Saltar al contenido

Ecotropía

Aniquilando un planeta por vez…

  • • Análisis
  • • Control
  • • Ecocidios
  • • Ecosofía
  • • Entrevistas
  • • Espiritualidad
  • • Fílmico
  • • Insalubridad
  • • General
  • • Libros
  • • Musical
  • • Natura
  • • Neoesclavitud
  • • Poética
  • • Psicopatologías
  • • Revueltas
  • • Sátira
  • • Tecnocidio
  • • Multiviolencias

Categoría: • Insalubridad

Ciencia al servicio de la técnica y de los billetes

(libro) Energía y equidad

Publicada el 13/06/2012 - 13/06/2022 por Ecotropía

«Cuando el lector se enfrenta por primera vez al texto de Energía y equidad, debería tener en cuenta que en realidad está leyendo un estudio de caso empleado por el autor para demostrar una tesis ya avanzada en otro de sus escritos. En palabras del propio Illich, «Energía y equidad no es sino un postfacio de La convivencialidad». Parece lógico, por tanto, introducir un breve análisis de lo señalado en este texto antes de continuar.

La idea principal, o tesis, que Illich plantea en La convivencialidad es que las sociedades en vías de desarrollo deben imponer límites al progreso industrial, para evitar que en ellas se produzcan las nefastas transformaciones socioculturales que ya experimentan las sociedades desarrolladas. Illich identifica diferentes efectos perversos provocados por el progreso industrial sobre el hombre y, en todos ellos, el elemento común que los define es la pérdida de libertad del individuo y de su capacidad para expresarse, pensar y obrar como ser individual.

Pero, ¿cómo ha podido producirse tal transformación sin que la sociedad se haya revelado? Precisamente por la ausencia de límites al desarrollo tecnológico. En pos de un mejor modo de vida, o bienestar, la sociedad ha permitido que el desarrollo tecnológico perfeccionase herramientas primero, máquinas después y autómatas por último, que aliviasen el esfuerzo de habitar. Pero debido a esta dependencia del bienestar, el individuo se ha vuelto débil y sumiso ante las instituciones, la tecnología y el progreso, las verdaderas productoras y controladoras del bien deseado.

La paradoja de esta sumisión está en que el estándar de vida ideal sólo es posible para unos pocos individuos, ya que los recursos naturales no son suficientes para proveerle a todo el mundo el nivel de confort soñado. En consecuencia, el individuo se somete cada vez más a sus dominadores con la esperanza de alcanzar un pedazo del bienestar ideal, quedando completamente anulado como ser libre. Ante tal panorama, Illich plantea como única solución para garantizar una sociedad libre y en equilibrio con su entorno el establecimiento voluntario de unos umbrales de crecimiento por parte de la sociedad». Sonia Freire Trigo

Seguir leyendo «(libro) Energía y equidad» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Ecosofía, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • TecnocidioEtiquetado como capitalismo degenerativo, capitalismo destructivo, capitalismo postindustrial, crecimiento económico ilimitado, decrecentista, Decrecimiento, desarrollismo desenfrenado, desarrollo tecnológico, desempleo creador, individuos sometidos, Ivan Illich, La ideología del automóvil, locura cotidiana, máquinas y autómatas, sumisión socialDejar un comentario

El propósito de la educación

Publicada el 23/04/2012 - 12/05/2023 por Ecotropía

Tal vez algunos de ustedes no hayan comprendido por completo todo lo que he estado diciendo acerca de la libertad; pero, como lo he señalado, es muy importante que uno se exponga a ideas nuevas, a algo para lo cual puede no estar acostumbrado. Es bueno ver lo que es bello, pero ustedes tienen que observar también las cosas feas de la vida, tienen que estar despiertos a todo. De la misma manera, tienen que abrirse a cosas que quizás no comprenden por completo, porque cuanto más piensen y reflexionen sobre estos temas que pueden ser algo difíciles para ustedes, tanto mayor será la capacidad que tengan para vivir plenamente.

Por Jiddu Krishnamurti

Seguir leyendo «El propósito de la educación» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Ecosofía, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • Poética, • PsicopatologíasEtiquetado como aplastamiento del ser, clases de depdencias, desescolarización, educación sin escuelas, el amor, el problema de la libertad, el propósito de la educación, estandarización de métodos, formateo psicológico, Jiddu Krishnamurti, la libertad y el amor, plantar un árbol, plenitud de la tierra, tener sensibilidadDejar un comentario

Elogio de la ociosidad

Publicada el 22/04/2012 - 19/12/2012 por raas

Como casi toda mi generación, fui educado en el espíritu del refrán «La ociosidad es la madre de todos los vicios». Niño profundamente virtuoso, creí todo cuanto me dijeron, y adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta el momento actual. Pero, aunque mi conciencia haya controlado mis actos, mis opiniones han experimentado una revolución. Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormes daños y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente distinto de lo que siempre se ha predicado. Todo el mundo conoce la historia del viajero que vio en Nápoles doce mendigos tumbados al sol (era antes de la época de Mussolini) y ofreció una lira al más perezoso de todos.  

Once de ellos se levantaron de un salto para reclamarla, así que se la dio al duodécimo. Aquel viajero hacía lo correcto. Pero en los países que no disfrutan del sol mediterráneo, la ociosidad es más difícil y para promoverla se requeriría una gran propaganda. Espero que, después de leer las páginas que siguen, los dirigentes de la Asociación Cristiana de jóvenes emprendan una campaña para inducir a los jóvenes a no hacer nada. Si es así, no habré vivido en vano. Antes de presentar mis propios argumentos en favor de la pereza, tengo que refutar uno que no puedo aceptar. Cada vez que alguien que ya dispone de lo suficiente para vivir se propone ocuparse en alguna clase de trabajo diario, como la enseñanza o la mecanografía, se le dice, a él o a ella, que tal conducta lleva a quitar el pan de la boca a otras personas, y que, por tanto, es inicua. Si este argumento fuese válido, bastaría con que todos nos mantuviésemos inactivos para tener la boca llena de pan. Lo que olvida la gente que dice tales cosas es que un hombre suele gastar lo que gana, y al gastar genera empleo. Al gastar sus ingresos, un hombre pone tanto pan en las bocas de los demás como les quita al ganar. El verdadero malvado, desde este punto de vista, es el hombre que ahorra. Si se limita a meter sus ahorros en un calcetín, como el proverbial campesino francés, es obvio que no genera empleo. Si invierte sus ahorros, la cuestión es menos obvia, y se plantean diferentes casos.

Una de las cosas que con más frecuencia se hacen con los ahorros es prestarlos a algún gobierno. En vista del hecho de que el grueso del gasto público de la mayor parte de los gobiernos civilizados consiste en el pago de deudas de guerras pasadas o en la preparación de guerras futuras, el hombre que presta su dinero a un gobierno se halla en la misma situación que el malvado de Shakespeare que alquila asesinos. El resultado estricto de los hábitos de ahorro del hombre es el incremento de las fuerzas armadas del estado al que presta sus economías. Resulta evidente que sería mejor que gastara el dinero, aun cuando lo gastara en bebida o en juego.

Pero -se me dirá- el caso es absolutamente distinto cuando los ahorros se invierten en empresas industriales. Cuando tales empresas tienen éxito y producen algo útil, se puede admitir. En nuestros días, sin embargo, nadie negará que la mayoría de las empresas fracasan. Esto significa que una gran cantidad de traba o humano, que hubiera podido dedicarse a producir algo susceptible de ser disfrutado, se consumió en la fabricación de máquinas que, una vez construidas, permanecen paradas y no benefician a nadie. Por ende, el hombre que invierte sus ahorros en un negocio que quiebra, perjudica a los demás tanto como a sí mismo. Si gasta su dinero -digamos- en dar fiestas a sus amigos, éstos se divertirán -cabe esperarlo-, al tiempo en que se beneficien todos aquellos con quienes gastó su dinero, como el carnicero, el panadero y el contrabandista de alcohol. Pero si lo gasta -digamos- en tender rieles para tranvías en un lugar donde los tranvías resultan innecesarios, habrá desviado un considerable volumen de trabajo por caminos en los que no dará placer a nadie. Sin embargo, cuando se empobrezca por el fracaso de su inversión, se le considerará víctima de una desgracia inmerecida, en tanto que al alegre derrochador, que gastó su dinero filantrópicamente, se le despreciará como persona alocada y frívola.

Nada de esto pasa de lo preliminar. Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en las virtudes del trabajo está haciendo mucho daño en el mundo moderno y que el camino hacia la felicidad y la prosperidad pasa por una reducción organizada de aquél.

Ante todo, ¿qué es el trabajo? Hay dos clases de trabajo; la primera: modificar la disposición de la materia en, o cerca de, la superficie de la tierra, en relación con otra materia dada; la segunda: mandar a otros que lo hagan. La primera clase de trabajo es desagradable y está mal pagada; la segunda es agradable y muy bien pagada. La segunda clase es susceptible de extenderse indefinidamente: no solamente están los que dan órdenes, sino también los que dan consejos acerca de qué órdenes deben darse. Por lo general, dos grupos organizados de hombres dan simultáneamente dos clases opuestas de consejos; esto se llama política. Para esta clase de trabajo no se requiere el conocimiento de los temas acerca de los cuales ha de darse consejo, sino el conocimiento del arte de hablar y escribir persuasivamente, es decir, del arte de la propaganda.

En Europa, aunque no en Norteamérica, hay una tercera clase de hombres, más respetada que cualquiera de las clases de trabajadores. Hay hombres que, merced a la propiedad de la tierra, están en condiciones de hacer que otros paguen por el privilegio de que les consienta existir y trabajar. Estos terratenientes son gentes ociosas, y por ello cabría esperar que yo los elogiara. Desgraciadamente, su ociosidad solamente resulta posible gracias a la laboriosidad de otros; en efecto, su deseo de cómoda ociosidad es la fuente histórica de todo el evangelio del trabajo. Lo último que podrían desear es que otros siguieran su ejemplo.

Desde el comienzo de la civilización hasta la revolución industrial, un hombre podía, por lo general, producir, trabajando duramente, poco más de lo imprescindible para su propia subsistencia y la de su familia, aun cuando su mujer trabajara al menos tan duramente como él, y sus hijos agregaran su trabajo tan pronto como tenían la edad necesaria para ello. El pequeño excedente sobre lo estrictamente necesario no se dejaba en manos de los que lo producían, sino que se lo apropiaban los guerreros y los sacerdotes. En tiempos de hambruna no había excedente; los guerreros y los sacerdotes, sin embargo, seguían reservándose tanto como en otros tiempos, con el resultado de que muchos de los trabajadores morían de hambre.

Este sistema perduró en Rusia hasta 1917 [*] y todavía perdura en Oriente; en Inglaterra, a pesar de la revolución industrial, se mantuvo en plenitud durante las guerras napoleónicas y hasta hace cien años, cuando la nueva clase de los industriales ganó poder. En Norteamérica, el sistema terminó con la revolución, excepto en el Sur, donde sobrevivió hasta la guerra civil. Un sistema que duró tanto y que terminó tan recientemente ha dejado, como es natural, una huella profunda en los pensamientos y las opiniones de los hombres. Buena parte de lo que damos por sentado acerca de la conveniencia del trabajo procede de este sistema, y, al ser preindustrial, no está adaptado al mundo moderno. La técnica moderna ha hecho posible que el ocio, dentro de ciertos límites, no sea la prerrogativa de clases privilegiadas poco numerosas, sino un derecho equitativamente repartido en toda la comunidad. La moral del trabajo es la moral de los ‘esclavos, y el mundo moderno no tiene necesidad de esclavitud.

Es evidente que, en las comunidades primitivas, los campesinos, de haber podido decidir, no hubieran entregado el escaso excedente con que subsistían los guerreros y los sacerdotes, sino que hubiesen producido menos o consumido más. Al principio, era la fuerza lo que los obligaba a producir y entregar el excedente. Gradualmente, sin embargo, resultó posible inducir a muchos de ellos a aceptar una ética según la cual era su deber trabajar intensamente, aunque parte de su trabajo fuera a sostener a otros, que permanecían ociosos. Por este medio, la compulsión requerida se fue reduciendo y los gastos de gobierno disminuyeron. En nuestros días, el noventa y nueve por ciento de los asalariados británicos, se sentirían realmente impresionados si se les dijera que el rey no debe tener ingresos mayores que los de un trabajador.

El deber, en términos históricos, ha sido un medio, ideado por los poseedores del poder, para inducir a los demás a vivir para el interés de sus amos mas que para su propio interés. Por supuesto, los poseedores del poder también han hecho lo propio aún ante si mismos, y sé las arreglan para creer que sus intereses son idénticos a los más grandes intereses de la humanidad. A veces esto es cierto; los atenienses propietarios de esclavos, por ejemplo, empleaban parte de su tiempo libre en hacer una contribución permanente a la civilización, que hubiera sido imposible bajo un sistema económico justo. El tiempo libre es esencial para la civilización, y, en épocas pasadas, sólo el trabajo de los más hacía posible el tiempo libre de los menos. Pero el trabajo era valioso, no porque el trabajo en sí fuera bueno, sino porque el ocio es bueno. Y con la técnica moderna sería posible distribuir justamente el ocio, sin menoscabo para la civilización.

La técnica moderna ha hecho posible reducir enormemente la cantidad de trabajo requerida para asegurar lo imprescindible para la vida de todos. Esto se hizo evidente durante la guerra. En aquel tiempo, todos los hombres de las fuerzas armadas, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en la fabricación de municiones, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en espiar, en hacer propaganda bélica o en las oficinas del gobierno relacionadas con la guerra, fueron apartados de las ocupaciones productivas. A pesar de ello, el nivel general de bienestar físico entre los asalariados no especializados de las naciones aliadas fue más alto que antes y que después. La significación de este hecho fue encubierta por las finanzas: los préstamos hacían aparecer las cosas como si el futuro estuviera alimentando al presente. Pero esto, desde luego, hubiese sido imposible; un hombre no puede comerse una rebanada de pan que todavía no existe.

La guerra demostró de modo concluyente que la organización científica de la producción permite mantener las poblaciones modernas en un considerable bienestar con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la organización científica, que se había concebido para liberar hombres que lucharan y fabricaran municiones, se hubiera mantenido al finalizar la guerra, y se hubiesen reducido a cuatro las horas de trabajo, todo hubiera ido bien. En lugar de ello, fue restaurado el antiguo caos: aquellos cuyo trabajo se necesitaba se vieron obligados a trabajar largas horas, y al resto se le dejó morir de hambre por falta de empleo. ¿Por qué? Porque el trabajo es un deber, y un hombre no debe recibir salarios proporcionados a lo que ha producido, sino proporcionados a su virtud, demostrada por su laboriosidad.

Ésta es la moral del estado esclavista, aplicada en circunstancias completamente distintas de aquellas en las que surgió. No es de extrañar que el resultado haya sido desastroso. Tomemos un ejemplo. Supongamos que, en un momento determinado, cierto número de personas trabaja en la manufactura de alfileres. Trabajando -digamos- ocho horas por día, hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un ingenio con el cual el mismo número de personas puede hacer dos veces el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos, que difícilmente pudiera venderse alguno más a un precio inferior. En un mundo sensato, todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar cuatro horas en lugar de ocho, y todo lo demás continuaría como antes.

Pero en el mundo real esto se juzgaría desmoralizador. Los hombres aún trabajan ocho horas; hay demasiados alfileres; algunos patronos quiebran, y la mitad de los hombres anteriormente empleados en la fabricación de alfileres son despedidos y quedan sin trabajo. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otro plan, pero la mitad de los hombres están absolutamente ociosos, mientras la otra mitad sigue trabajando demasiado. De este modo, queda asegurado que el inevitable tiempo libre produzca miseria por todas partes, en lugar de ser una fuente de felicidad universal. ¿Puede imaginarse algo más insensato?

La idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sido escandalosa para los ricos. En Inglaterra, a principios del siglo XIX, la jornada normal de trabajo de un hombre era de quince horas; los niños hacían la misma jornada algunas veces, y, por lo general, trabajarán doce horas al día. Cuando los entrometidos apuntaron que quizá tal cantidad de horas fuese excesiva, les dijeron que el trabajo aleja a los adultos de la bebida y a los niños del mal. Cuando yo era niño, poco después de que los trabajadores urbanos hubieran adquirido el voto, fueron establecidas por ley ciertas fiestas públicas, con gran indignación de las clases altas. Recuerdo haber oído a una anciana duquesa decir: «¿Para qué quieren las fiestas los pobres? Deberían trabajar». Hoy, las gentes son menos francas, pero el sentimiento persiste, y es la fuente de gran parte de nuestra confusión económica.

Consideremos por un momento francamente, sin superstición, la ética del trabajo. Todo ser humano, necesariamente, consume en el curso de su vida cierto volumen del producto del trabajo humano. Aceptando, cosa que podemos hacer, que el trabajo es, en conjunto, desagradable, resulta injusto que un hombre consuma más de lo que produce. Por supuesto, puede prestar algún servicio en lugar de producir artículos de consumo, como en el caso de un médico, por ejemplo; pero algo ha de aportar a cambio de su manutención y alojamiento. En esta medida, el deber de trabajar ha de ser admitido; pero solamente en esta medida.

No insistiré en el hecho de que, en todas las sociedades modernas, aparte de la URSS, mucha gente elude aun esta mínima cantidad de trabajo; por ejemplo, todos aquellos que heredan dinero y todos aquellos que se casan por dinero. No creo que el hecho de que se consienta a éstos permanecer ociosos sea casi tan perjudicial como el hecho de que se espere de los asalariados que trabajen en exceso o que mueran de hambre.

Si el asalariado Ordinario trabajase cuatro horas al día, alcanzaría para todos y no habría paro -dando por supuesta cierta muy moderada cantidad de organización sensata-. Esta idea escandaliza a los ricos porque están convencidos de que el pobre no sabría cómo emplear tanto tiempo libre. En Norteamérica, los hombres suelen trabajar largas horas, aun cuando ya estén bien situados; estos hombres, naturalmente, se indignan ante la idea del tiempo libre de los asalariados, excepto bajo la forma del inflexible castigo del paro; en realidad, les disgusta el ocio aun para sus hijos. Y, lo que es bastante extraño, mientras desean que sus hijos trabajen tanto que no les quede tiempo para civilizarse, no les importa que sus mujeres y sus hijas no tengan ningún trabajo en absoluto. La esnob atracción por la inutilidad, que en una sociedad aristocrática abarca a los dos sexos, queda, en una plutocracia, limitada a las mujeres; ello, sin embargo, no la pone en situación más acorde con el sentido común.

El sabio empleo del tiempo libre -hemos de admitirlo- es un producto de la civilización y de la educación. Un hombre que ha trabajado largas horas durante toda su vida se aburrirá si queda súbitamente ocioso. Pero, sin una cantidad considerable de tiempo libre, un hombre se verá privado de muchas de las mejores cosas. Y ya no hay razón alguna para que el grueso de la gente haya de sufrir tal privación; solamente un necio ascetismo, generalmente vicario, nos lleva a seguir insistiendo en trabajar en cantidades excesivas, ahora que ya no es necesario.

En el nuevo credo dominante en el gobierno de Rusia, así como hay mucho muy diferente de la tradicional enseñanza de Occidente, hay algunas cosas que no han cambiado en absoluto. La actitud de las clases gobernantes, y especialmente de aquellas que dirigen la propaganda educativa respecto del tema de la dignidad del trabajo, es casi exactamente la misma que las clases gobernantes de todo el mundo han predicado siempre a los llamados pobres honrados. Laboriosidad, sobriedad, buena voluntad. para trabajar largas horas a cambio de lejanas ventajas, inclusive sumisión a la autoridad, todo reaparece; por añadidura, la autoridad todavía representa la voluntad del Soberano del Universo. Quien, sin embargo, recibe ahora un nuevo nombre: materialismo dialéctico.

La victoria del proletariado en Rusia tiene algunos puntos en común con la victoria de las feministas en algunos otros países. Durante siglos, los hombres han admitido la superior santidad de las mujeres, y han consolado a las mujeres de su inferioridad afirmando que la santidad es más deseable que el poder. Al final, las feministas decidieron tener las dos cosas, ya que las precursoras de entre ellas creían todo lo que los hombres les habían dicho acerca de lo apetecible de la virtud, pero no lo que les habían dicho acerca de la inutilidad del poder político. Una cosa similar ha ocurrido en Rusia por lo que se refiere al trabajo manual.

Durante siglos, los ricos y sus mercenarios han escrito en elogio del trabajo honrado, han alabado la vida sencilla, han profesado una religión que enseña que es mucho más probable que vayan al cielo los pobres que los ricos y, en general, han tratado de hacer creer a los trabajadores manuales que hay cierta especial nobleza en modificar la situación de la materia en el espacio, tal y como los hombres trataron de hacer creer a las mujeres que obtendrían cierta especial nobleza de su esclavitud sexual. En Rusia, todas estas enseñanzas acerca de la excelencia del trabajo manual han sido tomadas en serio, con el resultado de que el trabajador manual se ve más honrado que nadie. Se hacen lo que, en esencia, son llamamientos a la resurrección de la fe, pero no con los antiguos propósitos: se hacen para asegurar los trabajadores de choque necesarios para tareas especiales. El trabajo manual es el ideal que se propone a los jóvenes, y es la base de toda enseñanza ética.

En la actualidad, posiblemente, todo ello sea para bien. Un país grande, lleno de recursos naturales, espera el desarrollo, y ha de desarrollarse haciendo un uso muy escaso del crédito. En tales circunstancias, el trabajo duro es necesario, y cabe suponer que reportará una gran recompensa. Pero ¿qué sucederá cuando se alcance el punto en que todo el mundo pueda vivir cómodamente sin trabajar largas horas?

En Occidente tenemos varias maneras de tratar este problema. No aspiramos a Injusticia económica; de modo que una gran proporción del producto total va a parar a manos de una pequeña minoría de la población, muchos de cuyos componentes no trabajan en absoluto. Por ausencia de todo control centralizado de la producción, fabricamos multitud de cosas que no hacen falta. Mantenemos ocioso un alto porcentaje de la población trabajadora, ya que podemos pasarnos sin su trabajo haciendo trabajar en exceso a los demás. Cuando todos estos métodos demuestran ser inadecuados, tenemos una guerra: mandamos a un cierto número de personas a fabricar explosivos de alta potencia y a otro número determinado a hacerlos estallar, como si fuéramos niños que acabáramos de descubrir los fuegos artificiales. Con una combinación de todos estos dispositivos nos las arreglamos, aunque con dificultad, para mantener viva la noción de que el hombre medio debe realizar una gran cantidad de duro trabajo manual.

En Rusia, debido a una mayor justicia económica y al control centralizado de la producción, el problema tiene que resolverse de forma distinta. La solución racional sería, tan pronto como se pudiera asegurar las necesidades primarias y las comodidades elementales para todos, reducir las horas de trabajo gradualmente, dejando que una votación popular decidiera, en cada nivel, la preferencia por más ocio o por más bienes. Pero, habiendo enseñado la suprema virtud del trabajo intenso, es dificil ver cómo pueden aspirar las autoridades a un paraíso en el que haya mucho tiempo libre y poco trabajo. Parece más probable que encuentren continuamente nuevos proyectos en nombre de los cuales la ociosidad presente haya de sacrificarse a la productividad futura. Recientemente he leído acerca de un ingenioso plan propuesto por ingenieros rusos para hacer que el mar Blanco y las costas septentrionales de Siberia se calienten, construyendo un dique a lo largo del mar de Kara. Un proyecto admirable, pero capaz de posponer el bienestar proletario por toda una generación, tiempo durante el cual la nobleza del trabajo sería proclamada en los campos helados y entre las tormentas de nieve del océano Ártico. Esto, si sucede, será el resultado de considerar la virtud del trabajo intenso como un fin en sí misma, más que como un medio para alcanzar un estado de cosas en el cual tal trabajo ya no fuera necesario.

El hecho es que mover materia de un lado a otro, aunque en cierta medida es necesario para nuestra existencia, no es, bajo ningún concepto, uno de los fines de la vida humana. Si lo fuera, tendríamos que considerar a cualquier bracero superior a Shakespeare. Hemos sido llevados a conclusiones erradas en esta cuestión por dos causas. Una es la necesidad de tener contentos a los pobres, que ha impulsado a los ricos durante miles de años, a reivindicar la dignidad del trabajo, aunque teniendo buen cuidado de mantenerse indignos a este respecto. La otra es el nuevo placer del mecanismo, que nos hace deleitarnos en los cambios asombrosamente inteligentes que podemos producir en la superficie de la tierra. Ninguno de esos motivos tiene gran atractivo para el que de verdad trabaja. Si le preguntáis cuál es la que considera la mejor parte de su vida, no es probable que os responda: «Me agrada el trabajo físico porque me hace sentir que estoy dando cumplimiento a la más noble de las tareas del hombre y porque me gusta pensar en lo mucho que el hombre puede transformar su planeta. Es cierto que mi cuerpo exige períodos de descanso, que tengo que pasar lo mejor posible, pero nunca soy tan feliz como cuando llega la mañana y puedo volver a la labor de la que procede mi contento». Nunca he oído decir estas cosas a los trabajadores.

Consideran el trabajo como debe ser considerado como un medio necesario para ganarse el sustento, y, sea cual fuere la felicidad que puedan disfrutar, la obtienen en sus horas de ocio.

Podrá decirse que, en tanto que un poco de ocio es agradable, los hombres no sabrían cómo llenar sus días si solamente trabajaran cuatro horas de las veinticuatro. En la medida en que ello es cierto en el mundo moderno, es una condena de nuestra civilización; no hubiese sido cierto en ningún período anterior. Antes había una capacidad para la alegría y los juegos que, hasta cierto punto, ha sido inhibida por el culto a la eficiencia. El hombre moderno piensa que todo debería hacerse por alguna razón determinada, y nunca por sí mismo. Las personas serias, por ejemplo, critican continuamente el hábito de ir al cine, y nos dicen que induce a los jóvenes al delito. Pero todo el trabajo necesario para construir un cine es respetable, porque es trabajo y porque produce beneficios económicos. La noción de que las actividacles deseables son aquellas que producen beneficio económico lo ha puesto todo patas arriba. El carnicero que os provee de carne y el panadero que os provee de pan son merecedores de elogio, ganando dinero; pero cuando vosotros digeris el alimento que ellos os han suministrado, no sois más que unos frívolos, a menos que comáis tan sólo para obtener energías para vuestro trabajo. En un sentido amplio, se sostiene que, ganar dinero es bueno mientras que gastarlo es malo. Teniendo en cuenta que son dos aspectos de la misma transacción, esto es absurdo; del mismo modo que podríamos sostener que las llaves son buenas, pero que los ojos de las cerraduras son malos. Cualquiera que sea el mérito que pueda haber en la producción de bienes, debe derivarse enteramente de la ventaja que se obtenga consumiéndolos. El individuo, en nuestra sociedad, trabaja por un beneficio, pero el propósito social de su trabajo radica en el consumo de lo que él produce.

Este divorcio entre los propósitos individuales y los sociales respecto de la producción es lo que hace que a los hombres les resulte tan difícil pensar con claridad en un mundo en el que la obtención de beneficios es el incentivo de la industria. Pensamos demasiado en la producción y demasiado poco en el consumo. Como consecuencia de ello, concedemos demasiado poca importancia al goce y a la felicidad sencilla, y no juzgamos la producción por el placer que da al consumidor.

Cuando propongo que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro, no intento decir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en puras frivolidades. Quiero decir que cuatro horas de trabajo al día deberían dar derecho a un hombre a los artículos de primera necesidad y a las comodidades elementales en la vida, y que el resto de su tiempo debería ser de él para emplearlo como creyera conveniente. Es una parte esencial de cualquier sistema social de tal especie el que la educación va a más allá del punto que generalmente alcanza en la actualidad y se proponga, en parte, despertar aficiones que capaciten al hombre para usar con inteligencia su tiempo libre. No pienso especialmente en la clase de cosas que pudieran considerarse pedantes. Las danzas campesinas han muerto, excepto en remotas regiones rurales, pero los impulsos que dieron lugar a que se las cultivara deben de existir todavía en la naturaleza humana. Los placeres de las poblaciones urbanas han llevado a la mayoría a ser pasivos: ver películas, observar partidos de fútbol, escuchar la radio, y así sucesivamente. Esto resulta del hecho de que sus energías activas se consuman solamente en el trabajo; si tuvieran más tiempo libre, volverían a divertirse con juegos en los que hubieran de tomar parte activa.

En el pasado, había una reducida clase ociosa y una más numerosa clase trabajadora. La clase ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en la justicia social; esto la hacía necesariamente opresiva, limitaba sus simpatías y la obligaba a inventar teorías que justificasen sus privilegios. Estos hechos disminuían grandemente su mérito, pero, a pesar de estos inconvenientes, contribuyó a casi todo lo que llamamos civilización. Cultivó las artes, descubrió las ciencias, escribió los libros, inventó las máquinas y refinó las relaciones sociales. Aun la liberación de los oprimidos ha sido, generalmente, iniciada desde arriba. Sin la clase ociosa, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie.

El sistema de una clase ociosa hereditaria sin obligaciones era, sin embargo, extraordinariamente ruinoso. No se había enseñado a ninguno de los miembros de esta clase a ser laborioso, y la clase, en conjunto, no era excepcionalmente inteligente. Esta clase podía producir un Darwin, pero contra él habrían de señalarse decenas de millares de hidalgos rurales que jamás pensaron en nada más inteligente que la caza del zorro y el castigo de los cazadores furtivos. Actualmente, se supone que las universidades proporcionan, de un modo más sistemático, lo que la clase ociosa proporcionaba accidentalmente y como un subproducto. Esto representa un gran adelanto, pero tiene ciertos inconvenientes. La vida de universidad es, en definitiva, tan diferente de la vida en el mundo, que las personas que viven en un ambiente académico tienden a desconocer las preocupaciones y los problemas de los hombres y las mujeres corrientes; por añadidura, sus medios de expresión suelen ser tales, que privan a sus opiniones de la influencia que debieran tener sobre el público en general. Otra desventaja es que en las universidades los estudios están organizados, y es probable que el hombre que se le ocurre alguna línea de investigación original se sienta desanimado. Las instituciones académicas, por tanto, si bien son útiles, no son guardianes adecuados de los intereses de la civilización en un mundo donde todos los que quedan fuera de sus muros están demasiado ocupados para atender a propósitos no utilitarios.

En un mundo donde nadie sea obligado a trabajar más de cuatro horas al día, toda persona con curiosidad científica podrá satisfacerla, y todo pintor’ podrá pintar sin morirse de hambre, no importa lo maravillosos que puedan ser sus cuadros. Los escritores jóvenes no se verán forzados a llamar la atención por medio de sensacionales chapucerías, hechas con miras a obtener la independencia económica que se necesita para las obras monumentales, y para las cuales, cuando por fin llega la oportunidad, habrán perdido el gusto y la capacidad. Los hombres que en su trabajo profesional se interesen por algún aspecto de la economía o de la administración, será capaz de desarrollar sus ideas sin el distanciamiento académico, que suele hacer aparecer carentes de realismo las obras de los economistas universitarios. Los médicos tendrán tiempo de aprender acerca de los progresos de la medicina; los maestros no lucharán desesperadamente para enseñar por métodos rutinarios cosas que aprendieron en su juventud, y cuya falsedad puede haber sido demostrada en el intervalo.

Sobre todo, habrá felicidad y alegría de vivir, en lugar de nervios gastados, cansancio y dispepsia. El trabajo exigido bastará para hacer del ocio algo delicioso, pero no para producir agotamiento. Puesto que los hombres no estarán cansados en su tiempo libre, no querrán solamente distracciones pasivas e insípidas. Es probable que al menos un uno por ciento dedique el tiempo que no le consuma su trabajo profesional a tareas de algún interés público, y, puesto que no dependerá de tales tareas para ganarse la vida, su originalidad no se verá estorbada y no habrá necesidad de conformarse a las normas establecidas por los viejos eruditos.

Pero no solamente en estos casos excepcionales se manifestarán las ventajas del ocio. Los hombres y las mujeres corrientes, al tener la oportunidad de una vida feliz, llegarán a ser más bondadosos y menos inoportunos, y menos inclinados a mirar a los demás con suspicacia. La afición a la guerra desaparecerá, en parte por la razón que antecede y en parte porque supone un largo y duro trabajo para todos. El buen carácter es, de todas las cualidades morales, la que más necesita el mundo, y el buen carácter es la consecuencia de la tranquilidad y la seguridad, no de una vida de ardua lucha. Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, el exceso de trabajo para unos y la inanición para otros. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubiese máquinas; en esto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo necios para siempre.

Bertrand Russell
1932

[*] Desde entonces, los miembros del partido comunista han heredado este privilegio de los guerreros y sacerdotes.

fuente www.ucm.es/info/bas/utopia/html/russell.htm

texto en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

¿Qué protege el Estado cuando penaliza el aborto? *

Publicada el 14/04/2012 - 19/12/2012 por raas

La interrupción de un embarazo siempre es una situación difícil de atravesar independientemente de las causas que hayan conducido a ella. La condición trágica y absolutamente privada recrean una atmósfera dentro de la que se deberá decidir. Esa condición, a la vez trágica y privada, hace urgente y necesaria una argumentación en favor de la despenalización del aborto. Porque así como la despenalización no obliga a abortar a nadie la penalización obliga a tener un hijo sin desearlo.

Es necesario destacar que la denominación “interrupción del embarazo” remite necesariamente a un punto, el de “interrupción”. La mayoría de las discusiones acerca de la penalización del aborto pretenden reducir la totalidad de un fenómeno complejo y extendido en el tiempo a ese único punto. De este modo desconocen un largo periplo signado por sentimientos que van desde la sorpresa hasta la desesperación, pasando por la angustia, el remordimiento y ¿por qué no? la ira. El punto de la decisión no es más que un resultado. Decidir abortar porque te violaron, porque tu vida está en peligro, porque el feto es inviable o porque te cuidaste y fallaste, en definitiva, porque no deseás un hijo, no implica que el aborto sea algo previsto de antemano, ni siquiera como un “posible” método anticonceptivo. Si no fuiste consultada y no deseás quedar embarazada y, a pesar de todo lo estás, menos desearás concluir la gestación. Pero claro acá estamos en un ámbito absolutamente privado. La muestra de la defensa que las mujeres de todas las clases sociales hacen de esa privacidad, aún poniendo en riesgo la vida, es que el aborto se practica. Ignorando la prohibición legal y las prédicas religiosas se estima que se provocan más de 400.000 abortos anuales en la Argentina.

La penalización del aborto impone un grado de responsabilidad extremo a la mujer en la fórmula que diría que “toda mujer embarazada está obligada a concluir su gestación”. El punto de interrupción será el depositario de toda la carga moral que conlleva la punición. Pero semejante responsabilidad no se condice con la libertad de esa mujer de continuar con su embarazo. Claro que la prohibición, no es simplemente un impedimento para el ejercicio de un derecho. Es fundamentalmente un mecanismo disciplinario que produce efectos directos sobre la representación que las mujeres nos hacemos de nuestra libertad y de la práctica de nuestra autonomía en todos los órdenes de la vida. En el caso del aborto esa libertad impregnada de terror y culpa sólo promete el tránsito por un infierno que dejará marcas indelebles. Si a esto le sumamos la urgencia que impone el reloj biológico de la gestación, la complejidad y extensión de un proceso irreductible a un punto, queda develada.

Evaluar todo el proceso nos permite, a la vez, denunciar la falacia que intenta demostrar racionalmente que hay un punto “natural” de inicio de la vida. Para la biología es casi imposible cargar toda la argumentación moral en un momento localizado definido como “origen” en el cual se pueda determinar un traspaso sea de un “homínido” a un “hombre”, sea de una mezcla de fluidos a una persona. Del mismo modo la aséptica discusión acerca de un “comienzo” puntual de la vida, de la persona, del individuo o del ciudadano cae en un reduccionismo perverso que le roba el carácter fundamentalmente político a la discusión: el de la definición política acerca de la vida que merece vivirse y la que carece de valor y es sacrificable. En general los argumentos a favor de la penalización y muchos que defienden la despenalización y que considero fallidos e incorrectos, centran sus discusiones en algún punto considerado “natural” del proceso. Desarman la totalidad en una sucesión de puntos “naturales” y desconectados para exhibir mojones sobre los que se pueda aplicar la ley. Así se mencionan los puntos de la relación sexual, de la fecundación, del comienzo de la vida, del origen de la persona, del inicio de la actividad cerebral o de la interrupción del embarazo entre otros. Esta especie de analítica de un proceso, nunca tomado en su totalidad, origina gran parte de las tramposas argumentaciones esgrimidas para defender la penalización. Desconoce la arbitrariedad histórico-política con la que se define, se da forma y sentido a la vida y a la muerte.

En la Francia de la ocupación nazi, de Pétain y de Vichy, el aborto fue criminalizado y castigado con la pena de muerte para las aborteras. Fue el caso de Marie-Louise Giraud la última mujer guillotinada antes de la abolición de la pena capital en 1981. El episodio fue ejemplificatorio porque se anunció masivamente en los diarios el guillotinamiento en la prisión de Roquette. La legalización del aborto en Francia llegaría recién en 1974. La Francia de Pétain había reemplazado «libertad, igualdad, fraternidad” por «trabajo, patria, familia» en su cruzada en defensa de la moral. Marie-Louise fue acusada de faiseuse d’anges (fabricante de ángeles) el antiguo nombre con el que la diplomática lengua francesa llamaba a las aborteras. Esta madre de familia de cuarenta años y lavandera se ganaba también algunos pocos pesos “ayudando” a sus vecinas de Cherbourg a abortar. Ella entiende que “ayuda” entre los desastres de la guerra y de la ocupación y eso le basta para evitar cualquier cuestionamiento moral.

La condenan por veintiséis trabajos criminales, verdaderos crímenes contra la familia francesa, contra la vida y contra la fuerza del Estado al decir de Pétain. Europa ya consideraba que el aborto lesiona el derecho de la sociedad ante el proceso de formación de la vida, su sanidad moral, y el desarrollo lozano del pueblo. Por eso penalizaba a la abortera y no a las mujeres. El director de cine Claude Chabrol en 1988 recreó este episodio en su película Une affaire de femmes (Un asunto de mujeres). Allí Marie-Louise pregunta a una amiga «¿Creés que los bebés tienen un alma en el vientre de sus madres?» a lo que obtiene como respuesta: «Haría falta que sus madres tuvieran una». El diálogo nos arroja al centro neurálgico de la discusión. ¿Qué es lo que tiene un embrión o un feto para que el Estado penalice su destrucción? ¿Qué es lo que no tiene la mujer que interrumpe su embarazo? ¿Qué representa por un lado el feto y por el otro la mujer para el Estado? ¿Por qué el Estado debe eliminar a Marie-Louise y, en todo caso, qué elimina con ella?

El ejemplo es extremo pero sirve para pensar nuestra actual prohibición del aborto. Ésta responde a la interpretación iluminista del embarazo que, a partir del siglo XVIII, comienza a modificar su percepción. De ser un dato privado reconocido sólo por la mujer en cuanto a sus síntomas físicos, la decisión privada y hasta secreta de continuarlo o no, la ciencia y la tecnología originan un “feto público”. La visibilidad del embarazo desde “afuera” es científica y el feto o el embrión, cobran existencia por dicha exterioridad. El embarazo ya no se define por su relación con la mujer. La futura madre se vuelve pública ante sí misma, y su problema privado pasa a ser un problema social, sobre el que se puede públicamente hablar, legislar y penalizar. La autoridad en la materia pasa a ser la ciencia que determina que hay sujetos distintos con intereses políticos en pugna. Este cambio en la percepción del embarazo produce a su vez un cambio en la percepción del aborto (1) que ahora significará dirimir un conflicto de intereses políticos entre partes.

El feto, futuro ciudadano, adquiere la entidad de algo valioso a ser tutelado y comienza a contraponerse en tanto vida valiosa con el valor de la vida de la madre. Una especie de antropocentrismo forzado define políticamente como humano al feto sólo en función de su potencial ciudadanía. El Estado instaura con el feto, a través de los saberes que provee la tecnociencia, una relación directa de propiedad que supera y prescinde de la mediación materna. Así puede instalar la idea de autonomía en el interior del cuerpo femenino y alienar con ella la vida de la mujer. Ésta se convierte en algo puramente funcional a la producción de un nuevo individuo, esto es, en una especie de propiedad del Estado. Por lo tanto lo que resulta perjudicado con un aborto es el llamado derecho de la sociedad ante el proceso de formación de vida ciudadana. El aborto ofende a la “sanidad moral”, al “lozano desarrollo del pueblo”. Se lo condena por motivos estrictamente políticos y no religiosos.

La mujer embarazada es una totalidad, un ser político que puede, en un proceso no definible en puntos discontinuos, dar a luz una vida. El Estado con su prohibición parte esa totalidad, separa a la mujer en tanto aquello que debe ser valorado y aquello que debe ser sacrificado. Así antepone el valor de la vida “zoológica”, desnuda, “animalizada” de la mujer (zoé) que se manifiesta en el feto y que se considera insacrificable, frente al disvalor de la vida política (bíos) en la que se incluye su decisión que se vuelve despreciable y sacrificable. El Estado sólo espera que la mujer responda a la necesaria y zoológica procreación de ciudadanos y a esa función la apresa y la condena. En la procreación de ciudadanía reposa toda la consistencia del poder. De allí la decisión de proteger el embarazo a término y de fijar un punto arbitrario dentro de la complejidad del proceso biológico que, sin embargo, fue variando históricamente al ritmo de la tecnología. Aún en los países en los que el aborto está despenalizado el límite de gestación permitido fue variando.

En Francia, con la despenalización en 1974, el permiso llegaba a diez semanas pero una reforma posterior lo amplió a las doce que rigen actualmente. Las fronteras entre la vida y la muerte son, ahora, móviles. Así como la muerte no tiene límites precisos con la vida –por ejemplo la muerte biológica o la cerebral- el nacimiento es indeterminado respecto de la muerte. El ejemplo más controvertido es el de la anencefalia que produce fetos sin cráneo ni encéfalo, diagnosticada por imágenes ecográficas semejantes a un “sapo” o “lechuza” y que no tiene cura ni tratamiento. La medicina denomina mujer “ataúd” a quienes padecen estos embarazos inviables de los que sólo la mitad concluyen y de los nacidos se debe esperar a lo sumo una agonía de algunas horas. El feto anencefálico es equiparable al muerto encefálico del que se pueden extraer órganos para trasplantes.

Así como las definiciones políticas acerca del origen de la vida variaron y varían a lo largo de la historia, también cambiaron los que toman las decisiones, los “decisores”. Hoy la ciencia actúa políticamente para dar significado o forma a la vida de los hombres. El poder soberano entra en una simbiosis íntima e intercambia papeles con el médico o con el científico tal como lo hacía antes con el sacerdote o incluso con el jurista. Y son ellos, el médico y el científico, quienes se mueven en una tierra de nadie que antes era sólo del soberano. Por eso las declaraciones modernas de derechos se presentan como aparentes intromisiones de los principios biológico-científicos en el orden político. El reclamo por los derechos se ve obligado a entrar en una discusión de orden biológica o científica así como antes se veía obligado a hacerlo en términos religiosos. Durante el nazismo, momento en que el intercambio entre el soberano y el médico es extremo, los médicos afirmaban que “la política es dar forma a la vida de los hombres y por ende a la vida de la nación”.

Las primeras legislaciones orgánicas para punir el aborto son del siglo XIX y están orientadas a tutelar futuros ciudadanos. A la vez comienzan, en esta época, los estudios demográficos que dieron lugar a la preocupación estatal por el futuro ciudadano y la interpretación política de la maternidad como rasgo esencial de la mujer. Los períodos y lugares en los que se produce el decrecimiento de la natalidad endurecen las penas y estimulan las familias numerosas. Esto sucede en casi toda Europa con la Primera Guerra Mundial.

La «estatización» del embrión y del feto, posibilitada por el desarrollo científico-tecnológico, es el modo más perverso de quitarle a la mujer la posibilidad de tener una vida autónoma y auténticamente política. El feto no es más que la manifestación de la vida zoológica o desnuda de la madre. Considerar persona a un embrión de un embarazo no deseado es tomar la decisión política de animalizar a la mujer que quedará ahora encadenada al Estado a través de esta abstracción zoológica sobre su cuerpo. Y resulta hipócrita o paradójica esta punición mientras los Estados no se declaran con el mismo énfasis, por ejemplo, contra las guerras, el hambre o las enfermedades evitables. El aborto atenta políticamente contra uno de los elementos que otorga mayor legitimidad al Estado. Por eso la lucha por su despenalización puede transformarse en una práctica capaz de ampliar la autonomía política de hombres y mujeres.

Gabriela D’Odorico

* Este trabajo sintetiza la exposición de la autora en la Mesa redonda “Aborto, falacias y penalización. Perspectivas para un debate racional sobre el derecho a la interrupción del embarazo” organizada por el Proyecto Nautilus en el Centro Cultural “Ricardo Rojas” el 22 de septiembre de 2006.

nota:
(1) Los niños nacidos de las primeras cesáreas, ejecutadas sólo para salvar a la madre, eran considerados no-nacidos y por ende destruidos por no haber sido alumbrados por su vía natural

fuente: Revista Esperando a Godot nº12 www.revistagodot.com.ar/num12/12_dodorico.html

texto en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

La guerra contra bacterias y virus: Una lucha autodestructiva

Publicada el 22/03/2012 - 01/09/2025 por Ecotropía

La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro Planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción.

Por Máximo Sandín*
2009

Seguir leyendo «La guerra contra bacterias y virus: Una lucha autodestructiva» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Ecosofía, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • TecnocidioEtiquetado como capitalismo postindustrial, Charles Darwin, civilización alienada, civilización capitalista, colapso civilizatorio, guerra permanente contra los entes biológicos, humanidad al borde del precipicio, la salud como mercancía, lucha contra la vida, Máximo Sandín, organismo humano, pensamiento occidental contemporáneo, problemas de salud, somos virus y bacterias, virus y bacteriasDejar un comentario

(libro) La quiebra del capitalismo global: 2000-2030

Publicada el 19/03/2012 - 24/05/2020 por raas

Crisis multidimensional, caos sistémico, ruina ecológica y guerras por los recursos. Preparándose para el inicio del colapso de la Civilización Industrial. El “mundo de 2007” se ha acabado, ya no existe como tal, ni volverá jamás. Es un “mundo” que se está deshaciendo poco a poco ante nuestros ojos, pero sin darnos cuenta. Estamos en un punto de inflexión histórica. Una bifurcación de enorme trascendencia de la que todavía no somos conscientes. O tan sólo mínimamente.

Por Ramón Fernandez Durán

Seguir leyendo «(libro) La quiebra del capitalismo global: 2000-2030» →

Publicado en • Ecocidios, • Insalubridad, • Libros, • Neoesclavitud, • TecnocidioEtiquetado como agotamiento de recursos, agotamientos de recursos, Antropoceno, capitalismo destructivo, Capitalismo Global, capitalismo rapaz, capitalismo salvaje, capitalismo terminal, catástrofe ecológica, Civilización Industrial, destrucción de bienes comunes, fin de la energía fósil, postindustrialismo, quiebre del capitalismo, Ramón Fernández DuránDejar un comentario

Indignaciones

Publicada el 25/02/2012 por raas

Choca un tren contra la punta del andén. Centenares de heridos, medio centenar de muertos. Todavía no sabemos más. Es esperable que aumente la cifra de muertos, aunque todos deseamos que no. Las empresas periodísticas acuden todas a juntarla con pala cubriendo el desastre con información compulsiva. Se traen las tragedias anteriores para coleccionar y contabilizar, para aumentar la dimensión de la tragedia y para establecer récords. Un récord vale más que mil palabras.

Cada quien toma posición frente a la escena desgarradora de las víctimas, de las personas intentando tener noticias acerca de parientes o amigos. Se descubren secretos a voces como el mal estado de los sistemas de transporte, las implicancias de la política en la gestión de los negocios, las implicancias de los negocios en la gestión política. Azorados, miramos y padecemos. Nos indignamos.

Pronto la tragedia pasa. La noticia pasa. Pasa la novedad y todo vuelve al ruedo. Personas volviendo del trabajo, trenes hacinados; personas yendo a trabajar, trenes hacinados. Un sistema de transportes saturado en una ciudad saturada que concentra el tercio de la población de un país con aproximadamente 15 personas por kilómetro cuadrado. 15 personas por kilómetro cuadrado y 700 heridos y 50 muertos en un tren urbano. Pero la tragedia pasa. Nos indignamos.

Pronto todo vuelve al ruedo.

¿Qué es lo que estamos haciendo? ¿Qué es lo que hacemos cuando la tormenta pasa? Demandas al Estado, aserciones morales acerca de la falta de escrúpulos de los empresarios, de la desidia de los controladores, de la corrupción de los funcionarios. Los indignados protestan. Pero la tormenta pasa. Entonces los indignados se dignan. Se dignan a seguir sus vidas ordenadas en la continuidad de una humanidad autodestructiva, retoman la ruta de la cuenta bancaria y del televisor de mil pulgadas, de teléfonos biónicos y de alquileres imposibles. Reactivación del mercado interno a base de consumo, importación, exportación y producción. Crecimientos porcentuales, márgenes de ganancia, confianza para inversores. Autos como naves espaciales que aceleran cada vez más, con mayor estabilidad a mayores velocidades, asfaltos mejorados, autopistas y rutas. Lomas de burro, barreras y multas. Concesiones, subsidios, tarifas.

Crisis financiera, caída de los mercados, inestabilidad social. Nos indignamos. ¿Y qué es lo que hacemos? “Ha vuelto la política”, nos dicen. Votamos y volvemos. Dignos como nunca, recuperamos la nación después del cataclismo. Confianza, esperanza, dignidad. Malvinas argentinas, mineras canadienses, sindicatos peronistas y paritarias anuales. ¿Qué es lo que hacemos? Recuperar la fe. Como si no hubiera otro camino que rezarle a fantasías, retomamos el camino de que alguien haga bien las cosas, alguien otro, algún otro que nos represente y nos proteja, que administre bien, que ya no robe, que por fin se entere de las cosas que hay que hacer por la gente. Y que las haga.

“La gente”, dicen. “la gente necesita protección”. Toda la estructura social está montada sobre la espalda de trabajadores que no logramos organizarnos como para tomar la iniciativa. ¿Buscamos culpables? Ahí estamos: culpables de no hacernos cargo de la administración y de la responsabilidad sobre nuestra vida colectiva. Indignados por arranque, soltamos rapidito para que los responsables sean los demás. Sin organización desde abajo no habrá sino culpables desde arriba y muertos en la calle.

Aceptamos que la vida social sea una miserable agregación de negocios, legitimamos la comercialización de la vida en nombre de la competencia y de la propiedad. Y, de vez en cuando, nos indignamos.

La indignación es una purga: es una forma de enajenación de las culpas en busca de víctimas propiciatorias. Como en un ritual, todo el mundo acusa a los demás, busca responsables para no hacerse cargo de responder. ¿Nos acordamos de las privatizaciones? Ahora parece que el demonio neoliberal tiene rostro, cuando ese monstruo somos nosotros hace veinte años. El tiempo pasa, y, en vez de cambiar la ruta, echamos culpas a diestra y siniestra.

Somos los responsables de no comprometernos en nuestra propia realidad, responsables de no sostener las organizaciones barriales y obreras que puedan confrontar contra el modelo de negocios que establece que el seguro es más rentable que los frenos. ¿Dónde están los pasajeros del sarmiento cuando no chocan los trenes? ¿Dónde están los habitantes de la región andina cuando no reprimen los mulos y la policía? ¿Dónde están los trabajadores cuando no asesinan a nadie?

Vivimos pateando para adelante, e indignándonos cada tanto. Vivimos delegando decisiones y responsabilidades cotidianas en figuras útiles para recriminar después. “Negligentes militantes”, decía Enrique Piñeyro. No nos sirve de nada echarle culpas al Estado y a los empresarios. Eso es fácil y es obvio. El punto es que no somos capaces de accionar antes de que ocurra la tragedia. Subimos a los trenes como ganado, subimos a los colectivos colgándonos de las puertas, aplastados unos contra otros. Repartimos codazos para treparnos a un vagón y llegar a casa menos tarde. Arremetemos contra el que discute. Preferimos volver temprano antes de sostener una asamblea.

Los trabajadores tenemos la capacidad y la responsabilidad de intervenir en la gestión social de recursos y servicios de una manera definitoria y efectiva. No nos organizamos para mejorar nuestro salario y dejar que los demás decidan el resto. Matarnos en los trenes y vivir hacinados, empobrecidos y expoliados, es parte de lo mismo. Vivir alienados por la tarea y la explotación y padecer las decisiones de los otros, es parte de lo mismo. La ciudad (las ciudades) tienen una estructura y un funcionamiento sostenido sobre la división social del trabajo. Es un diagrama gestionado por quienes no viajan en tren, por quienes no comen chipá en las estaciones, por quienes no cruzan las vías saltándose el tercer riel. Hay un espacio de circulación para los pobres y otro para los que deciden. Y nosotros, desde abajo, preferimos victimizarnos antes que asumir la responsabilidad de confrontar su poder con nuestra organización. Preferimos putear al presidente, putear al patrón, putear al rico, antes que hacernos cargo de meterles el boleo en el orto que merecen, antes que hacernos cargo de asumir la responsabilidad de cambiar nuestra situación.

Nos indignamos. Miramos Crónica TV y nos indignamos. “Los que viajan en el tren son laburantes”, dicen por la tele, como si fuera normal que haya laburantes (es decir, que haya no-laburantes). Nos indignamos hoy. ¿Qué pasará mañana? El trabajo dignifica, decía Perón. Sí que dignifica. Nos vuelve dignos de la continuidad, dignos de una vida de mierda de la que no nos hacemos cargo. Ahora, desgarrándose las vestiduras, todos los monjes salen a la plaza a llorar verdades y lamentar los muertos. Y nosotros obedecemos eso también. Lloramos con los monjes, con los sabios, con los comunicadores y con los políticos. Lloramos un luto de dos días como religiosamente, dignos por obedecer, validados en tanto ciudadanos donde la libertad consiste en acomodarse de alguna manera a las decisiones de los otros. Nos acomodamos, sí. Surfeamos la milonga, hasta que nos damos el palo.

Mientras sigamos prefiriendo la obediencia con culpables a la organización colectiva, seguiremos viviendo para el orto y muriendo cada tanto.

Hernún
23 de febrero de 2012

fuente http://entornoalaanarquia.com.ar/2012/02/23/indignaciones

texto en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

Cómo la civilización llegó a ser demoníaca o cómo lo demoníaco llegó a ser civilizado

Publicada el 05/02/2012 - 03/02/2022 por raas

“El hombre es llamado un animal racional, pero está dando su raciocinio para fomentar sus propensiones animales en vez de buscar liberarse de esa situación desgraciada”. A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada

¿Libertad & alcohol? (¿pueden estar en la misma frase estas dos palabras?)

Por Crimethinc

Seguir leyendo «Cómo la civilización llegó a ser demoníaca o cómo lo demoníaco llegó a ser civilizado» →

Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Poética, • Psicopatologías, • RevueltasDejar un comentario

La tiranía de la falta de estructuras

Publicada el 29/11/2011 - 09/01/2025 por Ecotropía

En los años de conformación del Movimiento de Liberación de la Mujer, se ha puesto especial énfasis en lo que se llama grupos sin Liderazgo y Estructura, como la principal si no la única forma organizativa del movimiento. El origen de esta idea se encuentra en la reacción natural contra la sociedad sobreestructurada, en la que estamos inmersos y contra el inevitable control sobre nuestras vidas que aquella confiere a otros, así como contra el continúo elitismo de la izquierda y grupos similares entre aquellos que supuestamente combaten esta sobreestructuración.

Por Jo Freeman
1972

Seguir leyendo «La tiranía de la falta de estructuras» →

Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como clase trabajadora, Estructuras formales, Estructuras informales, Jo Freeman, La falta de estructura, La naturaleza del eslitismo, Movimiento de Liberación, Movimiento de Liberación de la Mujer, sociedad sobreestructuradaDejar un comentario

El estómago, los alimentos y el poder*

Publicada el 10/11/2011 - 07/09/2022 por Ecotropía

No comemos la comida para la que genéticamente estamos preparados. Durante cien mil generaciones, la estirpe humana ha vivido como recolectora. Nuestros cuerpos se fueron conformando para digerir distintas clases de raíces, frutas y frutos de cáscara dura así como para digerir carne, caracú, vísceras, y por cierto, animales y plantas de mares y ríos.

Por Lasse Berg

Seguir leyendo «El estómago, los alimentos y el poder*» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • TecnocidioEtiquetado como adaptaciones orgánicas, adaptaciones orgánicas pertinentes, alimentación adecuada, azúcares, jarabe de maíz, La ciencia avanza, Lasse Berg, Luis E. Sabini Fernandez, Nuestros cuerpos, productores gigantes de comestibles, productores gigantes y refrescos, revista futurosDejar un comentario

(libro) La sociedad desescolarizada

Publicada el 21/10/2011 - 07/08/2024 por Ecotropía

La sociedad desescolarizada, es una profunda crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías «modernas».

Por Ivan Illich

Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su momento. A través de ejemplos reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación escolarizada, Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:

«La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación –y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas.»

“Muchos estudiantes, en especial los que son pobres, saben intuitivamente qué hacen por ellos las escuelas. Los adiestran a confundir proceso y sustancia. Una vez que estos dos términos se hacen indistintos, se adopta una nueva lógica: cuanto más tratamiento haya, tanto mejor serán los resultados. Al alumno se le ‘escolariza’ de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y fluidez con capacidad para decir algo nuevo. A su imaginación se la ‘escolariza’ para que acepte servicio en vez de valor. Se confunde el tratamiento médico tomándolo por cuidado de la salud, el trabajo social por mejoramiento de la vida comunitaria, la protección policial por tranquilidad, el equilibrio militar por seguridad nacional, la mezquina lucha cotidiana por trabajo productivo. La salud, el saber, la dignidad, la independencia y el quehacer creativo quedan definidos como poco más que el desempeño de las instituciones que afirman servir a estos fines, y su mejoramiento se hace dependiente de la asignación de mayores recursos a la administración de hospitales, escuelas y demás organismos correspondientes.”

«(…) La institucionalización de los valores conduce inevitablemente a la contaminación física, a la polarización social y a la impotencia psicológica: tres dimensiones en un proceso de degradación global y de miseria modernizada. (…) Este proceso de degradación se acelera cuando unas necesidades no materiales son transformadas en demanda de bienes; cuando a la salud, a la educación, a la movilidad personal, al bienestar o a la cura psicológica se las define como el resultado de servicios o de ‘tratamientos’.

«Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es. Ambos consideran irresponsable el medicamentarse uno mismo, y ven a la organización comunitaria, cuando no es pagada por quienes detentan la autoridad, como una forma de agresión y subversión. Para ambos grupos, el apoyarse en el tratamiento institucional hace sospechoso el logro independiente.»

«Las burocracias del bienestar social pretenden un monopolio profesional, político y financiero sobre la imaginación social, fijando normas sobre qué es valedero y qué es factible. Este monopolio está en las raíces de la modernización de la pobreza. Cada necesidad simple para la cual se halla una respuesta institucional permite la invención de una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza.»

«El morir y la muerte han venido a quedar bajo la administración institucional del médico y de los empresarios de pompas fúnebres.»

«Una vez que una sociedad ha convertido ciertas necesidades básicas en demandas de bienes producidos científicamente, la pobreza queda definida por normas que los tecnócratas cambian a su tamaño. La pobreza se refiere entonces a aquellos que han quedado cortos respecto de un publicitado ideal de consumo en algún aspecto importante.»

Introducción extraída de http://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_Illich

Libro La sociedad desescolarizada (Deschooling Society), de 1971.

Libro en PDF / Audio (5 min.)

https://ecotropia.noblogs.org/files/2011/10/libro-La-sociedad-desescolarizada.ogg
Publicado en • Análisis, • Control, • Ecosofía, • General, • Insalubridad, • Libros, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como equilibrio militar, Ivan Illich, La sociedad desescolarizada, observaciones críticas, organismos correspondientes, seguridad nacionalDejar un comentario

Dolor, miedo, pasión, amor*

Publicada el 12/10/2011 - 12/05/2023 por Ecotropía

7º charla de Jiddu Krishnamurti. 5 de agosto de 1962

(…) Hablamos sobre el temor, y si es posible acaso librarse por completo de él, que es la reacción que surge cuando uno se da cuenta del peligro. Y (…) quisiera, si se me permite, hablar sobre la terminación del dolor; porque el miedo, el dolor y lo que llamamos amor siempre van juntos. Si no comprendemos el temor, no podremos comprender el dolor, ni podremos conocer ese estado de amor en el cual no hay contradicción, ni fricción.

Seguir leyendo «Dolor, miedo, pasión, amor*» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • Ecosofía, • Entrevistas, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • Poética, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como el dolor como aprendizaje, Jiddu Krishnamurti, la mente mecánica, la muerte, tecnocracia totalitaria, totalitarismo tecnológico, Tragedia del hombre y del mundoDejar un comentario

Bicicletas voladoras

Publicada el 28/06/2011 - 12/04/2021 por Ecotropía

Cuando choquen los planetas y el mundo se termine, sólo quedará una manera de escapar: la bicicleta.

Por Luis Gruss

Seguir leyendo «Bicicletas voladoras» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecosofía, • General, • Insalubridad, • Natura, • Neoesclavitud, • Poética, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como bicicleta, bicicleta es salud, civilización alienada, Civilización Industrial, colapso civilizatorio, Decrecimiento, economía de mercado, Ivan Illich, José Pedroni, La ideología del automóvil, Leonardo da Vinci, Luis Gruss, máquinas voladoras, pedaleando sin pausa, transporte de mercadoDejar un comentario

La megamáquina y la destrucción del vínculo social

Publicada el 26/06/2011 - 19/10/2022 por Ecotropía

Lewis Mumford, y aún más Cornelius Castoriadis, nos enseñaron que la máquina más extraordinaria inventada por el genio humano no es otra que la organización social misma. Después de la metáfora del organismo, la metáfora de la máquina ha sido utilizada ad nauseam para referirse a la sociedad. Lo cierto es que, conforme a la visión cartesiana del animal máquina, las dos metáforas remiten a una misma visión mecanicista de la sociedad.

Por Serge Latouche
1998

Seguir leyendo «La megamáquina y la destrucción del vínculo social» →

Publicado en • Control, • Ecocidios, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • Revueltas, • TecnocidioEtiquetado como callejón sin salida, Chernobyl, Cornelius Castoriadis, destrucción de vínculos sociales, el funcionamiento del mundo, Estado faraónico, funcionamiento de la ingeniería social, la falange macedonia, la megamáquina infernal, Lewis Mumford, Megamáquina, Megasistema, Michel Kamps, Michel Perraudeau, Paul Virilio, Pierre Levy, Serge Latouche, tecnificación del hombreDejar un comentario

El leninismo, ideología fascista

Publicada el 25/06/2011 - 03/06/2022 por Ecotropía

La existencia de sectas inmovilistas más o menos virtuales que se reclaman de Lenin es hoy un asunto más relacionado con las neurosis que acechan a los individuos inmersos en las condiciones modernas del capitalismo que con la lucha por las ideas que sostienen los rebeldes contra los ideólogos de la clase dominante.

Por Miguel Amorós
3 de diciembre de 2006

Seguir leyendo «El leninismo, ideología fascista» →

Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como burocracia comunista, Capitalismo, capitalismo de estado, clase obrera, dogma religioso, dogmas políticos, El cuento leninista, Estado soviético, Evgeni Zamiatin, final del leninismo, Gabel, ideologías fascistas, interpretación militante, Karl Korsch, Karl Marx, la clase dominante, la extinción del Estado, la libertad del hombre, la Revolución Rusa, leninismo fascista, Liberar a la Humanidad, Miguel Amorós, Movimiento Asambleario, Otto Rülhe, Paul Mattick, sectas inmovilistas, Vladimir LeninDejar un comentario

El imperio del consumo

Publicada el 19/06/2011 - 19/06/2011 por raas

La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.

La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera.

El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece. Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados.

Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar? El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama.

Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio. Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas? El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro.

El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas. La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático.

Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.

Eduardo Galeano

fuente www.poesiasalvaje.org/fuego

artículo en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

La sociedad basurífera

Publicada el 31/05/2011 - 31/05/2011 por raas

Cada vez más indisimulablemente el rasgo dominante de nuestra época es la contaminación. Los agentes de RR.PP. hablan de la “era del automóvil”. Los propagandistas cibernéticos hablan de la “era digital”.

Los ideólogos del american way of life nos hablan todavía desde Hollywood, la Casa Blanca, y el Pentágono, una santísima trinidad que nos quiere persuadir que ya estamos o vamos llegando al “mejor de los mundos”… algo un poco arduo si pensamos que un sexto de la humanidad pasa hambre diaria, que un tercio de la humanidad carece de agua potable, que un número récord de niños en el mundo sobreviven con jornadas matadoras de trabajo, que nunca como antes hay militares yanquis (y cada vez más israelíes) detrás de las matanzas sistemáticas a civiles, a familias, a mujeres, viejos y niños en Pakistán, en Sudán, en el Congo, en Sierra Leona, en Palestina, en Haití, en México, en Irak, en Libia, en Colombia, en Honduras, en Afganistán…

Pero aunque esto último nos podría llevar a pensar que la violencia y el terror organizado desde la seguridad es el rasgo dominante de nuestra época, vamos a ver que el tratamiento otorgado a estos humanos periféricos tiene mucho que ver con la relación que ha establecido la sociedad dominante con el resto del planeta, incluido sus humanos: la sociedad de origen occidental, hipertecnificada, sólo produce desechos. Parece que no en un primer momento, puesto que los desechos son durante un cortísimo y fugaz momento, inicial, vistosísimos gadgets, comodísimos avances en la comunicación, el transporte y el alcance de bienes a los miembros de una sociedad, pero en un lapso cada vez más corto todos los productos de este sistema aparentemente productivo termina produciendo un solo elemento: desechos, menos visibles, claro, que aquellos hallazgos comunicacionales, ingenieriles, arquitectónicos, porque los desechos no logran la resonancia mediática de los “grandes inventos de la humanidad” y menos todavía la de los disparos, las bombas y la sangre.

Lo que va invadiendo todo el planeta, los campos, su fauna y flora, los mares desde donde se originó la vida en todo el planeta  y, ciertamente, nuestros cuerpos, son los desechos. Los desechos de una sociedad hipertecnificada, quimiquizada que, al parecer, al ir otorgándonos tanta capacidad tecnocientífica, tanta precisión en el conocimiento de la materia mega- y nanocorpuscular −como en esos relatos de poderes extraordinarios que se obtienen o se pierden− nos fue debilitando el viejo y probado sentido común.

Porque somos una sociedad hipertecnificada pero cegata. No nos damos cuenta, ni queremos, del rastro de muerte que vamos dejando con nuestros tachos de desperdicios, con nuestros automóviles, con nuestros refrigerios al paso, con la supresión de la mano −como explica Vandana Shiva− convertida en agente criminal al rozar nuestros alimentos y objetos fetiche, sistemáticamente sustituida por envases y bolsas que van dejando el tendal en calles, campos, ríos, mares.

El planeta, incapaz de reabsorber la masa brutal de desechos, en mayor proporción cada día, no biodegradables, ha ido “generando” −a la par de los humanos sus grandes sumideros de desechos cada vez más transitados por otros humanos− islas de basura flotante en todos los mares, que compiten cada vez más y más ruinosamente con las capas de plancton,  como la del  “mar de los sargazos”, que han constituido la fuente nutricia para enorme variedad de fauna y flora. Las islas de basura, en cambio, son una fuente mortuoria  −valga la contradicción de los términos−, para la fauna que ingiere sus elementos confundidos con presas o bocados comestibles.

La cuenca del Riachuelo, por ejemplo, en Argentina, recibe efluentes de unos 23 mil establecimientos fabriles, y prácticamente todos “espontáneamente” descargan sus residuos, ligeramente contaminantes o supervenenosos, en el río.

La basura aparece, casi siempre, por motivos de nobilísimas causas. El envenenamiento de los campos, ante el cual hoy siguen resistiendo campesinos pequeños, trabajadores artesanos rurales, organizados como es el caso del MOCASE santiagueño o del MST brasileño con sus millones de adherentes, o aislados y diezmados en “La República Unida de la Soja” (1) se disparó cuando los laboratorios dedicados a la actividad militar quedaron desocupados con “el estallido de la paz” luego de la 2GM y buscaron ubicar sus mortales productos en algún otro “frente”. Se les ocurrió algo genial: en lugar de matar humanos enemigos, matar plagas ancestrales de todos los cultivos y causa de tantos padeceres de los campesinos. Con lo cual salvaban su rentabilidad y le iban a hacer un enorme favor a la humanidad. Porque sentirse buenos es siempre primordial.

Y así se empezó a envenenar los campos. Es decir, primero a sus “sabandijas”, luego a la flora y fauna silvestre que caía bajo el tratamiento, pero que poco importaba −total, si son yuyos− y así sucesivamente. Poco a poco los residuos tóxicos se fueron alojando en los tejidos musculares o grasos de los animales mayores hasta llegar finalmente al hombre, cerrando un maléfico círculo, no sabemos si más malévolo por sus venenos o por la arrogante petulancia de sus promotores. En el camino, se habían ido atrofiando, sufriendo mutagénesis o diversas enfermedades −cutáneas, vinculadas a la fertilidad, cánceres, del sistema nervioso o del inmunitario, hormonales− los anfibios, los peces, los animales domesticados, y lo que ni conocemos de lo que le puede haber pasado a insectos y microorganismos. Así estamos ahora en “La República Unida de la Soja”

John Peterson Myers, Dianne Dumanovski y Theo Colborn, tres biólogos estadounidenses, hicieron durante años un cuidadoso relevamiento de apenas un tipo de elementos patógenos en todo el mapa de EE.UU.: los disruptores endócrinos, producidos por la difusión de falsos estrógenos producidos por la industria, fundamentalmente a través de materiales plásticos, de PCB, DDT, disfenol-A (un componente habitual de biberones desde que “el mercado” decidiera la sustitución de los de vidrio por los sintéticos) y algunos otros productos químicos similares.

El balance, 1996, fue desolador. Se estima que en EE.UU. (y en general en los países del llamado Primer Mundo) la infertilidad afecta un quinto de las parejas. Pero no se trata de un cuadro estanco: Peterson, Dumanovski y Colborn (2) verificaron que durante las cinco décadas de la segunda mitad del siglo XX sus varones registran siempre menor cantidad de esperma cada década, lo que se llama una decadencia sostenida y ya no casual.

Pero así como el guionista Ted Perry puso en boca del cacique Seattle las sabias palabras de que “lo que le pase a los animales, nos va a pasar ineluctablemente a los humanos”, y así como Einstein advirtió que si llegaran a desaparecer las abejas, la humanidad seguiría sus pasos muy poco después (“tres años”, se dice que dijo), ya sabemos que lo que está pasando en EE.UU. o el Primer Mundo en cuanto al grado de contaminación ambiental, −lo que verificaron los biólogos norteamericanos mencionados− está llegando muy rápidamente a nuestras periféricas costas, puesto que los afanes globalizadores que han puesto en movimiento tanto las élites de los países centrales como sus adalides e imitadoras élites de los países periféricos −tanto los Macri como los K−  no nos van a privar de compartir semejantes “trofeos”.

En Argentina, tenemos pruebas por doquier. Con la sojización y con el aumento de desechos per capita en la capital y ciudades ricas, mejor dicho enriquecidas del país, con guarismos que se van acercando al Primer Mundo: un porteño deposita alegremente más de un kilo diario en su bolsita de plástico para hacerla, ¡zas! desaparecer en los camiones del CEAMSE. Y a ese kilo y cuarto diario de cada uno de los millones de habitantes capitalinos, hay que agregarle todo lo que ese mismo habitante contribuye con sus desechos en la órbita laboral, en la calle, y con la llamada “basura especial” que se produce con cada recambio de un electrodoméstico, una mejora edilicia, con cada renovación de mobiliario, de elementos de higiene o de escritorio… y ni hablar de la “producción” de desechos que insumen todos los artículos y renglones cotidianos que este satisfecho habitante consume; carne de feed-lot, pollos a hormonas, tomates transgénicos enlatados… En general cada kilo de mercancía significa el desgaste o la contaminación de quintales de “insumos”, desde agua hasta otras materias primas, sólidas, líquidas o gaseosas, provenientes de todos los niveles bióticos.

La pregunta elemental es, no si es sustentable, ociosa pregunta, sino: ¿hasta cuándo?

Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) “Territorio” diseñado por las laboratorios productores de la soja transgénica, que abarca millones de km2 en el corazón de América del Sur, englobando todo Paraguay, buena parte de Bolivia, Uruguay, la llamada Argentina del Medio y cada vez más provincias norteñas y buena parte del Mato Grosso y de la superficie mediterránea de Brasil.
2) Our stolen future. Hay traducción al castellano,  Nuestro futuro robado, Ecoespaña Editorial, Madrid, 2001, que por curiosa coincidencia jamás llegó a Buenos Aires.

fuente: www.revistafuturos.com.ar

artículo en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

(libro) El horror económico

Publicada el 27/05/2011 - 06/06/2022 por Ecotropía

Con un libro tan palpitante, apasionado, que por momentos se parece a un monólogo interior joyceano -aunque las frases todas tienen los signos de puntuación de rigor, constituye un torrente sin capítulos o en todo caso con capítulos innominados, casi sin referencias al pie-, con un libro con esta configuración cuesta buscar un inicio, descubrir «las partes».

Por Luis E. Sabini Fernández
revista Futuros
julio de 1997

Seguir leyendo «(libro) El horror económico» →

Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Libros, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • RevueltasEtiquetado como comportamiento de las elites, crímenes contra la humanidad, economía de apuesta, el conjunto de la humanidad, financiarización de la economía, horror económico, los mercados de productos, Luis E. Sabini Fernandez, mercado laboral, Neoliberalismo, Pierre Salama, post-capitalismo, post-capitalismo terminal, rasgos pavoroso, revista futuros, servidumbre voluntaria, Viviane ForresterDejar un comentario

El robot

Publicada el 05/05/2011 - 11/04/2023 por raas

¿Por qué dicen los sufíes que el hombre es una máquina? Porque el hombre es una máquina, por eso. El hombre tal como es, es totalmente inconsciente. No es más que sus hábitos, la suma total de sus hábitos. El hombre es un robot. El hombre todavía no es un hombre. A menos que la consciencia penetre en tu ser, seguirás siendo una máquina.

Por Osho

Seguir leyendo «El robot» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Natura, • Neoesclavitud, • Poética, • Psicopatologías, • SátiraEtiquetado como el hombre es una máquina, El Libro del Hombre, Eres una máquina. Estás programado, George Gurdjieff, la verdad, los métodos del vipassana, los métodos del zazen, los principios de la meditación, los sufíes, Morarji Desai, Osho, viejos patrones de comportamiento, volverse conscienteDejar un comentario

La locura del sujeto normal

Publicada el 23/04/2011 - 16/09/2022 por raas

Según una de las versiones del mito, Prometeo descendía de una antigua generación de Dioses que habían sido destronados por Zeus. Era hijo de Titán y de Asia, él sabia que en la tierra reposaba la simiente de los cielos, por eso recogió arcilla, la mojó con sus lágrimas y las amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses, los Humanos.

Por Enrique Carpintero*

Seguir leyendo «La locura del sujeto normal» →

Publicado en • Análisis, • Control, • General, • Insalubridad, • Neoesclavitud, • PsicopatologíasEtiquetado como capitalismo mundializado, desenvolvimiento emocional, Enrique Carpintero, fetichismo de la mercancía, Guillaume Le Blanc, Karl Marx, la cultura dominante, locura generalizada, normalidad enfermiza, poder narcicista, pulsión de muerte, revista Topia, Sigumd Freud, subjetividad del idiota, subjetividad humana, sujeto normalDejar un comentario

Energía nuclear… la tendremos de postre

Publicada el 22/04/2011 - 22/04/2011 por raas

Uno de los periódicos porteños con mejor información, aunque muchos lo consideren apenas una hoja de humor, Barcelona, explicita el “apocalipsis que se viene”. Incluye bombardeos de la OTAN sobre Libia, los terremotos de los últimos tiempos, el maremoto en Japón y la radiactividad como una amenaza cada vez más ominosa…

En verdad, esta reedición de ataques de grandes países colonialistas o imperiales como Francia, el Reino Unido y EE.UU., ahora sobre Libia, como hace una década sobre Irak, nos impone una toma de posición. Hasta egoísta. Porque parafraseando a Nimöller/Brecht tendríamos que ir poniendo las barbas en remojo porque no sabemos cuándo vendrán por aquí…

Sin embargo, y con toda la gravedad del imperialismo redivivo, optamos por un escueto abordaje del desastre nuclear japonés, procurando rastrear algunos datos significativos.

1. Lo que va de la periferia al centro planetario. Los recientes terremotos en Chile y Haití han sido atroces. La atrocidad está en proporción directa a la pobreza. Cuanto más pobres, más afectados.

Pero la atrocidad del sismo en Japón, un país hiperindustrializado y altamente nuclearizado, ha tenido un agregado más tenebroso y ominoso aun, que la pura tragedia de la aniquilación. Y es que el escape de radiactividad es, en sí, una verdadera Caja de Pandora.

2. Los escasos y dosificados datos obtenidos mediáticamente nos estarían revelando que Fukushima es peor que Chernobyl. Pese a todo el palabrerío “tranquilizador”. En Chernobyl, seis días después de la explosión, se nos informaba que la radiactividad estaba bajando, aunque el incendio duró 9 días; en Fukushima, durante casi tres semanas siguió aumentando. Y eso que en Ch. se habló de nivel 7 de peligrosidad (máximo) y en F., 5 (aunque hace pocos días resituaron el nivel en 6 y ya algunos anuncian 7…).

3. ¡Y en qué proporción ha aumentado la radiactividad en F.! El 15 de marzo los datos oficiales u oficiosos (nunca se sabe) daban que la radiactividad en las zonas de desastre era mil veces superior a la normal, aunque quienes suministrarían estos datos a la prensa, jamás cuantifican lo que es la radiactividad normal, básica, “natural”…

No he podido encontrar datos comparables, apenas datos sueltos que me atrevo a comparar con sumo recaudo: por ejemplo, en 1986, algunos territorios suecos recibieron alrededor de la cuarta parte de la radiactividad descargada sobre territorios ruso, bielorruso y ucraniano (los territorios más castigados entonces). El territorio sueco más próximo a Chernobyl está a unos 1300 o 1400 km.

En Suecia, 6 días después de la catástrofe la radiactividad decuplicaba la “normal” y en algunas zonas al norte de Estocolmo (cerca de Uppsala), con fuertes lluvias, llegaba a ser 100 veces la “normal”.

Estamos muy, pero muy lejos de los índices de radiactividad que hoy nos presenta Fukushima (aun multiplicando por 4). Efectivamente: “cuando el reactor número 4, el único afectado de Chernobyl, quedó fuera de control, generó vapores radioactivos cien veces superiores a los niveles máximos permitidos”. (1)

El 26 de marzo se difundió que para Fukushima, la radiactividad era 10 000 veces superior a la “normal”. Al día siguiente se nos habló de 100 000 veces superior a la “normal”. Magnitudes aterradoras. E incomparables con las de Chernobyl. Y eso que “la liberación de material tóxico [en Chernobyl] fue 500 veces mayor que el generado por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945.” (2)

4. En Fukushima, pese a formulaciones de los ingenieros nucleares que sostienen que “los reactores son encerrados en recintos herméticos que, en caso de accidente, impedirían que las cenizas radiactivas se expandieran”, (3) el escape de material radiactivo está totalmente fuera de control. Por otra parte, la única palabra que se acerca a la verdad en la frase de Guéron viene a ser “impedirían” por su falta de carácter afirmativo.

5. El maremoto puso en crisis las usinas nucleares al quebrar el suministro de electricidad mediante grupos electrógenos y destruir los mecanismos de refrigeración, absolutamente imprescindibles por el enorme calor que acumula la fusión nuclear y que hace que los tubos de material radiactivo que no se enfríen se derritan y escape radiactividad en oleadas “industriales”…

El desastre provocado por terremoto y tsunami obligó a los encargados de las usinas nucleares a sustituir el enfriamiento con agua de circuito, dulce, cuyas cañerías y depósitos estaban colapsados. Por ello, el lunes 14 apelan con desesperación al agua de mar (que se fue irradiando a un ritmo sobrecogedor; el 26 de marzo se hablaba de 1250 veces lo “normal” y el 27 de 1850 veces lo “normal). Pero se tuvo que abandonar ese método de enfriamiento porque la corrosión que estaba provocando o que iba a provocar el agua salada sobre las instalaciones y las cañerías podía ser devastadora. Una vez más, la enmienda peor que el soneto…

6. Es muy arduo conocer y medir los efectos de las dosis bajas de radiactividad. Sus efectos diferidos, causa de trastornos crónicos, hacen difíciles los estudios epidemiológicos. Los seres humanos estamos expuestos -y cada día más- a muy diversos factores contaminantes: desde productos transgénicos hasta la selva química en alimentos, vestidos y hogares, desde la radiactividad que provenga de una fuente grande o chica actual (como puede ser hoy Fukushima) hasta la antes “liberada” y siempre presente de las explosiones nucleares que durante décadas desplegaron estadounidenses, rusos y franceses “estudiando” sus efectos, la de los “accidentes” de Chernobyl, Three Miles Island y tantos otros, la suspensión atmosférica de explosiones como las de Nagasaki e Hiroshima, más la radiación que uno reciba con una tomografía, con placas torácicas y hasta con placas bucales…

Todo se acumula de tal modo que hoy ya no podemos hablar -como hasta mediados del s. XX- de radiación “natural”, la que nos alcanzaba “en la montaña” en cualquier excursión y que fue el “caballito de batalla” de todo médico que consideraba necesario o cómodo castigar el cuerpo de un paciente con una placa, “explicándole” al ignaro, que la radiación que entonces iba a recibir era menos que un par de días en la montaña…

7. Lo que sí se sabe, desde hace décadas, de antes de Chernobyl, es que las dosis bajas, las que se consideraban subclínicas, “son mucho más peligrosas de lo que imaginábamos”. (4) No se sabe cuál es el daño de la radiactividad, invisible, incolora, inodora, insípida, inaudible y sin olor. En rigor, es una bomba de tiempo, otra más que la humanidad ha puesto en su camino.

8. Fukushima consta de 6 usinas, unas a 270 km de Tokio, otras a 120 km. Tokio contiene 38 millones de seres humanos. Inevacuables. Buenos Aires está a 114 km de Atucha. Que el gobierno proyecta ampliar. Buenos Aires, otra megalópolis de las diez mayores del planeta, tampoco es evacuable. ¿Tiene sentido jugar así con los riesgos a la salud de tantos humanos?

Hace ya unos cuantos años, Christina Ringsberg, periodista sueca, se preguntaba: “¿Podrá terminar la energía nuclear con todos nosotros [la especie humana]?” (5) Ringsberg desmenuza los costos “iniciales” y verifica que lo de “energía barata” es un mito.

Basta poner un ejemplo mucho más reciente; los “177 recipientes de hormigón rellenos de material radioactivo” de la reserva de Hanford en el estado de Washington en EE.UU. que desde 1945 alberga unos 200 millones de litros de residuos nucleares. Hanford Challenge, una agrupación ecologista local, informa de que para mantener la limpieza y seguridad de ese enorme depósito trabajan 12 000 empleados. Que han “progresado” en la atención del lugar porque antes procuraban descargar tales residuos “en la naturaleza” pero que sabiendo la peligrosidad de ese material, que hay que contarla en milenios, tienen miedo que la administración en algún momento restrinja fondos, baje normas de cuidado… (6)

Ringsberg nos aclara que la energía nuclear, por su enorme potencial energético, nos promete continuar con una sociedad de altísimo consumo, profundizar el desgaste planetario, pero además ir sembrando de fuentes de radiactividad cada vez más sitios del planeta…y recordemos que la radiactividad no desaparece sino que, por el contrario, se acumula… es nuestra mejor “garantía” de cánceres, mutaciones, monstruosidades e infertilidad a futuro. “¿Cuándo alcanzaremos nuestro límite de resistencia a la radiactividad?”

Luis E. Sabini Fernandez
luigi14@gmail.com

notas:
1) Fanny Palacio, “Diez datos importantes sobre Chernobyl, Sexenio Extraordinary Life, Miami, 31/3/2011.
2) Ibíd.
3) Jules Guéron, L’energie nucléaire, París, 1977, ¿Tanta estulticia era antes o después de Three Miles Island (que fue en marzo de ese año)?
4) Karl Z. Morgan, un investigador estadounidense, partidario de la actividad nuclear para energía y en medicina, pero sin embargo muy crítico de las desprolijidades de construcción y del desconocimiento supino de los riesgos que han caracterizado los desarrollos nucleares, ha verificado que los trabajadores de las usinas nucleares tienen entre 10 y 20 veces mayor morbilidad que la que se suponía “debían” tener [aunque no da la relación de esta expectativa con la de la población general]. Conferencia en Copenhague, 1979.
5) Dagens Nyheter, “Ska kärnkraften få ta kål på oss?, Estocolmo, 4/5/1980.
6) Shaun Tandon,| AFP IP, 27/3/2011.

fuente: Revista El Abasto, n° 130 , abril 2011. www.revistaelabasto.com.ar/130_energia_nuclear.htm

artículo en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

Sobre la vigilancia…

Publicada el 11/04/2011 - 11/04/2023 por Ecotropía

Tu vigilancia se mantiene sin perturbaciones. Durante las veinticuatro horas del día habrá una corriente subterránea de vigilancia. Tú sigues haciendo cosas… para el mundo exterior, nada ha cambiado, pero para ti ha cambiado todo.

Por Osho

Seguir leyendo «Sobre la vigilancia…» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecosofía, • Espiritualidad, • General, • Insalubridad, • Libros, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Poética, • Psicopatologías, • TecnocidioEtiquetado como OshoDejar un comentario

Tráfico de órganos

Publicada el 27/03/2011 - 27/03/2011 por raas

¿Leyenda imposible o mercantilización más que posible?

Acerca de la sensatez de los que saben

Frente al tráfico de órganos, es decir a la compraventa, generalmente bajo cuerda, dos actitudes opuestas, francamente contradictorias, se han ido presentando durante los últimos años. Que existe. Que no. En nuestras latitudes, esta última se ha presentado con una altísima racionalidad.
El último informe de la Unión Europea, que acaba de publicarse y con el cual el confiable, profesional y crítico The Independent, de Londres, acaba de hacer un resumen sobrecogedor, no hace sino zanjar una vez más el conflicto entre aquellas dos actitudes a que hacíamos referencia inicial.

Sin embargo, por la relevancia o prestigio de los negadores o escépticos, vale la pena rever su interpretación, la racional, que ha sido además, la actitud más generalizada de los medios de incomunicación de masas, al menos en Buenos Aires.

La de visualizar el presunto carácter mítico de tales hechos. Una recurrencia típica de sectores humildes y poco documentados, fáciles de caer en ”estados de pánico” (el título de una nota de sociología de Jorge Halperín, Clarín, 30/5/1988). Pesadillas diurnas que hay que saber interpretar como emergentes de un estado de inseguridad social.

Halperín es altamente comprensivo de estos fenómenos: ”La gente es un medio de comunicación: crea y difunde noticias incluso de cosas que no han sucedido.” (ibid.)
Constituyen así, ”mitos colectivos universales”, nos proveyó de sabiduría, también en aquel entonces, Eva Giberti (Héctor Alí , Página12, 24/5/1988).

1988 resultó un año de recrudescencia de tales temores. Y allí, la prensa responsable y las instituciones correspondientes calmaron las aguas. Un jerarca policial le explicaba entonces al cronista de Página12: ”Queremos llevar una total y absoluta tranquilidad a la población porque este tipo de delitos son prácticamente imposibles.”
Eva Giberti también irradia comprensión desde su estatura intelectual: ”Es sin duda un gran esfuerzo para esa gente hambreada, deprimida, sin trabajo, exigirse a sí misma un esfuerzo crítico extra.” (ibid.)
La nota de Alí registraba que ”la especulación sensacionalista alienta el fantasma”.

¿Fundamento de la sensatez en qué confianza?

Sabemos que los fenómenos de paranoia colectiva, de noticias mediante ”el teléfono descompuesto” pertenecen a ese universo fantasmático al que hacían referencia todos los comentaristas citados. En el artículo glosado de Halperín, que visita muchas de las presuntas leyendas urbanas, es indudablemente cierto que muchas son falsas. (1)
Lo que resulta francamente llamativo de la actitud condescendiente de Alíes, Halperines o Gibertis es la base documentaria en que se apoyan con tanta certidumbre. Halperín, por ejemplo, comprueba la tozudez del bajo pueblo: ”No importa que la Policía, el Parlamento, las clínicas que hacen transplantes y otras instituciones [sacrosantas, también, me imagino] desmientan la versión.” (ibid.). Y Alí, por su parte, aclara categóricamente¨”Funcionarios y especialistas desmienten categóricamente la existencia de un supuesto mercado negro de órganos infantiles.” ¿Está claro?

En una nota radial Magdalena Ruiz Guiñazu también salió a combatir la superstición y el espanto injustificable y trajo la prueba documental de que no existía tal tráfico: un informe del United States Information Service (USIS), un aparato de seguridad de EE.UU. paralelo a la CIA (véase recuadro).

Para enterarnos que este tipo de suficiencia mental no es una exclusividad porteña, vale bien señalar la investigación del periodista sueco Jonny Sågänger quien en pleno menemismo, visitó la Argentina recabando datos para elucidar finalmente si el tráfico de órganos era una leyenda urbana o una sórdida realidad.

Este primer movimiento, como si fuera una investigación, nos podría hacer creer que Sågänger estaba un paso más adelante que los ya citados Halperín, Giberti, Alí, Ruiz Guiñazu. Pero tranquilicémonos. Quien esto escribe no conoce el punto de partida de tal investigación. Pero durante el capítulo argentino, la investigación (ya) no era tal: partía de la misma base ”filosófica” de nuestros conocidos; estaba convencido que enfrentaba una leyenda absurda. En Buenos Aires, entrevistará al ministro de Salud, a la sazón Quique Aráoz, quien [estuve presente] la asegurará categóricamente, con la palabra de honor de alguien que ha sido reiteradamente sindicado como estrecho colaborador de la dictadura militar, que no existía el tal tráfico.

Con semejantes ”incursiones de campo” el nórdico investigador no hacía sino ratificar lo que su perspicacia escéptica le había permitido conocer de antemano. Uno terminaba preguntándose a santo de qué tantos viajes (porque Sågänger tenía viáticos para recorrer varios países latinoamericanos, países ”candidatos” en el imaginario europeo-occidental a tales corporizaciones, reales o imaginarias). Vuelto a Suecia escribirá un libro, Organhandel [Comercio de órganos], en el que asienta su tesis concordante con las que hemos venido glosando: una leyenda urbana más.

No podía faltar la revista Noticias en esta recorrida por lo más granado de la progresía vernácula: en el 2000 por entre los mitos que expone, pasa revista a algunas verdaderas mentiras. El recopilador, Matías Loewy, incorpora el mito del riñón robado al joven que dormía después de una festichola. Aquí, quien nos tranquiliza es el director del INCUCAI (años atrás el CUCAI había sido disuelto tras un incendio en sus instalaciones que hizo desaparecer todos sus registros; con el colapso de ese primer centro o banco de órganos para transplantes, se habilitó el ahora vigente, con un nombre que procuró dar continuidad simbólica a lo que era también una continuidad institucional).

A tanta sensatez le falta… el nervio motor

Lo que nos dicen todos estos ponderados profetas del sentido común y la superioridad intelectual es que entre los pobres se gesta una mitología con la que transfieren al reinado atroz de los secuestros y muertes ante el altar de la novel –no tan novel (véase recuadro sobre comercio cadavérico)– cirugía de transplantes de órganos, sus propios miedos, impotencias, supersticiones.
La verdad, que sin embargo se ha ido abriendo paso, pese a dictámenes tan categóricos, parece más prosaica y menos imaginativa.

Una verdad que no se presenta atada a la construcción de imaginarios de gente sin recursos intelectuales ni a delirios de la miseria, sino más bien a la manipulación mercantil, al tráfico comercial, ése sí, a menudo apoyado precisamente en la miseria (para una parte del contrato, la débil) y en las necesidades vitales (para la otra parte, generalmente la poderosa). Si los medios de incomunicación de masas y hasta un periodismo de seudoinvestigación en lugar de invocar tantas autoridades, hicieran un análisis de situación, un análisis de los valores de nuestras sociedades podríamos haber estado sobreaviso desde hace bastante tiempo.

Desde el momento que hubo capacidad tecnológica para encarar estos transplantes. Desde ese mismo momento, habría sido extraño que no surgiera un comercio atroz, abusivo, en el mercado, en este caso médico. ¿Cuánto vale un órgano para un millonario del jet set de Los Ángeles que lo necesite? Algunas decenas de miles de dólares. Una bicoca.. ¿Cuánto vale la vida de algún pequeñín de San Pablo? A gatas el precio de la bala con que a menudo se los mata alegando ”higiene social”.

¿Qué impedimentos tendrían algunos VIP para quienes trabaja un ejército de empleados, asistentes, secretarios, guardaespaldas, servidores varios, si se viera necesitado de un riñón, una córnea, un hueso, una arteria para sí, para su amada esposa o el entrañable hijo con una afección dramática de desenlace fatal inminente?
Para quien su fortuna descansa en el mercado, también su valía descansa en el mercado. Su sentido de la vida descansa en el mercado. Para quien crea valer lo que tiene (o pueda tener en el mercado), la decisión es meridiana: adquiriría en el mercado la mercancía médica reparadora, salvadora, que necesita.

Si entendemos como funciona el mercado, la extrañeza se invierte: sería raro que no se hubiera generado un tráfico irregular. Sería algo así como si la represión del sistema fuera estrictamente legal, no existiera ni la ”zona liberada”, ni los acuerdos o arreglos entre delincuentes y quienes están encargados de combatirlos. Como si la administración pública no tuviera ñoquis, como si en los sistemas de conscripción, los ricos no compraran su exención y fueran al servicio militar o a la guerra del mismo modo exactamente que el resto de los mortales… sería casi como creer, el 6 de enero, en los Reyes Magos.

Los descargos de la intelectualidad ”sensata” que hemos venido glosando no se llevan del todo bien con los datos de la realidad. Halperín nos hablaba que esos estados de pánico se construían pese a la opinión del Parlamento en contra. No vamos a pretender que fuera profeta. Pero apenas cinco años después, en 1993, en el Parlamento argentino (Trámite Parlamentario, no 154) se prestaba oídos a una escalofriante investigación publicada por la BBC de Londres sobre tráfico de órganos de niños en varios países latinoamericanos. Los principales eran entonces: Guatemala, Honduras… y Argentina. La investigación distinguía entre tráfico de órganos de gente desaparecida y aquellos provenientes de extracciones de chicos con ”muerte cerebral”.

En este último caso el autor del informe, Bruce Harris, señalaba poca confiabilidad en los encefalogramas que servían para decretar la muerte cerebral.(2)
El proyecto de Diputados se refería también a la nunca aclarada desaparición de la médica Cecilia Giubileo en 1985 ”por su presunta investigación de tráfico de órganos en la Colonia Montes de Oca” (Mercedes, prov. de Buenos Aires). Al director de ese centro de internación psiquiátrico se le responsabilizó de haber comercializado cientos de córneas entre 1979 y 1985.
En 1995 se le retira el premio francés Albert Londres sobre periodismo de investigación a Marie Robin que había llevado adelante una investigación sobre tráfico de órganos. Es interesante consignar que la autora impugnada le atribuyó a nuestro ya conocido USIS la campaña de desprestigio que culminó en el retiro del premio.

En 1996 el New York Times denunció el tráfico de niños… en Paraguay (y aquí se hizo eco al menos Página12 (20/3/1996), que significativamente cruzó ese tema con el de tráfico de órganos que acabamos de mencionar.
Por esa misma época, la extraña muerte de un periodista francés, Xavier Gautier, dedicado a investigar el tráfico de órganos en la Bosnia desangrada por la agresión étnica, puso otra vez sobre el tapete el negado fantasma.
Volvemos a Argentina. En abril de 2000 se consignó públicamente que una clínica en Claypolé estaba complicada en el tráfico de bebes. Que se supuso con ramificaciones hasta en la provincia de Misiones: tráfico de bebes. Ya sería atroz para adopciones que se hacen sobre la base del despojo o la miseria de progenitores. Pero pensando en Misiones, hay que pensar en tráfico internacional de bebes. ¿Y si se tratara de tráfico de órganos en cuerpos vivos?

Lo atroz se hace casi inaguantable, inconcebible. Hannah Arendt, refiriéndose a las pesadillas de universos totalitarios, nos dice algo sobre el particular: ”Los hombres normales no saben que todo es posible, se niegan a creer en lo monstruoso […].” (Los orígenes del totalitarismo. 3, edic. Alianza, 1968, p. 567).
Tal vez esto explica porqué esa permanente desmentida al tráfico de órganos. Nadie niega la prostitución infantil, por otra parte, cada vez más masiva (y en donde el riesgo de muerte de ”el objeto sexual” es bien cierto). Ya se sabe, sin sombras de dudas, que existen ”grupos” y ”redes operativas” para semejante tráfico. Y se los reconoce. Tal vez porque los delitos vinculados con la prostitución aparecen más ”normales” o menos ”anormales”, que el incalificable tráfico de órganos.

Quince años más tarde, la aseveración de Halperín tuvo un nuevo mentís: ahora es el Parlamento Europeo el que toma cartas en el asunto: el tráfico se ha europeizado en estos últimos años: ”las redes […] están apuntando a países pobres europeos como Estonia, Bulgaria, Turquía, Georgia, Rusia, Rumania, Moldavia y Ucrania.” (Jeremy Lawrence, Página 12, 4/10/2003).

El informe explica las ventajas de los donantes vivos sobre los recién fallecidos (algo que ya se mencionó cuando el asesinato de Gautier; tráfico con cuerpos moribundos). Esa diferencia ”técnica” es decisiva para que un tipo de actividad como la del INCUCAI reciba una fuerte ”competencia” de lo que algunos apresurados han calificado como ”leyendas urbanas”.

Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) Aunque se podría observar que algunas de tales leyendas bordea fuertemente una realidad que en 1988 parecía racionalmente impensable: Halperín se burla entonces de la leyenda urbana según la cual los bancos van a diezmar la plata de los ahorristas. Unos doce o trece años después, no la diezmaron pero la terciaron…
2) Que sustituyó al clásico concepto de muerte cardiaca, justamente cuando la técnica de preservación y trasplante de órganos se puso a punto.

Comercio cadavérico

El comercio de órganos es de larga data. Suecia, por ejemplo, obtiene una respetable cantidad de divisas que convierte en petróleo (del que carece) mediante la exportación de varios cientos de córneas al año a Egipto. Egipto es un país con un índice alto de ceguera. Suecia tiene una legislación muy permisiva respecto de la conservación de los cadáveres y en los hospitales no hay necesidad de consultar a los deudos para extraerle las córneas a los fallecidos aptos. Simbiosis perfecta. Así, la tecnología quirúrgica ha alcanzado un nivel de operatividad que le otorga a Suecia considerables divisas.

Pero dicho comercio tiene cierta potencialidad riesgosa. EE.UU. es un gran consumidor de cadáveres para sus salas universitarias de anatomía. Al parecer, dicho consumo no se ha satisfecho con una circulación interna. Por su parte, la India ha dispuesto desde tiempo inmemorial de una cantidad enorme de muertos jóvenes, cadáveres que en los servicios de capacitación y formación médica estadounidenses son altamente estimados. Otra simbiosis. La India exportó durante mucho tiempo cadáveres, cuerpos humanos anátomicamente aptos a EE.UU.

¿Qué mejor que dejar librado al mercado semejante juego de necesidades y disponibilidades? Seguramente será el consejo de algunos de nuestros inefables neo- o paleoliberales. Esa mano invisible que todo lo arregla. India exportaba cadáveres con fines científicos. Pero, ¿desde cuándo hubo necesidades y mercados ”naturales”? En la India no sólo mueren muchos jóvenes, también hay mucha gente (mil millones de habitantes). Y mucha gente pobre. Y mucha indocumentada. Y mucha sin recursos ni contactos (los ”adecuados”). A algún empresario se le ocurrió que no era suficiente esperar a los muertos para exportarlos. Y se decidió a producirlos. Hasta que, por algún traspié; algún muerto inadecuado, vaya uno a saber, o algún aduanero pesquisante y honesto, saltó el ”negocio”. Para cortar los asesinatos, el gobierno indio suspendió la necrofílica exportación.

Unites States Information Service. USIS.

¿Desmintiendo verdades?

Sale públicamente –algo que hace muy pero muy esporádicamente porque su labor permanente es más en las sombras–, a tranquilizar a ”la opinión pública” y a los medios de incomunicación de masas que le hacen el juego, desmintiendo toda posibilidad de tráfico de órganos.
Hay que volver a la fábula de Samaniego: si el mono critica malo, si el chancho aplaude, peor.
Si algo puede apuntar a la existencia de tan sórdida actividad humana es, no tanto las pesquisas siempre difíciles respecto de una actividad confidencial y oculta que por otra parte se entremezcla con las ”leyendas urbanas”, sino, precisamente, la falta total de lógica de que se pretenda que tal actividad NO puede existir. Sospechable desmentida.

En su momento (La Nación, 10/8/1988), el USIS acusó a la URSS de esa ”campaña de desinformación”. Ahora que no existe la URSS pero la cuestión está más presente que nunca, ¿será ”el enemigo musulmán” el que lleve adelante la ”campaña de desinformación”?
El mensaje del USIS resultó regocijante. Porque atribuía a la URSS cinco campañas, no sólo ésta. Y todas falsas, pretendía el USIS.
Repasemos las otras cuatro desmentidas que nos permitirá apreciar los quilates de veracidad de esta sí, instructiva campaña:
a) que EE.UU. estaba investigando armas étnicas. Para matar a no-blancos.
En 1995, con el levantamiento del carácter secreto que periódicamente tolera la administración de EE.UU., se pudo saber que tal investigación sí existió. Y en su transcurso, llegaron a matar a algún ser humano tratado como cobayo involuntario (dentro de población estadounidense inoculada con bacterias sin saberlo, por ejemplo en la bahía de San Francisco, y, sin muertes registradas, en la de Norfolk). Que las investigaciones reveladas no hayan llegado a obtener tales armas, es otro cantar.
b) Que EE.UU. desarrolla armas biológicas.
No sólo es cierto y, entrado el siglo XXI, sabido hasta por el periodismo más cómplice, sino que además EE.UU. es uno de los poquísimos estados que se ha negado a cualquier tratado internacional de abolición de tales armas.
c) Que la CIA participó de la matanza de la secta de Jim Jones en Guyana.
Lo que sí se conoce públicamente es que todo el funesto episodio de los ochocientos suicidios o más bien suicidados, empezó en el aeropuerto guyanés donde desembarcaran agentes de ”seguridad” de EE.UU. recibidos a tiros por sectarios.
d) Que EE.UU., sus fuerzas de ”seguridad”, estaban envueltos en asesinatos de palestinos…¿alguien que dudara de ello en 1988, puede hacerlo en el 2003? En Israel, cuesta distinguir entre el Mossad y la CIA, tal es el grado de entrelazamiento de los regímenes establecidos en EE.UU. e Israel.

artículo publicado en revista futuros nº6 (2004) www.revistafuturos.com.ar

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

La crisis como momento de la dominación social

Publicada el 13/03/2011 - 24/08/2023 por Ecotropía

1. Una de las consecuencias más nefastas de la consolidación del discurso sobre «la crisis económica», es la reaparición del izquierdismo, que viene a entonar un coro que suena más o menos a «ya lo habíamos dicho nosotros: el capitalismo se hunde por sí mismo, y ahora es nuestro turno».

Por Juanma Agulles

Seguir leyendo «La crisis como momento de la dominación social» →

Publicado en • Análisis, • Control, • Ecocidios, • General, • Insalubridad, • Multiviolencias, • Neoesclavitud, • Psicopatologías, • Revueltas, • TecnocidioEtiquetado como análisis socioeconómico, bases sociales y ecológicas, crisis global, desarrollismo depredador, desposesión creciente, efecto de valorización del valor, infraestructuras del Estado, Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión, Juanma Agulles, mundo industrializado, recesión económica, revista Ekintza Zuzena

Todo y nada

Publicada el 23/02/2011 - 23/02/2011 por raas

A la pregunta: «¿qué es lo que realmente nos hace esclavos en el sistema conformista?», se puede responder tanto que «todo» como que «nada».

«Todo». Sólo tenemos que salir de nuestra casa, ni siquiera eso, en realidad, sólo tenemos que despertarnos para vernos envueltos enseguida por las seductoras y ordenantes sirenas de las que actualmente se compone nuestro mundo: por los millones de aparatos, expresiones, usos, opiniones y modelos de comportamiento que exhiben sus estímulos y nos llaman formando un coro ensordecedor: «¡Tómame!» y «¡Apréstate a mi voluntad!» y «¡Colabora!», y que antes de que nos demos cuenta hacia adónde vamos ya nos han arrastrado en su corriente.

Y nosotros nos aprestamos a su voluntad, nos dejamos arrastrar, colaboramos, sin asombrarnos lo más mínimo de su violento recibimiento; todo lo contrario: nada nos parece más natural que confiarnos a ese barullo; nada más natural que ver «nuestro mundo» en esas criaturas que son como sirenas; en este orden incluso nos parece que aquel que opone resistencia acabará en el mal camino, y oímos de los labios de la psicología, siempre presente en el barullo como una jueza, que no es apto, que está «mal integrado» o que incluso es desleal.

Sin embargo, también se puede responder que «nada», pues por mucho que agucemos el oído para oír la voz de una instancia central que nos exija sin reservas que nademos siguiendo la corriente, no la encontramos por ningún lado. Y si en ocasiones, golpeando ciega y desesperadamente a nuestro alrededor, aseveramos que no queríamos, no necesi­tábamos, no estábamos obligados ni ningún dios nos ordenó seguir la corriente, y preguntamos dónde está escrito que estemos obligados a creer, gritar y comprar lo que todos, entonces no sólo tenemos toda la razón, sino que a veces también nos la dan, nos dan la razón aquellos que al igual que nosotros fueron arrastrados por la corriente sin oponer resistencia.

Sin embargo, no debemos malinterpretar esta situación ni darle la bienvenida, porque estas víctimas no nos aplauden porque se sientan intranquilas por la ausencia de la última voz de mando, sino por todo lo contrario, porque con esa ausencia justifican que ellas mismas no hayan opuesto resis­tencia y en ella ven la fuente de derecho de su falta de remordimientos.

Con otras palabras: si las víctimas braman con nosotros con tan pocos escrúpulos y tanto desenfreno es sólo porque viven con la certeza de que lo hacen libremente; y si están tan seguros de esta ilusión suya es sólo porque en ningún sitio se percibe la existencia de un organismo central de mando, porque el deus de su sistema permanece mudo y absconditus, y porque malinterpretan esta imperceptibilidad de su dios como prueba de su inexistencia, es decir, exactamente como su dios desea ser malinterpretado. La razón de que éste permanezca absconditus y (a razón de que permanezca imperceptible es que sabe que el mayor poder lo logra permaneciendo escondido detrás del escenario; y que la mejor manera de asegurar íntegramente su poder es impidiendo su percepción.

En resumen:
-Cuanto más completo es un poder, más mudas son sus órdenes.
-Cuando más muda es una orden, más natural nos parece nuestra obediencia.
-Cuando más natural es nuestra obediencia, más segura nos parece nuestra ilusión de libertad.
-Cuando más segura es nuestra ilusión de libertad, más completo es el poder.
-Éste es el proceso circular o espiral que sostiene a la sociedad conformista y que, una vez puesto en marcha, la sigue perfeccionando automáticamente.

Gunther Anders

fuente: fragmento de «La obsolescencia del ser humano», publicado en «Günther Anders. Filosofía de situación». Ed. Catarata 2007.

extraído de revista Ekintza Zuzena nº37
www.nodo50.org/ekintza/article.php3?id_article=518

artículo en PDF

Publicado en • InsalubridadDejar un comentario

Navegación de entradas

Entradas anteriores
Entradas siguientes

• contacto
ecotropia@riseup.net

• Mastodon
https://mastodon.social/@ecotropia

• Imágenes para el Disenso Consciente (Telegram)
https://t.me/imagenes_disenso

• Pixelfed
https://pixelfed.social/Ecotropia

  • Mail
  • Mastodon
  • Telegram

Donaciones:

Este sitio se mantiene desde 2008 sin ningún tipo de aporte económico, con el sólo propósito de compartir observaciones de disidencia consciente, pero llegó el momento de pedir aportes de toda aquella persona que sienta que sitios como este deben seguir existiendo por el bien común…

Una parte de los aportes recibidos irá para el colectivo que gestiona el servidor de Noblogs.org que ceden gratuitamente el espacio para que muchos blogs puedan existir sin la injerencia publicitaria ni de ningún otro tipo. Cualquier aporte, por mínimo que sea, será bienvenido! Gracias!

• Donar con Paypal

• Banco ING 🇪🇸: ES54 1465 0100 9817 3628 5232

• Banco Provincia 🇦🇷 (CBU): 0140015103401552035114

• Mercado Pago 🇦🇷 (CVU): 0000003100028546440663

Entradas recientes

  • (audio-video) La corrupción farmacéutica, los médicos son inmorales?: Joan-Rámon Laporte
  • (audio-video) Nunca fue tan fácil estar triste, aislado y deprimido…
  • (audio y video) Pan y Circo a mi Manera vol. 4
  • Las pandemias como resultante de la reciente ecología-mundo capitalista
  • (audio) Entrevista con Alfredo Caro Maldonado que habla sobre divulgación científica, y cómo el lucro domina la lógica de su producción
  • (audio – video) Senda – música con consciencia
  • (audio-video) “La misión del cerebro no es que seamos felices” | Conversamos con Lucas Raspall
  • Solamente entregando nuestra fe a la eternidad impediremos que el tiempo convierta nuestras vidas en una bufonada diabólica
  • (audio y video) Vacunas y medicamentos Covid19. El colapso del pensamiento crítico, la ética y la toma de decisiones en base a la razón. Análisis con propuestas de solución
  • Joan Cwaik: «El poder de desarrollar IA es similar a las armas nucleares en el siglo XX»
  • Vacunas y medicamentos Covid19. El colapso del pensamiento crítico, la ética y la toma de decisiones en base a la razón. Análisis con propuestas de solución
  • (audio y video) Comentario sobre la guerra sionista contra Irán
  • (audio-video) ¿Por qué los más incompetentes terminan en los cargos más altos? Maquiavelo ya lo sabía…
  • (audio-video) La Inteligencia Artificial bajo el control de grandes corporaciones es un gran problema
  • (audio-video) Franco ‘Bifo’ Berardi: “Yo no creo, yo no espero, lo que me interesa hacer es pensar”
  • (audio-video) Andrea Colamedici: «La IA puede llegar a sustituirnos en absolutamente todo».
  • (audio-video) El país que quieren los dueños de Argentina
  • La rapiña es la consecuencia lógica de la ausencia de consciencia y el vacío…

Etiquetas

Antropoceno antropocentrismo autodestrucción humana big pharma capitalismo destructivo capitalismo postindustrial capitalismo terminal Carlos Castaneda colapso civilizatorio colapso ecosocial conciencia holística confinamiento forzado confinamiento general confinamiento masivo Coronavirus Covid-19 cuarentena estricta cártel farmacéutico Decrecimiento destrucción antropogénica de hábitats destrucción de bienes comunes destrucción de ecosistemas destrucción de la biodiversidad El Roto Imágenes para el Disenso Consciente industria farmacéutica Ivan Illich Jiddu Krishnamurti José Luis Cano Gil No es una pandemia OMS Organización Mundial de la Salud pandemia del coronavirus post-capitalismo post-capitalismo terminal régimen somatocrático salud humana Sars-Cov-2 Sars-cov2 Sindemia del Coronavirus sociedad del cansancio sociedad del espectáculo Somatocracia Vacunación compulsiva vacunación masiva

Archivos

  • septiembre 2025 (4)
  • agosto 2025 (1)
  • julio 2025 (6)
  • junio 2025 (1)
  • mayo 2025 (2)
  • abril 2025 (4)
  • marzo 2025 (2)
  • febrero 2025 (3)
  • enero 2025 (4)
  • diciembre 2024 (4)
  • noviembre 2024 (1)
  • octubre 2024 (9)
  • septiembre 2024 (2)
  • agosto 2024 (4)
  • julio 2024 (2)
  • junio 2024 (3)
  • mayo 2024 (1)
  • abril 2024 (3)
  • marzo 2024 (3)
  • febrero 2024 (1)
  • enero 2024 (5)
  • diciembre 2023 (3)
  • noviembre 2023 (4)
  • octubre 2023 (4)
  • septiembre 2023 (3)
  • agosto 2023 (4)
  • julio 2023 (5)
  • junio 2023 (4)
  • mayo 2023 (8)
  • abril 2023 (6)
  • marzo 2023 (6)
  • febrero 2023 (6)
  • enero 2023 (7)
  • diciembre 2022 (7)
  • noviembre 2022 (7)
  • octubre 2022 (7)
  • septiembre 2022 (10)
  • agosto 2022 (9)
  • julio 2022 (5)
  • junio 2022 (11)
  • mayo 2022 (9)
  • abril 2022 (6)
  • marzo 2022 (11)
  • febrero 2022 (10)
  • enero 2022 (13)
  • diciembre 2021 (15)
  • noviembre 2021 (21)
  • octubre 2021 (12)
  • septiembre 2021 (15)
  • agosto 2021 (14)
  • julio 2021 (14)
  • junio 2021 (12)
  • mayo 2021 (11)
  • abril 2021 (19)
  • marzo 2021 (8)
  • febrero 2021 (9)
  • enero 2021 (6)
  • diciembre 2020 (8)
  • noviembre 2020 (10)
  • octubre 2020 (14)
  • septiembre 2020 (8)
  • agosto 2020 (11)
  • julio 2020 (12)
  • junio 2020 (15)
  • mayo 2020 (11)
  • abril 2020 (6)
  • marzo 2020 (9)
  • enero 2020 (2)
  • diciembre 2019 (2)
  • noviembre 2019 (1)
  • septiembre 2019 (3)
  • agosto 2019 (4)
  • julio 2019 (3)
  • junio 2019 (2)
  • mayo 2019 (1)
  • abril 2019 (1)
  • marzo 2019 (2)
  • enero 2019 (2)
  • diciembre 2018 (1)
  • noviembre 2018 (3)
  • octubre 2018 (2)
  • septiembre 2018 (5)
  • agosto 2018 (1)
  • julio 2018 (1)
  • junio 2018 (2)
  • mayo 2018 (4)
  • abril 2018 (4)
  • marzo 2018 (2)
  • enero 2018 (3)
  • diciembre 2017 (4)
  • noviembre 2017 (2)
  • octubre 2017 (6)
  • septiembre 2017 (4)
  • agosto 2017 (7)
  • julio 2017 (1)
  • mayo 2017 (6)
  • abril 2017 (1)
  • febrero 2017 (1)
  • enero 2017 (2)
  • diciembre 2016 (4)
  • octubre 2016 (1)
  • septiembre 2016 (2)
  • agosto 2016 (1)
  • julio 2016 (1)
  • junio 2016 (1)
  • enero 2016 (2)
  • noviembre 2015 (2)
  • octubre 2015 (2)
  • agosto 2015 (1)
  • julio 2015 (1)
  • junio 2015 (1)
  • mayo 2015 (1)
  • abril 2015 (1)
  • febrero 2015 (1)
  • enero 2015 (2)
  • diciembre 2014 (4)
  • noviembre 2014 (1)
  • octubre 2014 (1)
  • septiembre 2014 (2)
  • agosto 2014 (6)
  • julio 2014 (1)
  • junio 2014 (1)
  • mayo 2014 (2)
  • marzo 2014 (2)
  • febrero 2014 (2)
  • enero 2014 (2)
  • diciembre 2013 (2)
  • noviembre 2013 (4)
  • octubre 2013 (4)
  • septiembre 2013 (4)
  • agosto 2013 (3)
  • julio 2013 (5)
  • junio 2013 (3)
  • abril 2013 (2)
  • marzo 2013 (3)
  • febrero 2013 (7)
  • diciembre 2012 (8)
  • noviembre 2012 (4)
  • octubre 2012 (6)
  • septiembre 2012 (4)
  • agosto 2012 (3)
  • julio 2012 (7)
  • junio 2012 (3)
  • mayo 2012 (5)
  • abril 2012 (5)
  • marzo 2012 (12)
  • febrero 2012 (10)
  • diciembre 2011 (5)
  • noviembre 2011 (10)
  • octubre 2011 (6)
  • septiembre 2011 (5)
  • agosto 2011 (9)
  • julio 2011 (9)
  • junio 2011 (8)
  • mayo 2011 (8)
  • abril 2011 (7)
  • marzo 2011 (13)
  • febrero 2011 (12)
  • enero 2011 (13)
  • diciembre 2010 (11)
  • noviembre 2010 (8)
  • octubre 2010 (10)
  • septiembre 2010 (6)
  • agosto 2010 (2)
  • julio 2010 (1)
  • junio 2010 (1)
  • mayo 2010 (2)
  • abril 2010 (4)
  • marzo 2010 (3)
  • febrero 2010 (2)
  • enero 2010 (1)
  • diciembre 2009 (2)
  • noviembre 2009 (1)
  • octubre 2009 (1)
  • septiembre 2009 (2)
  • julio 2009 (2)
  • junio 2009 (2)
  • mayo 2009 (2)
  • abril 2009 (2)
  • marzo 2009 (3)
  • febrero 2009 (1)
  • enero 2009 (5)
  • diciembre 2008 (11)
  • noviembre 2008 (6)
  • octubre 2008 (2)
  • septiembre 2008 (14)
  • agosto 2008 (11)

Ultimos comentarios

  • raas en (audio y video) Pan y Circo a mi Manera vol. 4
  • football bros en (audio y video) Pan y Circo a mi Manera vol. 4
  • Periodistas por la Verdad en Vacunas y medicamentos Covid19. El colapso del pensamiento crítico, la ética y la toma de decisiones en base a la razón. Análisis con propuestas de solución
  • Periodistas por la Verdad en Vacunas y medicamentos Covid19. El colapso del pensamiento crítico, la ética y la toma de decisiones en base a la razón. Análisis con propuestas de solución
  • raas en (audio) Covid-19, el mayor ensayo de ingeniería social de la historia: el enfriamiento del espíritu humano
  • Luis en (audio) Covid-19, el mayor ensayo de ingeniería social de la historia: el enfriamiento del espíritu humano
  • raas en ¿Cuál es el origen de COVID? ¿La gente o la naturaleza abrieron la caja de Pandora en Wuhan?
  • raas en Los héroes del pase sanitario

Libros imprescindibles

• Discurso de la servidumbre voluntaria o el contra uno, de Étienne de la Boétie (1548)

• Teoria de la clase ociosa, de Thorstein Veblen (1899)

• Nosotros, de Yevgueni Zamiatin (1922)

• ¡Escucha, pequeño hombrecito!, de Wilhelm Reich (1945)

• El arte de amar, de Erich Fromm (1956)

• Viaje a Ixtlán, de Carlos Castaneda (1972)

• Energía y equidad, de Ivan Illich (1973)

• De la huelga salvaje a la autogestión generalizada, de Raoul Vaneigem (1974)

• Némesis Médica, de Ivan Illich (1975)

• Mil Mesetas, de Gilles Deleuze y Félix Guattari (1980)

• Sobre la desobediencia y otros ensayos, de Erich Fromm (1981)

• La enfermedad como camino, de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke (1983)

• El maestro ignorante, de Jacques Ranciere (1987)

• Encuentro con la sombra. El poder del lado oculto de la naturaleza humana, de Connie Zweig y Jeremiah Abrams (1991)

• El horror económico, de Viviane Forrester (1996)

Meta

  • Registro
  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org

Agroecología

  • Agroecología (revista)
  • EcoAgricultor
  • Ecopráctica (revista)
  • Hortinatura
  • Josep Pamíes
  • La Fertilidad de la Tierra (revista)
  • La Huertina de Toni
  • La Huertina de Toni
  • Maestro Compostador
  • Sociedad Española de Agroecología

Análisis

  • Antroposmoderno
  • Centro de Documentación de los Movimientos Armados
  • Ciudades para un futuro más sostenible
  • Cosecha Roja
  • Crimethinc
  • Decrecimiento
  • El Corresponsal de Medio Oriente y Africa
  • Global Research
  • Hablemos de Historia
  • Herencia Cristiana
  • La Barbarie
  • La Curva de Mar
  • La Hidra de Mil Cabezas
  • Lo Que Somos
  • Lobo Suelto
  • Observatorio de Conflictos
  • Patria Grande
  • Proyecto Desaparecidos
  • Proyecto Sindicato
  • Red Voltaire
  • Situaciones

Antipublicidad

  • Adbusters
  • Consume Hasta Morir
  • Yomango

Aplicaciones libres (Android)

  • Adaway
  • Afwall+
  • AndStatus
  • Antena Pod
  • Blokada
  • Delta Chat
  • Element
  • Exodus Privacy
  • F-Droid (tienda)
  • Fedilab
  • Firefox
  • Frost (Facebook)
  • Jitsi Meet
  • KeePassDX
  • Librera Pro
  • Magisk Manager
  • Markor
  • Mixplorer
  • New Pipe
  • OONI Probe
  • Open Food Facts
  • Open Note Scanner
  • Orbot
  • Privacy Browser
  • Silence (SMS)
  • Simple Flashlight (y +)
  • SkyTube
  • Tor Browser
  • XDA Labs (tienda)
  • Youtube Vanced

Biblioteca virtual / Escritor@s

  • Alephandria
  • Carlos Castaneda
  • El Poder de la Palabra
  • Félix Rodrigo Mora
  • Frases con Sabiduría
  • Ivan Illich
  • Jiddu Krishnamurti
  • Juan Irigoyen
  • Luis E. Sabini Fernández
  • Oficina de Secretos Públicos (Ken Knabb)
  • Rebelión (libros libres)

Biodiversidad / Boycott

  • Biodiversidad
  • Crisis Energètica
  • Ecoportal
  • Grupo de Reflexión Rural
  • Guayubira
  • La Vía Campesina
  • Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
  • Permacultura

Buscadores

  • Duckduckgo (el buscador que no te rastrea)
  • Searx (metabuscador libre)

Consumo responsable / Otras economías

  • Ecologistas en Acción
  • El Salmón Contracorriente

Contracultura / Poesía

  • Ciudad Seva
  • Contranatura
  • Manual de Lecturas Rápidas
  • Poesía Salvaje

Contrainformación

  • América Latina en Movimiento
  • Anarkismo
  • Clajadep
  • Hommodolars
  • Indymedia Argentina
  • Indymedia Barcelona
  • Indymedia México
  • Inter Press Service
  • Kaos en la Red
  • La Curva del Mar
  • La Fogata
  • La Haine
  • La Marea
  • Mapuexpress
  • Noticias de Abajo
  • Otro Madrid
  • PlayGround
  • Prensa de Frente
  • Rebelión
  • Red Acción
  • Red Eco Alternativo
  • Versus

Descargas de material audiovisual

  • Rebeldemule

Distribuciones Linux

  • Bodhi
  • Damn Small Linux
  • Debian
  • Dynebolic
  • Elementary
  • Escuelas Linux
  • Kali
  • Lubuntu
  • LXLE
  • Mint
  • Open Elec
  • Parrot Security
  • Puppy
  • TAILS
  • Trisquel
  • Ubuntu
  • Xubuntu

Editoriales

  • Catarata (España)
  • Icaria (España)
  • Libros de Anarres (Argentina)
  • Madreselva (Argentina)
  • Pepitas de Calabaza (España)
  • Pre-Textos (España)
  • Tierra del Sur (Argentina)
  • Tinta Limón Ediciones (Argentina)
  • Traficantes de Sueños (España)
  • Virus (España)

Espiritualidad

  • Pijama Surf
  • Planta Sagrada

Fotografía

  • Cooperativa Sub
  • Nicolás Parodi
  • Rebelarte

Frases

  • Frases y Pensamientos
  • Wikiquote

Historias

  • Historia social de los mercenarios

Ilustradores

  • Ajubel
  • Alen Lauzán
  • Andy Singer
  • Ares
  • Banksy
  • Daniel Paz
  • Doug Minkler
  • El Roto
  • Eric Drooker
  • Helnwein
  • Iñaky y Frenchy
  • James Jean
  • Juan Kalvellido
  • Kevin Larmee
  • Latuff
  • Mariano Lucano
  • Mike Flugennock
  • Naji al-Alí
  • Obey Giant
  • Peter Kuper
  • Quino
  • SakoAsko
  • Sergio Langer
  • Siro Lopez

Imágenes

  • Anti-Guerra
  • Archivo Gráfico Libertario
  • Gigantescas Miniaturas
  • Gráficos Políticos
  • Iconoclasistas
  • Malas Noticias
  • Mujeres Públicas

Mensajería libre

  • Delta Chat
  • Ring
  • Riot
  • Signal
  • Telegram

Movimientos sociales / Grupos

  • (C.N.T.) Confederación Nacional del Trabajo
  • Archivo Situacionista Hispano
  • Asambleas de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina
  • CGT Chiapas
  • Coordinadora Contra la Represion Policial e Institucional
  • Derechos
  • Ejército Zapatista de Liberación Nacional
  • Enlace Zapatista
  • Insumissia
  • Minga Informativa de Movimientos Sociales
  • Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra
  • Oaxaca Libre
  • Partido Pirata
  • Red de Acción Ecologista
  • Unión de Asambleas Ciudadanas

Películas / Documentales / Series

  • Black Mirror (serie)
  • El Enemigo Común (documental)
  • Fotógrafo de Guerra (documental)
  • Frontera Invisible (documental)
  • Gaviotas Blindadas (documental)
  • I the Film (documental)
  • La Corporación (documental)
  • La Pesadilla de Darwin (documental)
  • La Sierra (documental)
  • Sed, Invasion Gota a Gota (documental)
  • Trilogía Qatsi (documental)
  • Zeitgeist (documental)

Podcast

  • Carne Cruda
  • Cuarto Milenio
  • Días Extraños con Santiago Camacho
  • Documentales Sonoros
  • El Dragón Invisible
  • La Biblioteca Perdida
  • La Escóbula de la Bruja
  • La Linterna de Diógenes
  • Oh my Lol

Programas libres (Linux & Windows)

  • Audacious
  • Audacity
  • Brave
  • Copy Q
  • Firefox
  • Free Donwload Manager
  • GIMP
  • Handbrake
  • Jitsi Meet
  • KeePassXC
  • Krita
  • LibreOffice
  • OBS Studio
  • Onion Share
  • Qbittorrent
  • Scribus
  • Shotcut
  • Signal
  • Simple Note
  • Telegram
  • Thunderbird
  • Tor Browser
  • Transmission
  • Tribler
  • VLC

Psicologías

  • José Luis Cano Gil
  • Olga Pujadas
  • Revista Topia

Radios / Programas

  • FM La Tribu
  • Insurgente
  • La Colectiva
  • La Tribu
  • Marca de Radio
  • Mundo Real
  • Radio Aire Libre
  • Radio Atómika
  • Radio Elo
  • Radio FM Alas
  • Radio Kaos
  • Radio Malva
  • Red Nacional de Medios Alternativos
  • Regeneración
  • Zapote

Redes sociales alternativas

  • Diáspora
  • GNU Social
  • Mastodon

Revistas / Periódicos

  • 15-15-15
  • Anfibia
  • Argelaga
  • Astrolabio
  • Barcelona
  • Biodiversidad, Sustento y Culturas
  • Campo Grupal
  • Contexto
  • Contratiempo
  • Crisis
  • Crisis17
  • Ecología política
  • Ekintza Zuzena
  • El Abasto
  • El Estado Mental
  • El Interpretador
  • El Libertario
  • El Mango del Hacha
  • El Salto
  • Esperando a Godot
  • Etcétera
  • Futuro Africano
  • Futuros
  • Galde
  • Grupo Acontecimiento
  • Herramienta
  • Jaque al Rey
  • La Brumaria
  • La Flecha
  • La Vaca
  • La Voz de los Sin Voz
  • Literal
  • Lucha Armada
  • Memoria Libertaria
  • Mercado Negro
  • Migraciones Forzadas
  • No Retornable
  • Pueblos
  • Pukará
  • Rebeldía
  • Saltamos
  • Sin Permiso
  • Sitio al Margen
  • Suburbia
  • Teína
  • THC
  • The Clinic
  • The Ecologist
  • Viento Sur

Salud / Enfermedad

  • Equipo Cesca
  • Miguel Jara
  • No Gracias
  • Revista Dsalud

Videos / Grupos

  • Atmo
  • Contraimagen
  • Corrugate
  • La Plataforma
  • Mal de Ojo
  • Malojillo
  • Mascaró Cine
  • New Global Vision
  • Sin Antena
  • Sin Filtros
  • Zip Films

Funciona gracias a WordPress | Tema: micro, desarrollado por DevriX.