar esto, porque ninguna reforma que no ataque estas patologías específicas no serán más que un mero lavado de cara.

1. Los niños a los que enseño son indiferentes al mundo adulto. Esto desafía la experiencia de miles de años. Un observación intensiva de lo que “los mayores” hacían siempre fue una de las más excitantes ocupaciones de los jóvenes, pero nadie quiere crecer ahora, ¿y quien les puede culpar de ello? Nosotros somos los juguetes.

2. Los niños a los que enseño ya apenas sienten curiosidad y la poca que muestran es transitoria, no pueden concentrarse durante mucho tiempo, incluso en lo que quieren hacer. ¿Podéis ver la conexión entre las sirenas sonando una y otra vez para cambiar de clase y este fenómeno de atención evanescente?

3. Los niños a los que enseño tienen un pobre sentido del futuro, de como el mañana está indefectiblemente unido al presente. Como dije antes, viven en un presente continuo, el preciso momento en el que se encuentran es el límite de su conciencia.

4. Los niños a los que enseño son ahistóricos, no tienen conciencia de cómo el pasado ha dado forma a su propio presente, limitando sus elecciones, moldeando sus valores y sus vidas.

5. Los niños a los que enseño son crueles entre si, muestran falta de compasión ante los infortunios, ríen las debilidades, y muestran desprecio por aquellos que muestran necesidad de ayuda demasiado abiértamente.

6. Los niños a los que enseño se encuentran intranquilos ante la intimidad y la franqueza. No soportan una verdadera intimidad debido a una costumbre de por vida de guardar los secretos dentro de si mismos por lo que van formando su personalidad a base de trozos y partes de comportamiento prestados de la televisión o adquiridos para manipular a sus profesores. Puesto que no son ellos quienes dicen ser, el disfraz se les cae en la intimidad por lo que las relaciones íntimas deben ser evitadas.

7. Los niños a los que enseño son materialistas, siguiendo la estela de sus maestros que materialistamente “gradúan” todo -y sus tutores televisivos que ofrecen todo lo imaginable “gratis”.

8. Los niños a los que enseño son dependientes, pasivos, y tímidos ante la presencia de nuevos desafíos. Esto es a menudo ocultado mediante actos de bravuconería, mediante enfados y agresividades que en el fondo solo expresan un vacío sin fortaleza interior.
Podría hablar de otras cuantas condiciones que una reforma de la escolarización tendría que afrontar si nuestro declive nacional pretendiera detenerse, pero por el momento ya habéis comprendido mi postura, tanto si estáis de acuerdo con ella como si no.
Puede que sean las escuelas las que causen estas patologías, o la televisión, o ambas. Es una simple cuestión de aritmética, entre escuela y televisión todo el tiempo que los chicos tienen libre es absorbido por ambas. Eso es lo que destruyó la familia americana, que ya no es más un factor en la educación de sus propios hijos. Televisión y escuela, ahí debe buscarse a los responsables.

¿Qué hacer? Necesitamos un feroz debate nacional que no decaiga, día tras día, año tras año. Necesitamos gritar y discutir sobre este modelo de escuela hasta que se arregle o se retire de la circulación para su reparación, una cosa u otra.
Si podemos arreglarlo, de acuerdo; si no podemos, entonces el éxito del movimiento de “escuela en casa” muestra una vía alternativa con futuro prometedor. Poner el dinero que ahora gastamos en escolarización, hacia la educación en la familia podría matar dos pájaros de un tiro, reparar las familias al tiempo que reparamos a los hijos.

Una reforma genuina es posible pero no debería costarnos nada. Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan y por qué.
Durante 140 años esta nación ha tratado de imponer objetivos de arriba a abajo desde los altivos puestos de mando centrales conformados por “expertos”, una élite central de ingenieros sociales. No ha funcionado. No va a funcionar.
Y es una gran traición a la promesa democrática que hizo en su dia de esta nación un noble experimento.
El intento soviético de crear una república platónica en el Este de Europa ha sucumbido ante nuestra vista, nuestro propio intento de imponer el mismo tipo de ortodoxia centralizada utilizando las escuelas como un instrumento también se está resquebrajando, solo que mas lenta y dolorosamente.

No funciona porque sus premisas fundamentales son mecanicistas, anti-humanas, y hostiles a la vida familiar. Las vidas pueden ser controladas por la maquinaria educativa pero siempre se revolverán con las armas de la patología social: drogas, violencia, auto-destrucción, indiferencia y todos los síntomas que veo en los niños que educo.
Ya es hora de que miremos hacia atrás para recobrar una filosofía educacional que funcione. Una que me gusta especialmente fue la favorita de las clases dirigentes europeas durante miles de años.

Utilizo tanto de ella como me lo permite mi condición de profesor, es decir, tanto como puedo dentro de la institución de la escolarización obligatoria. Creo que funciona tanto para los niños pobres como para los ricos.
En el núcleo de este sistema de educación para las élites está la creencia de que el auto-aprendizaje es la única base del verdadero aprendizaje. En cualquier sitio en este sistema, a cualquier edad, encontrarás acuerdos para colocar al niño solo en un punto no definido y con un problema que resolver.

Algunas veces el problema lleva implícito grandes riesgos, como el problema de cabalgar un caballo o hacerlo saltar, pero eso, claro, es un problema satisfactoriamente resuelto por miles de niños de la élite antes de cumplir diez años.
¿Podemos imaginar a alguien que haya superado tal desafío que alguna vez le faltara confianza en su habilidad para hacer algo?. A veces el problema es un problema de superar la soledad, como hizo Thoreau en Wald en Pond o Einstein en Suiza.
Uno de mis antiguos alumnos, Roland Legiardi-Lura, aunque huérfano de sus dos padres y sin herencia, cogió una bicicleta y atravesó solo los Estados Unidos cuando apenas había superado la niñez.

No nos puede extrañar entonces que ya siendo un adulto, decidiera hacer una película sobre Nicaragua, aunque no tuviera dinero ni experiencia previa en la realización de películas, y que ganara un premio internacional, aunque su trabajo regular fuera el de carpintero.
Ahora estamos hablando todo el rato de que nuestros jóvenes necesitan desarrollar auto-conocimiento. Ya basta de tanta charlatanería.
Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio pero que tenga lugar fuera de la institución educativa.
Necesitamos crear un curriculum donde cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su individualidad y su auto-confianza.
Hace poco cogi setenta dólares y envié a una niña de doce años de mi clase con su madre – que no hablaba inglés – en un autobús hacia la costa de New Jersey para encontrarnos con el jefe de policía del distrito de Sea Bright para comer y disculparnos por contaminar la playa con un casco de Gatorade.

A cambio de esta disculpa pública habíamos quedado en que el jefe de policía le enseñaría el trabajo de un policía de barrio durante un dia cualquiera.
Unos días después, dos más de mis alumnos de doce años viajaron solos a la Calle West First desde Harlem donde empezaron el aprendizaje con un editor de periódicos, la siguiente semana tres de mis alumnos se encontraban en mitad de los muelles de carga de Jersey a las seis de la mañana, estudiando la mente del presidente de una compañía de transporte por carretera que despachaba trailers hacia Dallas, Chicago y Los Ángeles.

¿Pertenecen estos chicos “especiales” a algún programa” especial”?. Bueno, en cierto modo si, pero nadie sabe sobre este programa salvo los chicos y yo.
Solo son buenos chavales de Harlem, brillantes y alertas, pero tan mal escolarizados cuando me los encontré que la mayoría de ellos no sabían sumar o restar cantidades. Ni uno de ellos sabía la población de Nueva York o cuan lejos está Nueva York de California.
¿Eso me preocupaba? Por supuesto, pero tenía confianza en que según iban ganando confianza en si mismos también se convertirían en sus propios maestros, y solo la auto-enseñanza tiene un valor a largo plazo.
Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa es la clave para el auto-aprendizaje, y debemos re-introducirles en el mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser gastado en algo más que abstracciones.
Es una emergencia, requiere una drástica acción de corrección -nuestros niños están cayendo como moscas dentro de la institución escolar, ya sea buena o mala, no importa. Es irrelevante.

¿Qué más necesita un sistema escolar re-estructurado?
Necesita que deje de ser un parásito del trabajo de la comunidad en la que se inserta. De todas las páginas escritas en la contabilidad de la historia, solo existe una entrada donde se recluya a nuestros jóvenes y no les pidamos nada de ellos al servicio del bien común.
Llego incluso a creer que necesitamos hacer de los servicios a la comunidad una parte importante de la enseñanza escolar.
Además de la experiencia enriquecedora que supone trabajar de forma no egoísta, es la forma más rápida de dotar a los jóvenes de responsabilidades reales en la vida corriente.
Durante cinco años manejé un programa escolar “autónomo” donde cada niño, pobre y rico, listo y no tan listo, tenía que dar 320 horas de trabajos o servicios a la comunidad.
Decenas de estos niños volvieron años después, ya crecidos, y me contaron que la experiencia de ayudar a alguien les había cambiado sus vidas.

Les había enseñado a ver desde otra perspectiva, a repensar metas y valores. Ocurrió cuando tenían trece años, durante el programa de practicas de Laboratorio, y solo fue posible porque el distrito escolar rico de al lado estaba en reestructuración.
Cuando volvió la “estabilidad”, el laboratorio común cerró. Fue una experiencia muy satisfactoria con un grupo de jóvenes bastante heterogéneos, a un coste demasiado bajo, como para permitir que continuara…
Estudio independiente, servicios a la comunidad, aventuras y experiencia, largos periodos de privacidad y soledad, un millar de diferentes formas de aprendizaje, una por día o más tiempo – estas son medidas potentes, baratas, y efectivas de empezar una reforma real de la escolarización.

Pero ninguna reforma a gran escala va a funcionar de forma que permita recuperar a nuestros jóvenes ya dañados ni a nuestra sociedad enferma hasta que impongamos abiertamente la idea de que la escuela debe incluir a la familia como motor principal de la educación.
Si utilizamos la escolarización para separar a los hijos de los padres – y no nos engañemos, esa fue la principal función de las escuelas desde que John Cotton lo anunciará como el propósito de las escuelas de Bay Colony en 1650 y Horace Mann lo enunciara como el propósito de las escuelas de Massachussets en 1850 – vamos a continuar con el espectáculo de horror que tenemos ahora.
El “Curriculum de la Familia ” está en el corazón de cualquier buena vida. Nos hemos alejado de ese curriculum; es hora de volver a ello.
La forma de devolver la salud a la educación es que nuestras escuelas se liberen del dominio absoluto de las instituciones sobre la vida familiar, es promocionar durante el tiempo de escolarización confluencias de padres e hijos que fortalezcan los lazos familiares. Ese fue mi fin último cuando envié a la chica y su madre al distrito de la costa de Jersey para encontrarse con el jefe de policía.
Tengo muchas ideas para formular un curriculum familiar y estoy seguro que muchos de ustedes también las tienen.
Nuestro mayor problema en conseguir que una vez popularizada esta forma de pensar pueda el sistema educativo ser reformado ya que tenemos unos intereses creados que se apropian de antemano de estas ideas para continuar con la escuela como está, a pesar de la utilización de una retórica aparentemente contraria.

Tenemos que exigir que nuevas voces y nuevas ideas sean escuchadas, mis ideas y las vuestras. Ya hemos tenido un amplio repertorio de voces muy autorizadas y con eco en medios escritos y televisión; una década de debate para todos es lo que se necesita ahora, no más opiniones de “expertos”.
Los expertos en educación nunca han tenido razón, sus “soluciones” son costosas, auto-complacientes, y siempre requieren mayor centralización. Ya hemos visto los resultados.
Es hora de volver a la democracia, al individualismo a la individualidad y a la familia.
Ya dije lo que quería decir. Gracias.

* Gatto es autor de diversos libros como “A Different Kind of Teacher“, “Dumbing us Down”, “Weapons of Mass Instruction”, “Against School”, “The Exhausted School” y “Underground History of American Education” y defensor a ultranza de la educación en el hogar, que postula que los niños deben ser educados por sus familias y por sus comunidades y no por la escuela, el consumismo o la televisión que procuran “seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado”.
El profesor ha sabido ver en la configuración del sistema de educación norteamericano y en general en el sistema de sociedades modernas el verdadero mal que atenaza el verdadero desarrollo educativo pleno de nuestros jóvenes narcotizando sus personalidades.

fuente: http://es.novopress.info

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Criminalización de la precariedad y la pobreza

Publicada el 20/11/2010 - 12/05/2021 por raas

Si atendemos a las cifras que hoy se nos ofrecen de la población carcelaria española podríamos hacer una lectura que nos llevaría a creer que su vertiginoso crecimiento va aparejado con el de la crisis económica del capital; si en el año 1990 _expansión y crecimiento espectacular de la Banca, construcción, hostelería, etc._ la población penal era de 33.000 personas, es decir, un 0,82 ‰ de la población española, en el año 2000 era de 45.300, con un 1,11 ‰; y actualmente son 76.400 los que se hacinan en las cárceles, cantidad equivalente al 1,66 ‰ de la población. El 34 por ciento del contingente carcelario es de origen extranjero. España, el país con la tasa más alta de paro de la UE es también la que posee la población carcelaria más elevada, en términos relativos, de la Unión.

Por revista Etcétera

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La sociedad unidimensional

Publicada el 14/11/2010 - 18/01/2024 por raas

Cuanto más racional, productiva, técnica y total deviene la administración represiva de la sociedad, más inimaginables resultan los medios y modos mediante los cuales los individuos administrados pueden romper su servidumbre y alcanzar su propia liberación.

Por Herbert Marcuse

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La propaganda subversiva y los “ismos”

Publicada el 21/10/2010 - 19/10/2022 por raas

¿Cómo hacer? En esta sociedad habemos personas que estamos, por decirlo de alguna manera, «disconformes» con la misma. Queremos destruir las relaciones sociales de explotación y de dominación y reemplazarlas por otras relaciones sociales, donde la libertad del individuo sea condición para la libertad de la sociedad. Queremos la sociedad sin clases ni Estado, queremos la autogestión de nuestras vidas.

Por Ricardo Fuego
08-05-2006

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Superar el activismo

Publicada el 17/10/2010 - 13/02/2021 por raas

Por Andrew X

Introducción

Un problema evidente en el día de acción del 18-J* fue la adopción de una mentalidad activista. Este problema fue particularmente obvio con el 18-J precisamente porque las personas involucradas en organizarlo y las que participaron en el día trataron de ir más allá de estas limitaciones. Este artículo no es para criticar a alguien involucrado – más bien un intento de provocar un poco de pensamiento sobre los desafíos que nos enfrentan si somos serios en nuestra intención de eliminar el modo de producción capitalista.

Los expertos

Por «mentalidad activista» me refiero a las personas que piensan en sí mismas principalmente como activistas y como pertenecientes a una amplia comunidad de activistas. El activista se identifica con lo que hace y piensa en ello como su papel en la vida, de la misma manera que un trabajo o carrera. Del mismo modo algunas personas se identificarán con su trabajo (como un médico o un profesor), y en lugar de ser eso solamente algo que están haciendo, se convierte en una parte esencial de su imagen de sí mismos.

El activista es un especialista o un experto en el cambio social. Pensar en tí mismo como activista significa pensar en tí mismo como alguien de algún modo privilegiado o más avanzado que los otros en su apreciación de la necesidad del cambio social, en los conocimientos de cómo conseguirlo y sobre cómo liderar o estar al frente de la pelea práctica por crear este cambio.

El activismo, como todos los roles expertos, tiene su base en la división del trabajo – es una tarea especializada separada de las demás. La división del trabajo es el cimiento de la sociedad de clase, donde la división fundamental es la del trabajo mental y el trabajo manual. La división del trabajo opera, por ejemplo, en la medicina o la educación. En lugar de que curar y criar a niños sea un conocimiento general y tareas en las que todos participen, estos conocimientos se convierten en propiedad especializada de doctores y profesores, expertos de los que debemos depender para que hagan estas cosas por nosotros. Los expertos guardan celosamente las destrezas que tienen y las mistifican. Esto mantiene a las personas separadas e impotentes y refuerza la sociedad de clase jerárquica.

Una división del trabajo implica que una persona asume un papel en representación de muchos otros que renuncian a esta responsabilidad. Una separación de las tareas quiere decir que otras personas harán tu comida y tu ropa y te proporcionarán electricidad mientras tú sigues con tu tarea de conseguir el cambio social. El activista, como experto en el cambio social, asume que las otras personas no están haciendo nada para cambiar sus vidas y por esto siente un deber o una responsabilidad de hacerlo en su nombre. Los activistas piensan que están compensando la falta de la actividad de otros. Definirnos a nosotros como activistas significa definir *nuestras* acciones como las que provocarán el cambio social, por lo tanto ignorando la actividad de miles de miles de otros no-activistas. El activismo está basado en la falsa idea de que son solamente los activistas los que hacen el cambio social – mientras que por supuesto la lucha de clases transcurre constantemente.

Forma y contenido

La tensión entre la forma de «activismo» en la que nuestra actividad política aparece y su contenido cada vez más radical justamente ha estado creciendo durante los últimos años. El origen de muchas de las personas involucradas en el 18-J es el de ser «activistas» que «hacen campaña» sobre un «asunto». El progreso político que se ha logrado en el campo activista durante los últimos años ha resultado en una situación donde muchas personas han pasado de hacer campañas sobre un asunto particular contra proyectos y compañías específicas a una ambiguamente definida y sin embargo prometedora perspectiva anti-capitalista. Pero aunque el contenido de la actividad de las campañas ha cambiado, la forma del activismo sigue igual. Así que en lugar de tomárnosla con Monsanto e ir a sus oficinas centrales y ocuparlas, hemos visto más allá de la faceta particular de capital representada por Monsanto y de esta manera desarrollamos una «campaña» contra el capitalismo. ¿Y qué mejor lugar para ir y ocupar que lo que es percibido como las oficinas centrales del capitalismo – la ciudad?

Nuestros métodos de operar todavía son los mismos como si estuviéramos enfrentando a una corporación o proyecto particular, a pesar del hecho de que el capitalismo es mucho más que eso y los medios para derribar a una compañía particular no son para nada los mismos que para derribar al capitalismo. Por ejemplo, la vigorosa campañas de activistas por los derechos del animal han conseguido destrozar tanto a los criadores de perro Consort como los criadores de gatos de Hillgrove Farm. Las empresas quebraron y entraron en bancarrota. De forma semejante la campaña emprendida contra los archi-vivisectores Huntingdon Life Sciences tuvo éxito en reducir el precio de sus acciones cerca de un 33 %, pero la compañía se las arregló para sobrevivir a duras penas a través de una desesperada campaña de relaciones públicas en la Ciudad para recuperar los precios (1). El activismo puede ser muy exitoso para hacer caer un negocio, sin embargo para hacer caer al capitalismo se requerirá mucho más que simplemente extender esta actividad a cada negocio en cada sector. De forma semejante al ataque de las carnicerías por activistas de derechos del animal, el resultado neto es probablemente solamente ayudar los supermercados al cerrar todas las  pequeñas carnicerías, ayudando de esta manera al proceso de la competencia y de la «selección natural» en el mercado. Por lo tanto, los activistas a menudo consiguen destruir una pequeña empresa mientras refuerzan al capital en general.

Una cosa similar es aplicable con el activismo anti-autopistas. Las protestas anti-autopistas a larga escala han creado oportunidades para a todo un nuevo sector del capitalismo – la seguridad, la vigilancia, los constructores de túneles, los expertos y los consultores. Somos ahora un «riesgo del mercado» entre otros para ser tenidos en cuenta en las licitaciones por un contrato de autopistas. Podemos haber ayudado al dominio de las fuerzas de mercado, forzando fuera de él a las compañías más débiles y menos capaces. La consultora anti-protestas Amanda Webster dice: «El advenimiento del movimiento de protesta en realidad proveerá las ventajas del mercado a aquellos contratistas que puedan manejarlo eficazmente.» (2) De nuevo, el activismo puede hacer caer una empresa o parar una autopista pero el capitalismo sigue su camino alegremente, más fuerte que antes.

Estas cosas son seguramente una señal, si una fuera necesaria, que desestabilizar al capitalismo requerirá no sólo un cambio cuantitativo (más acciones, más activistas) sino también uno cualitativo (tenemos que descubrir una forma más eficaz de operar). Parece que tenemos muy poca idea de lo que exige en realidad derribar el capitalismo. Como si todo lo que haría falta fuera alcanzar algún tipo de masa crítica de activistas ocupando oficinas y luego tendríamos una revolución….

La forma del activismo ha sido conservada incluso mientras el contenido de esta actividad se ha movido más allá de la forma que lo contiene. Todavía pensamos como «activistas» que hacen una «campaña» sobre un «asunto», y como somos activistas de «acción directa» iremos a «hacer una acción» contra nuestro blanco. El método de hacer campaña contra un proyecto o una compañía particular ha sido trasladado a esta nueva forma de enfrentar al capitalismo. Estamos intentando enfrentar al capitalismo y conceptualizar lo que estamos haciendo en términos totalmente inapropiados, utilizando un método de operar propio del reformismo liberal. Así tenemos el espectáculo bizarro de «hacer una acción» contra el capitalismo – una práctica completamente inadecuada.

Los roles

El rol del «activista» es un rol que asumimos de la misma forma que el de policía, padre o sacerdote – una extraña forma psicológica que usamos para definirnos a nosotros mismos y a nuestra relación con otros. El «activista» es un especialista o experto en el cambio social – sin embargo mientras más nos aferramos a este rol y noción de quien somos, más impedimos el cambio que deseamos. Una revolución verdadera implicará la desaparición de todos los roles preconcebidos y la destrucción de toda especialización – la reclamación de nuestras vidas. El tomar el control de nuestros propios destinos (en esto consiste el acto de la revolución) involucrará la creación de nuevas identidades y nuevas formas de interacción y de comunidad. Los «expertos» solamente pueden ser un obstáculo a esto.

La Internacional Situacionista desarrolló una crítica severa de los roles y particularmente del rol del «militante». Su crítica estaba dirigida en su mayor parte contra las ideologías izquierdistas y social-democrátas porque esas eran las principales de su momento. Aunque estas formas de alienación todavía existen y están claramente a la vista, en nuestro entorno especial encontramos con más frecuencia al activista liberal que al militante de izquierda. Sin embargo, comparten muchas características en común (lo cual por supuesto no es ninguna sorpresa).

El Situacionista Raoul Vaneigem definió los roles de esta manera: «Los estereotipos son las imágenes dominantes de un período…. El estereotipo es el modelo del rol; el rol es una forma de comportamiento. La repetición de una actitud crea un rol.» Desempeñar un rol es cultivar una apariencia de negligencia para todo auténtico ser: «sucumbimos a la seducción de actitudes prestadas.» Como «actores» que desempeñamos un rol caemos en la falta de autenticidad – reduciendo nuestras vidas a una serie de clichés – «convirtiendo [nuestro] día en una serie de poses escogidas más o menos inconscientemente entre el rango de los estereotipos dominantes.» (3) Este proceso ha funcionado desde los primeros días del movimiento anti-caminos. En Twyford Down luego del Miércoles Amarillo en Diciembre del 92, la cobertura de la prensa y medios de comunicación se concentró en la tribu Dongas y el aspecto contracultural de las protestas. Inicialmente éste no era de ningún modo el elemento predominante – había un gran grupo de vagabundos en el desalojo por ejemplo (4). Pero las personas atraídas hacia Twyford por la cobertura periodística pensaban que cada persona allí tenía rastas. La cobertura periodística tenía el efecto de hacer que personas «corrientes» se desinteresaran y los del tipo contracultural se integraran – reduciendo la diversidad de las protestas. Más recientemente, una cosa similar ha ocurrido en la manera en la que personas atraídas a sitios de protesta por la cobertura de Swampy a quienes habían visto en la tele empezaron a reproducir en sus propias vidas las actitudes presentadas por los medios de comunicación como características del rol del «eco-guerrero» (5).

«Justo como la pasividad del consumidor es una pasividad activa, la pasividad del espectador reside en su habilidad de asimilar los roles e interpretarlos de acuerdo con las normas oficiales. La repetición de imágenes y estereotipos brinda un juego de modelos del que todos debemos escoger un rol.» (6) El rol del militante o del activista es sólo uno de estos roles, y allí, a pesar de toda la retórica revolucionaria que va con ese rol, yace su conservadurismo.

La actividad supuestamente revolucionaria del activista es una rutina aburrida y estéril – una repetición continua de algunas acciones sin potencial de cambio alguno. Los activistas probablemente resistirían el cambio si viniera porque afectaría las certezas fáciles de su rol y el bello y bonito refugio que han construido para sí. De la misma manera que dirigentes sindicales, los activistas son eternos representantes y mediadores. Al igual que los dirigentes sindicales estarían contra sus trabajadores si estos tuvieran éxito en su lucha -ya que esto los dejaría sin trabajo-, el rol del activista es amenazado por el cambio. Efectivamente la revolución, o incluso cualquier movimiento verdadero en esa dirección, perturbaría profundamente a los activistas al deprivarlos de su rol. Si *todos* se están convirtiendo en revolucionarios entonces ya no eres tan especial, ¿o sí?

¿Así que por qué actuamos como activistas? ¿Simplemente porque es la alternativa más fácil? Caer en el rol del activista es fácil porque se ajusta a esta sociedad y no la desafía – el activismo es una forma aceptada de disenso. Incluso si como activistas estamos haciendo cosas que no son aceptadas y son ilegales, la forma misma del activismo es como si fuera un trabajo – quiere decir que encaja en nuestra psicología y nuestra crianza. Tiene cierta atracción precisamente porque no es revolucionario.

No necesitamos más mártires

La clave para comprender tanto el rol del militante como el del activista es la abnegación – el sacrificio del ser propio hacia «la causa», que es identificada como algo separado del propio ser. Esto por supuesto no tiene nada que ver con la verdadera actividad revolucionaria que es el apoderamiento del propio ser. El martirio revolucionario va de la mano con la identificación de alguna causa como algo separado de la propia vida – una acción en contra del capitalismo que identifica el capitalismo como algo «allá afuera» en la ciudad está básicamente equivocada – el verdadero poder del capital está aquí mismo en nuestra vida diaria – recreamos su poder todos los días porque el capital no es una cosa sino una relación social entre las personas (y por lo tanto clases) mediada por cosas.

Por supuesto no estoy sugiriendo que todos los involucrados en el 18 de Junio compartan en la misma medida la aprobación de este rol y la abnegación que va con él. Como dije arriba, el problema del activismo se hizo particularmente evidente el 18 de Junio precisamente porque fue un intento de escapar de estos roles y de nuestras maneras corrientes de operar. Gran parte de lo que está expuesto aquí es una idea extrema (worst case scenario) de a lo que puede llevar jugar el rol de un activista. La cantidad de similitudes que podamos reconocer dentro de nuestro propio movimiento nos dará una señal de cuánto trabajo tenemos por delante.

El activista hace de la política algo aburrido y estéril y aleja a las personas de ella, pero interpretar el rol eventualmente también termina perjudicando al mismo activista. El rol del activista causa una separación entre el fin y los medios: la abnegación implica crear una división en la revolución como amor y placer en el futuro pero deber y rutina en el presente**. La cosmovisión del activismo es dominada por la culpa y el deber, porque el activista no está luchando a favor de sí mismo sino por una causa separada: «Todas las causas son igualmente inhumanas.» (7)

Como activista tienes que negar tus propios deseos porque tu actividad política es definida de tal forma que estas cosas no cuentan como «política». Pones a «la política» en un compartimento separado del resto de tu vida – es como un trabajo…. Haces «política» de 9 a 5 y luego te vas a casa y haces otra cosa. Y como está en un compartimento separado, la «política» permanece inmune a toda consideración práctica de eficacia en el mundo real. El activista se siente obligado a seguir ejecutando de manera autómata la misma vieja rutina todos los días, sin detenerse o considerar lo que está haciendo. El activista es mantenido ocupado y lidia con su culpa golpeando su cabeza contra una pared, si es necesario.

Parte de ser revolucionario debería ser saber cuándo hay que detenerse y esperar. Debería ser importante saber cómo y cuándo atacar para lograr una máxima eficacia y también cómo y cuándo NO atacar. Los activistas tienen esta actitud de «Debemos hacer algo ahora!’ que parece alimentada por la culpa. Esto es completamente anti-táctico.

La abnegación del militante o del activista es reflejada en su poder sobre otros como experto – de la misma manera que en una religión hay una clase de jerarquía basada en el sufrimiento y la rectitud. El activista asume el poder sobre otros en virtud de su grado más grande de sufrimiento (los grupos de activistas «no- jerárquicos» en realidad constituyen una «dictadura del más comprometido»). El activista usa la coerción moral y la culpa para ejercer poder sobre otros menos experimentados en la teología del sufrimiento. La subordinación de sí mismos va de la mano con la subordinación de otros por ellos – todos esclavizados por «la causa». Los militantes y activistas abnegados atrofian sus propias vidas y su propia voluntad de vivir – esto genera una amargura y una antipatía hacia la vida que se vuelve hacia afuera para marchitar todo lo demás. Son «los grandes despreciadores de la vida…. los partisanos de la abnegación total…. sus vidas retorcidas por su monstruoso ascetismo.» (8) Podemos ver esto en nuestro propio movimiento, por ejemplo in situ, en el antagonismo entre el deseo de holgazanear y pasarlo bien versus la ética llena de culpa de trabajar/construir/fortificar/armar barricadas y en la pasión a veces excesiva con que se denuncia los descansos o pausas. El mártir abnegado se ofende e indigna cuando ve a otros que no se están sacrificando. De la misma manera que cuando el «trabajador honesto» ataca con saña al haragán, sabemos que esto se debe a que en realidad odia su trabajo y el martirio que ha hecho de su vida y odia ver alguien librarse de ese destino, odia ver a alguien que se divierte mientras está sufriendo – debe arrastrar a todos a la mugre junto con él – una igualdad de la abnegación.

En la vieja cosmología religiosa, el mártir exitoso fue al cielo. En la cosmovisión moderna los mártires exitosos pueden aspirar a quedar en la historia. La abnegación más grande, el éxito más grande en crear un rol (o incluso mejor, en diseñar uno por completo para que las personas lo imite – por ejemplo el eco-guerrero) gana una recompensa en la historia – el cielo burgués.

La vieja izquierda era muy abierta en su llamado para el sacrificio heroico: «¡Sacrifíquense con alegría, hermanos y hermanas! ¡Por la Causa, por el Orden Establecido, por el Partido, por la Unidad, por la Carne y las Papas!» (9) Pero en estos días es mucho más velado: Vaneigem acusa a los «jóvenes izquierdistas radicalizados» de «entrar el servicio de una Causa – la «mejor» de todas las Causas. El tiempo que tienen para la actividad creativa lo despilfarran en repartir planfletos, poner afiches, manifestarse o abuchear a políticos locales. Se convierten en militantes, fetichizando la acción porque otros están pensando por ellos.» (10)

Este nos resulta familiar – particularmente lo de fetichizar la acción. En grupos de izquierda a los militantes participan en interminables trabajos de rutina porque el jefe de grupo o el gurú ya tiene delineada la «Teoría», la cual sólo puede aceptarse y engullirse: la «línea» del partido. Con los activistas de acción directa es algo ligeramente diferente – la acción es fetichizada, pero por la aversión hacia cualquier teoría, la que fuera.

Aunque está presente, ese elemento del rol del activista que depende de la abnegación y el deber no fue tan significativo en el 18 de Junio. Lo que es más importante para nosotros es el sentimiento de separación de «las personas corrientes» que viene con el activismo. Las personas identificadas con alguna rara subcultura o grupo exclusivo que serían los «Nosotros», como opuesto a los «Ellos» de todos los demás en el mundo.

Aislamiento

El rol del activista es un aislamiento autoimpuesto de todas las personas con las que deberíamos estar conectándonos. Asumir el rol de un activista te separa del resto de la raza humana como alguien especial y diferente. Las personas tienden a pensar de sí mismas en primera persona del plural (¿a quién te refieres cuando dices «nosotros»?) como si hiciera referencia a alguna comunidad de activistas, en vez de una clase. Por ejemplo, durante algún tiempo en el entorno activista ha sido popular arguír a favor del «no más campañas aisladas» y la importancia de «conectarse». Sin embargo, la concepción de muchas personas acerca de lo que esto involucraba era la de «conectarse» con *otros activistas* y otros grupos de campaña. El 18 de Junio lo demostró muy bien; la idea fue juntar a todos los representantes de todas las causas o asuntos en un lugar en cierto momento, relegándonos voluntariamente a nosotros mismos al guetto de las buenas causas.

Del mismo modo, los diversos foros de debate en la red que han surgido recientemente en el país (la Alianza Rebelde en Brighton, NASA en Nottingham, Asamblea Disturbiosa en Manchester, el London Underground, etc.) tienen un objetivo similar – conseguir que todos los grupos de activistas en la zona se comuniquen. No estoy criticando esto – es un elemento esencial indispensable para la acción futura -, pero debería ser reconocida por la forma sumamente limitada de «conectarse» que representa. También es interesante que lo que tienen en común los grupos que asisten a estas reuniones es que son grupos de activistas – lo que realmente les ocupa parecer ser una consideración secundaria.

No es suficiente simplemente el buscar conectar a todos los activistas del mundo, ni tampoco tratar de transformar a más personas en activistas. Contrariamente a lo que algunas personas pueden pensar, no estaremos más cerca a una revolución si muchas personas se hacen activistas. Algunas personas parecen tener la extraña idea de que lo que hace falta es que todos sean persuadidos de algún modo en hacerse activistas como nosotros y entonces tendremos una revolución. Vaneigem dice: «La revolución es hecha todos los días a pesar de, y en oposición a, los especialistas de la revolución.» (11)

El militante o activista es un especialista en el cambio social o la revolución. El especialista recluta a otros en su propia área diminuta de especialización para incrementar su propio poder y por lo tanto disipar la comprensión de su propia impotencia. «El especialista…. se enrola sí mismo para enrolar a otros.» (12) Como un esquema de venta en pirámide, la jerarquía se auto-replica – tú eres reclutado y para no estar al final de la pirámide, tienes que reclutar a más personas para que estén debajo tuyo, quienes después hacen exactamente lo mismo. La reproducción de la sociedad alienada de los roles se consuma a través de los especialistas.

Jacques Camatte en su composición que «Sobre la organización» (1969) (13) llega a la sagaz conclusión de que las agrupaciones políticas terminan siendo como «pandillas» que se definen por la exclusión – a menudo la primera lealtad de los miembros es hacia al grupo en vez de hacia la lucha. Su crítica es aplicable especialmente a las miríadas de sectas izquierdistas y grupúsculos a las que estaba dirigida pero es aplicable también aunque en menor grado a la mentalidad activista.

El grupo político o partido sustituye por propia iniciativa al proletariado y su propia superviviencia y reproducción se convierten en primordiales – la actividad revolucionaria se convierte en sinónimo de «construir el partido» y reclutar miembros. El grupo tiende a creer que goza de una apreciación única de la verdad y todos fuera del grupo son tratados como idiotas con necesidad de ser educados por esta vanguardia. En lugar de un debate igualitario entre compañeros conseguimos la separación de teoría y propaganda, donde el grupo tiene su propia teoría, que es guardada casi en secreto en la creencia de que los candidatos a entrar no tienen todavia la capacidad mental suficiente para comprenderla y deben ser atraídos hacia la organización con alguna estrategia de populismo. Este método deshonesto de lidiar con aquellos en el exterior del grupo es similar a un culto religioso – ellos nunca te dirán por adelantado lo que son.

Podemos ver aquí algunas semejanzas con el activismo, en la manera que el entorno activista actúa de la misma forma que una secta de izquierda. El activismo como un todo tiene algunas de las características de una «pandilla». Las pandillas activistas a menudo pueden terminar siendo alianzas de clase, incluyendo a toda clase de liberales reformistas porque también ellos son «activistas». Las personas se conciben principalmente como activistas y su lealtad primaria es a la comunidad de activistas y no a la lucha en sí. La «pandilla» es la comunidad ilusoria, distrayéndonos de crear una comunidad más amplia de resistencia. La esencia de la crítica de Camatte es un ataque a la creación de una división interior/exterior entre el grupo y la clase. Tendemos a pensar de nosotros mismos como activistas y por lo tanto como seres distintos y con intereses diferentes de la masa de personas de clase obrera.

Nuestra actividad debería ser la expresión inmediata de una lucha real, no la afirmación de la diferencia y la separación de un grupo especial. En los grupos marxistas la posesión de la «teoría» es la cosa esencial que determina el poder. Es diferente en el entorno activista, pero no tan diferente. La posesión de un «capital social» relevante – conocimientos, experiencia, contactos, equipamiento, etc. – es la cosa principal que determina el poder.

El activismo reproduce la estructura de esta sociedad en sus operaciones: «Cuando el rebelde empieza a creer que está luchando a favor de un bien mayor, el principio autoritario consigue una marca (filip).» (14) Este no es un tema trivial, pero está en la base de las relaciones sociales capitalistas. El capital es una relación social entre las personas mediada por cosas – el principio básico de la alienación es que vivimos nuestras vidas al servicio de una *cosa* que nosotros mismos hemos creado. Si reproducimos esta estructura en el nombre de una política que se declara anti-capitalista, hemos perdido antes de empezar. No puedes luchar contra la alienación con medios alienados.

Una propuesta modesta

Ésta es una propuesta modesta de que debemos desarrollar maneras de operar adecuadas a nuestras ideas radicales. Esta tarea no será fácil y el autor de este breve artículo no tiene más claro que otros el cómo debemos continuar. No estoy argumentando que el 18 de Junio debio haber sido abandonado o atacado, efectivamente fue un intento valiente de ir más allá de nuestras limitaciones y crear algo mejor que lo que tenemos actualmente. Sin embargo, en sus intentos de romper con las maneras antiguas y formales de hacer las cosas ha mostrado mas claramente los lazos que todavía nos atan al pasado. Las críticas del activismo que he expresado arriba no son todas aplicables al 18 de Junio. Sin embargo hay un cierto paradigma de activismo que en el peor caso incluye todo lo que he descripto arriba y el 18 de Junio comparte este paradigma en cierto punto. Dejo el lector la decisión de hasta qué punto lo comparte.

El activismo es una forma que nos es impuesta en parte por la debilidad. Como la acción conjunta emprendida por Reclaim the Streets y los portuarios de Liverpool – nos encontramos en una época donde la política radical es a menudo el producto de la debilidad mutua y el aislamiento. Si este es el caso, puede no estar dentro de nuestro poder el escapar del rol de activistas. Puede ser que en épocas de un descenso en las luchas, aquellos que continúan trabajando por la revolución social se marginalizan y llegan a ser vistos (y verse a sí mismos) como un grupo especial separado de las personas. Puede ser que esto solamente es capaz de ser corregido durante un resurgimiento general de la lucha cuando no seremos más fenómenos y bichos raros ya que simplemente estaremos diciendo lo que está en las mentes de todo el mundo. Sin embargo, para trabajar en aumentar la lucha será necesario romper con el rol de activistas lo más que podamos – tratar de superar constantemente nuestras limitaciones y restricciones.

Históricamente, los movimientos que más cerca han estado de desestabilizar, remover o ir más allá del capitalismo no han tomado en absoluto la forma del activismo. El activismo es esencialmente una forma política y un método de operar adecuado para el reformismo liberal que está siendo empujado más allá de sus propios límites y usado para propósitos revolucionarios. El rol del activista en sí debe ser problemático para aquellos que desean la revolución social.

* Se refiere al 18 de Junio de 1999, donde miles de activistas anti-globalización tomaron las calles de Londres y se enfrentaron a la policía. También hubo manifestaciones y acciones en otras partes del mundo, incluyendo a la famosa “batalla de Seattle” en EEUU (Nota del traductor).
**  «El presente es lucha, el futuro es nuestro» (Nota del traductor al castellano)

notas:
1) Rodeando la Milla Cuadrada: Una Guía Básica para la Ciudad de Londres (J18 Publications (UK), 1999) p. 8
2) Ver ‘Acción Directa: Seis Años de Trayectoria’ en Hacer o Morir No. 7, p. 3
3) Raoul Vaneigem – La Revolución de la Vida Cotidiana, Trans. Donald Nicholson-Smith (Left Bank Books/Rebel Press, 1994) – publicado por primera vez en 1967, pp. 131-3
4) ver ‘El Día que Derribaron a Twyford’ en Hacer o Morir No. 1, p. 11
5) ver ‘La Política de la Personalidad: La Espectacularización de Fairmile’ en Hacer o Morir No. 7, p. 35
6) Op. Cit. 2, p. 128
7) Op. Cit. 2, p. 107
8 ) Op. Cit. 2, p. 109
9) Op. Cit. 2, p. 108
10) Op. Cit. 2, p. 109
11) Op. Cit. 2, p. 111
12) Op. Cit. 2, p. 143
13) Jacques Camatte – ‘Sobre la Organización’ (1969) en Este Mundo que Debemos Abandonar y Otros Ensayos (New York, Autonomedia, 1995)
14) Op. Cit. 2, p. 110

Traducido del inglés por Ricardo Fuego en Octubre del 2005.

Fuente Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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Sócrates, Trasímaco y el argumento de la banda de ladrones

Publicada el 06/10/2010 - 23/05/2025 por Ecotropía
En el primer libro de la República de Platón -que, en ciertos círculos de la erudición, suele denominarse Trasímaco para distinguirlo del resto de la obra por su posible composición previa- Sócrates defiende la necesidad de la justicia, como elemento de la convivencia organizada en la vida social de los seres humanos, con un argumento que desde entonces constituirá, al menos en la tradición intelectual de la cultura de Occidente, un tema ininterrumpido de debate y controversia. Por Joaquín E. Meabe El examen del asunto, que se conoce bajo el emblemático título de argumento de la banda de ladrones, ha sido objeto de las más diversas interpretaciones. A fines de la antigüedad lo recepciona San Agustín (1) para censurar la inmoralidad del gobernante injusto y, en el apogeo de iluminismo, Jean-Jacques Rousseau (2) retoma una de las extensiones de su conclusión para desestimar racionalmente la pretensión de juridicidad del derecho del más fuerte. Más cerca nuestro Hans Kelsen (3), pone en entredicho su solvencia argumentativa de cara a una posible fundamentación científica del derecho y, desde otro punto vista, Martín Kriele (4) anota los reparos a que da lugar la comparación del bandido con el estado en punto al examen de la legitimidad como presupuesto de la soberanía. Toda esta discusión, tan interesante como extensa, exhibe, sin embargo un curioso desplazamiento donde se sustituye la estructura originaria del argumento en beneficio de sus extensiones interpretativas. Así, por ejemplo, Kelsen no discute directamente a Platón sino que impugna la exposición de San Agustín y, por su parte, Kriele solo examina la derivación conclusiva desarrollada por Rousseau. Es cierto que en todos los desarrollos del asunto campea algo parecido a un efecto de atmósfera platónico, pero el descuido que lleva a omitir la formulación completa del argumento originario no solo desdibuja el contencioso sino que se desentiende, con demasiada rapidez, de algunos aspectos que pueden resultar altamente instructivos para cualquier revisión crítica de los desempeños recíprocos en el interior de estructuras complejas, como la organización gubernamental, con sus respectivos cuadros de burócratas, funcionarios y dependientes encasillados dentro de una engorrosa y complicada trama de poderes e intereses. Nada mejor entonces que empezar por el principio y, como el texto en el que Platón desarrolla el argumento es bastante escueto lo vamos a reproducir aquí de manera completa. El texto de Platón (5) en esta sección de la obra comienza con un requerimiento del Sócrates platónico a Trasímaco, orientado a defender la justicia ciudadana (6) conforme a la cual se practica un reparto racional y equilibrado de adjudicaciones y reconocimientos recíprocos de derechos: -Para complacerme – dice Sócrates (7)- contéstame: ¿Te parece que una polis, un contingente organizado para la guerra, una banda de piratas o ladrones o cualquier etnos que se propusiera algo injusto, consumaría este hacer si, recíprocamente entre ellos, se hicieran injusticia? -Desde ya que no.- contesta Trasímaco. -Y si no actuaran con injusticia ¿no les resultaría mejor?- inquiere Sócrates. -Seguramente – contesta Trasímaco. -La stasis (8) resulta [entonces], Trasímaco, el producto de la injusticia y de los odios y peleas recíprocas, mientras que la justicia equipara y crea concordia ¿no te parece? -Lo admitiré – dice Trasímaco – solo para no polemizar contigo. -Haces bien en obrar así, oh amigo – dice Sócrates – , pero ahora dime, siendo la obra propia de la injusticia el generar odio en cualquier lugar en el que se establece, lo mismo entre libres que entre esclavos, ¿no los hará (9) inaptos para cualquier empresa común, a partir de que se odian y se dividen entre sí? -Seguramente – contesta Trasímaco. -Si se genera entre dos ¿no los hará dividirse y odiarse y tornarse enemigos, tanto entre sí como en relación a los justos? -Así será, creo – responde Trasímaco. -Y si la injusticia, oh admirado amigo, se generare en uno solo ¿perdería aquel poder o lo guardaría intacto? -Creo que lo conservaría intacto – agrega Trasímaco. -Por consiguiente -resume Sócrates- sea que emerja en un agregado de procedencia común (10), en una ciudad (11), en una Familia (12), en un contingente armado para la guerra (13) o en donde sea, aparece (14) con la propiedad de generar, primero, la incapacidad para obrar en común (15), a causa de la discordia social generalizada (16) y las disputas (17), y luego, por la enemistad propia de uno mismo y por la recíproca con el justo. ¿[O] no es así? -Así parece -contesta Trasímaco. -Y si no apareciera más que en uno solo, produciría asimismo todos esos resultados porque esta en su sí mismo el factor que hace generarlo. Primero, lo hará incapaz de obrar. Al hacerlo rebelde y discorde consigo mismo; y después lo tornará enemigo de si mismo tanto como de los justos ¿O no? -Ciertamente -contesta Trasímaco. (18) Como se comprueba después de su lectura, el argumento incluye una variedad de cuestiones, comprensivas de un amplio espectro de tematizaciones que interesan al derecho, a la teoría de la justicia y a los problemas más amplios de convivencia consensuada y de legitimación de los desempeños, tanto en las grandes estructuras de poder (19) como en el interior mismo de los individuos que enfrentan, en su conciencia o en su alma, las tendencias antagónicas del bien y del mal. Los asuntos genéricos (20) han acaparado, indudablemente, la atención en la mayoría de los casos como se puede ver con un ligero repaso de Rousseau, Kelsen y Kriele; y, curiosamente, lo que se ofrecía, en la antigüedad, como una herramienta de crítica política y social frente a la injusticia, ha pasado a revistar, en el interior de los debates y de las modernas controversias especializadas de los filósofos sociales y de los teóricos del derecho, como un asunto técnico-filosófico relacionado con cuestiones epistemológicas y de argumentación internas a esas disciplinas. Todo eso de por sí no debería ser motivo de censura o reproche, puesto que la obra de Platón aparece naturalmente asociada al desarrollo de esas disciplinas; y su estímulo ha sido, en muchas ocasiones, el más genuino soporte de su progreso. Sin embargo, lo desplazado o desatendido en la tradición intelectual moderna, vicaria del argumento de la banda de ladrones, es justamente aquello que hoy -cuando necesitamos, más que nunca, una revisión crítica de los fundamentos de nuestros propios desempeños -, se nos presenta como un asunto crucial que vale la pena repasar de manera atenta y cuidadosa. Se percibe ante todo, en la formulación original del argumento, como lo pone en evidencia la más ligera lectura del texto, que Platón parte de un singular isomorfismo: Polis, Ejército, Banda de Piratas o Ladrones y Diferentes Etnos (21), se consideran por sus semejanzas antes que por sus diferencias, de tal modo que cualquiera de ellas puede transformarse, en razón del predominio de la injusticia sobre la justicia, en su recíproca. O dicho de otro modo, tanto una polis como un contingente armado para la guerra pueden volverse algo similar a una banda de piratas o ladrones. (22) Tamaña transitividad viene dada, de acuerdo al argumento, por la pérdida de aptitud, capacidad o dinamis del grupo para llevar adelante acciones comunes fundadas en la reciprocidad y la justicia. La injusticia genera stasis, que equivale a un desorden social generalizado donde predomina el odio, el egoísmo, la crueldad y el despojo, lo que no implica la desaparición del orden de agregación social que contiene al conjunto (23) sino más bien su degradación o corrupción generalizada. Se pierde así el poder para obrar en común y se marcha a la disolución. La pérdida de poder, sin embargo, debe entenderse con arreglo al sentido griego de la palabra dýnamis, cuya voz, en nuestro castellano actual, se traduciría con la palabra poder, siempre y cuando se le de a esta el alcance de poder material de ejecución de alguna cosa, lo que indica, a su vez, una asociación de potencia y virtud (o areté) para ejecutar dicha potencia. Para que no queden dudas de que esta asociación es pertinente al argumento Platón relaciona la discordia y la incapacidad para realizar actos en común en un grupo con la disensión interna que padece el propio individuo, enfrentado a disposiciones antagónicas que lo paraliza de la misma forma al no poder decidir entre el bien y el mal. De todo lo cual se sigue, en el argumento, que la propia banda de ladrones debe practicar la justicia en su seno, aunque la omita respecto de los demás. De igual modo tanto una polis como un ejército, una familia o un grupo social o racial cualquiera no se diferenciará de una banda de piratas o ladrones cuando orienta su desempeño hacia la injusticia. Y lo más grave es que cuando así ocurre el único poder que se conserva intacto es aquel poder para dividir y provocar odio, para degradar y tornar a unos y otros enemigos entre sí. El resultado de todo esto es aquello que San Agustín define como el máximo despojo (24) que no es sino la pérdida de lo que arraiga y sostiene la agregación social: el deber de reciprocidad en el que se asienta la noción mínima de justicia indispensable para la convivencia; que, cuando falta, transforma a los reinos e imperios en bandas de ladrones. Para el criterio moderno -donde el político se nos presenta como una figura diferenciada y, en general, autosuficiente-, parece este cargo de Platón y de San Agustín algo demasiado grave y severo; y, con seguridad, ningún político o grupo político lo admitiría para sí, aunque, a veces, utilice el epíteto como instrumento retórico destinado a descalificar al adversario. Ahora bien, el hombre común y todo aquel ciudadano o residente que se encuentra al margen de las estructuras de poder puede, no obstante, extraer de todo esto una lección distinta y, desde ya, valiosa para su autoconservación como hombre libre y como ser humano no degradado y envilecido por esa especie de stasis del alma insinuada por Platón. En primer lugar, como lo señala el propio Platón, la injusticia resulta, conforme al argumento de la banda de ladrones, una especie de vara o termómetro, si se quiere, para medir la degradación del gobernante y para enjuiciar la degradación de uno mismo en el seno del estado; y en segundo lugar, sirve para discernir en uno mismo la eventual capacidad o aptitud para la acción común o convivencial. La banda de ladrones resulta así, en orden al desenvolvimiento de la acción política en el seno del estado, algo más que una mera fuerza malévola. Como tal es, asimismo, un reflejo de lo que nos falta y la imagen que proyecta y devuelve esa parte de nuestra propia identidad que anuncia ya la falta de acción común o, si se quiere, la ineptitud tendencial para evitar el máximo despojo del que habla San Agustín, que hace a la pérdida de todo aquello que forma la identidad, el arraigo y la pertenencia. Todo esto, sin duda, es tremendo; pero aun queda un inquietante remanente en el argumento que reclama atención y sobre el cual vale la pena detenerse, un instante más, especialmente por su curioso efecto de contraste. Platón desarrolla ese último efecto en un examen del sujeto particular, equidistante de los agregados sociales amplios, cuyo paralelismo le sirve después para enlazar uno y otro por la ramificación de las extensiones del mal, que converge en cada caso con una específica potencia destructiva: la aptitud para formar al enemigo y para hacer del hombre un ser stásico, un enemigo de todo, incluso de sí mismo. Se trata de una consumación de la discordia que labiliza el vínculo y reemplaza la justicia por el odio. Cuando esta tarea se ha completado ya no queda nada por hacer y solo cabe alimentar el egoísmo y el rencor, que al desplazarse del conjunto o agregado humano al interior del individuo completa el ciclo de descomposición. A diferencia de otros teóricos que imaginan que el egoísmo y el odio cumplen una función activa y hasta benéfica, Platón sostiene la inutilidad absoluta de esos sentimientos y advierte acerca del error de cualquier parcialidad (interés, egoísmo, odio) de cara a la disposición con la que debemos enfrentar a las bandas de ladrones y piratas. Incluso para los que creen, como Carl Schmitt, que el esquema dicotómico amigo-enemigo es básico e ineludible, el argumento de la banda de ladrones se ofrece como la alternativa racional de complementaridad que permite superar la debilidad del que ha sido reducido a la pura condición de enemigo y que por ello ya se ha cercenado la expectativa de la justicia hacia el otro. A partir de allí, la conciencia del justo obrar opera como un factor decisivo que reconcilia al individuo consigo mismo y lo prepara para afrontar la adversidad y desmantelar el odio. Platón no pone ejemplos, pero desde entonces la historia de la humanidad ha sido más que pródiga en ese sentido como lo demuestran Sócrates, San Francisco, Juana de Arco y Ghandi. Demás esta decir, que (para usar una poco feliz metáfora bélica) en todos esos casos, como ha ocurrido entre nosotros con Manuel Belgrano o el padre Carlos Mugica, el hecho de haber perdido casi todas sus batallas no fue un obstáculo para ganar la guerra. El argumento de la banda de ladrones, en consecuencia, y con arreglo a una lectura política, en el viejo sentido filosófico que asocia la acción con la potencia y esta con la virtud, puede llegar a ser un importante instrumento teórico y una singular herramienta intelectual destinada a preservar la autoafirmación individual y todo aquello que conduce a una vida social libre, segura y previsible. Y, en ese plano, la fórmula misma pierde su carácter ofensivo para transformarse en un molde objetivo que define un estado de cosas inapropiado que se debe evitar en beneficio de todos. Las diferentes bandas que asolan nuestros actuales estados, extensos y complicados, quizá no se inmuten ante nuestro argumento; pero el resto, que no se conforma con semejante trama, seguramente no dejará de prestarle atención y eso, ya de por sí, es mas que suficiente de cara a su eventual valor operativo. notas: 1) Civitas Dei , IV, 4. 2) Du Contrat Social, I, 3. 3) Reine Rechtslehre, 19602, § 6. 4) Einführung in die Staatslehre. Die gesschichtlichen Legitimätsgrundlagen des demokratischen Verfassungsstaates, 1975, § 3. 5) Rep. 351c-352a. La presenta traducción es nuestra. Hemos tomado como base el texto establecido por John Burnet (Oxford, OCT, 1905) y lo hemos confrontado con el propuesto por Emile Chambry (París, Les Belles Lettres, 1947-1949). Asimismo hemos tenido en cuenta los trabajos anteriores de José Manuel Pavón y Manuel Fernández Galiano [La República, Madrid, 3 vls., Madrid, 1949], Antonio Camarero [Platón, República, Bs.As., 1963], Antonio Gómez Robledo [Platón, La República, México, 1971] y Conrado Eggers Lann [Platón, Obras, vol. IV. República. Madrid, 1986]. 6) Esta justicia ciudadana se denomina dikaiosyne. Semejante dispositivo de adjudicación o asignación de derechos y castigos es, desde ya, bastante diferente a nuestra moderna función judicial. Hay sin embargo un isomorfismo estructural que permite establecer una comparación en el plano estricto de la justicia material más allá de todas las diferencias en los mecanismos y procedimientos actuales cuyo sesgo formal es su rasgo idiosincrático. Y justamente la posibilidad misma de esa comparación es la que nos permite subrayar el valor crucial del argumento platónico. 7) Al inicio del argumento. 8 ) Preferimos no traducir stasis que significa discordia social generalizada. 9) Se refiere a los que lo engendran en su seno. 10) El termino griego utilizado por Platón es: engenetai. 11) El término griego utilizado por Platón es: polei. 12) El término griego utilizado por Platón es: génei. 13) El término griego utilizado por Platón es: stratopédo. 14) Se refiere implícitamente a la injusticia. 15) La frase griega utilizada por Platón es: auto poien prattein. 16) El término griego utilizado por Platón es: staizein. 17) El término griego utilizado por Platón es: diaphereethai. 18) Aquí concluye el desarrollo formal del argumento. 19) Vg.: el estado, el gobierno, el ejército, etc. 20) Derecho, teoría de la justicia, problemas de legitimidad. 21) Agregados que se estructuran en torno a una regla de linaje como la familia o la tribu. 22) Si hicieran falta ejemplos actuales, bastaría observar la historia reciente de la Argentina moderna desde 1976 en adelante. 23) Polis, ejército, banda, etnos, etc. 24) Magna latrocinium, Civitas Dei , IV, 4. fuente: http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei articulo en PDF
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Esperar lo inesperado *

Publicada el 02/09/2010 - 31/01/2018 por raas

El siglo XVII fue el siglo de las matemáticas, el XVIII el de la física y el XIX el de la biología. Nuestro siglo XX es el siglo del Miedo.

«Se me dirá que el miedo no es una ciencia. Sin embargo, la ciencia tiene una utilidad, aun cuando sus avances teóricos más recientes la hayan llevado a la propia negación y sus perfeccionamientos técnicos amenacen con destruir la Tierra entera. Si el miedo mismo no puede ser considerado como una ciencia, no hay duda de que sea entonces una técnica”, escribía Albert Camus en 1948. Por mi parte añadiría que desde entonces el miedo ha devenido, si no un Arte, un arte contemporáneo de la destrucción mutua asegurada, en todo caso sí una cultura dominante.

En efecto, desde los siglos XVIII y XIX, la historia ha conocido una escalada de los extremos en la cual Clausewitz se hizo el analista de la guerra. Este crescendo, que llegaría al equilibrio del terror entre el Este y el Oeste a lo largo del siglo xx, no se le ha dado su justo valor con relación a la paz, a esta paz de disuasión que hoy sostiene la cultura mediático-masiva en su totalidad.

De hecho, de un arte otrora sustancial caracterizado por la arquitectura, la música, la escultura y la pintura, la época postmoderna progresivamente ha derivado en un arte puramente accidental que la crisis de la arquitectura del mundo contemporáneo prácticamente ha hecho coincidir con la crisis de la música sinfónica. Estas derivaciones han acompañado el surgimiento prodigioso no sólo de la foto-cinematografía y de la radiofonía, sino sobre todo de la televisión (audiovisual), la cual finalmente ha subvertido todas las formas de la representación artística, gracias a esta repentina presentación en la que el tiempo real la sobrepone definitivamente al espacio real de las obras mayores, tanto de la literatura como de las artes plásticas.

Si, según Hegel, “la filosofía es una época puesta en ideas”, hay que decirlo: la idea fija del siglo XX ha sido la de la aceleración de la realidad y no sólo la de la historia, denunciada por Daniel Halévy en 1947.

Velocidad y política ayer, con el futurismo, el fascismo y el turbo-capitalismo del mercado único; de ahora en adelante, velocidad y cultura de masas. Si “el tiempo es oro”, la velocidad-luz de la ubicuidad mediática se ha convertido en el poder de atemorizar a las hordas subyugadas.

Al inicio mismo del siglo XXI la principal cuestión política no es la de la guerra fría y su debacle olvidada, sino la de la emergencia de este pánico frío donde el terrorismo, en todas sus formas, no es sino sólo uno de sus síntomas.

Igual que el terror incontrolable, el pánico es irracional, y su carácter tan a menudo colectivo revela claramente su propensión a devenir, tarde o temprano, un hecho social total.

Por su repetición (a menudo programada), los trastornos pánicos de una población se vinculan a los fenómenos de la expectación, a la ansiedad de una depresión frecuentemente embozada en los hábitos de la vida cotidiana. Lo que denomino “frío pánico” se relaciona con este horizonte de expectación de una angustia colectiva, en el cual uno se afana en esperar lo inesperado en un estado de neurosis que demerita toda vitalidad intersubjetiva y que desemboca fatalmente en un estado de disuasión civil, la joya lamentable de la disuasión militar entre las naciones.

“Obedecer a ojos cerrados es el comienzo del pánico”, constataba ya en 1953 Maurice Merleau-Ponty. “En este mundo donde el desmentido y las pasiones morosas tienen rango de certidumbre, uno lo que menos procura es mirar”.

Ilustraciones de Sergio Bordón

Enunciado por el fenomenólogo de la percepción, este atestado cobraba valor de advertencia en un periodo de la historia que se comprometía no con un minuto, ¡sino con un siglo de falta de atención!

Con la “teleobjetividad”, nuestros ojos no sólo quedan cerrados por la pantalla catódica, sino sobre todo porque ya no intentamos mirar, ver alrededor, ni siquiera frente a nosotros, sino únicamente allende el horizonte de las apariencias objetivas, y es esta fatal falta de atención lo que provoca la espera de lo inesperado; paradójica espera compuesta a la vez de la avaricia y de la ansiedad que el filósofo de lo visible llamaba pánico.

Pero este término compuesto trae consigo otra categoría de la época del discurso inaugural de Merleau-Ponty: la disuasión. Si el siglo XX es el siglo del miedo, lo es igualmente de la disuasión atómica que, en el transcurso de los años 1950-1960, instala esta técnica del “equilibrio del terror” y hace decir a Albert Camus: “El largo diálogo de los hombres se acaba de detener. Un hombre que no puede ser persuadido es un hombre que tiene miedo.”

Al abundar en esta evidencia, el futuro premio Nobel agrega: “Es así que al lado de gente que ha dejado de hablar, se instaló y se instala aún, una inmensa conspiración de silencio, aceptada por aquellos que tiemblan y provocada por esos otros interesados en suscitarla: no se debe hablar de la purga de los artistas en Rusia porque de ello se beneficiaría la reacción. Ya decía yo que el miedo es una técnica.”

Es así que a la mitad de un siglo impío, la técnica del pánico desembocaba en el arte de la disuasión, no sólo estratégica sino también política y cultural, entre el Este y el Oeste de un mundo amenazado de extinción. Ese “mundo donde el desmentido y las pasiones morosas tienen rango de certidumbre”, ese que algunos bien pensantes, junto con Sartre, llamaron “de compromiso”. El mundo del arte contemporáneo que desde el “realismo socialista” a su tiempo iría a derivar en esta “cultura pop” y en el realismo de un mercado del arte que señorea el comienzo del tercer milenio.

A final de cuentas, todo comenzó cuando los pintores abandonaron el estudio del motivo y acudieron a sus talleres como en la época del clasicismo académico.

Después del impresionismo o, más exactamente, después de la primera guerra mundial, el arte moderno fue enmarcado en el pánico que azoraba a la Europa expresionista y que, después del dadaísmo, vio surgir el surrealismo. Podríamos extender esta rápida valoración del desastre a la filosofía europea: el descrédito de la fenomenología, la desaparición de Husserl y el éxito del existencialismo, este período articulador que surgió entre las dos guerras mundiales y encontró su consagración en los años de 1950 antes evocados con el fin del diálogo entre los hombres y sobre todo con el olvido: la pérdida de la empatía no sólo respecto al otro, sino respecto de un entorno humano desertificado por la aniquilación de esas incursiones aéreas que, de Guernica a Hiroshima, pasando por Coventry, Dresden o Nagasaki, desorientaron nuestra visión del mundo; que extraviaron la percepción a posteriori que vinculaba, desde hace dos mil años, el conjunto de la cultura occidental.

Pero, además de esta “aeropolítica” de una exterminación masiva de ciudades que pondrá fin a la geopolítica continental –desprendimiento de retina de una cultura que ya anticipa la desterritorialización económica de la globalización–, se debe señalar también la repentina multiplicación, desde el siglo XIX con el progreso de la astronomía popular cara a Camille Flammarion, de los telescopios que habrían de prefigurar la modificación del punto de vista ocasionado por el surgimiento de la televisión doméstica, ella misma favorecida en el transcurso del siglo XX por el lanzamiento de los satélites de comunicación.

Ver sin ir a ver. Percibir sin verdaderamente estar… Todo ello subvertiría el conjunto de los diversos fenómenos de representación plástica o teatral, y hasta la democracia representativa, ella misma amenazada por los medios de comunicación que modelarían la democracia estandarizada de la opinión pública, esperando confluir con la democracia sincronizada de la emoción pública que arruinará el frágil equilibrio de sociedades, por decirlo así, emancipadas de la presencia real.

En un mundo de desmentido y de disuasión general, a partir de lo cual se busca más ver que ser visto en ese preciso instante, ante la aceleración de una realidad común que no sólo nos rebasa de manera tiránica, sino que sobrepasa literalmente toda evaluación objetiva y, por lo tanto, todo entendimiento, quien dice “Gran Óptica” transhorizontal dice también “Gran Pánico” transpolítico.

En un depósito de cadáveres, Maurizio Cattelan, quien se dice “artista por acaso”, declara: “He manipulado muertos y he percibido su distancia, su sordera impenetrable. Gran parte de lo que he hecho después proviene de esta distancia.”

Después de la cuestión de la ausencia de un plazo en el cual realizar la instantaneidad, volvemos a encontrar la cuestión de la distancia respecto a la ubicuidad, pero en una perspectiva inversa: lo que cuenta a partir de ahora ya no es el punto de fuga en el espacio real de una escena o de un paisaje, sino sólo la fuga ante la muerte y su punto de interrogación en una dimensión de tiempo real en el que la pantalla catódica usa y abusa de lo directo, “la muerte en directo” y su cortejo de desastres en repetición.

Así, tras la abstracción, el monocromatismo de un Yves Klein y el advenimiento de una pintura sin imagen, cuando ya nada nos puede alcanzar, nada nos puede tocar verdaderamente, uno ya no espera el hallazgo del genio, la sorpresa de la originalidad, sino únicamente el accidente, la catástrofe del fin. De allí la influencia secreta, desde el expresionismo (alemán) o el accionismo (vienés), del terrorismo, como si Jerónimo Bosch y Goya convalidasen los excesos del crimen.

Hagamos notar que a finales de 2004 se abría, en la Kunstwerke de Berlín, la severamente criticada muestra De la representación del terror: la exposición raf”, en la que el concepto era, sobre la base de las obras de tres generaciones de artistas: Joseph Beuys, Sigmar Polke, Gerhard Richter, Martin Klippen Berger y Hans Peter Feldman, la denuncia del autoproclamado mito de la Rote Armee Fraktion (Facción del Ejército Rojo), en las que la danza macabra alineaba los nombres, los rostros y los cuerpos de los terroristas con los de sus víctimas… Extraño procedimiento que recuerda singularmente la puesta en repetición de las secuencias televisivas.

De hecho, el “dolorismo” del arte contemporáneo proviene de la profanación ya no del arte sacro de los orígenes, sino más bien del arte profano de la modernidad, ese momento (crítico) en el que la re-presentación cede a la ilusión lírica de una simple y pura presentación. Donde “el arte por el arte” desaparece ante este arte total de la teleobjetividad multimediática, sucesora de los artificios de un séptimo arte (cinematográfico) que pretendía contener las otras seis.

He aquí esta obscenidad de la ubicuidad en la que el academicismo “postmoderno” sobrepasa a todas las vanguardias, con excepción de la correspondiente a un terrorismo de masas, en la cual la serie televisada actualiza el hecho en lugar y a costa de los actos de la tragedia antigua.

Se impone aquí un paralelo entre el ateísmo de la postmodernidad, suerte de deidad laica, que se añade “reemplazando lo que destruye y que comienza por destruir aquello que reemplaza” y el ateísmo de la profanación del arte moderno en beneficio exclusivo de un culto del reemplazo, que posee todas las características del iluminismo –ya no el de la revolución enciclopedista de las Luces, sino el de una revelación multimediática que extermina toda reflexión representativa en favor de un reflejo pánico para un individuo en quien el relativismo (ético y estético) desaparece de repente ante ese virtualismo de sustitución del mundo actual de los hechos y de los sucesos revelados.

Si, hoy en día, el teólogo discute un “ateísmo que pretende suprimir hasta el problema que había hecho surgir a Dios en la conciencia”, el crítico de arte contemporáneo debate sobre un “antropoteísmo” que habría de suprimir, hasta el origen del arte moderno, su libre expresión ya no figurativa como ayer, sino geográfica y pictórica (de donde resulta la prohibición iconoclasta de los cuadros en numerosas galerías de arte).

A finales del siglo pasado, Karol Wojtyla declaraba: “El problema de la iglesia universal es encontrar cómo hacerse visible.” Al inicio del tercer milenio este problema es extensivo a toda representación.

“Estamos doquiera que ustedes miran. Todo el tiempo y en todo el mundo.” Este eslogan publicitario de la agencia Corbis, fundada en 1989 por Bill Gates con el afán de monopolizar la imagen fotográfica, ilustra el gran pánico de las representaciones en la era de la dilatación escópica.

Si, para unos, el objetivo es ver todo pero también poseer todo, para los anónimos de la multitud la pretensión es solamente ser vistos.

Cuando uno se entera de que esta agencia reúne los archivos fotográficos de los museos más prestigiosos, se imagina la importancia reciente de su presentación en tiempo real y el discreto descrédito de las obras reales.

Lo que no había confluido todavía con la reproducción industrial de las imágenes por Walter Benjamín, literalmente explota con la “Gran Óptica” de las cámaras en internet. La televigilancia deviene la vigilancia a distancia del arte mismo.

Ante esta aceleración de la realidad, el nuevo telescopio ya no observa la expansión del universo, el Big Bang y sus nebulosas distantes, sino el estallido terrenal de la esfera de las apariencias sensibles, de los datos a la vista en el instante de la mirada.

He aquí la revelación multimediática que sobrepasa la enciclopédica revolución de las Luces; he aquí este “iluminismo” de las telecomunicaciones que suprime el icono pictórico, pero también la importancia crucial de lo percibido de visu e in situ, para beneficio exclusivo de una cobertura en directo del campo perceptivo.

“En un universo digitalizado, ofrecemos soluciones visuales creativas. El objetivo es para nosotros dar a un mensaje el más fuerte impacto posible”, dice Steve Davis, director de la agencia Corbis.

Uno entiende mejor, entonces, la intención de la creación visual/audiovisual, de la puesta en repetición de las secuencias pánicas del terrorismo o de las catástrofes naturales o industriales, ese replay del que abusan sistemáticamente las cadenas de televisión, ese deporte de contacto que lucha contra la apatía de un telespectador que no espera sino lo inesperado para salir un poco de su letargo, de esa falta de atención que ha reemplazado en él la vigilia y sobre todo el interés práctico por todo lo que sucede en su entorno inmediato. ¿Cómo sorprenderse; cómo, en última instancia, escandalizarse de la agresividad de una violencia convertida en costumbre en todos los niveles de la sociedad, cuando la empatía misma, hermana gemela de la simpatía por el prójimo, ha desaparecido del horizonte al mismo tiempo que la fenomenología de la que era núcleo?

Demasiado impresionista sin duda. ¿Tal vez poco motivante para suscitar la acción? Desde entonces el “espectáculo vivo” reemplazó a la danza y al teatro.

En el origen, el término empatía poseía el sentido primigenio de tocar y remitir al contacto físico con los objetos sensibles. Con Edmund Husserl el término habría de designar el esfuerzo de percibir y asir la realidad que nos rodea en todos sus fenómenos, en todas las formas en las que ésta se manifiesta. De allí la importancia, a principios del siglo XX, de la obra clave de Worringer: Abstraktion und Einfühlung (Abstracción y empatía).

Uno entiende a qué punto hoy la teleobjetividad nos hace perder este contacto inmediato y este tacto que favorecía no sólo la civilidad de las costumbres, sino toda la “civilización”, en beneficio del impacto de un terror creciente; este terror que bien puede tanto enmudecer como enceguecer, y del cual uno de los sobrevivientes del bombardeo de Hamburgo en 1943 debió reconocer con amargura: “Fue entonces que fui iniciado en el conocimiento de que mirar es padecer y de inmediato fui incapaz de mirar y de ser mirado.”

¡He aquí, pues, este pánico a ojos cerrados señalado por Merleau-Ponty al inicio de la era de la Gran Disuasión!

Pero en este inicio del nuevo milenio, donde el desempeño de la comunicación instantánea suplanta la sustancia de la obra, de todas las obras –pictóricas, teatrales, musicales–, donde la analogía desaparece ante las proezas de la digitalización, el Gran Pánico es el de un arte contemporáneo del desastre de las representaciones, de las malformaciones de una percepción telescópica donde la imagen instrumental caza, una tras otra, nuestras últimas imágenes mentales.

Paul Virilio

* Fragmento del libro L’Art à perte de vue,  París, Galilée, 2005.
Traducción de Andrés Ordóñez

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fuente: http://caosmosis.acracia.net/?p=491

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